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EN TEORIA Pero, jexiste la literatura juvenil? por Alejandro Delgado Gémez* La revista CLIJ publicaba, en mayo de 1995, una serie de articulos, bajo el tiulo de Literatura juvenil?, Sfirmados por autores, profesores y bibliotecarios, que expresaban su punto de vista sobre el tema. Se iniciaba asi una polémica (J) que continua abierta, | y ofrecidmos las paginas de la revista a todos aquellos que quisieran hacer su aportacion a ella, El siguiente articulo plantea algunos interrogantes mas sobre la literatura juvenil, a la luz de ciertas opiniones y afirmaciones que entonces expresaron Antonio Rodriguez Almodévar, Andreu Martin, Victor Moreno o Emili Teixidor. 1 os diltimos tiempos se ha dado en hablar de literatura juvenil, pasando frecuentemente por alto la legitimidd de su existencia, su necesi- dad 0 sus raices historicas. En el presen- te articulo pretendemos, ante todo, plan- tear interrogantes que no siempre se toman en consideracion. A_partir del supuesto de que la especificidad del adolescente reside en el hecho de que pose competencia biolégica e intelec~ tual suficiente para actuar como adulto, pero dicha competencia se le niega en nuestra compleja cultura tardo-moder- na, porrazones externas al sujeto, inten- taremos discutir tanto actitudes’,como opiniones relativas a la llamada literate ra juvenil. Sin embargo, no propondre- mos respuestas, de las que, por lo demés, carecemos. Finalmente, indica- remos cul es, a nuestro juicio, la fun- cidn de los profesionales implicados, de una u otra manera, en el tratamiento de los adolescentes, de la literatura juvenil ‘ode ambos. Hubo alguna vez literatura juvenit? Si recordamos que, a lo largo de la istoria, el concepto’ de adolescencia zara vez ha recibido un tratamiento rigu- oso hasta lleyar ala transicin entre el siglo XIX y el XX, entonces hemos de admit la consecuencia: que la lteratu- ra juvenil al igual que la definicién del adolescenie como individuo pertene- Ciente a un grupo con necesidades espe- cificas, es un invento de nuestro siglo No obstante, y puesto que en cierios ‘momentos [a adolescencia no fue sino una prolongacion de la infancia, las obras —o algunas de ellas— destinadas a esta ultima bien pudieron ser aprove- chadas por aguélla. Pensamos, por ejemplo, en instrumentos pedagégicos al estilo del Telémaco 0 The Pilgrim's Progress, asi como en los. primeros intentos iidicos de John Newbery. De igual modo, titulos que inieialmente fueron pensados para adultos comenza- ron a circular entre clientela de menor edad, bien es cierto que en versiones ad uusum delphini. Es el caso, mencionado por Denise Escarpit (La literatura {infantil y juvenil en Europa: panorama histérico, pp.69-72), de Robinsin Cru- soe o Gulliver. La autora cifra Ia eausa de esta apelacidn a la novela de adultos por parte de los adolescentes en la desa- {encién, en este terreno, de Ia que ellos son objeto. Lo cierto es que durante bastante 21 — cLua3 tiempo la lectura juvenil se nutrié sobre todo, de obras escritas para adultos. y, desde finales del siglo XIX, también de algunos titulos especificamente destina- dos al ambigtio nifio/adolescente bur- gués. Obras en ocasiones ferozmente Griticados por sus efectos perniciosos o por sus presuntamente escasas cualida- des literarias, y que no han alcanzado el lugar que por derecho les correspondia cen la historia de la literatura hasta bien entrado el siglo XX. Asi, no sélo Defoe © Swift, también Wells, Chesterton, Ste- venson, Twain, Burnett, Alcott, May, Burroughs, Doyle y muchos otros han constituide durante affos el patrimonio Titerario exclusivo del adolescente. Pién- sese, por lo demés, que el pablico al que se dirigian estas obras no sc hallaba, a diferencia de lo que sucede con los ado- lescentes de los 90, inmerso en el bom- bardeo de signos derivado de la llamada «sociedad de la informacién, de mane- ra que sus necesidades de lectura debi ran resultar, presumiblemente, ms sen- cillas de satisfacer que las del piblico actual Pablo Barrena’ sitia en 1967, afio de publicacién de