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Ciudades pospandemia

“No podemos construir espacios urbanos con una funcionalidad única si


queremos que sean útiles durante las emergencias”.

“Hay una urgente necesidad de superar las brechas técnicas y normativas en la


planificación urbana”. (Ilustración: Víctor Aguilar Rúa).
Patricia Viel
Actualizado el 21/04/2020 a las 13:39




Nuestras ciudades no serán las mismas después del COVID-19.
Tampoco deberían serlo. En Italia, como en otros lugares, la crisis
nos ha puesto a la defensiva. Nuestros hospitales han sido
inadecuados y nuestras ciudades, planificadas para satisfacer las
necesidades en un momento particular muy diferente al actual,
favorecieron el contagio.
La consecuencia es que el coronavirus está apagando el motor de
ideas e interacciones que impulsan el dinamismo social y el
crecimiento económico: el centro urbano. Y, debido a que el
contagio puede convertirse en una amenaza de largo plazo o
crónica, adaptar el diseño y la gestión urbanos para combatirlo se
ha convertido en una cuestión notable para los arquitectos.
Planear correctamente implica diseñar un sistema en desarrollo
con límites y una clara visión de los riesgos. La falta de hospitales
llevó a una frenética y costosa carrera para construirlos en sitios
que no fueron diseñados pensando en la salud. En Italia, el
Gobierno ya ha considerado la construcción de nodos en el centro
y el sur del país, donde la infraestructura sanitaria es débil. Sin
embargo, más del 75% de los casos de COVID-19 en Italia tuvo
lugar al norte de Toscana, donde, incluso con la infraestructura
sanitaria más sofisticada del país, la región se vio superada.

En Milán, el salón de exposiciones Fiera Milano City fue


convertido en un centro de 25.000 metros cuadrados para la
atención sanitaria de emergencia con cuidados intensivos. ¿Qué
hubiera ocurrido si su diseño inicial hubiese contemplado, no solo
su objetivo principal, sino también la respuesta a una posible
crisis?

Queda claro que no podemos construir espacios urbanos con una


funcionalidad única si queremos que sean útiles durante las
emergencias. Lo “impensable” debe ser parte de las buenas
prácticas del diseño urbano a partir de ahora. Después de todo,
más de la mitad de la población mundial habita en ciudades.

Por eso, las áreas urbanas deben considerar la prevención, además


de su “preparación para las crisis”. Como sostuvieron
recientemente Robert Muggah y Rebecca Katz, las ciudades
necesitan un mapa de preparación para las pandemias. Después de
todo, como estamos viendo, el diseño de las ciudades y la forma en
la que se las habita suelen exacerbar el problema de las
enfermedades infecciosas.

Hay una urgente necesidad de superar las brechas técnicas y


normativas en la planificación urbana. Los esfuerzos de
colaboración entre diseñadores, especialistas en logística y
expertos en seguridad deben establecer lineamientos y definir las
mejores prácticas. Los arquitectos y planificadores deben repensar
los espacios compartidos (públicos o privados) para que sean más
controlables, manejables y permitan su refuncionalización
inmediata ante una emergencia.

También tenemos que ocuparnos de los problemas en la


infraestructura digital. Se ha vuelto más evidente la importancia
de los datos que producimos para que los gobiernos puedan
evaluar y predecir la difusión del virus y mitigar su impacto.
Habitualmente entregamos nuestros datos a empresas privadas
que los usan con fines comerciales, pero consideramos que el uso
gubernamental de esos mismos datos es una invasión a nuestra
privacidad, incluso cuando nuestros gobiernos están obligados a
defendernos de amenazas contra nuestra seguridad, salud y
bienestar.

Un enfoque poscoronavirus para el diseño urbano debiera integrar


los datos que producimos con nuestros dispositivos electrónicos al
sistema de información territorial, pero para eso hay que
digitalizar los países en los que están ubicados. Italia está pagando
un alto precio por su crónica demora para cultivar una cultura
digital. El COVID-19 exacerba la brecha socioeconómica entre
quienes –por disponer de los medios financieros y la educación
digital necesarios– tienen acceso a Internet y otras herramientas
electrónicas, y quienes no.

Necesitamos una red capaz de poner a Italia al mismo nivel de


digitalización que cualquier otro país europeo. Y la propia Unión
Europea (UE) debiera promover la estandarización, como lo hizo
para crear un sistema de seguridad alimentaria
internacionalmente reconocido. Esto facilitaría la digitalización
dispersa, compartir información, y crear tecnologías avanzadas y
herramientas que fomenten el bien público.

Para muchos, la ausencia de una respuesta bien coordinada,


multinivel y a escala continental de la UE ha puesto en relieve sus
limitaciones como guardiana del bienestar de los europeos. Pero lo
cierto es que las respuestas de emergencia habituales ya no son
sostenibles. Una de las lecciones más importantes que nos deja la
pandemia es que tenemos que superar el enfoque tradicional “de
proyectos” y aprender a planificar de manera compleja,
colaborativa e interdisciplinaria, considerando la evolución de
nuestra percepción del riesgo.

Los italianos hemos aprendido de la crisis que la ciudades pueden


pensar y sentir colectivamente. En estos largos días en casa, nos
hemos dado cuenta –algunos de los jóvenes, tal vez por primera
vez– de que la ciudadanía implica obligaciones además de
derechos. Y hoy, en medio de una tragedia histórica, la obligación
más fundamental de todos es la de repensar nuestro futuro.

Traducción al español por www.Ant-Translation.com


–Glosado y editado–

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