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Unica instancia 18911

Antonio Manuel Stephens

Proceso No 18911

CORTE SUPREMA DE JUSTICIA


SALA DE CASACION PENAL

Magistrado Ponente
MAURO SOLARTE PORTILLA
Aprobada acta número 088

Bogotá, D.C., trece (13) de octubre de dos mil cuatro (2004).

Una vez realizada la diligencia de audiencia pública


dentro de la causa seguida en contra de Antonio Manuel
Stephens, ex Gobernador del Departamento de san Andrés,
Providencia y Santa Catalina, quien fuera acusado como
autor de los delitos de celebración indebida de contratos y
peculado culposo, procede la Sala a emitir la sentencia
correspondiente.

HECHOS

La Señora Gladis Zarate Cárdenas presentó denuncia


penal en contra del para ese entonces Gobernador de San
Andrés y Providencia, doctor Antonio Manuel Stephens,
con el objeto de que la Fiscalía determinara las posibles
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conductas delictivas cometidas en el trámite, celebración y


ejecución de diversos contratos, entre ellos el número 119,
suscrito el 12 de junio de 1995 con la firma Rodríguez
Vásquez Cía. Ltda., que tenia por objeto la construcción de
una bodega para almacenar diversos materiales de
construcción adquiridos por la Isla.

Al Gobernador le fue planteada la necesidad de


construir la instalación, que según cálculos valía 227.253.530
millones de pesos, suma que le obligaba a la administración
a convocar a licitación pública; sin embargo, con el fin de
evitar esos trámites y contratar directamente, se tomó como
base el decreto 245 de abril 10 de 1995, mediante el cual se
había declarado el estado de urgencia manifiesta para
contratar “estudios, diseños y obras de los sistemas de
servicios públicos de acueducto y alcantarillado y tratamiento
y disposición de aguas residuales.”

En el contrato se estableció un plazo de quince días


para la entrega de la obra, que no se cumplió, como quiera
que el 7 de septiembre y el 13 de octubre del mismo año, se
prorrogó ese plazo, siendo que uno de los propósitos de la
contratación, según la administración, era la urgencia de
tenerla.

Ya iniciada la investigación, el Cuerpo Técnico de la


Fiscalía General de la Nación estimó que, tal y como un
informe de la procuraduría lo hacía ver, la obra tenía un
sobrecosto de 62.737.379 de pesos, sobre los cuales el

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Gobernador no tuvo el cuidado debido para evitarle perjuicios


a la administración.

ACTUACION PROCESAL

1. El 21 de julio de 1996, la Fiscalía delegada ante la


Corte, cumpliendo la comisión impartida por el Despacho del
Fiscal General, abrió investigación previa que concluyó
inhibiéndose de abrir investigación penal el 11 de octubre de
1996 (fs., 60 cuaderno 1), la cual luego el Fiscal General de la
Nación anuló, mediante la suya del 6 de diciembre de 1996
(fs., 83).

2. El 1 de diciembre de 1999, el despacho del Fiscal


General, al constatar la posible existencia de sobrecostos,
abrió investigación penal (fs., 101).

3. Mediante providencia del 20 de diciembre de 2000, el


Señor Fiscal general de la Nación resolvió la situación
jurídica del sindicado, imponiéndole medida de
aseguramiento por la posible comisión del delito de
celebración de contratos sin cumplimiento de sus requisitos
legales esenciales y peculado culposo (fs., 294 cuaderno 1).

4. El 19 de julio de 2001, se clausuró la fase de


investigación y el 9 de octubre del mismo año se acusó al
procesado por la posible comisión de los delitos de

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celebración de contratos sin cumplimiento de requisitos


legales y peculado culposo (fs., 236 cuaderno 2).

5. Mediante auto del 17 de enero de 2002, la Sala


Penal revocó la medida de aseguramiento impuesta al
procesado, en consideración a que no se cumplían los fines
de la medida de aseguramiento.

7. El 29 de julio de 2002 se celebró la diligencia de


audiencia preparatoria (fs., 52 cuaderno 1 Corte) y el 1 de

diciembre se dio inicio a la sesión de audiencia pública (fs., 21


cuaderno 4 Corte). En esta diligencia se reconoció al
Departamento de San Andrés como parte civil.

ACTUACION PROBATORIA

1. Con anterioridad a la definición de la situación


jurídica se practicaron las siguientes pruebas:

1.1. Se obtuvo copia del contrato 119 de junio 19 de


1995, junto con los documentos anexos (fs., 112 y ss), entre
los cuales se tienen la oferta suscrita por la firma Rodríguez
Vásquez y Cía. Ltda. (fs., 119), actas de entrega de obra (fs.,
125 y 126), acta de la Junta de licitaciones (fs., 127), oferta de la

firma Comislas (fs., 132), pólizas de garantía (fs., 144 y ss),


memorando de la interventoría acerca de consideraciones
generales sobre la iniciación de la obra (fs., 156), copia del

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registro presupuestal (fs., 158), solicitud de ampliación de


plazo del término inicial (fs., 159) y carta favorable por parte de
la interventoría a esta solicitud (fs., 161).

1.2. Informe elaborado por el Profesional Universitario


Judicial I, Alberto Montenegro Mora, en el cual se estima un
probable sobrecosto en la obra por valor de 62.737.379
pesos (fs., 165 a 176).

1.3. Copia de la providencia de la Procuraduría


Regional de san Andrés islas, por medio de la cual se
formula pliego de cargos al ex gobernador Manuel Stephens
(fs., 180 a 238).

1.4 Declaraciones juradas de:

Andrés Brand Mc’nish (fs., 262 a 269), director del


departamento jurídico para la época cuando se suscribió el
contrato, quien destaca que le correspondía revisar los
contratos, elaborar las minutas, revisar las pólizas de
cumplimiento, mas no aspectos económicos, y asistir con voz
pero sin voto a la junta de licitaciones. En concreto, sobre el
contrato 119 de 1995, señala que dado el apremio de contar
con un local con las seguridades debidas para almacenar el
material que se había adquirido, se acudió a la urgencia
manifiesta, pues de lo contrario se corría el riesgo de perder
la importante inversión que se había hecho. No cree que
existan sobrecostos en la obra y menos que el concepto de
un funcionario de la procuraduría, que no conoce de los

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pormenores de la región, sea suficiente para establecer ese


tipo de apreciaciones.

Armando José Rodríguez Vances (fs., 273 a 276 ),


contratista de la obra, quien descarta que la misma no
corresponda al valor contratado, cree que el Gobernador no
tuvo participación en la evaluación económica de la
propuesta, pues esos temas por lo general le competen al
Departamento Técnico. Estima que se debe evaluar el precio
real y las condiciones y circunstancias en donde se realiza la
obra.

1.5. Diligencia de indagatoria de Antonio Manuel


Stephens (fs., 277 cuaderno 1 Fiscalía ), en la cual indica la
razón de ser de la contratación, vinculada con el apremio de
contar con una bodega en donde almacenar los diferentes
elementos que se habían adquirido para la construcción del
acueducto de la Isla, que podían perderse de no tomar una
urgente decisión, como fue la de construir una bodega
prefabricada, cuya contratación se realizó con apoyo en la
urgencia manifiesta que antes de había decretado, tal y como
se lo aconsejaron sus asesores inmediatos, entre otros el jefe
de la unidad jurídica del departamento, luego de lo cual y
después de analizada la propuesta económica por el quipo
técnico, suscribió el contrato.

