LA PRESUNCIÓN
DE INOCENCIA
EN EL PROCESO
PENAL PERUANO
Un estado de la cuestión
LA PRESUNCIÓN DE INOCENCIA
EN EL PROCESO PENAL PERUANO
Un estado de la cuestión
PRIMERA EDICIÓN
ABRIL 2015
6,150 ejemplares
PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN
TOTAL O PARCIAL
DERECHOS RESERVADOS
D.LEG. Nº 822
ISBN: 978-612-311-241-7
REGISTRO DE PROYECTO EDITORIAL
11501221500476
DIAGRAMACIÓN DE CARÁTULA
Martha Hidalgo Rivero
DIAGRAMACIÓN DE INTERIORES
José Luis Rivera Ramos
Impreso en:
Imprenta Editorial El Búho E.I.R.L.
San Alberto 201 - Surquillo
Lima 34 - Perú
A Dios, porque su oído siempre está atento
a mi clamor, abrazándome con su amor y bondad
y sosteniéndome con su brazo fuerte.
Introducción
El Código Procesal Penal de 2004 es el resultado del ansiado cambio de
modelo procesal penal. Se dice que tal cambio obedece, entre otras razones, a
la ineficacia del proceso inquisitivo o mixto para la persecución del crimen, y
por la manera –ya casi generalizada– de afectar arbitrariamente los derechos
fundamentales de los justiciables que conllevaba este tipo de proceso.
En ese norte, y con la intención de que lo señalado en la nueva normativa
procesal no solo quede en un catálogo de buenas intenciones, es que se debe
procurar ahondar en los estudios sobre los diversos principios, derechos e ins-
titutos que regula el CPP de 2004. Y especialmente buscar su correcta aplica-
ción en el proceso penal. Para lograr ello, conviene tener presente que la refor-
ma no solo se logra con el cambio de dispositivos legales, sino que todos los
actores del sistema deben tornar palpable esa reforma en beneficio de la segu-
ridad jurídica y respeto a los derechos fundamentales de todas las personas. Es
necesario, pues, cambiar la cultura inquisitorial que la mayor de las veces aun
campea en la praxis judicial. Y de conseguir tal propósito somos responsables
todos quienes de alguna u otra manera, y de diversos frentes nos toca convi-
vir con el proceso penal y hacerlo más racional, eficaz y respetuoso de los de-
rechos de todas las personas que se pueden ver incursos en un proceso penal.
Ha sido esta idea la que motivó elaborar el presente trabajo sobre el dere-
cho a la presunción de inocencia y sus implicancias en aquel proceso que bus-
ca la aplicación del Derecho Penal sustantivo.
La presunción de inocencia es uno de los pilares básicos del proceso pe-
nal. Al menos eso siempre suele decirse desde que se lograra su reconoci-
miento allá por la época de la Revolución Francesa y con el correr de los años
consiguiera su positivización en los diversos países ya sea a nivel constitucio-
nal o infraconstitucional, lo cierto es que la mayor de la veces el sostener que
era uno de los principios básicos del proceso penal, era solamente una frase
para tratar de legitimar “simbólicamente” el proceso penal en concreto instau-
rado contra un imputado, pero que dentro del mismo resultaba inubicable, pri-
mando –por el contrario– la presunción de culpabilidad.
7
Elky Alexander Villegas Paiva
8
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
9
Capítulo I
LA INSTAURACIÓN
DEL PROCESO
PENAL ACUSATORIO-
GARANTISTA DE RASGOS
ADVERSARIALES EN
EL ORDENAMIENTO
JURÍDICO PERUANO
Capítulo I
La instauración del proceso penal
acusatorio-garantista de rasgos adversariales
en el ordenamiento jurídico peruano
(1) En la exposición de motivos del CPP de 2004, el legislador afirma que la reforma procesal penal en el
Perú ha sido también consecuencia de la expansión de la reforma en América Latina; por tanto para
entender mejor la génesis del nuevo modelo, conviene tratar brevemente aquella. Sobre la reforma
procesal penal en Latinoamérica véase, entre otros, VARGAS VIANCOS, Juan Enrique. “La nueva
generación de reformas procesales penales en Latinoamérica”. En: Panorama internacional sobre
justicia penal. Proceso penal y justicia penal internacional. Sergio García Ramírez y Olga Islas de
Gonzáles Mariscal (Coordinadores.). Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, México D.F,
2007, p. 25 y ss.; MORENO CATENA, Víctor. “El marco de las reformas del proceso penal en Europa
y en América Latina”. En. Ius. N° 24, Instituto de Investigaciones Jurídicas de Puebla, Puebla, 2009,
pp. 216-235; GILLES BÉLANGER, Pierre. “Algunos apuntes sobre las razones de la reforma del
procedimiento penal en América Latina”. En: Prolegómenos-Derechos y Valores. Vol. XIII, N° 26,
Bogotá, Universidad Militar Nueva Granada, julio-diciembre de 2010, pp. 59-78; DUCE, Mauricio.
“Reformas a la justicia criminal en América Latina: una visión panorámica y comparada acerca de
su gestación, contenidos, resultados y desafíos”. En: Crimen e inseguridad. Lucía Dammert (editora).
Flacso, Santiago de Chile, 2009, pp. 189-224; RÚA, Gonzalo. “El proceso de reforma latinoamericano
y su impacto en la selectividad”. En: Nuevo proceso penal y delitos contra la administración pública.
Susana Castañeda Otsu (coordinadora). Jurista Editores, Lima, 2014, p. 197 y ss.; ORÉ GUARDIA,
Arsenio y RAMOS DÁVILA, Lisa. “Aspectos comunes de la reforma procesal penal en América Latina”.
En: Alerta Informativa. Loza Ávalos Abogados, Lima, 2008, pp. 1-48. También los trabajos contenidos
en MAIER, Julio; AMBOS, Kai y WOISCHNIK, Jan. (Coordinadores). Las reformas procesales penales
en América Latina. Ad Hoc, Buenos Aires, 2000; BENAVENTE CHORRES, Hesbert y PASTRANA
BERDEJO, Juan David. Implementación del proceso penal acusatorio adversarial en Latinoamérica.
Flores Editor, México D.F, 2009. Asimismo resulta indispensable consultar los estudios realizados por
el Centro de Estudios de Justicia de las Américas (CEJA) denominados Proyecto de Seguimiento de las
Reformas Penales en América Latina, especialmente: VARGAS, Juan (Editor) y RIEGO, Cristian (autor
informes comparativos). Reformas procesales penales en América Latina: Resultados del proyecto de
Seguimiento. Centro de Estudios de Justicia de las Américas (CEJA), Santiago, 2005. AA.VV. Reformas
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Elky Alexander Villegas Paiva
así como el nuevo modelo que sigue el CPP de 2004, bajo el cual se da cabi-
da o se revaloriza la tutela eficaz de derechos y garantías de los sujetos intervi-
nientes en el proceso, entre ellos el derecho a la presunción de inocencia a fa-
vor del imputado.
En esa perspectiva, partamos por tener presente que en tanto la justicia pe-
nal tiene como el reto más importante –impuesto por la sociedad– el de brin-
dar un marco de repuesta adecuado a los conflictos más graves que inevita-
blemente llegan a su sede ante los fallidos intentos de resolución por los de-
más medios de control social(2) (formales e informales(3)) existentes para tal
fin; entonces no puede soslayarse ante tal mandato, pues es el último recurso
(última ratio) que le queda a la sociedad para resolver tales conflictos y man-
tener la convivencia social (finalidad última de todo el ordenamiento jurídico).
Para lograr el objetivo planteado, el ordenamiento jurídico debe adoptar
un sistema procesal penal que permita, por un lado, dar una respuesta sólida
y firme a los múltiples conflictos penalmente relevantes que existen en nues-
tro país; y por otro lado, brindar las garantías necesarias para todos los acto-
res que participan en el conflicto penal.
procesales penales en América Latina: Resultados del proyecto de seguimiento, V etapa. Centro de
Estudios de Justicia de las Américas (CEJA), Santiago, 2009.
(2) El concepto de control social puede ser definido tanto desde una perspectiva positiva como negativa.
Conforme a la primera serían aquellos recursos de los que dispone una sociedad determinada para
asegurarse de que los comportamientos de sus miembros se someterán a un conjunto de reglas y prin-
cipios establecidos para lograr su convivencia y supervivencia. Y desde la segunda perspectiva, como
la respuesta o reacción que la sociedad da a los transgresores, esto es, a los que al haber desconocido
las reglas y principios señalados, son definidos como problemáticos, preocupantes, amenazadores,
molestos o indeseables. Cfr. BUSTOS RAMÍREZ, Juan y HORMAZÁBAL MALARÉE, Hernán.
Nuevo sistema de Derecho Penal. Trotta, Madrid, 2004, p. 19.
(3) El control social de respuesta o reacción frente al comportamiento desviado puede ser informal o formal.
Se habla de control social “institucionalizado” o “formal” cuando dicho control se ejerce directamente
por instituciones, mecanismos o medios, que han sido creados o provienen del Estado para esa finalidad
(v.g. la escuela, la policía, los tribunales, etc.), mientras que el control social “difuso” o “informal” es
aquel que carece de institucionalidad e inclusive puede surgir espontáneamente (v.g. los rumores, los
prejuicios, las modas, etc.). De acuerdo con lo anterior podemos afirmar que el sistema penal es parte
del control social que resulta institucionalizado en forma punitiva y con discurso punitivo, que alcanza
en la práctica desde que se detecta la posibilidad o sospecha de un delito hasta que se impone y ejecuta
la pena, aunque en algunos casos puedan darse acciones controladoras y represoras que aparentemente
nada tienen que ver con aquel, el cual abarca a su vez, como sectores o segmentos básicos, el policial,
el judicial y el ejecutivo. El Derecho Penal, el Derecho Procesal Penal, junto con las demás institucio-
nes y áreas jurídico-sociales afines, conforman en ese contexto, la globalidad del mencionado sistema
penal. (HOUED, Mario y MORETA Wilson. “La reforma procesal penal en la República Dominicana”.
En: Proceso penal acusatorio en la República Dominicana. Escuela Nacional de la Judicatura, Santo
Domingo-República Dominicana, 2001, p. 18).
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La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
Sin embargo, los sistemas penal inquisitivo y el mixto, que hasta hace al-
gunos años predominaban en varios países de la región, incluido el nuestro,
adolecía de una serie de defectos que ponían en jaque todo el sistema penal(4).
De modo que no contribuía a proteger las garantías jurídicas básicas(5). Por
ejemplo, existía una falta de publicidad del proceso, lo cual no solo no promo-
vía sino que impedía la transparencia de este, la cual, como hoy se sabe, es tan
esencial para un adecuado control de la administración de justicia(6).
Asimismo, el sistema inquisitivo no permitía que todos los actores del pro-
ceso penal tuvieran un papel importante, equilibrio tan fundamental para apor-
tar una justicia plena y total(7). Igualmente con la forma como se desarrollaba
el proceso se vulneraba “flagrantemente” el derecho a la presunción de ino-
cencia, desde un inicio de las investigaciones, entre otras razones, por el uso
generalizado de la prisión preventiva que en la práctica constituía una pena
anticipada, así como en ocasiones por el uso de pruebas que habían sido obte-
nidas con la violación de otros derechos fundamentales, entre otros aspectos
que trataremos a lo largo del presente trabajo.
(4) Debe reconocerse, sin embargo, que la crisis que atraviesa el Derecho Procesal Penal no le concierne
únicamente a él, sino también al Derecho Penal sustantivo, respecto al que tiene carácter instrumental;
por ello, la solución a la sobrecarga procesal debe partir también de la rama sustantiva; máxime cuando
en un sentido global, el Derecho Penal está comprendido por el Derecho Penal sustantivo o material,
el Derecho Procesal Penal y el Derecho de Ejecución de Penas; y por otro lado, la falta de armonía
entre ambas disciplinas puede resultar perjudicial para la eficacia del Derecho Penal y la coherencia del
sistema penal como tal. Así, HERRERA GUERRERO, Mercedes. La negociación en el nuevo proceso
penal. Un análisis comparado. Palestra Editores, Lima, 2014, p. 30.
(5) En este sentido se ha dicho que: “Los antiguos procesos, principalmente inquisitivos y llevados por
escrito, además de violar con frecuencia los derechos fundamentales y las garantías de los ciudadanos,
no habían sido eficientes para aclarar los hechos e imponer penas adecuadas a los culpables. Los procesos
eran demasiado largos, lo cual en muchos países ha dado cabida a grandes espacios para la corrupción,
que llegó a extenderse en los sistemas de justicia y, en opinión de la población, determinó que muchos
delitos quedaran impunes” (SCHÖNBOHN, Horst. “Introducción”. En: Juntos generamos justicia. El
nuevo Código Procesal Penal en el Perú. Implementación, experiencias y conclusiones 2003-2010.
Cooperación Alemana al Desarrollo Internacional-GIZ, Lima, 2011, p. viii).
(6) En el sistema inquisitivo, los procesos penales son escritos y la falta de publicidad implica una falta de
transparencia del proceso penal. Una de las garantías frente a la contrariedad de los jueces es –preci-
samente– la publicidad. Si un juez tiene que actuar en público, recibir las pruebas en público, tiene que
observar el debate de las pruebas que se realiza de manera concentrada y pública, todo el mundo sabe
lo que pasó en el proceso penal y sabe si la decisión fue justa o no, pero si un proceso penal es escrito
y está en expedientes con numerosos folios le resulta muy difícil al ciudadano saber cuáles eran las
pruebas que sustentaban la culpabilidad o aquellas que servían para absolver a una persona (MÁRQUEZ
CÁRDENAS, Álvaro. “La justicia restaurativa versus la justicia retributiva en el contexto del sistema
procesal de tendencia acusatoria”. En: Prolegómenos-Derechos y Valores. Vol. X, Nº 20, Universidad
Militar Nueva Granada, Bogotá, julio-diciembre de 2007, p. 202).
(7) GILLES BÉLANGER, Pierre. “Algunos apuntes sobre las razones de la reforma del procedimiento
penal en América Latina”. En: Prolegómenos-Derechos y Valores. Vol. XIII, Nº 26, Universidad Militar
Nueva Granada, Bogotá, julio-diciembre de 2010, p. 64.
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Elky Alexander Villegas Paiva
Ante esta crítica situación, los países de América Latina, casi sin excep-
ciones, procuraron reformar sus sistemas procesales penales, con el objeto de
cambiar los sistemas inquisitivos(8) y escritos, instaurados desde el tiempo de
la colonia(9), por sistemas acusatorios de carácter adversarial y oral(10).
Fueron los límites del sistema inquisitivo, así como el retorno a la demo-
cracia de varios países de esta parte del continente(11), y la reivindicación del
reconocimiento y eficacia de los derechos fundamentales aunada por el adve-
nimiento del paradigma del Estado Constitucional (que procura una constitu-
cionalización de todo el ordenamiento jurídico) (12), las principales razones de
la reforma procesal penal en América Latina.
(8) Para lograr una adecuada transformación de la justicia penal y vencer los principales obstáculos que se le
enfrentan, debemos reconocer, en primer término, que no se trata solamente de calificar como “inquisitivos”
a los sistemas procesales de la mayoría de nuestros países –dadas sus particulares características que
así los denota– sino que debemos admitir que llegó a constituirse un específico modo de “situarse ante
la realidad y considerarla”, esto es, una verdadera mentalidad, una “cultura inquisitiva” que se enraizó
en el devenir histórico de nuestras naciones. Esa “cultura” presenta ciertos rasgos muy significativos y
comunes: una mentalidad eminentemente “formalista”, que conduce al excesivo ritualismo escrito con
preservación de las “formas”, como si esto produjese la solución del conflicto. Jueces y demás sujetos
del proceso utilizan un lenguaje alambicado y oscuro (con la excusa del “tecnicismo”), que aleja a la
administración de justicia de su propósito dentro de la comunidad, pero que sirve, en alguna medida,
para “justificar” (o “mitificar”) la necesidad de buscarse la asesoría de un abogado. Resaltan este as-
pecto HOUED, Mario y MORETA Wilson. “La reforma procesal penal en la República Dominicana”.
Ob. cit., p. 34.
(9) Véase: GILLES BÉLANGER, Pierre. “Algunos apuntes sobre las razones de la reforma del procedi-
miento penal en América Latina”. Ob. cit., p. 63.
(10) Reforma que ha sido considerada como la transformación más profunda que han experimentado los
procesos penales de América Latina en sus casi dos siglos de existencia. Así, LANGER, Máximo.
Revolución en el proceso penal latinoamericano: difusión de ideas legales desde la periferia. Centro
de Estudios de Justicia de la Américas (CEJA), Santiago de Chile, 2008, p. 2.
(11) El clima general de reforma institucional propio del ciclo de recuperación democrática o de transición a
la democracia, si bien se manifiesta de diversas maneras en los distintos países, originó una convicción
general en la región acerca de la necesidad de modernizar las instituciones del Estado, superando así
rémoras coloniales o estructuras que habían tenido fuertes compromisos con la inestabilidad institucional,
las dictaduras militares o el terrorismo de Estado. Estas consideraciones, sin duda, fueron más firmes
y claras en su referencia a la reforma del proceso penal o a la crítica de la estructura general del Poder
Judicial, pero también influyeron –aunque de un modo más indirecto– en una disposición favorable a
toda reforma y oralización de los procesos. Véase, BINDER, Alberto. “La reforma de la justicia penal
en el Perú en el marco del movimiento de reforma de la justicia penal en América Latina: visiones y
estrategias”. En: Juntos generamos justicia. El nuevo Código Procesal Penal en el Perú. Implementación,
experiencias y conclusiones 2003-2010. Cooperación Alemana al Desarrollo Internacional - GIZ, Lima,
2011, p. 1.
(12) Esta corriente constitucionalista (a la que cierto sector doctrinal denomina “neoconstitucionalismo”)
estableció la fuerza normativa y la supremacía de la Constitución sobre las demás normas, trayendo
–como se acaba de decir– un proceso de constitucionalización de todo el Derecho ordinario, por el
cual toda la estructura del sistema jurídico debe estar definida con base en la Constitución y, por lo
mismo, el funcionamiento del sistema jurídico se inicia a partir de parámetros constitucionales. En este
sentido, la existencia de una jurisdicción constitucional, dentro de un sistema jurídico-político, significa
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La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
la culminación del proceso de desarrollo del Estado de Derecho o, dicho de modo más preciso, la trans-
formación del Estado Legal de Derecho en Estado Constitucional de Derecho. Mientras el primero se
caracteriza por el principio de legalidad, es decir, por la primacía de la ley sobre los restantes actos del
Estado hecha efectiva por el funcionamiento de unos tribunales destinados a garantizar la legalidad de
la Administración estatal. El segundo se caracteriza por el principio de constitucionalidad, es decir,
por la primacía de la Constitución sobre la ley y por el funcionamiento de una jurisdicción que entienda
de la constitucionalidad de los actos del Estado, incluida la propia ley. El Estado Constitucional de
Derecho mantiene, pues, el principio de legalidad, pero subordina sus formas concretas de manifestarse
al principio de la constitucionalidad. En tal sentido, el Estado Constitucional de Derecho no anula, sino
que perfecciona al Estado Legal de Derecho. Así véase: GARCÍA PELAYO, Manuel. “Estado Legal y
Estado Constitucional de Derecho. El Tribunal Constitucional español”. En: Ilanud. Año 9-10, Nº 23-
24, Instituto Latinoamericano de las Naciones Unidas para la prevención del delito y el tratamiento del
delincuente (Ilanud), San José de Costa Rica, 1989, p. 7. Sobre el paradigma del Estado Constitucional,
véase, sin ánimos de ser exhaustivos, entre muchos otros: ZAGREBELSKY, Gustavo. El derecho
dúctil. Ley, derechos, justicia. Traducción de Marina Gascón. 3ª edición en castellano. Trotta, Madrid,
1999, p. 21 y ss.; HÄBERLE, Peter. El Estado Constitucional. Traducción de Héctor Fix-Fierro. 1ª
reimpresión de la 1ª edición. Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, México D.F., 2003;
ALEXY, Robert. Teoría de los derechos fundamentales. Traducción de Ernesto Garzón Valdés. Centro
de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1993; AÑÓN, María José. “Derechos fundamentales
y Estado Constitucional”. En: Cuadernos Constitucionales de la Cátedra Fadrique Furió Ceriol. Nº
40, Universidad de Valencia, Valencia, 2002, pp. 25-36; para una comprensión sintética de los cambios
que ha supuesto el neoconstitucionalismo, así como sus principales características véase: POZZOLO,
Susanna. “Notas al margen para una historia del neoconstitucionalismo”. Traducción de Mar Fernández
Pérez. En: Neoconstitucionalismo, Derecho y derechos. Susanna Pozzolo (editora). Palestra Editores,
Lima, 2011, p. 13 y ss.; sobre la fuerza normativa de la Constitución: AGUILÓ REGLA, Josep. “Sobre
la Constitución del Estado Constitucional”. En: Doxa. Cuadernos de Filosofía del Derecho. Nº 24.
Universidad de Alicante, Alicante, 2001, pp. 429-457; BIDART CAMPOS, Germán. El derecho de
la Constitución y su fuerza normativa. Ediar, Buenos Aires, 1995; PRIETO SANCHÍS, Luis. Justicia
constitucional y derechos fundamentales. Trotta, Madrid, 2003, p. 113 y ss.; MORA DONATTO, Cecilia.
El valor de la Constitución normativa. Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, México D.F.,
2002; en la doctrina nacional: PALOMINO MANCHEGO, José. “Constitución, supremacía constitu-
cional y teoría de las fuentes del Derecho: una visión desde el Perú”. En: Cuadernos Constitucionales
de la Cátedra Fadrique Furió Ceriol. Nº 58/59, Universidad de Valencia, Valencia, 2007, p. 230 y ss.;
CASTILLO CÓRDOVA, Luis. “El carácter normativo fundamental de la Constitución peruana”. En:
Anuario de Derecho Constitucional Latinoamericano 2006. Tomo II. Fundación Konrad-Adenauer,
Montevideo, 2006, p. 879 y ss.; LANDA ARROYO, César. “La fuerza normativa constitucional de los
derechos fundamentales”. En: Justicia constitucional y derechos fundamentales. Fuerza normativa de
la Constitución. Fundación Konrad Adenauer, Montevideo, 2011, p. 17 y ss.
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Elky Alexander Villegas Paiva
procesal –entre los que destacan las instituciones de justicia penal negociada–
se prescinde del juicio oral(13).
Se trata de sustituir el método tradicional de enjuiciamiento a través de
la tramitación burocrática de un expediente, sin la existencia de un real jui-
cio donde pudiera controvertirse la prueba y generarse una decisión indepen-
diente, por uno que garantizando el debido proceso fuera a la par más eficien-
te en la persecución del delito (gracias a una mejor coordinación entre la in-
vestigación y la litigación de los casos y una serie de facultades para poder ra-
cionalizar el uso de los recursos del sistema) y velara adecuadamente por los
derechos de todos los intervinientes en el proceso, incluyendo –dicho sea de
paso– los derechos de la víctima y la importancia de la satisfacción de sus in-
tereses dentro del proceso.
Las reformas que se vienen incorporando en los diversos ordenamien-
tos jurídicos tienen muchas características en común, como la introducción
de juicios orales y públicos; la creación y/o fortalecimiento del Ministerio Pú-
blico; así como la decisión de poner al fiscal en lugar del juez a cargo de la
investigación del delito. Igualmente se reconocen más derechos a los impu-
tados frente a la policía y desde las primeras diligencias de investigación; en-
tre otros cambios, también se permiten mecanismos de negociación y resolu-
ción alternativa de conflictos; así como expandir el rol y la protección de la
víctima en el proceso penal(14).
Conforme a todo lo dicho hasta aquí, se tiene que los grandes “temas de
la reforma”, que no debemos dejar que pierdan centralidad, son(15):
a. El establecimiento del juicio oral y público, entendiendo por tal con-
cepto la instauración de un mecanismo procesal adversarial claro, con
producción de prueba concentrada y continua, así como una publici-
dad efectiva.
b. Una división de funciones también clara y precisa entre las tareas del
acusador, del imputado y su defensor, y de los jueces, de modo tal que
se resguarde el poder jurisdiccional para sus funciones específicas: la
decisión del litigio y la preservación de las libertades públicas.
18
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
Es pues bajo este marco que el ordenamiento jurídico peruano decide re-
formar también su sistema procesal penal, en tanto y en cuanto padecía tam-
bién de los mismos problemas que afectaban a sistemas procesales penales
de los países vecinos, tal como veremos, con algo más de detalle, en el si-
guiente acápite.
(16) BINDER, Alberto. “La reforma de la justicia penal en el Perú en el marco del movimiento de reforma
de la justicia penal en América Latina: visiones y estrategias”. Ob. cit., p. 4.
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Elky Alexander Villegas Paiva
(17) Como señala SCHÖNBOHN, Horst. “Introducción”. En: Juntos generamos justicia. El nuevo Código
Procesal Penal en el Perú. Implementación, experiencias y conclusiones 2003-2010. Cooperación
Alemana al Desarrollo Internacional - GIZ, Lima, 2011, pp. ix-x, no se trata de un simple, aunque
siempre importante, cambio de leyes, sino –y hacemos énfasis en ello– de todo el aparato de justicia
penal, y sobre todo de cambio de mentalidad de distintos actores del proceso penal. En tal sentido
dicha reforma implica diversas dimensiones como: Desarrollo legislativo y normativo: Adecuar
los ajustes de los reglamentos internos de las instituciones a las exigencias del nuevo proceso penal y
establecer el rediseño de normas complementarias. Desarrollo institucional Ajustar y fortalecer el
funcionamiento de las instituciones, para quesean capaces de cumplir adecuadamente con sus nuevas
funciones en el sistema judicial reformado. Entre otros aspectos, se han introducido reformas profun-
dasen la infraestructura interior de cada una de las instituciones, en su organización administrativa y
–mediante la capacitación– se ha podido preparar a los operadores para que puedan cumplir a cabalidad
con sus funciones en el nuevo proceso penal. La voluntad política. Se ha obtenido, contando con el
esfuerzo de las instituciones del sistema de justicia penal y el apoyo del Poder Ejecutivo, los recursos
financieros necesarios para la ejecución de la Reforma. A la fecha, el Estado peruano ha invertido en
la reforma procesal penal más de 800 millones de nuevos soles. Participación de la sociedad civil. Se
han desarrollado diversas iniciativas para informar a la sociedad civil sobre los cambios en curso; no
obstante, hasta el día de hoy se ha carecido de una estrategia de comunicación idónea para instaurar
espacios de discusión con la sociedad civil. Ahora bien, para el caso específico de la reforma procesal
penal en el Perú es importante revisar los trabajos contenidos en: VV.AA. Juntos generamos justicia.
El nuevo Código Procesal Penal en el Perú. Implementación, experiencias y conclusiones 2003-2010.
Cooperación Alemana al Desarrollo Internacional-GIZ, Lima, 2011. También, BURGOS MARIÑOS,
Víctor. “La reforma del proceso penal en el Perú: construyendo el modelo acusatorio”. En: Nuevo pro-
ceso penal y delitos contra la administración pública. Susana Castañeda Otsu (coordinadora). Jurista
Editores, Lima, 2014, pp. 97-143; HERRERA GUERRERO, Mercedes. La negociación en el nuevo
proceso penal. Un análisis comparado. Palestra Editores, Lima, 2014, p. 117 y ss.; en particular sobre
el impacto de la reforma en el subsistema anticorrupción: CASTAÑEDA OTSU, Susana Inés. “Avances
de la reforma procesal penal en el Perú: implementación y aplicación del nuevo Código Procesal Penal
en el subsistema anticorrupción”. En: Nuevo proceso penal y delitos contra la Administración Pública.
Susana Castañeda Otsu (coordinadora). Jurista Editores, Lima, 2014, pp. 31-96.
(18) El modelo inquisitivo se configura como un reflejo del sistema político de monarquía absolutista, y en el
caso del Perú dicho modelo proviene de la época del Virreinato. En ese esquema político, la función de
administrar justicia era competencia del rey –bajo una visión absolutista del poder–, quien la delegaba
en funcionarios con plenos poderes y que concentraban las funciones de investigar, acusar y juzgar.
(19) El proceso penal regulado en el código de Procedimientos Penales de 1940, prevé una primera etapa
de “instrucción” (investigación judicial) de carácter inquisitivo y una segunda etapa de “juicio oral y
público”, por lo que, en teoría, dicho Código responde a una configuración mixta. No obstante, la prác-
tica inquisitiva y la cultura institucional sobre la cual se desenvuelve dicha práctica, han sobrepasado
la posibilidad de desarrollo de una verdadera oralidad y publicidad en el juicio, previstos teóricamente
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La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
en el citado Código adjetivo, pues en la praxis judicial se abusa de la comunicación escrita y el juez
mantiene y trabaja ejerciendo sus facultades de investigación, lo que atenta contra su imparcialidad
en el juzgamiento.
(20) ORÉ GUARDIA, Arsenio. “La reforma del proceso penal en el Perú”. En: Juntos generamos justicia.
El nuevo Código Procesal Penal en el Perú. Implementación, experiencias y conclusiones 2003-2010.
Cooperación Alemana al Desarrollo Internacional - GIZ, Lima, 2011, p. 63.
(21) BURGOS MARIÑOS, Víctor. “La reforma del proceso penal en el Perú: construyendo el modelo
acusatorio”. Ob. cit., pp. 102-103.
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Elky Alexander Villegas Paiva
(22) BURGOS MARIÑOS, Víctor. “La reforma del proceso penal en el Perú: construyendo el modelo
acusatorio”. Ob. cit., pp. 102-103. Véase, también, ORÉ GUARDIA, Arsenio. “La reforma del proceso
penal en el Perú”. Ob. cit., p. 65.
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La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
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Elky Alexander Villegas Paiva
(23) ORÉ GUARDIA, Arsenio. “La reforma del proceso penal en el Perú”. Ob. cit., p. 69.
24
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
(24) ORÉ GUARDIA, Arsenio. “La reforma del proceso penal en el Perú”. Ob. cit., p. 70.
(25) A mediados del año 2002, en la ciudad de Trujillo se dio origen al segundo movimiento de reforma
procesal penal en nuestro país, promovida por el distinguido profesor argentino y líder de la reforma
procesal en Latinoamérica Alberto Binder y el igualmente distinguido maestro y líder de la Reforma
procesal en el Perú, Dr. Florencio Mixán Mass, fundándose el Grupo Huanchaco, el que posteriormente se
instituyó oficialmente como el Centro de Estudios para la Reforma de la Justicia Democracia y Libertad
(CERJUDEL). Este Movimiento se consolida en el año de 2003, con el apoyo de varias universidades
y la Comisión Episcopal de Acción Social CEAS en el Perú, y la contribución del Instituto de Estudios
Comparados en Ciencias Penales y Sociales INECIP de Argentina, y la difusión de un Proyecto de Nuevo
Código Procesal Penal conocido como el “Proyecto Huanchaco”, siendo sus autores el Dr. Florencio
Mixán Mass, Alfredo Pérez Galimberti y Víctor Burgos Marinos. Asimismo, se escenifica por primera
vez en el Perú el primer juicio con el sistema acusatorio adversarial y con jurado escabinado, en un
evento que congregó a los máximos representantes de la reforma procesal penal en Latinoamérica en
noviembre de 2003 en la ciudad de Trujillo. Véase, BURGOS MARIÑOS, Víctor. “La reforma del
proceso penal en el Perú: construyendo el modelo acusatorio”. Ob. cit., pp. 107-108.
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Elky Alexander Villegas Paiva
(26) Aquí resulta propicio lo que ha dicho Bovino cuando sostiene que: “[U]n modelo determinado de Código
procesal penal representa una opción político-criminal determinada, cargada de sentido, representativa
de valores y expresiva de decisiones fundamentales acerca del modo en que debe ser organizada la
persecución penal –especialmente la persecución penal pública– y, fundamentalmente, acerca del valor
que se concede al respeto efectivo de los más elementales derechos humanos. También representa un
aspecto específico, diferenciado y diferenciable, de los demás componentes de la administración de
justicia, cuya relevancia influye poderosa y decisivamente sobre los demás elementos de esa totalidad
conceptual denominada ‘sistema de justicia penal’, ‘justicia penal’ o ‘sistema penal’ y, en consecuencia,
sobre los resultados de toda intervención estatal de carácter punitivo”. Véase: BOVINO, Alberto. “El
principio acusatorio como garantía de imparcialidad en el proceso de reforma de la administración de
justicia penal”. En: Jus Semper Loquitur. Nº 44. Tribunal Superior de Justicia del Estado de Oaxaca,
Oaxaca, 2004, p. 42.
(27) La Comisión de Alto Nivel del Ministerio de Justicia, al concluir la redacción del nuevo Código
Procesal Penal de 2004, elevó un Anteproyecto, el que tenía la exposición de motivos. Sin embargo, al
promulgarse el texto legal, se omitió incluir la Exposición de Motivos. Tal omisión, sin duda, no impide
conocer la voluntad o intención del legislador. Véase: <http://perso.unifr.ch/derechopenal/assets/files/
legislacion/l_20080616_80.pdf>.
(28) Véase: HERRERA GUERRERO, Mercedes. La negociación en el nuevo proceso penal. Un análisis
comparado. Ob. cit., p. 119.
