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Voces: CONCURSOS - ACCIÓN REVOCATORIA CONCURSAL - CONTRATOS - BUENA

FE - LEGITIMACIÓN - FRAUDE EN LOS ACTOS JURÍDICOS - BIENES INMUEBLES -


COMPRAVENTA - CONCURSOS Y QUIEBRAS - INSOLVENCIA FRAUDULENTA

Partes: Fernández Oscar Carlos c/ Borreli Jorge y otros | ordinario

Tribunal: Cámara Nacional de Apelaciones en lo Comercial

Sala/Juzgado: C

Fecha: 4-jun-2013

Cita: MJ-JU-M-81027-AR | MJJ81027

Producto: SOC,MJ

Resulta inoponoble al actor adquirente la compraventa de un inmueble celebrada entre dos


hermanos dado que corresponde presumir que la hermana que adquirió la propiedad conociera
la insolvencia del deudor principal.

Sumario:

1.-El fraude es la provocación o agravación de la insolvencia mediante actos u omisiones del


deudor, en perjuicio de sus acreedores, sustrayendo bienes de su patrimonio. Es decir que el
deudor, cuando realiza el acto, lo hace con la intención de causar un perjuicio a sus
acreedores y esta caracterización permite señalar tres notas que se hallan siempre presentes
en la noción de fraude a los acreedores: (i) otorgamiento por el deudor de actos o negocios
jurídicos; (ii) provocación o agravación de la insolvencia del deudor mediante esos actos; y (iii)
sustracción de bienes del patrimonio del deudor en perjuicio de los derechos de los
acreedores.

2.-El acto fraudulento es un acto jurídico real de enajenación de bienes, realizado a sabiendas
de que causa o agrava la insolvencia del agente en perjuicio de sus acreedores.

3.-El fraude es un vicio de la buena fe, explicando que ella exige que el deudor, que conserva
la administración y disposición de sus bienes, no realice actos que provoquen o agraven su
insolvencia en perjuicio de sus acreedores.

4.-Una regla básica del derecho es que los actos jurídicos deben celebrarse, interpretarse y
cumplirse acorde al principio de la buena fe (CCiv. 1198(REF:LEG1308.1198)), principio éste
que fue impuesto y extendido con causa en las intensas modificaciones de la vida política,
económica, jurídica y social, y que por ello opera en la actualidad como hecho, como valor,
como modo de interpretación e integración.

5.-La reforma introducida el año 1968 por la ley 17711(ref:leg1507) modificó filosófica e
ideológicamente el Código Civil. Así, las características y funciones de la buena fe tuvieron un
viraje indisimulado en la doctrina, en contraste con los juristas decimonónicos que aceptaban
sus efectos sólo en los casos en que la norma la aludía directamente: actualmente, el CCiv.
1198 es un principio general informante de la totalidad de la regulación jurídica.

6.-En los Códigos de tercera generación (vgr. Código Suizo de las Obligaciones) la función de
la buena fe prescinde de la causa ocupando su lugar. De esta manera se sustituye la tipicidad
causal característica de los derechos latinos, por la tipicidad legal en beneficio de la seguridad
del tráfico, y es por esto que la buena fe exige a las partes recíproca lealtad que debe
apreciarse objetivamente aplicando a cada situación el criterio de lo que ellas hubieren hecho
estimándose los parámetros brindados por el honor y la razonabilidad.

7.-La buena fe exige una conducta diligente en la concertación y cumplimiento de los actos
jurídicos, y viene a constituirse en el trasfondo y superficie de la relación jurídica anudada.

8.-La nota distintiva del fraude, entendido como vicio del acto jurídico, debe estar referido de
modo inexcusable a alguno de sus elementos constitutivos ya que importa la falla de un
requisito atinente a alguno de tales elementos y, según es sabido, la buena fe no es elemento
esencial del negocio jurídico sino un principio general que, recién lo dije, impera en todas las
relaciones jurídicas.

9.-El fraude a los acreedores constituye un supuesto de causa ilícita en los términos del CCiv.
502(REF:LEG1308.502) pues el deudor, al celebrar el negocio produce o acentúa su
insolvencia, y lo otorga con el fin de causar un perjuicio a sus acreedores sustrayendo bienes a
la ejecución de éstos. Por ende, la provocación de un daño a terceros -como lo son los
acreedores- erigida como razón determinante de la conducta del deudor, configura, sin lugar a
duda alguna, una hipótesis de nulidad causal.

10.-La esencia del acto fraudulento puede constituir en una enajenación o, en sentido más
amplio, en una disposición de bienes o en una renuncia al derecho de adquirirlos, de manera
que son impugnables todos aquellos negocios que, al causar o agravar la insolvencia del
deudor, generan un perjuicio a sus acreedores. Esta es la solución que surge del Código Civil,
pues el art. 961(REF:LEG1308.961) dice que todo acreedor quirografario puede demandar la
revocación de los actos celebrados por el deudor en perjuicio o en fraude de sus derechos
sentando una regla de vasto alcance, y el art. 964(REF:LEG1308.964) agrega que si el deudor
por sus actos no hubiere abdicado derechos irrevocablemente adquiridos, pero hubiese
renunciado facultades, por cuyo ejercicio hubiera podido mejorar el estado de su fortuna, los
acreedores pueden hacer revocar sus actos y usar de las facultades renunciadas .

11.-La acción que la ley concede a los acreedores para atacar los actos fraudulentos de su
deudor se denomina, indistintamente, acción de fraude, revocatoria o pauliana y esta acción es
la pretensión judicial que tiende a obtener la revocación del acto fraudulento en la medida
necesaria para hacer efectivo el crédito del acreedor que la ejerce, mediante la ejecución del
bien sustraído indebidamente del patrimonio del deudor.

12.-La acción pauliana tiene por finalidad suprimir los efectos perjudiciales del acto
fraudulento, haciéndolo inoponible al acreedor que la ejercita, de prosperar su ejercicio,
permitiéndole ejecutar su crédito sobre el bien que fuera objeto del acto reputado fraudulento y
a través de cuyo mecanismo el deudor lo había excluido de su patrimonio.

13.-La acción revocatoria tiene su fundamento en la necesidad de mantener la integridad o


intangibilidad del patrimonio del deudor, garantía común de sus acreedores, contra aquellos
actos reales de aquél que significan una indebida disminución de dicha garantía. Es, pues, una
acción patrimonial o conservatoria.

14.-En cuanto a la legitimación activa para promover la acción pauliana, el art. 961 del CCiv.
se refiere a todo acreedor quirografario , lo que se explica porque son estos acreedores
quienes -al no gozar de preferencia para el cobro de sus créditos- tienen de ordinario interés
en el ejercicio de la acción en tanto que los restantes, los privilegiados, se encuentran
amparados por su privilegio.

15.-La cuestión concerniente a contra quiénes debe dirigirse la acción revocatoria tampoco
suscita divergencias: ella debe entablarse, de manera imprescindible, contra el deudor y contra
el tercero con quien aquél celebró el negocio que se impugna, y si el tercero -a su vez- hubiera
trasmitido el bien adquirido del deudor, debe dirigirse también contra el tercer subadquirente
(CCiv. 967(REF:LEG1308.967), 968(REF:LEG1308.968) y 970(REF:LEG1308.970)) y ello se
explica porque, de prosperar la acción pauliana, la sentencia se hará valer contra el tercero al
cual el deudor trasmitió el bien y si lo hubiera, contra el subadquirente que lo recibió de aquél.

16.-La acción revocatoria es una acción de inoponibilidad del acto fraudulento que, en caso de
prosperar, sólo le resta eficacia en la medida en que el negocio perjudica al acreedor que la
ejerce, sin afectar la validez de tal acto entre quienes lo celebraron y ello importa admitir: (i)
que el negocio fraudulento es válido y, por lo tanto, produce todos sus efectos propios entre
quienes lo celebraron, esto es, entre el deudor y el tercer adquirente; y (ii) que el negocio
fraudulento solamente queda privado de sus efectos propios frente al acreedor cuya acción
revocatoria progresa o, en otros términos, ese negocio no se lo puede hacer valer contra tal
acreedor.