El Gobernador, dice, sin desentenderse de su


responsabilidad, confía en sus asesores y trabaja con la
seguridad de que ellos lo harán con esmero y dedicación,

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como confió siempre que lo haría el asesor jurídico, en quien


estaba depositada buena parte de su actividad, y como en su
momento creyó que lo había hecho todo su equipo - y aun lo
cree -, con ocasión del proceso contractual consignado
finalmente en el contrato 119 de 1995.

No cree que el concepto de la procuraduría, que habla


de posibles excesos en el precio, corresponda a la verdad,
pues se trata de una obra que vale lo que se pagó, y solo la
falta de conocimiento de las condiciones en donde se realiza
la contratación, puede explicar ese tipo de afirmaciones
infundadas.

2. Con posterioridad a la definición de la situación


jurídica.

2.1. Se obtuvo copia del Presupuesto de rentas y


gastos del departamento de San Andrés y Providencia para
la vigencia de 1995 (fs., 327), acta de posesión de Antonio
Manuel Stephens como gobernador (fs., 376) y copia del
proceso disciplinario que se siguió en su contra en la
Procuraduría Departamental.

2.2. Declaración de Sulima Charrys Cardona (fs., 21


cuaderno 2). Contralora del departamento para la época de la

contratación, quien recuerda que sobre la declaración de


urgencia manifiesta tuvo que pronunciarse, como le
corresponde a todo Contralor hacerlo, encontrando
irregularidades en su tratamiento, mas no le consta nada

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sobre el contrato, salvo que con base en la urgencia


manifiesta se contrató con la firma Rodríguez Vásquez.

2.3. Declaración de Nayib Omar Fakih Said (fs., 35


cuaderno 2), Director del departamento de Planeación para la
fecha de la contratación, quien señala que la única relación
con el contrato la tuvo como miembro de la Junta de
licitaciones, por la cual conoció de la necesidad de construir
una bodega para almacenar materiales, sin que haya tenido
algo ver con su legalización o ejecución, pues estos temas le
correspondía tratarlos al Secretario de Desarrollo y al Jefe de
la Unidad de Servicios.

8. En el juicio

Durante la audiencia preparatoria se ordenó trasladar


como prueba copias del proceso 17392, relacionadas con la
declaración de urgencia manifiesta; así mismo se estimó
necesario aportar copia de los documentos relacionados con
la interventoría del contrato 119 de 1995, copia del decreto
283 de 12 de octubre de 1993 por medio del cual se
establecen las funciones de la Unidad administrativa especial
de Control de servicios públicos y de las disposiciones que lo
modificaron, copia de la resolución 3225 de 1995, por medio
de las cuales se establecen las funciones del Director de la
Oficina Jurídica, copia de los actos administrativos que
establecen las funciones de la Junta de licitaciones, copia del
acta 015 en la cual se examinó la necesidad de celebrar el
contrato 119 de 1995.

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Se ordenó recibir las declaraciones de Blas Miguel


Valdés Contreras (fs., 22 cuaderno 2 Corte), Jefe de la Unidad
de administrativa de control de servicio al público, durante la
época de la contratación, y de otros cuyas declaraciones no
fue posible recaudar.

8.2. Durante la diligencia de audiencia pública se


recepcionaron los testimonios de los Ingenieros José Antonio
Acuña Saleh y Jorge Iván Ortiz, personas vinculadas a la
residencia e interventoría del contrato.

AUDIENCIA PUBLICA

Intervención el Fiscal Delegado.

En concepto del Fiscal Delegado, las conductas que se


le imputan al funcionario acusado, tal y como se plasmó en la
resolución acusatoria, son dos: la celebración indebida de
contratos sin cumplimiento de requisitos legales y peculado
culposo.

La primera de ellas está ligada con la expedición del


decreto 245 del 10 de abril de 1995, por medio del cual el ex
gobernador decretó la “urgencia manifiesta”, hecho que se
constituye en precedente fáctico de la conducta, pues si por
haber expedido éste decreto el procesado ya fue condenado

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por el delito de prevaricato, queda claro que el antecedente


de la contratación tiene como fundamento un hecho ilícito.

En éste sentido, y por razones metodológicas, el Señor


Fiscal estima que el decreto 245 de abril 10 de 1995, por
medio del cual se declaró la urgencia manifiesta, es
infundado, pues tenia suficiente espacio de maniobra para
contratar, de modo que lo que se hizo en nombre de la
prontitud y de la necesidad, con apoyo en ese decreto, en
realidad no tenía razón de ser, no era imperioso y menos
urgente.

En conclusión, la contratación se podía realizar


mediante las atribuciones que se tienen para épocas de
normalidad (ley 80 de 1993), pues el contrato número 119 de
junio de 1995 no responde a la necesidad de conjurar la
parálisis de un servicio público, ni a evitar actos que ponen
en riesgo el servicio, lo cual demuestra que la contratación,
apoyada en el concepto de urgencia manifiesta, tan solo era
un pretexto para no realizarla en el marco de los principios
generales que inspiran la contratación estatal.

En otros términos, si el contrato 119 enarbola como


fundamento una urgencia manifiesta que es inexistente,
entonces ello indica que se vulneraron de plano todos los
requisitos legales esenciales de la contratación, cuando tenía
la posibilidad de contemplar otra opciones, como postergar la
entrega de materiales previamente adquiridos, por ejemplo, o
arrendar un inmueble para almacenar los bienes, en lugar de

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acudir a un procedimiento que no correspondía a la situación


y a la necesidad.

Una situación como la que se esboza no se puede


eludir acudiendo al socorrido concepto de confianza. En
efecto, la interventoría no se puede incorporar a la junta de
licitaciones, como se pretende hacer ver para demostrar que
también ellos estuvieron en acuerdo con la contratación, que
luego la junta de licitaciones evaluó en su conveniencia, en
su necesidad y en sus costos. No, la interventoría actuó
después de haberse celebrado el contrato, de tal manera que
no podía conceptuar a favor de la contratación, como lo
dijeron los ingenieros interrogados, y de otra parte el
Gobernador sabía - pues no en vano expidió el decreto 503
de 1995 -, de la indelegabilidad de sus responsabilidad, pues
en el artículo 4º, del decreto citado se consignó que “los
estudios, conceptos y recomendaciones de la Unidad
Asesora de licitaciones no son de obligatorio cumplimiento
para el Gobernador.”

La celebración de contratos sin cumplimiento de


requisitos legales esenciales está descrita como punible en el
artículo 146 del decreto 100 de 1980 y en el 410 del código
penal de ahora, pero teniendo en cuenta la época en que se
cometió la conducta, la norma que rige el proceso de
adecuación típica es la primera. Claro, porque aun cuando en
esta última disposición se omitió hacer referencia al propósito
de obtener provecho ilícito, no por ello la conducta deja de
adecuarse a la descripción típica.

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En efecto, el propósito de favorecer a otro y el provecho


no tiene una vinculación estrictamente patrimonial, pues esa
finalidad también dice relación con la manifestación de
voluntad de favorecer a otros, como ocurre cuando se les
impide a terceros participar en un proceso imparcial y
transparente, para lo cual la licitación pública es fundamental;
el provecho es algo mas que la búsqueda de un incremento
patrimonial, es una tendencia anímica que surge del contrato,
así no se haya demostrado un acuerdo entre el contratista y
el contratante.

