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HISTORIA DE
COLOMBIA
EL ASESINATO Y LOS
DISTURBIOS (IV)
ASÍ SUCEDIÓ — MAYO 2, 2017
Bogotazo 60 Años
Índice
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Parte VI (2)
9:00 AM
Gral. Ricardo Bayona Posada: En vista de los reducido el personal de Bogotá, desde el 9 la Dirección del Ejercito y el
Estado Mayor principiaron a tom ar m edidas para reforzar la Brigada
Esta fue, pues, la segunda agrupación de tropa llegada a Bogotá, la que adscrita a la m arina prestó im portantes
servicios.[1]
10 AM
Joaquín Estrada Monsalve: Ya han venido todos los dem ás funcionarios, hom bres y
m ujeres, del personal de Palacio, a quienes fue físicam ente im posible hacerlo el
viernes. Muy tem prano llegaron los doctores Jaram illo Ocam po y Carlos Moncayo,
Secretario Técnico de la Presidencia y Secretario del Consejo de Ministros,
respectivam ente. El doctor Moncayo, asediado por la turba en un intento de llegar
hasta Palacio, tuvo que perm anecer refugiado en una Agencia Mortuoria cercana. En
su despacho, el Presidente nos reúne a los m inistros conservadores para estudiar la
nueva com posición del gabinete. Lee la nóm ina de los m inisterios y va
determ inando de acuerdo con su criterio y con la aprobación de todos los presentes,
las carteras destinadas para el liberalism o, así com o el nom bre de sus candidatos.
Resultado: Gobierno, Echandía; Justicia; Sam uel Arango Reyes; Educación, Fabio
Lozano; Minas, Aragón Quintero; Higiene, doctor Jorge Bejarano.
El Presidente ordena se le comunique con el Dr. Laureano Gómez en el Ministerio de Guerra a quien informa la composición
del nuevo gabinete. Le solicita a Laureano que lo continúe acompañando en el gobierno en el cargo de Canciller, pero
según Ospina, es el mismo Laureano quien le sugiere que nombre a otro para su cargo. Así Ospina nombró a Eduardo
Zuleta Ángel.
La versión de Laureano Gómez difiere en cuanto el Presidente, al hacerle conocer la nueva nomina ministerial, ya estaba
Zuleta Ángel reemplazándole. En palabras de Laureano:
“fui destituido en la m adrugada del 9 de abril, com o prim er bocado para las fieras”.
Es muy posible y probable que los jefes liberales exigieran la cabeza de Laureano, a lo cual Ospina habría accedido.
Allí queda planteada la división en el seno del Partido Conservador. División que se había
demorado por las diferencias ideológicas entre los dos personajes, Mariano y Laureano,
el Presidente en ejercicio y el Jefe indiscutido del Partido, y que se acrecentará aún más
en el futuro. Doña Bertha y el Presidente no se habían equivocado al no permitir la
llegada de Laureano a Palacio esa noche. Él quería participar en la negociación y solución
al levantamiento, pero su radicalismo y solución de fuerza, contrastaba grandemente
con la moderación y forma conciliatoria en el manejo de Mariano, cuya ideología era más
de centro. Esta actitud del Presidente Ospina era muy criticada con frecuencia por sus
propios copartidarios. Con Laureano en Palacio esa noche, difícilmente podría haber
llegado un arreglo diferente a la fuerza, definitivamente no el de Unión Nacional del cual
era contrario.
12 Mediodía
Carlos Lleras Restrepo: En esos m om entos com unicaron de Palacio la nóm ina
m inisterial, y el doctor Echandía avisó que aceptaba y que iría a posesionarse
inm ediatam ente. Antes de partir, y en m edio de un am biente en que era ya
general la idea de que el deber del liberalism o era el de contribuir a la
conservación de la paz, del régim en civil y de las instituciones dem ocráticas, el
doctor Echandía constituyó la dirección provisional del liberalism o, porque se
daba cuenta de que era necesario que una autoridad actuara inm ediatam ente
sobre el partido y pudiera tener la personería de este ante el gobierno. Sin m ás
dem ora, instalam os la dirección que m e designó inm ediatam ente presidente y
com enzam os a escribir con el doctor Plinio Mendoza Neira y Alberto Arango
Tavera, las prim eras com unicaciones avisando al partido la solución adoptada y
haciendo un llam am iento al restablecim iento de la paz y de la serenidad. Un poco
después em pezam os a despachar a los barrios de la ciudad y a las divisiones de
policía las prim eras com isiones de pacificación, m ientras el doctor Echandía se
posesionaba en Palacio. [4]
En el Palacio de la Carrera
Carlos Lleras Restrepo
Joaquín Estrada Monsalve: La Quinta División de Policía no solo ha faltado a su
juram ento sino que insiste en no rendirse. Todas las gestiones han sido inútiles.
