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INVARIANTES EN LA ARQUITECTURA HISPANOAMERICANA El alo 1947 publiqué uno de mis primeros libros. Se titulaba Invarianes Castzas de la Arquitectura Es- paola. Este modesto y breve trabajo obtuvo cierta re- sonaneia en Jos medios interesados por la historia del arte, la critica y Ja especulacion estética. Pero ests re- sonancia fue mayor en Hispanoamériea, acaso por ra- zones que no dependen de los valores” intrinsecos del libro, sino de otras circunstancias. La verdad es que la esiética dela Arquitectura, una estétiea mis historica ‘que teérica, ha tenido mucha mayor desarrollo en ues- tros paises hermanos que entre nosotros. Méfico y AT- gentina han marchado y marchan a le cabeza de estos studios. El Instituto Nacional de Antropologia y la Direccidn de Monumentos Coloniales de Méjico, el Ins- tituto de Investigaciones Esiéticas de Ia Universidad Nacional Autgnoma de Méjico, el Instituto de Arte Americano ¢ Investigaciones Estiticas de Buenos Aires, él Instituto Interuniversitario de Historia de la Arqui- tcctura que radiea en la Universidad de Cordoba (Ar- gentina) son, entre otras, algunas de las insttuciones ‘que mas fecundamente han promovido el interés hacia Jos monumentos antiguos, su conservacién, estudio e in- terpretacion. Nombres como los de Rafael Garcia Gra nds, Manuel Toussaint, Jorge Eneiso, Justino Fersén- dez, Francisco de la Maza 0 Vietor Manuel Villegas, en Méjico; Martin S. Noel, Mario Buschiaszo, en Argen- 157 tina; Emilio Harth-terré y Benavides, en Lima; Gas- patini, en Venezuela, y tantos més dan la medida del interés que desde hace aos la arqueologia y la estétien, monumental han despertado en los estudiosos americe. nos, La vecindad de los Estados Unidos ha permitida también que profesores norteamericanos, fascinados por Ta cultura vecina, hayan cultivado su estudio. Algunos de éstos han empezado por conocer el arte hispiinico por sus creaciones de ultramar, con una especie de 6p- tica inversa, y su andlisis les ha conducido a conocer @ posteriori las obras de la Peninsula, En su segunda fase han solido rectificar muchas afirmaciones. provisio nales 0 ingenuas de la primera. Tal es el caso de tan notables especialistas como George Kubler, Keleman ¥ S. D. Markman. Otro estudioso que permanecié por Algin tiempo en Ia Universidad de Santo Domingo, Er- win Walter Palm, ha contribuide con obras importantes al conocimiento del arte caribe y circumearibe. Entre este elenco no podian faltar los especialistas espafioles gue, desde que don Elfas Tormo fundé, en 1930, la cétedra de Arte Americano en la Universidad de Se- ia, han venido realizando una obra de gran valor y erudicion, Las figuras mas destacadas son Diego An- gulo Iniguez y Enrique Marco Dorta. El] marqués de Lozoya ha sido también un constante investigador de temas ameticanos y, recientemente, se ha incorporado 4 ostos studios Antonio Bonet Correa. Como quiera que sea, todo ello ha despertado en tomo a la Arquitectura virreinal y sus problemas una cortiente de interés mucho mas fuerte que la que podia haber producido la de la metr6poli Existen ottas razones: la Arquitectura para la Amé. rica hispana es un arte decisive, que se impone y s2- orea sobre todo un continente, maredndole con una huella indeleble. Al lado de la Arquitectura, las otras artes mayores, Pintura y Escultura —salvados sus va- lores relativos— carecen de importancia global. Si el 158 arte virreinal se midiera hoy por lo que nos han dejado Ta escultura y la pintura no pasaria de ser un pobrisimo apéndice del atte peninsular, ingenuo, primitive y pro- Yinciano, que apenas reclamaria el interés de algunas Personas curiosas, de escasos especialistas dedicados a fenémenos marginales y de alginos snobs gustosos de Jo que signifique primitivismo y rudeza. Pero, en cam: bio, la arquitectura levanta sobre todo este panorama lun tanto tecluso y confinado, su givantesca presencia. El Cristinismo, of Tdioma_y ta Arquitectura_son_ fos tres grandes Iegados que Espana ha dejado en aquel vasto continentc. En el fondo son tres lenguajes que exigfa ef ascenso natural de unos pueblos al Hegar a zonas de convivencia universal, una vez rotes Tos diques seoaréficos que separaban Ia redondez del mundo. La religion, el lenguaje con ef mas allé: el idioma, ef ve hiculo de comunicacion universal nocesario para salir del estrecho ceren de las culturas precolombinas, y Ia arquitectura, como expresién del nuevo ecumenism. Sin estos tres factores, sin estos tres lenguajes, el vasto mundo americano no se hubiera podido estructurar. Més tarde tuvo que aparecer otro factor para que. Ia ritad septentrional del Nuevo Mundo llegara también a estructurarse: este factor fue la Revolucién. Indus- trial, Ja técnica, Pero fue empresa més dura movilizar un continonte cuando la tSenica no se habia inven- tado. La colonizacién americana tiene muchos puntos de contacto con Ia colonizacién romana. El primero de ellos, que ni una’ ni otra son_puramente colonizaciones. Roma no colonizé, a media Europa y considerables 20- as de Asia y Africa, 1o que hizo fue unificarlas, c tituyendo wia cecumenes. Espafia tampoco coloniz6, sino que segresé de si misma el fundente capaz. de trans- formar una pluralidad en una unidad, Roma lo consi- guid gracias al Derecho, al Idioma y a Ia Anquitectura. ‘Tampoco las otras artes tienen en el mundo romano 159 un volumen equiparable al de la arquitectura, Cuando Te Tlegé el turno a Espafia el derecho habia sido reab- sorbido por la religiin; una religion que habia trar formado el puesto del hombre en el cosmos y que pata los cristianos y, sobre todo, para los espafioles, era la ‘inica fuente del ederecho de gentes». Los otros facto- res, idioma y arquitectura, permaneeian inalterables, ‘Lo eutioso, Io notable, es que Espafia, las Espatias cn stt pluralismo, logran reducir a unidad un vasto con- tinente sin contrariar, ni alterar, en Ja metrépoli su condicion pluralista, El idioma es el mejor ejemplo: mientras en Ia Peninsula coexisten varios idiomas, que pueden y deben Mamarse jgualmente espatioles, en Amé- ica prevalece uno, porque la empresa americana, tras- cendido el pluralismo medieval, se comprende solo sub specie vinitatis, como unidad. Si Espafia hubiera tratado de colonizar, de poner solo en circulacién unas riquezas, de establecer unos trading posts, como los que estable- cian los griegos en el Mediterraneo para anudar tela- ciones comerciales con un hinterland, que