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Un Manifiesto Teológico

04/09/2014 por Diego Edelberg


En unas semanas, exactamente el 28 de Elul según el calendario hebreo, se cumplen 33 años de mi
nacimiento. Y este nuevo año judío que comienza en breve marcará con la ayuda de Dios un antes y
un después en mi vida: ¡Laila está embarazada y estamos esperando una nena para Enero de 2015!
Más allá de la multiplicidad de temas que me gustaría compartir, hay uno particularmente que inunda
mis pensamientos estos días tan cercanos a Rosh Hashana: Dios.

Como toda teología es una autobiografía, quiero dejar en claro que lo que voy a compartir a
continuación es absolutamente mío y no hablo en nombre de nadie ni de ninguna institución. Es mi
relación personal con Dios y con todo lo que he leído y estudiado sobre el tema. Para muchas
personas lo que voy a escribir puede resultar una herejía. Para otros será una revelación. Lo más
importante de todo es entender que ésta es mi opinión luego de muchos años de búsqueda sincera.
Nadie tiene porqué creer lo que voy a escribir ni estar de acuerdo con mi pensamiento o mi manera
de ver el mundo y la tradición. Estoy muy cómodo con el desacuerdo y lo considero un signo de
vitalidad en el judaísmo. Dudar y preguntarse nunca es un problema. El verdadero problema para la
tradición judía es justamente dejar de preguntarse y convertirse en un autómata que “ya se las sabe
todas”.

Eso es tan solo teología


Una de las cosas que más me costó encontrar al buscar respuestas sobre Dios en el judaísmo fue
que siendo este un tema tan central, nada de lo que leía me resultaba del todo serio. Y debido a esta
falta de seriedad me llevó mucho tiempo dar con algo que pudiera hablarme a mí: un judío que vive
en el siglo XXI y no tiene mucho que ver con un judío que vivió bajo dominación islámica en España
o el medioevo en general.

El problema radicaba en que la mayoría de las personas que conocía y los textos que leía sobre el
tema parecían estar más preocupados por explicar lo que Dios quiere que intentar en esencia
descubrir quién es o qué es Dios. Las preguntas más serias sobre Dios eran tildadas de “simples
preguntas teológicas” y lo más importante era estudiar Talmud, Tora y Halajá para comprender qué
es lo que Dios supuestamente quiere que uno haga. Pero a mi siempre me conmovió saber ¿cómo
puedo discutir qué es lo que Dios espera que haga si no entiendo a qué nos estamos refiriendo
cuando usamos la palabra Dios? ¿Todos están pensado lo mismo cuando decimos Dios? ¿Cómo
sabemos que Dios realmente quiere eso?

Estas preguntas me ayudaron a ver que era inconcebible llamarme Jazán y Educador Judío sin
desarrollar una teología personal que fuera coherente con mi manera de enseñar y utilizar mi voz
como instrumento para conectar con Dios y la gente que reza conmigo. Y en mi camino por lograr
armar mi teología me llevó años descubrir que no necesitaba libros sino un maestro que oriente mi
brújula. El verdadero maestro no enseña data sino las preguntas correctas. El verdadero maestro no
enseña la materia sino que enseña el método. Ningún maestro posee todas las respuestas y sabe
absolutamente todo de todo. Para eso tenemos información o data: libros, podcasts y videos. Pero el
verdadero maestro nos enseña cómo hacernos las preguntas que nos llevarán a develar lo que
estamos buscando. Y aunque tardó años en llegar, mi maestro en teología apareció finalmente un
buen día.
Encontrando a mi maestro en teología
Al igual que me pasó cuando comencé a leer en inglés sobre la Biblia, mi teología cambió para
siempre cuando di con la obra del Rabino y Académico Neil Gillman también escrita en inglés (ver la
publicación Mi Revelación, Rebelión, Reconciliación y Revolución Bíblica). Su obra me permitió
desarrollar un lenguaje para hablar sobre Dios que he presentado en varias publicaciones de este
blog e incluso en mi ebook Dios está presente en este lugar y ¡yo no lo sabía!

gillman

Gillman es el producto de dos pensadores que si bien se originaron dentro del movimiento
Conservador judío son diametralmente opuestos: Abraham Heschel y Mordejai Kaplan (Kaplan
eventualmente se separó del movimiento Conservador y terminó fundando una corriente nueva
conocida como judaísmo Reconstruccionista). Heschel es un poeta que hace teología y Kaplan un
teólogo que hace ciencia. La combinación de ambos es una especie de mezcla perfecta que intenta
hermanar aquello que todos sentimos y no podemos poner en palabras. Heschel como poeta captura
en una oración lo que a cualquiera de nosotros nos llevaría años de pensamiento. Kaplan nos ofrece
una metodología para hablar de Dios sin necesariamente tener que terminar hablando siempre en
términos poéticos. Heschel nos llega al corazón en forma directa. Kaplan a la mente. Heschel es
cálido pero irracional. Kaplan es frío pero racional. Ninguno es mejor que el otro sino dos facetas que
constituyen nuestro carácter humano.