26
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
(29) Sobre las diferentes maneras en las cuales los términos “acusatorio” (o “adversarial”) e “inquisitivo”
pueden ser usados, ver LANGER, Máximo. “La dicotomía acusatorio-inquisitivo y la importación de
mecanismos procesales de la tradición jurídica Anglo-Sajona”. En: MAIER, Julio y BOVINO, Alberto
(editores). Procedimiento abreviado. Editores del Puerto, Buenos Aires, 2001, p. 97. Sobre los diversos
modelos de procesos penales acusatorios véase:
27
Elky Alexander Villegas Paiva
(30) Así, BENAVENTE CHORRES, Hesbert. La aplicación de la teoría del caso y de la teoría del delito
en el proceso penal acusatorio. J.M. Bosch, Barcelona, 2011, p. 36; CARBONELL, Miguel y OCHOA
REZA, Enrique. Qué son y para qué sirven los juicios orales. Porrúa, México D.F, 2008. Ya con ante-
rioridad Ferrajoli ha sostenido que “La separación de juez y acusación es el más importante de todos los
elementos constitutivos del modelo teórico acusatorio, como presupuesto estructural y lógico de todos
los demás”. Véase: FERRAJOLI, Luigi. Derecho y razón. Teoría del garantismo penal. Traducción de
Perfecto Andrés Ibáñez, Alfonso Ruiz Miguel, Juan Carlos Bayón Mohino, Juan Terradillos Basoco y
Rocío Cantarero Bandrés. Trotta, Madrid, 1995, p. 567).
(31) SALINAS SICCHA, Ramiro. La etapa intermedia y resoluciones judiciales según el Código Procesal
Penal de 2004. Grijley-Iustitia, Lima, 2014, p. 30.
28
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
(32) Contrariamente a la escritura que impulsaba el sistema inquisitivo, el proceso acusatorio se asienta
sobre la oralidad, por medio de la cual se garantiza una rápida y directa comunicación entre los sujetos
y demás intervinientes en el juicio, así como mayor transparencia y control de las actividades de cada
uno, incluido el juez.
(33) Consiste en el indispensable interés de someter a refutación y contraargumentación la información,
actos y pruebas de la contraparte. En ese sentido, por ejemplo, el sistema acusatorio permite que el
acusado tenga derecho desde el momento inicial a que se le informe de los hechos que se le atribuyen y
conozca las pruebas que existen en su contra, para que esté en posibilidad de contestar, refutar o con-
tradecir los cargos que le son imputados. Con lo dicho queda demostrado que el principio contradictorio
permite a su vez el ejercicio efectivo del derecho de defensa. Es tal la importancia de este principio
que Zamudio Arias ha sostenido que “(…) es solo mediante el efectivo ejercicio del contradictorio que
puede lograrse el adecuado funcionamiento del sistema a que se aspira, a la vez que alcanzar el objeto
del proceso penal que lo constituye, según postulado constitucional: “el esclarecimiento de los hechos,
proteger al inocente, procurar que el culpable no quede impune y que los daños causados por el delito
se reparen”. (ZAMUDIO ARIAS, Rafael. “Principios rectores del nuevo proceso penal, aplicaciones e
implicaciones: oralidad, inmediación, contradicción, concentración”. En: El nuevo sistema de justicia
penal acusatorio desde la perspectiva constitucional. Consejo de la Judicatura Federal, México D.F.,
2011, p. 67).
(34) Supone que las actuaciones del proceso se realizan a la vista del público, garantizando con ello, al igual
que la oralidad, un verdadero control por parte de los ciudadanos en el ejercicio del juzgamiento.
(35) Señala Villavicencio Ríos que uno de los principios más importantes del nuevo sistema procesal penal
peruano es el de celeridad procesal, el cual forma parte del derecho a un debido proceso sin dilaciones
injustificadas, que implica un equilibrio razonable entre celeridad, rapidez, velocidad, prontitud, del
proceso y el derecho de defensa. Así, la ley debe armonizar el principio de celeridad, que tiende a que el
proceso se adelante en el menor lapso posible, y el derecho de defensa, que implica que la ley debe prever
un tiempo mínimo para que el imputado pueda comparecer al juicio y pueda preparar adecuadamente su
defensa. (VILLAVICENCIO RÍOS, Frezia Sissi. “Apuntes sobre la celeridad procesal en el nuevo modelo
procesal penal peruano”. En: Derecho PUCP. N° 65, Fondo Editorial de la PUCP, Lima, 2010, p. 93).
(36) Cfr. PÉREZ SARMIENTO, Eric Lorenzo. Fundamentos del sistema acusatorio de enjuiciamiento
penal. Temis, Bogotá, 2005, pp. 14-32.
(37) En la base de todo texto constitucional, se encuentra latente una concepción del Derecho que informa
todas las normas que componen el sistema jurídico, entre ellas, el Derecho Penal, aunque debe quedar
claro que la Constitución no contiene en su seno una Política Criminal concreta ni, por tanto, establece
unos criterios fijos, pero sí se marca unas líneas programáticas generales y contiene un sistema de valores.
29
Elky Alexander Villegas Paiva
En este sentido: CARBONELL MATEU, Juan. Derecho Penal: concepto y principios constitucionales.
Tirant lo Blanch, Valencia, 1995, pp. 78-79.
(38) BACIGALUPO, Enrique. Justicia penal y derechos fundamentales. Marcial Pons, Madrid, 2002,
p. 133. En este sentido se ha dicho que “la estructura del proceso penal de una nación no es sino el
termómetro de los elementos corporativos o autoritarios de una constitución” (GOLDSCHMIDT, citado
por ARMENTA DEU, Teresa. “Principios y sistemas del proceso penal español”. En: El nuevo Derecho
Penal español. Estudios penales en memoria del Prof. José Manuel Valle Muñiz. Gonzalo Quintero
Olivares y Fermín Morales Prats (Coordinadores). Aranzadi, Pamplona, 2001, p. 57). En la misma línea
Roxin ha señalado gráficamente que el Derecho Procesal Penal es “el sismógrafo de la Constitución del
Estado” (ROXIN, Claus. Derecho Procesal Penal. Traducción de Gabriela Córdoba y Daniel Pastor.
Editores del Puerto, Buenos Aires, 2000, p. 10).
(39) Cfr. ARROYO ZAPATERO, Luis. “Fundamento y función del sistema penal: el programa penal de la
Constitución”. En: Revista Jurídica de Castilla-La Mancha. Nº 1, Junta de Comunidades de Castilla-La
Mancha, 1987, p. 103; DONINI, Massimo. “Un Derecho Penal fundado en la carta constitucional: razones
y límites. La experiencia italiana”. En: Revista Penal. Nº 8, La Ley, Madrid, 2001, pp. 24-26; DONINI,
Massimo. “Principios constitucionales y sistema penal: modelo y programa”. En: DONINI, Massimo.
El Derecho Penal frente a los desafíos de la modernidad. Ara Editores, Lima, 2010, pp. 335-357. Véase
también, sobre la relación entre el Derecho Constitucional y el sistema penal: MIR PUIG, Santiago.
Bases constitucionales del Derecho Penal. Iustel, Madrid, 2011, pássim. TERRADILLOS BASOCO,
Juan. “Constitución Penal. Los derechos de la libertad”. En: Sistema penal y Estado de Derecho.
Ensayos de Derecho Penal. Ara Editores, Lima, 2010, p. 21 y ss. TIEDEMANN, Klaus. “Constitución
y Derecho Penal”. En: Revista Española de Derecho Constitucional. Año 11, Nº 33, Centro de Estudios
Políticos y Constitucionales, Madrid, 1991, p. 145 y ss. En la doctrina nacional, entre otros, REYNA
ALFARO, Luis. “Proceso penal y Constitución. Reflexiones en torno a la trascendencia del principio
de Estado de Derecho en el Derecho Procesal Penal”. En: CUAREZMA TERÁN, Sergio y LUCIANO
PICHARDO, Rafael (Directores). Nuevas tendencias del Derecho Constitucional y el Derecho Procesal
Constitucional. Instituto de Estudio e Investigación Jurídica, Santo Domingo-República Dominicana,
2011, p. 472 y ss.; SOTA SÁNCHEZ, André. “El programa penal de la Constitución Política de 1993
y el Derecho Penal Constitucional peruano”. En: Gaceta Penal & Procesal Penal. Tomo 41, Gaceta
Jurídica, Lima, noviembre de 2012, p. 336 y ss.; SAN MARTÍN CASTRO, César. “Proceso penal,
Constitución y principios procesales”. En: Libro homenaje al profesor José Hurtado Pozo: el penalista de
dos mundos. Idemsa, Lima, 2013, pp. 847-883; RODRÍGUEZ HURTADO, Mario Pablo. “Fundamentos
constitucionales de la reforma procesal penal acusatoria, garantizadora, de tendencia adversativa, eficaz
y eficiente, normativizada en el CPP”. En: Actualidad Penal. Vol. 7, Instituto Pacífico, Lima, enero de
2015, pp. 288-309.
30
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
(40) Como explica San Martín Castro: “[L]a pretendida oposición garantías vs. eficacia es falsa en sí misma
y genera discursos perversos desde una óptica conservadora. Un Código debe tomar en cuenta ambas
perspectivas y buscarla forma más adecuada para que la obligación o deber social del Estado -garantizar
la seguridad ciudadana sancionando a los delincuentes- sea eficaz, pero sin mengua del respeto de los
derechos fundamentales de la persona” (SAN MARTÍN CASTRO, César. “La reforma procesal penal
peruana: evolución y perspectivas”. En: Anuario de Derecho Penal 2004: La reforma del proceso penal
peruano. Fondo Editorial de la PUCP-Universidad de Friburgo, Lima, 2004, p. 61).
(41) Señala REYNA ALFARO, Luis Miguel. Manual de Derecho Procesal Penal. Instituto Pacífico, Lima,
2015, p. 44; que el CPP de 2004 introduce elementos determinantes de una visión político-criminal
garantista orientada a obtener el equilibrio entre los intereses del Estado, el imputado y la víctima del
delito.
(42) RODRÍGUEZ HURTADO, Mario Pablo. “Fundamentos constitucionales de la reforma procesal penal
acusatoria, garantizadora, de tendencia adversativa, eficaz y eficiente, normativizada en el CPP”. En:
Actualidad Penal. Vol. 7, Instituto Pacífico, Lima, enero de 2015, p. 290.
(43) Señala con razón Conde-Pumpido Tourón que: “Garantías y eficacia son los dos factores claves de la
reforma. De un lado, el desarrollo de los derechos fundamentales (...) impone reformas que integren
un sistema procesal que los respete plenamente; de otro, el incremento, e incluso la masificación, de
la criminalidad, su sofisticación y el desarrollo de la criminalidad organizada aconsejan reformas
tendentes a dotar el proceso de una mayor eficacia para hacer frente a estos retos, modernizando sus
procedimientos probatorios y agilizando los trámites que la repuesta penal se produzca en un plazo
razonable. Es decir, en un plazo proporcionado a la complejidad de la actividad delictiva enjuiciada”.
(CONDE-PUMPIDO TOURÓN, Cándido. “Nuevas fórmulas para la Ley de Enjuiciamiento Criminal”.
En: Iuris. Nº 56, La Ley, Madrid, diciembre de 2001, pp. 24-25).
31
Elky Alexander Villegas Paiva
(44) Benavente Chorres explica que lo adversarial denota una división de responsabilidades entre
quien toma la decisión y las partes; tanto la decisión jurídica como la fáctica corresponden a un
tercero imparcial que adopta una posición en virtud del material suministrado por las partes
adversarias, que son el Ministerio Público, de un lado y la defensa, de otra. Que el sistema sea
adversarial significa que la responsabilidad de investigar los hechos, de presentar pruebas y
determinar la argumentación pertinente es de las partes adversarias. Pero eso no significa que
el juez sea un invitado de piedra, sino que debe estar pendiente para evitar los excesos de las
partes e imponer a cada una de ellas el deber de contribuir en la consecución de información
requerida por la otra, de tal suerte que no podemos hablar de un sistema adversativo puro,
sino de un sistema con tendencia a lo adversarial o un adversarial regulado. (BENAVENTE
CHORRES, Hesbert. La aplicación de la teoría del caso y de la teoría del delito en el proceso
penal acusatorio. Ob. cit., p. 38).
(45) SALINAS SICCHA, Ramiro. La etapa intermedia y resoluciones judiciales según el Código Procesal
Penal de 2004. Grijley-Iustitia, Lima, 2014, p. 31.
(46) Ibídem, p. 32.
32
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
(47) Ídem.
(48) HERRERA GUERRERO, Mercedes. La negociación en el nuevo proceso penal. Un análisis comparado.
Ob. cit., p. 144.
33
Elky Alexander Villegas Paiva
para la exclusiva aplicación del ius puniendi del Estado(49), ello en cuanto “no
es posible la aplicación de la sanción sin previo juicio”(50).
Pero entiéndase que cuando se habla de “actuación” del ius puniendi no
solo se refiere a la función de aplicación de una sanción penal únicamente a
través del proceso penal, sino a la realización de todos los fines del Derecho
Penal material(51), entre los cuales tenemos el resguardo de bienes jurídicos, es
decir, procura en última instancia a la realización de protección de los dere-
chos fundamentales de toda persona.
En este sentido, en el contexto jurídico propio de un Estado Constitucio-
nal de Derecho, donde se toma en cuenta un importante elenco internacional
de instrumentos de protección de los derechos humanos, se concibe al proceso
penal como un instrumento de garantía, de salvaguarda del régimen de valores,
garantías y libertades fundamentales reconocidas en el ínterin de la aplicación
del ius puniendi(52). Garantía, en primer lugar, para el imputado o acusado en
una causa penal que no va a poder ser condenado sino en virtud de la destruc-
ción del principio de presunción de inocencia a través de un proceso con to-
das las garantías. Garantía, en segundo lugar, para el resto de los ciudadanos
que, en su caso, podrán ver realizado el derecho de castigar ante la existencia
(49) Cfr. ROXIN, Claus. Derecho Procesal Penal. Traducción de Gabriela Córdoba y Daniel Pastor. Editores
del Puerto, Buenos Aires, 2000, p. 1; BAUMANN, Jürgen. Derecho Procesal Penal. Conceptos funda-
mentales y principios procesales. Introducción sobre la base de casos. Traducción de Conrado Finzi,
Depalma, Buenos Aires, 1986, p. 2; LEVENE, Ricardo (h.). Manual de Derecho Procesal Penal. Tomo
I, 2ª edición, Depalma, Buenos Aires, 1993, p. 219; MAIER, Julio. Derecho Procesal Penal, Tomo I,
2ª edición, 2ª reimpresión, Editores del Puerto, Buenos Aires, 2002, pp. 84 y ss.; LÓPEZ BARJA DE
QUIROGA, Jacobo. Tratado de Derecho Procesal Penal. Thomson-Aranzadi, Madrid, 2004, p. 311;
REYNA ALFARO, Luis Miguel. El Proceso Penal aplicado conforme al Código Procesal Penal de
2004. 2ª edición, Grijley, Lima, 2011, p. 21; ORÉ GUARDIA, Arsenio. Manual de Derecho Procesal
Penal. 2ª edición, Alternativas, Lima, 1999, p. 3; SAN MARTIN CASTRO, César. Derecho Procesal
Penal. 2ª edición, 1ª reimpresión, Grijley, Lima, 2006, p. 9.
(50) JAUCHEN, Eduardo. Tratado de la prueba en materia penal. Rubinzal-Culzoni, Buenos
Aires, 2004, p. 14.
(51) Sostiene REYNA ALFARO, Luis. Manual de Derecho Procesal Penal. Instituto Pacífico, Lima, 2015,
p. 40; que el Derecho Penal tiene como misión la protección de bienes jurídicos a través de la prevención
del delito. En esa línea, la imposición de una pena o medida de seguridad, constituyen mecanismos
orientados a dicha finalidad preventiva. Por otra parte, a través de la reparación civil a favor de la víctima
se alcanza una finalidad no poco trascendente en un Estado de Derecho: la protección y reparación de
la víctima del delito. El proceso penal es el instrumento a través del cual se alcanzan dichas finalidades
propias del Derecho Penal, en la medida que en este se determina si el hecho delictivo tuvo lugar, si
el procesado es el responsable del mismo y cuáles son las consecuencias jurídicas que corresponde
imponer.
(52) Cfr. GIMENO SENDRA, Vicente. Derecho Procesal Penal. Colex, Madrid, 2004, p. 45; ASENCIO
MELLADO, José María. Derecho Procesal Penal.2ª edición, Tirant lo Blanch, Valencia, 2010; SOLÉ
RIERA, Jaume. La tutela de la víctima en el proceso penal. J.M Bosch, Barcelona, 1997, p. 12.
34
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
de un ilícito penal. Pero también serán garantía para las víctimas de los deli-
tos que han de verse adecuadamente protegidas y tuteladas en sus derechos(53).
2. La búsqueda de la verdad
Si partimos por tener en cuenta que la presunción de inocencia exige que
se condene solo a los culpables, a los realmente culpables, entonces se deriva
de ella la necesidad de que la prueba persiga la verdad como uno de sus obje-
tivos fundamentales. Salvo que se tergiverse la noción de culpable, culpable es
el que realmente ha cometido el hecho del que se le acusa. El proceso penal no
pretende, por tanto crear o constituir la culpabilidad del imputado, sino tratar
de descubrirla y declararla. Por ello, la verdad procesal o verdad judicial, si se
desconecta de la verdad empírica, atenta contra la presunción de inocencia(54).
Entonces, bajo esta perspectiva se tiene que la búsqueda de la verdad es una
de las funciones esenciales del proceso penal y una condición necesaria de la
justicia de la decisión(55) en el marco de un Estado Constitucional de Derecho.
Ahora bien, aquí la verdad se entiende como correspondencia entre los da-
tos fácticos que brindan los sujetos procesales al interior del proceso y lo ocu-
rrido en la realidad concreta(56). Cuando se sostiene que un enunciado o una
afirmación son verdaderos, quiere decir que aquello que tal afirmación des-
cribe, ha ocurrido en la realidad. De modo que la verdad es una relación de
(53) SANZ HERMIDA, Ágata. La situación jurídica de la víctima en el proceso penal. Tirant lo
Blanch, Valencia, 2008, p. 63.
(54) GONZÁLEZ LAGIER, Daniel. “Presunción de inocencia, verdad y objetividad”. En: La argumentación
jurídica en el Estado Constitucional. Pedro Grández y Félix Morales (editores). Palestra Editores, Lima,
2013, p. 349.
(55) Señala TARUFFO, Michele. “Prueba, verdad y Estado de Derecho”. Traducción de Renzo Cavani. En:
Constitucionalismo y proceso. Tendencias contemporáneas. Roberto González Álvarez (coordinador).
Ara Editores, Lima, 2014, pp. 30 y 31. que la justicia de la decisión (p. ej., la corrección de la aplicación
del Derecho en el caso concreto) depende directamente de la veracidad de la reconstrucción de los
hechos en causa. Una determinación verdadera de los hechos no es la única condición suficiente para
la justicia de la decisión, siendo la adecuada interpretación de la norma jurídica y un proceso justo
también son requeridos, pero es una condición necesaria para la justicia de la decisión. Por decirlo así, la
decisión es justa en la medida que esté basada en una reconstrucción verdadera de los hechos en causa.
Ello significa que el principio del Estado de Derecho es infringido cuando una disputa es decidida sin
establecer la verdad de dichos hechos.
(56) Acerca de la verdad como correspondencia, cfr. TARUFFO, Michele. “Prueba, verdad y Estado de
Derecho”. Traducción de Renzo Cavani. En: Constitucionalismo y proceso. Tendencias contemporáneas.
Roberto González Álvarez (coordinador). Ara Editores, Lima, 2014, pp. 34 y 35; TARUFFO, Michele.
Verdad, prueba y motivación en la decisión sobre los hechos. Cuadernos de divulgación de la justicia
electoral. N° 20, Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, México D.F., 2013, p. 23 y ss.;
FERRER BELTRÁN, Jordi. Prueba y verdad en el Derecho. 2ª edición, Marcial Pons, Madrid, 2005.
35
Elky Alexander Villegas Paiva
(57) GONZÁLEZ LAGIER, Daniel. Quaestio facti. Ensayos sobre prueba, causalidad y acción. 1ª edición,
1ª reimpresión, Palestra Editores-Temis, Lima-Bogotá, 2014, p. 98.
(58) Ibídem, p. 99.
36
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
(59) ALCALDE, Virginia. “El proceso de implementación del nuevo Código Procesal Penal en el Ministerio
Público”. En: Juntos generamos justicia. El nuevo Código Procesal Penal en el Perú. Implementación,
experiencias y conclusiones 2003 – 2010. Cooperación Alemana al Desarrollo Internacional - GIZ,
Lima, 2011, p. 275.
(60) BENAVENTE CHORRES, Hesbert y MERCADO MALDONADO, Asael. “El Estado en la gestión
del conflicto: la reforma del proceso penal en Latinoamérica”. En: Opinión Jurídica. Vol. 9, N° 17.
Universidad de Medellín, Medellín, enero-junio de 2010, p. 64.
(61) CHOCRÓN GIRÁLDEZ, Ana María. “Tutela cautelar y protección de la víctima en el proceso penal”.
En: Boletín de Información del Ministerio de Justicia. Año 61, N º 2041, Ministerio de Justicia, Madrid,
2007, p. 2828.
37
Elky Alexander Villegas Paiva
sentido –como señala Salas Beteta(62)– las víctimas no solo persiguen una pre-
tensión civil en el proceso penal, por lo que mal se hace cuando se restringe el
rol de la víctima y se identifica su función solo con la sustentación de un mon-
to dinerario. La víctima del delito o su representante en el proceso tiene dere-
cho a un reparación integral, esto es, que a aquella no debe de desconocérse-
le sus derechos en el proceso penal, pues, –conforme a instrumentos y juris-
prudencia internacionales– la víctima tiene derecho a la verdad, a la justicia
y a la reparación, para lo cual la ley le debe garantizar –y las autoridades fis-
cales y judiciales materializar– los derechos a la información, protección físi-
ca y jurídica, petición, intervención y resarcimiento por el daño ocasionado.
Como acabamos de señalar, el moderno sistema penal abandona un mode-
lo de justicia exclusivamente punitivo, para dar paso a una justicia reparado-
ra, de modo tal que la víctima tendrá derecho a una reparación integral de sus
derechos, es decir no se trata solo de una reparación económica. Como bien
dice Bovino(63): “El concepto de reparación que se propone no se debe confun-
dir con el pago de una suma de dinero. La reparación se debe entender como
cualquier solución que objetiva o simbólicamente restituya la situación al es-
tado anterior a la comisión del hecho y satisfaga a la víctima –v. gr., la devo-
lución de la cosa hurtada, una disculpa pública o privada, la reparación mone-
taria, trabajo gratuito, etcétera–. (…).
Ello implica que no pueden desconocerse sus derechos en el proceso pe-
nal. El reconocimiento de la víctima como sujeto procesal y la consagración
de un amplio catálogo de derechos a su favor, son dos de los aspectos más re-
levantes del nuevo sistema de enjuiciamiento criminal. En efecto, el Código
Procesal Penal y el conjunto de las normas que integran la reforma procesal
permiten al ofendido por el delito ejercer importantes facultades sin necesidad
de convertirse en parte acusadora. Asimismo, se impone al órgano persecutor
la función de brindar protección al ofendido por el delito”(64).
(62) SALAS BETETA, Christian. “Juicio previo, oral, público y contradictorio”. En: Percy Revilla Llaza
(coordinador). Principios fundamentales del nuevo proceso penal. Gaceta Jurídica, Lima, 2013, p. 9.
(63) BOVINO, Alberto. “La participación de la víctima en el procedimiento penal”. En: BOVINO, Alberto.
Problemas del Derecho Procesal Penal contemporáneo. Buenos Aires: Editores del Puerto, 1998,
pp. 94 y 95.
(64) Un estudio sobre los derechos de la víctima en el proceso penal peruano puede verse en nuestra mo-
nografía: VILLEGAS PAIVA, Elky Alexander. El agraviado y la reparación civil en el nuevo Código
Procesal Penal. Gaceta Jurídica, Lima, 2013, passim; así como en nuestros trabajos: “Hacia la revalori-
zación de la víctima en el nuevo proceso penal”. En: Gaceta Penal & Procesal Penal. Tomo 23; Gaceta
Jurídica, Lima, mayo de 2011, pp. 241-258; “La posición de la víctima como testigo y la valoración de
su testimonio en el proceso penal”. En: Gaceta Penal & Procesal Penal. Tomo 54, Gaceta Jurídica,
Lima, diciembre de 2013, pp. 11-32; “La víctima del delito y su derecho a la defensa en el proceso
penal”. En: Revista Jurídica Thomson Reuters. Año II, Nº 65, Thomson Reuters-La Ley, Lima, marzo
38
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
Debe quedar claro desde ya, que con mejorar las condiciones de la vícti-
ma del delito no se busca destruir el sistema de derechos y garantías que con
esfuerzo en el devenir de los años se ha construido para defender al acusado
frente a los atropellos del poder público. Lo que ahora se busca es un sistema
de garantías y derechos que amparen a la víctima no solo en relación con las
consecuencias del delito, sino también frente a su victimario. En suma lo que
se busca es que ambos sistemas (protección al imputado y protección a la víc-
tima) se hallen en armonía y equilibrio en un Estado respetuoso de los dere-
chos fundamentales de todas las personas.
de 2014, pp. 15-32; “El agraviado y su derecho a impugnar el auto de sobreseimiento ¿Una vulneración
al principio acusatorio?”. En: Gaceta Penal & Procesal Penal, Tomo 59; Gaceta Jurídica, Lima, mayo
de 2014, pp. 38-61; “Tutela de derechos también para la víctima del delito. A propósito de la Casación
N° 136-2013-Tacna”. En: Gaceta Penal & Procesal Penal. Tomo 67, Gaceta Jurídica, Lima, febrero
de 2015, pp. 250-562.
(65) SALAS BETETA, Christian. El proceso penal común. Gaceta Jurídica, Lima, 2011, p. 19 y ss.
39
Elky Alexander Villegas Paiva
jurisdiccional. Como explica Donaire: “Otro de los aspectos centrales que trae
consigo el NCPP es que se redefinen y reordenan las funciones de los operado-
res del Sistema de Justicia Penal: i) el juez ya no investiga el delito, sino que
se dedica principalmente al juzgamiento en el juicio oral, y al control de que
se respeten las garantías en la etapa de la investigación; ii) el fiscal es respon-
sable de la investigación ante el proceso, por lo que debe conducirla y trabajar
conjunta y coordinadamente con la Policía Nacional, que realiza la investiga-
ción técnico-operativa; y, iii) la defensa –pública o privada– asume un rol ac-
tivo mediante su presencia y participación en todas las instancias, y de mane-
ra determinante a través del contradictorio en el juicio oral, todo ello en igual-
dad de armas”(66). La división antedicha garantiza que el juzgador –al momento
de desarrollar el juicio y emitir sentencia– no se vea afectado por el prejuicio
que genera la labor investigadora. Todo investigador busca hallar elementos
de convicción que acrediten la responsabilidad del investigado en la comisión
de los hechos. En cambio, un decidor –como lo es el juez– debe ser imparcial.
(66) DONAIRE, Rafael. “La reforma procesal penal en el Perú: avances y desafíos”. En: Juntos generamos
justicia. El nuevo Código Procesal Penal en el Perú. Implementación, experiencias y conclusiones
2003-2010. Cooperación Alemana al Desarrollo Internacional-GIZ, Lima, 2011, p. 150.
40
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
reglada, ya que la ley define los límites y los controles que se aplican para su
otorgamiento, conforme al artículo 2 del CPP de 2004.
(67) Se ha dicho que las razones que justifican la existencia de este juez radican en: a) Poner límites a las
acciones de los órganos investigadores y de procuración de justicia, a fin de que sus acciones se sujeten
a las normas legales (con especial apego a los principios constitucionales del debido proceso y a las
garantías del acusado y de la víctima) se dice que, en este aspecto, su función es una suerte de control
difuso de la constitucionalidad permitida expresamente por la ley; b) Impedir la formación de prejuicios
o influencias perniciosas en el ánimo del juez que en su momento va a decidir lo que se considera el
núcleo representativo del procedimiento penal: el juicio oral. Es decir, tiene una función esencial para
preservar el principio de imparcialidad del juez que decide el juicio. c) Llevar a cabo los preparativos
para que en su oportunidad se lleve a cabo el juicio oral. d) O bien, llevar a cabo los actos o avalar las
decisiones de las partes para que, en ciertos casos, aplicando el criterio o principio de oportunidad, no
haya necesidad de llegar hasta el juicio oral, para lograr los objetivos restaurativos del modelo acusatorio
y los fines de esta nueva manera de ver e impartir la justicia. Véase: MARTÍNEZ CISNEROS, Germán.
“El juez de control en México, un modelo para armar”. En: Revista del Instituto de la Judicatura Federal.
Nº 27, Instituto de la Judicatura Federal, México D.F., 2009, pp. 181-182.
41
Capítulo II
I. Introducción
En tanto el concepto de la presunción de inocencia es poliédrico, tal como
como se verá más adelante, en la medida que afecta a tantas esferas del proce-
so, se requiere realizar un análisis preliminar de este derecho en una perspectiva
histórica para conocer y comprender de la mejor manera posible el desarrollo del
mismo y cómo es que se ha llegado a determinar su contenido hasta el día de hoy.
En ese sentido, se ha considerado necesario realizar dos aproximaciones
previas al examen del contenido que actualmente se le atribuye a la presun-
ción de inocencia: en primer lugar, un breve recorrido en torno a las primeras
voces doctrinales que se alzaron en defensa de este derecho como respuesta al
sistema inquisitivo y que ocasionaron las primeras reformas tendentes a su re-
conocimiento legal; en segundo lugar, un estudio de las fuentes en las que se
recoge la presunción de inocencia como garantía fundamental de toda perso-
na sometida a un proceso penal.
(68) Si bien existía una división estamental con Derecho propio, lo cierto es todo estaba sometido a un
Rey, cabeza del poder, que puede sin actuar sin someterse a Derecho, en virtud del origen divino de su
soberanía sobre los súbditos. El Rey no se sometía a Derecho, porque “él es la ley”.
45
Elky Alexander Villegas Paiva
(69) OVEJERO PUENTE, Ana María. Régimen constitucional del derecho fundamental a la presunción
de inocencia. Tesis doctoral, Universidad Carlos III de Madrid, Getafe, 2004, pp. 9 y 10.
(70) Lo delictivo se mezclaba con lo pecaminoso, y la Iglesia intervenía en cualquier asunto público, con-
virtiendo en un problema de fe tanto el sistema probatorio, como la respuesta de la represión estatal.
Se decía que era peor la consecuencia religiosa que un delincuente debía sufrir por la comisión del
delito, que la propia muerte, pues la comisión de un pecado públicamente declarada excluía al reo de la
sociedad donde se movía. Este fenómeno siguió siendo característico entre la población aún a fines del
s. XVIII. La revolución liberal racionalista y de la ilustración, solo afectaba a las élites intelectuales.
Véase: OVEJERO PUENTE, Ana María. Régimen constitucional del derecho fundamental a la pre-
sunción de inocencia. Tesis doctoral, Universidad Carlos III de Madrid, Getafe, 2004, p. 11.
46
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
(71) Cfr. ASÚA BATARRITA, Adela. “Reivindicación o superación del programa de Beccaria”. En: El
pensamiento penal de Beccaria: su actualidad. Universidad de Deusto, Bilbao, 1990, p. 12; TOMÁS Y
VALIENTE, Francisco. “In dubio pro reo, libre apreciación de la prueba y presunción de inocencia”. En:
Revista Española de Derecho Constitucional. Nº 20, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales,
Madrid, mayo-agosto de 1987, pp. 12 y 13.
(72) TOMÁS Y VALIENTE, Francisco. “In dubio pro reo, libre apreciación de la prueba y presunción de
inocencia”. En: Revista Española de Derecho Constitucional. Nº 20, Centro de Estudios Políticos y
Constitucionales, Madrid, mayo-agosto de 1987, p. 12.
(73) VÁSQUEZ SOTELO, José Luis. Presunción de inocencia del imputado e íntima convicción del tribunal
(Estudio sobre la utilización del imputado como fuente de prueba en el proceso penal español. J.M.
Bosch, Barcelona, 1984, p. 65 y ss.
47
Elky Alexander Villegas Paiva
(74) Lejos de lo que pudiera parecer, la aplicación del tormento se sometía a diversas reglas, algunas de ellas
bastantes rígidas, pues a pesar de tratarse de una medida cruel e inhumana para obtener la confesión
del procesado, se consideraba que el sufrimiento que se debía causar era el mínimo posible. Así, solo
se podía utilizar el tormento cuando el imputado lo fuera por un delito que llevase aparejada pena cor-
poral, para evitar que el modo de arrancar su confesión fuese más gravoso incluso que la pena misma.
Además, no podía ser utilizado contra determinadas personas en razón de su sexo o edad, y se establecían
distintos grados en su ejecución: en primer lugar, se colocaba al sujeto frente al instrumento de tortura
amenazándole con utilizarlo si no confesaba el crimen; en segundo lugar, si ello no surtía efecto, se le
situaba en posición de tortura, interrogándole de este modo; por último, si así tampoco se obtenía la
confesión, el verdugo comenzaba la aplicación del tormento propiamente dicho. Sobre este particular,
véase VÁZQUEZ SOTELO, José Luis. del imputado e íntima convicción del tribunal (Estudio sobre
la utilización del imputado como fuente de prueba en el proceso penal español. Ob. cit., pp. 50 a 61, en
especial, la nota núm. 84, pp. 60-61. Tampoco la decisión judicial de ordenar la práctica del tormento
estaba exenta de reglas. Así, dicha resolución, denominada “sentencia interlocutoria de dar tormento”,
debía expresar claramente cuáles eran los indicios de cargo en los que se fundamentaba la conveniencia
de aplicar el tormento, así como la clase de tormento a aplicar. El juez debía ser cauteloso a la hora
de emitir esta resolución, puesto que la aplicación injustificada de la tortura podía castigarse incluso
con la aplicación al propio juez del tormento que hubiese ordenado indebidamente. Vid. VÁZQUEZ
SOTELO, José Luis. del imputado e íntima convicción del tribunal (Estudio sobre la utilización del
imputado como fuente de prueba en el proceso penal español. Ob. cit., pp. 53 a 55.