Ese interés surge de hechos reales: de la declaratoria


de urgencia manifiesta que contamina el contrato y mediante
la cual se logra pasar por alto requisitos esenciales de la
contratación, que termina con la perdida de 62 millones de
pesos para la entidad contratante y sobre los cuales la
Fiscalía acepta que no pudo demostrar el acuerdo entre el
contratista y el contratante, aun cuando si se constató, en su
sentir, el sobrecosto, tanto con el experticio rendido al interior
del proceso disciplinario, como con el concepto del Cuerpo
Técnico de Investigación.

Estando, entonces, dentro del ámbito de sus deberes,


el Gobernador “nada hizo para verificar el cumplimiento de
los requisitos legales esenciales y aun con esa pretextada y
simulada urgencia manifiesta, tampoco se pronunció sobre
los sobrecostos en relación con precios oficiales”, de manera
que generó riesgos que se traducen en daños para la

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administración pública, “no solo en la contratación ilegal sino


en el interés patrimonial que es lo que configura la conducta
punible concurrente de peculado culposo.”

Si al doctor Manuel Stephens como Gobernador del


departamento y como supremo director de la actividad
administrativa - que no podía delegar en juntas -, le
correspondía controlar la ejecución del contrato, al no hacerlo
violó el deber objetivo de cuidado generando una pérdida de
mas de 62 millones de pesos para el patrimonio de la Isla,
incurriendo en el delito de peculado culposo.

Intervención del Ministerio Público.

En su criterio, no existe mayor claridad en punto del


proceso de adecuación típica, pues la ley 80 de 1993, en sus
artículos 24 y 26, y la ley 200 de 1995, en su artículo 40, le
imponen al funcionario el deber de no desviarse del interés
general, supuesto éste que a su juicio, es el núcleo de la
conducta, pues la conducta del ex gobernador estaría cifrada
en beneficiar a la firma contratista.

Todo el proceso de contratación que se realizó


acudiendo a la figura de la urgencia manifiesta; el haber
extendido los plazos en lugar de haber optado por otras
determinaciones, como la declaratoria de caducidad del
contrato; el haber aceptado las pólizas tomadas por un valor
inferior al contratado, son secuencias que demuestran un
interés evidente por evadir el sistema de licitación y los

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mecanismos que le brindan trasparencia y objetividad a la


contratación estatal, con el fin de favorecer a la firma que al
final fue seleccionada.

Este interés es sustancial en la estructuración del tipo


penal e implica que la adecuación típica corresponde al delito
de interés ilícito y no al de celebración de contratos sin
cumplimiento de requisitos legales, como la acusación lo ha
considerado.

Intervención de la apoderada de la parte civil.

Acogiendo los conceptos tanto del señor Fiscal, como


del Ministerio Público, la parte civil estima que es de claridad
meridiana la forma como se violaron los principios de la
contratación estatal, razón por la cual se debe indemnizar al
departamento por los perjuicios causados con la conducta,
que como se alcanza a percibir en el proceso, según los
dictámenes que obran en el mismo, se estiman en algo mas
de 63 millones de pesos.

Intervención del procesado.

Sin hacer alusión a cuestiones jurídicas, por no ser


abogado, el procesado señala que su único interés ha sido el
de servir a la comunidad, como lo hizo durante sus 25 años
de vida profesional, con honradez y sin ningún ánimo de
lucrarse en su propio beneficio.

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Al firmar el contrato 119 de 1995 no pretendía favorecer


a nadie, ni evadir los requisitos de la contratación, sino
atender las recomendaciones de la Junta de licitaciones, todo
con el fin de mejorar la calidad de vida de los habitantes de la
isla y de defender el patrimonio del Departamento.

Intervención del defensor.

En relación con el delito de celebración indebida de


contratos, la acusación, desde la perspectiva indiciaria, se
apoya en los siguientes elementos: la declaratoria de
urgencia manifiesta, la evaluación económica, las demoras
en la ejecución del contrato, la inexistencia de disponibilidad
presupuestal y la constitución de las pólizas de garantía.

Sobre la urgencia manifiesta ya se ocupó la Corte, de


manera que lo que importa es mirar la relación entre ella y el
contrato 119 de 1995. Al respecto, debe destacarse que en el
acta de la junta de licitaciones, se aprecia que al gobernador
se le recomendó la construcción de la bodega y que se le
aconsejó hacerlo con apoyo en el decreto 245 del 10 de abril
1995, mediante el cual se había declarado la urgencia
manifiesta. Ello quiere decir que para la fecha en que se
expidió el decreto nadie estaba pensando en contratar, ni en
eludir requisitos legales, pues la necesidad de contratar
surgió después.

Debe anotarse, como se deduce de la declaración de


Jorge Iván Ortiz, quien recomendó la construcción de la

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bodega, que él llegó a la Isla en el mes de junio de 1995,


luego no se puede pensar que la idea de contratar surgió a la
hora de expedir el decreto 245 de 1995, sino mucho
después.

No existe, pues, una relación causal entre el decreto y


el contrato como la misma fiscalía lo reconoce en la
resolución acusatoria, al indicar que “el acto administrativo
que declaró la urgencia manifiesta no hace relación de
manera puntual a la necesidad de realizar la obra
contratada”, razón por la cual no se puede intentar deducir
del decreto mencionado el dolo atinente a la indebida
celebración del contrato 119, salvo que a las ya conocidas
clasificaciones del dolo se le agregue una nueva: la del dolo
retroactivo.

Si la idea de contratar surgió del colectivo, de la junta


de licitaciones y no de Manuel Stephens, ello demuestra que
no existió ni dolo ni confabulación alguna entre el
Gobernador y los miembros de la junta. Si acaso lo que se le
podía censurar al procesado es no tener mas cautela en la
contratación y mas diligencia a la hora de invocar la urgencia
manifiesta, lo cual no es delito, pues no está prevista la
celebración indebida de contratos culposa.

No se debe olvidar que en medio de todo estaba la


figura de Andrés Luis Brand, asesor jurídico desde la
Gobernación anterior, quien a pesar de conocer ampliamente
el tema contractual, no objetó la decisión de la junta de

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celebrar el contrato con apoyo en la declaración de urgencia


manifiesta, y si él no lo hizo, con qué argumentos podría
hacerlo el Gobernador Stephens. Con todo, de admitirse que
él tenía el especial deber de controlar lo relacionado con la
contratación, a lo sumo el no hacerlo, o el no haber obrado
con la diligencia debida, no puede ser tema para abordar la
conducta desde la perspectiva dolosa que se le imputa.

En la resolución acusatoria se afirma que la ilicitud de


la conducta es evidente y que la ilegalidad de la contratación
persistiría aún considerando la legalidad del decreto que
decreto la urgencia manifiesta, como se deduce del hecho de
que no se analizaron los precios del mercado - que es
requisito esencial de la contratación -, y de no mediar un
estudio económico sobre el particular, además de que no se
allegaron los listados de los análisis de precios unitarios, que
son la base fundamental para evaluar verdaderamente los
costos de una obra conforme lo advirtió en su momento la
Procuraduría.

Pero este análisis, relacionado con la evaluación


económica, no es de la incumbencia del Gobernador, sino de
la Junta de licitaciones, que no fue creada por el doctor
Stephens, como equivocadamente se cree, sino por el ex
gobernador Simón González. En efecto, en el artículo 2 del
decreto por medio del cual se creo la Junta de licitaciones, se
dice que es obligación de ésta, “analizar los cuadros
comparativos y las ofertas, solicitar los soportes y los
estudios técnicos que estimen convenientes para la emisión

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del concepto de acuerdo con los criterios contemplados en el


decreto 222 de 1983 y demás normas que regulen la
contratación administrativa.”