Si consideramos lo importante que es rezar a Dios, para entender la distancia entre estos dos
pensadores un ejemplo nos alcanza. Hay días que estamos más cerca de Heschel y pensamos que

Rheschelezar es tomar conciencia de lo asombroso, recuperar el sentido de aquello misterioso que


anima a todos los seres, el margen divino en todos los logros. La plegaria es nuestra humilde
respuesta a la inconcebible sorpresa de vivir.

Otros días es Kaplan quien nos susurra al oído

KaplanComo el poder que ordena el mundo y la salvación personal, Dios no es una personificación
sino un Proceso. De todos modos nuestra experiencia de ese Proceso es enteramente personal…
Aquellos que critican la concepción de Dios como un Proceso argumentan que es reducir la plegaria
a una simple forma de “hablarse a uno mismo”. En un sentido eso es verdad pero debemos entender
en qué sentido es verdad. Todo pensamiento – y la plegaria es una forma de pensamiento- es
esencialmente un diálogo entre nuestro puro ego individual y nuestro ser en representación de un
proceso que va más allá de nosotros mismos…

Es algo natural
Esto no significa que soy un judío Conservador ni Reconstruccionista ya que me siento por encima
de estas categorías que limitan mi pensamiento. Pero sin dudas en mi pensamiento teológico soy un
seguidor de Gillman quien representa el tejido entre la experiencia emocional incontrolable y nuestra
capacidad de entender algunas cosas que constituyen nuestro ser y nuestra cultura. Cuando rezo
generalmente me siento próximo al Dios de Heschel. Pero cuando no estoy rezando me acerco a
Dios utilizando una metodología naturalista que (siguiendo el pensamiento de Kaplan) me convence
que la religión -y especialmente el pensamiento teológico- comenzó en forma natural a través de la
experiencia del pueblo judío. Para Kaplan el judaísmo es lo que los judíos dicen que es (claramente
tenemos una opinión en el tema) ya que el judaísmo no puede existir sin los judíos. Lo que mañana
decretarán las autoridades judías es lo que será el judaísmo.

La idea que el judaísmo es lo que los judíos dicen que es permaneció conmigo desde el primer día
que la escuché. Esta es una idea absolutamente lógica con el pensamiento de Kaplan puesto que
para él las cosas suceden en forma natural dentro de la condición humana. En pocas palabras, es lo
más natural del mundo que un conjunto de personas que se sienten pertenecientes a un conjunto
que los une conformen una comunidad y desarrollen una religión y una teología. Esto es
básicamente lo que han hecho la mayoría de los pueblos que han existido desde la antigüedad hasta
el día de hoy. Entonces si el judaísmo comenzó con la experiencia del pueblo judío, es
absolutamente legítimo y natural para Kaplan que los judíos revisen si estas experiencias nos siguen
hablando a nuestra generación del mismo modo que le hablaron a generaciones anteriores. En más
de una oportunidad los rabinos tomaron decisiones para asegurar la continuidad del pueblo. En el
mismo espíritu de continuidad Kaplan declara que es lo más natural del mundo que los rabinos hoy
sigan haciendo lo mismo. Si lo natural para nuestros antepasados fue constituir un lenguaje común
que permita una relación con Dios, entonces sigue siendo tan natural que esto suceda como sucedió
hace miles de años atrás.

Pero es fundamental entender que la noción que todas nuestras conversaciones sobre Dios salen en
forma natural desde el ser humano que intenta utilizar un lenguaje para hablar de Dios, no significa
necesariamente que los seres humanos hemos “inventado” a Dios. Los seres humanos hemos des-
cubierto a Dios y luego inventado un lenguaje para intentar caracterizar el Dios que experimentamos.
Las palabras que usamos para hablar de Dios nacen desde un acto profundo que intenta des-cubrir
esa experiencia genuina de realidad que nos transciende y que todos sentimos pero ningún filósofo
puede explicarnos. Intentar responder entonces qué es Dios desde una perspectiva judía es
atreverse a explorar las palabras que los judíos hemos utilizado para darle un sentido a nuestra
historia, nuestra misión y nuestras vidas.

#3 Temas Centrales de mi pensamiento Teológico

#1 El mito de la Revelación
El tema de la Revelación sigue siendo para mí el más importante en el judaísmo porque la
Revelación establece el concepto de “autoridad”. En los últimos años he realizado un esfuerzo
intelectual enorme por intentar recordar quién me enseñó que la descripción de la Revelación en el
Monte Sinai que aparece escrito en Shemot (Éxodo 20 en adelante en la Biblia) es históricamente
cierto. No sé por qué me contaron eso pero durante muchos años creí que la Revelación de Dios en
el Sinai era históricamente verdadera y lo que tenemos preservado en la Tora es una crónica real de
lo que sucedió. Sin embargo a medida que más profundizaba en el tema descubría que ningún
pensador serio cree realmente eso. Ni siquiera la mayoría de los rabinos en la modernidad. Para la
mayoría de los pensadores modernos judíos todo lo que está escrito en los primeros cinco libros de
la Biblia hasta el profeta Isaías es un mito.

