Está en la página 1de 12

El cristianismo, según Nietzsche, es un dogma creado para sujetar a las personas

por medio de la imposición de una supuesta verdad, para que se las pueda
manipular de manera más fácil, pero ese dogma no aparece de la nada, es el
sacerdote, pilar fundamental de la iglesia, el agente opresor de las masas, un
representante de Dios en la tierra, capaz de controlar el comportamiento de la
gente mediante la tergiversación del evangelio.

Remontándose a la Edad Media, la Iglesia junto con el Estado vienen a ser


respectivamente el aparato ideológico y represivo por excelencia (Althusser,
Enero- Abril,1969), se puede ver como la monarquía tenía en cuenta el
consentimiento de la iglesia para emanar la ley, y de esta manera el pueblo acogía
dichas leyes como leyes divinas, que al no ser obedecidas, significaban un acto
rebelde en contra del dictamen de Dios. Es así como la iglesia penetra cada una
de las instituciones del Estado y enseña cada una de “las habilidades bajo formas
que aseguran el sometimiento a la ideología dominante” (Althusser, Enero-
Abril,1969), esas habilidades dan paso a la asimilación y materialización de los
dogmas en las personas, entre ellas encontramos la inculcación de valores y
virtudes como la fé, la esperanza y el amor los cuales vienen a ser el fundamento
del cristianismo y representan la idea falsa de que existe un mas allá que puede
ser alcanzado mediante la obediencia y el cumplimiento a cabalidad de dichos
valores.

Junto con estas virtudes encontramos que el cristianismo utiliza otros mecanismos
para mantener la represión, tales como la compasión la cual se define como el
sentir pena por el otro, lo cual lleva a que el hombre se vuelva un ser débil que
poco a poco va perdiendo su vitalidad y que junto con la misericordia contribuyen
a que la ley de selección natural no se lleve a cabo amparando lo que está listo
por desaparecer.

De esta manera, se mira como el principal objetivo del cristianismo es el


debilitamiento del hombre, la enfermedad y la muerte, se presenta un rechazo
hacia todo lo que tenga relación con el placer, los sentidos y el cuerpo para que
éste sea más fácil de influenciar y para que recurra a la iglesia cuando siente que
su vida no tiene horizonte.

Nietzsche explica que lo conveniente para los sacerdotes es mantener al débil en


su debilidad, por medio de falsas promesas como una nueva vida más allá de este
mundo, que solamente es alcanzable si se vive una vida humilde, sin pecados, y
con arrepentimiento y sumisión a la voluntad de Dios, que como ya se dijo es en
realidad la sumisión ante el sacerdote.

Y hoy en día, pese a que la Iglesia ya no tiene la suficiente influencia sobre el


Estado como la tenía antes, se puede ver que los valores inculcados desde su
nacimiento aún se encuentran arraigados en todas las capas de la sociedad, y
pese a que, como explica Althusser, el aparatos ideológico y represivo por
excelencia ya no son Iglesia- Estado sino Familia- Estado, siendo la familia en
núcleo fundamental de la sociedad y la razón por la cual existe un Estado, se
puede ver que la iglesia ha penetrado dicho núcleo, y le ha enseñado a la familia
los valores que toda buena persona debe conocer, respetar y practicar,
asegurándose su no desaparición.

De esta manera se ve que, después de la evolución del dogma judaico sobre un


Dios omnipresente, omnipotente y omnisciente, el paradigma impuesto hace
aproximadamente 2000 años se mantiene intacto, con todo el sistema de valores
que trae consigo y que cada persona tiene en cuenta cuando realiza un acción por
más sencilla que parezca.

El reconocimiento universal a la idea de un Dios moral, según Nietzsche, ha


llevado a que el ser humano no pueda pensar por sí mismo y concuerda con Kant
al afirmar que se debe dar una liberación del pensamiento, “sapere aude”,
“atrévete a pensar por ti mismo” (Mialdea, 2012). Cada hombre es capaz de crear
su propio sistema de valores y definir qué es lo realmente bueno según sus
propias necesidades y convicciones, y no porque alguien se los impone.
Además, en su obra, Nietzsche afirma que “el cristianismo como religión no está
en contacto con la realidad. No hay más que causas imaginarias (Dios, el alma,
yo, el espíritu, el libre albedrio, o el albedrio no libre) y por supuesto, efectos
imaginarios (el pecado, la salvación, la gracia, la expiación, el perdón de los
pecados); una relación imaginaria entre dos seres”. (Friedrich Nietzsche, 2003)
Idea que también es abordada por Karl Marx asegurando que la religión es una
forma de alienación en tres sentidos:

