Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Iván Vargas-Chaves
Resumen
Palabras clave
Introducción
Como se plantea en el presente texto, dicha situación genera una fuerte confrontación
entre el texto de la norma y una realidad que se niega a adoptarlo, la aplicación de las
normas mencionadas afecta la construcción de un tejido social que se ha venido
forjando durante muchos años y que consolida toda una estructura social y cultural que
se ha generado en torno a las semillas.
los productos campesinos a los consumidores, dicha situación parece entrar en una
fuerte contradicción con lo establecido en la Resolución 970 de 2010 y demás procesos
reglamentarios para el uso de la semillas, las cuales crean todo un modelo de acceso y
consumo de semillas direccionado al interés de unos pocos particulares, en
contraposición al tejido social que se ha venido forjando y que es la base estructural de
los pequeños productores, los cuales de acuerdo al acuerdo final de paz, son la base de
la negociación.
Dicha situación genera otro grave problema, relacionado con la seguridad y soberanía
alimentaria del país, el control sobre la comercialización de las semillas de una manera
u otra se traduce en el control sobre la seguridad alimentaria y por consecuencia afecta
la soberanía de los países, quienes frente a un mercado monopolizado se sujetan a las
condiciones que ciertos intereses económicos puedan tener, este escenario puede ser un
grave problema para el Estado colombiano, ya que al cerrar la posibilidad de poder
producir las semillas y obligar al consumo de una semilla especifica, desincentiva las
practicas de los pequeños agricultores, los cuales son la base fundamental de la
seguridad alimentario del país.
En el ámbito comunitario-andino, del cual hace parte Colombia al igual que del
sistema UPOV, se destaca la estructuración de normas que refuerzan esta protección
como la Decisión 345 de 1993 de la Comunidad Andina de Naciones, que regula el
Régimen Común de Protección a los Derechos de los Obtentores de Variedades
Vegetales. Estas normas refuerzan normas de Derecho interno, entre estas las
Resolución 187 de 2006 del Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural y la
Resolución 970 de 2010 del Instituto Colombiano Agropecuario – ICA.
Se estableció en la misma norma que en las mismas penas incurrirá quien financie,
suministre, distribuya, ponga en venta, comercialice, transporte o adquiera con fines
comerciales o de intermediación, bienes o materia vegetal, producidos, cultivados o
distribuidos en las circunstancias previstas en el inciso anterior. Cabe resaltar que la
Corte Constitucional en Sentencia C-501/14, declaró exequible el mencionado artículo
306, señalando que la expresión “o similarmente confundibles con uno protegido
legalmente” no es aplicable al delito de usurpación de los derechos de obtentores de
variedades vegetales ya que no era posible definir cuál es el grado de similitud.
Otros requerimientos para que puedan resembrarse sólo por una única vez,
llevan a que los campesinos no deben haber superado la densidad de siembra
establecida por especie, demostrando al ICA que en la explotación ha usado semilla
certificada o seleccionada y tener el predio donde ejerce su cultivo o explotación a una
distancia mayor a mil metros respecto del predio donde otro agricultor se encuentre
haciendo uso de esta reserva sobre el mismo género o especie vegetal. Esto sólo por una
única vez, pues a partir de la segunda resiembra el campesino debe volver a adquirir la
semilla al titular.
No cabe duda para nosotros que esta regulación atenta contra los conocimientos
tradicionales y las costumbres de los agricultores; de esta manera, si el agricultor quiere
utilizar sus semillas debe registrarlas ante el ICA, dando cumplimiento a los requisitos
establecidos, y si no tiene la capacidad debe pagar los royalties al titular. Pero preocupa
más aún que el delito al que se refiere el citado artículo 36, actúa como un mecanismo
coercitivo contra los campesinos como sujetos de aplicación de la norma, ya que se
busca modificar toda una estructura social, económica cultural a través del Derecho
penal; castigando en algunos casos el ejercicio del derecho de proveerse sus propios
medios de sustento mediante la agricultura.
Estas disposiciones le permitieron al ICA en el año 2013 realizar una acción sin
precedentes en la historia reciente de Colombia. La entidad ordenó a la Policía Nacional
decomisar y enterrar cientos de toneladas de arroz en uno de los rellenos sanitarios de
Neiva, capital del Departamento del Huila. La decisión del ICA, tuvo como justificación
que el arroz producto de esta semilla no era apto para el consumo, ya que al no estar
certificadas no se ajustaban a la reglamentación exigida.