Ya el ejército está dispuesto a m andarle un ultim átum , bajo la am enaza de pulverizarla a cañón. La m ayor parte de
las unidades están resueltas a entregarse, pero una m inoría suicida lo im pide. El ejército ha tratado el asunto incluso
con tolerancia, pero ya la rebeldía está com prom etiendo la autoridad m ilitar. Ya los cañones están em plazados.
Echandía, cuando la decisión va a tom arse, se interpone: “Yo he venido aquí, dice, a evitar m ayor derram am iento
de sangre”. Se confía la m isión a su gestión.[5]
Miguel Ángel Cubillos: Com o a las ocho de la m añana com enzaron los rum ores de que Darío Echandía se había
tom ado el poder. A m edio día dieron la noticia de que lo habían nom brado m inistro de Gobierno. Todos los rostros
eran de horror, todos nos m iram os unos a otros con cara de horror.
Nosotros visitábam os m ucho al capitán, y él se lim itó a decirnos que esperáram os las órdenes, que estaba
com unicándose con unos generales, nunca supim os cuales generales. Entonces fue peor la desm oralización en el
personal. Se convirtió eso com o en una tristeza, en caras tristes, en caras de lam ento. Resueltos todo lo que se
com entaba desde las seis de la m añana, que nos bom bardearan, que nos m ataran, pero que a la cárcel no íbam os.
Ya sabíam os que el gobierno estaba com pletam ente organizado y que ya no se podía hacer nada, de eso si
estábam os convencidos, que el ejército ya había tom ado todo por su cuenta y no había m anera de hacer nada.
Todavía había m ucho personal civil. Por la tarde sí se fue el personal civil, ya salieron y no volvieron a entrar
civiles. Pasó el día diez de abril, se fueron los civiles. La noche llegó bajo la pesadilla de que nos bom bardearan, que
nos atacaban.[6]
Plinio Mendoza Neira: Los hom bres que encontram os en la Quinta División estaban borrachos en su m ayoría. Nos
recibieron a Julio Roberto Salazar Ferro y a m í, con gritos de “traidores”
y otros insultos. Era im posible argum entarles. Term iné insultándolos tam bién: su
insurrección no había pasado de una vociferante borrachera, y ahora continuaban
allí agitando arm as y sin darse cuenta siquiera de que estaban rodeados por
tanques del ejército. Cuando bajaba la escalera para abandonar el cuartel de
policía, dos m uchachos de veinte años, cada uno de los cuales tenía un fusil en la
m ano, se acercaron para hablarm e. Uno de ellos vestido con una chom pa de cuero
negra y un acento antillano, m e dijo: “Ustedes tienen razón, toda la razón.
Nosotros acom pañam os anoche al pueblo en su lucha pero éste, sin dirección ni
control de nadie, se dedicó a beber y robar y perdió su oportunidad. Ya sería
suicida cualquier resistencia.
Domingo 11 de abril
Gracias a las aerolíneas Lansa y Avianca quienes ofrecen al gobierno sus aeronaves para
Plinio Mendoza Neira
el transporte de personal militar hacia la capital, el domingo la ciudad cuenta con 2.000
hombres, que al pasar los días continuará incrementándose.
En respuesta al angustioso llamado del Secretario de Palacio, Rafael Azula Barrera, en la noche del 9 de abril, para que de
esa región enviaran voluntarios para defender el gobierno, el Gobernador de Boyacá, José María Villarreal reunió
“reservistas” para despachar a Bogotá.
