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de libro. oe La sexualidod de las mujeres menopausicas, ef frecuente frenest deseanie del climaterio, focilts 6 despertar de lax mujeres ol complejo de la fninid Eto del libro sefala la intencién de considerarla despedida de la sangre y, por extension, kr despedida como significanie mayor, como operatoria de desligamiento y procedimiento de desapego. El torbellino menopdusico es Fico en Consecvencias psiquicas de ‘mayor 0 menor infensidad: Las sefiales enviadas por lis sangres eh ‘sy retirada y los sintomas en su advenimiento conforman una madeja de viyencias ‘corporales que reperciten sobre la mente y resignifican escenas, A Jo subjetividad inherente a toda experiencia, se agregon la intersubjetividad, los vinculos con el. entorne y el conjunto de mandatos socioculturales. Esta inlerdecion discursive entre distintos niveles de integracién encuentra en la ‘menopausia una ocasién de privilegio. ISBN 987-00-0519-5 LUMEN I MARIAM ALIZADE Diseho de cubierta: Gustavo Macri Supervision de texto: Pablo Valle y Maria Soledad Gomez Alizade, Mariam. Adiés a la sangre: reflexiones psicoanaliticas sobre la menopausia. = 1 ed. - Buenos Aires: Lumen, 2005. 240 p.; 22x15 cm, : ISBN 987-00-0519-5, Introduccion... 0... sees 9 L La sangre menstrual y la diferencia sexual . Sangre/no sangre ............. wie 27 1. Psicoandlisis: Menopausia. | Titulo i a a 7 cDD 150.195 i La ley de las reglas y el orden femenino ....... 32 No esté permitida la reproduccién total o parcial de este libro, ni su tra- i I. Duelo y despedida . . 43 tanvento informatico, ni su transmisién de ningune forma, ya sea clec- a tronica, mecénica, por fotocopia, por registro u otros métodos, ni cual Deciradiés .............. vere Quier comunicacion publica por sistemas alambricos 0 inalémbricos, Caracteristicas del duelo ......... 48 comprendida la puesta a disposicion del publico de la obra de tal for. - 7 ma qué los miembros del publico puedan acceder a esta obra desde el Despedida de la maternidad .. nd lugar y en ¢l momento que cada uno elija, 0 por otros medios, sin el Elaboracion posible e imposible ............. 61 ermiso previo y por escrito de) editor. i Helene Deutsch y Michel De M'Uzan: © Editorial Distribuidore Lumen SRL, 2003 un encuentro a distancia <2... 0.00.00... 64 Grupo Editorial Lumen i Miamonte 1674, (C1055ABF) Buenos Aires, Republica Argentina Il. La metamorfosis de la menopausia...... . ‘© 4373-1434 (lineas rotativas) + Fax (34-11) 4375-0453 E-mail: editorial@lumen.com.ar . F ‘ 2 sciente del cuerpo... 79 hetp://Amww.Jumen.com.ar Autoimagen e imagen incon: Tp La identidad, los temores identificatorios y la El torbellino somatopsiquico . . echo e! depdsito que previene la Ley 11.723 especularidad narcisista os 82 odos ios derechos reservados 91 Feminidad y femenino .....:.. : fe IBRO DE EDICION ARGENTINA, La funcién sefuelo en la menopausia ..... .. 100 RINTED IN ARGENTINA I Duelo y despedida Decir adiés “Partir es morir un poco’, reza una frase popular. Ese morir es una manera poética de decir simplemente que to- do traslado hacia otras zonas biopsiquicas (en el caso que nos ocupa, hacia otra etapa de la vida) implica un trabajo de duelo, de muerte y de transformacién. :De qué habria de despedirse la mujer en la meseta de la edad media? Una respuesta apresurada afirma que se despide de la ca- pacidad de reproduccion. Pero la fertilidad es sdlo la pun- [™ ta del iceberg, el elemento fisiologico manifiesto. El fin de la fertilidad reactiva anteriores duelos, los resignifica y, gradualmente, como en una caja de sorpresas, extrae ob- Jetos de diversa indole y los hace jugar en el psicodinamis- |_mo de la despedida. La semiologfa del duelo recorre una gama de intensida- des: desde el duelo sencillo, facilmente resuelto, hasta el duelo patolégico que desemboca en la melancolia. El adiés a la sangre es un proceso de despedida. La pa- labra “sangre” conforma un complejo que conecta repre- 45 sentaciones y afectos vinculados a la sangre en general y a la sangre menstrual en particular. E] climaterio sefala un principio. El recorrido Uevara meses 0 afios y, durante su transcurso, la despedida de la sangre constituiré un hito mayor que recibiré un cimulo de significaciones, fruto de la polisemia y las multivocida- des con que este acontecimiento se inscribe en la mente. La estructura del reenvio es fundamental en funcion de que “cada representacién psiquica reenvia a un mimeo in- definido de otras significaciones y de otras representacio- nes” (Castoriadis, 1993, p. 355). Las distintas voces de la menopausia hacen serie y eco. Resuenan en la mente, des Piertan fantasias y ansiedades, enardolan preguntas. Lejos ha quedado el interrogante infantil: gde donde vienen los nifios? (Freud, 1908). Las preguntas facilitadas por el cierre del aparato reproductor se deslizan por un sendero existencial que involucra tanto al fendmeno de la Megada al mundo como al fenomene de Ja retirada de és- te. En la pregunta “gqué me esta pasando?" (Losoviz, 2000) —formulada frecuentemente por las mujeres durante el climaterio y la menopausia—, se acumulan miedos por lo desconocido y sorpresa por el acontecimiento en el marco de un vivenciar transformativo. La mujer menopdusica es mujer_en estado corporal tansicional. La sangre pregona con distintos indicios su préxima desaparicion. Anuncia una proxima ausencia y el advenimiento de una nueva etapa fisiolégica: escasea, se aleja, espacia sus ciclos, hasta finalmente dejar la escena en forma definitiva. La menopausia oficia de aviso, de an- 46 ticipo del programa biolégico futuro y de sefial anticipato- ria de un proceso de envejecimiento en marcha, * No importa que la vejez no se perciba ain; la escasez o el cese de la menstruacion repite con cada nueva ausen- cia el mensaje (¢sentencia quiz?) del transito hacia la al- ta edad. Con la detencién de los ciclos menstruales, se abren interrogantes dirigidos al futuro. Las representaciones- expectativa transitan por un amplio registro, y el analis- ta desentrafa con su paciente las fantasias y los psicodi- namismos ligados a esta despedida. Las mujeres, sorprendidas por las modificaciones psi- cosomaticas, reaccionan de distintas maneras segiin su psicopatologia previa, su personalidad, su experiencia y su filosofia de vida. Ninguna mujer escapa totalmente a los efectos de la menopausia, por minima perturbaci6n que produzca. Los efectos se producen en el orden del so- ma y en el orden del impacto del significante y sus miilti- ples ramificaciones de significados. Para algunas mujeres, el hecho de dejar atras los ciclos menstruales podra ser un alivio. Aun asi, tiene lugar un proceso de aceptacién del fin de una etapa que requiere el tral je adaptacion Las ansiedades depresi- vas corresponden al duelo, y las ansiedades persecutorias corresponden a la extrafieza y a cierto cardcter siniestro, que emerge del cuerpo en cambio En Francia suele denominarse a la menopausia le mal- heur, “la desgracia’. Esta desgracia inaugura la travesia por 47 territorios intimos de dolor, de renuncia y, finalmente, si el desenlace es favorable, de gozosa aceptacin. Caracteristicas del duelo A” El duelo por el fin de las menstruaciones es basicamen- te un duelo cuyo objeto emana del propio cuerpo (Aliza. de, 1999): duelo por una parte del cuerpo, por una funcién disminuida 0 perdida, por la propia vida amenazada, te En el cuerpo, espacio intimo de experiencia, cada viven- cia se inscribe en el campo de una profunda subjetividad, El cuerpo, extranjero de nuestra mismidad psiquica en su rol de extraho regidor de nuestro destino, es en los tiem- Pos de la menopausia un foco de atencién y de alerta, Los principales objetos perdidos son: las menstruacio- nes, la capacidad reproductora, la juventud, la belleza o lozania, la firmeza muscular, la tonicidad de los tejidos, la secrecion vaginal, la distribucién de la grasa corporal. fs- tos suelen coincidir con alteraciones en la memoria, au- mento de fatiga fisica y sensacion de menor resistencia vi- tal, entre otras manifestaciones. El cuerpo lidera la conmocion provocada por los milti- Ples sintomas y las disfunciones en marcha, # objeto perdido no es un objeto tmico, recortable, co- mo en el caso de la pérdida de una persona amada. En la ausencia de la sangre ciclica, se condensa una multiplici-_ 48 El objeto perdido del cuerpo es tanto externo-como jn- temo,(metabolismo, funcionamiento hormonal). La sangre es tanto producto gestado en la interioridad del utero co- mo fluido perceptible que se derrama. H 1 imagen totalizadora es el objero —el culpable, incluso— de la afliccién resultante. La sombra del cuerpo joven y fértil cae sobre el yo. El intento de desmen- tida se manifiesta en la realidad mediante terapias hormo- nales de reemplazo, cirugias estéticas muchas veces com- pulsivas y otras técnicas de rejuvenecimiento. Conservar la sangre es conservar y prolongar la juventud. El disimulo del paso del tiempo alivia ansiedades de finitud. El objeto perdido se resume en una pérdida del yo. La pérdida engloba cuestiones del presente que se abren por desplazamiento hacia cuestiones del futuro. El cuerpo, en. su calidad de objeto de quebranto, es descentrado de su totalidad, se parcela en fragmentos reales y fantaseados, y es fuente de tristeza. El objeto amado que abandona, 0 simplemente se aleja, es el propio cuerpo que pierde pro: gresivamente su juventud y su potencial reproductor. Cuerpo-idolo, cuerpo-insignia y blasén narcisista que pro- mete, con la no sangre como testigo, el sucesivo deterioro y la mostracion del desgaste. La unidad somatopsiquica rompe su armonia y, en una suerte de disociacién, la men- te observa al soma con piedad, con disgusto, con dolor y con sorpresa. F] cuerpo es paulatinamente presa de pérdi- das y de recomposiciones. 