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24 de marzo

Memoria, Verdad y Justicia.

Material de Formación de Las Mil Flores


El artículo presentado a continuación, pertenece a la primera serie de
documentos generados por la secretaria de formación de Las Mil Flores.
Con el fin de comprender y analizar el proceso dictatorial que sufrió
nuestro país a partir del 24 de marzo de 1976.

Este análisis se va a desarrollar en tres artículos centrados en tres ejes:

 Derechos Humanos: DD.HH; Terrorismo de estado, crímenes de


lesa humanidad y organismos de derechos humanos.
 Dictadura Argentina 1976- 1983: Proceso político, social y
económico.
 Dictaduras Latinoamericanas: Una mirada regional del
proceso.

24 de Marzo de 1976

El 24 de marzo de 1976, las fuerzas armadas depusieron al gobierno de


María Estela Martínez de Perón e instalaron en su lugar una junta militar
operada por los comandantes de las tres fuerzas armadas: Jorge Rafael
Videla (ejército), Emilio Eduardo Massera (armada) y Orlando Ramón
Agosti (fuerza aérea). Aquí daría comienzo el llamado “proceso de
reorganización nacional”, una oscura etapa caracterizada por una
violación sistemática a los derechos humanos, el terrorismo de
Estado y los crímenes de lesa humanidad, y que dejaría como saldo
la muerte de miles de jóvenes, pérdidas del sentido más básico de
dignidad humana y actos de crueldad inimaginables.
Primer Artículo: Derechos Humanos.

¿Qué son los derechos humanos?

Los Derechos Humanos son inherentes a todas las personas por


el sólo hecho de ser humanos; sin distinción de sexo, etnia, edad,
religión, partido político o condición social, cultural o económica. Están
contemplados en la Constitución Nacional y en distintos compromisos
internacionales asumidos por la República Argentina. Los Derechos
Humanos no fueron creados en un único acto ni por una sola persona o
grupo, sino que tienen estrecha vinculación con la realidad social en la
que surgieron; fueron el producto de luchas populares y no meras
adquisiciones de una conciencia jurídica abstracta. Los derechos
humanos no nacieron ni se desarrollaron como protección de los
particulares frente a otros particulares: para ello existen las leyes, la
fuerza pública y la organización del Estado. Los derechos humanos
fueron creados históricamente como protección de los
particulares frente al Estado.
Los Derechos Humanos son conquistas enormemente costosas,
pero también enormemente frágiles. Por lo tanto, nunca
machacaremos lo suficiente sobre los Derechos Humanos. Nunca
insistiremos lo suficiente sobre la necesidad de difundirlos y hacerlos
conciencia. Nunca invertiremos el suficiente tiempo, atención y recursos
en concientizarnos nosotros y ayudar a concientizar a otros. Este es un
trabajo arduo, repetitivo. Pero es indispensable. Siempre estamos
expuestos a olvidar en un abrir y cerrar de ojos lo que tanto nos costó
aprender.
Cada vez que se alcanza una conquista popular, cada vez que el
Derecho es permeado e invadido por las demandas populares, se abre
un nuevo espacio de libertad y de igualdad. Cada conquista popular, si
logra perdurar en el tiempo, se convierte en una adquisición de la
conciencia jurídica de la sociedad, que no puede ser abolida tan
fácilmente. Lo que una vez fue admitido como “justo” no puede ser
desalojado como injusto sin encontrar resistencias.
Se abren así intersticios, grietas en las relaciones de dominación que
consagra el derecho. Esos intersticios, esas grietas abiertas al precio de
las luchas populares, y sólo gracias a esas luchas, son las que explican
el lado liberador del derecho.
Es cierto que el Derecho es un instrumento de dominación. Pero
también, por su propia naturaleza de instrumento indirecto,
enmascarado, con pretensiones de “justo”, por las concesiones que el
poder se ve obligado a hacer al elaborarlo y dictarlo, por las
“hipocresías” que el poder se ve obligado a introducir para que la
dominación no aparezca como un mero acto de fuerza (“la fuerza es el
derecho de las bestias”, enseñaba Perón), el Derecho se vuelve un
fenómeno ambiguo, que puede ser utilizado por los sectores populares
para sus propios fines. Pudiéndonos servirnos del Derecho como
una herramienta de liberación.
Por eso es que decimos, sin que haya en ello exageración alguna: los
Derechos Humanos son la más elevada conquista de la
conciencia jurídica de la Humanidad.
Pero los derechos humanos, aunque sean conquistas jurídicas de la
Humanidad, no son aceptados unánimemente. Molestan, perturban,
estorban a quienes anhelan un ejercicio arbitrario e ilimitado del poder.
Los derechos humanos están inseparablemente unidos a una
determinada visión del mundo, a una forma particular de entender las
relaciones humanas, a un conjunto de valores. Los derechos humanos
son, antes que fórmulas jurídicas, expresiones de una concepción
política.
Están ligados a nociones tales como la igualdad de los hombres, la
libertad, el respeto mutuo, la tolerancia ante las diferencias, la creencia
en una forma pacífica y razonable de resolver los conflictos humanos.
Están ligados a la idea de limitación del poder.
Los derechos humanos no dependen de ningún acto de voluntad. Nadie
tiene el poder de “otorgarlos”, de “concederlos”. Admitir tal poder
implicaría admitir que se puede “denegarlos”. Cuando el poder de turno
no los respeta, no decimos que los ha “denegado” sino que los ha
violado. 
1.1 Derechos humanos durante la última dictadura militar