17.-La naturaleza jurídica de la certificación de firma efectuada por el escribano importa un


documento auténtico en el sentido que le daban las Leyes de Partidas, en cuanto viene
corroborado por persona con uso de sello , es decir, por persona auténtica (Leyes 1 y 114, Tít.
18).

18.-En tanto las leyes regulatorias de la actividad notarial en relación a las certificaciones que
autentican firmas o impresiones digitales facultan al escribano para tal efecto, resulta
consecuencia de ello que tal autenticación es instrumento público que, al ser realizada fuera
del protocolo, es instrumento público extraprotocolar (arg. CCiv. 979: 2º(REF:LEG1308.979);
980(REF:LEG1308.980), 985(REF:LEG1308.985), 986(REF:LEG1308.986) y cctes.), sin que
ello traiga aparejado comunicar tal carácter al instrumento privado que autentica, el cual queda
invariable en su signo de instrumento privado.

19.-Como la intención defraudatoria es de difícil prueba, el cciv 969 establece que el ánimo del
deudor de defraudar a sus acreedores por actos que les sean perjudiciales, se presume por su
estado de insolvencia , de modo que al acreedor que intenta la acción revocatoria le basta con
demostrar la insolvencia de su deudor.

20.-La intención de defraudar por parte del deudor se presume cuando realiza el acto
conociendo su insolvencia o que dicho acto la produce, y que el deudor enajena con fraude
cuando sabe que su patrimonio se encuentra en tal estado que no puede realizar, sin perjuicio
de sus acreedores, esa disminución de su haber. Esta presunción reposa sobre un principio de
buen sentido: si el deudor es insolvente, no se le puede escapar que no debe realizar actos
que lo lleven a ese estado o lo agraven y, como dije, el conocimiento del deudor de su situación
patrimonial debe admitirse fácilmente porque no se puede suponer, al menos en principio, que
una persona ignore el estado de sus propios negocios..

21.-Para que se considere cómplice del fraude al tercero, no es necesario que haya mediado
un acuerdo con el deudor para defraudar a los acreedores (acuerdo éste, por otra parte, cuya
existencia no ha sido probada), sino que es suficiente la mala fe del tercero, consistente en el
conocimiento que al tiempo de celebrar el acto tuviera de la insolvencia del deudor y ello es así,
porque el CCiv. 969, 2ª parte(REF:LEG1308.969), dispone que la complicidad del tercero en el
fraude del deudor, se presume también si en el momento de tratar con él conocía su estado de
insolvencia .

22.-En los casos de fraude, la prueba es normalmente muy compleja, porque precisamente se
trata de actos en los que la apariencia es engañosa, es esto lo que conspira contra la precisión
que corresponde a otro tipo de procesos, y es por esto mismo que en la generalidad de los
casos se halla basada en indicios y presunciones que deben ser graves, precisas y
concordantes.

23.-El indicio es el hecho real, cierto (probado o notorio) del que se puede extraer críticamente
la existencia de otro hecho no comprobable por medios directos según la prueba aportada a la
causa; y que las presunciones constituyen, por su propia naturaleza, una prueba indirecta
basada en el raciocinio. Este raciocinio que puede ser inductivo o deductivo según el caso,
tiene por fundamento tres grandes tipos de acontecimientos: (i) los modos constantes del obrar
de la naturaleza, (ii) la índole y esencia misma de las cosas, y (iii) la forma constante y
uniforme de conducirse los hombres en sociedad, en sus relaciones comunes y recíprocas. Es
decir, las presunciones consideradas como institución procesal, tienen un fundamento natural
y necesario: el razonamiento

24.-No basta la simple negativa de los hechos por parte de los demandados adquirentes, si
ellos no aportan prueba directa -o cuanto menos indiciaria- de la legitimidad del acto que se
reputa realizado en fraude del acreedor (fraude éste que se presume por el sólo hecho de
haberse desprendido el deudor de sus bienes -cciv 969, 1ª parte), pues quien niega,
implícitamente está afirmando que el acto es válido y el onus probandi compete a quien afirma:
bien ha sido dicho -y lo comparto- que la acción pauliana configura claramente un supuesto de
aplicación de las reglas de distribución dinámica de las pruebas N.R.: Sumarios elaborados por
Ricardo A. Nissen.

En Buenos Aires al día 4 del mes de junio dos mil trece, reunidos los Señores Jueces de
Cámara en la Sala de Acuerdos fueron traídos para conocer los autos "FERNÁNDEZ, OSCAR
CARLOS c/ BORRELLI, JORGE Y OTROS s/ ORDINARIO" (expediente n° 84.072/02, Juzg.
1, Sec. 2) en los que al practicarse la desinsaculación que ordena el artículo 268 del Código
Procesal, Civil y Comercial de la Nación resultó que la votación debía tener lugar en el
siguiente orden: Doctores Garibotto, Villanueva y Machin.

Estudiados los autos la Cámara plantea la siguiente cuestión a resolver:


¿Es arreglada a derecho la sentencia apelada de fs. 889/893?

El Dr. Juan Roberto Garibotto dice:

I. La litis y la sentencia de primera instancia.

i. En acotada síntesis, la litis versa sobre lo siguiente.

(i) Oscar Carlos Fernández demandó por acción revocatoria o pauliana y por "eventuales"
daños y perjuicios a Jorge Borrelli, Rosa Águeda Molanes, María Angélica Borrelli, Jorge Oscar
Garramuño y Beatriz Susana Almanza de Garramuño.

Explicó que el 11 de octubre de 2001, por medio de escritura n° 1709, cedió, vendió y transfirió
a Jorge Borrelli y Mónica Patricia Nieva las cuota partes que detentaba en la empresa Travi
Trans S.R.L. por la suma de $ 210.000, monto que se abonaría de la siguiente manera: $
50.000 en el mismo acto de celebración del contrato, y agregó que respecto de la porción
restante -de $ 160.000- se acordó por instrumento privado firmado en la misma fecha, que esa
suma sería sufragada en 12 cuotas mensuales y consecutivas.

Indicó el demandante que en dicho instrumento privado se constituyeron como fiadores


solidarios y principales pagadores José Enrique Paolucci, Rosa Águeda Molanes y Ester
Dominga Albertario; que según lo dispuesto en la cláusula 5ª dos de ellos -Paolucci y
Albertario- a fin de garantizar la deuda acreditaron el dominio del inmueble sito en Av. Moreno
esquina Buenos Aires, de la localidad de Vedia, Partido de Leandro N.Alem, Provincia de
Buenos Aires, que expresamente se comprometieron a no enajenar ese inmueble hasta tanto
el crédito garantizado fuera saldado; y que igual compromiso asumieron los otros fiadores -
Jorge Borrelli y Rosa Águeda Molanes- respecto de los inmuebles de su propiedad ubicados en
la calle Cnel. Pedro Calderón de la Barca 1144/1146, 1er. Piso, Unidad 3, y en el pasaje César
H. Baclé 3877/81, ambos de la ciudad de Buenos Aires que también habían ofrecido en
garantía.

Relató que ante la falta de pago del deudor principal y luego de haberlo intimado mediante
carta documento, solicitó informes al Registro de la Propiedad Inmueble de la Capital Federal
pudiendo verificar que la finca ubicada en Pedro Calderón de la Barca 1144/46 había sido
vendida a María Angélica Borrelli en $ 40.000 el 1º de mayo de 2002, mientras que el
inmueble ubicado en pasaje Cnel. César H. Baclé 3877/81 había sido enajenado a Jorge
Oscar Garramuño y Beatriz Susana Almanza de Garramuño, el 16 de mayo de ese mismo año
2002 por $99.750,26.

Por esto es que el actor solicitó la revocación de dichas ventas y demandó tanto a los
enajenantes cuanto a los adquirentes de ambos inmuebles.

(ii) Jorge Garramuño y su cónyuge Beatriz Susana Almanza de Garramuño respondieron la


demanda.