Pero es importante entender que un mito no es una mentira. Tampoco es una explicación imperfecta,
primitiva o errada. Un mito es una relación simbólica con la verdad. Todos los mitos son verdaderos
porque su relato no es históricamente certero o real sino imaginario. Entendidos tal cual son
(leyendas, relatos imaginarios, poéticos o metafóricos) no intentan demostrar un hecho sino ofrecer
“sentido”. Y en ese sentido nadie puede negar que son verdad. Por eso cuando leemos y
agradecemos a Dios por la Revelación una y otra vez en nuestras plegarias no importa cuán
históricamente precisos estamos siendo sino que lo que realmente importa es lo que estamos
sintiendo. Ésta es la verdadera justificación de por qué seguimos necesitando el ritual en nuestras
vidas. La recreación mítica que llevamos a cabo en forma práctica (eso que llamamos ritual) sigue
teniendo tanto sentido hoy como ayer.

El día que logré entender esto mi relación con Dios y el judaísmo cambió para siempre. Porque si el
relato preservado en la Biblia sobre la Revelación de Dios nunca sucedió tal cual está escrito
entonces, ¿por qué hacer algo judío? Si sabemos que Dios no puede hablar puesto que no tiene
boca, la Revelación del modo que está preservada no es históricamente cierta y los judíos nunca
fueron históricamente esclavos de ningún Faraón en Egipto entonces, ¿qué celebramos en Pesaj? Y
la respuesta es que estamos lidiando con mitos y no historias. De hecho las historias son irrelevantes
aún cuando Pesaj tiene una cualidad histórica y una cualidad mítica. Cuando exclamo durante el
Seder de Pesaj que “fuimos esclavos del Faraón en Egipto” sé que lo que estoy diciendo es
profundamente verdadero aún cuando no es históricamente cierto.

La experiencia mitológica nos sucede con todo lo que nos rodea. En mis recuerdos preservo dos
versiones diferentes de mis cuatro abuelos que ya no están presentes en este mundo. Un recuerdo
es histórico y otro es mitológico. Un recuerdo es quienes fueron como seres humanos históricos y el
otro es mi propio relato sobre ellos y ellas. Y lo más importante es que ambos recuerdos (el histórico
y el mitológico que revivo cada vez que me acuerdo una anécdota) son verdaderos dentro de mi.
Sabemos que hay un Jesús histórico y hay un Jesús mitológico y las diferencias entre ambos son
sorprendentes. Pero no solo sus diferencias son sorprendentes sino que la existencia de ambas
narrativas en la historia de nuestra humanidad son verdaderas (si bien yo no creo en el Jesús
mitológico no puedo negar la existencia de una narrativa acerca del mismo que es verdadera para
muchas otras personas). Del mismo modo hay un Papa Francisco y un Obama que son históricos y
algún día les aseguro ambos también serán mitológicos. Y en un tiempo no muy lejano historiadores
y fanáticos escribirán cientos de libros acerca de estas dos personas y la tensión entre lo histórico y
lo mitológico de cada uno de ellos será parte de un fuerte debate. Así todo deberíamos ser
recordados que ambos relatos serán siempre verdaderos si son entendidos en su propio contexto.

La liberación
Comprender el significado de la experiencia mitológica fue crucial en mi desarrollo teológico. Porque
hasta que no pude combatir esta idea y estructurarla en mi mente no pude avanzar. Fue a partir de
que me liberé de esta comprensión literal y fundamentalista del texto de la Biblia que se abrió un
espacio para creer nuevamente. Aceptar que la Tora no es históricamente verdadera pero es
mitológicamente verdadera es lo que me permitió entender cómo la misma consigue crear
esperanza, comunidades, sentimientos muy profundos, comportamientos y por sobre todas las cosas
ofrecer un sentido a la vida.