Rebeldes, de Susan Hi ton, el punto de arrangue de una litera- tura juvenil que realmente toma en con- sideracién las necesidades del adolescente. Si pasamos por alto lo que de arbitrario tienen siempre las fechas, si es cierto que, hace aproximadamente veinte o veinticinco aiios, las editoriales comienzan a advertir que estén perdien- «do a un segmento muy sustancial de k tores, lo que les obliga a plantear una estrategia de captacién que pasa en bue- nna medida por lo que podriames lamar Ja «invenciém» de la literatura juvenil (véase, Pablo Barrena, «Lina especie de literatura, en Delibros, n° 43, p. 3 Literatura juvenil, pues, con un ori- {gen y una finalidad econémicos? Si esto fuera asi, nos encontrariamos ante el peligro que demunciara Walter Benjamin a propésito del futurismo, a saber: el enmasearamiento de un valor econémi- co tras un presunto valor cultural, de manera que ‘inicamente seria cultura quello que pudiera cuantifiearse en r= minos monetarios. En nuestro pals, dicho peligro resultaria ain mayor, a ‘causa tanto de la ampliacién de la esco- larizacion obligatoria como de los nue- vos planteamientos pedagogicos de la reforma educativa, que han dado lugar a tun enorme mercado potencial cuya cap- tacian generaria sustanciosos beneficios para las editorials. Pero no debemos llamarnos a enga‘io: ‘ningun fendmeno cultural es hoy dia EN TEORIA posible sin soporte evonémico, y resulta bastante pueril suponer que se puede publicar con éxito literatura, juvenil o de ‘cualquier otro tipo, al margen de las casas ecditoriales. El verdadero problema no es, en consecuencia, el hecho de que la erea- mn de literatura juvenil se apoye en agentes econémicos por lo dems inevita- bles, sino mas bien en la determinacién del grado en que tales agentes pueden eonvertrse, 0 s¢ han convertido ya, en cereadores de literatura juveniles decir, en fijadores de estereotipos en’funcion de criterios de venta, Tritase, por otra parte, de una sospecha que no somos los nicos en manifestar (véase, Miguel Garcia- Posada, «El libro joven», en Babelia, 16 Ge diciembre de 1995, p.7) 22 CLU83, No es ajeno al problema, el actual debate acerca del tratamiento de la lite ratura juvenil como género especifico que, dé ser real, entraiarfa algunos ries- gos, que intentaremos explicar a conti- nuacion, 4Se trata de un género? En efecto, de un tiempo a esta parte se hha adquirido el habito de hablar del ‘género «literatura juvenily, e incluso se ha Hegado a planiear la posibilidad de uuna suerte de reconocimiento oficial (véase Pablo Barrena, «El género de la literatura juvenil actualy, en Educacién y Biblioteca, n° 61, p. 50). Pero el argumento de Pablo Barrens Ile- ‘van su interior el germen de su contra diceidn, Pues, efectivamente, un género no se define convencionalmente por ele- mentos externos, en este caso sus desti- natarios, sino infernos (véase, Antonio Garcia Berio y Javier Huerta Calvo, Los géneros literarios: sistema e histo- ria, p. 146), Un géneto se delimita a partir del estudio de cierto mimero de casos, con el objeto de analizar los elementos que Jo configuran. El problema reside en el hecho de que, si, como reconoce Pablo Barrena, se crea el témino ante lite- ram, ¢s decir, antes de que existan con- tenidos que lo doten de sentido, enton- ces se corre el riesgo de que dichos contenidos sean fijados por agentes ina- decuados que desplazarian lo que debid haber sido género hacia la simple for- mula 0 el estereotipo, tanto formal como tematico. Y, en cierto modo, tememos que algo de eso esté sucediendo en el ‘actual panorama literario espaol, incl so de la mano de autores de indudable prestigio: el héroe debe ser un joven que frecuentemente ha de resolver un misie- rio (aunque tanto el misterio como su resolucidn estén traidos por los pelos), con ayuda de una co-protagonista feme- nina casi siempre innecesaria, o de una figura tutorial (raras veces ‘el padre, fuente de conflictos durante la adoles” cencia; preferiblemente un profesor 0 hermano mayor) que le iniciara en el dificil tnsito hacia la madurez. Todo ello narrado con un lenguaje