Dos mujeres que se atrevieron a desobedecer las órdenes del gobernante de turno.
Quizás nunca habíamos oído hablar de ellas, pero su ejemplo es muy digno de imitar,
por su valentía y fe.
Dos mujeres que hicieron la voluntad de Dios, a pesar del peligro que esto
representaba para sus vidas.
Ellas marcaron una notable diferencia en su mundo.
Y aunque sucedió hace siglos, lo que hicieron fue esencial para todos los cristianos.
Sus nombres fueron Sifra y Fúa.
En los primeros capítulos del Éxodo, las mujeres aparecen como salvadoras; como
personas que decidieron ir contra la corriente, sacrificar su seguridad y su vida para
salvar a un pueblo, para jugarse el todo por el todo y así formar parte integral y
sobresaliente en el plan salvador de Dios.
De la prosperidad a la esclavitud
Un cambio en el liderazgo causa la desventura de los israelitas.
Éxodo 1 nos dice que Sifra y Fúa vivían bajo la autoridad de Faraón, durante tiempos que
fueron muy difíciles para los israelitas. En los años que siguieron a la sabia administración
que hizo José bajo el rey de Egipto, el pueblo de Israel había prosperado y crecido. Se
multiplicaron tanto que la Biblia dice que “se llenó de ellos la tierra” (v. 7).
La solución que encontró fue simple: convirtió a los israelitas en sus esclavos.
Gracias al trabajo de éstos, se construyeron ciudades enteras. Pero sucedió una cosa
extraña: cuanto más oprimidos eran los hebreos, más se multiplicaban y extendían, y los
egipcios llegaron a “temerles”. Éxodo 1.12, 13 dice que “hicieron servir a los hijos de
Israel con dureza”. Pero, a pesar de lo severo que era eso, Faraón tenía en mente algo
aún más siniestro.
Puestas para hacer una diferencia
Sifra y Fúa, parteras hebreas de profesión, recibieron una orden repulsiva de Faraón:
“Cuando asistáis a las hebreas en sus partos, y veáis el sexo, si es hijo, matadlo; y si es
hija, entonces viva” (v. 16). Se les dijo, en esencia, que contribuyeran al genocidio de los
varones, y ellas estaban en condiciones de hacerlo. Puesto que los israelitas eran tan
numerosos, los eruditos creen que había probablemente otras parteras bajo la
supervisión de Sifra y Fúa. Todas ellas habían sido autorizadas por Faraón para asesinar
impunemente.
Hoy día muchas veces nos encontramos con leyes del gobierno que van en contra de la
voluntad de Dios. (Divorcio, matrimonios ilícitos, aborto, drogas). El ejemplo de Pedro y
Juan (Hechos 4:18-20; 5:29). El ejemplo de los tres varones Judíos (Daniel 3:4-5; 12-18).
Estas mujeres no obedecieron este mandamiento del Faraón.
Pero Sifra y Fúa vivían su vida bajo la autoridad de un Rey diferente, uno al que Faraón de
Egipto no reconocía todavía, pero que un día iba a conocer muy bien. “Pero las parteras
temieron a Dios, y no hicieron como les mandó el rey de Egipto”, dice Éxodo 1.17.
Dejaban con vida a los niños varones. Sifra y Fúa tuvieron la valentía de arriesgar sus
vidas con la esperanza de salvar a muchos.
No es miedo, sino una actitud de profundo respeto y reverencia a Dios, que incluye la
adoración, el amor, el servicio del Señor y la obediencia a sus mandamientos.
Es el principio de la sabiduría (Proverbios 1:7).
Es aborrecer el pecado (Proverbios 8:13).
Es apartarse del mal (Proverbios 16:6).
El temor a Dios hizo que estas mujeres tuvieran el valor para no obedecer el decreto del
Faraón.
Nosotros debemos tener valor para hacer la voluntad de Dios.
Aceptar lo que Dios dice y no lo que el mundo dice. (2Timoteo 1:7) “Porque no nos ha
dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio”.
En primer lugar, que la única manera de romper las cadenas de la opresión es no CEDER
ANTE LA MALDAD.
Ambas mujeres decidieron con creatividad y valor oponerse frontalmente al sistema
opresivo y de mostrarse mucho más inteligentes y sagaces que el mismo
representante del imperio opresor.
No, Sifrá y Fua no iban a permitir ser usadas como mecanismo de opresión y muerte.
El faraón tendría que buscar a otros agentes del mal para acabar con la vida de todo
varón recién nacido.
En segundo lugar, estas mujeres nos ofrecen la lección de optar no por la violencia para
enfrentar la violencia, ni tampoco la indiferencia o fatalidad pasiva, sino la opción de la
tercera vía, LA RESISTENCIA NO VIOLENTA.
La de encontrar formas creativas de sorprender al poder DEL MAL y no solo salir
ilesas, sino con la batalla vencida.
¡Qué ironía! Ese rey que no veía en las mujeres el peligro inminente, encontró en dos
mujeres la frustración de su macabro plan.
¿Cuál fue, entonces, la respuesta del Señor a la deliberada farsa de Sifra y Fúa? Éxodo
1.20 dice: “Y Dios hizo bien a las parteras; y el pueblo se multiplicó y se fortaleció en
gran manera”. “Bien” aquí está la traducción del término hebreo yatab, que significa
también “ser bueno, hacerlo bien, estar contento, agradar, hacer bien”. Esto está
absolutamente claro. Dios vio el obrar de ellas como lo correcto. Pero allí no acabó el
favor de Dios hacia Sifra y Fúa.
“Entonces Faraón mandó a todo su pueblo, diciendo: Echad al río a todo hijo que nazca, y
a toda hija preservad la vida” (v. 22). ¡Un momento! ¿No fue contraproducente la
valentía de las parteras? Faraón básicamente desconoció la influencia de ellas al ordenar
a su pueblo que mataran a los niños varones.
Pero este terrible edicto, como resultado directo de las acciones de Sifra y Fúa, produjo
una milagrosa consecuencia. Una mujer levita, Jocabed, desafió la orden de Faraón y
conservó vivo y escondido a un niño “hermoso” (Éx. 2.2) durante tres meses antes de
ponerlo en un canasto para que flotara sobre el Nilo, quien finalmente fue encontrado
por la hija de Faraón.
Ese bebé fue, por supuesto, Moisés. La extraordinaria valentía de Sifra y Fúa puso en
marcha los hechos que darían como resultado el nacimiento de una vida increíble (Hch
7.20). La de un niño que al hacerse mayor liberaría a los israelitas de la esclavitud, que los
guiaría a través del Mar Rojo, que recibiría los Diez Mandamientos en el monte Sinaí y
que escribiría los cinco primeros libros de lo que se convertiría en la Biblia.
El rey de Egipto tenía todas las de perder no solo por haber subestimado la tenacidad y
poder creativa de las dos mujeres, sino sobre todo, por haber subestimado el poder de
Dios de llevar a cabo su misión liberadora por medio de los vulnerables a favor de los
vulnerables.
Pero tú puedes ir al Señor directamente para encontrar la valentía y la fortaleza para dar
la cara contra la maldad y hacer una profunda diferencia como hijo de Dios.
Es posible que no seas tan famosa, pero el valor que te da el temor a Dios, como sucedió
con Sifra y Fúa, impactará tu vecindario, tu comunidad — ¡y quizás incluso la historia!