Está en la página 1de 8

EL NARCISISMO Y LA REALIDAD

EN LA PERDIDA DE AMOR
Sobre algunos procesos implicados
en duelo amoroso

Pablo Woods

Te amaré aunque no sea la paz


Te amaré cuando acabe de amar
Te amaré... te amaré si estoy muerto
Te amaré con adiós, con jamás
Te amaré hasta el fin de los tiempos
Te amaré y después... te amaré

Silvio Rodríguez

No puedo dejar... no puedo dejarte, amor


Cada vez que duela más, estaré más firme

Charly García

“Yo lo sabía, pero no podía... bah... no quería creerlo”... esa es una frase que
escuchamos muy seguido. ¿Por qué es tan difícil ver lo obvio? Sabemos que la realidad
no se percibe fácilmente cuando duele. Pero... ¿por qué duele? ¿dónde duele? Con el
tiempo podemos ver con claridad lo que en algún momento nos resultó casi imposible de
creer. Pero... ¿por qué tardamos tanto en ver lo obvio?
¡Y es obvio!: El amor se terminó. “Llegó el momento de correr, hay que salvar el
alma”, nos diría Calamaro. Y sin embargo, muchos no corren. En lugar de correr,
esperan... sufren ahí parados... esperando inmóviles. Es una agonía tan absurda, tan
inútil, tan irracional... y sin embargo por alguna razón todos esperan... y esperan... y
esperan...

Algunos parecen más sensatos...

- ¿Qué esperas?
- No se... creo que antes de seguir con mi vida necesito estar seguro de que no me
ama más.

...otros, no sabría decir...

- ¿Qué esperás?
- Que vuelva... siempre vuelve... un día va a volver -dice y sonríe-... y entonces voy a
ser yo quien le diga que no.

...pero todos esperan más de la cuenta.

-1-
El duelo por el objeto y la tramitación de la pérdida del amor

En el año 1917, Sigmund Freud publicó su texto “Duelo y Melancolía”. En este desarrollo, el autor
estudia en profundidad el proceso de desprendimiento que debe emprender el yo al vivenciar la pérdida de
un objeto con el cual se ha establecido una ligazón libidinal.
El proceso de tramitación de la pérdida, dirá el autor, consiste en un trabajo de gradual de
desprendimiento que ocurre como consecuencia del dictamen del examen de realidad. Este proceso
concluirá con el retiro de la libido de todos los recuerdos y de todas las aspiraciones a los que la misma se
anudaba.
Ahora bien, el desarrollo que intentamos aquí, tiene como fin estudiar un proceso similar aunque, como
veremos, tiene una característica que lo hace diferente. Intentaremos comprender las particularidades de
una situación muy habitual en la clínica: el procesamiento de la pérdida del amor de un objeto. Hay que
destacar, sin embargo, que este hecho clínico se presenta en formas harto diversas. Por esta razón,
acotaremos el marco de nuestro abordaje en una dirección especifica, a saber: estudiamos aquí el
procesamiento de la pérdida del amor de un objeto amado cuando ésta no se conjuga con una pérdida del
objeto en sí mismo. Esta diferencia es fundamental con el duelo planteado por Freud. Observamos que en
este último la existencia del objeto continúa en lo psíquico pero no en la realidad, mientras que en la pérdida
amorosa que estudiaremos, la existencia del objeto continúa tanto en lo psíquico como en la realidad. Esta
situación es muy habitual en situaciones de rupturas amorosas en parejas que tienen hijos en común,
ámbitos laborales compartidos, o espacios sociales en los que ambas personas permanecen en contacto.
En estos casos, el objeto está claramente perdido. Pero esta pérdida recae solo en lo referido al vínculo
amoroso.
El abordaje de este tema nos llevará, en un primer momento, a describir con más precisión los
elementos que se observan con más frecuencia en aquellas personas que se encuentran transitando un
proceso como el descripto. Luego de lo cual se hará necesaria, para su comprensión, la consideración de
varios conceptos de la obra de Freud, entre los que sobresalen los desarrollos sobre el narcisismo, el
examen de realidad, la función del juicio y ciertos elementos presentes en el proceso de tramitación de la
pérdida de objetos a los que se encuentra libidinalmente ligado 1.
Partiremos, entonces, desde la descripción de un fenómeno clínico para arribar a un intento de
comprensión teórica de los procesos involucrados. El marco teórico referencial utilizado será,
principalmente, la obra de Freud. La terminología utilizada en el presente trabajo debe entenderse con
referencia a este autor.

La perdida del amor del objeto como observable clínico

Es un hecho observable y frecuente en cuestiones de pérdida amorosa, que el psiquismo tenga


dificultades para registrar, es decir, atribuirle realidad, al hecho general de la ruptura amorosa y
particularmente, a la pérdida del amor en si misma. La persona experimenta una clara dificultad para
aceptar la idea de que “ha sido dejada de amar” por el objeto con el cual hasta hace poco mantenía una
relación libidinal. Esta dificultad se observa, como nos parece lógico, solamente cuando el objeto cuyo amor
se ha perdido sigue siendo amado.

