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Existen ciertos supuestos en que la imputación de la conducta de una persona puede hacerse
directamente al tipo penal respectivo, pero no por su realización inmediata, sino por
haberlo realizado mediante otro, que ha sido utilizado como instrumento de su obrar. Son
los casos de la llamada autoría mediata, que entre nosotros se encuentra ya
mayoritariamente aceptada como categoría independiente de la inducción, que, según
CURY, corresponde sólo a una forma de participación criminal en el hecho de otro.
Autor mediato es, en términos generales, el que hace ejecutar el hecho mediante otro, cuya
voluntad, según parámetros jurídicos, no es libre, o que no conoce el sentido objetivo de su
comportamiento o lo abarca en menor medida que el sujeto de detrás o que es sustituible a
voluntad en el marco de una maquinaria de poder organizada1.
De allí que pueda afirmarse que el autor mediato da comienzo por sí mismo a la ejecución
del hecho y no depende en su punibilidad (en grado de tentativa) de la actividad de otro (si
instrumento); para los efectos de la tentativa, el autor mediato da comienzo a la ejecución
del delito cuando logra el control del instrumento a utilizar, poniendo de este modo en
peligro el bien jurídico protegido (conforme a la teoría objetivo-material aquí sostenida),
aunque el instrumento no haya realizado por sí mismo ningún hecho que, aisladamente,
puede considerarse como ejecución del delito.
El criterio de que no basta ser causa material para que al sujeto se lo considere como
verdadero autor podía inferirse también de la doctrina kantiana de la imputación, según la
1
ROXIN, Autoría y dominio del hecho, p. 337.
cual la noción de autor se entiende como sinónimo de causa libre. La imputación en sentido
moral es el juicio por el cual a alguien se lo mira como autor de una acción que es llamada
entonces un hecho sometido a las leyes2. Si el hecho material es realizado por una causa no
libre, quien lo ejecuta no puede considerarse como autor para los fines de imputación.
La verdad es que en toda esta casuística no hay inducción impune, sino autoría mediata de
homicidio o lesiones, en su caso, si más allá del convencimiento se ha aprovechado el autor
de situaciones de subordinación psicológica por causas sentimentales u otras similares.
Ahora bien, cuál haya de ser la intensidad del dominio del hecho por el que está detrás no
puede contentarse sino en los casos particulares.
Pertenece también a los casos en que falta la tipicidad en la conducta del ejecutor, el caso
del instrumento doloso (autor inmediato) que no posee una característica especial del tipo
legal, que sí concurre en el hombre de atrás. Por ejemplo el funcionario público que hace
llenar por un amigo, que no es funcionario público, un registro con datos falsos, o el
funcionario que, para cometer cohecho, se sirve de un intermediario para solicitar dinero. El
funcionario es autor mediato y el extraneus es cómplice.
De igual manera se debe considerar autor mediato (y no simple autor) al empleado público
que hace que un particular aplique torturas u otros apremios ilegítimos a una persona
privada de libertad, aun que nuestra ley para este último haya previsto una pena menor. La
situación inversa, esto es, el extraneus que se sirve de un instrumento calificado, es resuelta
generalmente en el sentido de que el hombre de atrás sólo puede ser instigador o
2
KANT, Immanuel, The Metaphisics of Morals, p. 27.
cooperador (no autor mediato) por falta en él la característica de autor exigida por el tipo
legal.
El caso paradigmático de esta hipótesis es la ausencia del animus rem sibi habendi en el
ejecutor material del hurto: el dueño de un predio que quiere apropiarse de gallinas del
vecino y las hace sacar del gallinero ajeno por uno de sus empleados. Aunque el ejecutor
esté plenamente consciente de la ajenidad de las cosas que sustrae por encargo de su patrón
(y de ahí que sea un instrumento doloso de éste), no realiza el tipo penal por faltar el ánimo
de apropiación.
También es posible que el autor mediato utilice a un sujeto que actúa lícitamente: (P) se las
arregla, aprovechando su influencia, para que (A), actuando como instrumento lleve a cabo
una agresión contra (B), en el curso de la cual, como (P) ha previsto, (B) frente al
enfurecido (A) se encuentre en una situación que obligue a defenderse legítimamente y a
lesionar a su agresor. En tal caso (P) es autor mediato del homicidio o lesiones en la
persona de (A). La conducta de (B) está justificada.
Otra hipótesis reconocida desde antiguo: el instrumento actúa antijurídicamente y con dolo,
peor su culpabilidad aparece excluida por la presencia de una causal de exculpación, sea ella
la ausencia de capacidad para sea culpable (inimputabilidad por menoría de edad o
enajenación mental) o la inexigibilidad de otra conducta (miedo insuperable o fuerza moral
irresistible), producida a través de la coacción del autor mediato, caso que según nuestra
doctrina mayoritaria aparece recogido en el n°2 del art. 15.
También corresponde aquí el error de prohibición del intermediario de buena fe, inducido
por el hombre de atrás o de que éste se aprovecha, cuando el subordinado cometió un delito
sin advertir la ilicitud del hecho y sin haber estado en condiciones de percatarse de ella, su
actuar es inculpable, pero el superior que dio las ordenes a sabiendas de su ilicitud es autor
mediato.
E. El intermediario realiza un hecho que reúne todos los elementos del delito.
Más interesante es el caso en que en forma más estricta debiera hablarse de autor detrás del
autor, es decir, cuando la conducta del hombre que está delante, esto es, autor inmediato,
cumple todas las exigencias del tipo delictivo, de la antijuricidad y de la culpabilidad. Ello
puede suceder en dos casos: