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ESTUDIOS BÍBLICOS

ELA:
VERDADERO HOMBRE
VERDADERO DIOS
(LUCAS - TOMO I)
Ediciones las Américas, A.C.
Domicilio: Dirección Postal:
Prol. Reforma 5514 Apartado Postal 78
72130 Puebla, Pue., México 72000 Puebla, Pue., México
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A menos que se indique lo contrario, todas las citas
bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera 1960.
Editado por el personal de
Ediciones las Américas, A.C.
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Primera edición, 1993
Prohibida la reproducción parcial o total
© 1993
Ediciones Las Américas, A. C.
ISBN 968–6529–19–5
CONTENIDO
1.     A Teófilo con amor
Lucas 1:1–4
2.     Primer anuncio importante
Lucas 1:5–25
3.     Segundo anuncio importante
Lucas 1:26–80
4.     Nacimiento del Hiji del Hombre
Lucas 2:1–38
5.     Vida preministerial del Hijo del Hombre
Lucas 2:39–3:22
6.     Genealogía y tentación del Hijo del Hombre
Lucas 3:23–4:13
7.     Ministerio en Galilea
Lucas 4:14–6:11
8.     El Hijo del Hombre elige e instruye a sus discípulos
Lucas 6:12–49
9.     Actividades y asociados de su ministerio
Lucas 7:1–8:56
10.     El Hijo del Hombre visto en su gloria
Lucas 9:1–50
11.     Ministerio en Judea
Lucas 9:51–11:13
12.     El Hijo del Hombre condena la blasfemia e incredulidad
Lucas 11:14–54
VERDADERO HOMBRE, LUCAS
VERDADERO DIOS
ADVENIMIE PREPARACION MINISTERIO SUFRIMIENT RESURRECCIO
NTO DEL DEL HIJO DEL DEL HIJO DEL O Y MUERTE NY
HIJO DEL HOMBRE HOMBRE DEL HIJO ASCENSION
HOMBRE      3:1–4:13      4:14–19:27 DEL HOMBRE DEL HIJO DEL
     1:1–2:52      19:28–23:56 HOMBRE
     24:1–53
Prólogo     1:1– Ministerio de Juan EN Entrada en Resurrección     2
4 el Bautista     3:1– GALILEA     4:1 Jerusalén     19: 4:1–12
Anuncio     1:5 20 4–9:50 28–44 Ministerio del
–80 Trasfondo Rechazo en Purificación del Cristo
Dos anuncios histórico     3:1–2 Nazaret     4:14– templo     19:45 resucitado     24:
importantes El Mensaje de 30 –48 13–49
De Juan el Juan     3:3–14 Autenticación de Su Con los viajeros a
Bautista     1:5– La identidad de su autoridad     20: Emaús     24:13–
25 Juan     3:15–17 ministerio     4:31 1–21:4 35
Del Hijo del Encarcelamiento      –6:11 Profecías       21: Con los discípulos
Hombre     1:26 3:18–20 Selección de los 5–38 en
–38 El Hijo del apóstoles     6:12– Preludio a su Jeerusalén     24:3
Dos Hombre 49 muerte     22:1– 6–49
impresionantes Bautismo     3:21– Actividades y 23:25 Ascensión del
himnos 22 asociados       7:1– Preparativos     2 Hijo del
El de Genealogía     3:23 9:50 2:1–6 Hombre     24:49
María     1:39– –38 EN El aposento –53
56 Tentación     4:1– JUDEA       9:51– alto     22:7–38
El de 13 19:27 En el Monte de
Zacarías     1:57 Las piedras en Rechazado     9:5 los
–80 pan     4:1–4 1–11:54 Olivos     22:39–
Nacimiento      Los reinos de la Instrucciones en 53
2:1–52 tierra     4:5–8 el viaje a Con el sumo
La Sobre el pináculo Jerusalén     12:1 sacerdote     22:5
natividad     2:1 del templo     4:9–13 –19:27 4–71
–7 Advertencias     12 Con
Adoración de :1–12 Pilato     23:1–5
los Instrucciones     1 Con
pastores     2:8– 2:13–13:35 Herodes     23:6–
20 Ilustraciones     14 12
Adoración de :1–15:32 Con
Simeón y Mayordomía     16 Pilato     23:13–
Ana     2:21–38 :1–31 25
Niñez     2:39– Sus últimos Crucifixión y
52 pasos     17:1– sepultura     23:
19:27 26–56

1
A Teófilo con amor
Lucas 1:1–4
“Me ha parecido también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas
desde su origen, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo” (Lucas 1:3)

AUTOR Y FECHA
Es así como Lucas, autor humano del tercero de los cuatro evangelios, presenta su
propósito y plan. Es cierto que no empieza como muchos libros de la Biblia, porque el
escritor no menciona su nombre ni al principio ni en el resto de su obra. Sólo aparece el
término “Lucas” en algunas de los escritos de Pablo (Colosenses 4:14; 2 Timoteo 4:11;
Filemón 24). Sin embargo, esas referencias y otras, estableciendo su relación íntima con
el gran apóstol de los gentiles, nos ayudan a identificar la paternidad literaria del tercer
evangelio.
Parece que no hay quien niegue la relación que existe entre el libro de los Hechos y
el que estamos por estudiar. En primer lugar, se nota que los dos se dirigen a una misma
persona, Teófilo (Lucas 1:1; Hechos 1:1). Además, en múltiples versículos, el autor de
los Hechos se identifica como compañero de Pablo, utilizando la primera persona plural
“nosotros”. Obviamente hubo otros que acompañaron a Pablo, pero la mayoría de ellos
se eliminan como autores, debido a lo que dice Hechos 20:4–5. Lucas es el preferido
por la mayoría de los eruditos bíblicos.
Se cita también la semejanza que hay entre los vocablos que se usan en los dos
libros. Incluso, nos llama la atención el vocabulario médico, el cual va completamente
de acuerdo con el título de “el médico amado” que le da Pablo al autor en Colosenses
4:14. La deducción consiguiente es que Lucas fue el autor humano de los dos libros.
Siendo gentil, sus libros son los únicos en toda la Biblia no escritos por un judío. Se
dice, sin mucha evidencia que lo apoye, que Lucas era pintor. Aunque no lo estampó en
lienzo, lo cierto es que supo describir muy acertadamente con palabras la bella historia
de Cristo.
Puesto que el libro de los Hechos fue el segundo tomo proveniente de la pluma de
Lucas, probablemente escrito a finales del año 61 d.C., el evangelio que nos ocupa debe
haberse escrito antes, alrededor de 58 d.C. Esta fecha más o menos concuerda con el
tiempo del encarcelamiento de Pablo en Cesarea (Hechos 27:1). Entonces, el médico
amado no contaba con el manuscrito de Marcos, quien no terminó su libro, sino hasta el
año 67 o 68, después de la muerte de Pedro.
PROPÓSITO Y PLAN
Lucas tenía el deseo de confirmar en la fe a su amigo Teófilo, hecho que dio origen
al tercer evangelio y al libro de los Hechos. Aparentemente el destinatario era un alto
oficial griego y, lo que es más importante, creyente.
Su propósito principal al escribirle, y por ende a nosotros, era presentar a nuestro
Señor Jesucristo como el Hijo del Hombre. Esa frase clave aparece veintiséis veces en
el libro. Su importancia está en que hace hincapié en la humanidad perfecta de la
segunda persona de la Trinidad. En contraste, la frase “Hijo de Dios” enfatiza su deidad.
(Véase la nota del Dr. Scofield en su Biblia anotada, p. 808.) Los estudiantes de la
Biblia acostumbran distinguir los cuatro evangelios por el énfasis que hacen en
determinado aspecto de la personalidad del Señor. Es decir, Mateo presenta a Cristo
como el prometido “Rey de Israel”, Marcos como el gran “Siervo de Jehová”, Juan, con
la frase “Hijo de Dios”, hace hincapié en su deidad, mientras que Lucas lo considera
“Hijo del Hombre”. Este último quiere hacernos ver al Hombre perfecto que rescata a
los hombres imperfectos (19:10).
JESUCRISTO:
VERDADERO HOMBRE,
VERDADERO DIOS.
El tema del rescate o redención es parte importante del enfoque que presenta el
médico Lucas, quien muestra un gran interés en mostrar la gloriosa obra de nuestro
Redentor. Es en su evangelio donde encontramos por primera vez en el Nuevo
Testamento el término “redimido” (1:68).
RASGOS DISTINTIVOS
De acuerdo con la dirección del Espíritu Santo, la personalidad y el propósito del
autor humano, cada libro de la Biblia tiene características distintivas. Cabe aquí hacer
una breve consideración de este evangelio.
La humanidad de Cristo
Es de esperarse que este evangelio, reconocido como el de la humanidad perfecta de
Cristo, presente detalles muy específicos acerca del nacimiento de nuestro Señor.
Además, ofrece más información que los demás sinópticos acerca de su juventud,
desarrollo, y vida doméstica y social. El relato de su natividad y los eventos asociados
con ella (1:26–2:38) es bien conocido. Menciona la sujeción ejemplar del Salvador a la
autoridad de sus padres (2:51). Hay evidencias de que mostraba gozo (10:21) y tristeza
(19:41). En repetidas ocasiones comió con: Simón (7:36–50), Marta y María (10:38–
42), otro fariseo (11:37–52), el gobernante fariseo (14:1–24), Zaqueo, en su casa (19:1–
10) y al final, en un evento posterior a su resurrección, pescado con sus discípulos
(24:41–43).
La oración
En nueve diferentes pasajes (3:21, 5:15–16; 6:12; 9:18, 29; 10:17, 21; 11:1; 22:39–
46; 23:34, 46), Lucas cita las oraciones que nuestro Señor Jesucristo hizo en tiempos
críticos de su vida. Siete de las nueve ocasiones se encuentran solamente en este tercer
evangelio. Además, el autor relata que el Señor dijo a Pedro: “pero yo he rogado por ti”
(22:32).
De acuerdo con ese énfasis en la oración, Lucas cita las exhortaciones que nuestro
Señor hizo con respecto a ella. La parábola del fariseo y el publicano (18:9–14), citada
solamente en este evangelio, enseña la importancia que tiene.
ORAR SIEMPRE,
Y NO DESMAYAR.
¡PENSEMOS!
En Cristo y la oración. Es conveniente reflexionar en la
gran importancia que tiene la oración, ya que Cristo mismo
la practicaba, enseñanado y exhortando a sus discípulos
para que también lo hicieran. Observe las exhortaciones que
hace el Señor en los siguientes pasajes:

6:28:____________________________________________
10:2:____________________________________________

11:9–13:_________________________________________

18:1:____________________________________________

22:40, 46_________________________________________

Alabanza
Debido a las múltiples ocasiones en que menciona la frase “glorificando y alabando
a Dios” (2:20), parece que Lucas es el primer gran himnólogo del cristianismo. No es
que fuera músico, sino que como instrumento del Espíritu Santo, preservó en los
capítulos 1 y 2, cinco importantes canciones sagradas. Se ha dicho que son a la vez los
últimos salmos hebreos y los primeros himnos cristianos. A través de sus veinticuatro
capítulos, se aprecia en su evangelio el doble hilo del gozo y la alabanza, el cual
principia en Lucas 1:9, donde se hace referencia al sacerdote que ofrecía el incienso y
termina su libro con una nota final: “y estaban siempre en el templo, alabando y
bendiciendo a Dios. Amén” (24:53).
Vida social
Con palabras, Lucas “pinta” la vida social de aquellos días y la participación de
nuestro Señor en ella. Las ocasiones que pasó en casa de los tres hermanos de Betania
(10:37–42), con Zaqueo (Lucas 19:1–10) y en el camino a Emaús (24:13–32) reflejan
ese énfasis. Muchas de las parábolas contenidas en este evangelio describen detalles de
la vida cotidiana.
Es notable la atención que el autor pone en los temas de escasez y abundancia,
pobreza y riqueza. No es su propósito enseñar el supuesto mérito de ser pobre ni la
inconveniencia de ser rico. Sin embargo, parece comunicar que aunque la pobreza no
constituye una desventaja espiritual, es posible que la riqueza, sí lo sea (14:16–24;
18:18–25).
Como artista que pintaba con palabras, son muchos los retratos que nos presenta de
las mujeres que aparecen en el relato bíblico de los tiempos de Jesucristo. Elisabet y la
Virgen (Lucas 1 y 2), Ana (Lucas 2), Marta y María (Lucas 10), María Magdalena,
Juana y Susana (8:2–3). La palabra “mujer” aparece más de 40 veces, y es de notarse
que no haya ninguna indicación histórica de que alguna se haya opuesto a Cristo durante
su ministerio terrenal. Es impresionante que en una época en la que los gentiles por lo
regular degradaban a la mujer (los rabíes, líderes religiosos del judaísmo, daban gracias
a Dios porque “no habían sido creados como mujeres”), Cristo la elevó a su debido
lugar social y espiritual.
Vocabulario médico
Como es de esperarse, la obra literaria de alguien a quien se llama “el médico
amado” (Colosenses 4:14), contiene muchos términos médicos. Esta es otra indicación
de que el Espíritu Santo usó la personalidad, preparación y profesión de los autores
humanos de las Sagradas Escrituras, y sabemos que Dios los guió en la selección de
palabras para evitar que cometieran errores. El resultado es que nuestra Biblia es
inspirada e infalible, totalmente libre de errores.
Un buen ejemplo del uso de términos relacionados con su profesión, lo encontramos
en el relato del buen samaritano (10:25–37). Solamente Lucas narra esta historia y la
presenta mostrando gran interés y atención profesional. Considere las expresiones
“medio muerto” (10:30), “vendó sus heridas, echándoles aceite y vino” y “cuidó de él”
(10:34).
Igual tendencia se nota en Lucas 16:19–28 donde cuenta la historia del rico y
Lázaro. Se observan frases y términos como “lleno de llagas”, “refresque”, y
“atormentado”. Las últimas dos palabras eran comunes en la literatura médica de esa
época, la última refiriéndose al dolor y la primera al alivio. Bastan estos ejemplos para
indicar que Lucas tenía mentalidad médica.
BOSQUEJO BÁSICO DEL LIBRO
Perfacio 1:1–4
A. Advenimiento del Hijo del 1:5–2:52
B. Hombre 3:1–4:13
C. Preparación del Hijo del Hombre 4:14–19:27
D. Ministerio del Hijo del Hombre 4:14–9:50
E. 1. En Galilea 9:51–19:27
2. En Judea 19:28–23:56
Sufrimiento y muerte del Hijo 24:1–53
del Hombre
Resurrección y ascensión del
Hijo del Hombre
PREFACIO 1:1–4
Un prefacio es una introducción. En breves palabras, el autor presenta las
circunstancias que le impulsaron a escribir. Esta sección se puede resumir en tres
palabras: pensamiento, procedimiento, propósito.
Pensamiento
Por la frase: “me ha parecido también a mí” (1:3), es obvio que el autor había
pensado mucho en el asunto. Refleja que había considerado Io que otros habían
expuesto y decide “poner en orden la historia” (1:1). Reconoce que ni él ni otros habían
inventado la historia, sino que procedía de testigos fidedignos: “Lo vieron con sus ojos,
y fueron ministros de la palabra” (1:2).
Procedimiento
Lucas escribe que había averiguado y comprobado su veracidad: “después de haber
investigado con diligencia” (1:3). No se basó en rumores. Además, declara que su relato
se presentará no en forma confusa, como “ya muchos han tratado” (1:1). A propósito,
esa frase no hace referencia a los demás evangelios que incluye nuestra Biblia (Mateo,
Marcos y Juan), sino a otras “historias” que andaban circulando en aquel entonces.
Lucas promete escribir metódicamente.
Propósito
No le cabía duda alguna en cuanto a la razón que tenía para escribir el libro. Quería
que su amigo Teófilo conociera la verdad por escrito (1:4). Con el libro en la mano, por
decirlo así, Teófilo podría repasar sus bellísimos detalles. ¡Gracias a Dios por alguien
como Lucas, que quiso instruir a su amigo Teófilo! Somos nosotros, los lectores
modernos, los que podemos ahora aprovechar esta fuente de información divina.
“PARA QUE CONOZCAS BIEN
LA VERDAD”.
¡PENSEMOS!
¿Cómo recibimos el mensaje de Dios? La Biblia, la
Palabra divina, no nos cayó del cielo ya como un libro. Claro
que como su nombre lo indica, es “de Dios”. Lea 2 Timoteo
3:16. Por otra parte, 2 Pedro 1:21 indica que los
instrumentos humanos que Dios usó fueron controlados por
el Espíritu Santo. Lucas, el médico amado no escribió
solamente sus propios pensamientos o ideas, sino que fue
guiado por el Espíritu Santo, quien preservó y presentó lo
que Dios deseaba que tuviéramos. Lo mismo sucedió con los
demás autores humanos de las Sagradas Escrituras; el
resultado es un libro totalmente confiable.

2
Primer anuncio importante
Lucas 1:5–25
“No temas; porque tu oración ha sido oída, y tu mujer … te dará a luz un hijo. (Lucas
1:13)

Es evidente que nuestro Dios se complace en revelarse al hombre. Este es


precisamente el propósito de la Biblia. A través de ella, él se ha comunicado con los
hombres de todas las épocas, aun con nosotros, los del siglo veinte.
A fin de que hubiera una fuente fidedigna, consecuente y universal que contuviera el
conocimiento del Ser Supremo, él escogió usar palabras escritas, las cuales son producto
del Espíritu Santo y describen los eventos históricos que Dios decidió que
conociéramos. Entre ellos están algunos casos del Antiguo Testamento en que él se
comunicó directamente con el hombre, como por ejemplo cuando habló con Abraham,
el joven Samuel y Gedeón. Por supuesto que en aquel entonces no existía la palabra de
Dios por escrito ni la Biblia tal como la conocemos hoy. En la actualidad, todo lo que
sabemos de Dios y de su voluntad para nosotros lo conocemos a través de la revelación
que contiene la Biblia.
El primer capítulo del evangelio de Lucas presenta dos ejemplos de la intervención
directa de Dios, y ambos se relacionan con dos eventos milagrosos.
JUAN EL BAUTISTA
El autor nos proporciona varios detalles interesantes. En primer lugar, cuando cita al
rey Herodes, establece la época en que sucedieron los eventos. Herodes el Grande fue
rey de Judea durante casi 45 años. Por su nombre sabemos que era judío, pero en
realidad su familia era idumea. Su largo reinado se mantuvo gracias al apoyo del
imperio romano. Es muy conocido por la infame orden que dio de degollar a los
infantes de su época.
Pero son de mayor importancia las observaciones que se hacen respecto a los padres
de Juan. Se nos informa que Zacarías, el padre, era sacerdote de “la clase de Abías”
(1:5). Hacía muchos años que el rey David había dividido a los sacerdotes en
veinticuatro grupos (1 Crónicas 24:7–18). Cada uno de ellos tomó el nombre de su líder
y se turnaban para trabajar en el templo. Al parecer, era así hasta los tiempos del Nuevo
Testamento. Por su lado, su madre Elisabet era descendiente de Aarón y por lo tanto,
también pertenecía al linaje de los sacerdotes.
Gracias a Dios que esa pareja no era religiosa sólo de nombre: ”Ambos eran justos
delante de Dios, y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del
Señor” (1:6). ¡Qué ambiente familiar tan ideal, ambos padres viviendo a la luz de lo que
Dios había dicho! Obviamente, el hecho de vivir en semejante comunión con el Señor
no elimina que existan los problemas.
AMBOS ERAN JUSTOS
E IRREPRENSIBLES
Al igual que sus famosos antepasados Abraham y Sara, esta pareja había llegado a
edad bastante avanzada sin tener familia. Debido a las costumbres de aquella época, sin
duda que esto les era bastante penoso.

¡PENSEMOS!
No, el andar cerca de Dios no descarta la posibilidad de
tener problemas y tensiones en la familia. Sin embargo,
andar con él nos da poder para resolver las situaciones
difíciles. El Señor nos da los recursos para enfrentar las
dificultades. Uno de ellos es la oración, como veremos
enseguida (1:13).

Cabe notar aquí la manera en que Dios arregló los detalles para cumplir su perfecto
plan. Ya vimos que Zacarías era sacerdote y que el líder de su orden en la época del rey
David había sido Abías. En el decurso del tiempo y según la rutina que se observaba,
tocó precisamente a su orden servir en el templo el día que Dios decidió hablar con él.
Pero hay un detalle adicional: le tocaba “ofrecer el incienso” (1:9). Debido a la gran
cantidad de sacerdotes, este privilegio se asignaba por medio de “suertes”. Parece que
esta práctica era la acostumbrada para conocer la voluntad divina. Posiblemente se
usaban piedrecitas, una denominada “sí” y la otra “no”. No se sabe a ciencia cierta, pero
se cree que el famoso Urim y Tumim (Exodo 28:30) conocido como “el pectoral del
juicio”, contenía esos objetos. Aunque ya hacía muchos años que había desaparecido,
persistía la costumbre de echar suertes.
“LA SUERTE SE ECHA EN EL REGAZO; MAS
DE JEHOVÁ ES LA DECISIÓN DE ELLA”
(Proverbios 16:33).
Podemos hacer dos observaciones al respecto. La primera, que Dios controla todas
las cosas.
La segunda, es que en la actualidad no tenemos que usar semejantes métodos. En
aquel entonces no existía la palabra de Dios por escrito tal y como nosotros la
conocemos hoy. En la actualidad, ella es nuestra fuente de instrucción, dirección y guía.
Juntamente con la oración, se combina para ofrecernos todo lo que necesitamos para
conocer la voluntad de Dios.
DIOS CONTROLA TODAS LAS COSAS
Ahora bien, regresemos a Zacarías y al tema del control divino sobre todas las cosas.
Debido al gran número de sacerdotes que había, el honor de ofrecer incienso les tocaba
una sola vez en la vida, y eso era por suerte. Zacarías jamás había tenido esa
oportunidad ni la tendría otra vez. El hecho de que le tocara el turno es un detalle
adicional que confirma el plan de Dios. Esta confluencia de eventos ocurrió justamente
cuando Dios había decidido hacerle un importante anuncio.
Fue así que cumpliendo con sus responsabilidades en el templo, se le apareció un
ángel. Más tarde se identificó como Gabriel (1:19). Como era de esperarse, Zacarías se
asustó. Hacía mucho tiempo que no se había dado este tipo de comunicación de parte de
Dios al hombre; no era un evento común y corriente. Sin embargo, en vez de ser una
voz condenatoria, lo primero que hizo el mensajero fue alabar la devoción de Zacarías.
La oración es un recurso que está a disposición del pueblo de Dios y puede usarse
aún en medio de tensiones y problemas. Evidentemente, Zacarías era hombre de
oración.
Sin duda que la aparición y saludo del ángel espantaron al anciano sacerdote, pero
no se compara con la sorpresa que le causaron sus palabras, las cuales le anunciaron la
venida de un hijo a quien llamaría Juan, y añadió: “será grande delante de Dios” (v. 15).
Además le dio detalles del tipo de ministerio que ejercería su hijo.
Sería nazareo
Los nazareos se dedicaban a Dios. Parece que la palabra significa “separarse o
abstenerse” y se distingue del término nazareno, que significa “procedente de Nazaret”.
Las evidencias visibles de un nazareo era que nunca se cortaba el pelo y jamás comía
uvas.
La Biblia menciona únicamente a dos hombres que fueron nazareos desde su
nacimiento: Sansón (Jueces 13:7) y Samuel (1 Samuel 1:11).
Sería lleno del Espíritu Santo
Todavía restaba a Gabriel mencionar otra cualidad más de Juan el Bautista. Le dijo
que desde el vientre de su madre, sería lleno del Espíritu Santo. Por supuesto que debido
a esto, sería grande delante de Dios y tendría un ministerio importantísimo. Más
adelante, observamos que “Elisabet fue llena del Espíritu Santo” (1:41) y “Zacarías su
padre fue lleno del Espíritu Santo” (1:67). ¡Toda la familia participaba de la misma
bendición!
Este caso fue muy especial y diferente a como nosotros disfrutamos de la presencia
de esa divina persona en nuestra vida. Actualmente, el que es verdadero creyente, que
ha nacido de nuevo, que ha aceptado a Cristo como su Salvador, tiene al Espíritu Santo
(Romanos 5:5; 8:9). Nosotros tenemos el mismo poder de Juan: aquél desde el vientre
de su madre (debido a la soberana voluntad de Dios), pero nosotros, gracias al nuevo
nacimiento.

¡PENSEMOS!
El caso de la familia de Zacarías es muy singular. Sin
embargo, como la familia es la unidad básica de la sociedad,
¿puede usted imaginarse cómo sería este mundo si hubiera
más familias llenas del Espíritu Santo? Reduciendo el
alcance de esta pregunta, ¿qué pasaría si todas las familias
de su iglesia fueran así? Y reduciendo aún más esta
posibilidad, ¿qué sucedería si toda su familia fuera llena del
Espíritu?

Iría con el espíritu y poder de Elías


En cuanto al ministerio futuro de Juan, el ángel le hizo a su padre una gran
revelación. No había judío que no supiera lo que había sido y realizado el gran profeta
Elías. Al decir que Juan “irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías” (1:17),
comunicaba mucho, y daba nuevas esperanzas al pueblo.
A continuación, el mensajero celestial explicó las tres facetas específicas que
caracterizarían la obra y mensaje del nuevo profeta. Las tres tienen importancia, pero la
tercera es la que identifica a Juan, porque venía “para preparar al Señor un pueblo bien
dispuesto” (1:17). Iba a ser el precursor de nuestro Señor Jesucristo.
Por un lado, es lamentable lo que sigue. Por otro, y conociendo las flaquezas del ser
humano, el incidente no nos sorprende. El viejo sacerdote dudó que la comunicación
procediera de Dios y tuvo que sufrir las consecuencias: permaneció sin poder hablar
durante todo el embarazo de su esposa. Cuando por fin salió del templo a enfrentar a la
gente que se desesperaba por su demora, no pudo hablar, pero comunicó las buenas
noticias por escrito. Sin embargo, por su incredulidad sufrió la gran pena de no poder
celebrar el acontecimiento en voz alta, ni gritar ni cantar.
TARDE O TEMPRANO,
LA INCREDULIDAD TRAE
MALAS CONSECUENCIAS
Esta sección termina con una bella expresión de gratitud por parte de Elisabet
(1:25). Cabe observar que un hijo de Dios debe reaccionar como ella cuando recibe un
mensaje divino.

3
Segundo anuncio importante
Lucas 1:26–80
“… Y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESUS. Este será grande, y será llamado
Hijo del Altísimo”. Lucas 1:31–32

¡Importantísimos versículos! Ni hablar del impacto que han tenido en el mundo


cristiano; el mundo entero ha tenido que tomar nota de ellos, y no solamente porque a
fines de diciembre celebramos una gran fiesta. Aun los que no quieren aceptar el
mensaje de Cristo, tienen que reconocer que él vino en carne. Cada año, los almanaques
proclaman que con el nacimiento de Cristo, empezaron a contarse los años de nuestra
era.
LA HISTORIA DE CRISTO EN TRES FRASES:
1. CRISTO VIENE
2. CRISTO VINO
3. CRISTO VIENE OTRA VEZ
ANUNCIO DEL NACIMIENTO DE JESUCRISTO, EL
HIJO DE DIOS 1:26–38
En el sexto mes del embarazo de Elisabet, el ángel Gabriel comunicó otros
anuncios. Aparentemente, su ministerio principal es hacer anuncios específicos de los
planes de Dios. Lucas nos presenta los que transmitió a José y María.
Después de identificar el sitio geográfico de su siguiente aparición como un lugar
distante que se encontraba al norte de donde había hablado con Zacarías, Lucas hace
una breve descripción de la virgen María, diciendo que estaba “desposada con un
varón” (1:27). Por la cultura judía de aquel entonces, entendemos que no había tenido
intimidad sexual con él. Ellos pensaban que esa etapa del enlace era más importante,
fuerte y restringida que el concepto moderno de “compromiso”. La pareja se
consideraba marido y mujer, aunque no vivían juntos hasta después de la ceremonia de
boda.
¡BENDITA TU ENTRE LAS MUJERES!
Las palabras con las que el mensajero saluda a María se han hecho famosas:
“¡Salve, muy favorecida!” Es obvio que desde el principio el ángel quería comunicarle
que Dios le había otorgado un honor muy especial. ¡Por supuesto que fue “muy
favorecida”! A continuación dijo: “el Señor es contigo” (1:28). Esa en sí misma sería
una razón suficiente para apoyar sus primeras palabras, pero aún hay más: “Has hallado
gracia delante de Dios” (1:30). Debido a su desobediencia, Adán, padre de la raza
humana, hizo que todos los seres humanos necesitaran de la misericordia y gracia de
Dios. María, habiendo hallado gracia, en verdad podía considerarse muy
bienaventurada.
En seguida, el ángel mencionó el motivo principal de su mensaje. María había sido
seleccionada como instrumento para introducir al mundo la forma humana del
prometido Mesías: iba a tener un hijo. ¡Y qué hijo! A continuación lo describe en forma
impresionante:
1.     Sería grande.
2.     Sería llamado Hijo del Altísimo.
3.     Tendría el trono de David su padre.
4.     Reinaría sobre la casa de Jacob para siempre.
5.     Su reino no tendría fin.
El carácter mesiánico del anuncio es muy evidente. El que iba a nacer había sido
prometido a Israel en la antigüedad y todos lo esperaban con ansia.

¡PENSEMOS!
Aparentemente, María no se sorprendió al saber que el
Mesías estaba por llegar. Su sorpresa consistió en darse
cuenta de que ella era el instrumento escogido de Dios. ¿Por
qué? Ella misma dijo: “¿Cómo será esto? pues no conozco
varón” (1:34). Es notable ver que el ángel no le hizo
reproches al hacer su pregunta como en el caso de Zacarias.
Esto nos da a entender que no fue formulada por rebeldía ni
incredulidad. Sólo estaba inquiriendo acerca del método en
que el plan divino se llevaría a cabo.

Podemos observar dos verdades que resaltan en esta conversación. En primer lugar,
el ángel hace un comentario acerca del carácter de Dios cuando dice: “Nada hay
imposible para Dios” (1:37). Claro que a María todo le parecía imposible, porque no
podía imaginar cómo podría suceder lo anunciado. Por otro lado, Dios no veía las cosas
de la misma manera, porque sabía perfectamente cómo hacerlo. El Señor no sólo sabe
cómo, sino que tiene todo el poder necesario para realizar lo que se propone; posee la
autoridad y poder para hacer cualquier cosa que está de acuerdo con su carácter o
voluntad.
“NADA HAY IMPOSIBLE PARA DIOS”
En segundo lugar, María demuestra una actitud que deben imitar los creyentes al
conocer la voluntad divina: “Hágase conmigo conforme a tu palabra” (1:38).
Al recordar a los héroes de la fe, tal vez pensemos que para ellos era fácil
pronunciar semejantes palabras, pero aunque las Escrituras nos dicen que la voluntad de
Dios es “agradable y perfecta” (Romanos 12:2), a veces la debilidad humana nos hace
ver las cosas de distinta manera.
No sabemos lo que cruzó por la mente de María en esos momentos, pero podemos
imaginar lo que sería esa noticia para una mujer de aquella cultura. Prácticamente era
una invitación a la crítica abierta de la sociedad. Humanamente hablando, estaba
arruinada su felicidad con José, o cuando menos, en gran riesgo. ¿De dónde vendría el
dinero para sostener al niño?
¡PENSEMOS!
No. La voluntad de Dios no siempre es fácil de entender
y muchas veces no nos gusta. A primera vista, la revelación
de la voluntad divina para Maria era una ocurrencia
desagradable, porque venía a romper sus buenas relaciones
y tranquilidad. Pero para ella, si Dios decía que así debía ser,
así sería, porque estaba dispuesta a ser instrumento en
manos de su Señor. Hoy la recordamos y admiramos porque
como descendiente de Adán también había heredado la
naturaleza pecaminosa y requería de la gracia divina que se
le ofreció. La vemos en el pasaje totalmente sumisa a la
voluntad divina, dispuesta a cumplir su papel en la venida de
su Salvador.

¿Cómo ha recibido usted la voluntad de Dios? ¿Con


sumisión, aceptando lo que venga, o protestando por ella?

DOS HIMNOS IMPRESIONANTES 1:39–80


Los himnos de alabanza siempre han expresado los sentimientos de los hijos de Dios
que están en buenas relaciones con él
EL CORAZON QUE ESTA
BIEN SINTONIZADO
CON DIOS, SABE CANTAR
El himno de María (1:39–56)
Su alabanza se llama el Magnificat (porque es la primera palabra que aparece en la
traducción de la Biblia al latín, la Vulgata Latina) y es una expresión de alabanza. Por
su contenido, vemos que María conocía muy bien el Antiguo Testamento porque está
totalmente de acuerdo con el pensamiento, idioma y costumbres judías. Ella alaba a
Dios por su poder (1:49, 51), misericordia (1:49) y fidelidad (1:54–55)
Es interesante que no hace referencia a su futuro hijo ni refleja temor, quejas,
autocompasión (considerando el posible oprobio que sufriría), ni amargura. Por el
contrario, reconoce dos importantes verdades: 1) su necesidad de salvación, y 2) que
sabía que Dios le había conferido un gran honor. Esto fue lo que produjo su alabanza:
“Mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador” (1:47).

¡PENSEMOS!
El himno de María expresa una actitud de reverencia y
confianza absoluta en su Señor. Aunque no entendía todos
los detalles del plan divino, sí descansaba confiadamente en
la misericordia y sabiduría divinas. Esto fue lo que le
permitió decir: “Hágase conmigo conforme a tu palabra”.
Analice los versículos de Lucas 1:46–55 y medite en la
manera en que esta alabanza refleja las actitudes de un
carácter sencillo y ferviente como el de María.

El himno de Zacarías (1:57–80)


Para el veterano sacerdote ya habían pasado los nueve meses de mudez. Es probable
que durante ese tiempo no pudiera oir ni hablar. Pero su esposa ya había dado a luz
(1:57). Semejante acontecimiento, verdaderamente milagroso, fue ocasión de mucho
regocijo entre sus amigos y vecinos. El día que circuncidaron al niño, les preguntaron el
nombre del bebé, a lo que Elisabet respondió: “Se llamará Juan”. Esto causó extrañeza,
pero indica que Zacarías ya le había comunicado el mensaje angelical. Por escrito, con
toda seguridad, el sacerdote lo confirmó: “¡Juan es su nombre!” En cuanto dio esa
evidencia de haber creído al mensaje divino, le fueron devueltas sus capacidades de oir
y hablar.

¡PENSEMOS!
El texto dice que lleno del Espíritu Santo, Zacarías cantó
lo que por nueve meses no había podido decir, a lo menos en
voz alta. Su tema principal es de alabanza a Dios por la
salvación que iba a proveer al pueblo. Este siervo del Señor
tuvo un atisbo del plan divino y en su alabanza reconoce que
Dios es el Dios de la historia, en cuyas manos se encuentran
la salvación, la misericordia, la santidad y la justicia.
Asimismo, comprendió que su hijo Juan sería el precursor
del Mesias y dio gracias al Señor por una salvación tan
grande. ¿Podemos nosotros cantar a Dios nuestra gratitud
aún cuando no entendamos todos los detalles de sus planes?
Medite en las circunstancias difíciles que tiene que enfrentar
y dé gracias a Dios por ellas.

4
Nacimiento del Hijo del Hombre
Lucas 2:1–38
“Dios fue manifestado en carne” (1 Timoteo 3:16)

En este pasaje tenemos los detalles de un nacimiento. Traer una nueva vida al
mundo es de por sí un acontecimiento maravilloso, pero cuando vemos que “Dios fue
manifestado en carne”, se convierte en un milagro. Las bendiciones que trajo al mundo
el nacimiento del Señor son innumerables, porque abrió al hombre la puerta de la vida
eterna. Lucas presenta, en forma simple, pero con interesantes detalles, la historia de la
encarnación del Hijo del Hombre.
EL NACIMIENTO DE CRISTO 2:1–7
La época
La expresión “en aquellos días” (2:1) proporciona al lector cuando menos dos
importantes ideas
1. Es evidente por lo que sigue, el autor emplea la frase para colocar los eventos del
capítulo en su debido lugar dentro de la historia secular. Como comentamos antes, la
veracidad del nacimiento de Cristo y su relación con la historia han impactado al
mundo, porque nuestro calendario se basa en ese acontecimiento.
“EL MUDA LOS TIEMPOS Y LAS EDADES;
QUITA REYES, Y PONE REYES”
Daniel 2:21.
Augusto César fue emperador de Roma durante 44 años (del año 30 a.C. hasta el 14
d.C.), tiempo durante el que propició, o mejor dicho, impuso al mundo un reinado de
progreso, prosperidad y paz. Organizó el imperio de tal forma, que ayudó en gran
manera a los que más adelante se encargaron de diseminar el evangelio. Eso y el
empadronamiento que ordenó poco antes del nacimiento de Jesucristo (2:1), mismo que
forzó a José y a María a viajar a Belén, ilustran muy bien Proverbios 21:1, “Como el
repartimiento de las aguas, así está el corazón del rey en la mano de Jehová; a todo lo
que quiere lo inclina”.
AUGUSTO CÉSAR FUE INSTRUMENTO
EN LAS MANOS DE DIOS
2. Esto comprueba la observación que hemos hecho en el sentido de que toda la
historia es y ha sido controlada por el Señor. Sus muchos, variados e intrincados
eventos forman parte de una red de “caminos” que condujeron a Belén en tiempos del
emperador Augusto, cuando Cirenio era su gobernador. Pablo lo comenta así: “pero
cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y
nacido bajo la ley” (Gálatas 4:4).
“Aquellos días” que cita Lucas 2:1 se refieren al “cumplimiento del tiempo” de
Gálatas 4. Dios lo había arreglado todo, porque tiene control total. probablemente César
pensaba que era el personaje más importante del mundo conocido de aquel entonces,
pero la verdad es que Dios lo controló de tal manera, que el emperador arregló los
detalles para que Cristo, el verdadero personaje importante, naciera en Belén de judea.
Circunstancias que rodearon su nacimiento
Al emperador no le importó que su decreto causara muchísima incomodidad a los
pobres súbditos de palestina. No conocia a José ni a María, quienes eran totalmente
insignificantes para él. No sabía que el Dios de toda la tierra lo estaba usando para
cumplir la profecía del Antiguo Testamento:
“PERO TÚ, BELÉN EFRATA, PEQUEÑA PARA
ESTAR ENTRE LAS FAMILIAS DE JUDÁ, DE TI
ME SALDRÁ EL QUE SERÁ SEÑOR EN ISRAEL”
(Miqueas 5:2).
La Biblia no dice mucho acerca de José. Sabemos que era del linaje de David (2:4),
que era carpintero (Mateo 13:55), que respondió al mensajero de Dios (Mateo 1:20–24)
y que actuaba con responsabilidad en asuntos familiares. Esto último se demuestra
porque llevó consigo a María cuando viajó a Belén.
Según la ley, ella no tenía por qué hacer ese viaje tan arduo. Por otro lado, quedarse
en Nazaret, en semejante condición y con el parto inminente, la hubiera dejado expuesta
al vituperio cruel de sus vecinos. José, cuando menos por razones de cariño y
caballerosidad, no la sujetó a semejante sufrimiento. Quién sabe cuánto lo había
influenciado su conocimiento del Antiguo Testamento. De todos modos, aquí hay otra
evidencia más del control de Dios. El hombre actuó de acuerdo a lo que consideraba
eran las exigencias del momento, pero detrás de todo ello estaba la mano de Dios.
Cabe notar algunos detalles de Lucas 2, capítulo que normalmente se estudia sólo
cuado se celebran las fiestas navideñas.
Estando ellos allí (2:6).
La construcción gramatical parece indicar que José y María habían llegado a Belén
unos cuantos días antes del nacimiento. Llegaron con anticipación.
Lo envolvió en pañales (2:7).
La frase describe la ropa del bebé. Lucas no quiere insinuar que no hubo nadie que
ayudara a María.
Lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón (2:7).
Por razones de tradición, se ha considerado este lugar como una posada o una venta,
especie de hotel antiguo. Sin embargo, esta misma palabra se traduce en Lucas 22:11
como “aposento”, para designar un lugar bien presentado. Por lo tanto, es posible que
tenga el mismo sentido en Lucas 2. Tal vez la pareja se hospedara durante su estancia en
Belén con algunos parientes de José que tenían una casa propia, pequeña, pero
adecuada. Junto a la casa, probablemente con entrada aparte, tal vez había un cuarto
más rústico donde los dueños guardaban sus animales y donde estaría el pesebre.
Ningún “mesón”, “posada” o “venta” de aquel entonces tenía pesebre para los animales.
¡A duras penas poseían espacio para sus huéspedes! La probabilidad de que fueron
alojados por sus parientes también apoya la idea de que alguna mujer le ayudó en parto.
LA ADORACIÓN DE LOS PASTORES 2:8–20
Los ángeles anunciaron el nacimiento de Cristo, pero no a los líderes políticos, ni a
los sacerdotes, fariseos o escribas, sino a unos pastores. ¿Por qué? El oficio de cuidar
ovejas no se consideraba vocación muy elevada. Más bien, el Sanedrín había
establecido que quien pastoreaba ovejas no era digno de confianza y no podía aceptarse
como testigo. ¿Por qué, entonces, llegaron los mensajeros celestiales a los pastores?
Parece ser que Dios, quien sabe todo, incluyendo el corazón humano, encontró en
aquellos hombres, pobres y humildes, un corazón dispuesto a creer.
“¿NO HA ELEGIDO DIOS A LOS POBRES DE
ESTE MUNDO, PARA QUE SEAN RICOS EN FE Y
HEREDEROS DEL REINO QUE HA PROMETIDO?”
(Santiago 2:5).
¡PENSEMOS!
¿Quiénes está más dispuestos a creer? ¿Por qué será que
el pobre está más inclinado a tener fe en Dios? Hablando del
otro extremo, Cristo mismo dijo que es muy difícil para un
rico entrar en el reino de los cielos. ¿Por qué? ¿Qué piensa
usted de la influencia que tienen las cosas materiales en la fe
de un individuo?

