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“DE IZQUIERDAS Y DERECHAS”


Coyote Alberto Ruz
Huehuecóyotl, Morelos-México
Noviembre 2019

Aparte de los tiempos en que se formaron los primeros grupos humanos


y se estructuraron socialmente los clanes y las tribus originales, desde
sus orígenes como civilizaciones más desarrolladas, la humanidad
se ha caracterizado en estar dividida, por un sector de seres humanos
siempre minoritario, más fuerte y dominante, organizados en
“polis,” (llamados “animales políticos” por Aristóteles), que controla los
poderes de decisión económicos políticos, religiosos y militares, que se
encuentra en lo alto de la pirámide social, y otro, siempre mayoritario,
de quienes sustentan el peso laboral y productivo de la pirámide,
que genera y permite los privilegios de los primeros.
Esto es probablemente un resabio que heredamos de las especies
de “animales sociales” que nos precedieron en el largo proceso evolutivo
antes de llegar a ser “seres humanos.” Entre ellas los primates, todos;
un gran número de los grandes mamíferos, felinos, caninos, elefantes,
équidos, búfalos, etc; los mamíferos marinos, orcas, delfines y ballenas;
las especies de aves que vuelan en parvadas; e incluso los insectos,
termitas, hormigas, avispas y abejas entro otros.
Todas estas especies han desarrollado y mantenido por millones de
años distintos tipos de estructuras sociales, unas mucho más
complejas y organizadas que las otras, conformadas en grupos
familiares, rebaños, manadas, cardúmenes, parvadas, más o menos
numerosos, territoriales, con roles jerárquicos bien específicos y rangos
de “poder” o de dominación por parte de sus guías sobre los demás.
Liderazgo que puede recaer en un miembro o en un grupo de ellos. En
algunos casos, como los pelicanos, siguiendo un sistema natural de
rotación del liderazgo, tanto en sus vuelos migratorios como en la caza o
pesca de sus alimentos.
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Por otra parte, con la creación de las ciudades, los estados y las naciones,
y más recientemente de la Organización de las Naciones Unidas,
las relaciones sociales entre los seres humanos se han vuelto cada vez
más complejas. Pero el común denominador de todas éstas estructuras
sociales que hemos creado, son las pirámides de poder jerárquico, de
dominación y explotación de una minoría sobre la mayoría de la
humanidad.
Hemos pasado así, en todas las grandes culturas y civilizaciones del
pasado y hasta nuestros días, por largas etapas históricas. Desde el
esclavismo, donde la división fue entre amos y esclavos, hasta
distintas formas de feudalismo, donde los amos se convirtieron en
nobles-señores y los esclavos en siervos. Desde las distintas
modalidades del capitalismo, con sus grupos bien definidos, una
minoría de empresarios y banqueros y una mayoría de empleados y
obreros, hasta los llamados comunismos, con su clase dirigente y sus
estructuras burocrático-militares por un lado y los millones de
proletarios por el otro
Fue solamente hasta la Revolución francesa, el 11 de septiembre de 1789,
que, a raíz de la caída de la nobleza, por primera vez surgieron
las Asambleas Nacionales, instauradas para que la ciudadanía
mayoritaria tuviese también la posibilidad de instaurar y participar en
una suerte de sistema de “democracia participativa,” con el objeto de
crear una primera Constitución.
Con ese propósito surgieron las primeras leyes que dieron respuesta a
las demandas de las Asambleas populares, dando lugar a la
confirmación de tres grupos representativos con sus respectivos
delegados divididos en tres sectores de la sociedad, antagónicos, cada
uno defendiendo sus propios intereses.
El primer sector, agrupando a los diputados que intentaban preservar
los privilegios de la nobleza y del clero, que se sentaron siempre en la sala
de la Asamblea a la derecha del Presidente de la misma,
lugar que tradicionalmente correspondía a los sitios de honor que
ocupaban los nobles a la derecha del Rey durante la monarquía; y un
segundo sector ubicado a la izquierda de la sala para los plebeyos,
donde se ubicaron los
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diputados del pueblo, para defender las demandas de la mayoría de