Luego de una negativa general y particular de los hechos fundantes de la pretensión inaugural,
dijeron desconocer que el vendedor del inmueble ubicado en pasaje Cnel. César H. Baclé
3877/81 adquirido por ellos se encontrara en insolvencia, y negaron haber sido cómplices del
invocado fraude y, por ello, que el caso encuadrara en la norma del cciv 968.(iii) También
contestó la demanda María Angélica Borrelli.

Negó ella, entre otras cosas, ser hermana de Jorge Borrelli y sostuvo que adquirió el inmueble
ubicado en la calle Pedro Calderón de la Barca 1144/46 con fondos provenientes de la venta
de otro que le pertenecía en copropiedad con su ex-cónyuge, y que habita allí con su hija.
Negó además que estuviesen reunidos los requisitos que establece el cciv 968.

(iv) Por cuanto los codemandados Jorge Borrelli y Rosa Águeda Molanes no respondieron la
demanda, fueron declarados en rebeldía.

(v) Resta mencionar que acreditado el fallecimiento de Beatriz Susana Almanza de Garramuño
y de su cónyuge Jorge Garramuño, les sucedió su único heredero Gonzalo Garramuño quien
es representado en el expediente por su curadora, según lo dispuesto en un expte. "s/ insania"
que tramita por ante el Juzgado en lo Civil nº 88 de esta ciudad.

ii. El juez de la anterior instancia rechazó la demanda e impuso al actor el pago de las costas
derivadas del proceso.

Para así decidir, consideró que no se logró demostrar la complicidad en el fraude de los
terceros adquirentes, que ellos conocieran la insolvencia del deudor principal, y que las
propiedades se hubiesen vendido a un precio que no fuese el de mercado en el momento de
concretada cada operación.

Respecto de los demandados rebeldes, señaló que no medió una adecuada relación causal
para la atribución del daño que el demandante afirmó haber sufrido.

II. El recurso.

Apeló la sentencia el actor (fs. 901), quien expresó los agravios de fs. 935/45, que fueron
respondidos por María Angélica Borrelli en fs. 949/62 y por la curadora de Gonzalo Garramuño
en fs.963/8.

Se quejó el accionante de que el sentenciante hubiera omitido considerar elementos


conducentes a la resolución del pleito, como por ejemplo, la valoración de fechas en que las
cuestionadas compraventas fueron realizadas, que entendió ser imprescindibles para
determinar el fraude invocado.

En relación a los presupuestos que hacen a la operatividad de la acción revocatoria, expuso


que el magistrado no señaló qué pruebas determinantes lo condujeron a sostener que no se
había demostrado la complicidad de los terceros adquirentes.

Agregó que se prescindió del análisis de las presunciones que surgen de la prueba rendida,
que constituyen importantes indicios a la hora de juzgar mediante la sana crítica. Aludió
entonces, al pago de la primera cuota del precio de las acciones enajenadas realizado recién a
los tres meses de su vencimiento y a la falta de pago de las restantes, a que la codemandada
María Angélica Borrelli había habitado el inmueble de la calle Calderón de la Barca antes de
comprarlo, y a que la misma codemandada conocía que el matrimonio Borrelli-Molanes había
abandonado el país y radicado en España.

Sobre los codemandados Garramuño el apelante indicó, como presunciones en su contra, que
habiendo sido Jorge Garramuño gerente de Supermercados Norte, éste era justamente uno de
los clientes respecto de los cuales Jorge Borrelli solicitó se suscribiera una cláusula de
indemnidad en el contrato de cesión y venta de acciones.

Por último, se refirió a las consecuencias de la rebeldía decretada respecto de Jorge Borrelli y
Águeda Molanes alegando que, al contrario de lo sostenido por el sentenciante, sí se
encuentra probada en autos la relación de causalidad entre el daño sufrido y el accionar de los
demandados.

III. La solución.

i.Dedujo el iniciante la acción pauliana tendiente a lograr la revocación de las ventas de los
inmuebles que individualizó, que junto con otros fueron ofrecidos en garantía del cumplimiento
de pago del saldo de precio de un contrato de compraventa de cuotas partes de una persona
jurídica denominada Travi Trans S.R.L., que fue anudado por su enajenante -Oscar Carlos
Fernández, el actor de este juicio- con Jorge Borrelli y su cónyuge Rosa Águeda Molanes.

Afirmó el demandante que la venta de esos inmuebles fue hecha fraudulentamente, y por esto
es que dirigió la acción revocatoria contra sus enajenantes Jorge Borrelli -deudor principal- y
Rosa Águeda Molanes -una de las fiadoras, cónyuge del primero-, y contra los compradores
María Angélica Borrelli, adquirente de aquél sito en la calle Cnel. Pedro Calderón de la Barca
1144/1146, piso 1º, U.F. 3; y Jorge Oscar Garramuño y Beatriz Susana Almanza de
Garramuño, compradores de la finca ubicada en pasaje César H. Baclé 3877/3881, ambos en
esta ciudad.

(i) El fraude es la provocación o agravación de la insolvencia mediante actos u omisiones del


deudor, en perjuicio de sus acreedores, sustrayendo bienes de su patrimonio. Es decir que el
deudor, cuando realiza el acto, lo hace con la intención de causar un perjuicio a sus
acreedores.

Esta caracterización permite señalar tres notas que se hallan siempre presentes en la noción
de fraude a los acreedores: (i) otorgamiento por el deudor de actos o negocios jurídicos; (ii)
provocación o agravación de la insolvencia del deudor mediante esos actos; y (iii) sustracción
de bienes del patrimonio del deudor en perjuicio de los derechos de los acreedores.

De allí que siguiendo a Aráuz Castex (en "Derecho Civil. Parte general", tº. II, pág. 407, nº
1880, ed.Cooperadora de Derecho y Ciencias Sociales, Buenos Aires, 1974) es posible afirmar
que el acto fraudulento es "un acto jurídico real de enajenación de bienes (.), realizado a
sabiendas de que causa o agrava la insolvencia del agente en perjuicio de sus acreedores".

La doctrina, en general, estima que el fraude es un vicio de la buena fe, explicando que ella
exige que el deudor, que conserva la administración y disposición de sus bienes, no realice
actos que provoquen o agraven su insolvencia en perjuicio de sus acreedores (cfr. Etcheverry
Boneo, en "Curso de Derecho Civil. Parte general", tº. III, pág. 269, nº. 307, ed. Biblioteca
Jurídica Argentina, Buenos Aires, 1943; Sánchez de Bustamante, en "Acción revocatoria", pág.
34, nº 33, ed. Perrot, Buenos Aires, 1954; Cifuentes, en "Negocio jurídico", pág. 553, nº 287,
ed. Astrea, Buenos Aires, 1986; Zannoni, en "Ineficacia y nulidad de los actos jurídicos", pág.
413, ed. Astrea, Buenos Aires, 1986).

(ii) Una regla básica del derecho es que los actos jurídicos deben celebrarse, interpretarse y
cumplirse acorde al principio de la buena fe (cciv 1198), principio éste que fue impuesto y
extendido con causa en las intensas modificacion es de la vida política, económica, jurídica y
social, y que por ello opera en la actualidad como hecho, como valor, como modo de
interpretación e integración (v. Piaggi, en "Reflexiones sobre dos principios basilares del
derecho: la buena fe y los actos propios", en "Tratado de la buena fe en el derecho", pág. 108,
ed. Depalma, Buenos Aires, 1996).

La reforma introducida el año 1968 por la ley 17.711 modificó filosófica e ideológicamente el
Código Civil. Así, las características y funciones de la buena fe tuvieron un viraje indisimulado
en la doctrina, en contraste con los juristas decimonónicos que aceptaban sus efectos sólo en
los casos en que la norma la aludía directamente: actualmente, el cciv 1198 es un principio
general informante de la totalidad de la regulación jurídica.

