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UNIVERSIDAD DE SAN CARLOS DE GUATEMALA.

FACULTAD DE CIENCIAS JURIDICAS Y SOCIALES


CURSO: Derecho Procesal Civil I
SEPTIMO SEMESTRE
JORNADA NATUTINA
DOCENTE: Lic. Felipe Benavid Villatoro Recinos

INTRUCCIONES: A continuación se le proporciona contenido doctrinario relacionado con el


emplazamiento y sus efectos, y la contestación de la demanda y se le proporciona un ejemplo
de una ampliación de demanda, puede consultar los textos utilizados en clase (Derecho
Procesal Civil de Guatemala. Tomo I, autor Dr. Mario Aguirre Godoy; Derecho Procesal Civil
Guatemalteco, autor Lic. Mario Gordillo), del contenido debe realizar las siguientes actividades:

 Elaborar un mapa conceptual del emplazamiento y sus efectos


 Elaborar un resumen del tema relacionado, tomando en cuenta el presente contenido y los
que se encuentran en los textos utilizados en clase y aporte un comentario del mismo.
 Elaborar una ampliación de demanda que elaboro en su laboratorio N.2
 Realice una investigación de la diferente excepciones que existen en la doctrina y la
legislación, y de un cometario de cada una de las excepciones
La fecha de envió del trabajo es para el 28-03-2020 hasta las 9:00 am, cualquier duda por medio
del correo le serán resueltas, y tome en cuenta que tiene una fecha y horario establecido.
NOTA: LA AMPLIACIÓN DE LA DEMANDA, DEBE ELABORAR, NO DESCARGARLA DE
OTROS DOCUMENTO; Y SI LA A DESCARGAR, POR LO MENOS REVISE BIEN EL
CONTENIDO, NO SOLO COPIE Y ENVIÉ.