los ciudadanos que nunca habían tenido, ni voz ni voto con anterioridad..
Generalmente, el tercer sector ocupó el centro de la sala, donde se
colocaron los diputados que no se ubicaban ni en uno ni en el otro
grupo, compuesto por asambleístas independientes, que
generalmente contribuían a inclinar el fiel de la balanza de las decisiones,
incorporándose, sea a uno o el otro de los dos platillos de la misma.
Desde entonces, en cada país se fueron adoptaron distintos nombres
para cada uno de esos sectores antagónicos.
En Francia, nacieron los primeros partidos políticos, con los ultra-
realistas y contra-revolucionarios, por un lado, y con los liberales
herederos de la Revolución por el otro, dejando en el tercer grupo
a los diputados constitucionalistas e independientes. Actualmente, la
lucha por el poder se sigue llevando en Francia entre los partidos
republicanos y los socialistas.
En Inglaterra, la pugna política bipartidista se ha definido desde
entonces entre laboristas y conservadores; en Estados Unidos, entre
demócratas y republicanos; en Alemania entre democristianos y
socialdemócratas; en España entre el Partido Popular y el Partido
Socialista Obrero Español; en Brasil, entre el Partido Social Liberal y el
Partido de los Trabajadores; en Chile entre Chile Vamos y Convergencia
Progresista; en Argentina entre el Partido Autonomista Nacional y el
Partido Justicialista; en Colombia entre liberales y conservadores (o
rojos y azules como en otros países latinoamericanos); en México
actualmente, desde 2018, entre Morena (Movimiento de Renovación
Nacional) y las alianzas entre el Partido Revolucionario Institucional
y el Partido de Acción Nacional (PRI-PAN); y en Bolivia, hasta el golpe
de estado del mes de noviembre 2019, entre el Movimiento al
Socialismo y el de Comunidad Ciudadana.
Dos casos son diferentes de estos modelos políticos antagónicos
bipartitas en América Latina:
Cuba, que ha sido, como resultado del triunfo de la Revolución de
1959 contra las dictaduras de Gerardo Machado y Fulgencio Batista, el
único país donde las decisiones políticas han sido tomadas desde
entonces por el Partido Comunista cubano, en alianza con otras
organizaciones y partidos
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menores socialistas de izquierda, quienes han mantenido hasta le fecha


el poder del Estado.

Venezuela, donde Hugo Chávez, al frente del Movimiento Quinta


República ganó las elecciones en 1999, fusionándose en 2007 a otros
partidos de izquierda para crear el Partido Socialista Unido de
Venezuela, gobernado por Chávez hasta su muerte en 2013, dejándole el
poder a Nicolás Maduro, quien fuera elegido por votación mayoritaria en
ese año para sucederlo, y que gobierna el país hasta le fecha. La oposición
al PSUV es una coalición de Voluntad Popular, Primero Justicia y
Acción Democrática, todos ellos
derechistas.
En todos los casos, menos el de Cuba, siempre se ha tratado de una
pugna entre los dos mismos sectores antagónicos de la sociedad: los
que desde 1789 defienden los intereses de los grupos sociales más
privilegiados, y los que, por lo contrario, intentan acceder al poder
para responder a las demandas de los menos privilegiados o de
plano más excluidos de la sociedad.
No existe garantía, en ninguno de los casos recientes de la historia, que
un gobierno surgido de uno u otro Partido, de izquierda o derecha, cumpla
con todas las promesas con las que accedieron al poder. Sin embargo,
hasta la fecha, casi todos aquellos que se identifican con las corrientes
ideológicas conservadoras o ultra derechistas, han buscado mantener
sus privilegios, incluso aboliendo todos los derechos obtenidos
por los menos privilegiados, siempre una mayoría, a través de los
siglos o las décadas. Son Partidos que arrastran un intento histórico de
que la pirámide del poder, mantenga abajo a los más desprotegidos,
sosteniendo los privilegios de las minorías gobernantes.
Por su parte, cuando los gobiernos de izquierda han logrado obtener
el poder por la vía democrática parlamentaria, como fue el caso de Chile
con Salvador Allende, y posteriormente los de Venezuela, Ecuador y
Bolivia e incluso Uruguay, para intentar cambios en sus políticas
públicas, se han tenido que enfrentar no solo a los sectores derechistas
nacionales, sino al
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apoyo otorgado a éstos por otros gobiernos internacionales, sumados a


