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Lunes 27 de Abril de 2020.

Posición de la Asociación de Fiscales respecto de la Ley de Urgente Consideración.

Desde la Asociación de Magistrados Fiscales del Uruguay (AMFU), y en virtud de la

discusión parlamentaria del proyecto de Ley de Urgente Consideración (LUC), deseamos

acercarles una serie de apreciaciones que desde nuestro rol como operadores entendemos pertinente

realizar al articulado en lo que refiere a las reformas procesales; en concreto al Código de Proceso

Penal (CPP).

Remitimos las siguientes consideraciones en un marco de preocupación, derivado de las

consecuencias negativas que avizoramos tendrán lugar de mantenerse la redacción proyectada por

lo que entendemos de orden y responsabilidad efectuarlas a efectos de contribuir a la discusión

correspondiente.

Previo a ello, es de orden destacar los planteos tenidos en cuenta ante algunas sugerencias

efectuadas por AMFU sobre el ámbito de aplicación del proceso abreviado, lo que nos congratula

en tanto se ha modificado sustancialmente el bosquejo inicial que limitaba su aplicación a delitos

con penas sensiblemente inferiores, lo que lo tornaría inaplicable.

Del mismo modo, celebramos la incorporación de normas que prevén la oportunidad del

diligenciamiento de “prueba sobre prueba” y “prueba nueva”, recogidos en los arts. 40 y 41 del

Proyecto.

En relación al resto del articulado, realizamos los siguientes comentarios:


a.- art. 18 del Proyecto – Principio de oportunidad.

El proyecto modifica el borrador y consagra nuevamente dicho principio. Sin embargo, lo

instrumenta con aspectos de corte netamente inquisitivo, lo que colide con el espíritu acusatorio que

atraviesa el CPP.

La oportunidad como principio es una manifestación de la independencia técnica de la

Fiscalía, como titular de la acción penal, por lo que su revisión, debe realizarse desde lo formal,

siendo inconveniente se ingrese al fondo del asunto.

En caso de que el Juez interviniente (como sucede ahora), entienda que la regularidad

formal no es tal, puede ordenar el pasaje a otra Fiscalía para que reexamine caso, pero en modo

alguno, como se señala en el proyecto “ordenar el inicio de la persecución penal”.

La falta de delimitación precisa de roles entre operadores se da de bruces con el principio

acusatorio (art. 22 de la Constitución; arts. 43 y 45 del CPP). Véase que el Juez, ingresando al

motivo por el cual se renuncia a perseguir un delito, realiza una valoración que nada tiene que ver

con su rol de decisor.

En consecuencia, la redacción del art. 18, en los términos proyectados, de un instituto que

existe aún antes de su consagración expresa, generará una tensión entre principios, en el que tiene

primar la lectura acusatoria del CPP que ahora comienza a tener ribetes de corte inquisitivo, con un

rol del Juez desdibujado, por lo que el impacto será su desuso.

Esto ha de sumarse a la modificación prevista en el art. 19, modificativo del art. 54 del CPP

donde se suprime el texto que ordenaba la comunicación al Fiscal por parte de la autoridad policial

de las diligencias de investigación realizadas en un hecho determinado, lo que permite inferir que el

Ministerio del Interior realice una selección de los casos a investigar y efectúe actuaciones a libre

albedrío, lo que de por sí se traduce en la aplicación de un principio de oportunidad no reglado,

discrecional, ajeno al contralor de, primero el acusador, luego de la víctima y finalmente, del Juez.
b.- art. 22 del Proyecto – Declaraciones voluntarias del indagado ante la policía.

Esta nueva facultad que se le otorga a la autoridad policial llevará a que las investigaciones

carguen con el velo de sospecha por falta de garantías. En efecto, todas las diligencias de

investigación que surjan a raíz de las manifestaciones realizadas en sede policial, podrán quedar

comprendidas en la teoría del “fruto del árbol envenenado”. Esto es, aquello dicho en sede policial,

y lo que de ello se derive u se obtenga, puede constituir prueba ilícita y como tal, no ser valorada en

juicio; y la natural consecuencia: la absolución del imputado.