A pesar de las reformas que se le hicieron al decreto a


través del resolución 001 de enero de 1994, con el fin de
adecuar la disposición a los principios de la ley 780 de 1993,
se conservaron las obligaciones de la junta relacionadas con
la de “estudiar los informes de evaluación de las propuestas y
las observaciones que de esto realicen los proponentes
dentro del término ordenado por el numeral 8 del artículo 30
de la ley 80 de 1993, así como la de “emitir concepto sobre el
resultado de las evaluaciones y recomendar al señor
Gobernador la celebración de contratos”.

Precisamente esta función fue la que cumplió la Junta y


así fue consignado en el acta número 015 correspondiente a
la sesión de la Junta de licitaciones y adjudicaciones
celebrada el 23 de mayo de 1995, en la cual recomendaron
contratar con la firma Rodríguez Vásquez y Cía Ltda. El
hecho de que a esa sesión no hubiese concurrido el ex
gobernador demuestra que él no participó en ese tipo de
decisiones, por la sencilla razón de que la competencia en
esa materia le correspondía a la Junta y no estaba por lo
tanto dentro de las atribuciones legales del Gobernador.

Esta situación, a juicio de la defensa, fue aceptada por


la Corte, cuando en la audiencia preparatoria consideró, ante
el pedido de la defensa de que se aportara el manual de

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funciones del secretario de desarrollo, que “en el proceso


obra abundante prueba de carácter testimonial y el mismo
procesado hace referencia a ello en su diligencia de injurada,
que la evaluación de las propuestas era competencia de un
Comité conformado por el secretario de desarrollo, el jefe de
la Unidad administrativa de control de servicios públicos y
otros funcionarios.”

De éste modo, la defensa estima que es equivocado el


planteamiento del Señor Fiscal cuando le imputa al
procesado una conducta que no estaba en el ámbito de sus
funciones realizar, pues todo demuestra “que quienes tenían
el deber de llevar a cabo las evaluaciones eran los miembros
de esa junta, quienes en virtud de esa obligación adquirieron
la posición de garantes que permitiría fundamentar respecto
de ellos un juicio de reproche por la inadecuada ejecución de
ese deber.”

Si a ello se agrega, como el material probatorio lo


demuestra, que la idea de la construcción de la bodega no
surgió de Manuel Stephens, sino del su cuerpo de asesores
y de la firma interventora, y que el análisis de las propuestas
lo hizo la Junta de licitaciones, entonces no se puede sino
inferir que él no desplegó ninguna conducta indicativa de una
intención de celebrar un contrato sin cumplimiento de
requisitos legales.

El tercer hecho, relacionado con las demoras en la


ejecución del contrato, obedece a que el contratista invocó

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problemas relacionados con la construcción de la estructura


metálica y con un periodo de lluvias que les impidió cimentar
debidamente el terreno, que la interventoría encontró
razonables y justificadas, por lo cual recomendó a la doctora
Mery Miranda Cueto proceder de conformidad con esa
situación.

Seguramente tienen mucho mas fundamento las


razones que tuvieron los interventores -ingenieros de vasta
experiencia, vinculados a obras de gran magnitud, como la
Hidroeléctrica de Urrá -, que las del Señor Fiscal, por lo cual
la administración no dudó en aceptar sus recomendaciones y
prorrogar el plazo de entrega de la obra.

Estima la defensa que el argumento del señor Fiscal,


según el cual la época invernal y los problemas relacionados
con el transporte y construcción de la estructura metálica
eran previsibles (demostrativos además de que la obra no podía
cumplirse en quince días), y que de esa previsibilidad se infiere

el dolo del acusado, es un curioso razonamiento que


estructura el dolo sobre la base de la previsibilidad, que es un
elemento propio de los delitos imprudentes, que como tal
supone demostrar la previsibilidad de la época de las lluvias
o los avatares de la construcción y del transporte, lo cual por
supuesto no está demostrado en el expediente y por lo tanto
no puede construir el “dolo virtual” de que habla la fiscalía.

Es mas, estos problemas están relacionados con la


fase de ejecución del contrato, que como tal están por fuera

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del tipo que se le imputa a su defendido, pues la celebración


indebida de contratos sin cumplimiento de requisitos legales
sanciona el trámite, la celebración y la liquidación ilegal, mas
no la ejecución, como la misma Corte lo ha aceptado, entre
otras, en la providencia del 20 de mayo de 2003.

El cuarto hecho, relacionado con la inexistencia de


disponibilidad presupuestal, no tiene la importancia que se le
atribuye. En primer término, no le corresponde al Gobernador
expedir ese tipo de documentos, sino al jefe de Presupuesto,
quien además admite que en ese año no expidió ninguno; y
en segundo término, el contrato tenía la debida reserva
presupuestal y se ejecutó con cargo a la misma, de manera
que este es mas un problema de forma que de sustancia.

En cuanto a la pólizas de garantías, es claro que el


contratista las tomó de conformidad con lo dispuesto en el
artículo 17 del decreto 679 de 1994; por consiguiente, el
supuesto indicio que la Fiscalía esboza, simplemente no
existe.

El delito de peculado culposo se pretende estructurar


sobre la base de un sobrecosto en las obras, que estaría
respaldado en el dictamen emitido por un funcionario de la
Procuraduría general de la Nación; que posteriormente
recibió el aval del Cuerpo Técnico de Investigación de la
Fiscalía general de la Nación. Entre sus fundamentos, o
fuentes, se tiene la referencia a los precios que contempla la

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revista Construdata para el año de 1997, pese a que el


contrato se ejecutó en 1995.

Si se compara los valores estimados en las revistas


mencionadas y que le sirvieron de apoyo a los dictámenes,
se puede concluir que el precio de la obra contratada, para el
año de 1995, corresponde a los valores estimados por la
Junta de licitaciones y solo el hecho de que los peritos
hubiesen tomado como fuente dos items, explica el por qué
de las diferencias de costos que ellos estiman. Todo ello sin
tener en cuenta que, como lo expresaron los Ingenieros José
Antonio Acuña y Jorge Hernán Ortiz, los precios en San
Andrés, por diversas circunstancias, no puede ser los
mismos de las zonas continentales.

A ello agréguese que quien analizó la propuesta


económica no fue el Gobernador, sino la Junta de licitaciones
y que durante la ejecución del contrato la interventoría solicitó
la lista de precisos unitarios, encontrándolos ajustados a la
realidad el mercado.

Pues bien, en la dogmática penal contemporánea se


abre espacio el principio de confianza como limitador de
tipicidad de los comportamientos o si se quiere de la
imputación objetiva. En pocas palabras, ello quiere significar
que la sociedad espera que se cumplan ciertas expectativas
de comportamiento. Como consecuencia de “éste consenso
que teóricamente debería estar detrás de las directrices de
comportamiento general, emerge la necesidad de que cada

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sujeto pueda organizar su actividad sobre el supuesto de que


las demás se comportarán de manera reglamentaria a pesar
de que la experiencia enseña que ello no siempre ocurre.”

Este principio de confianza se extiende mas allá de las


fronteras de la construcción del delito culposo, donde tuvo
origen, para expandirse como una regla aplicable a aquellos
casos en donde existe división de trabajo, siempre y cuando
se haya tenido la precaución de verificar la aptitud y
competencia de las personas que intervienen en la toma de
decisiones (limitaciones al principio de confianza).