EMPLAZAMIENTO Y SUS EFECTOS


El primer acto que provoca la demanda presentada en forma, es el emplazamiento del
demandado. Emplazamiento es emplazar. Y emplazar es dar o fijar plazo para que dentro de él
comparezca el demandado oponiendo las defensas que a sus intereses convenga o
manifestando se conformidad con la demanda. A este respecto dispone el artículo 111 del
Código: “presentada la demanda en forma debida, el juez emplazará a los demandados,
concediéndoles audiencia por nueve días comunes a todos ellos”. Se emplaza pues,
concediendo un plazo. Si el acto se le llama emplazamiento es porque consiste en la
designación de un plazo. Y como nuestro ordenamiento procesal el plazo es distinto al término.
Para que el emplazamiento produzca sus efectos, debe ser notificado con apego a las
formalidades a que la notificación está subordinada. A partir de ese momento, se constituye la
relación procesal y el litigio queda en estado de dependencia naciendo desde entonces, si fuere
el caso, la excepción de litispendencia. La notificación de la demanda, es de las que se hacen
personalmente. Pero ante los procesos fraudulentos que no son esporádicos, pensamos que
debería otorgársele un tratamiento que garantice en mejor forma que el demandado tuvo efectiva
noticia de la demanda. Y para ello no es suficiente la sola razón que el Notificador pone en el
expediente de haber, por ejemplo, entregado la cédula a los familiares, domésticos o cualquier
otra persona hallada en la casa, o haberla fijado en la puerta. En los archivos judiciales se
registra más de un caso de personas a quienes se les han rematado sus bienes sin haber tenido
conocimiento de la demanda y constar en el expediente que le fue notificada fijándola en la
puerta. Pero como por otro lado, tampoco puede dejarse al actor a merced de las maniobras del
demandado, creemos que una manera de solucionar el problema y sin que ello signifique
desvirtuar la fe judicial de que goza el Notificador, sería la de recurrir éste al testigo para que
firme la correspondiente razón en los autos cuando la cédula se fijare en la puerta o cuando
quien la recibe se negare a firmar aquella razón. El Código español lo resuelve distinguiendo
entre el emplazamiento que se haya hecho en la persona del demandado, del pariente más
próximo o familiar hallado en el domicilio y el que se hiciere por medio de cédula entregada “a
criados o vecinos, o por medio de edictos”. Si se le citó en persona o por medio de sus
familiares, acusada que sea la rebeldía, se da por contestada la demanda. En los demás casos,
se le hace un segundo llamamiento reduciendo el plazo a la mitad y es hasta entonces que la
rebeldía puede ser declarada. Esta diferencia – comenta MANRESA Y NAVARRO- es de notoria
equidad porque en el primer caso, no puede el demandado alegar en su favor ninguna
consideración que abone su conducta; “y si ha sido entregada la cédula a su mujer, hijo o
pariente que vivan con él familiarmente, supone la ley que habrá llegado a noticia del
demandado el emplazamiento, por la comunicación continua que debe tener con dichas
personas, o por el interés que ha de haber en estas para hacérsele saber el mandato del Juez.
Pero estas consideraciones no son aplicables al segundo caso: los ciados y vecinos pueden
haber descuidado noticiar al demandado el emplazamiento; si se ha efectuado por medio de
edictos, es muy racional suponer que no han llegado hasta él; y para evitar los efectos que
produce siempre la declaración de rebeldía, mayormente contra una persona que tal vez no haya
comparecido por ignorancia, quiere la ley, y en nuestro concepto con sobrada justicia y
prudencia, que se le haga un nuevo llamamiento”.
A diferencia de la mayoría de legislaciones, según las cuales y con mejor sentido de
equidad, los términos o plazos rigen a partir del día siguiente de la notificación, en la nuestra
“empiezan a correr desde la notificación de la providencia”. En ese concepto, el emplazamiento
produce sus efectos desde el día en que se le notifica. Estos efectos son de dos clases: los de
derecho material y los de derecho procesal. Los primeros son los relacionados con el derecho
sustancial que el actor hace valer en juicio y los segundos, con la posición del Juez y las partes
frente al proceso. Nuestro Código los trata con la separación debida indicando con claridad que
la notificación de la demanda produce “efectos materiales y efectos procesales”.
Siguiendo el orden como los enumera, son materiales:
a) El de interrumpir la prescripción. Es un efecto conservativo en virtud del cual se
suspenden o quedan en suspenso las consecuencias jurídicas que para el derecho
cuestionado acarrea el transcurrir del tiempo. Comprende tanto la prescripción
adquisitiva como la prescripción extintiva o liberatoria. A la adquisitiva se refiere el
Código Civil en su artículo 653, y a la extintiva en su artículo 1506 indicando que se
interrumpen por “la notificación de la demanda o cualquier providencia precautoria
ejecutada, salvo si el acreedor desistiere de la acción intentada, o el demandado fuera
absuelto de la demanda, o el acto judicial se declare nulo”. Esto significa que al
demandado no puede beneficiarle la prescripción durante el curso del proceso ni al
demandante perjudicarle.
b) El de impedir la percepción de frutos. Este efecto tiende a asegurar al demandante, por
un lado la conservación y por el otro la entrega, de los frutos que a partir del
emplazamiento haya producido la cosa perseguida en juicio. Dice por eso el código, que
tal efecto consiste en “impedir que el demandado haga suyos los frutos de la cosa desde
la fecha del emplazamiento, si fuere condenado a entregarlo”. Persigue con ello la ley,
amparar la buena fe del poseedor reconociendo su derecho desde el momento de la
demanda ya que si el demandado es condenado a entregar la cosa, es porque el
derecho existía aun con anterioridad a la demanda.
c) El de constituir en mora al obligado. Conforme al artículo 1428 del Código Civil, el
deudor de una obligación se constituye en mora por la interpelación del acreedor, pero
en vista de que la interpelación o requerimiento de pago es un acto que puede realizarse
sin la necesidad de un proceso y que no todas las obligaciones tienen el mismo carácter
y sus modalidades son diversas, el artículo 1430 del citado código expresa que “la
notificación de la demanda de pago equivale al requerimiento”, de manera que de
obtener el actor una sentencia favorable, la ley presume la mora del deudor a partir del
emplazamiento y no de la sentencia.
d) El de obligar al pago de los intereses legales aun cuando no hayan sido pactados. El
fundamento de este efecto estriba en que por principio general, quien viola un contrato
está obligado a indemnizar los daños y perjuicios que el incumplimiento ocasiona y
tratándose de una prestación que consiste en el pago de una suma de dinero, se
indemnizan por medio de los intereses legales, compensación por demás justificada
porque la duración del proceso no debe redundar en daño de quien tiene el derecho.
e) El de hacer anulables la enajenación y gravámenes constituidos sobre la cosa objeto del
proceso, con posterioridad al emplazamiento. Es este un efecto de carácter cautelar y
como tal, pone a cubierto al demandante de cualquier disposición maliciosa que a favor
de terceras personas hiciere el demandado el demandado con relación a los bienes
litigiosos. Si se enajena o gravan esos bienes, es de presumir la fraudulencia del acto.
Pero el acto no es nulo sino que anulable porque el efecto del emplazamiento no entraña
una limitación absoluta al derecho de propiedad y no siempre es de presumirse que el
bien o bienes en litigio, se enajenan o gravan para eludir la acción de la justicia. Dice por
eso el código Civil que pueden venderse las cosas o derechos litigiosos, o con
limitaciones, gravámenes o cargas, siempre que el vendedor instruya previamente al
comprador de dichas circunstancias y así se haga constar en el contrato. (Art. 1805).
Son efectos procesales:
a) Dar prevención al Juez que emplaza: Dar prevención al Juez que emplaza quiere decir
que, en siendo el competente, no se puede emplazar por segunda vez al demandado
ante Juez distinto de aquel que romero conoció del mismo asunto. Si ocurriere lo
contrario, procede la excepción de litispendencia.
b) Sujetar a las partes a seguir el proceso ante el Juez emplazante, si el demandado no
objeta la competencia. Este efecto está vinculado al anterior y la única diferencia entre
uno y otro, es que aquel está referido al Juez y éste a las partes o que la prevención da
origen a la excepción de litispendencia y la sujeción no aceptada, a la excepción de
incompetencia.
c) Obligar a las partes a constituirse en el lugar del proceso. Igualmente, es un efecto que
va implícito en el anterior. Enlazados los tres por una relación de antecedente y
consecuencia, constituyen el efecto genérico denominado perpetuatio iurisdictionis, de
tan fundamental importancia y necesidad para la marcha regular del proceso. Por virtud
de este principio, la jurisdicción y competencia del Juez quedan fijas e invariables hasta
el final del proceso a pesar de los cambios de hecho o de derecho que puedan
sobrevenir después del emplazamiento. Si así no fuera, el procedimiento carecería de
toda estabilidad y se causaría grave daño a quien se ve constreñido a servirse del pleito
para pedir justicia. Es en razón de la perpetuatio iurisdictionis que el código establece
que “la jurisdicción y competencia se determinan conforme a la situación de hecho
existente en el momento de la presentación de la demanda, sin que tengan ninguna
influencia los cambios posteriores de dicha situación”. (Art. 5º.).