48
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
(75) FERRAJOLI, Luigi. Derecho y razón. Teoría del garantismo penal. Traducción de Perfecto Andrés
Ibáñez, Alfonso Ruiz Miguel, Juan Carlos Bayón Mohino, Juan Terradillos Basoco y Rocío Cantarero
Bandrés. Trotta, Madrid, 1995, p. 541. En el mismo sentido, señala ANDRÉS IBÁÑEZ que “si el proceso
estaba preordenado a la obtención de una verdad absoluta, ésta, como fin, podría justificar el empleo
de cualquier medio”. Véase: ANDRÉS IBÁÑEZ, Perfecto. “Acerca de la motivación de los hechos en
la sentencia penal”. En: Doxa. Cuadernos de Filosofía del Derecho. N° 12, Universidad de Alicante,
Alicante, 1992, p. 277.
(76) TOMÁS Y VALIENTE, F., “In dubio pro reo...”, ob. cit., p. 14.
49
Elky Alexander Villegas Paiva
(77) TOMÁS Y VALIENTE, Francisco. “In dubio pro reo, libre apreciación de la prueba y presunción de
inocencia”. En: Revista Española de Derecho Constitucional. Año 7, Nº 20, Centro de Estudios Políticos
y Constitucionales, Madrid, mayo-agosto de 1987, pp. 13 y 14.
50
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
en el influjo que en la segunda mitad del siglo XVIII ejerció la filosofía ilu-
minista en el modo de concebir el enjuiciamiento penal. Ciertamente, el pen-
samiento ilustrado, que gira en torno a la razón como instrumento fundamen-
tal para alcanzar el conocimiento, se muestra como un intento de superación
del oscurantismo definitorio de la justicia penal durante el Antiguo Régimen.
Se ha dicho que es en el marco de la filosofía ilustrada donde por vez pri-
mera se desarrolla una respuesta articulada a los problemas básicos del Dere-
cho Penal: con qué fundamento o justificación se castiga, qué clase de conduc-
tas pueden ser objeto de sanción, qué clase de penas procede imponer y con
qué finalidad, como ha de ser la tipificación de los delitos y, finalmente cuál ha
de ser el procedimiento que corresponde observar en los juicios criminales(78).
Sobre este aspecto podemos traer a colación a Montequieu, quien en su
libro del Espíritu de las Leyes (1748) se ocupó de los fundamentos de la nue-
va y moderna justicia(79). Muchas de sus ideas sobre la reforma del sistema pe-
nal serán luego más conocidas por la defensa que de las mismas hará Becca-
ria, que por su creador original.
Será sobre todo Voltaire el filósofo que encabece en Francia la lucha pú-
blica contra las injusticias judiciales del antiguo régimen. En el Traité sur la
Tolerance, la primera de sus obras, publicado en 1763, Voltaire dará cuenta de
los juicios más dramáticos que conmocionaron a toda la Europa ilustrada, y le
consagrará como el especialista en la denuncia a través de casos.
Uno de los casos que se convirtiera en emblemático fue el siguiente: En
Toulouse, Francia, el 13 de octubre de 1761, con la muerte sospechosa de Pie-
rre Calas, hijo de una familia protestante, odiada por ello en la ciudad, clara-
mente católica. Se acusó a esta familia de haber matado a su hijo que se decía
(78) PRIETO SANCHÍS, Luis. La filosofía penal de la ilustración. Serie Derechos y Garantías. N° 17,
Palestra Editores, Lima, 2007, p. 31.
(79) Montesquieu fue innovador al definir la bondad de la Ley criminal como condición necesaria para la
libertad del ciudadano. Trató el tema de la abolición de la pena de muerte, a la que consideraba “reme-
dio de una sociedad enferma” y en todo caso solo justificable en supuestos de extrema gravedad del
delito, cuando se hubiera puesto en peligro la seguridad del Estado. Formuló la tesis de la necesaria
proporción entre delito y pena, y de la utilidad social de la prevención más que de la represión del delito.
Igualmente propugnó la autonomía total de la justicia, la necesidad imperiosa de que los jueces fueran
independientes de quien gobierna y de quien legisla, de modo que los parlamentos que garantizaban la
continuidad y seguridad de la Ley, como depositarios de la soberanía, fuesen autónomos del Consejo
del Rey y de la jurisdicción. Defendió, también, otra idea novedosa, que después, tendrá importantes
consecuencias al objeto de nuestro trabajo: la justicia debe atenerse a unas formas preestablecidas en
su actuación, que permitirán su previo conocimiento y que por supuesto, serán predecibles. El excesivo
formalismo de la justicia favorecerá la libertad y la seguridad de los ciudadanos, porque permitirá que
éstos actúen sabiendo las consecuencias derivadas de sus actos.
51
Elky Alexander Villegas Paiva
(80) Cesare Bonesana, Marqués de Beccaria, fue un literato, filósofo, jurista y economista italiano, publicó
su más trascendental obra a la que hacemos referencia: Dei delitti e delle pene en 1764, un breve escrito
que tuvo mucho éxito en toda Europa, particularmente en Francia, donde obtuvo el aprecio entusiasta
de los filósofos enciclopedistas. La primera edición apareció en forma anónima, en Livorno. La razón
que justifica que Beccaria no diera su nombre y publicara en lugar distinto al de su residencia habitual
esta obra, se debe, quizás, al temor de ser enjuiciado por la Inquisición, por los conceptos que vierte y
las ideas que sostiene. La importancia de esta obra reside no tanto en la novedad de sus planteamientos,
sino en la habilidad del autor para recoger de forma clara y sistemática los fundamentos sobre los que
asentar una nueva legislación criminal de acuerdo con las exigencias del pensamiento humanista ilus-
trado de su tiempo. Sobre el contexto en que apareció la obra de Beccaria véase CABANELLAS DE
TORRES, Guillermo. “Beccaria y su obra”. En: Tratado de los delitos y de las penas. Heliasta, Buenos
Aires, 1993, p. 9 y ss.
(81) Como pone de relieve García Pablos de Molina, Beccaria critica la irracionalidad, la arbitrariedad y
la crueldad de las leyes penales y procesales del siglo XVIII, residuo anacrónico muchas de ellas de
preceptos históricos obsoletos. Y, partiendo de la idea del contrato social, fundamenta el principio de
legalidad de los delitos y de las penas, la conveniencia de una política de prevención del crimen, y su
teoría utilitarista del castigo. Beccaria, que se declaraba discípulo de Montesquieu, basa su alegato
contra el sistema penal de la Monarquía Absoluta en la teoría del contrato social. Este sella el origen
de la sociedad civil, de la autoridad y del principio de derecho a castigar. (GARCÍA PABLOS DE
MOLINA, Antonio. Derecho Penal. Introducción. Servicio de Publicaciones de la Facultad de Derecho
de la Universidad Complutense de Madrid, Madrid, 2000, p. 422).
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La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
(82) BECCARIA, César. De los delitos y de las penas. Traducción de Antonio de las Casas, edición facsimilar
de la edición Príncipe, Fondo de Cultura Económica, México, 2000, p. 246. Debemos remarcar que en
esta obra no se encuentra ningún capítulo dedicado a la presunción de inocencia o a su defensa, sino
solo alusiones dispersas como la que acabamos de anotar, por ello correctamente se puede decir que lo
que hace Beccaria será sentar las premisas de lo que después se denominará “presunción de inocencia”.
(83) Su obra (de los delitos y de las penas) ni bien aparecida adquirió amplia resonancia y dio a su autor
una gran popularidad en todo el mundo civilizado. Cinco ediciones, ya con el nombre de Beccaria,
aparecieron de inmediato en, Italia. La primera traducción hecha al francés se debe al abate Andrés
Morellet, y fue impresa en París, en 1776. Siete ediciones en el mismo año dan una idea aproximada de
la resonancia que obtuvo en Francia la obra de Beccaria. Rápidamente, en todas las capitales europeas,
se extendió el nombre de Beccaria. Dei delitti e delle pene era traducida, casi de inmediato a su aparición
en Italia, al alemán, inglés, francés, holandés, griego y castellano. En 1803, aparecía la traducción rusa.
Reimpresa múltiples veces, esta obra tuvo amplia resonancia, incluso en Estados Unidos de América,
en donde se hizo otra edición en inglés, en Filadelfia.
(84) Es importante recordar que en el siglo XVIII, la teoría política tuvo su concentración en Francia, aunado
a que la filosofía y la ciencia habían sido relativamente autónomas; al convertirse el cartesianismo en
una especie de escolasticismo, fue deliberadamente suplantado por la filosofía de Locke y la ciencia
de Newton. Esto permitió que el antiguo ideal de una norma fundamental que la Francia del siglo xvi
había compartido con toda Europa y que tenía aún la suficiente vitalidad para encontrarse casi en pie
de igualdad con la soberanía en la filosofía de Bodino, había perdido todo significado concreto en la
monarquía de Luis XIV.
(85) Para Prieto Sanchís el siglo XVIII aportó algo original tanto en el plano especulativo, como en la práctica,
“(…) pues cabe decir que una buena parte de las ideas y valores que siguen procurando algún punto de
humanidad y civilización a nuestro mundo contemporáneo, por más que tuvieran un origen más antiguo,
se forjaron en el siglo XVIII: los derechos humanos, el constitucionalismo, la democracia política y el
gobierno representativo, el cosmopolitismo e incluso la solidaridad, cuyo precedente bien puede rastrearse
en la venerable filantropía y desde luego también el garantismo penal que representa la más fecunda
proyección a nuestros días de la filosofía jurídica ilustrada”. (PRIETO SANCHÍS, Luis. La filosofía
penal de la Ilustración. Serie Derechos y Garantías. N° 17. Palestra Editores, Lima, 2007, p. 8).
53
Elky Alexander Villegas Paiva
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La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
jurídico que encamaba la lucha contra el sistema procesal del Antiguo Régi-
men. A esta corriente se le atribuye, como señala Illuminati, el desarrollo cien-
tífico de la presunción de inocencia. Afirma este autor que, si bien el iluminis-
mo “puso la primera piedra” en la evolución teórica de las garantías procesa-
les del imputado, entre ellas, la presunción de inocencia, lo hizo partiendo de
meras intuiciones que hasta la mitad del siglo XIX no fueron enmarcadas en
una teoría sistemática acerca del proceso penal.
El principal exponente de la Escuela Clásica, fue Francesco Carrara, quien
hizo notar una postura caracterizada por su claridad, pronunciándose respec-
to de los fines concretos perseguidos mediante el reconocimiento del derecho
a la presunción de inocencia, al punto de afirmar que es este el “postulado del
cual parte” el proceso penal. Señalaba Carrara que:
“La defensa del derecho tiene, por lo tanto, tres fines distintivos en
el desenvolvimiento del derecho penal: 1) la protección de todos los
asociados frente a los malhechores; 2) la protección de los honrados
frente a la autoridad social que ejerce la potestad punitiva; 3) la pro-
tección del malhechor mismo ante la autoridad que lo castiga, porque
también este tiene derecho de no ser castigado más allá de lo necesa-
rio y más allá de la medida ordenada para sus ilícitos. (…) La parte
de nuestra ciencia que de ordinario suele distinguirse con el nombre
de Derecho Penal, presupone la comisión de un delito, y se propo-
ne proteger a su autor para que su hecho no le sea imputado más allá
de lo debido y para que no sea castigado excediendo la medida de la
pena. (…) Todo lo contrario acontece con la otra parte de la enseñan-
za penal, esto es, con la relativa al procedimiento. El procedimiento
penal tiene como impulso y fundamento una sospecha; una sospecha
que, al anunciarse que se ha consumado un delito, designa verosímil-
mente a un individuo como autor o partícipe de él; y de este modo
autoriza a los funcionarios de la acusación a adelantar investigacio-
nes para la comprobación del hecho material, y para dirigir sus ave-
riguaciones contra ese individuo. Pero frente a esta sospecha se alza
a favor del acusado la presunción de inocencia que asiste a todo ciu-
dadano; y esta presunción se toma de la ciencia penal, que de ella ha
hecho su bandera, para oponerla al acusador y al investigador, no con
el fin de detener sus actividades en su legítimo curso, sino con el ob-
jeto de restringir su acción, encadenándola a una serie de preceptos
que sirvan de freno al arbitrio, de obstáculo al error, y, por consiguien-
te, de protección a aquel individuo. Este es el fin del procedimiento
penal, que constituye el objeto de la segunda parte de la ciencia pe-
nal. Pero el postulado del cual parte la ciencia en esta segunda serie
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Elky Alexander Villegas Paiva
(86) CARRARA, Francesco. Opúsculos de Derecho Criminal. Vol. V, traducción de José J. Ortega Torres
y Jorge Guerrero. Temis, Bogotá, 1980, pp. 10-15.
(87) VEGAS TORRES, Jaime. Presunción de inocencia y prueba en el proceso penal. La Ley, Madrid,
1993, p. 23.
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La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
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Elky Alexander Villegas Paiva
(88) GASCÓN ABELLÁN, Marina. “El papel del juez en el Estado de Derecho”. En: GASCÓN ABELLÁN,
Marina y GARCÍA FIGUEROA, Alfonso. La argumentación en el derecho. Algunas cuestiones fun-
damentales. Serie Derecho & Argumentación, N° 3. Palestra Editores, Lima, 2003, p. 16.
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La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
jurídica en la medida en que la ley los reconociera y con el alcance que la ley
les diera, de manera que no constituirían un límite a la legislación; de otro, el
consagrado principio de separación de poderes no supuso la articulación de
un sistema de frenos y contrapesos recíprocos, sino simple y llanamente la
subordinación al legislativo de los otros poderes. En suma el Estado de De-
recho se desarrolla en Europa como Estado legislativo de derecho, y signifi-
ca (solo) la sumisión de la Administración y del juez a la ley, que, por cuanto
norma general y abstracta y expresión de la voluntad general, es también ga-
rantía de justicia(89).
La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano fue aproba-
do por la Asamblea Nacional el 1 de octubre de 1789, fecha en la que le fue
presentada al Rey Luis XVI quien, tras aceptarla, procedió a su promulgación
el 3 de noviembre de 1789.
La importancia de esta Declaración, además de su claro contenido raciona-
lista y universalista, radica en constituir el “acta de defunción del Antiguo Ré-
gimen y, al mismo tiempo, la “partida de nacimiento” del Estado de Derecho.
El rasgo más característico de esta declaración fue establecer un verdade-
ro “legicentrismo” que luego fue confirmado por el artículo 3 de la Constitu-
ción Francesa, de 3 de setiembre de 1791, que señalaba: “No hay en Francia
autoridad superior a la ley”.
El artículo segundo de la Declaración consagra como derechos naturales
e imprescriptibles del hombre la libertad, la propiedad, la seguridad y la resis-
tencia a la opresión. Dentro de estos, la seguridad se traduce en una serie de
garantías penales y procesales que se desarrollan, más adelante, en los artícu-
los sétimo, octavo y noveno y que aun constituyen los principios básicos de la
legislación penal y procesal penal de los Estados modernos y contemporáneos.
El artículo noveno de esta Declaración consagra la presunción de inocen-
cia, constituyéndose en el primer cuerpo normativo que establece expresamen-
te dicha garantía:
“Se presume que todo hombre es inocente hasta que haya sido decla-
rado culpable; si se juzga que es indispensable arrestarlo, todo rigor
(89) GASCÓN ABELLÁN, Marina. “El papel del juez en el Estado de Derecho”. En: GASCÓN ABELLÁN,
Marina y GARCÍA FIGUEROA, Alfonso. La argumentación en el derecho. Algunas cuestiones fun-
damentales. Ob. cit., p. 17.
59
Elky Alexander Villegas Paiva
(90) Véase, VEGAS TORRES, Jaime. Presunción de inocencia y prueba en el proceso penal. La Ley,
Madrid, 1993, p. 19.
60
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
(91) GASCÓN ABELLÁN, Marina. “El papel del juez en el Estado de Derecho”. En: GASCÓN ABELLÁN,
Marina y GARCÍA FIGUEROA, Alfonso. La argumentación en el derecho. Algunas cuestiones fun-
damentales. Ob. cit., pp. 21 y 22.
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Elky Alexander Villegas Paiva
(92) GASCÓN ABELLÁN, Marina. “El papel del juez en el Estado de Derecho”. En: GASCÓN ABELLÁN,
Marina y GARCÍA FIGUEROA, Alfonso. La argumentación en el derecho. Algunas cuestiones fun-
damentales. Ob. cit., p. 23.
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La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
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Elky Alexander Villegas Paiva
(93) REYNA ALFARO, Luis. Miguel. Manual de Derecho Procesal Penal. Instituto Pacífico, Lima, 2015,
p. 302.
(94) Constitución Política del Perú
Artículo 2.- Toda persona tiene derecho:
24.- A la libertad y seguridad personales. En consecuencia:
(…) e. Toda persona es considerada inocente mientras no se haya declarado judicialmente su respon-
sabilidad. (…).
(95) Código Procesal Penal de 2004
Artículo II
1. Toda persona imputada de la comisión de un hecho punible es considerada inocente, y debe ser tratada
como tal, mientras no se demuestre lo contrario y se haya declarado su responsabilidad mediante sen-
tencia firme debidamente motivada. Para estos efectos se requiere de una suficiente actividad probatoria
de cargo, obtenida y actuada con las debidas garantías procesales.
(96) Debemos reconocer, sin embargo, que el equilibrio de estos intereses es la tarea más difícil asignada
al sistema penal. Así, se ha llegado a decir que dicho conflicto resulta inmanente al Derecho Penal, de
modo que respetar los derechos del individuo delincuente, garantizando al mismo tiempo los derechos
de una sociedad que vive con miedo –a veces real, a veces supuesto– a la criminalidad, constituye una
especie de cuadratura del círculo que nadie sabe cómo resolver. La sociedad tiene derecho a proteger
sus intereses más importantes, recurriendo a la pena si es necesario; el delincuente tiene derecho a ser
64
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
tratado como persona y a no quedar definitivamente apartado de la sociedad. Véase: MUÑOZ CONDE,
Francisco. Derecho Penal y control social. Fundación Universitaria de Jerez, Jerez, 1985, p. 124 y ss.
(97) ROXIN, Claus. “La evolución del Derecho Penal y la Política Criminal en Alemania tras la Segunda
Guerra Mundial”. Traducción de Carmen Gómez Rivero. En: ROXIN, Claus. La evolución de la Política
Criminal, el Derecho Penal y el proceso penal. Tirant lo Blanch, Valencia, 2000, p. 121.
(98) Cfr. FERNÁNDEZ MONTALVO, Rafael. “Garantías constitucionales del proceso penal”. En: Revista
del Centro de Estudios Constitucionales. Nº 6. Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid,
1990, p. 57.
(99) AMBOS, Kai. “¿Reconocimiento mutuo versus garantías procesales? Traducción de Montserrat de
Hoyos Sancho. En: HOYOS SANCHO, Montserrat (Coordinadora). El proceso penal en la Unión
Europea: garantías esenciales. Lex Nova, Valladolid, 2008, p. 25. En este sentido, y con anterioridad,
VÉLEZ MARICONDE, Alfredo. Derecho Procesal Penal. Tomo I, Lerner, Buenos Aires, 1969, p. 313,
ha dicho, con razón, que el Derecho Procesal Penal no hace más que reglamentar o dar vida práctica a
los dogmas constitucionales.
(100) ROXIN, Claus. Derecho Procesal Penal. Traducción de Gabriela Córdoba y Daniel Pastor de la 25ª
edición alemana. Editores del Puerto, Buenos Aires, 2003, p. 10.
(101) Garantías que son entendidas como “el cúmulo de principios, derechos y libertades fundamentales
reconocidos por la Constitución y, lato sensu, por los tratados internacionales, que tienen por finalidad
otorgar al imputado un marco de seguridad jurídica y, en última instancia, mantener un equilibrio entre
la llamada búsqueda de la verdad material y los derechos fundamentales del imputado”. (CARO CORIA,
Dino. “Las garantías constitucionales del proceso penal”. En: Anuario de Derecho Constitucional
Latinoamericano-2006. Tomo II, Fundación Konrad-Adenauer, Montevideo, 2006, p. 1028).
65
Elky Alexander Villegas Paiva
(102) Este aspecto es resaltado por REYNA ALFARO, Luis Miguel. El proceso penal aplicado conforme al
Código Procesal Penal de 2004. Grijley, Lima, 2011, p. 245: “Se ha dicho del principio de presunción
de inocencia ‘que constituye un punto neurálgico del sistema del Derecho Procesal Penal liberal’. Y
resulta ser justamente ‘neurálgico’ porque la imposición de este principio procesal puede suponer una
disminución de la eficacia del sistema penal”. COLOMBO CAMPBELL, Juan. “Garantías constitu-
cionales del debido proceso penal. Presunción de inocencia”. En: Anuario de Derecho Constitucional
Latinoamericano-2007. Tomo I, Fundación Konrad-Adenauer, Montevideo, 2007, p. 346. “Hoy esta-
mos enfrentados a un profundo dilema que la doctrina deberá considerar al estudiar los efectos que ha
provocado el principio de inocencia en los resultados de la aplicación de los nuevos procedimientos
penales, que a los ojos de muchos se muestran como protectores del inculpado, y decidir si ellos son
los responsables de la delincuencia en el mundo”.
(103) VÁSQUEZ SOTELO, José. “La presunción de inocencia”. En: Cuadernos de Derecho Judicial.
Nº V- Los principios del proceso penal y la presunción constitucional de inocencia. Consejo General
del Poder Judicial, Madrid, 1992, pp. 115 y 116.
(104) En este sentido, ASENCIO MELLADO, José María. “Cien años de Derecho Procesal en España”. En:
El Derecho español en el siglo XX. Marcial Pons, Madrid-Barcelona, 2000. p. 321.
(105) COLOMBO CAMPBELL, Juan. “Garantías constitucionales del debido proceso penal. Presunción de
inocencia”. Ob. cit., p. 346.
(106) Sobre el tratamiento que recibe la víctima en el proceso penal, véase nuestra monografía:
VILLEGAS PAIVA, Elky Alexander. El agraviado y la reparación civil en el nuevo Código
Procesal Penal. Gaceta Jurídica, Lima, 2013, pássim.
66
Capítulo III
MARCO CONCEPTUAL
Y DIMENSIONES DE
LA PRESUNCIÓN
DE INOCENCIA
Capítulo III
Marco conceptual y dimensiones
de la presunción de inocencia
(107) Para algunos autores, la presunción de inocencia como principio, es decir como idea en la que se sostiene
la decisión de los juzgadores de absolver al justiciable cuando no se pruebe plenamente su culpabilidad,
tiene antecedentes históricos remotos como el Digesto, que al prescribirla Nocetem absolvere satius
est quam inocentem damniri (Decio), es preferible absolver a un culpable que condenar a un inocente.
Cfr. ROMERO ARIAS, Esteban. La presunción de inocencia. Estudio de algunas consecuencias de la
constitucionalización de este derecho fundamental. Aranzadi, Pamplona, 1985, p. 18.
(108) CARMONA, Miguel. “La presunción de inocencia. Generalidades”. En: La constitucionalización del
proceso penal. Proyecto de Fortalecimiento del Poder Judicial, República Dominicana, 2002, p. 101.
Igualmente, COLOMBO CAMPBELL, Juan. “Garantías constitucionales del debido proceso penal.
Presunción de inocencia”. En: Anuario de Derecho Constitucional Latinoamericano 2007. Tomo I,
Fundación Konrad Adenauer, Montevideo, 2007, pp. 357 y 358, señala que: “La presunción de ino-
cencia no es una presunción ni pertenece a la categoría de las presunciones legales o judiciales. Así lo
confirma Miguel Ángel Montañés Pardo, [quien] expresa: Es preciso señalar con carácter previo, que la
69
Elky Alexander Villegas Paiva
Por ello, algunos consideran más apropiado referirse a esta garantía como
“principio de inocencia”(109) o “estado de inocencia”(110); sin embargo, por nues-
tra parte, consideramos que todas estas posturas son conciliables y no difieren
en sus efectos prácticos(111), por lo que en este trabajo las utilizaremos indis-
tintamente en tanto se refieren a lo mismo.
Lo que sí debe quedar en claro es que al hablar de “presunción de ino-
cencia”, “estado de inocencia”, “principio de inocencia” nos estamos refirien-
do a un auténtico derecho fundamental(112), o lo que es lo mismo para nuestro
70
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
la Judicatura Federal, México D.F, 2009, p. 185 y ss.; SALAS BETETA, Christian. El proceso penal
común. Gaceta Jurídica, Lima, 2011, p. 47.
(113) Sobre la equivalencia entre las expresiones “derechos fundamentales” y “derechos constitucionales” en
nuestro ordenamiento jurídico, véase: CASTILLO CÓRDOVA, Luis. Los Derechos constitucionales.
Elementos para una teoría general. 2ª edición, Palestra Editores, Lima, 2005, p. 39 y ss.
(114) NOGUEIRA ALCALÁ, Humberto. “Consideraciones sobre el derecho fundamental a la presunción
de inocencia”. En: Ius et Praxis. Vol. 11, Nº 1. Universidad de Talca, Talca, 2005, pp. 221 y 222.
(115) Sobre la presunción de inocencia como verdad interina: FERNÁNDEZ LÓPEZ, Mercedes. Ob. cit.,
p. 150; GARCÍA CAVERO, Percy. La prueba por indicios en el proceso penal. Reforma, Lima, 2010, p. 24.
(116) ORÉ GUARDIA, Arsenio. Manual de Derecho Procesal Penal. Tomo I. Reforma, Lima, 2011, pp. 123
y 124.
71
Elky Alexander Villegas Paiva
de regla probatoria) y, por otro lado, actúa como criterio decisorio en los ca-
sos de incertidumbre acerca de la Quaestio facti (función de regla de juicio).
En lo que sigue de este capítulo nos avocaremos a hacer algunas referen-
cias de carácter general sobre cada una de las manifestaciones de la presun-
ción de inocencia que acabamos de anotar, para luego en los capítulos poste-
riores analizar con mayor detenimiento ciertas instituciones que revisten un
mayor aspecto problemático en el ámbito de las diferentes manifestaciones de
la presunción de inocencia. Veamos:
1. Dimensión extraprocesal
Esta dimensión ha sido reconocida primigeniamente por la jurispruden-
cia, tal es el caso del Tribunal Constitucional español, el que ha sostenido que
la presunción de inocencia:
“(…) opera en situaciones extraprocesales y constituye el derecho a
recibir la consideración y el trato de no autor o no partícipe en hechos
de carácter delictivo o análogos a estos y determina por ende el de-
recho a que no se apliquen las consecuencias o los efectos jurídicos
anudados a hechos de tal naturaleza a las relaciones jurídicas de todo
tipo”(117).
La mayor parte de la doctrina ha seguido este criterio planteado por el
Tribunal Constitucional español. En tal perspectiva se señala que la presun-
ción de inocencia es un derecho subjetivo por el cual, a nivel extraprocesal, al
sindicado se le debe dar un trato de “no autor”, es decir, que nadie, ni la poli-
cía, ni los medios de comunicación, pueden calificar a alguien como culpable,
sino solo cuando una sentencia lo declare como tal, a fin de respetar su dere-
cho al honor e imagen(118).
De los criterios esbozados, se observa que es en el ámbito del tratamiento
informativo periodístico donde resulta más ampliamente aplicable. En él, los
medios de comunicación tienen la obligación de tratar a cualquier ciudadano
como no autor de un ilícito y la persona objeto de la información el derecho
a ser tratada como tal. En otros términos, los medios de comunicación tienen
(117) STC español N° 109/1986, de 24 de setiembre, f. j. 1; magistrado ponente: Luis Díez-Picazo y Ponce de
León.
(118) Cfr. QUISPE FARFÁN, Fany Soledad. El derecho a la presunción de inocencia. Palestra Editores,
Lima, 2002, p. 40.
72
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
(119) Cfr. FERRER BELTRÁN, Jordi. “Una concepción minimalista y garantista de la presunción de ino-
cencia”. En: MORESO, Juan y MARTÚ, Luis (editores). Contribuciones a la filosofía del Derecho.
Imperia en Barcelona 2010. Marcial Pons, Madrid, 2012, p. 138. Este autor, sin embargo señala, haciendo
referencia al caso español, que: “Ahora bien, no parece sorprendente, en mi opinión, que la aplicación de
la presunción de inocencia en estos ámbitos por parte de la jurisprudencia quede más bien en un mero
reconocimiento retórico, puesto que la propia Constitución ofrece protecciones más operativas a través
de la aplicación de otros derechos, en especial, del derecho al honor y a la propia imagen, de manera que
el añadido de la presunción de inocencia no supone una mayor protección y cae, pues, en la irrelevancia.
Así lo ha reconocido el propio Tribunal Constitucional, quien en su sentencia 166/1995 (f. j. 2) declara
expresamente que, a pesar del reconocimiento en la STC 109/1986 de la dimensión extraprocesal de la
presunción de inocencia, ésta “no constituye por sí misma un derecho fundamental distinto o autónomo
del que emana de los artículos 10 y 187 de la Constitución, de tal modo que ha de ser la vulneración
de estos preceptos, y señaladamente la del artículo 18, lo que sirva de base a su protección a través del
recurso de amparo”. En resumen, es ya el propio Tribunal quien declara la irrelevancia jurídica de esa
dimensión extraprocesal de la presunción de inocencia que él mismo construyó (Ibídem, p. 139).
(120) STC español N° 219/1992, de 3 de diciembre, f. j. 5.
73
Elky Alexander Villegas Paiva
2. Dimensión procesal
El ámbito principal de aplicación de la presunción de inocencia es en el
proceso judicial, en especial, pero no únicamente, en la jurisdicción penal(124).
(121) Cfr. REYNA ALFARO, Luis Miguel. El proceso penal aplicado conforme al Código Procesal Penal
de 2004. 2ª edición, Grijley, Lima, 2011, p. 247; CARO CORIA, Dino. “Las garantías constitucionales
del proceso penal”. Ob. cit., p. 1037, este autor señala con razón que: “Se sabe que el proceso penal por sí
mismo –independientemente de su finalización con una sentencia condenatoria o absolutoria– comporta
un grave perjuicio para el honor del imputado, por sus efectos estigmatizadores. Pues bien, uno de los
factores determinantes para acrecentar este fenómeno lo constituyen los medios de comunicación, en
su costumbre por difundir fotografías, filmaciones, audios y no pocas veces adelantarse a las sentencias
con calificaciones de ‘hampones’, ‘criminales’, ‘ladrones’, ‘violadores’, etcétera, informaciones que
se difunden, muchas veces, sin que en el caso se haya expedido sentencia. Es necesaria, entonces, la
actuación de esta garantía en el contexto del ejercicio del derecho constitucional a la información, para
impedir que en los medios de comunicación se diga de la culpabilidad de los procesados más de aquello
que se puede justificar según lo actuado en cada momento procesal de que se trate”.
(122) Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Sentencias del caso Krause vs. Switzerland, del 3 de octubre
de 1978, y del caso Worm vs. Austria del 29 de agosto de 1997.
(123) OVEJERO PUENTE, Ana María. Régimen constitucional del derecho fundamental a la presunción
de inocencia. Tesis doctoral, Universidad Carlos III de Madrid, Madrid, 2004, p. 406.
(124) Los aspectos procesales de la presunción de inocencia se plantearon inicialmente en el estricto margen
del proceso penal, pero hoy se admite de forma general que no se agotan en él, sino que abarcan a todo
74
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
proceso “donde se trate de la aplicación de sanciones, aunque no sean penales. Véase: GÓMEZ OREA,
Manuel. “La presunción de inocencia en el procedimiento administrativo sancionador del orden social”.
En: VIII Jornadas Universitarias Andaluzas de Derecho del Trabajo y Relaciones Laborales. Cabrera
Bazán, José. (coordinador).Junta de Andalucía, 1991, pp. 209-226; CHACARTEGUI JAVEGA, Consuelo.
“Cuestiones prejudiciales penales y presunción de inocencia en el ámbito laboral”. En: El trabajo ante
el cambio de siglo: un tratamiento multidisciplinar: (aspectos laborales, fiscales, penales y procesales).
Alarcón Caracuel, Manuel Ramón y Mirón Hernández, María del Mar (coordinadoras). Marcial Pons,
Madrid, 2000, p. 163-188. MATALLANA RUIZ, Roberto. “La presunción de inocencia en el proceso
inspectivo. Alcances sobre su aplicación”. En: Soluciones Laborales. N° 30, Gaceta Jurídica, Lima,
junio de 2010, pp. 55-61. ESPINOZA ESCOBAR, Javier. “Algunas precisiones sobre la aplicabilidad de
la presunción de inocencia en el ámbito laboral”. En: Diálogo con la Jurisprudencia. Tomo 143, Gaceta
Jurídica, Lima, agosto de 2010, pp. 23-29.
