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DOCENTE:
Durante muchas civilizaciones se le ha hecho creer a las personas que una buena calidad de
vida se reduce a “la capacidad económica que se tenga de consumir”, y se les ha sumergido en
una línea de consumismo desenfrenado que sienten que deben satisfacer de cualquier modo.
Esto ha ocasionado que no desaparezcan las clases sociales, y que los medios de producción
estén en manos de unos pocos. Además, para tratar de atenuar esta realidad, las sociedades
estimulan una especie de “emprendimiento” que fomente el crecimiento económico de
manera independiente, pero esto no se aleja de la formación instrumental que alimenta los
mercados que monopolizan el mundo.
Este paradigma se viene dando hace ya varias décadas, pero es ahora en un mundo tan
globalizado y comunicado, donde la problemática nos mira a los ojos y nosotros le
esquivamos la mirada la mayor parte del tiempo. Seguimos pensando en formarnos por
ambición y no por amor al conocimiento y el saber, o no por un verdadero interés colectivo,
pues cultural e históricamente nos han forjado un carácter egoísta, donde casi siempre priman
los intereses individuales por encima de los intereses públicos.
Algunos casos para ejemplificar en Colombia, que corroboran lo que dice la autora, son los
siguientes:
Por último, es muy importante aclarar que no se deben satanizar los avances científicos y
tecnológicos, pues pueden representar una excelente alternativa para la sostenibilidad de la
población mundial, pero no es correcto dejar de lado las aptitudes humanas y artísticas, que
también han marcado en sobremanera nuestra historia, y siguen siendo parte de nuestro
componente humano.
Pienso que en ningún momento se debe prescindir de una formación humana, en ética y en
valores al momento de hablar de formación académica. Estamos cursando un programa que
estimula la mayor parte del tiempo nuestro pensamiento lógico matemático, pero eso no
quiere decir que deba descuidarse nuestro pensamiento crítico, puesto que eso asegura nuestra
formación integral y un conocimiento verdaderamente interiorizado. Es importante conservar
ese rasgo sensible, que nos motiva a preocuparnos por el otro y por el entorno.