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Definiciones:
Desde el punto de vista militar esa contienda no alcanzó niveles comparables a los
que se dieron en El Salvador y Nicaragua. Se manifestó principalmente como guerra
de guerrillas. La mayoría de los enfrentamientos armados involucraron a
formaciones no mayores de compañías, predominando el uso de infantería.
Los escenarios de combate fueron predominantemente rurales, aunque en ciertas
coyunturas la guerra urbana, principalmente en la ciudad capital, adquirieron
relevancia. El área de operaciones fue inicialmente el nororiente del país,
desplazándose posteriormente a la selva tropical húmeda del norte y el altiplano
occidental. En esta última región la confrontación adquirió su mayor intensidad. La
insurgencia no llegó a establecer territorios liberados, aunque sí áreas de influencia.
Por su naturaleza, los enfrentamientos armados no generaron bajas militares de
grandes proporciones. Sin embargo, la estrategia contrainsurgente de ese tiempo,
empleada por los gobiernos autoritarios, tuvo como efecto un alto costo humano. Se
estima que cerca de 200 000 personas perdieron la vida, 75 000 de ellas entre 1980
y 1982, siendo las víctimas en su gran mayoría población civil no combatiente,
incluyendo una elevada cifra de detenidos-desaparecidos. En el mismo espacio de
tiempo, el número de refugiados internos y desplazados externos puede haber
sobrepasado un millón de personas, equivalente a la séptima parte de la población
del país. Entre las víctimas, predominó la población campesina indígena. La
posibilidad de paz se mantuvo vigente, empero, debido a que la Comisión Nacional
de Reconciliación (CNR) creada a partir de las recomendaciones de Esquipulas y
presidida por el entonces obispo Monseñor Rodolfo Quezada Toruño, organizó
encuentros de la URNG con representaciones de la sociedad civil. Este ciclo,
conocido como el “ciclo de Oslo”, involucró a la misma CNR, los partidos políticos,
las Iglesias, los empresarios, académicos y grupos populares. Su principal resultado
fue obtener respaldo de la mayoría de entidades participantes (con excepción de los
empresarios) a la posición de que la negociación debería incluir a la agenda larga.
En 1990 asumió el poder el segundo presidente de la transición, Jorge Serrano, el
cual había participado en el proceso de Oslo. Serrano buscaba impulsar la
negociación y para ello inició su gestión con cambios en los mandos militares, con lo
que estableció su autoridad, y aceptando la agenda larga para negociar. El golpe,
conocido como “serranazo” fracasó y el Congreso de la República designó como
Presidente a Ramiro de León Carpio, quien venía fungiendo como Procurador de los
Derechos Humanos. Las conversaciones de paz se retomaron en México y en enero
de 1994 se firmó un Acuerdo Marco para la reanudación de las negociaciones.
HISTORIA
A mediados de la década de 1990 se firmaron los Acuerdos de Paz, que fueron los
más completos de la región, puesto que incorporaron aspectos vinculados a la
redistribución de los medios de producción, el respeto a los derechos humanos y la
autodeterminación de los pueblos indígenas, así como la desmilitarización de las
comunidades.
ANÁLISIS CRÍTICO