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Curso Bíblico No.

10 María, virgen 1

Diócesis de Neiva
Curso Bíblico Breve

Desconocer las Escrituras es desconocer a Cristo


San Jerónimo

"Una gran señal apareció, una mujer vestida de Sol, con la


luna bajo sus pies y sobre su cabeza una corona de doce
estrellas."
Ap. 12,1

No.8: María Virgen


Curso Bíblico No. 10 María, virgen 2

MARÍA

Es la joven judía, esposa de José, Madre de Jesús de Nazaret, a quien la


comunidad cristiana confiesa como Madre del Mesías, del Hijo de Dios
hecho hombre. Es la persona con su trayectoria histórica, que tiene también
-como es lógico- una importancia fundamental para una mariología que
quiera basarse en la historia real de la mujer de Nazaret.

Etimología

Viene del griego María (m) y del hebreo Miryam.

En el Antiguo Testamento.

Aquí, obviamente no se encuentra un dato explícito sobre María la madre


de Jesús, pero sí, algunas referencias, especialmente en el profeta Isaías,
acerca de la que va a ser la Madre de Jesús, el Mesías esperado. Al respecto,
Isaías anuncia una profecía que se traduce de una u otra forma en
prefiguración de lo que va a ser el nacimiento del nuevo Mesías: “pues el
Señor mismo les dará una señal: ¡Miren!; la joven está en cinta y dará a luz
un hijo, a quien le pondrá el nombre de Emmanuel” (Is. 7, 14).

Sin embargo, esto no termina aquí. La genealogía de Jesús presenta algunos


datos sorprendentes. En primer momento, es la referencia en ella a cinco
mujeres: Tamar (al engañar, hizo una obra santa: Gn. 38, 6-30), Rajab (es
la primera mujer gentil que cree en el Dios de Israel), Rut (hizo un pacto de
amistad: 1, 16), Betsabé (la que fue mujer de Urías, era recordada como
aquella que aseguró al hijo de Jesé su progenitura real: Salomón.) y María
(la que será la madre del último y definitivo hijo de David, del Cristo, del
Hijo de Dios); en un segundo momento, tres de estas mujeres aparecen en
la descendencia inmediata de David: Tamar, Rajab y Rut; y finalmente, la
cuarta es la mujer de Urías, con quien David engendró a Salomón. Al
finalizar la genealogía se habla de otra mujer en la ascendencia inmediata
de Jesús: María; ésta, no es otra más que aquella mujer que evoca de la
profecía de Isaías.

Entonces, a partir de lo anterior, hay que decir que el Antiguo Testamento


no es ajeno a la realidad de la que va a ser la Madre del Mesías, el Hijo de
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Dios, de María. Esta mujer es continuación de la misión realizada por las
mujeres del Antiguo Testamento, en cuanto éstas prefiguran a la Madre de
Dios que será a la vez Madre de todos los hombres.

En el Nuevo Testamento

El Nuevo Testamento, los apócrifos y toda la tradición cristiana están de


acuerdo en atestiguar que la joven judía María fue la madre de Jesús, El
lenguaje sobrio de los evangelios canónicos nos presenta a María como
madre que sigue con atención los pasos de su Hijo, guiada por un espíritu
de fe que la va conduciendo gradualmente hacia una comprensión cada vez
más profunda de la misión y de la identidad de su Hijo, y la lleva a una
disponibilidad mayor para darlo por la realización de los designios divinos.

Al respecto, los evangelios la presentan al lado de Jesús, comprometida en


su actividad apostólica (Cf. Jn. 2,1-11); finalmente a su lado en el momento
de sufrir, al pie de la cruz (Cf. Jn 19,25-27). Ellos, no hablan de su encuentro
con Jesús resucitado. Sin embargo, los Hechos la presentan entre los
discípulos de Jesús al comienzo de la vida de su comunidad después de su
muerte, al empezar la tarea misionera de la Iglesia (cf. Hch 1,14).

Análisis teológico

Hay un aspecto que hay que resaltar y es el papel que juega la mujer en la
Sagrada Escritura. Pues bien, ella es importante en el plan de salvación que
Dios tiene sobre toda la humanidad; así, por ejemplo, en el relato de la
Creación, se ve, primero que todo, la complementariedad de ésta con el
varón, puesto que ambos forman una sola realidad: “un ser humano”
distinto genéticamente pero idénticos en dignidad, y segundo, ambos
poseen una misión específica: la misión de procrear; traducidos en otros
términos, de continuar la obra iniciada por Dios.

María por su parte, no se puede concebir como procreadora de Jesús; más


bien se debe decir que ella es la mujer que acepta llevar al Hijo de Dios en
su vientre, como cuando se guarda el Santísimo Sacramento en el sagrario,
por una sencilla razón: Jesús no ha sido creado, sino engendrado por el
Espíritu Santo de forma directa, y por lo mismo, él no es criatura, sino, el
“Emmanuel”, el Dios hecho hombre, el Mesías, el ungido del Padre por el
Espíritu Santo. Por esto, María es la continuadora de la obra salvadora, ella
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hace parte del escenario del Nuevo Testamento, que trae al Protagonista del
segundo capítulo del plan salvador de Dios.

Por María, el mundo ha recibido al Mesías. El mundo era indigno, dice san
Agustín, de recibir al Hijo de Dios directamente en las manos del Padre; se
lo ha dado a María para que el mundo lo recibiera por Ella. El Hijo de Dios
se ha hecho hombre para nuestra salvación, pero en María y por María. 1

Por otra parte, el tratado de Mariología a nivel general como parte


integrante de la teología y específicamente de la cristología, presta mucha
atención al dato histórico concreto de la vida de la Madre de Jesús. De modo
particular, y a diferencia del pasado, se acentúa su verdadera y auténtica
humanidad, que lleva consigo su experiencia de limitaciones de diverso
género, de su sufrimiento, de sus pruebas, de su maduración espiritual en la
fe y en las otras virtudes. María en la conciencia cristiana ha vuelto a ser
una persona humana femenina, inserta realmente en la trama de la historia
terrena, con todas las limitaciones a las que ésta está sometida. María
hermana nuestra es la expresión que señala de la manera más acertada esta
sensibilidad cristiana, que la restituye a su humanidad, que es la nuestra.

Unido a lo anterior, es claro decir que la joven de Nazaret, a los ojos de la


comunidad cristiana, se revela como la Virgen que acogió libremente la
invitación de Dios para hacer miembro del género humano a su Hijo
salvador, habiendo sido preparada para ello con una singular elección
divina de gracia; cooperó activamente en la realización del misterio de la
salvación, realizada por su hijo Jesucristo, con su servicio obediente, su
disponibilidad sin reservas, su fe sólida y su amor hasta el sacrificio,
especialmente al pie de la cruz de su Hijo.

1
Cf. MONTFORT, San Luis María Grignion de. Op. Cit p. 23.

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