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Cuando hablamos de identidad nos referimos no a una especie de alma o esencia con la
que nacemos, no a un conjunto de posiciones internas que permanecen
fundamentalmente iguales durante toda la vida, independientemente del medio social en
la que los individuos se van definiendo así mismos en estrecha relación simbólica con
otras personas. A través de la habilidad del individuo para internalizar las aptitudes y
expectativas de los otros, su sí mismo se convierte en el objeto de su propia reflexión.
Esta acción reflexiva del si mismo con el sí mismo debe ser entendida como hablarse a sí
mismo, y hablarse a sí mismo debe entenderse como la internalización del habla
comunicativa con los otros. El individuo se experimenta a sí mismo no directamente sino
indirectamente; se hace objeto de sí mismo solo al tomar las actitudes de otros individuos
hacia él. La identidad, por lo tanto, es la capacidad de considerarse a uno mismo como
objeto y en ese proceso ir construyendo una narrativa sobre sí mismo, pero esta
capacidad solo se adquiere en un proceso de relaciones sociales mediadas por los
símbolos. La identidad es un proyecto simbólico que el individuo va construyendo. Los
materiales simbólicos con los cuales se construye ese proyecto son adquiridos en la
interacción con otros.
Estamos de acuerdo con Iñiguez (2001), cuando afirma que lo que se denomina
“identidad individual o social, es algo más que una realidad natural biológica y/o
psicológica, es más bien algo relacionado con la elaboración conjunta de cada sociedad
particular a lo largo de su historia, algunas cosas tienen que ver con las normas y reglas
sociales, con el lenguaje, con el control social, con las relaciones de poder en definitiva,
es decir una producción de subjetividades” (Cabruja, 1996, 1998; Pujal, 1996, cit en
Iñiguez, 2001).
Así pues, somos personas que necesitamos saber cómo son, que deben pensar y hacer
los grupos de los cuales formamos parte. Es decir, tener conciencia de la identidad de los
grupos a los que pertenecemos y aquellos a los que no, nos hace la vida más sencilla y
facilita las relaciones interpersonales e intergrupales. Además, no podríamos llegar a un
conocimiento completo de cómo somos si no incluimos en el Auto- concepto nuestra
pertenencia grupal, lo que sentimos por estos grupos y la influencia que esto ejerce en
nuestras creencias, percepciones y conducta (Gómez, 2006). En definitiva estamos
hablando de la identidad social, esto es, la que deriva de la pertenencia de la persona a
grupos sociales a lo largo de su vida. En cambio, la identidad personal se aplica a los
casos en la que la persona se define a partir de sus rasgos únicos e idiosincrásicos (Tajfel
yTurner, 1979).
Concretamente la identidad social seria “la parte del autoconcepto del individuo que deriva
del conocimiento de su pertenencia a un grupo social (o grupos sociales) junto con el
significado emocional y valorativo asociados a dicha pertenencia” (Tajfel, 1981, p. 255).
Uso identidad para referirme al punto de encuentro, el punto de sutura entre, por un lado,
los discursos y prácticas que intentan interpelarnos, hablarnos, o ponernos en nuestro
lugar como sujetos sociales de discursos particulares y, por otro, los procesos que
producen subjetividades, que nos construyen como sujetos susceptibles de decirse. De tal
modo, la identidades son puntos de adhesión temporaria a las posiciones subjetivas que
nos construyen las practicas discursivas (Hall, 1995). Son el resultado de una articulación
o encadenamiento exitoso del sujeto en el flujo del discurso, lo que Stephen Heath llamo
una intersección en su artículo pionero Suture (1981, p. 106) “una teoría de la ideología
no debe iniciarse con el sujeto sino con una descripción de los efectos de sutura, la
afectación del enlace del sujeto con estructuras de sentido”. Las identidades son por así
decirlo, las posiciones que el sujeto está obligado a tomar, a la vez que siempre sabe que
son representaciones, que la representación siempre se construye a través de una falta,
una división, desde el lugar del otro, y por eso nunca debe ser adecuada –idéntica- a los
procesos subjetivos investidos en ellas. La idea de que una sutura eficaz del sujeto a una
posición subjetiva requiere no solo que aquel sea convocado, sino que resulte investido
en la posición, significa que la sutura debe pensarse como una articulación y no como un
proceso unilateral, y esto, a su vez, pone firmemente la identificación, si no las
identidades, en la agenda teórica.
Preguntas Generadoras:
¿Cómo son los elementos simbólicos que definen la identidad en la música popular de la
ciudad de México?; si tomamos en cuenta que en este contexto se encuentran mezcladas
un gran número de elementos culturales externos o de otros países.
¿Por qué la música popular esta permeada por una ideología dominante?; si esta se
expresa en la conexión intrínseca con el discurso estatal y su relación con los medios de
comunicación.
¿Cómo podemos identificar a las instituciones que a nivel social promueven la expresión
musical en la ciudad de México? ; Si consideramos que la fragmentación es una de las
condiciones más perceptibles en nuestro horizonte cultural