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"El Padre, Una Vez MÁs: Apuntes Sobre "el Hombre De Las Ratas""

(*) Presentado En Las Jornadas De Carteles, Escuela Freudiana De Buenos Aires Octubre 1999

Patricia Leyack

La letra chica del texto freundiano trae el término alemán para Quevedos.

Es "Zwicker", palabra derivada del verbo "Zwicken", que significa "pellizcar", "atenacear",
"torturar". Para "pellizcar" hay aún otro sinónimo, "kneifer", que remite, además, a "esquivar un
compromiso".

Ernst Lanzer, lo consigna el historial, tocaba y pellizcaba a las muchachas de su casa cuando
niño. Y esquivando un compromiso, se muestra el Hombre de las Ratas en la abrumadora
sintomatización en torno a la recuperación de los quevedos, donde quedan articuladas
delirantemente la muchacha de la estafeta postal y la deuda.

Esquivar el compromiso con el deseo define al Hombre de las Ratas en su vida. Para ello, la
postergación reiterada que resulta en una inhibición generalizada, da sus frutos.

El hecho de que Ernst Lanzer escamoteara no sólo en el relato a Freud, sino a sí mismo, algo
que supo desde el comienzo y es que había sido la muchacha de la estafeta postal quien
había pagado por él los quevedos, indica que para el Hombre de las Ratas no cuestionar la
palabra del capitán cruel era imperioso. Este capitán, que cometió un error al informarle que el
dinero se lo debía al teniente primero A, le producía angustia a Ernst por su tendencia
manifiesta a la crueldad. Ante la imposibilidad de cuestionar la palabra de este Otro, capitán
de un goce cruel, nuestro hombre armó un com0plicadísimo y torturante síntoma:
representaciones contra representaciones que asientan sobre una premisa, sabida falsa por
él. Escamotearse esta información a sí mismo resguarda un punto de goce que lo tiene sujeto.
Punto de goce que lo muestra en una alarmante pasividad ante otro hombre. Algo que está en
serie con la sujeción al amigo que lo calma de sus delirantes obsesiones de ser un criminal;
también con la "parada" viril que necesita hacer ante los oficiales de carrera... Se trata en
última instancia de la pasividad ante el padre, de cuyas fallas nos ocuparemos.

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En las tempranas palabras del padre: "Este chico será un gran hombre o un gran criminal", ya
está planteada para Ernst Lanzer la encerrona binaria de corte obsesivo. El
desencadenamiento de la enfermedad, los planes matrimoniales que para él tenía la madre, lo
encierran en la reproducción del mito familiar: casamiento por conveniencia (como el padre) o
por amor.

Esto, sabido por él, pero a lo cual no adhirió cuando Freud se lo subrayara, provocó una
respuesta desde el inconsciente: un sueño transferencial en el cual él queda en posición de
objeto frente a un supuesto deseo de Freud de casarlo/cazarlo con su hija. Hija con quien él
no se casaría por sus bellos ojos –dice la letra del sueño-, sino por el valor de dinero que
éstos exhiben, al cual su propio goce lo ata.

Es necesario plantear la siguiente pregunta: ¿por qué el hijo, puesto ante las mismas
coordenadas que el padre: conflicto amoroso entre una amada pobre y una rica y una pérdida
en el escenario militar, se llena de una angustia torturante y produce síntomas hasta el límite
del delirio? Dice Freud (1) que un acontecimiento históricamente vivido en una generación,
puede resultar en rasgo de carácter en la siguiente y síntoma en la tercera. En el padre, la
doble deuda de amor y de dinero no produjo pregunta subjetiva: pudo vivir con ella, alojarla
como rasgo de carácter. Su yo se acomodó homeostáticamente a estos hechos. "Los
impasses no resueltos en la situación original se desplazan" –dice Lacan en "El mito individual
del neurótico"- "y se repiten en otros puntos de la red".

¿Qué quiere decir Lacan con "estos impasses no resueltos en la situación original"? Sin duda,
que sus actores fueron sordos al peso y a las consecuencias de sus actos; que las posiciones
ilegítimamente alcanzadas por el padre y anudadas al dinero, no hicieron eco en un sujeto
ques e preguntara por la causa de sus procederes: fueron absorbidas por un carácter.