José María Villarreal: Al día siguiente salió de Tunja al m ando del Capitán Olivo Torres
Mojica el prim er contingente de reservistas. Pero ya no venían trescientos cincuenta
hom bres sino quinientos, porque la capacidad de transporte había aum entado. El
capitán Torres tuvo que superar grandes dificultades ya que los reservistas venían sin
arm as, protegidos solam ente por veinticinco soldados regulares provistos de
fusiles.[8]
Gral. Ricardo Bayona Posada: Más o m enos a las 4 de la m añana, m e llam ó desde su
Com ando de Usaquén el Teniente Coronel Mariano Ospina Rodríguez. Cabe anotar
que en los prim eros tres días, com andantes y oficiales de los com andos, tan solo
dorm im os unos pocos m inutos sentados en algún asiento o butaca y en cuanto a la
alim entación, prácticam ente lo único que com im os del 9 al 11, fue el chocolate con
queso que nos dieron en Palacio en la m añana del 10 de abril. El Coronel Ospina m e
dijo:
Más o m enos una hora después m e volvió a llam ar el Coronel Ospina Rodríguez y m e puso al corriente de todo:
“Ese personal viene de Boyacá a órdenes del Capitán Olivo Torres, lo m andan para que coopere con las tropas de la
Guarnición, el Capitán Torres tuvo la gran idea y la gran iniciativa de adelantarse a la caravana y hablar con el
com andante de uno de m is puestos adelantados, si eso no lo hubiera hecho, seguram ente m i tropa los recibe a
tiros. Ordené pasaran al cuartel y ahí m e he dado cuenta que entre ellos no hay
m ás de cinco reservistas, los dem ás no tienen ni idea de nada m ilitar, los han
m andado dizque porque son elem entos de confianza para defender al gobierno,
les voy a dar un sencillo desayuno, pues m i General sabe que los víveres nos
están escaseando y le pido su autorización para devolverlos ya que aquí, antes de
servir lo que son, son un estorbo”.
9 AM
En la Radio Nacional
El doctor Diego Montaña Cuéllar, acaba de dirigirse a los obreros y trabajadores de Barrancaberm eja…
-El Ministro de Gobierno, señor Echandía, hace saber a todas las organizaciones obreras y sindicales del país, que en
este m om ento acaba de concluir una reunión a que asistieron la dirección nacional provisional del liberalism o, el
presidente de la CTC Confederación de Trabajadores Colom bianos, y varios líderes y dirigentes sindicales, reunión en
la cual, de com ún acuerdo se determ inó suspender en todo el país el paro de actividades obreras que se venía
realizando.[10]
En el Palacio de la Carrera
En la torre de la iglesia de Santa Bárbara, disfrazados de curas, francotiradores mantenían amedrentada la población civil.
Joaquín Estrada Monsalve: A Palacio llega desde Chapinero llega el capellán, Monseñor José Eusebio Ricaurte para
oficiar en la capilla de Palacio, la m isa dom inical. En m edio de la cerem onia religiosa, tres fusiles am etralladora
abren fuego sobre Palacio. Desde la capilla el Capitán Uribe se asom a a la venta y localiza el nido de francotiradores.
Es un grupo dotado de arm as autom áticas de largo alcance que se encuentra apostada en la torre de la iglesia de
Santa Bárbara. Nadie se inm uta en la capilla. Y el teniente Dousdebés, com andante de la sección de tanques de
refuerzo de Palacio, sale a elim inar el peligro. Mueve el tanque, lo em plaza en la calle quinta, entre carreras séptim a
y octava, dispone estratégicam ente el cañón y dispara. Una breve andanada de obús silencia las am etralladoras y
liquida al enem igo. Term inada la m isa el Mayor Berrío com enta el suceso:
“Es el tiro m ás técnico que se ha hecho. El prim er proyectil dio, exacto, en la base de la torrecilla y volaron arm as y
hom bres”.
