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Hola a todas/os:

Espero que estén bien.


Una aclaración previa: hay algunos de ustedes que ya cursaron conmigo Metodología II, como verán,
autores como Asensi y Manrique Sabogal (no nombro a Barthes, porque el enfoque de ahora es distinto)
de esta primera unidad coinciden con lo visto en 4to. año; son autores que no veían en los cursos
anteriores de Crítica, por eso me parecía interesante tratarlos. No obstante, ahora que soy el docente de
ambas asignaturas, para el año que viene tengo pensado realizar algunos cambios para que los que están
cursando este año Crítica no los vuelvan a ver. Por otra parte, hay estudiantes que son del Plan de
estudios anterior y que, por consiguiente, no tuvieron que cursar Metodología I en 1er. año, de ahí que
veamos algunos autores que el resto ya estudió; como el de la presente actividad.
 
Bien, ahora sí: Crítica y verdad (1966) de Roland Barthes.
El libro se publica al año siguiente de Nueva crítica o nueva impostura (Nouvelle critique ou nouvelle
imposture, 1965), de Raymond Picard –catedrático de La Sorbona y autoridad literaria sobre Racine–.
Picard escribe el mencionado ensayo centrando sus ataques sobre todo en un libro anterior de
Barthes, Sobre Racine (Sur Racine, 1963). Luego de la publicación de Picard se adhieren a este otros
críticos en diversas revistas y hasta miembros de la Academia francesa. Por su parte, Barthes, integrante
de la Escuela Práctica de Altos Estudios (École Pratique des Hautes Études) dedica la primera parte
de Crítica y verdad  para en esencia describir a la crítica tradicional, la crítica llevada a cabo por Picard y
sus aliados.
Barthes entiende que los que practican una vieja crítica no toleran que el lenguaje hable del lenguaje
porque así se habla del poder, ya que a través del lenguaje se sustenta el poder. De esta forma, a partir
del concepto de verosimilitud formulado por Aristóteles –confiado a los hombres por la tradición, los
sabios, las mayorías–, plantea la noción de verosímil crítico, como un discurso que no contradice ninguna
de las autoridades que Aristóteles planteaba. Un verosímil crítico caracterizado por la objetividad, el gusto
y la supuesta claridad de la lengua francesa. En función de esto, Barthes sostiene: “El antiguo crítico es
víctima de una disposición que conocen bien los analistas del lenguaje y que llaman la asimbolia: no
puede percibir o manejar los símbolos, es decir las coexistencias de sentidos; la función simbólica muy
general que permite a los hombres construir ideas, imágenes y obras, no bien sobrepasan los usos
estrechamente racionales del lenguaje, esta función, en el antiguo crítico, se halla turbada, limitada, o
censurada” (41).
A partir de esta caracterización, en la segunda parte del libro alude a una crisis del comentario que se
efectiviza “desde el momento en que se descubre –o redescubre– la naturaleza simbólica del lenguaje, o,
si se prefiere, la naturaleza lingüística del símbolo” (50). Al mismo tiempo, deja en evidencia que en su
presente visión no está solo, sino que tiene coincidencias, entre otros, con Gerard Genette, Georges
Bataille, Jacques Lacan, Claude Levi-Strauss, Tzvetan Todorov, Umberto Eco, Roman Jakobson, Algiras
Greimas y Paul Ricoeur. Para dar cuenta de estas alianzas, vale como ejemplo la referencia explícita de
Barthes al concepto de “obra abierta” de Eco (52); y cómo este, en Obra abierta, había realizado alusiones
a El grado cero de la escritura y Elementos de semiología de Barthes. Una crisis, en definitiva, que revela
que los textos son plurales, abiertos, múltiples, y que dan lugar, fundamentalmente, a dos discursos
distintos: la Ciencia de la literatura y la Crítica literaria –en otro nivel estaría la lectura.

Pierre Bourdieu, en “Campo intelectual y proyecto creador”, señala que la polémica entre Picard y Barthes
se trata de una disyuntiva “entre sacerdote y brujo que quiere ser conflicto entre sacerdote y profeta o –
quizá– conflicto entre profetas que compiten” (169); una competencia por, en un caso, continuar
consolidando su consagración y, en el otro, ampliar su legitimación. No obstante, se observa que esa
lucha se podría enmarcan en una polémica que trasciende a ambos autores; un debate por la hegemonía
de la crítica y el poder cultural entre varias instituciones: por un lado, la Sorbona y la Academia francesa –
ambas con una tradición de varios siglos–, y, por otro, la École Pratique des Hautes Études –fundada
menos de un siglo atrás y en un proceso de renovación.
A partir de la postura de Barthes, entonces, qué aspectos de su ensayo se pueden relacionar con lo
propuesto por Foucault en “¿Qué es la crítica?”.
 