Correlativamente a esta disposición, fija los efectos procesales del


emplazamiento, de cuya consecuencia, el Juez no pierde su competencia inicial con el
cambio de domicilio del demandado, con el cambio en el valor de la demanda, con el
cambio de nacionalidad de las partes o con los cambios que se efectuaren en su
circunscripción territorial, a menos desde luego, que estos obedecieran a reformas en la
organización de los tribunales que imposibiliten al primer Juez para seguir actuando en
el juicio, o en los casos de incompetencia sobrevenida por cuestiones de conexión,
recusación o excusación, etc., etc.

DERECHO DE CONTRADICCION
Cuando la parte interesada en promover la actividad jurisdiccional, lo hace con la
presentación de una demanda (objeto de su pretensión) y, como tal en uso del poder jurídico que
le asiste, el juez la admite para su trámite y ordena el emplazamiento del demandado, es cuando
surge el derecho de defensa o contradicción en juicio para el emplazado, sin que tenga hasta
ese momento incidencia si la demanda es o no fundada, que dependerá que el demandado se
oponga o no a la pretensión, por ser un poder jurídico que le asiste (al igual que es de acción en
el actor), de naturaleza constitucional y legal, que le permite, con base en los principios del
debido proceso, que incluye la igualdad procesal, el derecho de defensa en juicio, el audiatur
altera pars o audiatur ex altera parte, el dispositivo, etc., que le permite tomar cualquier actitud
(negativa o positiva), con respecto a la pretensión del demandante.
Por ello se dice que el demandado viene a formar el sujeto pasivo de la pretensión, pero
también se constituye en sujeto activo de su derecho de contradicción y sujeto de la relación
jurídica procesal en el mismo rol de igual del actor.
FORMAS DE EJERCER EL DERECHO DE CONTRADICCION
La posición o conducta del demandado para ejercitar su derecho frente a la asumida por
el demandante es variada, de acuerdo con el grado de interés que pueda manifestar en su
derecho de contradicción y en busca o no de obtener una sentencia favorable. Para lo cual,
como ya indicamos, es preciso que se produzca el emplazamiento del demandado, que surge
con la notificación de la resolución que admite para su trámite la demanda y la entrega de las
copias respectivas. El Art. 111 del Cìd. Proc. Civ. Y Merc., establece que presentada la demanda
en la forma debida, el juez emplazará a los demandados, concediéndoles audiencia por nueve
días comunes a todos ellos.
CONTESTACION DE LA DEMANDA
Ante la notificación de una demanda, el demandado puede adoptar, por su decisión
individual, tres actitudes diferentes: permanecer inactivo, que es guardar silencio, mantenerse
ausente en el juicio, y cuya conducta configura la rebeldía; responder al emplazamiento
oponiéndose a la demanda, alegando otros hechos impeditivos o extintivos de la acción
intentada, o convirtiéndose a su vez en demandante, actitudes que respectivamente tipifican la
contestación propiamente dicha de la demanda, y la reconvención. Y finalmente, reconocer o
manifestar su conformidad con las pretensiones del actor, a cuyo acto se le denomina
allanamiento y que por ser de los que terminan el proceso, estudiaremos en más adecuado
lugar.
a) Rebeldía. Si el silencio de la parte fuera obstáculo para que una demanda quedara sin
solución, no habría proceso. Para resolver este problema, las legislaciones de todos los
tiempos y lugares, crearon el estudio de la rebeldía, que es una manera ingeniosa de
presumir que el demandado está presente en el juicio y que su inactividad frente al
emplazamiento es una negación de la demanda. La rebeldía, en su acepción genuina e
histórica, es pues, la falta de comparecencia en el juicio de una persona que ha sido
legalmente citada o emplazada como consecuencia de una demanda. Si después de haber
comparecido o respondido al emplazamiento, se abstiene de cualquier otra actividad, ya no
puede considerársele rebelde porque los efectos de su abstención no son los mismos. Pero
por extensión, se habla también de rebeldía cuando no se comparece en cualquiera otra de
las fases del procedimiento y en este caso, tanto puede haberla en el actor como en el
demandado y si proviene de ambos a la vez, darán lugar, transcurrido cierto tiempo, a la
caducidad de la instancia.
El concepto de rebeldía ha corrido parejas con la evolución del proceso. En el primero de
los tres periodos por los que atravesó el derecho romano, en el de la legis actionis, no fue
conocida. Si el demandado no comparecía, el juicio no podía continuar. En el segundo
periodo, el de la extraordinaria cognitio, se le citaba por edictos y si al último no comparecía,
se dictaba sentencia. Y durante el derecho Justiniano, la comparecencia era obligatoria para
cuyo efecto se empleaban medios coactivos. En el antiguo enjuiciamiento español, la
rebeldía del demandado se consideraba como delito. En el Fuero Juzgo se ordenaba fuera
castigada con azotes y multa. En Las Partidas, con el secuestro de bienes o asentamientos
(embargos) que se hacían “por mengua de respuesta, non requiriendo venir ante los Jueces
los emplazados, o seyendo rebeldes, non queriendo responder cuando viniesen ante ellos, o
escondiéndose maliciosamente, non queriendo fazer derecho”.
Durante varias centurias, la rebeldía siguió considerándose como un acto de
desobediencia: “a la persona que se sustrae de la obediencia que debe a los mandatos
judiciales –decía nuestro código del 77- se le declarará rebelde”. Y si declarado rebelde se
resistía a comparecer, se le tenía por contumaz. Modernamente, la comparecencia en juicio
es una carga y no una obligación. No motivo de sanciones o medidas coercitivas, sino que
preclusiones. Respondiendo a esta concepción, GOLDSCHMIDT la define como “el hecho
de no desembarazarse de una carga procesal… Es verdad – dice – que el termino rebeldía
significa propiamente como el de “contumacia”, una desobediencia, es decir, la
contravención de un deber, lo que se explica por el hecho de que el emplazamiento se
práctica por la autoridad judicial. Sin embargo, la rebeldía del demandado no es más que
descuidarse de una carga”.
El Código de Enjuiciamiento dedicaba un capítulo especial a la rebeldía y la incluía entre
las “Disposiciones comunes a todos los procesos”, para dar a entender, sin lugar a duda que
era aplicable a toda clase de procesos. El actual Código, solo aparece como rubrica del
subtitulo “Actitudes del demandado” referida al juicio ordinario posiblemente porque solo en
esta clase de juicio produce el efecto de seguirse en rebeldía. También lo produce en otros
juicios, pero con modalidades distintas. Así por ejemplo, el efecto de la rebeldía en el juicio
de alimentos, es el de declarar confeso al demandado en las pretensiones del actor. En el de
