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UNO

DOS
TRES
CUATRO
CINCO
EPILOGO
Noah y Sage han sido mejores amigos desde que tenían siete años cuando Sage subió la
pared entre las casas donde crecieron. Ellos saben todo sobre el otro aparte de una cosita.
Noah está perdidamente enamorado de Sage y ni siquiera piensa en decirle.
Sin embargo, el destino tiene otros planes. Un sitio web de citas con un fallo en su sistema
conduce a Sage a desafiar Noah. Dos días en los cuales ellos se mostraran el uno al otro sus
mejores citas. ¿Qué podría salir mal?
Al final de esos dos días los hombres descubrirán que el mejor amor viene con alguien que
realmente te conoce, ¿o ellos regresarán a ser sólo buenos amigos?
Si Dante hubiera estado vivo hoy, estoy seguro de que habría puesto salir en citas a ciegas en
uno de sus círculos infernales.
Me detengo a unos metros de la cafetería y reviso ansiosamente mi apariencia en un
práctico escaparate de la tienda. Mi rostro anguloso luce tenso y frío, y como sospechaba, mi
cabello castaño se está amotinando fuera del orden en el que lo había puesto antes de salir.
Algo de eso se debe a mi maldito pelo que nunca hace lo que se le dice, a diferencia de su
dueño, pero el resto tiene que ser el clima. Estamos en febrero en Inglaterra, lo que significa
frío, tiempo tempestuoso y lluvia interminable. Las calles de York brillan como el mármol
gris, y el cielo es una nube nublada de nubes que parecen enojadas.
Por lo general, amo esta época del año, disfrutando del sentarse frente a las grandes
hogueras tostando mis pies y beber bebidas calientes. Sin embargo, no estoy sintiendo el
amor en este momento, y, como si estuviera en el momento justo, una pareja joven sale de
una tienda de tarjetas, riéndose y besándose. Ella tiene un enorme globo rosa en la mano, y
miro impotente a los corazones y flores que inundan la ventana. Día de San Valentín.
No es exactamente mi día favorito del año. Odio el consumismo desenfrenado al
respecto, las frenéticas demostraciones de afecto. Siempre he sido el tipo de persona que cree
que el verdadero romance viene de los momentos fugaces en la vida diaria cuando muestras
amor y lo dices en serio. Sonrío. ¿Qué sé yo? Si fuera bueno en el romance, tal vez no estaría
solo otra vez.
Empujando el pensamiento deprimente con la facilidad de la práctica, miro el cartel de
la cafetería mientras se balancea con el viento, y la ansiedad se apodera de mí. Mierda. ¿Estoy
haciendo lo correcto? Saco mi teléfono y hago clic en la aplicación familiar de citas. Se abre
con un remolino de color, y hago clic hasta que encuentro el mensaje que me informa de que
he sido emparejado con alguien. La siguiente cadena de mensajes que he recibido de mi cita
para organizar esta reunión, están resaltados.
Tengo una relación cercana y personal con Grindr, pero nunca he usado una aplicación
de citas real antes, y esta huele a anuncios de queso y sonrisas de pasta de dientes. Se basa en
la premisa de que nunca se ve la cara de la persona que se está conociendo. En su lugar, tú
confías totalmente en la experiencia de los emparejadores. Nunca pensé que extrañaría las

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fotos obligatorias de penes, pero siento una nostalgia pasajera por ellos ahora que estoy
conociendo a un hombre sin rostro.
Agarro el teléfono con fuerza y dudo. Podría irme ahora. Ir a casa y acurrucarme frente
al fuego y seguir con las revisiones que mi editor ha sugerido. La fecha de lanzamiento de mi
nuevo libro está cada día más cerca. Soy un escritor de terror, y el año pasado conseguí un
contrato de publicación que era lo suficientemente grande como para dejar mi trabajo diario
como empleado de una compañía de seguros para escribir a tiempo completo.
Amo escribir con pasión, pero definitivamente parece más serio ahora que dependo
únicamente de ello para pagar mis cuentas. También es posible, que ahora que ya no tengo
que ser adulto en mi trabajo, me haya convertido un poco en un ermitaño peludo. Algunos
días ni siquiera me quito el pijama y mi mejor amigo, Sage, juró la semana pasada que ahora
tengo un parecido pasajero con el Sr. Twit.
Miro la señal de nuevo y dejo que la voluntad me llene. Mi supuesta pareja perfecta me
está esperando a unos metros de distancia. Si es un fracaso, entonces nadie lo sabrá, y si es
un éxito puede que encuentre todo lo que he estado buscando, y también alguien que me
impida morir como un viejo solitario y soltero, y ser comido por mi perro gruñón, Charlie.
Lleno de voluntad, asiento y avanzo con paso torpe. Tal vez con demasiada severidad.
Hago una pausa y ajusto mi cara para que no demuestre ser una perra en reposo. Arreglado.
Me acerco y empujo la puerta. Soy golpeado al instante con una ola de café caliente y
aire perfumado con azúcar, y como era de esperar, mis lentes se empañan de inmediato. Los
maldigo y me los quito, los lustro y los vuelvo a poner en mi nariz.
El lugar se enfoca y miro alrededor con nerviosismo. Está bastante tranquilo para un
día de semana. Normalmente, las cafeterías de York están repletas de turistas, pero la lluvia
y el viento deben haber mantenido a la mayoría de la gente alejada. Hay una pareja de
ancianos sentados juntos, pero mirando en cualquier otra dirección que no sea la del otro,
una pareja joven intentando compartir una silla, y un hombre dando golpecitos furiosos en
una laptop.
Lo miro fijamente, pero no lleva un jersey rojo, que es lo que mi hombre misterioso
prometió llevar. Enderezo mi propio suéter azul marino y miro alrededor, con el ceño
fruncido. La decepción me quema. No ha venido.
Mis pensamientos acelerándose se detienen cuando oigo que una garganta se aclara
detrás de mí. Me doy la vuelta lentamente y veo una pequeña mesa y sillones de cuero
escondidos en un rincón tranquilo. Sentado en una de las sillas hay un hombre que lleva un
jersey escarlata, y... mis pensamientos se detienen en seco.

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—¡Tú!
Sage, mi mejor amigo en todo el mundo, da una risa sorprendida—. ¿Yo y tú? —me
río, y empuja la silla extra hacia adelante con el pie—. ¿Qué haces aquí? —pregunta—. Creí
que te habías refugiado para ver las revisiones.
Me sumerjo en la silla agradecido y tomo un sorbo de su chocolate caliente que él me
empuja con la facilidad de la práctica. Maldigo cuando noto tinta en encima de mis manos,
antes de concentrarme en la pregunta—. Tengo mucho que hacer, pero tenía un mensaje de
ese sitio de citas del que te hablé.
Algo cruza su rostro, una llama de lo que parece un reconocimiento, antes de que una
lenta sonrisa levante sus labios gruesos—. Entonces, ¿estás aquí para una cita? No me digas.
Llevas un suéter azul marino para identificarte, y tu perfil se llama Ink Sprinkler1, que, por
cierto, o bien suena como un nombre porno o como si tuvieras incontinencia.
Pauso, y luego comprensión me atraviesa—. Oh, por Dios. ¿Tú eres Picture Man2?
Ondea sus brazos con gracia como si dirigiera una sinfonía. Las mangas su suéter están
enrolladas y los colores de los tatuajes en sus brazos y manos brillan en la cálida luz de la
cafetería—. Pensé que era apropiado —sonríe, y sólo por un segundo mi mirada se engancha
en esos labios gruesos y el brillo de sus cálidos ojos coñac.
Luego vuelvo a la realidad con la facilidad de la práctica—. Así que, hemos sido
emparejados por una supuestamente agencia de emparejamiento con cero por ciento de
fracaso —esnifo—. Vamos a restarle valorización a su puntuación perfecta, eso es
jodidamente seguro.
Se reclina, y algo cruza su cara demasiado rápido para que yo lo descubra. Luego asume
su expresión normal de viva curiosidad y bienvenida—. ¿Por qué?
Tardo un segundo en entender lo que está preguntando, y luego me río—. Puto
infierno, estamos tan lejos de un emparejamiento como Russell Grant lo está de casarse con
Jordan Barrett.
—Personalmente, me estoy embarcando para que eso suceda —dice solemnemente—.
Son una pareja hecha en el cielo —cruza los brazos y se sienta—. ¿Somos realmente tan
diferentes?
Sonrío y dreno su chocolate caliente con una floritura—. Sólo míranos.

1
Rociador de Tinta.
2
Hombre Foto.

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Frunce el ceño y se sienta incómodo en su cara abierta—. ¿Qué quieres decir?
Le hago un gesto con la mano—. Mírate, y luego mírame a mí.
—Lo hago —dice, y de repente hay una nota profunda en su voz que nunca antes había
escuchado dirigida a mí.
Me aclaro la garganta—. Tú eres genial, sociable y extrovertido. Apuesto y un buen
amigo —bajo la vista a mí mismo—. Yo soy aburrido e incoloro. Me escondo en mi
departamento detrás de un seudónimo, y además soy obsesivo.
Me mira fijamente durante un largo segundo, y yo me retuerzo un poco bajo esa mirada
enfocada—. Olvidaste mencionar a un autor amable, divertido y brillante —dice
establemente—. Y la parte de obsesivo realmente puedo dejarla atrás.
Levanto mi dedo medio hacia él y sacudo mi cabeza—. No me hago ilusiones. Richard
siempre decía que yo era aburrido"
Frunce el ceño y se mueve en su silla—. No sé por qué le prestaste atención.
Lo miro fijamente—. Saliste con él durante cuatro años. Soy tu mejor amigo. Por
supuesto que le presté atención.
—Ojalá lo hubiera oído decir eso —dice con fiereza, y luego suspira—. De todos
modos, si esa es la clase de mierda que estaba diciendo, es bueno que ya no esté con él.
Le lanzo una mirada—. ¿Nunca dijiste por qué se separaron?
Comenzaron a salir juntos en la universidad y permanecieron juntos mientras yo estaba
en la universidad. Estuvieron viviendo juntos en un momento dado, pero a los pocos meses
de mi regreso, ya habían terminado y Richard se había mudado. Sage ha evitado todos mis
esfuerzos para averiguar por qué, que es la primera vez en nuestra historia que se las ha
arreglado para ocultarme algo.
Ni siquiera puedo decir lo que salió mal en la observación personal, porque evité estar
con ellos tanto como fuera posible. Lo encontré particularmente doloroso de una manera
que he tratado de no analizar, ver a Richard abrazarlo y besarlo, y de ver sus posesiones
mezcladas. Yo había estado secretamente encantado cuando él se mudó, e inmediatamente
me avergoncé de mí mismo, porque, ¿qué clase de amigo se siente así?
Se aclara la garganta y yo levanto la vista para encontrar su mirada en mí, con una
intención curiosa. Luego sonríe lentamente—. Así que, ¿tienes tiempo libre para esta cita? —
asiento, y su sonrisa se ensancha—. Yo también. Qué coincidencia. ¿Qué tal si salimos?

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Me ahogo con mi propia saliva—. Espera. ¿Qué?
Se ríe alegremente—.Vamos, Noah. No te he visto mucho últimamente. Te he
extrañado. Salgamos y pasemos un rato juntos —mira fijamente al espacio, una idea
obviamente formándose, y yo gimo.
—La última vez que lucías así, perdí la mayor parte de mi ropa por esa apuesta.
Él sonríe de lado—. Bueno, eso no va a pasar hoy —se detiene—. No, a menos que lo
pidas amablemente —se ríe de mi mirada de asco—. Vamos, he tenido una idea. ¿Qué tal si
me llevas a tu cita y mañana te llevo a la mía? —se recuesta en su silla y me mira desafiante.
Me quedo mirando—. ¿Por qué?
Él sonríe—. Míralo como una experiencia de citas. ¿Cuánto tiempo hace que no tienes
una cita? —pausa—. La última vez fue probablemente Hugo.
Me río de la mirada de asco en su cara, porque odiaba a Hugo, mi último novio, y el
sentimiento era totalmente mutuo. Sage pensaba que Hugo era estirado y snob, y Hugo
pensaba que Sage era frívolo y una mala influencia para mí—. Creo que esa fue la última vez
—admito.
Se inclina hacia adelante y capto el aroma de la bergamota que se adhiere a él—. Bueno,
¿qué tienes que perder? Al menos no saldrás con ese pendejo —resopla—. Yo jodidamente
lo odiaba.
—¿Por qué?
—Porque era como si él tuviera un interruptor de atenuación en lo que a ti respecta —
dice con tristeza—. Cada vez que te reías y brillabas aún más, él pulsaba el interruptor y yo
veía cómo te volvías a abotonar y oscurecías.
Sacude su cabeza y yo lo miro. Desde el primer día que lo conocí, me ha apoyado, y a
veces lo olvido. Me mira desafiante, el habitual mechón de pelo oscuro y ondulado cayendo
sobre su frente. Antes de que pueda pensar en ello, levanto la mano con la vieja facilidad
familiar, y lo empujo hacia atrás. Es suave como la seda, y capto el breve aroma de almendras.
Por un segundo nuestros ojos parecen captar, y la habitación se estrecha a nuestro alrededor
como si estuviéramos parados en el pasillo de la Casa de la Diversión.
Luego parpadea y ladea su cabeza, y el estado de ánimo desaparece—. Bueno... —
demanda, y me río, sintiendo la energía centelleando a través de mí, de la forma en que
siempre lo hace con él.
—Está bien, Sage. Trato hecho.