(125) ORÉ GUARDIA, Arsenio. Manual de Derecho Procesal Penal. Tomo I. Reforma, Lima, 2011, p. 125.
(126) FERNÁNDEZ LÓPEZ, Mercedes. Presunción de inocencia y carga de la prueba en el proceso penal.
Tesis doctoral. Universidad de Alicante, Alicante, 2004, p. 215.
75
Elky Alexander Villegas Paiva
(127) Cfr. VEGA TORRES, Jaime. La presunción de inocencia y prueba en el proceso penal. La Ley, Madrid,
1993, p. 35; MONTAÑÉS PARDO, Miguel Ángel. La presunción de inocencia. Análisis doctrinal y
jurisprudencial. Aranzadi, Pamplona, 1999, p. 38.
76
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
(128) ANDRÉS IBÁÑEZ, Perfecto. Justicia penal, derechos y garantías. Palestra-Themis, Lima-Bogotá, 2007,
p. 116. En la misma línea, BINDER, Alberto. Introducción al Derecho Procesal Penal. Ob. cit., p. 129,
enseña que: “En definitiva, el imputado llega al proceso libre de culpa y solo por la sentencia podrá ser
declarado culpable: entre ambos extremos –transcurso que constituye, justamente, el proceso–, deberá
ser tratado como un ciudadano libre sometido a ese proceso porque existen sospechas respecto de él,
pero en ningún momento podrá anticiparse su culpabilidad. Una afirmación de este tipo nos lleva al
problema de la prisión preventiva que comúnmente es utilizada como pena”.
(129) Tomamos en consideración lo dicho por MAIER, Julio. Derecho Procesal Penal. Tomo I. Editores del
Puerto, Buenos Aires, 2001, p. 511: “Históricamente, la llamada ‘presunción de inocencia’ no ha tenido
como fin impedir el uso de la coerción estatal de manera absoluta”.
(130) Del mismo parecer es DOMÍNGUEZ BRITO, Francisco y SUÁREZ GONZÁLEZ, Carlos. “La pre-
sunción de inocencia”. Ob. cit., p. 393.
(131) En este sentido, NOGUEIRA ALCALÁ, Humberto. “Consideraciones sobre el derecho fundamental
a la presunción de inocencia”. Ob. cit. al señalar que: “La presunción de inocencia no es incompatible
con la aplicación de medidas cautelares adoptadas por el órgano competente y fundadas en derecho,
basadas en un juicio de razonabilidad acerca de la finalidad perseguida y las circunstancias del caso
concurrentes, como asimismo aplicando los principios la adecuación y proporcionalidad de ellas”.
(132) DEL RÍO LABARTHE, Gonzalo. “La prisión preventiva en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional”.
En: Anuario de Derecho Penal 2008: Temas penales en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional.
Fondo Editorial de la PUCP - Universidad de Friburgo, Lima, 2009, p. 100.
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Elky Alexander Villegas Paiva
(133) LÓPEZ FERNÁNDEZ, Mercedes. Presunción de inocencia y carga de la prueba en el proceso penal.
Tesis doctoral. Universidad de Alicante, Alicante, 2004, p. 223.
78
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
(134) LÓPEZ FERNÁNDEZ, Mercedes. Presunción de inocencia y carga de la prueba en el proceso penal.
Tesis doctoral. Universidad de Alicante, Alicante, 2004, p. 231.
(135) MIRANDA ESTRAMPES, Manuel. “La valoración de la prueba a la luz del nuevo Código Procesal
Penal peruano de 2004”. Instituto de Ciencia Procesal Penal, Lima, p. 15, disponible en: <http://www.
incipp.org.pe>.
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80
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
(139) Corte Interamericana de Derechos Humanos. Caso Ulloa vs. Costa Rica, sentencia del 2 de julio de
2004, Serie C Nº 107, párrafo 154.
(140) Corte Constitucional de Colombia. Sentencia C-205 de 2003. En: GONZALES NAVARRO, Antonio
Luis. Sistema de juzgamiento penal acusatorio. Leyer, Bogotá, 2005, p. 382.
81
Elky Alexander Villegas Paiva
(141) NEYRA FLORES, José Antonio. Manual del nuevo proceso penal & de litigación oral. Idemsa, Lima,
2010, pp. 174 y 175.
(142) CARMONA, Miguel. “La presunción de inocencia. Generalidades”. Ob. cit., p. 112.
82
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
(143) Ídem.
(144) Corte Interamericana de Derechos Humanos. Caso Ulloa vs. Costa Rica, sentencia del 2 de julio de
2004, Serie C Nº 107, párrafo 153, caso Cantoral Benavides vs. Perú, sentencia del 18 de agosto de
2000, Serie C Nº 69, párrafo 120.
(145) Casación Nº 03-2007, f.j. 7.
83
Elky Alexander Villegas Paiva
2.3.2. La prueba debe haber sido admitida y actuada con el debido respeto a
los derechos fundamentales
En determinados momentos históricos se había invocado el principio de
libertad de valoración para justificar la utilización de cualquier tipo de prue-
ba incluso de aquellas obtenidas de forma ilícita, pues se argumentaba que la
finalidad del proceso penal era la búsqueda de la verdad material o absoluta y
prescindir de estas pruebas impediría el logro de tal finalidad. En otras pala-
bras, todo aquello que pudiera ser utilizado para el descubrimiento de la ver-
dad material debía ser valorado por el juez para formar su convicción. En la
actualidad esta idea debe rechazarse totalmente. La presunción de inocencia
exige que las pruebas se practiquen con todas las garantías y se obtengan de
forma lícita. Desde la óptica del principio de libre valoración de la prueba debe
rechazarse esa errónea concepción que amparaba la utilización de las pruebas
ilícitas. La licitud de la prueba no es una cuestión de apreciación o valoración,
sino un presupuesto ineludible de dicha apreciación. La libre valoración de la
prueba solo puede predicarse de aquellas pruebas obtenidas de forma lícita y
con todas las garantías, y ella misma no puede fundar su licitud(146).
Por lo tanto, no pueden ser tomadas en cuenta en el proceso las pruebas
reputadas de ilícitas, esto es aquellas que sido obtenidas o actuadas con vulne-
ración de derechos fundamentales, ya sea que estén reconocidos directamen-
te en la Constitución o indirectamente –tal como está prescrito en el artículo 3
de la Constitución Política– por poseer una naturaleza análoga a aquellos ex-
presamente recogidos en la carta fundamental o por fundarse en la dignidad
del hombre.
La regla de exclusión de la actividad probatoria ilícita se haya regulada
en el artículo VIII. 2 del Título Preliminar del Código Procesal Penal de 2004,
cuando prescribe que: “Carecen de efecto legal las pruebas obtenidas, direc-
ta o indirectamente, con violación del contenido esencial de los derechos fun-
damentales de la persona”.
Nos parece acertado que el artículo VIII del CPP de 2004 prescriba que
las pruebas ilícitas “carecen de efecto legal”, pues carecer de efectos impli-
ca, precisamente no producir ninguno, ni directos, ni indirectos y pronunciar-
se inmediatamente que es conocida para, precisamente, evitar que los produz-
ca. En este sentido la exclusión de la prueba ilícita abarca una prohibición de
(146) MIRANDA ESTRAMPES, Manuel. “La valoración de la prueba a la luz del nuevo Código Procesal
Penal peruano de 2004”. Instituto de Ciencia Procesal Penal, Lima, p. 18, disponible en: <http:// www.
incipp.org.pe>.
84
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
(147) FERNÁNDEZ LÓPEZ, Mercedes. Prueba y presunción de inocencia. Ob. cit., pp. 157 y 158. Véase
también, NEYRA FLORES, José Antonio. Manual del nuevo proceso penal & de litigación oral.
Ob. cit., p. 176.
85
Elky Alexander Villegas Paiva
(148) FERNÁNDEZ LÓPEZ, Mercedes. Prueba y presunción de inocencia. Ob. cit., pp. 246 y 247.
(149) TOMÁS Y VALIENTE, Francisco. “In dubio pro reo, libre apreciación de la prueba y presunción de
inocencia”. En: Revista Española de Derecho Constitucional, Año 7, Número 20. Madrid, mayo-agosto
de 1987, p. 25.
86
Capítulo IV
LA PRESUNCIÓN DE
INOCENCIA COMO REGLA
DE TRATAMIENTO EN
EL PROCESO PENAL.
EN PARTICULAR SU
INCIDENCIA EN LA
UTILIZACIÓN DE LA
PRISIÓN PREVENTIVA
Capítulo IV
La presunción de inocencia como regla de tratamiento
en el proceso penal. En particular su incidencia
en la utilización de la prisión preventiva
I. Introducción
Como se ha anotado en el capítulo anterior, la presunción de inocencia
impone la obligación de tratar al procesado como si fuera inocente. Como tal,
impide la aplicación de medidas judiciales que impliquen una equiparación de
hecho entre imputado y culpable y, por lo tanto, cualquier tipo de resolución
judicial que suponga una anticipación de la pena.
Al respecto, debemos señalar que el principio de presunción de inocencia
es considerado como el mayor límite al uso de las medidas cautelares perso-
nales, en especial de la prisión preventiva, como regla general. Para otro sec-
tor, sin embargo, la presunción de inocencia constituiría una prohibición to-
tal del uso de alguna medida cautelar, especialmente la prisión preventiva, por
cuanto su utilización implica una presunción de culpabilidad, sin embargo, re-
conocen que la eliminación de tal medida cautelar constituye algo utópico en
nuestros días, pues muchas veces resultará necesaria para que el proceso pe-
nal pueda continuar su curso.
Por nuestra parte, tal como ha quedado dicho en el capítulo anterior, nos
adherimos a la primera postura, pues el proceso penal también debe buscar
su eficacia con miras a poder cumplir con el Derecho Penal material. Sien-
do así, en el presente capítulo abordaremos en detalle los principales as-
pectos de la prisión preventiva, entre otros, los presupuestos que legitiman
su imposición para tornarla compatible con la presunción de inocencia, re-
cordando el necesario equilibrio que debe existir entre la eficacia en la per-
secución penal y la protección de los derechos fundamentales de los suje-
tos procesales.
89
Elky Alexander Villegas Paiva
(150) En este sentido ASENCIO MELLADO, José María. La prisión provisional. J.M Bosch,
Barcelona, 1987.
(151) Al respecto podemos traer a colación lo dicho por BROCCA, Marcelo. “Algunos aspectos del
encarcelamiento preventivo y la especial significación del principio de proporcionalidad”. En:
Alerta Informativa. Estudio Loza Ávalos, Lima, 2009, p. 1. Disponible en: <www.lozavalos.
com.pe/alertainformativa>: “Sorprende en general, la liviandad con que se dictan prisiones
preventivas, las que desde discursos interesados, es presentada como un remedio mágico
que nos permite olvidar la existencia del peligroso que ha sido detenido, puesto fuera de
circulación”. Esto es consecuencia en parte a la presión que ejerce la opinión pública ante el
alarmismo social de la inseguridad ciudadana, pues como refiere REÁTEGUI SÁNCHEZ,
James. En busca de la prisión preventiva. Jurista Editores, Lima, 2006, p. 73: “una parte de
la opinión pública –la mayoritaria– asocia seguramente finalidades directamente represivas a
la prisión preventiva. Muchos de los magistrados se ven presionados por la inevitable opinión
pública (“demandas sociales de seguridad”), que por los presupuestos legales y materiales que
se exigen para la aplicación de la prisión preventiva. Pero lo que no sabe la opinión pública
es que dentro de las medidas coercitivas, la prisión preventiva debe ocupar el último lugar en
la aplicación de dichas medidas. Debe preferirse otra alternativa menos lesiva a los derechos
individuales y aquella que resulte estrictamente necesaria a los fines procesales y no a los
fines populistas de seguridad ciudadana”.
(152) JORGE BARREIRO, Alberto. “La reforma de la prisión provisional (leyes orgánicas 13 y
15 de 2003) y la doctrina del Tribunal Constitucional (I)”. En: Jueces para la Democracia.
Información y Debate. Nº 51, Asociación Jueces para la Democracia, Madrid, 2004, p. 37.
90
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
de las Naciones Unidas para la Prevención del Delito y el Tratamiento del De-
lincuente (Ilanud) donde se constató que en todos los países latinoamericanos
la mayoría de quienes se encontraban privados de libertad lo hacían sin que
existiera una sentencia que fundamentara ello(153), “la aplicación de la deten-
ción previa al juicio constituía una regla y no una excepción, la duración de
las detenciones superaba, en ocasiones, el tiempo de condena probable. La si-
tuación no era positiva en ningún sentido”(154).
En varios países de nuestro continente existía algún tipo de régimen de
inexcarcelabilidad, es decir, alguna regulación legal donde se establecía que
las personas procesadas por delitos de gravedad mediana y alta debían, en ge-
neral, permanecer en un control privativo de libertad en el tiempo necesario
para la culminación del proceso o, por lo menos, por algún periodo importan-
te de su desarrollo(155).
Y aun cuando no hubiera inexcarcelabilidad, el diseño de los sistemas in-
quisitivos auspiciaba un amplio empleo de la prisión preventiva como una re-
gla general, siendo parte de un diseño procesal que buscaba presionar poco a
(153) Véase CARRANZA, Elías; HOUED, Mario; MORA, Luis Paulino y ZAFFARONI, Eugenio
Raúl. El preso sin condena en América Latina y el Caribe. Instituto Latinoamericano de
Naciones Unidas para la Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente (Ilanud), San
José de Costa Rica, 1983. CARRANZA, Elías (coordinador). Justicia penal y sobrepobla-
ción penitenciaria. Siglo XXI editores, México D.F., 2001. También ZAFFARONI, Eugenio
(coordinador). Sistemas Penales y Derechos Humanos en América Latina (Informe Final).
Instituto Interamericano de Derechos Humanos, Depalma, Buenos Aires, 1986. FACULTAD
LATINOAMERICANA DE CIENCIAS SOCIALES (FLACSO). La cárcel: problemas y
desafíos para las Américas. Santiago de Chile, 2008.
(154) CENTRO DE ESTUDIOS DE JUSTICIA DE LAS AMÉRICAS. La prisión preventiva en
Perú. Estudio de 112 audiencias en 7 distritos judiciales con el nuevo Código Procesal Penal.
Centro de Estudios de Justicia de las Américas (CEJA), Lima, 2010, p. 5.
(155) La inexcarcelabilidad y situaciones ab initio eran discrecionales, pero si era decretada la
prisión preventiva esta no se podía modificar hasta la sentencia. Por ejemplo, en el caso de
Bolivia, el procedimiento penal sancionado en 1973 establecía la inexcarcelabilidad, en forma
indeterminada para los reincidentes, habituales y profesionales. Asimismo, era procedente
la libertad provisional en aquellos delitos cuya pena excedía de dos años, pero no de cuatro.
Para delitos con pena superior la prisión preventiva era la única opción. Otro ejemplo de
esto es el caso de El Salvador, según el CPP de 1973, era procedente la libertad provisional
en aquellos delitos cuya pena máxima no fuese superior a 3 años. En el caso de Honduras
solo era permitida la excarcelabilidad en aquellos delitos que merezcan penas privativas de
libertad mayores de tres años cuando el reo estuviese gravemente enfermo o que no pudiese
ser atendido en la prisión. Tomo la información de DUCE, Mauricio; FUENTES, Claudio y
RIEGO, Cristián. “La reforma procesal penal en América Latina y su impacto en el uso de la
prisión preventiva”. En RIEGO, Cristián y DUCE, Mauricio (Directores de la investigación
y editores). Prisión preventiva y reforma procesal penal en América Latina. Evaluación y
perspectivas. Centro de Estudios de Justicia de las Américas (CEJA), Santiago de Chile, 2009,
p. 17, nota a pie Nº 8.
91
Elky Alexander Villegas Paiva
92
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
(158) Para tener un panorama sobre cómo se está aplicando la prisión preventiva en los países
donde se viene dando la reforma procesal penal véase el estudio y los informes contenidos
en RIEGO, Cristián y DUCE, Mauricio (Directores de la investigación y editores). Prisión
preventiva y reforma procesal penal en América Latina. Evaluación y perspectivas. Centro
de Estudios de Justicia de las Américas (CEJA), Santiago de Chile, 2009.
(159) Para un vistazo general de cómo ha venido siendo empleada la prisión preventiva en el Perú antes
de la reforma procesal penal véase la primera parte del estudio realizado por el CENTRO DE
ESTUDIOS DE JUSTICIA DE LAS AMÉRICAS. La prisión preventiva en Perú. Estudio de
112 audiencias en 7 distritos judiciales con el nuevo Código Procesal Penal. Ob. cit., pp. 10-23.
(160) PONCE CHAUCA, Nataly. “La reforma procesal penal en el Perú. Avances y desafíos a partir
de las experiencias en Huaura y La Libertad”. En: Reformas procesales penales en América
Latina: Resultados del proyecto de seguimiento. V etapa. CEJA, Santiago de Chile, 2008,
p. 28. Dicha autora menciona además como otros objetivos principales del nuevo Código
Procesal Penal los siguientes: La clara separación de las funciones de investigación (fiscales
y policías) y de juzgamiento (jueces). La concreción, en la realidad, de los principios de
contradicción e igualdad de armas entre los agentes responsables de la persecución penal
(Ministerio Público) y los defensores (públicos y privados). La garantía de oralidad como la
esencia del proceso penal en su conjunto (el Título Preliminar del CPP la establece expresa-
mente para el juzgamiento, pero el proceso de implementación debe buscar extenderlo para
todo el nuevo proceso penal). Ibídem, pp. 27-28.
93
Elky Alexander Villegas Paiva
(161) La mayoría de países que reformaron sus sistemas procesales penales, partieron de la idea de
la lógica cautelar, aunque en la actualidad, se viene dando lo que se ha denominado, desde una
perspectiva crítica, como un proceso de contrarreforma, en tanto parece que las modificacio-
nes legislativas producidas parecen ir en un sentido similar a lo que en un inicio se pretendió
evitar. Al respecto véase DUCE, Mauricio; FUENTES, Claudio y RIEGO, Cristián. “La
reforma procesal penal en América Latina y su impacto en el uso de la prisión preventiva”.
Ob. cit., pp. 54-67. FUENTES MAUREIRA, Claudio. “Régimen de la prisión preventiva en
América Latina: la pena anticipada, la lógica cautelar y la contrarreforma”. Ob. cit., pássim.
(162) SÁNCHEZ VELARDE, Pablo. Introducción al nuevo proceso penal. 1ª edición, 1ª reimpre-
sión, Idemsa, Lima, 2006, p. 201.
(163) HASSEMER, Winfried. Crítica al Derecho Penal de hoy. Traducción de Patricia S. Ziffer,
Ad-Hoc, Buenos Aires, 2003, p. 109.
(164) BACIGALUPO ZAPATER, Enrique. El debido proceso penal. Hammurabi, Buenos Aires,
2007, pp. 62-63.
(165) JAUCHEN, Eduardo. Derechos del imputado. Rubinzal-Culzoni, Buenos Aires, 2005, p. 276.
(166) “Debe quedar claro –menciona Maier– que una de las características principales de la coerción
es que, en sí, no es un fin en sí misma, sino que es solo un medio para asegurar otros fines,
que en este caso son los del proceso. Por eso no tienen estas medidas carácter de sanción, ya
que no son penas, sino medidas instrumentales, que se conciben como formas de restricción
94
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
imprescindibles para neutralizar los peligros que puede tener la libertad de la persona que
lleven a que se impida el descubrimiento de la verdad, por una parte, y la actuación de la ley
sustantiva, por la otra” (MAIER, Julio. Derecho Procesal Penal. Tomo I, Editores del Puerto,
Buenos Aires, 2001, pp. 510-511).
(167) En este sentido ORÉ GUARDIA, Arsenio. “Las medidas cautelares personales en el proceso
penal peruano”. En: Justicia Constitucional. Revista de jurisprudencia y doctrina. Año II,
Nº 3, Palestra Editores, Lima, enero-junio de 2006, p. 138.
(168) ASENCIO MELLADO, José María. La prisión provisional. Civitas, Madrid, 1987, pp. 87 y 125.
(169) JORGE BARREIRO, Alberto. Ob. cit., p. 46.
(170) La STC español Nº 47/2000, del 17 de febrero, f. j. 5, con cita de la STC español Nº 98/1997,
del 20 de mayo, declara que “lo cierto es que la genérica alarma social presuntamente oca-
sionada por un delito constituye el contenido de un fin exclusivo de la pena –la prevención
general– y (so pena de que su aseguramiento corra el riesgo de ser precisamente alarmante
por la quiebra de principios y garantías jurídicas fundamentales), presupone un juicio previo
de antijuridicidad y de culpabilidad del correspondiente órgano judicial tras un procedimiento
rodeado de plenas garantías de imparcialidad y defensa”.
(171) CALAMANDREI, Piero. Introducción al estudio sistemático de las providencias cautelares.
ARA Editores, Lima, 2005, p. 44.
(172) Cfr. SÁNCHEZ ROMERO, Cecilia. “La prisión preventiva en un Estado de Derecho”. En:
Ciencias Penales. Año 12, Nº 14, Asociación de Ciencias Penales de Costa Rica, San José,
1997, p. 81.
95
Elky Alexander Villegas Paiva
(173) DEL RÍO LABARTHE, Gonzalo. “La prisión preventiva en la jurisprudencia del Tribunal
Constitucional”. En: Anuario de Derecho Penal 2008: Temas penales en la jurisprudencia
del Tribunal Constitucional. Fondo Editorial de la PUCP - Universidad de Friburgo, Lima,
2009, p. 100.
(174) Corte IDH. Caso Suárez Rosero vs. Ecuador. Sentencia del 12 de noviembre de 1997,
párr. 77; en igual sentido: Corte IDH. Caso Tibi vs. Ecuador sentencia del 7 de setiembre de
2004, párr. 180; Corte IDH, caso Acosta Calderón vs. Ecuador. Sentencia del 24 de junio de
2005, párr. 75.
(175) STC Exp. Nº 0298-2003-HC/TC, f. j. 3; igualmente STC Exp. Nº 1567-2002-HC/TC, f. j. 3.
(176) Publicada en el diario oficial El Peruano el 14 de setiembre de 2011.
96
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
Por otro lado, al reconocerle a las medidas de coerción una utilidad (ase-
gurar los fines del proceso) conlleva a su vez advertir que las medidas de coer-
ción personal, y por ende la prisión preventiva, se constituyen, hasta nuestros
días, en mecanismos necesarios, y en ocasiones hasta imprescindibles(177) para
alcanzar los fines del proceso penal.
Como señala Reátegui Sánchez: “La prisión preventiva no puede desapa-
recer porque es muy importante que la ley penal pueda aplicarse y la prisión
preventiva lo que procura es lograrlo. Si no aplicamos la prisión preventiva
cuando se necesite aplicar, el poder punitivo estatal, expresado en la vigencia
y respeto de la ley penal como en la averiguación de la verdad, resultaría una
mera y simple utopía. Concebiríamos una sociedad en la que reinaría el caos
y la ausencia de ‘orden jurídico’”(178).
Si el Estado, al asumir la función de administrar justicia, prohíbe a los go-
bernados la venganza privada, así también no puede desatenderse de las con-
secuencias que produciría la falta de seguridad jurídica, por lo cual debe pro-
veer las medidas necesarias para prevenirlas, como lo es el caso de la prisión
preventiva(179).
Podemos mencionar, en lo referente a este punto, que diversos instrumen-
tos internacionales aceptan como medida necesaria en casos graves a la prisión
(177) En este sentido Illuminati señala que: siendo realistas, resulta impensable la desaparición de
la prisión provisional, puesto que esta, en muchas ocasiones, es imprescindible para garanti-
zar la eficacia del proceso penal (ILLUMINATI, Giulio. La presunzione di innocenza dell´
imputato. Zanichelli, Bologna, 1979, p. 33). En la misma línea Barona Vilar sostiene que la
prisión provisional es una medida del proceso penal cuya realidad y existencia aunque dura y
grave por las consecuencias que ella comporta en el sujeto que la padece, no puede ignorarse.
De ahí que haya sido admitida por todos los ordenamientos jurídicos, sean progresistas o
conservadores, capitalistas o socialistas (BARONA VILAR, Silvia. Prisión provisional y
medidas alternativas. J.M. Bosch, Barcelona, 1988, p. 15). Por su parte Ferrajoli, quien pro-
pugna la eliminación de la prisión preventiva, por considerarla incompatible con un proceso
penal que pretenda ser respetuoso de los derechos fundamentales, reconoce a su propuesta
como una quimera, utópica e impracticable (FERRAJOLI, Luigi. Derecho y razón. Teoría
del garantismo penal. Traducción de Perfecto Andrés Ibáñez y otros. Trotta, Madrid, 1998,
p. 560). En la doctrina nacional consideran a la prisión preventiva como una medida necesa-
ria en casos excepcionales, entre otros: ORÉ GUARDIA, Arsenio. “Las medidas cautelares
personales en el proceso penal peruano”. Ob. cit., p. 125. REYES ALVARADO, Víctor Raúl.
“Las medidas de coerción procesal personal en el nuevo Código Procesal Penal del 2004”.
En: Actualidad Jurídica. Tomo 163, Gaceta Jurídica, Lima, 2007; ANGULO ARANA, Pedro
Miguel. “La prisión preventiva y sus presupuestos materiales”. En: Gaceta Penal & Procesal
Penal. Tomo 25, Gaceta Jurídica, Lima, julio de 2011, p. 15.
(178) REÁTEGUI SÁNCHEZ, James. En busca de la prisión preventiva. Ob. cit., p. 84.
(179) DÍAZ DE LEÓN, Marco Antonio. “La cárcel preventiva”. En: GARCÍA RAMÍREZ, Sergio
(coordinador). Estudios jurídicos en homenaje a Olga Islas de Gonzales Mariscal. Tomo I,
UNAM, México D.F., 2007, p. 460.
97
Elky Alexander Villegas Paiva
preventiva, pero solo con fines estrictamente cautelares, por ejemplo la Con-
vención Americana sobre Derechos Humanos en su artículo 7.5 señala: “(…)
Su libertad (de la persona) podrá estar condicionada a garantías que aseguren
su comparecencia en el juicio; así como el Pacto Internacional de Derechos Ci-
viles y Políticos, que en su artículo 9.3 prescribe: “(…) su libertad podrá estar
subordinada a garantías que aseguren la comparecencia del acusado en el acto
del juicio, o en cualquier otro momento de las diligencias procesales y, en su
caso, para la ejecución del fallo”.
En tal sentido la prisión preventiva, aunque es la injerencia más grave en
la esfera de la libertad individual con vistas a asegurar el proceso, como me-
dida cautelar personal, resulta en algunos casos in extremis indispensable para
lograr una persecución penal eficiente(180). Cuando decimos que solo se utili-
zará en casos extremos, debemos entender que debe ser la última ratio entre
las medidas coercitivas que se necesiten aplicar a un procesado al que aún se
le presume inocente.
De acuerdo a las ideas precedentes se puede sostener que, si bien la pri-
sión preventiva debe ser utilizada como la última ratio, también es conditio
sine qua non del proceso penal. “Última ratio porque a ella solo puede recu-
rrirse cuando ninguna otra medida de aseguramiento de los fines del proceso
pueda reemplazarla eficazmente de un modo menos cruento y conditio sine
qua non porque sin ella el Derecho Procesal Penal no podría en casos extre-
mos, cumplir sus objetivos”(181).
(180) En este sentido ROXIN, Claus. Derecho Procesal Penal. Traducción de Gabriela Córdoba
y Daniel Pastor, Editores del Puerto, Buenos Aires, 2000, p. 257. PASTOR, Daniel. El plazo
razonable en el proceso del Estado de Derecho. Ad-Hoc, Buenos Aires, 2002, pp. 439, 482-
483. PASTOR, Daniel. Tensiones. ¿Derechos fundamentales o persecución penal sin límites?
Ad-Hoc, Buenos Aires, 2004, p. 186. REÁTEGUI SÁNCHEZ, James. En busca de la prisión
preventiva. Ob. cit., pp. 84-85 y 115.
(181) PASTOR, Daniel. El plazo razonable en el proceso del Estado de Derecho. Ob. cit., p. 482.
Dicho autor continúa destacando, con razón, que: “El proceso penal no es precisamente
voluntario. Muy por lo contrario, la gravedad de sus mecanismos de coacción, derivada sin
duda de la gravedad de la relación jurídica sustantiva que lo justifica, permite colegir que se
trata de un instrumento que utiliza la fuerza estatal de forma predominante. Esto no es una
mera descripción, sino una constatación del sentido y naturaleza del derecho procesal penal
y del derecho penal al cual está llamado a servir. En efecto, dado que en caso de condenación
la pena será ejecutada, normalmente, en el cuerpo del condenado, es preciso que la presencia
de ese cuerpo esté asegurada en caso de llegar aquel momento. A su vez, la propia sentencia
no puede ser alcanzada sin la presencia del acusado (prohibición del proceso en ausencia).
Dejando de lado las críticas que esta decisión del sistema de enjuiciamiento pueda merecer,
en razón de cierta perversión lógico-jurídica no disimulada, lo cierto es que ella rige y ha
servido para justificar la necesidad de contar con la presencia del imputado en el juicio,
incluso coactivamente. En palabras resumidas, sin condenado no hay pena y sin acusado
no hay juicio. Por tanto, si se suprimiera toda posibilidad de encarcelar preventivamente al
98
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
imputado –si resulta necesario hacerlo por insustituibles razones de seguridad–, el proceso
penal solo podría ser llevado a cabo –y a través de él el derecho penal realizado– en caso
de contarse con la voluntad y colaboración del acusado (la cantidad de los supuestos en que
esto podría suceder es fácilmente predecible para cualquiera)”. Ibídem, pp. 482-483. En el
mismo sentido se expresa DÍAZ DE LEÓN, Marco Antonio. “La cárcel preventiva”. Ob. cit.,
pp. 460-461. “Se debe a que, contemplando el ius puniendi la sanción más drástica que sus-
tenta el orden jurídico, por naturaleza humana todo individuo que se vea involucrado como
inculpado penal tenderá sin ninguna duda a eludir el procesamiento y, obviamente, como
parte de este, a huir del cumplimiento de la sentencia que al efecto se dictare y más aún si esta
fuere condenatoria. ¿Puede ser lo antes mencionado de otra manera? ¿acaso es lógico suponer
que sin prisión preventiva un procesado de manera voluntaria acuda a todas las diligencias
inherentes y, además, ad libitum se presentara a la cárcel para que lo fichen y se quede en
ella a cumplir 10, 15, 20 o más años de prisión? ¿Será que el derecho penal subsistiría como
tal, objetivamente en cuanto a las sanciones que prevé, sin tener la alianza de la prisión pre-
ventiva que le permite con visos de legalidad mantener en ella a los inculpados penalmente?
La respuesta a las anteriores interrogantes es en el sentido de que definitivamente nada de lo
ahí cuestionado se daría, sin la prisión preventiva”.
(182) Constitución Política del Perú.-
Artículo 24.e).- Toda persona es considerada inocente mientras no se haya declarado judi-
cialmente su responsabilidad.
(183) Código Procesal Penal de 2004.-
Artículo II.1.- Toda persona imputada de la comisión de un hecho punible es considerada
inocente, y debe ser tratada como tal, mientras no se demuestre lo contrario y se haya declarado
su responsabilidad mediante sentencia firme debidamente motivada. Para estos efectos, se
requiere de una suficiente actividad probatoria de cargo, obtenida y actuada con las debidas
garantías procesales.
(184) Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Artículo 11.1.- Toda persona acusada de un delito tiene derecho a que se presuma su inocencia
mientras no se pruebe su culpabilidad conforme a la ley y en juicio público en el que se le
hayan asegurado todas las garantías necesarias para su defensa.
Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José de Costa Rica)
Artículo 8.2.- Toda persona inculpada de un delito tiene derecho a que de presuma su ino-
cencia mientras no se establezca legalmente su culpabilidad.
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.
Artículo 14.2.- Toda persona acusada de un delito tiene derecho a que se presuma su inocencia
mientras no se pruebe su culpabilidad conforme a ley.
Conjunto de Principios para la Protección de Todas las Personas Sometidas a Cualquier
99
Elky Alexander Villegas Paiva
Forma de Detención o Prisión. Principio 36.- [s]e presumirá la inocencia de toda persona
sospechosa o acusada de un delito y se la tratará como tal mientras no haya sido probada su
culpabilidad conforme al derecho en un juicio público en el que haya gozado de todas las
garantías necesarias para su defensa.
(185) Cfr. Corte IDH. Caso Cantoral Benavides vs. Perú. Fondo. Sentencia del 18 de agosto de 2000,
párr. 119; caso Ricardo Canese vs. Paraguay. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia del 31
de agosto de 2004, párr. 153; y caso Cabrera García y Montiel Flores vs. México. Excepción
Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia del 26 de noviembre de 2010, párr. 183.
(186) Cfr. Corte IDH. Caso Suárez Rosero vs. Ecuador. Fondo. Sentencia del 12 de noviembre
de 1997, párrafo 77; y Caso Ricardo Canese vs. Paraguay. Fondo, Reparaciones y Costas.
Sentencia del 31 de agosto de 2004, párr. 153.
(187) Cfr. Corte IDH. Caso Tibi vs. Ecuador. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y
Costas. Sentencia del 7 de setiembre de 2004, párr. 180; caso Acosta Calderón vs. Ecuador.
Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia del 24 de junio de 2005, párr. 111; y caso Chaparro
Álvarez y Lapo Íñiguez vs. Ecuador. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y
Costas. Sentencia del 21 de noviembre de 2007, párr. 81.
