Está en la página 1de 18

CASTIGOS, PENAS Y SANCIONES DE LAS CULTURAS EN LA ANTIGÜEDAD

Estudiante: Doris Sariel Castro Martinez

1.-EGIPTO
  
Castigos no corporales
       La pena más evidente y una de las más comunes era el encarcelamiento
(acompañado de trabajos forzados), pero había otras para delitos "leves" y comunes
( no pagar impuestos, pequeños hurtos, etc.), como la pérdida del trabajo o de la
categoría en el mismo, también de las  propiedades y el borrado del nombre en la
tumba si ya la había construido el acusado.
 

Castigos corporales ( sin pena de muerte)

Escena de la tumba del escriba Menna (TT69, Sheikh Abd el-Qurna)

  El castigo corporal más común eran los "golpes  de bastón" (100 o 200) y en los casos
más graves se podía añadir  5 "golpes sangrantes" e incluso marcas de metal
incandescente. Los tribunales locales podían imponer penas ligeras como la devolución
de mercancías robadas con multa por el doble de su valor. Pero las sentencias por
delitos graves contra el Estado o la religión, eran dictadas por visires o en su caso, por
el propio rey: mutilación (mano, lengua, nariz u orejas; no hay pruebas sobre la
castración), exilio, trabajos forzados en canteras o minas y hasta la pena capital
(empalamiento, ahogando en agua, quemando vivo o decapitado). Aunque estas
últimas penas no eran nada comunes, podía darse el caso.

 Los sacrificios humanos y pena capital

   Podemos distinguir tres tipos de sacrificios humanos:

Por una parte, cuando las personas sacrificadas pertenecían a la corte del rey. Se
piensa que podían ser sus servidores más directos, aquellos que debían seguir
trabajando para su rey en el Más Allá. Pero la costumbre desapareció ya en la segunda
dinastía y justo después aparecen en las tumbas, las primeras estatuas de sirvientes
trabajando del Imperio Antiguo. Más tarde esta función la desempeñarían los Shabties
(a partir del Reino Medio). Llamados Shauabtis en el Imperio Medio y Ushebtis en
época tardía, estas figuritas momiformes responderían por el difunto, trabajando en su
lugar cuando fuese necesario.
    Los escritos sí reflejan claramente la función de los Ushebtis en este sentido,
mientras que las representaciones de personas trabajando, pasaron a ser simplemente
eso, escenas de la vida cotidiana que también se darían en el Más Allá, según las
creencias de los egipcios.

Shauabtis de Tutanjamon, Museo Egipcio de El Cairo

  En la II dinastía se abandona esta costumbre, pero tenemos las numerosas tumbas


que rodeaban a las de los reyes del predinástico y dos primeras dinastías. Por ejemplo,
en la de Aha en Abidos, se ha comprobado que las personas enterradas alrededor no
superaban los 25 años de edad. Junto a la tumba Qaa se encontraron algunos títulos
de altos oficiales en las subsidiarias, tales como "Portador del sello real", "Guardián de
los secretos y de los decretos", etc., por tanto, no sólo se acompañaban de simples
sirvientes, el rey también necesitaba funcionarios en el Más Allá.

Rituales o religiosos: También se sacrificaban personas en algunos ritos, pero se


sustituyó por el sacrificio de animales.

   A finales de la I dinastía ya no existió nunca más el sacrificio ritual de personas en


Egipto, o no nos consta.

    Se constata su existencia por las escenas encontradas en algunas etiquetas (la de la
imagen pertenece al rey Aha): 

   Criminales y enemigos: Por las pistas encontradas (fragmentos de etiquetas), se


debía hacer algún ritual en estos sacrificios, ya que la sangre era derramada en vasijas,
pero no tenemos total seguridad de si en estos casos se trataba de criminales o se
refleja el caso anterior.

    Los castigos corporales más graves reaparecen con más intensidad o son
"reinventados" en el Imperio Nuevo, siendo el empalamiento la pena capital "favorita" en
época ramesida. Sobre la muerte en el fuego parece que no era muy aplicada, quizá se
quedó en amenaza de algunos Decretos. Otras penas como el "suicidio" (obligado) sí
está constatado en casos de alta traición (atentado contra Ramsés III). 

El ahogamiento se da desde el Imperio Antiguo hasta el Imperio Nuevo, ambos


inclusive. Parece una ejecución tradicional: el reo era introducido atado en un saco con
piedras y a continuación se le tiraba al río Nilo.

