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Es por ello que para nada asombran los vaticinios del Libertador, Simón Bolívar;
los desequilibrios en las relaciones bilaterales venezolano-estadounidenses; las
amenazas en permanente presencia en dichas relaciones (léase: “Golpe de
Abril, 2002 y el apoya las políticas terroristas desarrolladas durante el Gobierno
del Presidente constitucional Nicolás Maduro Moros); la decisión de Barack
Husseim Obama como también las decisiones políticas del huesped de la Casa
Blanca actual, Donald Trump.
Son dos personalidades sobre quienes resulta difícil realizar una equilibrada y
objetiva comparación aún cuando nos desagraden las comparaciones pero las
actuales realidades, inesperadas, nos obligan a tener que reflexionar sobre sus
actuaciones y comportamientos como líderes mundiales ante lo significado de
la actual pandemia mundial del coronavirus.
Pero nos tropezamos con una tercer variable a considerar con un acercamiento
lo más cercano a la objetividad posible en lo real-geoestratégico con relación a
las relaciones tanto de los Estados Unidos de América como de la República
Popular China con América Latina, Centroamérica y el Caribe en todas sus
significaciones. Es decir, Washington ha mantenido, históricamente, una política
de “expansión-y-control” de todas las regiones geográficas al sur del río
Bravo y de la península de la Florida. La Historia así lo demuestra sin ambajes.
En ese mismo orden, las relaciones de nuestros países, “Nuestra América”, con
China se podrían calificar como de “nuevas temporalidad históricas” con sus
dramáticas realidades en tiempos de la “Guerra Fría”. El acercamiento de la
República Popular China a “Nuestra América” se ha venido realizando, en los
tiempos contemporáneos, de manera paulatina e inteligente en considerando
objetivas realidades geopolíticas e ideológicas que marcaron nuestras
realidades durante la segunda mitad del siglo XX. Esos acercamientos, con la
excepción de Cuba y México, caminaron en los tiempos post-Revolución-
Cultural teniendo en lo que podríamos definir como de “aceleración geopolítica”
a partir de la década de los años 90 del mencionado siglo próximo pasado
sustentándose, dichos acercamientos, en las relaciones de intercambios
comerciales y culturales mientras que Washington, en esos mismas
temporalidades, desarrolló lo que nos proponemos como una nueva etapa
histórica cual podríamos definirla como la “etapa neo-liberal-anti-socialista”. En
ese marco histórico, el “hecho histórico” que marcó la definición de esa política
imperial-norteamericana sería el “Golpe de Abril del 2002” contra el Gobierno
del Presidente-Comandante Hugo Rafael Chávez Frías, un golpe de estado al
“estilo-chileno”. A partir de la reacción cívico-militar de los sectores populares y
militares nacionalistas, Washington junto con las derechas se vieron en la
imperativa necesidad de realizar una profunda reingeniería de “golpe de estado”
aplicando la “Guerra Política”, como base fundamental, con las consecuencias
bien conocidas aunque poco estudiadas.