Es innegable que la última dictadura militar violó sistemáticamente una


enorme cantidad de derechos humanos. Trabajar uno por uno nos
representaría un trabajo sumamente largo. Por el momento nos
centraremos en uno de los derechos humanos violados por la dictadura
en cuanto a los hijos de los detenidos-desaparecidos, el derecho a la
identidad:

“Desde el momento de su nacimiento, toda persona tiene derecho a


obtener una identidad. La identidad incluye el nombre, el apellido, la
fecha de nacimiento, el sexo y la nacionalidad. Es la prueba de la
existencia de una persona como parte de una sociedad […] Todos los
niños tienen derecho a poseer una identidad oficial, es decir, a tener un
nombre, un apellido, una nacionalidad y a conocer la identidad de sus
progenitores.”
La inclusión de este derecho humano fue propuesto por las Abuelas de
Plaza de Mayo, como expresión de su lucha por recuperar los niños y
niñas que fueron secuestrados y privados de su identidad durante
la última dictadura.

A continuación, proponemos observar y analizar uno de los tantos casos


donde el derecho a la identidad fue violado, el de Macarena Gelman.
Macarena nació en cautiverio en noviembre de 1976 y fue apropiada por
una familia uruguaya. Sus padres biológicos fueron asesinados, y recién
a sus 23 años descubrió la verdad sobre su identidad, luego de que su
apropiadora le confesara la verdad.

Macarena Gelman es hija de María Claudia García Irureta Goyena y


Marcelo Ariel Gelman,  detenidos desaparecidos  durante la dictadura
militar argentina. Su madre fue secuestrada durante el embarazo
por grupos de tareas del gobierno militar Argentino y fue trasladada a
Uruguay, en el marco del Plan Cóndor. Allí estuvo recluida en el Centro
de detención del Servicio de Información de Defensa y fue trasladada
al Hospital Militar para dar a luz.
Se recomienda ver el siguiente video:
Historias debidas VI: Macarena Gelman (capítulo completo) - Canal
Encuentro.
https://www.youtube.com/watch?v=Uv6BELRghg8

2. ¿Qué es el terrorismo de Estado?

