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Partes
Plazo
Siniestro
Determinación de la indemnización
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LECCIÓN 1 de 16
La conformación de una mutualidad que consienta la distribución, entre una masa de sujetos expuestos a
riesgos inciertos y futuros, de la carga que conlleva su efectiva realización, es uno de los fundamentos
principales de la operación técnica inserta en el contrato de seguro. Pues, ella supone transformar el riesgo
individual en un riesgo colectivo. Así, desde el punto de vista de la mutualidad, el contrato de seguro apunta
más a una causa-fin relacionada con la dispersión de ese riesgo individual en una pluralidad de riesgos, que
constituyen una verdadera comunidad.
En otros términos, la estadística nos permite visualizar la relación que asume la empresa aseguradora,
frente a los siniestros y la masa de asegurados o, lo que es igual, nos permite determinar la frecuencia o
repetición, de manera regular de un hecho dañoso incierto y futuro; por lo que se trata de un método de
apreciación utilizado por las empresas aseguradoras. A su vez, debe tener en cuenta riesgos cuyo objeto,
valor y duración sean de naturaleza homogénea y fundarse principalmente en su dispersión y no en su
generalización.
Existe una diferencia entre la probabilidad de un siniestro y la frecuencia con que ese riesgo se vuelve cierto.
La finalidad del contrato de seguro es, en parte, disminuir o eliminar esa diferencia, a los fines de que la
contribución de cada individuo a la comunidad de riesgo sea suficiente para satisfacer las necesidades de
aquellas personas que han sufrido efectivamente un siniestro o hecho dañoso.
Desde el punto de vista técnico, la operación del seguro se basa en un cálculo de probabilidades, donde
deberán tenerse presentes los preceptos propios de las estadísticas y riesgos seleccionados.
Ahora bien, prever el número de siniestros que van a acontecer y que encuentran relación con los riesgos
asegurados, constituye un cálculo de probabilidades que no es factible lograr a través de estadísticas.
Éstas, debemos aclarar, se establecen sobre la base de riesgos pasados y conocidos.
La estadística, la frecuencia y el costo promedio de los hechos dañosos pasados son los elementos que
contribuyen a que la empresa aseguradora pueda establecer anticipadamente la cotización del contrato de
seguro en particular.
El cálculo de probabilidades, efectivamente, suministra al asegurador los medios que le permiten establecer
una previsión del costo de los siniestros, y así determinar las primas que deberán acumularse para afrontar
las obligaciones comprometidas.
Cabe recordar que la estadística se basa en la mayor cantidad de muestras o casos pasados posibles,
favoreciendo, de esa manera, a una mayor exactitud de los cálculos y disminuyendo el margen de error, lo
que no sería posible si se tomaran en cuenta los riesgos nuevos. Tal medición disminuiría el rigor del cálculo.
La primera de las mencionadas es elaborada sobre la base de la estadística que tiene en cuenta el
presupuesto financiero en cada año de vigencia del seguro, para hacer frente a las obligaciones
contractuales. Dicha actividad es realizada por la aseguradora a través de la división en categorías
homogéneas de la masa de riesgos.En mérito de lo expuesto, surge la necesidad de que la empresa
aseguradora opere con contenidos contractuales de adhesión, propios de las actividades de contratación en
masa. Como contrapartida, no existe etapa de negociaciones previas al perfeccionamiento del contrato.
Tales circunstancias conllevan que el asegurado no tenga otra alternativa que adherir o desistir de la
contratación, lo que lo pone en una clara situación de desequilibrio contractual, tornando inviable pensar en
que exista una categoría de contratos de seguro paritarios.
Pero la empresa aseguradora, constituida como una actividad económicamente organizada, presta un
servicio para el asegurador. Ésta, en efecto, se constituye por medio de sociedades autorizadas, sometidas
a control estatal, cuyo objetivo es la producción de servicio con ánimo de lucro. La actividad aseguradora no
escapa al alma mater de todo negocio, que es la rentabilidad.
Se ha explicado ya que la mutualidad proviene de la recaudación de la masa de asegurados, que son los que
permiten, por un lado, solventar las obligaciones asumidas por la empresa, y, por el otro, obtener la
rentabilidad propia de la actividad. Y también hemos referido a que la estadística sólo nos permite conocer
una probabilidad en la que teóricamente el riesgo incierto y futuro puede acontecer. De ello surge la
necesidad de que la empresa aseguradora intente cubrirse, o de alguna manera garantizar las disparidades
negativas existentes entre la probabilidad y la realidad.
En efecto, el contrato de reaseguro se acuerda en ocasión en que el asegurador tiene un potencial desborde
cuantitativo de los riesgos que asume y explota comercialmente, o bien cuando asume riesgos de
determinada naturaleza y que generalmente resultan extraordinarios.
LECCIÓN 2 de 16
La Ley de Seguros tiene su origen en el año 1958 cuando el Gobierno de la Nación le encomendó, al
distinguido jurista y especialista en derecho de seguros, el Dr. Isaac Halperín, la tarea de preparar un
proyecto de ley general de seguros. Proyecto que, una vez concluido – a mediados del año siguiente-, fue
elevado al Poder Ejecutivo y, con posterioridad, a la Comisión Asesora, Consultiva y Revisora pertinente. En
mayo de 1961 se elevó el proyecto definitivo de la ley que constaba de 256 artículos en los que se legislaba
al contrato de seguro y reaseguro, y a las entidades aseguradoras y su régimen de control. Seis años
después, el proyecto tomó forma legislativa, cuando fue sancionada la Ley N° 17.418, el 30 de agosto de
1967, excluyendo las entidades aseguradoras que fueron finalmente reguladas con el dictado de la Ley N°
20.091 (López Saavedra, 2012, en Rivera, 2015).