No se puede pensar en esta hora que una compleja


estructura administrativa tuviese que estar diseñada en
función de la toma de decisiones por parte de una sola
persona, como no lo pensó Antonio Manuel Stephens,
quien designó a personas capaces y competentes para que
lo asesoraran y quienes además tenían un ámbito de acción
de acuerdo a su competencia, pues de lo contrario no tendría
sentido tener a un asesor administrativo o jurídico.

Tampoco se puede aceptar, como lo estima la Fiscalía,


que el principio de confianza no es admisible porque no
existió delegación de funciones, pues que no se basa en este
concepto sino el mas amplio de la vida social, que nos viene
dado desde el concepto de división de trabajo que impuso la
revolución Industrial.

23
Unica instancia 18911
Antonio Manuel Stephens

No discute la defensa que el contrato lo suscribió


Antonio Manuel Stephens. Lo que no admite es que se diga
que él lo elaboró y que debía controlar todos su pasos, mas
si la división de trabajo le permitía creer, fundadamente, que
sus asesores cumplieron a cabalidad el deber que les
correspondía. Esta situación, por lo demás, no es nueva,
pues en el causalismo se solucionó en el ámbito del error
invencible, si es que acaso quisiera prescindirse del principio
de confianza.

Como consecuencia de ello, la defensa considera que


es atípica la conducta de su defendido, lo cual pide que se
reconozca con base en el principio de confianza, mas no en
el marco del error, al cual solo se ha hecho referencia para
indicar que en la teoría normativa de la culpabilidad un
segmento del error es reemplazado por el principio
mencionado.

EL PROCESADO

Antonio Manuel Stephens, hijo de Ranford Manuel


Grenard y Emey Stephens de Manuel, nacido en San Andrés
Islas el día 19 de agosto de 1946, identificado con la cédula
de ciudadanía número 7.431.189 expedida en Barranquilla,
Administrador de Empresas, Gobernador del Departamento
de San Andrés, Providencia y Santa Catalina para la época
de los hechos.

24
Unica instancia 18911
Antonio Manuel Stephens

CONSIDERACIONES DE LA CORTE

Primero: Dos son los delitos cuya comisión se le


imputa al ex gobernador de San Andrés Islas: la celebración
de contratos sin cumplimiento de requisitos legales y
peculado culposo. Por razones de orden y método, la Sala
analizará cada conducta por separado.

Segundo: El delito de celebración indebida de


contratos sin cumplimiento de requisitos legales se define en
los artículos 146 del decreto 100 de 1980 (modificado por las
leyes 83 de 1993 y 190 de 1995) y 410 de la ley 599 de 2000,

como aquella conducta en que incurre el servidor público que


por razón el ejercicio de sus funciones tramite contrato sin
observancia de los requisitos legales esenciales o lo celebre
o lo liquide sin verificar el cumplimiento de los mismos.

La diferencia entre una y otra descripción radica en que


en la disposición de la legislación derogada, la conducta
debía obedecer a la finalidad de obtener provecho ilícito para
sí, para el contratista o para un tercero, mientras que en la
nueva tipicidad se eliminó expresamente esa ultrafinalidad.
Desde ese punto de vista se podría pensar que la descripción
anterior es mucho mas exigente que la nueva y que esa
fórmula, a la cual algunos le confieren alcances
patrimoniales, es mucho mas restrictiva que la del código de
ahora.

25
Unica instancia 18911
Antonio Manuel Stephens

No obstante, la Sala ha interpretado que las diferencias


que se pretenden encontrar son mas aparentes que reales.
En efecto, sobre esta temática se ha entendido que “el
propósito allí referido (haciendo alusión al artículo 146) no solo
puede ser patrimonial sino de cualquier otra índole derivada
de la transgresión de los principios que rigen la contratación
estatal, lo cual resulta claro cuando se elude el procedimiento
establecido, se privilegian unos contratistas en detrimento de
otros, se contrata en condiciones técnicas que no
corresponden al objeto del contrato, o se viola el principio de
selección objetiva, entre otras eventualidades, pues es claro
que un contratista resulta beneficiado con la adjudicación de
1
un contrato tramitado irregular e ilícitamente.”

Pues bien, tomando como perspectiva el tipo penal,


nótese que el bien jurídico de la administración pública es
polivalente y protege diversos valores propios de la actividad
estatal; en realidad, tiene una significación estrecha con el
funcionamiento del sistema, con la forma cómo se actúa y
cómo se ejecutan las decisiones públicas. No por otra razón,
los tipos penales vinculados con el bien jurídico de la
administración pública protegen el interés general, la
igualdad, moralidad, eficacia, economía, celeridad,
imparcialidad y publicidad, que son entre otros, valores
esenciales de la administración pública, a mas de sus bienes
materiales.

1
Corte Suprema de Justicia, auto del 20 de agosto de 2002, radicación 18.029. Ms. Ps.
Fernando Arboleda Ripoll, Jorge Enrique Córdoba Poveda.

26
Unica instancia 18911
Antonio Manuel Stephens

En éste sentido, para despejar las dudas que el


Ministerio Público plantea con relación al proceso de
adecuación típica - que para él debe girar en torno del
concepto de interés ilícito, mas que sobre el de requisitos
legales -, no se debe perder de vista que cada tipo penal
busca proteger de diversa manera el bien jurídico tutelado
por la ley. Así, el tipo de celebración de contratos sin
cumplimiento de requisitos legales está estrechamente
vinculado con el principio de legalidad, mientras que el
interés ilícito está ligado al concepto de interés general. En
consecuencia, mediante éste último se sanciona el desvío de
poder, a través del cual se privilegia el interés particular en
lugar del general, que es fin esencial de la actividad estatal
(artículos 2 y 210 de la Carta Política)

De éste modo, allí en donde la conducta emerge como


un proceso que desconoce los requisitos necesarios para la
validez del contrato, el desvalor de la conducta no puede sino
alojarse en el tipo que de manera perfecta define ese
acontecimiento como delictivo, en lugar del que sanciona el
interés ilícito, que lo hace no desde la perspectiva de la
ilegalidad del procedimiento, sino del desvío de poder,
respetando la ontología y el valor de la conducta, su ser y el
sentido normativo de la misma.

En síntesis, el delito de celebración de contratos sin


cumplimiento de requisitos legales tiene relación con el
principio de legalidad y el interés ilícito con el desvío de
poder, razón por la cual la factura de la conducta se acopla

27
Unica instancia 18911
Antonio Manuel Stephens

con la primera descripción y no con la última, teniendo en


cuenta el énfasis y las diversas formas de protección con que
se protegen los distintos momentos de la contratación estatal
en el marco del desvalor de acción y de resultado que cada
uno de ellos representa.

Tercero: Está demostrado en el proceso, y nadie lo


discute, la calidad de servidor público del doctor Antonio
Manuel Stephens, pues no en vano, como él mismo lo
reconoce, suscribió el 12 de junio de 1995, siendo
Gobernador del departamento de San Andrés, el contrato
número 119, que tenia por objeto la construcción de una
bodega para almacenar diversos materiales de construcción
adquiridos por la Isla.

Por el valor del contrato ($ 227.253.530.00), el estatuto de


contratación pública y el principio de transparencia le
imponían al Gobernador la obligación de contratar
convocando a licitación pública a los oferentes (artículo 24 de la
ley 80 de 1993); sin embargo, como supremo director
administrativo, con fundamento en el decreto 245 del mes de
abril de 1995, por medio del cual decretó la urgencia
manifiesta, dispuso que la contratación se hiciera por fuera
del procedimiento establecido para épocas de normalidad.

