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EL TABÚ

DE LA

VIOLENCIA ─ para reflexionar en grupo ─

1. Masticando la violencia

Quiero aquí sacudirme el tabú de la violencia. Tomar ésta entre mis manos y manejarla,
observarla sopesarla apretujarla entre mis dedos. Quiero que la palabra violencia pueda entrar
en mi cabeza para entenderla, ajusticiarla. Y la quiero pronunciar sin temor con todas sus
nueve letras en diferentes tonos e intensidades. Masticarla en sílabas. En otros idiomas.
Decirla bajito decirla gritando: Violencia violencia violencia, sin que por ello ya se me tache de
“violento” o terrorista. En verdad es una palabra grave, pero quiero quitarme el tabú. Porque se
le ha puesto un significado peyorativo, despreciable, intocable, impronunciable para evitar la
liberación de los pobres. Quiero conjugarla en distintos tiempos, combinarla con otras palabras,
encontrarle sinónimos, escribirla en mayúsculas con el lápiz bien recargado. Y escribir curiosas
expresiones: ¿Paz violenta? ¿Violencia pacífica?, más otras que también me mueven a la
reflexión.

2. La V de la violencia

Descubro distintos estilos de violencia. Gente de blanco que creí pacífica… ¡ellos mismos se
creían pacíficos! Veo la violencia del silencio. La indiferencia es más violenta aún. Veo
violencia por doquier, en especial la que da lugar a la pobreza… es institucional. La veo en las
leyes injustas y en las quebrantadas; en los gobernantes autoritarios; incluso en las pesadas
cargas religiosas. Veo violencia en la distribución de la riqueza, en el acaparamiento y el
despojo; en la intimidación y el miedo. Estructural y sistemática es. Es una violencia de
opresión social que viola cotidianamente los derechos humanos, ya por costumbre, ya por
cualquier cosa, pero todos se persignan al pronunciarla. Gobierna la V de la violencia y de
repente todo se mueve violentamente. Mediante ella se oprime al hermano aunque también se
consigue la paz, se odia y se ama. Mediante la violencia se sale en defensa del otro. Mediante
la violencia se somete al pobre, pero éste la tiene prohibida: el pobre ha de mantener la
cordura y olvidarse de conseguir la paz. Empero, por todo esto también los pobres se violentan
ya; y su organización asusta, también es sinónimo de violencia.

3. Desconociendo la violencia

Me acerco al tabú de la violencia, y ¿qué me dice?: Lo que se obtiene con violencia, sólo se
puede mantener con violencia, afirma Mahatma Gandhi. La violencia es el miedo a los ideales
de los demás. Y dice: La humanidad no puede liberarse de la violencia más que por medio de
la no violencia. Por su parte, el escritor ruso Isaac Asimov reflexionaba, La violencia es el
último recurso del incompetente. La violencia, afirma el escritor español Antonio Fraguas, es
miedo de las ideas de los demás y poca fe en las propias. Las antipatías violentas son siempre
sospechosas y revelan una secreta afinidad, decía el escritor inglés William Hazlitt. Toda
reforma impuesta por la violencia no corregirá nada el mal: el buen juicio no necesita de la
violencia, afirmó el ruso Leon Tolstoi. Mientras que el negro estadounidense Martin Luther King
pregonaba: La violencia crea más problemas sociales que los que resuelve. Por su parte, las
citas bíblicas en torno a la violencia son innumerables, muchas a favor, otras en contra.

4. La violencia primera

Y como éstas, muchas otras sentencias han sido proclamadas o manipuladas en la historia,
ignorando la naturaleza, el significado y el derecho humano a la violencia y a la rebelión. ¿Será
porque conocen o intuyen su verdadero significado? ¿Son los pobres quienes promueven esa
campaña anti-violencia? Naturalmente no. Quienes lo pregonan, hipócritamente, suelen ser
aquellos que en la violencia ven amenazados sus privilegios, y de ahí la masa de pobres que lo
creemos. Se trata de una represión ideológica. En realidad son esos privilegiados quienes
ejercen todo el tiempo la violencia, una violencia opresora. La ejercen para enriquecerse y
defender su opulencia, mientras a los pobres les queda prohibido. Esa violencia opresora
aparece primero en el despojo, el desalojo, el robo, origen de la riqueza capitalista:* El corazón
capitalista frunce el ceño, se abalanza sobre lo ajeno y, una vez instalado viene la sonrisa
hipócrita, la “amistad”, quiere la concordia... De inmediato levanta sus leyes respetando mucho
la propiedad privada, que ahora es “su” propiedad… para seguir robando, legalmente.
* Kart MARX, Manuscritos filosóficos.