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El viento nos golpea mientras salimos de la cafetería y, de mutuo acuerdo, nos ponemos
nuestros abrigos y bufandas. Lo miro mientras empuja su gorro sobre sus ondas oscuras—.
Nunca dijiste por qué estabas ahí —dije de repente.
Se detiene y me mira—. ¿Dónde? —hago un gesto de impaciencia en la cafetería y él
sonríe—. ¿Tomando un café? —sacudo la cabeza, y su sonrisa se desvanece mientras me
mira—. Tal vez estaba haciendo exactamente lo mismo que tú, Noah. Tal vez yo también
quiera a alguien para mí.
Lo miro fijamente, y una punzada me golpea en el estómago. Siempre es así. Por un
tiempo, cuando está soltero, es como si fuera mío otra vez. Su atención, que es como la
calidez del sol cuando se centra en ti, es toda mía, así como sus sonrisas y su risa fácil. Luego
se va de nuevo, enfocada en otro hombre. Siempre he pensado que en algún lugar hay un reloj
de arena goteando arena y que el tiempo se va mientras aún es mío, y que un día pronto la
arena se acabará y él encontrará al indicado. Cuando eso suceda, su atención se desviará de
mí tan seguramente como si fuera una boya y él ha cortado la cuerda, dejándome atrás,
flotando en aguas oscuras.
Salto cuando encuentro de que está parado frente a mí, más cerca que antes, sus ojos
oscuros con algún pensamiento invisible—. ¿Qué pasa? —pregunta, y creo que detecto un
poco de urgencia. Entonces regreso a la brutal realidad de que este inconveniente estallido de
conciencia mía probablemente lo esté asustando.
Me hago reír y doy un paso atrás—. Okay, ¿estás listo para lo que probablemente será
la cita del infierno para ti?
Algo que se parece mucho a la frustración cruza su cara, pero luego él da un paso atrás
y se va, y él es sólo Sage, mi mejor amigo—. Contigo no —dice con firmeza—. Cualquier
cosa contigo es buena.
Trago con fuerza y me pongo el gorro sobre el pelo—. Creo que sería más seguro dejar
ese comentario hasta que veas lo que estoy planeando —digo a la ligera, y él sacude la cabeza.
—No tengo miedo. Adelante, Noah.
Diez minutos más tarde hacemos una pausa frente a la majestuosidad del Minister, de
color miel. Se eleva por encima de nosotros y parece tocar el cielo. Se vuelve hacia mí—. Una

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iglesia. Me has traído a una iglesia para una cita —sacude su cabeza burlonamente—. Tengo
que decir que me doy cuenta de por qué estás soltero.
Le doy un empujón jugando—. No es la iglesia a la que vamos a ir —sacudo la cabeza
ante su desconcierto—. Sígueme.
Se para afuera donde yo lo dirijo mientras yo entro a la taquilla en la entrada principal
y compro nuestros boletos. El Minister está tranquilo hoy y poco iluminado. Por un segundo
me detengo para apreciar las cintas de luz que fluyen a través de los enormes vitrales y caen
sobre el viejo suelo de piedra. Luego me giro a Sage y me detengo abruptamente.
Escalonó de estar solo a hablar animadamente con un hombre en sus veinte. El hombre
es hermoso, con el pelo largo y oscuro tirado hacia atrás en una cola de caballo, y un tatuaje
que se arrastra desde el cuello de su suéter y sobre su garganta. Por un segundo me quedo
quieto, sacudido por la ola de calor posesivo que me inunda diciéndome que Sage es mío.
Entonces sacudo la cabeza con tristeza, porque una mirada me dice que este hombre es mucho
más del tipo de Sage que el viejo y aburrido yo.
Los observo por un segundo, observando la forma en que el hombre se aferra a las
palabras de Sage, y cómo levanta la mano y captura el brazo de Sage mientras hablan.
Entonces, para cimentar la imagen en mi cerebro, para no empezar a actuar como un imbécil,
me hago mirar a Sage, sólo para saltar cuando lo encuentro mirándome fijamente con una
expresión ilegible en su cara.
Sacude su cabeza ante no sé qué, antes de despedirse del otro hombre y acercarse a mí.
Inconsciente a la mirada del hombre fijada en su trasero, me mira fijamente.
—¿Por qué esperas aquí? —dice bruscamente, y yo salto.
—Estabas ocupado.
—No muy ocupado para ti. Tú lo sabes. Deberías haber venido y yo podría haberte
presentado.
—¿Quién es?
La pregunta suena un poco cruda, y él parpadea—. Noah —comienza, y me apresuro
a hablar antes de que tenga esa mirada de lástima.
—Era precioso.
Da un paso atrás y algo oscuro cruza su rostro—. ¿Te gusta?
—¿Qué? No, por supuesto que no. Se ve perfecto para ti.

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—¿Por qué? —la pregunta es como un disparo, y lo veo, sintiéndome perplejo.
—Bueno, ustedes dos se ven bien juntos. Lucen iguales.
Se cruza de brazos mirándome, y me pregunto cómo cinco minutos pueden convertir
una tarde en mierda—. Entonces, ¿la persona que es perfecta para mí tiene que parecerse a
mí? —exige.
Levanto la mano conciliadoramente—. No, eso no es lo que quise decir. Por favor,
Sage, no peleemos. Pensé que ustedes dos parecían estar hechos el uno para el otro. Eso es
todo.
Me mira fijamente durante un largo segundo, hasta que finalmente sacude la cabeza,
riendo en voz baja. Lo miro y siento alivio al ver que vuelve a sonreír—. ¿Estamos bien? —
pregunto tímidamente—. Odio cuando te enfadas conmigo.
Frunce el ceño y examina mi cara—. Tal vez algún día deberías preguntarte por qué es
así.
Abro la boca para preguntarle de qué carajo está hablando, pero extiende la mano por
los boletos—. Entonces, muéstrame adónde vamos.
Le sonrío—. Arriba en el techo.
Da un paso atrás y mira al Minister—. ¿Aquí?
Asiento con entusiasmo—. ¿Lo has hecho antes? —él sacude la cabeza—. Es increíble.
Puedes ver todo —entonces hago una pausa—. Por supuesto, eso es sólo yo —dudo—.
Dijiste que hiciéramos lo que quisiéramos en una cita y bueno...
Sacude su cabeza, una sonrisa que se extiende por su cara y que detiene mi
tartamudeo—. Eso es brillante. Me encanta.
Lo miro fijamente—. ¿Estás seguro? Te conozco. No es muy emocionante. Después de
todo, no vamos a salar de un bungee. ¿Preferirías hacer otra cosa?
—Suena bastante emocionante para mí, particularmente si te saco de la cima por
cuestionar continuamente si me va a gustar —dice, empujándome, y yo sonrío—. De todos
modos, siempre quise hacerlo, y Richard nunca quiso hacerlo.
—¿Por qué?
Se encoge de hombros—. A quién le importa —agarra los boletos de mi mano y camina
hacia el hombre en la puerta.

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Atrapo su brazo y trato de ignorar la sensación de músculos duros bajo mi mano—. Es
alto y una gran subida.
—¿Estás insinuando que no estoy en forma? —dice casi en coqueto, y miro hacia abajo
a su cuerpo con la intención de hacer un comentario gracioso. Pero las palabras mueren en
mi garganta mientras tomo su cuerpo delgado, los músculos de sus muslos y sus hombros
anchos. Se aclara la garganta y me doy cuenta de que lo he estado mirando como si fuera el
último filete en Morrison's. Sin embargo, cuando miro levanto la vista, me siento atrapado y
sujetado por la oscuridad en sus ojos y la forma en que se lame los labios. Por un largo
segundo, nos quedamos inmóviles y atrapados en una oscura resaca. Entonces el guardia de
seguridad se aclara la garganta, y me sonrojo cuando me doy cuenta de que probablemente
iré al infierno por pensar pervertidamente en mi mejor amigo en una iglesia.
Sacudo la cabeza y me dirijo hacia el hombre que me espera—. Vamos. Escalemos.
Él me sigue, y empezamos a subir los empinados y sinuosos escalones de piedra, que
han sido gastados suavemente por generaciones de personas. Se curvan y se pierden de vista,
iluminadas sólo por la luz del sol que se filtra a través de las estrechas ventanas.
—Pensé que habías dicho que era una subida empinada —dice, empujándome.
Sólo sonrío.
Veinte minutos más tarde emergemos en la cima hacia el dichoso aire frío—. Por Dios
—dice débilmente, apoyándose en la pared y aspirando con dificultad.
—Es... un poco... pronunciado —me las arreglo para sacar, antes de tirarme al suelo.
Me mira y bufa.
—¿Qué? —pregunto.
—Estoy de verdad mortificado que hayamos tenido que movernos para que la pareja
de ancianos pudiera pasar.
Suelto una risa ahogada—. Dios, se movían más rápido que yo cuando tenía diez años.
—Babe, no eres Usain Bolt. Una tortuga se mueve más rápido que tú por las mañanas.
—No lo hace —empiezo a decir, y luego me encojo de hombros—. Probablemente
tengas razón.
Se desliza a mi lado y arroja su brazo alrededor de mis hombros. Trato de no notar el
calor y su olor a bergamota, y trato de concentrarme en sus palabras—. Entonces, ¿para qué
arriesgamos la vida?

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Me inclino hacia atrás, sintiendo el frío viento en mi cara—. Te mostraré cuando esté
en menos peligro de vomitar en mi boca.
Se ríe y nos sentamos en un silencio familiar que siempre es cómodo con él, hasta que
podemos respirar correctamente de nuevo. Entonces, de mutuo acuerdo, ambos nos
levantamos y nos dirigimos a la barrera.
El viento nos golpea en la cara como una bofetada—. Jesús —jadea—. Esto es
increíble.
Le sonrío afectuosamente. Realmente lo es, y vale la pena el incipiente ataque al
corazón. York se extiende debajo de nosotros como una ciudad modelo. Pequeñas tiendas y
casas se apiñan alrededor de la iglesia como ovejas que buscan refugio de la tormenta,
mientras diminutos autos se arrastran por los caminos, y a lo lejos, suena la campana de una
iglesia.
Después de unos minutos, mi atención se centra en él como siempre. Se apoya
fácilmente en la barandilla, su cara enrojecida por el frío y sus ojos están ocupados—. ¿Qué
te parece?
Se ríe y se gira hacia mí—. Es maravilloso. No puedo creer que haya vivido en York
toda mi vida y nunca haya hecho esto.
—¿No muy alto?
Sacude la cabeza, sonriendo irónicamente—. Viendo como subí al techo del cobertizo
de tu madre cuando tenía siete años, creo que puedo manejar el Minister.
Él vuelve a su contemplación de la vista, mientras que yo disfruto de la oportunidad de
mirarlo sin ser notado. Me sonrío a mí mismo porque todavía recuerdo vívidamente el día
en que lo conocí.
Yo estaba en el jardín cazando una especie de planta en la que mi madre me estaba
probando. Me había dado el nombre en latín, junto con una foto y un límite de tiempo, pero
como tenía siete años me había distraído fácilmente con el sol, los insectos y una rana que
había encontrado en el estanque. Estaba tumbado en el suelo mirando fijamente a la rana
cuando oí un psstt.
Mirando alrededor no vi a nadie, pero entonces el ruido volvió y me di cuenta de que
venía de arriba. Levanté la vista y jadeé cuando vi a un niño de pelo oscuro aferrándose al
techo del cobertizo y mirándome.