La Sala, al igual que la defensa, no analizará la


legalidad del decreto, porque ese tema fue objeto de otra
decisión, pero hará mención a él para resaltar su influencia
en la estructuración de la conducta. En este contexto, la

28
Unica instancia 18911
Antonio Manuel Stephens

Corte estima, como el defensor lo analiza, que el dolo no se


demuestra pensando que el decreto se delineó con la
perspectiva de eludir los trámites contractuales (en el caso del
contrato que se analiza), pero si cree, que bajo el amparo de esa

norma, con el fin de contratar directamente, se buscó eludir el


trámite que impone la ley 80 de 1993.

Nótese a ese respecto que el decreto se dictó por lo


menos con dos meses de anticipación a la fecha de
suscripción del contrato, de modo que para ese momento no
se puede decir que ya estaba de antemano diseñada la idea
de contratar con base en esa disposición, pero si se puede
constatar que una vez dictado, se encontró en él una buena
fuente para eludir el proceso contractual.

En efecto, la urgencia manifiesta, como lo ha dicho la


Corte, “puede referirse a uno o varios contratos que se
funden en el mismo motivo; pero, en la motivación se debe
hacer referencia específica a cada uno de los contratos que
se vayan a celebrar con el objeto de señalar su causa y su
finalidad, de tal suerte que la administración está limitada a
celebrar los contratos que prescriba en el acto de declaración
de la urgencia manifiesta, siendo imposible, por lo mismo,
que posteriormente a dicha declaración se incluyan nuevos
contratos.” 2

De éste modo, lo que el análisis del decreto 245 de


abril de 1995 demuestra, es que el contrato se celebró con
2
Corte Suprema de Justicia, Sentencia de única instancia, radicación 13663. M.P. Carlos
Augusto Gálvez Argote.

29
Unica instancia 18911
Antonio Manuel Stephens

base en una disposición normativa del orden departamental,


que a mas de ser ilegal, no podía amparar la contratación
que se celebró luego de dos meses, como quiera que en ella
no se incluyó de manera expresa la necesidad de contratar la
construcción de una bodega para convertirse en sitio de
depósito provisional de los materiales adquiridos.

Como consecuencia de lo anterior, deliberadamente se


desconoció que la contratación, como todas las actuaciones
de los servidores públicos, es una actividad eminentemente
reglada, cuya “transgresión no solo compromete la existencia
o validez de los actos contractuales, sino que genera
responsabilidad penal, disciplinaria y fiscal de los servidores
3
públicos.” Es, entonces, por esta razón, como se explicó
antes, que la conducta debe abordarse, como corresponde,
desde la perspectiva del tipo de celebración indebida de
contratos sin cumplimiento de requisitos legales, pues lo que
está de por medio es la vigencia del principio de legalidad en
la contratación pública

Cuarto: El haber contratado sin observar las reglas de


la ley 80 de 1993 es un axioma dentro del proceso que no se
puede justificar con criterios tales como el del principio de
confianza.

No desconoce la Sala que la administración pública es


por esencia compleja y que requiere de la intervención de
funcionarios de distintos niveles con competencias

3
Idem.

30
Unica instancia 18911
Antonio Manuel Stephens

específicas, pero así mismo comprende que no por ello es


posible desprenderse de ciertas responsabilidades, pues si
así fuera quien es el supremo director de la administración
siempre encontraría en ello una buena excusa para evadir los
deberes que la Constitución y la ley le imponen.

Precisamente por lo anterior, la Corte ha considerado


que “cuando la función de celebrar contratos normativamente
radica en un específico servidor público (en este caso el
Gobernador) y no ha sido expresamente delegada en otro, sino

qué, como en este caso, solo ha delegado en funcionario de


menor rango (la junta de licitaciones) el deber de adelantar los
trámites previos a la celebración del contrato, se exige por el
ordenamiento que despliegue la máxima diligencia y cuidado
al momento de adoptar la decisión final que le corresponde,
pues en ese instante asume la administración del riesgo y por
ende se hace responsable de realizar una conducta
prohibida, ya que la normatividad exige que sus actuaciones
estén presididas por el cumplimiento de los principios y
valores constitucionales, los fines de la contratación y la
protección de los derechos de la entidad que representa, las
reglas sobre administración de bienes ajenos y los
4
postulados de la ética y de la justicia.”

De otra parte, no se debe olvidar que el tipo de


celebración indebida de contratos sin cumplimiento de
requisitos legales, sanciona al servidor público que trámite
contrato sin observancia de requisitos legales esenciales, o lo

4
Corte Suprema, auto de 28 de agosto de 2002, citado.

31
Unica instancia 18911
Antonio Manuel Stephens

celebre o liquide sin observar el cumplimiento de los mismos,


de manera tal que abarca la distribución funcional que en
este tipo de decisiones se presentan. En ese contexto, es
claro que el Gobernador intervino en la decisión de contratar
utilizando la figura de la urgencia manifiesta, es decir, en el
trámite, y en la celebración del contrato. En efecto, sin su
concurso no era posible recurrir a la figura de la urgencia
manifiesta para eludir el proceso de licitación; su decisión era
indispensable, pues sin ella no podía la Junta de licitaciones
avanzar en el trámite del contrato.

Ahora bien, claro que lo asesoraron en esa materia y


por supuesto que encontró en esa fórmula una buena excusa
para contratar sin acudir a la licitación pública, como
manifestación de su voluntad y de la competencia para
“ordenar y dirigir la celebración de licitaciones o concursos y
para escoger contratistas” (artículo 11 de la ley 80 de 1993) . Es
decir, no fue un actor ajeno al proceso, ni una pieza o un alfil
sin albedrío, sino un protagonista de la acción administrativa,
pues sin su voluntad y sin su decisión no se podía avanzar
en el proceso contractual.

De esta forma, es claro que se pasó por alto el principio


de legalidad, que es la fórmula que el tipo penal protege en
materia de contratación y que está vinculada con los
principios de transparencia e imparcialidad que rigen la
contratación pública y que constituyen en éste caso el núcleo
de la antijuridicidad material, pues como se ha dicho, el bien
jurídico de la administración pública, dada su naturaleza

32
Unica instancia 18911
Antonio Manuel Stephens

funcional, encarna distintos valores que a su vez encuentran


diversas maneras de protección, como ahora ocurre, en
donde los principios de transparencia, igualdad en la
escogencia y selección objetiva, como expresión del principio
de legalidad, se vulneran cuando se contrata por fuera del
marco conceptual definido en el artículo 24 de la ley 80 de
1993, bajo una fórmula destinada para otras finalidades,
necesidades y propósitos.

Quinto: A juicio de la Corte, el eje fundamental de la


estructura de la conducta, como se explicó con anterioridad,
está vinculado con el método a través del cual se buscó una
opción para eludir el sistema de contratación (artículo 24 de la
ley 80 de 1993), el cual, como se ha indicado, fue solo un

pretexto para realizar la contratación por fuera de los


principios destinados a garantizar la vigencia del principio de
legalidad. Por esa razón, el dolo no debe buscarse en
retroceso, auscultando la ilegalidad del decreto 245 de abril
de 1995 por medio del cual se declaró la urgencia manifiesta,
sino en el momento en que se estimó que con base en él,
haciendo incluso abstracción de su ilegalidad, podía la
administración, y en concreto al Gobernador Antonio
Manuel Stephens, contratar sin tener en cuenta los procesos
normales de contratación..