no les inte- resaba més que como suministrador de mercancias, ‘América hubiera sido un reflejo de 1a pluralidad his- pana. Hubieran existido colonias de catalanes, de vas- cos, de gallegos o de andaluces, pero no hubieta exis jo la «ecumenidads de un mundo fraguado sobre otros supuestos. Sobre el pluralismo que podia ser y ‘que consideramos todavia vilido a efectos peninsula- res, se superpuso otra idea de cardcter misional. La proyeccién espaiiola en América se concibié como una misién, Esto podra gustar 0 no gustar, pero es una rea~ lidad inconmovible. Desde el momento que era una misién no podemos olvidar el hecho de su unidad. La ‘concepcién de esa misién no podfa separarse de su unicidad. El haberla perdido hubiera aflojado, hasta destruirla, Ia tensién misional. El reducir un continenfe @ unidad fue la gran ha- zaiia espafiola. Esta reduccién a unidad pudo crear y 160 de hecho cred desigualdades y privilesios a la vez que testrcciones | prohibiciones tan odiosas como, por sjemplo, la de que los catalanes no negociaran en los Duerios americanos. Five en muchos casos el. doloroso brecio que hubo que pagar para mantener In idea un aia ila sido conveniente o no esta reduceién a unidad? Ah, esto ya es otra cosa, Peto no eabe dda que sobre ese 'vasto continent, desde Califomin y la Florida hasta ln Tierra de Fuego, s© levanta solerine el edificio. de luna, gigantosca unidad por encima y sustentando unas acionalidades, en general, adventicias, que tiene mis aparato administrative que sustancia propia, Al respirar el clima de América en puntos tan ale- jados como la Pampa y el altiplano mejieano, Guate- ‘hala o el Pareguay, la impresion que he sentido, ab- sorbents: y arroladora, ha. sido la. suecién prodtcida por una incontenible fuerza de unidad. El fetomo.a Espafa es, en cambio, como una distensiin, Las dis versas regiones espaiiolas le vuelven a uno a. regalar on sus miltiples sabores y cl mundo cireundanie se diversfica en pintorescas y amables facclas, América queda detras como un mundo demasiado fuerte, en ten- in titinica, enhiesto en su unidad inconmovible. __ La Amética espaiola se ha hecho una y una queda Su fuerza de suecién es tan grande que todo lo reduce 8 unidad: una, la religidn; una, la lengua; una, la ge- niuina expresisn_artistica. “Antes concibo que Espatia tle de ser catdlica que lo deje de ser Hispanoaméries, nles que perdamos ef castellano como lengua comin ue lo piestan ellos, y antes que perdamos nuestra mis- midad avtistica que la pierdan ellos. Espafia seria como e308 machos que mueren después de la agotadora fe- cundaciéa, Bspafia podria desintegrarse mientras per- ‘maneeeria'inedlume la unidad de América. Pues, in- uso los espafoles mismos, que legan divesificados, cada eual arrastrando su pecullaridad regional, cuando 161 ponen pie en América se funden en unidad y se con- ten en espanoles in genere. También he podido ob- servar que los citdadanos de cualquier pais de Sudamé rica tienen una doble nacionalidad: la conereta, pol tico-administrativa de su pats, y Ia general de miembros, de Ia amplia comunidad hispanoamericana, En la forma que sea se sienten solidarios y, a veces, esa solidaridad tiene su fundamento en el hecho mismo de Ia emanci- pacién de Expafia. Bolivar es un personaje de toda Sudamérica, porque toda ella es una. Son unos por Espafia y aun frente a Espafia. E rquitecti perfectamente expresado este sentimiento de unidad. Me refiero a la arquitectura que puede considerarse go: fnuina de aquellos paises y representativa de un espéitt ¥y genio propios. La arquitectura precolombina es un fe indmeno mas arqueol6gico que historico y no representa a los pueblos de hoy, sino a civilizaciones desapareci das, no reincorporadas al mundo actual. La arquitec tura americana surgida después de la emancipacién ao es tampoco representativa, en primer Iugar, porque no es una arquitectura de cafacteristicas propias, sino una arquitectura prestada, tomada de aqui y de alld, de Ita- lia y de Francia en un principio, con el deseo de olvi- darse de su propio pasado y de reconstruirlo sobre ba- -s nuevas. Pero tampoco hubo unanimidad para cam- biar de postura y cl resultado acabé en fracaso. Mo: demamente, aquellos paises, al igual que Tos del resto del mundo, se han incorporado al movimiento de la no siempre bien Hamada arquitectura funcionslista, que, por su caricter, esencialmenie intemacional, no puede Tepresentar especialmente a un pais o a una delermi- hada frea cultural. No sabemos lo que sucederi enc} futuro, ni si la arquitectura volveré a ser un lenguaje, como Io fue en el pasado, por el que hablaban los puc- blos y las civilizaciones con voces distintas y caracto- risticas. Mientras esto no stcada, Ia arquitectura que 162 de este continente encontramos ™ representa a Hispanoamérica en su formidable unidad cs la que se produjo en los siglos XVI y sobre todo XVIT y_XVIIL Toso un continente habla con grandeza pot medio de la arquitectura, durante esos siglos. La importancia de la arquitectura en Hispanoamé- rica es tanta que, hasta cierto punto, sus realizaciones acaparan el interés que en otro caso tendrian los he- chos hist6ricos. Durante el perfodo vitreinal, Hispano- américa no tenfa una historia politica propia, ya que sta. se hace desde Madrid. Queda Ja historia social, la econémica. la artistica, la crénica local, La attistica es su vez reflejo de la social y la econdmica, con lo que su valor de documento tiene un aleance exiraordinario. Como —ya lo hemos dicho— pintura y escultura son apenas nada en relacién con la arquitectura, ésta re- presenta no solo lo mis valioso, sino lo mis’ significa. tivo de la creacién artistiea de estos pueblos. Hoy, cuan- do un americano del Sur quiere volver la vista hacia su pasado, con lo que tropieza su atencién es con el hermoso despliegue de una arquitectura que es lo mejor de su historia y acaso de lo que mis puede wanarse sin reservas ni prejuicios. La historia de su arquitectura recoge, en butena parte, lo mejor de su histo Al hablar de los pueblos de América hacemos fre- ‘cuentemente alusién a sw juventud. Son por antonoma- sia los pueblos jévenes de nuestra civilizacion occiden- tal. Decir jévenes equivale a decir sin pasado, 0, por Io menos, con un pasado poco denso y de eseasa gravits- ciGn, pero ello es aqui relativo, ya que la arquitectura irteinal supone un pasado de ‘no escaso volumen y trascendeneia. Sintetizando diriamos que son _puizblos ue. tienen-pasado.porque