Más aún.En los Códigos de tercera generación (vgr. Código Suizo de las Obligaciones) la
función de la buena fe prescinde de la causa ocupando su lugar. De esta manera se sustituye
la tipicidad causal característica de los derechos latinos, por la tipicidad legal en beneficio de la
seguridad del tráfico, y es por esto que la buena fe exige a las partes recíproca lealtad que
debe apreciarse objetivamente aplicando a cada situación el criterio de lo que ellas hubieren
hecho estimándose los parámetros brindados por el honor y la razonabilidad (v. Messineo,
Francisco, en "Doctrina General", tº. II, pág. 110).

Así vista, la buena fe exige una conducta diligente en la concertación y cumplimiento de los
actos jurídicos, y viene a constituirse en el trasfondo y superficie de la relación jurídica
anudada.

(iii) Sin embargo y más allá de que al obrar del modo arriba dicho el deudor se conduce con
mala fe, a mi juicio la nota distintiva del fraude, entendido como vicio del acto jurídico, debe
estar referido de modo inexcusable a alguno de sus elementos constitutivos ya que importa la
falla de un requisito atinente a alguno de tales elementos y, según es sabido, la buena fe no es
elemento esencial del negocio jurídico sino un principio general que, recién lo dije, impera en
todas las relaciones jurídicas.

Es por ello que considero que el fraude a los acreedores constituye un supuesto de causa
ilícita en los términos del cciv 502 pues el deudor, al celebrar el negocio produce o acentúa su
insolvencia, y lo otorga con el fin de causar un perjuicio a sus acreedores sustrayendo bienes a
la ejecución de éstos.

Por ende, la provocación de un daño a terceros -como lo son los acreedores- erigida como
razón determinante de la conducta del deudor, configura, sin lugar a duda alguna, una
hipótesis de nulidad causal.

A partir de la definición de Aráuz Castex es posible advertir que la esencia del acto fraudulento
puede constituir enuna enajenación o, en sentido más amplio, en una disposición de bienes -
cual en el caso en examen ocurrió- o en una renuncia al derecho de adquirirlos, de manera
que son impugnables todos aquellos negocios que, al causar o agravar la insolvencia del
deudor, generan un perjuicio a sus acreedores.

Esta es la solución que surge del Código Civil, pues el art. 961 dice que "todo acreedor
quirografario puede demandar la revocación de los actos celebrados por el deudor en perjuicio
o en fraude de sus derechos" sentando una regla de vasto alcance, y el art. 964 agrega que "si
el deudor por sus actos no hubiere abdicado derechos irrevocablemente adquiridos, pero
hubiese renunciado facultades, por cuyo ejercicio hubiera podido mejorar el estado de su
fortuna, los acreedores pueden hacer revocar sus actos y usar de las facultades renunciadas".

ii. La acción que la ley concede a los acreedores para atacar los actos fraudulentos de su
deudor se denomina, indistintamente, acción de fraude, revocatoria o pauliana.

Esta acción es la pretensión judicial que tiende a obtener la revocación del acto fraudulento en
la medida necesaria para hacer efectivo el crédito del acreedor que la ejerce, mediante la
ejecución del bien sustraído indebidamente del patrimonio del deudor.

Se puede afirmar, entonces, con Cifuentes (op. cit., pág. 553, nº 288) que "la acción pauliana
(.) tiene por finalidad suprimir los efectos perjudiciales del acto fraudulento, haciéndolo
inoponible al acreedor que la ejercita, de prosperar su ejercicio, permitiéndole ejecutar su
crédito sobre el bien que fuera objeto del acto reputado fraudulento y a través de cuyo
mecanismo el deudor lo había excluido de su patrimonio".

La acción revocatoria tiene su fundamento en la necesidad de mantener la integridad o


intangibilidad del patrimonio del deudor, garantía común de sus acreedores, contra aquellos
actos reales de aquél que significan una indebida disminución de dicha garantía. Es, pues, una
acción patrimonial o conservatoria.

iii.La cuestión acerca de la legitimación activa y pasiva respecto de la acción revocatoria,


implica el problema de determinar quiénes están habilitados para ejercerla y contra quiénes
debe ser ejercida.

En cuanto a lo primero, el cciv 961 se refiere a "todo acreedor quirografario", lo que se explica
porque son estos acreedores quienes -al no gozar de preferencia para el cobro de sus créditos-
tienen de ordinario interés en el ejercicio de la acción en tanto que los restantes, los
privilegiados, se encuentran amparados por su privilegio.

Sobre lo segundo, la cuestión concerniente a contra quiénes debe dirigirse la acción


revocatoria tampoco suscita divergencias: ella debe entablarse, de manera imprescindible,
contra el deudor y contra el tercero con quien aquél celebró el negocio que se impugna, y si el
tercero -a su vez- hubiera trasmitido el bien adquirido del deudor, debe dirigirse también contra
el tercer subadquirente (cciv 967, 968 y 970).

Ello se explica porque, de prosperar la acción pauliana, la sentencia se hará valer contra el
tercero al cual el deudor trasmitió el bien y si lo hubiera, contra el subadquirente que lo recibió
de aquél.

iv. Aludiré ahora a la naturaleza jurídica de la acción pauliana, asunto éste sobre el que se han
formulado distintas teorías.

(i) Machado, Salvat y Lloveras de Resk (en "Exposición y comentario al Código Civil argentino",
tº. III, pág. 714, ed. Félix Lajouane, Buenos Aires, 1898; en "Tratado de Derecho Civil
argentino. Parte general", tº. II, pág. 655, nº 2482, ed. T.E.A., Buenos Aires, 1954; y en
"Tratado teórico-práctico de las nulidades", págs. 19 y sig., ed. Depalma, Buenos Aires, 1985,
respectivamente), apoyados en el texto del antiguo art. 954 del Código Civil que calificaba de
"nulo" el acto "practicado con fraude", y en los arts.1044 y 1045 que reputan nulos y anulables,
respectivamente, a los actos fraudulentos, estiman que la acción pauliana es una acción de
invalidez o, como la califica Salvat, "una verdadera acción de nulidad".

En mi criterio, esta tesis no resiste el análisis porque (i) si fuera una acción de invalidez,
produciría todos los efectos propios de ella contra el adquirente inmediato y contra los
subadquirentes y, sin embargo, deja el acto subsistente entre los celebrantes o, en otros
términos, le reconoce validez deteniéndose sus efectos ante el adquirente o subadquirente a
título oneroso y de buena fe; y (ii) porque su efecto se traduciría en el reintegro del bien al
patrimonio del deudor, y éste y el tercero adquirente deberían restituirse mutuamente lo que
hubiesen percibido o recibido, nada de lo cual ocurre, a punto tal que si ejecutado el bien por el
acreedor queda un remanente, éste pertenece al tercer adquirente, lo que denota la validez del
negocio celebrado con el deudor.

(ii) Díaz de Guijarro (en "La acción pauliana cuando la cosa ha pasado a un adquirente de
buena fe", publ. en J.A. 68-417) con sostén en los cciv 971 y 972, considera que la acción
pauliana tiene por fin, tanto la restitución por el tercer adquirente del bien enajenado mediante
el acto fraudulento, como la indemnización de daños y perjuicios al acreedor cuando esa
restitución se torna imposible en razón de haberse transferido el bien a un adquirente de buena
fe, concluyendo, en consecuencia, que la acción de fraude es un remedio de invalidez con
fines resarcitorios.

Tampoco comparto este encuadre (i) porque pese a la poco feliz redacción del art.971, no se
contempla la restitución de la cosa enajenada por medio del negocio fraudulento, sino la
ejecución de ella por parte del acreedor que ejerce la acción revocatoria; (ii) porque en orden a
la calificación de esa acción como de invalidez, este criterio es pasible de las mismas críticas
recién expuestas; (iii) porque -y bien lo señala Sánchez de Bustamante (en op. cit., pág. 66, nº
70)- en nuestro ordenamiento no existen nulidades que pueden ser convalidadas resarciendo
al titular de la acción de invalidez; y (iv) porque la finalidad de la acción pauliana es obtener la
revocación del acto fraudulento, y solamente cuando ese objeto resulta frustrado nace, en
subsidio, la acción resarcitoria.