Y el Capitán Uribe lo explica todavía m ejor con una de sus antioqueñadas gráficas:
“Fue com o cuando se golpea por abajo una pucha de m aíz con pocos granos: todos saltan en surtidor por encim a
de los bordes…”
12 Mediodía
El ejército dom ina plenam ente la ciudad. En cada esquina, detrás de cada soldado, los ciudadanos ven la autoridad y
el respaldo de todas sus fuerzas.[11]
El Gaitanismo
Gabriel Muñoz Uribe: El once de abril fui al cem enterio, estaba tapizado de m uertos, eso era un espectáculo
m acabro, pavoroso, im presionante, doloroso. Ahí estaba Roa Sierra.
Gral. Ricardo Bayona Posada: El dom ingo 11, después de la incruenta tom a de la división de la Policía de la calle 59
en Chapinero, recibíam os noticias contradictorias de la célebre división de la Policía del barrio La Perseverancia, pues
m ientras algunos inform aban que habían resuelto entregarse, otros aseguraban que por el contrario, estaban
resueltos a resistir hasta m orir.
Desde el día anterior, y en atención a que ni uno solo de los agentes de seguridad o detectives, se habían acercado
al Com ando de la Guarnición de Bogotá a cum plir con sus deberes, utilizábam os para ciertas rudim entarias
inform aciones a uno o dos de los asistentes u ordenanzas del com ando de la Brigada, para que, con una ruana y un
som brero viejo, de los quitados a alguno de los cadáveres que aún perm anecían en los alrededores de San Diego;
salieran a la calle en busca de inform aciones; y con ese objeto destacam os a dos para que se acercaran, hasta
donde pudieran, al cuartel de la división de la Perseverancia, en consecución de noticias. Al poco tiem po regresaron
e inform aron que en el edificio del cuartel no se veía nada anorm al, pero que en la calle, al frente de la puerta de
entrada del m ism o, había dos cadáveres.
En vista de la inform ación anterior, resolvim os enviar una patrulla en una am bulancia m ilitar, a órdenes del capitán
m édico Miguel Ángel Liz, con la m isión de recoger los cadáveres y con la esperanza de que al hacerlo alguien de la
división tom ara contacto con el m edico Liz y así poder constatar si evidentem ente tenían la intención de entregarse.
Fue m uy poco el tiem po que se dem oró el m édico en cum plir con la m isión que se le dio y cuando se bajó de la
am bulancia, en el patio del Ministerio, casi no podía inform ar debido al estado de nerviosism o en que se encontraba.
Al fin nos dijo m ás o m enos lo siguiente:
-Param os, eso sí sin apagar el m otor, cerca de los cadáveres y cuando m e bajé con dos de los soldados de la
patrulla para cum plir nuestro com etido, nos dispararon desde diferentes partes del edificio, sin respetar siquiera m i
gorro y el gran brazalete de la Cruz Roja que llevaba en el brazo. Apenas tuvim os tiem po de m eternos rápidam ente
en la am bulancia y arrancar ésta a toda m áquina. Afortunadam ente los francotiradores no dieron en el blanco.
La anterior inform ación nos despejó totalm ente la situación y con la dirección general el Ejército com binam os el
ataque y se dieron las órdenes para proceder inm ediatam ente, después de un bom bardeo por parte de nuestra
Fuerza Aérea, al asalto y derrota de los sublevados en tal división de la Policía.
Las órdenes se estaban cum pliendo y ya iba a com enzar el bom bardeo pero, por otro lado, el nuevo Ministro de
Gobierno y el nuevo Director de la Policía, tom aban contactos con los revoltosos, y estos al enterarse que iban a ser
bom bardeados y asaltados y m irando lo que les podía esperar, resolvieron entregarse incondicionalm ente, lo cual
evitó un inútil derram am iento de sangre entre soldados y policías.[13]
Miguel Ángel Cubillos: El once de abril sabíam os que estábam os m anos abajo, hum illados, nos dijo el capitán Tito
Orozco:
“En estos m om entos va a venir una com isión de generales al cuartel a convencerse, porque yo los tengo
convencidos, de que la gente que está aquí no ofrece ningún peligro. Ellos vienen, acaban de nom brar de director de
la Policía Nacional al coronel Régulo Gaitán y Ministro de Gobierno al doctor Darío Echandía. Va venir con él el
General Germ án Ocam po, y el general Vanegas para hablar con ustedes. Ellos están intercediendo con el Presidente
para que no se tom en represalias contra ustedes y que vengan y se convenzan de que es un personal que no ofrece
ningún peligro y que estam os dispuestos a seguir en la policía com o íbam os.”