2.-PERSAS
Cuando una situación nos sobrecoge particularmente es un clásico oír exclamaciones
del tipo “…si existieran peores castigos, no ocurrirían estas desgracias”, durante la
Civilización Persa no creo que nadie pudiera lamentarse por el castigo impuesto a los
peores criminales, pues para ellos tenían estipulado el suplicio de la ceniza.

Para llevarlo a cabo habían construido una torre de tortura de 23 metros de altura,
totalmente hueca, a fin de crear una especie de pozo, al fondo del cual habían colocado
una especie de ruedas, cubiertas de cenizas y brasas, que podían moverse desde el
exterior para poder crear una gigantesca batidora donde poder remover al condenado
una vez cayese desde lo más alto de la torre. De esta forma el criminal no moría
inmediatamente, sino que lo hacía lentamente, y con terribles dolores provocados por
las heridas de la caída, mientras las cenizas iban taponando sus orificios respiratorios
ahogándolo hasta la muerte.

Los ladrones no lo tenían mucho mejor, ya que para el robo los persas inventaron la
lanzadera humana que consistía en hacer un tirachinas usando al procesado como
elástico, ingenioso, ¿verdad? Tomaban dos árboles que estuviesen bien distantes y con
cuerdas los mantenían unidos por las ramas para así poder atar al ladrón por sus
extremidades a estas ramas, de manera que la mitad del cuerpo quedase sujeto a un
árbol y la otra mitad al otro.
Obra pictórica del siglo XV que representa el desmembramiento de San Hipólito

Una vez hecho soltaban las cuerdas que mantenían unidas las ramas y el hombre salía
disparado en ambos sentidos despedazando al condenado por la mitad…

Pero no sólo los criminales y ladrones tenían castigos atroces, las personas con
importantes cargos dentro de la sociedad como los jueces tampoco estaban a salvo,
pues para ellos si caían en la tentación del soborno, se le condenaba a la muerte por
degollación, arrancándoles la garganta de cuajo para seguir haciendo lo mismo con
toda la piel de su cuerpo.
Detalle de la obra de Caravaggio, «Judith y Holofernes»

Una vez degollado y desollado, con la piel del juez forraban la futura silla donde se
sentaría el próximo juez, para que éste tuviese siempre presente cuál podría ser su fin
si aceptaba un soborno.

3.-BABILONIA

Del llamado código de Hammurabi (que en realidad no es un código desde un punto de
vista estrictamente jurídico) se sabe que es una colección de decisiones o “repertorios
de jurisprudencia” escritos en tablillas de arcilla pertenecientes a una legislación
anterior a su día. Más tarde, estas tablillas se copiaron, quizás en un estilo diferente de
escritura, en una estela que se colocó en el templo de Marduk en Babilonia. Es
probable que se hicieran copias de este código y se depositaran en diferentes ciudades
del imperio. Posteriormente, un conquistador llevó esta estela a Susa, donde fue
descubierta en el año 1902.

¿Se basó la ley mosaica en el código de Hammurabi?

A diferencia de la ley mosaica, el código de Hammurabi no pretendía establecer


principios, más bien, parece que su propósito era ayudar a los jueces a decidir en
ciertas causas dándoles precedentes o mostrando errores de decisiones previas que
indicarían lo que debería hacerse en causas futuras. Por ejemplo, no fija una sanción
para el asesinato, puesto que ya había un castigo admitido para este delito y sin duda
para otros delitos comunes. El código de Hammurabi no trataba de abarcar el entero
espectro de la ley. Cada una de las reglas de este código empieza con las siguientes
palabras: ‘Si un señor hace esto o aquello’. Debido a que tiene que ver con ejemplos
específicos, más bien que formular principios, simplemente expone el juicio para ciertas
situaciones o delitos. El código se basa fundamentalmente en leyes ya existentes,
presentando casos concretos para resolver situaciones difíciles, frecuentes en la
sociedad babilonia de aquel tiempo.