tienen arquitectura, No pue- de decirse lo mismo de la América anglosajona, que, en sumbio, carece de pasado, porque carece también’ de quitectora, Tan radical diferencia expresa palmaria- fe la distancia entre una colonizacién, que es una Felacion temporal sobre bases utilitarias, indiferente a 163 otras cuestiones y, por lo tanto, tangencial y una inte gracién de pueblos con vistas a una «ccumenizaciény cosa bien dlistinta. Una colonizacién es una operacién extractiva, de sentido (nico, mientras que una integra n es una implantacién permanente, cuyas estructe ras se hacen para durar. La existencia de Ia arquitec~ tura_virreinal, superior en esfucrzo y yolumen a lo que sx hizo en la’ peninsula, demuestran claramente que no se trat6 de una colonizacién, Otra tess que podria sustentatse es que la arqui tectura virreinal no pertenece a los pueblos jévenes. na- cidos después de ln emancipacién, y que no les afecia porque les es ajena, Creo que esio no lo sostendria nadie y, menos que nadie, los propios naturales del 1s directos de’ quienes crearon tan esplén- fdas construcciones. La arquitectura virreinal es la ar quitectura de América, inegrada en una realidad que podemos lamar transhispinica, expresion y consecuen- cia de una «ecumenicidado. Con todo fo anterior queda, pues, claro et caréeter decisivo de Ia arquitectura en América y perfectamente explicado que sea constante tema de interés para los historiadores del arte y la cultura, para los investiga dores y arquedlogos, para los arquitectos, para los cri ticos, para los artistas, etc. Por eso decia en un prin: cipio que un libro sobre arquitectura y, sobre todo, con un planteamiento te6rico-critico, habia de despertat in- terés en Hispanoamérica, maxime si las teorias que se exponfan en él versaban sobre una arquitectura, la es- pafiola, que pertenecfa a la misma familia que Ta suya. Encontraron que muchas de las afirmaciones que en el libro se hacian eran también vilidas y faciles de con- frontar en Ia arquitectura cuya interpretacién les inte- resaba especialmente. Un libro de teorfa, Ficil de ex- tender a lo suyo, era un libro cuyo éxito se basaba no en sus cualidades, sino en el terreno abonado sobre ¢! que cafa, 164 ‘Ahora me encuentro ante el aprieto de considerar en tm corto articulo de revista si et enfoque, 1 métedo que hace aos ulilicé para analizar In arquitectura es- pafiola es aplicable ala arquitectura de. Sudamécica Aquel libro, Los Invariantes Castizos, fue un ensayo un tanto provisional, que més de una vez he pensado re- visar, extender y'actualizar. Figtinese el lector en « medida To que ahora hago es mas provisional todavia ‘Ademés, quiero hacer una eonfesion de plano. Yo no Soy, ni mucho menos, especiaista en arquitectura ame- Ticana, Desconozeo territorios vastisimos de la geogra- fia aristica de aque! continente. Mi contacto con. Am rica ha sido tardio y esporidieo, He realizado breves calas en la Argentina, en el Paraguay. en Guatemala, en Méjico, en Puerio Rico... poquisima cosa. Me ex: ‘uso, por Jo tanto, de mi osadia y acepto cualquier tectifcacién dle personas mejor informadas. Lo gue yo diga se apoya mis en intuiciones personales que 2 me- ditados y_objetivos analisis. Deseo, por consigciente, {que con ese: metro se estimen Cabria, en este caso, reconsiderar aquellos invarian- tes que me parecieron mas evidentes en Ia arquitectura espafiola y ponerlos a prueba en el banco de ensaye de la arquitectura americana. En otras palabras, ver si eran tambign aplicables a ella. Esto me parece una rei- teracién demasiado fécil. Doy por descontado que mu- cho de lo que dije en la arquitectura espafiola s® puede extender sin més a la que surgié en ultramar y por una raz6n tan potisima como la de que se trata de la misina cosa. Con esto tocamos uno de los cabullos de batalla del problema que nos ocupa. {Es la arquitectura viet nal una simple y exacta proyéccién de In peninsular eo Yaslos y remotos terttorios, 0 es algo nuevo ¥ distinto? No afiemo lo uno ni lo otro y ereo que ambas postutes son compatibles dentro de ia unidad superior que Na- maria transhispénica. Es, desde luego, To mismo y es, a Ja vez, distinto, y tan hispénico es lo de aqui como’ lo 165 de allé, aunque para mis adentros tengo que decir que es més chispinican todavia Ja arquitectura que alli se hizo que la que se labro aqui. De eso hablaremos, pero por de pronto adelaniemos, antes de entrar en materia, que uno de Jos motivos que distinguen a la arquitectura de los territorios de ultramar frente a la de la mete6poli 8 que aquella poses, casi siempre, un plus de espano- Tidad: que es distinta por ser precisamente més espa fiola, Con el afin, muy plausible, por parte de aquellos pueblos, de exaltar la originalidad de sus creaciones ar- Histicas, 'y aceptando por descontado como hecho evi- dente una base y un motor espafioles, la tesis que pre- valecia hace algunos aifos, tesis que’ parecia ena de verosimilitud y de Iogica, era Ia de que Jos espafioles, al entrar en contacto con el medio indigena, habian He- gado a soluciones hibridas, produciéndose un mestizaje artistico en el que cada vez participaban en mayor me dida Ia inspiracién y mano de obra aborigenes Abonaba aparentemente esta tesis el que las reali- zaciones més clisicas de los primeros tiempos de_ | ocupacion, tas del siglo XVI y_primeros afios det si alo XVIT fueron pronto sustituidas por las arrogancias y libirrimos desenfados del barroco, en los que se creia ver Ia presion espontinea del medio, rompiendo las normas mas rigidas y académicas del arte de la mett6- i. La dialéctica de este proceso se estableceria asi lun arte culto, de principios y normas bien definidos, chocatia con el temperament indigena y con Ia fuerza de un medio nuevo y de esa puuna surgiria un arte distinto en cl que acabaria dominando el «espiritu te- itorialy —en frase de Ganivet— frente a la cultura importada. Pero, vistas las cosas mas despacio, toto esto cae por su base. Primero, ya es mucho stiponer que en Espafia pueda hablarse de una arquiteetura culta cn la misma medida que puede hablarse de una cultura arquitecténica italiana o francesa. Todo el que conozea 166 li arquitectura espafiola tendra que convenir que ésta se ha hecho precisamente en pugna con las aportaciones cullas que constantemente Fe han venido de fuera, Esta ha sido la agonia de la arquitectura espanola, En esta Icha agotadora se ha hecho a si misma. Lamperer la- 1n6 a Ja arquitectora espafiola «aluvialn, porque