En el fondo un mito es un relato que posee tanto elementos imaginarios como reales que nos ayudan
a hacer comprensible nuestra experiencia humana ofreciéndonos una construcción de la realidad. Se
trata de una narración que arranca el orden del caos. No nos contentamos con ver los
acontecimientos como desconectados, aleatorios e inexplicables. Anhelamos comprender el orden
subyacente en el mundo. Un mito nos dice por qué las cosas son como son y de dónde vinieron. Un
relato como este nos conforta asegurándonos que el sentido de nuestra existencia es algo útil. En
efecto un mito es algo esencial. Sin un mito no hay un significado o propósito para la vida. Sólo hay
un enorme e infinito vacío.
Justamente el mensaje del Seder de Pesaj encierra el anhelo por excelencia de la tradición judía. Y
ese anhelo es la Redención o Salvación Final. La Redención de Israel en la Biblia no fue
simplemente un evento del pasado sino del presente. No es una historia sino una noticia. Para
experimentar correctamente Pesaj debemos recurrir a la experiencia mitológica: debemos sentir que
estamos siendo liberados ahora mismo. No solo nuestros antepasados fueron salvados sino que los
rabinos declaran que ¡en cada generación somos salvados nuevamente! Este es un argumento
extremadamente poderoso al declarar que el Éxodo no solamente sucedió sino que esta sucediendo
en este instante. Este es el “mito eterno”. El sentido del mito (a diferencia de la historia) es que el
mismo realmente se repite y se revive en forma continúa hasta la eternidad. Los grandes eventos en
la vida de una comunidad religiosa (sea esta judía, cristiana o cualquier otra) resuenan en forma
perpetua y constante. Permanecen eternamente en el presente. Si esto no ocurre entran en el plano
de la “historia” en lugar del “mito” y ya no cumplen la misma funcionalidad. Simplemente los leemos y
decimos “qué interesante”. La historia es interesante, pero el mito es emocionante.

#2 Los retratos de Dios


¿Cómo llegué a la conclusión que la Tora no es una crónica histórica sino un mito? De la forma más
obvia de todas: no puedo creer que Dios habla. Y si Dios no puede realmente hablar entonces ¿qué
significa en la Tora cada vez que Dios habla con Moisés? ¿De quién son las palabras que están en
la Tora? Claramente Kaplan (y Maimonides) me enseñaron que si Dios no puede hablar porque eso
sería limitarlo en su esencia entonces las palabras de Dios son las palabras del pueblo judío. Lo cual
significa, nuevamente, que el judaísmo en sí es la creación de los judíos.

Y lo más increíble es que si bien nuestros antepasados tenían prohibido hacer retratos de Dios, los
hicieron de todos modos una y otra vez. Pero no utilizaron pinturas ni esculturas sino palabras. La
tradición judía está saturada de retratos de Dios en palabras. Cada página de la Tora tiene un retrato
de Dios en palabras que describe cómo es Dios, qué quiere, cuales son sus motivaciones, cuales
son sus emociones, sus sentimientos y sus actividades. La prohibición de retratar a Dios nunca
inhibió a mis ancestros. ¡Por el contrario los liberó! Como sabían que nadie realmente puede
describir al Dios en si mismo (en su verdadera esencia puesto que está más allá de la comprensión
humana) se sintieron libres de crear sus propios retratos de Dios.

¿Quieren un retrato de Dios en palabras? Abran cualquier libro de la Biblia y la literatura rabínica.
Dios en el cuento de Job charla con Satán y deciden hacer una apuesta sobre la vida del pobre Job.
Ahí tenemos un retrato de Dios en palabras. Sé que en este momento están imaginando cómo sería
este escenario de Dios conversando con Satán. Y si lo están haciendo acaban de crear un retrato de
Dios en su mente utilizando palabras en lugar de pintura o escultura. Cuando Dios le dice a Abraham
que ofrende a su hijo estamos leyendo un retrato en palabras de Dios. En el Salmo 44 los hijos de
Israel le piden a Dios que se despierte, ¡qué fascinante retrato de Dios! ¿Dios duerme? No solo eso,
según el Midrash Dios llora cuando ve que el Templo ha sido destruido. Si están pensando cómo
sería Dios llorando acaban de sumarse a la tradición ancestral rabínica que llenó el Talmud de
retratos de Dios en palabras.

#3 El espejo
El tercer tema central que constituye mi pensamiento teológico se deriva del punto anterior, ¿de
dónde sacaron mis ancestros estos retratos de Dios en palabras? Y la respuesta es que
construyeron sus metáforas o imágenes de Dios (aquello que he llamado retrato en palabras)
mirándose al espejo, es decir, mirándose a ellos mismos. Como es imposible escapar de nuestra
condición humana al querer nombrar lo in-nombrable, mis antepasados utilizaron la única referencia
que los seres humanos tenemos: nosotros mismos. Y utilizando nuestra existencia como referencia
proyectaron hacia arriba las cualidades más perfectas que imaginaron en algo que estaba hecho a
imagen y semejanza de los humanos. Por eso en la Biblia Dios es descripto como una personalidad
y ¿cómo podríamos entender si no fuera así que Dios parece un “super ser humano” a lo largo de
toda la Biblia? En los retratos en palabras Dios posee en la Biblia todas las cualidades, sentimientos
y motivaciones más humanas que podemos conocer. Lo que esto me permitió fue cambiar el juego y
en lugar de mirar hacia arriba poder ahora liberar a Dios del problema y comenzar a indagar cuándo,
cómo y por qué se crearon las metáforas (o retratos en palabras) de Dios. El problema era humano y
no divino. Y si las metáforas fueron cambiando podría ahora pensar por qué Dios fue llamado Rey,
Padre o Señor y no Reina, Madre o Señora. Las decisiones en función del nombre de Dios eran
creaciones humanas delimitadas por un contexto social determinado. Y esto hacía ahora del estudio
de Dios y sus metáforas algo mucho más apasionante para mí.