la presión a que están sometidos por parte de los bancos mundiales y
las trasnacionales, cuyo poder se ha transformado en el mayor
poderío político-económico global que ha existido en toda la
historia de la humanidad.
Dichos gobiernos, herederos de siglos de colonialismo, sujetos a todo
tipo de dificultades y presiones, tampoco han podido cumplir con sus
más altas expectativas y la de sus electores y seguidores, y siendo
novatos en el ejercicio del poder, también cometieron todo tipo de
equivocaciones, muchas ellas costosas, a nivel de perdida de
libertades de expresión, represión a sus opositores, políticas económicas
fallidas, múltiples casos de corrupción y nepotismo, abuso de poder y
exceso de caciquismo en algunos casos.
No se puede pensar o creer o esperar que, en un mandato o
varios mandatos seguidos, se logrará revertir un largo proceso
que está firmemente arraigado en la conciencia, ni de los dirigentes,
ni la de sus pueblos.
Sin embargo, en algunos casos, los cambios que lograron en el tiempo
que estuvieron en el poder, favoreciendo a los menos favorecidos,
tampoco se pueden negar y sus logros han sido
reconocidos, local e internacionalmente, por todo tipo de expertos
en todas las áreas que indican el crecimiento de una nación.
Por otra parte, si bien es cierto que, en algunos países como
los escandinavos se ha dado un acercamiento de ambas ideologías, la
izquierda con la derecha, para buscar vías más justas e inclusivas para
tod@s, el péndulo inexorable de la historia a veces se inclina hacia la
izquierda, y a veces hacia la derecha, nunca que se queda estático en el
centro. Alemania, Suecia, Dinamarca, Italia, Francia, España, Chile,
Argentina y Ecuador entre otros, han sido un claro ejemplo de ello.
Recientemente, estamos siendo testigos de cómo están resurgiendo
en muchos puntos de la Tierra, como en la década de los 1930´s y
1940’s, gobiernos supremacistas, ultranacionalistas, racistas,
homofóbicos, sexistas, apoyados en muchos casos por las iglesias
cristianas evangélicas,
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extremadamente fundamentalistas, favoreciendo a los grupos sociales


más violentos, como está siendo el caso de los Estados Unidos, Brasil y
Bolivia en estos momentos.
Frente a éste fenómeno político global, tenemos que recordar que, la
división de la humanidad entre los de la derecha y la izquierda no
siempre ha existido. Para ello tenemos que acudir a los guardianes de
los pueblos originarios de gran parte de la Madre Tierra, que desde hace
décadas nos están advirtiendo que la Pachamama nos parió a tod@s
iguales, que no tiene fronteras, ni reconoce nacionalidades, ni hijos
favoritos, ni un sexo mejor que otro; que no obedece a Partidos
políticos de ninguna índole ni color; que no reconoce a una raza más
pura que la otra, ni a una religión más verdadera que la otra, que no
vota en ningún tipo de elecciones, que no nos parió ricos y pobres, sino
que nosotros mismos creamos todas esas distinciones.
Y que esa Madre común ya nos está indicando que está llegando
el momento de una nueva gran purificación de sí misma, en la que todas
esas identificaciones nacionales, territoriales, ideológicas o políticas
que nos separan, dividen y enfrentan, ya no nos servirán absolutamente
para nada.
Tenemos que cobrar consciencia que eso que hemos bautizado como
un “Calentamiento Global,” que se manifiesta con las desertificaciones,
las inundaciones, los deshielos, las tempestades, los tsunamis, los
temblores de tierra de altos grados, las temperaturas extremas,
impredecibles y cambiantes, la elevación de los niveles de los mares,
no solo se están manifestando “en La Naturaleza”, sino que, aunque nos
olvidamos que los seres humanos somos parte de esa Naturaleza, esos
mismos cambios se están verificando entre y dentro de nosotros mismos.
En lo personal y en lo colectivo.
Por eso pienso, observando y escuchando los llamados claros y precisos
de la Madre Tierra, que nos encontramos ya inmersos en el preludio
de un verdadero “Calentamiento Social Global,” que como una verdadera
olla de presión está provocando, entre otras cosas, las migraciones
masivas más numerosas de la historia, millones de nosotros dejando
hogares, territorios, ciudades, naciones, para buscar escapar de las
consecuencias de lo que,
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como especie, estamos irracionalmente provocando contra