presunta- ‘mente verista, pero limado de las aspe- rezas que realmente podemos escuchar a los adolesventes con los que trabajamos, ¥y que sonrojarian al més curtido de los, ‘adultos. A modo de ejemplo, mencione- mos el triste caso de uno de nuestros mejores creadores actuales, Joan Manuel Gisbert quien en algunas de sus Ultimas novelas (Las espejas venecia- nos, La vor de madrugada), se deja lle- var abiertamente por el cliché comer- cial, pergefiando tramas apresuradas y escasamente convincentes, aderezadas ademas, en el primer caso, por graves anacronismos que pueden confundir a un piiblico no del todo preparado. Echamos de menos, desgraciadamente, al autor de obras imprescindibles, de la talla de La frontera invisible o El miste- rio de ta mujer autémata. Pero, co- mo deefamos, se trata solo de un ejem- plo. Existen ‘otras formulas de éxito asegurado, 'No queremos con el pirrafo preceden te menospreciar la literatura de género. Antes al contrario, Andreu Martin, Juan Madrid o Femando Lalana, por mencio- nar algunos casos notables, han ideado excelentes novelas euyos protagonistas son jovenes que deben resolver mis- terios coherentes, ayudados por nece- sarias co-protago- nistas femeninas. Pretendemos tan s6- Jo advertir de reso de estereotipar la literatura juvenil, si se insiste en consi derarla camo genera con _caracteristicas propias, Ello no dice nada en contra del hecho b f de que la literatura juvenil sea, con fre- ‘cuencia, una litera- tura de género. Habida cuenta de las caracteristicas eog- nitivas del adoles- ‘eente, no tiene nada de sorprendente que el publico juvenil se interese por la nara- cidn policiaca, de terror o de ficcion cientifica. Por lo demis, nos alegra que tales géneros hhayan_abandonado, despues de tantos atios, el sotano de la sub-eultura, para in- corporarse ala «gran literatura» como miembros de pleno derecho. Sirva como ejemplo de defini- cién de géneros, la sistematizacién lievada a cabo por Luisa Mora.’ Lamentablemente, la autora se ETE 23 CLU83 deja llevar por un exceso de celo peda- ‘gogico, a veces encajado con calzador, fen Su anilisis de los diferentes géneros, de tal manera que en ocasiones olvida que cada uno posee sus propias reglas internas de juego, y que ésias debieran resultar suficientes para enjuiciar la calidad de una determinada obra, sin entrar en didactismos, ni moralejas. Cuestién que nos conduce directa- ‘mente al arduo problema de decidir qué criterios deben seguirse para determinar si ana obra debe ser calificada 0 no ‘como juvenil, es decir, como adecuada para ser leida por un adolescente. En busca de una definicion valida Debemos reconover, ante todo, que nos sentimos ineapaces de dar una buc~ na definicién sobre qué es literatura juvenil, Por ello, limitaremos la presen- te seccidn a un intento de discutir dife- rentes y autorizadas opiniones acerca de Ja materia, con la esperanza de obtener, que no respuestas, al menos nuevas Tineas de debate. En muestra defensa alegaremos que la ccuestin es sin duda dificil. Tanto que, ‘cuando una autoridad de la categoria de Emili Teixidor emprende la tarea de cenumerar las reglas por las que debe regirse la literatura juvenil, no puede sustraerse a la vaga generalizacion («Literatura juvenil: las reglas del jue~ go», en CLI, n° 72, p. 13). Como iam- poco rehiiye, por lo demas, el riesgo de tierto didactismo que Teixidor formula dde manera explicita en e! mismo texto, Bien es cierto que un producto cultural bueno» es aquel gue nos permite enfrentamos de manera critica al mun do, Pero diriase que Teixidor deposita demasiadas expectativas en la modesta Teetura de un libro. ,No resulta dema- siado hostil el entorno de nuestro fin de siglo, como para confiar ciegamente en cl poder de la literatura? En un sentido similar, hemos leido y escuchado con frecuencia que Ia litera~ tora juvenil es aquella que trata los pro- blemas especificos de la juventud, to que suena aproximadamente igual a decir que el opio duerme porque tiene la virtud dormitiva. Pero, mas alli de este vicio de forma, creemos que la citada efinicion encierra un peligroso