5. La violencia opresora

Así ha pasado con la tierra y demás recursos naturales, con el trabajo en la fábrica, en el
comercio. Que digan los indígenas, los campesinos, los obreros si no es cierto. Vemos la
violencia a diario en las guardias blancas, en los grupos caciquiles, paramilitares y desde luego
en las fuerzas policiales y del ejército. A base de violencia se defienden y entonces, eso que
decía Gandhi les queda bien: Lo que se obtiene con violencia, solamente se puede mantener
con violencia. Por ende, la violencia armada y represiva del gobierno tampoco sería eficaz,
pero sí lo es. Y las demás frases mencionadas ¿a ellos no se les aplican? ¿Alguien que aplica
la violencia puede criticarla? El pueblo reclama tanto esos medios violentos como sus fines: la
injusticia que con ellos pretende instalar el opresor.

6. La razón no vence la fuerza

Entonces, quienes tienen el poder pueden ser violentos, los pobres no. Bonita cosa. Cómico e
infantil es todo esto. De aquí la necesidad de sacudirse ese tabú que ideológicamente se ha
venido imponiendo a lo largo de la lucha de clases. Decía Argala:* La burguesía recurre a las
armas cuando ve en peligro sus privilegios, lo que induce a pensar que si la clase obrera no se
plantea el problema en términos semejantes, tendremos ocasión de presenciar muchas
matanzas y pocas revoluciones. Y no vayamos tan lejos, el revolucionario oaxaqueño Ricardo
Flores Magón lo decía más lapidariamente: A la fuerza no se la vence con razones, a la fuerza
se la vence con la fuerza. Y qué cierto estaba, porque no fue la razón lo que derrotó a la
dictadura de Porfirio Díaz, fue la fuerza. Es que el diálogo no cabe para quien genera la
violencia; y quien responde violentamente es porque encuentra el diálogo agotado, o mejor
dicho, porque en realidad no hay diálogo. San Agustín decía: Quienes hacen imposible la
revolución pacífica, hacen inevitable la revolución violenta.
* Cfr. José Miguel Beñarán Ordeñana, Argala (1949-1978). Autobiografía.

7. Violencia en potencia y esencia

Cierro mis ojos y me descubro violento. Muy violento. Sólo por la violencia latente en mis armas
de ira, envidia, egoísmo, soberbia, pero también de amor, fe, justicia, conciencia social… lo
cual me puede violentar ante las injusticias. Y su sola posibilidad es ya violenta, porque viola mi
estado indefenso ante el opresor: soy violento porque me puedo defender. Porque estoy
armado de sentimientos humanos y pensamientos subversivos. Si usted, estimado lector,
observa su ser y su existencia, es en sí mismo violento en cuanto viola el vacío que ocupa en
el mundo. Violando la nada soy violento por el simple hecho de ser; y mi forma de ser anula,
excluye aquellas formas que no son en mí. Así las cosas, hasta el Espíritu Santo resulta
violento. Más aún, el día de hoy ya no es como ayer, y así, todo presente viola el pasado pues
las cosas van cambiando con el tiempo. Es el tiempo un gran violador del ser humano y de la
naturaleza que nos rodea. La naturaleza es una gran violadora de sí misma, y por ende usted,
como yo, también se viola a sí mismo de un momento a otro.

8. El rencor social

La violencia es también una mezcla explosiva donde figura desde luego el rencor social; la ira
acumulada ante el autoritarismo y la prepotencia gubernamental, el continuo engaño y el
cinismo, la desigualdad y los privilegios de una clase social a costa de los marginados. Es el
odio ante la impotencia de siempre salir perdiendo y de la continua violación a los derechos
humanos, una degradación social sin precedentes. Un rencor que no se puede reprimir, de
años, de siglos, que amenaza seriamente el poder. Es la ira fermentada, la rabia social que los
opresores tratan de calmar mediante distintos medios ideológicos que promueven la
resignación, la paciencia, la prudencia, la distracción y la mentira, la esperanza en la otra vida,
el “amor” al enemigo, el voluntarismo de la “superación personal”. La violencia es cosa del
pasado, dicen, porque saben que donde no hay irritación no hay combate –en palabras del
papa San Zósimo (350-418 d. C.).