todo le venta de fuera. Pero Lamperez. desconocié las raices Intimas de esta agonfa y no supe. medirlas en st ver- dadera dimension, en Io que tentan de debilidad, pero también de grandeza. Por tanto, Io que eventualmente Se habria de producir en América ya se habia produ- ido previamente en Espafa; ya Io habia experimen {ado el pais motor en su propia carne. Es deci, la ope- Facién americana es una operacién reduplicativa, una re-espafolizacion de lo espafiol, una super-espaioliza~ cin. La lucha sostenida en la peninsula para espafolizar | vocabulario artistico europeo vuelve a sostenerse en América para, de nuevo, re-espafolizar el vocabulatio arquitecténico que Hegaba a la peninsula. Por eso de- iamos antes, y voheremos a repetirlo, que Ia arqui: teetura americana es la mas espafiola de las arquitec- turas. Esto ya lo vio con un enfoque més bien nega tivo, que nosotros inientamos convertir en positive, Er- win Walter Palm cuando dice que ¢para identificar los factores que contribuyeron a que el léxico arquitect nico americano fuera tan variado, debemos distinguir entre elementos curopeos de primera, de segunda y de {ercera manos (1). Elementos de primora mano serian Jos Hlegados de la peninsula y que rara ver. persisen, rpidamente transformados por el proceso de «espal Tizaci6n», Ya de segunda mano Heyarian a América, Ia que, 2 st. vez, los trinsformaria en objetos de tercera mano. Esto eonduce & Walter Palm a 1a siguiente afir- macién: «En ningin lugar del Imperio espaiiol el vo- cabulario arquitecténico curopeo liegé a echar rafces esto es un hecho esencialy, Totalmente de acuerdo y 167 ppor Jas mismas razones que estas raices no prendieron en la propia Espafia, EI relativo clasicismo de la arquitectura, sobre todo de las grandes construcciones catedralicias de Méjico, de las obras de Francisco Becerra, en Méjico (Catedral de Puebla) y en el Perd (catedrales de Lima y Cuzco), de imafrontes como el de la iglesia conventual de San Francisco, en Quito, y de tantas obras iniciadas en el siglo XVI, aunque después, por lo general, profunda- ‘mente alteradas, se debe a que prevalecia paralelamen- fe en la metropoli Ix arquitectura herreriana, que pre- senta el intento de imponer un estilo oficial, suprarre- gional y unificador. La representacién de lo «oficial debia ser la misma aquende y allende los mares y el intento, naturaimente, se llevé a América, Pero donde primero empezaron a quebrar estos imperatives ur adores fuc en Ia propia peninsula, que répidamente segreg6 de In forma herreriana un bartoco sui generis. Si In barroquizacion se hubiera produeido como con- secuencia de las presiones del medio indfgena, en tanto que la metropoli hubiera permanecido atenida @ una ortodoxia clasicista, Ia tesis del mestizaje attistico, ra- dicado en un barroco netamente american, podria 30s- tenerse. Pero la realidad no fue asi, El mundo virreinal siguid, pari passu, la misma evoluciin de la arquitec- ura de la metropoli y el barroquismo mas desenfa- dado de América tiene su correlato, pieza por pieza y elemento por elemento, en el barroquismo de la pe- ninsula. En su conjunto es un mundo latiendo al uni sono, El barroco de Puebla, de Tepotzotlan, de Lima, del Cuzco 0 de Salta, el mis avanzado, distorsionado y cefervescente, tiene su correlato en Granada, Antequera, Ecija, Calatayud 0 Santiago de Compostela, No se trata de que unas obras sitvan de modelo a las otras, sino de un mundo que se produce al unisono. Si asi no fuera cl sentido de integracién que caracteriza al Impetio es- pafiol no existir La tesis_de_mestizaje queda, por Jo tanto, desvir- twada y Walter Palm en el estudio ya citado, lo ex: presa de la siguiente manera: «Después de dos gene- Taciones de investizacion, la vieja y comoda hipdtesis de Ia "indianizacion” del arte. espatiol ha resultado menos aceptable y es necesaria otra explicaciéna (2). Palm considera que una explicacién del arte, fami y, al mismo tiempo, extrafio, de la América espa- fiola, puede partir de tres factores: variaciones de ca- Hictér, que provienen de la mezela de formas tra cionales: provincializacion, y, por diltimo, desarrollo de ciertas tendencias y elementos secundarios del arte me- tropolitano. Lo primero coincide en algunos aspectos con lo que nosotros proponemos. Tiene que ver, por (iro camino, con el proceso de unificacién que el con- tinente americano promueve. Las ciudades nuevas se ppueblan con espafoles que provienen de muy diversas regiones de la peninsula y alli se mezelan y al n 82 se unifican. Bl arte que ellos traen se «espa liza» todavia mas en una segunda elaboracién y van estratificéndose en diversas oleadas las formas de pri- mera, segunda y tercera mano. Eh cuanto a la provineializacién es un fendmeno de carécter universal que estudiaron los tedricos viene~ ses Wickhoff y Riegl y que puede ser aplicado, utilizan- do algunas eyes generales, a casos muy diversos de transmisién de eulturas. Algo de lo que sucedié eon Ja provincializaciény del arte romano en zonas perifé- Ficas de su imperio puede aplicarse al caso americano. Donde se han refugiado tltimamente los partidarios del indigenismo ha sido en la omamentacién. Si el cuer- Po arquitecténico proventa de la metrépoli, el amerin- dio habia logrado apoderarse de a decoracién, con forméndola y disponiéndola a su manera, muches ve- cs en contradiccion no s6lo con el cuerpo que la sos- lenfa, sino con el propio significado de las formas de- corativas en si, con sus lees originarias. Tampoco los 169 mas moderos investigadores aceptan esta posicion y, abandonando 1a hipétesis de In «indianizacién», pre- fieren a de la eprovincializaciény, Tal es Ia. postura de Kubler y de Palm. Para Kubler el aspecto de la de- coracion en la arquitectura diceiochesca de Guatemala y del Sur del Perdi no es especificamente indio. La pro- gresiva proliferacion de Ia decoracién Menando indis- criminadamente pafios cada vez mis extensos, es un. sintoma tipico de «provincializaciony. Por otro lado, la esquematizacién, el planismo y simplificacin de los ppatrones decorativos con objeto de hacerlos faciles y ficilmente repetibles, son fendmenos que se han que: rido estimar como signos de indigenismo, de influenci nativa, pero perlenecen a un proceso «que se produce siempre que se copia excesivamente un original, y se pierde articulacion, jerarquia, variacién e indi dad, aumentando én esquemat i tiene que yer con simbolismos raciales, sucede con in- dependencia de raza y clase