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Wallace señala que la intuición, como es entendida en esta tradición, es un modo
de conocimiento primordial que siempre está ahí, esperando a ser descubierto,
como el Sol detrás de las nubes -y es especialmente lo que se desvela en sistemas
de meditación avanzados, como el mahamudra y el dzogchen-. Y habría que
agregar que también es lo que se alcanza en el vipashyana, la técnica de
meditación que permitió al Buda alcanzar la iluminación -de la mano del samadhi,
según recupera la tradición budista-. Vipashyana signi ca literalmente "ver
intensamente" (el pre jo vi es un énfasis y pasyana es una declinación de uno de
los verbos para "ver"), pero que podemos traducir como visión interna o visión
clara (en inglés usaríamos insight). Lo interesante de esto es que la práctica del
vipashyana no necesariamente está asociada con lo que pensamos en Occidente
super cialmente que es la intuición -una especie de conjetura
emocional, presentimiento, hunch-; la práctica de vipashyana, además de la
indispensable relajación y atención plena asociada al llamado "mindfulness",
requiere de análisis, razonamiento e inteligencia (que se vuelve transracional).
Como señala Alan Wallace, Aristóteles distinguió entre las emociones y la razón -
pero no hay esta distinción en el budismo, "cada vez que se habla de la mente se
debe pensar 'corazón-mente'"-. Esta es la esencia también del bodhicitta o espíritu
del despertar, el cual es al mismo tiempo inteligencia y compasión. "La separación
de corazón y mente es arti cial", dice Wallace. Esta misma unión entre el corazón
y la mente es re ejada en el taoísmo y en la medicina china tradicional, donde se
usa el mismo término para mente y corazón (xin) y se considera que, de hecho, es
el corazón quien lleva la función ejecutiva de una persona.
Para concluir queda responder a la pregunta que se suelen hacer muchas personas
de cómo saber cuándo con ar en la intuición, pregunta que no tiene realmente
sentido, ya que la intuición que es realmente intuición está más allá de toda duda:
uno puede con ar en ella siempre, porque es la inteligencia pura y primordial.
Intuir es percibir con la luz del universo. Sin embargo, sí es importante con ar en
que existe esta intuición, esta inteligencia primordial; de otra manera, difícilmente
podremos per larnos en un camino hacia ella. No obstante, muchas personas
dudarán que existe tal cosa como una inteligencia primordial intrínseca en el
universo: la inteligencia del hombre es para los materialistas un accidente en la
cima de una evolución movida por el azar. Lo expuesto aquí se basa en y se
entiende solamente desde la visión de que la conciencia es el aspecto más
fundamental de la realidad: todo ocurre como experiencia iluminada por nuestra
capacidad de darnos cuenta, y no podemos decir que nada exista
independientemente de esta cualidad cognitiva que es la esencia del ser.
Notablemente, el médico y alquimista suizo Paracelso se re rió a la intuición como
lumen naturae, la luz de la naturaleza. La conciencia como una especie de savia
luminosa que uye por la anatomía del hombre-universo: no a través "de la carne
ni la sangre, sino de las estrellas en la carne y la sangre" es que el hombre alcanza
a "distinguir la eterna sabiduría de lo temporal".
En lo
ALTERCULTURA queARTE
concierne
CIENCIA a cómo
LIBROS desarrollar
FILOSOFÍA la intuición
MEDIOS podemos
Y TECNOLOGÍA MAGIAapoyarnos
Y METAFÍSICA en POLÍTICA
el
budismo, donde particularmente se entrena a la mente para desarrollar funciones
PSICONÁUTICA SOCIEDAD ECOSISTEMAS SALUD BUENA VIDA
más elevadas de conocimiento -aunque éstas son más un des-cubrimiento o des-
velo de la propia naturaleza que se ve oscurecida por los hábitos inmemoriales de
la mente-. Como explica Alan Wallace, la técnica fundamental para re nar la
mente que tienen las tradiciones contemplativas de la India es el samadhi, la
concentración y paci cación de la atención que, como han descubierto cientos de
miles de meditadores por milenios, al concentrar y paci car también puri ca o va
eliminando las a icciones y contaminantes (kleshas, en sánscrito) que en este caso
podemos decir que ocultan u oscurecen la facultad intuitiva original. La
meditación, el samadhi, según la tradición budista, hace primero que nos
relajemos o calmemos; esto a su vez nos da estabilidad -como la estabilidad
necesaria para apuntar un telescopio al cielo para observar un fenómeno estelar-,
lo cual, a su vez, se traduce en claridad o viveza. Relajación: estabilidad: claridad.