Habló el capitán Tito Orozco y nosotros nos silenciam os, nos conform am os con que no nos m aten y no nos lleven a
la cárcel. Eso sí algunos com pañeros de m ás antigüedad le dijeron:
“Mi capitán pero es m ejor que nos m aten y no que nos saquen de aquí para la cárcel”.
El capitán dijo: “No, no. Es que no nos van a botar, ni van a tom ar ninguna represalia contra nosotros, no tenem os
nada que tem er, esperem os que lleguen”.
“Señores, para probar que ustedes son leales al gobierno voy a tom arles un juram ento. Ustedes juran fielm ente a
Dios nuestro Señor reconocer al Presidente legítim am ente constituido, ¿doctor Mariano Ospina Pérez?”
¡Esa fue nuestra condena, porque ninguno dijim os nada! Todos quedam os en silencio.
Allá un capitán que no recuerdo quien era, no Tito Orozco porque él perm aneció sereno, ¡qué hom bre tan sereno,
tan tranquilo! El perm aneció callado con los generales. Pero hubo un capitán que nos hacía señas que dijéram os que
sí, nos hacía entender que hipócritam ente dijéram os que sí, pero ninguno dijim os nada.
Ya había bajado m ucho el personal. Había unas m il personas, tal vez no se com pletaban. El patio era inm enso.
Nosotros no dijim os nada. El coronel Régulo Gaitán tres veces repitió la frase, por últim o dijo: “Señores. ¿Prom etéis
a Dios y a la patria cum plir con vuestros deberes tal com o debéis?”. Allí sí contestam os que sí. [14]
El Coronel Gaitán deja de comandante de la Quinta División de la Policía al Mayor Jaime Polanía Puyo.
Al día siguiente, Polanía Puyo convenció al grupo de agentes que se encontraban dentro de la División para que retornaran
a sus casas con el fin de ver a sus familias y resolver cualquier problema en el hogar. Tras solicitar permiso de salida, todo
el personal de la estación policial recibió permiso para dejar la unidad y desplazarse para sus hogares. Dejaron uniformes y
armamento y salieron de civil. El Mayor Polanía había logrado hábilmente deshacerse del personal concentrado en la Quinta
División sin mayores problemas. Ya la policía no era una amenaza. La sublevación armada del 9 de abril que se había
conjurado, estaba resuelta.
Lunes 12 de abril
En el Palacio de la Carrera
El nuevo canciller, Eduardo Zuleta Ángel recibe instrucciones muy claras del
Presidente para impedir la terminación de la Conferencia Panamericana. Zuleta se
dedica a tratar de comunicarse personalmente con cada una de las delegaciones,
cuyos miembros conocía personalmente.
Arturo Abella: Pasan las horas y el nuevo gobierno de unión nacional debe
enfrentarse a la decisión de los jefes gaitanistas, según la cual una m ultitud pasaría
por la casa presidencial, con el cadáver de Gaitán en hom bros de su pueblo. Hubo
quienes propusieron que se enterrara al pie de la estatua de Bolívar o donde cayó el
general Uribe, en el capitolio nacional. Ospina y Echandía dan tiem po al
tiem po.[15]
Joaquín Estrada Monsalve: Sólo un hecho pesa sobre los espíritus (del nuevo
gabinete y personal de Palacio): el entierro del doctor Gaitán. Sigue pendiente la
am enaza de su sepultura en el Capitolio, cerca de la placa del General Uribe Uribe.
¿Cóm o va a ser posible? Los m uertos que ello pueda ocasionar por la posibilidad de
un nuevo ataque a Palacio, hay que evitarlos de todas m aneras. Prim ero con el
Eduardo Zuleta Ángel Mayor Berrío, y luego con Guillerm o León Valencia, paso el resto de la m añana
Canciller haciendo sobre un papel planos estratégicos de defensa y ataque.