Las constelaciones teóricas y clínicas que inmediatamente se abren ante este tema de la pérdida de un
objeto de amor, nos hacen pensar en un proceso de duelo. Sin embargo vemos que ya desde el comienzo
existe una diferencia notoria con este ultimo. En efecto, al menos en el duelo por la pérdida del objeto
descripto por Freud, no se observa un fuerte detrimento del sentimiento de sí. Y sin embargo, en la
tramitación de la perdida del amor del objeto la disminución del sentimiento de sí es siempre un elemento
sobresaliente.
Si describimos el estado que sobreviene en el este proceso de aceptación de la pérdida del amor del
objeto podemos observar:

• Un estado dolido.
• Una clara disminución del sentimiento de si. Sin embargo, tal disminución no alcanza los niveles de
una melancolía, es decir, es una rebaja den el sentimiento yoico que podríamos considerar en cierto
punto normal.

1 Un intento de comprensión de cualquier fenómeno requiere la vinculación con la teoría toda. No podemos siquiera intentarlo, por
cuestiones que tienen que ver con la extensión del trabajo. Por esta razón, quedarán fuera del presente desarrollo todas las
conceptualizaciones sobre el Complejo de Edipo, el odio, los procesos de mezcla y desmezcla pulsional, el repudio de la realidad
y la desmentida.

-2-
• No se observan fuertes tendencias autoagresivas. Hay que destacar aquí que este elemento
presenta mucha variabilidad de un caso a otro. Lo importante, en todo caso, es que el proceso
descripto puede ocurrir casi sin la presencia de elementos autoagresivos, lo que supone una clara
diferencia con el proceso melancólico.
• Una intensa dificultad para aceptar (intelectualmente) la pérdida del amor del objeto. Se percibe
claramente un intento de racionalizar y relativizar cualquier dato de la realidad que venga a
corroborar este hecho. Y, si se acepta en parte la realidad de la pérdida amorosa, se observa una
clara tendencia a considerar la situación actual como transitoria. Son frecuentes las fantasías de un
futuro en que el lazo de amor perdido volvería establecerse. Este es un punto importante en donde
notamos una clara diferencia con el proceso de duelo descripto por Freud. Por lo general, si bien
suele observarse en este último una inicial negación de la pérdida, esta se sostiene solo durante un
corto período de tiempo. En el duelo, el acatamiento a la realidad sobreviene enseguida. En los
casos de la pérdida del amor del objeto, este acatamiento es mucho más gradual y parece requerir
un proceso más prolongado. Queda en evidencia una dificultad de la persona para apreciar un dato
de la realidad, y es ésta la dificultad que pretendemos comprender en el presente trabajo. Pero
además, suele observarse una parálisis del yo aún cuando el sufrimiento es muy alto. Con
frecuencia la persona enamorada sufre pero ni se aleja, ni se enfada, ni reacciona. Solo se limita a
esperar algo que muchas veces ni siquiera puede identificar.
• No se observan vuelcos a la manía. Es habitual, sin embargo, que ocurra algo destacable. En el
transcurso de aceptación de la pérdida amorosa, son frecuentes los establecimientos de relaciones
amorosas superficiales con un nuevo objeto de amor. Estas últimas formas de relación parecen
tener la capacidad de restituir repentinamente el disminuido sentimiento de si que antes
mencionábamos (en este sentido tienen cierto parentesco con la manía). Pero estas nuevas
relaciones, no obstante, rara vez se consideran trascendentes. Parecen cumplir una función
“analgésica”, pero sin que se haga patente un sentimiento de “amor” hacia el nuevo objeto. Es decir,
este nuevo objeto se percibe como necesario pero no amado. Necesario porque parece cancelar
parte del dolor de la pérdida amorosa, pero no amado en tanto se lo tiene como descartable (y de
hecho, con frecuencia es tratado así una vez terminado el proceso de desprendimiento del primer
objeto de amor).

Las características de la pérdida y el examen de realidad

El duelo por la pérdida del objeto y la tramitación de la pérdida del amor del objeto presentan, en otro
aspecto, otra diferencia que no debe tenerse en menos y que ya hemos mencionado: en el primero el objeto
está perdido en la realidad, mientras que en el segundo esto no ocurre 2. Nuevamente puede entreverse
cierta similitud con la melancolía, ya que Freud mismo tiende repetidas veces a subrayar un carácter más
ideal de la perdida en este caso3.