9. El derecho a la violencia

Abro los ojos y sigo pensando. Todas las guerras de independencia han sido eso, guerras, y
gracias a ellas surgieron las naciones de la actual América Latina con cierta libertad y
soberanía. Luego han venido otras revoluciones que buscan avanzar en la justicia social o
recuperar los logros que se van perdiendo. Todas estas rebeliones son violentas porque violan
el orden establecido que pisotea el bien común. Qué inaceptable sostener que ya no deba
haber rebeliones armadas arguyendo que es una etapa superada de la humanidad, sobre todo
si existen tantas injusticias y si lo dicen quienes ambicionan el poder. Porque la violencia es
parte de nuestra supervivencia y del ser humano; y como rebelión, la violencia es un derecho
natural que en su concepto más flaco significa libertad, justicia, paz. ¡Qué modos de decirlo
tenía Flores Magón en “El derecho de rebelión”!* Pero ¿qué dicen las leyes mexicanas?
* Cfr. Ricardo FLORES MAGÓN, El derecho de rebelión, “Regeneración”, 10-sep-1910. Semilla Libertaria: 1.13-15.
Cfr. Antología, UNAM, 1972, p. 3-5. Y ver “Elementos de la democracia”, 22; abril del 2003.

10. Rebeldes no: la ley

El artículo 39 constitucional a la letra dice: La soberanía nacional reside esencial y


originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para
beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la
forma de su gobierno. Mas no se emocione el lector, pues dos párrafos abajo, en el artículo 41
se establece que sí, pero sólo a través de los diputados y los senadores: El pueblo ejerce su
soberanía por medio de los poderes de la unión. Luego, en el artículo 135 remacha que sólo
mediante ellos se pueden hacer cambios a la constitución. Y no es todo, con el artículo 136 se
corona la Carta Magna, el autoritarismo y la represión jurídica: Esta constitución no perderá su
fuerza y vigor, aun cuando por alguna rebelión se interrumpa su observancia. En caso de que
por cualquier trastorno público se establezca un gobierno contrario a los principios que ella
sanciona, tan luego como el pueblo recobre su libertad, se establecerá su observancia, y, con
arreglo a ella y a las leyes que en su virtud se hubieran expedido, serán juzgados, así los que
hubieren figurado en el gobierno emanado de la rebelión, como los que hubieren cooperado a
ésta. Pero, ¿no es la revolución el pueblo mismo?

11. Los frutos de la violencia rebelde

¿Y qué dice la historia? Gracias a la rebelión armada los mexicanos nos independizamos de
España, contra la esclavitud. Con violencia los liberales vencieron al dictador Santa Anna en
1845. Mediante las armas se defendieron las Leyes de Reforma que dieron lugar al estado
laico entre 1858 y 1861. La rebelión y la violencia de Benito Juárez expulsaron al imperio
francés en 1867. La rebelión armada derrotó la dictadura de Porfirio Díaz en 1811. Gracias a la
rebelión y a la violencia de Venustiano Carranza fueron expulsados los estadounidenses de
Veracruz en 1914. Diversos artículos constitucionales se han cambiado a favor del pueblo, y
muchas demandas populares han sido atendidas por los gobernantes gracias a la rebelión y la
violencia. Mediante la rebelión armada el pueblo de San Salvador Atenco conservó sus tierras
ejidales. Y por lo mismo los indígenas zapatistas fueron objeto de la atención mundial. Nada de
esto fue producto del diálogo y la cordura. No venció la fuerza de la razón sino la razón de la
fuerza.

12. Los frutos de la sumisión y la “cordura”

En cambio, con ayuda de la sumisión y la cordura muchos indígenas aceptaron el yugo


español. Por resignación muchos campesinos lamieron la coyunda del porfiriato. Por
sometimiento a las leyes cuántos trabajadores son explotados por el patrón. Apoyado en la
sumisión, un mismo sistema de gobierno ha ido creciendo e imponiéndose hace más de 75
años, incluso desde las entrañas mismas de la Independencia y la Revolución Mexicana. Sobre
las espaldas del pobre agachado se escriben las leyes que legalizan la desigualdad, la
represión, la injusticia, la impunidad. Por la blandura del pueblo se han entregado a los
extranjeros las empresas estratégicas de la nación como el petróleo, gas, energía eléctrica,
tierras, biodiversidad, agua, servicios carreteros, telecomunicaciones, bancos, servicios de
salud, seguridad pública, políticas de gobierno y soberanía. Por la sumisión y la cordura existen
80 millones de pobres en México. Por sumisos el bien común es ahora privada y exclusiva
propiedad.