La conclusión de esto es que la teología recapitula la antropología. En palabras más simples,


nuestros antepasados crearon sus retratos en palabras de Dios a la imagen del ser humano. Esto es
lo que la liberación con respecto a la lectura no fundamentalista ni literal de la Biblia me permite
escribir y entender. Pero quiero que quede claro que no escribo todo esto con un profundo sentido
de certeza sino ambigüedad y tensión con mi pensamiento en la forma más honesta posible. Y repito
que la tensión en lo que concierne al pensamiento teológico es algo muy saludable. No hay nada
más saludable que tener preguntas que uno no puede ni sabe cómo responder.

El tema del espejo como referencia para construir nuestra idea de Dios también me permite
cuestionar cuando la gente me dice que no cree en Dios y les pregunto justamente en qué retrato de
Dios no creen. Generalmente resulta que yo tampoco creo en ese tipo de retrato de Dios que
describen. Es decir que no siempre compartimos el mismo retrato en palabras de Dios. Pero cuando
rezo busco a Dios como una presencia del mismo modo que busco otras cosas como el amor, el
deber, la justicia y la esperanza. Curiosamente nadie me pregunta si creo en estas cosas y cuando
yo pregunto si los demás creen por ejemplo en el amor me dicen siempre que obviamente sí aunque
nadie puede realmente ver ni describir el amor en sí mismo puesto que es una abstracción. Pero yo
conozco el amor, lo experimento constantemente y sé que está allí. También siento otras veces
frustración, miedo, ansiedad, bronca y dolor y aunque no creo en estas cosas también sé que son
reales.

Palabras Finales
Hay muchos temas más con los que aún no he podido terminar de llegar a una conclusión en mi
búsqueda teológica. Espero Dios me de salud para seguir indagando en su nombre que tanta
satisfacción me ha dado. Pero principalmente me cuesta terminar de construir una teología que
resuene conmigo en lo que respecta al mal, el sufrimiento y la muerte. En algún punto creo que el
sufrimiento es redentor (sé que esto suena muy cristiano pero debemos recordar que los primeros
cristianos eran judíos). Es decir, la sensación de la falta y por qué tenemos que atravesar períodos
de sufrimiento es parte del proceso necesario en el tikkun (la reparación cósmica) que traerá la
redención mesiánica. Si no creemos en esta imperfección nuestra vida no tiene sentido. El judaísmo
precisa de lo errado e incompleto para que su teología tenga sentido. Si no creemos que es
necesaria la falta, el error, el sufrimiento y el mal no precisamos del Día del Perdón ni de ninguna
otra festividad. De hecho el judaísmo tiene sentido si abrazamos la idea de lo imperfecto y fallado
que está el mundo para que nuestra existencia tenga el propósito de ayudar en el proceso de
redención.
Y esta idea resuena muchísimo con mi manera de ver el mundo y parte de lo que constituye el alma
de este blog. Hace un tiempo escribí que para mucha gente vivir en paz significa que absolutamente
“todo cierre”, que todo “tenga sentido” y que todas las cosas “sucedan por algo”. Para mi vivir en paz
significa desarrollar la capacidad de abrazar las contradicciones, lo diferente, lo que para otros es lo
obvio y para mi no, lo que muchas veces no cierra, lo insensato, lo ilógico, lo desconocido incluso lo
paradójico, lo irónico y lo absurdo. Me siento mucho más cómodo con la tensión que con la idolatría
y el fundamentalismo de ideas. Me gusta el camino de la incertidumbre por encima de las supuestas
razones o respuestas.

¿Por qué escribo todo lo que escribo? ¿Para qué me siento durante horas a pensar y enseñar sobre
todos estos temas tan complejos? Porque es un modo de darle sentido a mi existencia. El judaísmo
lidia con las grandes preguntas. Esas preguntas que tocan la delicada fibra de la que está hecha el
alma y nos interpelan a responder ¿qué significa vivir? ¿qué se supone que debería hacer con estos
breves años que me son dados? La lucha por responder por qué y para qué existo; qué se supone
que debería lograr; cómo debería vivir; son las preguntas que siempre me han conmovido y son
justamente esas mismas preguntas las que la tradición judía enfrenta constantemente. La forma de
lidiar con estas preguntas como judío es leer textos (y en la modernidad también la información que
viene en otros formatos) y generar preguntas que se relacionan con esa información contemplando
siempre la verdad más auténticamente humana y que me conmueve en forma directa.

Si les gustaría explorar más sobre este tema puedo recomendarles mi ebook Dios está presente en
este lugar y ¡yo no lo sabía! Algunas respuestas están allí…otras ya vendran…

Archivado en: Dios de los judíos


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judía, revelacion, teología judía, tora

J&J 005: La Música de la Biblia – ¿Cómo y por qué se cantan las Sagradas Escrituras?
29/01/2014 por Diego Edelberg 6 comentarios

Podcast J&J005: – La Música de la Biblia – ¿Cómo y por qué se cantan las Sagradas Escrituras?
En este nuevo Podcast nos metemos en el fascinante mundo de la música en la Biblia.