(iii) Acuña Anzorena (en "Carácter resarcitorio de la acción pauliana y su término de


prescripción pronunciada la condena por revocatoria", publ. en L.L. 18-670) parte de la
consideración de que el acto fraudulento es un acto ilícito porque reúne los elementos
objetivos -acción del deudor y perjuicio de los acreedores- y subjetivo -ánimo de dañar-, de
manera que está encuadrado en la noción que del delito brinda el cciv 1072. De allí concluye
que, mediando un delito civil, la acción pauliana tiene necesariamente la índole de acción
resarcitoria o de indemnización, por ser la que corresponde al remedio que la ley otorga para
reparar los daños y perjuicios que resultan para la víctima del acto ilícito.

Esta posición merece los siguientes reparos:(i) en los actos ilícitos se procura causar perjuicio
mediante el desarrollo de una actividad dañosa prohibida (cciv 1066), mientras que en el caso
del fraude se provoca el resultado perjudicial mediante el otorgamiento de un negocio jurídico,
el cual, por definición, es un acto lícito (cciv 944), de donde se sig ue que el acto fraudulento
no es un acto ilícito en sentido estricto; (ii) si la acción revocatoria fuera resarcitoria, no
existiría inconveniente alguno para entablarla como acción independiente, contra todos los
intervinientes en el fraude y no sólo contra las partes del negocio, ni habría impedimento para
ejecutar todos o algunos de los bienes pertenecientes a los cómplices o beneficiarios del acto,
de modo que cabe concluir que la acción pauliana no es una acción de indemnización; y (iii)
cabe observar que el resarcimiento previsto por el cciv 972 es de carácter subsidiario, recién lo
dije, de modo que no se lo puede erigir en criterio para calificar la acción de fraude.

(iv) Con excepción de los juristas que adhieren a las tesis antes expuestas, la unanimidad de
los autores nacionales entiende que la acción revocatoria es una acción de inoponibilidad del
acto fraudulento que, en caso de prosperar, sólo le resta eficacia en la medida en que el
negocio perjudica al acreedor que la ejerce, sin afectar la validez de tal acto entre quienes lo
celebraron.

Es éste, a mi juicio, el criterio correcto, en especial a la luz de lo que disponen los cciv 965,
966, 967 y 970.

Lo cual importa admitir:(i) que el negocio fraudulento es válido y, por lo tanto, produce todos
sus efectos propios entre quienes lo celebraron, esto es, entre el deudor y el tercer adquirente;
y (ii) que el negocio fraudulento solamente queda privado de sus efectos propios frente al
acreedor cuya acción revocatoria progresa o, en otros términos, ese negocio no se lo puede
hacer valer contra tal acreedor.

El fundamento de todo esto reposa (y así lo señala Sánchez de Bustamante, en op. cit., pág.
82, nº 89) sobre el principio del efecto relativo de los actos jurídicos, porque las disposiciones
de los cciv 1195 y 1199 determinan que los negocios jurídicos producen efectos limitados a las
partes y sus sucesores universales, no pudiendo aprovechar ni perjudicar a terceros: la
inoponibilidad procura, precisamente, salvaguardar la seguridad de ciertos terceros, como son
los acreedores, que pueden, por ello, atacar aquellos actos jurídicos que su deudor otorga para
perjudicarlos.

v. Sentado ello, ingresaré ahora al tratamiento de los agravios expresados por el demandante

(i) Hállase fuera de discusión que por medio de escritura n° 1709 pasada ante el escribano
Mouján, que aparece fechada el 11 de octubre de 2002 (a la fecha con que fue datado ese
documento luego aludiré), Oscar Carlos Fernández vendió a Jorge Borrelli y Mónica Patricia
Nieva las cuotas partes que aquél poseía en la sociedad Travi Trans S.R.L., que así lo hizo por
la suma total de $ 210.000, y que en ese mismo acto el vendedor recibió de manos de los
compradores $ 50.000 (fs. 3/8).

Por cuanto ese contrato que sirve de prueba del crédito existente en cabeza del actor fue
instrumentado en escritura pública que no fue redargüida de falsedad, nada más sobre este
extremo corresponde considerar (cciv 979: 1º; 980: 2º párr.; 993 y cctes.).

(ii) Surge del documento privado de fs.9/10 datado el 11 de octubre de 2001, que ambas
partes de aquel contrato instrumentado en la mencionada escritura acordaron que el saldo de
$ 160.000 habría de sufragarse en doce cuotas mensuales y consecutivas a partir del 15 de
noviembre de 2001 (cláusula 4.2.), que los sres. José Enrique Paolucci, Rosa Águeda
Molanes y Ester Dominga Albertario se constituyeron en fiadores solidarios y principales
pagadores (cláusula 2ª), que dos de ellos -Paolucci y Albertario- a fin de garantizar la deuda
demostraron ser los propietarios de un inmueble sito en avda. Moreno esquina Buenos Aires,
de la localidad de Vedia, Partido de Leandro N. Alem, Provincia de Buenos Aires que dieron en
garantía, "comprometiéndose a mantener su titularidad en iguales condiciones mientras
subsistan las obligaciones afianzadas, absteniéndose en consecuencia de vender o gravar el
bien, sin previa y expresa conformidad escrita del acreedor", y que igual cosa hicieron los
esposos Jorge Borrelli y Rosa Águeda Molanes respecto de los inmuebles de su propiedad
ubicados en Cnel. Pedro Calderón de la Barca 1144/1146, 1er. piso, Unidad 3, y en pasaje
César H. Baclé 3877/81, ambos de la ciudad de Buenos Aires, quienes igual compromiso
asumieron ante el acreedor (cláusula 5ª; cfr. fs. 9/10; lo entrecomillado es del original del
documento a que me refiero).

Si bien se trata de un instrumento privado, la autenticidad de las firmas que allí fueron
estampadas fue certificada por el mismo escribano otorgante de aquella escritura.

La naturaleza jurídica de la certificación de firma efectuada por el escribano importa un


documento "auténtico" en el sentido que le daban las Leyes de Partidas, en cuanto viene
corroborado por persona con uso de "sello", es decir, por persona "auténtica" (Leyes 1 y 114,
Tít. 18).

En tanto las leyes regulatorias de la actividad notarial en relación a las certificaciones que
autentican firmas o impresiones digitales facultan al escribano para tal efecto, resulta
consecuencia de ello que tal autenticación es instrumento público que, al ser realizada fuera
del protocolo, es instrumento público extraprotocolar (arg. cciv 979:2º; 980, 985, 986 y cctes.),
sin que ello traiga aparejado comunicar tal carácter al instrumento privado que autentica, el
cual queda invariable en su signo de instrumento privado.

Si bien, entonces, por consecuencia de tal autenticación el aludido convenio de fs. 9/10 no
reviste el carácter de instrumento público que hace plena fe en los términos de los cciv 979 y
sig., por tratarse de un documento privado con firmas certificadas por un notario su texto
permite formar convicción en orden a la existencia y legitimidad de su contenido (CNCom Sala
B, "Debenedetto, Carlos c/ Guzmán, Carlos", 9.8.96; íd., "Coppa, Oscar s/ conc. prev. s/ inc.
de revisión por Coppa, María", 27.11.07).

Conclusión ésta que en el caso viene corroborada por efecto de la rebeldía en que incurrieron
Jorge Borrelli y Rosa Águeda Molanes (fs. 381), por lo cual corresponde tener por reconocida
fictamente por ellos la autenticidad de las firmas puestas en ese instrumento privado y, por
ende y también, su contenido (cpr 60; cciv 1012 y cctes.).

En efecto.

Si bien el cpr 60 determina expresamente que la declaración de rebeldía no altera la secuela


normal del proceso, lo cierto es que la presunción que la mencionada norma establece -
presunción de verdad de los hechos lícitos aseverados en la demanda- resulta decisiva en
torno al resultado del pleito. Máxime cuando los hechos referidos por la parte actora, cuya
veracidad -como se señala- se presume frente a la rebeldía decretada, encuentran respaldo
instrumental suficiente en mérito de la documentación aportada con la demanda, que cabe
tener por reconocida en virtud del silencio del demandado y lo expresamente previsto por el cpr
356:1º y el cciv 919.