En modo alguno sirvió de modelo para la ley mosaica. Por ejemplo, en el código de
Hammurabi hallamos lo que pudiera llamarse castigo de “interdependencia”. Una de las
reglas dice: “Si un albañil ha edificado una casa [...], pero no ha dado solidez a la obra y
la casa que construyó se ha desplomado y ha causado la muerte [...] al hijo del
propietario de la casa [...], recibirá la muerte el hijo de ese albañil”. (Código de
Hammurabi, traducción de Federico L. Peinado, Tecnos, 1986, sec. XIX, párrs. 229,
230.) Por el contrario, la ley que Dios dio por medio de Moisés decía: “Padres no deben
ser muertos a causa de hijos, ni hijos deben ser muertos a causa de padres”. (Dt
24:16.) Cuando se robaban objetos de valor, la sentencia por lo general no era la
restitución, como en la ley mosaica, sino la muerte. En algunos casos de robo se
requería la restitución de hasta treinta veces el valor de lo robado. Si el hombre
no podía pagar, tenía que ser ejecutado. Nabucodonosor utilizó como castigo la
desmembración y el fuego, como en el caso de los tres jóvenes hebreos que fueron
arrojados vivos a un horno ardiente.

4.-ISRAEL

Es un país que está ubicado en la ribera sudoriental del mar mediterráneo. Se


caracteriza por ser un país muy importante dentro del aspecto religioso ya que
sucedieron varios acontecimientos importantes para la humanidad. Después de la
muerte de Moisés, los ciudadanos se fueron hacia Palestina a luchar. David fué un
hombre que creó el sacerdocio pero los judíos no estaban de acuerdo con esto.
Salomón fué un rey que dividió el reino en distintas provincias asignandole a cada una
un gobernador. Luego cuando éste fallece Palestina se divide en el reino de Israel
teniendo como capital a Samarían y en Judá capital Jerusalem. Según la religión,
Moisés recibió en el Monte Sinaí tablas de la ley. Algunos de estos preceptos son: no
matar, no robar, no mentir, entre otros. Al igual que en los pueblos anteriores la mujer
carecía de derechos, el sexo más importante era el masculino. A las personas que
cometían algún delito las hacian cumplir tirandoles piedras. Luego al pasar del tiempo
varias leyes se fueron adaptando a la actualizad ya que todo iba avanzando hacia otros
tiempos.

Desde los tiempos más remotos, el hombre, hecho a la imagen del Dios de justicia (Gé
1:26; Sl 37:28; Mal 2:17), ha poseído ese mismo atributo. (Isa 58:2; Ro 2:13-15.) La
primera ocasión en la que Jehová pronunció una sentencia para aplicar la justicia fue en
el caso de la primera pareja humana y de la serpiente, que representaba al Diablo. La
pena por la desobediencia a Dios, desobediencia que equivalía a rebelión contra la
soberanía del Gobernante del universo, fue la muerte. (Gé 2:17.) Más tarde, Caín,
conocedor del atributo humano de la justicia, se dio cuenta de que desearían matarle
para vengar el asesinato de su hermano Abel. En este caso, Jehová no dio autorización
a nadie para que ejecutase a Caín, sino que se reservó darle la retribución que se
merecía. Esto fue lo que hizo al cortar la línea de descendencia de Caín en el Diluvio.
(Gé 4:14, 15.) Unos setecientos años antes de este acontecimiento, Enoc había
predicho que Dios ejecutaría a todos aquellos que hubiesen cometido hechos impíos.
(Gé 5:21-24; Jud 14, 15.)

Después del Diluvio Jehová promulgó otras leyes, que, entre otras cosas, por primera
vez autorizaban al hombre a ejecutar una sentencia de muerte. (Gé 9:3-6.)
Posteriormente, Jehová dijo respecto a Abrahán: “Porque he llegado a conocerlo a fin
de que dé mandato a sus hijos y a su casa después de él de modo que verdaderamente
guarden el camino de Jehová para hacer justicia y juicio”. (Gé 18:19.) Se puede ver que
la sociedad patriarcal conocía las leyes de Dios y se guiaba por ellas.

Jehová manifestó su punto de vista sobre el adulterio y la sanción que este merecía
cuando le dijo a Abimélec que por haber tomado a Sara con la intención de hacerla su
esposa (aunque no sabía que era la esposa de Abrahán), se diera por muerto. (Gé
20:2-7.) Judá dictó sentencia de muerte contra Tamar por haberse prostituido. (Gé
38:24.)
La Ley de Dios a Israel. Cuando se organizó al pueblo de Israel como nación, Dios llegó
a ser su Rey, Legislador y Juez. (Isa 33:22.) Les dio las “Diez Palabras” o “Diez
Mandamientos”, y así enunció los principios sobre los que se basaban la mayor parte
de las aproximadamente seiscientas leyes restantes. Las “Diez Palabras” empezaban
con esta declaración: “Yo soy Jehová tu Dios, que te he sacado de la tierra de Egipto”
(Éx 20:2), lo que constituía la razón principal para obedecer toda la Ley. La
desobediencia no era tan solo una violación de la ley dada por el Cabeza gobernante,
sino, además, una ofensa contra el Cabeza espiritual, su Dios, y una blasfemia contra
Dios era un delito de lesa majestad, una traición.

