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En la actualidad uno de los temas más comentados es la calidad de aire, sobre todo en las

grandes ciudades. La emergencia sanitaria por la que está atravesando el mundo la pandemia
del coronavirus COVID-19 puso sobre la mesa y generó el debate de los beneficios de
desacelerar la actividad humana más específicamente la industrial, en algunas ciudades de
China y algunos países europeos en donde se estableció la cuarentena como medida de
contingencia se pudo evidenciar gracias a la tecnología existente como mejoraba la calidad de
aire al disminuir por ejemplo las emisiones de CO 2.

En la cuidad de Bogotá como un contexto local, estaban encendidas las alarmas por la calidad
mala o regular que se presentaba en la totalidad de las localidades. A pesar de las medidas que
se tomaron en relación a lo anterior, no se logró llegar a la calidad moderada del aire hasta
que la cuidad paso por el simulacro de cuarentena esto claramente está relacionado con la
restricción en la movilidad.

En conclusión, la contaminación atmosférica es sin duda una externalidad de toda actividad


humana como la conocemos en la actualidad y además de esto es una externalidad que no se
tiene en cuenta en la valoración y estimación de precios o costos. Hasta el momento la calidad
del aire pasa a un segundo plano si de desarrollo y crecimiento económico se habla.

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