En el año 1998 se presentaron varios proyectos de reforma de la Ley de Seguros, los que fueron remitidos al
Congreso de la Nación, pero no llegaron a tener estado parlamentario.
En el nuevo Código Civil y Comercial unificado, actualmente vigente, no se ha regulado sobre la temática
relativa a los concursos y quiebras, la navegación y los seguros, continuando vigentes las antiguas leyes
especiales. En este sentido, viene al caso destacar que el Senado y la Cámara de Diputados de la Nación, al
elevar el proyecto del mencionado código a los fines de su tratamiento y posterior sanción, en el año 2014,
no incluyeron -en el art. 3° del respectivo informe- a estas leyes especiales (de navegación y seguros) como
leyes derogadas. A su vez, en la misma ocasión se expresó que:
Las leyes que actualmente integran, complementan o se encuentran incorporadas al
Código Civil o al Código de Comercio, excepto lo establecido en el artículo 3° de la presente
ley, mantienen su vigencia como leyes que integran o complementan al Código Civil y
[1] Art. 5 - Ley N° 26.994 (2014). Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de
la Nación Argentina.
Por su parte, los fundamentos del proyecto expresan que éste es respetuoso con lo que se da en llamar
microsistemas autosuficientes de derecho, es decir, respeta las leyes especiales, y entre ellas nombra la
Ley de Concursos y Quiebras, y la Ley de Seguros, que tienen autonomía y a las que el Código Civil y
Comercial unificado no modifica.
No obstante continuar vigente la Ley de Seguros N° 17.418 cuyo estudio nos convoca, el especialista en
derecho de seguros y actual integrante de la Comisión Directiva de la Asociación Argentina de Derecho de
Seguros, Dr. Héctor Miguel Soto, nos enseña que la sustitución de la anterior normativa del derecho común
por el régimen unificador del sistema jurídico privado Argentino, ha producido impactos –aunque de manera
indirecta- en el régimen jurídico de los contratos de seguros; por ejemplo, al introducir importantes
modificaciones en materia contractual. Así, señala que la previsión general de tres formas de contratación,
en: 1. contratos paritarios (entre pares o discrecionales), 2. contratos de adhesión, y 3. contratos de
consumo, es dable de trasladarse al área de los seguros bajo las dos últimas modalidades.
En Argentina, los contratos de seguros siempre tienen cláusulas predispuestas, porque son determinadas
en su contenido por la Superintendencia de Seguros, es decir, no hay plena libertad de contratación. Por lo
tanto, a partir de la nueva legislación, no podría hablarse de contratos discrecionales en materia de seguros,
aunque sí nos podemos encontrar con contratos de seguros por adhesión y de consumo.
Recordamos que, en términos generales, los contratos de consumo son aquellos en que una persona física
o jurídica adquiere bienes con destino final a su propio consumo o al de su grupo familiar o tendiente al
cumplimiento de su objeto social.
Por su parte, los contratos de adhesión son aquellos en los que el tomador puede o no ser un consumidor,
que contrata sobre la base de cláusulas predispuestas.
La nueva regulación legal del derecho común (nuevo Código Civil y Comercial vigente desde el 1º de agosto
de 2015) otorga un tratamiento muy especial al contrato de consumo en el capítulo tercero del libro tercero.
En lo relativo a los daños por accidentes de tránsito, por los que son demandada de corriente las
aseguradoras, a partir de la previsión de la Ley de Defensa del consumidor conforme a la cual ésta era
aplicable a aquellos que estuvieran expuestos a una relación de consumo, se empezó a interpretar que el
tercero víctima en un accidente de tráfico era equiparable al consumidor en el contrato de seguros que
existía entre el responsable y su aseguradora. Sin embargo, los fundamentos del proyecto del nuevo Código
Civil y Comercial vinieron a echar luz sobre este asunto al aludir en forma expresa a este ejemplo y expresar
que esta interpretación constituía un error. Ello despejó toda duda interpretativa al respecto, dejando el
concepto de consumidor circunscripto a los sujetos que clásicamente han sido considerados
consumidores.
Más allá de las consideraciones efectuadas, consideramos que existe una marcada necesidad de adaptar,
en un futuro cercano, la regulación de la Ley de Seguros vigente desde el año 1967, conforme con las
reformas instauradas por el Código Civil y Comercial al régimen jurídico Argentino, verbigracia, en materia de
pólizas de responsabilidad civil al desaparecer la separación entre responsabilidad contractual y
extracontractual, respecto del “consentimiento informado”2 para las pólizas de responsabilidad médica, en
lo relativo a la conceptualización del “dolo”3, a la “responsabilidad de los escribanos”4, al hecho de que nadie
puede en representación de otros efectuar consigo mismo un acto jurídico, lo que puede ser de interés
y tener aplicación en la operación de determinados agentes institorios (art. 368), la normativa sobre
contratos de adhesión (arts. 984 a 989), las cláusulas abusivas, los contratos de consumo (arts. 1092 a
1122), el contrato de transporte (arts. 1280 a 1318), los plazos de prescripción (arts. 1560 a 1565), entre
otros (López Saavedra 2012, en Rivera, 2015).