“No sólo la am enaza de ahora, afirm o, sino que habría que pasar el Palacio a otro
lugar, porque toda m anifestación liberal en el futuro vendría a desem bocar allí, a una cuadra de distancia, de m odo
que se crearía un peligro perm anente para el gobierno o para el pueblo”.
Form am os un am biente decididam ente adverso a tal propósito. En un rincón del despacho presidencial, Echandía,
Araújo, Fabio Lozano, entre otros, com entan los nuevos hechos. Echandía se m anifiesta igualm ente adverso al
entierro en el Capitolio, porque crea intranquilidad y puede causar nuevos m uertos.
Tiene (Echandía) cierto afán de nom brar los gobernadores que han de corresponder al liberalism o en la nueva
conform ación del gobierno. Los jefes liberales están concentrados sobre tal asunto. Es natural que tengan interés en
ello, pues grandes zonas del liberalism o se m uestran rebeldes a la colaboración, y así lograrían aplacarlas.
Y m ás allá del contorno de Palacio, en la esfera de los partidos, ¿qué está pasando? Velozm ente, en el liberalism o se
han precisado dos alas. De una parte, la de los que creen que la aceptación de los m inisterios ofrecidos por el
presidente en la reconstrucción paritaria del gabinete, constituye una entrega o una traición al m ovim iento por la
totalidad del poder. De la otra, la de los que respaldan esa política. Y com o dentro de los colores suelen reñir los
m atices, a veces con m ás violencia que aquellos, esta últim a ala se subdivide en otras dos: la de los que apoyan la
colaboración por patriotism o, y la de los que la apoyan com o un m edio de penetración o com o “un m al m enor para
el liberalism o”. Y el conservatism o, pensando m ás en el país que en el partido, en un m ovim iento de firm e
solidaridad con su m andatario, ha aceptado el nuevo gabinete, aunque lo juzga en el fondo descom pensado, pues
m ientras el jefe ya proclam ado del liberalism o ha asum ido el m inisterio de gobierno, el doctor Laureano Góm ez ha
dejado la Cancillería. Pero esa conform idad conservadora com ienza m uy pronto a alertarse ante el anuncio que se
hace por corrillos y calles de que Echandía, secundado políticam ente por los jefes que han aceptado el nuevo
gabinete “com o un m al m enor para su partido”, tom ará su posición com o un sim ple punto de partida exigiendo aún
m ayor núm ero de gobernaciones de las que tenía el liberalism o antes de la pasada ruptura del gabinete paritario y
escogiéndolas entre las m ás im portantes. Los conservadores no piensan siquiera que ese sea un plan convenido ya
con el Presidente, sino que es el plan que el liberalism o tratará de realizar aprovechando las palancas de control con
que cuenta dentro del gabinete.
En realidad la política liberal se m ueve hacia allá… Otra cosa es que a pocos pasos toquen m uro en la personalidad
del Presidente, quien es el único que sabe que va a pasar…[16]
La Nueva Policía
De un m andoble la policía había sido licenciada totalm ente. En esto hubo indiscutible injusticia. Muchos hom bres
habían sido leales y se habían jugado la vida en defensa del gobierno y de las instituciones.
Días m ás adelante, el 30 de abril, el Presidente Mariano Ospina Pérez expidió el decreto 1403 en el cual ordenaba la
reorganización de la Policía Nacional com o una institución em inentem ente técnica, ajena por entero a toda actividad
de carácter político, y en cuyo artículo tercero dispuso:
“El gobierno y el Director General de la Policía procederán a dar de baja a todo el personal uniform ado de la
Institución.”
Em pezaron a funcionar las escuelas para form ar los nuevos agentes que fueron sustituyendo a los soldados (del
cuerpo de policía m ilitar). Muchos de estos en la m edida en que cum plían su servicio m ilitar, solicitaron su ingreso
definitivo en calidad de agentes de policía.[17]
El licenciamiento del personal policial se cumplió, pero dentro de la Institución quedaron algunos muy pocos oficiales y
los cadetes de la Escuela General Santander.
