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GENERALIDADES ACERCA

DE LOS EVANGELIOS
Sobre el término “Evangelio”
El término “evangelio”, que deriva del griego euanggelion, es una expresión compuesta que se traduce
como “buena noticia”. No alude, por tanto, a cualquier noticia, sino que expresa un juicio de valor positivo.

Sin embargo, hay una diferencia entre el uso que se le daba en el mundo pagano, al que se le da en el
entorno bíblico.

En el mundo pagano (romano—griego) “evangelio” es todo lo que se halla relacionado con un


mensajero1 portador de buenas nuevas, o directamente la “buena nueva” misma que ese mensajero trae
para otras personas. En otros casos hace referencia a la recompensa que recibía por este servicio. Pero
principalmente significa un mensaje de victoria, un triunfo. Incluso el término adquiere un significado
religioso en relación con los oráculos, que implica la declamación de algún dios, o en relación al culto
imperial. En el culto al César, adquiere mayor significación porque se reúne lo divino y lo humano en su
persona. Para los paganos, el César es un don de los dioses, el salvador divino, el que da vida, un
bienhechor. Y así la noticia es su nacimiento, haber alcanzado la mayoría de edad, su elevación al trono,
una victoria guerrera, etc.

En el entorno bíblico el uso del término “evangelio” no es siempre igual al pagano, aunque sí análogo.
En efecto, si bien en un principio su utilización en el Antiguo Testamento (“evangelio” en hebreo es
besorah), tenía correspondencia con el sentido de mensaje victorioso pagano, en el judaísmo tardío
precristiano ya tenía un uso estrictamente religioso, que fue de importancia decisiva para la formación del
concepto “evangelio” del Nuevo Testamento.

En el Antiguo Testamento fue adquiriendo el sentido de anunciar la salvación venidera, de hacer que
comience el tiempo de salvación, pero de la salvación que venía no de un falso dios, sino de Yahveh. He
aquí la gran diferencia entre el concepto bíblico y el pagano: que uno era el mensaje salvífico que
provenía de Dios, y el otro estaba dirigido al culto idolátrico del emperador, un culto ajeno a la Escritura y
a la fe verdadera. Y también tenemos aquí otra gran diferencia: no es una salvación de algo ocurrido, sino
de algo que estaba al caer: los tiempos mesiánicos. Estamos, por tanto, con una noticia de tono
escatológico.

En consonancia con las buenas noticias anunciadas en el Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento
anunciará la Buena Noticia, que es Cristo, origen y sustancia del Evangelio, con el punto culminante que
será su Resurrección. De hecho, eso fue lo primero que hizo Jesús en su “vida pública”:

“Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena
Nueva de Dios: «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena
Nueva»” (Mc 1,14-15)
Por tanto, Jesús hace expresa mención que con Él comienza el tiempo salvífico, y que con Él
llegará a su cumplimiento (su Pasión y Muerte), y finalmente a su plenitud (la Parusía)

Por donde se quiera en el Nuevo Testamento “evangelio” designa la palabra viva, la palabra hablada
por Dios acerca del Mensaje de Salvación (y puesto que hay un solo Mensaje Salvífico siempre se la
utiliza en singular2).
Marco histórico—cultural del Evangelio

Para poder entender el sentido de esta buena nueva que es la Encarnación del Verbo de Dios,
nos parece necesario conocer el contexto histórico en el que se produjo.

Marco político

La venida de Cristo se produjo durante el Imperio Romano, más específicamente durante el reinado
de Cayo Julio César Augusto, quien gracias a su labor política y militar, logró establecer un período de
paz y prosperidad llamado Pax Romana.

El Imperio gobernado por Augusto era un inmenso territorio protegido por un ejército relativamente
pequeño, puesto que contaba con alrededor de 400.000 hombres. La población total era de
aproximadamente 50.000.000 de habitantes. Sólo Roma tenía entre 700.000 y 1.000.000 de habitantes;
Alejandría, 700.000; Antioquía, 300.000 La población se dividía entre:
 ciudadanos romanos,
 el resto llamado: “gentes de derecho peregrino”
 numerosos esclavos.

La economía se basaba en:

 la agricultura (cereales, vid, olivo, etc.),


 la artesanía (tejido, metalurgia, cerámica),
 la ganadería,
 la pesca
 el comercio, tanto local como a gran escala (importación y exportación).
La religión era uno de los fundamentos del Imperio, pues incluía el culto al César, considerado un dios;
culto que, por lo tanto, se transformaba en una obligación ciudadana.