nosotros mismos.
Ese “Calentamiento Social Global” está propiciando el resurgimiento de
los odios, la violencia irracional, la polaridad extrema dentro de las
mismas familias, divididas por nuestras propias creencias, ideologías,
modos de vida, valores. Todo ello se manifiesta en las actitudes de una
intolerancia absoluta, la confusión generalizada, el “todos contra todos” y
el, “se salve el que pueda,” conductas personales y colectivas
cada vez más radicalizadas, posicionamientos partidarios,
rivalidad, desconfianza, antagonismo, todos ellos ingredientes para una
verdadera explosión de la caldera social global, sin precedentes históricos
a esta escala.
Las que parecían “profecías apocalípticas,” solo vivas en la mente
de algunos fundamentalistas de distintas creencias; lo que nos advertían
los y las abuelas de las distintas culturas originarias, y que
considerábamos era el fruto de su ignorancia, falsas creencias o
supersticiones; lo que algunos, poquísimos científicos en los años 1950
´s comenzaron a intentar hacernos ver al resto del mundo sobre los
límites del desarrollo y las posibilidades de seguir multiplicándonos y
consumiendo al ritmo que lo hacemos; lo que pequeños grupos de
ambientalistas, ecologistas, eco activistas, buscamos innovar, creando
alternativas de modo de vida, quizás demasiado ingenuas, para cambiar
el rumbo de nuestra historia, ahora lo gritan en todos los foros
posibles los niños y los adolescentes.
A esas voces se suman algunos pocos artistas muy reconocidos que
se hacen oír por grandes públicos; contados políticos en ejercicio o
retirados, y desde siempre, algunos de los voceros y guardianes de
los pueblos originarios que siguen defendiendo los territorios
“sagrados” de la Madre Tierra. Sin dejar de ver que una gran parte de
ellos desgraciadamente solo claman por algunas migajas y el acceso a
aquellas mercancías, modos de vida, objetos y valores que los más
privilegiados poseen.
Todas esas señales y advertencias, no son ya las visiones de un
posible futuro, sino nuestra realidad global en éste presente cotidiano.
Todos aquellos esfuerzos para despertar y hacer algo para cambiar
el rumbo de nuestro destino como especie, dispersos aquí y allí, parecen
estar
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siendo ya demasiado pequeños e ingenuos para intentar salvar a