49 La intensidad de la carga narcisista depositada en el objeto cuerpo y en la importancia acordada a la revolu- cion hormonal sera la primera responsable de la intensi- dad del sentimiento de pérdida. Cuando la mujer se ha tomado a s{ misma, o a una parte de si misma, como ideal, la vision de la lenta deformacion-desaparicién del rasgo bello convierte esa cualidad corporal de antafio en el objeto perdido. El objeto del duelo es, por lo tanto, complejo, parcial y vicariante. Este se proyecta en diversas zonas del cuerpo, en diversas funciones, y es un objeto de multiples facetas. La pérdida de la persona amada que Freud describe en 1912 como desencadenante del duelo es, en este caso, una parte propia fragmentada o pequefias partes de uno mis- mo. El amor oro objeto autorreferencial de amor y de interés se descompone poco a poco y pierde la unidad placentera a rt ras décadas de la vida. Esa parte de uno mismo perdida es una parte de uno” mismo que fue amada, muchas veces causa de orgullo y objeto de aprobacién o elogio social. El duelo no se realiza de manera puntual; es un duelar por perfodos, son rafagas de tristeza que solicitan elabo- racion. Distintas regiones corporales se convierten en el desencadenante; del afecto displacentero: Ja profundiza- cién de una arruga, la flaccidez de una parte del cuerpo, un mayor cansancio, una expresién de rechazo en la mira- da ajena detonan un dolor narcisista que testimonia la cercania o la inmersién en el torbellino del movimiento transformacional. Los objetos son los mismos y a la vez distintos: estén atravesados por la sombra de la antiesté tica y el displacer. Cae sobre el yo la distancia entre la per- cepcidn de la imagen del objeto, o de la parte del cuerpo, y las representaciones positivas provenientes antaho de esta misma imagen. El ideal del yo castiga al yo al asociar- lo con el destino decadente por advenir. La estructura cog- nitivo-afectiva del duelo fusiona, en la tristeza, el afecto a un grupo determinado de representaciones (Bleichmar, 1976, p. 15). La frecuente formulacién del deseo como deseo del otro implica desear ser objeto del deseo ajeno. Esta inte- raccién, como sefala H. Bleichmar (1976, p. 20), “constitu- ye la causa de que se tome lo que es deseo concreto del otro como si fuera el propio deseo. Para ser el objeto del deseo del otro se termina deseando lo que el otro desea’/ Si el otro, el compareero, el amigo, los objetos significa- tivos de la vida mantienen un afecto positivo hacia la mu- Jer a pesar de la revolucién menopausica, entonces el cuerpo en cambio pierde en gran medida su cardcter de objeto de duelo. Ese otro colabora en la neutralizacion del duelo al hacerle sentir que la desea a pesar de su no de- seo de si misma y le ayuda a sostener su autoestima. Los signos corporales de envejecimiento pierden el valor ne- gativo, y la arruga o la flaccidez son aceptadas y elabora- das positivamente. La intensidad del duelo esta en estrecha relacién con el rol asumido por ese otro 0 esos otros que componen el campo interactivo de la mujer. Ellos influyen en la calidad de las consecuencias psiquicas. El amor y el deseo del ma- 51 del yo de la histeria." Estas interesantes observaciones cli- nicas destacan el aspecto individual de cada caso y hacen hincapié en la patologia previa. rido o del amante, el carifio de los hijos, el reconocimien- to laboral, la vivencia de realizacién de Ja funcién repro- ductora en forma directa o sublimada son elementos que participan en la constelacion favorable que minimiza las Algunas mujeres acuden a la consulta en busca de la consecuencias psiquicas del cambio menopausico. elaboracion de este duelo multiple que se avecina. Quiza Cuando el mundo externo persiste en la saludable con- ni siquiera entraron en climaterio, pero han tomado con- firmacién narcisista, la mujer sobrelleva su menopausia ciencia de que en un breve tiempo se desencadenard el con menores conflictos. Los sofocones de calor, los tras- proceso menopausico y solicitan una especie de prepara- tornos de suefo, las irregularidades menstruales, la irrita- cidn para el futuro, de psicoandlisis preventivo, de inmu- bilidad ya no seran objeto de quebranto, sino slo moles- nidad anticipada para las distintas muertes minimas cor- tias y displaceres pasajeros. porales por venir. Temen la accién de las hormonas en su retirada, los efectos secundarios. Les duele el solo hecho de pensar en la metamorfosis que les espera y la amena- za de muerte ps{quica que suelen asociar con el prometi- do envejecimiento. Esta idea implica que el cuerpo propio no es exclusivo de quien lo porta, sino que es cuerpo-psique en otro, en re- lacién con otro u otros, cuerpo vincular. Existe un continuo ' | intercambio y fusion-defusién con las corrientes ps{quicas que emanan de otras mentes, en el trabajo de interseccion i A su vez, la muerte psiquica se convierte en obsesién de cle permanente con los sujetos que comparten Ja intimidad y / | decadencia, en temor a una futura abulia y desinterés ob- con aquellos que son portadores de influencia sobre el su:/_ | Jetal, al empobrecimiento psiquico, a la pérdida de vincu- 4 peryé social { los de amor y de trabajo, a la pérdida de la pulsionalidad Laci Fessler (1947), luego de estudiar a cien pacientes ee climatéricas, concluye que el duelo coincide, en un alto Freud (1895, p. 674) escribia: "La melancolia es el duelo porcentaje de los casos, con perturbaciones psiquicas pre- por la pérdida de la libido.” climatéricas. Sus manifestaciones tienen un tinte histérico En los casos de patologia, el duelo se torna intermina- (Fessler, 1947, pp. 29-31): actitud querellante, exageracion@) ble y desemboca en una melancolia mas 0 menos inten- de los sintomas orgénicos, sintomas fobicos y conversi- sa{El peligro de la melancolia reside en la activacion del 7~ vos. Fessler (1947, p. 33) escribe: “Si asumimos la validez odio contra si misma y el consiguiente juego pulsional de nuestra teoria de que Ja depresién climatérica es la his- { sAdico/masoquistay teria de la menopausia, deberemos ser capaces de detec- tar y establecer en estas pacientes algunas caracteristicas La identificacion con lo muerto inaugura la problemai 93 32 ca del objeto muerto-vivo (Baranger, 1961-62) y de las identificaciones tanaticas (Aslan, 1995), Baranger sefala En la menopausia, el objeto interno que muere paulati- Hamente es un objeto/imagen, ubicado en el ideal del Yo, de la mujer, cuya estructura psiquica es predominante: Las vicisitudes del duelo influyen en la autoestima yen Ja imagen inconsciente del cuerpo. Cuando estas dos va- Tables se sostienen con independencia de los cambios del nemucma corporal y de los trastomos endocrinos, lay me- nopausias transcurren casi asintomaticas, La belleza fe- pola Ba Cantada por artistas milenariamente, encarna un polo de atraccion poderoso en el imaginario Social. Belle- aueteria por considerarla como supercherla diabolica y deshonesta, tipica del genero femenino. "En el Renach puento y en los siglos XV y XVI se produce el apogeo de la belleza como el mayor don que Dios haya concedido a la criatura humana” (Montevechio, 2002, p. 203). Este largo yempo de valoracion de la estética corporal de la mujer se inscribe en el ideal del yo femenino y facilita los ataques Superyoicos ante la progresiva descomposicion de los en. cantos carnales, rate &s tempo de dejar atrés muchos beneficios, ga- Fantes maginarios de una larga expectativa de vida fuerte ¥ saludable. En el cuerpo se plasman ideales corporales que interactéan'con el grandor del yo. Los golpes de realidad logran a veces ocultarse detras de una actuacion favorecedora de la desmentida: aun ast, la angustia y la tristeza se hacen presentes y requicren tuna lectura del mensaje —singular para cada mujer acerca de la cronologia de la vida, su sentido y su intrinse. ca impermanencia. El espejo pierde paulatinamente su caracter benévolo al Feflejar las insignias del paso del tiempo y la irrecupersbi- lidad del cuerpo de antafio. El estadio del espejo se resig- nifica y la imagen repercute en sucesivos escenatios espe. culares que marcan a la mujer en su vinculacion con eee “wpectativa de una pérdida venidera, cuando la arruga se 35 haya profundizado y el tiempo incremente el deterioro. La pérdida se instala en el yo en desmedro de su gran- dor; deformidad, fealdad, debilidad e inferioridad social (Freud, 1915, p. 172) emergen como escenarios preocu- pantes. La sangre menstrual, antafio quiz hasta rechazada, es afiorada ahora en su funcién de blas6n narcisista y sostén de fertilidad y juventud. Insisto en remarcar que la constatacién carnal del cese del fluir genital de la sangre es una oportunidad propicia para, a partir de ese punto de giro —referencia princeps evaluar y reflexionar acerca del sentido de la vida, Esta eta- pa estimula la reaccién psiquica con miras a superar el nar- cisismo y producir su transformacién (Alizade, 1995, Pp. 93-107). La afliccion se parece a la melancolia salvo en un punto (Freud, 1912): en la pérdida del amor propio, La palabra empleada por Freud en el original aleman es Selbstgefiihl, que literalmente significa “sentimiento de si" o “sentimien- to de uno mismo’. Esta palabra no se encuentra en muchos diccionarios en la actualidad; si, en cambio, Selbtswertge- fiihl, término que se aproxima al significado de “autoesti- ma" con que fuera traducido. En la crisis menopdusica patolégica, se observa la dis- minucién de la autoestima, y en algunos casos una melan- colfa subclinica o pequefa melancolia (Alizade, 1999), con el caracterfstico empobrecimiento del yo. La pequefia me- lancolia es un proceso de naturaleza melancélica de me- 56 6 nor patogeneidad que la melancolia propiamente dicha; la inhibici6n, la abulia, el sentimiento depresivo, la angustia difusa forman un telén de fondo que impide el desenvol- vimiento de una vida plena. La mujer pierde el impulso vi- tal. La vida psiduica es el objeto perdido. La mujer, habiendo internalizado un supery6 cultural tandtico, se autoagrede con mayor 0 menor sadismo. La li- bido regresa a la etapa oral perteneciente al narcisismo. En una especie de desdoblamiento intrapsiquico, la mujer se toma a si misma como objeto y descarga sobre sf el odio ante su imagen en estado de metamorfosis negativa. La carga objetal se vuelca en el propio yo, en abierto re chazo al destino inexorable. Detras del odio, detras de la herida narcisista, yace el desamparo: la Hilflosigkeit freudiana. Por la herida abier- ta del complejo melancélico, se detecta el dolor psiquico ante la humillacién que el cuerpo inflige a la psique al arrebatarle su poder de dar vida, su poder de atraccién. Duelo por el hijo que no se tendra ya, duelo por los galan- teos de los cuales ya no sera objeto Los duelos desmentidos producen efectos latentes (Ali- zade, 1999). La desmentida de la pérdida de la funcion menstrual causa vivencias hipomaniacas defensivas. La metamorfosis del cuerpo invita a la mente a realizar sus propias metamorfosis. La mujer. quisiera retener la imagen y las funciones vitales de antafio. En cambio, otras;_ imagenes se le acercan: la vieja, su propia madre, su abu: la. Muertas, vivas, enfermas 0 saludables, siempre con las marcas biolégicas de la alta edad. 87 Estos modelos anticipatorios se ofrecen como objeto de identificacién para cuya aceptacion son necesarias la ma- durez psiquica y la valentia de vivir la vida en su acepcion amplia, como travesfa que incluye el nacimiento, el trans- currir de diversas etapas y el fin. Despedida de la maternidad El duelo por la capacidad reproductora merece conside- raciones especiales. La madre, en su fertilidad biologica, es objeto de una gran valoracién en el imaginario social. EI hijo, durante la gestacién, produce frecuentemente ese maravilloso e idea- lizado estado de duplicacién corporal (Alizade, 2001b) al cual es dificil sustraerse. La mujer embarazada conmueve los cimientos psiquicos primitivos respecto del misterio de la creacién y recibe una amplia aprobacién social. La mujer con hijo deviene madre. La funcion madre instala peripecias fantasmaticas de elevado valor socioculturale La mujer es sin pene-falo, la mujer-madre es con hijo. El imaginario falico lleva a la madre a las grandes y exigen- tes alturas de una multifuncion imposible (Leisse de Lust- garten, 2001). Al asociar seduccién con reproduccién, Ja mujer en me- nopausia experimenta, junto con la pérdida del potencial reproductor, la pérdida de Ja deseabilidad