Entre 1930 y 1983 la Argentina sufrió seis golpes de Estado. Sin


embargo, la expresión «terrorismo de Estado» sólo se utiliza para hacer
referencia al último de ellos. La violencia política ejercida desde el
Estado contra todo actor que fuera considerado una amenaza o
desafiara al poder fue una característica recurrente en la historia
argentina. Hay muchos ejemplos de esto: los fusilamientos de José León
Suárez relatados por Rodolfo Walsh en su libro Operación Masacre
(1956); la Noche de los Bastones Largos durante la dictadura de Juan
Carlos Onganía (1966), entre tantos otros.
Estos episodios pueden ser evocados como antecedentes de la
violencia política ejercida desde el Estado contra sus «enemigos». Sin
embargo, el autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional”
implicó un «salto cualitativo» con respecto a los casos citados, porque la
dictadura de 1976 hizo uso de un particular ejercicio de la violencia
política: la diseminación del terror en todo el cuerpo social.
Lo que singularizó a la dictadura de 1976 fue algo que ninguno de
los regímenes previos practicó: la desaparición sistemática de personas.
Esto es: ciudadanos que resultaron víctimas de secuestros, torturas y
muertes en centros clandestinos de detención desplegados a lo largo de
todo el país, cuyos cuerpos nunca fueron entregados. La dictadura
pretendió borrar el nombre y la historia de sus víctimas, privando a sus
familiares y también a toda la comunidad política, de la posibilidad de
hacer un duelo frente a la pérdida.
Rasgos característicos de la última dictadura que lo diferencian de
otras violencias políticas ejercidas en la Argentina:
 El uso de la violencia política puesta al servicio de la eliminación
de los adversarios políticos y del amedrentamiento de toda la
población a través de diversos mecanismos represivos. Miles de
personas encarceladas y otras tantas forzadas al exilio,
persecución, prohibiciones, censura, vigilancia. Y,
fundamentalmente, la puesta en marcha de los centros
clandestinos de detención que tenía a toda la sociedad como
destinataria de un único mensaje: el miedo, la parálisis y la
ruptura del lazo social.
 El terror utilizado como instrumento de disciplinamiento
social y político de manera constante, no de manera aislada o
excepcional. La violencia, ejercida desde el Estado, se convirtió en
práctica recurrente Se trató, entonces, de una política de terror
sistemático.
 Ese terror sistemático se ejerció con el agravante de ser efectuado
por fuera de todo marco legal –más allá de la ficción legal
creada por la dictadura para justificar su accionar. Es decir, la
violencia política ejercida contra quienes eran identificados como
los enemigos del régimen operó de manera clandestina. De modo
que la dictadura no sólo puso en suspenso los derechos y
garantías constitucionales, y a la Constitución misma, sino que
decidió instrumentar un plan represivo al margen de la ley,
desatendiendo los principios legales que instituyen a los estados
modernos para el uso de la fuerza.
 El terrorismo de Estado que se implantó en la década del setenta
en Argentina deshumanizó al «enemigo político», le sustrajo
su dignidad personal y lo identificó con alguna forma del mal. Una
de las características fundamentales de la dictadura argentina
consistió en criminalizar al enemigo a niveles hiperbólicos: la
figura del desaparecido supuso borrar por completo toda huella
que implicara alguna forma de transmisión de un legado que se
caracterizara como peligroso. La sustracción de bebés también
puede ser pensada como una consecuencia de esta forma extrema
de negarle dignidad humana al enemigo político. Es decir que una
característica distintiva del Estado terrorista fue la desaparición
sistemática de personas. El Estado terrorista no se limitó a
eliminar físicamente a su enemigo político sino que, a la vez,
pretendió sustraerle todo rasgo de humanidad, adueñándose de la
vida de las víctimas y borrando todos los signos que dieran cuenta
de ella: su nombre, su historia y su propia muerte.
 El uso del terror durante la última dictadura tuvo otra
característica definitoria: dispuso de los complejos y
altamente sofisticados recursos del Estado moderno para
ocasionar asesinatos masivos, de mucho mayor alcance que
aquellos que podían cometer los estados del siglo XIX. Como por
ejemplo, en los “vuelos de la muerte”.
 El Estado terrorista, mediante la internalización del terror,
resquebrajó los lazos sociales y distintos grupos, sectores
sociales, formas de pertenencia y prácticas culturales comunes,
fueron desgarradas: ser joven, obrero, estudiante, pertenecer a un
gremio, representar a un grupo, fueron actividades «sospechosas»
frente al Estado. Si defender y compartir ideas junto a terceros con
objetivos en común implicaba la desaparición, la pauta que
comenzó a dominar en las prácticas sociales más básicas fue la de
un individualismo exacerbado que continuó manifestándose más
allá del 10 de diciembre de 1983; y que a su vez permitió el
avance en la destrucción de conquistas sociales fundamentales a
lo largo de las décadas del ochenta y del noventa.
3. ¿Qué son los crímenes de lesa humanidad?

