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Semstre VI
Tema Nº 05
Lic. César Castillo Reyes
cesarcastillo19@hotmail.com
La oportunidad de repensar las formas de prestar los servicios educativos representa un imperativo y una urgencia,
ya que la situación actual no contribuye a una mejor asignación de docentes ni a promover sus actividades colectivas,
ni a la supervisión y el apoyo a instituciones y programas educativos. En otro ámbito, la expansión reciente de la
educación superior universitaria plantea también sus propios desafíos.
El gasto en educación como proporción del producto bruto interno (PBI) —3,7% en el 2015— y del gasto público
total —16,9% en el 2015— es inferior, en el Perú, en comparación con países de similar PBI per cápita. El gasto en
educación tendría que crecer a tasas muy altas, superiores a las del crecimiento del PBI, para lograr la meta del
Acuerdo Nacional: 6% del PBI, meta que, por otra parte, es muy discutible. Si se quisiera alcanzar la meta en trece o
catorce años, y si el PBI creciera en ese lapso al 4% anual, la velocidad de crecimiento del gasto en educación tendría
que ser el doble, es decir, de 8%. Si el gasto en educación creciera solamente un punto porcentual por encima de la
tasa de crecimiento del PBI, entonces lograr la meta tomaría casi cincuenta años. Está claro que si el sector
Educación crece más rápido que el gasto público total, irá ganado más espacio en este. La pregunta es: ¿a costa de
qué función? Cuanto más rápidamente crezca el gasto en educación, más se acentuará la tensión en la distribución
de los recursos públicos entre los sectores, salvo no solamente que la capacidad de generar recursos —básicamente,
la recaudación tributaria— crezca a tasas altas sino que también disminuya ostensiblemente la evasión tributaria.
Aun cuando se alcance la meta del 6% del PBI, el país continuaría estando, sin embargo, con un gasto por estudiante
inferior al de otros países de Sudamérica con renta per cápita semejante —si no cercana—, lo que sugiere, por un
lado, que fijar metas de inversión como un porcentaje del PBI no resulta particularmente valioso; y, por otro, que
alcanzar niveles de gasto por estudiante similares a los de países vecinos requeriría un marcado crecimiento
económico adicional al experimentado en el pasado reciente, o que se eleven la participación del gasto educativo en
el gasto público o la recaudación tributaria, también relativamente bajas en el Perú.
No obstante, alcanzar el nivel de gasto por estudiante de países como Chile, Brasil o México, ¿aseguraría mejoras
sustantivas en el funcionamiento del sistema educativo peruano? Es interesante notar que los resultados de las
pruebas PISA muestran que no hay una relación lineal entre el gasto por estudiante y los puntajes obtenidos. Esta
información sugiere, más bien, la existencia de un cierto umbral a partir del cual los sistemas educativos dan saltos
de calidad tales que muestran ser efectivos en términos del rendimiento escolar. Al mismo tiempo, es posible pensar
en otras comparaciones, dentro del país, que sugieren que con niveles de gasto por estudiante no muy diferentes de
los que hoy alcanza el Estado es posible lograr mejores resultados si estos recursos se usan mejor y si la asignación
de recursos se acompaña con elementos que mejoren la selección de docentes y la gestión escolar, así como con un
mayor compromiso de padres, madres y comunidades. Es el caso de los colegios Fe y Alegría, de algunos parroquiales
en convenio e incluso de algunos particulares pagados.
Reflexionar en torno a la necesidad de contar con una política armonizadora de las intervenciones del
sector Educación en el país.
A la fecha, tal como se ha mostrado, las políticas y programas abarcan un conjunto de ejes temáticos que dan cuenta
de continuidades y cambios a lo largo de las dos últimas décadas. No obstante, a pesar de los importantes avances
obtenidos hasta la fecha, el Perú no cuenta con una política educativa que organice las prioridades del sector en
torno a resultados centrados en los estudiantes; y que, en consecuencia, defina los modelos que sostienen a cada
uno de dichos resultados, para identificar, posteriormente, los indicadores y las metas a nivel del sistema. De allí la
importancia de retomar la discusión acerca de la necesidad de contar con una política educativa que oriente y
ordene las prioridades del sector, con un modelo de desarrollo para el país que apueste por una visión centrada en el
derecho y que, por lo mismo, fije la búsqueda de la equidad como política de Estado, lo que es probable que no se
encuentre estrictamente alineado con las apuestas orientadas primariamente a asegurar el ingreso del país a la
OCDE.
Articular las prioridades de la política educativa—en el ámbito del sector, entre sectores y a nivel del
territorio— es clave para promover la colaboración efectiva en torno a la equidad.
La articulación de políticas, entendida como la concurrencia de esfuerzos orientados a resultados prioritarios del
sector, es fundamental para continuar avanzando hacia el cierre debrechas, en favor de las poblaciones más
vulnerables. En esta línea, resulta indispensable promover y/o reforzar la colaboración a tres niveles:
a) En el ámbito del sector sigue siendo un reto que los ejes temáticos priorizados durante las dos últimas décadas —
esto es, medición de aprendizajes, formación docente, mejoramiento de espacios educativos y gestión educativa—
no solo se consoliden, sino que dialoguen entre sí de manera más nítida a fin de que los esfuerzos en cada uno de
estos ámbitos se complementen de manera oportuna y ordenada;
b) Entre sectores, a pesar de los espacios promovidos con el sector Salud y con el sector Desarrollo e Inclusión
Social, es clave que las prioridades de política se armonicen en relación con el resto de políticas públicas del país —
entre ellas, la económica y la social—; y
c) A nivel del territorio, es necesario fortalecer los espacios de negociación y consenso en la Comisión
Intergubernamental de Educación, por ejemplo, y en otros espacios que involucran a la sociedad civil. En suma, un
reto clave para el Perú es recordar que el éxito de una política educativa se activa en el territorio y no por decreto, lo
que supone, en primer término, contar con una clara y sostenida política nacional de ordenamiento territorial,
permanentemente obstruida por presiones dirigidas a la atomización de las unidades territoriales.
Actividad :
-Extraer las ideas fuerzas del tema y ordenarlas en un cuadro sinóptico.