Pero el dolo también se deduce del hecho indudable de


que siendo una obra que requería la implementación de una
compleja estructura metálica, en el contrato se plasmó que el
plazo para la entrega de la obra sería de 15 días, de lo cual

33
Unica instancia 18911
Antonio Manuel Stephens

se infiere que con esa cláusula que no se cumplió, como no


podía ser de otra manera, lo que se pretendía era demostrar
la premura de la obra, para ser consecuentes con la decisión
de haber apoyado su contratación en la declaración de
urgencia. En efecto, el 4 de septiembre de 1995, la firma
Rodríguez Vásquez y Cía., informó a la administración de las
dificultades para cumplir los términos del contrato, no solo
por razones climáticas, sino por las dificultades para
transportar el material de construcción a al Isla y por la
dificultad para adquirirlo (fs., 159 cuaderno 1), lo cual

demuestra que la contratación se realizó no urgentemente


sino con afán, con el fin de articular el contrato en el marco
de la opción que se había escogido.

Esta inferencia no es gratuita, y ni mas faltaba que lo


fuera, pues como se ha visto, en el contexto de la
contratación y de las condiciones en donde se contrataba, las
dificultades para cumplir el contrato eran evidentes: no se
buscaba realizar una obra en territorio continental, sino en la
Isla, lo cual supone dificultades logísticas, no muy difíciles de
prever por cierto, que le imponían al Gobernador el deber de
contratar atendiendo esas circunstancias. Al no hacerlo,
conociendo esas condiciones, lo que demuestra la cláusula
en la cual se consigna el plazo de la obra, es que el contrato
no se podía cumplir, pero si quedaba bien en el sentido de
urgencia que a la contratación pretendía conferírsele.

De la forma como se eludió el sistema de contratación y


de la manera como se plasmó en el convenio una serie de

34
Unica instancia 18911
Antonio Manuel Stephens

cláusulas de imposible cumplimiento, como aquella del plazo


a la cual se hizo mención, se infiere y se prueba la voluntad
manifiesta - por tanto dolosa - del Gobernador Antonio
Manuel Stephens de celebrar un contrato sin cumplimiento
de los requisitos legales esenciales con el propósito de
favorecer a una firma que dentro del marco de igualdad,
selección objetiva e imparcialidad (ley 80 de 1993),

posiblemente no hubiese sido escogida, aun cuando también


eventualmente podía serlo.

Son éstos, pues, momentos de la contratación


relacionados con la celebración del contrato, de los cuales el
Gobernador es responsable en virtud de la organización por
la institución, que corresponden a su ámbito de decisión y los
cuales, por ser de su incumbencia, como se ha destacado,
no es posible explicarlos bajo el imperio del principio de
confianza, como sin son otros relacionados con la evaluación
de las propuestas, que como actos de trámite que son no le
correspondía, en la situación concreta, ejecutarlos al
Gobernador.

De otra parte, el doctor Manuel Stephens no era una


persona neófita en la materia y su formación académica,
como Administrador de Empresas que es, aunada a su
experiencia de mas de 25 años en su profesión, le permitían
entender la dimensión de su compromiso, las altas
responsabilidades que asumió, él ámbito de su competencia
y el deber de actuar bajo el marco de la ley y no por fuera de

35
Unica instancia 18911
Antonio Manuel Stephens

ella, de todo lo cual no se puede excusar apelando al


principio de confianza.

Como consecuencia de lo anterior, en el sentido que lo


impone el artículo 232 del código de procedimiento penal,
son suficientes las inferencias que se derivan de hechos
claramente demostrados y a los cuales se refirió con amplitud
la Sala, para condenar al procesado por la conducta de
celebración indebida de contratos que se le imputa, descrita
en el artículo 146 del código penal de 1980, norma que
punitivamente es mucho mas favorable que la de ahora.

Sexto: No ocurre lo mismo con relación a la conducta


de peculado culposo cuya comisión se le atribuye al
Gobernador acusado.

En efecto, la acusación, tal y como se planteó en la


resolución acusatoria y se plasmó en la audiencia, sobre el
punto expresó:

“lo que aparece claro es el propósito que le asistía al


Gobernador de que el contratista fuere favorecido con la
contratación, pero no que hubiese dirigido su voluntad,
actuado con conocimiento, para que el tercero, valga
decir el contratista, se apoderara de bienes del Estado.

En este especifico punto, el reproche que se le


formula al doctor Antonio Manuel Stephens es el de no
haber actuado, con la diligencia y cuidado que se le
imponía, para que el valor de la contratación respetara los
precios convencionales del mercado, conducta que trajo

36
Unica instancia 18911
Antonio Manuel Stephens

como consecuencia que la administración cancelara los


sobrecostos advertidos.” (fs., 155 del cuaderno 2 Fiscalía,
resaltado fuera de texto)

Estima la sala que la conducta tiene una finalidad, valor


y sentido, de la cual no es posible despojarla para construir
imputaciones residuales en las cuales se varía el
componente subjetivo por deficiencias en la demostración del
dolo. En efecto, en el caso concreto, si no se pudo establecer
el acuerdo de voluntades acerca del sobreprecio, como
momento inescindible del contrato, no se podía tomar ese
hecho para atribuirle una connotación culposa, pues de
aceptar esa tesis se llegaría al punto de pensar que de una
conducta eminentemente dolosa se pueden desgajar
sectores de ella para tratarlos dentro del marco de una
imputación diferente (como forma de aparición del hecho punible o
como forma de culpabilidad, según la sistemática que se adopte). Es

posible que así sea, pero al menos no frente al caso que se


analiza, en donde las defraudaciones en el trámite, la
celebración y la liquidación, tienen un componente doloso
que impide pensar que se actúe con dolo y culpa a la vez,
trocando la tipicidad hacia otros tipos penales como el de
peculado, cuando lo cierto es que la conducta está
inescindiblemente relacionada, como la que mas, con el
proceso contractual y allí, y no por fuera de ese contexto,
debe encontrarse su esencia y su desvalor.

Nótese, además, que el injusto culposo se estructura


fundamentalmente sobre la base de una acción extra típica,

37
Unica instancia 18911
Antonio Manuel Stephens

en cuya ejecución y como consecuencia de la violación del


deber objetivo de cuidado se genera un resultado lesivo y
relevante, cuyo enlace se verifica no solo causal sino
jurídicamente (el llamado nexo de antijuridicidad). 5 Pensar,
entonces, en contra de esa sistemática, que en la ejecución
de hechos dolosos se puede violar el deber objetivo de
cuidado, es inaceptable.

De ésta manera, la Corte, atendiendo a éstas razones y


al hecho de que el dictamen con el cual se pretende
demostrar los sobrecostos contiene inferencias derivadas de
una publicación autorizada, que son por esencia discutibles,
y de análisis parciales tan solo de algunos items (la viga de
cimentación, la placa de concreto y el transporte de materiales) , mas

no de todos los componentes de lo contrato (fs., 3 y siguientes


cuaderno anexo 1), absolverá al procesado del cargo de

peculado culposo, pues no se demuestra de manera


suficiente los elementos que configuran el delito que se le
imputa.

En efecto, en este tema, en la publicación de


Construdata número 91, correspondiente a los meses de
febrero de 1995 y enero de 1996,

DOSIFICACION PUNITIVA

5
Así lo viene aceptando la Corte a partir, entre otras, de la Sentencia de 17 de septiembre de
1997, radicación 12655. M.P. Jorge Anibal Gómez Gallego.