Pero Israel era un caso aparte entre las naciones que componían el Imperio romano pues, como todas las
demás, estaba sometida políticamente, pero tenía autorización para no rendir culto a la divinidad del
emperador (llamado nuevo Júpiter), manteniendo así sus creencias religiosas tradicionales. Israel se sabía
custodio de la Palabra del Dios Único y Verdadero, y heredero de la Promesa de la Venida del Redentor que
debía surgir, tal como lo indicaban las Profecías, de la tribu de Judá, de la familia del Rey David

Roma sabía que estas creencias podían ser fuente de futuras rebeldías y en pos de mantener la pax
romana lograda, otorgaron a Israel algunas libertades, nombrando igualmente un rey que respondiera a las
decisiones y directivas del imperio. Así fue como Herodes “el Grande” fue nombrado rey de Israel. Astuto
y sanguinario hizo lo posible por alcanzar sus objetivos, sin embargo, sabiendo la conveniencia de permitir
a los israelitas mantener el culto al Dios único, hizo restaurar el Templo de Jerusalén, con mayor
magnificencia que el de Salomón.

Con todo, los israelitas seguían esperando al Redentor que los liberara de la esclavitud. Por eso,
soñaban con que éste fuera un jefe guerrero y profeta que devolviera a Israel su independencia y la
hiciera nuevamente cabeza de las naciones. Pero sus constantes infidelidades a la Ley de Dios habían
causado enfrentamientos internos que los hacían caer fácilmente bajo la dominación de los poderes
extranjeros.
Marco religioso
El Templo: Era el lugar más importantes de Israel. Toda la vida de los Israelitas
giraba en torno al Templo. Era el símbolo de la presencia perpetúa de Dios en medio del pueblo. Los judíos
de todo el mundo, solos o en grupo, acudían a él al menos una vez al año para rezar.
En el Templo se enseñaba el contenido de la Escritura y se cantaban los salmos, mientras los sacerdotes
ofrecían holocaustos a Dios. Servía también para repartir dinero y alimento a los pobres. Además de ser casa
de oración, era el lugar donde se guardaban los tesoros, tanto de la nación como los particulares. Era el
centro de la vida del país: comercio, banco, parlamento, punto de encuentro.

Podemos distinguir tres períodos históricos relativos al Templo:

 La construcción dirigida por Salomón y su posterior destrucción ordenada por Nabucodonosor, en


587 a.C.
 Su reinauguración en 515 a.C., tras el destierro en Babilonia, conducida la reconstrucción por
Zorobael (más modesto que el original de Salomón)
 La reconstrucción ordenada por Herodes, con gran suntuosidad, aproximadamente
en el 19 a.C.

El Culto: Todos los días se inmolaban como sacrificio perpetuo de Israel a su Dios dos corderos: uno
por la mañana y otro por la tarde. Además, el emperador romano mandó que se sacrificaran dos
animales, uno por él y otro por el imperio. Durante el resto de la jornada, se sucedían los sacrificios
privados.

La Sinagoga: Tuvo su origen en la deportación del pueblo de Israel a Babilonia. Era el lugar donde se
reunían los judíos para rezar tres veces al día: por la mañana, a primera hora de la tarde y al acabar la
jornada. Las reuniones solemnes tenían lugar el sábado. En ellas rezaban la profesión de fe o credo judío;
leían el Decálogo y fragmento de la Ley; cantaban los salmos y leían otros textos de la Biblia que eran
comentados por los rabinos o estudiosos de la Biblia. La sinagoga también servía de escuela. Jesús
frecuentó la sinagoga de Nazaret y Cafarnaún. Cristo realizó en ellas esas acciones cultuales reiteradas
veces (cfr. Lc 4,15-30).
El Sábado: en hebreo shabat (= “descanso”), evoca el descanso de Dios tras su obra creadora. Era el día
festivo durante el cual se realizaban los sacrificios en el Templo, y jornada de descanso absoluto. El
cumplimiento de esto último era exageradamente rígido, sobre todo por parte de los fariseos.
Las Fiestas, entre las cuales encontramos principalmente:

 La Pascua (del hebreo Pésaj, es decir, “paso”) que conmemoraba la liberación del Pueblo
Elegido de Egipto, con el sacrificio y comida del cordero pascual, instituida por Moisés. Se la
llamaba también “Fiesta de los Ázimos” (en alusión al comienzo de la siega de las cebadas, que
se hacían en primavera y culminaba en la fiesta de las semanas —fin de la cosecha—, siete
semanas después).