y cierta exclu- sion del mundo deseante erdgeno, Este circuito negativo 58 puede producir inhibiciones y empobrecimientos yoicos. Toda mujer, con o sin hijos reales, a la hora del adios a la sangre, en algi espacio de su mente piensa al hijo: de- seado 0 no, habido o no. En el complejo del hijo, se reac- tivan las representaciones y los afectos vinculados a las vi- cisitudes de la maternidad. La mujer, en forma consciente e inconsciente, hace el balance de su relacién con la ma- ternidad, tanto biolégica como de crianza (hijos adopti- vos, fruto de técnicas reproductivas, hijo no logrado). En el balance materno se incluyen los abortos esponténeos ¥ provocados. La culpa, el odio, la agresion, la nostalgia por Jo que pudo haber sido y no fue integran el trasfondo de, este trabajo de duelo. Potencial reproductor y juventud forman una ecuacion. En este punto, la madre adoptiva lleva ventaja, pues la pe- quefia muerte de la esterilidad le dio la oportunidad de trabajar en s{ una carencia narcisista y, por extensidn, la patogenicidad de la egofilia ilimitada (Freud, 1919). Si el embarazo adquirié valor falico, el nunca més-cel climaterio y de la menopausia reactiva la angustia de cas- tacion. La mujer pierde su poder gestante, y pérdi- da se cife una pote! isista. Freud (1914b, p. 1091) ha escrito: “El punto mas espino- so del sistema narcisista, la inmortalidad del yo, tan dura- mente negada por la realidad, conquista su afirmacion re- fugiéndose en el nifio.” La mortalidad de la funcién ovarica vulnera el sistema narcisista e impone una cierta regresién. El sufrimiento narcisista reactiva la envidia a la funcién ge- neratriz del pene. He escuchado la queja de una paciente 59 por la injusticia cometida por Ja naturaleza respecto de la distinta longevidad reproductora en hombres y en muje- res, la cual no les impone a ellos Ja limitacién etaria que si tienen las mujeres. No es infrecuente encontrar meca- nismos de desmentida en mujeres climatéricas, quienes, ante el'sintoma de amenorrea, se imaginan estar embara- zadas. El cese de la sangre menstrual pone a Yerma en el esce- nario psiquico. Una figura de Yerma infertilizada por el paso del tiempo, cuyo cuerpo esta definitivamente muer- to para la reproducci6n.! Retomo el concepto de maternidad social esbozado ha- ce algunos afos (Alizade, 1998, p. 183). Por “maternidad | social” entiendo una forma de ejercer la maternidad inde- \, pendientemente de toda gestacion biolégica. Los movi- mientos maternales trascienden al hijo propio, al circulo cerrado del afecto hiperintimo, y se expanden hacia el an- cho mundo poblado de millones de hijos. La sublimacién, el trabajo solidario y el interés genuino por el objeto leja- no forman parte del conjunto de elementos que integran este peculiar ejercicio de la maternidad ? Las nuevas técnicas de fertilizacion permiten innovaciones biolégicas que prometen embarazos posmenopausicos mediante procedimientos de implantacién e ingesta de hormonas. No abriré aqui el interesante y actual capitulo de las consecuencias psiquicas de estas innovaciones. 60 Elaboracién posible e imposible La incapacidad de elaborar el duelo se expresa de dis- tintas maneras: 1) Por un exceso representacional de tinte hipomaniaco que tiende a negar (desmentir) la revolucién fisiol6gi- caen curso. 2) Por un exceso de actividad de negacién destinada a paliar el sufrimiento del examen de la realidad. La hi- peractividad se expresa mediante: técnicas quirirgi- cas rejuvenecedoras incesantes, busqueda de aman- tes jovenes en forma compulsiva, practica de depor- tes rlesgosos propios de la adolescencia, etc. 3) Por el pasaje del cuadro clinico de duelo al de la me- lancolia, con el consabido cortejo sintomatico La elaboracion de los sucesivos pequefios duelos duran- te el proceso climatérico y menopausico comprende a la vez un proceso de desinvestidura del cuerpo fértil de an- tafio y un acopio a nivel identificatorio de aquella dorada edad de juventud ahora simbolizada e internalizada. Esta identificacion es crucial para la resolucion del duelo. Una pequefa parte del objeto fuente de duelo es recuperada y sostenida intrapsiquicamente, y construye fertilidad sim- bolica interior, Esta identificacién constituye el sustituto tréfico del objeto perdido. La sombra del objeto caido so- bre el yo se ilumina en la recreacién del objeto recupera- do a nivel imaginario y simbélico, cuya presencia abre la 61 € puerta a una renovada creatividad. Los hijos sublimados @ proliferan y la creatividad permite la exploracion de nue- Vos espacios vinculares. En la sobrecarga de los recuerdos y su paulatina elaboracién, se recupera la libido (Freud, 1912, p. 1076), y el duelo encuentra su punto final. Que- dard la nostalgia del pasado, més, concomitantemente, el entusiasmo por las aventuras vitales que atm estén al al- cance. Asi como la no resolucién de! duelo intensifica la ten- sién de rivalidad con la mujer joven, incluso con la propia hija, en la satisfactoria resoluciéa sedimenta la identifica- cidn con la mujer joven que alguna vez una fue. Esa juven- tud interior permite el disfrute de la menopausia y de la posmenopausia, la alegrfa de continuar las peripecias de la existencia y el atrevimiento de persistir en Ja explora- cién de los senderos de la vida. Los movimientos hipomantacos de seudojuventud son reemplazados por actividades saludables, incluso diverti- das, donde se plasma una inteligente seduccion de un or- den diferente, seduccion sublimatoria, irradiacién de en- cantos de mujer. En la medida en que el cuerpo hace a la identidad, el duelo pone en jaque facetas de la identidad y requiere la gradual incorporacién de nuevas facetas. Las subitas o graduales transformaciones climatéricas exigen un traba- Jo de “descentramiento en el seno de lo idéntico” (Benoist, 1977, p. 18) que permita el saludable reconocimiento y la autovaloracion en el pasaje del conjunto de las mujeres con menstruaciones al conjunto de mujeres sin sangres ci- clicas, 62 Cito a Freud (1915, p. 175): “Sabemos que la afliccién, por mas dolorosa que sea, se consume espontaneamen- te. Una vez que haya renunciado a todo lo perdido se ha- bra agotado por si misma y nuestra libido quedara nue- vamente en libertad de sustituir los objetos perdidos por otros nuevos, posiblemente tanto 0 més valiosos que aquéllos, siempre que atin seamos lo suficientemen- te jovenes y que conservemos nuestra vitalidad.” Esta be- lla frase del texto “Lo perecedero” merece una mencién a la luz de las consideraciones anteriormente expuestas. Las pérdidas de la menopausia en su zona de intersec- cién con el envejecimiento son objetos irrecuperables. Su reemplazo, una vez terminado el duelo, sera siempre Uevado a cabo bajo el comando de la simbolizacién y de los desplazamientos de significado, En la vitalidad y en la conquista de la juventud interior, yace el secreto de una vida viva a cualquier edad y en cualquier etapa del desarrollo, La mujer menopdusica es, en nuestros dias, una mu- jer atin joven. De la capacidad de progresar en direccion a la creatividad y la sublimacién, de su no sometimien- to al estereotipo convencional que la desmerece, depen- de en gran medida su calidad de vida, tanto presente co- mo futura. 63 Helene Deutsch y Michel De M'Uzan: un encuentro a distancia Los trabajos de H. Deutsch, escritos hace varias déca- das, permiten observar la influencia de las ideas de época en la construccion de teorias. Resumimos algunas de las It neas centrales del pensamiento de esta autora, con la in- tencién de resaltar los puntos controvertidos y los hallaz- Bos clinicos. En 1925, en su primer trabajo sobre el tema, es taxati- va cuando describe Ja menopausia como la ultima expe- tiencia traumatica de toda mujer. Sin concesiones, Deutsch compila los siguientes factores intervinientes: re- gresion a la pubertad, posicién libidinal infantil, pérdida de la feminidad y exacerbacién de la libido antes del adve- snimiento de su declinaci6n definitiva. Para H. Deutsch, Ja regresion devuelve ala mujer meno- pausica a la época de la pubertad. Toda mujer debiera pa- sar por este camino regrediente que reactiva el complejo de Edipo y las fantasias incestuosas con el hijo (sustituto del padre de los tiempos de la pubertad) La feminidad estaria condicionada por la actividad esté- tica (the beautifying activity, Deutsch, 1925, p. 56). Duran- te la menopausia, los cambios hormonales y las caracteris- ticas sexuales secundarias masculinizantes conducirfan a la pérdida de la feminidad, y Deutsch considera que la libi- do, en tiempos de la menopausia, tiene menos posibilidad de catectizacion y menor posibilidad de sublimacién, lo 64 cual facilitarfa un camino psiquico regrediente en direc- cién a la neurotizacién. El climaterio inaugura una fase posgenital (Deutsch, 1925, p. 56). Antes de involucionar, “una lucha tiene lugar para defender la fortaleza antes de set vencida’ (Deutsch, 1925, p. 57). Esta lucha se estable- ce durante el largo periodo del climaterio y preclimaterio, que la autora ubica a partir de los 30 aftos de edad. La mu- jer lucha por preservar las conquistas de la pubertad. La progresiva desvalorizacién de la vagina y la mayor dificul- tad de las mujeres en esta edad para encontrar objetos de amor contribuyen a fomentar un incremento del apetito li- bidinal basado en la necesidad narcisista de ser deseada y amada. “El resultado tragicémico para la mujer consiste en que, cuanto més vieja y menos atractiva deviene, mas se incrementa su deseo de ser amada” (Deutsch, 1925, pp. 57-58). Deutsch observa, con enorme pericia clinica, cémo mu- Jeres frigidas se encuentran por primera vez con el placer erégeno vaginal en la etapa de intensificacion de la libido. La llamarada de la despedida de la menopausia permite el florecimiento de la sexualidad en una suerte de ahora o nunca, Llama a esta etapa posicién vaginal preclimatérica. Destaca la situacion de las mujeres con fuertes componen- tes masculinos, para quienes la masculinidad no fue con- fictiva en la pubertad y la feminidad, pero sf lo es en la menopausia. La femninidad reclama en estos momentos lo que le fuera retaceado durante la vida fértil. La vagina se enardece, el cuerpo erégeno se enciende. Segim la autora, las depresiones que tienen lugar en es- 6s ta etapa son homologables a las frecuentes depresiones Premenstruales de la pubertad. La menopausia implicaria un irrevocable golpe al narci- sismo femenino. A la etapa preclimatérica le sucede la eta- Pa posgenital o etapa involutiva, en la cual desaparece to- da feminidad. El rostro se aja, la piel se seca, un bigote asoma en el labio superior. La mujer se vuelve a convertir en el hipotético pequefio hombrecito del cual hablaba Freud al referirse a las nifas en la temprana infancia. Des- de esta Perspectiva, la mente y sus adquisiciones evoluti- vas nada cuentan frente a los cambios somaticos. La fisio. logia como destino derrota las adquisiciones yoicas y el sedimento de multiples aprendizajes, fruto de experien- cias de vida La palabra “traumatica” utilizada para definir esta eta- pa de la vida echa un velo de desgracia sobre ella. No que- da lugar en su