38
Unica instancia 18911
Antonio Manuel Stephens

De conformidad con el artículo 146 del decreto 100 de


1980 (modificado por los artículos 1 de la ley 80 de 1993 y 18
y 32 de la ley 190 de junio 6 de 1995), el delito de
celebración indebida de contratos sin cumplimiento de
requisitos legales, se sanciona con pena de prisión de 4 a 12
años, multa de 20 a 50 salarios mínimos legales.

Atendiendo el sistema consagrado en el artículo 61 del


anterior estatuto penal, se dirá que la gravedad de la
conducta, si bien fracturó los principios de legalidad de la
contratación pública, no generó otro tipo de consecuencias,
pues aun cuando tarde el contrato se cumplió. De manera
que atendiendo esa situación, la penas principales serán de
50 meses de prisión y 22 salarios mensuales de multa. La
pena accesoria de interdicción de derechos y funciones
públicas tendrá el mismo término de la de prisión.

De acogerse para la graduación de la pena el nuevo


sistema consagrado en el artículo 61 de la ley 599 de 2000,
los resultados en términos prácticos son los mismos, pues al
no haberse considerado circunstancias de mayor punibilidad,
la pena correspondería al cuarto mínimo (de 4 a 6 años), que
es precisamente el mismo ámbito que con el anterior estatuto
penal se consideró para establecerla.

ASPECTOS OPERACIONALES DE LA PENA

39
Unica instancia 18911
Antonio Manuel Stephens

La entidad de la pena excluye cualquier posibilidad


relacionada con la suspensión de la ejecución de la misma.
Pero, de otra parte, no encuentra la Sala ninguna razón
válida para no sustituir la prisión intramural por la domiciliaria.

En efecto, el artículo 38 del código penal no olvida la


importancia del bien jurídico y la gravedad de la conducta,
pues no en vano desde la misma discusión del proyecto de
código, se consideró que la aplicación de tal instituto debía
tener en cuenta aquellos casos el mayor o menor juicio de
exigibilidad y la protección a la sociedad. Así finalmente
quedó consignado en la norma indicada, al considerar, de
una parte, que la prisión domiciliaria procede en aquellos
eventos en los cuales la pena mínima prevista para el delito
que se imputa es inferior a cinco años, y de otra, cuando el
desempeño personal, laboral, familiar o social del
sentenciado, permita deducir seria, fundada y motivadamente
que no colocará en peligro a la comunidad.

En este sentido, el concepto de retribución que se


articula con el de gravedad de la conducta, le permitió a la
Sala fijar la pena en una cifra muy cercana al mínimo legal,
teniendo en cuenta precisamente que no se causaron, o por
lo menos no se demostró que así fuera, perjuicios
económicos para la entidad.

Siendo consecuente con es punto de partida que tiene


en cuenta la lesividad del comportamiento y el grado de
injusto que él encarna, la Corte no podría tomarlo en cuenta

40
Unica instancia 18911
Antonio Manuel Stephens

para de allí inferir que las funciones de la pena solo tendrían


sentido si la pena se cumple en un establecimiento cerrado y
no en el del domicilio del acusado. En efecto, para conservar
la coherencia del sistema, la retribución y la prevención
general y especial, deben corresponder a la densidad
antijurídica de la conducta, al desempeño laboral, familiar y
social del sentenciado, que permiten con absoluta seguridad,
afirmar que no pondrá en peligro a la comunidad y que no
evadirá al cumplimiento de la pena, de todo lo cual ha dado
muestras inequívocas durante todo el curso del proceso.

Por todo ello, la Corte sustituirá la prisión efectiva por la


domiciliaria, para lo cual el sentenciado suscribirá el acta de
obligaciones en la forma indicada en el artículo 38 del código
de procedimiento penal, que garantizará con una caución por
valor de tres salarios mínimos legales.

INDEMNIZACION DE PERJUICIOS

No hay lugar a la condena por daños materiales y


morales ocasionados con el hecho punible.

No se acreditó en el proceso que con su actuación el


procesado haya causado un detrimento del patrimonio
departamental, pues en verdad nadie puso en duda la
ejecución del contrato y no existe certeza acerca de los
sobrecostos que se estimaron en el proceso, hasta el punto

41
Unica instancia 18911
Antonio Manuel Stephens

que ese fue uno de los argumentos de la sala para absolver


al sindicado de los cargos que por el delito de culposo se le
imputaron.

Tampoco hay lugar a la condena de perjuicios morales,


pues dicha pretensión no tiene cabida cuando es una
persona jurídica o la administración pública la afectada con
6
los hechos, como así ha sido ficho por la Sala.

DECISION

Por lo expuesto, LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA,


SALA DE CASACION PENAL, ADMINISTRANDO JUSTICIA
EN NOMBRE DE LA REPUBLICA DE COLOMBIA Y POR
AUTORIDAD DE LA LEY,

RESUELVE

Primero: Condenar al acusado Antonio Manuel


Stephens, persona de notas civiles y personales conocidas
en el proceso, a las penas principales de 50 meses de prisión
y multa en cuantía igual a veintidos salarios mínimos legales,
y a la accesoria de interdicción de derechos y funciones
públicas por el mismo lapso de la pena principal, como autor

6
Corte Suprema de Justicia, radicado 9579, sentencia del 22 de octubre de 1996.

42
Unica instancia 18911
Antonio Manuel Stephens

responsable del delito de celebración indebido de contratos


sin cumplimiento de requisitos legales, cometido con ocasión
de la celebración del contrato 119 de 1995.

Segundo: Declarar que el sentenciado no tiene


derecho a la suspensión condicional de la pena. En su lugar,
se sustituirá la prisión efectiva por la domiciliaria, en la forma
y términos consignados en las motivaciones de esta decisión.
Se dictarán las órdenes que correspondan para la efectividad
de esta decisión.

Tercero: Abstenerse de fijar indemnización por daños


materiales y morales.

Cuarto: Absolver a Antonio Manuel Stephens de los


cargos formulados en relación con el delito de peculado
culposo.

Quinto: Comunicar y expedir copias de esta sentencia


a las autoridades que corresponda, para lo cual secretaría
dispondrá lo pertinente.

NOTIFIQUESE y CUMPLASE

HERMAN GALAN CASTELLANOS

43
Unica instancia 18911
Antonio Manuel Stephens

SIGIFREDO EPINOSA PEREZ ALFREDO GOMEZ QUINTERO

EDGAR LOMBANA TRUJILLO ALVARO O PEREZ PINZON


Comisión de servicio Aclaración de voto

MARINA PULIDO DE BARON JORGE QUINTERO MILANES

YESID RAMIREZ BASTIDAS MAURO SOLARTE PORTILLA

TERESA RUIZ NUÑEZ


Secretaria

ACLARACIÓN DE VOTO
(Única Instancia No. 18.911).

He aclarado el voto frente a las afirmaciones


que se hacen en el folio 40 de la sentencia proferida
por la Corte, pues estimo que la importancia del bien

44
Unica instancia 18911
Antonio Manuel Stephens

jurídico, la gravedad de la conducta, la


fundamentación retribucionista de la pena, la
lesividad del comportamiento y el grado del injusto,
esbozados así, sin más, no tienen nada qué ver con la
prisión domiciliaria, que se niega exclusivamente si la
prueba indica que el procesado puede colocar en
peligro a la comunidad y/o evadir la acción de la
justicia para efectos del cumplimiento de la pena.

Álvaro Orlando Pérez Pinzón


29-11-2004.

45

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