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Adoctrinando

Emilio del Barco

Quienes se consideran dueños del alma de sus adoctrinados, no quisieran


compartirla con otros. No hay libre albedrío sin libertad previa, una base económica
y cohesión social bien arraigada. En los grupos de fanáticos, por encima de los
discípulos, siempre hay maestros. Consideran que no se perjudica a un sacrificado,
por enviarlo al reino de los cielos. Pues, quien muera luchando en defensa de sus
creencias, conquista la posición de mártir. Las ovejas no pueden ser guiadas más
que por ellos, sus pastores.

Lo que es moral o amoral para el hombre de la calle, tiene distintos valores, de


puertas adentro. Donde la sumisión es total ante los adoctrinadores. Mientras haya
doctrina que enseñar, habrá maestros que la divulguen entre sus discípulos.
Permanece la obra, no el obrero. ¿Siguen siendo mártires quienes mueren
matando? Este adoctrinamiento, puede conducir a cimentar el fascismo más
feroz. A quienes se llaman idealistas, se les puede y debe exigir que procuren
conquistar el derecho a poner en práctica sus ideales, sin, para ello, matar o
reprimir a nadie. Fomentar la capacidad crítica de los individuos, sería la mejor
ayuda que podría prestarse a su desarrollo humano. Las mentes adoctrinadas
pierden la facultad de ejercer el libre albedrío. Los monstruos carniceros, deben
quedar relegados a las cavernas.

Con iguales elementos que las abejas fabrican su miel, componen el veneno, para
cargar su aguijón. Vida y muerte. Es posible que debamos aprender a separar
ciencia y creencia, para buscar aprendizaje en lo pequeño, más que en lo grande,
que nos sobrepasa. Los secretos de la vida están más en lo pequeño, dentro de
nuestro alcance. Avanzar es posterior. Antiguamente, los conocimientos, ya fuesen
científicos o mágicos, debían permanecer en secreto. Sólo las autoridades
superiores tenían la potestad de recabar explicaciones sobre la solución de algún
problema. Esta práctica fue común en las antiguas civilizaciones. Siendo el origen
de enormes pérdidas de conocimientos. Los conocimientos se percibían de los
maestros, bajo estricto juramento de silencio. La base de la preeminencia era, la
ocultación de lo aprendido. La divulgación de lo secreto, se penaba con la muerte.
Así, el secretismo de las sociedades excluyentes, provocó el estancamiento de los
conocimientos humanos. Que eran tratados como secretos estancos, privilegio de
cada profesión, con disciplinas cerradas, de estudios aislados y exclusivos. Con
esa mentalidad, preservar la ignorancia ajena, llega a ser más importante que
cultivar el aprendizaje propio. Si no queremos retroceder a un mundo cada vez más
lleno de tiranos e intolerantes, debemos convertir en un deber la comunicación de
nuestros conocimientos. Para no trocar la sociedad humana en un mundo de
compartimientos estancos. Aprender y enseñar, deben ser actividades
generosamente complementarias.

En la Historia, de los traidores se olvida todo, excepto su traición. Europa, como


centro emisor de bienestar y cultura, existe. Sólo hace falta pegar más firmemente
los trozos en que la Historia nos ha dividido. La unidad europea debe permanecer
como valor prioritario de nuestra esencia. Emilio del Barco. 30/01/10.
emiliodelbarco@hotmail.es
http://www.emiliodelbarco.com/

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