2- Los deseos de la carne 3- La vanagloria de la vida
El enemigo nos tentará cuando haya alguna de estas tres cosas en
nuestro interior. La tentación siempre corresponde a un deseo que hay por dentro; si no hay ninguna de estas cosas la tentación no tendrá ocasión en nosotros.
Debemos estar seguros de hacer morir los deseos de la carne, cada
día, de negarnos a nosotros mismos para hacer la voluntad de Dios y de renunciar a todo orgullo, tomando la decisión de humillarnos delante de Él, y pidiéndole que nos dé la gracia para vivir santamente en este mundo.
Si estás siendo tentado, te recuerdo que esto no es pecado. Ser tentado
no es pecado. El pecado viene cuando cedemos a la tentación y caemos en la complacencia de alguno de estos deseos. Por eso en este momento reprende y resiste al enemigo de tu vida, y decide agradar a Dios.