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—¿Quién eres? —pregunté, y me dio una sonrisa chimuela—. Soy Sage. Acabamos de
mudarnos al lado, y mi madre dijo que había un chico de la misma edad que yo viviendo al
lado.
—Es un nombre gracioso —dije honesta y groseramente, pero él sonrió.
—No has conocido a mi madre. Cuando lo hagas, entenderás nuestros nombres.
—¿Nuestros nombres? ¿Tienes hermanos y hermanas?
—Dos hermanos llamados River y Kemp.
—Ojalá tuviera hermanos.
—Puedes tener los míos —dijo irónicamente.
—¿Por qué? ¿No se llevan bien?
Se encogió de hombros con indiferencia, y luego se agarró fuertemente cuando se
deslizó un poco sobre el techo.
—Oh, ten cuidado —siseé, y me moví para pararme junto al cobertizo y mirarlo
fijamente—. ¿Estás bien?
—No estoy seguro —dijo con indiferencia—. Creo que podría estar atascado.
—Quédate ahí —pedí, y corrí a buscar la escalera—. ¿Por qué no llamaste a la puerta?
—pregunté, mientras él bajaba.
—Tu mamá lucía un poco aterradora —exclamó—. Y el cerco entre las casas es
demasiado alto para que yo pueda treparlo, así que eso sólo dejo el cobertizo.
Llegó al final de la escalera y me sonrió. Era un poco más bajo que yo, con el pelo
oscuro y salvaje, pecas y una amplia sonrisa que le estiraba la cara y hacía que su sonrisa fuera
casi maníaca. Sentí una calidez instantánea hacia él que me desconcertó ya que yo era un niño
bastante solitario. Mi madre era extremadamente estricta y se concentró aterradoramente en
mí desde que mi padre se había ido, y por lo tanto no tenía muchos amigos que estuvieran
en su lista aprobada.
—¿Es eso una rana? —jadeó con emoción, e inmediatamente se arrojó frente a la
sorprendida criatura. Lo miré fijamente durante un minuto, antes de decidir ignorar las
órdenes de mi madre y me senté junto a él.
Nunca me di cuenta de que había encontrado a mi alma gemela ese día, y una espina en
el costado de mi madre que me sigue deleitando. Lo seguí ciega y adorablemente a través de

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cada aventura y contratiempo que su mente ágil podía conjurar, y a cambio él me mostró el
lado de mí que yo no sabía que estaba allí, el lado audaz y divertido.
Nunca me arrepentí del día en que le conseguí una escalera para que bajara, aunque a
veces deseaba poder hacerlo, cuando los sentimientos que sentía por él amenazaban con
ahogarme, y él continuaba alegremente con conquista tras conquista. Mi madre trató de
prohibirle la entrada a la casa muchas veces, pero yo me mantuve firme porque donde él
estaba, entonces yo también lo estaba.
Se gira hacia mí e irrumpe en mis pensamientos—. ¿En qué estás pensando? —pregunta,
acercándose a mí.
—Mi madre —digo irónicamente.
Su nariz se arruga inmediatamente—. Qué pensamiento tan encantador. Será mejor que
te agarre de los brazos por si quieres saltar.
Me río—. No es tan malo —él levanta una ceja y yo me río involuntariamente—.
Déjame decirlo de otra manera. No es tan malo, porque no la he visto por más de media hora
cada vez en meses.
—¿Cómo está la sierva de Hitler?
Sacudo la cabeza. Hice las paces hace mucho tiempo con las costumbres de mi madre,
y él tiene derecho a enojarse, ya que mi madre fue totalmente venenosa con él cuando éramos
niños—. Hemos encontrado un término medio incómodo —digo, y él me mira en
interrogación—. Hago lo mío y si ella se abstiene de criticar, la visitaré. Ya no tiene tanto
que decir como antes.
—Ella debe encontrarlo difícil —musita—. Si ella estuviera organizando Brexit, los
europeos habrían incendiado el Channel Tunnel hace mucho tiempo.
Lo bufo y lo empujo suavemente—. ¿Cómo está tu madre entonces? No he visto a
Tallulah en años —sonrío al pensar en su colorida y alegre madre.
—Ella se ve exactamente igual que siempre —dice con calma—. Está tan drogada la
mayor parte del tiempo que creo que ha logrado detener el paso del tiempo. L'Oreal la llamará
pronto.
Me río—. Porque ella lo vale —sacudo la cabeza—. ¿Cómo es que resultamos tan
jodidamente normales?
—Porque nos teníamos el uno al otro —dice en voz baja, y algo en su voz llama mi
atención—. Cuando nuestras madres la cagaban, siempre nos teníamos el uno al otro.

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—Siempre —repito, y sonrío antes de volver a mirar hacia la vista. Respiro
profundamente.
—¿Por qué aquí? —dice de repente, y cuando me doy la vuelta es para encontrarlo
mirándome—. ¿Por qué te encanta?
—Porque es claro y silencioso —digo lentamente—. Porque aquí puedo respirar. Y
porque algunas cosas nunca cambian, aunque todo lo demás sí.
Casi espero que bromee, pero siempre ha estado extrañamente en sintonía con mis
estados de ánimo. Otros podrían haber llenado el silencio con charla y haberse adelantado a
mí. Él sólo se para a mi lado con su hombro golpeándome cómodamente. Las campanas del
Minister comienzan a sonar, y en medio de la cacofonía del sonido nos paramos juntos y
miramos con compañerismo.

16
Bajamos por las escaleras del Minster y hacemos una pausa en la parte inferior—. Bueno, eso
fue mucho más rápido que el viaje de ida —reflexiona Sage.
Sonrío—. Eso es porque en un momento dado te juro que fuiste propulsado por un jet
bajando esas escaleras. Te parecías al viejo labrador de mi madre cuando se apoyaba en el
viento.
Sacude su cabeza—. La buena Poppet. ¿No mordió a tu madre una vez? —asiento y él
suspira feliz—. La buena Poppet.
Sacudo mi cabeza—. Bueno, ¿qué te pareció mi cita?
Se queda boquiabierto—. ¿Esa era tu cita?
Retrocedo un poco sintiendo como si me hubiera abofeteado—. Sabía que no te
gustaría.
Me mira fijamente—. Me encantó. ¿De qué estás hablando? —sacude la cabeza—.
Quiero decir, ¿no alimentas a tus hombres en una cita o los matas de hambre? —pausa—.
En cuyo caso también tengo que preguntar por qué no buscaste esa opción con Hugo.
El alivio se apodera de mí y me río mientras lo empujo—. Vamos entonces, saco de
quejas.
Se ríe y me sigue obedientemente. Todavía hace frío, pero la lluvia ha cesado y las calles
se están llenando de turistas. Bajamos por laos andadores de Shambles, los viejos edificios
encorvados que se asoman sobre nosotros como filas de pequeños ancianos. Evito un gran
grupo de estadounidenses que discuten un mapa que tienen delante y me doy la vuelta para
ver a Sage pisándome los talones como si fuera una sombra particularmente hermosa.
—¿Adónde vamos? —pregunta de inmediato y de forma predecible.
Sage odia que lo dejen en la oscuridad.
—Un restaurante que conozco. Creo que te gustará.
—¿Fuiste con Hugo? —la nota de desdén en su voz es muy clara a pesar de tener que
agacharse y serpentear para evitar a una anciana con un carrito de compras.

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Él se me acerca en la próxima oportunidad mientras pienso—. No, no lo creo. Vine
con unas cuantas personas de mi antiguo trabajo —él se ilumina y yo sacudo mi cabeza—.
Tal vez necesites tu propia versión de Trip Advisor —me río entre dientes—. Podrías
llamarlo Hugo Adviser y podrías usarlo para decirte en qué restaurantes ha comido en York,
para que puedas evitarlos. Tengo que advertirte que te morirás de hambre. Él ha comido en
la mayoría de ellos. Es un gran aficionado a la comida.
—Lo recuerdo —dice agriamente—. Ni siquiera podíamos comer un plato de papas
fritas hasta que se hubiera percatado de la calidad de la sal y de si había sido cosechada por
vírgenes durante un eclipse lunar —se detiene y me mira de reojo—. No quiero que vayamos
a los mismos lugares a los que fuiste con él. Quiero que tengamos experiencias nuevas.
Le disparo una mirada confusa que espero que cubra la suavidad en mi estómago ante
sus palabras—. Ya ni siquiera pienso en él —digo en voz baja—. No sé por qué me puso
tan mal cuando me engañó.
—Creo que la idea de Hugo es infinitamente mejor que la realidad —dice
sombríamente. Me detiene con una mano en mi brazo—. Era un puto idiota —dice en
serio—. Cualquiera que te engañe es un imbécil ciego.
Lo miro fijamente durante un largo segundo, calidez llena mi pecho—. Tienes que
decir eso —finalmente digo—. Es la cláusula número uno de la carta de mejores amigos.
Por un segundo veo una expresión graciosa en sus cálidos ojos. Luego sacude la
cabeza—. Creo que la segunda cláusula es alimentarme. ¿Dónde está el restaurante? —apunto
hacia la calle al bar de tapas y lo sigo, sintiendo como si se hubiera perdido un momento.

***

Me despierto a la mañana siguiente sintiéndome inusualmente ansioso por empezar el


día. Hoy es nuestra segunda cita y sólo pensar que estamos en una cita me hace salir de la
cama y zambullirme en el baño para empezar la ducha.
Anoche estuvimos sentados durante horas, hablando, riendo y bebiendo vino tinto rico
y oscuro. Comimos lo suficiente para cuatro personas, y la noche estuvo llena de la
combinación embriagadora habitual de cálida familiaridad y atracción. Bueno, al menos así
es como es siempre para mí. Sage parecía tan inconsciente como siempre, permaneciendo
concentrado en mí y totalmente comprometido.

18
Me dejó con un abrazo y la promesa de recogerme a las diez de la mañana, cuando
aparentemente, yo estaría en su poder. Ese pensamiento es más emocionante de lo que creo
que él sabe.
Me doy cuenta de que estoy en un baño lleno de vapor, así que obviamente el agua se
ha calentado. Me deslizo y siseo en apreciación mientras el agua caliente se desliza sobre mi
cuerpo. Me retuerzo y gimo cuando el poderoso rocío golpea mi verga. Salta, y estiro mi
mano hacia abajo y comienzo un deslizamiento largo y lento, mis dedos apretando hacia
arriba y girando.
Por un segundo mi mente está misericordiosamente en blanco, pero de repente él está
allí, al frente y en el centro de mi cerebro. Lo veo en el ojo de mi mente, retorciéndose bajo
el rocío, mientras el agua acaricia su cuerpo en largos arroyos, corriendo sobre los colores
que lo marcan.
Intento dar marcha atrás y pensar en los actores que yo había visto en un video porno
la otra noche, pero no es bueno. Sage sigue ahí. Mi hinchada verga está dura y palpitando,
mis bolas llenas y apretadas. Necesito venirme tan desesperadamente, y al final, tengo que
ceder. Descanso un brazo contra la pared y miro hacia abajo a mi otro brazo amontonándose
mientras paso mi verga a través de mi puño. Cierro los ojos y él está allí de nuevo, con el pelo
oscuro pegado al cráneo y esos ojos cálidos y saltones que se fijan en mí. En mi imaginación,
se pone de rodillas y me mira, el agua hace que sus pestañas luzcan como estrellas de mar.
—Noah —gime, y abre la boca. En mi sueño, me inclino hacia adelante y deslizo mi
verga a lo largo de ese labio inferior grueso, antes de deslizarlo entre sus labios. Él gime en
su pecho y yo miro hacia abajo y lo veo empuñando su verga. La visión es tan sexy que puedo
sentir que mis bolas se aprietan aún más.
—Sage —gimo, y abro los ojos a tiempo para ver chorros de líquido cremoso golpear
la pared, sólo para ser arrastrados. Por un segundo me quedo jadeando, mi mente un vacío
aturdidor puro. Luego, el saber que me pajeé por Sage inunda mi cerebro y gimo y me
sonrojo. Carajo. No es la primera vez que me masturbo pensando en él, por supuesto, pero
por alguna razón esta se siente más importante, y ahora voy a tener que pasar el día con él a
sabiendas de que pensé en follar su cara hasta que me vine. Sacudo la cabeza. Esta aplicación
de citas ciertamente ha complicado mi vida.
Me seco y luego me visto con jeans y un suéter grueso y gris. Sage me había dicho que
usara ropa abrigada y cómoda y zapatos sensibles. En ese momento le pregunté si pensaba
que yo usaría sandalias de plataforma, pero sólo sacudió la cabeza y me dijo que me llevaría
de cualquier manera que pudiera conseguirme. Ese pensamiento se acerca demasiado a mis
actividades anteriores, así que me apresuro a entrar en la cocina y preparo una taza de té.

19
Diez minutos después llaman a la puerta y haciéndome derramar mi bebida—. Carajo
—siseo y lo limpio con un trapo de cocina, antes de correr y abrir la puerta. Sage está allí
vestido con jeans viejos y descoloridos y un suéter verde bosque. Cabello oscuro sobresale de
debajo de un gorro de color carbón, y lleva una parka gruesa de color azul marino.
—¿Listo? —pregunta, entrando y dirigiéndose a la cocina—. Oh, genial. Has hecho té
—dice felizmente, y me roba tanto mi taza como mi trozo de pan tostado.
—Sírvete —digo agriamente, y agarro mi propia parka del gancho.
—Asegúrate de estar caliente —dice con la boca llena de mi pan tostado—. Aunque
pareces un poco sonrojado, Noah. ¿Qué has estado haciendo?
Trato de ignorar sus ojos, que estoy seguro verán directamente a través de lo que hice
antes. En vez de eso, le quito el pan tostado—. ¿Hay algo más que quieras de mi persona?
Me mira de arriba hacia abajo lenta y cuidadosamente, y me inquieto bajo su mirada.
Su mirada se agudiza y sonríe lentamente—. Hay mucho que quiero de tu persona, Noah —
con un cambio de humor relámpago, se ríe—. Pero tenemos planes, así que lleva tu lindo
culo al auto.
Está helando afuera. El cielo es de un gris tormentoso y un fuerte viento nos abofetea
mientras caminamos hacia su coche.
—¿Adónde vamos? —regunto, saltando y extendiendo las manos hacia el calentador.
Atentamente arranca el motor.
—Es un secreto, pero siéntete libre de interrogarme extensamente —dice alegremente,
y lo miro fijamente.
—Sabes que no me gustan las sorpresas.
Sacude su cabeza—. No te gustan las sorpresas equivocadas. Por suerte, te conozco y
puedo darte el tipo correcto.
—Bueno, si no me lo vas a decir, me da derecho a estar a cargo de la música —digo
bruscamente, y él gime.
—No los ochenta.
—Sí —digo con gusto—. Pero sólo las baladas muy fuertes.
—Está bien, está bien. Me rindo —hace una buena vuelta, y trato de evitar mirar sus
manos fuertes con venas prominentes. Los colores de sus tatuajes se mueven mientras curva

20
sus dedos alrededor del volante. No puedo evitarlo. Soy una puta de manos, y él tiene las
mejores.
Echo un vistazo a mi tatuaje favorito, que es una pequeña rana en su mano izquierda.
Salta hacia los nudillos desde la articulación del pulgar. Fue el primero que se hizo él mismo,
y dijo que era para conmemorar nuestro primer encuentro.
Su voz irrumpe en mis pensamientos—. Vamos a Staithes.
—¿No está fuera del camino de Whitby?
Él asiente con la cabeza—. A una hora y media en coche.
—¿Qué hay ahí? Que yo sepa, es un pueblo de pescadores.
—Muchas cosas, pero tengo que guardar algunas cosas o no habrá sorpresas en nuestra
cita. Hay mucho aire fresco que necesitas después de estar encorvado sobre el nuevo libro.
Sólo dejaré que sepas que te invitaré a comer pescado con papas fritas.
Me reclino—. Okay, estoy bien con eso.
Se ríe.
Un par de horas más tarde nos retiramos a un estacionamiento desértico. Me bajo e
inmediatamente el viento me golpea, agitando las esquinas de mi abrigo y agarrando
impotente el ticket del estacionamiento de la mano de Sage. Mientras él se estira para pegarla
en el tablero, yo me acerco a la balaustrada y miro hacia abajo a nuestro destino.
Es un pequeño y encantador pueblo de pescadores. Las casas de colores abarrotadas en
las sinuosas calles que se extienden a lo largo de la amplia y gris extensión del mar. Hoy se
agita sin descanso, con caballos blancos saltando cuando el viento atrapa el agua.
Salto, y me relajo inmediatamente cuando Sage se acerca a mí y apoya su mentón sobre
mi hombro. Su aliento cálido y perfumado a menta golpea en mi cuello y trago con fuerza,
pero luego se hace a un costado mientras lanza su brazo alrededor de mí.
—Increíble, ¿no? —grita por encima del ruido del viento.
Sonrío—. Siempre te gustó el clima salvaje.
Él sonríe—. A ti también.
Me río—. ¿Recuerdas cómo solíamos subir al cobertizo de mi madre cada vez que había
tormenta? Sólo Dios sabe por qué no nos cayó un rayo.

