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1. Se observa un asombroso estereotipo en los oradores de la propaganda fascista.

Los oradores de propaganda fascista repiten las mismas fórmulas y se valen de los mismos
clichés. Lo importante es la dicotomía entre blanco y negro, amigo/enemigo.

Hemos sintetizado una lista de típicos artilugios psicológicos que utilizan prácticamente todos
los agitadores fascistas,y que podría resumirse en no más de treinta fórmulas. Estas fórmulas
se presentan estandarizadas por razones psicológicas. El potencial partidario fascista reclama
esta rígida repetición. La aplicación mecánica de estas pautas es una de las características
fundamentales del ritual.

2. No es accidental que entre los agitadores fascistas se encuentren personas con un


comportamiento religioso fingido. Los remanentes de la religión de otros tiempos –
neutralizados y vaciados de cualquier contenido dogmático específico – son puestos al
servicio del comportamiento ritual fascista. Las formas están legitimadas como formas
que practica una “comunidad”.

3. El contenido político religioso así como el político es sustituido por algo que se podría
llamar el culto de lo “existente”. Todo aquello que existe y ha demostrado que lo es, es
loable para seguirse. Se glorifica el liderazgo como tal, desprovisto de cualquier idea u
objetivo manifiesto. Se fetichiza la realidad y las relaciones de poder establecidas, lo
cual tiende más que ninguna otra cosa, a inducir al individuo a entregarse y unirse a la
supuesta ola del futuro.

4. Una de las características intrínsecas del ritual fascista es la insinuación, a veces


seguida por la insinuación real de los hechos que suceden (pero puede no serlo la
mayoría de las veces). La ley, o como mínimo las convenciones sociales imposibilitan
las expresiones pro nazi o antisemita, y por lo tanto el orador tiene que transmitirla
por métodos más indirectos. Los oyentes son tratados como un grupo enterado, que
ya sabe lo que el orador desea contarles, y que está de acuerdo con él antes de recibir
ninguna explicación. A través de la insinuación se instituye la correspondencia de
sentimientos y opiniones entre orador y oyente. Ésta sirve como confirmación de la
identidad de base entre el líder y sus partidarios.

5. La ejecución del ritual como tal funciona en gran medida como el contenido esencial
de la propaganda fascista. No es descabellado interpretarlo como la ofrenda de un
sacrificio. Todo el acto simbólico de revelación expresado en la propaganda fascista
expresa encubiertamente la muerte sacramental del enemigo elegido. En el centro del
ritual de propaganda fascista y antisemita, está el deseo del asesinato ritual.

Un predicador
radiofónico en EE.UU.

El asesinato, así, queda


envestido de una aureola
sacramental. La
crucifixión se transforma en el centro del pogrom. Psicológicamente, toda propaganda fascista
no es más que un sistema articulado sobre estos símbolos.

Este es el sueño del agitador: una unión de lo horrible y lo maravilloso, un delirio de


aniquilación disfrazado de salvación. La mayor esperanza para oponerse eficazmente a toda
esta clase de propaganda consiste en destacar sus implicaciones autodestructivas.

La teoría freudiana y los esquemas de propaganda fascista

1. La propaganda fascista estadounidense tiene poca relación con cuestiones políticas


concretas y tangibles.
2. El enfoque de los agitadores es verdaderamente sistemático. Y sigue un esquema de
recursos bien definidos. Se relaciona con el contenido y tema de la propaganda misma.
Además los discursos son tan monótonos que cuando nos familiarizamos con el
número limitado de recursos que entran en juego, hallamos un sinfín de repeticiones.
La reiteración constante y la escasez de ideas son dos factores esenciales del
procedimiento.

Según Freud, el problema de la psicología de masas aparece estrechamente relacionado


con un nuevo tipo de dolencia psicológica característico del período en que, por razones
socioeconómicas, se hace presente la declinación del individuo y su debilidad subsiguiente.
Freud no se preocupó por los cambios sociales, pero al mismo tiempo, señaló en el ámbito
monadológico del individuo las huellas de su crisis profunda y su disposición a ceder de
manera incuestionable ante los poderosos medios externos y colectivos.

Freud se pregunta ¿Qué hace que las masas sean masas?

De acuerdo con la teoría psicoanalítica general, Freud cree que el lazo que integra a los
individuos en una masa es de naturaleza libidinal. Aquellos que se incorporan a las masas
no son hombres primitivos, más bien desarrollan actitudes contradictorias con su
comportamiento racional normal.

Como rebelión contra la civilización, el fascismo no es solamente la reaparición de lo


arcaico, sino su reproducción por la civilización y en el propio seno de la misma.
Cuanto menos se desempeña una idea objetiva, como la salvación religiosa, un papel de
salvación de masas, y en la medida en que la manipulación de masas se convierta en un
único objetivo, más se tendrá que reprimir y moldear en obediencia al amor desinhibido.

El esquema libidinal del fascismo es autoritario, así como la técnica de los demagogos
fascistas. Aquí es donde las técnicas del demagogo y del hipnotizador coinciden en el
mecanismo psciológico por el que conduce a los individuos a experimentar las regresiones
que los reducen a meros miembros de un grupo.

La agitación fascista se centra en la idea del líder, sin importar que éste sea el que manda
realmente o que sólo sea el que canaliza los intereses del grupo, porque únicamente la
imagen psicológica del líder es apta para reanimar la idea del todopoderoso y amenazador
padre primitivo.

La formación de la imaginería de una figura patriarcal omnipotente y desenfrenada, que va


mucho más allá del padre individual y que por consiguiente resulta apta para ser un yo de
la masa, es la única que sirve para promulgar la actitud pasiva masoquista a la que se tiene
que rendir la voluntad del individuo, una actitud que se exige cada vez más al seguidor
fascista.

El mecanismo que transforma la libido en el lazo entre el líder y sus seguidores y entre los
seguidores mismos es la identificación.

El papel esencial del narcisismo respecto a las identificaciones que entran en juego en la
formación de masas fascistas está reconocido en la teoría freudiana de la idealización.
Mientras el líder aparece como un superhombre, el líder debe al mismo tiempo aparecer
como una persona normal, de la misma forma que Hitler se presentaba como King Kong y
barbero del barrio.

Uno de los instrumentos básicos de la propaganda fascista personalizada es el concepto de


pequeño gran hombre, una persona que sugiere tanto la omnipotencia como la idea de
que es un individuo más, un norteamericano cualquiera que no posee riqueza material o
espiritual.

La estructura básica del demagogo fascista la técnica de personalización y la idea del


pequeño gran hombre.
El líder puede adivinar las necesidades y deseos psicológicos de aquellas personas que
pueden ser receptivas de su propaganda porque psicológicamente se parece a ellas, y se
distingue por la capacidad de expresar lo que para los otros está latente. Los líderes
responden a tipos de carácter oral, con compulsión a hablar todo el tiempo y a enredar a
los demás.

El famoso “hechizo” que ejercen sobre sus seguidores depende en buena medida de su
oralidad: el lenguaje mismo, desprovisto de su significación racional, funciona de manera
mágica y fomenta regresiones arcaicas que reducen al individuo a miembro de la multitud.

El agitador, para satisfacer de un modo aceptable las inclinaciones inconscientes del grupo,
derrama su inconsciente, por así decirlo, hacia afuera. Su particular síndrome
caracteriológico le permite hacer eso y la experiencia le ha enseñado a explotar
conscientemente esta facultad.

Lo único que tiene que hacer para generar afinidad en las psicologías de otros es explotar
la suya propia.

¿Qué significa “elaborar el pasado”?

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