[2] Art. 59 – Ley N° 26.994. Op. cit.
El contrato de seguro tiene por finalidad garantizar un riesgo. Esta garantía se realiza de manera permanente
y profesional (no ocasional), siendo su finalidad afrontar las obligaciones contraídas en el contrato con los
asegurados, terceros y beneficiarios.
En la búsqueda de un concepto único del contrato de seguro, podemos afirmar que el principio
indemnizatorio abarca todos los riesgos, tanto de seguros patrimoniales como de personas, pudiendo
distinguir simplemente distintas modalidades contractuales. Estas modalidades respetan los mismos
principios o normas de la disciplina, y ello es lo que está previsto en nuestro ordenamiento positivo. En
efecto, algunas especies de seguros, como los de personas, accidentes personales o el seguro colectivo,
presuponen la existencia de un daño (lesiones o muerte). Éste se traduce en el reconocimiento de una
determinada suma de dinero con carácter indemnizatorio, obligación propia del asegurador que varía según
las circunstancias contractuales. El principió indemnizatorio tiene plena vigencia para rubros como daños
emergentes, gastos farmacéuticos, asistencia médica y otros. En los casos de que la indemnización fuese
parcial, el principio indemnizatorio se ve atenuado, pero continúa siendo aplicable.
La ley N° 17.418, en su art. 1°, define a este contrato diciendo: “hay contrato de seguro cuando el asegurador
se obliga mediante una prima o cotización, a resarcir un desafío o cumplir la prestación convenida si ocurre
el evento previsto.”5
Así las cosas, el contrato de seguro es un contrato por medio del cual una de las partes, el asegurador, se
obliga a pagar al asegurado o a un tercero la prestación convenida, contra el pago de un precio, que es
denominado prima, subordinando la efectiva prestación al acontecimiento de un riesgo incierto y futuro.
Previo a dar comienzo al tratamiento pormenorizado del contrato de seguro, y de su regulación legal,
debemos aclarar que el seguro no elimina el daño, sino, simplemente, traslada sus consecuencias desde el
agente pasivo (persona que carga con el riesgo) al asegurador. Este último cargará con los eventos
económicos desfavorables y el costo de una eventual indemnización.
Partes
1 El asegurador.
2 El asegurado.
El asegurador
–
Se compromete a resarcir las consecuencias perjudiciales o dañosas sufridas, derivadas de la verificación
de un siniestro, a cambio de un precio en dinero.
El asegurado
–
Por su parte, se obliga a pagar una prima periódica a la empresa aseguradora, a cambio de una cobertura
de naturaleza pecuniaria, a cargo de la última, en el supuesto en que se produzca el evento dañoso
descripto en la póliza.
Sin embargo, a los fines de una mayor comprensión de este elemento del contrato de seguro,
diferenciaremos a los sujetos que intervienen en atención a su etapa de formación. Para ello, partiremos de
considerar los elementos comunes a todos los contratos. Estos son: el consentimiento, el objeto y la causa.
El primer elemento (consentimiento) nos lleva necesariamente a la noción partes o sujetos del contrato. En
el caso particular del contrato de seguro, seguidamente diferenciaremos a estos sujetos conforme con la
etapa precontractual o contractual en que se encuentren las negociaciones.
En una primera etapa precontractual, denominamos asegurando o asegurable a aquella persona que, de
concretarse la firma del contrato, asumirá el rol de tomador del seguro, pudiendo tratarse de una persona
física o de existencia ideal, destinataria de la invitación a ofertar que le dirige el asegurador. Es de remarcar
que, si bien el asegurable es libre de contratar o no, si llegase a formalizarse el contrato, su solicitud u oferta
deberá versar sobre las condiciones generales predispuestas por el asegurador, que van a integrar el
contenido del contrato y que será reflejado en la póliza. Por su parte, el asegurable es quien pretende
contratar el seguro y sobre quien pesa el deber de informar al asegurador, con la debida lealtad y buena fe, la
situación de riesgo que pretende asegurar, debiendo responder de la misma manera a las solicitudes de
información adicional que efectúe el asegurador.
De más está decir que, en esta etapa precontractual, el asegurable no es parte del contrato, ya que éste no
existe todavía. Sin embargo, la conducta del asegurable, en cuanto a la información del riesgo brindada, se
relaciona con varios conceptos que estudiaremos a lo largo del presente trabajo, tales como: agravación del
riesgo, reticencia, interés asegurable y otros.
El asegurador es aquella empresa privada (no puede tratarse de una persona individual) que, actuando
profesionalmente, presta una actividad económicamente organizada y cuya finalidad consiste en la
prestación de servicios. El hecho de que el asegurador sea una empresa y no una persona individual, se
explica al comprender que la empresa puede llegar a prestar mejor y mayor garantía de ejercicio continuo de
la actividad, pudiendo además contar con la solidez financiera adecuada.
De hecho, es el mismo Estado, a través de sus órganos competentes, el que exige una solvencia mínima y
específica para llevar adelante la actividad aseguradora. A su vez, el hecho de que como empresa tenga que
actuar profesionalmente, significa que la actividad que presta debe ser de manera continua y no ocasional,
debe tratarse de su actividad habitual.
Asimismo, en cuanto a su finalidad al haber dicho que consiste en la producción de servicios, debemos
necesariamente deducir que éstos son ofrecidos a terceros interesados.