nuestra especie de las catástrofes globales a los que el
modelo económico-político-científico-religioso del mundo nos están
llevando.
Y mientras tanto, seguimos apuntándonos los unos a los otros con el
mismo dedo: “Ustedes de la izquierda son los culpables”, “No,
ustedes de la derecha lo son más”. Y nos olvidamos que esas categorías
correspondían al sitio del asiento en una reunión política del siglo XVIII
en Francia, en un lado para los que siguen buscando cambios para
mejorar las cosas, y por el otro los que siguen tratando de mantener el
estatus del que gozaron desde el inicio de la humanidad organizada en
ciudades, estados y naciones.
Los que se opusieron a dar la libertad a sus esclavos y los que lucharon
por abolirla; los que quisieron mantener a una supuesta nobleza
heredada por “la ley de Dios,” es decir de sus iglesias; y los que hicieron
una revolución para dar dignidad y libertad a los siervos que nacían y
morían como siervos; los que defendieron a las monarquías que les
daban derecho a conquistar tierras y almas, creando “colonias” en otros
continentes para hacer crecer sus dominios, “hasta donde se ponga el
sol”, y los millones de campesinos, africanos e indígenas, de los cinco
continentes, quienes por generaciones, guiados por sus líderes
lucharon y murieron por el triunfo de la Independencia contra
todas las formas de colonialismo.
Los que se opusieron al sistema capitalista brutal y la
acumulación exorbitante del Capital, para lograr conquistas
laborales, derechos a organizarse en sindicatos, realizar huelgas,
disminuir las horas de trabajo, parar la explotación infantil, hasta los que
dieron su vida durante las purgas seudo-comunistas, estalinistas, chinas,
coreanas, o fueron condenados a los gulags, por oponerse al absolutismo
de sus respectivos dictadores.
Los que lucharon por derrocar en las guerras mundiales a las fuerzas
del nazismo, fascismo, falangismo; como los que fueron exterminados
por millones en campos de concentración por su religión, el color de su
piel o sus ideologías contrarias a esos regímenes.
Hoy, nos encontramos con un panorama aparentemente similar, pero
con algunas características muy diferentes.
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Desde los años 1960´s, los nacidos después de 1945, a fines de la llamada
2ª Guerra Mundial, adolescentes y jóvenes de todas las
latitudes, comenzamos a cuestionar esa polaridad mundial en la que
crecimos y que se vino a llamar la Guerra Fría. Poco a poco
comenzamos entonces a rebelarnos, tanto contra lo que en ese
momento era llamado el “Bloque capitalista-imperialista
Occidental,” como el “Bloque-comunista-burocrático
Oriental,” dos caras de una misma moneda.
En el año 1968 fuimos protagonistas de una verdadera revolución
cultural, la primera de la historia a nivel planetario, que en poco tiempo
dio lugar a un verdadero parteaguas global de la historia contemporánea.
No fue fácil, pues implicaba romper con ese condicionamiento
muy arraigado de mirar al mundo con un solo ojo, con el derecho o
con el izquierdo; pensar con un solo hemisferio, el derecho o el
izquierdo, que según algunas teorías corresponden a la inteligencia
intuitiva o la lógica; vivir con una moral que proclamaba unos
valores, pero practicaba los opuestos; confiar en unas verdades que se
decían “científicas” pero que respondían a los intereses de quienes las
estaban financiando; obedecer a autoridades, familiares, escolares,
laborales, militares, legales, culturales, religiosas, ideológicas, que eran
a toda luz injustas o absurdas, impuestas por un sistema dominante
patriarcal, sostenido por siglos incluso por la gran mayoría de las
mujeres, contra el cual nos rebelamos.
De los millones de jóvenes de esa mi generación de “rebeldes con
causas,” poco a poco, con el paso de las décadas, muchos fueron
desistiendo de ese enfrentamiento radical contra el “Sistema,” el
Establishment” o la Matrix, como comenzamos a llamarla a raíz de
la trilogía de los hermanos Wachoswki desde el año 2003.
Muchos murieron en el intento, debido al exceso de drogas, los
accidentes fatídicos o el involucramiento en movimientos sociales
armados, no creyendo más en la no-violencia. La mayoría fueron
asimilados por ese mismo “Sistema” devorador, que fue aniquilando poco
a poco sus ideales, y los fue cooptando para darles un lugar “seguro
en el “mainstream” o corriente dominante de la sociedad,
acomodándolos dentro del mismo. Las
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exigencias económicas y el consumismo nos doblegaron a otra gran