Por una parte porque es una experiencia de algo irreal, es una experiencia
de algo que no existe. Siguiendo a Feuerbach, Marx considera que no es
Dios quien crea al hombre sino el hombre a Dios. Recordemos el esquema
básico de toda alienación: el sujeto realiza una actividad que le hace perder
su propia identidad, su propio ser; bien por su actividad, bien por el objeto
creado mediante ella, en la alienación el sujeto se anula a sí mismo. Según
Marx, esto es precisamente lo que ocurre en la religión: el hombre toma lo
que considera mejor de sí mismo y lo proyecta fuera de sí, a su vez, esta
proyección se vive como una realidad que se enfrenta al propio sujeto que
la ha creado.

Pero la religión también es alienación porque desvía al hombre del único


ámbito en donde le es realmente posible la salvación y felicidad, el mundo
humano, el mundo de la finitud expresado en la vida social y económica. Al
consolar al hombre del sufrimiento que en este mundo le toca vivir,
sugiriendo en él que en el otro mundo le corresponderá la justicia y la
felicidad plena, le resta capacidad, energía y determinación para cambiar
las situaciones sociales, políticas y económicas que son las realmente
culpables de su sufrimiento. En este sentido Marx dice que la religión es el
“opio del pueblo”, pues, en definitiva, adormece el espíritu revolucionario
que de otro modo tendría el ser humano.

Finalmente, su crítica a la religión se extiende también al hecho de que  la


religión  suele tomar partido, pero no por las clases desfavorecidas sino por
la clase dominante, perpetuando a ésta en el poder, legitimando el estado
de cosas existente, dando incluso, en casos extremos, justificaciones
teológicas al dominio de un grupo social sobre otro. 

Pero la religión también es alienación porque desvía al hombre del único


ámbito en donde le es realmente posible la salvación y felicidad, el mundo
humano, el mundo de la finitud expresado en la vida social y económica. Al
consolar al hombre del sufrimiento que en este mundo le toca vivir,
sugiriendo en él que en el otro mundo le corresponderá la justicia y la
felicidad plena, le resta capacidad, energía y determinación para cambiar
las situaciones sociales, políticas y económicas que son las realmente
culpables de su sufrimiento. En este sentido Marx dice que la religión es el
“opio del pueblo”, pues, en definitiva, adormece el espíritu revolucionario
que de otro modo tendría el ser humano. (Torre de Babel )

De esta manera, Marx al igual que Nietzsche consideran respectivamente que la


religión como el cristianismo son mecanismos que atan a las personas mediante la
creación de un ser superior y supremo capaz de amar o castigar a sus creyentes;
además con esta misma figura les es permitido manejar las mentes de sus
seguidores y hacerlos actuar de tal manera que favorezcan sus intereses haciendo
miras sus actuaciones como correctas. No obstante estos mismos creyentes viven
bajo una venda creada por ellos mismos que no les permite afrontar la realidad de
una manera objetiva.

Sin embargo, han existido pensadores con teorías relevantes sobre la existencia
de Dios como por ejemplo René Descartes que aduce que:

Si nosotros somos seres imperfectos pero en nuestro interior tenemos la


idea de un ser perfecto, esta idea tiene que haber sido inculcada por
alguien, ese alguien es Dios y la idea de perfección es la huella que nos
deja habernos creado. (…). Si Dios no nos ha credo, ¿quién lo ha hecho?
La respuesta es sencilla, si yo no me podido crear a mí mismo ya que soy
imperfecto y si me hubiera creado yo mismo sería un ser perfecto; si no
puedo existir en un tiempo infinito; y mis padres solo son la causa se mis
atributos físicos, solo queda Dios como la causa de mi existencia.
(Villanueva, Filosofia, 2012)

Pese a lo anterior cabe destacar que la época en la que vivía Descartes no se


permitía tipos de pensamientos ateístas, de lo contrario se los señalaría como
herejes y su castigo seria mandarlos a la hoguera.

Ahora bien, enfrascados en la abnegada existencia, en torno a una conducta


culposa reprimida con el castigo, aferrada a las posiciones particulares inculcadas
por la voz evangelizadora de la especie que ha caído desde sus inicios en el
pecado original, que a la postre se resume en el confrontación del ser con el
deber ser, los cuales se van enraizando en la mente colectiva del consciente e
inconsciente, sin nada más que el constante temor de cometer una falta, que
atenta contra Dios y su ley, cristianamente elevada.