rendición de cuentas, o en el de jactancia, tenerse “por ciertas las afirmaciones del actor”. En
el sumario de desahucio, ordenarse la desocupación sin más trámite. Y en los ejecutivos,
dictarse “sentencia de remate”.
Para que la rebeldía se produzca, es necesario: un emplazamiento previo y valido; que
el plazo del mismo este vencido; que se haya dejado de comparecer; que sea declarado a
solicitud de parte. Sus efectos son: tenerse por contestada la demanda en sentido negativo;
seguirse el juicio con ausencia del demandado; embargo de bienes del demandado y no
retrotraerse el procedimiento por la comparecencia posterior del rebelde. Tales condiciones y
efectos están contemplados en los artículos 113 y 114 del Código: “si transcurrido el termino
de emplazamiento el demandado no comparece –dice el primero- se tendrá por contestada
la demanda en sentido negativo y se le seguirá el juicio en rebeldía, a solicitud de parte”;
“desde el momento en que el demandado sea declarado rebelde –dice el segundo- podrá
trabarse embargo sobre sus bienes, en cantidad suficiente para asegurar el resultado del
proceso. Compareciendo el demandado después de la declaración de rebeldía, podrá tomar
los procedimientos en el estado que se encuentren”
La Ley parte del criterio o hecho objetivo de la no comparecencia y la presume
voluntaria, pero por excepción permite que se deje sin efecto la rebeldía “si el demandado
prueba que no compareció por causa de fuerza mayor insuperable”. También podrá sustituir
el embargo –dice el artículo 114- proponiendo otros bienes o garantías suficientes a juicio del
juez. La petición se sustanciara como incidente, en pieza separada y sin que se suspenda el
curso del asunto principal”.
b) Contestación de la demanda. La actividad inicial del demandado con motivo del
emplazamiento, se desenvuelve en dos fases: la primera, mira a la constitución valida del
proceso; la segunda, a los fundamentos sustantivos de la acción. En la primera se responde
a la demanda, haciendo uso de las excepciones previas. En la fase impeditiva del proceso
en la que se discuten las excepciones que “aluengan el pleito e non lo rematan”, y en su
caso las que si lo rematan (excepciones mixta) sin conocer de su fondo. De continuar el
pleito, o de no haberse excepcionado dilatoriamente, se arriba a la segunda fase o momento
procesal en el que debe contestarse la demanda: “Al contestar la demanda –establece el
artículo 118- debe el demandado interponer las excepciones perentorias que tuviere contra
la pretensión del actor. Las nacidas después de la contestación de la demanda se pueden
proponer en cualquier instancia y serán resueltas en sentencia”.
El escrito de contestación está sujeto a los mismos requisitos de forma y fondo que la
demanda y así lo previene aquel artículo: “La contestación de la demanda –reza- deberá
llenar los mismos requisitos del escrito de demanda. Si hubiere de acompañarse
documentos será aplicable a lo dispuesto en los artículos 107 y 108”. En el código anterior
se decía: “la contestación deberá contener los mismos requisitos de la demanda en lo que
sean aplicables”. Era lo más razonable porque son cariadas las formas como la demanda
puede ser contestada. Cuando simplemente se niega, por ejemplo, no es posible cumplir con
todos los requisitos del escrito de demanda en cuanto a su contenido se refiere. La frase “en
lo que sean aplicables” no es del todo concreta, pero en la práctica no suscitó problemas.
Otros Códigos son las claros en este punto ordenando que en la contestación debe el
demandado manifestar categóricamente qué hechos reconoce y cuáles niega. Y es lo mejor
y más funcional porque con la demanda y su contestación, se fijan los límites de la Litis.
El Código actual coloca también al demandado en situación desventajosa con respecto a
la presentación de documentos, porque en tanto para interponer la demanda no hay tiempo
fijo, lo hay para contestarla. Y como el plazo para contestarla es de nueve días, el
demandado recurre al expediente, a vece para agenciarse los documentos que necesita, de
promover excepciones previas y contar así con más tiempo para preparar su defensa. En el
Código anterior se le concedían quince días para presentarlos siempre que hubiera
contestado la demanda dentro del término legal, reforma que la comisión codificadora de
aquel entonces introdujo por considerar que era “de justicia… atendiendo a que no ha
gozado como parte actora, de todo el tiempo que puede necesitarse para la búsqueda y
obtención de los mencionados documentos”
c) Reconvención. Reconvención es demanda que el demandado endereza contra su
demandante. Por virtud de esta demanda mutua, cada una de las partes reúne en el mismo
juicio, la doble calidad de actor y demandado. Esta calidad debe ser la misma con que han
intervenido originariamente: quien demando en nombre propio, no puede ser reconvenido
por derecho ajeno; quien fue demandado por obligación propia, no puede reconvenir por
derecho ajeno. Tampoco el Juez ante quien la reconvención se propone, puede ser distinto.
Con este fin, la ley reconoce entre los efectos de la reconvención, de prorrogar la
competencia, a menos que esta no fuere prorrogable, e indica que la competencia se
prorroga “por la reconvención, cuando esta proceda legalmente”. Ello hace suponer que el
Juez de la demanda siempre debe ser el de la reconvención con tal que esta “proceda
legalmente”. Pero no es así. Puede ocurrir que no lo sea por razón de la materia. Y en
algunos casos también por razón de la cuantía, la cual da origen a dos instituciones distintas:
si el juicio en el que se reconviene es de menor cuantía y la reconvención es de mayor
cuantía, no es competente el Juez de Paz para seguir conociendo porque su competencia
está limitada por el valor del litigio y los juicios de menor cuantía. Si la reconvención se
propone en juicio de mayor cuantía y por su valor debería conocer un Juez de Paz, sigue
siendo competente el de Primera Instancia porque quien puede lo más, puede lo menos y es
regla que la obligación accesoria sigue la competencia de la primera. “La razón es –comenta
MANRESA Y NAVARRO- porque cuando el juicio es de mayor cuantía si fuere menor
cuantía la reconvención, puede acomodarse sin inconveniente a los tramites de la demanda
principal, y hasta con ventaja para los litigantes, puesto que gozan de mayor amplitud para
su defensa, sin aumento de dilaciones ni de gastos; no así en el caso contrario, porque una
cuestión de mayor cuantía no puede ventilarse por el procedimiento más breve de menor
cuantía, y no siendo posible legalmente discutir la reconvención en la misma forma que la
cuestión principal, como previene la ley, tendrá el demandado que hacer uso de su derecho
en un juicio separado, presentando su demanda ante el juez que sea competente para
conocer de ella”