De tal modo, la empresa aseguradora puede ser definida como la entidad de carácter privado, que tiene
como objetivo principal asumir riesgos ajenos por medio de un fondo de primas y de esa manera hacer
frente a prestaciones e indemnizaciones a las que se ha obligado frente a sus asegurados, o bien resarcir
los daños y perjuicios sufridos por terceros.
Continuando con nuestro desarrollo, entendemos que el titular del interés asegurable es aquella persona
que tiene interés de preservar su patrimonio de algún peligro. Así, frente a la producción del siniestro, donde
se produce un daño a sus bienes o a su integridad física, el asegurador responde económicamente.
Es interesante destacar que a veces la persona titular del interés asegurable no es la misma persona que
concluye el contrato (llamado por lo general el tomador), entendiendo a aquella persona titular del interés
asegurable como quien tiene derecho a percibir la indemnización que corresponda, la cual deberá ser
afrontada por el asegurador, siendo ésta una de sus principales obligaciones. Mientras que el tomador, sea o
no coincidente con el titular del interés asegurable, nunca deja de ser aquella persona obligada al pago de la
prima.
Por regla general, el destinatario del resarcimiento o de la obligación comprometida por la empresa
aseguradora es la persona del tomador, ya que usualmente coincide con la persona del titular del interés
asegurable.
Existen ocasiones en donde el destinatario del resarcimiento es un tercero, distinto del tomador, que recibe
el nombre de beneficiario.
Para comprender acabadamente la figura del beneficiario, podemos mencionar el seguro de vida en
beneficio de un tercero, donde se establece que en caso de muerte de la persona que concluyó el contrato,
se abone a un tercero sobreviviente. Este beneficiario es un tercero frente al contrato de seguro, ya que no
es deudor frente al pago de la prima, pero sí es titular del derecho a recibir la prestación comprometida por la
empresa aseguradora, debido a la condición de beneficiario establecida en el contrato de seguro. En
consecuencia, no estará obligado al pago de la prima, pero sí a exigir el cumplimiento de las obligaciones y
prestaciones de la aseguradora.
La empresa aseguradora puede ser definida como la entidad de
carácter privado, que tiene como objetivo principal asumir riesgos
ajenos
Objeto
En lo que atañe a la determinación del riesgo asegurado, por regla éste se determina según acuerdo
contractual, teniendo en cuenta que el objeto del contrato sea de acuerdo con el ordenamiento jurídico
vigente, debiendo respetarse en todo momento la licitud del objeto.
Cuando se realice un contrato de seguro cuyo objeto sea contrario a las normas jurídicas vigentes, es decir,
sea ilícito, ya sea porque no respete una norma imperativa, se trate de un objeto prohibido, o bien infrinja el
orden público, la moral o las buenas costumbres, el mismo será pasible de una sanción legal de nulidad.
Además, vienen en nuestra ayuda normas específicas de la Ley de Seguros, donde debemos tener en
cuenta que, según el art. 2 de la Ley de Seguros, podrá asegurarse toda clase de riesgo en tanto y en cuanto
exista un interés asegurable, salvo que expresamente se encuentre prohibido por ley.
Otro principio que continúa reafirmando la obligación de la licitud del objeto del contrato de seguro, es aquel
que establece que en los contratos de seguros por daños patrimoniales sólo podrán ser objeto del contrato
los riesgos en donde existiere un interés económico lícito de que un siniestro no ocurra o acontezca.
Amén de estas dos disposiciones, no debemos olvidar las normas generales contenidas en nuestro Código
Civil (arts. 279 y 391), donde se establece que el objeto de los actos jurídicos debe ser lícito, y la sanción de
nulidad, respectivamente. Tenemos que tener en claro que cuando se realiza un contrato de seguro, es
necesario individualizar el riesgo que asume la empresa aseguradora para estar en grado de determinar y
limitar la extensión de la cobertura que asumirá ésta.
A su vez, esta limitación de la descripción de la cobertura se realiza mediante indicaciones positivas o
exclusiones propiamente dichas a la garantía comprometida por la empresa aseguradora.
LECCIÓN 4 de 16
3 La prima es el precio, retribución, o remuneración que paga el asegurado al asegurador por las
obligaciones que este último asume; es decir, es la contraprestación. Su cuantía es fijada en
relación con la proporción del riesgo a cubrir por el asegurador.
Reza el artículo 2 de la Ley de Seguros que: “El contrato de seguro puede tener por objeto toda clase de
Como consecuencia de ello, la existencia del riesgo y del interés asegurable es un elemento esencial para
que exista contrato de seguro. Por lo tanto, es indispensable que se encuentren reflejados en el tenor literal
del contrato.
En el contrato de seguro, se emplea el concepto de riesgo para interpretar dos ideas diferentes: una,
entendiendo al riesgo como objeto asegurado; y la otra, considerándolo como posible ocurrencia por azar de
un acontecimiento que produce una necesidad económica y cuya aparición real o existencia se previene y
garantiza en la póliza, y obliga al asegurador a efectuar la prestación o indemnización pactada.
Para que el riesgo pueda ser objeto del contrato de seguro debe reunir como características esenciales: ser
incierto y aleatorio; fortuito, posible, concreto, de contenido económico y, por regla, lícito (aunque esta última
característica admite algunas excepciones).
La identificación del riesgo es realizada en un primer momento de manera genérica haciendo mención sólo a
la naturaleza del evento susceptible de producir un daño (por ejemplo, robo, incendio, etc.), pero luego este
riesgo se especifica a través de la individualización del interés asegurable. Este interés que, en adelante,
será un interés asegurado es otro elemento fundamental que nos sirve para la individualización del riesgo, ya
sea que se trate de seguro sobre daños patrimoniales o de personales. Todo esto se realiza a través de
indicaciones positivas. Por último, se efectúa la enunciación de un conjunto de eventos y circunstancias que
quedan excluidas de la cobertura.