(188) VEGAS TORRES, Jaime. La presunción de inocencia del artículo 24.2 de la Constitución
en el proceso penal español. Editorial de la Universidad Complutense de Madrid, Madrid,
1992, p. 39.
100
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
(189) Tomamos en consideración lo dicho por MAIER, Julio. Derecho Procesal Penal. Tomo I.
Editores del Puerto, Buenos Aires, 2001, p. 511: “Históricamente, la llamada ‘presunción de
inocencia’ no ha tenido como fin impedir el uso de la coerción estatal de manera absoluta”.
(190) Del mismo parecer es DOMÍNGUEZ BRITO, Francisco y SUÁREZ GONZÁLEZ, Carlos.
“La presunción de inocencia”. En: Constitución y garantías procesales. Escuela Nacional de
la Judicatura, República Dominicana, 2003, p. 393.
(191) En este sentido, NOGUEIRA ALCALÁ, Humberto. “Consideraciones sobre el derecho funda-
mental a la presunción de inocencia”. Ob. cit. al señalar que: “La presunción de inocencia no
es incompatible con la aplicación de medidas cautelares adoptadas por el órgano competente
y fundadas en derecho, basadas en un juicio de razonabilidad acerca de la finalidad perse-
guida y las circunstancias del caso concurrentes, como asimismo aplicando los principios la
adecuación y proporcionalidad de ellas”.
(192) La Corte IDH en reiteradas ocasiones ha señalado que el uso de la prisión preventiva se en-
cuentra limitada por la presunción de inocencia. Véase caso Acosta Calderón vs. Ecuador,
sentencia del 24 de junio de 2005, párr. 74, caso Tibi vs. Ecuador, sentencia del 7 de setiembre
de 2004, párr. 106; caso Instituto de Reeducación del Menor vs. Paraguay, sentencia del 2 de
setiembre de 2004, párr. 228; caso García Asto y García Rojas vs. Perú, setiembre del 25 de
noviembre de 2005, párr. 106; caso López Álvarez vs. Honduras, sentencia del 1 de febrero
de 2006, párr. 67.
(193) DEL RÍO LABARTHE, Gonzalo. “La prisión preventiva en la jurisprudencia del Tribunal
Constitucional”. En: Anuario de Derecho Penal 2008: Temas penales en la jurisprudencia
del Tribunal Constitucional. Fondo Editorial de la PUCP - Universidad de Friburgo, Lima,
2009, p. 100.
101
Elky Alexander Villegas Paiva
ordenará sino cuando sea estrictamente necesario para asegurar que el proce-
so se pueda desarrollar sin obstáculos hasta su finalización(194).
Ahora bien, en la medida que solo se puede autorizar la privación de li-
bertad de un imputado si se pretende garantizar con ella la realización de los
fines del proceso (y solo ellos), resulta completamente ilegítimo detener pre-
ventivamente a una persona con fines retributivos o preventivos propios de la
pena, o considerar como pautas para su imposición la peligrosidad del impu-
tado, la repercusión social del hecho o la necesidad de impedir que el impu-
tado cometa nuevos delitos (reincidencia y habitualidad). Tales criterios no es-
tán dirigidos a realizar la finalidad procesal del encarcelamiento preventivo y,
por ello, su consideración resulta ilegítima para decidir acerca de la necesidad
de la utilización de la prisión preventiva.
Queda claro que el principio de presunción de inocencia, en tanto límite al
sentido y alcance que se le debe dar a la prisión preventiva, obliga a que esta
siga el paradigma de la lógica cautelar y, por lo tanto, deba cumplir con las
condiciones que contempla la ley para que tenga cabida en un Estado Consti-
tucional de Derecho, como son excepcionalidad, proporcionalidad, provisio-
nalidad, debida motivación, jurisdiccionalidad, suficiencia probatoria y peli-
gro procesal.
102
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
(196) FARALDO CABANA, Patricia. “El proyecto de reforma de la Ley de Enjuiciamiento criminal en
materia de prisión provisional”. En: Actualidad Penal. N° 25, Madrid, 2003, p. 612.
(197) SANGUINÉ, Odone. La prisión provisional y derechos fundamentales. Tirant lo Blanch, Valencia,
2004, p. 1228.
(198) FERRAJOLI, Luigi. Derecho y razón. Teoría del garantismo penal. Trotta, Madrid, 1998,
p. 553.
103
Elky Alexander Villegas Paiva
104
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
autor y la gravedad del delito que se le imputa no son, por sí mismos, justificación suficiente de la
prisión preventiva”. Igualmente en el caso Bayarri vs. Argentina, sentencia del 30 de octubre de 2008,
párr. 74: “(…) las características personales del supuesto autor, y la gravedad del delito que se le imputa,
no son, por sí mismos, justificación suficiente de la prisión preventiva”.
(202) Cfr. BURGOS MARIÑOS, Víctor. “La prisión preventiva en el nuevo Código Procesal Penal de 2004”.
En: Retos y perspectivas del nuevo Código Procesal Penal. Evaluación a cinco años de su entrada en
vigencia. Poder Judicial-Cedpe, Lima, 2011, p. 69.
105
Elky Alexander Villegas Paiva
a la misma (…)”, lo que –en opinión del autor citado– es un caso de peligro-
sidad criminal(203).
1. Legalidad
El principio de legalidad(204) tiene una proyección general que abarca a to-
dos los actos atribuibles del Estado en general(205), y diversas proyecciones par-
ticulares, dentro de las cuales encontramos al subprincipio de legalidad penal,
(203) BURGOS MARIÑOS, Víctor. “La prisión preventiva en el nuevo Código Procesal Penal de
2004”.Ob. cit., p. 72.
(204) Sobre el origen de este principio, así como su evolución legislativa en el ámbito internacional y constitu-
cional véase: HURTADO POZO, José y PRADO SALDARRIAGA, Víctor. Manual de Derecho Penal.
Parte General. Tomo I, 4ª edición, Idemsa, Lima, 2011, p. 143 y ss.; sobre los fundamentos de dicho
principio véase: URQUIZO OLAECHEA, José. “Principio de legalidad en materia penal” (comentario
al artículo 2, inciso 24 de la Constitución). En: La Constitución comentada. Tomo I. 2ª edición, Walter
Gutiérrez (Director). Gaceta Jurídica, Lima, 2013, p. 402 y ss.
(205) Como sostiene Urquizo Olaechea: “[E]l principio de legalidad pertenece a todo el ordenamiento jurídico
del sistema romano-germánico. Es decir, a diferencia de lo que ocurre en el sistema anglosajón (donde
la tradición jurídica y la Jurisprudencia son las que prevalecen), dentro del mundo jurídico euroconti-
nental la ley es la principal fuente de derecho en cualquier disciplina o rama del ordenamiento jurídico.
En otras palabras, en nuestro sistema jurídico, únicamente la ley es la fuente vinculante de jueces,
fiscales, políticos y ciudadanos. La jurisprudencia, la costumbre, la doctrina, los principios generales,
etc., no vinculan a las personas ni a las instituciones; y, por lo tanto, no pueden ser fuente creadora de
derecho. La ley es la única institución que tiene dicho señorío, por cuanto condiciona a los miembros
de una comunidad o Estado a comportarse de acuerdo a Derecho”. Véase: URQUIZO OLAECHEA,
José. “Principio de legalidad en materia penal” (comentario al artículo 2, inciso 24 de la Constitución).
Ob. cit., pp. 390-391.
106
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
(206) Recordemos que el clásico principio de legalidad penal no aplica solo al delito. Desde su formulación
original se refirió además a las consecuencias de este: la pena; y luego alcanzó al proceso –órganos
persecutorio y judicial, debido proceso– y a la ejecución de la sentencia. Cfr. GARCÍA RAMÍREZ,
Sergio. La Corte Penal Internacional. 2ª edición, Instituto Nacional de Ciencias Penales (Inacipe),
México D.F., 2004, p. 266.
(207) MIR PUIG, Santiago. Bases constitucionales del Derecho Penal. Iustel, Madrid, 2011, pp. 72 y 73.
(208) HUERTA TOCILDO, Susana. “El derecho fundamental a la legalidad penal”. En: Revista Española
de Derecho Constitucional. Año 13, Nº 39, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid,
1993, p. 83. De forma similar, y con anterioridad, Arroyo Zapatero ha anotado que: “el principio de
legalidad penal tiene una doble fundamentación, por una parte, de carácter político, expresión de la
idea de libertad y del Estado de Derecho, de la que deriva la exigencia de ley formal y la de seguridad
jurídica y, por otra, una fundamentación específicamente penal, expresión de la esencia o función social
de la norma y la sanción penal” (ARROYO ZAPATERO, Luis. “Principio de legalidad y reserva de ley
en materia penal”. En: Revista Española de Derecho Constitucional. Año 3, N° 8, Centro de Estudios
Políticos y Constitucionales, Madrid, 1983, p. 12).
(209) URQUIZO OLAECHEA, José. “El principio de legalidad”. En: Código Penal comentado. Tomo I,
Gaceta Jurídica, Lima, 2004, p. 63.
(210) En el ámbito supranacional el principio de legalidad se halla regulado en la Declaración Universal de
los Derechos Humanos (artículo 7); Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre
107
Elky Alexander Villegas Paiva
(artículo V y XV), Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (artículos 6, 9 y 14), Convenio
Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales (5, 6 y 7),
Convención Americana sobre Derechos Humanos (artículo 9).
(211) “Esta norma constitucional –ha dicho el Tribunal Constitucional– debe ser interpretada de manera
teleológica, vale decir, como prescripciones garantistas con la finalidad de tutelar el derecho a la liber-
tad individual; desde tal perspectiva, resulta inconstitucional la habilitación de cualquier supuesto no
contemplado bajo las dos circunstancias antes mencionadas” (STC Exp. Nº 1318-2000-HC/TC, f. j. 2).
(212) Resaltado añadido.
(213) Ídem.
108
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
(214) En el mismo sentido: CABEZUDO BAJO, María José. “La restricción de los derechos fundamentales”.
En: Revista de Derecho Político. N° 62, UNED, Madrid, 2005, p. 195.
(215) LAMARCA PÉREZ, Carmen. “Legalidad penal y reserva de ley en la Constitución española”. En: Revista
Española de Derecho Constitucional. Año 7, N° 20, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales,
Madrid, 1987, p. 102.
(216) Apunta Urquizo Olaechea que: “Desde una óptica literal, podemos decir que el artículo 2, inciso 24,
literal “d” de la Constitución consagra, tanto el principio de legalidad del Derecho Penal material,
como también, el principio de legalidad del Derecho Procesal Penal. El primero, se manifiesta a través
de la exigencia de que ningún ciudadano puede ser condenado por cualquier tipo de comportamientos
(comisivos u omisivos), sino única y exclusivamente por aquellos que están catalogados como delitos en
una ley previa, la cual debe estar vigente en el momento que se realiza el comportamiento. El segundo,
se expresa mediante la imposibilidad formal y material de que: 1) el Estado someta a los ciudadanos a
un proceso penal cuando la conducta desplegada no es calificada como delito, pues resultaría ilógico
y, lo que es peor, se traería abajo el principio de legalidad sustancial (y por lo tanto, todas las garantías
que dicha institución implica) si se permite al Estado que, arbitrariamente, realice un proceso penal
contra los ciudadanos pese a que sus conductas no se encuentran prohibidas por el Derecho Penal;
2) que habiéndose cometido un delito y después de iniciado el proceso penal se cambian las reglas
de juego, volviéndolas más duras. En conclusión, debemos señalar –en este primer punto de análisis
de la perspectiva constitucional que tiene el principio de legalidad– que este quedará resquebrajado
o dejará de tener vigencia cuando: a) se sanciona a los ciudadanos sin que su conducta o la sanción
penal correspondiente se encuentren establecidos en una ley previa que esté vigente en el momento
de la realización del comportamiento; b) se somete a los ciudadanos a un proceso penal sin que su
comportamiento constituya delito alguno; c) se cambian, en forma arbitraria, las reglas de juego que
109
Elky Alexander Villegas Paiva
rigen el debido proceso”. (URQUIZO OLAECHEA, José. “Principio de legalidad en materia penal”
(comentario al artículo 2, inciso 24 de la Constitución). Ob. cit., pp. 392-393).
(217) En relación con el principio de legalidad en el proceso penal, más que hablar del principio “nullum
crimen, nulla poena sine lege”, ha de hablarse del principio “nulla coactio sine lege”. La ley procesal
debe tipificar tanto las condiciones de aplicación, como el contenido de las intromisiones de los poderes
públicos en el ámbito de los derechos fundamentales de los ciudadanos. Sobre ello véase: GONZÁLEZ-
CUÉLLAR SERRANO, Nicolás. Proporcionalidad y derechos fundamentales en el proceso penal.
Colex, Madrid, 1990, p. 77.
(218) SUÁREZ LÓPEZ DE CASTILLA, Camilo. “¿De qué hablamos cuando hablamos de legalidad proce-
sal penal? Un concepto nuevo en el proceso constitucional”. En: Justicia Constitucional. Revista de
Jurisprudencia y Doctrina. Año II, Nº 3, Palestra Editores, Lima, enero-junio de 2006, p. 186.
(219) Esta reserva de la materia penal para el Poder Legislativo (reserva de ley), hunde sus raíces en el
fundamento político democrático-representativo del principio de legalidad, por el cual dicho principio
responde –desde su formulación originaria por los ilustrados– al principio político de la división de
poderes, principio garantizador del consenso sobre el contrato social: solamente el legislador, repre-
sentación directa de la sociedad, y no el juez particular, puede decidir sobre la limitación de la libertad
individual; solo al legislador corresponde la potestad de prohibir conductas (definir delitos) e imponer
privaciones de derechos (imponer penas) y, en el marco del proceso penal, establecer restricciones o
limitaciones a los derechos fundamentales. Ambos principios, división de poderes y supremacía del
legislador, son piezas fundamentales de nuestro ordenamiento constitucional. Cfr. ARROYO ZAPATERO,
Luis. “Principio de legalidad y reserva de ley en materia penal”. Ob. cit., p. 12.
(220) Véase en este sentido la STC español 169/2001, del 16 de julio, f. j. 6.
110
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
(221) SAN MARTÍN CASTRO, César. “Búsqueda de pruebas y restricción de derechos: registros e interven-
ciones corporales”. En: SAN MARTÍN CASTRO, César. Estudios de Derecho Procesal Penal. Grijley,
Lima, 2012, p. 315.
(222) Bajo este perspectiva se puede decir que el principio de legalidad tiene un fundamento tutelar del ciuda-
dano, es decir aparece y se desarrolla como una garantía del ciudadano y de sus derechos fundamentales,
frente a la privación o restricción de sus derechos por el Estado. Es decir, se trata de una garantía frente
a la imposición estatal de condiciones desfavorables y no frente a condiciones favorables. Cfr. ARROYO
ZAPATERO, Luis. “Principio de legalidad y reserva de ley en materia penal”. Ob. cit., p. 18.
(223) LÓPEZ VIÑALS, Pablo y FLEMING, Abel. Garantías del imputado. Rubinzal Culzoni, Buenos Aires,
2007, p. 41.
(224) ASENCIO MELLADO, José María. Derecho Procesal Penal. 3ª edición, Tirant lo Blanch, Valencia,
2004, p. 141.
111
Elky Alexander Villegas Paiva
2. Jurisdiccionalidad
Para que la limitación de derechos fundamentales sea constitucionalmente
legítima, resulta necesaria que en su adopción intervenga decisivamente una
autoridad judicial, intervención que ha de ser necesariamente previa a la limi-
tación de ciertos derechos o producirse de modo inmediato tras la restricción
de otros. De este modo solo el juez o el órgano jurisdiccional competente está
facultado para decretar tanto la detención preliminar judicial o la prisión pre-
ventiva, a excepción de la detención policial por flagrancia.
(225) AMORETTI PACHAS, Mario. La prisión preventiva. Magna Ediciones, Lima, 2008, p. 155.
(226) PEÑA CABRERA FREYRE, Alonso. “La libertad por exceso de detención. El derecho de ser juzgado
en un plazo razonable”. En: Actualidad Jurídica. Tomo 135, Gaceta Jurídica, Lima, 2005, p. 22.
112
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
En ese sentido, y por este principio, es el juez quien ordena la medida –el
CPP de 2004 estipula que el competente para dictarla, en principio, es el Juez
de la Investigación Preparatoria (artículo 268), y que lo haga con arreglo al
principio de rogación: el Ministerio Público debe requerir su imposición(227)–,
salvo los supuestos de urgencia o peligro por la demora, reconocidos por la
Constitución y la ley (artículo 203.3 del CPP de 2004), en cuyo caso, ejecuta-
da la medida por la Policía o el Ministerio Público, debe solicitarse la inme-
diata confirmación judicial. A estos efectos, se requiere que la ley configure
un procedimiento jurisdiccional que lo habilite, pero no necesariamente im-
pone que exista imputación formalizada, esto es, con arreglo al artículo 336.1
del CPP de 2004 que se haya emitido la Disposición Fiscal de Formalización
y que esta haya sido comunicada al Juez de la Investigación Preparatoria (Ar-
tículo 3 del CPP de 2004)(228).
Además, la imposición de las medidas de coerción está presidida por el
principio de justicia rogada (principio de rogación). El juez no puede imponer
de oficio una medida de coerción, sino que necesita previamente de la petición
del Ministerio Público o del querellante. La petición no vincula al órgano ju-
risdiccional que podrá desestimarla, pero para el caso de estimación no podrá
imponer otras medidas más graves que las solicitadas. En este ámbito no pue-
de actuarse con criterios automáticos. El juez debe tener la libertad suficien-
te para valorar las circunstancias concurrentes y sobre la base de estas tomar
una decisión sobre la estimación o desestimación de la pretensión de las par-
tes acusadoras. La prohibición de la actuación de oficio pretende garantizar la
imparcialidad objetiva del órgano jurisdiccional. Si durante la tramitación de
la causa la única parte acusadora o todas las partes acusadoras solicitasen la
modificación de la medida de prisión preventiva o que se dejase sin efecto, la
autoridad judicial estaría obligada a acordarlo(229).
(227) El Ministerio Público no tiene facultad de decidir sobre un caso concreto, sino que sus facultades son
las de requerir, dictaminar, postular. En este sentido, el Tribunal Constitucional ha señalado que “se
entiende que el fiscal no decide, sino que más bien pide que el órgano jurisdiccional juzgue o, en su
caso, que determine la responsabilidad penal del acusado; esto es, que realiza su función persiguien-
do el delito con denuncias o acusaciones, pero no juzga ni decide, por lo que, si bien la actividad del
Ministerio Público en la investigación preliminar del delito, al formalizar la denuncia o al emitir acu-
sación fiscal, se encuentra vinculada al principio de interdicción de la arbitrariedad y al debido proceso,
dicho órgano autónomo no tiene facultades coercitivas para restringir o limitar la libertad individual,
pues sus actuaciones son postulatorias y no decisorias sobre lo que la judicatura resuelva” (STC Exp.
Nº 00569-2011-PHC/TC, f. j. 5).
(228) SAN MARTÍN CASTRO, César. “Búsqueda de pruebas y restricción de derechos: registros e interven-
ciones corporales”. En: SAN MARTÍN CASTRO, César. Estudios de Derecho Procesal Penal. Grijley,
Lima, 2012, p. 314.
(229) MIRANDA ESTRAMPES, Manuel. “Medidas de coerción”. En: Derecho Procesal Penal.
Escuela Nacional de la Judicatura, República Dominicana, 2006, p. 189.
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Elky Alexander Villegas Paiva
3. Prueba suficiente
Cuando el juzgador imponga cualquier medida restrictiva de derechos, di-
cha imposición debe encontrarse respaldada en determinada base probatoria
en relación con la vinculación del imputado con el hecho delictivo y la nece-
sidad de imponer una medida.
El Código Procesal Penal de 2004, prescribe en su artículo VI del Títu-
lo Preliminar que: “(…) la orden judicial debe sustentarse en suficientes ele-
mentos de convicción, en atención a la naturaleza y finalidad de la medida y
al derecho fundamental objeto de la limitación (…)”.
El citado cuerpo normativo en su artículo 203 prescribe que las medidas
que disponga la autoridad con respecto a la restricción de derechos, deben rea-
lizarse con arreglo al principio de proporcionalidad y en la medida que exis-
tan suficientes elementos de convicción.
El artículo 253, inciso 2 de este mismo Código expresa que: “La restric-
ción de un derecho fundamental requiere expresa autorización legal, y se
impondrá con respeto al principio de proporcionalidad y siempre que, en la
medida y exigencia necesaria, existan suficientes elementos de convicción”.
Como señalábamos cuando nos referíamos a la detención preliminar judi-
cial, se trata de una prueba bastante que indique como muy probable la reali-
zación del hecho y la intervención del imputado en él, pero no se trata que di-
cha prueba en sentido estricto genere convicción de la culpabilidad del agen-
te, pues ello solo es posible al emitir sentencia después del juicio oral en don-
de se ha debatido todo el material probatorio existe admitido en el proceso.
4. Proporcionalidad
En su sentido más amplio, el principio de proporcionalidad(230) se consagra
como principio general del ordenamiento jurídico en su conjunto con la finali-
dad básicamente de limitar, en cualquier ámbito –y especialmente en los que se
vinculan con el ejercicio de los derechos fundamentales–, la discrecionalidad
(230) Tiene su origen en el Derecho prusiano de policía, en donde la proporcionalidad cumplía una función
orientativa respecto de las intervenciones de la libertad individual. La jurisprudencia del Tribunal
Supremo de Prusia sostuvo que este principio era vinculante para el poder ejecutivo, para lo cual acuñó
el término de prohibición de exceso, como un criterio de control sobre los poderes discrecionales de
la administración y como límite al ejercicio de poder de policía. Cfr. ARNOLD, Rainer; MARTÍNEZ
ESTAY, José Ignacio y ZÚÑIGA URBINA, Francisco. “El principio de proporcionalidad en la jurispru-
dencia del Tribunal Constitucional”. En: Estudios Constitucionales. Año 10, N° 1, Centro de Estudios
Constitucionales de Chile-Universidad de Talca, Talca, 2012, p. 67.
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La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
(231) MATA BARRANCO, Norberto de la. “Aspectos nucleares del concepto de proporcionalidad de la
intervención penal”. En: Anuario de Derecho Penal y Ciencias Penales. Volumen LX, Ministerio de
Justicia, Madrid, 2007, p. 165.
(232) Véase la STC Exp. Nº 0010-2002-AI/TC, ff. jj. 195, 197-199.
(233) Sobre el papel del principio de proporcionalidad en el campo específico del Derecho Penal, véase entre
otros: MATA BARRANCO, Norberto de la. El principio de proporcionalidad penal. Tirant Lo Blanch,
Valencia, 2007; LOPERA MESA, Gloria Patricia. Principio de proporcionalidad y ley penal. Bases
para un modelo de control de constitucionalidad de las leyes penales. Centro de Estudios Políticos y
Constitucionales, Madrid, 2006; AGUADO CORREA, Teresa. El principio de proporcionalidad en
Derecho Penal. Edersa, Madrid, 1999; JAÉN VALLEJO, Manuel. “Consideraciones generales sobre el
principio de proporcionalidad penal y su tratamiento constitucional”. En: Revista General de Derecho.
N° 507, Madrid, diciembre de 1986, pp. 4923-4936; CUERDA ARNAU, María Luisa, “Aproximación
al principio de proporcionalidad en Derecho Penal”. En: Estudios jurídicos en memoria del profesor
Dr. D. José Ramón Casabó Ruiz. Vol. 1, Instituto de Criminología de la Universidad de Valencia,
Valencia, 1997, pp. 447-491; LASCURAÍN SÁNCHEZ, José Antonio. “La proporcionalidad de la
norma penal”. En: Cuadernos de Derecho Público. N° 5, 1998, pp. 159-189; GUÉREZ TRICARICO,
Pablo. “Algunas consideraciones sobre el principio de proporcionalidad de las normas penales y sobre
la evolución de su aplicación en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional”. En: Revista Jurídica
de la Universidad Autónoma de Madrid. N° 10, Universidad Autónoma de Madrid, Madrid, 2004,
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Elky Alexander Villegas Paiva
pp. 53-108; BERNAL PULIDO, Carlos. “El principio de proporcionalidad en la legislación penal”. En:
BERNAL PULIDO, Carlos. El Derecho de los derechos. Universidad Externado de Colombia, Bogotá,
2005, (también publicado en Justicia Constitucional. Revista de Jurisprudencia y Doctrina. Año II,
Nº 3, Palestra Editores, Lima, enero-junio de 2006, pp. 213-246); MIR PUIG, Santiago. “Principio
de proporcionalidad y fines del Derecho Penal”. En: Estudios en memoria de José María Lidón. J. I.
Echano Basaldúa (editor), Universidad de Deusto, Bilbao, 2002, pp. 349-366; MIR PUIG, Santiago.
“El principio de proporcionalidad como fundamento constitucional de límites materiales del Derecho
Penal”. En: Constitución, derechos fundamentales y sistema penal (Semblanzas y estudios con motivo del
setenta aniversario del profesor Tomás Salvador Vives Antón). Tomo II. Juan Carlos Carbonell Mateu,
José Luis González Cussac y Enrique Orts Berenguer (Directores). Tirant Lo Blanch, Valencia, 2009,
pp. 1357-1382; FERNÁNDEZ CRUZ, José Ángel. “El juicio constitucional de proporcionalidad de
las leyes penales: la legitimación democrática como medio para mitigar su inherente irracionalidad”.
En: Revista de Derecho. Año 17, No. 1, Universidad Católica del Norte, Coquimbo, 2010, pp. 51-99.
(234) Resulta interesante recordar que en el tratado por el que se proponía una “Constitución para
Europa”, firmado en Roma el 29 de octubre de 2004, y que fuera frustrada al no haber sido
ratificado por todos los Estados miembros de la Unión Europea, apareció como novedad la
siguiente formulación en su artículo: “Artículo II- 112.- Alcance e interpretación de los derechos
y principios. 1. Cualquier limitación del ejercicio de los derechos y libertades reconocidos
por la presente Carta deberá ser establecida por la ley y respetar el contenido esencial de
dichos derechos y libertades. Dentro del respeto del principio de proporcionalidad, solo
podrán introducirse limitaciones cuando sean necesarias y respondan efectivamente a
objetivos de interés general reconocidos por la Unión o a la necesidad de protección de
los derechos y libertades de los demás” (el resaltado es añadido).
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La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
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(243) Como explica AGUADO CORREA, Teresa. “El principio de proporcionalidad en el Derecho
Penal peruano”. En: CARBONELL, Miguel y GRANDEZ CASTRO, Pedro (Coordinadores.).
Palestra del Tribunal Constitucional. Cuadernos de análisis y críticas a la jurisprudencia
constitucional. Nº 8-El principio de proporcionalidad en el Derecho Penal peruano. Palestra
Editores, Lima, 2010, p. 271, el Tribunal Constitucional peruano ha utilizado, como en su día
hicieran otros, el conocido como test de proporcionalidad alemán, es decir, la distinción y el
análisis sucesivo de los requisitos de idoneidad, necesidad y proporcionalidad. En el ámbito
del Derecho Penal, esta forma de proceder ha quedado plasmada en las Sentencias del 9 y 15
de diciembre de 2006 y del 19 de enero de 2007, recaídas en los Expedientes Nºs 003-2005-
PI/TC (ff. jj 69 y ss.), 0012-2006-PI/TC (ff. jj 32 y ss.) y 0014-2006-PI/TC (ff. jj. 42 y ss.),
respectivamente. De estas resoluciones, se puede deducir que el principio de proporcionalidad
en sentido amplio, en su variante de prohibición o interdicción de exceso, está integrado por
tres subprincipios: idoneidad, necesidad y proporcionalidad en sentido estricto.
(244) SAPAG, Mariano. “El principio de razonabilidad y de proporcionalidad como límite constitu-
cional al poder del Estado: un estudio comparado”. En: Díkaion. Vol. 22, Nº 17, Universidad
de la Sabana, Bogotá, diciembre de 2008, p. 173.
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Elky Alexander Villegas Paiva
estricto(245); subprincipios que incluso han servido para dar una definición
del principio de proporcionalidad en los siguientes términos: “[E]l principio
constitucional en virtud del cual la intervención pública ha de ser ‘suscepti-
ble’ de alcanzar la finalidad perseguida, ‘necesaria’ o imprescindible al no ha-
ber otra medida menos restrictiva de la esfera de libertad de los ciudadanos
(es decir, por ser el medio más suave y moderado de entre todos los posibles
–ley del mínimo intervencionismo–) y ‘proporcional’ en sentido estricto, es de-
cir, ‘ponderada’ o equilibrada por derivarse de aquella más beneficios o ven-
tajas para el interés general que perjuicios sobre otros bienes, valores o bienes
en conflicto, en particular sobre los derechos y libertades”(246).
Es ese conjunto de criterios o herramientas los que permiten medir y so-
pesar la licitud de todo género de límites normativos de las libertades, así
como la de cualesquiera interpretaciones o aplicaciones de la legalidad que
restrinjan su ejercicio, desde un concreto perfil o punto de mira: el de la
inutilidad, innecesaridad y desequilibrio del sacrificio; o, en otros términos: si
este resulta a priori absolutamente inútil para satisfacer el fin que dice perse-
guir; innecesario, por existir a todas luces otras alternativas más moderadas,
susceptibles de alcanzar ese objetivo con igual grado de eficacia; o despro-
porcionado en sentido estricto, por generar patentemente más perjuicios que
beneficios en el conjunto de bienes, derechos e intereses en juego(247).
Estos subprincipios son considerados como requisitos intrínsecos de toda
medida procesal penal restrictiva de derechos fundamentales, exigibles tan-
to en su previsión por el legislador, como en el de su adopción por el órgano
correspondiente y en su ejecución. Veamos a continuación cada uno de ellos
con mayor detalle:
(245) El Tribunal Constitucional español, en el mismo sentido ha expresado que: “(...) para comprobar
si una medida restrictiva de un derecho fundamental supera el juicio de proporcionalidad,
es necesario constatar si cumple los tres siguientes requisitos o condiciones: si tal medida es
susceptible de conseguir el objetivo propuesto (juicio de idoneidad); si, además, es necesaria,
en el sentido de que no exista otra medida más moderada para la consecución de tal propósito
con igual eficacia (juicio de necesidad); y, finalmente, si la misma es ponderada o equilibrada,
por derivarse de ella más beneficios o ventajas para el interés general que perjuicios sobre
otros bienes o valores en conflicto (juicio de proporcionalidad en sentido estricto” (STC
169/2001, f. j. 9).
(246) BARNES, Javier. “Introducción al principio de proporcionalidad en el derecho comparado
y comunitario”. En: Revista de Administración Pública. Nº 135, setiembre-diciembre 1994,
p. 500.
(247) BARNES, Javier. “El principio de proporcionalidad. Estudio preliminar”. En: Cuadernos de Derecho
Público. N° 5, Instituto Nacional de Administración Pública, Madrid, setiembre-diciembre de 1998,
p. 16.
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(248) “Toda injerencia estatal en el ámbito de los derechos fundamentales, para ser constitucionalmente
admisible, tiene que responder a una finalidad legítima. Su fin ha de ser el de tutelar bienes constitu-
cionalmente protegibles y socialmente relevantes”. GONZÁLEZ-CUÉLLAR SERRANO, Nicolás. “El
principio de proporcionalidad en el Derecho Procesal español”. En: Cuadernos de Derecho Público.
N° 5, Instituto Nacional de Administración Pública, Madrid, setiembre-diciembre de 1998, p. 195.
(249) El campo propio de aplicación del principio de proporcionalidad es el del enjuiciamiento de la cons-
titucionalidad de los medios, pero previamente es preciso determinar cuál es el fin perseguido por
la injerencia, pues si dicho fin es ilegítimo o irrelevante la medida habrá de reputarse de antemano
inadmisible por ser absolutamente arbitraria. Y ello sin necesidad de examinar la idoneidad de los me-
dios, sus posibles alternativas, ni efectuar ponderación alguna de intereses. GONZÁLEZ-CUÉLLAR
SERRANO, Nicolás. “El principio de proporcionalidad en el Derecho Procesal español”. Ob. cit.,
p. 196.
(250) AGUADO CORREA, Teresa. “El principio de proporcionalidad en el Derecho Penal peruano”. Ob. cit.,
p. 272.
(251) STC Exp. Nº 0012-2006-PI/TC, f. j. 32: “La idoneidad consiste en la relación de causalidad, de medio
a fin, entre el medio adoptado, a través de la previsión legislativa, y el fin propuesto por el legislador.
Se trata de una relación medio-fin”.
(252) SSTC Exp. Nº 0003-2005-PI/TC, f. j. 69; Exp. Nº 0014-2006- PI/TC, f. j. 42.
(253) BARNES, Javier. “El principio de proporcionalidad. Estudio preliminar”. En: Cuadernos de Derecho
Público. Nº 5, Instituto Nacional de Administración Pública, Madrid, setiembre-diciembre de 1998, p. 17.
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(257) AGUADO CORREA, Teresa. El principio de proporcionalidad en el Derecho Penal. Ob. cit., p. 120.
(258) REÁTEGUI SÁNCHEZ, James. En busca de la prisión preventiva. Ob. cit., p. 124.
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(259) CASTILLO CÓRDOVA, Luis. “Criterios de interpretación para evaluar la constitucionalidad del
mandato de detención”. En: Actualidad Jurídica. Tomo 137, Gaceta Jurídica, Lima, 2005.