¡Por supuesto que los pastores tuvieron miedo! ¿Desde cuándo un ser celestial se
comunicaba con los pastores? O, ¿cuándo habían visto “la gloria de Dios” los hombres
sencillos del campo? (2:9) Sin lugar a duda, ellos reconocieron que el acontecimiento
era de procedencia sobrenatural. Su fe sencilla los convenció de inmediato que venía de
su Dios, y su reacción está de acuerdo con la de unhombre pecador que recibe una
comunicación divina por primera vez.
LA VERDADERA NAVIDAD:
“¡OS HA NACIDO UN SALVADOR!”
Pero el mensaje no era para provocar miedo, sino gozo. “¡Os ha nacido un
Salvador!” (2:11) Y como para confirmarlo, apareció una multitud de mensajeros
celestiales alabando a Dios. El versículo 13 no dice que cantaron, pero es posible que lo
hayan hecho.
La evidencia de la fe de los pastores la vemos en que fueron a Belén para ver con
sus propios ojos lo que el ángel les anunció. Y lo hicieron “apresuradamente”, no para
comprobar el dicho del ángel sino dijeron: “veamos esto que ha sucedido, y que el
Señor nos ha manifestado” (2:15).
ADORACIÓN DE SIMEÓN Y ANA 2:21–38
Cambia ahora la escena a la ciudad de Jerusalén. Los padres llevaron al niño al
templo para presentarlo al señor. Habiéndole circuncidado de acuerdo a la ley, seguía la
obligación de presentar al primogénito en el templo.
La circuncisión era señal del pacto abrahámico, símbolo de la fe. A esas alturas para
casi todos, exceptuando a un remanente fiel, la circuncisión había perdido su verdadero
significado y se había convertido en un rito y nada más. No cabe duda que José y María
pertenecían a ese remanente fiel.
En efecto, el niño vino a cumplir con las promesas hechas a Abraham muchos siglos
antes. Con cuánta razón le pusieron el nombre que el ángel les indicó antes de su
concpeción: “Llamarás su nombre JESUS” (1:31) “porque é1 salvará a su pueblo de sus
pecados” (Mateo 1:21).
De ese nido de incredulidad que era Jerusalén, surgió un hombre de carácter
diferente. Simeón no era un religioso profesional, pero Lucas lo describe diciendo: “…
este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel: y el Espíritu Santo
estaba sobre él”(2:25). Este ancianito no se menciona en ningún otro lugar de la Biblia,
pero tuvo uno de los más altos privilegios. No sabemos cómo, pero Dios le había
comunicado que no moriría sin ver al Mesías prometido.
Justamente cuando José y María trajeron al niño Jesús para presentarlo en el templo,
el Espíritu santo derigió a Simeón al mismo lugar. Sus palabras demuestran más
entendimiento del plan de Dios que el que tenían los profesionales que frecuentaban ese
lugar santo: “Han visto mis ojos tu salvación” (2:30). Los pardres se quedaron
maravillados. Por la respuesta de Simeón pensamos que fue María quien hizo alguna
observación al respecto.

¡PENSEMOS!
La incredulidad no es privativa de aquella época.
También en la actualidad corre rampante. El mundo
cuestiona nuestra fe sencilla en la revelación que contiene la
Palabra de Dios. ¿Cómo podemos manejar el menosprecio y
burla hacia lo que nosotros consideramos sagrado? Medite
en este pasaje y busque cuál era el secreto que sostenía a los
siervos de Dios en aquélla época.

Pero existía otra persona bien sintonizada con las cosas de Dios en Jerusalén, una
ciudad que se caracterizaba por su ceguera espiritual. Ana, denominada aquí “profetisa”
(1:36) reconoció la importancia de la visita de la familia de Cristo. El sustantivo
“profetisa” no quiere decir que se dedicaba a predecir o pronosticar el futuro, sino que
anunciaba el mensaje de Dios.
En el Antiguo Testamento, Débora se describe de la misma forma (Jueces 4:4), y en
el Nuevo, de igual manera a las hijas de Felipe (Hechos 21:9). Ana estaba en el templo
cuando llegaron los padres de Jesús. Así fue como Dios guió a estos santos, personas
dispuestas a oirle y seguirle, y les dio el privilegio de estar presentes en el templo
justamente cuando estaba allí el niño. Ambos, reconociendo esta bendición especial,
rindieron alabanzas al Señor.

5
Vida preministerial del Hijo del
Hombre
Lucas 2:39–3:22
“Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres”
Lucas 2:52

En el breve espacio de dos cortos versículos (2:39–40), se resumen doce años de la


niñez de Jesús. Por ese entonces, la familia vivía en Nazaret, ciudad que por razones que
desconcemos, no gozaba de muy buena reputación.
La Biblia no da muchos datos biográficos de ese período, pero indica que el Señor
tuvo crecimiento físico, intelectual, moral y espiritual (2:40). Estuvo completamente
sujeto a las leyes del desarrollo humano, con la única excepción de que en él no había
pecado. Creció y se desarrolló como ningún otro ser lo había hecho, porque fue
verdaderamente hombre, pero hombre perfecto.
El comentario que hace Lucas de la infancia del Señor no nos sorprende, porque
Jesús fue un hombre que a la vez era Dios y hombre perfecto, poseedor de las dos
naturalezas. No es que sea difícil entender esta verdad ni que sepamos con exactitud
cómo se compaginan las dos naturalezas, pero la revelación que Dios nos dio testifca
que así es en efecto. Lo creemos porque nuestro Padre lo dice, aunque no lo entendamos
cabalmente.

¡PENSEMOS!
Cristo, fue el hombre perfecto. Mencionamos a
continuación algunas referencias que hace el Nuevo
Testamento en cuanto a Jesús y su relación con el pecado.

“Y no hay pecado en él” (1 Juan 3:5).

“No conoció el pecado” (2 Corintios 5:21).

“Tentado, … pero sin pecado” (Hebreos 4:15).

“No hizo pecado” (1 Pedro 2:22).

Por otro lado, parece que el mismo Jesús, ya en sus primeros años de juventud,
estaba completamente consciente de quién era y del papel que le correspondía realizar:
“¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” (2:49)
Lo poco que se nos dice en la Biblia acera de la niñez y juventud de nuestro Señor
Jesucristo ha originado una gran cantidad de cuentos extrabíblicos que tienen el afán de
satisfacer la curiosidad humana al respecto. Muchos autores no guiados por el Espíritu
Santo, sino por su imaginación, han procurado llenar el vacío de información en cuanto
a la infancia de Cristo.
La colección apócrifa resultante contiene historias absurdas que tratan de hacerse
pasar por verdad. Sin embargo, Lucas nos proporciona el único cuadro auténtico y
autorizado de lo que sucedió en esos años.
Es patente el gran abismo que existe entre la producción apócrifa y los libros
canónicos (que fueron escritos bajo el control del Espíritu Santo por autores que fueron
testigos o que entrevistaron a los testigos presenciales). Con excepción de lo que
sabemos por Lucas 2, estos fueron en verdad, años de silencio. Obviamente, Dios no
quiso hacer hincapié en los acontecimientos de esa época, sino destacar lo referente a
nuestra redención por medio del ministerio público de Jesús que la propició.
LA FAMILIA CELEBRA LA PASCUA 2:41–52
El Antiguo Testamento exigía que los judíos visitaran el templo de Jerusalén cuando
menos tres veces al año. En el período que nos ocupa, esto se había reducido a un sólo
viaje para la fiesta de la pascua. Lucas nos relata que José y María tenían esta
costumbre, pero sólo nos da detalles del año en que Jesús cumplió doce años.
No se sabe si el Señor los había acompañado en otras ocasiones. Es posible que esta
visita la hicieran como un preparativo para cuando Jesús cumpliera 13 años, fecha en
que los jóvenes judíos se integraban a la comunidad religiosa y pasaban a ser miembros
responsables de ella. Se les llamaba “hijos del mandamiento”.
Esta historia es muy conocida. Sin embargo, algunos lectores se preguntarán:
“¿Cómo es posible que los padres pasasen tanto tiempo sin descubrir la ausencia de su
hijo? Cómo pudieron haber caminado una distancia de un día ignorando el paradero de
Jesús?”
En primer lugar, no es evidencia de problemas familiares. No existe nada que
indique que los padres fueran descuidados. Más bien, se echa de ver su atención
cuidadosa. Cuando los peregrinos salían de Jerusalén para dirigirse a sus respectivas
ciudades, lo hacían en grupos grandes. Las mujeres formaban el primero y los hombres
el segundo. Por su parte, los jóvenes podían ir en cualquiera de ellos.
Después de un día de camino, cuando las familias se juntaron para comer y pasar la
noche, se dieron cuenta de que Jesús faltaba. Al siguiente día regresaron a la ciudad y al
tercero, lo encontraron en el templo platicando con los eruditos, a quienes hacía y
contestaba preguntas, que era el método de enseñanza de entonces. Los maestros de la
ley estaban asombrados de la inteligencia y respuestas del Señor (2:47). La observación
que hicieron confirma que la intención de Jesús no era alardear de sus conocimientos o
mostrarse superior; o no hubieran dicho lo que dijeron. Este intercambio nos da otra
evidencia de la manera en que el Señor iba aprendiendo y desarrollándose.
El encuentro con sus padres y la pregunta y lamentación de la madre dieron ocasión
a las palabras: “¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me
es necesario estar?” (2:49) No lo dijo por rebeldía, aunque José y María no
comprendieron sus palabras sino hasta mucho tiempo después. En cambio, Jesús sabía
perfectamente lo que decía. Es interesante observar que éstas son las primeras palabras
de nuestro Señor Jesucristo que están registradas en la Biblia. Y con ellas, confirma ser
Hijo de Dios.
El versículo final del capítulo indica cómo era el carácter y comportamiento del
joven Jesús en su hogar y en la comunidad. “Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y
en gracia para con Dios y los hombres” (2:52).

¡PENSEMOS!
¿Qué influencia ejerce la vida familiar en los seres
humanos? Si admitimos que en el hogar se forjan los hijos
consagrados y los descarriados, ¿cómo afectará este
conocimiento al ambiente de su hogar? ¿Encuentra algún
área en que debe hacer cambios? Ore y actúe en
consecuencia.
PREPARACIÓN DEL HIJO DEL HOMBRE
La infancia y juventud de Jesús transcurridas en su casa y bajo la influencia de
quienes amaban a Dios y a él, contribuyeron a su preparación
EL HOGAR DE LOS QUE OBEDECEN A DIOS
ES UN AMBIENTE PROPICIO
PARA CRIAR A LOS HIJOS.
Un hogar creyente provee luz al joven, que estará bien dispuesto a enfrentar lo que
le traiga la vida. La preparación a la cual se refiere esta sección es la oficial. Ya el Hijo
del Hombre había dejado la casa y el cariño familiar. El ministerio público, importante y
duro al cual Dios Padre le había enviado, estaba por iniciarse, pero había ciertos pasos
preparatorios que era necesario que diera antes de emprenderlo.
MINISTERIO DE JUAN EL BAUTISTA 3:1–20
Como un heraldo que anuncia con trompeta la venida de un rey, Juan el Bautista
presentó al Mesías. Los judíos no podrían decir que Cristo llegó sin previo aviso, o que
no fue anunciado o introducido. El ministerio de Juan, su precursor, se define muy bien
en Lucas 3:4: “Prepared el camino del Señor”.
Trasfondo histórico 3:1–2
Como historiador apto, Lucas nos provee de una cronología exacta para fijar el
comienzo del ministerio de Juan. Esta cronología es buena, pero los personajes que
intervienen no tanto. Según la historia, Tiberio César era malvado en extremo. A Poncio
Pilato (nombrado gobernador en el año 26 d.C., puesto que ocupó por 10 años), lo
conocemos por su cobardía durante el juicio de nuestro Señor Jesucristo. Ni hablar de la
familia de los Herodes, aunque se cree que Felipe (hijo de Herodes el Grande y
Cleopatra), era el mejorcito.
Anás y Caifás eran los sumos sacerdotes (3:2). Los romanos habían quitado de su
puesto a Anás, pero como su yerno Caifás fue designado en su lugar, Anás siempre
conservó bastante poder. Estos dos se opusieron a Cristo durante todo su ministerio
público. Bueno, al menos sabemos quiénes eran los líderes cuando Juan empezó su
ministerio.
El mensaje de Juan 3:3–14
Dice la Escritura que Juan predicaba el bautismo de arrepentimiento (3:3).
Demandaba una transformación de mente, pensamientos, que resultara en un cambio al
actuar, es decir, del ser interior, que diera evidencias externas. Ese último gran profeta
al estilo antiguotestamentario, hizo reconocer a sus oyentes que tenían una
responsabilidad espiritual relacionada con el mensaje mesiánico.
Tal y como habían hecho a lo largo de su historia como nación, los judíos de
tiempos de Juan y nuestro Señor Jesucristo pensaban en lo político y no en lo espiritual.
Juan clamaba contra eso y los exhortaba diciendo: “Haced, pues, frutos dignos de
arrepentimiento” (3:8) y les daba ejemplo de algunas evidencias del arrepentimiento
(3:12–14). Lucas no nos da todos los detalles de su predicación, pero sí nos dice lo
suficiente como para que entendamos que su propósito era preparar el camino del Señor.
EL ARREPENTIMIENTO: UN CAMBIO INTERIOR
QUE RESULTA EN
ACCIONES VISIBLES
¡PENSEMOS!
Los hechos cotidianos demuestran el arrepentimiento.
¿Ha abandonado usted hábitos antiguos y sus obras actuales
son evidencia de que tiene una mente nueva? Recuerde que
el juicio de quienes nos rodean es la mejor escala para
evaluar nuestras acciones.

Identificación de Juan 3:15–17


Tan impresionante era Juan el Bautista, que muchos le preguntaban si él era el
Mesías, pero declaró que no era digno de desatar la correa del calzado del Mesías
(3:16). Inclusive explicó la diferencia que habría entre los ministerios de ambos, tanto
en el presente como el futuro. Siguiendo el estilo profético del Antiguo Testamento, no
hizo ninguna distinción entre la primera y la segunda venida del Mesías. La referencia
al juicio con que Cristo vendría después (el “fuego” del versículo 16) ilustra ese punto.
Encarcelamiento de Juan 3:18–20
Aunque no con los mismos detalles que ofrece Mateo, Lucas también indica que
Herodes encarceló a Juan. Sabemos que fue entonces que el monarca puso fin a sus
días.
EL BAUTISMO DEL HIJO DEL HOMBRE 3:21–22
La mayor parte del ministerio de Juan se llevó a cabo cerca del río Jordán, donde
bautizaba. Había anunciado al pueblo que el suyo era un bautismo de arrepentimiento, y
en efecto así era. La gente que de veras cambiaba su manera de pensar y reconocía su
pecado de incredulidad, era bautizada. El bautismo en sí, es una identificación. Esas
personas reconocían sus pecados (el principal de ellos, no creer lo que Dios había
dicho), y por el bautismo se identificaban abiertamente con Dios y su mensajero Juan.
Ahora bien, Cristo no tenía ningún pecado que confesar ni nada de qué arrepentirse.
Sin embargo, fue bautizado por Juan. Se cree que el Señor permitió esto para
identificarse con el mensaje que Juan predicaba: “el reino de los cielos se ha acercado”
(Mateo 3:2); porque el Rey mismo estaba a la puerta. Es sumamente importante
recordar que la venida del reino prometido por los profetas dependía de la venida del
Rey profetizado.
No hay reino sin rey. Este principio está vigente aún hoy. No se pueden imponer los
valores del reino mesiánico en una sociedad pagana. Para que haya reino, primero tiene
que ser inaugurado por el rey presente en la tierra. Jesús, el Hijo del Hombre, el Mesías
prometido, iba a principiar su ministerio. Es evidente que no había conflicto entre los
dos “predicadores”, porque ambos proclamaban un mismo mensaje. Los dos se
identificaban con el plan y propósito de Dios en cuanto al reino y al Rey.
NO PUEDE HABER REINO SIN LA PRESENCIA
DEL REY
Naturalmente, el bautismo de Cristo fue un tanto diferente al de los demás. Los otros
tenían de qué arrepentirse pero él no. Aunque había cierta similitud entre el bautismo de
Jesús y el de los demás, para confirmar la gran diferencia entre los dos, Lucas narra que
se escuchó la voz de Dios anunciando: “Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo
complacencia” (3:22). ¡Qué momento más trascendental! Después de años de silencio, y
en un espacio de poco tiempo, hubo varias comunicaciones directas de parte de Dios a
su pueblo. En este pasaje, la voz de Dios identifica pública y específicamente a Jesús
como su Hijo amado.

6
Genealogía y tentación del Hijo
del Hombre
Lucas 3:23–4:13
“Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al
desierto”. Lucas 4:1

En esta sección, Lucas presenta los últimos detalles de la preparación del Señor
antes de iniciar sus tres años y medio de ministerio público. Después, gracias a la pluma
del médico amado, y guiados por el Espíritu Santo, empezaremos la caminata con
Cristo, un viaje arduo, pero bendito, que nos conducirá a la cruz.
GENEALOGÍA DEL HIJO DEL HOMBRE 3:23–38
De una u otra forma, todos tenemos interés en nuestros antepasados, entre quienes
siempre hay alguien de quién jactarse y, con frecuencia, alguien de quién avergonzarse.
En el caso de los judíos, el árbol genealógico era de muchísima importancia porque éste
determinaba su lugar en la sociedad, la religión y el gobierno. En cierto sentido, les
mostraba qué tan buen judío era cada uno.
“PORQUE PARA VOSOTROS ES LA PROMESA,
Y PARA VUESTROS HIJOS, Y PARA TODOS LOS
QUE ESTÁN LEJOS; PARA CUANTOS EL
SEÑOR NUESTRO DIOS LLAMARE”
Hechos 2:39.
Al llegar a la genealogía de Jesús, el asunto toma mayor importancia porque
establece que se trata nada menos que de un descendiente de David, con derecho a su
trono. La lista, como la presenta Lucas, se refiere a los antepasados de María. Es
interesante notar que de Abraham a David, los nombres corresponden a los mismos que
Mateo menciona, pero de David a Jesús difieren, porque Mateo sigue a los
descendientes del rey David a partir de Salomón hasta llegar a José (el padrastro de
Jesús) para demostrar su derecho legal a ocupar el trono davídico.
Por su lado, Lucas traza la línea por otro de los hijos de David, Natán (3:31),
mostrando que María también tenía raíces reales y que por parte de su madre, Jesús
también era del linaje de David y con derecho legítimo al trono. Do acuerdo con su
enfoque de presentar a Jesús como el Hijo del Hombre, la lista de Lucas va más allá de
Abraham, hasta llega a Adán.

¡PENSEMOS!
Medite en sus propios antepasados y dé gracias Dios si
sus padres o abuelos fueron creyentes. Si con usted se inicia
la primera generación de cristianos, pida al Señor que le
permita alcanzar a sus hijos y nietos para que crean en
Jesucristo, el único Salvador y Redentor de nuestras almas.

TENTACIÓN DEL HIJO DEL HOMBRE 4:1–13


El término “tentación” se refiere a una incitación o aliciente a pecar. No es en sí un
pecado, sino que busca provocarlo. El encuentro con Satanás que Lucas relata no fue la
única ocasión en que nuestro Señor Jesucristo fue tentado. Hebreos 4:15 dice que “fue
tentado en todo según nuestra semejanza”. Quiere decir que hubo tentaciones en toda su
vida, bajo muchas y variadas circunstancias.
TENTAR: SEDUCIR, INSTIGAR, INCITAR
Fue tentado como nosotros, pero aunque era humano, nunca cayó en la tentación.
Por el hecho de ser el único hombre perfecto, no hubo en él inclinación hacia el pecado
como nosotros. Así que aunque Satanás quiso hacerle caer, la tentación vino a
comprobar su carácter perfecto.
Cabe notar también la gran diferencia entre la tentación del primer hombre Adán y
la del Hijo del Hombre. El primero vivió en un jardín y todas sus necesidades estaban
ampliamente cubiertas. Tenía comida y estaba rodeado de un ambiente propicio y
agradable. Sin embargo, desobedeció a Dios y siguió a Satanás. Obviamente, la clave de
la vida victoriosa no se encuentra en las circunstancias placenteras.
SER TENTADO NO ES PECADO;
PECADO ES CEDER A LA TENTACIÓN
Por otro lado, lejos de estar en un jardín, Jesús fue impulsado al desierto (Marcos
1:12). En ese lugar inhóspito pasó 40 días sin comer. Pero a pesar de que estaba solo,
que tenía hambre y estaba en un ambiente hostil, triunfó sobre Satanás. No podemos
dejar de observar que empleó la Palabra de Dios en todas sus respuestas. Durante este
período específico de 40 días de tentación, vemos tres incidentes de especial
importancia:
Las piedras en pan 4:3–4
Jesús tenía hambre y era de esperarse que Satanás lo atacara en ese punto. ¡El
enemigo es mañoso! Aunque aparentemente le hizo una sugerencia simple y hasta
inocente, en el fondo era una invitación para satisfacer una necesidad humana por
medios no aprobados por Dios.
Cristo sabía que no debía buscar el bienestar físico usando sus atributos divinos. Si
lo hubiera hecho en ese momento, ¿qué le hubiera impedido más adelante evitar el
sufrimiento de la cruz? ¡No! Sabía que el plan de Dios no era que muriera de hambre en
el desierto, y estuvo dispuesto a cumplir con todo el plan divino.
El Señor contestó citando el Antiguo Testamento: “No sólo de pan vivirá el hombre,
sino de toda palabra de Dios” (4:4).

¡PENSEMOS!
El conocimiento de la Palabra de Dios nos ayuda a no
pecar contra él. Anote tres pasajes que puedan usarse
cuando nos encontremos en circunstancias difíciles:

________________________________________________
________________________________________________
________________________________________________

Los reinos de la tierra 4:5–8


No se puede nogar el poder de Satanás. Esta vez llevó a Jesús a un monte alto. Esto
demuestra su poder, pero lo que hizo ahí lo manifiesta aún más: “…le mostró en un
momento todos los reinos de la tierra” (4:5). El panorama es menos geográfico que
histórico. Es decir, Satanás no le estaba mostrando solamente unos cuantos países
cercanos, sino “todos los reinos”, pasados, presentes y futuros. La capacidad de Satanás
para ejecutar semejante artificio es asombrosa.
En efecto, le estaba ofreciendo al Hijo del Hombre un reino mesiánico falsificado.
Lo interesante es que Cristo no discutió con el “dios de este siglo” (2 Corintios 4:4) su
supuesta potestad o derecho a hacerlo, porque sabía que era un derecho usurpado.
La oferta satánica no era gratis. ¿A costa de qué ofrecía a Cristo los reinos? ¡Qué
blasfemia! Quería obligar al Hijo de Dios a que se postrara delante de él! El, que cuando
era uno de los querubines que servían a Dios en los cielos, pecó diciendo: “Seré
semejante al Altísimo” (Isaías 14:14).

¡PENSEMOS!
Este caso es una buena indicación de que el maligno no
ha cambiado su meta inicial. No debemos dejarnos engañar.
Podemos estar seguros que todavía persigue el mismo fin,
tratando de recibir la adoración que sólo pertenece a Dios.

Sin embargo, Jesús sabía con quién trataba; conocía sus artimañas, y que de acuerdo
con el plan de Dios y a su debido tiempo, todo pasaría a sus propias manos. Pero
primero tenía que sufrir la cruz. Así que rechazó a Satanás con las palabras: “Al Señor
tu Dios adorarás, y a él solo servirás” (4:8)
Sobre el pináculo del templo 4:9–12
El reto siguiente fue decirle que se tirara de lo alto del templo, para que la gente al
verlo, reaccionara, aceptándolo. ¡Qué dramático hubiera sido! El lugar donde Satanás le
había colocado estaba más o menos a 130 metros de alto sobre el arroyo del Cedrón.
Esta vez el diablo también usó un versículo de las Escrituras, que aparentemente conoce
muy bien. No obstante, nuestro Señor sabía que Dios controla el tiempo y que la
aceptación de parte del pueblo no se podría llevar a cabo excepto por lo que él lograra
en la cruz. Así que contestó a Satanás: “No tentarás al Señor tu Dios” (4:12)
Así terminó el período de intensa tentación. Pero Satanás no se dio por vencido.
Lucas dice que: “se apartó de él por un tiempo” (4:13).

¡PENSEMOS!
¿Cómo se enfrenta usted a Satanás y a las tentaciones?
En esta sección descubrimos que el arma más fuerte que
tenemos es la Palabra de Dios. Cristo mismo la utilizó para
neutralizar los ataques satánicos al decir: “Escrito está…”
Analice los siguientes pasajes y anote lo que aprende de
ellos:

2 Corintios 10:4_________________________________

Salmos 34:7____________________________________

Exodo 14:14____________________________________

Efesios 6:11____________________________________

Santiago 1:12___________________________________

Es lógico que la sección que trata de los tres años del ministerio público del Hijo del
Hombre sea la más extensa del libro (Lucas 4:14–19:27). También lo es que Cristo
empezara su trabajo en Galilea, que se encuentra al norte de Israel, porque entre sus
amigos podría haber oyentes dispuestos a creer en él. También nos parece muy buena su
idea de regresar a Nazaret, ciudad donde creció. Sin embargo, hubo problemas.

7
Ministerio en Galilea
Lucas 4:14–6:11
“Es necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios; porque
para esto he sido enviado: Lucas 4:43

RECHAZO DEL HIJO DEL HOMBRE EN NAZARET 4:14–


30
Para el creyente, Nazaret es una ciudad muy famosa porque fue allí donde creció
nuestro Señor Jesucristo, pero por alguna razón, los moradores de Palestina de aquel
entonces no compartían este sentimiento (Juan 1:45–46). No se sabe a ciencia cierta por
qué.
Como era su costumbre, Jesús fue a la sinagoga el sábado. No porque los que
enseñaban allí se inclinaran a creer el mensaje del Mesías, ya que los fariseos y escribas
nunca sumaron un gran número entre los seguidores de Cristo.
Pero el pueblo sí acostumbraba congregarse en la sinagoga para oir la Palabra de
Dios. Además, el propósito del sábado era honrar a Dios, y así lo hizo Jesús. La rutina
establecida para el culto incluía dos diferentes lecturas. La primera, la del Pentateuco,
iba de acuerdo con un calendario fijado de antemano. Más tarde, hicieron un orden
semejante para los profetas.
Por la frase “se le dio el libro del profeta Isaías” (4:17) se deduce que la selección
no quedaba a decisión del lector. Sin embargo, tal vez sí podía escoger la porción
específica: “Y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito” (4:17).
Podemos observar que no habían asignado de antemano al lector oficial. Cualquier
hombre judío competente podía hacerlo.
Cristo decidió leer una porción mesiánica, es decir, que hablara de la venida del Rey
prometido a Israel. Terminó de leer inmediatamente después de lo relacionado con la
primera venida y antes de la parte que tenía que ver con los eventos asociados con la
segunda venida (compare Lucas 4:19 con Isaías 61:1–2). Cerró el libro (rollo), y de
acuerdo a la costumbre, pronunció un pequeño discurso.
“EL ESPIRITU DE JEHOVA ESTA SOBRE MI,
PORQUE ME UNGIO JEHOVA”
Isaías 61:1
Su mención de que las escrituras referentes al Mesías se habían cumplido ese mismo
día, hizo que los congregantes se molestaran. Su fama por los milagros hechos en
Capernaum, le había precedido hasta Nazaret. Como casi todos, desde entonces y hasta
su crucifixión, los de su ciudad natal también querían ver señales y milagros. Como no
los hizo, al oir la afirmación de alguien que habían conocido desde la niñez, le
manifestaron abiertamente su desdén, lo cual dio ocasión para que el Señor pronunciara
un versículo que se ha convertido en refrán; “Ningún profeta es acepto en su propia
tierra” (4:24).
El desprecio se convirtió en ira, y la gente de Nazaret trató de matarlo (4:29). No se
sabe exactamente lo que sucedió cuando Cristo “pasó por en medio de ellos, y se fue”
(4:30). Pero esa deliberada, majestuosa y, en cierto sentido, heroica salida, ha de
haberles dado en qué pensar. No lograron su propósito, y Cristo salió de Nazaret para
siempre. Ese rechazo inicial era apenas la muestra de lo que iba a ser su ministerio en
los siguientes meses y años.
“A LO SUYO VINO,
Y LOS SUYOS NO LE RECIBIERON”
Juan 1:11
CONFIRMACIÓN DEL MINISTERIO DEL HIJO DEL
HOMBRE 4:31–6:11
Los habitantes de Galilea y Nazaret querían saber con qué autoridad hacía Jesús sus
declaraciones. En esta sección les demuestra su autoridad a través de enseñanzas y
milagros.
En Capernaum (4:31–37)
Debido a que los moradores de Nazaret lo habían rechazado, Cristo escogió como su
base de operaciones la ciudad de Capernaum, que se encontraba a orillas del lago de
Galilea. Continuó con su costumbre de enseñar el sábado, y aunque Lucas no nos
provee ningún detalle de sus lecciones, sí nos relata la reacción de los oyentes: “Y se
admiraban de su doctrina, porque su palabra era con autoridad” (4:32).
Su autoridad y poder se manifestaron al tratar el caso de un endemoniado. Entre
otras cosas, el incidente comprueba la existencia de los demonios, su conocimiento de la
persona de cristo y su pavor porque iban a ser destruidos por él.
En el Nuevo Testamento, y especialmente por lo que escribe Lucas, se establece una
gran diferencia entre las enfermedades o defectos fisicos y los casos sobrenaturales, que
son el Antiguo Testamento hace muy pocas referencias a la actividad demoniaca en el
mundo. La mayor incidencia sucedió cuando Cristo estuvo en la tierra y después
menguó durante el tiempo de los apóstoles.
Lo que produce a la vez gozo y escalofrío es que, según la Biblia, la actividad
demoniaca aumentará hacia el fin de los tiempos cuando venga el anticristo (2
Tesalonicenses 2:9). Pero será entonces, cuando Cristo triunfará (Apocalipsis 17:14)
sobre Satanás y sus huestes. En el caso que nos ocupa, el Hijo del Hombre reprendió al
demonio y lo arrojó fuera del individuo poseído. La gente quedó muy impresionada, y
pregonó por todas partes el acontecimiento.

¡PENSEMOS!
Satanás y sus huestes nos atacan por doquier
provocando enfermedades y haciendo que los creyentes nos
alejemos del Señor. ¿Cómo debemos prepararnos para
combatir las fuerzas invisibles del mal? Lea y medite en
Hebreos 2:18 y 2 Pedro 2:9 y descubra la seguridad que Dios
nos da.

En la casa de la suegra de Pedro y sus alrededores (4:38–44)


Inmediatamente después del milagro mencionado, Jesús fue a la casa de un familiar
de Pedro donde su suegra estaba enferma con “una gran fiebre” (4:38). Diciendo sólo
unas palabras, Jesús la sanó en forma definitiva. La enfermedad no la dejó ni siquiera
debilitada; más bien, recuperó sus fuerzas y servía a los visitantes. En este caso, parece
que no fue un demonio el que causó la enfermedad, pero la curación no fue menos
milagrosa.
Debido a que su fama aumentaba día a día, vinieron a él otros enfermos y
endemoniados, pero Cristo puso en claro que tenía mucho qué hacer en otras partes del
país. Definió su ministerio diciendo que su tarea era anunciar el evangelio del reino de
Dios porque: “para esto he sido enviado” (4:43). En esta frase, reconoció que su
prioridad era enseñar y predicar. Para él, los otros aspectos de su ministerio, como hacer
milagros, sanar enfermos, echar fuera demonios, etc., no tenían la misma importancia.
Los judíos de aquel entonces querían very experimentar los milagros, pero Cristo dijo
que lo más importante era su mensaje.
EL SER HUMANO TIENDE A ADMIRAR LO
ESPECTACULAR Y
A DESCUIDAR LO MAS IMPORTANTE,
QUE ES LA ENSEÑANZA.
Por el lago Genesaret (5:1–11)
La descripción de ese lugar proviene del nombre del gran llano donde está situado el
lago. También se conoce por Mar de Galilea. Sin embargo, Lucas nunca lo describe con
el término “mar” porque conocía el Mediterráneo, que de veras merecía el nombre de
mar. El autor no asignaría dicho apelativo a una porción de agua de apenas 480
kilómetros cuadrados. A través de la Biblia, el mismo lugar ha tenido otros nombres
como: “Mar de Cinaret” (Josué 12:3) y “Mar de Tiberias” (Juan 6:1).
Es interesante notar que el lago está a unos 225 metros bajo el nivel del mar. En los
tiempos de Jesucristo había 9 ciudades en las orillas, cada una con unos 15,000
habitantes. Pero es más importante mencionar que 18 de los 33 milagros de Cristo se
hicieron en las cercanías de ese lago, y 10 de ellos en la ciudad de Capernaum.
En esa ocasión, depués de predicar a la muchedumbre, se dirigió específicamente a
Simón pedro ordenándole echar las redes para pescar. ¡Imagínese, el pescador
profesional recibiendo órdenes de un carpintero! Es evidente que Simón sabía que
Cristo era mucho más que un carpintero. Aunque había trabajado con sus colegas toda
la noche, la hora más adecuada para la pesca, no habían pescado nada. Posiblemente se
dijo a sí mismo: “¡Tampoco a esta hora hallaremos pescado! ¿Qué dirá la gente si me ve
salir a pescar de día, considerado inadecuado para la pesca?”
“VENID EN POS DE MI, Y OS HARE,PESCADORES De
HOMBRES”
Mateo 4:19
Lo que salió de su labios refleja su verdadera y creciente convicción: “mas en tu
palabra echaré la red” (5:5). ¡Cómo ha de haberse alegrado el corazón de Jesús al oir
semejantes palabras! Es una lindísima combinación de fe sencilla y obediencia
completa, precisamente lo que Cristo busca en sus seguidores.
La primera reacción de parte de Simón Pedro (5:7–8) demuestra lo que requiere el
Señor de los suyos: que reconozcan el carácter santo de su Dios y su propia
pecaminosidad. Simón cayó de rodillas, y el Señor Jesús, por decirlo así, puso su sello
de aprobación en él y le indicó la que sería su vocación de allí en adelante: “No temas;
desde ahora serás pescador de hombres” (5:10). La frase “pescador de hombres” es la
traducción de un verbo que solamente se usa dos veces en todo el Nuevo Testamento, y
quiere decir “tomar vivos a los hombres”.
La segunda reacción de parte de Simón Pedro es que dejó todo por seguir a Cristo
Jesús. Es la respuesta lógica, y precisamente la que se espera de alguien que ha visto y
entendido la revelación de la persona de Cristo, el Hijo de Dios y Dios mismo. Ese
milagro y su enseñanza fueron la prueba que necesitaba Simón, y desde entonces, el
barco de ese pescador tuvo otro capitán.
LA BENDICIÓN VIENE POR LA OBEDIENCIA.
En una de las ciudades (5:12–26)
Hemos visto una demostración de la autoridad que el Hijo del Hombre tenía sobre la
naturaleza. ¡Hasta los peces lo obedecieron! A continuación sigue autenticando su
personalidad y mensaje al curar a un leproso y a un paralítico.
Los leprosos se consideraban muertos y de acuerdo a la ley, eran inmundos e
intocables. Lucas, otra vez mostrando su profesión médica, describe el caso como muy
avanzado: “un hombre lleno de lepra” (5:12). Estando en esas condiciones físicas y
sociales, nos asombra que se presentara en público y ante una persona célebre como
Jesús. Por sus palabras, se ve que el valor del enfermo provenía de la confianza que
tenía en Jesús: “Señor, si quieres, puedes limpiarme” (5:12). Cristo dijo: “Quiero; sé
limpio”, y así fue.
Jesús le mandó cumplir con los requisitos que la ley estipulaba, lo cual causó
sorpresa entre las autoridades religiosas. Las Escrituras no indican que tuvieran
experiencia en cumplir con esa parte de la ley. Además, advirtió al hombre que no dijera
nada. Pero no le hizo caso, y con gran gozo hizo todo lo contrario.

¡PENSEMOS!
Cabe indicar aquí que ni la alegría desbordante es
motivo para desobedecer las órdenes de Dios. En este caso, la
fama presionó mucho a Cristo, porque la gente empezó a
llegar de todas partes buscando ser sanados. Por supuesto
que no existe ninguna circunstancia que justifique la
desobediencia. Analice su vida para ver si existe en ella algo
en lo cual esté desobedeciendo al Señor y corrija lo que sea
necesario.

El siguiente caso tembién demuestra su autoridad, no solamente sobre lo físico, sino


también en lo espiritual, así como la fe y perseverancia de los amigos del paralítico,
cuya sanidad también fue un milagro en todo sentido.
No obstante, el encuentro causó una reacción adversa por parte de los religiosos.
Cuando el Señor dijo: “Hombre, tus pecados te son perdonados” (5:20), ellos dijeron:
“¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?” ¡Bien dicho! Sus propias palabras los
condenaron. El mismo Dios que pretendían obedecer estaba presente y actuando. Los
milagros que Cristo Jesús hacía autenticaban su mensaje e identidad, pero los líderes
religiosos no querían aceptarlo.
¡Qué asombroso! Ni la presencia, ni la predicación ni el poder de Jesucristo fueron
suficientes para convencer a los religiosos. Esto nos recuerda lo que Jesús mismo dijo
en Juan 6:44: “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere”.
Conocer a Cristo, el Hijo de Dios, el que perdona nuestros pecados, como nuestro
Salvador personal, no viene por oir argumentos ni por ver milagros, sino por la obra de
Dios.
En la casa de Leví (5:27–39)
Lucas identifica a Leví (llamado “Mateo” en Mateo 9:9) como un publicano, lo cual
lo hacía empleado del odiado gobierno de Herodes y estaba encargado de cobrar los
impuestos aduanales en la carretera principal que pasaba por Capernaum. Un publicano,
por métodos legítimos o ilegítimos, podía llegar a ser muy rico, pero tenía que sacrificar
su buena reputación; la gente lo consideraba pecador empedernido.
Tal vez Leví ya había oído de Cristo, o lo había escuchado en persona porque
respondió a su invitación de todo corazón. Dejó no solamente su trabajo, sino también
su carrera. Para celebrar el evento, dio un gran banquete porque quería que sus colegas
tuvieran oportunidad de oir a Cristo.
LA EVIDENCIA MAS FUERTE DE HABER
CREIDO EN CRISTO ES
¡UNA VIDA TOTALMENTE CAMBIADA!
Aparentemente, otros asistieron a la fiesta. No como invitados, por cierto. Unos
escribas y fariseos llegaron como “observadores” o mejor dicho “acusadores”, y de
inmediato se quejaron diciendo: “¿Por qué coméis y bebéis con publicanos y
pecadores?” Ese último término tenía la connotación del pecado grosero, cometido por
una persona non grata a la sociedad.
Sin dar más detalles, Cristo respondió en palabras que han llegado a ser clásicas:
“No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento” (5:32). De seguro,
los religiosos no sentían la necesidad de que hubiera un cambio así en sus vidas.
Como para disimular, le hicieron una pregunta acerca de los ayunos, a la que Jesús
contestó con tres ilustraciones, las dos últimas en forma de parábola.
1.     Los amigos e invitados a la boda no ayunan mientras el “marido” está presente porque
es una ocasión de gozo. Lo harán después que se haya ido (5:34–35).
2.     No se hace un remiendo de tela nueva en un vestido viejo porque se encoge y el daño
resulta peor (5:36).
3.     No se debe poner vino nuevo en odres viejos, porque ya han perdido su elasticidad. La
fermentación hará que se pierda tanto el vino como el odre (5:37–39).
Cristo no vino como un maestro o profeta más en la larga lista del sistema antiguo.
Tampoco a colocar un remiendo en el vestido religioso de los judíos, sino a presentar
algo nuevo, aunque no tan completamente nuevo. Los estudiantes verdaderos del
Antiguo Testamento deberían haber sabido que el Mesías traería un mensaje de grandes
responsabilidades espirituales, pero los dirigentes de ese tiempo no lo entendieron así.
En el día de reposo (6:1–11)
Esta sección se podría titular “un conflicto más con los líderes hipócritas”. En los
primeros cinco versículos, los fariseos critican a los discípulos por recoger y comer trigo
en sábado. La ley permitía que el hambriento tomara del grano ajeno para satisfacer su
necesidad, pero lo que disputaban era que lo hicieran en sábado. Conviene recordar que
no aplicaban a otras partes de la ley el mismo celo exagerado.
Así son los hipócritas, muy devotos en ciertos aspectos de su religión y muy
descuidados en otros. No cabe duda que Cristo dio precisamente en el blanco con la
pequeña frase: “¿Ni aun esto habéis leído?” Eso sí les molestó, porque se jactaban de
conocer el Antiguo Testamento de punta a punta. “¿Quién es este advenedizo que nos
quiere hablar de las Escrituras?” se han de haber preguntado.
Jesús cita el caso de David en 1 Samuel 21:1–6 como una interpretación del cuarto
mandamiento (Exodo 20:10) y a continuación se declara “Señor del día de reposo”
(6:5). El había hecho el día de reposo: “Todo fue creado por medio de él y para él”
(Colosenses 1:16). El Creador debía saber a fondo y mucho mejor que ellos, cuál era su
propósito. Asimismo, conoce a fondo el corazón del hombre.

¡PENSEMOS!
Aun el verdadero creyente puede caer en el error de los
fariseos. ¡Qué fácil es leer y hasta dominar el contenido de la
Palabra de Dios sin prestar la debida atención a lo que dice!
En tal caso, dominamos la Biblia, pero ella no nos domina a
nosotros. ¡Esto es fariseísmo puro! Deténgase y medite por
unos momentos en alguna ocasión en que usted haya actuado
así y propóngase no hacerlo más.

La misma reclamación surgió otro sábado cuando el Señor sanó al hombre que tenía
la mano tullida. En esa ocasión los escribas y fariseos vigilaban a Jesús, sabiendo que el
enfermo estaba presente. También conocían el poder de Cristo y su compasión. Sin
embargo, sus duros corazones, en vez de reconocerlo como Mesías, buscaban atraparlo:
“Mas él conocía los pensamientos de ellso” (6:8). Esa pobre gente autoengañada no
sabía con quién se enfrentaba. ¡Hasta sus pensamientos los conocía Jesús!
Su pregunta breve y sencilla los dejó callados:
“¿ES LÍCITO EN DÍA DE REPOSO HACER BIEN, O
HACER MAL? ¿SALVAR LA VIDA, O QUITARLA?”
Parece que les quería comunicar que cuando uno tiene la oportunidad de hacer el
bien, debe hacerlo sin importar qué día de la semana sea. Más bien, es malo refrenarse
de hacerlo. Dicha lección también los dejó callados y muy enojados (6:11)

8
El Hijo del Hombre elige e
instruye a sus discípulos
Lucas 6:12–49
“En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios. Y cuando era de
día, llamó a sus discípulos”. Lucas 6:12–13a

Hasta aquí Lucas ha descrito a Jesús el Hijo del Hombre como el Mesías prometido.
Sin embargo, con todo y la amplia demostración de su poder y autoridad, los judíos no
lo aceptaron. Cristo escogió de enter los relativamente pocos, pero verdaderos
discípulos, a los que le servirían de forma especial. Estos fueron denominados
apóstoles.
JESÚS ELIGE A LOS APÓSTOLES 6:12–19
Una característica muy notable en la vida de Cristo era su comunión constante con
el Padre por medio de la oración; la practicaba en todo el sentido de la palabra. Es decir,
la oración no es un método para que el hombre imponga su voluntad a Dios, sino la
manera de buscar la voluntad divina y ponerse de acuerdo con ella.
En Lucas 6 se nota que antes de nombrar a los doce, Cristo pasó una noche entera
orando. ¡Claro que sí! La decisión de quiénes serían sus apóstoles afectaría la totalidad
de su ministerio. En especial, se nota que el nombre del infame traidor Judas está en la
lista. No fue seleccionado por error o ignorancia, sino porque Jesús estaba actuando
conforme a la voluntad del Padre. Su plan había sido diseñado en la eternidad y su
cumplimiento se hizo al compás de la historia.