La claridad, la alta resolución de la mente, nos permite ver las cosas como son
y acceder a la naturaleza misma de la conciencia -que es descrita
fundamentalmente como luminosidad- y, por lo tanto, resonar con la conciencia
primordial que es omnisciente. No sólo en el budismo, sino también en el
hinduismo, todos los poderes o logros mentales (siddhis) -que en Occidente
llamamos psíquicos, extrasensoriales o paranormales- son fruto principalmente de
la inmovilidad de la mente, de la atención sostenida, la cual se describe como
produciendo una especie de fuego o calor (tapas, en sánscrito).
Para concluir resta decir que la intuición es, paradójicamente, la naturaleza más
básica de conciencia y a la vez el culmen del entrenamiento de la mente -aquello
que hace que trascendamos la mente y la disolvamos en la conciencia pura-. Así
entonces, la intuición es algo que se cultiva fundamentalmente a través de la
meditación, pero no sólo mediante las llamadas técnicas del mindfulness sino,
necesariamente, también a través del cultivo de la sabiduría, el análisis y el
discernimiento. Incluso de la moralidad y la virtud, como muestra el esquema de
los tres pilares que constituyen el óctuple noble sendero del Buda que lleva al
despertar: sin shila (disciplina, moralidad), sin actuar bien y no generar karma
negativo que luego nos persiga, no podremos conseguir la paz su ciente para
profundizar en el samadhi; sin el samadhi, no podremos conseguir la inteligencia o
discernimiento (prajna) que nos permite conocer y entrar en consonancia con la
realidad. Evidentemente, la intuición no es algo que dependa siempre de una
práctica especí ca o de niveles dentro de un sendero espiritual. Puede haber
flashes de intuición, pero éstos son seguramente fruto de antiguos karmas, y
difícilmente logran estabilizarse y convertirse en una base cognitiva si no son
cultivados -y cultivar la función más alta de la mente requiere cultivar todas las
otras-. El ARTE
ALTERCULTURA
mismoCIENCIA
Buda alcanzóLIBROS
de FILOSOFÍA
manera espontánea en su adolescencia
MEDIOS Y TECNOLOGÍA
el primer
MAGIA Y METAFÍSICA POLÍTICA
dhyāna (una dimensión más sutil de la realidad, según el budismo), seguramente
en una SOCIEDAD
PSICONÁUTICA
especie deECOSISTEMAS
flashback de vidasBUENA
SALUD
previas.
VIDA
Pero viviendo en el palacio de placer
de su padre olvidó esto y luego tuvo que aprender técnicas ascéticas para
reingresar a los dhyānas y nalmente despertar bajo el árbol Bodhi, en ese eterno
instante que, queremos pensar, resuena aún hoy a través del tiempo cuando
alguien medita y tiene una intuición de la verdad.
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Y quizá no podría ser de otro modo. En la medida en que nuestra visión del mundo
se comienza a formar en una edad en que no somos del todo conscientes de lo que
pasa a nuestro alrededor, o no lo comprendemos a cabalidad sino con los recursos
limitados o diferentes de la niñez, sin darnos cuenta vamos adquiriendo
representaciones de conceptos muy especí cos. Social o convencionalmente
todos tenemos una idea vaga o general sobre el signi cado de la felicidad, por
ejemplo, del amor, del placer, una idea que podría compararse a la de nición que
podemos encontrar en un diccionario y que, entre otros nes, sirve para que al
decir “felicidad” hagamos posible el ngimiento mutuo de que “nos entendemos”,
que el otro sabe a qué me re ero al decir “felicidad” y que yo sé a qué se re ere el
otro cuando igualmente dice “felicidad”.