El hecho que la reconvención tenga por causa directa una demanda, lo cual obliga a que
solo pueda proponerse al ser esta contestada, ha dado motivos para que algunos autores la
asimilen y hasta identifiquen con la excepción de compensación, o a que otros, como de la
talla de MORTARA, la califique de “excepción reconvencional”. Pero ni es similar a la
compensación ni es en sí una excepción. El identificarla con la compensación posiblemente
se deba a que sus orígenes y en el periodo formulario del derecho romano, se facultaba al
demandado para reconvenir sobre derechos provenientes de una misma causa y si la
petición se reconocía fundada, se le estimaba en dinero por vía de compensación
condenándose al reconveniente a pagar la diferencia que resultara debiéndole al actor.

La reconvención, contrademanda o mutua petición, como también se le llama, es una


nueva y verdadera demanda en la que se ejerce una acción y no una excepción. Es una
acción autónoma que si se quiere ejercitar por quien es demandado, debe hacerla valer al
contestar la demanda, pero si no lo hace, puede plantearla en distinto o posterior proceso.
Aunque indirectamente tiende a anular la acción, su fin directo es el de obtener una condena
el demandante originario. El demandado que opone la compensación no pretende del actor
ninguna pretensión, sino que se declare extinguida la deuda que se le reclama y la
proporción que corresponda. Solo procede por deudas sobre cosas fungibles de la misma
especie, liquidas y exigibles. Si se le declara fundad, se absuelve al demandado de la
obligación pero en la parte compensada, mientras que si la reconvención se declara
procedente, se condena al demandante a la prestación reclamada y por lo general con
respecto a la acción principal. Quien opone la compensación, reconoce expresa o
tácitamente, la deuda que se le reclama; pero quien propone la reconvención, la niega
totalmente. El vencido en la compensación, puede promover demanda por separado con
respecto a la deuda que no se le compensó. El vencido en la reconvención, lo fue para
siempre.

En su artículo 119 prevé el Código: “Solamente al contestar la demanda podrá


proponerse la reconvención, siempre que se llenen los requisitos siguientes: que la
pretensión que se ejercite tenga conexión por razón del objeto o del título con la demanda y
no deba de seguirse por distinto tramite”. Que solamente al contestar la demanda pueda
proponerse y que no deba de seguirse por distinto tramite, es lo racional. Y aunque está
referida al juicio ordinario, procede en toda clase de juicios porque de no ser esa la mente
del legislador, se le hubiera prohibido en forma expresa. Lo objetable es que solo proceda
cuando dimane de un mismo objeto o causa. Esta relación de conexidad no lo exigía el
Código anterior.