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El poder de la música
La primera transcripción en la historia de los símbolos que son utilizados para cantar la Biblia según
la tradición judía fue realizada en el siglo XVI por un erudito cristiano llamado Caspar Amman (c
1460-1524). Amman fue el primero en pasar a notación musical occidental (es decir a partitura) una
tradición que había sido oral por miles de años. En sus anotaciones Amman escribió:

Las letras sin vocalización son como un cuerpo sin alma,

Y las letras sin cantilación son como un rey sin corona.


Al utilizar la palabra cantilación Amman se refería a lo que se conoce en hebreo como taamei
hamikra, literalmente el “sabor (sentido) del texto”. Los taamei hamikra son los símbolos que se
utilizan para acentuar, marcar la correcta puntuación y otorgarle música al texto de la Biblia.

¿Por qué es la Biblia cantada y no leída por los judíos en los servicios religiosos? Quizás porque
antiguamente no todos tenían una copia de la Biblia a mano para seguir las lecturas públicas y era
más fácil para las personas recordar las historias y textos bíblicos como canciones. De hecho si les
pido que me reciten un poema quizás les resulte imposible y sin embargo si les pido que me canten
una canción (que no es más que un poema con música) probablemente puedan recordar cientos de
textos.

Pero ¿quién inventó estas melodías? ¿Por qué hay tantas versiones diferentes? ¿Cuál es la melodía
original o verdadera? ¿Por qué es tan importante entender la correcta aplicación de los taamei
hamikra (los símbolos que dan sentido al texto)?

La realidad es que la música representa tan solo una fracción del fascinante mundo de la cantilación
bíblica judía. La discusión sobre cómo es cantada la Biblia según la tradición judía nos lleva a
conceptos más profundos que tan sólo «sonidos». Nos invita a reflexionar sobre el sentido mismo de
la Escritura. Plantea preguntas tales como: ¿qué significa que el judaísmo opera dentro una
categoría literaria? ¿Por qué la utilización de «textos» como la principal forma de experiencia judía?
Y por sobre todo esto el tema desencadena cuestiones centrales con respecto a los desafíos que se
nos plantean a nosotros como lectores y practicantes de esta tradición que se basa justamente en
palabras y la interpretación de esas palabras.

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Una parte de Dios


22/11/2013 por Diego Edelberg 4 comentarios

Educar en preguntas
Extrañaba escribir publicaciones breves después de haber escrito un ebook tan largo. Así que aquí
regreso a lo breve que como dicen, “lo bueno si breve, dos veces bueno”.

El domingo pasado en mi clase con alumnos y alumnas de 12 y 13 años discutimos sobre Dios.
Estas clases son mis favoritas. Los chicos a esa edad aún no están condicionados totalmente por
aquella doctrina que llamamos “educación” y que muchas veces cierra el proceso de descubrimiento
en pos de ofrecer respuestas finales que lo hagan a uno útil en el sistema escolar y luego al buscar
un trabajo. Generalmente educamos para que nuestros alumnos tengan respuestas. A mi me gusta
educar para que mis alumnos tengan cada vez más preguntas y dudas porque estoy convencido que
así se crece más y la vida se hace más divertida.

Una parte de Dios


Mientras discutíamos por qué Dios es tan difícil de capturar, una de mis alumnas me ofreció una de
las mejores respuestas que he escuchado en los últimos años: “es difícil capturar a Dios porque
somos parte de Dios”. ¡Espectacular! Sin embargo una frase así debe ser cuidadosamente explicada
porque rápidamente podríamos caer en la conclusión que nosotros mismos somos Dios. Pero lo que
la tradición judía enseña es que cada uno de nosotros tiene una parte de Dios.

No podemos separarnos completamente de Dios y verlo como un objeto. Por ese motivo nunca
podemos ni podremos capturar su totalidad. Querer ver a Dios es como querer ver nuestros ojos sin
un espejo adelante. En ese sentido mi alumna tenía razón: Dios es todo incluido nosotros mismos.

Tan grande como el mar, tan pequeño como sus olas


Una metáfora que leí hace poco y me parece muy a tono con toda esta idea es la que dice que Dios
es como un océano y nosotros somos sus olas. Las olas parecen estar separadas del océano,
subiendo y bajando a su voluntad. Pero aunque parecen estar separadas, las olas están hechas del
mismo océano y no pueden existir sin el mismo. El océano a su vez es mucho más que la totalidad
de las olas y sin embargo podemos aprender mucho del océano mirando el comportamiento de sus
olas. Del mismo modo podemos aprender mucho de Dios mirando el comportamiento de sus
criaturas, es decir mirando a otras personas.

