1. Juan es el evangelio de los testimonios. La intención de este evangelio es llevar a la fe y,
para esto, es imprescindible recibir el testimonio de Jesús y de quienes han creído en Él. Es así, desde esta perspectiva, que el evangelista nos presenta a la madre, sin llamarla «María», acompañando a su hijo y a sus discípulos en dos momentos esenciales que la hacen testigo para ayudar a gestar la fe de otros: 1) en las Bodas de Caná, la madre invita a confiar en lo que Jesús dice. Cuando sucede esto, los discípulos creen Él (2,1- 12). Se trata del primer signo cumplido por Jesús ante ellos. La madre, entonces, provoca el gesto necesario para el nacimiento de la fe del discípulo, es decir, el escuchar, el confiar. 2) En la cruz, en el momento central del relato, el evangelista junta a la Madre y al discípulo: son los testigos privilegiados de la gloria de Jesucristo, quien no se guarda la vida sino que la entrega. Allí, a la mujer a punto de quedarse sin hijo, Él le da uno para que siga siendo madre, más allá de los lazos de la sangre: una familia cuyo vínculo es el creer en Aquel que ha amado hasta el extremo. Y de este amor, hasta el extremo, ha sido testigo la madre, al ver al Hijo en la cruz entregándole al discípulo como nuevo hijo, al lado de ella (19,25-27).