Si la voluntad parlamentaria es la de incrementar las causas penales resueltas a través de

juicios orales y públicos, resulta contradictorio desatender el valor y calidad de las evidencias

recolectadas en la investigación que luego será incorporada como prueba en juicio. Cabe recordar

además que la confesión del imputado, no ha sido prueba tasada en nuestro ordenamiento.

La confesión nada vale en sede policial, ni lo señalado por el imputado, si después será

anulado en juicio, con el natural riesgo de la absolución.

Esto se agrava con la modificación al art. 48 del CPP, en virtud de la cual la policía podría

incluso a indagar a personas sobre asuntos desconocidos por el Ministerio Público, oscureciendo la

investigación, ahora autónoma a nivel policial, sin contralor ni consecuencias útiles en un eventual

proceso judicial ya que, como se señaló, es escaso el futuro valor probatorio de la misma.

Sería efectivo entonces, transitar la elaboración de un diseño que permita al Ministerio

Público y Ministerio del Interior coordinar el trabajo de forma inteligente, ágil y eficiente en la

persecución del delito, aumentando su interrelación y profesionalización.

De lo contrario, con la normativa proyectada, el pronóstico es negativo, El efecto será

adverso y naturalmente opuesto al que interpretamos se aspira (actuaciones investigativas

descoordinadas, dificultades en la elaboración de la teoría del caso coherente; obtención de

evidencias pasibles de anulación; falta de protección a testigos; inexistencia de fijación de políticas


criminales; ausencia de controlar interinstitucional que evite la corrupción policial, entre otros).

Una mayor autonomía policial, por sí sola, no resulta en una mayor y mejor resolución de

casos sino que por el contrario, puede generar el divorcio de la investigación y la instancia de juicio

oral.

En definitiva, la posibilidad de que el investigado declare en sede policial y tenga una suerte

de participación en la recolección de evidencias, además de colidir nuevamente con la lógica del

proceso adversarial, vulnera la licitud de la prueba a producirse en juicio oral, potenciando una

mayor cantidad de absoluciones.

c.- art. 32 del Proyecto – Régimen de Libertad a Prueba.

El presente artículo del proyecto no se inserta al CPP sino que tal, como lo estableció la

Ley 19.446 en forma externa, varía el nombre de la libertad vigilada, aunque reduciendo

sensiblemente su marco de aplicación.

Es por demás alarmante, que en el mismo no se establezca expresamente la posibilidad

de que su aplicación pueda acordarse y pactarse en los procesos abreviados siempre que se den sus

requisitos y así el Juez pueda disponerlo.

Además, en su aplicación debería quedar comprendido el delito de hurto agravado, ya

que de mantenerse como está proyectado, se generaría un cuello de botella que llevaría a decidir

entre, la prisionización de primarios o la impunidad.

Es oportuno recordar en este punto que los sistemas acusatorios se caracterizan por

dejar la vía del juicio oral para causas complejas y trascendentes, en general relacionadas a la

vulneración de bienes jurídicos de mayor entidad que la propiedad.

Las exigencias de un juicio en cuanto a diligenciamiento de prueba (asegurarse

presencia de la víctima, testigos, personas a disposición de la Sede, funcionarios policiales, etc.),


determina que entre las dos opciones que se reseñaron, en ocasiones, la segunda será la más

práctica.

La supresión además del instituto de la suspensión condicional del proceso, sella la

suerte del camino a seguir, por lo que el mantenimiento del hurto agravado entre los delitos

excluidos de la posibilidad de la libertad a prueba es harto inconveniente.

d.- Arts. 30, 35 y 37 del Proyecto - Acceso a la carpeta Fiscal por parte del Juez

El acceso a la carpeta Fiscal por parte del órgano jurisdiccional fractura la lógica del sistema

acusatorio así como la imparcialidad del Juez, quien naturalmente se verá contaminado. Se ignora o

desconoce además, la activa presencia de la Defensa en toda investigación penal en tanto el acceso

guarda más relación con un control que con una consulta.