cle- mento de riesgo, al que ya habiamos aludido. En efecto, si los adolescentes precisan de una literatura que trate espe~ cificamente sus problemas, entonces debe ser Ia causa el hecho de que los adolescentes son especificamente pro- EN TEORIA ‘blematicos, en un sentido en el que no lo son ni. los adultos ni los nifios, puesto que ni la literatura de adultos ni la de nifios se define como «aquella que trata los problemas de los adultos o los pro- blemas de la infancian. Creemos que por esta via se puede caer de nuevo en tuna suerte de didactismo moralizante que distancie al adolescente del libro, Sin embargo, es opinion extendida que la literatura debe ayudar al joven lector a superar un presunto dificil trénsito por esta etapa de la vida. Incluso autores tan fuera de sospecha como Antonio Rodri- guez Almodovar se dejan llevar por esta resurreccién de la maxima «deleitar ins- truyendo», en version finiseeular («La ceduicacién literaria en la pubertadn, en CLI, n° 72, pp. 20-22). Para superar el «terrible drama de Ia ini- ciacién», Rodriguez Almodévar propo- ne textos del estilo de Carta al padre, Retrato del artista adolescente 0 Las 2 CLU83 perturbaciones det estudiame Térless. Por utilizar solo un ejemplo, supondre- mos que la virtud inicitica de Térless reside en mostrar una anécdota homose- xual. Sin embargo, el hecho de que el joven protagonista mantenga telaciones sexuales con un compafero de clase constituye ‘inicamente un leve pretexto argumental para tratar, en tono mareada- ‘mente expresionista y plagado de exten- sas alusiones a la filosofia oriental, la crisis de identidad cultural europea de comienzos del siglo XX, asunto que ‘muchos adultos, a menos que posean tuna formacién especifica en la materia, no serian capaces de asimilar. Pero, aun fen el suptiesto de que la novela estuvie- ra enteramente dedicada al tema de la homosexualidad, de indudable interés para los adolescentes, ésta vendria ret rida a un contexto socio-histérico muy conereto —a existencia de internados militares masculinos que provocaban ‘una homosexualidad indueida mis que real—, que poco tiene que ver con la macion de los homosexuales en la actualidad. En esas circunstancias, e6mo podria el pobre y anticuado Tor- fess ayudar a un adolescente gay de nuestros dias a sobrellevar su dramatica Abundando en la materia, Rodi Almodovar tolera la literatura de géne- ro, pero silo como forma de evasién, ‘como previa al momento en el que todo adolescente debe enfrentarse a algiin ineludible trauma. Pero, (de verdad todos nuestros jévenes estin realmente de psiquidtrico? {Recordamos alguno, de nosotros, adultos mas o menos bien ‘constituidos, haber hallado Ia resolu- ceién de un problema en la lectura de tuna novela, por muy inicidtica que ésta Desde un punto de vista contratio, que tampoco compartimos, aunque nos parece mucho mis divertido y ibertario, \Vietor Moreno («ovenes y lecturan, en CLI, 9° 72, pp. 34-36) cuestiona, en un encendido discurso, la legitimidad de Jos adultos para decidir qué es literatura juvenil y por qué los jdvenes deben leer. En cierto sentido, debemos ponernos de parte de Victor Moreno: el gran pro- blema de la literatura juvenil somos los adultos. Los libros para jévenes son eseritos por autores adultos, publicad por editores adultos, enjuiciados por ert ticos adultos, recomendados por profe- sores 0 bibliotecarios adultos... Rara vez se le pregunta al adolescentc qué libro quiere leer, ni siquiera si realmente le gusta leer. Para Moreno, el meollo de la ‘cuestidn reside en la pretensién, por par- te del adulto, de colonizar al adolescen- te mediante la imposicin no declarada de su eseala de valores. Dejando a un lado cierto ineficaz complejo de Peter Pan, la idea no es nueva: toda cultura tiende a perpetuarse asi misma, es decir, a intervenir sobre sus miembros mas jovenes mediante t proceso de endoculturizacién que les permia la interiorizacion de los valores tradicionales. Sin embargo, esta idea adquiere, durante nuestro fin de siglo, dos inguictantes matices que constitu yen, a nuestro juicio, el verdadero pro- blema En primer