¡PENSEMOS!
La oración es una de las prácticas más necesarias de la
vida cristiana. ¿Cuánto tiempo pasa usted orando? ¿Está
acostumbrado a hacer conocidas sus peticiones delante de
Dios en toda oración y ruego (Filipenses 4:6)? La fe aumenta
cuando nuestras peticiones son contestadas. Si no lo está
haciendo, propóngase orar al Señor siempre, pidiendo su
dirección en cualquire toma de decisiones.

En la lista también aparece “Bartolomé” (6:14), que quiere decir “hijo de Tolomeo”
y no es propiamente un nombre. Se cree que su verdadero nombre era Natanael.
JESÚS ENSEÑA A LOS APÓSTOLES 6:20–49
En Mateo capítulos 5 al 7 tenemos el discurso titulado “El Sermón del Monte”,
porque fue expuesto en una montaña. Si la misma técnica fuera empleada para poner
nombre al mensaje de Lucas 6, tendríamos que encabezarlo “El Sermón del Llano”
(6:17). El tiempo y el lugar de los dos mensajes son diferentes, aunque la enseñanza es
muy semejante. La parte que Lucas presenta se puede dividir en cuatro partes.
Bienaventuranzas y ayes (6:20–26)
El término “bienaventurado” es bastante común en la Biblia. Su sentido básico es
“feliz”, pero la felicidad bíblica es diferente a la que anhela el mundo y así tiene que ser.
El sistema de valores promulgado por las páginas sagradas no es solamente diferente al
mundano, sino mucho más elevado. La felicidad verdadera depende de la relació del
hombre con Dios. Las “bienaventuranzas” están basadas en esas normas elevadas, y
enfocan la condición feliz del cristiano en medio de las circunstancias.
“BIENAVENTURADOS LOS QUE AHORA
LLORÁIS, PORQUE REIRÉIS”.
Lucas 6:21b
Muchos han torcido el mensaje de esta porción. Jesús no encomia la pobreza ni
mucho menos dice que la entrada al reino de Dios es automática para los pobres. El
pobre y el rico por igual, tienen la misma necesidad delante de Dios y todos están en la
misma condición.
“POR CUANTO TODOS PECARON Y ESTÁN
DESTITUIDOS DE LA GLORIA DE DIOS”
Romanos 3:23
¡PENSEMOS!
¿Cuál es la necesidad espiritual básica del hombre?
Medite en los pasajes de Juan 5:24; Romanos 5:8 y Efesios
2:1–10 y déle gracias al Señor porque ha prometido la vida
eterna a todos los que creemos en Jesucristo.

La gente que le estaba escuchando, y en especial los doce apóstoles, habían dejado
todo por seguirle. Lo que el Señor está diciendo es: “¿Feliz aquél que hace esto!” Por
otro lado, Jesucristo no condena la riqueza. Según 1 Timoteo 6:10, el amor al dinero es
la raíz de todos los males. El problema surge cuando el amor dinero excede al amor que
tenemos por Cristo. Esta es la razón que mueve a Jesús a pronunciar los ayes.
El amor es la evidencia del discipulado (6:27–38)
Jesús sigue haciendo hincapié en las altas normas que ha mencionado. Por fuerza, el
discípulo tiene que marchar al compás de lo que dice la Biblia y no al del mundo. Por
ejemplo, el seguidor de Cristo no solamente ama a los amigos (como hacen los
paganos), sino a los enemigos también. ¡Noble sentimiento! En términos generales, el
versículo 31 expresa la conducta correcta de un verdadero discípulo del Señor:
“Y COMO QUERÉIS QUE HAGAN LOS
HOMBRES CON VOSOTROS, ASÍ TAMBIÉN
HACED VOSOTROS CON ELLOS”.
Lucas 6:31
Sin embargo, existe una norma más elevada. Jesús dice que el comportamiento de
sus discípulos debe reflejar a Dios mismo: “…porque él es benigno para con los
ingratos y malos. Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es
misericordioso” (6:35–36). Esa norma excede al noble sentimiento del versículo 31. Así
que lo que ha de identificar al discípulo no es solamente ser diferente del mundo, sino
ser semejante a Dios.

¡PENSEMOS!
¿Amar a los enemigos? Parece imposible. ¿Cómo
lograrlo? En primer lugar, conviene aclarar que el Señor no
se refiere al amor romántico, sino a la clase de amor que se
basa en el valor del objeto amado, no en sus apariencias, y
que dice: “Este ‘enemigo’ es de valor para Dios. El envió a
su hijo a morir por él. Entonces, con la ayuda del Altísimo,
yo prometo amarlo también”. La clave es: “con la ayuda de
Dios”. El ser humano, utilizando solamente los recursos
propios, encontraría que es una hazaña imposible. Eso le
obliga a utilizar un recurso sobrehumano, el Espíritu Santo,
quien reside en cada creyente.

La conducta revela el carácter (6:39–45)


Tarde o temprano, las palabras que uno dice delatan la clase de persona que es.
¿Dónde aprendió uno esas palabras? El estudiante tiende a imitar a su maestro (6:40). Si
es así, conviene escoger al mentor con bastante cuidado. El mundo está lleno de gente
que quiere influenciar a sus discípulos. Sin embargo, el patrón del seguidor del Hijo del
Hombre es Cristo mismo. Imitando ese modelo, no habrá hipocresía.
La obediencia es lo que cuenta (6:46–49)
Claro que es importante expresar la fe en voz alta. Jesús no está en contra de eso.
Más bien, se opone a los que, sabiendo la verdad, no la obedecen. Nos hace pensar en
dos pasajes del Nuevo Testamento: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan
14:15); “Y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado” (Santiago 4:17). Los
que reciben las enseñanzas de Jesús y las obedecen, no sufrirán las consecuencias del
hombre que edificó su casa sobre la arena.

¡PENSEMOS!
“¿Por qué me llamáis Señor, Señor, y no hacéis lo que
yo digo?” Con estas palabras, Jesucristo nos lanza el reto de
obedecer sus mandamientos si queremos llamarnos sus
discípulos. Analice su vida por un momento y piense si está
desobedeciendo alguno de ellos. Si así es, decida hoy mismo
en oración corregirlo y obedecer a Cristo sin objeciones.

9
Actividades y asociados de su
ministerio
Lucas 7:1–8:56
“Aconteció después, que Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y
anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce con él” (Lucas 8:1)

La vida del Hijo del Hombre aquí en la tierra es un vívido tapiz de eventos y
entrevistas. En la porción que tenemos por delante, Lucas presenta la última parte de su
ministerio en Galilea, pero lo más importante es que nunca descuida el incluir sus
enseñanzas.
MILAGROS 7:1–17
La curación del siervo del centurión (7:1–10)
El autor sigue presentando las evidencias que debían haber identificado al Hijo del
Hombre ante cualquier testigo. Desafortunadamente, por la ceguera espiritual que había
en la nación, pocos respondieron de corazón. No obstante, de vez en cuando alguien
daba muestras de tener una gran fe; aun entre los gentiles, a quienes los judíos
consideraban religiosamente marginados.
Varios puntos del siguiente encuentro nos llaman la atención:
1. Por lo regular, el Nuevo Testamento presenta a los centuriones romanos como
personas, si no finas, cuando menos mejor que otros.
2. El de esta narración era reconocido por los mismos judíos como “digno” (término
que se empleaba para indicar que tenía cierto valor), el autor cita la razón: “porque ama
a nuestra nación, y nos edificó una sinagoga” (7:5).
3. Algo de su carácter se revela en que quería mucho a su siervo (7:2) y al
reconocer: “No soy digno” (7:6). Esta palabra significa “no llegar a la medida” o
“deficiente”, dando muestras de humildad.

¡PENSEMOS!
¡Dichoso su siervo! El ambiente de su hogar debe haber
estado controlado por la fe del centurión. Las ventajas de
semejante relación son obvias. El soldado tenía interés en el
siervo, lo cuidaba en lo material y, por lógica, se preocupaba
de su bienestar espiritual. Alguien ha dicho: “El futuro de la
sociedad está en las familias piadosas”. Si por “piadoso” se
entiende “obediente a lo que Dios ha dicho”, es cierto. ¡Ojalá
que así sea nuestra familia!

4. Lo más importante es que el soldado demostró tener una fe muy grande: “Dí la
palabra, y mi siervo será sano” (7:7). Jesús mismo quedó muy impresionado: “Os digo
que ni aun en Israel he hallado tanta fe”(7:9). La fe y la humildad son dos ingredientes
indispensables para recibir las bendiciones de Dios. Cabe notar que la misma fórmula
sigue vigente hoy.
LA FE SE APROPIA DE LAS PROMESAS DE
DIOS. LA HUMILDAD RECONOCE QUE NO LAS
MERECE.
Cristo sigue demostrando su autoridad, esta vez no estando presente al momento de
realizarse el milagro, lo cual es una evidencia más en la lista de acontecimientos que
prueban que es el Mesías.
La resurrección del hijo de la viuda de Naín (7:11–17)
Este milagro pone de manifiesto el corazón misericordioso del Hijo del Hombre.
Observó que se acercaba un cortejo fúnebre y, como de costumbre, es probable que
fuera delante la madre, mucho más apesadumbrada por haber perdido primero al marido
y después al hijo.
Considere los elementos tan tristes de la situación:
1.     Un marido difunto,
2.     El hijo único muere,
3.     La mujer queda sola (7:12).
Jesús, comprendiendo su sufrimiento, resuele el problema sin dilación. Con palabras
sencillas, pero directas, y con el gran poder de Dios que había en él, dijo: “Joven, a ti te
digo, levántate” (7:14). Con qué razón la gente decía: “un gran profeta se ha levantado
entre nosotros; y: Dios ha visitado a su pueblo” (7:16). Habiendo autenticado su persona
y su mensaje con los milagros efectuados hasta entonces, aquí demuestra su poder sobre
la muerte, el enemigo de todo ser viviente. Lástima, porque aunque parezca increíble,
este milagro Sólo tuvo un efecto pasajero en el pueblo.
LOS MILAGROS DE CRISTO
ERAN PARA AUTENTICAR SU MESIANAZGO
ENSEÑANZAS 7:18–8:21
Un encomio y una crítica (7:18–35)
A estas alturas, Juan el Bautista languidecía en un calabozo de la fortaleza de
Herodes. No era lo que Juan había esperado después de haber anunciado que el Mesías
prometido estaba en camino. Cualquiera hubiera pensado que el Mesías-Rey iba a
inaugurar su reino de inmediato y que su heraldo o precursor, ocuparía un alto puesto de
honor. pero en vez de ello, estaba en cadenas.
Juan no tenía conocimiento de los detalles del plan de Dios. por eso, envió a unos de
sus discípulos para preguntar a Jesús: “¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a
otro?” (7:19) El Hijo del Hombre le tranquilizó señalando las obras que autenticaban su
persona y ministerio. En efecto dijo: “Soy quien soy”. Dios hace lo correcto, siempre a
su debido timepo, y Jesús es Dios.
Después que los mensajeros salieron, Jesús hizo un fuerte elogio acerca de la
persona y ministerio de Juan el Bautista diciendo que:
1. Era hombre firme en sus convicciones. No se dejó influir por las presiones ni
religiosas ni políticas (7:24).
2. Era abnegado. Estaba tan entregado a su tarea profética que se negó a sí mismo,
escogiendo llevar una vida simple y rústica, acorde con el mensaje de arrepentimiento
que predicaba (7:25).
3. Era más que profeta, porque no solamente predicaba la venida del Mesías, sino
que lo había visto en carne y presentado a sus oyentes (7:26, 28).
4. Era un profeta único porque él mismo había sido profetizado como el que
anunciaría al Mesías (7:27; Malaquías 3:1).
La crítica del Señor se dirigió a los religiosos que deberían haber sido los primeros
en creer, pero que por orgullo y la ceguera de su pecado: “desecharon los designios de
Dios respecto de sí mismos, no siendo bautizados por Juan” (7:30). Es decir, que
sencillamente no creyeron porque no reconocieron su necesidad de arrepentirse y por lo
tanto, no se bautizaron. Jesús los compara con niños petulantes y caprichosos. ¡Qué
cosa! Los publicanos respondían positivamente, y los religiosos no. Por lo tanto,
merecían ser censurados.
¡VER PARA CREER!
Una pecadora y una parábola (7:36–50)
Simón el fariseo invitó a Jesús a su casa. ¿Por qué? Bueno, el contexto indica que no
fue por amor ni porque estuviera dispuesto a creer en su mensaje. Tal vez por
curiosidad, o peor aún, para descubrir algo qué criticar. Si este último era su propósito,
sin duda pensó que había logrado su meta al ver la interacción de Jesús con la mujer no
invitada.
Se nota que este es un caso muy especial. La mujer estaba catalogada como de la
calle, porque se encontraba sumida en las profundidades del pecado (7:37). Semejante
clase de persona nunca hubiera sido convidada a la casa de un fariseo. Pero ella entró y
llegó hasta donde estaba Jesús.
Es evidente que algo muy significativo la impulsó a correr ese riesgo social. Por lo
que hizo al encontrar a Cristo, se ve que había oído y creído en el mensaje que
predicaba. Sí, había sido pecadora, y lo sabía, y también a quién debía acudir en tales
condiciones. El ungimiento fue una muestra de gratitud. A propósito, el pasaje dice que
se colocó a los pies de Jesús: “estando detrás de él”(7:38) porque Jesús seguía la
costumbre de reclinarse de lado para comer.
El fariseo, considerando que tanto ella como lo que hacía era repugnante, “dijo para
sí: Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es
pecadora” (7:39).
Como nada sucede a escondidas de Dios, Jesús tomó la palabra y relató a Simón la
parábola de los dos deudores. Uno de ellos debía mucho y el otro poco, pero los dos
fueron perdonados por igual. Para Simón era obvio que el individuo a quien más se le
había perdonado amaría más, y Jesús le hace ver las muchísimas faltas sociales o
culturales que había cometido al no atenderlo como debiera. En cambio, la mujer había
venido a servirle en gratitud por sus pecados perdonados.
Ahora bien, Cristo no estaba enseñando que sus pecados fueron perdonados porque
lo amó, sino que ella lo amaba porque había recibido el perdón. “Tu fe te ha salvado”
(7:50).Uno entra en esta clase de relación con Cristo por fe, por creer. El amor es
producto de la fe.

¡PENSEMOS!
¡Perdonado! El corazón que ha experimentado el amor
perdonador de Cristo lo ama y quiere vivir una vida
agradable a él. Valdría la pena meditar sobre este tema.
¿Están presentes en su vida los dos resultados normales, el
amor y la obediencia a Cristo? ¿Qué evidencias tiene de
haber sido perdonado de sus pecados?

Las mujeres consagradas (8:1–3)


Con su itinerario completo, el Hijo del Hombre atravesó Galilea junto con sus
apóstoles. También lo acompañaba un grupo de mujeres, agradecidas por lo que había
hecho por ellas. El pasaje dice que algunas sostenían con sus bienes al Señor y su
pequeño grupo de evangelistas (8:3).¡Nobles mujeres! Siguieron sirviéndole hasta la
cruz y aún más allá de su muerte, porque prepararon especias que llevaron a su tumba.
La lista incluye a María Magdalena, de quien la tradición dice que fue prostituta. Sin
embargo, no hay ninguna indicación en la Biblia de que llevara esa vida, aunque sí dice
que había sido endemoniada (8:2).
Dos parábolas que tratan acerca de las reacciones al mensaje (8:4–18)
Se dice que una parábola es una ilustración de la vida cotidiana que tiene un
significado espiritual. Sin embargo, el mismo Jesús dijo que ese método no lo
entenderían todos por igual. Las verdades celestiales son para aquellos que las
contemplan con el ojo de la fe (8:10). Debido a ello, la explicación que ofrece el Señor
se limita a los apóstoles. Al hacerlo, describe las cuatro diferentes reacciones que
produce la siembra de la Palabra de Dios.
Una parte cayó junto al camino (8:5, 12). Esa tierra es bien dura y la semilla no
penetra. Entonces, viene el maligno (rapresentado por las aves en v.5), y quita la
semilla. El individuo en estas condiciones no se salva.
Otra parte cayó sobre piedras (8:6, 13). Aunque no había tierra suficiente para
sostener el desarrollo de la planta; el oyente parece haber recibido la Palabra con gozo
(8:13), pero en realidad no lo ha hecho de corazón. Al principio, hay una reacción
positiva y hasta entusiasta, pero no perdura. No tiene raíces; este tampoco se salva.
Otra parte cayó entre espinos (8:7, 14). Cristo identificó las espinas como “los
afanes y las riquezas y los placeres de la vida” (8:14). Esa clase de gente tiene sus
prioridades fuera de orden. Posiblemente les interesa el mensaje, pero su preocupación
por las cosas materiales no les permite aceptarlo y deciden no dejar que la buena semilla
produzca frutos en su vida.
EL PECADO NO ES EL ÚNICO VENENO PARA
NUESTRAS ALMAS.
¡TAMBIÉN LO SON LOS AFANES!
Otra parte cayó en buena tierra (8:8, 15). Algunas personas escuchan y obedecen la
Palabra de todo corazón, produciendo fruto. Estos son los salvos.
No se debe forzar el sentido de una parábola, ni tratar de exprimir un significado
espiritual de cada sílaba. Sin embargo, es oportuno observar que en las condiciones
arriba mencionadas, solamente una cuarta parte de los oyentes se convirtieron en
creyentes verdaderos. Entonces, ¿será posible que la parábola también señale que
muchos de los que estamos en el mundo, aun los que tenemos acceso a la Palabra, no
somos salvos? Parece que sí. Entonces no ha de sorprendernos que muchos no acepten
al Señor.
Una observación final: en la parábola, la culpa no es de la semilla, ni del sembrador
o, si se quiere, del predicador. En esta comparación, el Señor dice que la culpa es del
oyente: “Mirad, pues, cómo oís” (8:18).
En la siguiente parábola, la de la lámpara encendida, el Señor también hace alusión
a la Palabra de Dios y establece la diferencia entre oir y obedecer. Cuando uno la
entiende, deben verse evidencias en la vida. Es lo mismo que enseña Santiago 1:22:
“Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros
mismos”. Un creyente que hace caso de la Palabra, recibirá todavía más discernimiento
para entenderla (8:18).
Una familia nueva (8:19–21)
Jesús dice que los que oyen y obedecen sus mandamientos son como su familia; la
relación espiritual es más importante que la física. Tal vez sus familiares vinieron a
verlo para disuadirlo o impedirle que continuara con lo que ellos creían era su actividad
frenética. Sin embargo, Cristo demuestra que no debemos permitir ni a los seres más
queridos, que nos desvíen de hacer la voluntad de Dios.
LA FAMILIA DE DIOS ESCUCHA Y OBEDECE
SU PALABRA
OTROS MILAGROS 8:22–56
Jesús acababa de enseñar que es necesario escuchar sus palabras y obedecerlas. A
continuación apoya su mensaje con las obras que solamente el Mesías podía hacer.
Poder sobre la naturaleza (8:22–25)
El lago de Galilea era famoso por sus repentinas y furiosas tempestades. En una
ocasión, el Señor decidió cruzarlo con sus discípulos, pero se vieron amenazados por
una de ellas. Debido a su violencia excepcional, nos preguntamos: ¿podría deberse a la
intervención de Satanás? Los acompañantes de Cristo tuvieron gran temor, pero el
Señor hizo el milagro de calmar por completo el viento y las olas, e hizo una
observación importante cuando preguntó: “¿Dónde está vuestra fe?” (8:25)
El creyente que siente miedo cuando pasa por las aflicciones de la vida muestra que
tiene una fe débil. El punto más importante es que el temor al oleaje de los apóstoles
cesó, y quedaron maravilldos al contemplar al Hijo del Hombre demostrando su poder
sobre la naturaleza.
Poder sobre los demonios (8:26–39)
Un demonio es un espíritu maligno, siervo de Satanás, entonces un endemoniado es
alguien que está controlado por un espíritu así. En el caso que nos ocupa, había más de
uno que dominaban al gadareno. El término “legión” indica pluralidad de demonios.
Los siguientes detalles merecen ser comentados:
1. Parece que el grito del versículo 28 era una costumbre en casos parecidos según
narra el Nuevo Testamento.
2. Los demonios tuvieron miedo del Hijo del Hombre porque reconocían su
autoridad a pesar de que los líderes religiosos no querían hacerlo.
3. El hombre fue librado, y aunque quería seguir a Cristo de cerca como los
apóstoles, el Señor le ordenó que se quedara en su tierra dando testimonio de lo que
había pasado.
4. Los demonios pidieron permiso para entrar en los cerdos, y éstos fueron
destruidos. A propósito, la crianza de cerdos no estaba de acuerdo con la ley mosaica.
5. Los que apacentaban los cerdos contaron en el pueblo lo que había pasado, y las
personas de aquel lugar imploraron a Cristo que saliera de su región. Ellos, como sucede
todavía, se preocupaban más de sus negocios, aunque fueran ilícitos, que por aquel
pobre hombre endemoniado.
¡EL TESTIMONIO MÁS FUERTE
QUE PODEMOS DAR
ES NUESTRA VIDA TRANSFORMADA!
Poder sobre la enfermedad y la muerte (8:40–56)
Entre los que esperaban a Jesús en Capernaum estaba Jaira, “principal de la
sinagoga” (8:41), que era el responsable de dirigir los servicios y dar mantenimiento al
edificio. Su hija de doce años se hallaba enferma, motivo por el cual Jairo buscó a Jesús.
No cabe duda que detrás de la motivación urgente del momento, tenía fe y confianza,
porque cuando menos reconocía lo que el Señor podía hacer, aunque no aceptara quién
era en verdad. El hecho de que un personaje de su categoría viniera a Jesús, es un
indicio de fe personal.
En ese momento, hubo una interrupción. Una mujer que había estado afligida doce
años por una hemorragia, tuvo el valor de acercarse a Cristo y tocar el borde de su
manto. Parece que no hemos reconocido la difícil situación por la que ella pasaba.
La ley del Antiguo Testamento consideraba inmunda a una mujer en su estado; no se
le permitía participar en los servicios del templo y tenía prohibido tocar a otra persona.
También tenía que vivir separada de su familia.
Esta mujer había gastado muchísimo dinero tratando de sanar. Sin embargo, debido
a la plena confianza que tenía en que Jesús podía hacer algo a su favor, se atrevió a
tocar el borde de su túnica. El incidente no pasó desapercibido. Cristo sabía todos los
detalles de la situación, y para bien de la mujer, hizo dos cosas importantes: a) la sanó y
b) hizo público el asunto, probablemente para que todos supieran del gran cambio que
se había operado en ella.
Así se abrió la puerta para enmendar el ostracismo legal, religioso y social que ella
había experimentado. Si el Señor no hubiera dicho nada, hubiera sido difícil para la
mujer reintegrarse a la sociedad. ¡Qué poder! ¡Qué ternura! ¡Qué bondad!
Jairo todavía esperaba, pero mientras tanto recibió la noticia de que su hija había
fallecido, a lo que Cristo aseguró: “No temas; cree solamente” (8:50). Una vez en su
casa, el Señor invitó a los padres de la muchacha y a sus tres discípulos íntimos a que
presenciaran el milagro de resurrección. Considerando que era una ocasión familiar de
acción de gracias y no un espectáculo público, Jesús “les mandó que a nadie dijesen lo
que había sucedido” (8:56). ¡Qué maravilla!
Las evidencias de que Jesús tiene poder sobre la muerte seguían acumulándose.

¡PENSEMOS!
Los milagros y maravillas que nuestro Señor Jesucristo
realizó eran más que suficientes para que la gente creyera en
él. No obstante, la mayoría lo rechazó, fenómeno que
también se observa hoy en día. ¡Qué podemos hacer como
creyentes, para que su mensaje sea escuchado y aceptado
por aquellos que no le conocen? ¿Teme usted al rechazo
cuando evangeliza? ¿Cómo puede animarnos el ejemplo de
nuestro Salvador?

10
El Hijo del Hombre visto en su
gloria
Lucas 9:1–50
“¿Y vosotros, quién decís que soy? Entonces respondiendo Pedro, dijo: El Cristo de Dios”
Lucas 9:20

EL HIJO DEL HOMBRE ORGANIZA UNA GIRA DE


PREDICACIÓN 9:1–10
Hacia el final de su ministerio en Galilea, Jesús envió a sus apóstoles en un viaje
corto “a predicar el reino de Dios, y a sanar a los enfermos” (9:2). No hay que confundir
este encargo con la denominada “gran comisión” que viene después, la cual tiene que
ver con el encargo de evangelización que el Señor entregó a la iglesia después de ser
rechazado por Israel.
En esta ocasión debían proclamar el mensaje del Rey prometido a su pueblo. La
oferta era legítima, aunque por todos lados el Señor veía corazones endurecidos por la
incredulidad y el rechazo. En esta encomienda en particular, los apóstoles debían
predicar y realizar señales que autenticaran la persona y obra del Rey. Claro que no
podrían hacerlo por sí mismos. Por eso Jesús les dio poder y autoridad (9:1).
Las noticias de esta corta, pero fructífera campaña (¡sin duda por los milagros que
en ella se hicieron!) llegó hasta Herodes, quien habiendo escuchado el rumor de que
Jesús era Juan el Bautista resucitado, y sintiendo un temor supersticioso, quiso ver al
hacedor de milagros.
EL HIJO DEL HOMBRE DA DE COMER A CINCO MIL
HOMBRES 9:11–17
Este milagro es el único que se encuentra en los cuatro evangelios. Todos lo
presentan como el clímax del ministerio de Cristo. Lucas dice que las multitudes, con
quienes tenía una popularidad inmensa, lo seguían. Pero como veremos más adelante,
eran volubles en extremo.
Ese día, se congregaron en un lugar despoblado para escucharlo. Según la costumbre
judía para medir el tiempo, la frase “el día comenzaba a declinar” (9:12), se refiere a las
primeras horas de la tarde. Con poquísimos recursos humanos, el Hijo del Hombre
proveyó de comida para todos y hasta sobró.

¡PENSEMOS!
No cabe duda que el señor queria que la fe de sus
discipulos se engrandeciera. El santifica, bendice y aumenta
lo que tenemos cuando lo traemos a él.

EL HIJO DEL HOMBRE, ¿QUIÉN ES Y A QUÉ VINO?


9:18–26
El evangelista Marcos nos indica que el presenta evento sucedió en el camino a
Cesarea de Filipos. Lucas, enfocando otro aspecto, señala que sucedió después de que
Jesús pasó un tiempo orando. Una de las características de Lucas es hacer hincapié en la
vida de oración del Hijo del Hombre.
La pregunta de Cristo a sus discípulos (9:18) no era por ignorancia, sino para que
ellos externaran su convicción. Como de costumbre, fue Pedro quien habló. Al decir:
“El Cristo de Dios” (9:20), estaba confesando abiertamente su creencia de que Jesús es
el Mesías prometido. Es posible que al presenciar el milagro del pan repartido entre la
multitud, fuera la prueba final para que los discípulos creyeran. ¡Es importantísimo que
tengamos un credo o conjunto de creencias bien basado y definido! ¡También es de
suma importancia que declaremos abiertamente lo que creemos!
“CON EL CORAZÓN SE CREE… CON LA BOCA
SE CONFIESA PARA SALVACIÓN”
Romanos 10:10
La primera parte del ministerio del Hijo del Hombre se dedicó a la legítima
presentación del reino mesiánico, pero los judíos lo rechazaron: “A lo suyo vino, y los
suyos no le recibieron” (Juan 1:11) Por supuesto, esto no fue una sorpresa para Jesús ni
para su Padre celestial. Más bien, el plan divino utilizó esa incredulidad como
instrumento para dirigir al Mesías hacia la cruz.
Las profecías del Antiguo Testamento hablaban de un Mesías sufrido, pero la nación
esperaba un libertador armado. Hubiera sido más popular alguien que los librara del
yugo romano. Puesto que ni los mismos discípulos estaban muy seguros de este asunto,
debe haberles causado bastante inquietud cuando el Hijo del Hombre les anunció que
iba a morir; y añadió: “Es necesario” (9:22).
Esto no le fue impuesto por los religiosos ni el gobierno, sino por el plan de Dios.
Era necesario que Cristo muriere para que la salvación estuviera disponible a todo aquel
que creyera. También para que Israel disfrutara de las bendiciones prometidas a
Abraham y, por ende, a la nación. ¡El Rey iba a morir! ¡Qué golpe para sus discípulos!

¡PENSEMOS!
¿Quién es responsable de la muerte de Cristo? Ha
habido individuos y grupos que por interés propio echan la
culpa a otros, usualmente a los judíos. Sin embargo, las
Escrituras dicen claramente quiénes fueron responsables. En
el otro libro que escribió Lucas, se encuentra lo siguiente:
“Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu
santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato,
con los gentiles y el pueblo de Israel” (Hechos 4:27). La culpa
la tenemos todos, porque nuestros pecados lo clavaron en ese
madero cruel.

Posiblemente debido a la tristeza que los embargaba, comprensible por cierto, no


prestaron la atención debida al último anuncio del versículo 22: “y resucite al tercer
día”. Aquí tenemos la primer referencia a la resurrección de Jesús. El Señor continúa
hablando de su muerte y agregando indicaciones acerca del porvenir de los mismos
discípulos. La frase “tome su cruz” (9:23) no hace referencia a los sufrimientos
comunes y corrientes como popularmente se entiende. Más bien, tiene que ver con lo
que sufre un creyente por su asociación con y en el servicio de su Señor.
Sus apóstoles entendían muy bien lo que significaba la cruz en aquella cultura.
Humanamente hablando, no había nada agradable ni provechoso en identificarse con ese
odiado símbolo de vituperio y oprobio. Sin embargo, Cristo demandó que sus
seguidores aceptaran su cruz, es decir, su muerte.
Por eso les enseñó la gran importancia de ese evento. Bonito y fácil hubiera sido
asociarse solamente con el hacedor de milagros. Ser discípulo del gran Maestro que
enseñaba como ningún otro, hubiera complacido al filósofo más erudito. Sin embargo,
es a través de la muerte de Cristo que uno entra en buenas relaciones con Dios. El que
quiera ser discípulo, tendrá que hacer lo mismo. Tendrá que vivir y tal vez morir,
siguiendo una norma muy diferente a la del mundo.
EL HIJO DEL HOMBRE FUE VISTO EN SU GLORIA
9:27–36
Pasando del tema de la muerte, Lucas cita lo que Cristo dijo referente a que algunos
de sus discípulos verían el reino. Es así que llevó a tres de ellos a cierto monte y los
expuso a una experiencia maravillosa. Allí apareció, no en la forma de su humillación
(la asociada con el término “cruz”), sino glorificado juntamente con dos santos del
Antiguo Testamento. En esta ocasión, el Hijo del Hombre dio a sus tres seguidores un
atisbo del reino mesiánico venidero. Vieron a Cristo con un resplandor que dejó a sus
seguidores impresionadísimos. A propósito, parece que reconocieron a Moisés y a Elías
a pesar de no haberlos visto nunca, indudablemente por revelación de Dios mismo.
“ESTE ES MI HIJO AMADO;
A ÉL OÍD”
Lucas 9:35
La idea de Pedro de construir tres tabernáculos estaba totalmente fuera de orden. La
revelación de la gloria de Cristo fue un vistazo del futuro, no un estado que se podía
prolongar indefinidamente. Además, aun el camino hacia las promesas futuras tenía que
pasar inevitablemente por la cruz. Quedarse así no era parte del plan divino. El
maravilloso espectáculo se completó con la igualmente maravillosa y majestuosa voz de
Dios: “Este es mi hijo amado; a él oíd” (9:35).

¡PENSEMOS!
“Y he aquí dos varones que hablaban con él” (9:30). ¿De
qué hablaban? ¿Del cielo? ¿De los ángeles? ¿Hicieron un
repaso de su vida? No, el versículo que sigue indica que
hablaron de la muerte de Cristo, el evento más trascendental
de toda la historia. Recordemos que nuestras conversaciones
usualmente giran alrededor de lo que tiene importancia para
nosotros y así fue en esa ocasión para ellos.

EL HIJO DEL HOMBRE DA LECCIONES ESPECÍFICAS


9:37–50
Finaliza la sección del ministerio del Hijo del Hombre en Galilea con cuatro
lecciones cortas, pero importantes:
El muchacho endemoniado. Los discípulos no pudieron librarlo, pero Cristo sí. El
seguidor de Jesús es totalmente incapaz sin él. Esta es una lección importante para el
siervo de Cristo donde quiera que se encuentre.
“SEPARADOS DE MÍ, NADA PODÉIS HACER”
Juan 15:5
La muerte del Hijo del Hombre anunciada. Aun en medio de la gente que se
maravillaba de su poder, Jesús habló por segunda vez de sus padecimientos futuros.
El sermón acerca de un niño. Los apóstoles discutían acerca de quién sería el
mayor. Cristo enseñó que la característica que ha de identificar a sus seguidores es la
humildad.
El que no es contra nosotros, por nosotros es. Siguiendo la misma idea, Jesús dice
que los doce no tenían por qué pensar que ellos eran los representantes exclusivos de
Dios. Por otro lado, tenemos que cuidar de no tolerar a falsos maestros.

¡PENSEMOS!
¿Ha analizado cuál es el significado de la
transfiguración? ¿Qué importancia tuvo para los discipulos
privilegiados que la observaron? ¿Qué hubiera hecho usted
si hubiera estado ahí? Los discípulos, como simples
mortales, quedaron tan impresionados por la experiencia,
que no se atrevieron a hablar a nadie de lo acontecido. Sin
embargo, sus actitudes básicas no cambiaron.

11
Ministerio en Judea
Lucas 9:51–11:13
Cuando se cumplió el tiempo en que él había de ser recibido arriba, afirmó su rostro para
ir a Jerusalén” (Lucas 9:51)

El ministerio público del Hijo del Hombre duró relativamente poco tiempo. Su
aparente popularidad entre la gente común era más superficial que verdadera. Habiendo
presenciado algunos milagros, sus seguidores querían ver más. En realidad no veían más
allá de sus obras ni entendían su verdadero propósito, ni el sentido de su mensaje.
Por supuesto que todo esto había sido contemplado de antemano por Dios y formaba
parte de su plan redentor. El usó el rechazo de la nación para conducir a su Hijo a la
cruz. En el relato que sigue, Cristo dejó las regiones norteñas de Palestina para dirigirse
a Jerusalén y el Gólgota. El reloj de Dios marcó la hora, y los eventos se suceden de
acuerdo a su horario.
Convendría hacer un pequeño repaso del bosquejo general del libro. Así veremos el
luger que el presente estudio ocupa en el panorama histórico del evangelista.
Prefacio 1:1–4
El advenimiento del Hijo 1:5–2:52
del Hombre 3:1–4:13
La preparación del Hijo 4:14–19:27
del Hombre 4:14–9:50
El ministerio del Hijo del 9:51–19:27
Hombre
1. En Galilea
2. En Judea
RECHAZADO EN EL CAMINO A JUDEA 9:51–10:37
Cristo sabía dónde iba y lo que le esperaba, y que la actitud nefaria del pueblo sería
el instrumento que Dios usaría para llevarlo a la cruz romana, aunque esa no era la
verdadera razón, sino parte de su causa. Aun sabiendo lo que le esperaba, “afirmó su
rostro para ir a Jerusalén” (9:51). No en actitud de mártir, sino porque estaba totalmente
de acuerdo con el plan de Dios.
Por los samaritanos
En primer lugar, los samaritanos, mostrando su antipatía tradicional hacia los judíos
en general, enfocaron su espíritu de hostilidad en Cristo y sus discípulos (9:51–56). Esto
tuvo su origen en la antigüedad y seguía vigenta en tiempos de Cristo. En especial, se
manifestaba contra quienes preferían adorar en el templo de Jerusalén, ya que los
samaritanos pensaban que se debía rendir culto a Dios en una montaña local. Por lo
tanto, no dejaron que los discípulos hicieran arreglos para el hospedaje de Cristo y su
grupo cuando pasaron por sus tierras (9:53).
Por tres hombres
El Señor experimentó otra clase de repudio (9:57–62), por personas que ponen
excusas para no extregarse totalmente a él, pero él afirmó que nada tenía más
importancia que el Mesías y su mensaje. Lucas no nos cuenta qué pasó con los tres
individuos aludidos, pero es obvio que no fueron perseverantes. Personas así no
hubieran aguantado lo que les esperaba a Cristo y sus seguidores en Jerusalén. El
verdadero discípulo no pone “peros” y sus prioridades son las de Jesús.
CUANDO SE SIGUE A CRISTO, TIENE QUE SER
DE CERCA, NO DE LEJOS
La misión de los setenta
A primera vista, lo que a continuación se presenta no parece seguir el mismo tema.
Se trata de la comisón de los setenta, aunque las amonestaciones de Cristo indican que
en general el mensaje no iba a ser aceptado. Esta fue la segunda vez que el Señor
encomendó un ministerio especial a sus seguidores (9:1–9). Ninguna de las dos se debe
confundir con la llamada Gran Comisión en la que Cristo responsabiliza a la iglesia.
En Lucas 9 y 10 todavía estaba ofreciendo una oportunidad a la nación de Israel. Su
Rey prometido estaba presente y, por lo tanto, el reino mesiánico. Faltaba que la nación
se arrepintiera y lo aceptara. Tanto Cristo como sus discípulos daban el mensaje y
hacían milagros para autenticar su persona y obra. Esta vez tocaba a sus seguidores ir a
todos los lugares por donde tenía que pasar, para preparar a la gente.
Aunque no se refiere al mandato misionero tal como se desarrolla después, la
presente situación tiene ciertas características en común con él.
- Les advierte en cuanto a los malvados (10:3).
- El siervo de Dios tiene que evitar todo clase de impedimento (10:4).
- Los que reciban los beneficios sostendrán la obra (10:7).
- Habrá un castigo horrible para los que rechacen el mensaje (10:10–12).
- Habrá una condena especial sobre aquellas ciudades que aún habiendo
experimentado muchos de sus milagros, lo rechazan (10:13–16).
- A quien mucho se ha dado, mucho se le exigirá. El juicio más severo se reserva
para los que repudian al Señor habiendo oído su mensaje.
Todavía restan dos puntos en esta sección.
“Jesús se regocijó en el Espíritu”(10:21). Ninguno de los cuatro evangelios pretende
presentar todos los detalles de la vida del Hijo del Hombre cuando estuvo en la tierra.
Es muy probable que hubo otras ocasiones en las que Cristo manifestó gozo, pero no
hay otra cita en todo el Nuevo Testamento que lo mencione. Cristo mismo hace una
referencia indirecta a su gozo en Juan 17:13, pero la porción de Lucas 10 es única La
ocasión surgió cuando los setenta rindieron su informe.

¡PENSEMOS!
¿Qué cuadro viene a su mente al pensar en Cristo?
Como usted sabe, ningún artista estuvo presente para captar
su imagen con pincel y óleos sobre una tela. Y ¡qué bueno
que no se hizo, porque conociendo la naturaleza humana, el
cuadro se hubiera convertido en ídolo! Los únicos retratos
que tenemos son a través de las palabras de la Biblia.
Aquívemos su gozo, y lo interesante es que fue resultado de
un informe positivo de sus seguidores. Nos hace recordar el
gozo que hay entre los ángeles del cielo cuando un alma se
arrepiente (15:10).

“Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis” (10:23).¡Claro! Los
verdaderos seguidores de Cristo, tanto de aquel entonces como hoy, llegan a ese estado
mediante la fe. Es decir, creemos lo que él enseña. Jesús acababa de decir que ese paso
se había logrado solamente por la obra divina (10:22, compare Juan 6:44).
De esto, se desprende que los discípulos se encontraban entre los más privilegiados,
habiendo oído y visto lo que los profetas y reyes de antaño hubieran deseado ver. Se
puede aplicar la misma bienaventuranza a nosotros. ¡En verdad somos privilegiados!
Por obra de Dios, no siendo mejores que los demás, recibimos y creímos el mensaje de
la cruz y de la tumba vacía. Debido a ello, tenemos la responsabilidad de compartirlo.
¡PENSEMOS!
A continuación escribo un pequeño corito que solíamos
cantar:

Después de “venid”

la Biblia dice “id”

Después de “oíd”

entonces es “decid”

Con cada privilegio,

responsabilidad nos dio.

Después de “venid”

la Biblia dice “id”

Por un maestro de la ley (10:25–37)


Finalmente, en esta sección el texto indica que un experto en la ley de Moisés quiso
probarlo. Sabemos que su pregunta no era sincera porque en el versículo 29, Lucas
agrega que quiso “justificarse a sí mismo”. Aunque el autor no lo dice, parece que éste
no venía dispuesto a creer o lo que es peor, salió dispuesto a no creer.
El religioso preguntó: “¿Haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?” Los términos
sugieren que el verdadero sentido de su inquietud era: “¿Qué acto heroico o que gran
sacrificio puedo hacer para ganar la vida eterna?” Siguiendo su forma de responder a las
preguntas capciosas, el Señor trató algo más profundo que la pregunta.
Cristo se refirió al área de conocimiento en que se suponía que el rabino era más
experimentado, preguntándole qué decía la ley, y el religioso contestó bien. Es decir,
sabía cuando menos intelectualmente lo que decía al respecto, porque ¡se acostumbraba
leer el mismo texto a diario en las sinagogas! “Amarás al Señor tu Dios con todo tu
corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo
como a ti mismo” (10:27). Después de una breve felicitación, Cristo le dijo: “Haz esto,
y vivirás” (10:28). Ahora sí, el religioso estaba acorralado.
Sabiendo que no había tratado a todos con amor, y picado en su conciencia, buscó
desviar la luz penetrante que lo estaba poniendo en evidencia: “¿Y quién es mi
prójimo?” (10:29) Cabe notar que el judaísmo de aquellos tiempos enseñaba que
únicamente podían considerarse vecinos a los mismos israelitas. La respuesta de Jesús
fue en forma de parábola, probablemente una de las más famosas.
La parábola del buen samaritano. El camino de Jerusalén a Jericó, aunque bastante
transitado, era muy escabroso. En primer lugar, en un trayecto de apenas 27 kilómetros,
se descendían unos 925 metros. Además, siempre había sido el lugar favorito de
ladrones y bandidos. Jericó era predominantemente una ciudad de sacerdotes, lo cual
explica por qué había tantos sacerdotes y levitas en la carretera.
En la parábola, ni el sacerdote ni el levita socorrieron al pobre damnificado. Sin
embargo, el odiado samaritano hizo todo lo posible por rescatarlo. De allí la pregunta de
Cristo: “¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos
de los ladrones?” (10:36). Por segunda vez el religioso contestó bien, aunque sus
prejuicios le impidieron pronunciar la odiada palabra “samaritano”. En todo esto, Jesús
estaba enseñando que uno debe considerarse vecino de cualquier necesitado.