No caben dudas, entonces, de que puede conformarse un proceso válido y de diversas


consecuencias sin la participación de una de las partes, desde que aquél que es citado al juicio
tiene la carga de comparecer, del mismo modo que aquél que es intimado a hacer una
manifestación debe hacerla. De modo que esa incomparecencia torna aplicable, por
consecuencia, aquella presunción de verdad según lo dispuesto en las normas cit.

En esa línea ha sido juzgado que si bien la declaración de rebeldía no importa por sí el
reconocimiento ficto de lo afirmado por la contraria ni altera sustancialmente las reglas
relativas a la carga de la prueba, constituye fundamento de una presunción para que el juez,
valorando los elementos probatorios arrimados a la causa, determine si la incomparecencia
importó el reconocimiento de los hechos aseverados por la otra parte (esta Sala, "Trafina S.A.
c/ Galarraga de Villar, Mabel", 30.6.89; "Bainver S.R.L. c/ Asoc. Mutual de obreros y
empleados Municipales de Posadas", 7.6.05; "PBB Polisur S.A. c/ Polymer S.R.L.", 4.6.12;
"Von Scheidt, Gustavo Federico c/ Sluman, Carlos Oscar", 3.12.10; "Inspección General de
Justicia c/ Petrolera Podegar S.A.", 29.11.12; "Ghirardi, Alberto Cesar c/ Borello, Rubén
Alberto", 26.2.13; "Yara Argentina S.A. c/ Agrosemillas Noviello SH", 26.2.13; v. también
Palacio, en "Derecho Procesal Civil", tº. I, pág. 281, ed. Astrea, Buenos Aires, 1992).

(iii) Mas aquí debo decir que el instrumento público al que arriba me referí -la escritura de fs.
3/8- aparece datado, con notorio error, el 11 de octubre del año 2002.

La evidencia de tal error surge no sólo del mero confronte de los textos con que fueron
concebidos ése y el otro instrumento en tanto correlacionan entre sí y en ambos intervino el
mismo escribano (como autorizante del primero y como certificante de las firmas estampadas
en el segundo), sino y especialmente, de lo informado por ese mismo notario:en fs. 546 el
escribano Mouján corroboró que sendos documentos habían sido suscriptos el 11 de octubre
del año 2001, de modo que hemos de concluir que fue ésa la fecha en que los otorgantes se
condujeron del modo en que lo hicieron tanto en la escritura pública cuanto en el instrumento
privado.

(iv) Tampoco existe controversia en cuanto a que los inmuebles que en ese entonces se
hallaban en propiedad de Jorge Borrelli (deudor principal) y Rosa Águeda Molanes (cofiadora
del cumplimiento del contrato anudado entre aquél y el actor), fueron enajenados por ellos.

(v) Y, por fin, no está discutido que la finca ubicada en la calle Cnel. Pedro Calderón de la
Barca fue adquirida por María Angélica Borrelli el 1º de mayo de 2002, por un monto de $
40.000 (fs. 43); y que la restante sita en pasaje César H. Baclé lo fue por Jorge Oscar
Garramuño y Beatriz Susana Almanza de Garramuño el 16 de mayo de 2002, por la suma de
$ 99.750,26 (fs. 50).

vi. Que los adquirentes de las susodichas cuotas partes del capital de Travi Trans S.R.L. -
Jorge Borrelli y Mónica Patricia Nieva- incumplieron su obligación de pagar el saldo del precio d
e esa compraventa es cuestión que, pese a haber sido negada por quienes respondieron la
demanda -los adquirentes de los inmuebles involucrados en la litis, Jorge Garramuño y su
cónyuge Beatriz Susana Almanza, y María Angélica Borrelli- se halla suficientemente probada
en la causa.

Esto, por efecto propio de la rebeldía en que incurrieron el deudor principal y codemandado
Jorge Borrelli y la coaccionada Rosa Águeda Molanes (fs. 381), a cuyas consecuencias arriba
aludí; de manera que con esa misma base legal (cpr 60 y 356: 1º y cciv 919) hemos de reputar
también auténtica la carta documento de fs.49, del 26.2.02, por medio de la cual el actor con
remisión a lo pactado recordó hallarse en mora a sendos demandados -Jorge Borrelli y Rosa
Águeda Molanes- y también aquélla de fs. 50 mediante la que, escasos días después, Jorge
Borrelli respondió al accionante, en la que lejos de negar encontrarse en tal situación de
morosidad, invitó a Fernández a iniciar tratativas conciliatorias.

En términos llanos, probado está en el expediente que el contrato de compraventa de las


cuotas sociales de Travi Trans S.R.L. fue parcialmente incumplido por sus adquirentes y por
quienes garantizaron su cumplimiento.

Y también lo fue que Jorge Borrelli y que Rosa Águeda Molanes se desprendieron de los
inmuebles que -junto con otros de diversos cofiadores- habían ofrecido en garantía del
cumplimiento de las obligaciones que ambos habían asumido en el contrato de fs. 3/8 y en el
instrumento privado de fs. 9/10.

vii. Las condiciones genéricas para que la acción pauliana sea viable son tres: (i) la insolvencia
del deudor, (ii) la relación de causalidad entre el acto que se impugna y esa insolvencia, y (iii)
que el crédito en virtud del cual se ejerce la acción sea de fecha anterior al acto que se ataca
(cciv 962).

(i) Digo entonces que tal y como se condujeron Jorge Borrelli y su cónyuge Rosa Águeda
Molanes, hemos de concluir que aquella presunción es aplicable en la especie.

Así lo sostengo, desde que no sólo el primero no pagó importante parte del precio de lo que
adquirió sino que, además, hallándose él en mora, ambos cónyuges enajenaron los inmuebles
que habían ofrecido en garantía -aquél ubicado en la calle Cnel. Pedro Calderón de la Barca
1144/1146, y el otro sito en pasaje César H. Baclé 3877/81-, sin haber honrado el compromiso
que en la escritura de fs. 3/8 y en el instrumento privado de fs.9/10 voluntariamente
asumieron.

Hemos de tener por cumplido, así, el recaudo de procedencia de la acción impuesto por el inc.
1º del cciv 962.

(ii) Que el actor Fernández resultó perjudicado es evidente: ocurre que por haber sido
ofrecidos determinados inmuebles como garantía del pago de una deuda que se encuentra
incumplida, su venta -y por lo tanto la exclusión de tales bienes del patrimonio del deudor
principal y de su cónyuge y garante- provocaron un perjuicio cierto a ese acreedor, pues al
perder la garantía, el cobro de la deuda pasó a ser de cumplimiento incierto.

Encuentro de tal modo satisfecho el recaudo exigido por el inc. 2º de la norma de mención.

(iii) Sobre lo restante, fácilmente es advertible que esos dos inmuebles dados en garantía del
cumplimiento del contrato de compraventa de las cuotas partes de Travi Trans S.R.L. fueron
enajenados en el mes de mayo del año 2002, cuando la mora habíase producido en noviembre
del año anterior.

Cumplido pues se halla el recaudo de procedencia de la acción pauliana requerido por el inc.
3º del cciv 962.

viii. Empero, mientras que la reunión de tales condiciones genéricas es suficiente para el
progreso de la acción revocatoria cuando el acto que se impugna es realizado a título gratuito,
si el negocio que se ataca es celebrado con un tercero a título oneroso, es necesario que a
esas condiciones genéricas se sumen dos condiciones específicas:(i) la intención del deudor
de defraudar a sus acreedores mediante el otorgamiento del acto, y (ii) la complicidad en el
fraude del tercero con quien aquél celebra el negocio (cciv 968).

Tal es el caso de autos.


(i) La intención del deudor de defraudar consiste en la conciencia que éste tiene, al otorgar el
acto, que mediante él provoca o agrava su insolvencia.