13. La rebelión genera justicia

¿Las revoluciones traen mayor violencia e injusticias? Definitivamente no, pese a lo que
afirman los intelectuales que buscan acomodarse o ya están en el actual sistema de privilegios.
Es la contrarrevolución la que genera otra vez la violencia. No han sido las revoluciones la
causa de nuevas injusticias, sino la ambición de quienes insisten en apoderarse del bien
común. Lo hemos visto claramente en las Juntas de Buen Gobierno zapatistas, donde la
violencia de la autonomía ha dado frutos de reconciliación, paz, organización y desarrollo
comunitario;* es la contrarrevolución la que genera la violencia de represión a estas luchas
autonómicas. Y aunque la violencia rebelde no elimina la violencia opresora, esto es muy
diferente a generarla. Porque tan pronto los rebeldes se debilitan, los opresores se
reacomodan. Entonces la rebeldía no genera más violencia; más bien ha dejado suelto al
opresor, origen de la primera violencia y verdadera causa. Hay una violencia que mata y otra
que da vida.
Cfr. Subcomandante Marcos, Ver un video, 6ª parte; La Jornada, 25 ago 04.

14. Unión y división, ambas violentas

Ahora bien, el debilitamiento rebelde viene de su división interna y de su aislamiento entre otras
cosas. Porque si los rebeldes se mantienen unidos e intachables, dejan sin efecto a la violencia
inicial, que es la violencia opresora del despojo, siempre mayor, en sus diferentes y muchas
veces sutiles manifestaciones. Ciertamente numerosos rebeldes se han vuelto también
opresores, mas no es culpa de la revolución armada sino de las debilidades humanas, la
división y la desorganización. Esto sucedió en Nicaragua al triunfar la insurgencia sandinista,
pues la conducta disoluta de algunos líderes que ocuparon el poder desmoralizó con frecuencia
al pueblo revolucionario; pero las armas no fueron la causa de ello ni del fracaso socialista; y
mucho tuvo que ver, es bien sabido, el aislamiento que provocó el embargo económico
fomentado por los Estados Unidos para que se hundiera el nuevo gobierno; y claro, faltó la
solidaridad de otras naciones oprimidas. Tal es la violencia opresora, la que comienza, la que
provoca.

15. La violencia liberadora es justa

Así que la violencia original, irracional, es la que genera rebeldía y más violencia. En cambio,
sólo la rebeldía bien organizada puede ponerle un alto. Y qué justa es, tanto cuanto significa la
liberación de las mayorías. De aquí que, si quiere usted paz, prepare la guerra, pues vivir sin
violencia no significa vivir sin rebeldes, significa vivir sin opresores en el poder. Así de sencillo.
Así de complicado, porque unirse para eso no es fácil, y menos mantenerse unido cuando la
contraparte se empeña en dividir. Entonces, un paso obligado de la liberación es identificar
claramente a los opresores y analizar cómo ejercen la violencia, para desbaratar su sistema sin
heredar vicios. Pues sí, violentamente. Esto es la concientización popular, y para eso el análisis
de la realidad social. Nada más violento que la rebelión y la violencia con argumentos.

16. Los escrúpulos religiosos

No conforme, me dispongo a tocar fibras sensibles de la ideología popular para sacudirme en


definitiva el tabú de la violencia. Y estas fibras tienen su origen en la religión. No lo hago como
gran teólogo, sólo con sentido común. Así, pues, siendo nuestro pueblo un pueblo cristiano, y
católico, lo primero que me viene a la mente es el Sermón del Monte, donde Jesús invita a
amar a los enemigos y a poner la otra mejilla en lugar de la venganza. Esto genera muchas
confusiones y contradicciones en el evangelio, porque en otros momentos Jesús defiende al
agredido y encara fuertemente al agresor, como el caso de la mujer adúltera. A lo largo de los
evangelios sale por el oprimido y no le dice, ¿Te falla un ojo?, ahora que te falle el otro; viene a
anunciar la liberación de los oprimidos. Luego entonces, aquel Sermón debe ser entendido de
otra forma.*
* Cfr. Mt 5 38-42; Lc, 4, 18s.