¡PENSEMOS!
Cristo mismo es “el vecino ideal”, puesto que vino a
buscar y salvarnos a nosotros los pecadores (19:10), tan
necesitados espiritual y moralmente. Claro que él lo hizo
como el Salvador, pero a la vez su actuación ofrece un
modelo de servicio.

UN PARÉNTESIS POSITIVO 10:38–11:13


La presente sección es como una brisa fresca en lugares calurosos o como lluvia
suave en lugares áridos, porque está intercalada en la narración del rechazo del Hijo del
Hombre. En ningún sentido se debe considerar como irrelevante al propósito del libro
de Lucas y mucho menos del Espíritu Santo. Es una isla de aceptación en un mar de
rechazo.
La comunión con Cristo es una prioridad (10:38–42)
Principia esta sección con la visita del Señor a casa de unos amigos. El relato breve
y hogareño se encuentra exclusivamente en este evangelio. Lucas sólo menciona a las
hermanas Marta y María, así que no se sabe si su hermano Lázaro o alguno de los
discípulos estaban presentes. Otras porciones del Nuevo Testamento mencionan que
vivían en Betania, un pueblo situado cerca de Jerusalén en la ruta hacia Transjordania.
Las hermanas tenían mucho en común. Ambas eran creyentes, y amaban al Señor.
Es obvio que Cristo también las amaba. Las dos le rendían honor cuando muy pocos lo
hacían, y se regocijaron por su visita.
Pero así como citamos las semejanzas, debemos observar las diferencias. Es
probable que Marta fuera muy activa e impulsiva, así que expresó sus sentimientos en
forma abierta. Por otro lado, María era quieta, contemplativa y aunque sentía
profundamente, no se expresaba igual que su hermana.
En la ocasión que Lucas relata, María aprovechó la presencia de Cristo, y sentada a
sus pies: “oía sus palabras” (10:39). En cambio, Marta “se preocupaba con muchos
quehaceres” (10:40). No cabe duda que el amor que sentía por Cristo la motivaba a
preparar lo mejor para el Maestro. Sin embargo, el afán la dominó e hizo que se quejara
de su hermana y del Señor por no reprenderla por su indiferencia hacia los deberes
domésticos.
Conociendo lo más íntimo del corazón, Cristo comentó con ternura: “Marta, Marta,
afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha
escogido la buena parte, la cual no le será quitada” (10:41–42).
ES UNA PRIORIDAD ESTAR A LOS PIES DE
JESUCRISTO
El Señor establece aquí las prioridades; él no está contra la hospitalidad, la buena
comida, o las comodidades y arreglo de la casa. Sin embargo, lo que vale es la
comunión espiritual que ejemplifica María. Se podría decir que es el servicio más alto
que uno puede dar.
No hay que pensar que Cristo enseña que la vida de un creyente ha de ser quieta y
contemplativa, como la de un ermitaño evangélico. Tampoco que Jesús reprueba la vida
activa. Más bien, lo que censuró fue la actitud de Marta al criticarlo a él y a su hermana.
Ansiosa y agitada, descuidaba lo más importante, que es la íntima comunión con él,
para dedicarse solamente a los quehaceres de la casa.
El asunto se refiere a que todo es cuestión de prioridades, y Cristo quiere que las
tengamos en orden. ¡Difícil la lección! Cuesta mucho aprenderla y ponerla en la
práctica.
Comunión a través de la oración (11:1–13)
La vida del Hijo del Hombre aquí en la tierra se caracterizó por la comunión que
tuvo con su Padre mediante la oración. Dedicaba noches enteras exclusivamente a ella,
y ese buen hábito no pasó desapercibido a sus seguidores. Reconociendo el valor de ese
ejercicio espiritual, uno de ellos le pidió que los enseñara “a orar, como Juan también
enseñó a sus discípulos” (11:1). Se deben hacer tres comentarios antes de entrar a
considerar la oración.
No se menciona el nombre del discípulo. Es probable que fuera de los setenta y no
uno de los doce. Lucas hubiera dado su nombre si fuera del grupo íntimo. Los setenta
no estaban presentes cuando Cristo enseñó por primera vez acerca de la oración (Mateo
6:9–16). En este pasaje, repite la enseñanza con algunos cambios.
Enséñanos a orar. No es que los judíos desconocieran la práctica, porque todo el
mundo veía las oraciones ostentosas de los fariseos. La petición no era que les enseñara
el hábito de la oración, aunque no hubiera estado fuera de orden. Sin embargo, los
hábitos no se adquieren en el aula, sino con la constante repetición. Más bien, parece
que pide un ejemplo o modelo a seguir.
La petición era “como Juan también enseñó a sus discípulos”. Aquí está la única
referencia bíblica a que Juan instruyó a sus seguidores en ella. No cabe duda que él
enseñó a sus discípulos a que oraran de acuerdo a la revelación adicional que él dio; tal
vez les indicó que las oraciones de los fariseos demostraban hipocresía.
La oración ejemplar del Señor contiene seis peticiones:
1. Principia igual que todas las oraciones del Señor, es decir, con la palabra
“Padre… santificado sea tu nombre”. Pide que el Dios revelado a la humanidad sea
reconocido y venerado por su nombre.
2. “Venga tu reino”. Tanto Juan el Bautista como Jesús, habían estado anunciando
su advenimiento. Aquí el peticionario acepta lo dicho por ellos y desea lo mismo que
Dios. A propósito, la oración de poder es la que está de acuerdo con lo que Dios ha
revelado.
3. “Hágase tu voluntad como en el cielo, así también en la tierra”. En esta petición,
el Señor expresa la sumisión y aceptación que debemos mostrar hacia la voluntad divina
trabajando en nuestras vidas.
4. “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”. La frase pide el sostén diario,
reconociendo la dependencia que uno tiene del proveedor divino.
5. “Perdónanos nuestros pecados”. Dios es el único que puede perdonar pecados. La
Biblia enseña que lo hace por medio del sacrificio de Cristo en la cruz del Calvario. El
hombre lo obtiene por la fe.
6. “No nos metas en tentación”. Según Santiago 1:13, Dios no tienta a nadie. El no
es autor del pecado. Sin embargo, según lo que el Espíritu Santo enseña, el verdadero
creyente reconoce que tiene una gran propensión a pecar. El que pide perdón por sus
faltas y reconoce su inclinación hacia la maldad, también pide a Dios que no permita
que caiga en tentación.

¡PENSEMOS!
Esta oración modelo conocida como el “Padre Nuestro”,
es parte de la enseñanza que Jesús dio a sus discípulos. Sin
embargo, no debe hacerse repetitiva. ¿Por qué? Un ejemplo
de Cristo practicando la oración correcta lo encontramos en
Juan 17, e ilustra mejor el carácter de nuestro Salvador
como intercesor (Hebreos 7:25).

Ilustraciones acerca de la oración (11:5–13)


Antes de terminar su instrucción sobre este tema, el Maestro dio a sus discípulos
unas ilustraciones.
La primera se entiende como un argumento que va de menos a más; Jesús habla de
personas y situaciones negativas. Sin embargo, un hombre accedió a lo que otro pidió.

¡PENSEMOS!
Sabiendo que Dios no es como el amigo que se
encontraba durmiendo, el creyente puede pedir, buscar y
llamar, porque Dios siempre está dispuesto a oir.

Por supuesto que en esta porción no se encuentra toda la enseñanza bíblica referente
a la oración. Otros pasajes (por ejemplo, Juan 16:23), indican que debemos pedir de
acuerdo a la voluntad de Dios. Esta ilustración trata lo básico, y uno tiene que recordar
que es un ejemplo y que por lo mismo no debemos agregarle lo que el autor no quería
comunicar. Es decir, no debemos hacer que cada palabra o frase tenga un sentido
místico o especial. Aquí se ve que Dios está dispuesto a oir al hijo que presenta sus
peticiones de acuerdo a lo que él mismo ha indicado.
La segunda ilustración es semejante (11:11–13). Enseña cómo es el Padre perfecto,
contrastándolo con uno terrenal, imperfecto. En la relación que hay entre este último y
su hijo, no debe haber engaño; ha de dar a su hijo lo que es para su bien. El Padre
celestial ofrece algo mejor, el Espíritu Santo.
Aparentemente, los discípulos no oyeron bien o no entendieron, pero poco después
recibieron el don de la presencia del Espíritu. Desde entonces, no tenemos que pedir que
venga a nosotros, porque mora en los que el mismo Espíritu conduce a la fe en
Jesucristo (Gálatas 4:6). Desde el instante que uno acepta a Cristo como Salvador, Dios
cumple con esta oferta.

12
El Hijo del Hombre condena la
blasfemia e incredulidad
Lucas 11:14–54
“Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá”
Lucas 11:10

¡Qué bueno hubiera sido que después de tantas enseñanzas y señales que daban
evidencia de quién era Jesucristo, el pueblo de Israel se hubiera arrepentido! Pero no fue
así. Ni su presencia, predicación y pruebas lograron convencer a esa nación ciega. Por
eso no debe de sorprendernos que en el día de hoy tampoco lo acepte el mundo.
De vez en cuando se oye el comentario: “Si Cristo estuviera aquí, si hiciera un
milagro hoy, la gente creería”. ¡No es cierto! Ya vino al mundo, hizo milagros, y su
propio pueblo lo rechazó por ceguera u obstinación. La porción de Lucas 11 es decisiva
en la narrativa del repudio del Hijo del Hombre porque relata que había algo más que
mera indiferencia, también blasfemaban contra él; lo calificaban como emisario del
enemigo de las almas, Satanás.
AUTORIDAD SOBRE LOS DEMONIOS (11:14–28)
En el ministerio del Hijo del Hombre hay abundante evidencia de la autoridad que
tenía sobre los demonios. Esta era una señal de su autenticidad mesiánica. Es más; aun
los enemigos de Cristo, incluyendo los mismos demonios, reconocían su poder.
En Lucas 11, el autor relata que los líderes religiosos blasfemaron contra Cristo,
atribuyendo su poder no a Dios, ni al carácter mesiánico de Jesucristo, sino a Satanás. El
Señor refutó sus declaraciones en forma muy lógica: “Y una casa dividida contra sí
misma, cae” (11:17). Es decir, ¿Satanás contra Satanás? No sería prudente, lógico, ni
productivo para el diablo.
Hay una segunda consideración en la respuesta que dio Cristo. ¿En qué situación
quedaban los judíos que también exorcizaban? (11:19) Naturalmente, sus acusadores no
estarían muy dispuestos a aceptar que ellos también obraban por cuenta de Satanás.
A continuación, Jesús afirma que él tiene poder sobre el príncipe de los demonios
(11:22). Sin duda, su dicho es una referencia a que venció al diablo durante su tentación
(4:1–13). Pero el Señor no deja el tema nada más así. Agrega que no se puede ser
indeciso y neutral.
“EL QUE NO ES CONMIGO, CONTRA MÍ ES”
LUCAS 11:23
¡PENSEMOS!
En la actualidad, las fuerzas demoniacas están
moviéndose con una fuerza increible en todo el mundo.
Prueba de ello es la gran cantidad de peliculas con temas de
ultratumba que se estrenan cada año, el ocultismo,
adivinaciones, magia, etc. que mucha gente favorece.
Algunos seguidores de Satanás disfrazan la mentira con
palabras persuasivas con apariencia de religionsidad, pero
en el fondo son manifestaciones satánicas. ¿Qué podemos
hacer para resistir esos ataques e insinuaciones?

En términos más comprensibles, el versículo 23 quiere decir que aquellos que no se


deciden por Cristo, en realidad escogen estar contra él. No hay ningún “término medio”.
De clarísima manera esa frase explica las condiciones del mundo actual y, a la vez, la
razón por la cual debemos dedicarnos al evangelismo.
Para ilustrar el principio enunciado, el Señor cuenta la historia de una persona que
fue librada de un espíritu inmundo. No cabe duba que el hombre sintió gran alivio, pero
como no dejó que el Espíritu Santo tomara residencia en su corazón, cayó de nuevo bajo
el control de los demonios y al final resultó peor que al principio.
Jesús subraya la verdad de que no se puede ser neutral. Es imposible que exista un
corazón totalmente independiente. O bien uno depende de Dios y se entrega a él, o se
está bajo el dominio del enemigo de Dios.
Por ser corta, esta ilustración podría considerarse como de poca importancia. Pero
no lo es. Al contrario, habla de una verdad tan grande e importante, que causa escalofrío
al considerarla detenidamente.
Entre los oyentes había una mujer que quedó tan impresionada y entusiasmada con
su enseñanza tan directa y clara, que expresó su admiración en voz alta. De acuerdo av
las costumbres de entonces, bendijo a la madre del Maestro. Sin criticar a la mujer o
denigrar a María, Jesús aprovechó la ocasión para destacar una verdad:
“BIENAVENTURADOS LOS QUE OYEN
LA PALABRA DE DIOS, Y LA GUARDAN”
Lucas 11:28
Para el Señor, la relación espiritual es de mucha más importancia que la física.
LA GENTE DEMANDA SEÑALES (11:29–32)
Los judíos pedían más señales, y usualmente lo hacían de mala fe. En el versículo
16 pidieron algo espectacular. Debido a su incredulidad, ignoraron lo que el Señor había
hecho hasta ese momento y pidieron algo ridículo, como que hubiera oscuridad al
mediodía o plena luz a medianoche. Querían ver las estrellas danzar, o a las nubes
convertidas en crema batida.
Los líderes solicitaron algo que a su modo de ver fuera tan extremadamente difícil,
que Jesús no lo haría. Entonces dirían: “Bien, ¿ya vieron? ¡No puede! Nosotros se los
decíamos, ¡es un impostor!”
Conociendo el corazón del hombre, y en este caso la obstinada y perniciosa
incredulidad de los líderes, Cristo les recordó la señal del profeta Jonás (11:29), quien
había sido enviado a los ninivitas con el mensaje divino después de haber sido librado
del gran pez. Hay varios factores que deben notarse en esa historia:
1.     Jonás era judío, los ninivitas, gentiles.
2.     El mensaje demandaba arrepentimiento a la luz del juicio inminente.
3.     Efectivamente, y para disgusto de Jonás, los de Nínive se arrepintieron y fueron
librados del castigo.
Asimismo les dijo que la reina de un país distante, habiendo escuchado de la
sabiduría de Salomón (11:31), quiso constatar personalmente si en efecto era tan sabio,
e hizo un viaje largo y costoso para visitarlo. Cuando llegó, creyó todo lo que había oído
de él.
LA NACIÓN CIEGA,
A SU MESÍAS NIEGA
El Señor les aseguró que alguien mas grande que Jonás estaba entre ellos (11:32).
Ya se les había anunciado que el reino prometido estaba cerca y allí estaba el Rey. Pero
aún cuando aquellos gentiles de Nínive y la reina gentil del sur creyeron lo que les fue
comunicado, los judíos, a pesar de las abundantes evidencias que contemplaron,
repudiaron al Señor. ¡Qué castigo les esperaba! En el día del juicio, serían acusados por
los ninivitas y la reina gentil.
LOS OJOS QUE NO VEN (11:33–36)
Haciendo una comparación entre los ojos con la lámpara del cuerpo, el Señor les da
la razón por la que siempre buscaban señales. Se debía a que la incredulidad los tenía
tan ciegos, que no podían apreciar la luz que él les ofrecía por brillante que fuera. Esa
luz no disminuye, siempre brilla, pero no siempre es percibida por el hombre. Si hay
oscuridad en el alma, no se puede culpar a la luz del evangelio.
LOS LÍDERES CIEGOS (11:37–54)
Los fariseos y escribas eran los dirigentes religiosos en tiempos de Jesucristo. Como
tales, tenían la responsabilidad de velar por la condición espiritual de la nación. En
general se oponían a Cristo, y por lo que relata este capítulo, la cosa iba de mal en peor.
Cierto fariseo se asombró de que Cristo no cumplía con las tradiciones y ceremonias
establecidas (11:38), en especial, con el sistema de lavamientos instituido por los
rabinos. Se dice que algunos enseñaban que un demonio se sentaba en las manos que no
se lavaban siguiendo esa ceremonia. Esto produjo una de las respuestas más fuertes de
parte del Señor contra el fariseísmo.
Como muchos de los llamados “religiosos” de cualquier época, los fariseos se
especializaban en obedecer lo de menos valor en su sistema, y pasaban por alto lo de
vital importancia. En este caso, menospreciaban la justicia y el amor de Dios (11:42).
De acuerdo a Números 19:16, cualquiera que tocara un sepulcro, quedaba inmundo
por siete días. Se dice que los judíos emblanquecían las tumbas con cal para que se
pudieran ver y evitar así tocarlas inadvertidamente. El Señor acusó a los líderes de ser
sepulcros (11:44), no pintados de blanco. Por lo tanto, cuando el pueblo entraba en
contacto con ellos, le causaban una condición espiritual inaceptable. ¡Ay de los fariseos,
y de cualquiera que pierde de vista lo que Dios dice!

¡PENSEMOS!
Uno de los peligros de las religiones es que sus ritos, tal
vez concebidos como expresiones legitimas de culto a Dios, se
convierten en simple ritualismo. Viene a ser una lista de
cosas que se deben hacer, quién sabe por qué. El
cristianismo también es susceptible de cometer ese error,
creando liturgias y pensando que la forma externa es igual a
la veneración y obediencia que Dios pide.

De igual manera, el Señor confrontó a los llamados “intérpretes de la ley” (11:45).


Jesús los consideraba culpables porque habían agregado sus tradiciones a la ley de
Moisés, haciendo la vida religiosa de la nación demasiado pesada. Con sus
“interpretaciones” escondían la verdad, eliminando la posibilidad de entender el
mensaje de Dios. ¡Ay de ellos, y de cualquiera que agrega mandamientos a los dados
por Dios!
El camino a través de Judea fue en todo sentido de rechazo, y el que condujo al
Señor Jesús a la cruz. De ahí en adelante, todo fue de mal en peor. Sin embargo, hay que
tener mucho cuidado de no echar toda la culpa a los judíos. Bien es cierto que ellos
fueron los instrumentos del rechazo, pero al fin y al cabo, fue también nuestro pecado el
que clavó a Jesús en el madero.
REPASO DEL LIBRO
Hasta aquí la narración de Lucas, el médico amado, nos ha llevado por el anuncio,
advenimiento, niñez, preparación, bautismo, genealogía, tentación y ministerio de
Jesucristo, el Hijo del Hombre, en Galilea y Judea. Hemos viajado con él y hemos
estudiado las señales y enseñanzas que caracterizaron su ministerio, las cuales fueron
dadas para autenticar que verdaderamente es el Hijo de Dios, y también verdadero
Hombre.
Observamos el amor y compasión de Cristo por quienes padecían diversas
enfermedades y dolencias; su poder sobre los demonios y Satanás y sobre las fuerzas de
la naturaleza. Asimismo, conocimos a las personas, hombres y mujeres, que de alguna
manera estuvieron asociados con el Señor durante su ministerio terrenal y nos han
conmovido con sus reacciones humanas, falibles y de asombro al estar en presencia
misma de Dios hecho carne.
En el próximo tomo, estudiaremos a fondo los sermones y discursos del Señor en el
viaje que hizo a Jerusalén y que culminó con la última semana de su vida y la fiesta de
la pascua en la que dio su vida por nosotros.
Descubriremos que Lucas incluye las advertencias, instrucciones e ilustraciones del
Señor, todas ellas repletas de enseñanzas y aplicaciones para nosotros. Con mucho
interés exploraremos lo que el autor dice acerca de los detalles preparatorios a la
muerte, crucifixión, sepultura, resurrección y ascensión del Hijo del Hombre.

ESTUDIOS BÍBLICOS
ELA:
VERDADERO HOMBRE,
VERDADERO DIOS
(LUCAS TOMO II)
Domicilio: Dirección Postal:
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A menos que se indique lo contrario, todas las citas
bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera 1960.
Editado por el personal de
Ediciones las Américas, A.C.
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Primera edición, 1993
Prohibida la reproducción parcial o total
© 1993 Ediciones Las Américas, A. C.
ISBN 968–6529–20–9
CONTENIDO
1.     El viaje a Jerusalén
Lucas 12:1–34
2.     Instrucciones diversas del Hijo del Hombre
Lucas 12:35–14:6
3.     Once parábolas
Lucas 14:7–15:32
4.     Mayordomía
Lucas 16:1–13
5.     El Hijo del Hombre y los fariseos
Lucas 16:14–31
6.     Profecías del Hijo del Hombre
Lucas 17:1–37
7.     Últimas instrucciones del Hijo del Hombre
Lucas 18:1–19:27
8.     Ministerio en Jerusalén
Lucas 19:28–21:4
9.     Señales antes del fin
Lucas 21:5–38
10.     El Hijo del Hombre y sus discípulos
Lucas 22:1–38
11.     Padecimientos del Hijo del Hombre
Lucas 22:39–23:25
12.     Muerte, resurrección y ascensión del Hijo del Hombre
Lucas 23:26–24:53
VERDADERO HOMBRE, LUCAS
VERDADERO DIOS
ADVENIMIE PREPARACION MINISTERIO SUFRIMIENT RESURRECCI
NTO DEL DEL HIJO DEL DEL HIJO DEL O Y MUERTE ON Y
HIJO DEL HOMBRE HOMBRE DEL HIJO ASCENSION
HOMBRE      3:1–4:13      4:14–19:27 DEL DEL HIJO DEL
     1:1–2:52 HOMBRE HOMBRE
     19:28–23:56      24:1–53
Prólogo     1:1 Ministerio de EN Entrada en Resurrección     
–4 Juan el GALILEA     4: Jerusalén     19 24:1–12
Anuncio     1: Bautista     3:1–20 14–9:50 :28–44 Ministerio del
5–80 Trasfondo Rechazo en Purificación del Cristo
Dos anuncios histórico     3:1–2 Nazaret     4:14– templo     19:45 resucitado     24:
importantes El Mensaje de 30 –48 13–49
De Juan el Juan     3:3–14 Autenticación de Su Con los viajeros
Bautista     1:5 La identidad de su autoridad     20: a
–25 Juan      3:15–17 ministerio     4:3 1–21:4 Emaús     24:13–
Del Hijo del Encarcelamiento      1–6:11 Profecías     21 35
Hombre     1:2 3:18–20 Selección de los :5–38 Con los
6–38 El Hijo del apóstoles     6:12 Preludio a su discípulos en
Dos Hombre –49 muerte     22:1 Jeerusalén     24:
impresionantes Bautismo     3:21– Actividades y –23:25 36–49
himnos 22 asociados       7:1 Preparativos      Ascensión del
El de Genealogía     3:2 –9:50 22:1–6 Hijo del
María     1:39– 3–38 EN El aposento Hombre     24:4
56 Tentación     4:1– JUDEA       9:51– alto     22:7–38 9–53
El de 13 19:27 En el Monte de
Zacarías     1:5 Las piedras en Rechazado     9: los
7–80 pan     4:1–4 51–11:54 Olivos     22:39
Nacimiento      Los reinos de la Instrucciones en –53
2:1–52 tierra     4:5–8 el viaje a Con el sumo
La Sobre el pináculo Jerusalén     12: sacerdote     22:
natividad     2: del templo     4:9– 1–19:27 54–71
1–7 13 Advertencias       1 Con
Adoración de 2:1–12 Pilato     23:1–5
los Instrucciones     1 Con
pastores     2:8 2:13–13:35 Herodes     23:6
–20 Ilustraciones     1 –12
Adoración de 4:1–15:32 Con
Simeón y Mayordomía     1 Pilato     23:13–
Ana2:21–38 6:1–31 25
Niñez     2:39– Sus últimos Crucifixión y
52 pasos     17:1– sepultura     23
19:27 :26–56

1
El viaje a Jerusalén
Lucas 12:1–34
“Pasaba Jesús por ciudades y aldeas, enseñando, y encaminándose a Jerusalén” (Lucas
13:22)

Como asentamos en el tomo primero, Lucas tenía el deseo de confirmar en la nueva


fe cristiana a su amigo Teófilo, oficial griego creyente. Este deseo dio origen al tercer
evangelio de nuestro Señor Jesucristo así como al libro de los Hechos de los Apóstoles.
La intención del autor era presentar a Jesucristo como el Hijo del Hombre. Esta
frase aparece más de veinte veces en el libro, indicando el énfasis del autor en la
humanidad perfecta de la segunda persona de la Trinidad. En contraste, la frase “Hijo de
Dios” enfatiza su deidad.
Como dijimos, Mateo presenta a Cristo como el prometido “Rey de Israel”, Marcos
como el gran “Siervo de Jehová”, Juan, como el “Hijo de Dios”, mientras que Lucas lo
considera “Hijo del Hombre”. Este último quiere presentarnos al Hombre perfecto, el
único que puede rescatar a los hombres imperfectos (19:10).
JESUCRISTO:
VERDADERO HOMBRE,
VERDADERO DIOS.
A fin de no olvidar la secuencia que sigue el autor humano de este evangelio,
conviene repasar lo que ya hemos visto.
BOSQUEJO DEL EVANGELIO DE LUCAS
Prefacio 1:1–4
A. Advenimiento del Hijo del Hombre     1:5–2:5
B. Preparación del Hijo del Hombre     3:1–4:13
C. Ministerio del Hijo del Hombre 4:14–19:27
1. En Galilea     4:14–9:50
2. En Judea     9:51–19:27
D. Sufrimiento y muerte del Hijo del Hombre 19:28–23:56
E. Resurrección y ascensión del Hijo del Hombre 24:1–53
REPASO DEL TOMO I
En el primer tomo, la narración de Lucas, el médico amado, nos llevó por el
anuncio, advenimiento, niñez, preparación, bautismo, genealogía, tentación y ministerio
de Jesucristo en Galilea y Judea. Estudiamos las señales y enseñanzas que
caracterizaron su bendito ministerio, las cuales fueron dadas para autenticar que
verdaderamente es el Hijo de Dios.
Observamos el amor y compasión de Cristo por quienes padecían diversas
enfermedades y dolencias; su poder sobre Satanás y los demonios así como sobre las
fuerzas de la naturaleza. Conocimos a las personas, hombres y mujeres, que de alguna
manera estuvieron asociados con el Señor durante su ministerio terrenal y nos
conmovimos por sus reacciones humanas y asombro al estar en presencia misma de
Dios hecho carne.
Nuestro presente estudio abarcará parte del viaje final de Jesús: “Cuando se cumplió
el tiempo en que él había de ser recibido arriba, afirmó su rostro para ir a Jerusalén”
(Lucas 9:51). Estudiaremos a fondo sus sermones y enseñanzas, lo seguiremos en el
último recorrido que inició en Galilea, pasando por Judea, hasta terminar en Jerusalén
durante la fiesta de pascua que coincidió con su crucifixión y muerte.
Descubriremos las advertencias, instrucciones e ilustraciones del Señor que incluye
Lucas, todas ellas repletas de aplicaciones para nuestra vida diaria. Asimismo,
exploraremos los detalles preparatorios a la muerte, crucifixión, sepultura, resurrección
y ascensión del Hijo del Hombre.
El brillo de las bellísimas enseñanzas de Cristo no había mermado. La maravilla de
sus milagros estaba indeleblemente impresa en el corazón de muchísimos. Nadie podía
negar el impacto que tuvo la vida y ministerio público de Jesucristo. Pero,
paradójicamente, crecía el rechazo. ¿Cómo era posible?
Esto se explica porque las profecías lo habían predicho así. Para cumplirlas, el Señor
hizo maravillas y señales, enseñó que debemos creer en su poder para salvar, así como
estar conscientes de nuestras responsabilidades espirituales.
Su predicación demandaba un gran cambio por parte de sus oyentes, porque
creyendo en él, entrarían al reino de los cielos. A la gente le gustaba lo milagroso, pero
rechazaba el mensaje. Por su parte, los líderes estaban en su contra, y en su mayoría, la
gente lo seguía por los milagros que hacía.
Por supuesto que Dios sabía todo esto desde la eternidad. Su plan siempre había sido
llevar a su Hijo amado a la cruz del Calvario para beneficiar a los hombres de todas las
edades. Inexorablemente, Cristo marchaba hacia el Gólgota,y Dios utilizó la dureza de
los judíos para lograr su propósito. Repetimos lo que dijimos anteriormente: el
instrumento de su muerte fue la incredulidad de los judíos, pero la verdadera razón fue
el pecado mío y tuyo.
Con la sombra de la cruz a la vista, y durante el camino a Jerusalén, Cristo siguió su
ministerio de confrontación y enseñanza.
EL HIJO DEL HOMBRE INSTRUYE Y AMONESTA
Otra advertencia contra la hipocresía 12:1–3
El capítulo 12 prosigue la narración en el mismo ambiente de rechazo. El Señor
acababa de confrontar a los fariseos y escribas con palabras fuertes. Ellos, por su parte,
estaban dispuestos a hacer cualquier cosa por deshacerse de él. Sin duda que una gran
mayoría de los “millares” (12:1) que lo seguían, iban movidos por la hostilidad de sus
líderes.
En presencia de todos, Cristo se dirige primero a sus discípulos con la
amonestación: “Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía” (12:1).
Los fariseos vivían con una máscara puesta, fingiendo una espiritualidad que estaban
muy lejos de tener. Lo que cubría su disfraz estaba oculto a todos.
Es cierto que en esta vida difícilmente se logra ver lo que hay detrás de la
hipocresía. Sin embargo, lo dicho en secreto será revelado: “Así que, no juzguéis nada
antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las
tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones” (1 Corintios 4:5). Algún día,
los pecados ocultos serán proclamados “en las azoteas” (12:3).

¡PENSEMOS!
¡Cuidado con fingir el papel de creyente! Los religiosos
no son los únicos culpables de hipocresía. El mundo está
lleno de personas que pretenden ser lo que no son. Sin
embargo, ¡qué triste cuando nos topamos con alguno que se
dice creyente, pero cuyo cristianismo es de labios para
afuera! La palabra “hipocresía” viene de dos vocablos que
dan el significado “detrás de una máscara”. Después de casi
dos mil años, el fariseísmo sigue vigente.

Advertencia contra el temer al hombre 12:4–5


El versículo 4 empieza con una frase maravillosa: “Mas os digo, amigos míos”.
Precisamente entre los fariseos, que eran sus enemigos, y los “millares”, cuya mayoría
participaba de la misma oposición, Jesús tenía un grupo de hombres a quienes
consideraba sus amigos. Usó este término porque para él tenían mucho valor.
¡QUÉ POSICIÓN MÁS PRIVILEGIADA,
SER AMIGO DE CRISTO!
Ahora bien, con un amigo como él, sería ridículo tener miedo de algún hombre.
También sería incongruente rebajarse a ser hipócrita y tener miedo a ser descubierto.
Por otro lado, utilizando la misma palabra original (traducida en nuestras versiones
de las dos maneras, “miedo” y “temor”), Cristo afirma que sí hay alguien de quien
debemos tener miedo: de ¡Dios! (12:5). A lo mejor suena extraño al lector que aquí se
use el término “miedo”, porque estamos acostumbrados a oir que debemos
“reverenciar” (respetar, venerar) al Altísimo basados en 1 Juan 4:18: “En el amor no
hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor”. Es cierto que por ser hijo de
Dios, el creyente tiene una relación muy especial con él. Nos ama y le amamos, y por su
gracia, no pasaremos por el juicio que condenará al incrédulo.
No obstante, debemos tener cuidado de no diluir la fuerza de esta palabra.
Recordemos que al fin y al cabo, se refiere nada menos que a Dios. A la par del amor
que le tenemos, y sabiendo que somos sus hijos, debemos reconocer su majestad.
La Biblia contiene todo lo que debemos saber de Dios y en especial, lo que no
debemos olvidar. En el sentido correcto, no debemos descuidar que es “temible”,
específicamente en lo que se refiere a su justicia.
Alguien ha dicho que nos encanta “la luz” de Dios, pero olvidamos “sus rayos”.
Temo que hayamos convertido a Dios en compañero, camarada o colega, y lo hayamos
despojado de su trono majestuoso.

¡SI TEMO A DIOS,


NO DEBO TEMER AL HOMBRE!
La providencia de Dios 12:6–7
El cuidado divino se advierte en la atención que da aun a la más pequeña de sus
criaturas; no olvida ni a un pajarillo (12:6). Es tan sabio, que hasta conoce el número de
cabellos que hay en nuestra cabeza. Así es nuestro Dios, y para él no existen hechos
accidentales ni suerte: todo nos ayuda a bien (Romanos 8:28).
Lejos de tener miedo de la gente o las circunstancias, el creyente cobra ánimo al
saber que el Señor controla todo. Así como provee para sus criaturas pequeñas (los
pajarillos), y con la misma atención que presta a los detalles más minuciosos
(enumeración de los cabellos), el Padre celestial ofrece cuidar a sus siervos todos los
días.

¡PENSEMOS!
Deténgase por un momento para adorar a Dios por sus
beneficios (Salmos 103). Agradézcale la vida, la salud, el
alimento, el techo y el vestido. No debemos pasar por alto la
práctica de vivir agradecidos.

Advertencia contra negar a Cristo 12:8–9


El deber del hijo de Dios es confesar abiertamente su fe en Cristo. En Lucas 12, sus
seguidores tuvieron que identificarse con el Hijo del Hombre y hacer frente a los
iracundos líderes religiosos, a las autoridades civiles paganas y aun a la muchedumbre
voluble. No era exactamente un ambiente propicio.
Lo bello es que los fieles de cualquier época, los siervos valientes que lo confiesan
sin temor, algún día oirán su nombre pronunciado por la voz de Cristo delante de los
ángeles.
Podríamos decir que esta primera parte del pasaje es una promesa. Sin embargo, el
otro lado de la moneda es que Cristo va a negar a quienes lo hayan negado. En especial,
viene a la memoria Judas, quien teniendo tantos privilegios, estando expuesto a las
mismas enseñanzas que los demás apóstoles, y que era igual de responsable que ellos de
su condición espiritual, ¡lo traicionara!
Lo mismo se podría decir de otros individuos. El que no acepta lo que Cristo ofrece,
en realidad niega al Hijo de Dios y tendrá que sufrir las consecuencias de las palabras
escalofriantes: “será negado delante de los ángeles de Dios” (12:9).
¡ENTRE MAS PRIVILEGIOS,
MAYOR RESPONSABILIDAD!
Advertencia de no blasfemar contra el Espíritu Santo 12:10
Esta no es la única referencia que se hace a este pecado. El texto de Mateo 12:31,
junto con el trasfondo del presente capítulo, nos ayudan a entender mejor este pasaje,
donde dice que entre sus oyentes había quienes atribuían los milagros de Cristo al poder
del maligno (11:15).
Tal era la oposición contra el Señor, que consideraban que las obras que
beneficiaban al pueblo no eran de origen divino, sino de Satanás. Tergiversar lo que es
la obra manifiesta del Espíritu Santo diciendo que es de Satanás, es blasfemia.
Asimismo, es un pecado imperdonable contradecir o resistir abierta y deliberadamente
la obra del único que nos puede llevar a la salvación. Puesto que el Espíritu de Dios es
quien efectúa la salvación en el hombre, contradecirlo, resistir su influencia o negar su
mensaje, constituye una forma de blasfemia.
Específicamente, el pecado de algunos de los líderes de aquel entonces era atribuir
las obras de Dios a Satanás. Hoy en día el único pecado imperdonable es rechazar la
invitación del Espíritu Santo a participar del perdón que Cristo ofrece porque se cierra la
puerta a la posibilidad de ser salvo.

¡PENSEMOS!
La blasfemia contra el Espiritu Santo es cosa seria. En
esta época en que el satanismo ha alcanzado proporciones
muy serias, deberíamos dedicarnos a proclamar la verdad de
Cristo con mayor denuedo, sabiendo que el demonismo esta
ganando más adeptos cada día.
La ayuda del Espíritu Santo prometida 12:11–12
El Señor dice en esta narrativa, que el ministerio del Espíritu Santo es ayudarnos en
las ocasionés difíciles en que no sabemos qué decir. Para eliminar el miedo que
pudieran sentir sus discípulos al presentarse en las sinagogas de aquel entonces, Jesús
les dijo que siempre contarían con su oportuna intervención.
¡Qué alivio! Y esta promesa no era sólo para ellos. A través de las edades, desde
Pedro en Pentecostés, pasando por los reformadores y llegando hasta el día de hoy, en
los tribunales, las calles, el hogar, etc., el creyente puede contar con el auxilio de esa
divina persona. Convendría que tomáramos nota de esta promesa, grabándola en nuestro
corazón, y confiando en la obra de Dios en tiempo de necesidad. No debemos tener
miedo de testificar.
Ahora bien, ¡su promesa no invalida la necesidad de leer, estudiar y memorizar la
Palabra de Dios!
DIOS QUIERE QUE DEPENDAMOS
DE ÉL EN TODO.
LA AVARICIA Y LA ANSIEDAD 12:13–34
La parábola del rico insensato 12:13–21
Hubo una interrupción en la enseñanza del Señor cuando un hombre vino con una
pregunta. Por lo regular, una duda válida, relacionada con el tema, es bien recibida por
cualquier profesor, pero la que hizo en esta ocasión no tenía nada que ver con lo que
Cristo estaba enseñando. Más bien, refleja la mentalidad, y en gran parte, el estado
espiritual de un hombre centrado en su propio ego.
Debido a su avaricia, el hombre en cuestión presentó una queja contra su hermano
(que probablemente era igual de codicioso). Su petición era que Jesús resolviera el
problema. Los grandes maestros y rabíes de aquel tiempo acostumbraban intervenir en
casos así, tratando de dar solución a problemas civiles. Pero el Señor, conociendo la
condición espiritual del hombre y su avaricia, además de decirle que no tenía la
intención de convertirse en juez de tales casos, le dio un ejemplo que ilustra lo que
espera a los avaros al final de su vida.
Debemos notar que ni siquiera la predicación de Cristo mismo logró capturar la
atención de todos sus oyentes para ser transformados. Este hombre vino con un
problema y nada de lo que dijo Cristo hizo que cambiara su forma de vida.
De los cuatro evangelistas, sólo Lucas cuenta esta parábola, que ha llegado a ser una
de las más conocidas. El rico de la historia estaba seguro de que encontraría la felicidad
adquiriendo más posesiones y riquezas.
Su filosofía se expresa en la frase: “repósate, come, bebe, regocíjate” (12:19). Su
egoísmo y ceguera para reconocer de dónde vienen los bienes, se ve en los versículos 18
y 19: “mis” graneros, “mis” frutos, “mis” bienes, “mi” alma. Apenas acababa de decir
esto, cuando murió. De nada le sirvieron sus riquezas, porque su tesoro estaba fincado
en lo terrenal y no lo había destinado a la honra de Dios.
Queriendo reforzar la enseñanza al hombre que hizo la pregunta, el Señor dijo: “Así
es el que hace para sí tesoro y no es rico para con Dios” (12:21). La parábola no
condena la posesión de las cosas materiales, sino la avaricia y la actitud de poner la
confianza en ellas en vez de en Dios. “Rico para con Dios” quiere decir rico en la fe,
que confía en lo que Dios dice, que sabe aprovechar la gracia que él ofrece, dándole
gracias por todo.

¡PENSEMOS!
La avaricia es casi universalmente considerada como
negativa. ¡Y con qué razón! Analice y escriba en sus propias
palabras las dos exhortaciones y el testimonio de los
siguientes versículos:
   1.      Hebreos 13:5 _________________________________
   2.      1 Timoteo 6:6 _________________________________
   3.      Filipenses 4:11________________________________

Los quehaceres de la vida 12:22–34


Lo que el Señor había enseñado en el pasaje anterior no iba dirigido directamente a
los discípulos, pero no cabe duda que les fue muy útil. A continuación, les da
instrucciones especialmente a ellos.
Principia recordándoles que la felicidad del hombre no depende de las posesiones,
así que no debían afanarse por ellas. Además, les dio tres ilustraciones sencillas pero
profundas.
Primero cita a los cuervos, diciendo que “Dios los alimenta” (12:24). Por lo tanto,
también provee para su pueblo. Asimismo menciona a los lirios. Al igual que las aves,
no trabajan, pero todos los años, Dios permite que desplieguen hojas nuevas y flores
abundantes. El creyente no debe dudar de su Dios, de su poder, ni de su deseo de
proveer para las necesidades de sus hijos.
Finalmente, dice que afanarse por las cosas materiales es una característica de los
gentiles e impíos. ¡Qué vergüenza sería que sabiendo todo esto, un creyente viviera
como pagano!
“MI DIOS, PUES, SUPLIRÁ TODO LO QUE OS
FALTA…”
(FILIPENSES 4:19).
El hijo de Dios tiene un sistema de valores más alto y noble que el mundo y que
guía su estilo de vida. “Buscad el reino de Dios” (12:31) significa amar al Señor, confiar
en él, obedecerlo, acceder gozosamente a su control. Estos ingredientes forman la vida
del creyente porque desea depositar en el banco de los cielos los valores que perduran,
centrándose en lo que tiene mérito eterno (12:33). El resultado de aplicar estos
principios, es que Dios suple todas las necesidades (12:31). Esta es su garantía.
Ahora bien, no se debe confundir lo que dice Lucas y Mateo 6:33 con lo que
algunos predican hoy en día respecto a la prosperidad, tal y como el mundo la entiende,
o sea, poseer abundancia de bienes. Cuando establecemos prioridades bíblicas y
vivimos de acuerdo a ellas, tenemos asegurada la provisión de Dios.

¡PENSEMOS!
¡Cuidado con los que enseñan que tenemos derecho a
poseer grandes cantidades de dinero, a gozar de salud total,
a no padecer enfermedades y a tener una vida sin
problemas! ¡No es bíblico y, por ende, no es cierto!