(260) BERNAL PULIDO, Carlos. “El principio de proporcionalidad de la legislación penal”.
Ob. cit., p. 234.
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(264) CAFFERATA NORES, José. Proceso penal y derechos humanos. Editores del Puerto, Buenos Aires,
2000, p. 189 (cursivas del original).
(265) Sala Penal Transitoria de la Corte Suprema. R.N. Nº 863-2005.
(266) DEL RÍO LABARTHE, Gonzalo. “La prisión preventiva en el nuevo Código Procesal Penal. Requisitos,
características y marco general aplicable”. En: Actualidad Jurídica. Tomo 159, Gaceta Jurídica, Lima,
2007.
(267) BINDER, Alberto. Introducción al Derecho Procesal Penal. 2ª edición; Ad-Hoc, Buenos Aires, 1999,
p. 199.
(268) Como señala, acertadamente, Alberto Bovino: “La principal exigencia que deriva del principio de
excepcionalidad consiste en la necesidad de agotar toda posibilidad de asegurar los fines del proceso
a través de medidas de coerción distintas a la privación de libertad, que resulten menos lesivas de los
derechos del imputado. En conciencia, el encarcelamiento preventivo solo se justifica cuando resulta
imposible neutralizar el peligro procesal con medidas de coerción alternativas al encarcelamiento
preventivo. En realidad, el principio obliga a aplicar siempre la medida menos gravosa, incluso en
aquellos casos en los cuales se debe elegir entre distintas medidas no privativas de la libertad –v. gr.,
entre caución juratoria y caución real–”. (BOVINO, Alberto. “El encarcelamiento preventivo en los
tratados de derechos humanos”. Ob. cit., p. 151).
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5. Instrumentalidad
Sobre esta característica ya nos hemos referido anteriormente, por lo tanto
aquí solo cabe resaltar que la prisión preventiva, y todas las medidas de coer-
ción procesal, no cuentan con una finalidad en sí misma, sino que solo son un
medio o instrumento destinado a la efectividad del proceso y la ejecución de
la eventual sentencia. “De manera tal que cualquier utilización autónoma de
la prisión preventiva, o su orientación a fines distintos a los del proceso en el
que se dictó la convertirían en ilegítimas”(281).
6. Provisionalidad
Las medidas coercitivas dada su naturaleza instrumental son provisiona-
les, solo deberán permanecer mientras subsistan los presupuestos que hicie-
ron necesaria su imposición para el desarrollo exitoso del proceso, por lo que
ante el avance de este pueden extinguirse o modificarse por otra, según lo que
sea necesario para el normal desarrollo del proceso.
Las medidas de coerción se hallan sometidas a la cláusula rebus sic stan-
tibus, de modo que su permanencia o modificación –en tanto perdure el pro-
ceso principal– estará siempre en función de la estabilidad o el cambio de los
presupuestos que hicieron posible su adopción inicial(282), es decir, una deter-
minada medida de coerción tiene su justificación en tanto subsistan las razo-
nes que le dieron lugar(283).
Tales razones, exigencias o presupuestos que deben ser verificados para
autorizar la prisión preventiva perderían sentido si solo fueran necesarios para
fundar la decisión inicial que ordena la detención. Si así fuera, una detención
inicialmente legítima podría tornarse arbitraria sin que pudiera remediarse tal
situación, en tal sentido la prisión preventiva solo es legítima en la medida en
que continúen existiendo todos su prepuestos, desaparecido alguno de estos,
la prisión preventiva debe cesar(284).
El Tribunal Constitucional también ha reconocido el carácter provisio-
nal de la prisión preventiva, cuando refiere que: “(...) la detención judicial
(281) PEREIRA CHUMBE, Roberto. “La prisión preventiva y sus límites temporales según el
Tribunal Constitucional”. En: Actualidad Jurídica. Tomo 136, Gaceta Jurídica, Lima, 2005,
pp. 145-155.
(282) SAN MARTÍN CASTRO, César. Derecho Procesal Penal. Tomo II. Ob. cit., p. 1080.
(283) CUBAS VILLANUEVA, Víctor. El nuevo proceso penal peruano. Ob. cit., p. 372.
(284) BOVINO, Alberto. “El encarcelamiento preventivo en los tratados de derechos humanos”. Ob. cit.,
p. 160.
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7. Debida motivación
La motivación de las decisiones judiciales constituye uno de los elemen-
tos fundamentales del Estado de Derecho como conquista frente a las arbitra-
riedades de los procesos durante el antiguo régimen(290). La motivación garan-
tiza que los magistrados se sometan al principio de legalidad y permite a los
justiciables conocer las razones que fundamentan las decisiones, abriendo la
posibilidad de interponer los recursos correspondientes, esto es de concreti-
zar el derecho de defensa. Hoy en día, bajo el paradigma del Estado Consti-
(287) DEL RÍO LABARTHE, Gonzalo. “La prisión preventiva en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional”.
Ob. cit., p. 100.
(288) STC Exp. Nº 1091-2002-HC/TC, f. j. 12.
(289) MIRANDA ESTRAMPES, Manuel. “Medidas de coerción”. En: Derecho Procesal Penal.
Escuela Nacional de la Judicatura, República Dominicana, 2006, p. 187.
(290) GARCÍA FIGUEROA, Alfonso. “La motivación. Conceptos fundamentales”. En: GASCÓN ABELLÁN,
Marina y GARCÍA FIGUEROA, Alfonso. La argumentación en el Derecho. Algunas cuestiones fun-
damentales. 1ª edición, 1ª reimpresión. Palestra Editores, Lima, 2014, p. 134.
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(291) Con la irrupción del constitucionalismo democrático la motivación de las resoluciones estatales ha
ingresado a formar parte del núcleo duro de las garantías del debido proceso que buscan preservar la
libertad y la vigencia de los derechos fundamentales frente al poder estatal. Se trata, en buena cuenta, de
un principio jurídico–político que representa la posibilidad de control de una de las actividades estatales
más importantes como es la actividad jurisdiccional, la cual puede ser fiscalizada no solo por las partes
o los sujetos involucrados en un proceso, sino por la sociedad y la ciudadanía en general. Al Estado
Constitucional y a la democracia constitucional le interesa de modo especial justificar las decisiones
públicas como desarrollar un ejercicio racional de las funciones legales y constitucionales asignadas
a toda forma de poder, en especial al Poder judicial. No es que el deber de motivar las decisiones judi-
ciales no exista, ni tenga predicamento en una dictadura o en un Estado totalitario. También, aunque
sea de manera formal, la garantía de motivar las decisiones judiciales puede existir en un modelo de
Estado distinto al democrático. Sin embargo, es el Estado Constitucional y, en particular, la democracia
constitucional la que permite un mejor desarrollo, cobertura y es el contexto más adecuado para la
vigencia y eficacia de la garantía de justificar las decisiones judiciales. Véase: CASTILLO ALVA, José
Luis. “Las funciones constitucionales del deber de motivar las decisiones judiciales”. En: Portal de
Derecho Penal, Universidad de Friburgo, octubre de 2014, pp. 3 y 5; disponible en <http://perso.unifr.
ch/derechopenal/assets/files/articulos/a_20141008_02.pdf>.
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(292) FERRER BELTRÁN, Jordi. “Apuntes sobre el concepto de motivación de las decisiones judiciales”.
En: Isonomía. Revista de Teoría y Filosofía del Derecho. Nº 34, Instituto Tecnológico y Autónomo de
México, México D.F., abril de 2011, p. 89.
(293) IGARTUA SALAVERRÍA, Juan. El razonamiento en las resoluciones judiciales. 1ª edición, 1ª reim-
presión. Palestra Editores, Lima, 2014, p. 19.
(294) Ibídem, p. 20.
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ha sido adoptada con sujeción a la ley. No basta que se explique cuál ha sido el
proceso psicológico, sociológico para llegar a la decisión, sino que se requiere,
además, demostrar o poner de manifiesto que las razones por las que se tomó
una decisión son aceptables desde la óptica del ordenamiento(295).
Bajo esta perspectiva, cuando el artículo 139, numeral 5, de la Constitu-
ción Política del Perú establece que “es un principio y derecho de la función
jurisdiccional la motivación escrita de las resoluciones judiciales en todas las
instancias, excepto los decretos de mero trámite, con mención expresa de la ley
aplicable y de los fundamentos de hecho en que se sustentan”, debe entenderse
que tal norma establece que toda persona tiene el derecho a exigirle al magis-
trado que fundamente o justifique su decisión y, por tanto, los magistrados de-
ben explicitar el razonamiento que los llevó a resolver tal como lo hicieron(296).
Asimismo, la norma fundamental –como se observa– exige que tal justifi-
cación sea escrita, lo que en buena cuenta significa que sea expresa, entonces
la motivación puede ser definida como la exteriorización de la justificación ra-
cional de una determinada conclusión jurídica, por lo que en principio puede
identificársele con la exposición del razonamiento (discurso justificativo(297))
(295) COLOMER HERNÁNDEZ, Ignacio. La motivación de las sentencias. Sus exigencias constitucionales
y legales. Tirant lo Blanch, Valencia, 2003, pp. 38-39.
(296) Cfr. HIGA SILVA, César. “El deber de justificar (racionalmente) la cuestión fáctica de una caso: ¿Es
suficiente establecer el deber de motivar la sentencia para que los jueces cumplan con esa labor o es
necesaria que tengan una metodología que les permita realizar esa tarea? En: La argumentación jurídica
en el Estado Constitucional. Pedro Grández Castro y Félix Morales Luna (editores). Palestra Editores,
Lima, 2013, p. 377.
(297) Cfr. TARUFFO, Michele. “Consideraciones sobre prueba y motivación”. En: TARUFFO, Michele;
ANDRÉS IBAÑEZ, Perfecto y CANDAU PÉREZ, Alfonso. Consideraciones sobre la prueba judicial.
Fundación Coloquio Jurídico Europeo, Madrid, 2009, p. 37: “Básicamente, el juez tiene que racionali-
zar el fundamento de su decisión estructurando los argumentos (“las buenas razones”) en función de
los cuales la misma pueda resultar justificada: la motivación es, por lo tanto, un discurso justificativo
constituido por argumentos racionales. Naturalmente, esto no excluye que en dicho discurso existan
aspectos de carácter retórico-persuasivo, pero serán en todo caso secundarios y no necesarios. En
realidad, el juez no debe persuadir a las partes o a los demás sujetos, de la eficacia de su decisión: lo
que hace falta es que la motivación justifique la decisión sobre bases racionales”. TARUFFO, Michele.
La motivación de la sentencia civil. Traducción de Lorenzo Córdova Vianello. Tribunal Electoral del
Poder Judicial de la Federación, México D.F., 2006, p. 17. Más adelante el citado autor señala que: “(…)
uno de los modos de lectura necesarios del significado de la motivación es el que pone énfasis en el
hecho de que la motivación tiende a proporcionar una justificación de la decisión. En sustancia, dicha
incidencia se manifiesta en la medida en que la motivación tiene que ser leída, de manera prevalente,
como un discurso encaminado a justificar (validar, racionalizar, volver aceptable) la decisión, frente
a otras lecturas que están orientadas en una dirección distinta, y con una implícita determinación de
los cánones interpretativos adecuados a la estructura justificativa del discurso (ídem, p. 103). También
FERRER BELTRÁN, Jordi. “Apuntes sobre el concepto de motivación de las decisiones judiciales”.
Ob. cit., pp. 101-102, cuando señala que la motivación es un discurso justificativo consistente en
explicitar las premisas, fácticas y jurídicas, en las que se funda la norma individual que constituye el
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La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
fallo de la decisión. Además el citado autor anota como premisas que: a) la motivación es un discurso
lingüístico, oral o escrito, justificatorio de la decisión, b) por ello, está compuesta por las razones que
fundamentan esta decisión (y no por los factores causales que dan lugar a ella) y c) la conclusión del
razonamiento estará justificada si lo está interna y externamente.
(298) DÍAZ CANTÓN, Fernando. “El control judicial de la motivación de la sentencia penal”. En: MAIER,
Julio (coordinador). Los recursos en el procedimiento penal. Editores del Puerto, Buenos Aires, 1999,
p. 59.
(299) STC Exp. Nº 0728-2008-PHC/TC, f. j. 6.
(300) Cfr. TICONA POSTIGO, Víctor. “La motivación como sustento de la sentencia objetiva y materialmente
justa”. En: Cuadernos de Investigación y Jurisprudencia. Año 3, Nº 9. Poder Judicial, Lima, 2004,
p. 2. COLOMER HERNÁNDEZ, Ignacio. Ob. cit. p. 157. DE LA RÚA, Fernando. Teoría general del
proceso. Depalma, Buenos Aires, 1991, p. 146. ZAVALETA RORÍGUEZ, Roger. “Motivación de las
resoluciones judiciales”. En: CASTILLO ALVA, José Luis; LUJÁN TÚPEZ, Manuel y ZAVALETA
RORÍGUEZ, Roger. Razonamiento judicial. Interpretación, argumentación y motivación de las reso-
luciones judiciales. Gaceta Jurídica, Lima, 2004, p. 335.
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Por otro lado, para considerar como debida una motivación, esta debe
cumplir con dos requisitos: una justificación interna y de una justificación ex-
terna: la primera exige que haya sido correctamente inferido de las premisas
que lo sustentan; únicamente importa, por tanto, la corrección de la inferencia
sin plantear ningún interrogante sobre si las premisas son o no correctas. En
cambio, la justificación “externa” de un juicio consistiría en justificar las pre-
misas que lo fundamentan(303).
Conviene también recalcar que es necesario que la motivación se desarro-
lle no solo con referencia a las pruebas que el mismo órgano jurisdiccional va-
loró positivamente y de las que –por tanto– se valió para fundamentar la de-
cisión, sino también –y especialmente– con referencia a las que consideró no
(301) CALAMANDREI, Pietro. Proceso y democracia. Traducción de Héctor Fix Zamudio. Ejea, Buenos
Aires, 1960, p. 115.
(302) Corte IDH. Caso López Mendoza vs. Venezuela, sentencia del 1 de setiembre de 2011, párr. 144.
(303) Cfr. IGARTUA SALAVERRÍA, Juan. El razonamiento en las resoluciones judiciales. Ob. cit., pp. 24
y 25. En la doctrina nacional véase: TALAVERA ELGUERA, Pablo. La sentencia penal en el nuevo
Código Procesal Penal. Su estructura y motivación. Cooperación Alemana al Desarrollo-GTZ, Lima,
2010, pp. 13-15.
138
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
fiables, sobre todo si las mismas eran contrarias a la reconstrucción de los he-
chos que llevó a cabo. En efecto, pues admitir que el juez motive solo basán-
dose en las pruebas favorables a su juicio sobre los hechos, implica, de facto,
el riesgo denominado confirmation bias, típico de quien queriendo confirmar
su valoración, selecciona la información disponible escogiendo tan solo la fa-
vorable y descartando a priori la contraria, introduciendo de esta forma una dis-
torsión sistemática en su propio razonamiento. De todos modos, la valoración
negativa de las pruebas contrarias es indispensable para justificar el fundamen-
to de la decisión: precisamente porque la prueba contraria es el instrumento de
control de la validez racional y del fundamento probatorio de toda reconstruc-
ción de los hechos, la demostración de que es inatendible es condición nece-
saria de que resulten fiables las pruebas favorables a dicha reconstrucción(304).
Ahora bien esta fundamentación, para que exista una adecuada motiva-
ción, no depende de la extensión de aquella, ni del avocamiento por parte del
magistrado a responder cada una de las alegaciones formuladas por las partes,
puesto que de lo que se trata es que la decisión final esté precedida de una ar-
gumentación racional que la fundamente, lo cual dependerá del caso en con-
creto. Como sostiene Pico I Junoy: “No se trata de exigir a los órganos juris-
diccionales una argumentación extensa, exhaustiva o pormenorizada que vaya
respondiendo, punto por punto, a cada una de las alegaciones de las partes, ni
impedir la fundamentación concisa o escueta que en cada caso estimen sufi-
ciente quienes ejercen la potestad jurisdiccional”(305).
En esta línea –siguiendo la línea argumentativa del Tribunal Constitucio-
nal– la Constitución no garantiza una determinada extensión de la motivación,
por lo que su contenido esencial se respeta siempre que exista fundamentación
jurídica, congruencia entre lo pedido y lo resuelto y, por sí misma, exprese una
suficiente justificación de la decisión adoptada, aun si esta es breve o conci-
sa, o se presenta el supuesto de motivación por remisión. Tampoco garantiza
que, de manera pormenorizada, todas las alegaciones que las partes puedan
formular dentro del proceso sean objeto de un pronunciamiento expreso y de-
tallado(306). Esto es así en tanto hay grados de motivación, pues la motivación
ausente resulta inconstitucional, sin embargo la fundamentación jurídica que
(304) TARUFFO, Michele. “Consideraciones sobre prueba y motivación”. En: TARUFFO, Michele; ANDRÉS
IBAÑEZ, Perfecto y CANDAU PÉREZ, Alfonso. Consideraciones sobre la prueba judicial. Fundación
Coloquio Jurídico Europeo, Madrid, 2009, p. 41.
(305) PICO I JUNOY, Joan. Las garantías constitucionales del proceso. 1ª edición, 3ª reimpresión. J.M.
Bosch, 2002, Barcelona, p. 61.
(306) Véase, entre otras, la STC Exp. N° 1230-2002-HC/TC, f.j. 11. La Corte IDH es también partidaria de
este criterio, así tiene dicho que dicha garantía no exige una respuesta detallada a todo argumento de
las partes, sino que puede variar según la naturaleza de la decisión, y que corresponde analizar en cada
139
Elky Alexander Villegas Paiva
caso si dicha garantía ha sido satisfecha (véase Corte IDH. Caso Tristán Donoso vs. Panamá. Excepción
Preliminar, fondo, reparaciones y costas. Sentencia del 27 de enero de 2009, párr. 154).
(307) Cfr. STC Exp. Nº 02004-2010-PHC/TC, f.j. 5.
(308) Cfr. CASTILLO ALVA, José Luis. “El derecho de defensa y su relación con el deber de motivar las
decisiones judiciales”. En: Jus-Doctrina & Práctica. Nº 4, Grijley, Lima, 2007, p. 122.
140
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
Sin embargo –como señala Castillo Alva– una cosa es sostener que no es
necesario dar respuesta a todas y cada una de las alegaciones y otra muy distin-
ta es afirmar que se deba ignorar las alegaciones de las partes. Ya sea en cuanto
a hechos impeditivos, prueba o consideraciones jurídicas. En tal sentido lo que
debe buscarse –siguiendo al autor citado– es un equilibrio y ponderación ade-
cuada que permita la conexión y coexistencia entre el derecho de defensa y el
deber de motivar las resoluciones. Y ello solo se alcanza cuando por lo menos
se analizan, debaten y ponderan en la resolución las principales y/o esenciales
alegaciones de las partes, aun cuando no se agote ni ultime la discusión de to-
das y cada una de las alegaciones. Esta posición intermedia permite evitar ex-
tremos perniciosos que van desde la ignorancia y olvido total de las alegacio-
nes al desarrollo y respuesta de todas ellas. Es posible, entonces, que se igno-
ren determinadas alegaciones, hechos impeditivos o prueba, siempre que sean
de relevancia secundaria y no constituya una alegación esencial(309).
Entonces de lo que se trata para que una motivación sea considerada como
debida o adecuada es que sea suficiente(310), lo cual no depende de su exten-
sión, pues la suficiencia no puede ser valorada en términos cuantitativos, sino
cualitativos, de modo que la motivación suficiente se valorará en cada caso
en concreto, tomando en cuenta los derechos comprometidos, la complejidad
del caso, la importancia de las cuestiones planteadas, el contenido de la reso-
lución, el contexto global del proceso, del entramado fáctico, del tipo y cla-
se de los medios de investigación o de prueba [prueba directa o prueba indi-
ciaria] o de la interpretación que se postula de la ley o el derecho aplicable,
v. gr. si pertenece a una zona marginal o a su núcleo de interpretación. En suma,
depende de las circunstancias y las particularidades de cada caso e implica la
precisión y el desarrollo de los elementos esenciales que han jugado un rol de-
terminante en la decisión.
7.2. Funciones
La debida motivación de las resoluciones jurisdiccionales tiene una fun-
ción endoprocesal y otra extraprocesal, veamos:
(309) CASTILLO ALVA, José Luis. “El derecho de defensa y su relación con el deber de motivar las decisiones
judiciales”. Ob. cit., p. 122.
(310) Cfr. CASTILLO ALVA, José Luis. “La motivación suficiente en materia penal”. En: Principios fun-
damentales del nuevo proceso penal. Percy Revilla Llaza (coordinador). Gaceta Jurídica, Lima, 2013,
p. 90 y ss.
141
Elky Alexander Villegas Paiva
142
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
7.2.2. Función extraprocesal
Es una función de garantía de publicidad, de cara a la sociedad en gene-
ral, y como tal de exclusión o de detección de la arbitrariedad(315). En este sen-
tido, la motivación representa, de hecho, la garantía de control del ejercicio
del poder judicial fuera del contexto procesal, por lo tanto, por parte del qui-
vis de populo y de la opinión pública en general. Esto se deriva de una con-
cepción democrática del poder, según la cual su ejercicio debe ser controlable
siempre desde el exterior(316). Y es que si estamos en una real democracia, en-
tonces, la sociedad debe conocer cómo funcionan los órganos de administra-
ción de justicia en tanto encargado de la resolución de conflictos e institución
que por delegación del pueblo cumple esta tarea.
En un Estado Constitucional de Derecho, la sociedad ejerce legítimamen-
te la labor de controlar a los poderes en el ejercicio de sus funciones de tal for-
ma que se conozca si estos actúan con independencia, eficiencia y respetando
los postulados que la Constitución y el ordenamiento jurídico reconocen como
pilares y bases de cada país.
De las funciones aludidas al deber de motivar se tiene que esta se constitu-
ye en límite a la arbitrariedad del juez(317), ya que demuestra a los interesados en
(314) ANDRÉS IBÁÑEZ, Perfecto. “Acerca de la motivación de los hechos en la sentencia penal”. En: Doxa.
Cuadernos de Filosofía del Derecho. Nº 12, Universidad de Alicante, Alicante, 1992, pp. 290-291.
(315) Cfr. ARIANA DEHO, Eugenia. “Deber de motivación escrita de las resoluciones judiciales” (Comentario
al artículo 139, inciso 5 de la Constitución. En: La Constitución comentada. Tomo III, 2ª edición, Gaceta
Jurídica, Lima, 2013, p. 79.
(316) TARUFFO, Michele. “Consideraciones sobre prueba y motivación”. En: TARUFFO, Michele; IBAÑEZ,
Andrés y CANDAU PÉREZ, Alfonso. Consideraciones sobre la prueba judicial. Fundación Coloquio
Jurídico Europeo, Madrid, 2009, p. 38.
(317) Cfr. ANDRÉS IBÁÑEZ, Perfecto. “Acerca de la motivación de los hechos en la sentencia penal”. Ob.
cit., p. 259. GUASH FERNÁNDEZ, Sergi. El hecho y el derecho en la casación civil. J.M. Bosch,
Barcelona, 1998, p. 330. GÓMEZ MONTORO, Ángel José. “El derecho a una resolución motivada
y congruente en la jurisprudencia del Tribunal constitucional”. En: MARTÍNEZ SÁNCHEZ, Julián
143
Elky Alexander Villegas Paiva
dicha resolución que sus intereses en pugna han sido valorados en forma racio-
nal; además, sirve para que la sociedad tome conocimiento si los juzgadores ha-
cen un abuso del poder que ostentan a nombre del pueblo.
Y es que en tanto garantía de la “no arbitrariedad”, la motivación debe ser
justificada de manera lógica. De ahí que la exigencia de motivación, como se-
ñala Colomer, no sea el mero hecho de redactar formalmente sino que la jus-
tificación debe ser racional y lógica como garantía de frente al uso arbitrario
del poder”(318).
144
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
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Elky Alexander Villegas Paiva
(323) Cfr. CUÉLLAR SERRANO, Nicolás. Proporcionalidad y derechos fundamentales en el proceso penal.
Colex, Madrid, 1990, p. 144.
(324) AMORETTI PACHAS, Mario. Ob. cit., p. 162.
(325) STC Exp. Nº 1091-2002-HC/TC, f. j. 18; STC Exp. Nº 03784-2008-HC/TC, f. j. 7.
148
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
149
Elky Alexander Villegas Paiva
(329) Cf. Corte IDH. Caso Chaparro Álvarez y Lapo Íñiguez Vs. Ecuador. Excepciones Preliminares, Fondo,
Reparaciones y Costas. Sentencia del 21 de noviembre de 2007, párr. 107.
150
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
(330) Como precisa Cáceres Julca “al señalarse la ‘y’, como conjunción copulativa que tiene por
finalidad unir palabras o ideas, se entiende que para disponer una detención preventiva deben
necesariamente concurrir los requisitos establecidos en los literales a), b) y c) del artículo 268
151
Elky Alexander Villegas Paiva
del CPP”. CÁCERES JULCA, Roberto. Las medidas cautelares en el nuevo Código Procesal
Penal. Jurista Editores, Lima, 2009, pp. 194-195.
(331) Ortells Ramos, citado por SAN MARTÍN CASTRO, César. “La privación de la libertad personal
en el proceso penal y el derecho internacional de los derechos humanos”. En: Anuario de Derecho
Constitucional Latinoamericano-2004. Tomo II, Fundación Konrad-Adenauer, Montevideo, 2004,
p. 627.
152
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
(332) BOVINO, Alberto. “El encarcelamiento preventivo en los tratados de derechos humanos”.
Ob. cit., p. 158 (cursivas del original).
(333) En este sentido DEL RÍO LABARTHE, Gonzalo. La prisión preventiva en el nuevo Código
Procesal Penal. Ara Editores, Lima, 2008, p. 42.
(334) Cfr. MIRANDA ESTRAMPES, Manuel. “Medidas de coerción”. En: Derecho Procesal
Penal. Escuela Nacional de la Judicatura, República Dominicana, 2006, p. 192.
153
Elky Alexander Villegas Paiva
(335) Aunque debemos tener en cuenta que el artículo 271, inciso 1 del Código Procesal Penal
dispone que: “El juez de la investigación preparatoria, dentro de las cuarenta y ocho
horas siguientes al requerimiento del Ministerio Público realizará la audiencia para de-
terminar la procedencia de la prisión preventiva. La audiencia se celebrará con la con-
currencia obligatoria del fiscal, del imputado y su defensor. El defensor del imputado
que no asista será reemplazado por el defensor de oficio”. Con lo cual se puede soste-
ner que la información recolectada hasta ese momento adquiere una connotación de
“actos probatorios”, ya que permite el debate contradictorio entre las partes procesales para
determinar la procedencia de la prisión preventiva. De este parecer REÁTEGUI SÁNCHEZ,
James. En busca de la prisión preventiva. Ob. cit., p. 177.
(336) Comparten este criterio, sobre la verificación de un alto grado de probabilidad o un alto
índice de certidumbre y verosimilitud: BARREIRO, Alberto Jorge. “La reforma de la pri-
sión provisional (leyes orgánicas 13 y 15 de 2003) y la doctrina del Tribunal Constitucional
(I)”. Ob. cit., pp. 40, 42; DEL RÍO LABARTHE, Gonzalo. “La prisión preventiva en el
nuevo Código Procesal Penal. Presupuestos, procedimiento y duración”. En: Actualidad
Jurídica. Tomo 160, Gaceta Jurídica, Lima, 2007; DEL RÍO LABARTHE, Gonzalo.
“La prisión preventiva en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional”. Ob. cit., p. 107;
REÁTEGUI SÁNCHEZ, James. Ob. cit., p. 178; ORTELLS RAMOS, citado por SAN
MARTÍN CASTRO, César. “La privación de la libertad personal en el proceso penal y el
derecho internacional de los derechos humanos”. Ob. cit., p. 627. HORVITZ LENNON,
María y LÓPEZ MASLE, Julián. Derecho Procesal Penal chileno. Tomo I, 1ª edición,
1ª reimpresión, Editorial Jurídica de Chile, Santiago de Chile, 2003, p. 407.
(337) Como señala RAGUÉS I VALLÈS, Ramon. “Derecho Penal sustantivo y Derecho Procesal
Penal: hacia una visión integradora”. En: Anuario de Derecho Penal-2004: La reforma del
proceso penal peruano. Fondo Editorial de la PUCP - Universidad de Friburgo, Lima, 2004,
p. 159. “(…) para su aplicación no baste con la mera constatación de la concurrencia de me-
ras sospechas o indicios de criminalidad, sino la necesidad de que consten en lo instruido
elementos indiciarios que, por su número e importancia, permitan afirmar con un escaso
margen de error que, en el caso de hacerse valer en el acto del juicio por la acusación,
permitirán considerar probada la culpabilidad del imputado”.
154
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
(338) En este sentido REÁTEGUI SÁNCHEZ, James. En busca de la prisión preventiva. Ob. cit.,
p. 178.
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(339) SAN MARTÍN CASTRO, César. “La privación de la libertad personal en el proceso penal y
el derecho internacional de los derechos humanos”. Ob. cit., p. 628.
(340) Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Caso Labita contra Italia. Sentencia del 6 abril de 2000,
párr. 159.
156
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
(341) Sobre la imputación necesaria, en la doctrina nacional, véase entre otros: REÁTEGUI SÁNCHEZ,
James. Hábeas corpus y sistema penal. 3ª edición, Gaceta Jurídica, Lima, 2013, pássim;
CASTILLO ALVA, José Luis. “El derecho a ser informado de la imputación”. En: Anuario
de Derecho Penal 2008. Temas penales en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional.
Fondo Editorial de la PUCP - Universidad de Friburgo, Lima, 2009, p. 189 y ss.; ÁVALOS
RODRÍGUEZ, Constante Carlos. La decisión fiscal en el nuevo Código Procesal Penal.
Gaceta Jurídica, Lima, 2013, p. 279 y ss.
(342) “Imputación suficiente” es la expresión utilizada en el Acuerdo Plenario N° 03-2012-PJ/CJ-116.
(343) Similar: ALCÓCER POVIS, Eduardo. “El principio de imputación necesaria. Aproximación
al tema desde una perspectiva penal”. En: Gaceta Penal & Procesal Penal. Tomo 49, Gaceta
Jurídica, Lima, julio de 2013, p. 228.
(344) Debemos recordar que el requisito fáctico del principio de imputación necesaria es entendido
como la exigencia de un relato circunstanciado y preciso de los hechos con relevancia penal
que se atribuyen a una persona. Cfr. CASTILLO ALVA, José Luis. “El principio de imputación
necesaria. Una primera aproximación”. En: Actualidad Jurídica. Tomo 161, Gaceta Jurídica,
Lima, abril de 2007, p. 138.
157
Elky Alexander Villegas Paiva
(345) DEL RÍO LABARTHE, Gonzalo. La prisión preventiva en el nuevo Código Procesal Penal.
Ara Editores, Lima, 2008, p. 44.
(346) Ibídem, p. 45.
158
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
(347) DEL RÍO LABARTHE, Gonzalo. “La prisión preventiva en el nuevo Código Procesal Penal.
Presupuestos, procedimiento y duración”. En: Actualidad Jurídica. Tomo 160, Gaceta Jurídica,
Lima, 2007.
(348) Ídem.
159
Elky Alexander Villegas Paiva
3. Periculum in mora
El tercer presupuesto que debe cumplirse para aplicar la prisión preven-
tiva es el periculum in mora o peligro procesal, cuya existencia se constituye
en el elemento más importante(349) a considerar para la imposición de alguna
medida cautelar de naturaleza personal(350). Es sabido que la duración tempo-
ral de un proceso penal, puede constituir una ocasión propicia para que la par-
te pasiva del proceso penal realice actuaciones que puedan derivar en la in-
efectividad de este y de la sentencia que le pone fin. Es para evitar ese riesgo
(349) Tanto la doctrina como la jurisprudencia reconocen al peligro procesal como el más im-
portante de todos los presupuestos que se exigen para una imposición legítima de la prisión
preventiva. En el campo doctrinario véase REÁTEGUI SÁNCHEZ, James. En busca de la
prisión preventiva. Ob. cit., pp. 185, 189 y ss.; REÁTEGUI SÁNCHEZ, James. La problemá-
tica de la detención en la jurisprudencia procesal penal. Gaceta Jurídica, Lima, 2008, p. 20;
ORÉ GUARDIA, Arsenio. “Las medidas cautelares personales en el proceso penal peruano.
Ob. cit., p. 163; PANTA CUEVA, David. “Criterios referentes al peligro procesal. A propó-
sito de su tratamiento legal, doctrinario y jurisprudencial”. En: Revista Latinoamericana
de Derecho Penal y Criminología. 2007, p. 1, disponible en: <www.iuspenalismo.com.ar>;
CUBAS VILLANUEVA, Víctor. El nuevo proceso penal peruano. Ob. cit., p. 383; a nivel
jurisprudencial STC Exp. Nº 2268-2002-HC/TC, f. j. 5 “(…) el elemento más importante para
evaluar la validez de la medida cautelar es el peligro procesal, de manera que, a mayor o menor
peligro procesal, la medida cautelar podrá ser más o menos gravosa, respectivamente”; STC
Exp. Nº 1091-2002-HC/TC, f. j. 15: “El principal elemento a considerarse con el dictado de
esta medida cautelar debe ser el peligro procesal (…)”; igual STC Exp. Nº 3390-2005-PHC/
TC, f. j. 18.