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Se ríe entre dientes—. Especialmente cuando la lluvia era demasiado intensa y solíamos
subir la sombrilla de tu madre.
—Muerte por sombrillas de flores púrpuras.
Mete su brazo en el mío y me arrastra—. Vamos. Quiero mostrarte lo que amo de este
lugar.
Lo sigo complacientemente, como siempre. No es sólo su personalidad. Es el hecho de
que estoy condicionado a saber que lo que sea que haya planeado tendrá algo en ello que me
agradará. Siempre ha sido de esa manera.
Deambulamos por los andadores diminutos y miro, ojalá discretamente, por las
ventanas de las casas de campo. Me encanta ver las casas de otras personas. Sage siempre se
ha burlado de mí diciendo que mi material de lectura debería ser una lista de agencias
inmobiliarias.
Me mira y sonríe—. Todavía haces eso. ¿Recuerdas cuando éramos niños y leíamos El
Bosque Encantado? Había un duende en él.
—El Duende Gruñón —respiro, y él sonríe.
—Sí. Se él solía enfadarse mucho cuando alguien se asomaba por su ventana y él le
haría daño al mirón —se ríe—. Siempre juré que si encontrábamos ese árbol, te habrían
asesinado antes del segundo capítulo.
Me río a carcajadas y luego miro alrededor. No se me ha pasado por alto que parecemos
ser las únicas personas lo suficientemente locas como para estar aquí con este clima—.
¿Dónde está esa cosa que vamos a ver?
—Aquí —dice, y se detiene.
Miro alrededor con desconcierto. Estamos frente a una casita pintada de blanco, pero
no parece haber nada inusual en ella. Le doy un empujón—. ¿Qué estoy mirando?
Lanza su brazo por encima de mi hombro y me empuja para ponerme de cara a la
cabaña. Trago con fuerza al sentir su cálido agarre y el peso de su cuerpo contra mí y tengo
que concentrarme mucho para entender lo que está diciendo.
Señala la puerta—. ¿Qué ves sobre la puerta?
Miro de cerca—. Es el grabado de una sirena que se mira en un espejo. Es encantador,
Sage —realmente lo es. La sirena se apoya en un lecho de algas marinas, y hay una impresión
de descaro estrafalario al respecto.

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—Es precioso, pero eso no es un grabado.
—Por supuesto que lo es —digo, acercándome—. Puedo ver las sombras desde los
ángulos de la piedra y... ¡oh!
Se ríe entre dientes—. Exactamente. Es una pintura. Más pertinente, es una ilusión.
—¿Una qué?
—Las ilusiones son pinturas de trompe l'oeil, que literalmente significa ‘truco del ojo’.
El artista hace que una superficie plana parezca tridimensional. Este es uno de los decorados
que fueron pintados por un artista local. Están salpicadas por todo el pueblo y tienes que
encontrarlas. Nunca me las he arreglado para conseguirlas todas. Me falta el Arca de Noé, y
tú me ayudarás a encontrarla.
Le sonrío, imposiblemente encantado—. ¿Cómo te enteraste de esto?
Se encoge de hombros—. Ya me conoces a mí y al arte. Leí un artículo sobre ello y
vine al festival de arte aquí. Fue increíble. Hacían que la gente tallara estatuas de madera,
muestras de artesanías y exposiciones de arte. Abren las casas y hay buen ambiente.
Tendremos que ir la próxima vez que vengan.
Trato de ignorar el sentimiento de felicidad que me invade por el hecho de que él quiere
planear algo en el futuro. El único problema es que probablemente estará con otra persona
para entonces, y tendré que poner mis excusas para no hacer mal tercio. Aparto el
pensamiento deprimente y me concentro de nuevo en él—. ¿Y qué hay de las ilusiones que
captaron tu imaginación?
Se encoge de hombros, con un aspecto tímido—. Son pequeñas y fáciles de pasar por
alto, así que cuando encuentras una te da una sensación de alegría.
—¿Alegría? —repito, y él se sonroja y me empuja.
—Sí, alegría. El arte me da alegría. Muchas cosas me dan alegría. Búrlate si quieres,
pero debe haber algo que te dé la misma sensación.
Tú, pienso, y está tan claro en mi cabeza que por un segundo estoy seguro de que lo he
dicho en voz alta. Me mira fijamente, con ojos oscuros y escudriñando. Lo que sea que esté
buscando, debe encontrarlo, porque da un paso atrás y se ve ridículamente feliz.
—Vamos, Noah. Eres mi amuleto de la buena suerte. Estoy buscando el arca.
—Okay. Adelante.

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Deambulamos por las calles y contamos las ilusiones que encontramos. Incluyen una
gaviota muy realista y un fósil de ciervo prehistórico, pero su cara cuando encontramos el
arca no tiene precio. Está situado sobre un par de puertas de garaje muy desgastadas, y me
río de él mientras baila un poco de alegría—. Te pareces al puto Snoopy.
Me agarra y da dos pasos rápidos, y antes de que pueda decir algo, me agarra la cara
con sus dedos largos y me da un beso firme en los labios. Es un beso simple, que desaparece
antes de que pueda registrarlo, pero por un segundo, puedo sentir la sensación fantasma de
sus labios secos y el aroma de bergamota en mis fosas nasales.
Doy un paso atrás y lo miro fijamente, pero está charlando felizmente acerca de tener
un regalo para mí. Le sigo complacientemente mientras él habla, pero la mitad de mí todavía
está en el carril estrecho y en mi cabeza, le devuelvo el beso.
Lo sigo por la colina, hasta que llegamos a un edificio largo y se gira hacia mí—. ¡Ta
dah!
—¿Qué?
Sonríe ampliamente—. Mira el letrero.
Me acerco un poco más al cartel y las palabras hacen sonreír al aficionado de historia
en mí— Centro de Patrimonio del Capitán Cook.
Él sonríe—. Él trabajaba en el pueblo. De hecho, han recreado una calle de la forma en
que hubiera sido en su época, pero lo más importante para ti es que hay más de doscientos
libros allí.
—¿Y has entrado? No parece ser tu tipo de cosas en absoluto.
Se encoge de hombros y me mira fijamente, con una expresión incomprensible en la
cara—. No, nunca he entrado. Quería traerte. Dices que no es lo mío, pero es lo tuyo, y
aunque no me haya gustado la historia en la escuela, me gusta cuando hablas de ella.
—¿Por qué?
—Porque cobras vida y lo haces interesante para mí.
Estoy más que conmovido—. Ese podría ser el mayor cumplido que me has hecho
nunca.
Él sonríe—. Podría hacerte más, pero no estás listo.
—¿No estás listo para qué? —llamo, pero él me ignora y he olvidado la pregunta a los
pocos minutos de estar dentro del museo.

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Cuando salimos, se siente como si hubiéramos estado ahí durante días. Miro a Sage y
lo encuentro sonriendo—. ¿Qué?
Se ríe—. Te perdí por un tiempo. Pensé que de verdad te ibas a venir cuando vieras los
libros.
Lo empujo—. La mayor parte de mi tiempo lo pasé tratando de quitarte los lentes de
realidad virtual para que los niños pudieran tener un turno.
Se ríe—. Era la cubierta del Endeavour, Noah. ¿Qué esperabas?
—Somos un par de nerds, ¿no?
Él sonríe—. Sí, pero somos nerds juntos, así que, ¿a quién le importa? Vamos,
consigamos algo de pescado y papas fritas.
Encontramos un pequeño café y de mutuo acuerdo hacemos nuestras órdenes para
comer afuera y salimos al frente para comerlas. El mar se agita y envía espumas salvajes que
se elevan en el aire mientras sus olas golpean las rocas. La sal está pesada en nuestros labios.
Lo miro mientras está parado comiendo una papa frita y mirando al mar—. ¿Por qué
dejaste de viajar?
Él levanta la vista sorprendido, también lo estoy yo, pero esa pregunta ha estado en la
punta de mi lengua durante años.
—No he parado —dice lentamente—. Amo viajar.
Es verdad. Ha visitado muchos países a lo largo de los años. Desaparecería durante un
mes, y reaparecería bronceado y cansado, pero contento y lleno de historias. Se fue de
mochilero por Europa un año después de la universidad.
—No lo has hecho en años —digo persistentemente—. Estabas planeando Vietnam
el año pasado, y luego todo se quedó en silencio y nunca te he oído mencionarlo de nuevo.
Él busca palabras, parece casi tímido, y mi interés se intensifica. Finalmente, se encoge
de hombros—. Me cansé de hacerlo solo o con amigos. Hay tantas cosas que ver y hacer,
que quiero que la próxima vez que viaje esté con alguien con quien realmente pueda
compartirlo, que lo aprecie como yo lo hago, que vea lo que yo veo y que señale las cosas yo
no note. Quiero hacerlo bien con alguien que me importe.
Pienso con nostalgia en lo maravilloso que sería viajar con él. Tengo seguridad
financiera y puedo trabajar en cualquier lugar. Me pidió que fuera con él a Europa después
de la universidad, pero le dije que no. En ese momento yo había estado sufriendo de una

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combinación de nervios y mi ridículo flechazo por él, que era muy fuerte en ese entonces, y
eso había dictado mi respuesta. Lo he lamentado desde entonces porque creo que le hice
daño y nunca me lo ha vuelto a pedir.
—¿Alguien en mente? —dice mi boca independientemente de mi cerebro, porque la
pregunta suena demasiado ansiosa para mis oídos.
Obviamente él no puede sentirlo porque se encoge de hombros y sonríe con una sonrisa
secreta.
—Tal vez.
Mi corazón se rompe y quema. Mierda. He estado viviendo en un mundo de fantasía
hasta hy. Lo estoy tratando como si estuviéramos en una cita, cuando en realidad sólo soy su
mejor amigo. Nada más y nada menos.
—Eso es bueno —digo enérgicamente—. Me gustaría verte sentar cabeza.
—¿Qué?
Parece asustado, así que me hago asentir con firmeza— Sí. Deberías buscarte un tipo
decente. Uno que te amará de la forma en que deberías ser amado.
Al principio su expresión parece casi de pánico, pero de repente se suaviza y se convierte
en una sonrisa cegadora—. ¿Y cómo es eso?
Miro fijamente esa sonrisa y casi olvido que me han hecho una pregunta.
—¿Qué? Oh —dudo—. Adecuadamente —finalmente digo—. Deberías ser amado
adecuada y plenamente, porque eres increíble.
Puedo sentir su mirada a un lado de mi cara, pero miro fijamente al mar.
—¿Dónde crees que encontraré a alguien así, Noah? —pregunta finalmente.
—No lo sé —digo fastidiado, ya estoy harto del lirismo de su voz—. Un bar gay,
supongo.
—Qué suerte entonces—murmura—. Porque ahí es a donde vamos para la parte final
de nuestra cita.
—¿Qué? —sacudo mi cabeza al recordar que estamos probando citas— No estoy
seguro de que debas usar esta cita para alguien más, Sage. Está un poco adaptado a las cosas
que nos gustan a ti y a mí.

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—Bueno, por supuesto que lo está —dice plácidamente, y hace bolita sus envoltorios
vacíos y los míos. Arrojándolos a la basura, él avanza hacia la colina, dejándome más
confundido de lo que estaba al principio del día.