Resaltemos ahora otro elemento que mencionamos en la descripción del fenómeno. Una de las
dificultades mas claramente observables no se encuentra solamente en relación con la capacidad del yo
para reconocer la verdad objetiva de la pérdida amorosa. Si bien en un primer momento esta aceptación es
harto difícil de asimilar, pasado cierto tiempo la persona logra incorporar aquel pensamiento como un hecho
real. Sin embargo, se sigue observando una dificultad notoria en la capacidad para pensar este hecho
doloroso en relación con el resto de las representaciones y pensamientos. Es decir, se observa una clara
resistencia a vincular (asociar) este contenido psíquico con el resto de los pensamientos del yo.
De este modo, la persona solo con mucho esfuerzo alcanza a deducir consecuencias lógicas que tienen
como premisa el contenido doloroso de la pérdida. Es decir, la persona alcanza a comprender (no sin
dificultad) que ya no es amada, pero le cuesta razonar, por ejemplo, que la persona cuyo amor ha perdido
ya no la extraña, u otros hechos evidentes y obvios, como ser que el objeto está en condiciones de amar a
alguien más. El solo señalamiento de estos hechos que se desprenden lógicamente, suelen despertar
intensas reacciones de rechazo.

Esta situación nos muestra dos cosas: primero, que el proceso de aceptación de esta idea (la idea de la
pérdida del amor del objeto) es paulatino y gradual, es decir, que no se consuma de golpe; y segundo, que

2 Obviamente estos dos elementos pueden darse conjuntamente. Hemos recortado el problema para hacer más accesible el
abordaje y sencilla la exposición. Pero además, la consideración independiente de estos procesos nos permite, como veremos
más adelante, vincularlos a órdenes conceptuales distintos.
3 Nótese la siguiente cita del autor, en donde se emparenta a la melancolía con el tema que estamos desarrollando: “...también ella
[la melancolía] puede ser reacción frente a la pérdida de un objeto amado; en otras ocasiones, puede reconocerse que esa
pérdida es de naturaleza más ideal. El objeto tal vez no está realmente muerto, pero se perdió como objeto de amor.” Freud,
Sigmund. Duelo y melancolía (1917). AE. Tomo 14. Pag 243.

-3-
en este proceso no se trata solo de aceptar un dato de la realidad, sino también de vincular esa idea con el
resto del contenido del pensamiento. Este carácter gradual en la consideración de un hecho de la realidad
falta (o es mucho menor) en el proceso de duelo descripto por Freud. En aquel, el proceso de desasimiento
pieza por pieza de la libido ocurre lógicamente después que el examen de realidad emite su dictamen. En el
proceso que estamos describiendo encontramos un proceso doloroso que ocurre sin este dictamen. Y quizá
es este proceso previo (o al menos simultáneo) de aceptación de la pérdida del amor del objeto, el que
motiva el desasimiento libidinal.
En el segundo caso, se trata entonces de un proceso más complejo. Observamos una incorporación en
el yo de una idea displacentera, que no está asociada a la pérdida concreta del objeto. El yo debe incluir en
sí una idea abstracta, cuyo contenido reza: el objeto ya no me ama aunque se encuentre presente. Este
proceso de asimilación gradual en el yo culmina con la resignación del objeto. Ahora bien, esta resignación
voluntaria del objeto falta en el duelo descripto por Freud. Allí la ausencia del objeto desencadena el
proceso de tramitación ya que la pérdida, sobrevenida en la realidad y vivenciada pasivamente por el yo, es
introducida por el examen de realidad. En este caso el objeto está irremediablemente perdido, y el yo nada
puede hacer para recuperarlo. Pero en el caso de la pérdida del amor, el examen de realidad nada tiene
para decir. Se requiere un proceso para construir conceptualmente la pérdida del amor. Y esta construcción,
por fuerza, debe brotar de otra fuente. Comprendemos quizás aquí el carácter ideal de la pérdida amorosa,
que lo diferencia de la pérdida real del objeto. Y podemos ver que en el caso que estamos estudiando, al
trabajo progresivo de duelo le antecede (o se le superpone) la dolorosa incorporación gradual de una idea
displacentera en el yo.

La pérdida del amor y la función del juicio

Si ahora nos detenemos en este proceso gradual de incorporación de un elemento displacentero en el


yo, caemos en la cuenta de que estamos refiriéndonos, justamente, a una de las dos tareas de la función de
juicio planteados por Freud4. La función del juicio puede ejercer, según el autor, dos operaciones: en primer
lugar, puede atribuir o desatribuir una propiedad a una cosa (operación que llamaremos de ahora en más
juicio de atribución), y en segundo lugar, debe dictaminar si un objeto representado psíquicamente existe o
no en la realidad (lo que el autor denomina examen de realidad).
Ahora podemos encuadrar mejor los procesos a los que hacíamos referencia. En el caso de la pérdida
real del objeto, el juicio opera con presencia del examen de realidad. En el caso que estudiamos, es solo el
juicio de atribución el que se encuentra presente. Aquí el objeto no está perdido (es percibido en la realidad),
pero tiene una propiedad desagradable (ya no ama). La incorporación de esta idea en el yo es la que
desencadenará un esfuerzo de separación del objeto, pero esta incorporación no ocurrirá sin resistencia.