donde quiera que una for- ma es solicitada para servir varios usos por frecuente repeticiona (3) No hay que olvidar que la invasion por parte del fomamento de zonas cada ver mis extensas, | horror vacui que encontramos en la decoracién_arquitect de muchos monumentos de Antigua (Guatemala), de Cajamarca 0 de Arequipa en el Pert, no es ajeno a un espiritu mudéjar, siempre latente en ia arquitectura e3- pafiola ¥ que transparece en cuanto se afloja la norma rectora y sobrenada libre el impulso populat. El mude- jarismo es una constante, un iavariante, més fuerte de Io que se cree, en todo el barroco sudamericano y que Por razones geogrificas nos cuesta cierto trabajo admi tir. Los monumentos americanos los sentimos dema- lo alejados, en el tiempo y en el espacio, del influjo directo de la cultura y de la poblacién musulmanas que dieron origen al mudgjar peninsular. Pero no perdamos de vista que el barroco espatiol, 170 uy diftil de equiparar al europeo, ¢s un barroco las {rado por una fuerte carga mudéjar. En mi eitado libre sobre los einvariantes eastizos», y x propésito del ba- troco, se decia To siguiente: «Espafa hasta la llegada de los borbones no se incorpora al movimiento barroco furopeo ¥ sigue evolucionando sobre su propia mismi- ad. Las manifestaciones del barroco hispano e hispa: nocolonial siguen apegadas al mismo mudejatismo no: torio en el arte isabelino, manuelino y platereseo» (4), tomamos del barroco las notas que lo caraeterizan en la mayor parte de Europa, en Italia y en los patses germénieos sobre todo, ni nosotros, ni los pafses sudame- Ficanos pexlemos consideramos dentro de la linea crea dora del barroco. Nosotros estamos en la linea de-un barroco diferente, y este puede recibir el apellide de ‘mudéjar. De este niudejatismo se ha hecho cargo tan biga tltimamente Damiin Carlos Bayon, que encuen- tra coincidencias entre Ia omamentacién maya o incai- ea y Ia omamentacion mudéjar de Tacerias y_poligonos estrellados que huyen de lo figurative de acuerdo con la ley musulmana. Esta y otras consideraciones le Hle- van a Bayon a la conclusion de que el arte de los con- quistadores fue acoptado pasivamente por los indigenas Porque no solo no les repugnaba, sino porque coined on sus intimas convieciones. «¥o c1eo —dice Bayon— que entre In concepeién de Ja forma que aportaban los conguistadores y Ia de Jos indigenas no existia incom- Patibilidad fundamental» (5). «A causa —ati yon— de su propio caricter o de la influenc 9 de la ingerencia de estilos n6rdicos, In trad Ja arquitectura espafiola que debia. ser fundamental- mente, grecorromana, queda fuera de Ia corriente ra- cionalista (a la que pertenecen, en cambio, con toda na- turalidad, Traia_y Francia). De suerte que, simbotica, inracional y evada a sus dltimas consecuencias (de desnuder. en El Escorial y de omamentacion delirante en el barroco) la argquitectura de los conquistadores no im puede, cicrtamente, ser considerada como de signo con- trario a la arquitectura indigena.» Y, mas tarde, sc pregunta: «jHubiera habido alguna posibilidad de coin- cidencia, por Iejana que fuera, si en lugar de espafioles Jos colonizadores de América hubieran sido, por ejem- pplo, los italianos del Renacimiento?» Resueltamente, hho; contesta el mismo proponente. La tesis de Bayon es también interesante y puede complementar las de Kubler y Palm, Unos pueblos pre- viamente afines se encuentra, se confunden y se com- penetran, Por este camino se aleanzaria la gran unidad que yo amo transhispanica. Los pueblos. incdigenas ‘aceptarian primero pasivamente unas concepciones. que no les eran en el fondo ajenas y, luego, intervendrian cada vez mis en ellas, excitando su propia mismidad. Es decir, que fos indigenas serfan los primeros en pro- vocar la 'rehispanizacién de lo espafial; los agentes, casi siempre inconscientes, de que las premisas iniciales se Hevaran a sus Gtimas consecuencias y que la funcién imbdlica e irracional desplazara toda evolucién racio- nalista Segin Palm —en coincidencia con Bayon— el ¢s- tilo de la peninsula no se impone por una actitud die tatorial de la burocracia metropolitana. ¢L.os artistas y artesanos mismos de la América espaiiola, sean espa- fioles, criollos 0, incluso, indios, copian y desarrollan Jas formas metropolitanas, porque ellas corresponden. {intimamente con su idea de la vida, El resultado es un cireulo vieioso en el cual la repeticién condiciona la idad, y In sensibilidad, asf condicionada, recla- Ja repeticién. Por eso el arte colonial no encuentra salida y ejerce una accién regresiva y represiva de unas formulas que cada vez se intensifican mas» (6). Esto, ‘que supondria la insistencia sobre elementos secunda- rios de origen curopeo, seria el tercero de los factores que oxplican, segin Palm, la esencia del arte ameri- cano, y conduce también, siguiendo un circulo vicioso, in 1 — Barcelona (Venezuela). San Cristobal, Volémenes ee tipens del madera. dle Ia decoracién, sino que trasciende a la propia ar- quitectura, a sus disposiciones y estructuras. EL mude- jarismo estricto y en su mis singular pureza, aparece Soberano en las iglsias grandes y pequefias, més. pe- quetas que grandes, de Venezuela, que nos ha dado conocer un libro ‘admirablemente bien iInstrado de Graziano Gasparini (7). 13 eKubba» musulmana, Esta estructura es a moma que en las igsias de Venezuela, cuyo title de Nucva An a ? mitis Ec: ql aad tbat. Pianta "nares ey Capit, nico ejemplo que yo conozco de tesla ois 174 x riistico nadie preveria legar a tan inopinado final (8). ‘También en los conventos mejicanos encontramos al- gunas estrucluras mudéjares muy inleresantes. Recuér- dense Ios conventos de Cuilapan, Chapas, Zacatlan, Tecali y otros. Colombia es otro de los centros mas importantes del mudejarismo con sus ciudades de Car- tagena de Indias, Bogota y sobre todo Tunja que re- uerda_una_ sever ciudad castellana. San Francisco. Santo Domingo de Quito, Iucen en sus iglesias arté- sonados mudgjares de los mis suntuosos y_perfectos de todo el continent «A. juzgar por las descripciones de los. cronistas religiosos —dics Angulo— la carpinteria de 1o blanco tuvo brillantes manifestaciones en el virreinato peruano durante el siglo XVI» (9). Por cualquier parte que nos adentzemos en la Historia de Ta Arquitectura hispano- ‘americana hallaremos a nuestro paso multitud de ves- tigios de una expansion mudéjar. Puede afirmarse de ‘manera concluyente que el mudéjar que termina su ciclo en Ia peninsula en el siglo