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Lo veo en cuanto doblo la esquina esa noche. Está parado afuera del club, mirando su reloj
y sin darse cuenta de las miradas de admiración que recibe de un grupo de hombres cercanos.
No me sorprende que lo admiren, porque se ve fantástico. Lleva un abrigo bajo el brazo y
está vestido con pantalones negros, una camisa blanca y una delgada corbata negra. Es ropa
formal, pero las mangas de la camisa están enrolladas mostrando sus tatuajes, y lleva botas de
combate. Su cabello ondulado ha sido domesticado y peinado hacia atrás, mostrando los
ángulos agudos de sus pómulos y esos ojos perezosos.
Miro hacia mi ropa. Llevo un pantalón ajustado con un sutil estampado de cuadros y
una camisa negra. Mis lentes de contactos están puestos y me siento bien por primera vez en
mucho tiempo. Siento un zumbido de emoción en la base de mi estómago, pero estoy tan
acostumbrada a tenerlo cuando estoy con él que ya casi no me doy cuenta.
Levanta la vista y me ve, y esa enorme sonrisa de ojos anchos cruza su cara—. Noah, te
ves increíble —dice mientras se acerca a mí, y yo respiro profundamente mientras me agarra
y me abraza. Por un segundo él aprieta su agarre y yo siento todo ese cuerpo largo contra el
mío y tengo que luchar para no agarrarme fuerte y frotarme contra él. Sage respira
afiladamente y salta hacia atrás.
—Será mejor que entremos. Hace mucho frío aquí afuera y no tienes abrigo —lo miro
porque está casi balbuceando, una señal segura de nerviosismo en él.
—¿Estás bien? —pregunto.
—Por supuesto que sí —dice con firmeza, y sacudo mi cabeza y lo sigo hasta la cola
frente al club. Afortunadamente, no es larga, ya que tiene razón, me estoy congelando. Un
estremecimiento me atraviesa y se da la vuelta al instante—. Tienes frío, babe. Ten, toma mi
abrigo.
—No —protesto—. Estoy bien. Eso es tuyo.
—Lo compartiremos entonces.
Sonríe alegremente y me envuelve con el abrigo. Trago mientras él camina hacia mí y
desliza sus brazos alrededor de mi cintura para que ambos estemos envueltos en los pliegues
del abrigo. Luego suspiro casi instantáneamente mientras él siempre emite mucho calor, como
si fuera mi propio radiador personal.

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En cierto modo, creo que ha sido la principal fuente de calor en mi mundo desde que
nos conocimos. Mi casa era fría. Mi madre no era una mujer emocional. Sabía que ella me
amaba, pero era un tipo de amor formal que tenía condiciones. Por lo tanto, mi casa estaba
llena de expectativas sobre los estudios, las tareas y las calificaciones.
Había muy poca alegría hasta que Sage explotó en mi vida con su colorida y salvaje
familia de al lado. Tallulah, su madre es encantadora, pero está tan drogada que está casi en
coma, y por lo tanto los tres chicos fueron abandonados a su suerte. Sus hermanos estuvieron
viviendo salvaje antes de que se pusiera de moda, pero Sage emigró conmigo y nunca se fue.
En su casa, había una cola interminable de hombres haciendo cola para estar con
Tallulah. Durarían unos meses, tiempo suficiente para que Sage empezara a esperar que se
quedaran, y luego se irían de nuevo. El único que se había quedado un tiempo era Dennis.
Había sido un hombre grande y un brillante, aunque errático, tatuador. No me sorprendió
que Sage eligiera la misma vocación. En mi opinión, siempre ha buscado la aprobación de los
hombres.
La fila se mueve, alejando mi atención de mis pensamientos, y en cinco minutos estamos
dentro de la calidez abrasadoras del club. Sage se une a la fila para registrar su abrigo, y yo
deambulo por las afueras del vestíbulo, revisando periódicamente para ver si mi némesis está
aquí. Len, el jefe de los porteros.
Sage se me acerca y se ríe—. Está detrás de ti —dice con la voz de un villano de
pantomima.
Salto—. Mierda. No digas eso. Me odia.
Él bufa—. Vomitaste en sus zapatos.
Sacudo la cabeza—. No me lo recuerdes. No fue mi mejor momento.
—Para ser justos, no fue el suyo. Eran zapatos nuevos.
Lo empujo—. Fue culpa tuya darme esos tragos de Thunderball.
—Sí, la forma en que sostuve tu cabeza hacia atrás y te obligué a beberlos fue épica. Lo
recuerdo todo muy diferente. En mi memoria compraste los tragos, anunciaste que
necesitabas divertirte por el amor de Dios, y luego seguiste comprándolos —se ríe—. La
diversión estaba en los zapatos de Len.
Justo en ese momento una voz grave llega de detrás de mí—. Buenas noches, caballeros.
Salto casi un pie en el aire y me doy la vuelta para encontrar a Len parado detrás de mí
como un Vinnie Jones calvo.

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—Oh, Len —saco, mi mano yendo hacia mi pecho—. Me asustaste —Sage se ríe, y
no puedo culparlo. Sueno como una heroína de un drama histórico.
Len retrocede un poco, que ahora es su movimiento automático alrededor de mí—.
Muy bien, Noah. ¿Acabas de llegar?
—No he bebido nada —suelto, y Sage se ríe.
Un temblor cruza los labios de Len y él asiente sombríamente—. Bueno, bebe con
responsabilidad esta noche. Recuerda, piensa de nuevo, en lugar de beber. Eso también se
aplica a la piel de mi zapato.
Con un asentimiento, se mueve de forma majestuosa. Me quedo mirándolo fijamente—
. Oh, Dios mío. ¿Él acaba de hacer una broma?
Sage tira de mi mano—. Eso no importa. Necesitamos un trago —abre la puerta y una
ola de sonido me golpea. La pista de baile está llena esta noche con cuerpos frotándose y
balanceándose, y mientras sigo la procesión de Sage a través de la multitud, inhalo el aroma
de loción de afeitar, sudor y productos para el cabello.
Sage es saludado a diestra y siniestra. Unos hombres lo detuvieron para darle las gracias
por los tatuajes. Otros lo abrazan y le susurran lo que obviamente son invitaciones al oído.
Él le sonríe a todo el mundo, habla de los tatuajes y rechaza las invitaciones, mientras se
aferra con fuerza a mi mano.
Finalmente terminamos en la barra. Ordena tragos de Thunderball con una curvatura
en su boca, y sacudo mi cabeza—. Vete al carajo. Esto es sólo buscar problemas.
Se ríe y me da la bebida—. Los tomamos y luego bailamos.
Como si estuviéramos sincronizados, tragamos las bebidas y yo jadeo mientras el
alcohol quema mis cavidades paranasales. Luego estoy siendo arrastrado a la pista de baile,
Sage sosteniendo firmemente mi mano para que no me pierda. Se mete en el medio justo
cuando suena una de nuestras canciones favoritas. Alrededor de nosotros la gente se retuerce,
y mi sangre empieza a hervir a fuego lento cuando Sage me acerca y empieza a bailar.
Siempre hemos bailado bien. Nos colamos juntos a nuestro primer club a los dieciséis
años, y siempre nos ha encantado. En la pista de baile es donde sé que seríamos la pareja
perfecta en la cama, porque nuestros cuerpos se mueven como si estuvieran conectados por
cuerdas brillantes, haciendo eco y siguiendo los movimientos de los demás sin ninguna señal.
Girando y torciéndose en perfecta armonía.

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Es un conocimiento doloroso y la razón por la que no he estado en muchos clubes con
él en el último año. Estar así de cerca y luego ser alejado, creó un dolor dentro de mí que ha
crecido a proporciones dolorosas.
Bailamos durante mucho tiempo, el sudor gotea de nuestros cuerpos, y esta noche dejo
a un lado mis reservas porque estoy demasiado metido. Demasiado metido en la sensación
de su cuerpo mientras se mueve contra el mío, deslizándose sinuosamente al ritmo de la
música. Demasiado metido en el aroma de bergamota y almendra de su champú que se
intensifica a medida que nos calentamos.
Se da la vuelta y me da la espalda, frotando su culo contra mi entrepierna en uno de
nuestros bien usados movimientos de baile. Normalmente, retrocedería un poco. Pero de
repente una sensación de imprudencia me llena, y en su lugar agarro sus estrechas caderas y
lo jalo hacia mí, y sé el momento exacto en que puede sentir mi verga, la cual está dura y
palpitando.
Por un segundo se pone rígido, y espero que retroceda y haga un comentario gracioso.
Crecimos juntos y hemos hablado y pasado por tanto, ¿qué es una erección entre amigos? En
vez de eso, me meso mientras él empuja su trasero firmemente en la cuna de mi entrepierna
y comienza a moverse. Sólo que ahora es un deslizamiento y ritmo lento, del que se hace eco
la sensual canción que está empezando a sonar. Por un segundo me quedo inmóvil,
conmocionado y locamente excitado. Esto no somos nosotros. Este es el nosotros con el que
sueño y sé que no puedo tener.
Entonces las chispas del alcohol encienden las brasas en mi sangre, y en vez de hacer
una broma lo acerco a mí. Tiro de sus caderas hacia adentro, mis dedos se clavan en los
afilados huesos de sus caderas, antes de deslizarme bajo su camisa y acariciar la elegante piel
que se extiende sobre las afiladas líneas de sus abdominales. Mis dedos se mueven como si
estuvieran siendo impulsados, y no creo que pueda detener esto, o que siquiera quiera hacerlo.
Mis pensamientos y dudas se vuelven borrosos cuando lo oigo gemir en voz baja, y apago mi
cerebro.
En medio de una masa de cuerpos nos retorcemos juntos. Frota su culo firmemente
sobre mi verga, casi montándola, de modo que la presión casi hace estallar los circuitos de
mi cerebro. No puedo evitar el gemido que escapa de mis labios y él tiembla al oírlo, y luego
grita mientras subo mis manos por su pecho debajo de su camisa y retuerzo sus duros
pezones. Sé en teoría que él es muy sensible allí porque me lo ha dicho muchas veces. La
teoría, sin embargo, no puede describir la sensación de poder, protección y lujuria que aprieta
dentro de mí cuando emite un grito agudo y empuja contra mí, antes de agarrar una de mis
manos y bajarla a su verga. Gruño mientras siento el duro bulto bajo la tela, y él gime.

31
En serio no sé qué habría pasado después, porque todo mi cerebro se ha apagado, se ha
estrechado hasta el punto de mi existencia, lo cual es frotar mi palma sobre su verga por
primera vez. Me gustaría decir que no habríamos follado en la pista de baile, pero estoy tan
ido en este punto que no puedo decirlo con seguridad. Sin embargo, no nos ponen a prueba,
porque oigo un grito de Sage, y alguien me empuja lejos de él.
Levanto la vista y gimo al ver a Richard, el ex-novio de Sage, parado allí. No me
sorprende verlo, ya que a menudo está aquí y obviamente fue él quien me empujó. Está parado
frente a Sage, que lo está ignorando y se está estirando su mano por mí.
—¿Estás bien? —grita Sage por encima de la música, y yo asiento antes de mirar a
Richard.
—¿Por qué carajo fue eso? —grito, y Richard sacude la cabeza.
—Siempre supe que había algo entre ustedes dos —grita.
—Estás delirando —sacudo mi cabeza con asco—. Esos esteroides te han podrido el
cerebro. Sólo somos amigos —las palabras suenan horrible en mi boca, y su cara se retuerce
de ira.
—Basura.
—Es la puta verdad, pendejo.
Se acerca a mi cara, con rabia roja en su piel—. ¿Entonces, Sage y yo no terminamos
nuestra relación porque estaba enamorado de ti? —siseó.
Me tambaleo hacia atrás sintiendo como si me hubiera golpeado, y Sage empuja hacia
adelante.
—¿Qué? —pregunta él con urgencia—. ¿Qué dijo?
Richard sacude su cabeza y saca a Sage de la pista de baile, dejándome con la mirada
fija en ellos.
Regreso en sí cuando un hombre más pequeño empieza a frotarse contra mí.
Sacudiendo la cabeza, salgo de la pista de baile y atravieso la multitud. Me lleva unos minutos,
pero finalmente los encuentro. Están de pie a un lado de una de las barras, y la música es un
poco más tranquila aquí. No puedo oír lo que dicen, pero Richard está moviendo los brazos
y Sage está de pie mirándolo fijamente. Con los brazos cruzados sobre su pecho, tiene una
mirada obstinada.