 Pentecostés, palabra de origen griego, cuyo significado es “cincuentena”, es decir, los


cincuenta días después de la Pascua, que recordaban la fundación de la teocracia (es decir,
que la autoridad política la ejercían los sacerdotes), y la revelación de las dos Tablas de la Ley
en el monte Sinaí a Moisés.

 Los Tabernáculos o fiesta de las Tiendas, que era la más alegre de todas porque recordaba la
asistencia milagrosa de Dios a través del éxodo en el desierto, y para agradecer las cosechas.

 El Yom Kippur o fiesta de las expiaciones, es decir, los días de perdón, penitencia y ayuno
antes que comience el año nuevo (Rosh Hashana).

Marco social
La sociedad judía en Tiempos de Jesús se dividía en 4 clases:
Los sacerdotes, que eran tomados de la tribu de Leví, y en especial de los descendientes de Aarón.
Estaban conformados por la casta de los sumos sacerdotes (dignidad que cambiaba cada año de
representante) y por los casi 18.000 sacerdotes—levitas que estaban cerca del pueblo, encargados de los
sacrificios. Los sumos sacerdotes eran mayormente aristócratas preocupados sobre todo de sus
privilegios, poco queridos por el pueblo;

Los escribas eran los expertos en la Ley, también llamados letrados, doctores de la Ley o rabbís (es
decir, “maestros”), que esperaban como Mesías a un gran Maestro de la Ley. Jesús, a quien sus
discípulos reconocían justamente como rabbí, no les cayó nada bien pues, por un lado, no había
estudiado en ninguna de las escuelas rabínicas (ni necesidad tenía de hacerlo, ciertamente), y por otro
lado decía cosas “inaceptables” para ellos (cfr. Mc 2,5-12).
El pueblo, que designa a los judíos comunes, despreciados por las clases superiores porque — decían
— ignoraban la Ley. Eran mayormente agricultores, pastores y pescadores (sobre todo en la región de
Galilea). También se encontraban entre el pueblo los artesanos (muy apreciados) y los comerciantes
(algunos eran ambulantes).
Los esclavos, que eran tratados humanamente y se los respetaba, en comparación al destino que les
tocaba en los pueblos paganos. No se podía comerciar con ellos, y se trataban generalmente de
prisioneros de guerra o de hombres que se habían vendido a sí mismos por necesidad.

También podemos distinguir a los partidos (o “sectas”):

En todo Israel se podía hallar a los fariseos (los “separados”), procedentes de distintos sectores de la
sociedad (comerciantes, artesanos, escribas, sacerdotes). Eran hombres que vivían permanentemente
preocupados por su ideal de pureza. Para ellos Israel tenía que llegar a ser un pueblo santo, separado de
los pecadores, y el culto y la observancia de la Ley judía eran los medios necesarios para lograr el
objetivo. Los fariseos reconocían todas las normas de la Tradición Oral y Escrita, y les añadían las
propias. Esperaban a un Mesías que llegaría en la medida que se observara la Ley. En tiempos de Jesús
el desprecio de muchos fariseos, a todos los que no fueran como ellos los echó a perder, y su soberbia
los llevó a considerarse los únicos justos y religiosos Hablaban mucho de Dios, pero su distintivo era no
ver sus propios pecados: “Cuídense de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía” (Lc 12,1-2).

Los saduceos eran los enemigos de los fariseos, y conformaban un grupo poco numeroso pero muy
poderoso (integraban la casta de los sumos sacerdotes), que abandonaron sus principios religiosos y
nacionalistas con tal de conservar el poder y los honores. Su nombre se debe a que pretendían descender
de la antigua familia sacerdotal de Sadoq, que vivió en tiempos del rey David (cfr. II Sam 8,17). Sólo
seguían la Tradición escrita, no creían en la vida después de la muerte, y menos en la resurrección de los
muertos (cfr. Lc 20,27-40). En ellos encontraron los romanos dóciles colaboradores, que terminaron por
desaparecer con la caída del país judío en el año 70.
Los publicanos eran los judíos dedicados a recaudar los impuestos para el emperador, razón por lo
cual eran tan odiados. El apóstol Mateo fue publicano antes de convertirse en discípulo de Jesús (cfr. Mt
9,9).