2
Instrucciones diversas del Hijo
del Hombre
Lucas 12:35–14:6
“Bienaventurados aquellos siervos a los cuales su señor, cuando venga, halle velando…”
(Lucas 12:37)

¡FIDELIDAD! 12:35–48
En los discípulos de Cristo debe haber tal lealtad a su Maestro, que pueden
acomodar sus prioridades sin problema. Lo que el Señor dice, automáticamente se
convierte en la pasión de ellos. También es muy importante permanecer fieles,
esperando su regreso.
El pasaje de Lucas 12, tiene que ver con la venida del Rey para establecer el reino
en forma literal, mismo que se denomina el milenio y se relaciona con el famoso tema
antiguotestamentario del día del Señor. Según lo que Dios dijo a través de los profetas,
ese “día”, inesperado para la mayoría incrédula, traerá primeramente el juicio.
Es evidente que esta ilustración del ladrón (12:39, comp. con 1 Tesalonicenses 5:2)
que da el Señor, no se refiere al “arrebatamiento”, evento en el que Jesús vendrá en las
nubes para recibir a su novia, la iglesia, la comunidad de creyentes, suceso que
esperamos con gran gozo y esperanza. La enseñanza del arrebatamiento o rapto de la
iglesia se desarrolla con amplitud más adelante en el Nuevo Testamento.
Habiendo hecho esta aclaración doctrinal en cuanto al futuro, tenemos que
reconocer que la presente porción enseña acerca de la fidelidad, una cualidad que por
cierto, Dios exige de su pueblo de cualquier tiempo.
“SED SEMEJANTES A HOMBRES QUE AGUAR
DAN A QUE SU SEÑOR REGRESE”
(Lucas 12:36).
De los versículos 42 al 48, el Señor responde a la pregunta de Pedro, aclarando la
parábola anterior. El versículo 43 introduce un elemento muy importante.
“Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así”.
La fidelidad no es una teoría, es una convicción que produce obediencia a la
voluntad de Dios. Por decirlo así, la fidelidad es la voluntad revelada de Dios convertida
en acción de corazón, manos, pies, y labios. No es sólo la afirmación de los principios
personales inventados por el ser humano, sino el producto de interpretar correctamente
la Biblia bajo la dirección del Espíritu Santo, y que se manifiesta de forma evidente en
el creyente.
INSTRUCCIONES ACERCA DE LAS DIVISIONES Y
MALOS ENTENDIDOS 12:49–59
La verdad es que Cristo, por su mensaje de justicia, santidad y por su muerte,
dividió a la humanidad. El bautismo que menciona en el versículo 50, es una referencia
a su muerte. La cruz de Cristo traza la línea divisoria de la historia de la humanidad.
Identificarse con el odiado madero no es atractivo al hombre. No lo fue en tiempos
de Jesús y no lo es hoy. “La palabra de la cruz es locura a los que se pierden, pero a los
que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios” (1 Corintios 1:18).
No ha de extrañarnos el hecho de que no sea popular entre los inconversos. Cristo
divide, y así debe ser. ¡Ay del creyente que no se distingue del mundo que lo rodea!
El capítulo 12 termina con una llamada de atención en cuanto a la capacidad de
entender las señales. Fácil les era entender las indicaciones en cuanto al ambiente, el
clima (12:56), etc., pero ignoraban o, peor aún, negaban, las evidencias de la persona de
Jesús.
Las consecuencias de semejante incredulidad son fatales. Lo mismo sucede hoy. Es
indispensable que el hombre acepte el mensaje de Dios a través de Cristo, recibiéndolo
como su Salvador mientras su gracia está todavía al alcance.

¡PENSEMOS!
¿Qué actitud debe distinguir al creyente que espera el
retorno de Jesucristo en las nubes? ¿Apatía?
¿Desesperación? ¿Indiferencia? No. Los creyentes deben
velar y “estad preparados, porque a la hora que no penséis el
Hijo del Hombre vendrá” (12:40).

INSTRUCCIONES ACERCA DEL ARREPENTIMIENTO Y


SUS FRUTOS 13:1–9
Jerusalén era una ciudad que significaba mucho para los judíos porque David la
había convertido en capital del reino, y fue donde Salomón construyó su magnífico
templo. Pero lo que contaron los mensajeros en Lucas 13 no tenía nada que ver con la
gloria de esa histórica ciudad.
En ese entonces, Jerusalén estaba dirigida por los odiados romanos, tanto en lo
militar como en lo administrativo. Por esos días, gobernaba Poncio Pilato, el cruel
perpetrador de un sin fin de arbitrariedades que cometió durante sus diez años de
gobierno.
En esta ocasión en especial, algunos vinieron a reportar otra más de sus atrocidades:
la matanza de los galileos. El antecedente es que ciertos sacrificios que se hacían en el
templo, requerían que los judíos laicos que traían a los animales, entraran donde se
hacía el sacrificio para poner su mano sobre ellos en señal de identificación con la
ofrenda sacrificada.
Tal parece que Pilato entró en el templo, y llegando hasta la corte de los sacerdotes
con un grupo de soldados, mató a un grupo de fieles precisamente en el momento en
que ponían las manos sobre los animales. La razón no se sabe. Solamente Lucas cuenta
el incidente, y no da más detalles que los que aparecen en los versículos 1–5.
De acuerdo a la idea popular existente, cuando sucedían semejantes calamidades, la
gente las consideraba como prueba de un pecado excepcional que merecía el castigo de
Dios. Sin embargo, rechazando el concepto popular, Jesús enseñó que la muerte puede
sobrevenir a cualquier persona y en cualquier hora. No se debía a que los galileos fueran
más pecaminosos que otros. Además, la gracia de Dios sostiene la vida bajo cualquier
circunstancia. Lo que conviene es arrepentirse mientras todavía hay oportunidad. De
otra manera, nos espera un futuro desastroso.
Cristo siempre buscaba evidencias de arrepentimiento en el pueblo (13:6–9). Aquí
se refiere a él por medio de la parábola de la higuera. En las Escrituras, ese árbol
simboliza a la nación de Israel y sin duda, el Señor lo usa así, porque era de esperarse
que hubiera frutos de arrepentimiento en un pueblo que había estado expuesto a tanta
luz. Sin embargo, no fue así.
Ahora bien, algunas de las maravillosas características de nuestro Dios son su gran
misericordia y paciencia, cualidades que se demuestran en abundancia hacia el pecador.
En la parábola, se ofrece a la higuera otra oportunidad de producir higos. Sin embargo,
llega el día en que la paciencia termina. Si no da fruto a pesar de los cuidados especiales
del viñador, será cortada (13:8–9).

¡PENSEMOS!
¡La nación era culpable! Se le había dado bastante luz y
tiempo para apreciarla, no se había arrepentido, y el tiempo
se acababa. El principio que contiene la parábola tiene
aplicación para el día de hoy. Es urgente responder
positivamente al mensaje de Dios mientras hay oportunidad.
Nos hace pensar en las palabras de Pablo a los corintios: “He
aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de
salvación” (2 Corintios 6:2).

LUZ + OBEDIENCIA = FRUTO


EL HIJO DEL HOMBRE INSTRUYE ACERCA DE LA
HIPOCRESÍA 13:10–17
Por la frecuencia con que se trata el tema, entendemos que este problema era muy
común. Nuevamente el Hijo del Hombre se refiere a él un sábado en la sinagoga. A
propósito, Lucas no vuelve a mencionar la asistencia de Jesús a las sinagogas. Esta es la
última ocasión que lo hace.
Aquel día estaba presente una mujer que “andaba encorvada, y en ninguna manera
se podía enderezar” (13:11). Otra vez es evidente que es la pluma de un médico la que
escribe. Lo interesante es que atribuye el padecimiento a “un espíritu de enfermedad”,
utilizando el mismo término que se aplicaba a las aflicciones causadas por demonios,
aunque el médico amado sabía que no todas las dolencias eran causadas por ellos.
Sin embargo, el presente caso sí lo era. Al verla, Jesús de inmediato reconoció la
causa de su mal, interrumpió su discurso, la llamó y allí mismo la sanó. Sin ningún
preámbulo, sin pedir ni siquiera una demostración de su fe, ¡la sanó! Como en el caso de
los demás, la enferma quedó completamente bien. Lucas no menciona la fe de la mujer,
lo cual demuestra que los milagros que hizo el Señor dependían únicamente de su
voluntad, y no de la cantidad o calidad de la fe del enfermo. Eso no quiere decir que los
individuos no tenían fe, sino que todo dependía de Dios, porque él es el origen del
milagro. Así lo reconoció la mujer y “glorificaba a Dios” (13:13).
Pero el principal de la sinagoga se enojó. Lo interesante es que con una “indirecta”
se dirigió al pueblo y no a Jesús, aunque ciertamente su queja era contra él. El Señor
sabía perfectamente lo que pasaba en su corazón y lo que pensaban los demás. Les
señaló su hipocresía, notando que se preocupaban de sus animales en sábado, pero no de
una mujer que también era hija de Abraham, respetable, y muy necesitada.
Como explicamos, la hipocresía literalmente es “vivir detrás de una máscara”.
Equivale a practicar las minucias de una religión descuidando su propósito, espíritu, y
en especial, lo que Dios ha revelado. ¡Esto es pecado!
INSTRUCCIONES ACERCA DEL REINO 13:18–35
Ciertas características del reino 13:18–21
“¿A qué es semejante el reino de Dios, y con qué lo campararé?” El Señor hace dos
contrastes. En primer lugar, cita la semilla y el árbol de mostaza, cuyo tamaño había
dado origen a un proverbio: “tan pequeña como semilla de mostaza”.
Sin embargo, de algo tan insignificante crece un verdadero árbol, a veces de hasta
10 metros de altura. El propósito de la ilustración es enfocar el crecimiento y a la vez,
las condiciones que se dan en el reino. Hay que recordar dos cosas básicas:
1. La obra es de Dios y, por lo tanto, no puede haber un reino mesiánico a menos
que primero regrese su Rey.
2. No hay que forzar esta comparación haciendo que comunique lo que no era
intención de su autor.
Aquí Jesús demuestra que, a pesar de gente como el principal de la sinagoga, y otros
que rechazaban su mensaje, algunos lo aceptaban. El número es reducido y “pequeño”.
Además, el reino ha atraído a elementos desagradables, los no creyentes
representados por las aves en la ilustración. En el judaísmo de aquel tiempo, había
quienes seguían la forma de su religión sin ser creyentes verdaderos. Casi lo mismo se
ve en la ilustración de la levadura. Por lo regular, en las Escrituras esa sustancia
simboliza la maldad.
Es interesante observar que a través de todas las edades ha habido un desarrollo del
mal dentro del grupo de personas que acepta la voluntad y control de Dios. Se puede ver
ese fenómeno en toda la historia de Israel.
Este comportamiento también es muy evidente en esta época “de la gracia” o “de la
iglesia”: lo mismo hay creyentes que incrédulos asociados con la iglesia visible. Cuando
regrese el Rey y establezca su reino mesiánico, el llamado milenio, habrá la misma
mezcla. Claro que para entrar al reino, todos tendrán que ser creyentes, aunque también
ellos mismos tendrán hijos incrédulos. Algunos rechazarán el mensaje de Dios,
condición que conducirá al juicio final de Apocalipsis 20:7–15.
EL SEÑOR VIENE.
URGE PREDICAR EL EVANGELIO.
Participantes del reino 13:22–35
Por lo general, los oyentes del Hijo del Hombre pensaban que por ser hijos de
Abraham tenían garantizado el acceso al reino. El Señor, con su mirada puesta en
Jerusalén, donde sería llevado a la cruz, y finalmente a la victoriosa tumba vacía,
instruye a sus discípulos acerca de quiénes entrarán en el reino.
¿QUIÉNES ENTRARAN EN EL REINO DE DIOS?
“¿Son pocos los que se salvan?” (13:23) No se sabe quién hizo la pregunta, pero
Jesús contestó como de costumbre, poniendo énfasis en lo práctico y no en lo teórico.
La idea era que no debían perder su tiempo discutiendo esto. Más bien, debían
asegurarse de su propia salvación. El Señor agregó que la puerta no siempre
permanecería abierta.
Los que no la aprovecharan y quedaran fuera, presentarían toda clase de excusas
(vea la ilustración del padre, v. 25). Pero el haber oído no es suficiente, como tampoco
lo es haber nacido de Abraham. Por fuerza, uno tiene que creer. Como ya observamos,
esta fue una sorpresa desagradable para gran número de sus oyentes.
Pero todavía recibieron un golpe más. ¡Algunos judíos serían excluidos y los
gentiles, aceptados! Esto no debería sorprenderles, puesto que los profetas antiguos
habían dicho lo mismo. Cristo enseñó que los únicos participantes del reino venidero,
sin importar su origen, tendrían que ser creyentes.
El capítulo termina con una advertencia hecha por los fariseos (13:31). Se entiende
que tanto ellos como Herodes estaban en contra de Cristo, y todo lo que hacían era para
oponerse a él. Por su lado, el Señor les responde que no interrumpiría su marcha hacia
Jerusalén, donde sería muerto (13:33).
Satanás estaba detrás de las personas o movimientos que procuraban impedir su
viaje. Fue entonces que el Hijo del Hombre lamentó abiertamente la condición espiritual
de Jerusalén.
“¡JERUSALÉN, JERUSALÉN,
QUE MATAS A LOS PROFETAS…!”
Esa histórica ciudad tenía fama de haber matado a los mensajeros de Dios, y ahora
estaba por repetir su audacia, asesinando al hombre que había sido anunciado como el
Mesías. “He aquí, vuestra casa os es dejada desierta” (13:35). ¡Qué palabras tan tristes!
INSTRUCCIONES EN CASA DE UN FARISEO 14:1–6
Se cree que durante los días de la semana, los judíos acostumbraban comer
solamente dos veces al día. Pero el sábado comían tres veces. La comida principal era
inmediatamente después del servicio de la mañana, más o menos al mediodía. Era
costumbre que los líderes de la sinagoga se turnaran para invitar a sus colegas cada
semana. En el relato de Lucas 14, muchos fariseos, rabíes, etc, se habían reunido para
comer en la casa de uno de ellos.
No se sabe por qué fue invitado Cristo. Es posible que la cultura dictara que el
gobernante de una comunidad (14:1) tuviera que convidar al religioso visitante.
Conociendo el parecer de los fariseos, no descartamos la posibilidad de que la invitación
fuera hecha con mala intención. Algo de eso se nota en la frase “éstos le acechaban”
(14:1).
Otra observación respecto a la cultura judía de aquel primer siglo es que se permitía
a la gente, aunque no hubieran sido invitados, que se acercara a las fiestas o comidas
para observar. Debido a ello, no es extraño que un enfermo se encontrara entre los
curiosos. ¿Sería posible que hubiera ido por iniciativa propia al oir que Jesús estaba
presente? Tal vez, pero es más probable que los fariseos lo llevaran para poner a prueba
a Cristo.
Este, sabiendo la intención de ellos, inició la conversación en el versículo 3; “¿Es
lícito sanar en el día de reposo?” A lo mejor ellos no esperaban que la confrontación
empezara así, sino que desearan atacarlo después. Así que la pregunta de Cristo los
desarmó. Si hubieran contestado que sí, entonces hubieran aprobado a Cristo. Por otro
lado, ¿cómo podían contestar que no, en presencia de alguien tan enfermo de
hidropesía? Cristo sanó al doliente y de nuevo acusó a los fariseos y demás líderes
religiosos por su hipocresía. Les recordó que aun en sábado, ellos cuidaban muy bien de
lo suyo, su familia y animales, pero utilizaban el día de reposo como excusa para
criticar al Hijo del Hombre por sanar al enfermo. El fariseo y sus invitados guardaron
silencio.
Cuando Cristo vio que los presentes estaban atentos, aprovechó el momento para
enseñar acerca de la humildad, benevolencia e indiferencia. ¡Imagínese! El Señor
instruyendo a quienes pretendían ser expertos en la ley de Moisés, a los líderes
religiosos del pueblo, que no obstante, carecían de las cualidades aludidas.

¡PENSEMOS!
El viaje de Jesucristo estuvo sembrado de oposición,
incredulidad e hipocresía. El Señor tuvo que luchar
constantemente contra sus opositores. Pero en medio de todo
ello, siempre enseñaba cosas maravillosas. A veces, descorría
el velo de la eternidad, en otras, escudriñaba hasta el fondo
las intenciones del corazón de sus interlocutores. Pero en
todo tiempo, siempre se mantuvo haciendo el bien, sin
importar cuán dificil fuera la situación. Cristo es nuestro
ejemplo, sigamos sus pasos.

3
Once parábolas
Lucas 14:7–15:32
“El que tiene oídos para oír, oiga” (Lucas 14:35)

El Señor siguió viajando rumbo a la ciudad capital del judaísmo y en el camino,


como de costumbre, iba enseñando. Cristo fue un maestro que aprovechaba todas las
oportunidades para instruir a sus seguidores. Tenía un mensaje importantísimo que
anunciar y el tiempo de que disponía, muy limitado. ¡El Señor quería aprovechar cada
minuto! Este ejemplo no debe pasar desapercibido al creyente del siglo veinte, porque
siguen rigiendo las mismas condiciones.
Estos capítulos incluyen algunos de los personajes que se mencionan en capítulos
anteriores. Vemos que los fariseos y expertos en la ley judaica seguían hostilizando el
mensaje de Cristo igual que antes. Asimismo, la muchedumbre ubicua, sedienta y
hambrienta, deseaba ver más milagros, pero no por ello estaba más dispuesta a creer en
su Mesías. Naturalmente se encuentran los discípulos, esos creyentes cada vez más
instruidos, y por lo tanto, más responsables. El Hijo de Dios tenía algo para cada oyente.
Las enseñanzas de estos capítulos se centran en el uso de las parábolas.
PARABOLA DE LOS CONVIDADOS A LAS BODAS 14:7–
14
La humildad 14:7–11
La costumbre de aquella época era que los invitados a una comida buscaran los
puestos más honorables. En cambio, Cristo enseña que lo que vale ante Dios es la
humildad genuina, como Pablo dice en Romanos 12:10: “prefiriéndoos los unos a los
otros”. Cuando se da la preferencia a uno mismo, las cosas andan mal. El orgullo y
superioridad que sentían los fariseos, hacía que odiaran al auténticamente humilde Hijo
del Hombre.
“PORQUE CUALQUIERA QUE SE ENALTECE,
SERÁ HUMILLADO; Y EL QUE SE HUMILLA,
SERÁ ENALTECIDO” (14:11).
La benevolencia 14:12–14
Invitar solamente a los amigos, a los ricos, o a los de alcurnia, niega el auténtico
espíritu de benevolencia. No obstante, la recompensa de semejante actuación negativa
viene en esta vida, cuando somos los invitados. Pero si queremos un premio más
duradero, invitemos a quienes no nos pueden corresponder.
Ahora bien, la lección de este pasaje es la generosidad hacia los que por sus
limitaciones no puedan correspondernos. Sin embargo, no enseña que es malo invitar a
comer a los amigos o a ricos importantes. Tampoco dice que debemos invitar a los
pobres exclusivamente, ni mucho menos a “todos” los pobres. Hay que recordar que
Cristo estaba confrontando a la gente que no sabía (o, que no quería admitir que sabía),
quién era su prójimo (10:29), razón por la cual les dijo la parábola del buen samaritano,
diciéndoles que nuestro prójimo es la persona necesitada que encontramos en el camino.
Posteriormente, cuando se desarrolló la doctrina para la iglesia, la clave para aplicar
este principio fue: “Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y
mayormente a los de la familia de la fe” (Gálatas 6:10). Para obtener una comprensión
más amplia del tema, recomiendo el libro La Responsabilidad Social, de Charles Ryrie,
publicado por esta editorial.
PARABOLA DE LA GRAN CENA 14:15–24
La indiferencia 14:15–24
“Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios” (14:15), comentó uno de los
invitados en voz alta. Este dicho, entusiasta y bienintencionado, estaba equivocado,
porque sin duda, el hombre estaba pensando que todos los presentes estarían en el reino.
Mediante otra parábola, Jesús enseñó enfáticamente que no sería así. En ella, los
invitados dieron toda clase de excusas banales para no asistir al convivio que ofrecía un
hombre. El primero dijo que tenía urgencia de ir a ver algo que había comprado. El
segundo también había adquirido unos bueyes y tenía que probarlos. El tercero dijo
sencillamente “no puedo”. Es evidente que en el fondo de las tres reacciones estaba un
rotundo “¡no quiero!” Debemos notar que no era por ignorancia o por desconocer la
oferta. Mas bien, decidieron no aceptar por su propia voluntad, demostrando su
desprecio por el que los invitaba.
Los judíos reaccionaron en la misma forma al mensaje del Hijo del Hombre. Por
eso, él hizo extensiva la invitación a otros que no eran judíos: “Vé por los caminos y por
los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa” (14:23).
PORQUE…NINGUNO DE AQUELLOS QUE FUERON
CONVIDADOS, GUSTARÁ MI CENA (14:24).
¡PENSEMOS!
¡Las excusas! Muy socorridas cuando queremos evitar
una confrontación.
   1.      ¿En qué consistió la banalidad de las tres excusas?
   2.      ¿Cuáles son algunas de las que se ofrecen hoy para no
aceptar el mensaje de Dios?
   3.      ¿Se parecen a las de la parábola?
Debemos comentar algo acerca de la palabra “fuérzalos”. El término no significa
coaccionar al estilo de una inquisición. Desafortunadamente, a través de la historia
algunos han usado así el versículo. La misma palabra se usa en Mateo 14:22 y también
en Marcos 6:45, pero en ambos casos se traduce: “Jesús hizo que”.
En otras obras literarias del período, se usa en el sentido de “constreñir moral e
intelectualmente”. En la ilustración de Lucas 14, el hombre envió a un solo siervo,
quien difícilmente podría haber coaccionado físicamente a quienes andaban en “los
caminos y vallados”, por lo que más bien podemos identificar al mensajero con el
Espíritu Santo.

¡PENSEMOS!
En la actualidad, la obra de Cristo sigue siendo
espiritual, a través del ministerio del Espíritu Santo. En su
evangelio, Juan describe la manera en que esa divina
persona actúa en nuestros tiempos: “Os conviene que yo me
vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a
vosotros; mas si me fuera, os lo enviaré. Y cuando él venga,
convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio”
(Juan 16:7–8). ¡Qué tranquilidad para el creyente! En su ser
mora el Espíritu Santo enviado por Cristo para consolarle,
ayudarle, enseñarle y guiarle en los caminos del Señor.
¡Gracias a Dios por su Espíritu morando en nosotros!

EL VERDADERO DISCIPULADO 14:25–35


Después de salir de casa del fariseo, lo siguieron grandes multitudes. En parte
porque muchos peregrinos iban a Jerusalén a celebrar la pascua. Sin embargo, había
entre la muchedumbre verdaderos discípulos y seguidores de Jesús.
Podemos decir que probablemente su auditorio constaba de cuatro grupos: los
antagonistas, los indiferentes, los que decían ser sus discípulos y los seguidores
verdaderos.
El Señor daba a todos enseñanzas y exhortaciones acerca del discipulado. Por lo
general, es muy agradable para algunos líderes con magnetismo tener numerosos
seguidores porque les prodigan adulación. No obstante, la enseñanza del Señor es severa
y está diseñada para distinguir a los verdaderos discípulos de entre la multitud, cuya
idea era que Jesucristo venía a establecer un reino político.
El que “viene a mí” 14:26
La frase “viene a mí” es una referencia al que quiere unirse a Cristo en una relación
íntima de discipulado. El primer punto de la lección “y no aborrece a su padre, y madre,
y mujer, e hijos…”, señala una verdad improbable, la de hacer lo opuesto de amar, pero
no tenemos derecho a mitigar la fuerza de la palabra “aborrecer”. Es la misma que se
usa en otras partes de la Biblia para describir lo que siente Dios hacia el pecado.
Muchos han buscado la manera de evitar el uso del término, pero no se puede ni se
debe. Por otro lado, tampoco tenemos derecho a interpretar la palabra en base a las
emociones de un lector moderno.
La relación con Cristo tenía y tiene que ser de la más alta prioridad; más aún que la
relación familiar, o que el aprecio que uno tenga por su propia vida. Es inadmisible que
una persona o parentesco compita con Cristo por ocupar el lugar de preeminencia en el
corazón del discípulo. Sin embargo, cuando estamos bien relacionados con Cristo, es
decir, si tenemos nuestras prioridades bien ordenadas, por fuerza amaremos no
solamente a la familia, ¡sino a todos!
Se recordará la exhortación que se hace a los maridos en Efesios 5:25: “Maridos,
amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por
ella”. La idea que aparece en Lucas 14 es que el seguidor del Hijo del Hombre tiene que
poseer y demostrar una lealtad absoluta a su Señor. En cierto sentido, la frase “viene a
mí”, se refiere a lo que uno abandona o coloca en segundo lugar de importancia.
El que “viene en pos de mí” 14:27
Si la frase anterior indica lo que uno deja al asociarse con Jesús, la presente hace
hincapié en lo que el discípulo adquiere al unirse a él. En otras palabras, la cruz. Ha
habido mucha confusión respecto a las palabras “llevar su cruz”.
Es común que se use para designar la idea de aguantar con paciencia la aflicción,
dolor o desengaño, diciendo con un suspiro: “¡Es mi cruz!” Nada está más lejos de la
verdad. La gente de aquel entonces entendía perfectamente bien que quería decir
muerte. Los crueles y odiados romanos habían perfeccionado el arte salvaje de la
crucifixión para asesinar a los enemigos del estado, tanto supuestos como verdaderos.
“EL QUE NO LLEVA SU CRUZ…NO PUEDE
SER MI DISCÍPULO” (14:27).
El discípulo de Cristo aborrece su propia vida aun al punto de estar dispuesto a
sufrir la muerte ignominiosa por lealtad a él. Solamente esa clase y grado de entrega
produce un discípulo verdadero.
La construcción de una torre 14:28–30
El discipulado no es asunto insignificante. La ilustración habla de una torre, algo
muy especial. Su construcción tampoco se hace de un día para otro. ¡Cuesta mucho! No
obstante, es obligatorio construir. El propósito de la ilustración no era que sus oyentes
desistieran de edificar, sino que reconocieran el costo que debían pagar.
Pero lo más importante es que el discípulo sabe que no tiene los recursos para pagar
el costo. Con lo que tiene no puede ir más allá del cimiento. Entonces, ¿de dónde viene
lo necesario para edificar la torre del discipulado? No de lo que tenemos, sino de lo que
el Señor nos da.
El rey y la guerra 14:31–33
La ilustración anterior es de naturaleza positiva porque se trata de una construcción.
La presente es negativa, porque habla de derribar a un enemigo. De la misma manera
que los recursos propios no son suficientes para construir la torre, tampoco lo son para
enfrentar a un enemigo numeroso.
El discípulo reclutado debe pelear batalla tras batalla en la guerra espiritual.
Imprescindible es pelear. Inútil es evitarlo, e imposible ganar con recursos propios. El
enemigo es más fuerte que uno. Así que es necesario depender de Dios y su protección
(Efesios 6:10–17).

¡PENSEMOS!
Dios ha provisto muchos recursos para que el creyente
los emplee en la construcción de la torre y para pelear en la
batalla del discipulado. Aquí están los textos, ¿cuáles son los
recursos?
   1.     Salmo 119:11__________________________________
   2.     1 Juan 4:4_____________________________________
   3.     1 Juan 2:1_____________________________________

La sal insípida 14:34–35


Es importante reconocer que el Señor está usando una ilustración, o sea una figura,
que no va de acuerdo con la naturaleza: “Si la sal se hiciere insípida, ¿con qué se
sazonará?” (14:34). La sal, el mineral, no pierde lo salado. Además no existe un
condimento denominado “sal no salada”. En otras ocasiones, Jesús también usó esta
clase de figura para insistir en lo absurdo del punto que ilustraba.
Un discípulo que no está dispuesto a aceptar los requisitos que Jesús enseñó, viene a
ser como “sal que no sala”. En la naturaleza eso no sucede. Entonces, la sal es mejor
que el discípulo incumplido, porque siempre es salada.
EL DISCÍPULO QUE NO CUMPLE
CON LAS CONDICIONES ESTIPULADAS,
SE CONVIERTE EN UN RENEGADO.
Cristo dijo que no se esperaba eso de los que querían ser sus seguidores. En otras
palabras, sería una situación totalmente anormal. Aquel “discípulo” tendrá un futuro
peor que el del pagano (14:35).
PARABOLAS DE LA GRACIA DE DIOS 15:1–32
Se ha dicho que la religión es la búsqueda del hombre por encontrar a Dios, mientras
que en el cristianismo, el Dios de los cielos es quien busca al hombre. Las parábolas del
capítulo 15 contienen varios aspectos de esa verdad.
Lo que movió a Jesús a enseñar sobre este tema, fue la presencia acostumbrada de
publicanos y pecadores (15:1). ¡Esa gente jamás hubiera escuchado una conferencia de
los fariseos y rabíes! Sin embargo, se da a entender que sentían atracción por Cristo y su
mensaje.
Tanto él como ellos, reconocían su condición necesitada y se daban cuenta del
desprecio de los religiosos, quienes continuaban quejándose de Cristo por su asociación
con ellos. En vez de sentir regocijo por el mensaje y el mensajero que venía a rescatar a
los perdidos, lo criticaban por predicar a los despreciados de este mundo. Las parábolas
que tratan de la gracia de Dios han llegado a ser de las más conocidas dentro y fuera del
cristianismo.
La oveja perdida 15:3–7
Es importante recalcar que no se debe forzar la interpretación de estas cortas
ilustraciones. En otras palabras, sería incorrecto introducir un sentido histórico,
espiritual o místico a cada frase, palabra o idea.
A través de los siglos, esta parábola ha sufrido así a manos de ciertos intérpretes,
pero ni la imaginación santificada ni los mejores deseos espirituales pueden añadir nada
a lo que el Señor dice. El intérprete debe recordar que normalmente, una parábola ilustra
un solo punto.
La lección del Señor tiene que ver con la búsqueda intensa de algo perdido y el gozo
resultante que se experimenta al encontrarlo. En el versículo 7 Jesús deja de hablar en
parábolas para dirigirse en términos directos a los fariseos. En contraste con sus
muraciones de que Jesús predicaba a los pecadores, él dijo:
“HABRÁ MÁS GOZO EN EL CIELO POR UN
PECADOR QUE SE ARREPIENTE, QUE POR
NOVENTA Y NUEVE JUSTOS QUE NO
NECESITAN DE ARREPENTIMIENTO” (15:7).
En cuanto a la identificación de los “noventa y nueve justos” existe una gran
variedad de ideas, pero otra vez tenemos que regresar a los principios que rigen la
interpretación de parábolas. Por ejemplo, no es el propósito de la ilustración identificar
específicamente al “hombre” del versículo 4, ni a “sus amigos” del versículo 5,
distinguiéndolos de los “vecinos”. En cuanto a las noventa y nueve ovejas, podemos
anotar tres cosas:
a. Sería normal considerar que estaban bien cuidadas, seguras y no perdidas.
b. En el fondo, el pastor tenía que estar contento por las noventa y nueve seguras.
c. Hay “más gozo en el cielo” por el pecador arrepentido, lo que quiere decir que
cuando menos hay algo de gozo por los demás.
Recuerde que el propósito de la ilustración es demostrar la gracia de Dios que
“busca” y el gozo que siente cuando encuentra al perdido.
La dracma extraviada 15:8–10
La moneda conocida como dracma era griega, más o menos equivalente al denario
de los romanos. Por lo regular, se consideraba como pago por un día de trabajo. En la
ilustración, la mujer pierde una de diez que tenía. Es posible que la cantidad sea la única
diferencia importante entre la historia de la oveja perdida y ésta. La oveja era una entre
cien y ésta, una entre diez. El punto es el mismo. Después de la búsqueda, hay gran
gozo por haber encontrado la moneda.
Hay un asunto cultural aquí que demuestra la importancia que tenía para la mujer,
algo que los oyentes debieron sobreentender. Los maridos tenían la costumbre de dar a
su esposa como regalo de boda una cadena con diez monedas que la mujer se ponía
alrededor de la cabeza, con los dijes colgando sobre la frente. La estimación por ese
artículo es equivalente al del anillo de casados. Por lo tanto, para ella era muy
preocupante haber perdido una de las monedas. Inclusive, algunos dicen que podría
reflejar poca fidelidad al esposo.
Ahora bien, esos factores ayudan a entender la parábola, pero no cambian en nada la
lección principal, que es la búsqueda cuidadosa y el gozo de encontrar al pecador
arrepentido. La idea del versículo 10 es igual al versículo 7, con excepción de que en el
10 se mencionan a los ángeles de Dios.
El hijo perdido 15:11–32
Se ha dicho que la parábola del hijo pródigo es la joya más brillante de todas las
ilustraciones que el Señor usó. Es la tercera en una lista de parábolas que enseñan la
misma lección. El lujo de detalles con que se cuenta ésta da a entender que hay
enseñanzas adicionales.
Pedir y salir (15:11–16). El más joven de los dos hijos dijo: “Padre, dame la parte
de los bienes que me corresponde” (15:12). Semejante división de bienes usualmente
ocurría al morir el testador. No obstante, el hecho de que el padre accediera a su
petición, quiere decir que no era ajena a la cultura de entonces.
El hijo tomó lo suyo, salió de casa y se encaminó a un lugar muy distante; lejos de la
supervisión de su padre, queriendo librarse de las restricciones familiares. En aquella
“provincia apartada”, cayó bajo malas influencias, mismas que lo condujeron a una
esclavitud real.
Por la manera en que malgastó su dinero y consumió sus bienes, se hecha de ver que
en realidad le faltaba mucha supervisión. Su situación se fue empeorando y al cabo, sin
bienes y habiendo “una gran hambre en aquella provincia” (Lucas 15:14), cayó en el
colmo del oprobio para un judío: apacentar cerdos.
Su estado era en verdad lamentable, porque su amo lo trataba peor que a los mismos
cerdos: “Deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie
le daba” (15:16).
El arrepentimiento y el regreso (15:17–21). La frase “Y volviendo en sí” (15:17) es
la introducción a lo que posiblemente fuera el primer pensamiento honesto de su vida.
Reconoció dos verdades, la segunda probablemente como consecuencia de la primera.
1. “¡En verdad estoy muy mal! Aun los jornaleros en casa de mi padre comen, y yo me
muero del hambre”.
2. “He pecado contra el cielo y contra mi padre”.
Claro que el hambre ayudó a que sus ojos se abrieran, y su arrepentimiento fue
sincero.
Se nota que sentía culpa y que cambió de parecer. Mientras que antes de abandonar
la casa exigía “lo suyo”, ahora deseaba, ser uno de los sirvientes de su padre. Con esa
nueva determinación regresó a casa. ¡Nunca se imaginó ni en sus mejores sueños, lo que
iba a encontrar! Su padre no había dejado de amarlo, sino que lo esperaba, y con los
brazos abiertos. ¡Qué maravilla!
A pesar de que esta ilustración es maravillosa, no es nada comparada con la magna
verdad que enseña. Dios, con el amor y gracia que le caracterizan, espera al hombre
perdido, al que reconoce que es pecador, al que está cargado de vicios, de los mal
llamados placeres, que en verdad no satisfacen, al descarriado, decepcionado,
desanimado, desilusionado, despreciado y desafortunado.
“VENID A MÍ TODOS LOS QUE ESTÁIS
TRABAJADOS Y CARGADOS, Y YO OS HARÉ
DESCANSAR” (MATEO 11:28).
Es probable que haya otras lecciones en la ilustración, pero difícilmente podrían
superar a esta.
El regocijo y el gemido (15:22–32), ¡Interesantes extremos de emociones! Las dos
proceden de un solo evento, el retorno del hijo arrepentido. Si el gozo que menciona el
versículo 7 es admirable, lo que sigue va mucho más allá de lo imaginado.
El padre “fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó”
(15:20). Pero ¡aún hay más! Le dio ropa, sandalias, un anillo, hizo una fiesta; todas ellas
bendiciones que corresponden a un hijo verdadero. ¡Qué provisión más amplia!
De más está recordar que así es nuestro Dios, porque: “La bendición de Jehová es la
que enriquece, y no añade tristeza con ella” (Proverbios 10:22).
En medio de aquella sinfonía de amor, también sonó una nota discordante. EL otro
hijo, el mayor, el que se había quedado, al ver todo lo que se hacía a favor de su
hermano, se quejó amargamente. Lo interesante es que todo lo que el mayor dijo era
cierto. Su actitud era de reproche: se había quedado con su padre y lo había servido
(15:29), pero no hay ninguna indicación de que lo hiciera por amor.
El padre le extendió una invitación especial (15:28), pero por su resentimiento no
quiso aceptarla. No cabe duda que aquí Jesús alude a los fariseos. Privilegiados de mil
maneras, sobre todo porque eran custodios de la ley, al igual que el hijo mayor, estaban
resentidos porque Jesús recibía con gozo al pecador arrepentido.
Dos observaciones finales:
1.     Aparentemente, en el relato no sólo hay un hijo perdido, sino dos. El mayor obedecía
de labios para afuera, pero no se relacionaba bien con su padre.
2.     El padre, por gracia, le extiende una invitación a participar.
No se sabe si el hijo resentido aceptó o no. Durante su vida, Cristo ofreció a los
líderes religiosos la misma invitación que a los “publicanos”, pero por su incredulidad y
obstinación, no la aceptaron y se quedaron fuera de las bendiciones de Dios.
LAS ONCE PARABOLAS
Y SUS LECCIONES
Parábola Pasaje Lecciones
Los invitados a 14:7–11 La humildad
una fiesta
La invitación a 14:15–24 La benevolencia
un convicio
Los invitados 14:15–24 La indiferencia
apáticos
“El que viene a 14:26 La prioridad de Cristo
mí”
“El que viene en 14:27 Fiel hasta la muerte
pos de mí”
La construcción 14:28–30 Nada podemos por nosotros mismos
de una torre
El rey que va a la 14:31–33 Idem
guerra
La sal insípida 14:34–35 Lo anormal de un discípulo que deja de serlo
La oveja perdida 15:3–7 Dios muestra su gracia al buscar al perdido
La dracma 15:8–10 Idem
perdida
El hijo perdido 15:11–32 Idem

4
Mayordomía
Lucas 16:1–13
“…No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Lucas 16:13)

Según el relato de Lucas, paso a paso Jesucristo se acercaba a la ciudad de Jerusalén


para participar en los eventos trágicos y paradójicamente, triunfantes, que le esperaban
allí. Sin embargo, no sentía pánico, sólo la decisión y entrega total a su misión de
comunicar su mensaje. Todavía le faltaba impartir algunas lecciones importantes a los
discípulos verdaderos, quienes considerando el porvenir, tanto a corto como a largo
plazo, todavía carecían de los principales elementos para continuar con el ministerio que
les iba a encomendar.
También faltaban los últimos y, en cierto sentido, decisivos encuentros con los
líderes religiosos de la nación, aunque las discusiones que habían tenido hasta entonces
los habían dejado sin excusas. Los enfrentamientos que siguen servirían para confirmar
su incredulidad, la que al fin culminaría con la entrega del Mesías en manos de Poncio
Pilato. Los principios que el Señor da a ambos grupos nos proporcionan buenas
lecciones.
Usaremos la palabra “mayordomía” como tema principal del capítulo, aunque no es
el único que aparece en él. Además, hay otros asuntos subordinados de mucho interés y
provecho. El Señor emplea dos grandes parábolas para dar esta enseñanza. En este
capítulo sólo analizaremos la primera.
Como se ha dicho anteriormente, tenemos que ejercer mucho cuidado al interpretar
las parábolas. No podemos añadir un sentido místico o espiritual a la intención original
del Señor. Tampoco es el propósito de las parábolas dar a cada uno de sus elementos un
sentido especial en la interpretación y aplicación, aunque ciertos aspectos son muy
necesarios para que la ilustración sea coherente, es decir, para completar el cuadro. Sin
embargo, dichos elementos no tienen ningún sentido alegórico ni fueron diseñados o
insertados para aclarar la verdad principal.
LA PARABOLA DEL MAYORDOMO INJUSTO 16:1–8
Hay ciertas observaciones pertinentes que debemos hacer y que nos ayudarán a
entender mejor esta ilustración
1. Un mayordomo era un especie de gerente o administrador que tenía a su cargo los
negocios y bienes que alguna persona le había encargado para hacerlos productivos.
Hay otros ejemplos que menciona la Biblia, como por ejemplo el mayordomo de
Abraham, quien fue enviado a buscar una esposa para Isaac. “Y dijo Abraham a un
criado suyo, el más viejo de su casa, que era el que gobernaba en todo lo que tenía…”
(Génesis 24:2).
David también hacía uso de administradores. Primera de Crónicas 28:1 cuenta que,
entre otros que David reunió en la ciudad de Jerusalén, estaban “los administradores de
toda la hacienda y posesión del rey y de sus hijos”. Evidentemente, el mayordomo era
seleccionado de entre los esclavos de más confianza. En la parábola que nos ocupa,
parece que el mayordomo no era esclavo, sino un empleado, porque cuando lo
despidieron no se le dio un castigo fuerte o la muerte, como hubiera merecido si lo
fuera.
Posteriormente, Pablo aportó un comentario más acertado cuando describió las
responsabilidades de un mayordomo: “Ahora bien, se requiere de los administradores,
que cada uno sea hallado fiel” (1 Corintios 4:2).
MAYORDOMÍA Y FIDELIDAD:
¡CONCEPTOS INSEPARABLES!
2. El ambiente en el cual se lleva a cabo la enseñanza del capítulo 16 es igual al del
capítulo anterior. Es decir, los oyentes son los mismos, un grupo mixto de fariseos,
escribas, publicanos y un buen número de discípulos verdaderos. Bien es cierto que la
primera parábola de este capítulo se dirige a los seguidores verdaderos, y en contraste
con el capítulo 15, no se trata de la búsqueda de lo perdido, sino de la vida que deben
llevar los que han sido hallados.
3. Cristo no sugiere que el mayordomo de la parábola sea modelo de moralidad. La
verdad es que era un ladrón, y así lo reconoció su amo. No obstante, el mismo lo alabó
por su astucia cuando, a punto de perder su empleo, el mayordomo se protegió para el
futuro. Sí, se portó sabiamente, pero con la astucia de una serpiente, artera y falazmente.
Comentamos este punto porque algunos intérpretes han acusado a Cristo de
proponer y apoyar normas de negocios incorrectas porque las menciona en esta
parábola. No hay absolutamente nada en la ilustración que indique que Jesús o el amo
aprobaran el carácter del mayordomo, ni que estuvieran complacidos por su
comportamiento.
La historia principia dándonos muy pocos detalles, solamente los indispensables
para introducir el punto importante. Se identifican dos personajes, no tanto por nombre,
sino por su descripción; el rico y el mayordomo. También hace referencia a otro u
“otros”, con la observación indirecta de que “fue acusado” por ellos. Lucas es el único
autor neotestamentario que usa la palabra griega que se traduce “acusado”, y solamente
aquí en 16:1. Es el término de donde viene la palabra “diablo o acusador”.
Dicha acusación fue muy seria. Es interesante notar que los casos del hijo pródigo y
de este mayordomo tienen algo en común. Aunque en la traducción del griego al
español se nota una diferencia de idea (“desperdiciar” en 15:13 y “disipar” en 16:1), en
verdad, no había razón para hacer esa distinción, porque en griego es una misma
palabra. La idea es que ambos, tanto el hijo como el administrador, derrocharon
intencionalmente los bienes ajenos recibidos. En palabras bien sencillas, el
administrador era un ladrón porque tomó lo que no era suyo para su uso personal.
Era inútil que el empleado alegara en su defensa que el desfalco había sido un
descuido de su parte, porque si hubiera sido así, hubiera tenido alguna forma de
defenderse. Además, por lo que sigue en la historia, entendemos que las acusaciones
estaban bien fundamentadas.
Obviamente, su patrón creyó el informe (v. 2). En seguida viene lo que parece ser
una pregunta retórica, pero que probablemente era una exclamación. Tal vez la
podríamos entender mejor si lo parafraseamos a la manera en que hoy diríamos:
“¿Cómo es posible?” Es una pregunta que resulta más exclamación que interrogación, y
no espera recibir contestación. Entonces, demandó del administrador que rindiera
cuentas a la luz de la inminente terminación de su empleo.
RENDIR CUENTAS ES PARTE INTEGRAL
DE LA MAYORDOMÍA.
Habiéndose acostumbrado a la vida fácil, gracias a lo que había estafado a su amo, y
con la amenaza de perder su empleo, el mayordomo hizo ciertos arreglos y planes.
“Cavar no puedo; mendigar, me da vergüenza” (16:3). ¡Lo que no le daba vergüenza era
el plan nefario que formuló y puso en práctica! Por otro lado, no ha de sorprendernos
que puesto que estaba acostumbrado a robar y estafar, seguiría actuando de la misma
manera.
Su idea era ajustar las deudas que algunos tenían con su amo reduciéndoles el saldo.
En sí, se supone que lo que hacía no era ilegal, puesto que siendo mayordomo, tenía
todo bajo su control, pero es innegable que era irresponsable y, conociendo su
motivación, inmoral. Otra vez estaba robando a su empleador.
La parábola da solamente dos casos específicos, probablemente para ejemplificar
cómo funcionaba el plan. Es interesante observar que el monto del descuento que
ofreció fue diferente, tal vez basado en el valor del aceite y del trigo, porque
desconocemos los precios de dichas mercancías en aquel entonces.
“Y alabó el amo al mayordomo malo por haber hecho sagazmente” (16:8). El dueño
de los bienes descubrió las malvadas maniobras del mayordomo, quien proyectaba su
propio pero deshonesto plan de “jubilación”. Lo dicho en el versículo 8 de ninguna
manera indica que aprobaba el carácter o hechos del defraudador. Más bien, reconoce su
astucia. Algunos han dicho que el amo también tenía las mismas características, y por
eso las reconoció y admiró en su ahora ex-mayordomo. Posiblemente sea cierto, pero tal
cosa no se expresa en la ilustración ni es parte de lo que el Señor enseña.
Lo que Jesús presenta, es la historia de un hombre que utiliza los principios y
filosofia del mundo para su beneficio. Al dejarse guiar por ellos, demostró so egoísmo,
ya que por sobre todas las cosas, buscaba su comodidad. Su manera de actuar en las
relaciones interpersonales, en los negocios y en la vida en general, refleja esta filosofía
mundana.
No le importaba recurrir a lo ilegal, incorrecto, o inmoral, siempre y cuando
contribuyera al logro de sus metas. En la parábola se le denomina “el mayordomo
malo”, pero debe usarse una palabra más fuerte: “mayordomo de injusticia”. A pesar de
todo, el hombre sabía relacionarse con sus contemporáneos mundanos, quienes
compartían su misma filosofía y sagacidad. Por otro lado, es triste ver que los hijos de
luz muchas veces no se relacionan sabiamente con otros hijos de luz.