conceptualizacion para pensar la menopau. sia como un acontecimiento vital gue puede encontrar un lugar en el campo de la positividad (Alizade, 2003b). Deutsch se refiere a mujeres del siglo pasado, limitadas en Su potencial sublimatorio por frenos culturales. No ex ‘fan ni terapias de reemplazo hormonal, ni cirugias estéti. cas, ni equidad entre los géneros. Las consecuencias Ppsi- quicas de la situacién sociocultural imperante eran en gran parte responsables de la mirada descalificadora so. bre la mujer menopausica El pensar el climaterio como Ja tercera edicién de la se- xualidad infantil reduce a la mujer a su ser nifa intermi, nable. Que muera parcialmente como sirvienta de la espe- 66 cie (Deusch, 1944, p. 418) es una constatacion de pérdida de una funcién biologica. El demasiado tarde con que se- hala con dedo inexorable el destino femenino al llegar a la edad de la menopausia y la descripcién de cierta seduc- cin payasesca en las mujeres menopausicas, como forma de hipercompensacién frente al deterioro de la edad, son observables clinicos sumamente discutibles (Deutsch, 1944, p. 429). Nadie duda seguramente de que la psicohistoria esta presente en este trabajo. Ochenta aiios después de su apa- Ticion, es dificil denominar preclimatérica a una mujer de 30 afios. La cronologia de las etapas evolutivas en 1920 di- fiere en gran medida de la cronologia actual. La vida se ha prolongado, y menopausia y vejez ya no coinciden tempo- ralmente, La mujer del siglo XXI tiene acceso a ambitos que le es- taban vedados en 1925. Por aquel entonces, dependia estre- chamente de sus funciones reproductivas y de sus atribu- tos estéticos para su realizacion personal. Beleza, marido e hijos se inscribfan como metas que el superyé aprobaba, in- fluido por el consenso social. Era en su cuerpo donde se producia lo mejor y lo peor de su existencia. La vida actual después de la menopausia ofrece a la mujer un abanico de intereses y posibilidades. La materni- dad no es su tmico proyecto de vida, asi como tampoco el ejercicio de una sostenida seduccion. La mujer menopdusica descrita por la pluma de Deutsch, con su ardor sexual exacerbado a la manera de un postrer incendio erdtico, evoca las observaciones clini- 67 cas de De MUzan (1976) respecto de la elaboracién del transito hacia la muerte. De MUzan describe licidamente un despertar libidinal de ultimo momento, en el cual una Paciente se apasiona por su médico o el “por morir” res- plandece en una suerte de tiltimo canto del cisne que con- funde a la familia, que lega a creer que la curacion se aproxima. En la elaboracién del transito tiene lugar lo que él denomina “una ultima experiencia relacional (...]. Mien- tras los vinculos que le unen a los demas estan a punto de deshacerse totalmente, aparece paradojicamente animado Por un poderoso movimiento que en ciertos aspectos es Pasional. De esta forma, sobreinviste sus objetos de amor, pues éstos le son indispensables en su ultimo esfuerzo Por asimilar todo aquello que antes no ha podido hacer en su vida pulsional, como si intentara introducirse comple- tamente en el mundo antes de desaparecer” (De M'Uzan, 1976, p. 205). Este bello parrafo presenta una analogia en- tre dos autores que escriben sobre temas tan distintos: la intensidad libidinal como intento de retencién de la pul- sion de vida y de objetalizacion, y el esfuerzo por elaborar una inevitable despedida de la juventud en un caso, de la vida misma en el otro. La intensidad, incluso el exceso y 1a tension relacional Se convierten en el encuadre tréfico donde se sostiene el trabajo de elaboracién. Asi entendido, el climaterio y la menopausia, en su torbellino pasional, se yerguen como una larga oportunidad elaborativa, plena de aconteceres, que facilitaria la reorganizacién psiquica imprescindible para la maduracién y la ampliacion de la cosmovisi6n. El 68 saber, como fruto de estos trabajos ps{quicos, inevitable- mente roza la reelaboracién del dificilmente vivenciable conocimiento del deterioro gradual y de la finitud de todo viviente sin excepcion alguna. El cuerpo se ofrece como maestro de donde emana un potencial aprendizaje. Las metamorfosis pre y posmenopausicas se constitu- yen en una fuente de donde abrevar para alcanzar un ma- yor conocimiento. Las marcas de la menopausia sirven de ensefanza y de lucido pretexto para avanzar en el viaje de la vida con instrumentos nuevos obtenidos en el fragor de experiencias vivenciales. Las mujeres de exacerbado narcisismo padecen la me- nopausia y se desesperan por vencerla a través de todos los medios posibles. En el rechazo a la menopahisia, se expresan la furia narcisista y la impotencia psiquica. La mujer no comprende, yace a oscuras, asustada y a la vez enojada, presa de angustia cuando no de odio a esa mis- ma vida que la condena al padecimiento de la decadencia corporal. Dolto (1982, p. 123) sefiala que son las mujeres que han permanecido en estado infantil quienes perciben el enve- jecimiento y la menopausia como una amenaza persecuto- tia. No han resuelto ni su Edipo ni su complejo de castra- cion y carecen de fertilidad simbdlica. 2 Si establecemos una linea comparativa con las ideas de De M'Uzan acerca de la elaboracién del transito, la meno- pausia inicia un trabajo largo de elaboracién del transito, no solo hacia el envejecimiento y la decrepitud sino tam- bien hacia nuevas y distintas etapas de la vida. 69 Madurez Hesiodo, ocho siglos antes de Cristo, escribio un libro titulado Los trabajos y los dias. Al parafrasearlo, hago alu- sion a los efectos psiquicos resultantes de la sostenida la- bor transformativa, dia a dia, que culmina en la instalacion de reorganizaciones mentales y en la construccion de nue vas Gestalten psicodinamicas. Los trabajos en direccién a la madurez se realizan en un dia a dia de experiencias y aprendizajes que transcurren tanto en la dimension cro- noldgica del tiempo como en la sedimentacién de instan- tes fecundos. Son operaciones psiquicas que decantan gracias al apoyo de experiencias facilitadoras y que depen- den de la salud mental obtenida, la rapidez elaborativa y la inteligencia. La madurez es un estado psiquico. Erikson (1982, pp. 66-72) dedica unas paginas a la adultez, en su texto sobre las distintas etapas en el ciclo de una vida. la adultez le asigna tres caracteristicas: procreatividad, productividad y creatividad, Lo opuesto es el estancamiento. En esta eta- 1s7 pa se desarrollan el interés y el cuidado por el semejante. La etapa siguiente —siempre segtn Erikson— es la vejez, que culmina con la muerte y cuyas caracteristicas son la integridad y la sabiduria, Adultez y madurez no son sinénimos, como no lo son vejez y sabidurfa. Estas cualidades pueden encontrarse en personas jovenes y pueden estar ausentes en personas de alta edad, aun cuando las experiencias de vida, que fre- cuentemente requieren el transcurso del tiempo para su elaboracién y transformacién, sean una condicién favore- cedora de maduracién mental. Al artificio de la linealidad cronologica de fases etarias, se opone en gran medida la dinamica de la mente. E] infantilismo de muchas personas de alta edad y la madurez de algunos jévenes desafian la rigidez de una clasificacién de atributos mentales segun la edad evolutiva. Los embates del deseo, la complejidad de los procesos mentales, las interacciones vinculares, el pe- so de la cultura imperante y del momento histérico tejen una madeja de variables y de circunstancias que impiden predecir un desenlace elaborativo univoco. La etapa menopausica ocupa el intersticio entre la adul- tez y la vejez, pequefio espacio de mujer al término de su procreatividad, y es un tiempo propicio para fortalecer, € incluso para desencadenar, nuevas formaciones mentales. Considero la menopausia como un estimulo especifico que facilita y acelera —aprovechamiento mediante— los trabajos de la madurez. La hipétesis base de este capitulo consiste en otorgarle ala madurez un espacio psfquico fruto de distintos traba- 138 jos que se evan a cabo en forma mas o menos gradual a lo largo de los distintos ciclos evolutivos. La madurez se convierte simultaneamente en un ideal y en un desafio. Se logra mediante un trabajo de. poiesis, de produccién de transformaciones tanto internas como externas. La madurez tiene una relacion de vecindad con la idea del ser potencial desarrollada por Aristételes en el libro IX de la Metafisica: "La potencialidad es potencialidad respec- to de una actualidad. Una semilla se desarrollara en fun- cidn de aquello hacia lo cual necesariamente tenga que de- sarrollarse” (Santa Cruz, 2003, pp. 9-10). El desarrollo psiquico mantiene energia en potencia y funciones psiquicas larvadas que podran desplegarse 0 no en un momento dado de la evolucion del individuo. La sostenida labor de la pulsién de saber facilita las operaciones elaborativas tendientes a adquirir una mejor comprensién del mundo y de la realidad circundante. La realidad psiquica (la Wirklichkeit freudiana) interactua con la realidad material (Realita¢). El yo interactiia, arma y desarma vinculos, internaliza y proyecta. La palabra Durcharbeiten (traducida como “ela- boracién’) estd compuesta por el verbo trabajar (arbeiten) y el adverbio “a través de” o “por medio de” (durch). En su dimensién econémica, “la elaboracién psiquica consiste en una transformacién de la cantidad de energia, que permite controlarla, derivandola o ligandola® (Laplan- che y Pontalis, 1968, p. 104,). El control y la ligadura tie- nen afinidad con la idea freudiana de domesticacion de las 1s9 pulsiones (Freud, 1937) y de autocontencién. Los trabajos de la madurez realizan operaciones de en tendimiento (Verstehen; Abel, 1943). Estas operaciones intrapsiquicas e intersubjetivas necesitan de la observa- cién de los fenémenos de la vida en si para poder empa- tizar con los estados mentales propios y ajenos. Abel (1943, p. 189) escribe: “Comprendemos’ una accion hu- mana dada si podemos aplicar a ella una generalizacion basada en la experiencia personal.” Por extensién, el nivel conductual sociol6gico se imbrica con el nivel psicoanali- tico, Las operaciones de entendimiento abarcan tanto si- tuaciones simples y concretas como situaciones comple- Jas, existenciales. El psicoandlisis ain no ha explorado con suficiente de- tenimiento los efectos psiquicos que produce sobre la mente la toma de conciencia de la condicion humana y de su mayor o menor desmentida. Las grandes preguntas se expresan desde la infancia: éDe donde vienen los nifios? (Freud, 1908). Las teorias sexuales infantiles inventan soluciones ten- dientes a explicar a la vez la sexualidad y el origen del mundo. El misterio atribuido a lo femenino, al continente negro tan mentado, constituye construcciones teéricas que depositan en las mujeres el espacio enigmatico y las incognitas. El misterio se prolonga en otra pregunta que hizo historia en el psicoandlisis: Qué quiere una mujer? En ese reino de no saber, repican los interrogantes huma- nos sobre el sentido de la vida y se agregan preguntas ta- les como: ¢de donde venimos?, gadonde vamos? En este 160 cotidiano repensar la existencia, se reescribe la memoria, se rectifican recuerdos, y la mente tiene la oportunidad de producir crecimiento psiquico cuyo nombre es madurez. No hay madurez sin contemplacién activa y sostenida del infinito, de Ia dimension de lo impensable y, un paso mis alla, de la finitud propia y ajena. Los trabajos psiquicos en direccién a la madurez com- prenden los siguientes ejes principales: el del narcisismo, el del odio y el resentimiento, el de la reelaboracién del fi- nal del complejo de Edipo y el aprendizaje de la leccién de la soledad. Agrego a esta lista tentativa el disfrute durante Ja estadia terrenal. Es fundamentalmente un trabajo en el presente, en un aqui y ahora vinculado con la psicodinami- ca del instante y con el cultivo del placer. El disfrute de la estadia en el camino regrediente de la vida es el desenlace de la feliz combinatoria de los trabajos de la madurez. Li- gados entre si, estos trabajos mejoran la aprehensién de la realidad, se convierten en ejercicios preparatorios para la gran despedida y estimulan la alegria de vivir. La pulsion de saber comanda estos procesos psiquicos que producen un efecto de progresién gracias al cual se incrementa la brecha entre el cuerpo y el espiritu. El ser humano como mujer se libera parcialmente de las circuns- tancias cotidianas displacenteras y logra volar con sus afectos hacia territorios clementes que lo protegen y en- vuelven en una benéfica aceptacion de su destino. Distingo dos direcciones distintas hacia las cuales con- vergen los procesos madurativos: la dimensién espiritual o cosmica y la dimension terrenal. 