No era de extrañar, como lo señalan Vargas, Gómez & Rodríguez (s.f.) que tal
incumplimiento se previa desde antes de pactarse, pues no en vano desde aquel entonces
se evidenciaban “las trabas y las contradicciones que el gobierno presentó en las mesas
de negociación” por ello “se debe llevar la propuesta de realizar una consulta popular
sobre la necesidad de revisar los TLC en materia agrícola y de propiedad intelectual
[semillas]” (Dorado, 2013, p. 2), de allí que no nos apartamos de la realidad si
afirmamos que la soberanía alimentaria no era una prioridad para el Gobierno.
Ahora bien, si nos detenemos en analizar la nueva resolución vemos que su eje
de acción se sitúa tanto en la reglamentación, como en el control y en la producción de
semillas como un producto mejorado, susceptible de ser comercializado en el mercado
para su posterior siembra.
“El ICA en toda la norma insistentemente señala que se aplica a semillas producto de
“mejoramiento genético, pero no aclara a qué se refiere por mejoramiento genético
convencional y no convencional. El ICA en todo el desarrollo del texto: en el objetivo,
en el ámbito de aplicación y en las definiciones, pretende dar a entender que refiere solo
al mejoramiento que realizan los fitomejoradores, y las empresas productoras de
semillas comerciales; pero en realidad la norma tambiénn se aplicaría también a las
semillas obtenidas por mejoramiento genético que realizan los agricultores de
comunidades indígenas afro y campesinas.” (Grupo Semillas, 2015; citado por Melo,
2017, p. 15)
“El agricultor interesado en una variedad protegida por derecho de obtentor, tal como lo
contempla la Decisión CAN 345 de 1993, podrá reservar producto de su propia cosecha
para usarla como semilla para sembrarla en su misma explotación de conformidad con
las áreas por especie así: arroz hasta 5 has. (una tonelada), soya hasta: 10 has. (800
kilos), algodón hasta 5 has. (60 kilos) Lo anterior sin perjuicio de lo establecido en las
normas vigentes para los planes de manejo y bioseguridad”.
El ICA tiene como instrumento el control policivo, aspecto que está incluido en la
resolución 3168. Así el ICA realiza allanamientos y decomisos de semillas en centros de
almacenamiento y en cultivos de agricultores.
Los infractores de la 3168 serán sancionados con multas que podrían llegar hasta 10.000
SMLMV, prohibiciones temporales o definitivas de cultivos o cría de animales,
cancelación del registro como productor o importador o permisos concedidos por el
ICA; adicionalmente quienes obstaculicen o impidan el desempeño el ejerció de las
funciones del ICA o de sus funcionarios serán sancionados con las penas estimuladas en
las leyes Colombiana por agraviar a las autoridades.
• Se eliminó el término general del uso de semillas, ya que se daba a entender que
todos sus usos eran controlados.
• Se eliminó el término “semilla ilegal” por cuanto, la resolución dicta medida para la
calidad de semillas y las semillas están dentro o fuera de estándares de la calidad. No es
competencia del ICA establecer ilegalidad o legalidad de hechos.
Del mismo modo, el ICA establece la no venta o intercambio de semillas de costal por
no contar con un empaquetamiento y rotulación debida. De ser así, es posible que este
tipo de semillas sea decomisada y destruida añadiendo la judicializacion de los
campesinos o la imposición de multas, por almacenar semillas en empaques reutilizados
o venderlas sin tener la certificación exigida.
Conclusiones
Bibliografía
Balaguera, M., & Pallares, L. (2012) Error de prohibición en el derecho penal. Verba
Iuris, 1, 1-20
Lo anterior crea un escenario que puede ser un grave problema para el Estado
colombiano, ya que al cerrar la posibilidad de poder producir las semillas nativas y
obligar el consumo de semillas específicas, desincentiva las prácticas de los pequeños
agricultores, los cuales son la base fundamental de la seguridad alimentario del país.
El estado debe generar normas claras frente a esta temática, en las cuales, por supuesto
se respete los derechos de autor del obtentor pero que también procuren la no creación
de monopolios transnacionales. La resolución 3165 del 2015 es una norma que apoya
tácitamente la creación de monopolios transnacionales.
Es evidente que esta norma viola los derechos que la Constitución de Colombia y los
tratados internacionales les conceden a los agricultores sobre sus territorios, recursos y
bienes culturales. Es una clara violación a los derechos de los agricultores y de las
comunidades indígenas y negras, por la no realización de la consulta previa, antes de su
aprobación.
Teniendo en cuenta toda la problemática que trae consigo este régimen de certificación
de semillas para el pueblo Colombiano, podemos decir que el manejo semillero en
Colombia debe ser concertado pero no entre las multinacionales y el mercado, la
concertación se debe dar entre el Estado, los agricultores y las personas en general,
porque la soberanía alimentaria de un país entendida esta como la decisión de los
pueblos de que sembrar y de que comer es algo que debe estar más allá de la lógica del
capital y de intereses extranjeros.