Se creó una comisión de juristas para elaborar el estatuto que regiría la organización y funcionamiento de la nueva
Policía Nacional integrada por Carlos Lozano y Lozano, Jorge Enrique Gutiérrez Anzola, Timoleón Moncada y Rafael
Escallón. Como Secretario fue designado Hugo Latorre Cabal. Todos grandes penalistas de ambos partidos.
E l coronel Régulo Gaitán Patiño conversa con el Presidente sobre su nueva labor frente a la Dirección de la Policía.
Gaitán había sido oficial del ejército y ya se encontraba en retiro. Se le reconocía grandes méritos por su preparación,
su carácter enérgico pero prudente y ecuánime y su capacidad admirable de trabajo. Fue llamado de nuevo al servicio
activo y tras su reunión con el Presidente, se reúne con su nuevo jefe directo, el Ministro de Gobierno, Darío
Echandía. Es oportuno recordar que la Policía Nacional desde su fundación, estaba adscrita al Ministerio de Gobierno,
el ministerio de la política.
Joaquín Estrada Monsalve: En el pasillo m e encuentro con el Coronel Régulo Gaitán que ya sale de la entrevista con
Echandía:
“Es tan com plicada la tarea y tan grave la situación de la Policía, que no se sabe por dónde com enzar”, m e dice.
“Usted, Coronel, no ha recibido un cargo sino una m isión, les respondo. Tiene en sus m anos una envidiable
oportunidad de vincular su nom bre históricam ente a una nueva institución colom biana, porque a usted no le tocará
reorganizar la policía sino crearla con el m ás alto criterio técnico y apolítico.[18]
Su prim er acierto consistió en hacer preparar a la Policía Militar en las aulas de la Escuela General Santander, antes
de enviar sus m iem bros a prestar vigilancia en las calles de Bogotá.
La Policía Militar se encom endó al oficial del Ejército en actividad, coronel Willy Hollm ann Restrepo, oficial,
igualm ente, de excelsas cualidades profesionales, que tuvo com o colaboradores y subalternos a los oficiales
escogidos entre los m ejores de los cuadros m ilitares. Se recuerda al m ayor Hernando Currea Cubides, a los
capitanes Jaim e Durán Pom bo, Antonio Lafaurie, Eduardo Rom án Bazurto, Enrique Mendoza Cam po y a los tenientes
Fernando Landazábal y Gustavo Matam oros D’Costa.[19]
Martes 13 de abril
El 13 de abril, sin ser invitado, se presentó en la delegación de Honduras el nuevo canciller Eduardo Zuleta Ángel.
Sesionaba la m ayor parte de las delegaciones. Tam bién sin ser invitado, el canciller se tom ó la presidencia. En breve
discurso m anifestó a los delegados que el gobierno garantizaba la continuación de la asam blea. Algunos delegados
expresaron su deseo de que la conferencia se reuniera en el norte de Bogotá. Todavía no estaba controlado el
sistem a nervioso. El canciller Zuleta ofreció los salones del Gim nasio Moderno. Sin consultar con el rector. Y la
conferencia siguió y culm inó con la carta de Bogotá.[20]
En cuestión de horas se adecuaron los servicios para los traductores en el Gimnasio Moderno con lo cual la Conferencia
continuó normalmente.
Miércoles 14 de abril
En la Radiodifusora Nacional
Me dirijo al pueblo liberal… para m anifestarle que la dirección nacional del partido, después de largas y profundas
deliberaciones y habiendo analizado todas las circunstancias… del m om ento… y teniendo en cuenta los intereses del
partido y los intereses de la República, ha aprobado por unanim idad, la siguiente resolución.
1. Prim ero: reiterar su apoyo, a la presencia del doctor Darío Echandía, ilustre jefe del liberalism o, en el Ministerio de
Gobierno, y a la de sus colegas liberales en otras carteras del gabinete ejecutivo, por el tiem po en que a juicio de
esta dirección y del doctor Echandía, lo justifiquen las circunstancias políticas y las conveniencias nacionales.
2. Segundo: reiterar igualm ente, su decidida voluntad de m antener la actividad política del liberalism o dentro del
orden constitucional y de la paz pública, y de hacer culm inar victoriosam ente por tales cauces, la cam paña por el
predom inio de las m ayorías populares en el poder.