Ahora bien:
¿Qué se entiende por indicaciones positivas?
Podemos afirmar que se trata de aquel conjunto de indicaciones que contiene la descripción de los riesgos
cubiertos o asumidos por la empresa aseguradora; por lo tanto, todo aquello que no se encuentra enunciado
o descripto como cubierto, no está garantizado por el contrato de seguro.
Las exclusiones directas de cobertura son el conjunto de indicaciones negativas que surgen de las
condiciones de la póliza, generales o particulares, que establecidas de manera clara, expresamente
enuncian de modo descriptivo las hipótesis que carecen de cobertura asegurativa.
Por su parte, la exclusión indirecta de cobertura alude a la situación hipotética que no se encuentra
descripta dentro del marco conceptual del contrato de seguro mediante indicaciones positivas, y, por ende,
no se encuentra asegurada, pues, como antes dijimos, el riesgo debe encontrarse claramente definido. La
empresa aseguradora, al precisar en el contrato de seguro el riesgo tomado o asumido por el que se
encuentra en adelante eventualmente obligada a pagar una indemnización, ha fijado los límites de la
garantía. Fuera de ellos, el siniestro no cuenta con cobertura.
Se deriva de lo expuesto que los beneficios otorgados por el contrato de seguro, no podrán ser en principio
excluidos, salvo cláusula expresa que así lo determine. Y contrario sensu, los siniestros que no se
encuentran contemplados en el riesgo asumido mediante el contrato de seguro no serán garantizados.
En cuanto a la extensión del riesgo, a menudo nos encontramos con que las cláusulas o condiciones
establecidas en el contrato de seguro no se encuentran redactadas de manera clara, o bien no contienen la
suficiente precisión. Es por ello que, a veces, su interpretación es dudosa. En estos supuestos y atento las
distintas interpretaciones que pueden derivarse, se establece como regla que, en caso de duda sobre la
extensión del riesgo, debemos inclinarnos positivamente por la obligación del asegurador de responder
como convenido.
A esta altura de nuestro análisis, tenemos que tener en claro que, como regla, una vez determinado el riesgo
en el contrato de seguro, se cubren todos los supuestos que no fueron excluidos directa o indirectamente a
través de un conjunto de enunciados de no seguro. Sin embargo, a veces es necesario establecer
expresamente la cobertura del riesgo frente a determinados siniestros en el contrato de seguro, ya que, en
caso de que no se encontrasen excluidos de común acuerdo por las partes, lo pueden estar
preceptivamente. Con esto nos estamos refiriendo a aquellos siniestros excluidos de la cobertura en virtud
del abanico normativo vigente, pero que de común acuerdo por las partes han incluido o admitido en el
contrato.
Así, la exclusión de cobertura del riesgo importa la limitación del riesgo asegurado, pero tal afirmación no
abarca aquellas previsiones establecidas en el contrato de seguro. Por lo tanto, la empresa aseguradora no
se halla obligada a garantizarla ni el asegurado tiene derecho a exigir un resarcimiento frente a un daño o
prestación no prevista. Esto ocurre porque el evento no se encuentra contractualmente establecido a cargo
del asegurador, ni percibió una prima por garantizarlo.
De tal modo, definimos a la exclusión de cobertura como aquella manifestación contractual donde ambas
partes, luego de una negociación, explícita o implícita, acuerdan que el asegurador no tomará a cargo, ni
garantizará aquellas consecuencias que derivan de la realización del riesgo. Es decir que el riesgo se
encuentra formalmente excluido de la garantía comprometida por la empresa aseguradora.
Podemos concluir, entonces, que habrá riesgo excluido o evento que no se encuentre cubierto, toda vez que
el siniestro se verifique en circunstancias que el contrato las prevea como no idóneas para hacer funcionar
la cobertura prevista en el contrato.
También es necesario diferenciar la exclusión de cobertura de otro concepto, la cláusula limitativa o
exonerativa de responsabilidad. Esta ha sido definida como aquella que tiene por fin eliminar total o
parcialmente la obligación de reparar o resarcir por parte de la empresa aseguradora y correlativamente el
derecho del damnificado a exigir un resarcimiento frente al siniestro producido. En otras palabras, esta
cláusula busca liberar o atenuar la obligación del deudor (el asegurador); y desde el punto de vista del
acreedor (tomador), importa renunciar a los derechos de ejercer una pretensión reparatoria, previamente a la
situación de verificarse el daño.
Por lo tanto, debemos poner el acento en la siguiente distinción: una cosa es la cláusula de exclusión de
cobertura, donde se apunta a la materia de la que trata el contrato de seguro; y otra la cláusula limitativa de
responsabilidad, donde se hace hincapié en los efectos obligacionales emergentes del contrato.
La cláusula de exclusión de cobertura, tanto de fuente normativa como de fuente convencional, apunta a
describir circunstancias o acontecimientos en que el siniestro se encuentra fuera de la cobertura
asegurativa.
Subjetivas
–
El dolo o la culpa grave del tomador o beneficiario o del asegurado.
Objetivas
–
Hechos de guerra civil o internacional, motín o tumulto popular, incendio o explosión causados por
terremoto.