32
Estar aquí de pie se siente tan familiar. Yo viéndolos discutir, reír o besarse en los
clubes. Cierro los ojos. Recuerdo tan claramente cuando conocimos a Richard. Se unió a
nuestra universidad en el último año de nuestro curso, y al ser alto y deportivo, con el pelo
rubio brillante, inmediatamente causó un gran revuelo. Se hizo amigo de Sage, uniéndose por
un amor compartido por el fútbol, y poco a poco se fue insertando en nuestro grupo. Parecía
que yo no le agradé desde el principio, pero lo había escondido durante mucho tiempo.
En ese momento, no le había prestado mucha atención porque estaba luchando con la
intensidad de mis sentimientos por Sage. Se me habían acercado a hurtadillas, hasta que me
di cuenta de que estaba enamorado de mi mejor amigo. Siempre me había sentido atraído a
todo acerca de él, pero un día le dije algo y se rió a carcajadas, con la cabeza hacia atrás y los
ojos arrugados, y me di cuenta de que él era todo lo que yo quería.
La comprensión fue tan estimulante como aterradora, y luché contra ello durante
mucho tiempo porque la idea de confesar mis sentimientos y de que él me rechazara era
demasiado horrible. Podría perderlo y a nuestra amistad de una sola vez, así que dudé. Dudé
demasiado tiempo.
Todavía recuerdo ese día. Estábamos sentados en la cantina de la universidad. Sage
estaba hablando de una banda local que quería ver. Richard lo estaba escuchando
atentamente, como de costumbre, mientras yo jugaba con mi sándwich, tratando de no
concentrarme en el hecho de que el muslo de Sage tocaba el mío y el calor de su brazo yacía
a lo largo de la parte posterior de mi silla, sus dedos jugando con las puntas de mi cabello.
Sage siempre fue increíblemente táctil, y a veces me volvía loco porque yo tenía diecisiete
años y podía tener una erección en cualquier momento.
En ese momento, me di cuenta de un silencio. Levanté la vista y encontré a Sage
mirándome interrogativamente y a Richard poniendo los ojos en blanco.
—¿Qué? —pregunté, y Sage abrió la boca, pero nunca oí lo que iba a decir, porque
Richard rompió el silencio.
—Yo te llevaré —dijo, inclinándose hacia adelante en su asiento y mirando a Sage—.
Me encanta esa banda.
Por un segundo Sage me miró fijamente. Su expresión era enigmática, pero su cuerpo
parecía vibrar con energía reprimida—. ¿Qué te parece? —dijo finalmente—. ¿Quieres ir?
Los miré y lo recuerdo hasta el día de hoy. Ello estaban sentados uno al lado del otro
y se veían increíbles con la oscura belleza de Sage contra la mirada dorada de Richard, y yo
sentí una profunda desesperación. Sage obviamente estaba siendo amable e invitando a su

33
mejor amigo para que yo no me sintiera excluido. Sentí que todas mis esperanzas y sueños se
desvanecían y casi podía oír el sonido que hacían cuando caían al suelo.
Me hice sacudir mi cabeza y me levanté de la mesa. Recogiendo mi bandeja, sonreí—.
Nah, me lo perderé. Ve con Richard, Sage.
Recuerdo la sonrisa triunfante de Richard como si fuera ayer, pero lo que más recuerdo
es la extraña mirada que vi en la cara de Sage. En parte decepción y en parte algo que se
parecía mucho a la devastación. Sin embargo, se había despejado inmediatamente, y sonrió y
aceptó la invitación de Richard.
Empezaron a salir juntos después de esa cita y estuvieron juntos durante cuatro años.
Mientras tanto, yo empujé mis sentimientos profundamente y acepté silenciosamente una
oferta para ir a una universidad lo suficientemente lejos como para no poder volver a casa a
menudo. Me mantuve en contacto con Sage y nuestra amistad sobrevivió, pero había una
pequeña fisura en la superficie previamente intacta que fue causada por mis sentimientos.
Me encantaba la universidad y había puesto los cimientos de mí mismo. Me acosté con
hombres e identifiqué mis preferencias a través del ensayo y el error, pero nadie nunca se
acercó a Sage.
Un hombre se tropieza conmigo, rompiendo mis pensamientos. Miro y todavía están
hablando con enojo, pero Richard está más cerca de Sage de lo que estaba antes, y de repente
estoy harto de esto. Estoy harto de estar desde lejos viéndolos. No es saludable. Esta es
exactamente la razón por la que me uní a la aplicación de citas, y sin embargo, aquí estoy.
Decidido, me doy la vuelta y me dirijo hacia la salida. No confío en mí mismo para hablar
con Sage en este momento.

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El aire de afuera me golpea como una bofetada y tiemblo, lamentando mi decisión de no
traer un abrigo. Incapaz de quedarme quieto, me pongo a caminar por la calle, buscando un
taxi. El grito de mi nombre me sorprende, y me doy vuelta para ver a Sage corriendo por el
camino hacia mí, seguido por Richard. Se detiene cuando está parado frente a mí, jadeando
y temblando.
—¿Dónde está tu abrigo? —digo que rápido—. Estás temblando.
—No podía esperar. Tenía que encontrarte —luces rosas y rojas bailan sobre su cara y
me doy cuenta de que estamos parados afuera de la tienda de tarjetas donde estuve ayer
preguntándome si quería encontrarme o no con mi cita a ciegas. Parece que fue hace muchos
años. La voz de Sage irrumpe en mis pensamientos—. ¿Adónde vas?
—Casa —finalmente digo, preguntándome cuál es la emoción casi visiblemente
golpeando a través de su cuerpo.
—¿Pero por qué? Pensé que estábamos juntos.
—Parecía que tenías otros planes —digo tersamente.
Sage inmediatamente sacude su cabeza y abre la boca, pero Richard irrumpe.
—Lo has visto, babe. Está bien y se va a casa. Estará contento con su libro y un poco
de chocolate caliente. Así que, ¿por qué no vienes a mi casa?
Esto ha sido jugado muchas veces y Sage siempre se va con él. Me voy a dar la vuelta,
pero mientras Richard tira de su brazo, Sage me mira, sus cejas arqueadas y una curiosa
mezcla de tristeza suplicante y diversión caprichosa en su cara. De repente me doy cuenta de
que me ha mirado así antes. Cada vez que Richard lo alejaba, él me miraba con esa cara de
payaso triste.
Antes, lo descartaba como una disculpa muda por tener una mejor oferta, pero ahora
no estoy seguro. Porque ahora me doy cuenta de cómo sus ojos se aferran a los míos y se
mueven sobre mi cara como si estuviera dejando algo importante atrás, y de repente, sin
pensarlo, mi mano se estira y agarro su otro brazo.
—No —digo roncamente. Richard hace un sonido de burla, pero yo mantengo mi
agarre, aferrándome a la mirada de esperanza en la cara de Sage que brilla como un faro—.
Quédate conmigo. No te vayas.

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Richard lanza sus manos al aire y se aleja, pero yo pierdo interés porque de repente
Sage está en mis brazos, abrazándome con un cálido abrazo que me hace sentir como en casa.
Empuja sus manos en mi pelo y acuna mi cráneo, mirándome con ojos brillantes y cálidos—
. Ya era hora —dice lentamente—. He estado esperando que te pongas al día.
—Siempre has esperado —mi voz está llena de asombro, y compresión inunda mi
cuerpo.
—Tú lo vales —susurra, estirando su mano y bajando mi cabeza hacia él. Sus labios
tocan los míos, y ambos nos detenemos como asombrados de estar finalmente aquí. Miro su
cara tan familiar y sé que este es uno de esos momentos que raramente llegan en la vida,
cuando sabes absolutamente que la vida está cambiando frente a ti.
Entonces uno de nosotros se mueve, no sé quién, y nuestros labios se unen firmemente
y se abren, y mis pensamientos se alejan. Gimo mientras él envía su lengua a mi boca,
enredándola con la mía, y él jadea con su aliento caliente en mi cara. El beso atrapa luz y se
siente tan bien, tan perfecto para nosotros, que lo agarro de cerca, gimiendo mientras siento
el fuerte calor de su verga contra la mía. Es mejor de lo que me había imaginado.
Lo agarro de las caderas y lo atraigo hacia mí por un segundo, y al darme cuenta de que
necesito más presión, lo empujo hacia atrás. Gruñe y ríe mientras lo empujo hacia el
escaparate, pero se convierte en un gemido al tomar su boca de nuevo, mordiéndole los labios
y empujando mi verga contra la suya y frotándome.
—Joder —susurra, rompiendo el beso e inclinando la cabeza contra el cristal. El
parpadeo de las luces rosas y rojas lo arroja en una luz alternativa clara y oscura, resaltando
sus labios mordidos y besados, y a su expresión lujuriosa un minuto y ocultándola al siguiente.
—Te deseo tanto —susurro, y él sonríe.
—Volvamos a la tuya —vacilo y su sonrisa se desvanece—. ¿Qué?
—Si hacemos esto, Sage, no puedo ser un enrolle. Simplemente no puedo.
Parece herido de repente—. ¿Por qué serías un enrolle?
—Porque te he visto. Eso es lo que haces.
Su expresión se aclara y una sonrisa deslumbrante cruza su rostro—. Eso es porque no
te tenía a ti.
—¿Qué?

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Sacude su cabeza con una mirada tierna en su rostro—. Siempre has sido tú, Noah.
Siempre Por eso nunca me establecí —se detiene y traga con fuerza, antes de decir en un
apuro—: Siempre he estado enamorado de ti.
Me mantengo inmóvil en una asombrosa incredulidad—. ¿De mí?
Se ríe—. ¿De quién más, idiota?
Siento una ola de calor y felicidad que me atraviesa, pero el desconcierto se agita—.
Pero, ¿por qué yo?
Sacude su cabeza con tristeza—. Desearía que te vieras a ti mismo de la forma en que
realmente eres. Te amo porque eres tú, y encajamos como nada que haya conocido. Desde el
día que te conocí he sido tuyo de una forma u otra.
—¿Pero Richard?
Hace una mueca—. Me siento muy culpable por eso. Lo he hecho durante mucho
tiempo. Lo quería y por un tiempo me convencí de que podía amarlo —se encoge de
hombros—. Fue cuando trajiste a Hugo de la universidad y pensé que mi oportunidad había
desaparecido.
—¿Hugo? —digo como si fuera un extraño que no conozco—. Nunca lo amé.
—¿Por qué? —su pregunta es aguda—. Estabas tan bien adaptado.
Siempre pensé que dudaría si se me daba esta oportunidad. La sorpresa es lo fácil que
es decir las siguientes palabras—. No podía amarlo porque ya amaba a alguien más.
—¿A quién? —es un susurro.
Le sonrío—. Ya sabes quién. Siempre has sido tú.
Agarra mi cara, la inclina para poder ver con claridad. Su expresión está encendida con
una ternura feroz y yo sonrío.
—¿Por qué? —pregunta ferozmente.
—Porque tú eres mi mejor todo. ¿Cómo podría no amarte?
Se ríe exultante y toma mi boca con un beso fuerte. Cuando se retira, nuestros labios
están hincados y nuestras respiraciones aceleradas.
—Llévame a casa —ordena—. Necesito follarte.

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Mi mano se levanta como si no estuviera pegada a mi cerebro—. ¡Taxi! —grito en la
calle a un coche que viene en dirección contraria. Su risa me sigue hasta el asiento trasero.
Irrumpimos en mi piso en un parpadeo de movimientos descoordinados y risas. Nos
besamos con furia, pero luego nos separamos para quitarnos la ropa. Jadea mientras le golpeo
en la garganta tratando de desabrocharle la camisa. Luego me toca a mí gruñir mientras
intenta arrancarme la camisa sin soltar los botones y se me pega en la cara.
—Auch —me las arreglo para decir que a través de una boca llena de algodón, el botón
se encajó incómodamente bajo mi nariz.
—Oh, mierda. Lo siento —jadea, bajando la camisa con cuidado para poder
desabrocharla correctamente. Se las arregla con un botón antes de agarrar los bordes de la
camisa y desgarrarla.
—¿Ansioso? —pregunto irónicamente, y él sonríe, tirando las piezas a un lado.
—No tanto. Pero para estar seguro, será mejor que te bajes la cremallera tú mismo.
Hago una mueca y al instante empiezo a bajar la cremallera—. Tú también —digo
apresuradamente—. No perdamos tiempo —levanto la vista y calmo mis movimientos
cuando lo veo. Se apoya en la puerta y me mira con una mirada extraña en la cara—. ¿Qué?
—Sólo mirándote. Quiero recordar esto.
—¿Por qué? Tendremos muchas veces para hacer esto —digo prácticamente—.
Deberías aprovechar bien el tiempo para desnudarte para así poder follarme.
Sus ojos se oscurecen y se endereza lentamente de la pared—. Tienes razón —dice
profundamente, y baja la cremallera de sus pantalones, el ruido fuerte en la sala de repente
silenciosa. Sin embargo, en lugar de apresurarse como le pedí, va despacio. Tortuga lenta.
No. Glaciar lento. Su pantalón se desabrocha, empuja sus dedos bajo la pretina, deslizando
el material por sus caderas estrechas a un centímetro a la vez. Bajan lentamente y trago con
fuerza a medida que el material se abre y todo lo que se ve son rizos oscuros.
—Mierda —susurro con reverencia—. Vas sin nada abajo.
Él sonríe—, Siempre, babe. No soporto la ropa interior.
—Siempre debes ir con tus sentimientos —digo fervientemente—. Siempre.
Se ríe y guiña el ojo—. Tu gestión del tiempo parece haber perdido el control.
—¿Qué?