Pero esta "mudez problemática" del padre sí hizo eco en el hijo, que se ubica
fantasmáticamente como uno de los términos del intercambio: como el pequeño Eyolf, una
rata. "Tantos florines: tantas ratas", reza el texto que en apretado axioma ubica el pacto que le
dio origen. Ernst se pone en la obligación obsesiva de saldar lo insaldable del padre: las
deudas paternas con su propio deseo.

La inhibición que lo aísla y lo paraliza gozosamente, muestra al Hombre de las Ratas detenido
en su avance deseante. Muestra un hombre-rata, rata-niño eternizado en un tiempo sin fin.
Niño que no puede cumplir sus ideales: recibirse prontamente de abogado, elegir mujer,
casarse, eventualmente tener hijos, porque no puede salir él de la posición congelada de hijo.
La operatoria de apropiación de su deseo requiere la tramitación simbólica de su relación con
el padre. Padre al que Ernst Lanzer no puede mirar de frente en sus fallas. Y al que, por lo
tanto, no puede decir: NO. Aún al precio de dejarse absorber por un goce que no cesa, goce

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que Freud se dedica a horadar vía el expediente del relevo minucioso del odio reprimido al
padre.

¿Cómo hubiera podido este padre transmitirle una identificación deseante al hijo, justamente
él, que pudo dejar de lado a la mujer deseada para quedarse con la conveniente? La
operación paterna exhibe sus fallas: la madre no ha quedado suficientemente interdicta. El
mito familiar informa que el padre ha "vendido" su deseo, que la potencia fálica, ubicada en el
dinero, está del lado materno y que el padre pretendía que el hijo hiciera el mismo movimiento
que él, esto es, que apostara a la mujer rica (la madre), dejando de lado a la amada. Y el hijo,
en conflicto con esta posición, no puede pese a ello responderle sino desde su propia fijación
a las marcas familiares. Enredado fantasmáticamente entre las equivalencias freudianas,
Ernst Lanzer condensa en la identificación a las ratas la cifra de su goce y de su detención.

Un padre, dice Lacan, es quien hace de su mujer causa de su deseo. Acá, el deseo está
postergado por el goce... del dinero. La prohibición paterna no es sólo transmisión voluntaria
de una ley que trasciende al padre mismo; si ésta se transmite es, básicamente, por deseo del
padre a su mujer. Si el deseo no es claro, la madre no queda del todo prohibida, el hijo
permanece más retenido del lado materno, no es arrancado en acto de la égida materna por
un deseo paterno por la madre, su mujer, que a la par que le indica claramente que "con la
madre no", le abre la vía al hijo hacia una identificación con el desear exogámico y hacia el
futuro. No siendo así, el hijo queda sin poder estabilizar su posición sexual. Los títulos "que
guarda en el bolsillo" se rebelarán, luego de la segunda vuelta edípica, no suficientemente
sólidos como para sostenerla. De ahí también la tan generalizada degradación de la vida
amorosa en el varón.

Hay, además, un contexto familiar que enturbia para Ernst Lanzer la salida exogámica. Se
trata de una familia endogámica en exceso. Los padres son primos; a él lo quieren casar con
la hija de un primo materno; otro primo se suicidó, despechado por una de sus hermanas; su
cuñado, el que profiere la frase: "Esta vez procura estar listo a tiempo", es, además, primo. Su
rival, Dick, es primo de la amada. Él se casa finalmente con su prima amada Gisella. Este
significante que enlaza por todos lados a la familia, insiste señalando una primariedad de los
vínculos. A la salida exogámica se le interpone la primariedad familiar: no hay acceso hacia lo
nuevo, lo diferente de lo familiar, hacia lo áltero. El juego del contacto exogámico está
impedido.

¿Qué intenta retener y resguardar una familia que rechaza tan reiteradamente lo
extra-familiar? El dinero es la respuesta que surge del texto. Dinero que hay que acopiar,
hacer crecer y circular entre "los mismos". Dinero que el padre de Ernst no dudó en privilegiar
al amor, ni a la responsabilidad que el ejército le confiara.

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Cuando niño, Ernst Lanzer fantaseaba que sería amado por su enamorada de doce años, bajo
la condición de perder al padre. En la fantasía de venganza de la adultez, en la que tan a
menudo se solazaba, perdía trabajo y amada para ganar reconocimiento, honor y rectitud. ¿La
que le faltó al padre? En esta fantasía retorna, por lo demás, e identificada con él, la figura del
amigo salvador.

Esta misión salvadora alberga el intento de hacerle freno a las fallas de la figura paterna,
identificada al marido fantaseado de la amada, alto funcionario que se corrompe.