161 La esfera espiritual humana necesita encontrar un lugar en la teorfa y en la clinica psicoanaliticas. Una espirituali- dad no necesariamente enmarcada en un dogma religioso sino en tanto atributo humano que cultiva las produccio- nes y los anhelos elevados del alma. La dimensién espiri- tual del ser esta estrechamente ligada con la trascenden- cia y los aspectos més saludables. 1a transformaci6n narcisista es un. requisito ineludible enel acceso a la maduracion. Esta transformacién produ- ce un cierto excentramiento del yo. El despertar de la con- ciencia a la dificil realidad de la condicion humana conlle- va una suerte de lucidez implacable que suele coexistir con la angustia existencial de vivir, El saber trascendente y la reflexion meditativa acerca de la transitoriedad des- Piertan e iluminan al sujeto; le recuerdan que ocupa un es- pacio relative y pequefio dentro de los existentes univer- sales. Algunos resultados positivos de estos profundos traba- Jos son: la aceptacion de la condicion. humana, una serena resignacién y una mayor libertad interior. Los trabajos de la estadfa, en cambio, exploran la di- mensién de Jo terrenal. Asi como la madurez facilita la to- ma de distancia del si mismo frente a una realidad que lo supera y engloba, los menesteres terrenales involucran y ocupan al ser humano en las actividades cotidianas. Dan forma a los suefios, a los ideales y alos proyectos. Olvidan —quizé es mejor decir desmienten— la relatividad de to- das las cosas y la fugacidad de las propias terrenalias. La angustia neurética y los diversos sintomas albergan un ex- 162 ceso de irrealidad y se yerguen como defensas que obtu- ran el acceso a la dimensién de un mas alla del tiempo de vida. El malestar en la estadfa oficia de barrera protectora, de ligadura energética que entretiene al ser humano en su travesia y le permite desentenderse de la aprehensién de una dimensién de relatividad. Ambas dimensiones (césmica 0 espiritual y terrenal) ocupan espacios psiquicos de distinta proporcin en cada ser. Las sefiales que se envian y sus conexiones inevitables producen circunstanciales intersecciones (entre espacios) y recfprocas influencias. El disfrute de la estadia en la edad media de la vida y en el camino hacia la alta edad generalmente implica la coexistencia de madurez y aceptacién. Las tareas y las transformaciones anteriormente enun- ciadas constituyen cotidianas propuestas invisibles soste- nidas en la experiencia y en la labor de aprendizaje. En una vision ideal, cada sujeto perfecciona o incrementa la salud mental mediante la adquisicin de mecanismos apropiados a cada etapa de vida en la lenta ascension ha- cia la madurez psiquica. Este ideal es utopico. Cada quien hace con sus circunstancias lo meramente posible, y en los nucleos de patologia tanto intra como intersubjetivos (relacionales) residen los frenos y las incapacidades de los seres humanos enfermos o enfermados por un medio am- biente insalubre. En la menopausia se abren para las mujeres determina- das ventanas de oportunidad (Cereijido, 2003, p. 87). Los neuropsicélogos descubrieron que —escribe Cereijido— 163 ‘Un niho que nace con cataratas permanecerd ciego para don Exe Si no se las quitan quirirgicamente antes de los ee a [1 el dao no se pudia reverur porque las ven. anas de oportunidad estaran cerradas [...]. El cerebro na- ce inmaduro, y su acabado requiere de una infinidad de indicaciones’ en forma de estimulos especificos que de- ben legar dentro de un plazo dado’. anti Plazo que media entre el climaterio, la menopau- Sia y la posmenopausia temprana, la mujer es invitada a a un poco més la humana e historica travesia en- < ¢| hacimiento, el desarrollo y la muerte, La etapa me. opausi : : : pausica, al metabolizar y presentar mensajes inmersos Jae coumocion corporal, les hace sefias a las mujeres y las invita a persistir en la int a ‘erminable tarea de aprendi- Presento a continuacio ion algunas reflexiones acerca los distintos ejes elaborativos planteados “e La transformacion del i sfo narcisismo irecci un narcisismo terciario a 4 El trabajo transformativo del narcisismo ha sido trata- ‘o anteriormente en relacion con la especularidad narci. sista y las problematicas de la estética, Resumiré sus prin. cipales elementos, amen Ta transformacion narcisista (Alizade, 1995. pp. 93- 164 107) consiste en la superacién del narcisismo secundario y en el acceso al denominado narcisisuio terciatio. El principal mecanismo operante es la delegacién del narcisismo. El narcisismo delegado no retorna al yo, el cual se despoja de un quantum de libido narcisista prima- ria y secundaria, innecesaria a esta altura de la evolucion psiquica para sostener el grandor del yo. El yo crece y se sostiene en su afan de delegacién y en una cierta renuncia de si mismo. Lo denominé terciario para distinguirlo de las dos formas conocidas del narcisismo (el primario y el secundario) e indicar una nueva direccion narcisista. Este no forma parte del vaivén libido del yo/libido objetal. Es un narcisismo aparentemente en pérdida (como un globo que se desinfla), y por debajo, de manera invisible y hasta de apariencia insignificante, la terciaridad confiere al su- jeto que la porta una posicién de elevacion, de comunién vincular original. La originalidad reside en que los objetos de su cuidado no son tnicamente los seres significativos que ha podido amar (objetos intimos 0 cercanos), sino también los objetos lejanos, aquellos a quienes no cono- cera nunca pero cuyo padecimiento le importa y hacia quienes emprende més 0 menos anénimamente acciones solidarias. Este trabajo liberador incrementa el sentido de la rela- tividad de los acontecimientos, de los éxitos, los fracasos y las desventuras. El psiquismo se desprende de los impe- rativos de época concernientes al modelo de belleza re- querido, al triunfo sexual, y elabora dia a dia la transito- tiedad de todo lo viviente y de su propio ser. Si este trabajo interior se ha instalado con cierta fuer- za representacional y pulsional, la menopausia pierde va- lor traumatico. Las molestias ocasionadas por las modifi- caciones hormonales no menoscaban la autoestima ni provocan un profundo duelo. La pequefia dosis de sabi- duria inherente ala transformacion narcisista protege del sufrimiento que pudieran provocar las representaciones- expectativa de deterioro personal. El yo desnarcisizado positivamente promueve la conju- gacion psiquica de un “ellos” fértil. E] aislamiento narcisis- {a yla exclusiva ocupacién de cuidado “a mf misma y a los mios" se expanden hacia esta verdadera exogamia, El nar- cisismo terciario abarca asimismo una dimension allende todo narcisismo, posicion de despojamiento intimo y de expansion y comunién totalizadora. El final del complejo de Edi j duplicacion e individuacion’ 7 @ ™IE En el trabajo clinico, he podido observar transformacio- nes psiquicas que me permitieron postular un final del complejo de Edipo en la mujer (Alizade, 1992, 1999b, 2001b). Este planteo me oblig6 a apartarme de las ideas de Freud, para quien babia una entrada en el Edipo pero no habia salida, ya que “en la nifia falta todo motivo para el pee del complejo de Edipo” (Freud, 1924b, p. 166 Retomar el final del complejo de Edipo, en tiempos de final de ciclos menstruales, presupone una reactivacion de este complejo en esta crisis o etapa vital. El coinplejo de Edipo tiene una travesia: antecedentes, instalacion y naufragio. El naufragio total es un ideal. El sepultamiento, la declinacion, el final, la destruccion de este complejo componen un conjunto de sinénimos cuyo significado no es exactamente igual segtin las diversas tra- ducciones. Las palabras utilizadas para sefialar su conclu- sion denotan matices que indican ora un naufragio par- cial, ora una destruccién total o un lento ocaso. El complejo de Edipo evoluciona por brotes. Presenta avances y retrocesos. Se reactiva en momentos evolutivos tales como la pubertad, la experiencia de la maternidad, las crisis vitales, las etapas madurativas. En la menopau- sia, el complejo de Edipo puede o no ser reelaborado. El fi- nal, aun imperfecto e incipiente, tiene ocasién de lograr una reactivacién que facilita el perfeccionamiento de los trabajos psiquicos inconclusos y aproxima la posibilidad de alcanzar un sepultamiento efectivo. En tiempos futuros, la teoria revisard las vicisitudes del complejo nodular de la neurosis en la mujer. Incluira as< pectos del complejo de Electra y aspectos del complejo de Perséfone (Kulish y Holtzman, 1998). Seguramente sera bautizado con otro nombre y adquiriré jurisdiccién teori- ca propia no sometida al calco del complejo de Edipo del varén. La mujer es ser de apego. Apego aparentemente inhe- ¢ rente a su ser femenino, debido al largo periodo preedipi- 167 cues fusion con la madre, al rol desempefiado por la po- oS cn wtemidad cn tanto representacion de dos cuer- oe ¥ alos mandates socioculturales que han pro- lenariamente su reclusi6s i oes mn en la vida privada y _ ier el destino la fisiologia reproductora en cuanto a a '@ Psique femenina en una inevitable y concreta de- aicacion y dependencia de un otro ser? ¢Armaran destino apego y la duplicacion biolégica? Asf como fueron dos ine durante el embarazo en el vientre de la madre e a 2 ser dos cuando la nifia o Ja joven se proyecta a five ana Como madre y, mds tarde, cuando esta expecta- Se convierte en realidad en un embarazo. La identifi cacion con la funcién reproductos 1 5 c ra sostiene un proyecto de fusion corporal por venir, una empresa a future que materno-filial. ana len eam \. era ic Seer ry crn ne ft eee