En la Ley se hallaban los mismos principios que habían gobernado la sociedad


patriarcal, si bien esta era más detallada y abarcaba todo aspecto de la vida cotidiana.
Toda ley enunciada en el Pentateuco era de tal elevada norma de moralidad, que
ningún hombre podía intentar seguirla completamente sin comprobar que la propia Ley
le condenaba como pecador imperfecto. “El mandamiento es santo y justo y bueno”, y
“la Ley es espiritual”, dice el apóstol Pablo. “Fue añadida para poner de manifiesto las
transgresiones.” (Ro 7:12, 14; Gál 3:19.) Era la ley de Dios para Israel, en la que se
fijaban los principios y los decretos formales de Jehová, no simplemente una
recopilación de casos que podrían surgir o que ya habían surgido.

Por lo tanto, las sanciones previstas en la Ley ayudarían a mostrar que el pecado era
“mucho más pecaminoso”. (Ro 7:13.) La ley del talión, de igual por igual, fijó una norma
de justicia exacta. La Ley sirvió para la paz y la tranquilidad de la nación, salvaguardó a
Israel mientras la obedeció y protegió al ciudadano contra los malhechores,
compensándole cuando robaban o destruían su propiedad.

Los Diez Mandamientos, tal como se registran en el capítulo 20 de Éxodo y en el


capítulo 5 de Deuteronomio, no incluyen la sanción que debía imponerse para cada
violación. Sin embargo, estos castigos están explicitados en otros lugares. El castigo
por violar los siete primeros mandamientos era la muerte. En caso de robo, el castigo
era restituir lo robado y compensar a la víctima; un testigo falso recibía un castigo igual
al daño que había pretendido causar. El último mandamiento, que estaba en contra de
la codicia o el deseo incorrecto, no podía ser castigado por los jueces. Trascendía las
leyes humanas, puesto que hacía de cada persona su propio guardián espiritual y
llegaba a la raíz u origen de la violación de los mandamientos. El que se diera rienda
suelta al deseo incorrecto con el tiempo llevaría a que se violase uno de los otros nueve
mandamientos.

Delitos graves bajo la Ley. Delitos capitales. Bajo la Ley se prescribía la pena de
muerte en los siguientes casos: 1) blasfemia (Le 24:14, 16, 23); 2) adorar a cualquier
otro Dios que no fuese Jehová y practicar idolatría en cualquiera de sus formas (Le
20:2; Dt 13:6, 10, 13-15; 17:2-7; Nú 25:1-9); 3) hechicería, espiritismo (Éx 22:18; Le
20:27); 4) profecía falsa (Dt 13:5; 18:20); 5) quebrantar el sábado (Nú 15:32-36; Éx
31:14; 35:2); 6) asesinato (Nú 35:30, 31); 7) adulterio (Le 20:10; Dt 22:22); 8) que una
mujer se casase alegando falsamente que era virgen (Dt 22:21); 9) mantener relaciones
sexuales con una muchacha comprometida (Dt 22:23-27); 10) incesto (Le 18:6-17, 29;
20:11, 12, 14); 11) sodomía (Le 18:22; 20:13); 12) bestialidad (Le 18:23; 20:15, 16);
13) secuestro (Éx 21:16; Dt 24:7); 14) golpear o injuriar a los padres (Éx 21:15, 17);
15) dar falso testimonio en una causa en la que el castigo para el acusado fuera la
muerte (Dt 19:16-21), y 16) acercarse al tabernáculo sin estar autorizado (Nú 17:13;
18:7).