Las remisiones a esta posibilidad que atraviesan el proyecto, desvirtúan el proceso actual y

se inclinan a la persistencia del anterior proceso de corte inquisitivo; no se establecen ni las

condiciones ni forma de acceso a la misma, ni el ámbito. Nuevamente el decisor se confunde con el

acusador, aspecto ya observado a nivel internacional en tanto quien decide es además, parte.

Al comienzo del documento señalamos que el ámbito de aplicación del proceso abreviado

fue considerado al momento de realizar modificaciones a la redacción original del proyecto.

De todas maneras, el hecho de que su planteo pueda ser revisable en el marco del proceso

simplificado (art. 30 y remisión al art. 272 del CPP), con el acceso del Juez a “todos los

antecedentes de la carpeta de investigación”, determina que el instituto pierda su naturaleza de

acuerdo, única naturaleza que puede tener en el marco de un sistema acusatorio. Esta es la

herramienta procesal de resolución utilizada en el ochenta por ciento de los casos, cifra que nos

aproxima a registros internacionales donde no más de un diez por ciento de las causas se dirimen en

juicio oral.

Destacamos nuevamente la importancia del rol del Juez en el actual sistema, no sólo por su
decisión en las causas en las que es llamado a intervenir, sino porque además, tiene total potestad

para hacerse de información aportada por las partes para asegurar que su decisión sea de calidad.

No se tomarán mejores decisiones porque el Juez pueda acceder a los legajos; el Juez ya

tiene acceso a la investigación nutrida por los actores, todo ello en consonancia con los principios

de igualdad de las partes y buena fe procesal.

La presente modificación entonces, se da de bruces con dichos principios, así como los

consagrados en el art. 12 del CPP y por la propia Constitución en el art. 22.

e.- arts. 27 y 28 del Proyecto – Proceso Abreviado

El reparo que merece la nueva redacción del proceso abreviado va de la mano con el hecho

de que no sea posible pactar penas por debajo del mínimo legal. Como ya lo ha expresado la

AMFU, este aspecto guarda relación con la impunidad ya que la redacción actual permite abreviar

casos que, de llevarse a juicio, se perderían; ya sea por la poca solidez del caso, ya sea porque la

espera a juicio conllevaría la posibilidad de que no se cuente con el testimonio de la víctima (para

no revictimizarla, porque no sea posible ubicarla), ni testigos (porque no es posible ubicarlos o por

la vulnerabilidad de su contexto, caso de consumidores, testigos que no deseen declarar en casos de

homicidios), tal como señalaremos más adelante.

La defensa además, ante la posibilidad de obtener una absolución en juicio y no tener

ventaja alguna en la vía del abreviado (por ejemplo un primario imputado por un delito de hurto

agravado), va a aconsejar a su cliente que no acepte esta vía.

Cabe además recordar que las penas establecidas a través de un proceso abreviado, se

cumplen de manera efectiva, mientras las penas obtenidas en juicio son pasibles de morigerarse a

través de los institutos liberatorios que sí harán disminuir el tiempo efectivo en el que la persona se

encuentre privada de libertad.

Entendemos prudente consignar, que las reformas proyectadas aparentan responder a una
serie de verdades establecidas o mitos que existen en la opinión pública respecto de cómo se

desarrollan o resuelven las causas penales a partir del nuevo CPP, y corresponde decir también que

esos mitos al contrastarlos con la realidad quedan sin sustento. En tal sentido, se dice que en el

Proceso Abreviado, se acuerdan entre cuatro paredes entre Fiscales e Imputados, penas ínfimas y en

su mayoría de libertad para los delincuentes, también se dice que con las Suspensiones

Condicionales del Proceso, se imponen obligaciones ridículas, generándose así un clima en el que el

delincuente se siente a gusto y por eso han aumentado los delitos en nuestro país, por lo que habría

que cambiar esos institutos para tener más penas y más penados.

