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Con Claudia ¿De una?

El progresivo avance que han logrado agrupaciones y movimientos políticos alternativos en


Colombia en las últimas elecciones, ponen de presente la potencia que tiene la organización del
campo subalterno y su movilización en diversos escenarios de disputa frente a las fuerzas
retardatarias que representa el proyecto uribista en sus diversas facciones.

Hoy la elección a la alcaldía de Bogotá tiene un panorama bastante difuso y pesimista para las
fuerzas sociales que confluyen en diversos proyectos alternativos. Las encuestadoras indican una
tendencia de caída vertiginosa para Claudia López y un ascenso constante de Carlos Fernando Galán,
el caballo de troya de quienes apoyaron y gobernaron con Peñalosa.

Ante esta disyuntiva, no creo que se requiera de un análisis profundo para afirmar que un gobierno
de los amigos de Peñalosa sería funesto para la mayoría de bogotanas y bogotanos, para el
medioambiente y el futuro de los proyectos alternativos. Basta ver la respuesta represiva que se le
ha dado a la protesta social durante este periodo y el modelo de ciudad excluyente que ha querido
imponer el urbanista sin doctorado pagado por Volvo. La decisión para las y los votantes de izquierda
o de aspiraciones progresistas, me parece fácil: Si va a votar, vote por Claudia López para la alcaldía.

Claudia no es una persona cercana a los movimientos sociales y tiene un programa de gobierno que
no representa las aspiraciones más importantes de la gente que habita y depende de Bogotá -y aquí
valdría la pena preguntarse cuál es la relación que tiene Bogotá con el resto del país y la región
latinoamericana-. Sin embargo, creo que es un error que la cuestión a la que se reduzca el debate
al interior de las fuerzas sociales alternativas sobre esta elección sea si se hace metro subterráneo
o metro elevado. Por lo mismo, es necesario pensar de una manera más amplia y estratégica: ¿qué
tareas han quedado pendientes para quienes creemos y trabajamos en torno a proyectos
alternativos? ¿qué papel han jugado lxs referentes electorales de esos proyectos? ¿qué podemos
hacer en el corto plazo del juego electoral?

Hay que empezar entonces por analizar cuáles pueden ser las enseñanzas que van dejando estas
elecciones para la construcción de cualquier proyecto político que reclame ser alternativa al modelo
depredador de la vida, alternativa a la guerra contra el pueblo y alternativa a la dominación
masculina.

Lo primero es reconocer la asimetría de recursos e infraestructura electoral entre las agrupaciones


y movimientos políticos alternativos y los partidos tradicionales y retardatarios, donde los primeros
tienen una gran desventaja. Con esto claro, podríamos preguntarnos dos cosas: 1) Si una disputa
electoral se hace más sencilla al contar con más capacidad operativa, ¿por qué no se han propuestos
los espacios necesarios para la juntanza, la coordinación y la unión de los procesos políticos que se
enfrentan a los partidos tradicionales y retardatarios? La unión no es solamente viable en términos
programáticos, es una necesidad perentoria en el juego electoral. 2) Comprendiendo que la lucha
social se libra en distintos escenarios, uno de los cuales es el escenario electoral, ¿por qué es tan
común ver a estas agrupaciones y movimientos alternativos abocados en trabajar con mayor
intensidad en épocas electorales? Si bien hay coyunturas en que una elección define por completo
la concreción de un proyecto político, no se puede seguir creyendo que la construcción de un poder
alterno al hegemónico se va a construir únicamente en el terreno en que las fuerzas retardatarias
tienen ventaja histórica. Las batallas electorales no se preparan con cinco o diez meses de
anticipación; para tener un margen de maniobra favorable a los cambios hay que construir
experiencias colectivas radical y creativamente alternativas en las relaciones familiares, en el
trabajo, en los barrios y veredas, en las escuelas y universidades, en las fiestas y festivales, en los
cultos e iglesias, en las relaciones afectivas, en los medios de comunicación, etc. Hay que organizarse
en el sentido amplio del término: concretar la utopía en la cotidianidad particular y en los distintos
espacios en que el capital, el militarismo, el patriarcado y el colonialismo han dejado sus huellas.

Ahora bien, al respecto de la segunda pregunta, creo importante desaprobar y reclamar por la poca
voluntad que han mostrado Gustavo Petro y otros referentes de la Colombia Humana para gestar
los procesos necesarios para la constitución de una dinámica orgánica que soporte y amplíe el
programa político que quedó planteado en las elecciones presidenciales, y que resultó convocante
para una buena parte del pueblo colombiano. Esto no sólo ha impedido la emergencia de nuevos
cuadros políticos que puedan oxigenar las mismas apuestas electorales -puede que por una excesiva
confianza en el caudillismo o el vanguardismo-, sino que ha marcado una pauta antidemocrática en
el movimiento que se expresa, tanto en la falta de una circulación del saber y la información entre
las gentes que respondieron activamente al llamado de la Colombia Humana en 2018 -militando o
haciendo campaña-, como la falta de orientación para que haya una dinámica de toma de decisiones
colectivas que den fuerza a las acciones del movimiento.

Una cosa preocupante que ocurrió para esta elección en Bogotá en relación con lo anterior fue la
designación a dedo del candidato que respaldó Colombia Humana. Las explicaciones que Petro ha
dado frente a las inconformidades no han sido ni convincentes ni justas. Simplemente prescindieron
de la deliberación y decisión democrática de “las ciudadanías libres” que dan vida a la Colombia
Humana por cálculos electoreros. ¿Acaso Hollman Morris por ser “el de Petro” representa y
defiende lo que Colombia Humana aglutinó en las pasadas elecciones presidenciales? Claro que no.
Hollman no sólo es un agresor machista -denunciado públicamente por varias mujeres, a quienes,
como víctimas o afectadas, el movimiento debería poner por encima de sus aspiraciones
electorales-, sino que su compromiso con el proyecto de la Colombia Humana es conflictivo con las
reivindicaciones feministas. Estas cuestiones ponen en duda, no sólo la capacidad de articular
demandas y voluntades subalternas -relegando las demandas feministas-, sino sobre el mismo
carácter alternativo de la Colombia Humana al no tener como principio organizativo de su lucha la
democracia deliberativa.

Por último, ¿qué podemos hacer en el corto plazo del juego electoral? Tener claro que, si Claudia
López no quiso pactar un acuerdo programático con los sectores sociales alternativos, hay que
hacerle una oposición dialogante que logre quebrar la ambigüedad de su propuesta de ciudad. Esto
empieza en el mismo momento en que se vota: Hay que votar por listas y candidatos que estén en
sintonía con el ecologismo, el feminismo y el anhelo popular. Claudia puede ganar, pero debemos
hacerle saber que su gobierno no podrá ser viable si decide ignorar las propuestas de las fuerzas
sociales alternativas.

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