En muchos casos la pena era el ‘cortamiento’, que por lo general se ejecutaba mediante
la lapidación. Además de prescribirse en casos de pecado deliberado o injurias y habla
irrespetuosa contra Jehová (Nú 15:30, 31), esta sentencia se dictaba por muchas otras
causas como: permanecer incircunciso (Gé 17:14; Éx 4:24), abstenerse
deliberadamente de celebrar la Pascua (Nú 9:13), pasar por alto el Día de Expiación (Le
23:29, 30), hacer o emplear aceite santo de unción para fines profanos (Éx 30:31-
33, 38), comer sangre (Le 17:10, 14), comer de un sacrificio hallándose la persona
inmunda (Le 7:20, 21; 22:3, 4, 9), comer pan leudado estando en curso la fiesta de las
tortas no fermentadas (Éx 12:15, 19), presentar un sacrificio en cualquier otro lugar que
no fuese el tabernáculo (Le 17:8, 9), comer de un sacrificio de comunión al tercer día de
su presentación (Le 19:7, 8), desatender la purificación (Nú 19:13-20), tocar cosas
sagradas sin estar autorizado (Nú 4:15, 18, 20), mantener relaciones sexuales durante
la menstruación (Le 20:18) y comer la grasa de las ofrendas. (Le 7:25; véase
CORTAMIENTO.)
Castigos impuestos por la Ley. Los castigos prescritos en la Ley dada por Jehová a
través de Moisés contribuyeron a mantener la tierra limpia de contaminación a la vista
de Dios: todo el que practicaba cosas detestables era eliminado. Los castigos tuvieron
un efecto disuasorio, infundieron respeto por la santidad de la vida, la ley del país, su
Legislador (Dios) y también por el prójimo. Cuando la Ley se obedecía, protegía a la
nación de la pobreza y de la decadencia moral, con sus enfermedades repugnantes y
perjuicio físico.

En la Ley no se prescribían castigos brutales. Ningún hombre podía ser castigado por
los males que otro hubiese cometido. Los principios estaban expuestos con claridad. A
los jueces se les permitía cierta libertad para juzgar cada caso individualmente,
teniendo en cuenta las circunstancias, motivos y actitudes de los acusados. La justicia
tenía que aplicarse con todo rigor. (Heb 2:2.) Así, un asesino no podía escapar de la
pena de muerte ofreciendo dinero, sin importar la suma de que se tratase. (Nú 35:31.)
Si un hombre era homicida involuntario, podía huir a una de las ciudades de refugio. El
confinamiento dentro de los límites de la ciudad le hacía tomar conciencia de lo sagrado
de la vida y de que incluso el homicidio involuntario no podía tomarse a la ligera, sino
que requería una compensación. Por otra parte, como trabajaba en la ciudad de refugio,
no representaba una carga económica para la comunidad. (Nú 35:26-28.)

La sanción del delito permitía tranquilizar y compensar a la víctima de un ladrón o del


que hubiese ocasionado daños a su propiedad. Si al ladrón no le era posible pagar la
cantidad estipulada, se le podía vender como esclavo, bien a la víctima o a otra
persona. De esta forma, a medida que el delincuente trabajaba para su propio sustento,
podía restituir lo robado y no se convertía en una carga para el Estado, como ocurre
hoy con el sistema penitenciario. Estas leyes eran justas y servían para la rehabilitación
del delincuente. (Éx 22:1-6.)

Bajo la Ley, la sentencia de muerte se ejecutaba por lapidación (Le 20:2, 27) y, en


algunas ocasiones, por la espada, sobre todo si había que ejecutar a muchos. (Éx
32:27; 1Re 2:25, 31, 32, 34.) Si una ciudad apostataba, todos sus habitantes tenían que
ser ejecutados a espada. (Dt 13:15.) En Éxodo 19:13 se hace alusión a la muerte por la
lanza o posiblemente por la flecha. (Véase Nú 25:7, 8.) También se hace mención de la
decapitación, aunque puede que la ejecución se llevase a cabo por otro medio y luego
se decapitase el cadáver. (2Sa 20:21, 22; 2Re 10:6-8.) La Ley prescribía que se
quemase o colgase a los que incurriesen en los delitos más graves. (Le 20:14; 21:9; Jos
7:25; Nú 25:4, 5; Dt 21:22, 23.) Como se ve en estos textos, estas sentencias se
ejecutaban únicamente después de haber dado muerte a la persona.

Si Dios decretaba que se diese por entero a la destrucción a los prisioneros de guerra,
se les solía ejecutar con la espada. (1Sa 15:2, 3, 33.) Aquellos que se rendían estaban
obligados a efectuar trabajos forzados. (Dt 20:10, 11.) Las traducciones antiguas del
pasaje de 2 Samuel 12:31 transmiten la idea de que David torturó a los habitantes de
Rabá y Ammón, mientras que las versiones más recientes muestran que solo les
impuso trabajos forzados. (Véanse NM, BJ, VP.)