XV tiene su continua- cidn y pervivencia en América hasta unos limites que pparecen inverosimiles para la cronologia de la penfnsu- Ja. Otra prucba de cémo lo més genuino del arte es- pafiol se adhiore con profundas raices en el suelo de quel. continente. ‘Al mudéjar se debe la per en América de uuna constante que siempre me lam6 la ateneién: la extraordinaria longitud de las nayes de las iglesias que. fen general, son mucho mas profundas que las de la peninsula. En esto no creo que hasta ahora se haya hecho mucho hineapié, pero lo considero interesante y merecedor de un estudio recogiendo numerosas plantas y analizdndolas desde este punto de vista. La iglesia, por ejemplo, de San Juan de Acora en el Pert, con su enorme nave, de inverosimil Jongitud, es un’ caso extrema de lo que decimos. La catedral dé Quito es un 175 excelente specimen de iglesia egiuinal de raie mu: Aja. En estos tempos ademas Je la portada. principal, 80s pies del templo,sucle exist una importante pace ta en'el comet’ de su lego flaneo que se juste, aunque no existe erucero, por la longital de tm En la eatedral de Ouito, eta puerta valorn con be ediculo y una escalinats curva Catedales como ls se Bogott y Carneay se caractrizan por su lrg decals longittdinal, Casi todas las ilesity colonies venezals nas son de ete tipo: muy alargads y Con portadas en Fig. 34 — Iglesias pe. pteras» de Yaguarén y Capiatd, ‘on Paraguay.” los flancos. 1a eatedral de Buenos Aires segiin el pro- yecto de 1692, que publica Diego Angulo (10), debia ‘er una iglesia de tres naves de forma rectangular muy alargada y sin crucero, de inspiracién mudéjar, Luego, con las diversas reformas como la de 1755 vari6. algo Su estructura, pero permaneci6 el sentido alargado de su planta, Lo mismo puede decirse cel proyecto de la eatedral de Santiago de Cuba, de 1731, que publica Angulo (11). Por titimo, la tendencia persiste hasta el leno neoclasicismo, como podemos ver en la catedral de Guatemala proyectada por Marcos Tbaiiez, en 1782. Este proyecto, interesantisimo, realizado con ‘pocas va: 176 riantes y, cuya arquitectura es rigurosamente académi- a, es otro de los casos extremos de una iglesia plan- Jeada en longitud. No tendria explicacién dentro de los, feiqucmas neoclésicos si no fuera por esta. persistencia, Ale viejos cfinones: mudéjares. Como generalmente se ha estudiado Ia arquitectura, més desde cl punto de vista ornamental que desde ci ‘structural, es comprensible que estos problemas no hhayan sido dilucidados. Por el momento nos basta | Fig. 48 — Catedral 1) saprario de Quito. Unt Dlanta en longitud de vats mode}. puntar como invariante de la arquitectura de América In persistencia de disposiciones y estructuras mudéjares que entre otras cosas dan lugar a ese tipo de planta dle iglesia extraordinariamente alargada, que tanto ve- mos repetitse en aquel continente. La razén del espacio profundo en Ia arquitectura mudéjar proviene de Ia cubticién leffosa. Los limites que impone la longitud dde Tas vigas de madera en las armaduras de par y nudillo obligan a naves de poca anchura y para obtencr Un espacio capaz es necesario desarrollarse en longitu Esta longitud procuraba un alejamiento del altar con Jo que el santuario adguiria una mitica distancia y se potenciaba su sentido sacral. Quign sabe si este aleja- Imiento legs a consituir para el amerindio un simbolo de divinidad. El acercamiento al altar, colocado en el 7 ‘centro mismo de la congrogaciéin de los fieles, que ex lipico del eristianismo primitivo, y que ahora se quicre Festaurar, contradice al tipo de relacién ereyente- nnidad que encontramos en ka evangelizacién de los pue- blos americanos. El espafiol queria imponer una teli- ion de prestigio, que pudiera sustiuir a los viejos cule fresh oS ‘ 4 } 4 ant #4 EBL cama y la ecclesia cristiana, No sé la evolucién que seguiré, ‘América, pero presumo que mucho de aquella religion de prestigio, que Hlevaron los conquistadores y que pro- =] Hig. 5 — Catedral de Catacas, Planta, y of ‘eanlzacion ‘mudéjar. 178 pagaron las Srdenes religiosas, todavia forma parte de luna vivencia muy profunda, Sobre todo entre las po- blaciones indigenas, y que si esas distancias desapare- cieran de golpe ei pueblo se sentiria defraudado e uieto. Todavia el sacerdote espaol, cuya vor caste- liana suena en Ia iglesia con sonido de campana, parece revestido de un poder mitico que se asienta en una Iradicién religiosa fuertemente enraizada, La arquitectura como simbolo del pueblo conquis {ador y sobre todo integrador, adquirié una fuerza como, vehiculo de prestigio que todavia nos Ilama la atenciGn f pesar de lo mucho que ha cambiado el habitat am ticano y de las muchas pérdidas y depredaciones suf das. Lo mismo que dijimos que el continente americano, hos sorprende por su fuerza de succion unitaria, lo ‘mismo lo hace su arquitectura, Por muchas que sean Jas variantes y modismos locales que definen las diver- sus escuelas artisticas, desde Califomia a la Tierra de Fuego, sopla en aquel gigantesco espacio americano un estilo que todo lo unifica. Si paseamos por una calle de la antigua capital de Guatemala o por una callejuela de Salta nos resulta dificil comprender que ambas ciu- dades estin separadas por millares do kilémetros, Otra vez volvemios a sentir 1a unidad en el inmenso espacio ‘americano y a recordar la diversidad en el reducido espacio espafiol. ‘Téngase ademés en cuenta, que Ia arquitectura ame- ricana esti compacta por el aglutinante de_un solo estilo fundamental: el barroco, el battoco con sus com- pponentes mudgjares. Es cierto que existen venerables monumentos que exhiben In afeja ejecutoria de un rte isabelino lindando con Io gético; que el platcresco ropolitano puso su sello inconfundible en no pocas portadas y accesotios arquitecténicos: que manierismo y herrerianismo gravitan alli con energia; que desde siglo XV al XIX Ja diversa aventura del arte espafiol ddoj6 alguna representacién en ultramar, pero todo esto 179 no pasa de ser brote esporddico, euriosidad que lena dle contento al investigador a a busea de fenémenos mafginales. Lo importante de América es el barrovo y por el adquiere el continente jerarquia artista suma, allo poderio simbolieo.y_arrolladora unidad. Espaita ima en América y plural en Espatia, Cuando pienso en las Espatias pienso en Castilla, en Galicia, en /Ara- fg6n, en Catalufa, en Andalucia, pero no pienso en América, porque alli las Espafias se han convertido en Espaiia, ‘all el arte plural