Pero si observamos con detenimiento, veremos que también en duelos por la pérdida (muerte) del objeto
nos encontramos en ocasiones con una dificultad para aceptar la realidad de la pérdida. Cabe mencionar,
sin embargo, que esta dificultad es mayor precisamente cuando falta la corroboración perceptiva de la
muerte y los ritos asociados a ella5. En la desaparición de personas, por ejemplo, el psiquismo suele
experimentar dificultades como las que aquí le adscribimos al procesamiento de la p érdida del amor del
objeto. Este hecho parece apoyar lo que afirmamos, pues en ambos casos se trata de una pérdida en
abstracto, construida como atribución de un objeto ausente. Pero también hay aquí corroboración perceptiva
de la pérdida (el objeto no es percibido). Sin dudas la aceptación de la muerte tiene un costado que parece
depender únicamente del juicio de atribución, y no solo del examen de realidad. De hecho, en el inicio de los
procesos de duelo normal es frecuente observar situaciones en las que muchas personas continúan
esperando a sus seres fallecidos aún cuando el examen de realidad ha dictaminado la ausencia del objeto.
Escuchamos con frecuencia frases como esta: “Tocan la puerta y yo sé que no es él... yo se que se murió...
pero una parte de mi sigue creyendo que es él que llega del trabajo”.6 Debe remarcarse, no obstante, que
cuando el examen de realidad dictamina la ausencia objetal el proceso de desasimiento libidinal parece
ocurrir con mayor facilidad. Probablemente esto se deba a que la libido anudada al objeto requiere su
presencia para poder satisfacerse.
En el caso que estudiamos, al faltar el dictamen negativo del examen de realidad, el proceso se vuelve
mucho más tortuoso y prolongado. Aquí el yo no solo debe aceptar la pérdida del amor, sino que al percibir
presente al objeto debe renunciar al intento de recuperarlo. Y por alguna razón esta tarea, para el yo, es
inmensamente dolorosa si se acompaña con la percepción del objeto. Significa una acción que parece
contrariar completamente naturaleza de las tendencias libidinales, pues el yo debe aprender a rechazar lo
4 Freud, Sigmund. La Negación (1925). AE. Tomo 19.
5 Muchísimos autores han destacado el papel de los ritos en relación a la muerte que permiten la construcción simbólica de un
concepto que, según ciertas líneas de pensamiento, no es inscribible en el inconciente del sujeto.
6 Aquí sería preciso incorporar todos los desarrollos sobre la desmentida y el repudio de la realidad, íntimamente relacionados al
juicio de atribución y al examen de realidad.

-4-
que ama y se encuentra a su alcance7. Resignar lo presente es, aparentemente, más difícil que tramitar una
ausencia. Incluso parece ser más doloroso8.

Pero volvamos a aquella resistencia del yo a incorporar la propiedad (atribución) desagradable del
objeto. Podemos entrever que esta reticencia se origina a consecuencia del funcionamiento del principio del
placer. Sabemos, por otro lado que originariamente el yo-placer-purificado, es decir el yo en su estado de
narcisismo primario, tiende a introyectar lo “placentero”, y arroja fuera de sí lo “displacentero”9. Freud nos
dirá luego que el juicio de atribución es una evolución acorde a fines de este lógica pulsional primitiva de
introyección y expulsión10. El examen de realidad, en cambio, está en relación con el yo-realidad y puede
instalarse solo después que el principio de placer ha sido relevado por el principio de realidad. El juicio de
atribución es anterior al examen de realidad, más originario, y nace en las constelaciones del narcisismo
primario. Ahora bien, si podemos observar una reticencia de parte del yo a incorporar una idea que
representa una propiedad desagradable de objeto, porque se contraría el principio de placer, entonces
debemos suponer un funcionamiento residual de este yo-placer-purificado. Esto equivale a decir que existe
un residuo del narcisismo infantil que resiste la incorporación de ciertos contenidos en el yo. Más adelante
volveremos sobre esto.

La pérdida del amor y la satisfacción narcisista

Consideremos ahora otro elemento que se encuentra vinculado al proceso que nos interesa: la dinámica
del narcisismo en la vida amorosa de los seres humanos. Este funcionamiento está descripto en
“Introducción del Narcisismo11”. Para comprender mejor la dinámica presente en el desenlace de la relación
amorosa, debemos considerar cómo funcionaba anteriormente, y considerar sus implicancias con el
sentimiento de sí.