Los crímenes de lesa humanidad son actos que, por su naturaleza,


ofenden, agravian e injurian a la humanidad en su conjunto. Las
conductas tipificadas como crímenes de lesa humanidad son: asesinato,
exterminio, deportación o desplazamiento forzoso, encarcelación,
tortura, violación, prostitución forzada, esterilización forzada,
persecución por motivos políticos, religiosos, ideológicos, raciales,
étnicos, desaparición forzada, secuestro o cualquier acto inhumano que
cause graves sufrimientos o atente contra la salud mental o física de
quien los sufre. Los principales elementos para que un crimen sea
considerado de lesa humanidad es que sean cometidos por agentes
estatales en ejecución de una acción gubernamental, o por un
grupo con capacidad de ejercer un dominio y ejecución análogos al
estatal sobre un territorio determinado. Que se cometan contra una
población civil y como parte de un ataque generalizado o
sistemático. 
Estos delitos son imprescriptibles, es decir, la acción del delito no
se extingue, por lo tanto, no tienen un límite temporal para su
juzgamiento. El terrorismo de Estado que ocurrió en Argentina desde
años previos al golpe cívico militar, por la acción de grupos para-
militares y las Fuerzas Armadas hasta finalizar la dictadura en 1983,
desarrolló todos los elementos del tipo penal para que se considere que
se cometieron desde el Estado crímenes de lesa humanidad.
Comprender los crímenes cometidos por parte del Estado como
crímenes de lesa humanidad implica destacar el rol activo del Estado en
cometer y/o encubrir dichos crímenes. 

4- ¿ Que es el Negacionismo?
El negacionismo es el desconocimiento, puesta en duda y/o
negación sistemática de hechos de nuestra historia con fines políticos.
La forma más directa de negacionismo en Argentina, por ejemplo, pone
en duda la desaparición forzada de personas o la apropiación de
menores por parte del Estado terrorista. La visión negacionista más
difundida en los años ochenta fue la denominada Teoría de los dos
demonios, que planteó que la sociedad argentina de los años setenta se
vio arrasada por el horror que produjo la confrontación violenta entre un
sector de la extrema izquierda, es decir, la guerrilla, y otro de la extrema
derecha representado por la represión del Estado militar. Esta teoría
posiciona el accionar del Estado represivo en una falsa simetría con la
actividad de los grupos particulares y posiciona al resto de la sociedad
en un lugar pasivo, desdibujando el conflicto social subyacente. En este
sentido, como se mencionó anteriormente, sólo pueden considerarse
delitos de lesa humanidad aquellos que han sido cometidos por el
Estado y contra la población civil. Por lo tanto, las acciones cometidas
por miembros del Estado son crímenes de lesa humanidad y las acciones
de los particulares se rigen por las reglas del derecho común.
En la actualidad, la versión con la que nos enfrentamos de la Teoría
de los dos demonios es “La historia completa”, que propone una
heroización de quienes participaron del terrorismo de Estado violando
los derechos humanos y la liberación de aquellas personas que se
encuentran detenidas y/o condenadas por delitos de lesa humanidad.
Otra forma de incurrir en discursos políticos negacionistas es la
relativización sobre la cantidad de personas desaparecidas por el Estado
terrorista. Los 30.000 casos que sostienen los organismos de derechos
humanos no tienen comprobación empírica precisamente porque la
represión ilegal fue clandestina. Es necesario correrse de la lógica
de la verificación, comprendiendo que existe una sub-denuncia de casos
por temor a represalias, por la falta de sobrevivientes que testimonien el
caso o simplemente por la dificultad que implica contar hechos tan
traumáticos y horrorosos. Esto refuerza la responsabilidad del Estado de
garantizar el derecho a la verdad, teniendo en consideración que la falta
de pruebas sobre el número de personas desaparecidas está
íntimamente vinculada al mantenimiento de los archivos de la dictadura
por fuera de la esfera pública.