La culpa, desde la concepción teológica se constituye a partir del libro bíblico, en


la parte inicial del génesis como el pecado original en cabeza de Adán y Eva,
tendiente a robar “el efecto de gratitud al perdón y a la gracias de Dios:” (Valera,
1986) pues no le permitirá al hombre actuar en gracia de Dios, desconociendo su
misericordia ante una reprochable conducta, de un obrar sustentando en los
instintos primitivos, cuyos fieles representantes solo deberían ser los animales y
no los humanos, pues estos últimos sabrán discernir entre lo bueno y lo malo, que
no contrarié la voluntad divina.

Haciendo al conocimiento que se adquiere a través de la ciencia, un peligro que se


aleja de la voluntad de Dios, para lo cual se debe prohibir y reprimir, por
considerar que este, permite al ser humano igualarse y llegar a superarlo, en
cuanto a conocimiento y control de su propia naturaleza, para su posterior
sometimiento y exaltación como existencia, sin nada más que su poder individual
que puede labrar su destino, sin limitarse a las bendiciones que un Dios le pueda
dar, en el marco de su misericordia.

Pero Nietzsche hace una clara alusión de que la culpa tiene un origen
simplemente retributivo, al proceder de una deuda que tiene el deudor a favor del
acreedor, el cual está facultado para cobrar al primero la cantidad adeudada, sea
esta material o de cualquier índole. Por lo que la culpa cristiana se convierte en
una deuda del individuo, semilla engendrada por el miedo, germinante de la
represión de los más íntimos deseos y actitudes animales, como contraprestación
a las valoraciones morales esgrimidas por las altas jerarquías en el poder.

Pero también es un término utilizado por el psicoanálisis para “designar un estado


afectivo consecutivo a un acto que el sujeto considera reprensible.... o también un
sentimiento difuso de indignidad personal sin relación con un acto Preciso del que
el sujeto pudiera acusarse.” (Marcela) Pues con ello se da un desprendimiento de
la concepción teológica, y da paso a las nueva doctrina antropocentrista, de la cual
se desglosa a un sujeto socialmente condicionado, en cuanto a ser del mundo y
de naturaleza.Instruyendo al individuo para que deje de ser la marioneta temerosa
de un pecado inexistente, y se atreva a desprenderse de estas cadenas invisibles,
que lo único que hace, es convertirlo en un siervo más en la masa que no ha
podido tomar sus riendas y dirigir su propia vida, en cuanto a fin último de su
existencia, sustentado en la transferencia de la responsabilidad, la desdicha de su
terrenal infelicidad, con un deseo natural de recibir un refuerzo positivo; Del cual
constantemente se genera un encarcelamiento de las diferentes represiones que
se asume para no contrariar la voluntad de Dios, convirtiéndose en una persona
insegura que no puede explicarse frente a sí mismo sino que depende de las
cuestiones impartidas por agentes exteriores, que conocen del poder que ejercen
sobre otros, condenando las emociones a partir de las enseñanzas que encuadran
el deber ser bajo la mirada superior y a la vez tan humana.
Todo ello sustentado en una moral, como una conducta que se considera virtuosa,
y a su vez una alteración del propio desenvolvimiento para conseguir lo que se
desee, pues se vuelve un martirio que cohíben la soberanía frente así mismo,
mediante los condicionamientos, las apariencias y las debilidades, a que se
enfrenta en las diferentes etapas de su vida, trasplantando una constante
superación de los imperativos sociales, para encontrar fin en su propia naturaleza.

No se puede errar creyendo que la moral en este caso cristiana es la única que
modula el comportamiento humano, puesto que la complejidad no solo de los
cualidades trasmitidas a través de la herencia pueden interferir en el desarrollo
conductual del individuo, sino que se encuentra algo muy importante y son las
circunstancias que rodean en especificidades los momentos vivenciales, asumidas
a su vez no solo por el consciente sino por el inconsciente colectivo donde se sitúa
las vivencias comunes, y que pasaría a replantear los imperativos individuales
frente a una colectividad más amplia.

Categorizando lo bueno como el sentimiento y la “voluntad de poder” y lo malo


fruto de la debilidad, pues no se hace más que obrar, sin creen en la simpleza de
la toma de decisiones, sino que replantea la crítica hacia un ser humano que ha
querido permanecer en el yugo de la dominación, a sabiendas que lo que se
predica es una temible manipulación de las palabras enunciadas en algún tiempo,
por algunos hombres que reinterpretaron los verdaderos intereses prácticos de la
doctrina, arraigándose sobre un sentimiento de idolatría ,más que de educación de
los principios humanamente necesarios. Facilitando con ello, el estratégico
provecho que hacen los sacerdotes y teólogos del evangelio, en cuyas promesas
divinas se encuentra el perdón de los pecados a partir de la muerte de su hijo
Jesucristo, pues el reino de Dios no se encuentra en la tierra, sino por el contrario,
el humano debe llevar una vida regida por la ley divina, entre la revelación de la
verdad y la consagración de un comportamiento al servicio de Dios y los
representantes terrenales de este, en esperanza de una confusa y misteriosa vida
tras la muerte. Transformándose en la esperanza ultima de una sacrificada vida,
en pos de la resurrección en el templo de Dios, de aquellos que han caminado por
su sendero.