Estas falacias están sustentadas en gran parte por la trascendencia mediática que han tenido

algunos casos, un número ínfimo en relación a los varios miles de causas resueltas en los dos años

de funcionamiento del código y que han sido utilizadas para justificar erróneamente el aumento de

violencia y la ineficacia en la persecución delictual. Esos casos peculiares a los cuáles se le ha

puesto nombre y apellido, pretenden ser engañosamente el muestreo del sistema todo y

fundamentan en parte las reformas. Pero si se analizan los números y si se observa el

funcionamiento del sistema en Fiscalía y en el Poder Judicial, se verá que: con el Abreviado en un

corto lapso se logran sentencias de condena ejecutoriadas, revirtiendo la situación de nuestro

anterior sistema donde había una inmensa mayoría de presos sin condena y se han logrado con éxito

condenas en casos criminales de difícil resolución.

Respecto de las penas que se pactan, corresponde decir por un lado, que la norma solo

permite reducir un tercio de la pena que correspondería (por ejemplo si a un hurto sin violencia le

corresponde una pena de 18 meses de prisión, el Fiscal como máximo puede bajar la misma a 12

meses de cárcel la pena a acordar), por ende son penas rebajadas pero no ínfimas, sino legales. Otro

mito a derribar es que se pacten penas de libertad vigilada en su mayoría, pues esto es aún más

errado, porque este instituto de sustitución de pena (que en el proyecto es derogado) ha sido

reducido de tal forma que solo se prevé para delitos menores, y no aplica a reincidentes, ni

reiterantes, por lo que la inmensa mayoría de penas que se acuerdan se cumplen en prisión, muestra
de ello es el aumento de las tasas de prisionización con niveles récord en la actualidad.

Un detalle extra que hay que señalar respecto del abreviado es que, como ya señalamos, el

cumplimiento de las penas derivadas de un proceso abreviado es efectivo, lo que contrasta con el

sistema anterior en donde lo corriente era que abundaran las penas de papel, donde lo que establecía

la sentencia de condena, no se cumplía en los hechos pues el condenado sólo estaba preso el tiempo

que duraba la preventiva, siguiendo el ejemplo eran pocos meses (cuatro o cinco); correspondiendo

precisar que dicha preventiva tenía una duración fijada de manera absolutamente discrecional por el

Juez y el Fiscal de la causa, generalmente “tasada” en reglas no escritas.

La AMFU resalta la importancia que en la práctica el abreviado ha tenido a la hora de

dilucidar determinados delitos cuya dificultad es notoria para llevar a juicio ya sea imposibilidad de

contar con la declaración de testigos, victimas, por la mala calidad de la prueba recolectada

deficientemente en la etapa investigativa, etc; viéndose imposibilitada la resolución de la causa a

través de un juicio y permitiendo este instituto la condena en esos casos de difícil persecución.

f.- arts. 29 y 30 del Proyecto – Proceso simplificado.

El eje central de cuestionamiento al proyecto estriba en esta innovación. El proceso

simplificado carga con una defectuosa técnica legislativa, estableciendo una estructura procesal

híbrida, engorrosa, de difícil comprensión, con disposiciones incongruentes y de plano, inaplicables.

Se presenta un trámite plasmado de opacidad, al guardar íntima relación con la estructura

procesal anterior inquisitiva, por lo que salen a todas luces las contradicciones con la normativa

vigente.

De la compleja redacción de estas normas no queda claro el ámbito de aplicación del

proceso simplificado, sus presupuestos y mucho menos, sus etapas. El rol del Juez nuevamente

colide con los principios elementales del proceso acusatorio y adversarial y pierde aquí, toda

imparcialidad.
La facultad del Juez, por sí solo, de decretar la aplicación del mismo, y la imposibilidad de

recurrir esta decisión más que por el recurso de reposición, privando la interposición del recurso de

apelación, vulnera directamente el principio de doble instancia. Estamos ante un Juez que toma una

decisión de tal envergadura como la vía de este proceso, sin que la misma pueda ser revisada; esto

violenta además, la garantía del imputado de transitar su causa por la vía del juicio oral, con las

garantías que a éste le son inherentes y resultan acordes al sistema republicano.