sue ao , n Beeesone idades, secret sy cnc i nnn po 168 terna, de intercambio narcisista, de escritura de la novela familiar, de intensidades afectivas. El muuvintieato de odio separador de la madre, la castracin imaginaria de la nifhia y su envidia al pene inauguran un tiempo evolutivo poste- rior que sumerge a la joven en la simbélica de las ecuacio- nes pene/hijo y en la duplicacién imaginaria que se instala en la representacién-expectativa de una futura gravidez. Al representarse a si mismas en su funcién duplicado- ra, el apego se expande hacia los objetos afectivos de la adultez: apego a un amante, al marido, al hijo. La deidad —ser de— se hace carne: madre de, esposa de... (Alizade, 1996). La tendencia a amarrarse al otro y la proyeccién en cual- quier extrafo del elemento fusional materno explican la fre- cuencia con que en Ia clinica se observa la desesperacion de algunas mujeres por encontrar pareja y el aferramiento a un vinculo amoroso en una suerte de obsesin duplicadora incansable, Sélo la maternidad pareciera consolar a muchas mujeres de las dificultades en lograr armonia y estabilidad consigo mismas en positiva soledad (Alizade, 1998). Las peripecias del complejo de castracién en las muje- res, descritas por Freud (1924b, 1925b, 1931, 1932b), gi- ran alrededor de la problematica félica y de la compensa- cidn de un déficit imaginario. El complejo de masculinidad y el apartamiento de la sexualidad son caminos extremos: el primero indica un exceso de falicidad, mientras que el segundo despliega la tristeza cultural de las mujeres in- mersas en las operatorias de marginalidad y exclusién. El camino normal de la feminidad —siempre segin Freud— 169 reside en la aceptacion de la ecuacién pene-falo-nifio y en el desplazamiento del padre al hombre que habra de ofre- cerle la promesa de duplicacién en la maternidad, Como fuera indicado paginas atras, he propuesto una conclusién del Edipo en la mujer como movimiento final resolutivo (Alizade, 1992, 1899b). Un acto somatopsiquico estructurante instaura en el mundo interno un proceso de individuacion de género que coexiste con la construccion del espacio solo. La mujer se detiene sobre s{ misma y se toma a sf misma como objeto de interés. En una especie de autolibidinizacion, ejerce 1a. maternidad intrapsiquica (Alizade, 1992), El desdoblamiento intrapsiquico le permi- te sostener dialogos consigo misma, La libido se suelta del objeto sexual elegido, de ese otro intensamente catectiza- do, para retornar al yo en una suerte de aislamiento post. vo y transitorio, No espera mas del padre, del hermano, de la madre, de la hija incluso; y, en una suerte de reton no a s{ misma espejada en la imagen de una otra mujer, se. gesta el espacio entre-mujeres. la mujer vuelve hacia la mujer, tal vez ala mujer de su misma generacién, ala her- mana buena elegida, a la madre/par. En una suerte de es- Pejo fraterno positivo, el hallazgo de objeto se presenta a medio camino entre endogamia y exogamia. El entre-mu- Jeres propicia un campo de multiplicidades sentimentales: envidias y celos, rivalidades y solidaridades, espejos refle- Jentes de una mismidad ampliada. A nivel objetal, la joven Se desliga libidinalmente de los seres externos significati. Vos ¥ Tegresa a su objeto primario interior, su cosa primi- Senia. La hostilidad cede en el encuentro con las mujeres 170 j y en la frecuentactén del espacio entresnujeres de homo- sexualidad sublimada, En el rostro de las otras, cada mu jer se busca a s{ misma, La libido pierde su consistencia viscosa. El tiempo de entre-mujeres inaugura una especu- larizacion narcisista positiva. La homosexualidad trofica devuelve una y otra vez una autoimagen recortada, afianzada en si misma, eee da. Matricidio simbélico estructurante que, al liquidar a a madre en su feroz y poderosa investidura, eet i fuerza la identificacion con la sola mujer, exenta de la funcion matema. Propongo que el superyé dela mujer en su dimension preedipica, postulada Por Levinton : es ae pp. 127-133), se diluye en el acorde final del complejo de Edipo de la mujer. La autonomia lograda es fruto de un gey desapego estructurante, constituido gracias a la pie ag lizacion de vinculos humanos protectores que no impli-e"./ can una desmedida dependencia afectiva ; Las mujeres, al llevar a cabo movimientos Psiquicos S direccién a la conclusion del Edipo, desarman grac ae mente el exceso de apego y flexibilizan las prescripciones de género internalizadas eae Gini ceneeus ean, ible la conquista de la eae} coma de conciencia de los mandatos culturales ab sorbidos desde pequefias y sin un cierto distanciamiei reflexivo de estos mandatos. Este proceso integrador robustece al yo al incorporar una identificacion unificadora. Finalizan los tempos Pst quicos de perentoriedad duplicadora. La Carer = comitante —siempre parcial— del complejo de la fini a7 o manas que pacifica la mente manas que Pac Y garantiza en gran medida o Enver de rehusamiento de lo femenino, instalacién en po cemenino, y cultivo y profundizacion de los mensajes y 's codigos pertenecientes a este orden psiquico.5 Matricidio Pequefa nifa solitaria, yo te cuido y te encuentro en la ciudad nueva donde dos mujeres grandes oteando el horizonte hablan de tiempos de antafio en los que una moré en el cuerpo de la otra y se amaron madre e hija. M, Alizade (1990) ee y la menopausia hacen violencia al descar- s jas mujeres la fuerza de Ja nai turaleza humai que es implacable en su in cc exorable itinerari claje de las generaciones, foaca ere 5 El hombre tiene el mism¢ © que la mujer u este quantum estru: ismo acceso que la mujer w est st s “ 1c desde la pluralidad de experiencias biopsicosocales que le tocan o ‘ociales que le tocan en 174 La imago de la buena madre —cuando ha tenido la oportunidad de gestarse— peisiste como engrama forjado en el inconsciente mas intimo, en el fragor de las repre- sentaciones de mayor poder significativo. Las mujeres en la mitad de la vida con frecuencia son madres ellas ahora también y, pese a ello, ante el impacto de la metamorfosis renuevan la conciencia de la vulnerabilidad y el desampa- ro. Acuden al primer objeto, a la forma sensorial preferi- da. Esa regresion podra volcarlas en los brazos de una aventura amorosa con el fin de jugar el juego de las cari- cias para volver a ser largamente acariciadas, contempla- das, deseadas, y recrear un'vinculo tactil/sensorial (Aliza- de, 1999c) reparador. Contactar y sentir se convierten en los imperativos mayores. No importan ni la duracion ni la estabilidad de la relacién; si, en cambio, las experiencia corporales erégeno-sensuales. La finalidad es paliar Ja an- gustia existencial ante el saber que hace mostracién en la falta de sangre. El otro cuerpo es buscado en su rol de cuerpo sustituto del cuerpo primario. En el inconsciente, lo arcaico, lo originario, lo primario, arman huellas mné- micas inmortales. Los acordes finales del complejo estructurante nodal de la mujer, esa mezcla —como indicara parrafos atras— atm no bien elucidada de Edipo, Electra y Perséfone, exi- gen el cumplimiento de un cierto matricidio. La pequefia muerte simbélica de la madre de la nifiez, madre de atri- butos falicos, extingue su poder fusional y engolfador. Este matricidio se reactiva y reelabora. Refuerza su di- mension simbdlica durante las grandes tormentas psico- 175 este apartado) 4 El matricidio es una metafora en el camino a la indivi- uacion que establece un limite entre el self y la madre nif, como puede observarse en el mito de Electra. ‘La cae fs usada destructivamente [..,]. El matricidio en 's fantasias de las mujeres es : una paradoja, pues conju- Aa la vez la necesidad de separacion ysu imposibilided 176 debido a las identificaciones.con la madre.” Kristeva escribe (1987, pp. 38-39): “Para el hombre y para la mujer, la pérdida de la madre es una necesidad biologica y psiquica, el primer jalon de la autonomia. El matricidio es nuestra necesidad vital, condicién sine qua non de nuestra individuacion, siempre y cuando tenga lugar de manera 6p- tima y pueda ser erotizado: ya sea porque el objeto perdido pueda reencontrarse como objeto erotico (es el caso de la he- terosexualdidad masculina, de la homosexualidad femeni- na), ya sea que el objeto perdido se transfiera mediante un esfuerzo simbélico increible, cuyo advenimiento uno no puede dejar de admirar, que erotice al otro (el otro sexo, en el caso de la mujer heterosexual), o bien que se metamorfo- see como objeto erético sublimado en las construcciones culturales” (la traduccién del francés me pertenece). Elmatricidio simbdlico al cual se refieren las autoras re- cientemente citadas es un matricidio de los origenes, un suceso incesante en el camino de construccion del psi- quismo. Este matricidio adquiere distintas facetas a medi- da que se suceden las etapas de la vida. implica una suer- te de muerte simbélica seguida de renacimiento tréfico: la figura materna pierde la investidura totalizadora narcisis- ta y deja de ser el objeto de una demanda desmedida. El fin de la actividad reproductora es en s{ mismo una especie de automatricidio somatico. El cuerpo en su pro- gramacién genético-evolutiva liquida a la funcién madre. Terminados los ciclos menstruales, la mujer continta el gran ciclo vital. El ciclo de las sangres concluye; no asi la travesia en direccién a etapas atin por explorar. 77 send, Gultura Propone a las mujeres una vida en estado de lon que, cuando es excesivo, sti € , suele bloquear Pasion exploratoria solitaria deseante y constitu qt tampa melancolizante. ur Una Hl matricidio simbélico, en la edad media de la vida, al ja ita i | una funcién materna sublimada, invert - lel adiés a la madre, se dibuj; r ; » Se dibuja la madre+ ie re-mujer ania ae casos en que el amor ala madre logra socte. ayer materia, oe ds expetiencias vinculares. La hija de as a on en forma sublimada a la madre real vuln idad etaria la reenv i necesidad de amparo, Pleads El ao ee al facilitar la desidentificacion con la rela- a aucrza el desapego, la defusion, rompe las bi oo objeto internalizado, una conquista invaluabli ‘“ncia sobre s{ misma, aprovechando las oportunidae 178 des vinculares multiples, sedimenta —padeceres median- te— en esa fortaleza interior admirable que se encuentra en tantos seres que han aprendido a contar consigo mis- mos y a aceptar agradecidos los dones de la vida por ma- gros que éstos sean. Conquistada para si misma, la mujer que ha sabido y podido romper lazos construye dentro de s{ ia estabilidad de su miicleo de piedra, a la vez que disfruta la experien- cia del autodominio adquirido. El nucleo de piedra oficia de sostén, de centro de gravedad, de eje ordenador (Aliza- de, 1992, pp. 41-50). La muerte simbolica de la madre constituye una suerte de tope psiquico que quiebra la dependencia con la genera cién ascendente, propia de la posicion infantil-dependient: Este corte facilita el desarrollo del espacio psiquico no ma- ternal (Alizade, 2004), area fuera de madre en la cual el mandato reproductivo pierde perentoriedad. El final del complejo de Edipo desliga la evolucion psiquica de las mu- jeres de la funcién ecuacional “pene = nifo*. La maternidad, el estilo de vida de pareja, las relaciones objetales emanan centrifugamente desde una soledad sin otro externo im- prescindible hacia la red objetal exogamizante. La incorpo- racién de lo femenino en la estructura psiquica posiciona a las mujeres en una sexuacién independiente del requisito ineludible de posesion de un hijo, de un marido, de un otro imprescindible. Tanto el deseo reproductor como el deseo de no reproduccién se convierten en tendencias que adquie- ren mayor o menor intensidad segim la patologia y la per- sonalidad de cada mujer. Hl registro femenino gatilla el 179 movimiento de autoapropiacién y desalienacién que di- Suelve el fantasma de abandono, de deprivacién emocio. nal y compulsién objetal. El sepultamiento de la identifi, cacion con la madre intensifica la identificacion con la funcién mujer, independiente de toda duplicacion repro- ductora. © mejor atm: Ja identificacion con la madre se tansflere a la identificacion con la mujer en la persona Gue oficid de madre. Identificacion auxiliada por el espa- clo entremujeres al que no ceso de acudir en mi armado tedrico. A matricidio, ast entendido, produce estructura psiqui- ca. EI matricidio, por extensién, culmina en una suerte de ‘a[qeioxeUT auesIN “19S [PP PJsaaen e| ua sepadued amynsuo> ap oypayy oreut Ja Jod wInqUBAR A PIIOIIIA ap nis -uauNp vun urpeisuy anb PHOISTY eIdord ej ap sauol bass -wBs opis 3p 8210 WL BP ODFUTET fe yUaHT OPIHR? 