Las opciones son innumerables, tanto como las circunstancias que se combinan a
lo largo de la vida de una persona, pero en muchos de estos casos se cumple la
tendencia a, por así decirlo, buscar el paraíso perdido, a restituirlo, a intentar
reencontrar la felicidad alguna vez experimentada (o el amor, el consuelo, el alivio
de la soledad, etc.) por la razón que podría entenderse como apego hacia lo
conocido y lo familiar y, por consecuencia, miedo a lo desconocido (aunque
el fenómeno va más allá de dicha dicotomía, como veremos a continuación).
Sabemos bien que en esta época existe un discurso más o menos extendido que
pregona el desapego como forma de vida, a veces con cierto ánimo moralista que,
paralelamente, condena el apego como una actitud abominable. Es posible, en
efecto, conceder crédito y razón a la idea del desapego. La doctrina budista y
otras losofías a nes dicen la verdad cuando a rman que resistirse a los cambios
propios de la existencia –su fugacidad, la transformación permanente de sus
circunstancias, la dialéctica del tener y el perder, del comienzo y el n– sólo
engendra dolor y sufrimiento. Querer que todo sea igual ahí donde todo cambia
tiene, ya desde la enunciación, algo de absurdo.
Con todo, en los actos las cosas pueden ser muy distintas. Y quizá es en este
punto donde vale la pena detener dicha ebre de desapego contemporánea para
plantear una
ALTERCULTURA ARTE re CIENCIA
exión muyLIBROS
sencilla: ni para MEDIOS
FILOSOFÍA todasYlas personasMAGIA
TECNOLOGÍA es igual de evidente
Y METAFÍSICA POLÍTICA
el efecto del apego en su vida, ni todas pueden desapegarse con la misma facilidad
PSICONÁUTICA SOCIEDAD ECOSISTEMAS SALUD BUENA VIDA
de ciertas cosas y, por último, hay elementos de la conformación de lo que somos
que van a estar ahí siempre, de los cuales no podremos desapegarnos (acaso
porque no lo queremos así) y que, en todo caso, pueden admitir una
resigni cación en el contexto de nuestra historia de vida y nuestra existencia
presente.
Lacan opuso la noción del placer a la de goce y, a partir de esto, señaló que la
satisfacción que se produce en la repetición ocurre sólo en el dominio del goce.
Esto es: al repetir el sujeto satisface no su propio placer, sino aquello que
aprendió a identi car como “lo placentero”; satisface no su propio deseo, sino el
deseo de otro que se impuso como un sello sobre su conciencia.
Si, por poner un ejemplo, una persona tuvo una infancia tan protegida que lo hizo
temeroso frente a aquello ajeno al espacio familiar, al repetir ese patrón de
conducta de miedo satisfará la consigna familiar de mantenerse sólo dentro de los
límites de lo seguro y lo permitido, simbólicamente quizá piense incluso, en su
ARTE
inconsciente,
ALTERCULTURA que satisfaceLIBROS
CIENCIA FILOSOFÍA
así a sus padres.MEDIOS Y TECNOLOGÍA MAGIA Y METAFÍSICA POLÍTICA
¿La repetición es “buena” o “mala”? Mejor que esto, podemos pensar que la
repetición o el apego no son deseables cuando mantienen al sujeto en ese estado
de insatisfacción constante, cuando le impiden “pasar a otra cosa” en su propia
vida.
A este respecto podríamos imaginar más ejemplos hipotéticos pero pre ero
remitirme a Cien años de soledad, la célebre novela de Gabriel García Márquez que
a la luz de este tema resulta profundamente elocuente.