17. Venganza no

El evangelio no promueve la sumisión, fomenta el amor al enemigo. Pero ¿cómo se ama al


enemigo? ¿Permitiéndole exterminarme? No con venganza –aclara–, sino con perdón, siendo
más misericordioso que justo. Y no un perdón nada más porque sí, sino uno más difícil que
implica el arrepentimiento sincero del otro, un perdón rara vez posible. Debe, pues, existir un
arrepentimiento y un perdón.* Si no los hay, evítese la venganza personal –se exhorta–, siendo
las leyes comunitarias las que actúan en consecuencia, aplicando la Ley del Talión en pro de la
justicia, no vengándose: ¿Te robaste un chivo?, paga un chivo. Una justicia más noble que la
nuestra, porque en nuestros días se paga el daño y además una sanción. Luego entonces, la
venganza resulta tan abominable en el evangelio, que se entiende más algo tan absurdo como
es poner la otra mejilla... a fin de cuentas el evangelio se comprende mejor desde el corazón.
* Cfr. Mt 5, 43s; Lc 17, 3s.

18. El Dios violento

Era necesario comentar estas cosas para afirmar que la violencia rebelde del pueblo oprimido
no contradice al cristianismo, puesto que no se trata de venganza sino de liberación. Con
violencia Dios liberó a los israelitas en Egipto, una salida violentísima como ninguna. La
insurrección de Judas Macabeo acabó violentamente a los ejércitos del rey griego Antíoco IV,
con la ayuda del Señor. Con violencia expulsó Jesús a los mercaderes del templo empuñando
un látigo. Violentas y rebeldes eran sus enseñanzas ante el orden político y religioso de
aquellos años. Yo he venido a prender fuego en el mundo, ¡y cómo quisiera que ya estuviera
ardiendo! No he venido a traer paz sino guerra. Ahora, quien no tenga espada, que venda su
abrigo y se compre una. Era Jesús muy violento y muy rebelde todo él. Y en la Biblia
frecuentemente se habla de la ira de Dios. Vaya, dicho popularmente, es el derecho al
encabronamiento cuando la tolerancia llegó a su límite. Todavía más, muchos han seguido los
designios del cristianismo en contra de su voluntad –se quejaba el propio Jesús–, mientras
otros le han fallado haciendo el mal, también contra su voluntad, decía San Pablo de sí
mismo… se trata de una espiritualidad violenta. *
* Cfr. Ex 7-11, 14. 2 Mac 8, 20. Jn 2, 13-16. Lc 12, 49-53; 22, 35ss. Mt 26, 36-46. Ro 7, 7-25. Cfr. José Ignacio
GONZÁLEZ FAUS, S. J.; Jesús y los ricos de su tiempo; CRT; México, 1987.

19. Justificaciones de la violencia social

De modo que la violencia en sí misma no es mala. Malo es cuando viola el principio y


fundamento de la creación: el bienestar del ser humano. Incluso, desde la Edad Media, ha sido
la Doctrina Social Cristiana de la iglesia católica la que ha puesto sobre la mesa las
condiciones que validan la violencia en contra de la tiranía o de la guerra, a saber: a) una
causa justa y grave; b) los otros medios para alcanzar el fin están agotados, sin éxito; c) el
daño que se causa con estos medios violentos no es mayor que el daño que se pretende
*
quitar; d) debe existir probabilidad de éxito; y e) ultimátum previo. Y hay en la actualidad una
razón más, aceptada tanto por el más piadoso como por la ley más tirana: la violencia en
defensa propia. Analicemos cada una de ellas.
* IMDOSOC, Manual de Doctrina Social Cristiana, México, 1989, p. 309.