Como tal intención defraudatoria es de difícil prueba, el cciv 969 establece que "el ánimo del
deudor de defraudar a sus acreedores por actos que les sean perjudiciales, se presume por su
estado de insolvencia", de modo que al acreedor que intenta la acción revocatoria le basta con
demostrar la insolvencia de su deudor.

Sobre esto, se tiene dicho que "la intención de defraudar por parte del deudor se presume
cuando realiza el acto conociendo su insolvencia o que dicho acto la produce" (cfr. L.L. 15-
911), y que "el deudor enajena con fraude cuando sabe que su patrimonio se encuentra en tal
estado que no puede realizar, sin perjuicio de sus acreedores, esa disminución de su haber" (v.
L.L. 15-511).

Esta presunción reposa sobre un principio de buen sentido: si el deudor es insolvente, no se le


puede escapar que no debe realizar actos que lo lleven a ese estado o lo agraven y, como dije,
el conocimiento del deudor de su situación patrimonial debe admitirse fácilmente porque no se
puede suponer, al menos en principio, que una persona ignore el estado de sus propios
negocios (J.A. 67-193).

A esta altura, he de insistir en que Jorge Borrelli y su esposa y fiadora Rosa Águeda Molanes,
a los tres meses de recibida la intimación por falta de pago (v. otra vez carta documento de
fs.49) vendieron las dos propiedades que habían ofrecido en garantía sin sustituirla con otro
bien para afianzar el pago de la deuda contraída, y que no demostraron contar con medios
suficientes para saldar la deuda que frente al actor habían asumido.

La casi simultaneidad de las operaciones que llevaron a sustraer del patrimonio de esos
deudores los dos únicos inmuebles que se les conocían -con días de diferencia (uno de ellos
enajenado en un feriado nacional, el 1° de mayo)- poco tiempo después de haber incurrido en
mora en el pago de la totalidad de las cuotas programadas en el instrumento privado de fs.
9/10 son indicios claros, contundentes y coincidentes que permiten tener por cierta la finalidad
ilícita con que ellos se condujeron y, por lo tanto, actuada la presunción defraudatoria a que me
refiero.

Tengo de tal modo demostrado que esos sujetos obraron del modo en que lo hicieron, con el
designio de defraudar a su acreedor.

(ii) Para que se considere cómplice al tercero no es necesario que haya mediado un acuerdo
con el deudor para defraudar a los acreedores (acuerdo éste, por otra parte, cuya existencia no
ha sido probada), sino que es suficiente la mala fe del tercero, consistente en el conocimiento
que al tiempo de celebrar el acto tuviera de la insolvencia del deudor.

Ello es así, porque el cciv 969, 2ª parte, dispone que "la complicidad del tercero en el fraude
del deudor, se presume también si en el momento de tratar con él conocía su estado de
insolvencia".

Es cierto que alguna jurisprudencia considera que esa presunción legal no admite prueba en
contrario (v. L.L. 15-512 y 155-887); empero, estimo, siguiendo a Salvat (en op. cit. pág. 642,
nº 2457) que ella puede ser destruida por el tercero adquirente demostrando su ignorancia de
la situación patrimonial en que se encontraba el deudor al otorgar el acto jurídico reputado
fraudulento.

Según mi criterio, esta presunción es de carácter iuris tantum.

ix.Como es sabido, en los casos de fraude la prueba es normalmente muy compleja, porque
precisamente se trata de actos en los que la apariencia es engañosa, es esto lo que conspira
contra la precisión que corresponde a otro tipo de procesos, y es por esto mismo que en la
generalidad de los casos se halla basada en indicios y presunciones que deben ser graves,
precisas y concordantes.

Basta pues, con recordar que indicio es el hecho real, cierto (probado o notorio) del que se
puede extraer críticamente la existencia de otro hecho no comprobable por medios directos
según la prueba aportada a la causa; y que las presunciones constituyen, por su propia
naturaleza, una prueba indirecta basada en el raciocinio. Este raciocinio que puede ser
inductivo o deductivo según el caso, tiene por fundamento tres grandes tipos de
acontecimientos: (i) los modos constantes del obrar de la naturaleza, (ii) la índole y esencia
misma de las cosas, y (iii) la forma constante y uniforme de conducirse los hombres en
sociedad, en sus relaciones comunes y recíprocas. Es decir, las presunciones consideradas
como institución procesal, tienen un fundamento natural y necesario: el razonamiento (esta
Sala, "Dree, Jorge c/ Cencosud S.A.", 13.4.05; "Vasile, Viviana c/ Banco Itaú Buen Ayre S.A.",
4.12.09; "Bas, Patricia Josefina c/ Círculo de Inversores S.A. de ahorro para fines
determinados", 7.9.10; "Caja de Seguros S.A. c/ Cencosud S.A.", 22.12.10; "Devoto, Patricia
Rita c/ Banco Societe Generale S.A.", 8.4.11; cfr. Colombo, Carlos J., en "Código Procesal
Civil y Comercial de la Nación, anotado y concordado", tº. I, pág. 286 y sig., Abeledo Perrot,
Buenos Aires; también Parrilli, en "La prueba de presunciones", L.L.1987-B-1003).

No basta, entonces, la simple negativa de los hechos por parte de los demandados
adquirentes, si ellos no aportan prueba directa -o cuanto menos indiciaria- de la legitimidad del
acto que se reputa realizado en fraude del acreedor (fraude éste que se presume, según arriba
dije, por el sólo hecho de haberse desprendido el deudor de sus bienes -cciv 969, 1ª parte),
pues quien niega, implícitamente está afirmando que el acto es válido y el onus probandi
compete a quien afirma: bien ha sido dicho -y lo comparto- que la acción pauliana configura
claramente un supuesto de aplicación de las reglas de distribución dinámica de las pruebas (v.
Cossari, en "La acción pauliana y la prueba de la insolvencia. Justa aplicación de la teoría de
las cargas probatorias dinámicas.", publ. en L.L. 2008-F-137).

Veamos ento nces.

x. El argumento central de la defensa de los co-demandados María Angélica Borrelli y de los


cónyuges Garramuño-Almanza de Garramuño, lo fue la ausencia de conocimiento que, al
tiempo de adquirir los inmuebles de manos de sus vendedores -los también codemandados
Jorge Borrelli y Rosa Águeda Molanes- tuvieron de la insolvencia de éstos.

(i) En lo que concierne a la codemandada María Angélica Borrelli, adquirente de la U.F. 3


ubicada en el piso 1º de la finca sita en Cnel. Pedro Calderón de la Barca 1144/1146 de sus
anteriores propietarios (los recién mencionados Jorge Borrelli y Rosa Águeda Molanes), a mi
juicio -lo adelanto- es indudable que la acción revocatoria debe prosperar.

Así lo considero por cuanto la venta del inmueble a que me refiero, que se instrumentó en la
escritura de fs.595/6, fue realizada en forma directa, sin intervención de intermediario, y si bien
esto sólo no alcanzaría para adoptar decisión estimatoria de la pretensión, existe un hecho que
no puede ser soslayado que, sumado a lo anterior, conduce a ese resultado.

Ocurre que cuando respondió la demanda, María Angélica Borrelli negó ser hermana de uno
de los vendedores de ese mismo inmueble, Jorge Borrelli (v. fs. 219 vta.: ap.18).

Sin embargo, de la documentación incorporada al expediente por ella misma surge lo contrario:
luce agregada en fs. 120 copia autenticada del acta de matrimonio celebrado con quien
actualmente es su ex-marido, Aníbal Pedro Lamoglie, de la que se desprende que María
Angélica Borrelli es hija de Ernesto Felipe Borrelli y María Angélica Belbert, y que uno de los
testigos del matrimonio es Jorge Borrelli; y de la escritura pública de fs. 439/41 (reservada en
el sobre de documentación original) se lee que Jorge Borrelli es también hijo del matrimonio
Borrelli-Belbert (v. específicamente fs. 439, entre las líneas 9 y 12).