de las Espafias se ha com ppactado, por obra y gravia del barroco, en el arte de Espafia‘o'si se quiere de trans-Espati El arte plural de Espafia que en la peninsula puarda cierta secuencia eronoldgica, en América ln pierée y se fonvierte en un arte intemporal, en el que coexisten Jos diversos estlos que han perdido su significacién historica. para aleanzar un sentido transhistorico 0 i trahistorico. Lo espafol in genere ha disuelto lo espaiiol hist6rico, Walter Palm tainbign advirtié el fenémeno en un esclarecedor articulo titulado «Estilo y Epoca en of Arto Colonials, que comienza asf: «Se habrié ganado mucho para el entendimiento de la histor arte colonial hispinico cuando se Tl concepto de la sucesion de los estilos historieas con el de su cvexistencia, Habra que estudiar, pues, el fend- meno de una duracion simulténea de expresiones que hha perdido su. sentido de_enunciacion historica. Efecti- vamiente, eo cl arte del Imperio espafol de ultramar, tales manifestaciones fuera de la época no indican ad venimiento o muerte de un estilo» (12). Palm ilustra su tesis con multitud de ejemplos de ese arte simulté- neo que nos offece América: resabios de goticismo cen una portada barroea, balaustres platerescos en un retablo dieciochesco, arcos misilineos, isabelino-mudé- jares, en un edifcio del siglo XVI, ete. No cabe duda do que esto existe. en general, aglutinado por el arte barroco que es el colosal fundente de todo ello. Palm 180 lo estudia, pero no saca conclusiones. Esto es para mi uuno més ‘de los signos que nos demuestran que en América Ia Historia ha detenido sw proceso 0 por lo menos Io ha suspendido, aprisionada por las raices unitarias de un fondo transhistorico. Por eso decia- mos, paginas atris. que Sudamérica no tenfa. histor que en vez de historia tenfa arquitsctura: arquitectura, bien entendido, no historica, sino intrahistorica. Una arquitectura invariante que se salta la evolucion de Jos estilo ‘Ademas de encontrar en la arquitectura sudam cana esta unidad, producto de Ia fuerza de succién det continents, otra nota que la distingue es su religiosidad. [La arquitéctura americana es una arquitectura eminen- temente religiosa, aun en sus ejemplos de arquitectura civil. Es religiosa porque es una arquitectura simbélica ¥ de prestigio, cya misiOn principal es la de imponer una determinada civiizacién basadda en una ereencia religiosa. El pathos religioso de esta arquitectura irradia en cada monumento, deste el més grandioso hasta el mis modesto, Esti pensada para provocar el asombro y el rapto hacia lo numinoso. Pocas veces se puede Sentir la fuerza absorbente de lo religioso como Ia sen- timos ante fachadas del tipo de las de Tepotzotian o de Ocotlan, Parece que una fuerza superior a nosotios nos arrastra y nos subyuga. Sus elementos giran y se conmueven con temblor de llama, provocando el rapto de nuestros sentidos. Los éculos estrellados que centran algunas de estas fachadas son como los sumideros de lun torbellino enajenador. Las fachadas de muchos tom- plos de América son altares puestos en la calle, No es tun hecho insdlito, porque en Espafia pronto cundié, sobre todo en el arte isabelino y en el barroco, el deseo de sacar Jos retablos fuera, Pero Jo que en Espatia todavia se hizo con cierta prudencia y jerarquia, en sin contencién alguna, des- jo. ¥ se hizo, aparte la razén 181 de imponer extemamente, por otra motivacién en la due no se ha reparado y que me parcce fundamental Y es que el espacio sagrado.en el templo.americano fo es tanto el quo exté dentro como et que esta atuers, Desde qu, en fos comienzos de la evangehzackn, cl pueblo indigena, muy mimeroso, quedaba fvera de tos tomplos asiiendo al cto que se celbraba en 1s capillas abertan, llamadss también capills de indios, la ees adquirié una peculiar exterforizacion, Mientras la pequefia elesia seria para in sociedad espaol. 9 etilla, el atrio 0 recinto exterior mura ext el vei dladero tempo de los indigenas, Desde tl contemplatan Tas ceremonias que se realvaban en la caplla abierta Ota apis os egies roeatan et rein a madas a fos muros del mismo, ‘Tenfan por objeto que en ells so detuvieran Tos pasos durante las proces ns. Por ello se Mlamabsn capllas «nosis. Son un el Imento’interesantsimo dele esictora.dinamica de templo americana y corresponden tambien al espacio sacro exterior, Son’ famosas las capills «posise del Convento. mejicano de" Hucjotringo,tratadas como ekeubhar»musulmanas con tn. (edo piramdal, que recuerda las construccioes del Andals © del Magreb Esta ext del expacio sacr0 nos tetra, sin aque de ello queramos derivar ninguna consecuencia, al sentido tambien sagrado que tiene cl patio de la Nice- atta, Es cirioso que tn programa pico de Mezauita S repita en la capiia real del convento de Chol (México). Este oratorio de columnas, como tna aljama mnusuliana estaba abierto a patio y fanctonaba como tna calla abirta, lem de Tas capilas «posas» a veces se convierte ao largo de una vlasaord en wh vigrucis, A cada éstacion corresponde tna capilla pequena, como sueede en. la ciudad de Antigua (Guatemala, donde la via parte. del convento de San Francisco y termina en Ia falesin del Calvari, La ituryia sale al extetior yad- 192 quiere una modalidad dindmica que influye en el plan- {camiento urbanistico. Lo mismo que hemos dicho de Ja arquitectura, que es eminentemente religiosa, diria- mos ahora dei urbanismo, ordenado en funcién del ceremonial religioso. El plano de Antigua (Guatemala) ‘con sus miltiples templos y conyentos, todos ellos con sus consiguientes espacios exteriores, mereceria un es tudio en este sentido. La extetiorizacién del espacio sacro es natural que condujera a establecer Ja fachada del templo como si se tratara del allar o retablo exterior. De este modo se mantenia una tradici6n precolombina y las ceremo- nies se realizaban al aire libre, respetando ta aversion del indigena a encerrarse en espacios techados. Como dice Buschiazz0, los pueblos indigenas, totalmente ig. rnorantes del espacio interior, eran pueblos a los cuales fl penetrar bajo una boveda debia producir una sensa+ cién de opresidn, de claustrofobia, de temor cuevifor- me (13). Esto explica que en la arquitectura americana sean més interesantes los espacios exteriores que los inte- riores. En Ja ordenacién del espacio intemo esta arqui- tectura apenas anade nada original y creador, Las gran- des catedrales siguen Ia formula hispénica del amplio templo de planta rectangular con tendencia