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Duracién, instante y atemporalidad Alta edad, mentiais Sarretera de brasa y no de cenizas. El rostro ar- diente y el alma levantada, a qué extremos aqui Korreremos todavia? El tiempo que el afio mide Bo es la medida de nuestros dias. No comercia. nos con lo infimo ni con Jo peor. Para nosotros 12 turbulencia divina en su ultimo remoline,. Saint-John Perse (1961, p, 29) maciones corporales, las ameriazas de catastrofe, los este- reotipos estéticos pertenecen ala dinamica de la duracion, El instante, a su vez, es fulguracién atemporal, registro fuera del tiempo, vivenciar ludico y creativo. La metapsicologia del instante esta hecha de olvido y de fugacidad. Al sobrevenir el olvido del tiempo lineal, lo ab- soluto del instante inaugura el campo de las instantanei- dades luminosas. Una parte del si mismo se desprende de la cronologia y se alia a la atemporalidad del inconsciente sin perder de vista la nocion de relatividad, La desmentida, mecanismo de defensa inherente al ser humano, desaparece en el instante mismo en que se filtra lo que Bachelard (1932, p. 7) denomina ‘la leccién de la luz”. En la frase “El tiempo conserva el absoluto del instan- te’ (Bachelard, 1932, p. 27), se observa la delicada y dificil articulacion entre el tiempo lineal, atado a la duracion, y el espacio vivencial que Roupnel ubica del lado del instante. El instante esta a la vez dentro y fuera del tiempo, y presenta una peculiar cualidad de fulguracién intrépida que ilumina la vida psiquica humana. Posee un caracter de liviana y sucesiva muerte y resurreccién. Propicia momen- tos donde se vivencia lo perecedero en la magica aparicion y desaparicion de los estallidos provenientes de una feliz conjunci6n entre los sistemas psiquicos. Maspero, citado por Eliade (1963), describe una idea que supera la polaridad duracién-instante, al presentar el No Tiempo, lo “excentrado” del Tiempo. Escribe: “Partien- do de un momento cualquiera de la duracién temporal, se puede Megar a agotar esta duracion recorriéndola al revés 199 oz “eyadquao pepranonnsap ap 4 saqeus souopeindure ap ‘soanesou soyuayaraues ap psozd s9 euosiad YT AIA WIS stata, ap aurans Pum Uo 21s01K a A pape ap a72%8D SO8eD S059 U9 epfa ET "HNL NS US epmunsgo eprs ap wots w| o> “zaptmqtows Us HALA Uo aysisuo> eombysd ayeNUx vy ap eapeBau uoDdare eT Uo) -seamsox eierpaumay | 2P 2 A eysrp aiueuresdord enon 1 2p fe ‘soduion top apuordmod eombjsd ayaMUH Sd = -sanur 9p uojsmd 2] ap PSo}ouaTs ease) | seAH2eSap PxBOI epi ap uotsind ey anb wa sosed soy ua eawisod sq “wane: -9u eun 4 vanisod ugfodaze etm auan vombysd aenut 3p ondaouos HI Soprpnie soustiousy so} ap eyuand sep ered operdorde ourmin tn (26-62 “dd ‘S66 ‘apeetTy) 4m asd auianu, uotsazdxa P| wa eNUaNoUA sIstTpUeONISd Ty 7 4 peplanead e} ap oppuefa ye ered saqunuy sau “Gpupnton k seqqinoweuy sbUofou 10d epewaqod esate -ofowo29 eun 0}Ka]U0D a159 Ua esaidxo ,ueMA, “a1zaNwL EY anb oysanur seu pisa anb offenbe wa a1sayuoD as Soue Soy ap oaiuod fe A oduran Pep of onsupy Te oruaTEMaTIOS TI ‘sada] sa|qeioxaut 10d sepia1 4 sepezteniut weluasaid as a1uarat J98 [ap OTT -esap Jap sedeia se| apUop epednoasaise uoPesyTUE|d euN ap opie [a ua asratiaisos & opeBygo ey el A ayuaUT ey opesaade ey ;eB;ureua Ua OpprauoD PY as U}EINP eT ‘eprpuarduios sa ou ‘epestndoad sas ou Te ‘prepypeg eINTp OuOD ‘anb epla “eBraua ap azuased ‘ep -ezueradsasap osnDUT 8 epezHorasap eplA ‘uoDezTTeIAqos -ap 4 087233] U9 PPIs "PIA US PpIA e| ap “Pombysd artoTt b} ap ousWONAY Ta aANpUT uaIquE) anb ous ‘oppaere o0z e4 oduran [a aquasap ojos ou ovranur odman fy “ews EPIA Ff Woo asuypunuo aqap ou epia eT ap odwan Ty “Zafoa 0 peprueioue ‘sodeut pepe ‘eisnedou 2uy /o}rayeUMT> ‘pruwaant ‘e}ouaasa[ope “zaytu :aliant e[ ey “Sey olwararpeU [> apsop oueumy offoxresap [op sedeia ap ~uosduxo> ugiquie) 4 ‘sopouiad { sepedgp ‘soue ua sourepua| “9 So] o> aprut as ov!Zofouos> oduian [q “esour oduran fo anb P| ua uolsuatiNp eu ojos sa o21S9[ouorD euTeABeIp [J coonmur o1uarar “esuad ap 4 o>18pur ojuanuesuad ap eauos ua uesardxa as ‘eueamy eum [ap opuoy [a Ua aisisqns anb A opezitta ~P aiquioy [2 Jod soperadns aiuameror spurel ‘soanrund SoombIsd somsryezaur sol azqos 'gT6T ua ‘pnary adey anb uorduosap P| uo> aiuaumoey uepose as sasey seis sopunt ns zeaqax ap A epia ns rezuawio2as ap ‘opesed 9 amjoqe ap zedeo sa anb ap pepymBas ef ep af ‘01 “fonar oduraty. jap osad Jap exaqrt aj ‘aired eno sod ‘& pep “eos ef amunsuos, & asquioy je epnde odursry fp pep “JS19A9LT e[ ENUOD uoTTaQar BI [""] oITUE [ap OpeIdes odur9N) IB Beiedndaz 4 ‘o>1Bojouors ‘ouejord odurary Jo atjoge and fSu0> TendHT [9 :opnuaty e opeqordutos souray OF “odurot PP pepmtiqisissaim 2 eidase ou ooreore auquioy fa anb “lod aiqisaoe sa soonmm sopesedaiue so] ap & sa0z9Hy so] 2P 'Sasord sof ap aiuapuessen, opunur aisg, :aquioss (géT “4 ‘e961) aperg ‘auefope spur ov0d um ‘A (zg “dl ‘EQ6T ‘®peg) SeouasHxa sel ap epans ej e oduIaIy Jp wa epe PL ® optpavaad ey anb opeuorrpuod ou opeisa [a reradnoa! 4 eueumY WorsTpUOD eI JepudrseN erTIdUET O52 o1a4 “pep “TuaI9 e[ UD ‘oduMaLL ON Te Ua aiuaMTeUTY es0quIasap 4 1a hora o los minutos de luz se vinculan intimamente con la idea de “progresion’, proceso que suma a los traba- Jos de la madurez el triunfo de la psique sobre las meta. morfosis del cuerpo. La progresién distancia de manera Positiva al cuerpo de la psique, y facilita la autoobserva. cion de los caminos cambiantes de la carne con mirada piadosa. En la saludable aceptacién de la indeclinable y Paulatina degradacion, asoman la conciencia de lo pere. cedero y la consiguiente alegria de saborear cada sorbo de vida como si abarcara la totalidad de una experiencia posible. Ta magia del instante es equiparable al placer del chis- te, cuando la represién se levanta y el contenido incons. Gente reprimido estalla en una carcajada que encubre el dolor que se oculta en el texto que forma el chiste. El sue- fio, la chanza y e) humor interactdan con la conciencia tra- sica y apaciguan el valor de las supuestas grandes derro. tas —marcas traumaticas— Vividas en cada travesia. H proceso psiquico creativo en juego amalgama la trans- formacion narcisista, el enfrentamiento con la soledad, la frecuentacién del olvido y la redimensién de la realidad Kristeva (1998, p. 274), en su estudio sobre el espacio fuera del tiempo, plantea que la originalidad de la atem= Poralidad freudiana reside en la evidencia de un tiempo inconsciente que, segin la autora, ‘avanza sobre un tien. PO prepsiquico y llega hasta lo somatico”. Alli se constitu- ¥e, en él tempo de la muerte, una temporalidad sin tiem. Par espacio de la Zeitios (fuera del tiempo o sin tiempo, en idioma aleman), 202 En la medida en que el inconsciente es Zeitlos, es sem- piterno, la duracion consciente de las etapas de la vida es mera fachada de realidad material sobre la cual inciden con particular vehemeéncia las fuerzas de época y las con. venciones del contexto sociocultural, El ser subversivo, el ser psicoanalitico, es mezcla de tiempo y sin tiempo; es a la vez temporal e intempestivo. Mientras la conciencia hace gala de un discurso manifies- to engafioso, los representantes Pulsionales inconscientes provocan efectos independientes de las coordenadas tem- porales. Aprender a perder el tiempo es una adquisicién tras- cendente. {Que el tiempo se escurra y el reloj se disuelva! La pura vida en juego se desentiende de los ritmos, de las etapas de desarrollo, de los saberes acerca de la finitud. Ser simplemente en una suerte de suspensién atemporal, destiempo de privilegio, deshora de la creatividad radian- te, suspension magica. Fl ocio positivo, la meditacion, la dificil desactivacion del obligado fluir representacional fa- cilitan la entrada en la zona psiquica sin tiempo. Zona de pausa donde el tnico gran riesgo es el contacto con eso sin nombre que roza la dimensién de lo infinito. La men- te navega en aguas de nada, desentendida del mundano ruido en una suerte de inconsciente conciencia. Si las mujeres, alcanzada la conmovedora meseta de la mitad de la vida, logran nutrir sus dias con experiencias provenientes del dominio de lo instantaneo, acceden en- tonces —no sin esfuerzo, no sin renuncia, no sin sorpre- sa—a una longitud de onda vital diferente, 203 soz ‘guanuod o| ope anb ayuasaad [a pepyoid esqoo 4 apuad -sis as eoI8ojouor pepreauy] e| (ZEGT) pxejaydeg eSoqe auauresol0Alaj Tend Jo Jod ‘ayueisuy ap ofeqen Ja uy: ‘opunut Jap aluaupuoD oYpue Je opurroydxe mMsisred ap uy e ajqisod pnyes ap amyienb 104ew fe ejady ‘eBojored 21 ap A ezaisin b] ap ‘parr [op sapa1 sey ua vombysd sisormt -ue e] ap oi8yjad ye eIUNUap anb aiapye un ua ariatAu0D as visnedouom vy ‘[ewaur ezaied ap o1sa1 opor uapnoes anb zaa e] 8 ‘Jopea [e OTANe Ns Ue UeUeT ‘somUT sofeqen so] Jod sepeuolsedy ‘weplajo 0] anbiod ouys ‘wajaqas as ant «od ou ‘ounsap ap oaneiadun ye uedeasa saza(nw: seq “epi ap uorsind ap sauojsoydxa A saytedoyeS. sapeprouryueysut od sepeaid 'seaanu senge ua uoIsIeul -ut e] Wa ZaA eNO A PUN PANUAL aS A TeUY Ja eisey OBanf Te eisande jse une, oxad eiouaperap 4 pepayonsuen ey] ap peptyeax e] a20u0zal ‘Jse tme o2ad ‘9s o] eA, eamMbysd aseyy esourey ef R[dussyUOD e>IPN| ePUaUISap vISq “POTPNT EPA -weuisap bun we orBnyar uM Jex80] Bp peprfigisod ns 4 eu -aieur pepreas e] ap o12adsaz epmouoIne ap pepiedes ns ‘aqueyesap [epuaiod ns ‘91uew v] ap eanenuoysuen pep -pedeo e] Jerap{suod ou Je ZIP} sa ordury -ajqeuonsan -uy syuauTeasumIuy adaied Iouaitias eisz -omany ayqeiad -s9 Je o1wend U9 Z1[aj JOpeDrpUI $9 OU eIsMedouaTZ eT aNb A oueumy xMosteN [a Ua sajqmapard A sayueysuos souaut © sp soduran vined pepyeai e| anb zesape pxpod 2g “sagan sesoxUMU Ud SoUBBOXD A sousSopua soatsaid -8p SOoTUTD SoIpeNd ap UgTIIMsUOD Ee Ua UedIoNIed anb seropeqmisad sayualsuod A saqualsuozuy sauolaejuasaid -o1 euse[d eisnedouaur ey od opeuapeouasap auapersp oz fmnnundo> un ap euranbsa [e fexo!