La ejecución por despeñamiento no estaba recogida en la Ley; sin embargo, el rey


Amasías de Judá hizo ejecutar de este modo a diez mil hombres de Seír. (2Cr 25:12.)
Lo mismo intentaron hacerle a Jesús los habitantes de Nazaret. (Lu 4:29.)

Cuando se lesionaba a otra persona intencionadamente, se hacía justicia por medio de


la ley del talión o de desquite, es decir, “ojo por ojo”. (Dt 19:21.) Hay por lo menos una
ocasión en el registro bíblico en la que se ejecutó esta sentencia. (Jue 1:6, 7.)
Basándose en las pruebas, los jueces determinaban previamente si el crimen era
deliberado o simplemente una negligencia o un accidente. Una excepción a la hora de
aplicar esta ley se producía cuando una mujer trataba de ayudar a su esposo en una
pelea, agarrando los órganos sexuales del oponente de su marido. En este caso, en
vez de inutilizar los órganos genitales de la mujer, tenía que amputársele la mano. (Dt
25:11, 12.) Esta ley muestra la importancia que Dios concede a los órganos
reproductores. Además, puesto que la mujer le pertenecía a su esposo, esta ley
misericordiosamente tomó en cuenta el derecho del esposo a tener hijos por medio de
su esposa.

La Misná menciona cuatro penas de muerte: lapidación, decapitación, estrangulamiento


y abrasamiento; no obstante, las tres últimas no figuraban en la Ley ni fueron jamás
autorizadas por Dios, sino que las introdujo la tradición, transgrediendo el mandamiento
de Dios. (Mt 15:3, 9.) Un ejemplo de las atrocidades que por esta causa cometieron los
judíos puede verse en la manera de ejecutar el abrasamiento: “Ordenación legal
respecto a la muerte por abrasamiento. Se hundía al reo en estiércol hasta las rodillas.
Se le ponía un paño fuerte con otro más débil y se le envolvía en torno al cuello. Uno
tiraba hacia su parte y el otro hacia la suya, hasta que (el reo) abría la boca. Se
encendía entonces una mecha [según la Guemara (52a) era una tira de plomo] y se
introducía por su boca, haciéndola bajar hasta las entrañas que resultaban abrasadas”.
(La Misná, Sanedrín 7:2.)

La ley ha regido al hombre desde el principio, bien la ley divina o la ley de la conciencia
implantada por Dios. Como resultado, cuanto más se han apegado los hombres a la
adoración verdadera, más razonables y misericordiosos han sido los castigos que
dictaban sus leyes, y cuanto más se alejaban de ella, más corrupto llegaba a ser su
sentido de justicia. Este hecho se manifiesta al comparar las leyes de las naciones de la
antigüedad con las leyes de Israel.

5.- INDIA

En la India antigua, la mujer adúltera era condenada a ser


devorada por perros, un castigo que estremece.

Tener una relación con un chico de otra comunidad. Ese es el terrible crimen que cometió
una joven de 20 años que ha sido violada como castigo por los miembros del consejo
tribal de su pueblo en el estado de Bengala, al este de India.

6.-CHINA

La justicia se administra gratuitamente por los magistrados nombrados por el


emperador, las cuales solo reciben su sueldo del gobierno; y les están severamente
prohibidos los regalos de las partes, y hasta sus visitas.

Cuando se sientan, en el tribunal que llaman Yas-Men, deben estar en ayunas, o a lo


menos no haber bebido vino. Las partes son oídas en persona y producen por escrito
sus defensas; pero no pueden hacerlo por medio de procuradores ni abogados, y los
jueces fallan en seguida a pluralidad de Votos,

Antiguamente usaban de los castigos de la marca, la amputación de cierta parte del


cuerpo, como la punta de la nariz, el pie, el nervio de las corvas, y en fin la muerte. El
código actual contiene los palos, la canga, el destierro, el tirar de las barcas y la muerte.
Para los intérpretes infieles, usan del tormento de estirarles fuertemente los brazos. El
castigo de palos puede ser impuesto por los mandarines de todos los órdenes a sus
dependientes, pera sin pasar de cincuenta, ni ser menos de cinco.