parte de nosotr@s también.
E incluso en muchos casos, algunos de nuestros compañeros de
generación, los ex-hippies más contestatarios, renegaron de sus
visiones y acabaron también traicionando sus ideales volviéndose
en sus principales detractores.
Los pocos sobrevivientes que quedamos, fuimos también creciendo
y comprendiendo que no bastaba con oponernos al mundo
que rechazábamos, y que era más “re-evolucionario,” en vez de
contentarnos solo de protestar, de comenzar a proponer, intentar,
experimentar, arriesgarnos a seguir siendo considerados “marginales”,
para contribuir a construir las bases no de un mundo posible, ideal,
utópico, sino de una realidad aparte, emergente, que algun hermano
mayor bautizó “Ecotópica.”
Una realidad en la que el “Tiempo no fuera dinero, sino arte;” en que
el hacer político no consistiese tan solo en votar por un candidato u
otro, afiliarse a un Partido u otro, o en formar parte del engranaje
burocrático en turno para asegurarse un hueso. Que era necesario
experimentar nuevas formas de vivir y organizarnos, tomar decisiones
de otra forma que la del voto por “mayoría” parlamentaria, o
verticalmente dejando las decisiones en las manos de un individuo o una
cúpula de poder.
Fuimos dejando atrás la dicotomía “derecha vs izquierda”, pero no por
ello nos volvimos ciegos, sordos y mudos ante las injusticias e
inequidades sociales y ambientales en el mundo, cada vez mayores.
Decidimos seguir apoyando, o al menos situarnos del mismo lado que los
“Condenados de la Tierra”, como los llamara Frantz Fanon, y en volvernos
ahora en defensores y voceros de la Madre Tierra, “la más explotada y
abusada de todos los seres vivientes” como lo expresaron el Papa
Francisco y el eco-teólogo de la liberación, Leonardo Boff.
Personalmente, a lo largo de mi ya larga y movimentada existencia por
las cuatro latitudes la Tierra, me he encontrado y me sigo encontrando
en no pocas ocasiones, con personas que si bien se identifican con las
ideologías de “derecha” son más justas, generosas, honradas,
coherentes, que otros
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que se dicen de “izquierda” y que llevan una vida muy opuesta a la


que supuestamente predican. Las clasificaciones políticas no son
homogéneas.
He incluso conocido militares, sacerdotes, empresarios y políticos, que
son ejemplares como seres humanos, a quienes considero mis amigos,
aliados y colaboradores en nuestros intentos de construir ese mundo
más justo y sustentable que muchos soñamos.
También he conocido “izquierdistas” con los que no tengo ni siento
ninguna afinidad, a pesar de que voten rojo o tengan sus credenciales de
un Partido de oposición. Ni el escoger el rojo ni el azul, ni la sola
ideología o creencias que profesen los hace mejores seres humanos, que
es para mí, el mayor logro al que podemos aspirar en esta vida.
Sin embargo, tengo que decir claramente, que yo y muchos otros
más, seguiremos incansablemente luchando por las que consideramos
buenas causas, con nuestras propias palabras, sentimientos, formas y
acciones a favor de aquellos que padecen mayormente, y no de aquellas
minorías que, desde inicios de la humanidad, se han erigido como los
dueños y señores de otros seres humanos y de los bienes de la
Naturaleza, con derechos de hacer con ellos lo que más les guste o les
convenga.
Y éste, no es tan solo un postulado que viene de “mi generación de
los sesentas”, sino de todos aquellos que a lo largo de toda la historia se
han puesto de lado de quienes nunca han tenido voz ni voto, y que han
sido condenados a seguir sirviendo tan solo a esa minoría que por siglos
sigue detentando el poder sobre todo lo que existe.
Muchos siglos antes de que los conceptos de “izquierda o derecha”
fueran acuñados, siempre han surgido pequeños grupos, que como la
antropóloga y poeta Margaret Mead enunció en los años 1960’s:
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En estos momentos de nuestra historia, frente a esa crisis


civilizatoria global que enfrentamos, sin importar
nacionalidades, tendencias ideológicas ni religiosas, nos
identificamos con la frase acuñada por algunos de nuestros herman@s
que escribieron en sus carteles de alguna ciudad del mundo:
“NOSOTROS NO DEFENDEMOS LA NATURALEZA, SOMOS LA
NATURALEZA QUE SE DEFIENDE A SI MISMA”

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