(350) Como ha dicho el Tribunal Constitucional (STC Expediente Nº 1567-2002-HC/TC, f. j. 5):
“(…), la única manera de determinar si la detención judicial preventiva (prisión preventiva)
de un individuo no responde a una decisión arbitraria del juez, pasa por la observancia de
determinados elementos objetivos que permitan concluir que, más allá de que existan indicios
o medios probatorios que vinculan razonablemente al inculpado con la comisión del hecho
delictivo y más allá del quántum de la eventual pena a imponerse, exista el peligro de fuga o
de entorpecimiento de la actividad probatoria. La existencia de estos dos últimos riesgos es
lo que en doctrina se denomina ‘peligro procesal’”.
160
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
que se adoptan las medidas cautelares. Y es precisamente por esta razón, que
es en la configuración de periculum in mora donde se advierte con mayor cla-
ridad cuáles son los objetivos que un ordenamiento procesal persigue median-
te la utilización de la prisión preventiva(351).
Sin embargo, también resulta necesario considerar que, no todo perjuicio
derivado de la demora de la definición del proceso penal puede consagrar un
presupuesto de periculum in mora. Para que así suceda es preciso que en el
momento de emitir la medida cautelar el mismo aparezca a los ojos del juzga-
dor como un daño inminente y de una entidad tal que ponga en peligro la efec-
tividad práctica de la posterior sentencia.
De acuerdo al artículo 268 del CPP de 2004, la imposición de la prisión
preventiva pretende evitar los riesgos de peligro de fuga y peligro de obsta-
culización, consideramos que su reconocimiento positivo es correcto(352), pues
–como afirma con razón Alberto Bovino–, “el reconocimiento de estos dos su-
puestos deriva de los fines asignados al proceso penal: la averiguación de la
verdad y la aplicación o realización del Derecho Penal sustantivo. Si la coer-
ción procesal se orienta a alcanzar los fines del procedimiento, solo dos ti-
pos de situaciones justifican la privación de libertad anticipada: a) todo com-
portamiento del imputado que afecte indebida y negativamente el proceso de
(351) DEL RÍO LABARTHE, Gonzalo. “La prisión preventiva en el nuevo Código Procesal Penal.
Presupuestos, procedimiento y duración”. En: Actualidad Jurídica. Tomo 160, Gaceta Jurídica,
Lima, 2007.
(352) De otro parecer BINDER, Alberto. Introducción al Derecho Procesal Penal. Ob. cit., pp.
199-200, cuando sostiene que: “En realidad, dentro de nuestro sistema constitucional, sola-
mente el primero (peligro de fuga) puede constituir un fundamento para el encarcelamiento
preventivo. El entorpecimiento de la investigación no puede constituir un fundamento para el
encarcelamiento de una persona porque el Estado cuenta con innumerables medios para evitar
la eventual acción del imputado. Además, es difícil de creer que el imputado puede producir
por sí mismo más daño a la investigación que el que puede evitar el Estado con todo su apa-
rato de investigación: la policía, los fiscales, la propia justicia. Concederles a los órganos de
investigación del Estado un poder tan grande, supondría desequilibrar las reglas de igualdad
en el proceso. Además, si el Estado es ineficaz para proteger su propia investigación, esta
ineficacia no se puede cargar en la cuenta del imputado, mucho menos a costa de la privación
de su libertad. Distinta es la consideración respecto del peligro de fuga. Ya hemos visto que
el Estado se encuentra con un límite absoluto que es la imposibilidad de realizar los juicios
en ausencia. No se pueden realizar los juicios penales en rebeldía del imputado. En conse-
cuencia, aquí el imputado tiene efectivamente un poder real para obstaculizar el desarrollo
del proceso e impedir la aplicación de una pena. En consecuencia, la prisión preventiva solo
es admisible cuando se trata de un mecanismo excepcional y restringido que tiende a evitar la
fuga del imputado”. En la misma dirección, en la doctrina nacional, REÁTEGUI SÁNCHEZ,
James. En busca de la prisión preventiva. Ob. cit., p. 210: “El único motivo que dentro del
sistema constitucional puede servir para fundamentar un encarcelamiento preventivo, es el
denominado peligro de fuga del imputado”.
161
Elky Alexander Villegas Paiva
(353) BOVINO, Alberto. “El encarcelamiento preventivo en los tratados de derechos humanos”. Ob. cit.,
p. 140.
(354) Véase, en este sentido: ROXIN, Claus. Derecho Procesal Penal. Ob. cit., p. 260: “En la
práctica, el peligro de fuga representa el motivo de detención más importante, en cuyo caso,
para fundar una fórmula preponderante, se invoca la expectativa de una pena elevada”; SAN
MARTÍN CASTRO, César. Derecho Procesal Penal. Vol. II, Grijley, Lima, 2003, p. 1238: “La
detención o encarcelamiento preventivo se legitima, como hemos sostenido enfáticamente,
sobre la base del ‘peligrosismo procesal’ y, en esencia, sobre la regla del peligro de fuga y, muy
menor medida, por el peligro de oscurecimiento o entorpecimiento de la actividad probatoria.
La naturaleza, el carácter o la gravedad de la infracción penal imputada no justifican por sí
misma la limitación de la libertad personal”.
162
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
(355) HASSEMER, Winfried. “Los presupuestos de la prisión preventiva”. En: Crítica al Derecho
Penal de hoy. Traducción de Patricia Ziffer. 2ª edición, 1ª reimpresión, Ad-Hoc, Buenos Aires,
2003, pp. 115-116.
(356) Comisión IDH Informe Nº 2/97. En el mismo sentido, STC Exp. Nº 1260-2002-HC/TC,
f. j. 6: “(…) la inexistencia de un indicio razonable en torno a la perturbación de la investigación
judicial o a la evasión de la justicia por parte del procesado, termina convirtiendo el dictado
o el mantenimiento de la detención judicial preventiva (prisión preventiva) en arbitraria por
no encontrarse razonablemente justificada”.
163
Elky Alexander Villegas Paiva
(357) Similar PANTA CUEVA, David. “Criterios referentes al peligro procesal. A propósito de su
tratamiento legal, doctrinario y jurisprudencial”. Ob. cit., p. 3.
(358) BOVINO, Alberto. “El encarcelamiento preventivo en los tratados de derechos humanos”. Ob. cit.,
pp. 144-145.
(359) STC Exp. Nº 1567-2002-HC/TC, f. j. 6.
164
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
Ahora bien, después de haber realizado algunas anotaciones sobre los as-
pectos comunes del peligro de fuga y del peligro de obstaculización, correspon-
de ahora tratarlos por separado para conocer sus principales particularidades.
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(363) ASENCIO MELLADO, José María. “La regulación de la prisión preventiva en el Código
Procesal Penal del Perú”. En: Portal del Instituto de Ciencia Procesal Penal. Instituto de
Ciencias Procesal Penal, Lima, 2005, disponible en: <www.incipp.org.pe>.
166
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
(364) Así, VÉLEZ FERNÁNDEZ, Giovanna. “La prisión preventiva en el nuevo Código
Procesal Penal: ¿Medida cautelar o pena anticipada?”. En: Investigación preparatoria
y etapa intermedia. Problemas de aplicación del Código Procesal Penal de 2004.
Gaceta Jurídica, Lima, 2010, pp. 194-195.
167
Elky Alexander Villegas Paiva
168
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
una política económica que los marginó, justificando solo por ello la ne-
cesidad de la prisión preventiva(365).
b) La gravedad de la pena
Otro aspecto a considerar, es que el artículo 269, numeral 2, prescri-
be que al momento de analizar el peligro de fuga, se deberá tomar en
cuenta la gravedad de la pena que se espera como resultado del pro-
cedimiento, criterio que podría ser contemplado como una duplicidad
a lo normado en el artículo 268, literal b); sin embargo se trata más
bien de un complemento, así mediante la prognosis de pena estable-
cida como presupuesto de la prisión preventiva (artículo 268, literal
b) se parte de que el magistrado debe evaluar el tipo de injusto, así
como la culpabilidad, pasando por los criterios de determinación de
la pena, hasta arribar a un posible quántum de la misma, lo que debe
estar en función de la gravedad de pena que ha de esperarse, mientras
que la gravedad de la pena como criterio para determinar el peligro de
fuga (artículo 269, numeral 2) no solo se trata de evaluar la prognosis
de pena en el caso en concreto, sino de analizar la reacción que pue-
da tener determinada persona con la posible pena a imponer, y es que
si bien se acepta que la gravedad de la pena puede generar una mayor
tentación de fuga en el imputado, ello solo es una mera probabilidad
estadística de base sociológica, siendo perfectamente posible que las
particulares circunstancias del imputado excluyan la huida pese a la
gravedad del hecho que se le imputa, en síntesis el juez deberá valo-
rar la prognosis de pena en función del impacto que la pena ha de in-
fluir en el sujeto(366).
Como explica Del Río Labarthe: “Al vincular la gravedad de la pena a las
circunstancias personales de cada imputado, se puede arribar a una con-
clusión totalmente distinta en una y otra persona, aun cuando la pena a
imponer en ambos casos sea exactamente la misma. No es lo mismo un
imputado reincidente, y alguien que nunca ingresó en prisión, o alguien
que nunca se sometió en calidad de imputado a un proceso penal. Ni exis-
te una misma influencia de la amenaza de pena en un personaje público,
que en un ciudadano común, alguien que tiene arraigo familiar y alguien
(365) Cfr. REÁTEGUI SÁNCHEZ, James. En busca de la prisión preventiva. Ob. cit., p. 223.
(366) Cfr. DEL RÍO LABARTHE, Gonzalo. La prisión preventiva en el nuevo Código Procesal
Penal. Ara Editores, Lima, 2008, p. 55.
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(367) Ídem.
(368) Ídem.
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La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
(369) ANGULO ARANA, Pedro Miguel. “La prisión preventiva y sus presupuestos materiales”,
p. 21.
(370) DEL RÍO LABARTHE, Gonzalo. La prisión preventiva en el nuevo Código Procesal Penal.
Ara Editores, Lima, 2008, p. 55.
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La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
(373) VILLEGAS PAIVA, Elky Alexander. “La prisión preventiva en la agenda judicial para la
seguridad ciudadana. Entre el garantismo y la eficacia en la persecución penal”. En: Gaceta
Penal & Procesal Penal. Tomo 28, Gaceta Jurídica, Lima, octubre de 2011, p. 46.
(374) Sobre ello explican BOBINO, Alberto y BIGLIANI, Paola. Encarcelamiento preventivo y
estándares del sistema interamericano. Editores del Puerto, Buenos Aires, 2008, p. 144: “La
existencia del peligro procesal es importante destacarlo no se presume. Si se permitiera una
presunción tal, la exigencia quedaría vacía de contenido, pues se ordenaría la detención aun
cuando no existiera peligro alguno. No basta entonces con alegar, sin consideración con las
características particulares del caso concreto, o sin fundamento alguno”.
(375) Cfr. RIZZARDI, Jesús. “Medidas cautelares en el proceso penal. Prisión: ¿Condena o medida
cautelar?”. En: Revista de Derecho Penal. Tomo 9, Juris, Rosario de Santa Fe, 2003, p. 40.
173
Elky Alexander Villegas Paiva
la gravedad de pena como único criterio para sostener que existe peligro
procesal y por ende dictar la prisión preventiva(376).
Sobre este aspecto el Tribunal Constitucional ha señalado que:
“En la medida en que la detención judicial preventiva se dicta con an-
terioridad a la sentencia condenatoria, es en esencia una medida cau-
telar. No se trata de una sanción punitiva, por lo que la validez de su
establecimiento a nivel judicial, depende de que existan motivos ra-
zonables y proporcionales que la justifiquen. Por ello, no puede solo
justificarse en la prognosis de la pena a la que, en caso de expe-
dirse sentencia condenatoria, se le aplicará a la persona que has-
ta ese momento tiene la condición de procesado, pues ello supon-
dría invertir el principio de presunción de inocencia por el de
criminalidad”(377).
c) La magnitud del daño causado y la ausencia de una actitud
voluntaria del imputado para repararlo
La única explicación que le encontramos a esta disposición legal, es
que con ella se pretenda mejorar la posición de la víctima en el pro-
ceso penal, esto es tratar de garantizar una real y efectiva protección
a los derechos de la víctima de un delito(378). En este caso se trataría
de resaltar la protección de su derecho a la tutela judicial efectiva, en
su manifestación de resarcir sus derechos afectados y reparar los da-
ños que se le causaron.
Sin embargo ello nada tiene que ver para determinar que el imputado
pretenda huir del proceso penal. Pues la pretensión de una reparación
civil puede hacerse valer en la vía civil, donde el demandado, no ten-
dría el temor de ir a prisión, y sin que tenga que estar presente. Ade-
más si lo que se pretende es garantizar, esto es, asegurar la eficacia
(376) VILLEGAS PAIVA, Elky Alexander. “La prisión preventiva en la agenda judicial para la
seguridad ciudadana. Entre el garantismo y la eficacia en la persecución penal”. Ob. cit., p. 47.
(377) STC Exp. Nº 1091-2002-HC/TC, f. j. 8 (el resaltado es nuestro); igualmente el Tribunal
Europeo de Derechos Humanos en el caso Neumeister vs. Austria del 27 de junio de 1968,
ha sostenido que: “El riesgo de fuga no se puede apreciar únicamente sobre la base de la
gravedad de la pena; se debe analizar en función de un conjunto de factores suplementarios
que puede confirmar la existencia de un peligro de desaparición o bien a inducir a pensar que
este peligro es remoto y por tanto, no puede justificarse la prisión preventiva”.
(378) Sobre la posición de la víctima en el proceso penal y la protección de sus derechos, véase
nuestro libro: VILLEGAS PAIVA, Elky Alexander. El agraviado y la reparación civil en el
nuevo proceso penal. Gaceta Jurídica, Lima, 2013, pássim.
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(379) En el mismo sentido, REÁTEGUI SÁNCHEZ, James. En busca de la prisión preventiva. Ob. cit.,
p. 254.
(380) ASENCIO MELLADO, José María. “La regulación de la prisión preventiva en el Código
Procesal Penal del Perú”. En: Portal del Instituto de Ciencia Procesal Penal. 2005, disponible
en: <www.incipp.org.pe>.
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La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
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Elky Alexander Villegas Paiva
organización, sin embargo creemos que en todos los casos, sin excepción,
debe valorarse un mínimo de datos objetivos que permitan colegir el peli-
gro procesal en el caso en concreto derivados de la pertenencia del impu-
tado a una organización delictiva o banda. Además puede presentarse el
caso de que, atendiendo a las primeras investigaciones, el imputado per-
tenezca a una organización delictiva, pero de esas mismas investigacio-
nes se deduce que no puede existir peligro procesal, entonces no se pue-
de imponer la prisión preventiva.
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Elky Alexander Villegas Paiva
(384) Debemos señalar que en el plano internacional suelen utilizarse indistintamente expresiones como
“detención preventiva” o prisión preventiva, para hacer alusión a esta última figura. Igualmente el TC
peruano en varias oportunidades habla de detención o prisión preventiva. Hecho que venía avalado por
una incorrecta nomenclatura dada a este último instituto en el CPP de 1991.
(385) COMISIÓN IDH, Informe Nº 12/96, párr. 83; Informe Nº 2/97, párr. 23, Informe Nº 64/99, párr. 53.
(386) Convención Americana de Derechos Humanos
Artículo 7.5: Toda persona detenida o retenida debe ser llevada, sin demora, ante un juez u otro fun-
cionario autorizado por la ley para ejercer funciones judiciales y tendrá derecho a ser juzgada dentro
de un plazo razonable o a ser puesta en libertad, sin perjuicio de que continúe el proceso. Su libertad
podrá estar condicionada a garantías que aseguren su comparecencia en el juicio.
(387) COMISIÓN IDH, Informe Nº 12/96, párr. 83.
(388) COMISIÓN IDH, Informe Nº 2/97, párr. 24.
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La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
en las circunstancias del caso, que el que se podría esperar tratándose de una
persona que se presume inocente”(389).
Este plazo razonable de la prisión preventiva forma parte del derecho fun-
damental al plazo razonable de duración del proceso penal en relación con el
derecho a la libertad personal; así es para la Corte Interamericana de Derechos
Humanos la duración razonable del proceso penal posee dos aristas: una re-
ferida a la duración del proceso desde el inicio hasta la expedición de la sen-
tencia, y la otra relacionada con el derecho a la libertad, cuando en un proce-
so determinado se ha ordenado la detención o prisión preventiva del sujeto y
en general cuando en un proceso determinado se ha ordenado la afectación del
derecho a la libertad.
Como explica Jauchen, esta garantía (plazo razonable) abarca un doble as-
pecto: por un lado, el derecho de toda persona sometida a proceso penal a que
este se realice con celeridad, lo que importa que dentro de un plazo razonable
el órgano jurisdiccional debe decidir en forma definitiva su posición frente a
la ley y la sociedad; y por otro, el derecho a que si dentro del plazo razonable
no es posible por razones seriamente justificadas terminar con el proceso y el
imputado estuviere en prisión preventiva, debe otorgársele la libertad sin per-
juicio de la prosecución de la causa, la que a su vez no puede, por el primer
motivo señalado, prolongarse más allá de lo razonable(390).
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(398) ORÉ GUARDIA, Arsenio. “Las medidas cautelares personales en el proceso penal peruano”.
Ob. cit., p. 172.
(399) COMISIÓN INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS. Informe Nº 12/96, párr. 110.
(400) REÁTEGUI SÁNCHEZ, James. En busca de la prisión preventiva. Ob. cit., p. 283.
(401) GIALDINO, Rolando. “La prisión preventiva en el Derecho Internacional de los Derechos Humanos”.
En: Red de Información Jurídica. Comisión Andina de Juristas, 1999, disponible en: <www.caj.org.pe>.
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La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
Por otro lado, resulta necesario diferenciar la base sobre la que actúan tan-
to el principio de provisionalidad que caracteriza a la prisión preventiva, como
la temporalidad o duración limitada y razonable de esta. Por la provisionalidad
la prisión preventiva debe cesar o ser reformada si en el transcurso del proceso
se acredita la variación o desvaluación de la base fáctica sobre la cual se adop-
tó. Constituye la aplicación de la regla rebus sic stantibus, que obliga a la re-
visión de los presupuestos que justifican la medida limitativa del derecho fun-
damental a la libertad personal, en cualquier estado de la causa. En otras pala-
bras, la adopción y subsistencia de la prisión preventiva requiere de la verifi-
cación de determinados presupuestos materiales que ya hemos analizado, los
cuales pueden variar o desvanecerse en el curso del proceso penal, por lo que
de verificarse ello la medida coercitiva tendrá que ser revocada.
En cambio la temporalidad o duración limitada de la prisión preventiva,
constituye un requisito que ordena su cese o variación una vez transcurrido el
plazo establecido e independientemente de su utilidad en el proceso, es decir,
la limitación temporal de la prisión preventiva tiene como objetivo hacer ce-
sar el encarcelamiento preventivo, atendiendo al mero transcurso del tiempo
y con independencia de la subsistencia de los presupuestos que motivaron y
tornaron necesaria su imposición.
En esta perspectiva, Cafferata Nores refiere que: “(…), se impone la limi-
tación de su duración por el mero transcurso de ciertos plazos que deben ser
fijados por la ley procesal (y con independencia de la subsistencia de las cau-
sas –riesgos– que la motivaron) considerados razonables para concluir el pro-
ceso con el resguardo de los fines que la medida de coerción tutela”(402).
Bajo este último criterio, queda claro que aun cuando los presupuestos
que justificaron la imposición de la prisión preventiva subsistan en el desarro-
llo del proceso, la adopción de tal medida debe cesar si ha sobrepasado el pla-
zo razonable de su duración, el que se mide en razón a un plazo máximo legal
establecido y a un plazo estrictamente necesario, lo que hemos tratado al ha-
blar de la detención, y sobre los que volveremos después para estudiarlos en
el caso en concreto de la prisión preventiva.
(402) CAFFERATA NORES, José. Proceso penal y derechos humanos. Editores del Puerto, Buenos
Aires, 2000, pp. 190-191.
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(413) La Primera Disposición Complementaria Final de la Ley Nº 30076, prescribe que: “Adelántese
la vigencia de los artículos 268, 269, 270, 271 y 311 del Código Procesal Penal, aprobado
mediante Decreto Legislativo Nº 957, en todo el territorio peruano”.
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(414) STC Exp. Nº 02673-2008-PHC/TC, f. j. 7 del voto singular del magistrado Calle Hayen.
(415) BOVINO, Alberto. “La limitación temporal del encarcelamiento preventivo en la doctrina de
la Comisión Interamericana de Derechos Humanos”. En: Problemas del Derecho Procesal
Penal contemporáneo. Editores del Puerto, Buenos Aires, 1998, p. 176.
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(416) Cfr. BOVINO, Alberto. “La limitación temporal del encarcelamiento preventivo en la doctrina de la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos”. Ob. cit., p. 176.
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La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
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Elky Alexander Villegas Paiva
primer párrafo del artículo en comentario, que permite que el plazo máximo
de detención se extienda hasta 36 meses.
Finalmente, el Tribunal Constitucional advierte que toda resolución judi-
cial que pretenda prolongar el plazo de detención provisional por un periodo
superior a 36 meses, debe encontrarse necesariamente motivada en causas
suficientes y objetivamente atribuibles al procesado, pues en caso contra-
rio se vulneraría el derecho fundamental de toda persona a no ser some-
tida a detención provisional más allá de un plazo razonable.
A pesar de su propia advertencia, el Tribunal varía de criterio en el caso
Hernán Ronald Buitrón Rodríguez (STC Exp. Nº 7624-2005-PHC/TC), seña-
lando que, en casos excepcionalísimos de delitos de tráfico ilícito de drogas,
cuando estos representen un grave peligro para la seguridad ciudadana, la so-
beranía nacional, el Estado de Derecho y de la sociedad en conjunto, el juez
podrá disponer la prolongación del plazo de prisión preventiva más allá de 36
meses hasta el máximo permitido por la ley (que en su consideración serían
72 meses), mediante resolución debidamente motivada (sin que sea necesario
verificar retrasos atribuibles al procesado)(418).
Por nuestra parte discrepamos de la postura asumida por el Tribunal Cons-
titucional, cuando afirma que los plazos máximos y duplicados pueden ser aún
prolongados, no somos de la idea de que la duplicidad y la prolongación sean
criterios complementarios, antes bien sostenemos que son excluyentes, pues
aceptar que una persona pase 6 años encarcelado, sin una sentencia que lo jus-
tifique, significaría darle a la prisión preventiva una finalidad punitiva como
si se tratase de una pena sustantiva, lo que no se condice con la naturaleza de
dicha medida, pues la prisión preventiva es solo una medida cautelar. De lo
contrario se estaría dejando de lado los principios rectores de un Estado Cons-
titucional de Derecho.
Como señala Peña Cabrera Freyre: “Resulta evidentemente arbitrario y
vulneratorio de los principios del derecho internacional humanitario preten-
der recluir a un procesado “inocente” por el lapso de setenta y dos meses (seis
años). Cualquier objeción que se haga al respecto será insostenible tomando
en cuenta los fundamentos jurídico-constitucionales que inspiran nuestro or-
denamiento jurídico”(419).
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La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
Si bien una interpretación literal de los preceptos del artículo 137 del CPP
de 1991 podría generar la conclusión de que, presentadas las circunstancias
descritas, los plazos de la prisión preventiva podrían extenderse hasta 36 me-
ses en el caso de los delitos merituados en el procedimiento sumario, y hasta
72 meses en el caso de los delitos de tráfico ilícito de drogas, terrorismo, es-
pionaje y otros de naturaleza compleja, seguidos contra más de 10 imputados,
en agravio de igual número de personas, o del Estado. Sobre el particular, tal
interpretación resulta manifiestamente inconstitucional porque en lugar de op-
timizar el derecho a la libertad personal desconoce los principios de subsidia-
riedad, provisionalidad y excepcionalidad que debe guardar toda prisión pre-
ventiva para ser reconocida como constitucional.
Por ello, debe quedar claro, que la prolongación no opera luego de la dú-
plica, sino que más bien procede en lugar de esta. Esto es, opera en aquellos
casos en que pese a no tratarse delitos de tráfico ilícito de drogas, terrorismo,
espionaje y otros de naturaleza compleja, seguidos contra más de 10 impu-
tados, en agravio de igual número de personas, o del Estado, sí entrañan una
especial dificultad o especial prolongación en la prosecución del proceso. En
tal sentido, todo cuando se trate de una prolongación de la prisión preventi-
va no debe optarse necesariamente por el plazo máximo de esta, sino que en
cada caso, debe señalarse un plazo que resulte lo estrictamente necesario(420).
(420) Véase STC Exp. Nº 02800-2008-PHC/TC, ff. jj. 16 y 17 del voto singular del magis-
trado Landa Arroyo.
197
Elky Alexander Villegas Paiva
complejo el proceso, y una persona está con prisión preventiva por nueve me-
ses, mi pregunta es: ¿Al declararse complejo el proceso automáticamente se
prorroga la prisión preventiva por los 18 meses, o es que el fiscal tiene que re-
querir al juzgado la prolongación de la prisión preventiva? ¿De no solicitar-
lo se puede interponer un hábeas corpus, por no haber una resolución que am-
plíe la prisión preventiva?
En el marco del nuevo proceso penal, el artículo 274 del CPP de 2004,
que regula la prolongación de la prisión preventiva, prescribe que esta podrá
prolongarse por un plazo no mayor al fijado en el numeral 2 del artículo 272
(esto es, 18 meses). Además, señala que tal prolongación debe ser solicitada
por el fiscal al juez, antes del vencimiento de la prisión preventiva (entiénda-
se antes de que venza el primer mandato de prisión preventiva que se dio an-
tes de que el proceso fuera declarado complejo).
Conforme a ello, consideramos que la prisión preventiva no puede ser pro-
longada automáticamente ni de oficio, sino que el fiscal debe hacer el reque-
rimiento respectivo. Reafirma más este criterio el hecho de que el inciso 2 del
citado artículo señale que el juez de la investigación preparatoria se pronun-
ciará sobre dicha prolongación después de la realización de una audiencia que
convocará para debatir ese asunto en particular, la que deberá realizarse con
la obligatoria asistencia del representante del Ministerio Público y del impu-
tado y su abogado defensor.
Asimismo, se debe destacar que la aludida norma menciona que la pri-
sión preventiva podrá prolongarse por 18 meses y no que deberá prolongar-
se por ese periodo, de lo que se infiere que bien puede declararse complejo el
proceso y no solicitarse la prolongación de la prisión preventiva, o bien puede
declararse complejo el proceso y solicitarse la prolongación de la prisión pre-
ventiva por un plazo menor a los 18 meses.
En efecto, la prisión preventiva debe durar el tiempo estrictamente nece-
sario. Así, si en un caso las investigaciones están bastante avanzadas, puede
ser que solo sea necesario por la complejidad sobreviniente, que el imputado
siga en prisión preventiva por 3 o 4 meses más (y no por los 18 que menciona
la norma). En suma, no es obligatorio que cuando el proceso se declare com-
plejo el imputado deba estar en prisión preventiva por 18 meses más (esta es
solo una posibilidad).
Ahora bien, si concluido el plazo de prisión preventiva y declarado com-
plejo el proceso, el fiscal no realiza el requerimiento de prolongación de la pri-
sión preventiva, esta cesará inmediatamente, debiendo el juez tomar las medi-
das necesarias para garantizar la presencia del imputado.
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La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
199
Elky Alexander Villegas Paiva
del juez natural y que haya sido otro fuero quien administró justicia –como el
militar–, al haber asumido competencia para investigar y juzgar al imputado
sin tener facultades para hacerlo; y, luego que al enmendar el grave error in-
currido al anularse lo actuado, se disponga que el plazo se computará desde la
fecha en que se dicte la nueva resolución que disponga la prisión preventiva,
es decir, el tiempo que estuvo privado de su libertad no es computable para
los efectos del vencimiento del plazo de detención, lo que vulnera el derecho
fundamental de libertad al carecer de razonabilidad(422).
Ahora bien, en lo referente al cómputo del plazo de la prisión preventiva
para determinar su duración máxima, deben computarse de forma acumulati-
va todos los periodos de prisión preventiva decretados en la misma causa, no
siendo posible rebasarse el plazo máximo legalmente previsto, alzando e im-
poniendo sucesivas medidas de prisión provisional.
De lo contrario, sería fácil sobrepasar el plazo legal, para lo cual bastaría
acordar la libertad provisional antes de su vencimiento y, en seguida, ordenar
otra vez la prisión, reiniciando un nuevo plazo, situación que implicaría la du-
ración indefinida de la prisión provisional.
Cabe señalar, finalmente, que en caso se enjuicien varios delitos en un
mismo proceso, no se permite que el plazo máximo de duración de la medida
se imponga y calcule por separado respecto a cada delito incriminado, pues a
efectos del cómputo del plazo de duración de la prisión preventiva en caso de
conexión real de delitos, los diversos hechos enjuiciados forman una unidad y
dan lugar a un único plazo de prisión preventiva.
Por otro lado, en cuanto al pedido, por parte del fiscal, para prolongar la
prisión preventiva ha surgido un problema en la praxis judicial referente a si
dicha solicitud se efectúa en la etapa de juzgamiento quien resulta ser el juez
competente para conocer tal solicitud: ¿el juez de juzgamiento o el juez de la
investigación preparatoria?(423).
Al respecto, debemos señalar que existe una posición que sostiene que es
el juez de juzgamiento el encargado de resolver el requerimiento de prolonga-
ción de prisión preventiva, en tanto el CPP de 2004 establece en sus artículos
(422) Ídem.
(423) Cfr. MARTÍNEZ HUAMÁN, Raúl Ernesto. “La prisión preventiva en la etapa de juzgamiento.
¿Quién es el juez competente para resolver la prolongación de la prisión preventiva en la
etapa de juzgamiento? En: URQUIZO VIDELA, Gustavo (coordinador). Estudios sobre las
medidas limitativas de derechos y medidas cautelares en el proceso penal. Gaceta Jurídica,
Lima, 2011, p. 393 y ss.
200
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
362.1 y 364.5, que este juez, ya sea unipersonal o colegiado, tiene la facultad
de resolver todas las incidencias que del juicio oral se derivaren; entonces quien
tendría que resolver la incidencia de la prolongación de la prisión preventiva
sería el órgano de juzgamiento. Además de ello, se argumenta, que con base
en el principio de preclusión, el juez de investigación preparatoria pierde toda
competencia sobre la causa penal con la emisión del auto de enjuiciamiento,
no teniendo la posibilidad de resolver cuestiones que sobre el proceso se den.
Sin embargo, por nuestra parte consideramos que quien se debe encargar
de resolver cuestiones relacionadas a la medida coercional de la prisión pre-
ventiva en la etapa de juzgamiento, específicamente la prolongación de la pri-
sión preventiva, debe ser el juez de investigación preparatoria.
Ello debido a que no resulta acorde con un proceso penal garantista –esto
es el que existe en un Estado Constitucional de Derecho– que sea el juzgado
unipersonal o colegiado de juzgamiento el encargado de resolver una cuestión
como la prisión preventiva, debido a que la misma tiene como uno de sus pre-
supuestos el fumus delicti comissi, es decir, elementos que vinculan razonable-
mente al procesado con los hechos que se le imputan, lo que podría dar lugar a
una vulneración del principio de imparcialidad del juez de juzgamiento, pues
estaría conociendo los hechos que se le imputan al acusado y los elementos que
la respaldan en pleno desarrollo del juicio, pues esto último no se condice con
la naturaleza garantista del CPP de 2004, el cual garantiza un juez de fallo lo
más imparcial posible, cuya convicción respecto a los hechos debe surgir del
desarrollo del juicio oral y no de aspectos ajenos a ello. Por lo que para man-
tener su imparcialidad, el juez de juzgamiento se encuentra prohibido de exa-
minar los elementos de convicción producidos en la investigación preparato-
ria o etapa intermedia, pues ello implicaría conocer los hechos fuera del juicio
oral, afectando el derecho a la imparcialidad del juez en el desarrollo del juicio.
En esa misma perspectiva, al ser la prisión preventiva la medida más ex-
trema con que se cuenta en el proceso penal, toda interpretación sobre la mis-
ma debe hacerse en beneficio del procesado. Por lo tanto, al no existir dis-
positivo legal que autorice de forma taxativa la posibilidad de que el juez de
juzgamiento realice audiencia sobre algún requerimiento fiscal relacionado a
la prisión preventiva, y a fin de dejar intangible el principio de imparcialidad,
lo debe realizar el juez de investigación preparatoria.
Es pues para mantener la imparcialidad del juez de juzgamiento que no le
está permitido examinar o revisar los elementos de convicción producidos en
la investigación preparatoria o etapa intermedia, siendo que infringir tal pros-
cripción implicaría conocer los hechos imputados fuera del juicio oral y vía
201
Elky Alexander Villegas Paiva
(424) Análisis a dicha doctrina jurisprudencial vinculante de la Corte Suprema, véase: VÁSQUEZ RODRÍGUEZ,
Miguel Ángel. “El problema del juez competente para dictar la medida de prolongación de prisión pre-
ventiva y la Casación N° 328-2012-Ica”. En: Gaceta Penal & Procesal Penal. Tomo 57, Gaceta Jurídica,
Lima, marzo de 2014, pp. 13-20; BURGOS ALFARO, José. “La prolongación de la prisión preventiva
en la etapa de juzgamiento”. En: Gaceta Penal & Procesal Penal. Tomo 57, Gaceta Jurídica, Lima,
202
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
marzo de 2014, pp. 21-31; MARTÍNEZ HUAMÁN, Raúl. “El juez de la investigación preparatoria es
el encargado de resolver la prolongación de la prisión preventiva en todas las etapas del proceso penal.