Tampoco se entiende el hecho de que los actos de proposición de las partes se formulen una

vez diligenciadas las pruebas. Nuevamente se vulnera el art. 22 de la Constitución, lo que hace que

la norma, antes de vigente, ya tenga claros ribetes de inconstitucional.

Además, que el juez controle los hechos por los cuales se arriba al proceso abreviado no sólo

constata que las modificaciones violentan el proceso acusatorio sino que sienta una desconfianza en

el trabajo realizado por las partes, Fiscalía y Defensa, lo que no tiene un sustento fáctico serio.

Se insiste; que el juez pueda disponer que el proceso debe tramitarse por la vía del

simplificado sin que se pueda recurrir, desestimula su uso, pero aun así, deberá hacerse porque el

Juez así lo ordenó. No es práctica esta figura del “acusador a desgano” si lo que se desea es aumente

la efectividad del sistema.

No obstante ello, entendemos que la adopción de una estructura intermedia entre el juicio

oral y el proceso abreviado es una decisión adoptada por muchos países con sistema acusatorio. Si

bien entendemos que pueden generarse inconvenientes prácticos que redunden en la efectividad del

sistema, de concretarse este camino, es preciso que se alcancen determinados requisitos básicos, a

saber: a) el ámbito de aplicación debe ser claro y especifico, basándose en algunas circunstancias

particulares que hagan aplicable la estructura; b) la legitimación activa debe estar estructurada en

términos de que el procedimiento se inserta en un sistema acusatorio; c) los actos de proposición

jamás pueden darse luego de reproducida la prueba; d) el juez de la etapa preliminar (el que

formaliza y decreta la procedencia de esta estructura) jamás puede ser el juez que dicte la sentencia.
Fíjese en este último punto lo absurdo y contrario a las reglas de un proceso acusatorio que puede

darse: al juez le presentan un abreviado, solicita para ver la carpeta de investigación y le parece que

por aspectos de hecho no procede esa vía, por lo tanto decreta la estructura simplificada, a lo que las

partes no pueden oponerse. Luego de que se reproduzca la prueba (que el juez ya vio en su estándar

de evidencia), será él mismo el que fallará sobre el caso. ¿Qué tipo de imparcialidad puede tener ese

magistrado? La respuesta es, ninguna; el Juez ya es totalmente permeable a la evidencia.

No puede olvidarse que en el sistema procesal actual, el Juez tiene entre otros trascendentes

cometidos, el control de legalidad del acuerdo abreviado arribado por las partes y en cumplimiento

efectivo de su rol cuenta con el poder-deber de oponerse al acuerdo de manera fundada, toda vez

que legítimamente así lo entienda pertinente. Extremo que hemos visto suceder en diferentes Sedes

de todo el país, lo que demuestra empíricamente que el sistema en los hechos, funciona. Es por ello

que resulta aún más incomprensible esta suerte de desconfianza y descrédito que despierta en el

legislador la capacidad del Magistrado Judicial para cumplir cabalmente su rol de decisor imparcial,

dentro del que está incluida específicamente esta labor de contralor, como así también respecto de la

tarea cumplida por las partes (Fiscal – Defensa), según sus respectivas funciones.

Las garantías en el sistema de justicia se brindan plenamente cuando la tarea de cada

operador se encuentra contenida dentro del cumplimiento específico del rol que debe desempeñar

en el proceso; invadir funciones extrañas al rol específico menoscaba los principios más caros del

proceso penal, y vulnera la igualdad de las partes intervinientes, corriendo además el riesgo de

burocratización del sistema, al tornarlo lento y confuso dada la duplicación innecesaria de tareas.

Va de suyo, que si por la razón que sea se entendiera necesaria complementar la labor de la

Defensa y/o del titular de la acción penal con actuaciones Judiciales, realizadas extrapolando su rol

de Juzgador y director del proceso, entonces seriamente debería repensarse la elección del tipo

procesal seleccionado; evitando así el desconcierto, la inestabilidad, el sin sentido que conllevará la

superposición de tareas descoordinadas, con consecuencias absolutamente contraproducentes para


el sistema de justicia (a saber: lentitud operativa, sobre carga de gastos por duplicación de tareas,

descoordinación generada por la falta de una clara línea de investigación capaz de perseguir el tipo

delictivo actual, etc.).

