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Por lo que respecta a la actividad de la AP, los campos de actuación son múltiples y pueden clasificarse de
diversas maneras. Ahora bien, la distinción más usada suele distinguir entre la limitación de derechos, el
fomento y el servicio público. El elemento que conecta todas estas materias es el interés general ya que,
de acuerdo con el art. 103.1 CE, la AP sirve con objetividad los intereses generales.
Cabe añadir que la AP también se somete a la regla del art. 1902 del CC y, por tanto, si causa algún daño a
los administrados por su actuación deberá reparar dicho daño. Estamos ante la responsabilidad
administrativa, de la cual también se habla en el art. 106.2 CE que dispone que “los particulares, en los
términos establecidos por la ley, tendrán derecho a ser indemnizados por toda lesión que sufran en
cualquiera de sus bienes y derechos, salvo en los casos de fuerza mayor, siempre que la lesión sea
consecuencia del funcionamiento de los servicios públicos”.
Bueno, seguidamente nos encontramos con el servicio público, del cual la AP es titular, se trata de un
servicio que se considera de interés general. Podemos dividirlo en 2 bloques. Por un lado, tenemos la libre
competencia donde la AP tiene libre iniciativa para ejercer cualquier actividad económica, compitiendo en
igualdad de condiciones con las empresas privadas. Por otro lado, está el caso en el que la AP no compite
en condiciones de igualdad sino de prerrogativas. Los sectores en los que la AP actúa con privilegios (ej:
régimen presupuestario propio, régimen de personal, régimen tributario diferente) respecto a la actividad
privada son la sanidad, educación y servicios sociales. Y en otros sectores puede incluso tener el monopolio
como por ejemplo en la defensa nacional y puede complementarse con una actividad privada como sería la
seguridad privada.
Existen unas excepciones respecto a estos 3 bloques de actividad de la AP, y son los sectores en los que se
aplica servicios públicos y privados. Estamos hablando de los viejos sectores públicos que están en proceso
de privatización.
Un caso es el sector cultural, se trata de un sector especial ya que en ciertos aspectos se rige por un
régimen parecido al de sanidad, un ejemplo son los museos. Y el resto del sector sigue el régimen de libre
competencia (internet y edición).
Otros casos son el campo de las telecomunicaciones, transporte, energías… que reciben el nombre de
sectores regulados. En este sector aparece un concepto muy importante, las obligaciones del servicio
público. Son servicios que se imponen a los operadores públicos porque una norma de derecho público así
lo exige. Estos sectores son de titularidad privada, es decir, no están controlados por ninguna entidad
pública, pero si están limitados por obligaciones de servicio público.
A parte de la clasificación tripartida, existen otras actividades que, por su carácter, no encajan bien en
ninguna de estas clasificaciones. Nos estamos refiriendo a la actividad arbitral de la AP, que consiste en
someter un conflicto entre dos privados a la AP, es decir, es la AP la que determina la solución del conflicto.
Una vez delimitado el sector público, existen dos grandes modos de prestación de servicios: la gestión
directa y la gestión indirecta.
En la gestión directa es la propia AP, como titular del servicio, quien realiza la prestación. Lo puede hacer a
través de la Administración Territorial o mediante la creación de una filial, de una entidad pública
empresarial, se trata de un organismo bajo el control de la administración territorial, es una administración
pero que a veces utiliza el derecho privado. La gestión directa es propia de los sectores de justicia, policía,
defensa nacional, etc.
En la gestión indirecta el servicio sigue siendo público, pero, mediante la técnica de descentralización
funcional, la prestación la realiza un particular seleccionado objetivamente por la AP. Este sujeto recibe el
nombre de concesionario, el cual estará controlado total o parcialmente por la AP. Al prestar este servicio,
el particular va obtener un beneficio mercantil. El precio al que este particular va prestar servicio va a estar
regulado, o sea, que puede estar limitado. Jurídicamente, los precios del concesionario se llaman precios
públicos.