19-a. Una causa justa y grave

¿Acaso no es justa la causa de 80 millones de mexicanos en la pobreza? ¿No es justa la causa


de miles de niños que mueren de pobres cada día, hambrientos, o porque les faltó una sencilla
medicina? No puede ser injusta la causa de aquellos que nacen pobres, con el futuro
cancelado y destinados a la miseria; aquellos que ya nacieron cansados y desnutridos. Es justa
la causa de los millones de desempleados que habitan en este país gritando, ¡por favor
explótenme! Más que justa es la causa de los miles de trabajadores defraudados y traicionados
en sus prestaciones laborales. Más que justa es la causa de miles de ancianos desprovistos de
los más elementales derechos humanos. No puede ser injusta la causa de las familias
desintegradas por la migración. Ni es injusta la causa de las sesenta y dos etnias que reclaman
autonomía y derechos humanos para los indígenas en este país. Muy justa la causa de miles
de campesinos que no encuentran tierra para trabajar, ni mercado para sus productos en el
mejor de los casos. Justísimo la causa de los empleados explotados con sueldos de hambre.
Se trata de una guerra institucionalizada de “baja” intensidad. ¿Es injusto que los mexicanos
reclamen mejor distribución de la riqueza? ¿Y defender la soberanía nacional frente al imperio
de las empresas extranjeras? ¿Injusta la causa de los presos políticos, de los torturados? ¿Es
injusta la madre que clama por su hijo desaparecido? Todas éstas son causas muy justas y
muy graves.

19-b. Agotadas las vías pacíficas

La organización ciudadana encuentra innumerables obstáculos para solucionar sus problemas.


Muchas vueltas nos han hecho dar en vano las “autoridades” por un papel o para atender una
solicitud. Véngase mañana, nos dice cualquier funcionario público. Su expediente está
incompleto. Oficios van, vienen y las cosas no se resuelven. Las promesas de campaña no se
cumplen. ¡Veamos al futuro, olvídense del pasado!, exhortan en sus discursos. Los acuerdos
del “diálogo” son tirados a la basura. Y los caminos legales para solucionar algún problema se
convierten en un laberinto de enredadas maniobras donde sólo con dinero se puede salir. Las
manifestaciones públicas, las marchas, mítines, lejos de ser escuchados son reprimidos. Los
foros las consultas, una pantomima. Los representantes “populares” ya sabemos lo que
representan. Los partidos políticos resultan totalmente ajenos y contrarios a la democracia. Y
muchas vías pacíficas ni existen, como el referéndum o la revocación de mandato, el plebiscito,
etc.

19-c. Los daños de la rebelión son menores

Y encima de todo hay que poner buena cara. Quiere el gobernante que nadie levante la voz,
menos la mano; y los puños están atados por el tabú de la violencia. Pero los mexicanos
estamos hartos de la sumisión y de morir en la cordura. Hartos del Si, patroncito, ¿Qué quiere
la señora? La rebelión es la única salida para sobrevivir y nada puede resultar peor a la
violencia institucionalizada que aniquila día a día a los mexicanos. Máxime si la ciudadanía se
organiza para la rebelión y es consciente; máxime cuando es avalada y apoyada por las
mayorías del pueblo, cuando la entiende cualquiera; máxime si el pueblo entero es el que se
levanta, porque entonces la armas no necesitan dispararse. Ninguna rebelión ocasionará
peores frutos que los ocasionados por la sumisión y la cordura. Ninguna podrá representar
tantas pérdidas como lo es perder la nación entera en manos de las potencias transnacionales
y del imperio estadounidense.

19-d. El éxito de la rebelión

Toda rebelión es exitosa en sí misma, porque se ejerce un derecho. Y porque genera


concientización ciudadana: el desinformado ahora sabe, el que no pensaba ahora piensa, el
que dudaba está seguro. Sobre todo, cuando la revolución es inevitable, inevitables son sus
frutos, dice la historia. Mas no son estas las justificaciones que se piden, sino ¿de verás hoy
habrá mayor justicia social con la violenta rebelión? De suyo, la mayoría de las manifestaciones
violentas del pueblo tienen éxito en nuestro país: las organizaciones logran sus objetivos y los
gobiernos se ven obligados a detenerse y hacer ciertos cambios. Aunque desgraciadamente
reina la ley del más fuerte, ya que a veces la puerca se echa para darle de comer a un solo
cochinito muy chillón, dicen en el campo y así, al que más chilla a ése atiende el gobierno, el
más violento logra sus objetivos. Y entre más grande es la rebelión mayores son los frutos,
principalmente cuando existen bases de apoyo, unidad, y se está dispuesto a dar la vida (ver
numerales 22 y 23). Es que el gobierno no entiende de otro modo.