Los zelotes fomentaban la revuelta armada contra el invasor romano, la cual estalló en el año 66
después de Cristo. Este levantamiento concluyó con la toma de Jerusalén y la destrucción del Templo en
el año 70 a manos del general romano Tito, y con la destrucción completa de la ciudad en el año 135
después de otra gran revuelta. Como resultado quedó el pueblo judío disperso entre las naciones (esta
dispersión es conocida con el nombre de diáspora). El apóstol Simón fue un zelote antes de ser llamado
por Jesús al núcleo de los Doce.

Los herodianos se reunían políticamente alrededor del rey Herodes Antipas (sucesor de Herodes el
Grande), sometiéndose al poder romano para proteger sus intereses. No tenían ninguna esperanza
mesiánica, y por miedo a perder el poder se aliaron a los enemigos de Jesús (cfr. Mc 3,6).

Los esenios eran una comunidad de judíos piadosos, una especie de monjes que vivían en la zona
desértica cercana al Mar Muerto. Su máxima autoridad eran los sacerdotes. Tenían costumbres rigurosas
y le daban gran importancia a las comidas en común, a los trabajos manuales, al estudio de las Escrituras
y a la oración. En excavaciones arqueológicas del año 1947 fue hallado el emplazamiento esenio de
Qumrán; y en la zona se hallaron también numerosos manuscritos que conformaban importantes y
antiquísimas bibliotecas (son los famosos “manuscritos del Mar Muerto” que se sitúan aproximadamente
entre el 250 a.C. y el 65 d.C.). Con todo, los esenios nunca son mencionados en los evangelios. Y no hay
suficientes pruebas para decir que san Juan Bautista se formó entre los esenios, como algunos afirman.

Un párrafo aparte merecen:

El Sanedrín, que era el consejo de gobierno y a la vez la corte suprema de justicia de Israel. Estaba
conformado por 71 miembros distribuidos en tres grupos: sacerdotes y ancianos (de tendencia saducea) y
escribas (de tendencia farisea). Ejercían la justicia según la Ley judía, y les competían todos los asuntos
excepto los que merecían la pena de muerte, que le estaba reservada a la autoridad del imperio romano.
Ante el Sanedrín debió comparecer primeramente Jesús la noche que fue apresado (cfr. Mt 26,3-4.57-66),
y por esa imposibilidad le enviaron a Jesús a Pilato para que él lo condenase a muerte (cfr. Mt 27,1-2).

Los nazarenos (o nazoreos, o nazires; cfr. Núm 6,1-21). Eran los consagrados a Dios por medio de un voto
religioso, que se comprometían por un tiempo determinado a no cortarse el cabello (símbolo de su
consagración), a no beber bebidas fermentadas (que significaba su repudio a la vida fácil), y a no acercarse
a un cadáver (que expresaba su pertenencia especial a Dios). Entre los más conocidos nazarenos
encontramos a Sansón, a Samuel, a san Juan Bautista, a san Pablo Apóstol, e incluso
—según algunos autores— al mismo Jesús (cfr. Mt 2,23).

Los prosélitos eran paganos convertidos al judaísmo. La propaganda judía en busca de conversos era
muy activa en el mundo grecorromano (cfr. Mt 23,15).

Por último encontramos repetidamente citados en los evangelios a los samaritanos, que eran el
pueblo resultante de la fusión entre israelitas, caldeos, sirios, persas y árabes que retornaron de la
dominación del imperio Asirio, hacia el siglo VIII a.C. Habitaban la Palestina central, y observaban un gran
rigor religioso. Esperaban a un Mesías justiciero que pusiera fin a la división entre ellos y los judíos,
quienes los consideraban impuros. Es por esto que Jesús desorientaba tanto a los judíos por juntarse con
ellos (cfr. Jn 4,1-42).

Digamos ahora algunas palabras sobre:

 La mujer: su sitio era el hogar y no las actividades sociales, reservadas a los varones; sin
embargo, también era considerada Hija de Israel y, por lo tanto, con derechos y dignidad
propias.
 El niño: el hijo era absolutamente esencial para el judío. Al nacimiento se seguían varios ritos
(que Cristo quiso cumplir), tales como la circuncisión, la presentación en el Templo y el rescate
de los primogénitos, la purificación de la madre, entre otros.
 El matrimonio: se realizaba entre los 16 y los 22 años, y consistía en un contrato oficial que se
llama «desposorio». El momento del encuentro era la «boda» propiamente dicha.