Resurrección que trastoca Nietzsche, para convertirla en un resurgir terrenal, no


solo con el advenimiento de las nuevas tendencias cognitivas, centradas en la
materialización de su compleja realidad, sino que da la posibilidad al humano para
que trasgreda los dogmas inquisidores, tras un despertar en las esferas de su
propia existencia, y de permitirse vivir su vida con la “realización por sí mismo y
consigo mismo, sea por la poesía, sea por el arte…» (O'Callaghan, 2009)

“la Vida es instinto de crecimiento, de duración, de acumulación de fuerzas, de


poder.” Friedrich Nietzsche.

De otra parte, Nietzsche se pregunta en que se basa este dogma que ha hecho
tanto mal a la sociedad, y toma un punto transversal y fundamental en el
cristianismo que consolida la existencia de esta doctrina como lo es la fe, la cual
se la ha ligado estrechamente a la salvación, que en palabras cristianas dice:
“porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación
a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego.” (Reina valera,
1960) Motivo por el cual, para el autor el trasfondo de la fe hace que esta creencia
de una vida eterna permita que mueva en una dirección determinada a los
seguidores logrando invisibilizar un horizonte, ejemplo de ello es que la fe dice que
mueve montañas pero lo único que hace es obstaculizar yéndose del verdadero
sentido de la percepción humana que es propio de cada uno y que solo se
conquista. Como dice el anticristo “la fe es negarse a la verdad”. (Nietzsche,
1895)

Otra razón para lograr que las personas se queden controladas y sometidas es el
tratamiento que se le ha dado al sacrificio y como la importancia de ser mártires y
sufrir el agravio como lo padeció Jesús, que es tan transcendental que no solo ha
estado en la Biblia sino el tratamiento que le han dado autores filosóficos como
San Justino que afirma “Tenemos la obligación de dar ejemplo con nuestra vida y
nuestra doctrina, no sea que hayamos de pagar nosotros el castigo de quienes
parecen ignorar nuestra religión, y así pecaron por su ceguera. Pero también
vosotros debéis oírnos y juzgar con rectitud porque, en adelante, estando
instruidos, no tendréis excusa alguna ante Dios si no obráis justamente”.
Generando convicciones impropias que tristemente han sido un traspaso histórico
y en realidad no hay conocimiento de porque es el actuar y cuál es la razón de su
fe, todo esto conformado por multitudes que siguen algo que solo es impuesto por
distintos motivos que impiden que se logre vivir como ese Zaratrustra. Los
hombres y mujeres que logran trascender son aquellos que no consideran las
verdades como absolutas sino que por lo contrario están en constante búsqueda
que por naturaleza son escépticos, en palabras de Descartes para llegar al
conocimiento véase la relevancia de la duda la cual permite conquistar su propias
búsquedas. Para que el conocimiento no sea un freno como lo es el trato que da el
cristianismo a la verdad asociándola a los principios rectores de esta doctrina y
aquel que se aleje de esto no es digno de pertenecer a esta. El no arriesgarse a
desviarse de las convicciones, verdades preestablecidas demuestran que es un
espíritu débil incapaz de conseguir la propia libertad que es personal y no
entregarla a un grupo por un supuesto bienestar porque si no se constituiría como
fanáticos sin conocimiento.

Esto se respalda en la filosofía de Platón y todo el carácter de las ideas que


ayudan a fortalecer la consolidación en el mundo de estos dogmas, desarrollado
por el dualismo antropológico, en la que el hombre está compuesto por alma y
cuerpo; y su idea de mundo tangible y sensible. Y como se agarró de esto el
cristianismo para poner las bases estructurales de su doctrina y concepto de lo
bueno y malo que es un medio de dominación a diseños establecidos por esos
sacerdotes que se atribuyen ser los capacitados para tener la revelación de Dios.
Para autores modernos como lo es Fichte, que expresa que el supremo bien del
hombre es la libertad, y explica el imperativo categórico de Kant como “la
necesidad de la acción”. A su juicio el mal proviene de la pereza del espíritu, en
cualquiera de sus manifestaciones: la falta de reflexión, la rutina, la inercia, entre
otras. A su juicio, la pereza lleva a la cobardía y a la falsedad, se prefiere la
esclavitud al esfuerzo, y se recurre a las apariencias para ocultar lo que no se
quiere sostener a cara descubierta. (Sebastián Jans, 2004)

Como diría Nietzsche la libertad es la virtud más importante para ser catalogado
un espíritu fuerte que no sigue creencias sino que todo lo que lo conforma es un
resultado de una indagación propia, trasmisible a otros para motivarlos a crearse a
sí mismo postulados cercanos a Sócrates como lo es la mayéutica llegando a
unas conclusiones propias.