Temporales
–
Daños a la explotación agrícola que sufra el asegurado en una determinada etapa o momento de la
explotación, tales como la siembra o cosecha.
Espaciales
–
Daños en el seguro de transporte por viajes efectuados innecesariamente por rutas o caminos
extraordinarios.
Con relación a la fuente contractual, estas detallan o especifican circunstancias particulares frente a las
cuales el siniestro no se encuentra bajo el amparo del seguro. A veces en estos casos reproducen artículos
de la Ley de Seguros, basándose también en consideraciones subjetivas y objetivas.
En cuanto al concepto de siniestro, ya nos encontramos en grado de entender que el riesgo es una
eventualidad prevista en el contrato. De este modo, podremos confirmar que el siniestro es la realización del
riesgo determinado previa y formalmente en el contrato de seguro.
Nuestra Ley de Seguros no nos otorga una única definición de siniestro. Por lo tanto, corresponderá
establecerlo en el texto de la póliza del seguro y a los jueces en sus resoluciones.
Debemos tener en claro que la garantía de la compañía aseguradora se encuentra subordinada a los
siguientes presupuestos:
Presenta interés el supuesto en que es suspendida la cobertura asegurativa por falta de pago de la prima.
En este caso, el asegurador no se halla obligado al resarcimiento, ya que el siniestro sucedió durante el
período en que se encontraba suspendida su cobertura. En sentido contrario a ello, otra posición doctrinaria y
alguna jurisprudencia sostienen que el no pago de la prima no implica la suspensión de la garantía, ni la
exclusión de riesgos, sea legal o convencional, ni mucho menos la nulidad del contrato.
Debemos destacar que toda agravación del riesgo asumido, si hubiese existido al tiempo de la celebración,
que a juicio de peritos hubiera impedido el contrato o modificado sus condiciones, es causa especial de
rescisión del mismo. En este caso, el tomador tiene el deber de denunciar al asegurador las agravaciones
causadas por un hecho suyo, antes de que se produzcan; y las debidas a un hecho ajeno, inmediatamente
después de conocerlas (arts. 37 y 38 de la Ley de Seguros).
Las disposiciones sobre agravación del riesgo no se aplican en los supuestos en que se provoque para
precaver el siniestro o atenuar sus consecuencias o por un deber de humanidad generalmente aceptado.
Por último, debemos diferenciar que mientras el evento constituye una posibilidad de realizarse, estamos
frente a lo que llamamos riesgo; en cambio, cuando dicho evento se concretó o verificó, estamos frente a un
siniestro.
Nuestra Ley de Seguros no nos otorga una única definición de
siniestro. Por lo tanto, corresponderá establecerlo en el texto de la
póliza del seguro y a los jueces en sus resoluciones.
El Precio
El patrimonio de la empresa aseguradora se encuentra constituido por las disponibilidades que provienen de
los aportes o prestaciones de los asegurados, inversores, entre otros.
El aporte que realizan de manera individual todos y cada uno de los asegurados, conforme con criterios
técnicos específicos, recibe el nombre de prima de seguro, cuyo conjunto -considerando a todos los
asegurados de una misma empresa aseguradora- concurre a conformar lo que se ha dado en llamar fondo
de primas. Este fondo de primas reviste vital importancia en el mercado de los seguros.
La prima de seguro se encuentra regulada en la sección VIII de la Ley de Seguros N° 17.418, a partir del
artículo 27, que expresamente establece la obligación del tomador del seguro de pagar una prima de seguro.
Asimismo, establece este dispositivo que, en el seguro por cuenta ajena, el asegurador tiene derecho a
exigir el pago de la prima al asegurado, si el tomador ha caído en insolvencia. Luego, el asegurador tiene
derecho a compensar sus créditos contra el tomador en razón del contrato, con la indemnización debida al
asegurado o la prestación debida al beneficiario.
Como correlato de la obligación del tomador del seguro de abonar la prima, el artículo 28 de la Ley de
Seguros establece que, salvo oposición del asegurado, el asegurador no puede rehusar el pago de la prima
ofrecido por tercero, con la limitación del artículo 134 del mismo plexo legal.
El monto de la prima es establecido por la empresa aseguradora en función del riesgo asegurado.
Ahora bien, cuando el asegurado ha denunciado erróneamente un riesgo más grave que aquel que realmente
desea asegurar, tiene derecho a la rectificación de la prima por los períodos posteriores a la denuncia del
error, de acuerdo con la tarifa aplicable al tiempo de la celebración del contrato. Lo mismo sucede cuando el
riesgo ha disminuido, en cuyo caso el asegurado tiene derecho al reajuste de la prima por los períodos
posteriores, de acuerdo con la tarifa aplicable al tiempo de la denuncia de la disminución (art. 34 de la Ley de
Seguros). Por otra parte, cuando exista agravación del riesgo y el asegurador optase por no rescindir el
contrato o la rescisión fuese improcedente, corresponderá el reajuste de la prima de acuerdo con el nuevo
estado del riesgo desde la denuncia, según la tarifa aplicable en este momento. Por último, y conforme lo
establece el art. 33 de la Ley de Seguros, en los casos de reticencia en que corresponda el reajuste por esta
ley, la diferencia se pagará dentro del mes de comunicada al asegurado.
En cuanto al lugar de pago de la prima, establece la Ley de Seguros que éste será el domicilio del
asegurador o el lugar convenido por las partes. Sin embargo, también prevé que el lugar de pago se juzgará
cambiado por una práctica distinta, establecida sin mora del tomador. No obstante, el asegurador podrá
dejarla sin efecto comunicando al tomador que en lo sucesivo pague en el lugar convenido (art. 29).
La prima es debida desde la celebración del contrato pero no es exigible sino contra
entrega de la póliza, salvo que se haya emitido un certificado o instrumento provisorio de
cobertura.En caso de duda, las primas sucesivas se deben al comenzar cada período de
seguro.La entrega de la póliza sin la percepción de la prima hace presumir la concesión de
Finalmente, cabe destacar que cuando la rescisión del contrato de seguro se produzca por mora en el pago
de la prima, el asegurador tendrá derecho al cobro de la prima única o a la prima del período en curso.
LECCIÓN 5 de 16
Un contrato se forma cuando una persona hace una oferta o propuesta y ella es aceptada por la otra parte,
aceptación que tiene que llegar a conocimiento de la primera.
En tal sentido, la Ley de Seguros prevé, en su art. 4, que: “El contrato de seguro es consensual. Los derechos
y obligaciones recíprocos del asegurador y asegurado empiezan desde que se ha celebrado la convención,
De tal modo, continúa estableciendo que “la propuesta del contrato de seguro, cualquiera sea su forma, no
Uno de los puntos más importantes del contrato de seguro es la póliza y se emite una vez aceptado el
contrato. Dicha aceptación se interpreta como manifestación de voluntad de ambas partes con miras a
celebrar el contrato.
Entendemos por póliza al documento mediante el cual se instrumenta el contrato de seguro, allí constan los
derechos y obligaciones de las partes y contiene condiciones generales -a las cuales el asegurado adhiere
sin discutir- y particulares.
La póliza se formaliza por escrito a los fines probatorios. El art. 11 de la Ley N° 17.418, en su primer párrafo
establece: “el contrato de seguro sólo puede probarse por escrito sin embargo, todos los demás medios de
El asegurador entregará al tomador una póliza debidamente firmada, con redacción clara y
fácilmente legible. La póliza deberá contener los nombres y domicilios de las partes el
interés o la persona asegurada; los riesgos asumidos; el momento desde el cual éstos se
asumen y el plazo; la prima o cotización, la suma asegurada; y las condiciones generales
del contrato. Podrán incluirse en la póliza condiciones particulares. Cuando el seguro se
contratase simultáneamente con varios aseguradores podrá emitirse una sola póliza.13
[13] Art. 11 - Ley N° 17.418 Op. cit.
La formalización de la póliza brinda una mayor certidumbre al contenido de las voluntades de las partes, lo
que luego quedará reflejado en la documentación probatoria pertinente, lo que disminuiría en muchos casos
el nivel de conflicto judicial. Pero, además, existe otra ventaja, ya que en aquellos casos en los que se
judicialice un conflicto, el juez podrá contar con un valioso documento que delimitará con gran precisión la
intención de las partes al momento de contratar, no debiendo remitirse a ningún tipo de anexos.
Destacase una vez más que la póliza constituye el perfeccionamiento del contrato, al ser su prueba
fundamental, sirviendo además como guía interpretativa del contrato. Recordemos que la aceptación de la
propuesta o solicitud no requiere forma alguna, debiendo entenderse aceptada con la emisión de la póliza.
En este sentido, el art. 12 de la Ley de Seguros establece:
negociable de la póliza”.15
Plazo
Generalmente, se celebra por períodos anuales y es un contrato de tracto sucesivo. Así se presume, salvo
que por la naturaleza del riesgo la prima se calcule por un tiempo distinto. El contrato puede ser prorrogable.
El plazo tiene incidencia decisiva en la responsabilidad del asegurador, pues ésta comienza a las doce horas
del día en el que se inicia la cobertura y termina a las doce horas del último día del plazo establecido, salvo
pacto en contrario.
No obstante el plazo estipulado, y con excepción de los seguros de vida, podrá convenirse que cualquiera de
las partes tendrá derecho a rescindir el contrato sin expresar causa. Si el asegurador ejerce la facultad de
rescindir, deberá dar un preaviso no menor de quince días y reembolsar la prima proporcional por el plazo no
corrido. Si el asegurado opta por la rescisión, el asegurador tendrá derecho a la prima devengada por el
La Ley de Seguros indica en su artículo 19, “la prórroga tácita prevista en el contrato, sólo es eficaz por el
Cuando el contrato se celebre por tiempo indeterminado, cualquiera de las partes puede
rescindirlo de acuerdo con lo antes expuesto. Es lícita la renuncia de este derecho de
rescisión por un plazo determinado, que no exceda de cinco años. Las disposiciones de
Esta Ley, indica en su artículo 20, “la liquidación voluntaria de la empresa aseguradora y la cesión de cartera
Sabemos que, por regla, el siniestro se encuentra cubierto, si se verifica que el plazo por el que el asegurador
asume la garantía por el riesgo se encuentra contractualmente previsto.
1 Siniestros que generan daños instantáneos o eventos realizados durante le vigencia del
contrato de seguro, y en que el daño se culmina en el mismo lapso de vigencia.
2 Siniestros en donde el evento se realiza durante la vigencia del contrato, y el daño se prolonga
o se extiende más allá de una vez vencido el mismo.
En ambos supuestos, vemos que el siniestro se produjo cuando se comenzó a causar daño o la
consecuencia en la persona del asegurado, ya sea que se trate de un seguro de interés o de un seguro de la
persona.
