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El comunismo clásico prescindió del individuo. Ese fue su fracaso. Antes que
satisfacerlo como parte de la sociedad, se ha de satisfacer como individuo. El alma
de un pueblo, como la de un individuo, siempre es singular. La relatividad moral de
los preceptos, tiene el límite de la conciencia individual; siempre marcada por
experiencias irrepetibles.
Los enemigos de la paz son, también, enemigos de la armonía entre los pueblos.
Que sólo recuerdan las diferencias, reales o supuestas. Lo primitivo es una vuelta a
la afirmación de las creencias atávicas, y a la lucha contra todo lo diferente. Para
crear algo nuevo, en armonía, hay que compartir conocimientos y esfuerzos.
Preferible es equivocarse por generosidad, que por cicatería.
Quien es destructor, y no creador, sobra en el mundo de la política común. Lo suyo
es la guerra. Para hacer feliz a un pueblo, se necesitan creadores con instintos
paternales, más que dirigentes con ínfulas de dictador. Sobran los carniceros
fanáticos, de cualquier tendencia, que ven al diferente, como piezas a extinguir,
para aprovechar sus restos. Emilio del Barco. . emiliodelbarco@hotmail.es
http://www.emilioidelbarco.com