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Los oradores de propaganda fascista repiten las mismas fórmulas y se valen de los mismos
clichés. Lo importante es la dicotomía entre blanco y negro, amigo/enemigo.
Hemos sintetizado una lista de típicos artilugios psicológicos que utilizan prácticamente todos
los agitadores fascistas,y que podría resumirse en no más de treinta fórmulas. Estas fórmulas
se presentan estandarizadas por razones psicológicas. El potencial partidario fascista reclama
esta rígida repetición. La aplicación mecánica de estas pautas es una de las características
fundamentales del ritual.
3. El contenido político religioso así como el político es sustituido por algo que se podría
llamar el culto de lo “existente”. Todo aquello que existe y ha demostrado que lo es, es
loable para seguirse. Se glorifica el liderazgo como tal, desprovisto de cualquier idea u
objetivo manifiesto. Se fetichiza la realidad y las relaciones de poder establecidas, lo
cual tiende más que ninguna otra cosa, a inducir al individuo a entregarse y unirse a la
supuesta ola del futuro.
5. La ejecución del ritual como tal funciona en gran medida como el contenido esencial
de la propaganda fascista. No es descabellado interpretarlo como la ofrenda de un
sacrificio. Todo el acto simbólico de revelación expresado en la propaganda fascista
expresa encubiertamente la muerte sacramental del enemigo elegido. En el centro del
ritual de propaganda fascista y antisemita, está el deseo del asesinato ritual.
Un predicador
radiofónico en EE.UU.
De acuerdo con la teoría psicoanalítica general, Freud cree que el lazo que integra a los
individuos en una masa es de naturaleza libidinal. Aquellos que se incorporan a las masas
no son hombres primitivos, más bien desarrollan actitudes contradictorias con su
comportamiento racional normal.
El esquema libidinal del fascismo es autoritario, así como la técnica de los demagogos
fascistas. Aquí es donde las técnicas del demagogo y del hipnotizador coinciden en el
mecanismo psciológico por el que conduce a los individuos a experimentar las regresiones
que los reducen a meros miembros de un grupo.
La agitación fascista se centra en la idea del líder, sin importar que éste sea el que manda
realmente o que sólo sea el que canaliza los intereses del grupo, porque únicamente la
imagen psicológica del líder es apta para reanimar la idea del todopoderoso y amenazador
padre primitivo.
El mecanismo que transforma la libido en el lazo entre el líder y sus seguidores y entre los
seguidores mismos es la identificación.
El papel esencial del narcisismo respecto a las identificaciones que entran en juego en la
formación de masas fascistas está reconocido en la teoría freudiana de la idealización.
Mientras el líder aparece como un superhombre, el líder debe al mismo tiempo aparecer
como una persona normal, de la misma forma que Hitler se presentaba como King Kong y
barbero del barrio.
El famoso “hechizo” que ejercen sobre sus seguidores depende en buena medida de su
oralidad: el lenguaje mismo, desprovisto de su significación racional, funciona de manera
mágica y fomenta regresiones arcaicas que reducen al individuo a miembro de la multitud.
El agitador, para satisfacer de un modo aceptable las inclinaciones inconscientes del grupo,
derrama su inconsciente, por así decirlo, hacia afuera. Su particular síndrome
caracteriológico le permite hacer eso y la experiencia le ha enseñado a explotar
conscientemente esta facultad.
Lo único que tiene que hacer para generar afinidad en las psicologías de otros es explotar
la suya propia.