Estableciendo un deseo anhelante en que ese concepto del gusano roedor del
pecado claro acercamiento a polarizar el bien y el mal consolidándolos como
verdades inflexibles que solo corta las alas de quienes buscan alejarse de sus
propias creencias no permiten que la libertad llegue y sigan con esos temores y
sigan siendo uno más de los mediocres, palabras de Nietzsche.

Del mismo modo la necesidad de acabar con esos frenos como el ejemplo del
caballo que es un símbolo de dominio y poder para llevarlo donde quiera su amo,
en este caso será su verdugo, no hay nada mejor que las elecciones no impuestas
alejándose al máximo de la fe de otros, de aquella salvación jamás vista,
convicciones de hombres débiles que no se atreven a pensar por sí mismos, que
por naturaleza no son seres llenos de preguntas sino que entregan un poco de su
poder para ser sometidos y tener algo de una supuesta estabilidad que en verdad
no les permite creer en sí mismos.
Conclusiones

Con “El Anticristo”, Nietzsche intenta dar fin a la idea de un Dios moral impuesto
por la Iglesia para mantener al hombre bajo su yugo, explica que todas las
promesas sobre una vida más allá de la muerte, alcanzable por medio del
recogimiento y obediencia a Dios, solamente representan una verdad falsa,
vendida para mantener en el poder a ciertas personas, más exactamente a los
sacerdotes, que viven de la miseria de los demás, y a quienes no les conviene que
el hombre elija su propio sistema de valores, pues con ello sus intereses se ven en
riesgo.

Asegura que lo único de lo que se tiene conocimiento es que algún día la muerte
sobrevendrá y que nadie puede saber qué es lo que existe más allá y por lo mismo
invita a vivir el ahora, a disfrutar de lo que se tiene, a amar la vida y a este mundo.
Por esta misma razón, indica que el hombre capaz de conocer el valor de la vida,
de enfrentarla con valentía, fiereza y con voluntad, es un hombre superior, un
“superhombre”, que no cae bajo la voluntad de otro, sino que es consciente de sí
mismo, está libre de dogmas e imposiciones falsas, y se entrega a los placeres
que el cuerpo y la naturaleza le ofrecen y que demuestran la verdadera esencia de
su ser.
Bibliografía

Althusser, L. (Enero- Abril,1969). Ideología y Aparatos Ideologicos del estado.


Freud y Lacan. Francia.

Mialdea, A. J. (2012). El Hilo Invisible: Breve Historia de la Filosofia Occidental.


Editorial Cántico.

Friedrich Nietzsche. (2003). El Anticristo. Bogotá D.C: Ediorial Génesis Ltda.

Torre de Babel . (s.f.). Folosifía Contemporanea . Recuperado el 20 de Mayo de


2014.

Villanueva, P. J. (24 de Abril de 2012). Filosofia. Recuperado el 20 de Mayo de


2014, de http://floridafilosofia.blogspot.com/2012/04/enprimer-lugar-hay-que-
concretar-el.ht

Valera, Reina. (1986). Biblia Devocional 1960. USA.

Marcela. (s.f.). CENTRO DE FORMACIÓN EN TECNICAS DE EVALUACIÓN


PSICOLOGICA. Recuperado el 29 de Mayo de 2014, de
http://www.angelfire.com/ak/psicologia/culpa.html

O'Callaghan, P. (2009). Philosophica: Enciclopedia Filosofica On Line.


Recuperado el 20 de Mayo de 2014, de
http://www.philosophica.info/voces/muerte-inmortalidad/Muerte-
inmortalidad.html#Nietzsche1895

Nietzsche, F. (1895). Die fröhliche Wissenschaft, C. G. Naumann, Leipzig.

Sebastián Jans. (Abril de 2004). EL BIEN Y EL MAL. Recuperado el 20 de Mayo


de 2014, de Ocities: http://www.oocities.org/masonchile/bienymal.htm

También podría gustarte