DE LA EXCEPCION
EL CONCEPTO
Algunos autores sostienen la idea de no existir una teoría bien delineada acerca de la excepción.
Sin embargo, las hay muchas, ya que cuanto se ha escrito de la acción, es aplicable, mutatis
mutandis, a la excepción, la diferencia estriba en que la acción es derecho del actor y la
excepción derecho del demandado. Lo que en el actor es accionar, que vale tanto como afirmar,
en el demandado es excepcionar, que vale tanto como negar. Si en el actor la acción es arma de
ataque en el demandado la excepción es arma de defensa. Diría por lo tanto, que es un solo
derecho visto en su desarrollo dialéctico y al que se le llama de acción porque proviene del actor
que es quien tiene la iniciativa; y de excepción, porque proviene del demandado cuya actividad
es consecuencia de aquella iniciativa, por lo que mientras que la acción posee vida propia y
presupone un derecho subjetivo insatisfecho para cuya realización se le pone en ejercicio, la
excepción lo que presupone es el ejercicio de esa acción; lo que con ella se hace valer es el
derecho a que se declare la inexistencia del derecho sustancial pretendido; tiende directamente
a destruir la acción misma. Así lo confirma su propio origen etimológico. Proviene de la palabra
latina exceptio y ésta de excipiendo, que significa destruir o enervar. Y según otros autores, de la
locución ex actio que quiere decir sin acción.
“Según este concepto tradicional – dice CHIOVENDA- la excepción es, pues, un derecho de
impugnación, el derecho de impugnar el derecho de acción. En este sentido es un
“contraderecho”; no ya en el sentido de que el demandado, al oponer la excepción pida algo mas
o algo diverso del rechazo de la demanda. Aun cuando la excepción tiene su raíz en un derecho
del demandado (por ejemplo, la excepción de “retención”) la misma no tiende a hacer valer ese
derecho, sino exclusivamente a anular la acción, esto es, la misma permanece dentro de los
limites de la defensa… Se distingue de los otros derechos de impugnación precisamente porque,
como excepción, su eficacia de anulación está limitada a la acción”.
En su más amplio concepto, la excepción es el medio procesal de ejercitar el demandado su
derecho de contradecir: si el actor dice, el demandado contradice. O en otras palabras, es el
derecho a oponerse y así entendida, de le define como toda oposición o defensa del demandado
frente a la demanda. Sin embargo, un sector doctrinario mantiene el criterio de que no toda
oposición merece el nombre de excepción. Que debe distinguirse entre defensas y excepciones;
que defensas son las que se basan en hechos o razones tendientes a destruir el derecho
sustancial sostenido por el actor, y que excepciones son las que se oponen contra las
irregularidades del procedimiento. Pero con esta posición, lo que se hace es el distingo
tradicional entre la excepción perentoria y la dilatoria y en tal caso no se trata más que de una
cuestión terminológica cuya validez dependerá de que se le acoja o no en los Códigos sin que
por ello deje de estimarse que responde mejor a la técnica, el reservar el nombre de las
defensas a las que se oponen contra el derecho sustancial, y el de excepciones a las que
denuncian defectos en los presupuestos procesales.
Paralelo a esa dirección, COVIELLO formula el concepto de excepción desde dos puntos de
vista: el sustancial y el formal o procesal. “Desde el punto de vista del derecho sustancial –
expresa- la excepción consiste en la posibilidad de hacer valer un derecho propio para hacer
ineficaz en todo o en parte la acción del adversario, que, vista en sí misma, sería fundada. Como
la acción, tampoco ella constituye un derecho que existe de por sí, sino que es una función del
derecho que se ejercita. Así como la acción no es más que el derecho que se hace valer por vía
de ataque, de igual suerte la excepción es el mismo derecho ejercitado por vía de contraataque,
o como defensa contra la acción. De aquí que, por regla general, todo derecho puede hacerse
valer por vía de acción o de excepción, siendo casos anormales aquellos en que sólo por vía de
excepción puede ejercitarse. Pero la excepción difiere de la acción en que no puede, como ésta,
ejercitarse por sí, independientemente, sino sólo cuando se intenta la acción contra la cual sirve
de defensa, y en que sólo tiene por objeto la desestimación de la demanda del actor, no la
condena de este mismo”.
“La excepción en sentido procesal – continua- no sólo significa la invocación efectiva en juicio de
un derecho que se contrapone al del actor, sino en general cualquier medio de defensa
empleado por el demandado. Se comprenden, pues, bajo el nombre de excepciones aún las
razones de orden meramente procesal que el demandado opone para obtener la determinación
de la demanda (como la incompetencia del magistrado, los vicios de forma de los actos
procesales etc.); y las de simple defensa, en cuanto al fondo, que consiste en la negación de la
existencia del derecho del actor… Consistiría pues, la diferencia entre la defensa propiamente
dicha y la excepción en sentido estricto, en que la primera sirve para excluir únicamente la
existencia del derecho del actor, por lo que no presupone un derecho existente por sí, mientras
que la segunda sirve para contraponer al derecho del actor, que no niega, otro derecho que lo
hace ineficaz total o parcialmente, por lo que presupone en el demandado un derecho que vive
per se”.
Como en la mayoría de los Códigos, en el nuestro no se establece diferencia alguna entre
defensa y excepción. La palabra excepción está empleada como expresión genérica para indicar
todos los medios de que el demandado puede valerse contra la acción ejercitada por el actor y
cuyo derecho de contradicción, plasmado en el principio audiatur altera pars, consustancial a la
bilateralidad de la acción, está reconocido como una de las garantías constitucionales según así
lo reconoce la Constitución al disponer que ninguno puede ser condenado sin haber sido citado,
oído y vencido en juicio legal. Pero así como la acción requiere de ciertas condiciones para su
eficacia en ese juicio legal, también los requiere la excepción.
Aparte de los presupuestos procesales que atañen tanto a la acción como a la excepción, para
que esta pueda ser admitida es necesario que de ella se haga uso en el tiempo, forma y modo
que según su naturaleza, fija la ley. Se trata en consecuencia, de requisitos formales y no de
índole constitutiva. En ese concepto, no es preciso para que se conozca de su fondo, la
preexistencia de un interés, de un derecho insatisfecho ni de un objeto ni de un título. De un
interés porque va implícito en la necesidad misma en la que se coloca al demandado de
defenderse. De derecho, objeto y título, porque la excepción no es medio para obtener una
condena contra el actor sino para liberarse de la que el actor pretende contra el excepcionante, a
menos desde luego, que se haga fundar en hechos constitutivos, a menos desde luego, que se
haga fundar en hechos constitutivos o relaciones jurídicas que por sus efectos frente al
demandante, rebasen los límites de la demanda. Pero en este caso, no se trata ya de una
defensa sino que de una demanda reconvencional o excepción reconvencional como algunos
autores la califican por considerar que su consecuencia es la de ampliar el tema del debate u
objeto del proceso.