En primer lugar, sabemos que existe un empobrecimiento narcisista del yo por las investiduras que
parten hacia el objeto. Y sabemos, además, que las elecciones de objeto se hacen siguiendo el modelo por
apuntalamiento [anaclítico] o el narcisista. Pero éste segundo tipo de elección de objeto, insiste Freud, es la
que guarda una relación más estrecha con el sentimiento de sí 12. Ahora bien, sobre las fuentes del
sentimiento de sí, Freud afirma que “una parte [...] es primaria, el residuo del narcisismo infantil; otra parte
brota de la omnipotencia corroborada por la experiencia (el cumplimiento del ideal del yo), y una tercera, de
la satisfacción de la libido de objeto.”13

Comencemos por la tercera de éstas fuentes. En primer lugar, “la satisfacción de la libido de objeto” que
realza el sentimiento de sí, parece suponer entonces una elección narcisista de objeto14. El “ser-amado” por
el objeto operara a modo de “retribución” del narcisismo resignado que supone amar. Si estas investiduras
que parten al objeto siguiendo el tipo narcisista de elección encuentran posibilidad de satisfacción (es decir,
si el yo se percibe “amado” por el objeto), entonces el sentimiento de sí experimenta un aumento que
equilibra la pérdida narcisista inicial. Si, por el contrario, las aspiraciones que parten al objeto no encuentran
satisfacción, el sentimiento de sí disminuye inevitablemente como consecuencia de la investidura de objeto.
Pero aquí notamos que este “amar”, de características nítidamente narcisistas, es en realidad un “hacerse-
amar”. Se trata de una búsqueda de ser-amado como aspiración de meta pasiva.
Ahora bien, ¿donde y cómo pensar entonces el amar como aspiración activa? No parece haber otra

7 Este proceso tiene cierta similitud (al menos fenomenológicamente) con el abandono de las conductas adictivas. El yo debe
forzarse a renunciar a algo que siente inmensamente placentero. Y tenemos que recordar, por otro lado, que existen formas de
satisfacción libidinal que no requieren, para satisfacerse, del consentimiento del objeto. El ejemplo por excelencia es el “mirar”,
que en ciertas ocasiones parece recibir un refuerzo en personas amorosamente rechazadas. Pero en general, todas aquellas
formas de amar (y especialmente aquellas que pueden ser camufladas como actos no amorosos y alcanzan de ese modo al
objeto), deben ser resignadas por voluntad del yo.
8 Me atrevo aquí a mencionar otra temática y otra línea de razonamiento que no ha sido desarrollada: las constelaciones
económicas de todo este proceso. Si el dolor en los procesos de tramitación de las pérdidas corresponden a la sobreinvestidura
requerida para operar el desasimiento libidinal, podríamos pensar que la sola presencia del objeto puede pronunciar más aún el
carácter doloroso. Es que la sola presencia del objeto ya activa formas de descarga pulsional, incluso aumentos de tensión
intrapsíquica, y por tanto el proceso de desasimiento de la libido quizá requiera una mayor energía de investidura que aquel
necesario para tramitar la pérdida de un objeto ausente.
9 Freud, Sigmund. Pulsiones y destinos de pulsión (1915). AE. Tomo 14.
10 Freud, Sigmund. La Negación (1925). AE. Tomo 19.
11 Freud, Sigmund. Introducción del Narcisismo (1914). AE. Tomo 14.
12 “En todos estos vínculos el sentimiento de sí parece guardar relación con el componente narcisista de la vida amorosa. ” Freud,
Sigmund. Introducción del Narcisismo (1914). AE. Tomo 14. Pag. 95
13 Freud, Sigmund. Introducción del Narcisismo (1914). AE. Tomo 14. Pag. 96.
14 “...el ser-amado constituye la meta y la satisfacción en la elección narcisista de objeto.” Freud, Sigmund. Introducción del
Narcisismo (1914). AE. Tomo 14. Pag. 96.

-5-
salida que considerarla en relación a las elecciones de objeto de tipo anaclíticas 15. Y si damos por sentado
este hecho, se llega a la conclusión de que en toda relación de objeto se encontrarían presentes los dos
tipos de elección de objeto articulados y, probablemente, en diversas proporciones. E incluso podría
considerarse que amar, en tanto aspiración activa, no tendría una fuerte relación con el sentimiento de sí
que, según insiste Freud, “parece guardar relación con el componente narcisista de la vida amorosa.”
Visto así, resulta plausible pensar en una forma de amor que, si ocurriese de forma predominante, se
satisfacería principalmente en el acto activo de amar. Y se trata de la única forma en que puede ser
razonado el trabajo de duelo sin una fuerte disminución del sentimiento de sí16.

