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Por Mark de Silva | 18/11/2010 | Cultura
Fuentes: Tlaxcala
¿Alguna vez le ha preguntado a alguien si el grifo del agua caliente que hay en el
lavabo es el que está cuesta arriba? O puede que le haya señalado usted a un amigo
esas hormigas coloradas que deambulan al norte de su pie. O quién sabe si -con la
mayor delicadeza- le ha dicho a la mujer con quien está cenando que se limpie una
migaja de pan que tiene en la mejilla de la montaña. ¿Le parece que lo anterior no
tiene sentido? Es posible que, si se lo parece, sea porque la lengua materna que
pensamiento y en la percepción que las muchas lenguas del mundo ocasionan en sus
que sigue es una entrevista que mantuvimos recientemente por correo electrónico.
experiencia. ¿Por qué lo cree así? ¿Hay otros aspectos en los que la gente
como éste: «Si a una cosa se la llama x, la gente creerá que es x por simple hecho de
tener ese nombre. Por supuesto, yo sé que no es así, pero los demás no lo saben.»
Este tipo de sobreestimación tiene una larga historia. Una de las primeras discusiones
Johann David Michaelis en 1760, que ganó el premio de la academia prusiana. En él,
Michaelis explica que si, por ejemplo uno le diese nombres completamente distintos a
dos legumbres que en realidad son muy parecidas, «la gente» nunca sospechará que
Por otra parte, también es verdad que solemos subestimar la influencia de la lengua,
ascendiente de los hábitos que la lengua puede crear en nosotros a través de las
distinciones que nos enseña a hacer y de los tipos de información que nos incita a
privilegiar desde muy temprana edad. Lo irónico de todo esto es que los ámbitos en
los que la lengua materna puede ejercer un efecto sobre el pensamiento son
exactamente esos en los que el sentido común esperaría que todas las lenguas
fuesen iguales, por ejemplo, en el de cómo describir el espacio que hay a nuestro
Dice usted que si una lengua posee una palabra para el color azul, casi con
que esta suerte de asimetría nos dice sobre la percepción del color?
En primer lugar, no es «casi con certeza», sino «con toda certeza», porque no
conocemos ninguna excepción a esta regla. La conclusión inicial de los eruditos del
siglo xix fue que esta asimetría refleja el hecho de que nuestra visión cromática ha
mejorado desde el punto de vista biológico en fechas muy recientes. Han hecho falta
mucho tiempo y muchas disputas para que hoy se acepte que el desarrollo de los
Buena parte de mi libro trata de dejar bien claro que la intuición de que las
para el rojo antes que para el azul no es porque pueda ver el primero antes que el
segundo, sino porque todos damos nombres a las cosas que nos parecen importantes
y, en todas las culturas más simples, el rojo es más importante en la vida que el azul.
Tal como la planteó Whorf, el fallo está en que presupone que en la lengua que
comprender. Whorf pretendía que «si una lengua carece de palabras para el concepto
menor prueba convincente de una influencia limitadora como ésta por parte de la
con solo buscarlos. Podemos entender perfectamente bien cosas para las que nuestra
Bueno, es una idea muy seductora, porque da pábulo a todo tipo de explicaciones
inglesa.
Lo que el antropólogo y lingüista Franz Boas explicó a principios del siglo xx fue que
cualquier lengua). Las lenguas se diferencian en los tipos de información que sus
hablantes están obligados a dar cuando describen el mundo (por ejemplo, algunas de
ellas los obligan a ser más específicos sobre el género de lo que lo hace el inglés; por
su parte el inglés obliga a sus hablantes a ser más específicos sobre el tiempo verbal
de lo que lo hacen otras lenguas; otras obligan a ser más específicos sobre las
materna nos obliga a expresar determinada información cada vez que abrimos la
experiencia que a los hablantes de otras lenguas ni siquiera les preocupan. Esos
hábitos del lenguaje pueden crear hábitos mentales que van más allá del habla y que
correctamente. La diferencia radica en otra cosa: si nuestra lengua nos obliga a ser
vez que nos desplazamos durante la vida (puesto que ellos nunca utilizan las
coordenadas egocéntricas), ese hábito crea una capa de pensamiento espacial y una
demás tienen de nosotros, puesto que la lengua no les exige que nos
conciban como hombre o mujer cada vez que nos tomen como referencia?
masculino o femenino [como el español, N. del T.]. Yo sé por experiencia que, cuando
menudo que, conforme avanza una conversación, me doy cuenta de que me había
sucede lo mismo y con la misma intensidad a los hablantes nativos del inglés o
también ellos piensan a veces en friends de manera más indeterminada? Si fuese así,
misoginia.
color del vino y al hierro el color violeta? ¿Y por qué los nativos de la Isla de
hizo William Ewart Gladstone hace ciento cincuenta años: «Para Homero, los colores
no eran hechos, sino imágenes: las palabras que utilizó para describirlos son
terminología fija del color y era el genio de cada poeta verdadero quien seleccionaba
significaba algo así como «fresco», «recién cortado» o «pálido» y podía aplicarse
perfectamente a cosas frescas o pálidas que fuesen de color verde o amarillo. Parece
ser que la distinción entre el amarillo y el verde no era muy importante en su tiempo.
De manera similar, en muchas culturas el «azul» está considerado como un matiz del
negro y la necesidad de buscar un nombre específico para ese matiz específico no les
quita el sueño, sobre todo si se considera que los objetos materiales de color azul son
el cielo, éstos utilicen el color más cercano de su paleta y respondan que es «negro».
Vale la pena señalar que los científicos cognitivos hace tiempo que se
carreras.
por una visión particular de la lengua que yo no comparto por completo, a saber, que
innatos, que están codificados en los genes y preinstalados en el cerebro. Según esta
corriente de opinión, las diferencias entre las lenguas han de ser por principio
superficiales y eso hace que exista una fuerte resistencia ideológica a admitir la idea
de que lenguas diferentes pueden afectar las mentes de sus hablantes de maneras
diferentes.
¿Décadas? ¿Siglos?
Como dice el dicho, el don de la profecía es cosa de locos. Dado el ritmo al que
avanza el progreso, décadas parece más probable que siglos, pero no debemos
olvidarnos de la infinidad de grandes avances que en un principio debían realizarse
en una década pero que, sin embargo, tardaron muchas en ver la luz.
Fuente: http://www.tlaxcala-int.org/article.asp?reference=2459