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Él asiente hacia mis pantalones y yo parpadeo cuando me doy cuenta de que estoy
inmóvil, todos los intentos de desvestirme son abandonados en favor de ver su sexy striptease.
—Voy a darme la vuelta —digo bruscamente—. Si te miro, dejaré de hacer lo que
estoy haciendo otra vez, o simplemente me vendré.
Se ríe y luego gime mientras me bajo los pantalones y luego los calzoncillos—. Mierda
—susurra, y salto cuando de repente él está detrás de mí ayudándome a quitármelos. Me
apoyo en él y gimo profundamente en mi garganta mientras siento su lisa piel y su pecho
velludo.
—Tu culo es increíble —murmura, y yo inhalo con fuerza mientras agarra mis nalgas,
separándolas para ver el agujero oscuro—. Tan lindo —murmura, y yo gimo mientras él se
pone de rodillas y siento su aliento caliente sobre el agujero. Normalmente me siento
vulnerable en este momento, pero me doy cuenta de que con Sage no lo estoy.
Entonces mis pensamientos me dejan por primera vez en el sexo, mientras su lengua se
desliza sensualmente a lo largo de mi perineal. La arrima en el punto tierno detrás de mis
bolas y chupa suavemente, alzando un grito fuerte mío. Se ríe y el sonido golpea en mis bolas,
haciendo que me incline hacia adelante y arquee el culo hacia arriba, ofreciéndome en silencio.
Él acepta la invitación sin decir una palabra más, y apoyo mis brazos contra la pared,
apoyando mi cabeza sobre ellos y jadeando pesadamente. Todo lo que puedo sentir es esa
lengua móvil que ofrece pequeñas y felinas lamidas alrededor de mi agujero, saboreando y
probando antes de cambiar a lamidas largas y lentas hacia arriba y hacia abajo de mi perineal.
Frota su nariz entre mis nalgas como si se recubriera en mi olor.
Sus siguientes palabras confirman esa impresión—. Hueles tan bien —dice
guturalmente, y tengo que agarrar la base de mi verga con fuerza. Esa voz pertenece a mi
mejor amigo en el mundo, a quien amo por encima de todos los demás y no puedo creer que
estemos aquí. Él siente mis emociones como siempre, y siento aire fresco contra mi hendidura
mientras él se levanta. Tarareo mientras me abraza por detrás.
Puedo sentirlo todo, su pecho contra mi espalda, los bordes afilados de sus caderas
golpeando mi trasero, y la forma en que mi culo se acurruca contra el fuerte empuje de su
verga, la humedad de la punta pintando cuadros invisibles sobre mí. Lo imagino viendo esas
líneas y tatuándolas en mí, y el pensamiento es extrañamente erótico.
—Vamos —susurra—. Te necesito.
—¿Aquí no? —pregunto, girándome para mirarlo, y él sacude su cabeza.

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—No. Aquí no. En otra ocasión seguro, pero la primera vez contigo quiero que sepas
que significa algo. Quiero ver tu cara y ver todo. Quiero acostarme en tu cama y oler tu olor
y quiero sentir tu venida encima de mí.
Me estremezco profundamente y me estiro para agarrar su mano. Sus dedos se enlazan
alrededor de los míos, y lo arrastro hacia mi habitación. Camino hacia atrás manteniendo mi
mirada en él, y él me la devuelve con una mirada de júbilo en sus ojos.
La recámara está en una oscuridad fría, iluminado sólo por sombras salpicadas de la luz
de la calle que se filtra a través de las cortinas cerradas. Se agacha y enciende la lámpara—.
Súbete a la cama —dice profundamente—. Pero no te cubras con las sábanas. Quiero verte
—traga—. Quiero tocar.
Me recuesto obedientemente, me estiro y aprovecho para mirarlo mientras él me mira
con avidez. Las sombras juegan con los colores de los tatuajes de sus brazos y torso. Él es
delgado, pero tonificado, con hombros anchos y piernas musculosas que muestran los
muchos años que ha sido corredor. Su estómago es plano y sus abdominales definidos, pero
mis ojos se sienten atraídos por las partes que nunca he podido mirar antes.
Sabía que tenía una verga larga y que estaba depilado, por los años de a veces dormir
juntos en la misma cama, o compartir vestuarios, pero nunca antes había podido mirar
fijamente. Puedo mirar ahora y aprovechar la oportunidad. Su verga es larga y más delgada
que la mía, la piel es un suave alabastro y se estira tensa sobre la rígida longitud. No está
cortado, y el prepucio se ha pelado hacia atrás, mostrando la cabeza jugosa y húmeda debajo
que brilla como una ciruela madura.
Trago con fuerza y levanto la vista para ver sus ojos corriendo febrilmente sobre mí
catalogando la longitud de mi cuerpo. Me mira y atrapa mi mirada—. Te deseo tanto —dice
roncamente—. Siempre lo he hecho.
Abro mis brazos y él viene a ellos, y es así de simple y profundo. Su boca toma la mía
y sus dedos se mueven, trazando la piel de mi pecho, frotando y amasando sus dedos en el
pelo de mi pecho como un gato grande.
Me arqueo debajo de él, mi cuerpo más grande moviéndolo ligeramente para poder
abrir mis piernas y acomodar las suyas. Él cae elegantemente entre ellas, y saltamos mientras
se levanta en sus brazos, coloca su verga contra la mía y comienza a deslizarse de arriba abajo.
Cierro los ojos y gimo impotente mientras siento su duro cuerpo rozar firmemente contra
mí, ofreciendo un sublime empujón y liberación que envía chispas a mis bolas.
Susurra mi nombre, y cuando abro los ojos lleva su palma a mi boca—. Escupe —dice
con dureza, y lo hago. Luego tengo que superar la prueba agarrando su palma y lamerla lenta

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y minuciosamente hasta que está mojada y lista. Él baja su mano y tira de nuestras vergas
juntas, y luego comienza a azotar sus caderas en un movimiento circular que casi me arranca
la parte superior de mi cabeza. Agarro sus hombros y me arqueo en el puño.
—Sí —jadeo—. Tan jodidamente bueno.
Baja su cabeza y toma mi boca, besándome descuidadamente entre nuestros jadeos.
Calor se acumula en la base de mi verga—. Mierda, estoy cerca —grito y meto las
caderas. Inmediatamente él retrocede y me da un beso profundo y húmedo en la boca.
—¿Dónde están? —murmura.
Asiento a la mesita de noche y me sonríe con una sonrisa tensa, antes de estirarse y tirar
frenéticamente del cajón para abrirlo. Demasiado frenético, porque lo saca del armario y se
estrella contra el suelo, enviando el contenido por toda la alfombra.
No puedo evitar reírme y llena mi torrente sanguíneo como si fuera limonada con gas.
Sacude la cabeza burlonamente—. Pensé que yo era tan sutil.
Se cuelga de la cama balanceándose en sus manos mientras busca el lubricante y los
condones. Todo lo que puedo ver son sus pálidas nalgas, y antes de que pueda censurarme a
mí mismo, la forma en que lo hago con todos los demás, estiro mi mano y separo las nalgas,
rozando mi dedo sobre agujero rosa—. Quiero entrar ahí pronto —digo con voz grave, y él
gruñe profundamente.
—Mierda. Yo también lo quiero —jadea, y cuelga de la cama mientras chupo mi dedo
y toco su abertura, golpeándola suavemente y masajeándola antes de insertar la punta.
Lo oigo jadear y empieza a frotarse contra la cama. Veo sus nalgas flexionarse,
manteniendo mi dedo en su agujero, sintiéndolo apretado y caliente, un lugar oscuro hecho
para mi verga. Él gime y se levanta de la cama, agarrando algo del suelo mientras lo hace.
Cuando se une a mí en la cama, sus mejillas están sonrojadas y sus ojos casi negros, pero
sonríe ampliamente.
—Debería estar mareado por estar de cabeza durante tanto tiempo, pero creo que toda
la sangre se ha desviado a mi verga —dice alegremente, y dejo salir una risa inesperada. Me
mira, sonriendo como si mi risa le gustara—. Pareces sorprendido de estar riendo.
—No ha sido algo habitual —admito tímidamente, y sacude su cabeza con
desaprobación.
—De alguna manera no me sorprende con Hugo. La única vez que ríe en la cama es
cuando lee los periódicos y la bolsa se cae.

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Me río entre dientes—. Tal vez.
Se acuesta a mi lado y me besa profundamente. Cuando se aleja, persigo su boca
borrachamente, pero sostiene mi cara con ternura—. Cuando estamos en la cama juntos, todo
vale, Noah. Lo que sea. Si quieres algo, pídemelo. Si algo es gracioso, nos reímos. Somos
nosotros en esta cama y nadie más. Eres la persona en la que más confío y espero que sea lo
mismo para ti —asiento—. Entonces, nuestra cama es nuestro país. Somos dueños de las
fronteras. Nosotros hacemos las reglas y las gobernamos justa y libremente. ¿De acuerdo?
Asiento solemnemente y él sonríe antes de tomar mi boca en un beso que rápidamente
arde fuera de control. Nos retorcemos en la cama, tocando, manoseando, mordiendo y
lamiendo, pero una y otra vez nuestras bocas se mueven para conectarse y compartimos
nuestra saliva y aliento. No sé cuánto tiempo ha pasado cuando él retrocede, pero sus pupilas
se han expandido y su piel brilla con sudor, marcas rojas que le hice se muestran en su piel.
Parece pervertido y salvaje.
—Te necesito ahora —dice roncamente, abriendo el condón y enrollándolo. Levanto
mis piernas y las sostengo con fuerza contra mi pecho.
—Prepárame —ruego, y me da una sonrisa rota.
—Te deseo tanto —murmura mientras se cubre los dedos con lubricante, el líquido
haciendo brillar las imágenes y palabras de colores en sus manos y dedos.
Echo la cabeza hacia atrás mientras un dedo largo rodea mi agujero, despertando el
tejido rico en nervios así que palpita con urgencia. Lloro y sacudo mis caderas mientras él
lentamente inserta su dedo, tomando mi culo centímetro a centímetro. Cuando está alojado,
lo mueve suavemente, buscando hasta que encuentra el áspero parche dentro de mí, y cuando
la golpea, veo literalmente las estrellas.
—Mierda —grito—. Tan jodidamente bueno. Vamos, Sage. Necesito más.
—Entonces lo tendrás —dice guturalmente—. Lo que sea que necesites, lo obtienes
—lenta y meticulosamente inserta dos dedos más, tomándose su tiempo hasta que soy un lío
confuso, lujuria ciega y estoy empapado en sudor, mis caderas temblando y mi verga
moviéndose con rigidez, un color rojo sangre y empapado con pre semen.
—Ahora —gimo, lanzando mi cabeza sobre la almohada—. Te necesito ahora.
—Sí —susurra, y levanta mis caderas, empujando una almohada por debajo, así que
me inclino hacia él. Sin dudarlo, coloca la cabeza de su verga contra mi agujero y se desliza
hacia adentro. Se mueve establemente, deslizándose a través de mi pasaje sin pausa, hasta que
toca fondo y siento el golpe de sus bolas contra mi culo.

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—Sí —gemimos los dos, y agarro mis pantorrillas, ensanchando mis piernas para que
él pueda acercarse más. Se arrodilla y agarra mis caderas para obtener tracción.
—Mírame —dice con una voz tan destrozada que no reconozco—. Quiero que me
veas.
Hago que mis ojos se abran y lo miro fijamente. Cada músculo de su torso está
mostrándose, su pelo está mojado de sudor y se aferra a su cabeza en mechones. Sus mejillas
están rojas y sus labios hinchados por mis besos—. Te amo —dice profundamente—.
Demasiado. Y esto es todo para nosotros. Así es como seremos de ahora en adelante. Nadie
más. Sólo nosotros.
—Sólo nosotros —repito, agarrando sus dedos multicolores y sujetándolos con
fuerza—. Yo también te amo, Sage. Siempre lo he hecho.
Echa su cabeza hacia atrás y gruñe, y yo jadeo cuando empieza a moverse. Trabaja
constantemente, sus caderas en ritmo sincopado mientras fuerza su verga dentro de mí,
frotando constantemente contra mi próstata hasta que es casi insoportable. Todo el tiempo
gruñidos suaves y gemidos desesperados caen de su boca, mezclándose con mis propios gritos
y gemidos, así que es casi como si hubiéramos hecho nuestra propia música.
Él retrocede y la longitud de su verga tira suavemente de la piel en mi entrada. Abraza
a su verga con amor, la acoge y la retiene para que no pueda salir.
No puedo mover mis caderas, así que lo estoy montando desde abajo hasta que él se
hace para atrás y agarra mis tobillos, envolviendo mis piernas alrededor de él—. Te quiero
todo alrededor de mí —dice guturalmente, y yo jadeo y asiento con la cabeza porque ya no
soy capaz de encontrar palabras. Ato mis tobillos juntos y envuelvo mis brazos alrededor de
su torso mientras él comienza a empujar sus caderas con fuerza. El movimiento hace que su
estómago roce contra mi verga, el sudor entre nosotros haciéndolo un deslizamiento sensual.
Siseo y tomo su boca con furia, gimiendo en el beso. El calor chisporrotea en mi ingle, y
arranco mu boca—. Joder, me vengo —grito.
Él gime con dureza—. Joder, sí. ¿Necesitas mi mano?
Sacudo la cabeza frenéticamente, sordo y ciego a todo, excepto al fuego en mis bolas y
al roce incesante a mi próstata, lo que hace que se hinche y se caliente como si me estuvieran
masturbando por dentro. Sus caderas se aceleran y la cabecera golpea contra la pared. Me
arqueo y grito, mi verga palpitando y vaciándose en el aire, el líquido cremoso que saliendo
disparando para golpear mi estómago y pecho mientras él se alza y golpea su verga dentro de
mí en empujones apretados y duros hasta que todo su cuerpo se pone rígido. Él grita y yo
siento el calor dentro de mí por el condón llenándose.