Quizá esta forma de concebir el funcionamiento narcisista permita ahora comprender el proceso de
tramitación de la pérdida del amor del objeto, y explicar sus características. En efecto, si consideramos que
en la relación de objeto coexisten los dos tipos de elección amorosa, la proporción entre ambas nos brindará
un panorama más claro.
En primer lugar, mientras mayor sea la proporción de la elección de tipo narcisista en comparación con la
anaclítica, más comprometido se encontrará el sentimiento de si y la regulación narcisista del yo en el
proceso de tramitación de la pérdida.
En segundo lugar, la resignación del amar activo, consecuencia de la elección de tipo anaclítica, dará por
resultado el proceso normal de duelo planteada por Freud. Aquí, la desvinculación con el objeto se tramitará
aplicando una fuerte sobreinvistidura a fin de desprender la libido de las representaciones -cosa inconcientes
del objeto.

Ya hemos visto que el desasimiento de la libido, el trabajo de duelo, que ahora vemos asociado al amar
de meta activa, es mucho más complejo en presencia del objeto. Se requiere del juicio de atribución para
motivar al yo a resignarse, pues el examen de realidad muestra el objeto al alcance. Ésta pérdida debe ser
construida, pero dicha construcción es estorbada por el accionar residual del yo-placer-purificado. Y ahora,
además, vemos que el accionar narcisista, se expresa también en la misma elección de objeto. Así pues, el
conflicto entre distintas aspiraciones narcisistas del yo se vuelve inevitable.

Dado que observamos una clara disminución del sentimiento de sí, solo podemos inferir lo siguiente: la
pérdida del amor del objeto (el no-ser-amado) deprime el sentimiento de sí, a causa de modalidad de
elección narcisista que coexiste con la anaclítica. Simultáneamente, la idea de no-ser-amado es resistida
por el residuo narcisista en el yo que, acorde al principio del placer, se muestra renuente a introducir en sí
mismo un pensamiento de estas características. Notamos entonces que al menos dos fuentes del
sentimiento de si entran en contradicción. Es decir, mientras que una parte del yo resiste la incorporación de
la idea displacentera pues contradice el sentimiento de sí, se sostiene un vínculo amoroso cuyo dinámica
tiene por consecuencia disminuirlo.
Solo la resignación del objeto puede sacar al yo de su empobrecimiento narcisista. Pero el yo,
complicado por la presencia del objeto e impedido en su capacidad de construcción abstracta de la pérdida,
no podrá operar esta resignación del objeto sino con muchísimas dificultades. Quizá solo luego de la
frustración reiterada de la satisfacción narcisista (experiencias de rechazo por parte del objeto) la
incorporación de esta realidad en el yo (el juicio de atribución) se hará posible17. Y solo entonces el
psiquismo se encontrará en condiciones de iniciar el duelo normal por el objeto.

Sin duda, el proceso de tramitación de una pérdida como la que describimos es mucho más complej o.
Construir en abstracto la pérdida del amor ya es difícil en si mismo18, pues choca contra las aspiraciones
bajo el principio del placer del narcicismo residual. La presencia del objeto no hace sino dificultar más aún el
proceso de desasimiento de la libido (incluso requiriendo probablemente un mayor gasto de investidura para
operar el desprendimiento). La coexistente modalidad de elección narcisista deprime el sentimiento de sí. Y

15 Se reconoce que ésta afirmación parece suponer ciertas contradicciones teóricas. Las dificultades que esta parte de la teorización
freudiana son considerables. Hemos optado aquí por tomar esta lectura no sin comprender que existen objeciones y aparentes
contradicciones en el mismo texto de Freud. Nuestra lectura y posicionamiento teórico sigue aquí la línea planteada por Guillermo
Brudny.
16 Una constelación teórica así es necesaria, pues existen muchísimas expresiones clínicas de ésta situación. No es difícil encontrar
situaciones en las que una pérdida se tramita con muchísimo dolor pero sin disminución del sentimiento de sí. Pero no
casualmente, este tipo de pérdidas nunca están asociadas a la tramitación de la pérdida amorosa, donde el elemento narcisista
siempre se encuentra presente.
17 Hay que considerar, además, que el yo en su desarrollo ha aprendido a comprender que el amor y la satisfacción que brinda el
objeto alterna en presencia y ausencia. Se requiere un tiempo prolongado de espera y frustración para que la ausencia sea
considerada definitiva. Paradójicamente, la capacidad para tolerar la espera por la satisfacción, que suele ser un indicador de
madurez (y la consecuencia de un yo fuerte y narcisísticamente investido) opera aquí como un impedimento para la construcción
conceptual de la pérdida de amor. Éstos factores permiten también explicar la tendencia, mencionada inicialmente, a considerar la
situación como transitoria, y a sostener una esperanza en la restitución del vínculo amoroso en el futuro.
18 Incluso podría considerarse que el enunciado “ya-no-me-ama” solo puede concebirse como una operación de los estrados más
avanzados del psiquismo, pues la negación no existe como operación inconciente.