La canga consiste en dos tablas unidas por medio, que se ajustan al cuello del reo por
medio de clavijas; sobre ellas se escriben el nombre y circunstancias del criminal, su
delito y la duración de la pena. En la unión de las dos mitades pone el mandarín su
sello para evitar que la canga pueda quitarse sin su permiso. Así puede andar el reo por
todas partes sin poder bajar la cabeza ni llevar la mano a la boca, de manera que tiene
que alimentarse por caridad. Este instrumento pesa desde 24 libras hasta 200, según la
clase del delito, y descansa sobre los brazos de una especie de silla, en la cual puede
sentarse el culpado.

La pena de muerte se impone de varios modos: el primero consiste en el garrote,


que es el menos deshonroso; el segundo la decapitación, que es considerado infame, y
como el cúmulo del oprobio. El tercero, el ser hecho diez mil pedazos; esto es, un
numero indefinido a golpe de sable, que es el más horroroso.
Solo se aplica la pena de muerte a los delitos contra la seguridad del Estado, o del
emperador, al homicidio sin distinción, y al ladrón cogido con armas ofensivas, porque
presumen en él la intención de asesinar.
Para castigar a las mujeres de mala vida, usan unos palitos redondos que colocan entre
los dedos de las manos, los cuales fuertemente apretados por los extremos con
cuerdas, descoyuntan los dedos causando gran dolor. Este tormento se emplea
también contra los reos para obligarles a confesar, y aun contra los testigos
sospechados de falsedad.

7.- MUSULMANES

Blasfemia contra Dios, su mensajero o contra el Islam:


muerte
Adulterio: si la pareja que comete adulterio tienen relaciones sexuales,
ambos serán lapidados hasta la muerte. Si, en cambio, no tienen contacto
sexual, recibirán 100 azotes y el "destierro" de la comunidad.
Homosexualidad: "muerte para el penetrador y el receptor"
Robo: amputación de sus manos
Beber alcohol: 80 azotes
Calumnias: 80 azotes
Espionaje para "los infieles": muerte sumaria
Abandono del islam: muerte
Estafa: a los que matan y le sacan el dinero a una persona, muerte y
crucifixión; su matan, serán castigados con la muerte; si le sacan el
dinero, le cortarán la mano derecha y el pie izquierdo; por atemorizar a la
gente, "destierro".

8.-QUECHUAS Y AYMARAS

No había leyes escritas puesto que –a diferencia de lo que sucedía con los mayas o los
aztecas– los incas no conocían la escritura. Se trataba de normas transmitidas de forma
oral que se basaban en principios muy claros y precisos; por ejemplo: un mismo acto
punible constituía mayor ofensa si lo cometía un miembro de la élite social que si el
autor era alguien del pueblo llano; si una persona instigaba a otra para que cometiera
un delito, se castigaba al instigador y no al autor material; si la conducta sancionable la
llevaba a cabo un menor, se castigaba a su padre; y la pena podía extenderse a toda la
comunidad en la que residiera el delincuente.

Estas disposiciones de derecho consuetudinario (basadas en el respeto a la costumbre)


abarcaban normas que, hoy en día, agruparíamos bajo los ámbitos del Derecho Civil y
el Derecho Penal, siendo mucho más importante el segundo porque en Tahuantinsuyu
no existía la propiedad privada, no había dinero y tampoco un auténtico comercio.

A los ojos de esta sociedad, quebrantar una ley era algo más que cometer un simple
delito porque el sujeto había desobedecido al Inca (el soberano), cuya sagrada persona
era fuente de toda ley del Estado; por ese motivo, la violación de una norma era, al
mismo tiempo, un sacrilegio, una blasfemia y una alteración del orden basado en el
culto al Sol.
Aunque no existían tribunales, tal y como hoy los entendemos como órganos del poder
judicial donde se administra la justicia, sí que había “jueces” –los curacas– que solían
ser miembros de la baja nobleza encargados de controlar a los administradores locales.
En función de la gravedad del asunto a enjuiciar, el caso podía recaer en los
inspectores del Estado e incluso, si afectaba a la seguridad nacional, el propio Inca
podía actuar como magistrado.

El procedimiento judicial se iniciaba a instancia de parte o de cualquier persona. El


acusado era detenido y, antes de que transcurrieran cinco días, tenía que celebrarse el
juicio. Como ocurría en la Antigua Grecia, los procesos se celebraban al aire libre y,
casi siempre, en público. Se escuchaba a las partes y los testigos (siempre hombres
porque las mujeres eran indignas de crédito) y se daba el veredicto. La sentencia era
inapelable.