Sabemos, además de un narcisismo en déficit en el Hombre de las Ratas. Esta imagen de sí


no amable, este narcisismo mal vestido, está en relación con un otro materno que ha
mostrado el costado superyoico-hostil de sus demandas en tiempos instituyentes, una madre
que, como lo consignan los Originals Records, no era precisamente tierna con sus hijos: tenía
cada día una frase desagradable para cada uno de ellos.

Un paciente en análisis argumenta no sentirse capaz de concretar lo que se propone: tiene la


casi seguridad de que si da un paso hacia lo que desea, el resultado va a ser un "desastre".
Su madre le decía que él era un "desastre". Significante que retorna, aplastándolo
superyoicamente.

Ese narcisismo mal vestido como efecto de una falla de amor no es, por lo demás, privativo de
la neurosis obsesiva. La clínica nos aporta una evidencia: cuando hubo un otro materno hostil,
el hijo queda paradójicamente más retenido del lado materno, llamando –contra toda
evidencia- al Otro en sus síntomas. De haber sido amado, el tránsito hacia el objeto queda
más facilitado.

Un sueño del paciente antes mencionado lo muestra, en una primera escena, participando con
sus compañeros de una manifestación política, en un clima grato y solidario. En la siguiente,
se ve llevado a separarse del grupo para entrar en lo que era su club de infancia. Hay un
alambrado y candados que impiden el acceso. Sin embargo, intenta hacerlo y se encuentra
con un guarda que le da cadenazos en el brazo. Se angustia y se despierta.

El guarda que lo castiga en el brazo queda asociado a la madre: ese era el lugar en que ella lo
pellizcaba de chico. La angustia que despierta da cuenta del encuentro hostil con ese
guarda-madre, al que se ve llevado a regresar, transgrediendo el límite de lo permitido. Su
acto era el lazo social, pero ese lugar de infancia lo llama, lo atrapa en una escena de
encuentro hostil y angustiante.

Volviendo al Hombre de las Ratas, sabemos que está, por otra parte, afectado por dos duelos
no resueltos, que lo retienen: el de Katherine, la hermanita, y el del padre. Cuando los ritos

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simbólicos no están cumplidos, los muertos no están muertos y caen con su peso muerto
sobre el cuerpo del sujeto, sumando peso a su inhibición.

La extraña conducta de Ernst Lanzer, que lo llevaba a participar en exceso de velorios y


entierros, nos permite atisbar un desplazamiento sintomático. A causa de esta rara afición sus
hermanos lo apodaban "pájaro de mal agüero". Si a los seis años detuvo aterrado su juego,
cuando creyó que el pájaro que adornaba el sombrero materno cobraba vida, ahora este
significante lo representa a él, unido bizarramente a la muerte.

En la inhibición, postergación infinita de la confrontación con la castración, el obsesivo


resguarda el goce que lo atrapa, sumergiéndose en la miseria neurótica del objeto imposible,
para no pasar por la pérdida de goce que implica la desdicha de un goce común (2).
"Infortunio ordinario" en palabras de Freud.

En esta formulación: "...para no pasar por la pérdida de goce...", estoy indicando no sólo la
dificultad del obsesivo por ceder el goce incestuoso y hacerse cargo de su deseo, sino el
costado de adherencia masoquista inconsciente al sufrimiento, que bajo la forma de la
necesidad de castigo hace a la dificultad de tantas curas de neurosis obsesiva.

NOTAS

(1) S. Freud, "Moisés y la religión monoteísta", Cap. III, puntos C y D.

(2) S. Freud, "Estudios sobre la histeria".

BIBLIOGRAFÍA

A propósito de un caso de neurosis obsesiva – "El Hombre de las Ratas" Sigmund Freud
(1909) – Amorrortu Editores

Moisés y la religión monoteísta, S. Freud (1939) – Según lectura de I. Gurman

Estudios sobre la histeria, S. Freud (1895).

Cristina Marrone – Notas del seminario sobre neurosis obsesiva. Convocatoria Clínica, 1998

El mito individual del neurótico / Jacques Lacan –Revista Imago Nº 10.

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Consideraciones sobre el padre en "El Hombre de las Ratas" / Oscar Masotta – Los casos de
S. Freud / El Hombre de las Ratas. Ediciones Nueva Visión.

Estructura y transferencia en la serie de las neurosis / Isidoro Vegh – Seminario 1987, Clase
X, E.F.B.A.

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