3. Tercero: Condenar una vez m ás, con indignación y energía, los actos de violencia y saqueo com etidos por
elem entos extraños a la colectividad, en Bogotá y en varias ciudades de la República y ordenar al pueblo liberal que
se oponga con vigor a la repetición de tales sucesos.
4. Cuarto: invitar patrióticam ente al pueblo liberal, a los sindicatos y a las fuerzas obreras, a que sobreponiéndose al
justo dolor provocado por el asesinato de su jefe m áxim o, doctor Jorge Eliécer Gaitán, retornen inm ediatam ente a
la norm alidad y al trabajo, suspendiendo el paro general que el pueblo decretó de m anera espontánea.
5. Quinto: expresar su apoyo irrestricto a los program as políticos prom ulgados por la convención del pueblo, que
convocó e inspiró el doctor Jorge Eliécer Gaitán. Program as que serán llevados, sin vacilación, a una realización
victoriosa.
6. Sexto: convocar a los m iem bros de las m ayorías liberales parlam entarias, para que constituidos en convención,
designen la dirección nacional del partido, en la cual esta dirección provisional resignará sus poderes.
Días posteriores
Levantado el paro general ordenado por las centrales obreras cuando estalló la crisis, la tensión cedió. La señora de
Gaitán consideró que la resistencia era inútil. Mantuvo su decisión:
Sigue
[1] Ricardo Bayona Posada, “Recuerdos de un Ochentón”, Editorial Kelly, Bogotá, 1984
[2] Joaquín Estrada Monsalve, “El 9 de Abril en Palacio”, Editorial Kelly, Bogotá, 1987
[3] Arturo Alape, “El Bogotazo”, Editorial Planeta Colombiana SA, Bogotá, 1983
[5] Joaquín Estrada Monsalve, “El 9 de Abril en Palacio”, Editorial Kelly, Bogotá, 1987
[6] Arturo Alape, “El Bogotazo”, Editorial Planeta Colombiana SA, Bogotá, 1983
[8] Ibíd
[9] Ricardo Bayona Posada, “Recuerdos de un Ochentón”, Editorial Kelly, Bogotá, 1984
[10] Arturo Alape, “El Bogotazo”, Editorial Planeta Colombiana SA, Bogotá, 1983
[11] Joaquín Estrada Monsalve, “El 9 de Abril en Palacio”, Editorial Kelly, Bogotá, 1987
[12] Arturo Alape, “El Bogotazo”, Editorial Planeta Colombiana SA, Bogotá, 1983
[13] Ricardo Bayona Posada, “Recuerdos de un Ochentón”, Editorial Kelly, Bogotá, 1984
[14] Arturo Alape, “El Bogotazo”, Editorial Planeta Colombiana SA, Bogotá, 1983
[15] Arturo Abella, “Así fue el 9 de abril”, Ediciones Aquí Bogotá, Numero 1, abril 2 1973
[16] Joaquín Estrada Monsalve, “El 9 de Abril en Palacio”, Editorial Kelly, Bogotá, 1987
[17] Mayor (r) Bernardo Echeverri Ossa, Historia de las Fuerzas Militares de Colom bia, Tomo VI Policía Nacional, Planeta
Colombiana Editorial SA, Bogotá, 1993
[18] Joaquín Estrada Monsalve, “El 9 de Abril en Palacio”, Editorial Kelly, Bogotá, 1987
[19] Mayor (r) Bernardo Echeverri Ossa, Historia de las Fuerzas Militares de Colom bia, Tomo VI Policía Nacional, Planeta
Colombiana Editorial SA, Bogotá, 1993
[20] Arturo Abella, “Así fue el 9 de abril”, Ediciones Aquí Bogotá, Numero 1, abril 2 1973
[21] Arturo Alape, “El Bogotazo”, Editorial Planeta Colombiana SA, Bogotá, 1983
[22] Arturo Abella, “Así fue el 9 de abril”, Ediciones Aquí Bogotá, Numero 1, abril 2 1973
Así sucedió
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