Entre los innumerables inconvenientes que presenta el proceso simplificado, se destacan: la

previsión de retirarse de sala del imputado al momento de diligenciarse determinada prueba

(declaración de testigos, víctimas, denunciantes y peritos) violentando flagrantemente el derecho

del imputado a estar debidamente asistido por la Defensa Técnica y controlarla (art.7 del CPP), no

pudiendo ejercer a plenitud su legítimo derecho de sustituirla en caso de así entenderlo (arts. 72 a 77

del CPP), sin perjuicio de resaltar aquí lo contradictorio que resulta esto con normas de Derecho

internacional que integran el Orden Jurídico (Pacto de San José de Costa Rica, etc.) Es más,

atendiendo lo dispuesto en el artículo 78 del CPP, al imputado le está permitido auto patrocinarse

cuando sea abogado. Ante dicha circunstancia ¿qué ocurrirá en la práctica?, ¿qué derecho

prevalecerá?

Además, con esta nueva estructura procesal propuesta, se ponen en riesgo derechos básicos

de víctimas y testigos, dado que resultará de difícil implementación la protección que Fiscalía debe

brindar por imperio legal (art. 48 del CPP), máxime en aquellas oportunidades que deba transitarse

por el proceso Simplificado mediante resolución de oficio de la Sede Judicial, aun en contravención

de la pretensión del Ministerio Público.

Sabido es que la delincuencia actual dista bastante de la conocida antaño por lo que las

estructuras procesales más clásicas resultan ineficaces y peligrosas; no parece a todas luces que sea

suficiente hacer salir de sala al imputado para preservar la integridad de estas personas y sus

núcleos familiares, que por lo general -lamentablemente- también están expuestos. Ejemplos varios

podrán ser citados por diferentes fiscalías que han debido incluso denunciar la labor de

profesionales, quienes inescrupulosamente han faltado a la buena fe en el ejercicio de su profesión

contraviniendo incluso intereses de sus patrocinados y exponiendo la integridad física de testigos y


víctimas.

Preservar los mecanismos tuitivos a víctimas y testigos es para los Fiscales una labor muy

ardua y de extrema importancia para el sistema, dado que su falla o ineficacia acarreará

inevitablemente en una negación de justicia para la ciudadanía y un impedimento para el efectivo

combate a la delincuencia.

Tampoco se aprecian las ventajas que esta deficiente estructura acarrearía en cuanto al

tiempo que insumiría su tramitación, dado los plazos que la propia norma prevé. Es más, su confusa

estructura y la carencia de una audiencia intermedia, como la prevista en el control de acusación

que se ha visto funcionar como verdadero despacho saneador, hace vislumbrar un sinnúmero de

incidentes que enlentecerán aún más su normal desarrollo, sin perjuicio de señalar que resultará de

vital importancia contar con mayor número de salas de audiencia.

En conclusión, nada aportará esta estructura procesal, cuando de plano atenta contra

todos los principios que atraviesan el CPP actual. Es imperioso repensarla, si es la decisión de

transitar otra vía además del juicio oral y el proceso abreviado, pero éste debe ser en clave

acusatoria.

La redacción actual, guarda más relación entonces, con un proceso netamente

inquisitivo, y contrario a las garantías que el propio CPP aspira a cautelar.

g.- Suspensión condicional del proceso.

La eliminación de esta vía alternativa de resolución de conflictos preocupa a esta

Asociación. La aplicación de la misma ha sido vapuleada en unos pocos casos en concreto, que no

reflejan la generalidad de situaciones y que además, no sólo es útil como respuesta a la comisión de

delito de menor envergadura sino que además, previenen futuras conductas.