lugar, ningun proceso de endoculturizacion es perfecto. Esto es para expresarnos, por andlogfa, en té ‘minos casi lakatosianos: el nticleo de los valores tradicionales es transferido, pero Ia corteza sufte discusiones, evolucio- nes, sustituciones, que marcan Ia dife- rencia cultural entre una generacién y la precedente, Pero nuestros adolescentes parecen, por primera vez, no estar inte- resados en discutir ninguno de los valo- res culturales que pretendemos trans rirles, ni procedentes del niicleo ni procedentes de la eorteza. Antes al con- trario, lo aceptan todo con una apatia implicita sin precedentes. Puede que ello se deba al hecho de que nuestra xgeneracién he conseguido crear una cul- {ura tan perfecta que no merezea la pena ponerla en discusién. O puede que haya creado una cultura tan perveisa que penetre inadvertidamente, sin que la Vietima pueda ofrecer resistencia, En efecto, y aqui introducimos el segundo matiz, nuestra generacion es responsable de una feroz. degradacién cultural (entendiendo por cultura aquel segmento de conocimientos adquiridos {que nos permite enfrentamos de manera, critica con la realidad), provocada por diversidad de factores, de los que no serian los menos significativos ta mer cantilizacién de los medios de comuni- ‘eacién, la transformacién de los ritmos de vida en sociedades urbanas, la con- version de la informacién en espectic- lo, la desintegracién y trivializacién de Tos lenguajes o la inflacién de productos, culturales ¢ informativos; y que hace temer una desmesurada atonia e incapa- ciidad critica en generaciones posterio- res a la nuestra. ‘Ante semejante panorama cultural, se puede optar por la despreocupacion, tal ¥y como hace Victor Moreno. Sin em- ‘argo, y aqui dejamos el terreno de los hhechos para entrar en el de la ética, creemos mucho mis responsable la acti- tud de Eduardo Haro Tecglen al recono- EN TEORIA g cer con humildad que «algo les hemos Ihecho» («Algo les hemos hecho», en Babelia, 16 de diciembre de 1994, p. 14). ‘Modesto Saavedra («La ética televisi- vay los derechos del piblico», en Cla- ves de razén préctica, n° 44, pp. 42-49) ha advertido, junto a posibies solucio- nes, algunas de las dificultades, incluso de orden constitucional, con las que se cnfrentan el legislador y las institucio- nes a la hora de intentar corregir la situacién. Creemos, por tanto, que resul- ta imprescindible la intervencién del intelectual, entendido no al estilo gau- cche divine, sino como lo definia Haber- mas en los iltimos aos, es decit, como quel particular que, en tanto particular, se encuentra en determinadas condicio- nes de intervenir en la vida piblica, 0 en algin aspecto de la vida publica, para infentar su. transformacion. Autores, docentes, citicos,bibliotecarios.. si tie nen algo que decir respecto al modelo cultural y al modelo de lectura que hemos legado a nuestros adolescentes. ara ello, sin embargo, tendriamos que sufrir nosotros mismos un proceso de recielaje, una cura de humildad que nos liberara ‘tanto de la mala, conciencia como del complejo de superioridad esté- ril, Debemos confesar que ignoramos si seremos capaces de tan dificil area. En ‘cualquier caso, hacemos nuestra la inge- rua, modesta, pero hicida declaractén de Andreu Mactin: «Hay que hacer lite ratura que cuente lo que la gente echa de ‘menos que le cueaten>.* ml “*Alejandew Delgado Gimer es bibliotecario de Ta Bibiotca «Rafael Rubio» de Cartagena Nous 1. Barrens, Pablo: uEl género de la literatura juve sctial, on Educatdn Biotec, (2° OL ‘etre, p, $051. Mora Laisa: Literatura para jovenes acl ‘osm en Eduencion 9 Bidoteea, (91 (octubre 1995). 4-48), 3. Macho se ha eseito sobre la degradacin cul ‘ural de os tkimos aflos. Sirvan, 2 modo de tjemplo, los nimeros monogralieos que Letra Tvrnacional dedico al tema La eultra de fin ‘esiglo» (a? 27, vero 1992). 0 Archapilago @ ‘CET estado. de Ia prenean (0? 14, 1993) al “CEspectiulo dela ealtur y cults del especti ule (216, 1993), 4 Martin, Andrew: «Por qué literatura juve, en CLI fo 72, tayo 1995, . 28)

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