La pena más habitual era la condena a muerte por lapidación (a los reos de asesinato),
ahorcamiento (parricidas y filicidas), despeñamiento o mediante animales de presa o
serpientes venenosas. A los altos funcionarios imperiales se les arrojaba encima una
enorme piedra (hivaya) que si no los aplastaba los dejaba tullidos de por vida. Otras
posibles sentencias podían ser el exilio, la amonestación pública, los azotes o la tortura.

El peor delito que se concebía era la alta traición y, en correlación, su condena era la
más terrible: con la piel del traidor debía hacerse un tambor (runatinya) y con sus
huesos, flautas traveseras; además, se demolía su vivienda y sus campos se cubrían
con sal para que nunca volvieran a ser fértiles. Otras conductas terribles eran el
ateísmo, la blasfemia o penetrar en el convento de vírgenes del Sol; asimismo, se
“tipificaban” el aborto (con pena de doscientos azotes si el feto era de hembra y
ejecución si era de varón), el incesto (que no dejaba de ser singular en una cultura
cuyos monarcas se casaban con sus hermanas), el robo, la piromanía…. Y así hasta
condenar a los ociosos y haraganes.

Entre los incas no existían las cárceles, pero sí que disponían de unas prisiones
temporales (sancay o zuacay) en donde se introducía al condenado a morir por las
bestias. Si sobrevivía 24 horas a los animales de presa o serpientes encerrados con él,
se le dejaba en libertad.
9.-ROMA

Además de la ejecución con la espada, que incluía la decapitación (Mt 14:10), algunos
de los métodos de castigo más comunes eran: palizas; el látigo, que a veces tenía
atados huesos, trozos pesados de metal o ganchos; ahorcamiento; despeñamiento;
ahogamiento; bestias salvajes en la arena; luchas de gladiadores, y la hoguera. A los
prisioneros se les solía poner en cepos (Hch 16:24) o encadenar a un soldado. (Hch
12:6; 28:20.) La ley Valeria y la ley Porcia eximían a los ciudadanos romanos de ser
flagelados: la primera, por apelación del ciudadano al pueblo; la segunda, sin necesidad
de apelación.

10.-ACTUAL BOLIVIA

El Biocidio:

“Artículo 350 ter. (BIOCIDIO) de la Ley 700:

Sanciona con privación de libertad de dos (2) años a cinco (5) años y multa de treinta
(30) a ciento ochenta (180) días, a quien matare con ensañamiento o con motivos
fútiles a un animal.

La sanción será agravada en un tercio de la pena máxima, si se matare a más de un


animal.”

LA SANCION EN EL CODIGO PENAL:

El Código Penal establece que la pena máxima que cumplirá una persona que haya
incurrido en delitos específicos es de 30 años de prisión.

Asesinato, establecido en su artículo 252 del Código Penal; Título VIII; Delitos contra la
vida y la integridad corporal; Capítulo 1 Homicidio, la cual señala que: “Será castigado
con la pena de presidio de 30 años, sin derecho a indulto el que matare:

1) a sus descendientes cónyuges o conviviente sabiendo que lo son, por motivos fútiles
o bajos, con alevosía o ensañamiento, en virtud de precio, dones o promesas, por
medio de sustancias venenosas u otras semejantes y finalmente para facilitar o
consumar u ocultar otro delito o para asegurar sus resultados”.
Parricidio, establecido en el artículo 253 del Código Penal; El que matare a su padre o
a su madre a su abuelo u otro ascendiente en línea recta, sabiendo quien es, será
sancionado, será sancionado con la pena de presidio de 30 años sin derecho a indulto.

Traición, art. 109 Título segundo, seguridad del Estado el cual establece que: “el
boliviano que tomase armas contra la Patria, se uniere a sus enemigos, les prestare
ayuda, o se hallare en complicidad con el enemigo durante el estado de guerra
extranjera, será sancionado con treinta años de presidio sin derecho a indulto.

Espionaje, art. 111, establece que: “El que procurare documentos, objetos o
informaciones secretos de orden político o militar relativos a la seguridad, a los medios
de defensa o a las relaciones exteriores con fines de espionaje a favor de otros países
en tiempo de paz, que pongan en peligro la seguridad del Estado, incurrirá en la pena
de 30 años de presidio sin derecho a indulto”.

También podría gustarte