¡PENSEMOS!
Hasta aquí, se han descrito las maniobras ilegales de un
incrédulo que se rige por las prácticas deshonestas que el
mundo permite y aun admira, en quienes se enriquecen a
costa de otros. ¿Qué debe hacer un cristiano cuando observa
que alguien está cometiendo tales faltas? ¿Debe intervenir
para corregir el mal o mejor no meterse en problemas?

INTERPRETACIÓN 16:9–13
La primera etapa 16:9
Jesús comienza a centrarse en la lección que quiere comunicar en el versículo 9: “Y
yo os digo: Ganad amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando éstas
falten, os reciban en las moradas eternas”.
Se puede decir que su comentario empieza a contestar la pregunta: “¿Cómo se
relaciona el creyente con los bienes de este mundo?” La respuesta del Señor abarca las
siguientes ideas:
1. El no se opone a los bienes ni a que un creyente los tenga. No se dice que el
dinero es malo, más bien, “porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual
codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores” (1
Timoteo 6:10).
Jesucristo usa la frase “riquezas injustas” para hacer hincapié en el carácter terrenal
y temporal de los bienes, no para referirse a los bienes o dinero ganados por métodos
incorrectos.
2. El creyente tiene que usar bien sus posesiones. En primer lugar, lo que uno tiene
aquí en la tierra (sean talentos, privilegios, dinero, etc.) es un “préstamo” de Dios.
Entonces, para el hijo de Dios el dinero y los bienes tienen un carácter espiritual, y eso
lo obliga a invertir sabiamente.
¿POSESIONES? NO. ¡PRÉSTAMOS! SÍ.
A propósito de este tema, Cristo no nos dejó sin consejos: “No os hagáis tesoros en
la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino
haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no
minan ni hurtan” (Mateo 6:19–20).
En Lucas 16:9 se explica que es posible ganar amigos utilizando nuestros bienes.
Ahora bien, no dice que se deben “comprar” amigos, sino “ganar”, lo que significa
hacer amigos. Contrario a la filosofía egoísta del mayordomo malo, el hijo de Dios tiene
que usar lo que tiene para el bien de otros. En primer lugar, debe honrar a Dios con lo
que él le ha prestado, porque para eso se lo facilitó.
Esto se logra cumpliendo con su voluntad revelada en la Biblia respecto al dinero.
No cabe duda que uno de los pasos iniciales será reconocer el valor que tienen las cosas
eternas. Vivimos en el mundo por un corto tiempo. Mientras estemos aquí, disfrutemos
de lo que no muy correctamente denominamos “posesiones”. Sean muchos o pocos, son
los bienes materiales que Dios nos ha provisto, o mejor dicho, “prestado”, y dejan de ser
nuestros en el momento en que partimos de esta vida.
En la explicación de la parábola, el Señor se refiere a esto con la frase: “para que
cuando éstas falten”. ¡Seguro que faltarán! La muerte nos espera a todos y no va a tardar
mucho. Entonces, debemos invertir de tal forma que lo gastado aquí, produzca
resultados allá.

¡PENSEMOS!
¿Cómo está empleando lo que el Señor le ha prestado?
Al fin y al cabo, lo que determina el valor del hombre no es
la cantidad de bienes que posee, sino la forma en que
dispone de ellos.

3. ¿Qué o quiénes nos recibirán en las moradas eternas (16:9)? Hay varias
sugerencias:
Posiblemente se refiere a todas aquellas personas que se han visto beneficiadas por
“las inversiones espirituales” que el creyente hace en la tierra. Naturalmente ese número
se tendría que limitar a aquellos que en verdad han sido transformados. Los demás
tienen otro destino y no estarán en el cielo. A primera vista, esta interpretación parece
concordar con “hacer amigos” y probablemente por eso es la más popular.
Sin embargo, a mi parecer, no goza de apoyo bíblico. A pesar de ser un pensamiento
muy ameno, las Escrituras no hablan de personas, condiscípulos o hermanos en la fe que
nos darán la bienvenida en el cielo porque hayamos sido de bendición para ellos durante
nuestra vida terrenal. Basta con recordar que en el cielo, el creyente no será el personaje
principal.
En segundo lugar, ¿será que se refiere a una especie de depósito de buenas obras que
nos espera en la vida eterna? Esa idea parece armonizar algo con las enseñanzas de
“buenas obras” y “galardones” (1 Corintios 3:12–14). Si bien es cierto que el creyente
tiene que depositar su tesoro en el cielo, dudo que sea recibido con un libro de
contabilidad en la mano. De todos modos, la secuencia de los eventos futuros ya ha sido
establecida y es muy específica; el juicio de las obras no ocurre en el momento de la
muerte.
En tercer lugar, parece que es mejor considerar que quienes reciben al creyente
cumplido cuando llega al cielo, son Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Las buenas
obras, que en este caso se refieren al uso correcto de todo lo que Dios nos ha prestado,
tienen su realización final en Cristo. El dijo en Mateo 25:40: “De cierto os digo que en
cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”.
4. ¡Qué contraste! El verdadero creyente gozará de un lugar específico y duradero,
una morada eterna (Juan 14:2–3). El mayordomo con su mira egocéntrica, procura
preparar un lugar temporal con otros que tienen el mismo carácter deshonesto. Su
porvenir no tiene muchas garantías, porque depende del hombre pecador y voluble. Peor
todavía, el fin de todas sus maniobras es un horizonte que desaparece con la muerte.
La segunda etapa (16:10–12)
Aquí Cristo introduce una segunda etapa en la explicación de la parábola. La
anterior se relaciona con el uso del dinero y de los bienes. Ahora, va más a fondo. Su
lección tiene que ver con la fidelidad. En el caso del mayordomo malo, es muy obvio
que este término no se le puede aplicar. Veremos lo que dice al creyente verdadero.
“El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es
injusto, también en lo más es injusto” (16:10). Es axiomático que la fidelidad en lo poco
indica que habrá fidelidad en lo grande. Por consecuencia, si uno es infiel en la
adquisición y uso de los bienes materiales, lo que literalmente es “lo muy poco”, ¿cómo
se le pueden confiar las verdades espirituales?

PENSEMOS!
Si en los detalles de la vida diaria hay infidelidad, si no se puede confiar en
un individuo en lo de poca importancia, ¿cómo confiarle los asuntos de mucho
peso? Si en su negocio emplea los mismos trucos y engaños que usa el mundo,
¿cómo podriamos encomendarle el cuidado de la iglesia? Si en su hogar da
rienda suelta a la lengua, cometiendo toda clase de pecados con ella, ¿cómo le
vamos a entregar el púlpito? Si cuando conduce su vehículo desobedece los
reglamentos de tránsito, ¿cómo puede exponer la Palabra de Dios? No importa si
uno aparenta tener cara de santo y hablar como tal; si no anda bien, y es infiel en
la vida cotidiana, no se le puede confiar lo que tiene verdadera importancia.

La tercera etapa (16:13)


“Ningún siervo puede servir a dos señores”, es un principio que todo el mundo
entiende y que no tiene que repetirse. Por el vocablo que usa en el pasaje, se ve que el
Señor tenía en mente algo semejante a lo que hoy en día se suele llamar “sirviente de
casa”, un esclavo, no un empleado.
Por lo tanto, el que tiene como meta principal acumular riquezas y disfrutar de los
placeres que el dinero proporciona, por fuerza cae en las garras del materialismo. Es un
esclavo que sirve a un solo amo, y no puede servir a otro. No importa lo que haga, no
puede servir al mismo tiempo a las cosas materiales (bienes) y a lo espiritual (Dios).
El propósito de Cristo es hacer una llamada de atención a nuestro sistema de
valores. En otras palabras, Jesús obliga a sus oyentes a reflexionar en la manera en que
consideran sus bienes. No obstante, hay que recordar que aunque son de este mundo y
temporales, ni el dinero ni los bienes son malos.

¡PENSEMOS!
La manera en que uno valúa o estima los bienes
terrenales influye para que se conviertan en nuestros amos
tiranos. La intención del Señor no es poner a ricos contra
pobres o la abundancia versus las limitaciones, sino indicar
que todo depende de la actitud que tengamos hacia el dinero.
Todos, ricos y pobres, tenemos que cuidar este punto.
Considere su vida y propóngase aplicar la enseñanza de esta
parábola a ella.

5
El Hijo del Hombre y los fariseos
Lucas 16:14–31
…Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios
conoce vuestros corazones… (Lucas 16:15)

Se recordará que el grupo que escuchaba al Señor en aquella ocasión era una mezcla
de gente de diversas procedencias y estratos sociales. A pesar de que la anterior
parábola iba dirigida específicamente a los verdaderos creyentes del grupo (16:1),
produjo una reacción fuerte y negativa entre los fariseos (16:14) porque ¡eran avaros!
(14). ¡Por eso reaccionaron así! La verdad contenida en la parábola dio justamente en el
blanco o, mejor dicho, en su endurecido corazón.
Por lo general, los fariseos creían que el dinero y los bienes les habían sido dados
como un premio merecido gracias a que defendían y conservaban la ley. Es probable
que pensaran que la relativa indigencia de Jesús y sus seguidores indicaba que no
gozaban del mismo nivel de bendición y honor que ellos. Aunque no dijeron nada en
voz alta, tal vez hicieron gestos de desprecio hacia Jesús y sus palabras.
Ciertamente los líderes religiosos no tenían que exteriorizar sus pensamientos para
que Cristo los supiera, y con ese conocimiento, se dirige una vez más a ellos.
Específicamente, el error que les señala es que hacían ostentación cuando depositaban
sus ofrendas y hacían alarde de sus posesiones diciendo que eran una señal de la
aprobación y bendición de Dios.
“LO QUE LOS HOMBRES TIENEN POR SUBLIME,
DELANTE DE DIOS ES ABOMINACIÓN”
(16:15).
En el fondo, todo lo que hacían los fariseos era una farsa, diseñada para impresionar
a quienes los observaban y con el fin de ganar su respeto y admiración. ¡Hipócritas!
“Dios conoce vuestros corazones” (16:15), dijo Jesús. ¡Cómo les ha de haber quemado
esa lanza ardiente de verdad eterna! Sus ampulosas demostraciones de religiosidad no
eran más que una máscara que ocultaba una vida de avaricia y pecado. Ellos se
justificaban a sí mismos, pero su opinión propia no valía, ya que Dios juzga el hombre
interior.

¡PENSEMOS!
“Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y
conoce mís pensamientos; y ve si hay en mí camino de
perversidad, y guíame en el camino eterno” (Salmos 139:23–
24). Como creyentes sabemos que el Espíritu de Dios puede
revelarnos nuestros pecados ocultos. Ore pidiendo a Dios
que le haga conocidos sus pecados y confiéselos delante de él.

Principiando con Juan Bautista, se había estado anunciando que el reino prometido
estaba cerca. Y así era, porque estaba presente el Rey. Además había interés de parte de
los hombres por entrar en ese reino, aunque no siempre por razones nobles o
espirituales.
Los mismos fariseos querían forzar su entrada, justificándose a sí mismos, pero
Cristo dijo que no, porque desobedecían la ley de Dios que profesaban creer y defender.
Para nuestro Señor Jesucristo, ese era un pecado de grandes proporciones y durante todo
su ministerio defendió la santidad y honor de la ley de Dios. Aquí subraya la
permanencia e inmutabilidad de esas normas: “Pero más fácil es que pasen el cielo y la
tierra, que se frustre una tilde de la ley” (16:17).
Se cree que la “tilde”, a la cual se refiere aquí, es uno de los “cuernitos” (traducción
literal de la palabra) que se usaban para distinguir las consonantes hebreas. Esta
comparación y la figura, expresan la permanencia de todo lo que Dios ha dicho.
INDICACIONES ACERCA DEL DIVORCIO V. 18
Cristo utiliza el ejemplo del divorcio para ilustrar una de las faltas graves de los
fariseos. El presente pasaje no proporciona toda la enseñanza acerca del divorcio y de
contraer nuevas nupcias (Mateo 5:32; 19:1–12). Más bien, cita ese pecado para indicar
que los fariseos habían desobedecido la ley abiertamente.
“POR TANTO, LO QUE DIOS JUNTÓ,
NO LO SEPARE EL HOMBRE” (MARCOS 10:9).
Ahora bien, el pecado de adulterio que resulta de volver a casarse (Mateo 5:32;
19:9), sigue siendo pecado, aunque para algunos sea más grave cuando un líder
religioso lo comete. Aparentemente, los fariseos desobedecían esta ley y se justificaban
aun en eso.
Sin embargo, a ellos no les correspondía modificar las normas divinas o crear otras
nuevas, sino obedecer lo que Dios había dicho y enseñar al pueblo con sus palabras y su
ejemplo. Pero aunque custodios del depósito de la Palabra de Dios, no cumplían con las
responsabilidades de su mayordomía.

¡PENSEMOS!
El fariseísmo y la hipocresía son sinónimos. Repase la
crítica que el Señor dirige a los fariseos y pregúntese: ¿qué
evidencias hay en mi vida de ese pecado? ¡Cuidado con
criticar los defectos de otros; eso sí es “fariseismo”!

LA PARÁBOLA DEL RICO Y LÁZARO 16:19–31


De entrada, es necesario reconocer que el Señor relató esta parábola con un fin
específico. Muchos han querido asignar a cada detalle de la ilustración un significado
especial, tratando de descubrir cómo es la vida después de la muerte, y no hay que negar
la curiosidad que todos tenemos por saber lo que nos espera al morir.
No obstante la mención que hace de ese tema, no es el propósito primordial de la
parábola. Más bien, hace hincapié en lo serio que es la vida de este lado de la tumba. El
destino eterno depende de una preparación muy especial durante el tiempo que nos toca
vivir.
Primer contraste
El rico y Lázaro durante su vida (16:19–21). Básicamente se podría decir que el
primero tenía todo lo que el dinero puede proporcionar. No sólo se vestía bien, sino que
lo hacía con elegancia. Únicamente las personas pudientes usaban ropa de la mejor
calidad. Además, parece que se pasaba la vida en una gran celebración.
Lázaro vivía en condiciones totalmente diferentes. ¡Era un indigente, un mendigo!
La palabra usada aquí admite solamente la idea de que era pobre en extremo. Lejos de
llevar una buena vida, estaba enfermo, y pasaba los días echado a las puertas de la
mansión del rico.
Se sentía feliz cuando de alguna u otra manera le llegaban “migajas” de las fiestas
patrocinadas por el rico. Solamente los perros le hacían caso, lamiendo sus llagas de la
misma manera que lo hacían con sus heridas.
Segundo contraste
El rico y Lázaro en el más allá (16:22–23). A los dos les llegó la muerte, pero con
muy diferentes resultados. A través de los siglos, los creyentes se han consolado con las
palabras de Cristo cuando dijo que Lázaro pasó de este mundo al otro: “llevado por los
ángeles”.
No queremos abusar de la interpretación, sin embargo, aunque no sean ángeles
literalmente hablando (y confieso que creo que sí lo son) los que nos lleven a la
presencia de Dios, cuando menos el pasaje enseña que Dios cuida de los suyos aun en el
mismo momento de partir de esta vida. El lugar a donde lo llevaron se denomina “el
seno de Abraham”.
Esta es una expresión netamente judaica, no podría ser de otro modo, porque el
Señor se estaba dirigiendo a ellos. Está por demás tratar de afirmar que el contexto
inmediato se refiere a que el cielo nos espera. Los judíos entendían que donde estaba
Abraham era el lugar deseable. Obviamente, Lázaro era un judío creyente.
Por su lado, también murió el rico, pero a éste lo sepultaron con la pompa
acostumbrada para gente como él. Pero la muerte no es el fin de todo. El silencio de la
tumba fría no pone punto final a la historia del rico. El lugar a donde fue era de
tormento. En el pasaje, el rico vio de lejos a Lázaro en el lugar de bendición. Debemos
tener cuidado de no construir una doctrina del cielo o del infierno basándonos en esta
parábola.
Más que todo, su propósito era hablar de la importancia que tiene tomar decisiones
apropiadas en la vida, no darnos una descripción detallada del más allá. Por lo tanto, no
debemos pensar que desde el cielo se puede ver a los que están sufriendo en el infierno.
Sencillamente, esa no es la lección que el Señor quería dar. Más bien, la parábola se
centra en las condiciones y peticiones del rico y las respuestas de Abraham.
LA PARABOLA DEL RICO Y LAZARO
Primera condición “Estoy atormentado en esta llama” (16:24). Si literalmente no
era una llama, era algo peor. La palabra significa “capaz de
causar sufrimiento extremo”.
Petición 1. “Ten misericordia”. Pero ya era tarde. El día de misericordia
había pasado.
2. “Envía a Lázaro”. Pedía agua para refrescarse.
Respuesta 1. “Acuérdate…”, lo cual le causaría más tormento. Durante su
vida, había tenido todo; ahora era al revés. Pero no se dice que
Lázaro estuviera en el lugar de bendición por ser pobre ni el
rico por tener dinero, sino que Lázaro era creyente y el rico no.
2. “Además…” Es imposible porque hay una gran sima entre
ambos.
Segunda condición Otra vez se refiere a “este lugar de tormento” (16:28).
Petición 1. “Le envíes a la casa de mi padre” (16:27)
2. “Si alguno fuere… se arrepentirán”. No demuestra
arrepentimiento ni por estar en el infierno. Además, propone un
nuevo método de presentar el mensaje tratando de mejorar el
divino.
Respuesta 1. “A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos” (16:29).
2. “Si no oyen a Moisés… tampoco se persuadirán”. Los
milagros no salvan. Otro Lázaro fue resucitado, pero los judíos
endurecieron su corazón al igual que cuando Cristo resucitó.
Evidentemente, este mensaje iba dirigido a los fariseos. La incredulidad y el no
creer a Dios garantiza un futuro como el del rico. Además, aunque se concedieran las
señales que éste pidió, no se produciría la fe salvadora. “La fe es por el oir, el oír, por la
Palabra de Dios” (Romanos 10:17). Otra vez se nota que los líderes religiosos no eran
fieles en su mayordomía de la Palabra de Dios.

¡PENSEMOS!
Considerando lo que dice esta parábola, cabe hacer una
pregunta: ¿en qué está usted confiando para pasar la
eternidad en el lugar de bendición con Dios?

6
Profecías del Hijo del Hombre
Lucas 17:1–37
“Como el relámpago que al fulgurar resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro,
así también será el Hijo del Hombre en su día” (Lucas 17:24)

Los eventos de esta sección nos llevan al umbral de la semana final de la vida del
Hijo del Hombre que tuvo como marco la ciudad de Jerusalén.
En este pasaje se incluyen algunas de las últimas lecciones que el gran Maestro dio
en su gira de predicación y enseñanza pública y que culminan en el capítulo 19:27. Su
importancia estriba en que no se limita a instruir sólo a los seguidores de aquella época,
sino a los de todos los tiempos.
JESÚS ENSEÑA ACERCA DE LOS DEBERES
CRISTIANOS 17:1–10
La responsabilidad del cristiano verdadero es vivir correctamente tanto en la
dimensión horizontal, o sea en relación con los hombres, como en la vertical, en su
relación con Dios. Es importante saber que tenemos una gran responsabilidad con
quienes nos rodean (17:1–4).
Hacer tropezar a otros 17:1–2
El Señor considera que hacer pecar a otro es una falta grave. Lo serio del caso se
deduce por la frase: “mejor le fuera que se le atase al cuello una piedra de molino y se
arrojase al mar, que hacer tropezar a uno de estos pequeñitos” (17:2). No hacía mucho
(11:52) que Jesús había censurado a los fariseos porque su manera de vivir hacía
tropezar a otros.
En este pasaje en particular, amonesta a los discípulos a que eviten caer en lo
mismo. Es posible que un verdadero creyente ofenda a otro individuo de tal manera que
lo haga pecar, ya sea por una palabra mal dicha, o bien por actuar incorrecta, injusta,
inmoral o desconsideradamente. Esta enseñanza se desarrolla más ampliamente en
Romanos 14–15 y 1 Corintios 8.
ORACIÓN: “SEÑOR, NO PERMITAS QUE YO SEA
UN OBSTÁCULO”.
¡PENSEMOS!
El caso del rey David narrado en el Antiguo Testamento
ofrece una ilustración triste de esto. El rey desobedeció la ley
de Dios y cayó en gran inmoralidad (2 Samuel 11). El
profeta tuvo que recordarle: “hiciste blasfemar a los
enemigos de Jehová” (2 Samuel 12:14). La gravedad del caso
se nota en que el castigo no se hizo esperar; su hijo murió.
Lea 1 Corintios 10:32, donde Pablo comenta este principio.
Pregúntese: ¿qué debo evitar, o quitar de mi vida y
vocabulario, para no hacer tropezar a mi hermano?

Tocante al perdón 17:3–4


Otro tema de suma importancia que el Hijo del Hombre trata en esta porción es el
del perdón. Aquí se nota de nuevo la gran diferencia entre las normas que sigue el
mundo y las del creyente verdadero. Desafortunadamente, muchas veces no hay
diferencia entre unos y otros, no se ven cambios en la vida del que conoce la verdad (1
Corintios 3:3). El pasaje no sólo enseña que debemos evitar ofender a otros, sino que
debemos perdonar a los que pecan contra nosotros.
¡PERDONAR ES UNA OBLIGACIÓN,
NO UNA OPCIÓN!
Tocante a la fe 17:5–6
Naturalmente, también tenemos responsabilidades verticales (17:5–10). Sabiendo lo
difícil que es perdonar, los discípulos pidieron al Señor más fe, pensando que era el
recurso indicado para poder perdonar. El Señor contestó que no era tanto la cantidad de
fe lo que les faltaba, sino la calidad o el uso que le daban.

¡PENSEMOS!
“Te perdono pero no olvido”. ¿Ha oído esta frase alguna
vez? Por supuesto que debe borrarse de nuestro vocabulario.
El cristiano perdona y olvida, pero sólo porque ha sido
capacitado por el Espiritu Santo que mora en él. ¿Es esto
una realidad en su vida? Revise su trato con su cónyuge,
hijos, familiares y hermanos de la iglesia y vea si hay algo
que debe perdonar o por lo que debe pedir perdón.

La relación con Dios principia con creer, cualidad que, por cierto, no proviene del
hombre en sí: “La fe es por el oir, y el oir, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17).
Efesios 2:8–9 añade: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe, y esto no de
vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”. Así como
principia la vida cristiana, así también camina: por fe.

¡PENSEMOS!
Alguien ha dicho que la fe es como una vasija cuyo
poder (y en cierto sentido, valor) está en lo que contiene. La
fe se basa en las promesas de Dios, y cuando las utiliza, no
solamente se puede ver su “poder”, sino que el creyente
cumple con todo lo que Cristo pide. Creer (como perdonar),
también es obligación cristiana.

Tocante a los siervos 17:7–10


En esta porción, el Señor advierte a sus seguidores en cuanto a los posibles
resultados de tener una fe victoriosa. No debemos esperar un encomio especial por
haber cumplido con lo que se nos ordena. Un esclavo realiza su trabajo porque se le
manda, y no tiene derecho a esperar ningún premio por hacerlo. El orgullo parece ser
factor muy presente en el hombre, pero no es así en el creyente (17:10).
JESUS Y LOS DIEZ LEPROSOS 17:11–19
De acuerdo a las leyes y costumbres que imperaban en cuanto a la lepra, los diez
enfermos no se acercaron al Señor, sino que “se pararon de lejos” (17:12). Por lo que
dice el versículo 16, se nota que era un grupo mixto. El sufrimiento y ostracismo a que
los relegaba su enfermedad había eliminado las diferencias que existían entre judíos y
samaritanos.
Otra cosa que tenían en común, fue la súplica unánime: “¡Jesús, Maestro, ten
misericordia de nosotros!” (17:13). Por su misma naturaleza, que expresa necesidad
extrema, esa clase de petición siempre provocaba una reacción benevolente de parte del
Señor. Pablo describe a Dios diciendo que es “rico en misericordia, por su gran amor
con que nos amó” (Efesios 2:4).
Esta vez el milagro sucedió mientras los afligidos iban a cumplir con lo que Jesús
les había mandado, presentarse a los sacerdotes (17:14), que era el cumplimiento de los
requisitos de la ley mosaica. Sólo el sacerdote podía declarar que un leproso estaba
curado de su enfermedad después de hacerle un examen, si en verdad así era. Este paso
era absolutamente necesario para reincorporarse a la sociedad.
Cuando iba en camino, uno de los enfermos se dio cuenta de lo que había pasado en
su cuerpo. Con gratitud en su corazón (¡y en los labios!) regresó a darle gracias: “y éste
era samaritano” (16). El Señor tomó nota de ese factor, al referirse a la evidente falta de
gratitud de parte de los nueve restantes (17:18). La sección termina con algo mucho más
importante que la salud física. El exleproso samaritano también adquirió la salvación
por su fe en Cristo.

¡PENSEMOS!
En cuanto a gratitud, ¿a quién nos parecemos, a los
nueve o al samaritano? Siempre estamos más inclinados a
pedir que a agradecer, a suplicar que a glorificar a Dios.
¡Cómo nos gusta Filipenses 4:6, cuando menos en su primera
parte! Pero, ¿qué de la última frase, “con acción de gracias”?
Por otro lado, una de las quejas que incluye Romanos 1:21
contra los hombres impíos es: “ni le dieron gracias”.
Obviamente, la gratitud es más una obligación que una
opción.

JESÚS ENSEÑA ACERCA DEL REINO VENIDERO 17:20–


37
Cristo estuvo hablando del reino durante todo su ministerio terrenal. La pregunta,
¿cuándo ha de venir?, hecha por los fariseos, no parece que estuviera fuera de orden.
Responde directamente a los fariseos 17:20–21
La pregunta no se refería específicamente a la fecha del establecimiento del reino,
sino que querían saber las características o señales por las cuales podrían comprobar su
llegada. Cristo les dice que no sería como ellos pensaban, porque no se trata de un
magnífico rey espléndidamente vestido que viene en su carruaje, acompañando por su
séquito real, desfilando y anunciado con trompetas.
Eso hubiera agradado a todos los judíos, y cuando menos en parte, rechazaron a
Cristo porque nunca les prometió semejante espectáculo. La segunda parte de su
contestación a los fariseos indica que los elementos del reino ya estaban presentes. Juan
Bautista había anunciado que el reino estaba cerca, y Cristo lo había confirmado
diciendo; “a la mano”, porque ya estaba presente el elemento principal, su Rey.
La frase “entre vosotros” (17:21) no puede ser una referencia a algún reino espiritual
que existe en el corazón de las gentes. Cristo nunca hubiera dicho eso a los fariseos. Sin
embargo, solamente era necesario que reconocieran a su Rey y Mesías y el mensaje de
arrepentimiento que predicaba, pero no lo hicieron.
Responde directamente a los discípulos 17:22–37
Al hacer referencia a los días difíciles por los cuales pasarían sus discípulos, el
Señor les dice que anhelarían ver el reino sin lograrlo. En seguida, indica que todo el
mundo reconocería el advenimiento del reino, que éste no es un reino espiritual o
místico, sino visible, y que así como no se pueden ignorar los relámpagos, así de visible
sería su venida. No obstante, antes de ese evento, “es necesario que padezca mucho”
(17:25). Fue así que de nuevo anunció su muerte.
Otro aspecto del reino, que a propósito no era muy popular entre los judíos de
aquella época (¡ni entre los gentiles, tampoco!), es el juicio. El Señor hace referencia a
dos eventos del Antiguo Testamento para ilustrar este punto.
Los acontecimientos relacionados con el diluvio que se efectuó en tiempos de Noé,
así como la destrucción de Sodoma, son ejemplos de un juicio inesperado. La gente no
quería creer, y por eso no estaba preparada para lo que les sobrevino. El resultado
desastroso en ambos casos fue la muerte trágica. Jesús les quería hacer ver que el amor
a las cosas materiales puede ser fatal.
¡SODOMA ES UNA BUENA LECCIÓN DE UN
MAL EJEMPLO!
A continuación (17:34–37), presenta una verdad bastante sencilla que ha sido
interpretada mal por los eruditos bíblicos a través de los años. No hay que olvidar que el
tema y contexto son de juicio.
Cuando se refiere a dos en una cama (17:34), quiere decir que el que “será tomado”
es llevado a juicio. El que queda, entrará en el reino. De las dos mujeres moliendo, la
primera es llevada a juicio, mientras que la otra entrará en el reino. El Señor no está
enseñando aquí el tema del arrebatamiento de la Iglesia, sino del juicio que sobrevendrá
antes del establecimiento del reino.
Considere el último versículo del capítulo. “Y respondiendo, le dijeron: ¿Dónde,
Señor? El les dijo: Donde estuviere el cuerpo, allí se juntarán también las águilas”
( 17:37). El Maestro considera al incrédulo como un cadáver sujeto al “juicio” del ave
de rapiña.

¡PENSEMOS!
El siguiente evento profético en la agenda de Dios es el
rapto de la Iglesia, pero ésta no se describe como
“relámpagos”, o como ladrón en la noche en otras partes de
las Escrituras. Más bien, la Biblia se refiere al
arrebatamiento como: (a) la esperanza bienaventurada (Tito
2:13); (b) la esperanza alentadora (1 Tesalonicenses 4:18); y
(c) la esperanza purificadora (1 Juan 3:3). Después del rapto
viene la tribulación, y al término de ella, el juicio, del que
Jesús habla en Lucas 17, el cual inaugurará su segunda
venida a la tierra.

7
Últimas instrucciones del Hijo
del Hombre
Lucas 18:1–19:27
“Les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar”
(Lucas 18:1)

Con estos capítulos termina la tercera división del libro, la cual relata el ministerio
del Hijo del Hombre en Galilea y Judea (4:14–19:27).
EL HIJO DEL HOMBRE Y LA ORACIÓN 18:1–14
La doctrina de la oración no procede de una sola porción de la Biblia, sino que el
tema corre por toda ella y tenemos que estudiar, compilar y comparar los textos unos
con otros. Cristo mismo enseña acerca de ella con bastante frecuencia. El presente texto
hace hincapié en dos importantes aspectos de esta doctrina:
Persistencia en la oración 18:1–8
La necesidad de perseverar es explicada con la parábola de un juez injusto que por
fin atiende la queja de una viuda persistente que reconocía que el juez era el único
facultado para resolver su problema. Por otro lado, el juez injusto e impaciente
solamente accede a la petición de la viuda para librarse de ella después de muchos
ruegos. Cristo interpreta la parábola indicando que si el juez, siendo injusto, al final
accede a administrar justicia, entonces sus oyentes se podrían imaginar cómo es la
impartición de justicia por parte del Dios justo. Con este ejemplo animó a los discípulos
a que fueran fieles en la oración.
¡ORAD SIN CESAR!
Humildad en la oración 18:9–14
La parábola que nos ocupa presenta a un fariseo y publicano orando en el templo. El
estado espiritual del primero se describe muy bien en el versículo 9: “A unos que
confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta
parábola”.
LA SOBERBIA ES UNA ENFERMEDAD DEL
ALMA.
Las palabras del fariseo fueron pronunciadas para recordar a Dios cuán bueno era, o
mejor dicho, cuán bueno se consideraba. En cambio, las del publicano indicaban su
plena convicción de su condición pecaminosa, y a la luz de eso pedía misericordia. Se
dice que el fariseo usaba la opinión que tenía de sí mismo como norma para medir a
otros. Por su lado, el publicano reconocía a Dios como la única norma de justicia. Cristo
interpretó la parábola mencionando la gran necesidad de presentarnos humildemente
delante de Dios.

¡PENSEMOS!
La oración del publicano: “Dios, sé propicio a mí,
pecador”, demuestra muy bien su concepto de teología y de
antropología bíblica. Dios es justo y el hombre pecador. Sin
embargo, el hombre de hoy no tiene que pedir a Dios que le
“sea propicio” (o misericordioso). La Biblia dice que ya lo es
sin necesidad de que se lo pidamos. Consulte Romanos 3:24–
25 y 1 Juan 2:1–2. Al inconverso sólo le corresponde
apropiarse (aceptar o creer) lo que Dios ha hecho. Él
manifestó su misericordia enviando a su Hijo, y su justicia
quedó totalmente satisfecha con ese sacrificio.

¿QUIÉN ENTRARÁ EN EL REINO? 18:15–17


“Dejad a los niños venir a mí”. Esta expresión es famosa y está exactamente de
acuerdo con el concepto que tenemos de nuestro benevolente Salvador. Sin embargo,
podemos observar que hay mucho más que bondad en este dicho.
En primer lugar, la palabra “niños” es la que se refiere a “bebés”, infantes que
necesitan de los brazos de sus padres. A lo mejor, los discípulos impedían que se
acercaran a Cristo queriendo proteger a su Maestro de lo que consideraban una molestia
o gente de poca monta. Pero Jesús la utiliza para ilustrar una lección básica.
Puso a los niños como modelo de cómo debe ser el que quiere entrar en el reino. Sus
características de humildad modesta y confianza plena, sin cuestionar la fe, hacen del
bebé un ejemplo perfecto. Es necesario que cualquier hombre, mujer o niño, tenga estas
cualidades para disfrutar de las bendiciones del reino. Observe que esas características
son diametralmente opuestas a las que mostró el fariseo de la parábola de los versículos
9–14.
OBSTÁCULOS A LAS BENDICIONES DEL REINO 18:18–
30
Saliendo de la casa donde recibió a los niños, Jesús se encontró con “un hombre
principal”. No cabe duda que éste vino con toda sinceridad, con preguntas y deseos
genuinos. Muestra que tenía sed por conocer la verdad y no debemos colocarlo en la
misma categoría que los fariseos. Sin embargo, tenía problemas.
Su saludo (18:18)
A juzgar por el comentario que hace Cristo acerca de la salutación, entendemos que
el Maestro sabía lo que estaba en su corazón (18:19). Su idea de Jesús era que era
“bueno”. Pensaba que era un buen hombre o maestro que enseñaba bien. Sin duda este
es un concepto alto, hasta cierto grado reverente. No obstante, sus palabras no dieron
indicios de que aceptaba al Hijo del Hombre como Dios o el Mesías prometido.
La pregunta (18:18)
Hace hincapié en las obras: “¿qué haré para heredar la vida eterna?” Tal vez
pensaba que ese gran maestro había encontrado el secreto, y se lo podría compartir. Lo
que quería conocer era la fórmula.
La referencia a los mandamientos (18:20)
Cristo, como buen maestro, desciende a su nivel. Lo correcto es llevar al alumno de
lo conocido a lo desconocido. El joven contestó que había sido fiel en su cumplimiento
de la ley desde la juventud (18:21). ¡Interesante respuesta! Nadie ha podido guardar la
ley con excepción de Cristo. O mintió o no entendía la seriedad de la ley. Como nos
parece que era sincero, más bien nos inclinamos por lo último. Era sincero, pero estaba
equivocado.
“Aún te falta” (18:22)
Cristo no expresa su opinión respecto a la afirmación del hombre. Más bien, señala
que el hombre había hecho del dinero su ídolo, pero lo que Jesús demanda es un cambio
interior con evidencias externas.
¿QUIÉN ESTÁ SENTADO EN EL TRONO DE SU
CORAZÓN?
El pasaje no enseña que uno puede ganar la vida eterna haciendo obras de
benevolencia o filantropía; ésta no se puede comprar. La justificación ante Dios no
viene por las buenas obras. Lo indicado era que el hombre abandonara lo que había sido
su “filosofía de vida” hasta ese entonces (el dinero), se sometiera a Cristo sin
condiciones, y aceptara su mensaje redentor. Este último paso haría que el vacío dejado
por el primero fuera satisfecho.
La dificultad para los que confían en las riquezas 18:24
Por amor al dinero, el hombre rechazó el mensaje de Cristo. Entonces Jesús
comentó, “¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!”
(18:24). Es difícil pero no imposible, como veremos adelante en el caso de Zaqueo. Lo
que pasa es que por lo regular, aunque no en todos los casos, la posesión de riquezas
inclina al individuo a la independencia, orgullo, autogratificación, excesos, y a amar al
mundo. El resultado es que “el engaño de las riquezas ahogan la palabra” (Mateo
13:22).
El Señor termina esta sección respondiendo a ciertas preguntas y dudas de los
discípulos ocasionadas por lo que había dicho. El proverbio del camello y el ojo de la
aguja es una hipérbole que usa para describir algo imposible. Humanamente hablando,
es igualmente difícil que alguien se salve confiando en las riquezas.
¿QUIÉN PODRÁ SER SALVO?
Hay que recordar que los discípulos todavía aceptaban la filosofía de esos días,
creyendo que la riqueza es parte de la aprobación y bendición de Dios y podemos
imaginar su confusión cuando Cristo dijo que es difícil que un rico se salve. Si es así,
entonces ¿quién podrá ser salvo? A esa pregunta el Salvador señala que Dios puede
hacer lo que parece imposible para el hombre. A la verdad, nadie, ni rico ni pobre,
puede salvarse a menos que Dios intervenga a su favor. Debido a lo que produce en el
hombre la posesión de riquezas, el caso de un rico es aún más difícil.
Como de costumbre, es Pedro quien expresa en voz alta los pensamientos de todos:
“Nosotros hemos dejado nuestras posesiones y te hemos seguido” (18:28). En parte
parece que esta es una expresión de temor, o bien de recordatorio para asegurase la
salvación. Por otro lado, Cristo promete recompensas, tanto en esta vida como en el
futuro, a los que se sacrifican es su servicio (18:29–30).
¡PENSEMOS!
El cumplimiento de esta y otras promesas se ha
realizado durante la edad de la iglesia.

Veamos algunas:

• “Tu guardarás en completa paz a aquel cuyo


pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado”
(Isaias 26:3).

• “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en


la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien
en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de
Cristo” (2 Corintios 12:9).

• Busque 1 Pedro 1:8 y Hechos 5:41.

Las promesas de reyes y gobiernos han sido


quebrantadas, las riquezas han tomado alas y volaron, los
amigos nos han abandonado, la juventud y la salud
desaparecen. Sin embargo, en todo lo mencionado, las
promesas de Cristo nunca fallan.

¡LAS PROMESAS DE CRISTO NO FALLAN!


JESÚS ENSEÑA ACERCA DE SU MUERTE 18:31–34
Por cuarta vez en Lucas (9:22,44; 13:33; 18:31), Cristo predice su muerte, esta vez
ya a la sombra de la cruz. Informa a sus discípulos que todo lo predicho por los profetas
estaba por cumplirse. ¡La lista es en verdad impresionante!
* “Entregado”. Una referencia al Sanedrín.
* “A los gentiles”. Pilato y los soldados romanos.
* “Será escarnecido, afrentado y escupido”. ¡Qué congoja!
* “Azotado”. ¡Siendo inocente!
* “Y después… le matarán”. ¡El colmo!
Enseguida anuncia lo que les ha de haber causado a la vez gran gozo y confesión:
“mas al tercer día resucitará” (18:33). ¡Con qué razón no comprendieron! Todavía
abrigaban el deseo de ver al Rey gobernando, y aunque el Señor les había dicho ya
varias veces que iba a morir, todavía les era difícil aceptarlo. Y ahora, ¿resurrección?