El Evangelio “cuadriforme”

De lo dicho hasta aquí, resulta claro que el Evangelio de Jesucristo es uno sólo, y nos quedan
cuatro versiones inspiradas del mismo que en nada se contradicen en cuanto al Mensaje (que es lo
que importa), y no existen propiamente diferencias “estructurales” (aunque sí en apariencia, ya
volveremos sobre esto en “la cuestión sinóptica”). Para expresar esta unidad la constitución conciliar
recoge una expresión patrística: evangelio cuadriforme (de Ireneo: euaggélion tettramórphon). Y la usual
expresión “según”, que se utiliza para indicar a los autores de los respectivos evangelios, significa también
que hay un único Evangelio de Jesucristo (una sola predicación y un solo objeto o sujeto predicado), pero
según la manera de Mateo, Marcos, Lucas o Juan (Mt, Mc, Lc y Jn, a partir de ahora). De hecho, este
“según” ya aparece en los manuscritos más antiguos del siglo II, lo cual es otro indicio de la antigüedad de
la atribución de los evangelios a los escritores apostólicos o de su entorno más cercano.
 San Mateo, publicano como era, estaba más acostumbrado a usar la pluma para extender los
recibos y tomar cuenta de los pagos, por lo cual era quizás el más letrado de sus compañeros al
principio del apostolado. Dirigió su Evangelio escrito a los judíos que se habían convertido a la
verdadera Fe, a modo de catequesis, y es por ello que recurre constantemente a las profecías del
Antiguo Testamento para demostrar que todas ellas se referían a Jesús, su Maestro. Se lo
representa a san Mateo con un rostro humano, por cuanto comienza su versión del Evangelio con el
origen de Cristo Jesús en cuanto verdadero Hombre. Se estima que escribió su versión del Evangelio
hacia el 50 a 5511.

 San Marcos destinó su Evangelio escrito a los fieles cristianos de Roma, a quienes buscó robustecer
en la Fe a causa de las persecuciones que ya por entonces sufrían, mostrando a la Persona de
Cristo como el verdadero Hijo de Dios (basándose en la Predicación de san Pedro Apóstol, a quien
acompañó largo tiempo). Para ello se explayó sobre todo en los Milagros de Jesús, que maravillaban
enormemente a un público procedente en su mayoría del politeísmo, y se entretiene en explicar las
costumbres judías, desconocidas para sus lectores. Se representa a san Marcos con el símbolo de
un león, ya que empieza con la predicación de san Juan Bautista en el desierto. El evangelio según
san Marcos fue escrito hacia el año 60, y quizás antes según recientes hallazgos arqueológicos.

 San Lucas puso el mayor esfuerzo posible en informarse detalladamente de las obras y palabras de
Jesús, para lo cual tuvo como referentes principales a san Pablo Apóstol (a quien acompaño muchas
veces en sus viajes entre los pueblos gentiles); a los demás discípulos que habían conocido
personalmente a Jesús, y tal vez a la misma Madre de Dios, la Santísima Virgen María (aunque
sobre esto no hay suficiente constatación). San Lucas era un médico de origen griego, y su
preparación cultural era realmente muy buena. De todo esto se valió para resaltar la Verdad de Cristo
como el Salvador de todos los hombres, especialmente porque su escrito estaba destinado a los
paganos conversos de Siria, de Grecia, o del Asia Menor. El símbolo con que se representa a san
Lucas es el cordero, dado que su evangelio comienza con el sacrificio de Zacarías, padre de san
Juan Bautista. El evangelio según san Lucas se remontaría como máximo hacia el año 80.

 San Juan Evangelista no toma generalmente los relatos de la vida de Jesús porque ya habían sido
relatados por los otros evangelistas, y las comunidades cristianas ya disponían de ellos. Pero el
Evangelio según san Juan es sin duda el más elevado de los cuatro, por cuanto muestra desde su
mismo inicio a Cristo como la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Verbo, el Dios Hijo
hecho verdadero Hombre. Así, este Libro se dedica a los grandes discursos de Cristo, que a veces
se apoyan en milagros que dan la explicación de estos, como manifestaciones de su divinidad y
poder: “Todo nos deja la impresión de un autor que ha meditado años y años unos hechos y unas
doctrinas, que son la clave de su vida. Y como síntesis de todo, coloca al comenzar ese prólogo
sublime”12. Fundamentalmente por ese extraordinario prólogo (Jn 1,1-18), se lo representa a san
Juan Evangelista con el águila que se alza en las alturas, como símbolo de la generación eterna del
Verbo. El evangelio según san Juan, que tuvo varias etapas en su redacción, fue concluido hacia
fines del siglo

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