a igualar Ja altura de naves, tomando como prototipo mis cer~ ‘cano la catedral de Jaén. En las iglesias abovedadas de os siglos XVII y XVIII se repiten, sin novedades no- tables, las disposiciones derivadas de las iglesias manic ristas y vifolescas. Lo ms interesante que aade Amé- rica a la conformacién del espacio interior es la im- presién de profundidad que proviene, como hemos di- cho, de la estructura del templo mudéjar. Aun asi, este espacio interior carece de coherente definicién, en cierto modo de interiorizacion, Una iglesia de este tipo es como tina Sioa cerrada. En algunas iglesias rectangu- lares de estructura de madera como las paraguayes, 183 los pérticos periféricos exteriorizan mis su arqui tura, dando lugar a esa apariencia que por azar coin- cide’ con la del templo griego, dondo igualmente pre domina el sentido escultorico y externo sobre el arqu fecténico intemo. Fn el templo del convento de San Franeiseo, en Santa Fe (Argentina) a mais de estar la Fg. G» — Santa Fe (Argentina). Iglesia del convento de San Francisco, Kjemplo claro de exteriorizacion del templo, fachada principal cobijada por el saliente de la cubierta, cconstituyendo una capilla exterior, todo el flanco lateral descubierto esti recorrido por un pértico lateral, que cumple este anhelo de extetiorizacién, que hace que Ia arquitectura se vierta hacia fuera. En ese fuera esté mucho de lo iméis valioso y més creador de Ia arquitectura americana. Urbanismo y arquitectura se conjugan en unidades may inleresantes, Los espafioles debieron sentir al Negar a América algo ‘asi como una embriaguez de espacio, la posibilidad de planear en gran escala con anchura y amplitud. ‘Acostumbrados a las ciudades medievales, aprisiona- das entre murallas y a la intrineada morfologia de las ciudades musulmanas, el vasto continente, casi virgen, Jes ofrecia una oportunidad ‘nica para hacer realidad Ja utopia. Sus espacios urbanos podian ser tan grandes 184 como se quisiera, la geometria podia imperar sin cor- tapisa alguna. No podria hacerse a sus ciudades el reproche de Descartes a las ciudades europeas, en las que se dirfa que la casualidad, mas que a voluntad de los hombres usando de su razén, es la que las ha dispuesto de esta manera». La gran plaza fue el espacio vital de la ciudad, pero cada iglesia, cada convento, tuvo su. espacio sigrado en toro. En estos espacios cconventuales reside lo mejor del urbanismo americano, ‘2 pesar del nuevo estilo geométrico, la relacién ‘espacio tiene caracteres tradicionales, puramente hhispinicos. Generalmente, la iglesia y el convento for- man una escuadra, cuyo ngulo diedro conforma un Ambito aprisionado por dos de sus lados, que valoran los elementos plisticos de la arquitectura, El tema del compas conventual en escuadra, tan reiterado en Es pafia, en América obtiene su plena consagracién y su mayor desarrollo. ‘Muchas veces cuando no existe la posibilidad de relacionar iglesia y convento, la iglesia aislada se rela- iona con otra menor que se aprieta contra ella como iglesia satélite, La agrupacién de iglesias, una grande dominante y otra u otras pequefias es frecuentisima en. América, y féril en la promocién de juegos volumé- trios y espaciales del mayor encanto arquitecténico. No hay catedral que no tenga un sagratio anejo, con- cebido como una iglesia menor satélite. En cl caso de la catedral de Cuzco el tema se duplica y el cuerpo de la iglesia principal se ve acompafiado por los dos Templos satélites de Jestis y Maria y del Triunfo. Las fachadas de Ins dos iglesias satélites quedan retraidas respecto a Ia principal y se constituyen sends espacios en escuadra de lo mas sugerentes. El movimiento de Jos conjuntos asi conseguidos, acusado a su vez por torres y cipulas, es fuente de contrastes arquitect6ni cos plénos de intencionalidad plistica, Las ordenacio- nes arquitect6nicas a escala mayor se repiten a escala 185 menor forméndose gradaciones descendentes que tienen algo de juego musical, como un mismo tema repetide fen diversas escalas_y’ sonoridades, Un ejemplo muy bello es la igksia del Calvario en Antigua (Guatemala), 4 cuyo cuerpo anteceden dos pequefies ediculos que parecen iglesias de juguete. Una vez mas. se demuestra el valor que adquiere ‘en América la ordenacién del espacio abierto en los patios y claustros. Gracias a la riqueza espacial que offecia el Nuevo Mundo, los claustros americanos son ‘casi siempre muy amplios, a veces enormes, y si sit mg 28-2 tom dos iglesias satélites, 7 =a Pawel uy construccién es con frecuencia elemental y pobre, su grandeza, su horizontalidad, el ritmo pausado y grave de sus aryuerias, les dan aplomo y majestad notable. Sus constrtictores comprendicron que eran ticos en es- pacio y supieron aptovechar uno de los tesoros més agtandes que puede oftecerse a un arquitecto. La gran arquitectura americana posee un sentido de los recursos disponibles que la asemeja a la arqui- {ectura imperial romana, segun al comenzar apuntamos. Los romanos construyeron grandes. ciclopeas moles porque disponian de mucha mano dé obra poco cuali- ficada. Erigfan primero la masiva estructura v luego 186 venian los artistas mas cualificados a revestirla de marmoles, bronees y mosaicos. Los espafioles hicieron Jo mismo: organizaron con un sentido de economia y masiva amplitud Ios enormes corpachones de sus fabri. cas, dejando para puntos concretos: fachadas, portadas, remates, Ia acumulacion decorative, La franqueza con que esti: manejado este concepto tiene a veces algo de brutal desenfado y desgarro: wna fachada riquisima iratada como un fabuloso tapiz, y el resto desnudo y grave, lindando con una simplicidad casi peol6gica ‘anto Ta arquitectura imperial romana, como la es- pafiola son el polo opuesto de la gotica. Una es arqui- fectura de masa, otra es arquitectura de esquelcto, FI ser rica en masa y en espacio le presta a la Fig, 8" — Potost, Sen Bernardo, Una tipica silueta de forma «monticular ‘arquitectura americana su majestad y seiiorio, Con me- nos medios y a veces con unos materiales pobres, ja- nds se ha conseguido tanta dignidad. Una indefinible sensacién de dignidad fue la primeta impresién, nunca desmentida, que me produjeron los monumentos virrei- ales. Se trata siempre de una arquitectura aristocré- y entonada, espejo de un pueblo muchas veces pobre, pero siempre hidalgo. Ante el modesto Cabildo ‘de Buenos Aires, de elementales arquerias blancas, todos 187

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