Es evidente que las semillas deben ser libres como lo hicieron desde el principio de los
tiempos, cualquier restricción a esto es ir contra el orden natural de las cosas. Se deben
retirar las limitaciones que existen alrededor de las semillas criollas para que en ámbitos
de libertad y competencia el agricultor tenga alternativas para escoger y no la
obligatoriedad de usar la semilla certificada.
No podemos dejar que se impida el flujo horizontal de las semillas entre los agricultores
y que se rompa la relación de interdependencia entre los pueblos con sus semillas ya
que se obstaculiza la economía y genera otro grave problema, relacionado con la
seguridad y soberanía alimentaria del país.
A pesar de su importancia como eje vital de las formas de vida rurales, históricamente
también desde las acciones de los actores locales se ha generado la extinción de
variedades de semillas, especialmente como consecuencia de la implementación
generalizada de formas producción y consumo basados en concepciones de desarrollo
que fragmentan la biodiversidad y priorizan los factores económicos. La Revolución
verde y los monocultivos, por ejemplo, se convirtieron en unos de los principales
factores de simplificación de los ecosistemas y extinción de especies locales desde los
años sesenta aproximadamente; en este modelo se hizo común y normal el uso de
agroquímicos y paquetes tecnológicos que permitieran acelerar e incrementar la
producción agraria para obtener mayor rentabilidad, afectando directamente el proceso
biológico y cultural de las semillas, alterando la composición microbiológica de los
suelos, del agua y en general del territorio (Pineda Pinzón, 2012)
En general, las normas de semillas tanto en Colombia como en los demás países,
conllevan una lógica de homogeneización de los cultivos y de prácticas agrícolas que
refuerzan la exacerbada y alarmante crisis de biodiversidad. De acuerdo al Segundo
Informe de la FAO sobre el estado de los Recursos Fitogenéticos en el Mundo, al año
2010 el 80% de la alimentación se producía únicamente a partir de 12 plantas; de las
12.000 plantas comestibles conocidas, sólo 150 a 200 eran consumidas por la
humanidad y tan solo tres especies: arroz, maíz y trigo aportaban alrededor del 60% del
total de las calorías y proteínas provenientes de las plantas. La ONU afirma que desde el
siglo XX, se han dejado de usar el 90% de las variedades agrícolas; el 75% del alimento
en el mundo se encuentra en las manos de unas pocas trasnacionales, varias de las
cuales también poseen el oligopolio de la industria de semillas y en los últimos 80 años
en un país tan grande y rico como Estados Unidos, se ha perdido el 93% de la
biodiversidad en semillas alimenticias. Al respecto, la FAO señala que la rápida y
creciente pérdida de semillas en el mundo, puede conllevar hambrunas globales en el
futuro (Necoechea, 2014) y que la pérdida definitiva de genes es neurálgica, dado que
ellos son la unidad fundamental de la herencia y la primera fuente de variación natural
(FAO, 1996).
El Grupo Semillas (2016; Pág. 3) afirma que, la libre circulación de las semillas entre
comunidades y pueblos es la mejor manera de recuperarlas y fomentar su uso, y con ese
objetivo en mente, las acciones desarrollas por los movimientos rurales, desde épocas
ancestrales, como los trueques, mercados y encuentros, cumplen su función de
garantizar la soberanía alimentaria de los pueblos y conservar la biodiversidad que es un
componente fundamental para el desarrollo socioeconómico de Colombia.
El control oficial y las sanciones establecidas en esta nueva resolución es uno de los
aspectos más polémicos e inaceptables por los campesinos y los agricultores en general,
incluidos tanto en la resolución 970, como en la nueva norma. El carácter de control
policivo ha sido el instrumento del ICA para realizar allanamientos y decomisos ilegales
de la cosecha de cultivos de los agricultores y de los centros de almacenamiento y
comercialización de semillas. Es así como el ICA afirma que entre 2010 y 2013 había
decomisado o impedido la comercialización más de cuatro millones de kilogramos de
semillas de diferentes cultivos, siendo más intensivos los operativos para el caso de
semillas de arroz. Estos decomisos de semillas realizados por el ICA con el apoyo de la
policía han generado un enorme rechazo nacional e internacional, y el repudio por la
judicialización y el trato a los agricultores como delincuentes, simplemente por
producir, guardar y distribuir semillas, actividades que han realizado libremente desde
épocas ancestrales.