CLASIFICACION DE LAS EXCEPCIONES

De acuerdo con lo que regularmente se entiende por clasificación, la cual supone un orden
jerárquico, una relación de género a especie o de todo a parte, no cabría hablar de clasificación
de las excepciones porque entre ellas no existe esa relación. Pero cuando en Derecho se hace
una clasificación, es para poner en orden el complejo de actos o relaciones jurídicas que por los
caracteres que les son comunes, permiten agruparse en tipos, clases, géneros, especies o
series cuya homogeneidad se determina por el índice o criterio que para ello se tome en cuenta.
En este sentido, las excepciones son clasificables desde distintos puntos de vista. Así por
ejemplo, bajo la consideración de que excepción no equivale a defensa de cualquier clase sino
que es sólo una especie del género más amplio de defensa procesal, GUASP, procediendo de lo
general a lo particular, fija primero el concepto de oposición a la pretensión y la clasifica luego,
partiendo de las diferentes actitudes que frente a ella puede adoptar el demandado. La oposición
se da en un proceso, dice, cuando la parte frente a quien la pretensión se dirige, “lejos de
aquietarse ante ella y de reconocerla, expresa o tácitamente, la combate”, de cuya consecuencia
la oposición puede definirse “como una declaración de voluntad por la que se reclama del órgano
jurisdiccional frente al actor la no actuación de la pretensión de éste”.
La oposición es clasificada por GUASP – y de ella se sirve para delimitar el concepto de
excepción- atendiendo al “tipo de discusión” y al “tipo de lo discutido”, el primero comprende dos
grupos que derivan de las posibles actitudes del demandado: la negación y la objeción. El
segundo, también dos grupos: la oposición dilatoria y la oposición perentoria. La negación es
“simple o mera negativa de los elementos de la pretensión del actor… En ella el oponente se
limita a desconocer las afirmaciones del contrario sin colocar frente a ellas circunstancias
distintas, por lo que se trata, como fácilmente se comprende, del tipo de defensas más sencillo
que cabe imaginar”. La objeción ya no es simple negativa. Es una “verdadera afirmación
contraria, la cual, reconociendo o no las circunstancias invocadas por el demandante, coloca
frente a ellas otras que las desvirtúan”. Si es incompatible con la del adversario, “debe recibir el
nombre de contradicción en sentido estricto: v.g., el demandado niega que la cantidad recibida lo
fuera en concepto de mutuo, sino en el de donación”. Si no lo es, “puede ser llamada objeción en
sentido estricto también: v.g., el demandado alega que la cantidad que el actor afirma haberle
entregado fue devuelta ya”. En ambos casos, el sujeto pasivo de la pretensión introduce datos
nuevos que el Juez ha de tener en cuenta y esta es “frente a la simple y mera negación, la nota
definidora de la excepción procesal”. Se desprende pues, del criterio adoptado por GUASP, que
excepción propiamente dicha, es uno de los géneros de la oposición que consiste en negar y
objetar o contradecir la pretensión del actor incorporando al proceso afirmaciones distintas que
desvirtúan las hechas por el contrario.
Por el tipo de lo discutido, nos lleva GUASP a la clásica y vigente clasificación de las
excepciones en dilatorias y perentorias, con la sola diferencia de terminología en cuanto que
según GUASP no corresponde a la excepción en particular sino a la oposición en general. A mi
juicio no en lo indicado porque aquella distinción se funda en los efectos que sólo a dichas
excepciones son propios y que les son propios porque fuera de ellas no existe ningún otro tipo,
clase o género de defensa con el cual puedan lograrse.
El “tipo de lo discutido”, que entendemos por materia o contenido de la oposición, a lo que
conduce es al distingo, no del todo aceptado por los equívocos a que se presta, entre
excepciones de derecho sustancial y excepciones de derecho procesal. De derecho sustancial
si tienden a destruir el derecho afirmado por el actor. Y del derecho procesal si a excluir,
provisional o definitivamente, los efectos de la relación procesal. Desde este punto de vista,
ambas excepciones se subdividen a su vez, en impeditivas, extintivas y modificativas. Son
impeditivas, extintivas y modificativas de derecho sustancial, aquellas cuyo hecho jurídico en que
se fundan, impiden (violencia, simulación, dolo, error, etc.), el nacimiento o desarrollo del
derecho sustancial sostenido por el actor, o lo extinguen (pago, prescripción, remisión, etc.), o lo
modifican (sucesión, sustitución, pago o remisión parcial, etc.). Y son impeditivas, extintivas o
modificativas de derecho procesal, aquellas que se fundan en un hecho jurídico cuyo efecto es el
de impedir, extinguir o modificar el nacimiento o consecutivo desarrollo de la relación procesal,
como respectivamente lo sería la incapacidad de las partes, la caducidad o la cosa juzgada o el
cambio de competencia del Juez.
Todas estas distinciones giran en torno a la clasificación fundamental que, acogida por la
mayoría de los Códigos, se hace de las excepciones, en sentido restringido, entre dilatorias y
perentorias, a las que se agregan las llamadas mixtas y cuya denominación emplea la doctrina
para dar nombre a aquellas excepciones que teniendo los efectos de las perentorias, participan
por su procedimiento, del carácter formal de las dilatorias. Dada su importancia, debemos de
referirnos a cada una de ellas para luego analizarlas con relación a nuestro derecho positivo.
a) Excepciones dilatorias. Deben su nombre a que su consecuencia inmediata es la de dilatar o
retardar la procedibilidad de la demanda para su examen y decisión de fondo: “defièndense
los demandados a las vegadas de las demandas que les facen –se lee en la ley 9ª., título