Por lo tanto, si la realización del riesgo necesita de un evento dañoso o susceptible de serlo, el asegurador o
la empresa aseguradora sólo cubrirán las consecuencias dañosas del siniestro producido durante la
vigencia del contrato de seguro.
De todo esto inferimos que, si el evento ocurre antes del comienzo de la vigencia del contrato de seguro, y a
pesar de ello el daño extiende su duración una vez ya vigente el contrato de seguro, el asegurador no asume
garantía respecto de aquél, ya que la misma se encuentra subordinada a que el siniestro acaecido se
produzca durante la vigencia del contrato.
Ahora bien, si un siniestro acaece durante la vigencia del contrato de seguro, pero las consecuencias
dañosas se prolongan más allá de extinguido el mismo contrato, el asegurador debe responder (pese a la
moderna tendencia de limitar este tipo de obligaciones y responsabilidades del asegurador a través de las
denominadas claims made).
Otra situación para tener en consideración es cuando el daño se manifiesta luego del vencimiento del
contrato de seguro, pero el evento que lo generó se realizó durante la vigencia del contrato. En este caso,
como el siniestro es una cuestión indivisible respecto del daño que lo origina, se mantiene la obligación de
responder por parte del asegurador o la empresa aseguradora. Esto es, el asegurador debe hacerse cargo de
las consecuencias dañosas manifestadas una vez que ya ha finalizado el contrato de seguro, pero siempre
que el evento se haya originado durante la vigencia del contrato.
La manifestación tardía de las consecuencias dañosas, producidas una vez extinguido el contrato de
seguro, motiva la necesidad de que, a los fines de decidir con respecto a la garantía del asegurador, se esté
al tanto del momento en que se produce el evento, siempre y cuando exista la debida relación de causalidad
con relación al daño.
LECCIÓN 8 de 16
El seguro de persona por cuenta ajena se encuentra regulado en forma especial en la sección VII de la Ley
de Seguros.
Regla:
Excepto lo previsto para los seguros de vida, el contrato puede celebrarse por cuenta
ajena, con o sin designación del tercero asegurado. En caso de duda, se presume que ha
sido celebrado por cuenta propia.Cuando se contrate por cuenta de quien corresponda o de
otra manera quede indeterminado si se trata de un seguro por cuenta propia o ajena, se
aplicarán las disposiciones relativas a los seguros por cuenta ajena si surge del contrato
Conforme lo establece la Ley de Seguros, “el seguro por cuenta ajena obliga al asegurador, aun cuando el
Y sigue en el artículo 24, indicando que “los derechos que derivan del contrato corresponden al asegurado si
posee la póliza. En su defecto, no puede disponer de esos derechos ni hacerlos valer judicialmente sin el
El seguro de abono es llamado también seguro flotante porque se instrumenta mediante una póliza flotante.
A través de esta modalidad contractual se garantiza un conjunto de intereses sujetos a seguro en momentos
distintos, es decir que se asegura una universalidad de cosas que deben permanecer en el lugar que
se indica en el contrato, aunque sus elementos puedan cambiarse porque no se los individualiza.
Pueden venderse, consumirse, sustituirse, etc., con tal que la universalidad permanezca en su sustancia
con independencia de los cambios en los elementos particulares que la conforman. Por ejemplo, cuando un
empresario deposita la mercadería que comercializa y guarda en stock para la venta en un determinado lugar
y la asegura contra el riesgo de robo e incendio. Para que el seguro cubra el eventual siniestro, ese stock de
mercadería (o el que la reemplaza; por ejemplo, por reposición) debe permanecer en el local indicado.
LECCIÓN 10 de 16
En virtud del contrato de seguros, el asegurado tiene las siguientes cargas, obligaciones y prohibiciones:
Para profundizar sobre las obligaciones del asegurado y del asegurador, se recomienda al alumno remitirse a
la bibliografía de lectura recomendada.
LECCIÓN 12 de 16
Siniestro
La Ley de Seguros no da una definición de Siniestro. Como consecuencia de ello, se deberá establecer en el
texto de la póliza del seguro qué se entenderá por siniestro, y, asimismo, a los jueces en las resoluciones
judiciales que emitan en los casos concretos sometidos a su decisión.
Para dar una noción de siniestro, recordamos que el riesgo es una eventualidad prevista en el contrato. A
partir de ello, podemos sostener que el siniestro es la realización del riesgo determinado previa y
formalmente en el contrato de seguro, y asumido por la aseguradora.
Determinación de la indemnización
Conforme con el principio de reparación integral, la indemnización pecuniaria que debe pagar la aseguradora
ante un evento dañoso previsto en la póliza como riesgo asegurado, busca la recomposición de las cosas o,
lo que es igual, volver las cosas a su estado anterior. A esta operación también se la denomina
cuantificación del daño. La suma que se determine no debe ser mayor a ese límite.
LECCIÓN 14 de 16
Video conceptual
Contrato de seguro
El video muestra la definición de contrato de seguro, la finalidad del mismo, sus características, menciona
los sujetos que intervienen, asimismo menciona los elementos esenciales de este contrato, riesgo, precio e
interés asegurado, y los objetos de este contrato.
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Referencias
Ley N° 26.994 (2014). Código Civil y Comercial de la Nación. Honorable Congreso de la Nación Argentina.
Rivera, J. (2012). Comentarios al Proyecto de Código Civil y Comercial de la Nación. Buenos Aires: Ed.
Abeledo Perrot.
LECCIÓN 16 de 16
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