Cien años de soledad se suele presentar como una novela genealógica, la saga un
poco fantástica y folclórica de una familia de la Colombia caribeña. Pero esta
descripción somera, propia de una reseña simple, puede distraernos de uno de los
elementos fundamentales que circulan por la historia, que de hecho hacen de ésta
una obra literaria indiscutible y del cual García Márquez fue sumamente explícito:
la soledad a la que parecen condenados todos los miembros del clan familiar, que
encuentra una expresión muy concreta en la inclinación también aparentemente
irremediable que sienten todos hacia el incesto. Esa soledad presente desde el
título está,
ALTERCULTURA ARTE para los Buendía,
CIENCIA LIBROS relacionada
FILOSOFÍA estrechamente
MEDIOS Y TECNOLOGÍA con el encierro: POLÍTICA
MAGIA Y METAFÍSICA
el
encierro del “amor” dentro de la propia familia, el encierro en un mismo pueblo, el
PSICONÁUTICA SOCIEDAD ECOSISTEMAS SALUD BUENA VIDA
encierro en el ciclo absurdo del deshacer para hacer (como los pescaditos de oro
que el coronel Aureliano Buendía confecciona con las monedas que recibe por su
venta, mismas que vuelve a fundir y convertir en pescaditos, etc.), el encierro de
los papeles que todos los Arcadios y todos los Aurelianos parecen obligados a
asumir… En pocas palabras: el encierro de la repetición.
Al leer Cien años de soledad y, en especial, al llegar a su última frase (“porque las
estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad
sobre la tierra”), más de un lector se habrá quedado con la sensación de que quizá
los hechos podrían haber ocurrido de otra forma, que quizá alguno de los Buendía
pudo detener ese círculo despiadado de la repetición y, entonces, conjurar esa
falsa condena.
Hasta cierto punto, puede decirse que para el ser humano no hay nada escrito.
Esta es una a rmación peligrosa que, de entrada, no debe confundirse con una
especie de declaración de omnipotencia, con la aseveración tan difundida (y tan
equivocada) en nuestra época que nos asegura que el individuo lo puede todo, que
su poder basta y sobra para tener la vida que desea. Tampoco se trata de ese
candor con que los libros y artículos de autoayuda a rman que es posible
“reinventarse” y “comenzar de cero”. Ambos absolutos son falsos: ni es posible
hacer tabula rasa con la propia existencia, ni es cierto que exista tal cosa como un
destino señalado e inamovible para el ser humano (ni siquiera aquel que él mismo
cree que puede conseguir).
¿Cuál es la solución entonces? ¿Por qué podemos decir, como en el caso de los
Buendía y acaso incluso al mirar algunos hechos de nuestra propia existencia, que
quizá las cosas podrían haber sido de otra manera?
Porque a veces eso también pasa (porque ni es posible dejar de repetir todo ni
desapegarse de todo): que después de algunas vueltas, después de algunos
tropiezos y algunos cuantos descalabros, nos damos cuenta de que la respuesta a
una pregunta siempre estuvo ante nuestros ojos, pero era necesario mirarla desde
otra perspectiva. Y a veces es necesario comenzar a hacer todo de nuevo. Y la
única forma de poder distinguir entre una y otra posibilidad es con el paso por la
experiencia.
Del mismo autor en Pijama Surf: El psicoanálisis, ¿una disciplina para aprender a
amar?
Ilustraciones: Luisa Rivera (de su trabajo para la edición conmemorativa de Cien años
de soledad publicada por Penguin Random House en España)
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Leo Rivera
buen articulo.
Me gusta · Responder · 12 de noviembre de 2017 15:50
ALTERCULTURA ARTE CIENCIA LIBROS FILOSOFÍA MEDIOS Y TECNOLOGÍA MAGIA Y METAFÍSICA POLÍTICA
Juan Alcachofas · Cirujana de caballos en McDonald's
PSICONÁUTICA Un tema tan ECOSISTEMAS
SOCIEDAD interesante, bueno y común.
SALUD BUENA VIDA
Me gusta · Responder · 12 de noviembre de 2017 18:24
Michel Nava
Interesante.
Me gusta · Responder · 12 de noviembre de 2017 19:35
Jacaranda Fever
https://aeon.co/.../consciousness-is-not-a-thing-but-a...
Me gusta · Responder · 13 de noviembre de 2017 14:42
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