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Creadores y Destructores

Emilio del Barco

La fe siempre es personal. La propia verdad, que surge de nuestro interior, es la


válida para cada individuo. Las creencias son individuales. Toda verdad es
individual. Aunque las doctrinas sean colectivas. Nada es bueno o malo en general,
por sí solo. Todo es interpretable y relativo.

Las leyes han de tener un origen natural, de protección al individuo y a la sociedad


en que éste viva. Los conceptos adquieren su valor, en función de la percepción que
de ellos tengamos, Procuremos ver el mundo a través de nuestros ojos, no como
nos lo presenten. Tras cada etiqueta idealizada, hay alguien que trata de
vendernos una mercancía oculta.

El comunismo clásico prescindió del individuo. Ese fue su fracaso. Antes que
satisfacerlo como parte de la sociedad, se ha de satisfacer como individuo. El alma
de un pueblo, como la de un individuo, siempre es singular. La relatividad moral de
los preceptos, tiene el límite de la conciencia individual; siempre marcada por
experiencias irrepetibles.

Nadie puede arrogarse el derecho de especular con el bienestar de la Humanidad.


Cuando la libertad beneficia sólo a los poderosos, empieza a ser ilegítima. Aún
admitiendo las diferencias entre los hombres, su individualidad, y el respeto debido
a tales singularidades, cada uno de ellos es como una parte de un mecanismo,
necesaria para que el total funcione.

Para averiguar la verdad, necesitamos razonar. Somos Humanos, no dioses


omniscientes. Cuando los sentimientos religiosos están concebidos, y son usados,
como murallas separadoras, en vez de unir, enfrentan. Entonces, dejan de ser
legítimos. Una creencia no puede estar por encima del respeto a la Humanidad, a
los humanos. No existen prioridades de credos, ni pueblos escogidos, ni etnias
seleccionadas por los dioses, para ser sus preferidas. La Humanidad es una.

El bien común, no puede implicar la anulación de los derechos individuales. El


espíritu personal va evolucionando, a través de los conocimientos adquiridos. Se
han de adquirir conocimientos, para no ser esclavos de la ignorancia, implícita en
las creencias. Se está disparando la rebeldía individual de quienes todavía no han
encontrado un ideal de vida, en el respeto a los derechos del vecino. Pasar
directamente del imperio, a los reinos de taifas, parece que es el camino
emprendido.

Los enemigos de la paz son, también, enemigos de la armonía entre los pueblos.
Que sólo recuerdan las diferencias, reales o supuestas. Lo primitivo es una vuelta a
la afirmación de las creencias atávicas, y a la lucha contra todo lo diferente. Para
crear algo nuevo, en armonía, hay que compartir conocimientos y esfuerzos.
Preferible es equivocarse por generosidad, que por cicatería.
Quien es destructor, y no creador, sobra en el mundo de la política común. Lo suyo
es la guerra. Para hacer feliz a un pueblo, se necesitan creadores con instintos
paternales, más que dirigentes con ínfulas de dictador. Sobran los carniceros
fanáticos, de cualquier tendencia, que ven al diferente, como piezas a extinguir,
para aprovechar sus restos. Emilio del Barco. . emiliodelbarco@hotmail.es
http://www.emilioidelbarco.com

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