¡PENSEMOS!
“Se cumplirán todas las cosas escritas por los profetas”.
La muerte de Cristo no fue accidente. Ni el resultado de una
combinación de circunstancias imprevistas. Claro que fue
una tragedia que su pueblo no lo aceptara. Los
acontecimientos de la traición, el juicio, el mal trato, los
clavos, ¡todo fue trágico! Sin embargo, no fue accidente. Los
profetas del Antiguo Testamento, guiados por el Espíritu
Santo, habían profetizado la muerte del Mesías. El plan de
Dios lo llevó a la cruz. Nuestros pecados lo clavaron allí. Lo
bello es que la tragedia que sufrió a mano de los
instrumentos de Dios fue convertida en victoria por lo que
hizo Dios, la resurrección. No obstante, esa gran luz no
penetraría la espantosa oscuridad en la mente de los
discípulos que lo iban acompañando a Jerusalén ese día.

JESÚS ENSEÑA A TRAVÉS DE DOS EJEMPLOS 18:35–


19:10
Los dos individuos con quienes Cristo se encuentra en seguida vienen siendo
ejemplo de cómo la nación debía haber respondido al Mesías
El ciego de Jericó 18:35–43
Como muchos otros mendigos ciegos de Palestina, éste estaba sentado junto al
camino. En esas condiciones, se dio cuenta del tumulto y preguntó qué lo causaba. Le
informaron que Jesús el nazareno pasaba. El término “nazareno” no es ni de desprecio
ni de elogio, sino nada más para distinguirlo de otros que llevaban el mismo nombre de
Jesús. También parece indicar que no fue un discípulo el que le informó, porque habría
usado otra identificación. De todos modos, el ciego no usó ese vocablo, sino su nombre
mesiánico, “Hijo de David”. Esto demuestra que tenía a la vez algún conocimiento y
algo de fe. La nación ya tenía suficiente información para aceptar lo primero, pero
carecían de fe.
Con su expresión de identificación, el ciego pide misericordia. Como en otras
ocasiones se ha dicho, el corazón de Jesús siempre responde positivamente a semejante
súplica. ¡Y qué pregunta! “¿Qué quieres que te haga?” Su respuesta, “Señor, que reciba
la vista”, indica que poseía plena fe en que Cristo tenía capacidad para hacer lo que
pedía. Los desechados espirituales, totalmente incapaces de ayudarse a sí mismos,
estaban mucho más dispuestos a reconocer al Mesías que los líderes de Israel. Cuando
el Señor le contesta, es para sanarlo y reconocer su fe salvadora. ¡Con qué razón todos
alabaron a Dios!
¡EL CIEGO VIÓ MÁS QUE LOS VIDENTES
RELIGIOSOS!
Zaqueo 19:1–10
Esta vez, Jesús se encuentra con un rico que había adquirido su riqueza
deshonestamente. Zaqueo era jefe de los publicanos, funcionarios encargados de recoger
los impuestos en el camino que conducía de Transjordania hacia Jerusalén. Recordará
que los publicanos eran judíos odiados por los demás por haberse “vendido” a Roma y
por sus costumbres rapaces en asuntos financieros.
Parece que Zaqueo ya había oído de Jesús y de su compasión. Su curiosidad le hizo
subir a un árbol para poder ver al Maestro, ya que su poca estatura no le permitía ver de
otro modo. Eso ocasionó un especie de espectáculo. No se esperaba semejante cosa de
un hombre de su posición. Cuando Cristo pasó por el árbol, se detuvo, llamó a Zaqueo
por nombre y se autoinvitó a comer en su casa. La reacción de la gente (19:7) era de
esperarse. Ningún rabí o maestro en Israel hubiera hecho semejante cosa. Por su lado,
Zaqueo “le recibió gozoso” (19:6). Un cambio radical había sucedido al pequeño
publicano. La evidencia de su transformación fue su confesión y nueva actitud hacia su
empleo, el dinero y los necesitados. El cambio de corazón produjo un cambio de
actuación. Es precisamente lo que el Señor buscaba en Israel, pero le rechazaron.
La historia del encuentro con ese publicano también demuestra que no hay hombre
fuera del alcance del Señor, por muy malo que sea. Esta historia prueba que puede haber
cambios en el corazón de los ricos. Zaqueo lo tuvo. Podemos observar que la nueva
relación con Cristo produjo un gran cambio en su “estilo de vida”. Cuando entra Jesús
en la vida y establece control sobre ella, entonces las características y hábitos de la vida
antigua son remplazados por el fruto del Espíritu.
Finalmente, tal fue la influencia potente de Cristo y el testimonio de la vida
cambiada de Zaqueo, que el Señor afirma: “hoy a venido la salvación a esta casa”
(19:9).
La razón de ese gran milagro de gracia se debe a los propósitos de Dios y la obra de
Cristo Jesús; “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había
perdido” (19:10). En esta época de la gracia, sigue en pie el mismo propósito. El Señor
todavía está buscando como un pastor a la oveja perdida. No obstante, vendrá el día en
que el Pastor se convierta en Juez y ¡ay de aquellos que tengan que confrontarlo! Es
mejor aceptarlo hoy como nuestro Buen Pastor.
JESÚS ENSEÑA OTRA VEZ ACERCA DE LA
MAYORDOMÍA 19:11–27
La parábola de las diez minas enfoca la responsabilidad del creyente y se dirige
principalmente a los discípulos. No obstante, hay algo también para la nación. Los
elementos importantes son los siguientes:
El “hombre noble”
Este representa al Señor mismo. Su viaje “a un país lejano” (19:12) subraya la
verdad de que el reino se iniciaría en un tiempo posterior.
Los diez siervos y las diez minas
En otra ilustración el Señor contaba de una distribución de talentos de diferentes
cantidades (Mateo 25:15). Aquí cada siervo recibió exactamente el mismo monto.
Aparentemente la mina (cuya valor era considerable, más o menos equivalente al sueldo
de tres meses), representa las oportunidades que se nos dan de trabajar en la obra del
Señor. Es así que cada siervo recibió el mismo trato.
La responsabilidad definida
“¡Negociad!” (19:13). Durante su ausencia, el amo les pidió que aprovecharan las
oportunidades, sus capacidades y los dones con los cuales habían sido dotados para
aumentar lo recibido.
Los conciudadanos que “le aborrecían” (19:14)
Representan a la nación, los que por su rechazo del Mesías indicaban que no querían
que reinara sobre ellos
La responsabilidad examinada 19:15–24
El Señor considera que sus siervos están obligados a cumplir sus órdenes.
Asimismo, premia a los que cumplen con diligencia. La parábola no menciona
específicamente el caso de cada uno de los diez, sino solamente de tres. Los primeros
dos recibieron el encomio de su amo y fueron premiados.
El último no hizo nada con lo que se le había dado. ¿Será posible que éste fuera
aliado de los enemigos del noble, y no esperara que iba a regresar? Es evidente que no
se portó como na buen siervo. No se dedicó para nada a los negocios del Rey. Mateo
indica que fue echado “en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes”
(Mateo 25:30). Su desobediencia indicaba que no creía.
“POR SUS FRUTOS LOS CONOCERÉIS”
Los premios 19:26
Al que hace buen uso de sus privilegios y responsabilidades recibidos, se le darán
más de los mismos
El fin fatal de los malos 19:27
Los enemigos, aquellos que lo rechazaron, fueron condenados a muerte
La parábola no es muy difícil de interpretar. Cristo iba a ausentarse. Durante ese
tiempo, sus siervos tienen que aprovechar las oportunidades que les dio. Cuando regrese
a establecer su reino prometido, habrá premios para los fieles y castigo para los que le
rechazan.

¡PENSEMOS!
La mayordomía es el enfoque principal de la parábola,
pero no debemos pasar por alto la verdad escalofriante del
versículo 27. El porvenir del incrédulo es el juicio, que lleva
al eastigo del infierno, y éste dura para siempre. Esos
factores en sí han de ser motivo suficiente para que
prediquemos el evangelio.

8
Ministerio en Jerusalén
Lucas 19:28–21:4
“Dicho esto, iba delante subiendo a Jerusalén” (Lucas 19:28)

A estas alturas, Lucas ya había contado bastante de la historia del Hijo del Hombre a
su amigo Teófilo. Antes de comenzar a considerar el estudio presente, es conveniente
hacer un repaso de los puntos principales de su libro:
Advenimiento del Hijo del Hombre 1:5–2:52
Preparación del Hijo del Hombre 3:1–4:13
Ministerio del Hijo del Hombre 4:14–19:27
A. En Galilea     4:14–9:50
B. En Judea     9:51–19:27
Ahora Lucas lleva a Teófilo y, por ende, a sus lectores del siglo veinte, a la
dramática y climática semana final de la vida y ministerio del Hijo del Hombre. Son
siete días llenos de eventos que han puesto su estampa indeleble en la historia del
mundo. Su muerte, el que nosotros consideramos como el principal, hacia el cual todos
los demás señalan, es el hecho más sobresaliente de todos los tiempos. La porción
comprendida entre los capítulos 19:28 a 21:38 cubren los primeros tres días de la
semana.
EL DÍA DOMINGO 19:28–44
La entrada a Jerusalén del Hijo del Hombre
Estaba por iniciarse lo que se ha dado en llamar “La Entrada Triunfal”. El
entusiasmo de la gente que acompañaba a Jesucristo desde Jericó se vio aumentado con
el del pueblo que lo esperaba en las afueras de la ciudad capital. Sin embargo, aunque
verdaderamente entusiasta, la muchedumbre no tenía las bases que Jesús había exigido,
y que eran absolutamente necesarias para el establecimiento del reino.
Parecía “triunfal” porque el gentío celebraba gritando y clamando. No obstante, la
gente pronunciaba con los labios lo que no entendía o, peor aún, lo que su corazón no
aceptaba.
Por otro lado, el propósito del Señor era declararse abiertamente el Mesías
prometido. En otras ocasiones no había permitido semejantes muestras de
reconocimiento público, pero esta vez, sí. Los preparativos fueron pocos, pero
significativos. Envió a dos discípulos a traer cierto animal. El pollino estaba
exactamente en donde Jesucristo dijo, y sus dueños respondieron como dando a
entender que eran algo más que simples conocidos; eran amigos del Señor,
probablemente creyentes (19:32–34). Por si esto no fuera suficiente, el profeta Zacarías,
centenares de años antes, había profetizado “tu rey vendrá a ti, justo y salvador,
humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna” (Zacarías 9:9).
¡Significativo, en verdad!
La gente demostraba su atracción y entusiasmo con palabras y acciones: “¡Bendito
el rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas!” (19:38).
¡Lindísimas palabras! Reflejan que Cristo tenía una cierta popularidad entre las masas.
Admiraban sus milagros y reconocían que enseñaba con autoridad.
Lástima que lo que la mayoría tenía en mente era un Salvador político que los
libertaría de Roma. Razonaban que alguien tan obviamente capaz de hacer los milagros
de Jesús, también tendría poder para quitarles el yugo romano. Interpretaban la
redención como una revolución, a pesar de que Cristo les había explicado la naturaleza
de su reino. Las masas gritaban, y ¡en qué forma! Lo aclamaban como “Rey”, pero por
razones equivocadas. Querían que les quitara la bota de los romanos que tenían encima.
Además, había otro factor muy favorable. Aparentemente les caía bien la manera en
que Jesús confrontaba la hipocresía de los líderes. Pero eso era muy distinto a depositar
se fe personal en el Mesías, el Hijo de Dios. ¿Arrepentirse? Tampoco. Faltaban esos
elementos. Sin embargo, como parte de la “reverencia” frenética de ese día, hicieron
una alfombra con sus mantos sobre la cual Cristo pasó montado en el pollino (19:36).

¡PENSEMOS!
El mundo incrédulo no ha cambiado mucho desde
entonces. Todavía piensa que su “salvación” consta de las
cosas externas. Según ellos, la solución a los problemas
descansa en una redistribución de la riqueza, en mejorar las
condiciones sociales, en más comida y mejor cuidado médico.
De la misma manera que los judíos pensaban que solamente
les faltaban cambios políticos, hoy en día el mundo receta
cambios sociales como la medicina que necesita este mundo
enfermo. No se pueden negar las dificultades serias que
caracterizan esta vieja esfera. Sin embargo, el mayor es el
problema espiritual; la razón de los problemas, el pecado. Y
de la misma manera que los judíos no quisieron reconocer
eso cuando Cristo anduvo entre ellos, tampoco lo reconocen
los del siglo veinte.

No todos los que presenciaron ese gran desfile estaban de acuerdo con los
sentimientos expresados con tanto frenesí. Como de costumbre, había unos cuantos
fariseos observando y criticando,sobre todo las obvias referencias mesiánicas. “Maestro,
reprende a tus discípulos” (19:39). Pero, en ese día no era posible acallar a la gente.
Comentó Cristo que si la gente callara, entonces los objetos inanimados de la naturaleza
exclamarían palabras en su honor (19:40).
LA NATURALEZA SABE QUIEN ES CRISTO.
EL QUE NO LO RECONOCE ES EL HOMBRE
“INTELIGENTE”.
En seguida se nota un gran contraste; la muchedumbre seguía gritando, pero Cristo
lloraba (19:41). El desfile había llegado al lugar donde se podía ver toda la ciudad de
Jerusalén. El panorama desplegado ante los ojos del Señor no era el de casas
particulares, edificios públicos, muros, o aun el imponente templo de Herodes.
Cristo vio mucho más allá de todo eso. Vio a la gente, que, como los fariseos de
hacía unos cuantos momentos, le rechazaba; gente que sufriría las consecuencias de su
dureza de corazón. En pleno conocimiento de que ya era demasiado tarde, todavía
expresa una gran ternura y el profundo deseo de su corazón de que la nación se
arrepintiera (19:42).
Después, el Señor agrega una profecía acerca de las consecuencias tristes y fatales
por no haberlo hecho (19:43–44). La destrucción punitiva de la ciudad de Jerusalén en
el año 70 de nuestra era cumplió a pie de la letra lo que Jesús dijo.
EL DÍA LUNES
La purificación del templo por el Hijo del Hombre 19:45–48
Esta es la segunda vez que Cristo lo hace: la primera vez al principio de su
ministerio público (Juan 2:13–22) y ahora aquí en las vísperas de su muerte. Sus
palabras autoritarias, bíblicas y a la vez cortantes, vienen de Isaías y Jeremías: “Mi casa
es casa de oración; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones”. Se refiere a la
sección del templo denominada “atrio de los gentiles”.
Los mercaderes que vendían animales para los sacrificios y los que cambiaban
dinero (para que los peregrinos pudieran pagar sus impuestos con la moneda apropiada),
habían convertido el atrio en un bazar. No sólo existía el regateo bullicioso típico de
tales negocios (factor que aumentaba la ya presente falta de reverencia), sino que los
mismos líderes religiosos demandaban y recibían un porcentaje de las ventas. Por eso
Jesús la llamó “cueva de ladrones”. El propósito verdadero del templo era totalmente
distinto a eso, y el Señor propuso su purificación.
Los eventos del día anterior, más lo que Jesús hizo en el templo, combinados con la
enseñanza que daba en esos recintos sagrados, produjeron reacciones violentas entre los
líderes. Lucas agrega una clasificación nueva a la lista usual de antagonistas: “los
principales del pueblo” (19:47). Todos estos líderes se pusieron de acuerdo.
¡COLUSIÓN!
“SE LEVANTARÁN LOS REYES DE LA TIERRA,
Y PRÍNCIPES CONSULTARÁN UNIDOS
CONTRA JEHOVÁ Y CONTRA SU UNGIDO”.
Salmos 2:2
Querían matarlo, pero temían a las masas entusiastas. No obstante, para fines de
semana, se iba a disipar su entusiasmo, y los líderes podrían contar con el apoyo de la
muchedumbre voluble par realizar sus planes nefarios.
EL DÍA MARTES
La autoridad del Hijo del Hombre 20:1–21:4
La purificación del templo fue considerada como una interferencia en la
acostumbrada vida religiosa de los judíos y dejó a sus líderes resentidos y enojados.
Según ellos, fuera del Mesías mismo, nadie podría hacer reformas sin consultarlos.
Como no reconocieron las señales mesiánicas de Jesús, lo que Cristo hizo reforzó el
odio que le tenían.
1. Autoridad. Una pregunta y una parábola (20:1–18).
Esta vez los personajes son “los principales sacerdotes y los escribas, con los
ancianos” (20:1). Los términos señalan a los tres grupos que formaban al famoso
Sanedrín. “Los ancianos” era un grupo de la aristocracia, compuesto de hombres
distinguidos, ricos y nobles que ocupaban un lugar en el concilio sin ser religiosos
profesionales. José de Arimatea pertenecía a esta agrupación, pero no opinaba como los
demás. No se sabe si estuvo presente en esa ocasión. Como el Sanedrín estaba presente,
o al menos una gran parte del mismo, se tiene que reconocer que había un plan maestro
de parte de la oposición.
a. Su pregunta era: “¿Con qué autoridad haces estas cosas?” (20:2). Con ella
esperaban atrapar a Cristo y evidenciarlo delante de toda la gente como un intruso ilegal
en la vida religiosa de los judíos. Pensaban humillarlo y preparar el ambiente para un
plan aún más nefasto.
Sin embargo, de nuevo Jesús se presenta como el que controla la situación
haciéndoles otra pregunta (20:3). Con la interrogación referente al bautismo de Juan, el
Señor los puso a la defensiva. Sabían perfectamente que Jesús les había ganado (20:5–
7). Tan era así, que los mismos líderes de la nación, que pretendían ser los expertos en
asuntos religiosos, tuvieron que confesar su ignorancia, precisamente frente a la persona
que tanto odiaban. ¡Qué vergüenza! Peor todavía, por haber fallado en un área tan
importante como era el reconocimiento de autoridad, perdieron por incumplimiento su
derecho de seguir siendo guías religiosos.
QUERÍAN ATRAPAR A CRISTO, PERO
¡QUEDARON ATRAPADOS!
b. Una parábola. La parábola del Señor también se relaciona con la autoridad y
utiliza una figura bien conocida entre los judíos, la viña. En la presente ilustración los
responsables de labrar la plantación maltrataron a los siervos del dueño, que habían sido
enviados por él para cobrar la renta. Y no solamente una vez, sino que lo hicieron
repetidas veces. Cuando al fin el dueño envió a su hijo, lo mataron pensando quedarse
con la viña. A esas alturas en su parábola, el Señor hace una pregunta: “¿Qué, pues, les
hará el señor de la viña?” (20:15).
Era evidente que los inquilinos criminales no escaparían del juicio. El dueño
“vendrá y destruirá a estos labradores, y dará su viña a otros” (20:16). Los líderes no
perdieron el punto principal de la ilustración. Históricamente, los dirigentes religiosos
de la nación habían rechazado a los mensajeros de Dios. En tiempos antiguos habían
matado a los profetas. En los más recientes, rechazaron todavía a otro enviado por Dios,
Juan el Bautista. ¡Y ahora estaban a punto de matar al Mesías! ¡Imagínese la vergüenza
de parte de los líderes! Cristo estaba publicando en voz alta los pensamientos secretos
de ellos.
No debemos de pasar por alto la frase “y dará su viña a otros”. Todos sus oyentes
entendieron que aludía a los gentiles y respondieron a una: “¡No!” porque les dolía que
el sistema religioso de los judíos se hiciera a un lado.
En eso, Cristo les indicó que, a la verdad, lo que estaban desechando (la piedra) era
en realidad lo más importante porque es la cabeza del ángulo. Después de esto sólo
quedaba el juicio para los que rechazaron al Mesías (20:18). La alusión indica que les
esperaba la destrucción del año 70 d.C., así como el juicio que vendría sobre aquellos
que no se rindieran a los pies de Jesucristo.

¡PENSEMOS!
¡Qué maravillosa es la misericordia y paciencia de Dios!
Envió profeta tras profeta a Israel, para advertir a la nación
del peligro. De igual manera envió al mundo de hoy su
mensaje. Y como el Israel antiguo, la gente lo rechaza. Unos
gobiernos cierran sus fronteras a la Biblia y a quienes la
enseñan. Otros políticos y gobernantes desacreditan el
nombre de Cristo. Grandes cantidades de gente insisten en
vivir exactamente como Pablo pinta al mundo en Romanos
1. Pero sigue en pie la oferta de salvación. ¡La paciencia y la
misericordia de Dios están vigentes aún! ¡Qué maravilla! Sin
embargo, vendrá el día en que en vez de misericordia, el
incrédulo experimentará juicio.

2. Autoridad: El enojo, el engaño y la enseñanza (20:19–26).


a. El grado de enojo del Sanedrín se nota en que querían “echarle mano en aquella
hora, porque comprendieron que contra ellos había dicho esta parábola” (20:19).
¡Hirviendo estaba su odio! ¡Al punto de estallar estaba su hiel sanguinaria! Solamente el
miedo a lo que podría hacer la muchedumbre les detuvo.
b. Ese temor les hizo buscar otra táctica; el engaño. Enviaron unos espías que
pretendieran ser seguidores de Jesús (20:20). Su meta era forzar alguna enseñanza que
provocara el disgusto de las masas para voltearlas en su contra. Entonces podrían los
líderes proceder con su plan de eliminarlo.
Después de unas palabras de adulación no sincera, le hicieron una pregunta
tramposa: “¿Nos es lícito dar tributo a César, o no?” Si Cristo contestaba que no,
hubiera ofendido a los romanos. Si decía que sí, entonces ofendería al grupo de judíos
opuestos al dominio romano. Así pensaban que lo ponían en un dilema inevitable.
c. La pregunta proveyó la oportunidad para que el Señor les diera una lección más.
Cristo reconoció su táctica (20:23) y pidió una moneda. “¿De quién tiene la imagen y la
inscripción?” La contestación indicaba dos importantes verdades.
Primera, los judíos usaban las monedas de Roma con la inscripción de César.
Segundo, las monedas eran propiedad de César o no hubiera tenido su inscripción. Por
lo general, el punto de vista común era que el poder de un gobernante se extendía tan
lejos como el uso de sus monedas. Con la sabiduría que procede de Dios, Cristo dijo a
sus atacantes: “Pues dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios” (20:25).
Aun sus antagonistas quedaron maravillados.

¡PENSEMOS!
“Dad a Dios lo que es de Dios”. En aquel entonces, ¿qué
pudieran haber dado a Dios los líderes religiosos de la
nación? ¿Qué le parece “honor”, “obediencia”, “fe”,
“amor”, “reverencia” y “adoración espiritual”? ¿Qué
debemos darle como creyentes hoy?

3. Autoridad: La astucia y la aclaración (20:27–40).


Los personajes aquí son los saduceos, gente descrita por Josefo como ruda y
orgullosa. Lucas señala uno de sus dogmas: el no creer en la resurrección (20:27).
a. En su papel doble de antifariseos y antiCristo, pensaban que habían encontrado
una táctica demasiado astuta. Su propósito no era de buscar más información, sino
desacreditar a Cristo y, de paso, a los fariseos también. Al dirigirse al Señor usaron la
palabra “Maestro” (20:28), pero su propósito era demostrar que en realidad era muy mal
maestro. Lo interesante es que la pregunta tiene que ver con la resurrección, doctrina
que no aceptaban los saduceos y presenta un caso hipotético con base en la ley del
Antiguo Testamento (la ley del levirato, Deuteronomio 25:5–10).
b. Otra vez mostrando la sabiduría divina en su contestación, Cristo tocó dos
importantes puntos (20:34–38). En primer lugar, el carácter de la edad futura es muy
diferente al de hoy. No será una continuación de la vida aquí y “ni se casan, ni se dan en
casamiento”. “Iguales a los ángeles” no quiere decir que en la vida del más allá el
creyente será un ángel. Los ángeles fueron creados por Dios y son seres espirituales. El
creyente después de la resurrección será como los ángeles en que no se casan.
En segundo lugar, Cristo indicó que los saduceos debían haber entendido la
resurrección a base de la enseñanza del Antiguo Testamento. Dice que Dios es el Dios
de los vivientes, Abraham, Isaac y Jacob. De modo que, ¡los saduceos se equivocaron
en todo! La porción no indica cómo reaccionaron, pero unos cuantos escribas (al igual
que los fariseos, estos eran creyentes convencidos en el dogma de la resurrección),
respondieron con un encomio: “Maestro, bien has dicho” (20:39). Todavía muy lejos de
aceptarlo como Mesías, estos escribas se regocijaron por la manera sabia de Jesús al
callar a sus archienemigos teológicos, los saduceos.

¡PENSEMOS!
Repetidas veces se ha enfocado la sabiduría admirable
de Cristo al tratar con la gente, en especial bajo condiciones
adversas. ¡Cómo nos gustaría poder imitarlo! Reconocemos
exhortaciones tales como la de Proverbios 15:1: “La blanda
respuesta quita la ira”. Cumplir con esa verdad, ¡en verdad
que sería sabio! Lo bello es que hay provisión para que el
creyente pueda tener la sabiduria que necesita en cualquier
situación. “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría,
pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin
reproche, y le será dada” (Santiago 1:5). Así que la sabiduría
está a su alcance. ¡Pídala a Dios!

4. Autoridad: La verdadera y la falsa y una ilustración (20:4l–21:4).


a. Cristo vuelve a hacer hincapié en que el Mesías no sería solamente un rey
humano; es decir, el descendiente de David según la carne. Citando el Salmo 110:1,
recordó a sus oyentes que el rey David llamó al Mesías “mi Señor” (20:42). Por
supuesto, según las tablas genealógicas, era descendiente de David, algo que se había
profetizado en el Antiguo Testamento (por ejemplo, Isaías 9:5–7) y abiertamente
confirmado en el Nuevo (Mateo 1:1 y Romanos 1:3). Sin embargo, fue mucho más que
un regente humano. ¡Es el Mesías e Hijo de Dios!
b. Los líderes religiosos se enorgullecían de su autoridad y el Señor amonesta a los
suyos en cuanto al orgulloso estilo de vida de aquéllos (20:45–47). Autoengañados y
engañando a la gente, su futuro es la “mayor condenación” (20:47).
c. El comentario del versículo 47: “que devoran las casas de las viudas” demuestra
cómo las trataban los escribas. De repente, una de ellas entró en el templo para depositar
su ofrenda. En contraste con la ostentación de los ricos (una característica también de
los escribas), depositó nada más “dos blancas” (21:2). Obviamente ella era un excelente
ejemplo de sinceridad y dedicación, lo opuesto a lo que, por lo general, eran los
escribas. El porcentaje que dio de ofrenda era mayor que el de los ricos porque “de su
pobreza echó todo el sustento que tenía” (21:4).
“DIOS AMA AL DADOR ALEGRE”
(2 Corintios 9:7)

9
Señales antes del fin
Lucas 21:5–38
“…Mirad que no seáis engañados; porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy
el Cristo, y: El tiempo está cerca…” (Lucas 21:8)

Por más o menos mil años (excepto durante el cautiverio babilónico y la profanación
de Antíoco Epífanes IV en el año 168 a.C.), el templo de Jerusalén había sido el centro
religioso de los judíos. En tiempos de Jesucristo, los edificios del llamado Templo de
Herodes eran considerados una de las grandes maravillas del mundo. Y si bien es cierto
que había mucha hipocresía entre los líderes, había también judíos piadosos que
humilde y genuinamente rendían culto a Jehová en su recinto.
UNA PROFECÍA DEL HIJO DEL HOMBRE Y DOS
PREGUNTAS 21:5–7
El comentario hecho por parte de ciertos observadores referente a las impresionantes
piedras del templo, que eran enormes y artísticamente labradas, sirvió a Cristo como
introducción al tema profético. “Días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra,
que no sea destruida” (21:6).
Jesucristo profetizó que el templo sería raído como juicio por la ceguera espiritual
de Israel. Los judíos habían mostrado “interés” en él, pero no lo aceptaban como
Mesías. Así que optaron por continuar con el sistema antiguo de su religión, aun cuando
se les había ofrecido algo mejor. Por su lado, los discípulos aceptaron como cierta y
segura su profecía. Solamente querían saber dos cosas: ¿cuándo? y ¿qué señales habría?
CONTESTACIÓN DEL HIJO DEL HOMBRE A LAS
PREGUNTAS 21:8–28
Introducción 21:8–19
En esta porción y antes de dar su respuesta, el Señor ofrece una especie de prefacio
profético. En cierto sentido, las condiciones descritas son comunes a todas las épocas de
la historia entre la primera y segunda venida de Cristo.
Impostores v. 8. Por ejemplo, ¿cuándo no ha habido impostores que tratan de
engañar a la gente pretendiendo ser Cristo? Era importante que los discípulos estuvieran
prevenidos cuando surgiera, así que el Señor les hace esta advertencia (21:8). Así como
ha sucedido en el pasado, seguirá ocurriendo, pero irá en aumento.
Guerras y sediciones vv. 9–11. La triste y amarga historia de las naciones siempre se
ha caracterizado por las contiendas. Como ha sucedido, seguirá ocurriendo, pero en
mayor cantidad.
Persecuciones vv. 12–17. El Señor dio un señal más: la persecución. A través de
todas las edades los hijos de Dios han tenido que soportarla. A veces como
consecuencia de sus propios desmanes, pero aunque así fuera, la aceptan como algo
honroso. La clase de persecución que sufrirían los discípulos sería sólo una muestra de
lo que esperaba a los hijos de Dios en días futuros. El énfasis del Señor es que siempre
ha habido persecución y ¡como ha sucedido, seguirá ocurriendo, pero en mayor
cantidad!
“HERMANOS MÍOS, NO OS EXTRAÑÉIS SI EL
MUNDO OS ABORRECE.”
1 Juan 3:13
Es claro que mucho de lo que dijo el Señor en este pronóstico sucedería antes de la
destrucción de Jerusalén en 70 d.C. Pero, no todo. Lo que dice el versículo 11 parece
referirse a eventos asociados con el período de la tribulación futura.
Su promesa vv. 18–19. Jesucristo terminó esta introducción con las palabras
halagadoras del versículo 18, donde garantiza a sus seguidores que siempre los
protegerá la mano bendita de Dios.

¡PENSEMOS!
“Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá” (21:18).
Esta es una promesa que debe interpretarse tanto literal
como figuradamente. Su aparente paradoja se explica de la
siguiente manera: Varios de los discípulos y millares de los
siervos de Dios desde aquel entonces, han perdido la vida
por su testimonio. Entonces la promesa del Señor no se
refería a preservarles la vida física. No lo era para los
discípulos; ni lo es para nosotros. Por otro lado, sabemos que
no pereceremos, ¡jamás! Es probable que suframos, y
posible que perdamos la vida física, ¡pero no la eterna!
Literalmente podemos estar seguros de eso. “Vuestra vida
está escondida con Cristo en Dios” (Colosenses 3:3).
¡Entonces, dé gracias a Dios en oración por esta promesa!

La respuesta a las preguntas 21:20–28


A continuación, Cristo responde a las preguntas que le hicieron en cuanto a la
destrucción del templo (21:20–28)
El cuándo vv. 20–24. Cristo dijo: “Pero cuando viereis a Jerusalén rodeada de
ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado”. En esta revelación, no
menciona al Rey y Mesías ni su segunda venida. Se refiere exclusivamente a la
catástrofe del año 70 d.C. en que el general romano, Tito, destruyó el templo y mató a
miles y miles de judíos.
Aquellos que sobrevivieron fueron llevados cautivos, de tal modo que ni un solo
judío quedó en la ciudad. Es más, por muchos años no dejaron que ninguno de ellos
entrara en la ciudad.
Posteriormente, un emperador romano utilizó la ciudad como centro pagano y bajo
el mandato de otro emperador, Constantino, pasó a estar bajo el dominio cristiano. Pero
cayó en manos de los musulmanes en el siglo séptimo d.C. Como resultado, en la
actualidad todavía hay una mezquita que construyeron sobre el lugar sagrado donde
había estado el templo.
“Y JERUSALÉN SERÁ HOLLADA POR LOS
GENTILES, HASTA QUE LOS TIEMPOS
DE LOS GENTILES SE CUMPLAN” (21:24).
Al pie de la letra se cumplieron las profecías de Jesús. A propósito, “los tiempos de
los gentiles” empezaron cuando Nabucodonosor tomó la ciudad de Jerusalén en el año
586 a.C., pero volverá a caer otra vez en manos gentiles durante la tribulación hasta que
regrese el Rey de reyes. Entonces terminarán esos “tiempos de los gentiles”.
Cómo será la venida del Hijo del Hombre vv. 25–28. Jesucristo no dejó a sus
discípulos con dudas acerca de su Segunda venida cuando establezca su reino milenial.
Este hecho sucederá después de la gran tribulación. De manera muy impresionante, el
Señor describió con lujo de detalles las señales precursoras de ese evento tan importante
para los creyentes. Este pasaje debe estudiarse con detenimiento y en oración porque es
parte importante de nuestra esperanza como creyentes.

¡PENSEMOS!
Señales, sí, las habrá, y ¡qué señales! Toda la creación,
incluyendo la raza humana, pasará espantosos tumultos.
Habrá señales cósmicas en el sol, la luna y las estrellas
(21:25). “Las potencias de los cielos serán conmovidas”
(21:26). Y sobre la tierra “angustia de las gentes,
confundidas a causa del bramido del mar y de las olas”
(21:25). El hombre siempre ha temblado ante los fenómenos
desencadenados de la naturaleza como terremotos,
tempestades, huracanes, erupciones volcánicas,
inundaciones, etc. ¿Cómo serán estos mismos eventos
catastróficos, pero elevados en potencia y en intensidad? Los
discípulos pidieron señales y Cristo se las dio.

“CUANDO ESTAS COSAS COMIENCEN


A SUCEDER, ERGUÍOS Y LEVANTAD VUESTRA
CABEZA, PORQUE VUESTRA REDENCIÓN
ESTÁ CERCA” (21:28).
El Señor dijo: “Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en una nube con
poder y gran gloria” (21:27). Vendrá a recibir el reino, el mismo que había estado
proclamando a la nación, pero que hasta la fecha había sido rechazado. Ahora bien, no
se debe confundir esa venida con el arrebatamiento de la Iglesia. Ese último evento, tan
especial para los santos de la presente época, habrá ocurrido siete años atrás. Como
dijimos arriba, este evento descrito en Lucas 21 es mesiánico, y se llevará a cabo
después de la tribulación.
LA PROFECÍA EN UNA PARABOLA 21:29–33
Por lo que dijo el Señor, habrá señales muy obvias que anunciarán el
establecimiento de su reino. Es fácil reconocer el cambio de estaciones, y el brote de las
hojas en la higuera indica que el verano se acerca: “Así también vosotros, cuando veáis
que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios” (21:31). Es decir,
cuando termine la Gran Tribulación con las “señales” arriba mencionadas, entonces se
sabrá que también está por establecerse el reino. La generación que sobreviva a esa
espantosa tribulación verá la llegada del Rey (21:32).
Los discípulos estaban recibiendo las palabras proféticas autorizadas, directamente
de la persona que controla todas las cosas. Por lo mismo, existe una garantía plena de
que se cumplirán (21:33).
AMONESTACIONES A LA LUZ DE LA PROFECÍA 21:34–
38
Los seguidores de Cristo conocen perfectamente la verdad en cuanto a ciertos
eventos futuros

¡PENSEMOS!
¿Entonces qué? “Mirad también por vosotros mismos”
(21:34), dijo el Señor. Aunque recibimos esta enseñanza
directamente de nuestro Salvador, es posible que un
creyente se deje dominar por las preocupaciones de este
mundo. En esas condiciones, dejaría de estar alerta para
observar las señales especificadas. En otras palabras, no es
suficiente solamente con poseer información, debemos vivir
a la luz de ella.

“SED HACEDORES DE LA PALABRA,


Y NO TAN SOLAMENTE OIDORES,
ENGAÑÁNDOOS A VOSOTROS MISMOS”
Santiago1:22.

10
El Hijo del Hombre Y sus
discípulos
Lucas 22:1–38
“¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca!”(Lucas 22:15)

El capítulo anterior termina diciendo que la gente venía diariamente a escuchar al


Señor en el templo. Desafortunadamente, le quedaban muy pocos días para hacerlo,
porque pronto moriría en el Gólgota. En esos días, las masas empezaron a sufrir un
cambio de parecer. La siguiente vez que se escuchó su voz no fue para felicitar a Cristo
por su enseñanza, sino para pedir su muerte. ¡Qué muchedumbre tan voluble!
En el relato que nos ocupa, el Señor, sabiendo que le quedaban pocas horas, procura
pasarlas con los suyos, vertiendo en ellos su amor y las lecciones importantes que
necesitaban saber antes de los acontecimientos de la cruz.
En poco tiempo, cuando fuera rumbo al Calvario, todo cambiaría drásticamente. Su
auditorio hostil estaría formado de soldados, de Judas, de los líderes de los judíos con
sus seguidores exigiendo su muerte, de Poncio Pilato y de Herodes. A pesar de esa
corriente de oposición que se movía cada vez más rápido, todavía quedaban ciertos
pasos preparativos por hacer; unos agridulces; otros, amargos; pero todos esenciales
porque formaban parte del plan de Dios.
EL DÍA MIÉRCOLES
Los preparativos para la traición 22:1–6
Como recordaremos, la celebración de la pascua era para conmemorar el evento con
que había finalizado la esclavitud de los judíos en Egipto en tiempos de Moisés (Exodo
caps. 11–12). De acuerdo a las instrucciones divinas, cuando pasara el ángel de Jehová
exterminando a los primogénitos de Egipto, sólo respetaría al primogénito de aquellos
que aplicaran la sangre del cordero en los dinteles de las puertas. Todos los demás
morirían “…para que sepáis que Jehová hace diferencia entre los egipcios y los
israelitas” (Exodo 11:7). En los hogares donde no se aplicó la sangre, murió el
primogénito. La palabra pascua viene del griego (y de pesa en hebreo). Quiere decir
“pasar por encima” o “pasar por alto”. En el caso de quienes obedecieron aquella noche,
Jehová pasó por encima y no mató al primogénito.
Por supuesto que ésta era una de las fiestas religiosas más importantes del
almanaque judaico, y la ciudad de Jerusalén siempre se llenaba con gente para
celebrarla. Su duración era de un día, y la fiesta de los panes sin levadura se observaba
por siete más, empezando con la pascua.
Por su parte, el Sanedrín ya había decidido asesinar a Cristo. Lo que les faltaba
determinar no era si lo mataban o no, sino cuándo lo harían, Contemplando el gentío
congregado para las fiestas, y sabiendo que admiraban a Cristo, decidieron no hacer
nada hasta después de las fiestas (Mateo 26:4–5), por temor a provocar un alboroto.
Sin embargo, por extraño que parezca, uno de los suyos, Judas, se ofreció a
entregárselos (22:4). Para el Sanedrín, difícilmente se podría presentar una oportunidad
más propicia (22:5). Si hubieran sabido quien motivaba todo eso, tal vez hubiera sido
distinto. “Entró Satanás en Judas” (22:3). Probablemente aun estos guías ciegos de
ciegos hubieran temido colaborar con Satanás, pero, ¿quién podía saberlo? Cabe notar
que Satanás no forzó su entrada en Judas, sino que encontró en el traidor un corazón
muy dispuesto a recibir su presencia y control.
“RESISTID AL DIABLO, Y HUIRÁ DE VOSOTROS.
ACERCAOS A DIOS, Y ÉL SE ACERCARÁ A
VOSOTROS”
Santiago 4:7–8.
El negocio se cerró de inmediato. Judas quería su dinero y los sacerdotes eran lo
suficientemente sabios como para dárselo con el fin de comprometerlo más. Este es
precisamente el témino que Lucas usa: “Y él se comprometió” (22:6).

¡PENSEMOS!
¡Qué triste es comprometerse con los enemigos del señor
o con el sistema mundano que se opone a él! El salmista nos
hace ver que el hombre bienaventurado “…no anduvo en
consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en
silla de escarnecedores se ha sentado” (Salmo 1:1).
Obviamente hay restricciones, y Dios las exige para marcar
una diferencia entre sus hijos y los inconversos. El creyente
que no las observa, se compromete. El resultado es la misma
clase depecado que cometió Judas y ningún creyente querrá
ser clasificado como él.

EL DÍA JUEVES
A partir de aquí, y hasta el día de la crucifixión de nuestro Señor, se pueden estudiar
los eventos usando los nombres de los lugares en donde sucedieron. Cada uno de
aquellos sitios tiene una historia muy especial que conter, porque conducen al camino
áspero de la cruz.
EL APOSENTO ALTO 22:7–13
La combinación de circunstancias que llevaron al Maestro a Jerusalén, precisamente
a esas alturas, no es resultado del azar. A decir verdad, nunca es así con nadie, puesto
que Dios siempre controla todo. Sin embargo, es muy notable que Jesús hubiera ido a la
ciudad para celebrar la pascua, una fiesta que recordaba el sacrificio del cordero que
salvó a los primogénitos en Egipto, a escasas horas de su propio sacrificio. La ciudad
estaba llena de peregrinos. Este hecho proporcionaría innumerables testigos de lo que
iba a suceder.
Preparativos generales
De acuerdo a la ley y las costumbres, el día antes de la pascua, los judíos eliminaban
de su casa toda clase de levadura o de pan leudado. En la tarde del día siguiente (14 de
nisán en el calendario de ellos) tenían que matar el cordero especial y terminar los
preparativos para la comida pascual que comenzaría poco después de la puesta del sol.
(Según los judíos, el día 15 de nisán empezaba con la puesta del sol del día 14.)
Preparativos que los discípulos tuvieron que hacer (22:7–13)
Pedro y Juan tuvieron que hacer los arreglos, siguiendo las instrucciones explícitas
del Señor. Debe haber sido relativamente fácil para ellos encontrar a un hombre que
llevaba un cántaro de agua (22:10) porque la costumbre indicaba que el hombre cargara
el agua en odres y la mujer en cántaros. Al ver a uno haciendo algo tan desusado, sería
una señal clarísima. Ese hombre ha de haber sido amigo y creyente, porque no protestó,
sino que puso a su disposición la habitación que se le pidió. En fin, todo resultó
exactamente como Cristo había dicho, y los discípulos prepararon la fiesta (22:13).
CRISTO PREPARA A LOS DISCÍPULOS 22:14–38
En este pasaje, el Maestro da más enseñanzas a sus discípulos a la luz de su muerte
inminente. Con referencia a este evento del aposento alto, Lucas no to describió con el
mismo lujo de detalles que los otros evangelistas. Sin embargo, contribuyó con detalles
que los demás no incluyeron.
El deseo del Señor expresado v. 15
“¿Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca!” (22:15).
No es que temiera que por algún ataque de Satanás o algo por ese estilo no pudiera
llegar a ese momento. El sabía perfectamente bien que lo haría, y lo esperaba con
muchas ganas. La frase “antes que padezca” explica la profundidad de su anhelo. Esta
era la última pascua; la última cena antes de ofrecer su vida como cordero de Dios.
Además, dijo que no participaría “del fruto de la vid, hasta que el reino de Dios venga”
(22:18).
El Nuevo Pacto vv. 14–20
Una verdad importantísima que comunicó es la que se refiere al nuevo pacto. “Esta
copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama” (22:20). Al escuchar
esta frase, cualquier judío piadoso hubiera recordado Jeremías 31:31, donde se
encuentra la promesa de la conversión de Israel, es decir, la base para entrar en (¡y
participar de!) el reino prometido.
No obstante, ni los judíos de los tiempos de Jeremías, ni la mayoría de los que
escucharon a Jesús decir esta frase, entendieron que el nuevo pacto dependería del
sacrificio del Masías, un sacrificio superior al de los animales del sistema antiguo. (El
concepto de un Mesías que sufriría y moriría era totalmente inaceptable al judío
clásico.)
Mirando ahora en otra dirección, es decir, hacia la iglesia, la sangre del nuevo pacto
es también la base de nuestra salvación. El mismo sacrificio del Cordero de Dios
benefició a las dos entidades, a los judíos y a la iglesia.