Shema Israel
Así se hace evidente una de las expresiones más famosas y centrales del pueblo judío: Adonai Ejad
(Dios es Uno). Repetimos el Shema Israel todos los días dos veces por día no porque no lo
entendamos sino porque debemos recordarnos que Dios es parte de todo incluidos los seres
humanos con los que estamos violentamente en desacuerdo. Cuando cerramos los ojos para recitar
el Shema debemos por un instante hacer el esfuerzo más grande que podamos y recordarnos que
toda la Creación (montañas, océanos, bosques, ciudades, hormigas, amigos, desconocidos,
abrazos, canciones, besos, miradas, dientes, ¡todo!) comparte Una cosa en común. Dios, bendito
sea Su nombre.

Archivado en: Aforismos, Citas, Espiritualidad y Religión, Judaismo Hoy


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J&J 003: De qué se trata Toda la Historia Judía


21/11/2013 por Diego Edelberg 1 comentario

Con el lanzamiento del ebook Toda la Historia Judía me siento entusiasmado y al mismo tiempo
relajado. El ebook realmente me ha llevado un año de trabajo y ver que finalmente está a la venta (¡y
con un precio muy accesible por las próximas dos semanas!) me permite volver a escribir algunas
publicaciones más cortas y retomar la serie sobre el judaísmo medieval que quiero terminar antes de
Agosto de 2014 (¡cruzo los dedos!).

El ebook ya ha sido descargado por más de 15 personas en el primer día que salió a la venta y si
bien ninguno aún ha podido darme una devolución (¡primero tienen que leerlo!) los comentarios
hasta ahora han sido muy positivos. Nadie ha tenido mayores problemas para descargar los archivos
lo cual también es un alivio tecnológico.

Lo que quería ofrecerles en esta publicación es un nuevo PodCast que pueden escuchar a
continuación donde les cuento un poco cómo concebí la idea de escribir un libro sobre Toda la
Historia Judía, cómo está estructurado y cuáles fueron los desafios principales que tuve que
atravesar.

Cómo concebí el ebook Toda la Historia Judía


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Podcast: Descargar (Duración 25:05 – 23 MB)

Espero que este PodCast sea útil para quienes ya están leyendo el ebook y al mismo tiempo
entusiasme a quienes aún no lo compraron 🙂

Si se motivaron tanto al escuchar el PodCast y quieren ya mismo comprar el ebook aquí les dejo
nuevamente el enlace directo: Toda la Historia Judía.

Archivado en: Actualidad Judía, Podcasts


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De Hebreos a Israelitas y de Israelitas a Judíos ¿Cuánto ha Cambiado el Judaísmo?


11/07/2013 por Diego Edelberg 8 comentarios

Cambia todo Cambia


Hace unas semanas escribí una publicación sobre el Judaísmo Ortodoxo. Entre los comentarios a
dicha publicación noté resurgir cierta tensión con un tema que parece recurrente y con el cual
muchos se sienten terriblemente ofendidos. Me refiero al hecho concreto e innegable que la tradición
judía no ha sido siempre igual sino que ha cambiado en repetidas ocasiones. Este tema no es nuevo
en este blog ya que lo he abordado en muchas publicaciones (Tradición: ¿cambio o continuidad?
Respuesta al judaísmo Ortodoxo y Cómo vivir el judaísmo de nuestro tiempo son dos buenos
ejemplos).

Pero me parece que el motivo por el cual la gente se pone nerviosa con este tema es absolutamente
psicológico. Parecería surgir por el temor a la no aceptación que el cambio forma parte intrínseca de
la vida y la existencia. El cambio no es lo anormal sino la norma. Paradójicamente muchos prefieren
agarrarse de aquello que supuestamente no muta (como si existiera algo así) porque se convencen
que eso les da más seguridad. ¡Pero la verdad del mundo funciona completamente al revés! Cuanto
más idólatras nos volvemos de nuestras ideas más nos congelamos en el tiempo y menos podemos
conectarnos con nuestra tradición permitiendo que fluya dentro nuestro.

El Fantasma del Cambio


Mucha gente le teme al cambio y es entendible que esto ocurra. Cambiar no es fácil. Es de hecho
una de las cosas más difíciles. Cualquiera estaría de acuerdo que toda la esencia de Iom Kippur (El
Día del Perdón) y de muchas de las festividades judías se basa en la idea del cambio. La conciencia
que uno puede y debe cambiar para hacerse mejor fluye naturalmente en la vida judía. Pero
curiosamente esto mismo no parece ocurrir con tanta fluidez con ciertos textos o ideales que se
convierten en ideas fijas. Y si uno se atreve a cuestionar su historicidad (preguntarse cuándo fue
escrito, por qué fue escrito y quién lo escribió) puede llegar a ser considerado un hereje.

Así, ante este temor al cambio, acá comparto una vez más mi respuesta a dicho comentario con
respecto a la idea del cambio en la tradición judía.