-6-
así, la paralización del yo a la que a veces la situación lleva, puede ser comprendida como un punto de
equilibrio entre diferentes aspiraciones narcisistas en contradicción. E incluso podría considerarse que quizá
el empobrecimiento narcisista del yo afecta su capacidad de desprendimiento del objeto, pues para operar
este desprendimiento se precisan investiduras de las que no se dispone. El yo tiene, entonces, solo una
salida: intentar recuperar parte de su libido narcisista por vía del cumplimiento del ideal del yo19.

La pérdida del amor y el ideal del yo

Recordemos que el narcisismo primario decanta también en la formación del ideal del yo, y mediante el
cumplimiento de este ideal, el yo vuelve a recuperar parte de su narcisismo perdido. Esta nueva dimensión
plantea numerosas dificultades a la hora de pensar el proceso de aceptación de la pérdida amorosa. Con
prudencia evitaremos aquí conclusiones generalizadoras, pero no podemos dejar de mencionar aquí una
interesante conexión entre los hechos observables y la teoría.

Insistiendo con lo anteriormente planteado respecto del narcisismo residual, podemos tambien aquí ver
la presencia del narcisismo secundario como fuente de resistencia al juicio de atribución sobre el objeto. El
proceso es aquí similar al descripto en los apartados anteriores. En efecto, se observa con mucha
frecuencia que mientras mejor se ha portado una persona en una relación de pareja, más difícil le resulta
comprender y aceptar la pérdida del amor del objeto. Estas personas sienten “injusta” la pérdida del amor
por parte del objeto20. Por el contrario, aquellas personas que han traicionado la confianza de sus parejas, o
que realizado actos que consideran reprochables (mentiras, maltratos, desatenciones) parecen mostrar
menos dificultades para convencerse del fin de la relación amorosa. Sienten (y muchas veces expresan
abiertamente) que se merecen perder al objeto.
Aparentemente el cumplimiento del ideal del yo (en todo lo que respecta a la relación con el objeto),
todas las buenas acciones realizadas durante el tiempo que duró la relación y todo lo bueno que el yo puede
hacer para intentar recuperar el amor perdido, puede operar devolviendo al yo libido narcisista que,
paradójicamente, se utiliza para resistir la aplicación del juicio de atribución sobre el objeto. Es que aquí
sigue presente la búsqueda narcisista de “hacerse-amar”. Cumplir con el ideal aquí no tiene, al menos en la
mayoría de los casos, el efecto recuperar la libido narcisista necesaria para el proceso de desprendimiento
del objeto. E incluso en ciertas ocasiones, el mismo objeto pareciera operar para el yo como un sustituto del
ideal del yo. En estos casos, el yo parece registrar como premios y castigos las fluctuaciones del amor del
objeto21.
Aparentemente, la única forma que el yo tiene de hacerse de libido narcisista y poder así resignar el
objeto es, por tanto, cumplir con el ideal más allá de la relación con el objeto. Quizá por esa razón, en las
rupturas amorosas, el vínculo con otras personas (amigos o nuevos amantes) y las actividades socialmente
valoradas como el trabajo y el arte parecen cobrar mayor significatividad e importancia.

Narcisismo y esperanza (Conclusión)

En conclusión, en el procesamiento de una pérdida del amor de un objeto que, no obstante, continúa
presente, encontramos una complicación del proceso normal del duelo. Sin llegar a un extremo patológico
como el cuadro melancólico, este proceso presenta un conflicto en cuya base encontramos aspiraciones
narcisistas contrapuestas. Esto es concebible en tanto, en cada relación objetal parecen estar presentes los
dos tipos de elección de objeto propuestas por Freud.

19 Antes de continuar, podemos insertar aquí la comprensión de un fenómeno que mencionamos al inicio. La bipartición del amor en
dos corrientes simultáneas, pasivas y activas en su meta, elecciones de tipo narcisistas y anaclíticas respectivamente, permite
también comprender el echo por el cual un lazo con un nuevo objeto de amor puede amenguar en gran parte el dolor del proceso
y dar lugar a un vínculo particular. Se da una situación en la que este nuevo objeto se vuelve para el yo necesario pero no amado.
Ahora podemos decir: sobre este nuevo objeto de amor es depositada la investidura objeto de tipo narcisista pero no la anaclítica,
que permanece asociada al primer objeto de amor. Entonces, el “ser-amado” por el nuevo objeto anestesia el proceso de
incorporación en el yo de la idea displacentera, y brinda energía de investidura narcisista para operar el desasimiento libidinal. Y si
luego del duelo por el primer objeto de amor no se ha establecido con este nuevo objeto una elección de objeto de tipo anaclítica,
el nuevo objeto es frecuentemente descartado al volverse innecesario.
20 Hay que remarcar lo contradictorio que les resulta a muchas personas la idea de perder el amor cuando el objeto les reconoce sus
buenos atributos. Pocas cosas confunden tanto a la persona enamorada y no correspondida como esta habitual frase: “sos tan
buena persona que no se... no entiendo... pero no siento por vos el mismo amor que antes”.
21 En el trabajo terapéutico con personas que atraviesan este proceso existe un reclamo, casi una súplica en forma de pregunta, que
aparece con muchísima frecuencia: ¡¿Que más tengo que hacer para que me ame?! Es inútil que uno se esfuerce en hacerle
comprender a la persona enamorada que el amor del objeto no es solo consecuencia de sus actos. Existe aquí una lógica,
nítidamente infantil, por la cual se considera que el amor se “logra” portándose bien. Quizá vislumbramos en este ejemplo el
carácter primitivo del funcionamiento del ideal, así como su génesis en las relaciones infantiles con los primeros objetos de amor,
desplazada a la relación actual con el objeto.