La pregunta, pues, viene impuesta:¿cuál fue la razón por la que la codemandada a que me
refiero negó ser la hermana del también accionado Borrelli, de quien recibió el inmueble arriba
mencionado?

A mi juicio, probado como quedó el negado vínculo parental entre ambos, es presumible con
suficiente grado de certeza que así se condujo María Angélica Borrelli con el solo designio de
ocultar tal cosa, para de esa manera forzar al actor a demostrar, por diverso medio, que ella
supo que su hermano Jorge Borrelli no había cumplido el contrato que con aquél le vinculó y
que, por esto mismo, se insolventó para evadir las consecuencias de tal incumplimiento
sustrayendo de su patrimonio el bien que garantizaba ese mismo cumplimiento.

Así visto este asunto, la complicidad entre sendos codemandados es inducible y, por ende,
hemos de considerar que la codemandada a que me refiero no ha logrado destruir la
presunción de fraude basada en el conocimiento de la insolvencia en que su hermano incurrió,
presunción ésta que es dable tener por operada dado ese estrecho vínculo familiar existente
entre ambos.

(ii) Mas en mi criterio no ocurre lo mismo respecto de los restantes codemandados,


Garramuño y Almanza de Garramuño, compradores del inmueble sito en pasaje César H.
Baclé 3877/3881, también de propiedad Jorge Borrelli y de su cónyuge y cofiadora del
cumplimiento del contrato de fs. 3/8, Rosa Águeda Molanes.

Es cierto que también esta compraventa fue efectuada en forma directa entre el enajenante y
sus adquirentes, sin que en la operación hubiera intermediado alguna inmobiliaria.

También lo es que de las declaraciones testimoniales de fs. 602, 725 y 726 se desprende que
Jorge Garramuño (coadquirente junto a su esposa del inmueble a que aludo) fue gerente
general de distribución de Supermercados Norte para quien Travi Trans S.R.L. brindaba
servicio de transporte de mercaderías según el contrato social de fs. 619/26.Recuérdese que
fueron las cuotas sociales de esta última las que el actor Fernández enajenó y el
codemandado Jorge Borrelli adquirió y sólo parcialmente sufragó según lo instrumentado en la
escritura de fs. 3/8, aunque también debo señalar que alguna mínima duda cabe en cuanto al
invocado vínculo entre Travi Trans S.R.L. y Supermercados Norte, pues en la línea 6ª de la
foja 5 de la escritura de fs. 3/8, esta última se halla individualizada solo como Norte.
Según afirmó el actor, por ese trato comercial es lógico presumir la existencia entre Jorge
Garramuño y Jorge Borrelli de un vínculo previo a la venta del inmueble y, de allí, presumible el
conocimiento por el primero, de la situación de insolvencia en que se halló el segundo.

Sin embargo, aún dando por cierto lo primero, a mi juicio no alcanza tal cosa para tener por
demostrado, aún en vía indiciaria, la complicidad en el fraude perpetrado por los deudores.

Por otra parte, si bien los codemandados Garramuño ofrecieron producir prueba pericial para
demostrar que el precio de venta fue serio y acorde a la realidad del mercado al momento en
que se anudó la operación (fs. 107 vta.), y que debido a la falta de impulso de dicha medida de
prueba fueron declarados negligentes (fs. 709), ello tampoco puede ser ponderado en su
contra -no, al menos, con los alcances pretendidos por el demandante-, pues, en primer lugar,
el actor no invocó como argumento fundante de su pretensión que el precio de venta de ese
inmueble hubiere sido vil, y en segundo término, ninguna prueba demuestra que ello hubiere
sido así.

Por todo esto es que, según lo adelanté, el recurso no debe prosperar respecto de los
codemandados Garramuño y Almanza de Garramuño.

xi.Si cuanto llevo expuesto hasta aquí es compartido por mis distinguidos colegas, resulta que
el recurso interpuesto por el actor habrá de prosperar parcialmente.

En tal caso, menester es tratar lo que concierne a la indemnización reclamada por el actor en
concepto de resarcimiento de los "eventuales daños y perjuicios que los demandados me han
irrogado" (sic, fs. 57, cap. I, 1º y 2º párrafos), que no cuantificó ni describió.

Como es sabido, al deducirse una demanda debe cumplirse la carga impuesta por el cpr 330,
específicamente su inc. 3º.

Ello implica, cuando se reclama una suma de dinero en concepto de indemnización, que no
sólo corresponde indicar el quantum que es pretendido, sino también la mención y en su caso,
la discriminación de los distintos rubros que componen esa particular pretensión, con sus
estimaciones aproximadas y la mención del criterio o base tomada en cuenta para su
cuantificación, puesto que el cálculo del resarcimiento correspondiente a ese rubro no puede
formularse sobre meras expectativas.

Ausente pues referencia alguna sobre los extremos mencionados, a mi juicio corresponde
desestimar esta porción de la pretensión (esta Sala, "Finger Leandro Luis c/ Banco Itaú Buen
Ayre", 5.3.10).

IV. La conclusión.

Propongo entonces al Acuerdo que estamos celebrando (i) admitir parcialmente el recurso
introducido por el actor Oscar Carlos Fernández y, en consecuencia hacer lugar, también
parcialmente, a la acción revocatoria por él entablada respecto de Jorge Borrelli, Rosa Águeda
Molanes y María Angélica Borrelli; (ii) declarar que la compraventa de la U.F. 3 ubicada en el
piso 1º de la finca sita en la calle Cnel. Pedro Calderón de la Barca 1144/1146 de esta ciudad,
anudada entre los cónyuges Jorge Borrelli-Rosa Águeda Molanes y María Angélica Borrelli, es
inoponible al actor; (iii) confirmar la sentencia en cuanto rechazó la demanda dirigida contra
Gonzalo Garramuño-; y (iv) distribuir las costas de ambas instancias del modo siguiente:por su
orden las derivadas de lo actuado respecto de los codemandados Garramuño por considerar
que el demandante pudo razonablemente creerse con derecho para demandarles (cpr 68: 2º
párrafo y 279), y las restantes y las comunes a cargo de los vencidos (cpr 68: 1er. párrafo y
279).

Así voto.

Por análogas razones, los Señores Jueces de Cámara, doctores Julia Villanueva y Eduardo R.
Machin, adhieren al voto anterior.

Con lo que terminó este acuerdo que firmaron los señores Jueces de Cámara doctores

Julia Villanueva

Juan R. Garibotto

Eduardo R. Machin

Rafael F. Bruno

Secretario

Buenos Aires, 4 de junio de 2013.

Y VISTOS:

Por los fundamentos del acuerdo que antecede se resuelve (i) admitir parcialmente el recurso
introducido por el actor Oscar Carlos Fernández y, en consecuencia hacer lugar, también
parcialmente, a la acción revocatoria por él entablada respecto de Jorge Borrelli, Rosa Águeda
Molanes y María Angélica Borrelli; (ii) declarar que la compraventa de la U.F. 3 ubicada en el
piso 1º de la finca sita en la calle Cnel. Pedro Calderón de la Barca 1144/1146 de esta ciudad,
anudada entre los cónyuges Jorge Borrelli-Rosa Águeda Molanes y María Angélica Borrelli, es
inoponible al actor; (iii) confirmar la sentencia en cuanto rechazó la demanda dirigida contra
Gonzalo Garramuño; y (iv) distribuir las costas de ambas instancias del modo siguiente: por su
orden las derivadas de lo actuado respecto de los codemandados Garramuño por considerar
que el demandante pudo razonablemente creerse con derecho para demandarles (cpr 68: 2º
párrafo y 279), y las restantes y las comunes a cargo de los vencidos (cpr 68: 1er. párrafo y
279).

Notifíquese por Secretaría.

Julia Villanueva, Juan R. Garibotto, Eduardo R. Machin. Ante mí: Rafael F. Bruno. Es copia fiel
de su original que corre en fs. de los autos que se mencionan en el precedente acuerdo.-

Rafael F. Bruno

Secretario

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