5. Defensorxs de los derechos humanos

Desde los indultos, la lucha por Verdad y Justicia sólo se mantuvo


viva gracias a la obstinada y heroica lucha de las víctimas del
terrorismo de Estado, sus familiares y las organizaciones de
derechos humanos. Las Abuelas de Plaza de Mayo, que habían logrado
que el derecho a la identidad fuera reconocido por una Convención
internacional, consiguen que Videla vuelva a la cárcel por los delitos de
apropiación de menores y supresión de identidad. Asimismo, gracias al
desarrollo de técnicas de identificación genética, permiten que ciento
treinta de los quinientos niñxs apropiados por los represores recuperen
sus nombres, su historia y sus familias.
Otra organización es H.I.J.O.S., integrada por descendientes de los
desaparecidos que lleva a cabo los “escraches” contra represores
impunes como forma de patentizar la sanción moral y social que no
pudo ser traducida en condena judicial.
Muchos de los casos son llevados en forma autónoma a la Justicia en
aras de conocer el destino final de los desaparecidos y recuperar sus
restos. Se avanza en la identificación de cadáveres “NN” con el auxilio
de la antropología forense. La Corte Interamericana de Derechos
Humanos reconoce a través de distintos fallos que el “deber de
investigar hechos de este género subsiste mientras se mantenga la
incertidumbre sobre la suerte final de la persona desaparecida”, y
admite el “derecho a la verdad” como un derecho protegido por el
sistema interamericano, incluso en aquellos casos en que por cualquier
circunstancia no se pudiera arribar al juzgamiento y condena de los
culpables.
Este derecho, que comprende el de “conocer integralmente” lo
sucedido, es reconocido como un derecho colectivo, ya que toda la
sociedad está interesada en el triunfo de la verdad ante violaciones
graves a los Derechos Humanos.
A partir de 2003, como política de estado bajo la presidencia de
Néstor en conjunto a la lucha de las organizaciones de derechos
humanos, se produjo la reanudación de las causas inconclusas, y
comenzaron a dictarse sentencias condenatorias a destacados militares
representantes de la represión ilegal. Como militantes, es necesario
siempre levantar las banderas de los derechos humanos, mantener la
memoria activa y exigir políticas de estado que profundicen la verdad y
la justicia.
Bibliografía

- Convenio de colaboración reciproca entre Abuelas de Plaza


de Mayo y Ministerio de Desarrollo Social de la Nación.
Módulo de capacitación: "Sobre Derechos Humanos y
derecho a la identidad" (2006)
https://www.abuelas.org.ar/archivos/archivoGaleria/cuadernil
lo_promotores.pdf
- Cardozo, Gisela. (2019). “Memoria, Verdad y Justicia :
herramientas para la comunicación desde los derechos
humanos”. CABA, Argentina. Asamblea Permanente por los
Derechos Humanos. file:///C:/Users/Vero/Downloads/MVJ-
Herramientas-Comunicar-DDHH%20(1).pdf
- Garin, Javier. (2008). “Manual popular de Derechos
Humanos”
https://www.abuelas.org.ar/archivos/archivoGaleria/ManualD
DHH.pdf
- Edición literaria a cargo de Maria Celeste Adamoli y Cecilia
Flachsland. (2010) “Pensar la dictadura. Terrorismo de
Estado en Argentina” Buenos Aires, Argentina Ministerio de
Educación de la Nación.
https://www.abuelas.org.ar/archivos/archivoGaleria/Pensar_l
a_Dictadura.pdf

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