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Se derrumba en mis brazos—. Mío —dice, abrazándome fuerte—. Todo mío por fin.
—Siempre —susurro mientras lo abrazo y le beso la cabeza tiernamente.
Horas y un par de encuentros sexuales más tarde, él se estira en la fría luz del amanecer.
Está enroscado alrededor de mí, apoyando su cabeza en mi hombro. Su aliento hace cosquillas
en mi cuello, y cuando inhalo respiro el olor de su champú—. ¿Estás seguro de que seré
suficiente? —susurra.
Salto—. ¿Qué? ¿De dónde salió eso? Has estado tan confiado todo el día.
Se encoge de hombros, rizando sus dedos en el pelo de mi pecho—. No quiero
avergonzarte nunca, Noah. Eres un hombre tan inteligente y exitoso. ¿No te avergonzarás de
mí? —mira las cortinas moviéndose con la brisa—. Quiero decir, sólo soy tatuador. Tú
escribes libros.
Evita mis ojos y esa timidez me toca en lo más profundo. Detengo sus dedos inquietos
y coloridos, los llevo a mi boca y los beso—. Sí, escribo libros y son exitosos, ¿pero por
cuánto tiempo? Y también tú escribes historias. Los dibujas en la piel de la gente y es una
historia que leerán el resto de sus vidas —me mira fijamente, y yo asiento—. Eso es poder
de permanencia, Sage.
Sonríe casi tímidamente, y en él veo los ecos de todos los años que he conocido a este
niño maravilloso y estrafalario, que se metió en mi vida hace tanto tiempo y se ha quedado
allí esperando a que yo lo viera. Esperando a que me diera cuenta de que mientras somos
diferentes, es una diferencia que nos enriquece a los dos y nos enreda porque en el fondo es
algo real. Algo enorme y permanente. Algo que siempre tendremos en común.
—Te amo —digo desde lo más profundo de ese cálido y profundo sentimiento.
Él sonríe con esa sonrisa de caprichosa que siempre me ha cautivado, pero ahora es
diferente porque ahora hay capas de seguridad y alivio y, trago con fuerza, felicidad—. Yo
también te amo, Noah. Siempre lo he hecho y siempre lo haré —me atrae hacia él y me besa
profunda y anhelantemente, y me deslizo en la cama, tirando de él hacia mí y sintiendo su
duro y velludo calor, y la ya conocida longitud de su verga contra la mía.
Justo está estirándose por el lubricante cuando, como a tiempo, ambos teléfonos bailan
y zumban en la mesita de noche—. ¿Qué carajo? —murmura—. Eso es raro —se acerca para
agarrar su teléfono, toma el mío y me lo pasa. Mira a la pantalla—. Es un correo electrónico
de la Agencia de Citas Corazones and Mentes —dice, y se ríe—. ¿Crees que nos están
haciendo un descuento porque les preocupa que nos hayamos matado?

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Sacudo mi cabeza y toco la pantalla para que aparezca el correo electrónico—. Creo
que ya no necesitamos aplicaciones para citas, ¿y tú?
Capto su sonrisa encantada por el rabillo del ojo, pero me pongo rígido mientras leo el
correo electrónico—. ¿Qué carajo? —suspiro—. Tuvieron un fallo en su sistema informático
hace dos días y han hecho miles de desajustes. Éramos uno de ellos.
Él empieza a reírse—. Oh, Dios mío. Qué tremenda cagada.
Bufo—. Es como si sin ayuda hubieran subvertido el día de San Valentín. Todas esas
citas terribles que están ocurriendo alrededor del mundo —levanto la mano—. Vamos
Corazones y Mentes. La anarquía es la mejor de las citas.
Tira su teléfono sobre la mesa, toma el mío y hace lo mismo. Luego se acurruca a mi
lado.
—Se equivocaron y coincidieron con dos personas completamente diferentes, y se
enamoraron —digo en voz baja—. ¿Cuáles son las probabilidades de que eso suceda?
Para mi asombro él sonríe y me acerca, de modo que mi cabeza descansa sobre el calor
y la calidez de su pecho y sus brazos me rodean—. No somos tan diferentes —susurra.
Levanto la vista asombrado—. Pero lo somos, Sage. Lo sabes.
Sacude su cabeza y al tomar mi mano mueve mis dedos sobre los tatuajes de sus brazos,
hasta que ellos toman su propia vida y trazan las imágenes y palabras dispersas como si
hubieran estado desesperados por hacerlo durante años.
—Somos como estos tatuajes —dice en voz baja—. En el corazón de nosotros somos
iguales porque tenemos los mismos valores y sueños. Así que eso forma el contorno. El
contorno es la base de todo. No puede haber una imagen clara sin eso —lo miro fijamente,
y una sonrisa tira de sus labios—. Y nuestras diferencias, Noah, son los colores del interior.
Todo lo que experimentamos juntos y separados, todas las historias que tendremos que
contar de nuestras vidas, darán cuerpo a las líneas básicas y crearán este increíble tapiz —se
encoge de hombros—. Esa es la vida, Noah, y es buena.
Lo miro fijamente—. Si alguna vez decidimos tener hijos, le pondré Heart a uno de
ellos.
Echa la cabeza hacia atrás y ríe—. Tú madre va a estar muy feliz.

45
DOS AÑOS DESPUÉS

Me apoyo en el balcón disfrutando de la sensación del sol del atardecer sobre mi cara y mi
cuerpo. Estoy desnudo, pero por suerte el balcón impide que alguien vea mis partes. Me
estiro lujosamente sintiendo el dolor en mi culo y el ardor en mis labios.
Todo lo que puedo ver desde mi percha es una extensión de océano que es más azul
que un no me olvides y el sol que rebota en las blancas calles de Santorini. Es un hermoso
pueblo que se extiende junto al mar, un laberinto de sinuosas calles empedradas y ladrillos al
sol. Las flores brillantes están por todas partes, y los olores de verbena y hierbas perduran en
el aire. A donde quiera que mire, veo los colores azul y blanco.
Esta es la última parada en unas vacaciones que parecen durar más que una temporada
de The Real Housewives of Orange County. Todos nos advirtieron que viajar juntos era la
manera más rápida de terminar una relación, pero en realidad nos ha acercado aún más si eso
es posible.
El año pasado hicimos un viaje de mochileros por Tailandia y Vietnam y esta vez
estamos en Grecia. Sage es mi compañero perfecto. Cálido y sociable, hace de cada día una
experiencia diferente. Él habla con todos y me arrastra impotente en su encantadora órbita.
A través de él hemos hecho muchos amigos y hemos tenido muchas experiencias de vida.
Es despreocupado e infinitamente interesado en todo. Vagará a mi lado dondequiera
que decidamos ir, feliz de hablar y, aun así, igualmente contento de callar cuando estoy
envuelto en una vista o un sentimiento que sé que va a entrar en mi libro.
Mi laptop nos ha acompañado, y él ha empezado a llamarla Trudy y a referirse a ella
como mi esposa. Sin embargo, a pesar de las bromas, está notablemente tranquilo, contento
de dormir al sol como un gato o leer recostado, o de dibujar en su cuaderno de bocetos
mientras yo tecleo. Siento que él ha infundido a mi escritura la misma calidez que a mi vida,
y mi editor había comentado el otro día lo real y actual que parecen mis personajes ahora.
Pisadas suenan detrás de mí y me doy la vuelta para verlo caminando hacia mí. Su pelo
ondulado es más largo de lo que ha sido en años y está bronceado y contento con una sonrisa
soñolienta. Observo como él envuelve un sarong azul celeste alrededor de sus estrechas
caderas, y luego sonríe y suspira felizmente mientras sus fuertes brazos se envuelven alrededor

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de mi cintura. Me acurruco de espaldas contra la piel caliente de su cuerpo y sonrío ante sus
dedos estampados, me reclino para tomar un beso—. Dormiste por años.
Sage suspira felizmente—. Turismo y sexo. Agota a una persona, ya sabes.
Bufo—. Sólo si él es pensionista —me río y trato de retorcerme mientras me agarra y
clava sus dedos en la piel sensible por encima de mis caderas—. ¡Quítate! —grito.
—No hasta que digas que lo sientes.
—Lo siento —jadeo—. Mierda, Sage, lo dije. Deja de hacerme cosquillas.
Me mueve al suelo y se sienta sobre mí. Me río y él se burla de mí—. No tan rápido
—dice en voz baja—. Hay algo más que tienes que decir.
Me retuerzo amando la forma en que el sarong se ha separado y me está regalando una
hermosa vista de su verga y bolas—. ¿Es que eres un pendejo total?
Se ríe y la profunda risa golpea en mi pecho como siempre lo ha hecho—. No. Debes
decir: 'Sage, eres el mejor novio del mundo'.
Me doy por vencido y luego me rindo—. Sage, eres el mejor novio del mundo. Hago
una pausa—. Sin contar al Sr. Saunders en el piso de abajo.
Él jadea en indignación—. El Sr. Saunders tiene ochenta y cinco años y no tiene dientes.
—Me gustan los hombres mayores y no descartes lo desdentado.
—No puedo creer que me estés engañando mentalmente con un octogenario.
Me encojo de hombros—. No soy más que una sorpresa constante.
Se ríe—. Tienes razón en eso —su mirada se suaviza, el cálido color dorado parece
atrapar y chispear en la luz del sol—. Constantemente me sorprende lo feliz que soy —me
mira fijamente—. No sabía que podía sentirme así y todo es por ti.
Sonrío, encantado como siempre—. Tú también me haces muy feliz.
Sonríe ampliamente—. Lo sé —dice con suficiencia—. Estarías perdido sin mí.
Mi sonrisa muere—. Es verdad —digo en voz baja—. No puedo imaginarme estar sin
ti.
—Nunca tendrás que hacerlo —dice con seriedad, y luego su sonrisa se ensancha y se
enciende. Sus dedos se flexionan y grito mientras olas de felicidad agonizante se extienden
por todo mi cuerpo mientras me hace cosquillas de nuevo.

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—¡Quítate! —grito, me empujo y me retuerzo mientras él se queda encima de mí como
un jockey muy decidido—. Okay —jadeo, lágrimas saliendo de mis ojos—. Haré lo que sea.
Diré lo que sea.
—¿Lo que sea? —pregunta sedosamente, y asiento frenéticamente—. Okay di que te
casarás conmigo.
Me retuerzo de sus dedos y luego me inmovilizo, cada hueso de mi cuerpo enganchado.
—Espera. ¿Qué?
Él me sonríe y yo toco la suave y cálida curva de sus labios—. Ya oíste.
Sus dedos caen de mis caderas, y yo me apoyo en mis codos—. ¿Acabas de pedirme que
me case contigo para detener la tortura? —asiente lentamente y yo sacudo mi cabeza—.
Serías el mejor en una mazmorra.
—Si estuviera en una mazmorra —dice sombríamente—. Me estarías llamando
Maestro y diciendo que sí a cada una de mis demandas.
—No lo creo. La última demanda que me hiciste fue que comiera comida de la calle y
ya sabes cómo terminó eso.
—Vómito —dice, y se estremece delicadamente.
Le sonrío tiernamente porque en realidad, cuando me intoxiqué en Vietnam, él me
cuidó con el cuidado y la dedicación que siempre nos mostramos el uno al otro. Somos un
equipo y me dijo felizmente, mientras me limpiaba, que no dejamos a un hombre atrás.
—En fin, de vuelta a donde soy tu Maestro y haces lo que te digo.
Me río—. En tus sueños.
Me sonríe—. ¿Y bien?
Mi risa se apaga, pero se queda dentro de mí, bailando a lo largo de mis términos
nervios como si fuera una fiesta—. ¿Hablas en serio? —pregunto en voz baja, y él traga y
asiente veloz.
—Totalmente. Te amo, Noah. Nunca he amado y nunca amaré a nadie como te amo
a ti. Quiero casarme con mi mejor amigo. Quiero mi anillo en tu dedo. Quiero que nos
unamos totalmente.
—Sabes que ya lo estamos, ¿no? —agarro su mano y la pongo en mi pecho sobre mi
corazón—. Aquí dentro.

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Sonríe y me da un golpecito en el dedo anular—. Yo también lo quiero ahí. Soy
codicioso —baja su cabeza para mirarme a los ojos—. Noah Sutton, ¿te casarías conmigo y
te quedarías conmigo para siempre?
Trago fuerte sintiendo lágrimas en la parte posterior de mi garganta—. Por supuesto
que sí, Sage Higgins. Me casaría contigo mañana.
Él me da la sonrisa amplia y ligeramente traviesa que siempre me ha desafiado a hacer
y a ser más—. Bueno, es algo bueno que hayas dicho eso.
Jadeo—. ¿De verdad?
Echa su cabeza hacia atrás riendo y luego me mira—. Podemos casarnos en la playa si
quieres. Sólo nosotros.
Asiento frenéticamente—. Así es como debe ser. Quiero eso, Sage —pauso—. Pero no
quiero anillos. Cuando volvamos a casa, quiero que me tatúes el anillo en el dedo.
Sus ojos se ensanchan—. Tu primer tatuaje. Me encanta que vaya a ser la señal de que
somos el uno para el otro.
Él baja la cabeza y me besa, enreda nuestras lenguas y luego arranca sus labios y entierra
su cabeza en mi hombro—. Soy tan feliz —susurra, y lo abrazo fuerte contra mí. Reconocería
su cuerpo y su olor si fuera ciego.
—Yo también.
Después de unos minutos, para mi sorpresa, lo oigo reír.
—¿Qué? —pregunto.
Levanta su cabeza y me mira con los ojos llenos de alegría y parece que reflejan la luz
de la tarde—. Asegúrate de decirle a tu madre que la propuesta ocurrió después de la luchar
desnudos.
Gimo—. Mierda. Prefiero ir con la historia de la mazmorra.
Su risa cae en mis oídos y mi visión está llena de la larga sonrisa y el cabello ondulado
y rayado por el sol de mi mejor amigo. En realidad, siempre lo ha estado, y siempre lo estará.

EL FIN

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