3º., Partida 3ª.- poniendo defensiones ante sì que son de tal natura, que aluengan el pleyto e
non lo rematan. E llàmanlas en latin dilatorias, que quiere decir como alongaderas…” Pero
que tal sea su necesaria consecuencia, no quiere decir que su objeto sea el de alongar el
proceso. Su objeto es el de oponerse a su desarrollo por adolecer de algún vicio que de no
ser depurado en su oportunidad, prohijarían el nacimiento de un proceso destinado a la
invalidez. Y como un proceso no puede constituirse formalmente válido si en èl no concurren
los requisitos o presupuestos que son indispensables para su normal desenvolvimiento,
excepciones dilatorias son todas aquellas defensas que el demandado puede oponer para
denunciar la ausencia o defecto de cualquiera de aquellos requisitos. En tanto estos
requisitos no se satisfagan, constituyen un impedimento para la contestación sobre el fondo
de la demanda, de donde obviamente se advierte que tal género de defensas deben hacerse
valer y decidirse antes de contestarse sobre el mérito de aquella. Siendo su finalidad la de
depurar el procedimiento y no la de dilatarlo, obedecen más que todo, a un principio de
economía procesal porque con ellas se evitan posteriores nulidades. Desde luego, en la
práctica se prestan al abuso. Desvirtuando el propósito en que se inspiran, se les utiliza con
frecuencia para ganar tiempo, como paradójicamente se dice, pero en la realidad, frente a la
justicia, es tiempo que se pierde.
El efecto de estas excepciones no es otro que el de suspender temporal o provisionalmente
el curso del proceso, porque lo que con ellas se niega, contradice y objeta, no son los
elementos constitutivos de la acción sino que los elementos de la relación procesal, de
manera que una vez eliminado el obstáculo, el camino queda expedito para la marcha o
avance del contradictorio; pues como con expresiva metáfora dice GUASP, “la oposición
dilatoria no mata, sino que simplemente hiere el fundamento de la pretensión”.
b) Excepciones perentorias. Proviene su denominación del verbo perimere que equivale a
matar, aniquilar o destruir, expresiones que ya de por sì son significativas para definir las
excepciones perentorias como todos aquellos medios defensivos que matan, destruyen,
aniquilan, el derecho sustantivo objeto de juicio, y de allí su equivalente de excepciones de
derecho sustancial a que antes nos hemos referido. Se oponen contra las condiciones o
elementos constitutivos de la acción. Su finalidad es la absolución del demandado y por eso
mismo la única oportunidad de interponerlas es al contestarse sobre el fondo de la demanda.
Si prosperan, la Litis queda definitivamente resuelta con eficacia de cosa juzgada. “La
oposición perentoria consiste –dice GUASP- en una resistencia frente a los elementos
intrínsecamente fundamentadores de la pretensión, tengan o no carácter procesal, y al
triunfar sobre aquella determina su total ineficacia ulterior; metafóricamente cabría decir que
la oposición perentoria mata el fundamento de la pretensión”.
A diferencia de las dilatorias que por atacar requisitos de forma previamente establecidos por
la ley, se les identifica y enumera con nombres propios, las perentorias no permiten
delimitación ni son susceptibles de enumerarse porque pueden ser tantas cuantos sean los
hechos jurídicos que destruyen o enervan el derecho pretendido. Pero como estos hechos
no pueden ser otros que aquellos que impiden su nacimiento, lo extinguen o modifican,
cabría decir, en razón de lo ya expuesto sobre este particular, que hay tres especies o
modalidades de excepciones perentorias: impeditivas, extintivas y modificativas.
c) Excepciones mixtas. Como ya lo anticipamos, así se les llama porque siendo perentorias por
su contenido y efectos, se les sustancia por los mismos trámites establecidos para las
dilatorias. De ser acogidas, destruyen definitivamente la acción intentada pero su
pronunciamiento es previo y evita la prosecución del proceso. Y en eso estriba su
conveniencia: en no diferir a una sentencia definitiva lo que se puede resolver en una
sentencia interlocutoria. Y puede resolverse como articulación previa, porque no atacan el
derecho sustancial en sì que se expone en la demanda, sino que su eficacia frente a la
situación jurídica anterior que se le expone. COUTURE lo explica con claridad: “la excepción
mixta – escribe- procura en todo caso la decisión del proceso por una cuestión no
substancial. En ese sentido, su carácter es común con las excepciones dilatorias, porque
intenta evitar, como se ha dicho, un juicio inútil o nulo… Las excepciones de cosa juzgada y
transacción evitan en todo caso, el debate sobre el derecho expuesto en la demanda. Quien
aduce la cosa juzgada no discute el derecho mismo, sino que se ampara en un
pronunciamiento anterior a su respecto, que le resulta favorable y que le ahorra una nueva
discusión…La excepción mixta tiene pues, la forma de las dilatorias y el contenido de las
perentorias. Lo que tiene de estas es la eficacia, no la esencia. Pone fin al juicio, pero no
mediante un pronunciamiento sobre la existencia o inexistencia del derecho, sino merced al
reconocimiento de una situación jurídica que hace innecesario entrar y analizar el fondo
mismo del derecho”.
Algunas legislaciones se han resistido a admitir esta clase de excepciones como de previo
pronunciamiento y otras sólo recogen entre ellas, la de cosa juzgada. Nuestro código
considera como tales, además de la cosa juzgada, la caducidad, la prescripción y
transacción, no así la de pago y la de conciliación que no deberían haberse omitido porque
se fundan en hechos jurídicos que, de ser reconocidos, también harían innecesaria la
discusión sobre el fondo.

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