-7-
Aparentemente en el tipo de elección narcisista, el objeto resulta hasta cierto punto indiferente ( y por
tanto en algún punto intercambiable) mientras cumpla con su función de retribuir amor al yo. Freud mismo
señala que se trata de de una elección de objeto muy intensa pero poco resistente. Quizá esta característica
se deba a las particularidades de la meta. Como fuere, la presencia de este tipo de elección amorosa y sus
vinculaciones directas con el ideal del yo parecen influir negativamente sobre el sentimiento de sí, que
encontramos habitualmente disminuido en la tramitación de la pérdida del amor del objeto.
La simultánea elección anaclítica, por el contrario, se presenta mucho más renuente a ser retirada y
requiere del proceso de duelo para consumarse. El solo desasimiento ya es complicado por la presencia del
objeto. Pero además este proceso de desasimiento requiere libido narcisista para consumarse, de la que no
se dispone, paradójicamente a consecuencia del vinculo que se necesita resignar. Y por otro lado, el móvil
para iniciar ese desasimiento, la construcción de la idea de la pérdida amorosa, es estorbada tanto por el
narcisismo residual (primario) como aquel (secundario) que proviene del cumplimiento del ideal cuando éste
tiene que ver con el objeto.
El trabajo del yo aquí se vuelve notoriamente dificultado. Sin disponer del dictamen negativo del examen
de realidad, debe contrariar sus propias inclinaciones narcisistas y construir una pérdida que no es
percibible objetivamente, sino solo construible como atribución del objeto. Y debe hacerlo aún disminuido en
sus investiduras narcisistas. Y quizá lo verdaderamente llamativo es que en el único sitio en donde el yo no
parece interesarse, el universo más allá del objeto, es donde existen posibilidades reales de nutrirse
narcisísticamente cumpliendo con el ideal.

Ya no se si los enamorados que han perdido el amor de sus parejas esperan


realmente. Sufren porque, aparentemente, aprender a ver el fin del amor es, para ellos,
un equivalente a aceptar que no son dignos de amor. Y muchos comprenden que ésto no
puede ser así, pero no importa toda la comprensión y las razones que pretendan
contrarrestar esta lógica falaz, pero inexcusable. Parafraseando a Galeano, esa
comprensión rasca, pero rasca donde no pica. Pues en el psiquismo prima la lógica
infantil de la retribución del ideal.

Pensándolo bien, quizá no esperan. Y, si lo hacen, no es que quieran esperar. La


esperanza es su cárcel, y muchos comprenden que no tiene sentido. Quizá se ven
compelidos a vagar al rededor de la persona amada, como mendigos, alimentándose de
las sobras de un amor que, tristemente, nunca les brinda la fuerza para escapar.

¿A quien se le habrá ocurrido esa paradoja? Solo afuera se encuentra lo que nos
permite salir.

Bibliografia
• Brudny, Guillermo. Complejo de Edipo y su disolución o represión primaria en la obra de S. Freud.
Psicoanálisis ApdeBA. Vol. 28. Nº 1. 2006.
• Fagliano, Alicia; Peña, Graciela; Van Groningen, Mónica; Wicnudel, Ruth. Freud por Brudny. Artículos de
la metapsicología hasta 1915. Ediciones Biebel. 2015.
• Freud, Sigmund. Proyecto de una psicología para neurólogos [1985] (1950). AE. Tomo 2.
• Freud, Sigmund. Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psiquico (1911). AE. Tomo 13.
• Freud, Sigmund. Introducción del narcisismo (1914). AE. Tomo 14.
• Freud, Sigmund. Pulsiones y destinos de pulsión (1915). AE. Tomo 14.
• Freud, Sigmund. Duelo y melancolía (1917). AE. Tomo 14.
• Freud, Sigmund. La negación (1925). AE. Tomo 19.
• Lerner, Hugo. Curso Narcisismo Clínica. Clase Nº 4. Narcisismo y depresión. IUSAM. 2015.
• Musicante, Ruben. Apuntes inéditos de la ponencia “Duelo, muerte y desaparición”. Córdoba. 1999.

-8-

También podría gustarte