Comentarios a la Casación N° 328-2012-Ica”. En: Gaceta Penal & Procesal Penal. Tomo 57, Gaceta
Jurídica, Lima, marzo de 2014, pp. 32-41; RUEDA BORRERO, Alex. “¿Qué órgano jurisdiccional es
competente para resolver un requerimiento de prolongación de la prisión preventiva? Comentarios a
la Casación N° 328-2012-Ica. En: Gaceta Penal & Procesal Penal. Tomo 57, Gaceta Jurídica, Lima,
marzo de 2014, pp. 42-48.
203
Elky Alexander Villegas Paiva
(425) Corte IDH. Caso Suárez Rosero vs. Ecuador. Fondo. Sentencia del 12 de noviembre de 1997,
párr. 77.
(426) Cfr. Corte IDH. Caso Acosta Calderón vs. Ecuador. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia
del 24 de junio de 2005, párrs. 112 a 115.
204
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
(427) Cfr. Corte IDH. Caso Bayarri vs. Argentina. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y
Costas. Sentencia del 30 de octubre de 2008, párrs. 110 y 111.
(428) Corte IDH. Caso Palamara Iribarne vs. Chile. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia del
22 de noviembre de 2005, párr. 198.
205
Elky Alexander Villegas Paiva
en la primera casación que se emitió bajo el nuevo sistema procesal penal (Ca-
sación Nº 1-2007-Huaura), señalando que no es absoluta la necesidad de la
presencia del imputado en la audiencia de prisión preventiva, es sí, necesaria
su debida citación en domicilio real o procesal –si lo hubiera señalado– o su
conducción al juzgado cuando esté afectivamente detenido. Si el imputado se
niega a asistir, sea porque huyó, porque no es habido –lo que denota imposi-
bilidad del juez para emplazarlo– o porque sencillamente no quiere hacerlo, la
audiencia se lleva a cabo con la representación técnica del abogado defensor.
Asimismo en la aludida casación se señala que el imputado contra quien
se solicita mandato de prisión preventiva puede encontrarse en muy diversas
situaciones procesales, como puede ser detenido policialmente en los supues-
tos de flagrancia delictiva o por previo arresto ciudadano o detenido prelimi-
narmente por orden judicial. También puede encontrarse, de facto, en la con-
dición de no habido –sea que se hubiere fugado antes de ser capturado en fla-
grancia por la policía o que esta, pese al mandato judicial de detención pre-
liminar, no haya podido capturarlo– o sin medida coercitiva personal alguna
porque el fiscal no la solicitó ante el juez de la investigación preparatoria, sea
por la razón que fuere. De modo que la detención no es, en principio, una me-
dida necesaria o imprescindible para que se dicte, ulteriormente, mandato de
prisión preventiva(429).
206
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
(430) Sin embargo así lo entiende: VÁSQUEZ RODRÍGUEZ, Miguel Ángel. “La constitución en
actor civil: ¿Quién, cuándo, para qué y cómo?”. En: Gaceta Penal & Procesal Penal. Tomo
28, Gaceta Jurídica, Lima, octubre de 2011, p. 307.
(431) VILLEGAS PAIVA, Elky Alexander. El agraviado y la reparación civil en el nuevo proceso
penal. Gaceta Jurídica, Lima, 2013, p. 171.
(432) Ídem.
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Elky Alexander Villegas Paiva
(433) VILLEGAS PAIVA, Elky Alexander. El agraviado y la reparación civil en el nuevo proceso
penal. Gaceta Jurídica, Lima, 2013, p. 172.
208
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
(434) DEL RÍO LABARTHE, Gonzalo. La prisión preventiva en el nuevo Código Procesal Penal.
Ara Editores, Lima, 2008, p. 97.
(435) Cfr. ALVA MONGE, Pedro. “El derecho a no ser incomunicado. (Comentario al artículo 2, inciso 24,
literal g) de la Constitución)”. En: GUTIÉRREZ CAMACHO, Walter (director). La Constitución
comentada. Tomo I, 2ª edición, Gaceta Jurídica, Lima, 2013, p. 467.
209
Elky Alexander Villegas Paiva
210
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
211
Elky Alexander Villegas Paiva
212
Capítulo V
LA PRESUNCIÓN DE
INOCENCIA COMO REGLA
DE PRUEBA. CUESTIONES
SOBRE LA SUFICIENCIA
Y CONSTITUCIONALIDAD
DE LA PRUEBA
Capítulo V
La presunción de inocencia como regla
de prueba. Cuestiones sobre la suficiencia
y constitucionalidad de la prueba
I. Introducción
La imposición de una sanción penal requiere de un juicio previo en el que
se declare la culpabilidad del procesado por la realización de una conducta de-
lictiva atribuida. En este juicio previo se discute fundamentalmente dos cues-
tiones: en primer lugar, si el hecho fáctico en el que se sustenta la imputación
penal está debidamente probado (quaestio facti); en segundo lugar, si ese he-
cho puede subsumirse en el supuesto de hecho de la ley penal que legitima la
imposición de la sanción prevista como consecuencia jurídica (quaestio juris).
La determinación de la cuestión fáctica en el proceso de atribución de respon-
sabilidad penal precisa desarrollar una actividad probatoria dirigida a verificar
el dato fáctico sobre el que se construye la imputación penal(438).
Ahora bien, la presunción de inocencia como regla de prueba impone que
esa actividad probatoria debe ser suficiente de signo incriminatorio que de-
muestre más allá de toda duda razonable la responsabilidad del imputado y
que dicho material probatorio haya sido obtenido sin violar sus derechos fun-
damentales. Solo así podrá emitirse una sentencia condenatoria.
Corresponde profundizar algunos aspectos de dicha exigencia. Así, en el
presente capítulo, en primer lugar se estudiará el instituto de la prueba indi-
ciaria y sus requisitos para poder ser considerada como prueba de cargo sufi-
ciente, ello en cuanto tal figura ha sido considerada como una prueba poco fia-
ble para el cumplimiento del propósito anotado, y la mayor complejidad que
(438) GARCÍA CAVERO, Percy. La prueba por indicios en el proceso penal. Reforma, Lima, 2010, p. 21.
215
Elky Alexander Villegas Paiva
(439) Sobre ello el Tribunal Constitucional español ha señalado que: “(…) este derecho no permite una condena
sin pruebas, lo que hace referencia a la presunción de inocencia en su dimensión de regla de juicio y supone
que cuando el Estado ejercita el ius puniendi a través de un proceso, debe en condiciones de acreditar
públicamente que la condena se ha impuesto tras la demostración razonada de que el acusado ha cometido
realmente el concreto delito que se le atribuía, a fin de evitar toda sospecha de actuación arbitraria. En
este sentido, toda sentencia condenatoria debe estar sustentada en pruebas de cargo válidas, validez que
implica no solo la conformidad a la Ley de Enjuiciamiento Criminal, sino además la conformidad de las
mismas a la propia Constitución, correspondiendo la carga de la prueba a quien acusa. La definición de
la presunción de inocencia, que desde la perspectiva constitucional debe entenderse como “derecho a no
ser condenado sin pruebas de cargo válidas”. (STC español 81/1998, f. j. 3).
(440) GARCÍA CAVERO, Percy. La prueba por indicios en el proceso penal. Reforma, Lima, 2010, p. 26.
(441) Cfr. GIMENO, SENDRA, Vicente; MORENILLA ALLARD, Pablo; TORRES DEL MORAL, Antonio;
DÍAZ MARTÍNEZ, Manuel. Los derechos fundamentales y su protección jurisdiccional. Colex, Madrid,
2007, p. 480.
216
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
(442) Explica MIRANDA ESTRAMPES, Manuel. La mínima actividad probatoria en el proceso penal.
J.M. Bosch, Barcelona, 1997, p. 222, que la desconfianza hacia la prueba indirecta tiene un origen
claramente histórico. En la Edad Media, se admitió comúnmente que los indicios no podían servir de
base a una condena penal. En esta época los indicios únicamente permitían, cuando concurrían varios,
la aplicación del tormento, al objeto de lograr la confesión de loe hechos, considerada como la “reina
de las pruebas”; no tenían, en realidad, significación probatoria. Con posterioridad se admitió la posi-
bilidad de una condena basada en indicios, aunque en estos casos se prohibía la pena de muerte y, se
aplicaba una pena menor o extraordinaria. En realidad nuestros textos históricos mediales –dice el autor
citado– utilizaban los términos “indicios” y “presunciones” en su acepción vulgar, como equivalentes a
sospechas o conjeturas y, no en el sentido técnico jurídico-procesal utilizado por la doctrina moderna.
(443) Cfr. VÁZQUEZ SOTELO, José Luis. “Presunción de inocencia y prueba indiciaria”. En: Investigación
y prueba en el proceso penal. Nicolás Gonzáles-Cuéllar Serrano (Director) y Ágata Sanz Hermida
(Coordinadora), Colex, Madrid, 2006, p. 68.
(444) GARCÍA CAVERO, Percy. La prueba por indicios en el proceso penal. Reforma, Lima, 2010, p. 27.
(445) Ídem.
217
Elky Alexander Villegas Paiva
(446) Cfr. MORA MORA, Luis Paulino. “La prueba como derecho fundamental”. En: Investigación y prueba
en el proceso penal. Nicolás Gonzáles-Cuéllar Serrano (Director) y Ágata Sanz Hermida (Coordinadora),
Colex, Madrid, 2006, pp. 81-98.
(447) Véase STC Exp. Nº 010-2002-AI/TC, ff. jj. 133-135, también STC Exp. Nº 1014-2007-PHC/TC, f. j. 8.
(448) STC Exp. Nº 6712-2005-HC/TC, f. j. 15.
(449) STC Exp. Nº 5068-2006-PHC/TC, f. j. 3.
218
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
inferencia lógica, llega a establecer que el hecho delictivo se efectivizó (v. gr.
cuando un testigo manifiesta haber visto al imputado entrar a la vivienda de
la víctima, después haber oído un disparo y finalmente ver salir corriendo al
imputado o cuando en un video se observa la entrada y salida de los imputa-
dos del lugar donde se realizaría la transacción de droga)(450). En otras pala-
bras, la prueba indiciaria no versa de modo directo sobre el hecho que se pre-
tende acreditar, sino sobre otros hechos (secundarios). Aquí la formación del
conocimiento judicial requiere de un razonamiento previo o de una inferencia,
la cual debe estar sujeta a un riguroso control de racionalidad. La prueba de
indicios no acredita de manera directa la tipicidad o los elementos del injus-
to penal, sino que a partir de ciertos hechos periféricos debidamente probados
mediante el despliegue de una serie de razonamientos e inferencias permite
probar los elementos del delito. Se trata en buena cuenta de establecer el nexo
lógico y normativo que hay entre unos hechos probados (indicios) y otros he-
chos (elementos del injusto) que se pretende probar(451). En la prueba indicia-
ria se conocen determinados hechos que no son aquellos sobre los que se fun-
da la causa, es decir, no son los que se pretende constatar; sin embargo, a par-
tir de ellos y mediante una operación mental, el juzgador logra concluir en la
verificación del hecho o hechos principales(452).
Así, para Picó I Junoy, prueba indiciaria “es aquella que se dirige a mos-
trar la certeza de unos hechos (indicios) que no son los constitutivos del de-
lito, pero de los que pueden inferirse estos y la participación del acusado por
medio de un razonamiento basado en el nexo causal y lógico existente entre
los hechos probados y los que trata de probar”(453).
Esta clasificación también ha sido reconocida por el Tribunal Constitucio-
nal peruano, de manera que al respecto ha señalado que:
“[s]i bien los hechos objeto de prueba de un proceso penal no siem-
pre son comprobados mediante los elementos probatorios directos,
para lograr ese cometido debe acudirse a otras circunstancias fácti-
cas que, aun indirectamente sí van a servir para determinar la existen-
cia o inexistencia de tales hechos. De ahí que sea válido referirse a la
(450) RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, Mariela. “La prueba indiciaria. Especial referencia a sus requisitos materiales”.
En: Diálogo con la Jurisprudencia. Tomo 113, Gaceta Jurídica, Lima, febrero de 2008, p. 252.
(451) Cfr. SÁNCHEZ VERA GÓMEZ-TRELLES. Variaciones sobre la presunción de inocencia. Análisis
funcional desde el Derecho Penal. Marcial Pons, Madrid, 2012, p. 195.
(452) CORDÓN AGUILAR, Julio César. Prueba indiciaria y presunción de inocencia en el proceso penal.
Tesis doctoral. Universidad de Salamanca, Salamanca, 2011, p. 80.
(453) PICÓ I JUNOY, Joan. Las garantías constitucionales del proceso. J.M Bosch, Barcelona,
1997, p. 159.
219
Elky Alexander Villegas Paiva
220
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
que se habla de una motivación reforzada, más intensa y especial que el de-
ber de motivar la justificación de la prueba directa, v. gr. testimonio, pericias,
etc. Se considera que la prueba de indicios adolece de serios defectos y que
posee ciertos riesgos estructurales como la posibilidad del azar, la contingen-
cia de los indicios, la inseguridad del dato o hecho probado, el error en la in-
ferencia, entre otros factores, situación que hace que se exija una mayor mo-
tivación cuando se utiliza dicha prueba. Así, la prueba indiciaria posibilitaría
en este sentido, el subjetivismo judicial, favorecería un cúmulo de errores en
la valoración y, por tanto, en la motivación de la prueba. No es que se trate de
una prueba prescindible, inútil y cuyo uso se debe evitar, sino de una prueba
menos segura y fiable en sus resultados, que de no cumplirse con las especia-
les exigencias de análisis, inferencias y justificación puede terminar afectan-
do la presunción de inocencia.
Sin embargo, a este criterio se le critica señalando que tanto la prueba di-
recta como la indirecta requieren de un razonamiento probatorio de carácter
inductivo cuyo resultado ha de evaluarse en términos de probabilidad, por lo
que no es correcto inclinarse a priori por el mayor grado de certeza de la prue-
ba directa sobre la llamada prueba indirecta(458).
Como señala, con razón, García Cavero: “[l]a llamada prueba directa pre-
senta aspectos probatorios similares a la prueba indirecta, en la medida que el
juez no toma directo conocimiento de los hechos, sino que lo reconstruye a tra-
vés del imputado (confesión), los testigos (testimonios), el perito (la pericia)
o los documentos (la prueba documental). En la medida que el juez no debe
asumir acríticamente lo que se expresa a través de los medios de prueba men-
cionados, es necesario que lleve a cabo un análisis racional de lo transmitido
por dichos medios de prueba. La necesidad de que la confesión sea coheren-
te y se encuentre respaldada por otras pruebas, el análisis de la credibilidad de
los testigos, el examen de los peritos en relación con los conocimientos cien-
tíficos realizados y las conclusiones alcanzadas, la fidelidad relativa de lo ex-
presado en un documento con el hecho histórico a probar, constituyen mues-
tras de que la llamada prueba directa, al igual que al prueba indirecta, no es
infalible, por lo que no lleva a la plena certeza, sino solamente a un nivel de
probabilidad, radicando su fuerza en el razonamiento utilizado por el magis-
trado para darle merito probatorio”(459).
(458) Cfr. CASTILLO ALVA, José Luis. La motivación de la valoración de la prueba en materia penal.
Ob. cit., p. 268.
(459) GARCÍA CAVERO, Percy. La prueba por indicios en el proceso penal. Ob. cit., p. 27. En el mismo sentido,
MIRANDA ESTRAMPES, Manuel. La prueba en el proceso penal acusatorio. Jurista Editores, Lima,
2012, pp. 36-37; refiere que ninguna prueba pone al juez en contacto directo con los hechos objeto de
221
Elky Alexander Villegas Paiva
prueba en el proceso. Así es falso que la prueba directa coloque al juez en contacto directo con los hechos
de la realidad, pues estos sucedieron en el pasado y lo único que se incorpora al procedo son afirmaciones
acerca de tales hechos (por ejemplo, lo que dijo el testigo durante su declaración en el juicio oral).
(460) GONZÁLEZ LAGIER, Daniel. “Presunción de inocencia, verdad y objetividad”. En: La argumentación
jurídica en el Estado Constitucional. Pedro Grández y Félix Morales (editores). Palestra Editores, Lima,
2013, p. 347.
222
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
(461) MIRANDA ESTRAMPES, Manuel. “Prueba indiciaria y estándar de prueba en el proceso penal”.
En: Aequitas. Año 1, N° 1, tercera época, Instituto de Capacitación Judicial del Supremo Tribunal de
Justicia del Estado de Sinaloa, Sinaloa, setiembre-diciembre de 2012, pp. 22-23.
(462) GONZÁLEZ LAGIER, Daniel. “Presunción de inocencia, verdad y objetividad”. En: La argumenta-
ción jurídica en el Estado Constitucional. Pedro Grández y Félix Morales (editores). Palestra Editores,
Lima, 2013, p. 347. Similar: MIRANDA ESTRAMPES, Manuel. La mínima actividad probatoria en
el proceso penal. J.M. Bosch, Barcelona, 1997, p. 218.
(463) GARCÍA CAVERO, Percy. La prueba por indicios en el proceso penal. Ob. cit., p. 28.
(464) CASTILLO ALVA, José Luis. La motivación de la valoración de la prueba en materia penal. Ob. cit.,
p. 273.
223
Elky Alexander Villegas Paiva
2.1. El indicio
Para Cafferata Nores(466), el indicio es un hecho (o circunstancia) del cual
se puede, mediante una operación lógica, inferir la existencia de otro. En este
sentido, el indicio es todo hecho cierto y probado (hecho indicador) con virtua-
lidad para acreditar otro hecho con el que está relacionado (hecho indicado)(467).
El indicio es aquel dato real, cierto, concreto, con aptitudes para conducir
a otro dato aún por descubrir, dato indicado por medio de una inferencia co-
rrecta vinculada con el thema probandum(468). El indicio aparece desprovisto
de todo elemento irracional, es un dato objetivo que permite su posterior co-
nexión a una regla de experiencia, de la ciencia o, incluso, del sentido común,
la inferencia, a través de la lógica, de un hecho consecuencia o hecho oculto,
al que se refiere la actividad probatoria. Pero el indicio no es solo un hecho en
sentido estricto, sino también puede ser un fenómeno, una actitud, igualmen-
te un lugar, tiempo, cantidad, cualidad, etc.(469).
No todos los indicios tienen el mismo valor acreditativo de los hechos,
pues en función de la mayor o menor posibilidad de alternativas diversas de la
configuración de los hechos, pueden clasificarse en débiles o fuertes (a meno-
res alternativas serán más fuertes, y a mayores alternativas de cómo sucedieron
los hechos el indicio será más débil), ello depende del nivel de aproximación
224
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
(470) Esta es la doctrina legal sentada por el Tribunal Supremo Español, en la sentencia 6626/1999, del 25 de
octubre, magistrado ponente Enrique Bacigalupo Zapater, fundamento único: “(…) es necesario tener
presente que no todos los indicios tienen el mismo valor indiciario: es posible distinguir entre indicios
“débiles” e indicios “fuertes”, según el valor indiciario de los mismos. Los indicios “débiles” tienen
solo un valor acompañante y dependiente de otros indicios “fuertes”. La diferencia entre unos y otros
estará dada por la mayor o menor posibilidad de alternativas diversas de la configuración de los hechos
que el indicio permita desde el punto de vista de la experiencia general. Por regla, la suma de indicios
“débiles” no será suficiente para excluir la posibilidad de que los hechos hayan ocurrido de otra manera”.
(471) MIRANDA ESTRAMPES, Manuel. La mínima actividad probatoria en el proceso penal. J.M. Bosch,
Barcelona, 1997, p. 228.
(472) GARCÍA CAVERO, Percy. Ob. cit., p. 48.
(473) “(...) que luego de la instrucción y del juicio oral realizados en el presente caso, existe una
concurrencia de indicios que permiten concluir que el autor del ilícito investigado es el acusado
(…), entre (...) [tales indicios] cabe destacar los siguientes: a) Indicio de móvil: concretado en
la participación del acusado en el reparto del botín obtenido con el atentado criminal, que
curiosamente resulta siendo proporcional a la cantidad de agentes que según él, participaron
225
Elky Alexander Villegas Paiva
en el asalto de la camioneta de transporte de caudales (...), pues el acusado refiere que los
asaltantes le entregaron la suma de cinco mil nuevos soles a fin de que no comunicara el
hecho a nadie; b) Indicio de oportunidad: pues el acusado aprovechó. su condición de chofer
del referido vehículo de transporte de caudales, con la finalidad de entregar .este a los demás
agentes, cuya identidad omite proporcionar por razones obvias; c) Indicio de mala justifica-
ción: pues sin motivo alguno hace abandono de su centro de trabajo, no obstante, aducir que
nada tuvo que ver en el evento criminoso; y d) Indicio de actitud sospechosa: pues luego de
producidos los hechos, el acusado no comunica ello ni a la Delegación Policial más cercana al
lugar donde se produjeron los mismos y menos a la central de la compañía (...) [de transporte
de caudales], muy por el contrario decide marcharse a la ciudad de Trujillo e inclusive cambia
de identidad valiéndose de documentos falsificados (…)”. (R.N N° 1787-1998-Lima). En otro
caso tenemos: “(…) si bien el encausado Garrido León negó rotundamente su participación
en el presente hecho delictivo, sin embargo, los medios probatorios obrantes en autos son
suficientes para afirmar tanto la comisión del delito como su responsabilidad penal; toda vez
que: (i) el hallazgo de sus documentos personales en el lugar de los hechos , es tomado como
un indicio de presencia; (ii) si bien se señaló que radica en la ciudad de Lima, sin embargo, el
boleto de viaje hallado entre sus documentos personales, permite concluir que viajó de Lima
a Huánuco el nueve de julio de dos mil cinco, esto es, cuatro días antes del hallazgo de sus
pertenencias; (iii) si bien presentó una denuncia de fecha veinticuatro de abril de dos mil cinco
interpuesta ante la Gobernacion de Arancay (…), sin embargo, a la luz de los demás medios
probatorios y por la lejanía de la fecha de la denuncia, este medio probatorio es descartado;
y, (iv) que, por otro lado, este indicio de presencia en el lugar de los hechos se corrobora con
el de capacidad delictiva, pues en sede plenarial (…), el encausado garrido León señaló que
el año dos mil siete fue condenado por el delito de tráfico ilícito de drogas a seis años y ocho
meses de pena privativa de la libertad; por lo que sus argumentos no tienen asidero legal”.
(R.N. N° 1841-2010-Huánuco, considerando 4, magistrado ponente Santa María Morillo).
(474) ROSAS YATACO, Jorge. “Prueba indiciaria: doctrina y jurisprudencia nacional”. En: Anuario
de Derecho Penal 2004-La reforma del proceso penal peruano. Fondo Editorial de la PUCP-
Universidad de Friburgo, Lima, 2004, p. 300 y ss.
226
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
2.2. La inferencia
La inferencia es el razonamiento efectuado, observando las reglas lógicas
pertinentes, es la conexión racional entre el indicio y el hecho inferido. La in-
ferencia, dice Martínez Arrieta(475), es aquella obtenida del indicio que permite
acreditar otro hecho distinto; es la conclusión del silogismo construido sobre
(475) MARTÍNEZ ARRIETA, Andrés. “La prueba indiciaria”. En: La prueba en el proceso penal. Centro
de Estudios Judiciales, Ministerio de Justicia, Madrid, 1993, p. 59.
227
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230
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
una prueba indiciaria, pero para que esta pueda desvirtuar dicha presunción debe satisfacer
las siguientes exigencias constitucionales: Los indicios han de estar plenamente probados
–no puede tratarse de meras sospechas– y el órgano judicial debe explicitar el razonamiento
en virtud del cual, partiendo de los indicios probados, ha llegado a la conclusión de que el
procesado realizó la conducta tipificada como delito. Exigencia esta última que deriva también
del art. 120.3 de la Constitución, según el cual las Sentencias deberán ser siempre motivadas,
y del art. 24.1 de la misma, pues, de otro modo, ni la subsunción estaría fundada en Derecho
ni habría manera de determinar si el proceso deductivo es arbitrario, irracional o absurdo, es
decir, si se ha vulnerado el derecho a la presunción de inocencia al estimar que la actividad
probatoria puede entenderse de cargo”.
231
Elky Alexander Villegas Paiva
que entre los hechos fundantes de los indicios exista una armonía o
concomitancia, a fin de que la convicción del juez se forme carente
de toda duda razonable. d) Por último, también pueden ser fuente de
indicios los denominados por la doctrina científica ‘contra indicios’;
ya que si el procesado, que en forma alguna tiene la carga probato-
ria de su inocencia al estar amparado por la presunción de inocencia,
formula unas alegaciones exculpatorias que la prueba posterior reve-
la falsas y no acaecidas, tal circunstancia puede servir corroborativa-
mente para establecer su culpabilidad (...)”(487).
En otra oportunidad ha afirmado que:
“(...) es necesario constatar que en la resolución impugnada se cum-
plen una serie de requisitos, formales y materiales, exigibles jurispru-
dencialmente como son: 1º Desde el punto de vista formal: a) que en
la sentencia se expresen cuales son los hechos base o indicios que se
estiman plenamente acreditados y que van a servir de fundamento a
la deducción o inferencia; b) que la sentencia haga explícito el razo-
namiento a través del cual, partiendo de los indicios, se ha llegado a
la convicción sobre el acaecimiento del hecho punible y la participa-
ción en el mismo del acusado, explicitación que –aun cuando pueda
ser sucinta o escueta– se hace imprescindible en el caso de la prueba
indiciaria, precisamente para posibilitar el control casacional de la ra-
cionalidad de la inferencia. 2º Desde el punto de vista material es ne-
cesario cumplir unos requisitos que se refieren tanto a los indicios, en
sí mismos, como a la deducción o inferencia. En cuanto a los indicios
es necesario: a) que estén plenamente acreditados; b) que sean plura-
les, o excepcionalmente único, pero de una singular potencia acredi-
tativa; c) que sean concomitantes al hecho que se trata de probar; y
d) que estén interrelacionados, cuando sean varios, de modo que se
refuercen entre sí (...). Y en cuanto a la inducción o inferencia es ne-
cesario que sea razonable, es decir que no solamente no sea arbitraria,
absurda o infundada, sino que responda plenamente a las reglas de la
lógica y de la experiencia, de manera que de los hechos base acredi-
tados fluya, como conclusión natural, el dato precisado de acreditar,
existiendo entre ambos un enlace preciso y directo según las reglas
del criterio humano (art. 1253 del C. Civil) (...)’”(488).
232
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
(489) Véase, por ejemplo, STS español 3180/1996, de 24 de mayo: “[…] tanto la reiterada jurisprudencia del TC
como la de esta Sala […], viene declarando que dicho derecho reaccional [a la presunción de inocencia]
queda enervado a través de una prueba indirecta o derivada de indicios siempre que concurran las siguientes
condiciones: a) Pluralidad de los hechos-base o indicios. Como se ha señalado jurisprudencialmente,
la propia naturaleza periférica del hecho-base hace carecer de perseidad para fundar la convicción
judicial, conforme a la norma contenida en el artículo 741 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, la
existencia de un hecho único o aislado de tal carácter. Admitir lo contrario sería un inadmisible retroceso
dentro del estado de Derecho e incidiría en el área vedada por el artículo 9.3 de la CE [interdicción
de la arbitrariedad]. b) Precisión de que tales hechos-base estén acreditados por prueba de carácter
directo. No otro sentido cabe dar a la exigencia contenida en el artículo 1.249 del Código civil: que
estén plenamente acreditados. Y ello es obvio, por cuanto la admisión de lo contrario comportaría
una especie de creación ´ex nihilo´ y por ello mismo incursa en el área o ámbito de la arbitrariedad.
c) Necesidad de que sean periféricos respecto al dato fáctico a probar. No todo hecho puede ser relevante
así. Resulta preciso que sea periférico o concomitante con el dato fáctico a probar. No en balde, por ello,
esta prueba indirecta ha sido tradicionalmente denominada como circunstancial, pues el propio sentido
semántico, como derivado de ´circum´ y ´stare´, implica ´estar alrededor´ y esto supone ónticamente no
ser la cosa misma, pero sí estar relacionado con proximidad a ella. d) Interrelación. Derivadamente,
esta misma naturaleza periférica exige que los datos estén no solo relacionados con el hecho nuclear
precisado de prueba, sino también interrelacionados; es decir, como notas de un mismo sistema en el
que cada una de ellas repercute sobre las restantes en tanto en cuanto forman parte de él. La fuerza
de convicción de esta prueba dimana no solo de la adición o suma, sino también de esta imbricación.
e) Racionalidad de la inferencia. Esta mal llamada prueba de presunciones no es un medio de prueba,
sino una forma de valoración de los hechos indirectos plenamente acreditados. por ello, entre éstos y el
dato precisado de acreditar ha de existir, conforme a lo requerido por el artículo 1.253 del Código civil,
un enlace preciso y directo según las reglas del criterio humano ‟(…); enlace que consiste en que los
hechos-base o indicios no permitan otras inferencias contrarias igualmente válidas epistemológicamente.
f) Expresión en la motivación del cómo se llegó a la inferencia en la instancia. Pues solo cuando se
contienen en la motivación de la sentencia exigida por el artículo 120.3 de la Constitución los grandes
hitos del razonamiento cabe al control extraordinario representado por el recurso de casación ante este
TS o, en su caso, por el de amparo subsidiario ante el TC, determinar si la inferencia ha sido de manera
patente irracional, ilógica o arbitraria; pues de no mostrarse tal ilogicidad no cabe alterar la convicción
del tribunal de instancia formada con arreglo a la normativa contenida en los citados artículos 117.3
de la CE. y 741 de la LECrim”.
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234
La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
(490) R.N Nº 5267-2008-Lima, considerando 7. En otra oportunidad, igualmente refiere “Que en reiterada
jurisprudencia este Tribunal Supremo ha sostenido que la enervación de la presunción de inocencia
se puede logra no solo mediante las pruebas directas, sino, principalmente, mediante la prueba por
indicios, la cual nos señal que su objeto no es directamente el hecho constitutivo del delito, tal y como
está regulado en la ley penal, sino otro hecho intermedio que permite llegar al primero por medio de
un razonamiento basado en el nexo causal y lógico existente entre los hechos probados y los que se
tratan de probar; que así, respecto al indicio: i) este –hecho base– ha de estar plenamente probado –por
los diversos medios de prueba que autoriza la ley–, pues de lo contrario sería una mera sospecha sin
sustento real; ii) deben ser plurales o excepcionalmente únicos, pero de una singular fuerza acreditativa;
iii) han de ser concomitantes al hecho que se trata de probar –los indicios deben ser periféricos respecto
al dato fáctico a probar, y desde luego no todos lo son–; y, iv) deben estar interrelacionados, cuando
sean varios, de modo que se refuercen entre sí y que no excluyan el hecho consecuencia –no solo se
trata de suministrare indicios, sino que también imbricados entre sí–”. (R.N. Nº 1841-2010-Huánuco,
considerando 3, magistrado ponente Santa María Morillo).
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(491) CORDÓN AGUILAR, Julio César. Prueba indiciaria y presunción de inocencia en el proceso penal.
Tesis doctoral, Universidad de Salamanca, Salamanca, 2011, p. 210. El Tribunal Supremo español señala
que: “Este Tribunal tiene establecido que los criterios para distinguir entre pruebas indiciarias capaces de
desvirtuar la presunción de inocencia y las simples sospechas se apoyan en que: a) La prueba indiciaria
ha de partir de hechos plenamente probados. b) Los hechos constitutivos de delito deben deducirse de
esos indicios (hechos completamente probados) a través de un proceso mental razonado y acorde con
las reglas del criterio humano, explicitado en la Sentencia condenatoria (…)”. (STC 24/1997, de 11 de
febrero). En la STC 61/2005, de 14 de marzo, se descarta la existencia de un indicio por no estar debida-
mente probado, lo que conlleva que el Tribunal lo califique de simple sospecha o conjetura: “Se añade,
también como indicio, que la policía local de Badajoz considera que el recurrente, junto con los otros
dos condenados, constituyen una banda de delincuentes de una zona marginal de dicha ciudad; este
dato, no obstante, no fue ratificado en el juicio oral ni se consideró como hecho probado, de manera que
no pasa de ser una mera sospecha o conjetura que, por tanto, no alcanza siquiera la calidad de indicio
de criminalidad”.
(492) Así se ha pronunciado la Corte Suprema cuando sostiene que: “(…) sobre el particular, la doctrina procesal
penal aconseja que debe asegurarse una pluralidad de indicios, pues su variedad permitirá controlar en
mayor medida la seguridad de la relación de causalidad entre el hecho conocido y el hecho desconocido;
(…)” (R.N N° 3710-2009-Piura, considerando 3, magistrado ponente Barandiarán Dempwolf).
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La presunción de inocencia en el proceso penal peruano
(493) Cfr. NÚÑEZ PÉREZ, Fernando Vicente. “La prueba indiciaria en relación a la búsqueda de pruebas y
la restricción de derechos en el nuevo Código Procesal Penal de 2004”. En: Normas Legales. N° 341.
Normas Legales, Trujillo, octubre de 2004, p. 82.
(494) R.N N° 4516-2009-Piura, considerando 6, magistrado ponente San Martín Castro.
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Elky Alexander Villegas Paiva
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