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Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene, y hemos creído en él.

Dios es Amor
y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él. (1Jn 4,16).
Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio
y le dicen: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio.
(Jn 8, 3-4)

Un atardecer se levantó David de su lecho y se paseaba por el terrado de la casa del rey
cuando vio desde lo alto del terrado a una mujer que se estaba bañando. Era una mujer
muy hermosa. Mandó David para informarse sobre la mujer y le dijeron: «Es Betsabé,
hija de Eliam, mujer de Urías el hitita.» David envió gente que la trajese; llegó donde
David y él se acostó con ella. (2Sa 11:2-4a)

Conviértete al Señor y deja tus pecados, suplica ante su faz y quita los obstáculos.
(Sir 17:25)

Dad, pues, frutos dignos de conversión, y no andéis diciendo en vuestro interior:


“Tenemos por padre a Abraham”; porque os digo que puede Dios de estas piedras dar
hijos a Abraham.
(Lc 3, 8)

Conviene que hoy me quede yo en tu casa. (Lc 19, 5b)

Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en
su casa y cenaré con él y él conmigo. (Ap 3, 20)

«Señores, ¿qué tengo que hacer para salvarme?» Le respondieron: «Ten fe en el Señor
Jesús y te salvarás tú y tu casa.»
(Hch 16, 30b-31)

Mientras estaba comiendo con ellos, les mandó que no se ausentasen de Jerusalén,
sino que aguardasen la Promesa del Padre, «que oísteis de mí: Que Juan bautizó con
agua, pero vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos días». (Hch
1, 4-5)

Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad,


que procede del Padre, él dará testimonio de mí. (Jn 15, 26)

Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De repente


vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la
casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se
repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu
Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía
expresarse.
(Hch 2,1-4)

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