19-e. Ultimátum

Cuando el gobierno termina sordo y ciego a la realidad, no hay ultimátum o advertencia que
valgan. No vamos a ceder a las provocaciones, se nos dice. En este caso, es la realidad misma
la que va forjando un ultimátum que el gobierno no ve. Las condiciones se van dando, las va
dando el propio gobierno en su afán voraz por mantener e incrementar su poder y riqueza.
Además, al capitalista no le importa el destino del mundo ni otra cosa que su bienestar
personal: Después de mí, el diluvio, piensa, mientras el ultimátum sigue forjándose: Al principio
son tomas simbólicas, clausuras simbólicas, juicios simbólicos, pero el gobierno ni los ve ni los
oye. Y luego vendrán leyes simbólicas, autoridades simbólicas, expropiaciones simbólicas y
nuevos repartos también simbólicos; órdenes de aprehensión simbólicas donde seguramente
figurarán Vicente Fox y Martha Sahagún, los ex presidentes, Francisco Gil, Santiago Creel,
algunos banqueros y otros empresarios, magistrados, muchos diputados, senadores y todo
aquel que se considere traidor a la patria… Todos estos son ultimátums que el gobierno no
quiere ver. Hasta que la situación estalle y lo simbólico se haga realidad.

20. En defensa propia

De manera paralela, los grupos armados van en aumento a medida que el capitalismo y el
neoliberalismo avanzan; a medida que se cierran las puertas del diálogo y se imponen leyes,
programas y políticas de gobierno que sólo favorecen a los empresarios inversionistas; a
medida que la pobreza es resultado de la riqueza acumulada en una clase política y
empresarial; a medida que crece el descrédito y la repugnancia al sistema electoral de
partidos, a los gobernantes… en suma, a medida que el gobierno se las ingenia para que
nazca una nueva revolución. Crecen los grupos armados tanto cuanto hierve la conciencia
ciudadana, reventándose las ataduras del tabú de la violencia; a medida que se unen las
organizaciones populares; en la medida que esta realidad no puede ser la cúspide de la
historia y la gente se niega a dejar en la injusticia la última palabra. Se trata en pocas palabras
de un movimiento armado en defensa propia.

21. Ochenta y tres grupos armados *

Ahora se entiende porqué en el 2004 existen por lo menos 83 grupos armados en 22 entidades
del país, según lo reconoce el propio gobierno en un reporte confidencial de la Coordinación
General de Inteligencia para la Prevención, de la Policía Federal Preventiva: 23 en Guerrero,
13 en Chiapas, 9 en Oaxaca, 4 en Campeche, 3 en Puebla, 3 en Veracruz, 3 en Chihuahua, 3
en San Luis Potosí, 2 en Nayarit, 2 en Morelia, 2 en Tamaulipas, 1 en Guanajuato, 1 en Colima,
1 en Querétaro, 1 en el Distrito Federal, 1 en Michoacán, 1 en Aguascalientes, 1 en Tlaxcala, 1
en Sonora, 1 en Sinaloa, 1 en Baja California Norte y 1 en Baja California Sur. Es que mientras
hayan injusticias la paz sólo puede ser un mito y, vaya, sin justicia no puede haber paz pues
significan lo mismo.
* Cfr. Revista La Crisis, 12 de abril del 2004; p. 18.

22. Bases de apoyo, imprescindible

Asimismo, esta violencia va creciendo a medida que crecen las bases de apoyo, es decir, en la
medida que la insurgencia recibe la comprensión y el apoyo del pueblo, aunque no se adhiera
a la militancia. Esto es imprescindible. Y entre más gente piensa con el estómago vacío, esta
concientización va dándole a la violencia de la rebelión una fuerza incontenible. Es el clamor
popular. Ya no es aquel grupo aislado que en las armas veía la única salida. No, a medida que
la conciencia social va aumentando, las armas bélicas se van haciendo innecesarias. Es la
fuerza de la organización, la organización de la esperanza. Esto es lo que ha pasado con la
insurgencia zapatista: llegó un momento en que la sola unidad era más poderosa que los rifles;
así que tomaron el azadón, la hoz, el martillo, los machetes y se pusieron a trabajar,
construyendo una nueva realidad a contrapelo del “estado de derecho”, nuevas leyes y un
nuevo gobierno donde el que manda, obedece: obedeciendo la voluntad popular.

23. ¿Prudencia revolucionaria?