Esta actividad la vamos a desarrollar a través de este foro. Voy a realizar un cambio con la actividad
anterior: no van a poder leer lo que escribieron sus compañeros hasta que no hayan participado ustedes;
esto como modo de que no se sientan inducidos o influenciados por otras opiniones, por lo menos en una
primera instancia. En paralelo, tengo la intención de implementar encuentros por videoconferencia; no
obstante, y como seguramente no todos tienen las mismas posibilidades de comunicación, recuerden que
me pueden consultar o preguntar por mensajería de la plataforma o por email.
Les recuerdo que, dadas las condiciones actuales, la participación en estas actividades, por ahora, no es
obligatoria –del mismo modo que las intervenciones orales durante una clase presencial–. De todas
formas, sus aportes suman de cara a una futura y posible aprobación de la asignatura.
La actividad va hasta el 25 de abril.
Saludos.

Hola profesor y compañeros, dejo aquí mi aporte sobre el tema, espero que
todos se encuentren bien.

Barthes se defiende de las críticas de R.Picard y a su vez define los


lineamientos de cómo debería hacerse la crítica, mediante el uso de un
lenguaje irónico y apelando a mostrar todas aquellas razones que demuestran
lo errada que se encuentra la antigua critica.

Sostiene que la antigua critica tuvo por función juzgar y a su vez ser
conformista a los intereses de los jueces, siendo que la verdadera critica no
consiste en juzgar al lenguaje sino en “desdoblarlo”, esta nueva critica molesta
porque lo que hace es atentar al orden establecido. Va a definir la censura de
lo verosímil critico a través de tres aspectos: objetividad, gusto y claridad. El
verosímil crítico no contradice a la tradición, por esto se asombran ante esta
nueva crítica que si lo hace.

La objetividad es posible en cuanto se sostiene que “la obra literaria comporta


evidencias” (17) ya que el lenguaje es certero. Barthes sostiene que estas
certidumbres del lenguaje corresponden a la lengua francesa, una lengua
“clara”. No pueden utilizarse “jergas”, esta lengua es “originariamente política,
nacida en el momento en que las clases superiores han deseado”, dejando en
manifiesto el poder como operante. También demuestra que es un mito el
hecho de creer que el francés es “más o menos lógico que otra lengua” (29). La
crítica no puede introducir palabras extranjeras, llama a esto como una especie
de “narcisismo lingüístico”, no se puede “establecer la policía de un arte y
pretender hablar de él” (35).

La antigua critica sostiene que la palabra tiene un solo sentido “hay que leer los
poetas sin evocar: prohibición absoluta de alzar la mirada más allá de esas
palabras tan simples y tan concretas” (21). El gusto es el que prohíbe hablar
de los objetos “lo que choca es la distancia del objeto al lenguaje codificado de
la crítica”. Otro elemento a destacar es que la antigua critica condena al
psicoanálisis, siendo anticuada y hasta ignorante “Quisiéramos explicarle una
vez más a la antigua crítica que el psicoanálisis no reduce su objeto al
“inconsciente” “(26). Más adelante va a sostener que la lectura de una obra
implica saber sobre psicoanálisis pero también, de historia, tener una cultura
antropológica.

El observa bajo el enfoque caracterizado por lo verosímil crítico y tomando los


tres elementos anteriormente citados que los de la antigua critica padecen de
asimbolia, que es la incapacidad de observar múltiples simbologías.
Foucault como vimos en la instancia anterior, pone énfasis en la relación entre
el poder y el saber. Los saberes son frutos de determinadas condiciones, por
medio del lenguaje se definen los discursos y se normaliza el cuerpo social. A
través de la normalidad se establecen las relaciones de poder. La nueva critica
vendría a ser lo “anormal”, lo que atenta contra lo que está bien, pero sigue
siendo válido porque el poder la sustenta.

Barthes, también habla del poder como Foucault. En su obra delimita las
diferencias entre naturaleza y cultura, analizando al lenguaje como instrumento
de dominación y como instrumento ilusorio para construir una realidad
.Reivindica la responsabilidad y libertad del lector para interpretar libremente
los textos. Sostiene que el lenguaje no es algo natural, no es neutral, es una
construcción social compuesta por signos, las formas de comunicación son
artificiales y funcionan dentro de una estructura porque vivimos en sociedad.
La obra es abierta, posee una multiplicidad de significados, no se agota “una
obra es eterna, no porque imponga un sentido único a hombres diferentes, sino
porque sugiere sentidos diferentes a un hombre único” (53).

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