La derogación redunda directamente también en impunidad; estos casos, son hipótesis


delictivas de escasa entidad, que jamás, a priori, serían llevadas a juicio. Entonces, la existencia de

esta vía permite formalizar estos hechos, o sea responsabilizar a alguien por ellos, y lograr una

sanción para el culpable, brindando una respuesta del servicio de justicia a un reclamo que pese a lo

“aparentemente nimio” de la inconducta para el sistema, resulta de enorme trascendencia para quien

lo padece, pudiéndose así generar un indeseado efecto social.

No resulta aconsejable la supresión de este instituto, que existe con diferentes nombres en

todo proceso acusatorio, solo porque en un par de casos puntuales (no más de una decena en todo el

país desde la vigencia del CPP) se han impuesto condiciones que pueden entenderse como

inadmisibles. Reiteramos la preocupación de planificar un sistema procesal penal, legislando en

función de un número mínimo de casos concretos que eventualmente tuvieron repercusión

mediática, sin revestir calidad de muestra empírica que justifiquen su derogación.

Sabido es, que ningún sistema de administración de justicia penal admite que se lleven a

juicio todas las causas penales, de hacerlo colapsaría el sistema. Todo sistema penal es por

definición selectivo; la cuestión es diseñarlo de manera tal que pondere la realidad social y de

respuesta a situaciones que ameritan atención judicial, sin saturar el sistema, permitiendo así

cumplir con la máxima de pacificación dentro de la institucionalidad.

Por eso, siempre hay filtros ya que resulta materialmente imposible someter a juicio oral a la

totalidad de los casos criminales. Estos Institutos permiten que de manera reglada se

descongestione el sistema reservando el juicio oral únicamente para las causas de impacto que así lo

ameritan, sin que ello conlleve la desatención de causas criminales de menor envergadura de forma

discrecional y arbitraria.

Resulta por demás necesario señalar, que fácilmente puede el cuerpo Legislativo

apreciar mediante el estudio de los registros del trabajo Fiscal, el importante descenso que en la

práctica ha tenido la aplicación de éste Instituto, lo que resta aún más las razones que sustentan su

eliminación.
Lo aconsejable, más que erradicar el instituto, resulta establecer un sistema que permita el

cumplimiento real y debidamente controlado de obligaciones útiles, tanto para la sociedad como

para la contribución eficaz en rehabilitar al individuo responsable, cumpliendo así, en debida forma,

con el mandato constitucional vigente. Repare el Legislador que el organismo estipulado para ello

ha sido hasta el presente la OSLA, creada originariamente para controlar las “Faltas” y a la cual no

se dotó de infraestructura acorde para cumplir cabalmente las nuevas funciones que le fueron

posteriormente encomendadas.

Entonces, se advierte que lo que ha fallado es el contralor del cumplimiento de las

condiciones, pero no el instituto en sí, por lo que instamos a que el mismo se mantenga.

h.- Adolescentes infractores

Impacto de lo anterior es también, la pérdida de oportunidad de repensar la estructura

procesal en el ámbito de adolescentes infractores. Anteriormente, vigente la SCP, solo ésta

alternativa podía descongestionar el sistema para situaciones más leves. Ahora, con la derogación

de dicho instituto, la situación (que ya era difícil por la ausencia de una estructura abreviada en

estos ámbitos) se complejiza sobremanera. Por otra parte y bajo la óptica de la admisión de

culpabilidad del adolescente, si se admitía la posibilidad de suspender condicionalmente el proceso

(lo que significaba renunciar a un juicio oral), no se advierte que existan razones tan profundas que

obsten a la aplicación del proceso abreviado en éste ámbito, ya que incluso el adolescente puede

confesar su responsabilidad en un juicio oral, lo que es considerado como una atenuante.