De esta manera me he sacudido ese tabú de la violencia y me siento más libre más pleno, más
humano más en paz. Sólo queda por decir en este pequeño espacio, que muchas virtudes
requiere el revolucionario, entre ellas la prudencia. Sin embargo, ésta no le llevará a la
violencia y a la rebelión que lo han de liberar. La valentía sí. Porque la prudencia se agazapa;
la valentía se arroja. Bien decía Aristóteles que la prudencia es más propia de los
gobernantes,* de los conservadores, no de los revolucionarios dispuestos a dar la vida por la
dignidad humana. En efecto, Monseñor Romero no habría sido asesinado en El Salvador si
hubiera sido prudente. El mismo Jesús habría librado la cruz agarrado de la prudencia, la
diplomacia y la cordura. Y mediante la prudencia jamás se gritará ¡Patria libre o morir! Este
valor de los revolucionarios es la última de sus armas, la invencible. Porque el pueblo dispuesto
a morir está dispuesto a todo y ha roto todos los esquemas. Esto no lo puede el opresor. Así
pasó en Cuba, en Nicaragua, en El Salvador, en Vietnam, y es lo que ahora pasa en Irak. El
poeta cubano José Martí recitaba: El hombre que clama vale más que el que suplica; el que
insiste hace pensar al que otorga, y los derechos se toman, no se piden, se arrancan, no se
mendigan. Donde no hay justicia, no puede existir la paz.
* Cfr. Aristóteles, La Política. EMU; México; 1998; p. 55.

24. No es cosa de un día *

Pero la revolución mexicana no se hizo en un día. La revolución y la independencia de México


requirieron por lo menos veinte años de lucha: diez antes y diez después de anunciadas un 20
de noviembre y un 16 de septiembre respectivamente. Con años de anticipación Hidalgo,
Morelos y otros insurgentes ya mascullaban el movimiento independentista de 1810; cartas
iban y venían en el centro del país discutiendo, organizando el asunto; las rebeliones no se
hacían esperar, y fue hasta 1821 cuando se consumó la supuesta independencia, a medias, en
manos de un poder oligarca. Asimismo, 1910 llevaba un empuje de años y luchas en diversos
estados, como las huelgas de Cananea en Sonora y de Río Blanco en Orizaba, entre muchas
otras que tenían la esperanza siempre frustrada en el cambio electoral de Porfirio Díaz: se
necesitaron otros diez años después de aquel 20 de noviembre, durante los cuales huyó Díaz,
se luchó por el Plan de Ayala, formularon el Plan de Guadalupe, el Plan de San Luis, y se
redactó la Constitución de 1917 entre tantos acontecimientos… hasta que por fin se consumó
la revolución, también a medias, en manos de otro poder oligarca.

25. Una esperanza que no espera *

Luego, entonces, en esta historia que parece cíclica cada cien años, ya brotaron las primeras
burbujas del nuevo hervor revolucionario, cuyo estallido se asoma no muy lejos, hacia el 2010,
para que se cueza medianamente allá por el 2020. Porque ya toca. Se siente en el ambiente.
El hartazgo se derrama ya. El hedor de la política oficial genera un asco que provoca el vómito
de los partidos políticos y los funcionarios de gobierno. El malestar crece, la rebeldía florece en
todos lados. Porque el sufrimiento humano tiene límites. Llega un momento en que se acaba la
paciencia, la tolerancia, la esperanza, la ingenuidad y sobre todo la ceguera. Las autoridades
dejan de merecer respeto; la administración de la justicia y de las leyes es tendenciosa,
despreciable. Cuando esto pasa, la ingobernabilidad está presente y las “autoridades” no
tienen autoridad verdadera, porque no sirven. La “esperanza” de cambio se desvanece.
Bienvenido ese día en que se esfume esa “esperanza”, porque dejaremos de esperar el
cambio y nos pondremos a cambiar las cosas. Ese día dejaremos el “beneficio de la duda”,
porque no habrá más duda: ¡a levantarse ya! Nos pondremos de pie, sacudiremos nuestras
rodillas. Entonces, usted le dirá, Vamos compañero, y el compañero irá. Ya no pediremos ese
día, ya no exigiremos: iremos a los hechos. Comenzaremos a construir un gobierno autónomo
del pueblo, apacible sin lujos ni necesidades. Usted preguntará por la “esperanza” y no la
hallará. Le dirán, la esperanza allá va… ahora tiene pies, ahora camina.
* Cfr. Revista El Volador, Viva la desesperanza, Papantla, Ver., 2004, Nª 23, p. 2. 

México. Agosto del 2004

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