¡PENSEMOS!
Aquí es donde se inició lo que ha sido de tanta bendición
para la iglesia a través de las edades; la Santa Cena. En esa
primera cena, Jesús enseñó a sus discípulos el propósito de
ella; “Haced esto en memoria de mi” (22:19). No es un
sacrificio, sino un recordatorio de su muerte. Pablo hace
hincapié en eso cuando dice en 1 Corintios 11:26, “la muerte
del señor anunciáis hasta que él venga”. Interesante e
importante es notar que no son los milagros, ni las buenas
obras, ni las bienaventuranzas las que conmemoran la mesa
del Señor, sino su muerte. Lo que hizo y lo que enseñó es de
interés e importancia, pero su muerte expiatoria es de
máximo valor.

La traición vv. 21–23


En esa ocasión, Jesús anunció la traición que estaba por llevarse a cabo. Podemos
imaginarnos la inquietud que reinaba en ese círculo íntimo cuando decía que el traidor
era uno de ellos mismos. Quién sabe si los discípulos captaron el impacto del versículo
que sigue: “A la verdad el Hijo del Hombre va, según lo que está determinado; pero ¡ay
de aquel hombre por quien es entregado!” (22:22).
DIOS UTILIZA LAS DECISIONES Y
ACCIONES DEL HOMBRE PECADOR, PERO EL
HOMBRE ES RESPONSABLE DE SU PECADO.
Es Dios quien tomó la determinación de que su Hijo fuera el cordero de sacrificio
que pagara por el pecado de la raza humana. Sin embargo, el hombre traicionero que lo
vendió tiene una responsabilidad personal que merece un juicio terrible. Judas actuó
contra Dios y su propia conciencia, escogiendo ese camino. ¡Culpable! es todo lo que se
puede decir.
¿Quién es el mayor? vv. 24–30
No parece que los discípulos entendieran bien lo serio del caso, porque empezaron a
discutir “quien de ellos sería el mayor” (22:24). Dado el ambiente y el anuncio hecho
por el Señor, uno hubiera pensado que su disposición de ánimo fuera totalmente
opuesta.
El Señor les respondió diciendo que su perspectiva era igual que la de los paganos
(22:25). Para los seguidores de Jesús, el servicio es la característica sobresaliente del
liderazgo. Sin embargo, a la par de tan importante lección de humildad, el Maestro les
dijo que en su reino sí serían premiados con posiciones de autoridad (22:29–30).
¡EL ORGULLO ES UNO DE
LOS PECADOS MÁS ANTIGUOS!
El problema de Pedro vv. 31–34
Convendría hacer una lista de los puntos que merecen atención aquí.
1. “Simón, Simón”. La repetición de su nombre indica lo serio de la llamada de
atención. Además, Jesucristo usó “Simón” en vez de “Pedro”. ¿Será que el uso del
nombre antiguo enfoca la debilidad do la carne?
2. Satanás es muy agresivo contra los siervos de Dios, pero no puede actuar fuera
del permiso divino (Job 1:12; 2:6). En el original griego, se usa “os” en plural. El diablo
quería trillar a todos, pero en especial, a Pedro. Es seguro que al zarandearlo, el
enemigo tenía el propósito de sacar a la luz lo malo (“la paja” en la ilustración) y no lo
bueno (“el trigo”).
3. La intercesión aquí es muy específica. Pidió por Pedro y su fe. No quiere decir
que no oraba por los demás (Juan 17), sino que en esta ocasión pidió especialmente por
él y por sus flaquezas. El ministerio de la intercesión que hoy día Cristo desempeña a la
diestra del Padre (Hebreos 7:25) es de la misma índole; él pide por nuestras debilidades.
4. El futuro tiene sus garantías. Por lo pronto, no es muy agradable padecer las
presiones, tensiones y ataques del enemigo. Sin embargo, para el creyente en buenas
relaciones con Dios hay un futuro brillante. En el caso de Pedro, después de todas las
pruebas, tuvo oportunidad de confirmar a sus hermanos.
5. ¡Qué bueno que hay un futuro brillante! Pero según lo indicado por el Señor, el
presente inmediato tiene sus nubes (22:34).
6. Una espada, dos espadas (22:35–38), El pueblo no recibiría a los discípulos con la
misma hospitalidad que antes, cuando andaban con un popular hacedor de milagros.
Ahora su asociación sería con el crucificado. Así que tendrían que llevar una bolsa y
aun conseguir una espada para su protección personal. El tener una espada haría que la
gente, los asociara con los malhechores. Algunos dicen que esa es la razón por la cual
Cristo dijo, “Basta”, refiriéndose a las dos espadas del versiculo 38. Basta, porque de
todos modes así serían identificados en adelante.

¡PENSEMOS!
El Señor pasó las últimas horas antes de su arresto en
compañia de sus discípulos tratando de hacerles comprender
la importancia del servicio, pero ellos no lo entendieron.
Pablo desarrolló posteriormente la enseñanza del servicio
cristiano diciendo: “servíos por amor los unos a los otros”
(Gálatas 5:13). Revise su vida y la de su iglesia para ver si
están cumpliendo con lo dicho por Jesús: “Porque el Hijo del
Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para
dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:45).

11
Padecimientos del Hijo del
Hombre
Lucas 22:39–23:25
“…les dijo: Orad que no entréis en tentació”(Lucas 22:40)

Al terminar de cenar, relata Lucas: “…saliendo, se fue, como solía, al monte de los
Olivos” (22:39).
EL MONTE DE LOS OLIVOS 22:39–53
Los otros evangelistas utilizan al nombre Getsemaní para describir este lugar, que
significa “lagar” o prensa de olivas. El jardín de Getsemaní era un lugar específico que
estaba dentro de los límites del monte.
Betania, el pueblo donde vivían María, Marta y Lázaro, y a donde el Señor acudía
con frecuencia, también estaba por allí pero esa noche, Jesucristo fue al jardín
directamente. La necesidad de orar le motivó a buscar la soledad de ese lugar y escapar
de la cacofonía de una ciudad llena de peregrinos. Y ¡qué manera de orar!
La oración vv. 39–46
Durante todo el tiempo de su andar sobre la tierra y aún desde toda la eternidad,
Jesús sabía que el plan de Dios incluía la cruz. En su plegaria del jardín no hay ni una
sombra de rebeldía o falta de conformidad o acuerdo con ese plan. En verdad, más
parece que su propósito fue mostrarnos su completa aceptación al programa de su Padre.
Y, realmente, ¿cómo pudiera haber sido de otra forma, siendo que Cristo es Dios y tiene
la misma “mente” y “corazón?” ¿Le era agradable pensar en lo que le esperaba? ¡De
ninguna manera! “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que
nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21). No obstante, es
evidente que el Señor no buscaba hacer un cambio do planes.
LA ORACIÓN ES UNA COSTUMBRE
BUENÍSIMA Y ES NUESTRO “PRIMER AUXILIO”
CUANDO HAY PROBLEMAS.
Lucas es el único de los cuatro evangelistas que menciona que el Señor tuvo la
ayuda del ministerio angelical (22:43). Dios proveyó los cuidados y atenciones
celestiales que su humanidad necesitaba. No fue así con sus discípulos, que se quedaron
¡dormidos!
El arresto vv. 47–53
“Judas… se acercó hasta Josús para besarle” (22:47). Las obras más perversas
puedan perpetrarse con una máscara de amor. Por supuesto, de un amor fingido. Mateo
y Marcos emplean un término que indica quo no fue solamente un beso, sino una serie
de ellos, como para prolongar su acto de perfidia malvada. Acompañaba al traidor una
muchedumbre compuesta de religiosos y soldados. En esa última categoría había de dos
clases: los soldados romanos y los del templo Los romanos llevaban espadas y los
demás “palos” (22:52).
¡EL AMOR FINGIDO TRAICIONO A JESÚS!
Naturalmente Cristo sabía de antemano a qué venían y también el detalle del beso
(22:48). Los discípulos reaccionaron aunque todavía estaban a oscuras en cuanto a los
detalles por desenvolverse esa noche. Es Juan quien identifica al que usó su espada
(Juan 18:10), dando también el nombre del individuo herido. Sin embargo, es el médico
amado, Lucas, quien relata el milagro de sanidad (22:51).
En verdad, Pedro comprometió más al Maestro haciendo uso de su espada
impulsiva. Los enemigos del Señor bien pudieron haberlo acusado de ser líder de un
grupo de hombres violentos; es por eso que hizo la exhortación a que desistieran
(22:51). Luego Cristo se dirigió a los líderes (22:52), hablando con una interesante
combinación de calma, valor y reconvención. Habiendo estado a diario en el templo
enseñando, no lo habían capturado por cobardía, porque tenían miedo de la reacción de
quienes lo consideraban como héroe, como hacedor de milagros y como posible
libertador de la nación. Ahora lo venían a buscar de noche, siguiendo a un traidor, como
si fuera an ladrón.
Los religiosos seguían siendo hipócritas. Las últimas palabras pronunciadas por
Jesús en el jardín a los enemigos, tuvieron una nota bien sombría: “Esta es vuestra hora,
y la potestad de las timieblas” (22:53).
No obstante, so entiende perfectamente bien que no hubieran podido hacer nada si el
plan divino no lo hubiera permitido. Es más; la hora oscura duraría solamente el tiempo
estipulado en ese mismo plan, porque gracias a Dios, el proyecto incluía la victoria de la
resurrección.
EL DÍA VIERNES
EN CASA DEL SUMO SACERDOTE
22:54–65
Probablemente los discípulos presintieron ese amanecer que algo grave iba a
suceder, pero nunca imaginaron la rapidez con que la situación se iba a deteriorar
Pedro frente a sus acusadores vv. 54–62.
La interpretación acostumbrada, o tal vez sería preferible decir las predicaciones
más comunes acerca de esta porción hacen hincapié en la frase: “Y Pedro le seguía de
lejos” (22:54). Tal vez sean correctas, pero hay que conceder que cuando menos, lo iba
siguiendo.

¡PENSEMOS!
¿Cómo sigue usted a Jesús? ¿Es un discípulo tibio, que
en cuanto vienen las pruebas lo niega? Es usted de los que no
se comprometen a servirlo de todo corazón? O ¿es usted un
siervo fiel, que no titubea en su testimonio cristiano? Revise
su vida y ore pidiendo a Dios su fuerza para testificar con
denuedo de la salvación que ofrece.

Fuera del apóstol Juan, no sabemos qué pasó con los demás. Claro que muy pronto
iba a haber un gran fracaso en la vida del llamado Pescador. No obstante, hay que
reconocer que aun el hecho de seguir de lejos al Maestro requería de valor.
Una vez en casa del pontífice, empezaron a desencadenarse los acontecimientos.
Conviene observar los siguientes:
Primero, el canto del gallo, el cual indica la hora en que sucedieron los eventos.
Esta porción relata que tres individuos identificaron a Pedro como uno de los
seguidores de Jesús. En las tres ocasiones, éste negó tener relación con él, pero
aparentemente no convenció a sus acusadores. En ese momento se dió cuenta que un
gallo cantaba, precisamente como su Señor había profetizado. Esto se cumplió a escasas
horas de haberlo dicho.
¿HASTA DÓNDE PUEDE RESBALAR UNO POR
SU PECADO?
En segundo lugar, observemos la referencia que hace Lucas a la mirada del Señor.
No se sabe exactamente la posición de Cristo en relación con Pedro, ni la distancia que
había entre los dos. Basta, sin embargo, darse cuenta de que Cristo sabía lo que estaba
ocurriendo en otro lugar. En el momento preciso, exactamente cuando Pedro se dio
cuenta do su gran fracaso, también sintió sobre sí la mirada de Cristo. ¿Quién podría
sondear las profundidades de lo que pasó por la mente del prisionero atormentado, o la
de su discípulo caído? No cabe duda que los ojos del Salvador sufrido no le
comunicaron más que simpatía y amor sin límites.
LA MISERICORDIA DE DIOS
NOS LIBRA DE LO QUE MERECEMOS.
LA GRACIA DE DIOS NOS DA
LO QUE NO MEREGEMOS.
El último punto importante es el de la reacción de Pedro. Negó a su Maestro, y lo
hizo tres veces. Sin embargo, fue el canto del gallo el que le hizo acordarse de las
palabras do Cristo. ¡Quién sabe por qué no las recordó después del primer incidente! ¡Y
después de la tercera vez, aquella mirada, cómo le dolió! Salió de casa del pontífice y
lloró amargamente. No se puede disculpar el pecado del discípulo, que fue grosero y
cruel, pero su actitud posterior demostró que fue sensible a su falta, y se arrepintió de
inmediato.
Existe una gran diferencia entre Judas y Pedro. Ambos pecaron, pero Judas lo hizo
deliberadamente, con un, corazón malvado y por incredulidad. Cuando le alcanzó el
remordimiento, su alma entenebrecida no encontró solaz, y se entregó a la noche eterna
por medio del suicidio. En cambio, Pedro lo negó no por falta de amor, o porque no
creyera en el Mesías, sino por flaqueza, por debilidad espiritual. A través del
arrepentimiento genuino, Pedro calificó para el liderazgo que tendría más adelante.
Cristo abofeteado vv. 63–65
Los que per el momento tenían a Cristo preso, aparentemente bajo su dominio,
procuraron hacerle cuanto daño les fue posible. Como gato y ratón, sus torturadores
jugaban con él; lo azotaban; hacían mofa de él; le golpeaban en la cara, etc. ¡Qué
vergüenza! Los soldados rudos y crueles abofeteando al santo Hijo de Dios. Por otro
lado; ¡qué cuadro más paradójico! El poderoso creador, sustentador del universo,
permanecía sumiso y callado ante semejantes malvados.
Jesús soportó todo eso sin murmurar. Bien es cierto que lo hizo por causa del pecado
de la raza humana, puesto que a eso vino. Sin embargo, se tiene que recordar que la obra
expiatoria de Cristo se llevó a cabo en la cruz y no en el jardín con su sufrimiento y
lágrimas, ni en la casa del pontífice con las bofetadas crueles. Fueron esos los pasos
previos que condujeron al evento más trascendental de todos los tiempos.
“MAS DIOS MUESTRA SU AMOR PARA CON
NOSOTROS, EN QUE SIENDO AÚN
PECADORES, CRISTO MURIÓ POR NOSOTROS”
ROMANOS 5:8.
ANTE EL SANEDRÍN 22:66–71
Aquí se relata le referente al tercer encuentro con las autoridades religiosas de la
nación. Durante la noche en que, de acuerdo a la costumbre de los judíos, correspondía
al día viernes, fue llevado a Anás (Juan 18:19–23). Éste era el ex-pontífice (y suegro de
Caifás), pero siempre ejercía mucha influencia. Después de aparecer ante Anás, to
llevaron a la casa de Caifás para hacer una especie de juicio preliminar.
Sin embargo, según las mismas leyes de los judíos, un juicio llevado a cabo de
noche se consideraba ilegal. No era válido, a menos que el concilio lo tratara de día, o
como se suele decir, en horas hábiles. Es por ello que en cuanto amaneció, se reunió el
Sanedrín para interrogarlo oficialmente y para hacer constar los cargos que iban a
presentar ante las autoridades romanas.
La acusación tenía que ser de tal clase que hiciera que Pilato la atendiera como
representante de Roma. La pregunta del Sanedrín fue: “¿Eres tú el Cristo?” (v. 67). La
hicieron no porque quisieran saber la verdad al respecto, o porqe estuvieran dispuestos a
creerle. Más bien, pensaban inducirlo a que pronunciara lo que para ellos hubiera sido
una blasfemia. Así podrían incitar a la muchedumbre voluble en su contra. También
querían acusarlo ante Pilate de haber estado involucrado en un intento de revolución
contra Roma.
Cuando Jesús usó la frase “Hijo del Hombre” (22:69), ellos vieron su oportunidad.
Conocían el Antiguo Testamento lo suficientemente bien como para darse cuenta de lo
que implicaba su afirmación. Entonces, la respuesta que diera a la siguiente pregunta era
clave para ellos: “¿Luego eres tú el Hijo de Dios?” (22:70). Lo que dijo Jesús:
“Vosotros decís que lo soy”, en aquellos tiempos equivalía a una afirmación.
Durante todo su ministerio público predicó e hizo milagros entre el pueblo para
establecer esa identidad. Era la revelación de Dios, pero una que la gente, sobre todo los
líderes, no aceptaban. Ante los discípulos también se hizo muy claro quién era. Ahora lo
confiesa abiertamente en vísperas de lo que sería el clímax de rechazo, frente a sus
enemigos, los que querían matarlo por decir que era el Hijo de Dios. Con calma y
dignidad pronunció sus palabras, a sabiendas de las consecuencias que traería.
CON PILATO LA PRIMERA OCASIÓN 23:1–5
Lucas no pretende dar a Teófilo todos los detalles de cada evento de aquel día.
Aparentemente su propósito es cubrir sólo los puntos principales, llegando cuanto antes
al clímax. Tal vez lo hizo así por lo largo que estaba resultando su tratado. Lo más
probable es que quisiera narrar lo más pronto posible lo que consideraba era lo más
importante.
El Sanedrín en pleno llevó a Cristo donde Pilato y lo acusaron de tres delitos (23:2).
Primero: pervertir a la nación segundo: prohibir dar tributo a César (a pesar de que
Cristo había enseñado lo contrario); tercero: decir que él mismo era el Cristo. A esa
última frase ellos agregan “un rey”, para qu Pilato entendiera mejor.
El gobernante conocía muy bien a esos judíos y probablemente sospechó sus aviesas
intenciones. Sin duda se preguntaba a sí mismo el por qué del repentino afán de
defender y proteger a Roma de parte de los religiosos que la odiaban. Este hecho
inaudito estaba muy lejos del carácter verdadero de ellos.
Sin embargo, ese romano cruel también sabía de lo que eran capaces los judíos y no
quería que llevaran el asunto al César, porque lo harían aparecer como que había dado
socorro a un revolucionario. Mateo 27:18 y Marcos 15:10 relatan las palabras do Pilato:
“No lo hallo culpable”. Por miedo no lo puso en libertad, y al oir que se mencionaba a
Galilea, decidió enviarlo ante Herodes.
EL SANEDRÍN:
CUIDADO! UN GRUPO GRANDE DE
RELIGIOSOS PUEDE ESTAR
EQUIVOCADO.
CON EL REY HERODES 23:6–12
En gran parte, Pilato envió a Cristo al rey Herodes buscando una salida airosa. Si
Cristo era galileo, entonces el caso correspondía a Herodes. ¡Que él lo juzgara, y dejara
libre la conciencia de Pilato! La fama del ministerio público de Jesús había llegado a
dicho rey, y tenía bastante curiosidad por ver un milagro. Había asesinado a Juan
Bautista, y por un tiempo pensó que este nuevo hacedor de milagros era Juan resucitado.
Sabía que el ministerio de Jesús en Galilea había sido benéfico y que las acusaciones de
los religiosos eran falsas. Pero, tal vez ofendido porque Cristo no hizo el milagro, dejó
que sus soldados le abofetearan, haciendo también mofa de él.
Sigue un interesante comentario histórico: Pilato y Herodes reanudaron sus
deterioradas relaciones “y se hicieron amigos… aquel día” (23:12).
CON PILATO LA SEGUNDA OCASIÓN 23:13–25
El rey Herodes devolvió al acusado a Pilato y éste llamó a los religiosos para tratar
el asunto do nuevo, llamó a los religiosos para tratar el asunto de nuevo, declarando que
no había encontrado ninguna falta en él (23:14). Agregó que Herodes había dictaminado
igual que él. Sin embargo, por segunda vez después de haberlo declarado inocente, se
negó a ponerlo en libertad. Más bien, pensó satisfacer a la muchedumbre sanguinaria
azotando al prisionero.
Optó por seguir la costmbre de librar a un reo durante la pascua. Su idea era que así
podría librarse de Cristo (23:16). Los religiosos fanáticos juntamente con la
muchedumbre ya predispuesta contra Jesús, rehusaron la oferta y demandaron su muerte
con más vehemencia aún.
Por tercera vez, Pilato reconoció que la justicia romana no había encontrado en el
acusado ninguna falta (23:22). No obstante, esta vez Poncio Pilato, vacilando entre ser
justo y proteger su propia vida, actuó de acuerdo a lo último, demostrando su debilidad
de carácter, Él “entregó Jesús a la voluntad de ellos” (23:25).¡Juez injusto!
VACILAR:
“TENER POCA ESTABILIDAD O FIRMEZA”.
CUESTA HACER LAS DECISIONTES
A BASE DE LAS CONVICCIONES.
¡PENSEMOS!
Los que entienden lo que Dios estaba por hacer,
reconocen que su mano estaba en todo esto. Bien es cierto
que el Todopoderoso usa la ira del hombre para llevar a
cabo sus planes. Pero, ¡ay de aquellos hombres que llevan
sobre sus hombros la responsabilibad del crimen de aquella
mañana! Claro que el pecado de la raza humana fue el que
clavó a Jesucristo al madero cruel, pero las personas
culpables como Judas, Pilato, Herodes y los religiosos,
cometieron el crimen más horrendo de todos los tiempos.

12
Muerte, resurrección y ascensión
del Hijo del Hombre
Lucas 23:26–24:53
“Verdaderamente este hombre era justo” (Lucas 23:47)

Según el plan concebido en la eternidad, los pasos del Hijo del Hombre lo llevaron
inevitablemente a los eventos que se describen en este pasaje. Desde Belén y Nazaret y
a través de Galilea y Judea, su camino inexorable lo condujo a la ciudad de Jerusalén
para cumplir con el propósito divino. No fue ni accidente, ni una combinación infeliz de
circunstancias adversas. Ese día en Jerusalén, el Hijo de Hombre tenía una cita divina
que resultó en una oferta maravillosa de vida eterna para la raza humana.
CRUCIFIXIÓN DEL HIJO DE HOMEBRE 23:26–49
El camino hacia el Calvario vv. 26–32.
Con la misma celeridad que caracterizó a los eventos de la noche anterior, Cristo fue
llevado a la muerte. Se cree que la hora aproximada eran las nueve de la mañana. Otra
vez Lucas se dedica a presentar solamente los puntos principales. De hecho, ninguno de
los evangelistas relató todos los eventos asociados con la muerte de Cristo. Debido a
ello, tenemos que comparar uno con otro para establecer la cronología más probable.
Aparentemente los soldados romanos reconocieron que Cristo no estaba en
condiciones de cargar su cruz. A pesar de las obras do arte que presentan a Cristo
cargando y desmayando bajo el peso de una cruz romana, es probable que el condenado
sólo tuviera que llevar la pieza transversal. Aun así, era demasiado el peso.
Lo que Cristo tuvo que soportar la noche anterior, inclusive la falta de sueño, lo dejó
físicamente agotado. Así que los soldados obligaron a cierto Simnón de Cirene a que le
ayudara a cargarla. Había además otra gente que lo acompañaba en esa Vía Dolorosa,
probablemente parte de la misma muchedumbre que escasas horas antes clamaba:
“¡Crucifícale, crucifícale!”.
La gente, con el fanatismo algo amortiguado por la escena, lamentaba lo que estaba
pasando. Entre ellos estaban unas mujeres, pero no el mismo grupo que lo había
sostenido y apoyado durante su ministerio (23:49), sino mujeres en general de la ciudad
de Jerusalén. A ellas con ternura y gran simpatía, Cristo dirige lo que es su último
mensaje a la nación, una última exhortación al arrepentimiento: “No lloréis por mi, sino
llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos” (23:28). No es que no apreciara su
expresión de condolencia, sino que el futuro de ellas estaba tan entenebrecido, que más
les valía Ilorar por ellas y sus hijos.
La verdad es que la nación estaba por poner punto final a su rechazo del Mesías, y
como consecuencia, tendría que sufrir un castigo horrible (23:29–30). No faltaba mucho
tiempo para que los mismos soldados romanos destruyeran la ciudad. Si el inocente
Hijo del Hombre estaba por sufrir un destino tan ignominioso, ¿qué pasaría a una ciudad
tan rebelde (23:31)?

¡PENSEMOS!
Cristo no buscaba la simpatia de la gente de entonces, ni
la busca hoy en día. Lo que les tocaba hacer a los moradores
de Jerusalén era creer en él. Lo mismo sucede con el hombre
del siglo veinte. Los muchos cuadros y estatuas que
representan a Cristo en sucruz provocan una especie de
tristeza y simpatía. Claro que sufrimiento como el que
padeció Jesús evoca sentimientos fuertes en el ser humano.
Sin embargo, lo que el Señor buscaba (¡y busca!) en aquellos
que saben de su muerte en la cruz, es una fe sincera.

A la par de dos criminales, Cristo llegó al Calvario. Lucas no usa el nombre


Gólgota, puesto que la palabra no tenía sentido para sus lectores griegos. El término
“calvario” se deriva del latín y se aplicaba a ese lugar porque la colina tenía la forma de
una calavera.
Algunos piensan que fue nombrada así porque en ella se encontraron esqueletos o
partes de ellos (calaveras). Pero esta idea no toma en cuenta que los judíos nunca
hubieran frecuentado un lugar así por temor a la contaminación religiosa.
En el calvario vv. 33–49
La cruz vv. 33–38. Ninguno de los evangelistas describe los detalles minuciosos de
la manera en que Cristo fue crucificado. En el caso de Lucas, dice: “le crucificaron allí”
(23:33). De por sí, la crucifixión era uno de las formas de ejecuión más horrendas. Los
romanos no inventaron el castigo, sino que procedía de los fenicios de Cartago, en
África del norte. Sin embargo, los romanos perfeccionaron el arte, por decirlo así.
Aunque la utilizaron para matar a miles de personas, la consideraban un castigo tan
abominable, que lo reservaban para esclavos y criminales de la clase más baja.

¡PENSEMOS!
¿No le parece incongruente que el hombre moderno
haya convertido el concepto de la cruel y odiada cruz en un
pedacito de joyeria? Las muchas y opulentas cruces que se
ven en muchas partes, incrustadas de oro y joyas, no
cambian en nada lo vergonzoso del inhumano maddero
romano.

Es incorrecto contemplar la cruz de Cristo como una ilustración noble de


sufrimiento. Entendemos que es mucho más. Sin emabargo,la oración que hizo Cristo,
colgado en ese madero, sí que es noble: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que
hacen” (23:34). Esta oración va totalmente de acuerdo con el carácter de Cristo, con su
amor infinito y su espíritu perdonador. Indica también su deseo ferviente de que la
nación tuviera otra oportunidad de arrepentirse y evitara la catástrofe venidera.

¡PENSEMOS!
Nunca sabremos el efecto total que causó esa oración
hasta que lleguemos al cielo y Dios mismo nos lo revele.
¡Quién sabe cuántos de los mismos “asesinos” aceptaron a
Cristo el día de Pentecostés, gracias a que el Señor intercedió
por ellos!

Básicamente, la gente que se encontrabe alrededor de la cruz consistía de tres


grupos: los soldados que se dividieron su ropa (23:34) y que se burlaron de él (23:35–
36); la muchedumbre curiosa, y probablemente a esas alturas, algo silenciosa (23:35), y
los líderes religiosos de los judíos.
Cuando se burlaron de él, decían: “a otros salvó sálvese a sí mismo, si éste es el
Cristo, el escogido de Dios” (23:35). Actuaban totalmente de acuerdo a su concepto
torcido de lo que el Mesías había de ser. La idea de un Mesías sufrido les parecía
completamente imposible. Según ellos, debía tener gran poder y los vengaría por la
fuerza. La verdad es que aunque Jesucristo hubiera bajado de la cruz en ese mismo
instante, no lo hubieran creído.
Se acostumbraba colgar del cuello del crucificado una especie de anuncio que
mencionara el crimen cometido. Como Pilato no encontró ninguna falta, su rótulo
tendría que ser distinto, y puso: “Este es el Rey de los judíos” (23:38). A lo major era
una especie de venganza contra los líderes religiosos.
El ladrón arrepentido vv. 39–43. Es probable que al principio, los dos ladrones se
burlaran de Cristo (Mateo 27:44), pero pasando el tiempo, uno cambió de actitud. No
cabe duba que había oído algo acerca de Cristo. Además, debe haber escuchado su
oración intercediendo por sus enemigos. Asimismo, debe haber sentido que algo muy
injusto se había llevado a cabo al crucificar a ese inocente. El ladrón reconoció que él sí
merecía el castigo. Así que estaba bajo la convicción de pecado y se dio cuenta de que
éste no era un hombre cualquiera, sino el Mesías, y pidió misericordia para él. Lo que la
nación nunca hizo, lo hizo este ladrón que agonizaba.
“NO POR OBRAS,PARA QUE NADIE SE GLORÍE”
Efesios 2:9.
La contestación de Jesús es maravillosa. Con ella, contradice a los que dicen que la
salvación es por obras y de paso erradica el concepto del purgatorio. “De cierto te digo
que hoy estarás conmigo en el paraíso” (23:43). El ladrón no tenía mucho tiempo para
gozar de la vida aquín en la tierra, pero se preparó bien para la venidera.
No es conveniente posponer la decisión de creer en Cristo y aceptar el perdón y vida
que él ofrece. Por otro lado, mientras uno tenga vida, es posible aceptar la oferta de
Cristo.
“HE AQUÍ AHORA EL TIEMPO ACEPTABLE;
HE AQUÍ AHORA EL DÍA DE SALVACIÓN”
2 Corintios 6:2.
Otros acontecimientos espectaculares vv. 44–45. No cabe duda que la salvación del
ladrón arrepentido fue espectacular. Además, hubo otros dos acontecimientos que
atemorizaron a la gente.
Desde las doce horas del mediodía hasta las tres de la tarde, hubo una oscuridad
sobrenatural. Era como si Dios estuviera envolviendo a su Hijo en una nube protectora
de oscuridad durante el tiempo en que pagaba por el pecado de la raza humana.
Además, “el velo del templo se rasgó por la mitad” (23:45). Simbólicamente, indica
que se ha abierto el camino a la comunión con Dios, porque se ha ofrecido el sacrificio
perfecto. El pecador que crea puede aprovechar esa nueva entrada.
Jesús se entrega a Dios vv. 46–49. “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”
(v. 46). Con etas palabras se cumplió la primera parte de lo que Cristo había dicho de sí
mismo en Juan 10:18, “Nadie me la quita (mi vida), sino que yo de mí mismo la pongo.
Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar”.
Sus últimas palabras reflejan dos importantes verdades: primero, su comunión
íntima con el Padre nunca decayó, y segundo, comprendía que había terminado su obra
expiatoria. En cierto sentido, también demuestran quién estaba controlando la situación.
¡No eran los soldados romanos ni los líderes religiosos!
Con calma y autoridad, se despidió de su espíritu. De todo eso tomó nota el
centurión encargado do los soldados y le afectó profundamente. No se sabe si llegó a ser
creyente. Si no lo fue, cuando menos se aproximó
mucho más que los judíos relgiosos.
“VERADADERAMENTE ESTE HOMBRE
ERA JUSTO”
(Lucas 23:47).
Esta sección termina con un breve comentario acerca de algunos de los
espectadores. No cabe duda que hubo un cambio de actitud de parte de muchos de ellos;
no tanto que llegaran a creer al pie de la cruz, pero cuando menos sí afectó su
conciencia. A lo mejor fue otro factor que el Espíritu Santo preparó para que recibieran
el mensaje de Pedro en el día de Pentecostés. A la sombra de la cruz empezaron a
considerar la magnitud del crimen cometido.
Algunos amigos y las mujeres creyentes también observaron los eventos, pero de
lejos. Al pensar en la situación, más valdría encomiarlos por estar presentes que
criticarlos por estar mirando de lejos (23:49). Nada podían hacer para cambiar la
situación, por mucho que hubieran querido, y se requería de cierto valor para estar en
los alrededores.
EL ENTIERRO 23:50–56
La ternura y amor que reflejan estos versículos están en contraste con lo amargo y
cruel de los que describen la cruz. Aquí, unos creyentes que amaban al Señor, le
prestaron los cuidados necesarios a la hora de su muerte. Dos hechos nos indican que
José, conocido como oriundo de Arimatea, vivía en Jerusalén.
En primer lugar, era miembro del Sanedrín, que tenía por regla que sus miembros
residieran en Jerusalén. El texto indica que aunque pertenecía al concilio, no estuvo de
acuerdo con la decisión que tomaron.
Segundo, poseía una tumba allí cerca de la ciudad. Con gran ternura e igual valor,
pidió el cadáver del Señor a Pilato. Se puede imaginar el valor que se requería, siendo
que era miembro del grupo que había condenado a Cristo. Es interesante también notar
que no lo hizo sólo. Nicodemo, otro judío prominente, también miembro del Sanedrín,
lo acompañó(Juan 19:39).
Las mujeres fieles, aquellas creyentes que siempre le servían, tomaron nota de
dónde lo habían puesto. Aparentemente, o no hubo tiempo, o no tenían suficientes
especias para embalsamar el cuerpo de Jesús antes del sábado. La ley permitía que se
embalsamara un cadáver en el día sábado, pero no se podían comprar y preparar las
especias y ungüentos. Así que las mujeres obedecieron los requisitos y descansaron el
sábado.
Ese día, reinó la calma en la ciudad después del día tumultuoso que le había
precedido.
EL SEÑOR MURIÓ DE VERDAD.
EL ENTIERRO LO COMPROBÓ.
LA RESURRECCIÓN DE CRISTO 24:1–12
Así se intitula esta parte de la narración. pero a la verdad la porción no revela nada
de la resurrección en sí. No hay ninguna descripción en los evangelios de los detalles de
cómo o cuándo sucedió. Más bien, aquí se presentan algunos de los acontecimientos que
sucedieron después del evento.
Cristo había ya resucitado cuando empezaron los sucesos del capítulo24. El primer
versículo continúa relatando el ministerio cariñoso de las mujeres creyentes. Ellas ya
habían hecho todos los preparativos y llegaron a la tumba para embalsamar el cadáver.
Para su gran sorpresa, encontraron la tumba abierta y vacía.Su perplejidad se transformó
en miedo cuando vieron a los ángeles. A la verdad, la apariencia de los seres celestiales
siempre causaba esa reacción entre los hombres (24:5).
Ah, pero el mensaje angelical, ¡qué bello! Y ellas, ¡qué alivio debieron haber
sentido! El mensaje consta de tres puntos: (1) una interrogación; (2) un comentario
categórico; y (3) un repaso.
El primer punto señala lo incongruente de buscar en la tumba al que dijo: “Yo soy la
resurrección. y la vida” (Juan 11:25). El segundo punto es una declaración categórica de
la verdad de la resurrección. Dios, a través de su mensajero, afirmó el acontecimiento.
El recordatorio que les hizo el ángel tenía que ver con las palabras de Cristo mismo
(24:6–7). Con eso, aquellos ojos, ofuscados por la tristeza y por la angustia, fueron
abiertos: “Se acordaron de sus palabras” (24:8).

¡PENSEMOS!
Si lo permitimos, las tensiones y problemas del día
tienden a ofuscarnos y a obscurecer o hacernos olvidar lo
que Dios mismo ha dicho en su Palabra. Es natural o, si se
quiere, humano, pasar por semejante experiencia, pero para
el creyente, no es necesario. El remedio es acudir de
inmediato a lo que Dios dice, dejando que el Espíritu Santo
aplique esas grandes verdades bíblicas como medicamento y
calmante.

Naturalmente, tenían que compartir esas buenas noticias (24:9). Pero al hacerlo, no
lograron convencer a los demás seguidores: “Mas a ellos les parecían locura las palabras
de ellas, y no las creían” (24:11). Lucas emplea un término que en su profesión médica
se refería al balbuceo del delirio. Como para comprobar lo dicho por las mujeres, el
siempre impulsivo Pedro fue a ver. El apóstol Juan se identifica como su acompañante
en Juan 20:2. Al contemplar la tumba vacía y la ropa echada a un lado, Pedro quedó
asombrado y pensativo. Era cierto lo que las mujeres habían reportado, pero, aun así, él
no era capaz de comprender lo que había sucedido. !Qué propenso a la incredulidad es
el corazón humano!
MINISTERIO DEL CRISTO RESUCITADO 24:13–49
A los viajeros a Emaús vv. 13–35
El sentir de los viajeros que iban en camino a Emaús es típico de lo que pasaba a los
seguidores de Jesús. Tal vez por esta razón Lucas dedica tanto epacio a este incidente en
vez de hacer una lista de todas las veces que Cristo apareció y ministró después de su
resurrección.
El repaso de los eventos de los últimos días era el tópico común entre los dicípulos
de Cristo. Los dos viajeros no sólo repasaban lo acontecido, sino que luchaban por
entender la razón. En eso estaban, cuando el texto (24:15) dice que Cristo mismo se
unió a ellos. Solamente que “los ojos de el los estaban velados, para que no le
conociesen” (24:16).
Mediante una serie de preguntas, el Maestro hizo que le revelaran lo que platicaban
y preocupaba. Con todo y que admiramos su ténica para sacar los detalles a la luz, no es
de compararse con la maravillosa enseñanza que les dio: “Y comenzando desde Moisés,
y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él
decían” (24:27). Por supuesto, no es extraño que Cristo lo hiciera. ¿Quién conoce mejor
la Palabra de Dios que su autor, Dios mismo? ¿Y sus escuchas? Pues, después
confesaron que con corazón ardiente atendieron su exposición del Antiguo Testamento
(24:32). Pero no se dieron cuenta de quién era hasta que llegaron a casa. Entonces le
invitaron a quedarse.
¡Afortunados viajeros! ¿Qué hubiera pasado si no hubiera aceptado? Se hubieran
perdido del privilegio de su vida: haber visto a Cristo resucitado. En la comida que
siguió, lo reconocieron cuando partió el pan. ¡Al fin fueron abiertos sus ojos!
¿SERÁ QUE VIERON LAS CICATRICES EN LAS
MANOS?
¡Imposible imaginar el gozo que experimentaron!
Cristo, por otro lado, no se quedó, y ellos tampoco permanecieron en Emaús. Más bien
regresaron de inmediato a Jerusalén para contar las noticias a los demás. Cuando
llegaron, aún antes de informar a los discípulos (24:33–34),recibiéron Confirmación de
la noticia de parte de ellos también. ¡Cómo cambió el ambiente! En vez de la
desesperación de pocas horas antes, el gozo empezaba a alumbrar y despejar aquella
atmósfera pesada.
“HA RESUCITADO EL SEÑOR
VERDADERAMENTE”
(24:34).
A los discípulos en Jerusalén vv. 36–49
“Mientras ellos aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos”
(24:36). ¡La prueba final! A estas alturas, varias personas habían visto al Cristo
resucitado. Ahora el grupo entero experimenta su presencia. ¡Y de qué manera! Su
cuerpo glorificado no se veía limitado por paredes o muros, y pasó sin abrir la puerta.
Al principio se asustaron, no estando acostumbrados a esa clase de experiencias.
Pero Cristo alivió sus temores y los invitó a hacer un examen, tipo laboratorio: “Mirad
mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved” (24:39). No era un fantasma,
sino el Señor en persona, ¡Hasta pidió comida! Pero tal vez lo más maravilloso fue que
“entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras” (24:45).
Su enseñanza aquí no abarcaba solamente el repaso de las escrituras
antiguotestamentarias, sino que asignó a sus discípulos una responsabilidad específica.
Como testigos de lo que había pasado, y conocedores del sentido espiritual que poseía,
tenían que predicar ese mensaje al mundo (24:47). Les entregó “la gran comisión”, un
tema que Lucas desarrolla en su segundo tomo, el libro de los Hechos.
Por último, Cristo mandó a sus discípulos que se quedasen en Jerusalén esperando
“la promesa de mi Padre” (24:49). En Hechos 1:8, la promesa se repitió y se cumplió en
el día de Pentecostés.

¡PENSEMOS!
Los seguidores de Cristo de aquel entonces no podrían
haber cumplido con la comisión que les dejó su Maestro sin
la presencia del Espiritu Santo. Era, y todavía es, una tarea
imposible para el hombre solo, porque se requieren recursos
sobrenaturales. Sin embargo, todo eso es muy típico de cómo
funciona Dios. Nunca nos asigna tareas sin proveer los
recursos que necesitamos para ejecutarlas.

LA ASCENSIÓN DE CRISTO 24:50–53


Todos juntos salieron de la ciudad hacia Betania, lugar situado en el monte de los
Olivos, y allí los bendijo. No se sabe en qué consistió esa bendición. Sus palabras no
fueron grabadas. Sin embargo, basta saber que Cristo los dejó con palabras de ánimo.
Eso lo sabemos porque, aunque iba a partir quien había sido el centro de su vida por los
últimos tres años y pico, no hubo tristeza. Más bien, regresaron a la ciudad gozosos,
alabando a Dios. Parece que al fin captaron lo que Cristo había estado enseñando:
“Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le oecultó
de sus ojos. Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aqui se
pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales también les dijeron:
Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de
vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo” (Hechos 1:9–11).

¡Qué bendición la de Teófilo! Por medio de la pluma de Lucas y la dirección del


Espíritu Santo, recibió la docurmentación de la vida y ministerio terrenal del Hijo del
Hombre, Jesucristo, el Hijo de Dios. A la vez le proveyó un vistazo de las condiciones
de la nación de Israel, incluyendo su desastroso ambiente espiritual. Sus palabras
pintaron, a todo color, cuadros verbales de fariseos, saduceos y escribas, hipócritas casi
todos. Al final, Lucas llevó a su lector hasta la cumbre del calvario donde pagó el precio
por el pecado de la raza humana, visitando la tumba vacía con las mujeres y Pedro y
caminando con los dos discípulos por el camino a Emaús.
Gracias a la obra del Espíritu Santo, que empleó el amor de Lucas por Teófilo,
nosotros también tenemos este relato.

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