Consideraciones finales:

Más allá de los problemas puntuales antes indicados en relación a los específicos institutos

referidos, se advierte además que el proyecto de modificación del proceso penal, desde el punto de

vista técnico reviste equívocos sistemáticos que seguramente aparejarán en la práctica importantes

problemas hermenéuticos para la aplicación de la norma por parte de todos los operadores (policías,
jueces, defensores y fiscales)

Sin lugar a dudas, para lograr un sistema armónico se requiere un estudio pormenorizado de

la normativa vigente a los efectos de que la misma no resulte contradictora y no provoque trabas a

la hora de aplicarse. Hasta el presente los operadores nos hemos enfrentado a una vertiginosa

carrera de reformas parciales que se suscitaron una tras otra sin respiro desde el advenimiento del

sistema acusatorio, sin considerar el ordenamiento jurídico en su totalidad. No resulta clara la

finalidad perseguida mediante esta nueva reforma, ni se evidencia la realización de una seria

medición de su impacto al ponerse en práctica.

AMFU advierte que se continúa aplicando una mala técnica legislativa para diseñar el

proceso penal y se sigue sin dar atención integral al sistema como parte de un ordenamiento

jurídico, vislumbrando en consecuencia la generación de importantes desarmonías en su aplicación

y en la interacción de los operadores, quienes continuaremos trabajando en la línea del desconcierto

y la inestabilidad; todo en desmedro de las víctimas, los justiciables, de la eficiente persecución

penal, en suma, en perjuicio del sistema de justicia en general.

Y lo más preocupante resulta ser que se va a lograr un efecto contrario al perseguido; si por

un lado se pretende aumentar la punitividad y las tasas de prisionización, dos variables que según

reflejan los números y la realidad diaria de nuestro trabajo, han aumentado con el nuevo CPP, lo

que se conseguirá sin embargo será provocar el efecto opuesto, esto es la impunidad y baja de

índices de prisión, por el colapso del sistema de justicia. Esto llevará a los Fiscales a priorizar las

causas a instruir, dejando de lado casos en los que hoy día se logra responsabilizar a personas por

cometer delitos y estas sufren consecuencias de su accionar en forma inmediata. Este efecto

boomerang es evidente, y basta con escuchar a los especialistas en Derecho Procesal Penal y

observar la experiencia de otros países que ya han transitado las reformas del proceso acusatorio,

para confirmar esta preocupación que tenemos los Fiscales.

En esta preocupación estamos tomando en consideración no solo nuestro trabajo como


operadores jurídicos, sino también el Sistema de Justicia todo, del cual bregamos para maximizar

su eficiencia, ponderando los derechos vulnerados de las víctimas de los delitos y la pretensión

punitiva del estado.

Es en ese sentido es que nos ponemos a las órdenes de los legisladores, como gremio de

operadores jurídicos, para exponer, ahora en la etapa de discusión en el Legislativo, nuestro punto

de vista y fundamentar la inconveniencia de la reforma proyectada en los puntos que hemos

detallado. Fundamentalmente en lo que tiene que ver con el proceso simplificado, la limitación de

salidas alternativas, y las normas contrarias al sistema acusatorio, que desdibujan los roles en el

proceso de los intervinientes, lo que puede ser perjudicial para la efectividad del sistema, para las

víctimas y para el justiciable también.

Por último, debemos señalar que efectivamente aún el día de hoy el sistema acusatorio tiene

diversos problemas de implementación. Ninguno de esos problemas es abordado ni solucionado por

el Proyecto de la LUC. Por el contrario, se proponen grandes modificaciones al sistema procesal

actual, pero se omite que discutir dichos cambios en plazos acotados, sin un estudio profundo y

detallado (que conste de la evaluación del sistema actual y las pertinencias de las reformas) puede

traer otros problemas de implementación que se sumen a los ya existentes, lo que predice un futuro

de dudosa efectividad para el sistema que se pretende instaurar.

En razón de todo lo expresado, solicitamos que las comisiones que llevarán adelante el

estudio de la ley en los aspectos que hemos hechos referencia, tengan a bien otorgarnos un espacio

para poder transmitirles los aspectos que les puntualizamos y ampliar tales fundamentaciones en lo

que los legisladores consideren, insistiendo en que la voluntad de este colectivo es contribuir a la

proyección de un sistema de justicia mejor.

Sin otro particular, saludamos cordialmente a los legisladores.

Atentamente, Comisión Directiva AMFU.

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