Dime con quién andas y te diré quién eres


Cómo llamamos al pueblo judío ha ido variando históricamente. Tomando como referencia «la
historia mundial” (lo cual implica que estoy viendo la historia general filtrada por palabras como
“antiguo”, “medieval”, “premoderno” y “moderno”) los judíos participaron en diferentes períodos de la
historia en los cuales el mundo no era exactamente el mismo que nosotros conocemos hoy y por
ende sus pensamientos y prácticas tampoco eran exactamente iguales.

El judaísmo que Moisés practicaba no era exactamente el mismo que Rabbi Akiva practicaba luego
de la destrucción del Gran Templo cuando los Cohanim o Sacerdotes se quedaron sin empleo (ya
que vivían para trabajar en el Templo) y la palabra “Rabino” ni siquiera existía en el vocabulario
hebreo. Moisés jamás hubiese entendido si un hebreo le hubiera preguntado en medio del desierto
“¿qué ponemos en la keara durante la noche del Seder?” o le hubiese pedido que cante el Jad
Gadia.
Por otro lado el judaísmo que practicaba Maimonides en el siglo XII en la España Medieval bajo
dominación islámica no era exactamente el mismo que practicaba Rabbi Akiva quien jamás escucho
hablar de una religión llamada Islam.
Ni siquiera nosotros hoy en la modernidad practicamos el mismo judaísmo que Maimonides
practicaba ya que el jamás se imaginó que surgiría un movimiento Ortodoxo, Reformista,
Conservador o incluso algo llamado Jabad Luvabitch (con un retorno al sistema de herencia de
liderazgo por linaje y dinastía) y aún más complejo de explicar, algo llamado “Sionismo”. Claramente
lo que sucede en la historia mundial afecta la historia judía.
En el tiempo bíblico por ejemplo, la esclavitud era aceptada. En la época en que los Rabinos
terminaban de escribir el Talmud la esclavitud era aceptada. Hasta el siglo XVIII entre muchos judíos
formados y bien educados la esclavitud era algo aceptado. Hoy no existe ninguna corriente judía que
defienda la esclavitud. Dejar de tener esclavos fue un proceso social que sucedió en la conciencia
humana mundial y cambió la historia judía también.

¿Hebreos, Israelitas o Judíos?


Los judíos no siempre fueron «judíos». Comenzaron a serlo una vez que se instalaron
geográficamente en Judea. Pero si uno lee toda la Tora en ningún momento somos llamados judíos
sino hebreos y luego benei Israel (los hijos de Israel, es decir los hijos de Iaacov). Nadie niega que
los benei Israel que se instalaron en Judea eran monoteístas y practicaban el judaísmo que
involucraba el asesinato de animales en un Templo como ofrenda a Dios. Pero justamente luego de
la destrucción del Gran Templo los habitantes de Judea tuvieron que adaptarse a una nueva
condición social e histórica (diferente a lo que sus abuelos llamaban tradición judía) cuando el
Templo fue destruido y los Cohanim o Sacerdotes destituidos. Ya desde ese entonces el significado
de la palabra judío alude a una designación no solo religiosa sino étnica.
Si no cambia entonces…¡es falso!
Cuando algo cambia no significa que por eso no es verdad sino que en el judaísmo “la naturaleza de
lo eterno y verdadero” contempla el cambio dentro de la tradición. La sabiduría judía no es estática
sino dinámica. El sabio en el judaísmo no es el que no se equivoca sino el que aprende cosas
nuevas y cambia. Muchas veces sentimos la necesidad de sostener Ideas Eternas y Verdades
Absolutas que no puedan ser contradichas porque utilizamos una lógica binaria que nos obliga a
pensar que si algo cambia entonces no es Verdad. Primero y principal “verdad” es tan solo una
palabra más. Y como cualquier otra palabra también hace alusión a diferentes cosas de acuerdo a
quien la está usando y qué entiende al usarla. Pero lo más importante es entender que la Verdad
judía (al igual que su sabiduría) no es estática sino dinámica. Este proceso de intentar preservar el
carácter esencial del judaísmo mientras se trata de ajustarlo y acomodarlo a los desafíos que la
historia nos ha presentado ha mantenido al judaísmo como algo vital, vibrante y dinámico en lugar de
fijo, inerte y estático.

Simplemente hay que abrazar el cambio


La historia judía nos ha enseñado que cuanto más nos resistimos al cambio más lo sentimos. Los
judíos hemos tenido la sabiduría de no resistir sino adaptarnos. Adaptarse no es algo malo sino que
es aceptar la inevitable e incontrolable naturaleza del cambio que solo un obstinado se niega a ver
como algo intrínseco de la vida y la Creación. De hecho nuestra propia vida muchas veces no es lo
que soñamos, imaginamos, creemos o pensamos que nos merecemos o va a sucedernos. Nuestra
propia vida es finalmente lo que vamos haciendo con aquello que nos va sucediendo y aconteciendo
en la vida. Claramente nosotros nos vamos adaptando a cada segundo y sabemos perfectamente lo
que es adaptarse a las condiciones que se nos presentan.

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