>IpuooUy WoISOUpE ey “OuDIGe ap opeisa Te osa298 ap pepingis od 2 ‘sautap ua peperodurare sa ‘o.uarmpatiaan{or ap aimong sa arueisur jap eompurp ef uo peprrenTue) vz oaantu Of ap O1oILLa2 Te OBanf [a aiqe 4 sepesopmbue SesudJap 2p O}D119s [e s2feiuoNr somo ap epensey oI FAOUNIT Bl BUDAY ‘PEPUELAT eI OP UPIPILNB ap eI21jo op jhlo G "Banoesap as oonomou onexede [y “sarueisut so] ap Buoleums ef ua uoIsed ef e1saidsap anb Zan el e ‘oprAfo fo e2uedio vansBny peprtexoduraye ey ‘aueisu fap Aaj e| 10d SepiBax seomnbysd seuoz e epnadar Busta ef ua UoDeAouaL Bun aoaeoe A vorSo[ouos> Uprozasut e| epnex aoaredesaq, “sajesoduray Souopeiuoure/Sax sey ap aiueyesap auoueaupymUs & "prpuaidsap ‘ono zeqes un e osaaze um wa ‘tezadura B 190 “Tea un ua ‘ordjound omadyed un ua efyoums as afnur eu ~nBje anb wa exoqejoo ‘topezmmous muMIsuEN Ns t ‘oo19 “edowsUr osaans [9 ‘sauoTDeLepisuoD seisa ap zn] eT Y ~oluorurestiad [9p ox [9 $3 opor ap sesad v oalsap Ose2e4} [P ‘TeUO|DeLIT O] ap eIDUIIIUOD Zep [e ‘aNb ud ora “UIs aquaurerapepsaa owremom [a ‘oumsaq jap efuolouoUE B14 sbiZax set Zaa ele efpaar owuerMD0UOD [a ‘upIsed e| Opuexepe ‘anb us exoy zy ‘afesuamt ofdoud ns apusidui0s Oidord ap anb ua exoy ej ‘zny ap e1oY esa eplA ns wa aut 28 axqutoy opor “exDIp ef ap o oruaTaTUyMs Jap eBUDAOLG, aquese (8 “d ‘ZE6T) Pre[eyeG “uaaaTquoD anb za.e[dsIp 2 22281d 2p peprend e| ap pire spur ‘saiuerqures A sean. ‘so[qnadont serouaata ap peprmias e[ ua A pepreusuio ns Ne 9s [e BULTJUOD 21LeISUT fap eSoUTEM] pepramaLjar ey el momento a momento en tanto riqueza psiquica, “Llama: mos monotona y regular a toda evolucion que no examina. mos con atencién apasionada. Si nuestro corazon fuera suficientemente vasto para amar la vida en el detalle, ve- Hamos que todos los instantes son a la vez donadores y expoliadores, y que una novedad Joven o tragica, repenti- na siempre, no deja de ejemplificar la discontinuidad esencial del Tiempo” (Bachelard, 1932, p. 13). Y un poco més adelante insiste: “Si nos trasladamos al terreno de Jos. cambios bruscos, en que el acto creado se inscribe abrup- tamente, como no comprender que una nueva era se abre siempre mediante un absoluto? Pues bien, en la medida en que es decisiva, toda evolucién esta marcada por actos creadores” (Bachelard, 1932, p. 16). Alf la vida cultiva ‘la vida ardiente de lo efimero [...]. Si por lo tanto la novedad es esencial para el devenir, se tiene todo por ganar ponien- do esa novedad en la cuenta del propio Tiempo: lo nuevo en un tiempo uniforme no es el ser, sino el instante que, Tenovndose, transporta el ser a la libertad o a la suerte inicial del devenir” (Bachelard, 1932, Pp. 24-25), éQué le exige la menopausia al Psiquismo en tanto cri- sis vital y tiempo de metamorfosis? Le exige trabajo y lo enfrenta a novedades. En el contacto con estas novedades, en su frecuentacién intima no exenta de dolor, las muje- res encuentran la oportunidad de desplegar la pulsion de saber y de acudir a la cita apasionante con los fantasmas equidistantes 0 simultaneos de la renovacion y de la de. Sintegracién. En la encrucijada profunda y fértil produci- da por la marca de la nada de sangre, se escuchan nuevas 206 voces con quienes entablar didlogos profundos de vida y de muerte. Las mujeres en la menopausia, marcadas por el evento en si, sacuden su psiquismo en un movimiento liberador y se desprenden de la linealidad cronol6gica de la duracion para insertarse en instantaneidades fugitivas y apasionan- tes del diario vivir. Si no despiertan ya las miradas desean- tes de los transetntes cotidianos, han despertado en sila automirada deseante que les permite mirar a su vez la existencia terrena en su fascinante infinitud. Las crisis de las etapas del desarrollo —como toda cri- sis— crean una discontinuidad. Las mujeres rechazan la duracién manifiesta que suspende las horas en una turbu- lenta calma yerma. Se nutren de la atemporalidad del in- consciente para desafiar la posible influencia de una nega- tividad sociocultural Las mujeres mueren en un sentido imaginario. Mueren para la duplicacion y mueren para la seduccion esponté- nea de lo joven. Doble muerte que acarrea su dosis de su- frimiento. Esta muerte no se limita a constituir un evento trunco. Por el contrario, numerosas son las mujeres que en esta etapa realizan —siguiendo los desarrollos de Pe dier Anzieu (1985)— un cambio de piel. La seduccién ai ; quiere un sentido simbdlico y, mientras en la antigua pie queda suspendido un duradero pasado, acaece no solo la benéfica hora del olvido sino también la del renacimiento. Junto con Erikson (1982) y Schlesinger-Kipp (2003), constatamos la capacidad humana de modificar las fun- ciones psiquicas a toda edad. Este presupuesto basico 207 6oz pepordnmer ey 4 esneumen uopevod ef enu0> epeiq. eyfedeq ke] Ua eLOIDIA eUM eDT|UN “eLeUOTINJOAaI voMb sd ug1erado wun sa o2B9jou0I odwen Ja sepMbray “sepuBoyTUBrsur sey ua za0e[d Ja 4 oumnuy oyuaTureqpasorde Ja ‘seaueiueysuT sez -anbl se] ap o10sa) Ja Ua81awa ‘pepayoujsuen ap peprrend ¥2S9 UOD OPIN] OruaNMeIAUE Jap 4 EPUa!DUOD eT aq. ‘osorsard spe une eti0) of anb oxapasaiad oF ap ome -ua [2 sod eBoqe pnazy .’onanu ou sorreoua sns v eBaize pepbegny risa sem ‘odyano A o11S01 oueumy [ap ezaTtag P| aadureis ered asyelsoZe sowzaa epualsixa elisanu ap osmn9 TP Ug, ‘aquosa opuend eisrumdo sa (E/T “d ‘STGT) pnaay ‘aqua ey ua e)Dedum a eoyTUBISaI as eIBOIOIg eT ap [ear 07 ‘aiuatmeanmayap opeszaa ey as op un anb esiae 4 eur -o8 Je apsap sajdnmul sayeuas ela oyorepsozal asq -ou -eUMY [ENA O]ID UeIB Jap oLoVepIOIaI Ja A eIUALIaApe P] eioye Uapaons ssuopennsuam se ap jensusuE O[D19 TV visnedowaw ns e eperuaayua zafnw ep -e> wa ounsap uewtre anb safeiuaw sauop>ezTUeSI0 UaATAN -suo9 exmbysd pnyes ‘Ia)2PIe9 ap sisosnau ‘sisoyewosorsd ‘sisooisd ‘surjrepsog seyBojo1ed ‘sisomau :uaxsip sarat “NU sey ap seombisd sauore[a1suoD se| anb ua eprpaz ey ua uaBianip eIsnedouau e] ap soxunjosai sourute? so] “pnquan “Af e] ap uopeurauar e| ap opnaword asad ja aque ouedsa PA Sisojroureyata sej ap saiouay e[ eNUOD sepezmmurut ‘amusmepred upreisa ‘seMIsTUT OB{suOD 1e2UOD e ‘Is Ua FEN “Ua & UoreIpuaide Js ‘e12adsai sazafnun sey e anb of UZ 807 ‘ounsap ns zed ua eidaoe euoszad ef saouoyta O19 ‘(3 "P 6¥) BPI BI ap pepaaaiq eT ap wosaDe O1XD) TS UD po_URS wYOSUD OWIOD ‘opeyDanoide UaIq OPIS ey odUION To Opuen> O19S “sasompe ap uoIAnTe un Uer0AoId anb sajdu met Sepipadsap ap osyweaid un js ua sa ai8ues e ap soipe [ap os “he fy ‘osupiuodsa ainaysmp fo 4 saqueisut sol ap my azqq [a wapadroiua estajap ap sowsnresaut soy ‘epuanca4y U0> “ouang $2924 Sop ‘olauTya sa Is ~so[e ns ap oiwautaiouy un 12> ~oaoud BraIqap SesoD se ap OLBUNJa JaIDpIeD fo anb ud a1 “SISUr Pnaad (ELT “d “S16 1) .orapaoaiad oF, o1Xa1 ns Uy ‘sazopeais saimeisur sayd “HME ap sarzor94 sajdumur sod opezejduise1 sa axBurs P| 9p otponiad aiz09 [y ‘sauojsennsuawy sel ap oo1>19 oduzan, BP erony epia eum ap peprmasodo eiges ef A ested e] wow 2MaIgOS ‘opruarap ey as ooIBoTorg fofar 1g “seropeztfertiad Sepeproueiuodss ap angardsap je oridoad ovuanmeyste un aio) un Wa pmzaatoD as ayueisuT [a ‘Terody09 alwindsueN PP wnnunUo> [9 uy “OP! uN ap LOPeMp ef TeoxEMI ap uefap ‘eorpoviad ausutes us exoye ‘sajetuas sng “ainuystp Pepianves ua ueinusuen as oinay A peprpuns9y ednd 21 “eURMIAIUT OzeLequIa UN e Japs29e ap peprumiiodo ve] watt “8H soxefnmn sel ‘Tennsuacr auBues ws soe soy auemg. “Huda 1od odzan> [ap up}reperdap ef eyesop zafnur ve] ‘ouSues ap eyes e ua opeuresus uy oysnbad un ap ose B ‘s1ueisuy [ep emjosqe ugrsuaunp e] ua epedezesy “"epla ap espaaud e> “od eum ap pie spur pepionse(d eun omsmbisd [e e81010 pintomatica del area psiquica dominada por la patologia, Esta aniquilacién sélo esta permitida en el Japso de la he- Semonia del instante y en el fragmentario trabajo de la femoria. Al recordar algo, ese algo se contamina con la Hccion y con el recorte arbitrario de huellas mnemicas engafosas. El recuerdo quizd pretenda ser fidedigno y confirmar una ilacion ubicable en la precision del tiempo neal. Incluso sin quererlo, su emergencia consciente fer, ua Parte del surgimiento de una condensacion de image. nes que brotan y se despliegan en una continuidad ape. nas fehacientemente cierta. Construida en la amalgama de instantes Sucesivos agolpados unos en otros, unos pntra otros, la historia vuelve a decirse con la magia de Ja decision espontanea, Se recrea entonces un epicodis pleno de originalidad y de sentido a la manera de un tea- tro dedicado a armar escenarios fugaces. La voluntad de jugar y la estancia Psiquica en una soledad espléndida de- finen este estado, Como ya fuera mencionado, cobra prioridad el olvido. Es imposible sostener la gracia del quehacer instantanes sino se descarga el pesado morral de la leyenda evolutiva Ge las distintas décadas vividas, Nada cuenta mas que le creacion del acto fuera del tiempo, del acto fruto de la simpatia de vivir, de la liviandad conquistada, Schlesinger-Kipp (2003, p. 42) escribe: “Sin embargo, manna Nida es mas —a diferencia de Jo planteado por el mas que edad numérica, contiene el ‘edn’, el arco instinti- Vo ritmico y ciclico que transcurre desde el nacimiento 210 hasta nuestro final, el tiempo de las contradicciones.” Es- ta autora intuye un otro tiempo de vida, una suerte de tiempo atipico, regido por ejes tedricos y vivenciales dis- tintos de los de la duracion, La metapsicologia del instante espera su hora de teori- zaci6n en psicoanilisis. Es una via regia que rescata al ser del dictamen de la decadencia etaria y, por lo tanto, tam- bién a la mujer en tiempos de la menopausia cuando caen sobre ella representaciones-expectativa conmovedoras. Muerte y resurreccion, recuerdo y olvido presentan se- cuencias y alternancias que refrescan el espiritu. Se aleja el agobio, y la certeza de la muerte se introduce en la men- te como un duende que invita a disfrutar de sublimacio- hes nimias, de insignificancias trascendentales que nada deben a la pesada monotonia del narcisismo y a los ago- biantes sentimientos de culpa. Cierro este apartado con un fragmento que, al rozar su- bliminalmente el inconsciente del lector, contrapone la pe- sadez de la cronologia temporal a la magia indecible del instante y de la eternidad. lente ~ ¥ bajo la opresién de la niebla Ja campana que suena midiendo un tempo que no es nuestro tiempo marcado por la calma marejada de fondo un tiempo mas antiguo que el tempo del cronémetro més antiguo que el tiempo que cuentan las mujeres 2 zz POTN ap UpPDoNpeD) ‘So1auen> oxen} *,0208 us sowuDUTeATRS SOT, ERG TOMES “L EpIA ap eBlosory A Soo erisnedouayy ord}outic (p apsop any A s9 anb ‘opuoy ap seur fo A ouncyur s9 oduon fo & ered 2s odason fa opus eypaend &| 9p o1qure> op sone TA Ajuaniod aun ou stuanrod ja A ‘opdanep em s9 opesed jp optens atpourrpaur eA eqre p anus ‘aatod [9 & opesed jp souodao & seues9p ‘afoisap sepammasep ap opueien omany P opuemnaye> euro ef ua seurajdsop ‘sesorsue A sepednooard

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