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Las dos primeras se asociarían, por ejemplo, con la antigua Grecia ya que se creaban obras de
arte teniendo habilidad y siguiendo unas normas (como el templo griego Partenón, de
Acrópolis). En cambio, la tercera definición es más generalizada, y se ajustaría sobre todo al
arte contemporáneo, en el que no hay destreza ni se inspiran en cánones estéticos (como la
obra Cara sonriente, de Jean Dubuffet).
También existen definiciones históricas del arte, como “el arte es la idea” del artista Marcel
Duchamp. Por tanto, la obra de este autor llamada Fuente se considera arte por su idea.
En 1926 hubo un juicio en el que se cuestionó lo que era entonces el arte y la manera en la que
el arte contemporáneo había provocado la alteración de muchos criterios. El juez decidió que
ninguna definición del arte puede resistir al paso del tiempo. Había cambiado el concepto de
arte y ya no tenía relación con la idea de arte de imitar a la naturaleza (mimesis).
En 2012 tuvo lugar una desafortunada restauración del Ecce Homo de Borja por parte de una
anciana y provocó agitación alrededor de la naturaleza del arte.
Siguiendo la definición del arte, este se considera una habilidad manual e intelectual que se
adapta a unos cánones estéticos, pero ¿qué ocurre cuando alguien no está de acuerdo con
esas reglas? J. Dubuffet utilizó el término Art Brut para hacer referencia al arte creado por
artistas no profesionales, siendo un arte puro que se relaciona con lo más profundo de cada
persona y no está influido por la cultura. Esta clase de arte es el resultado del desorden que
ocasiona la II guerra mundial.
¿Para crear arte hay que ser artista profesional? Pero entonces, ¿qué es ser un artista
profesional, el que ha estudiado en centros artísticos? Esto lo podemos refutar con el ejemplo
del niño conocido como el pequeño Monet, que tiene gran destreza manual sin ser un artista
profesional.
¿Quién dice lo que es arte y lo que no? El historiador del arte Alan Bowness manifiesta que
existen cuatro grupos en la sociedad que forman parte del sistema de reconocimiento del arte.
Estos son los pares (propios artistas), los especialistas (como los históricos), el mercado (como
los galeristas) y los espectadores.
El establecimiento “museo” valoriza objetos que por sí solos no podrían tener. Actualmente se
piensa que un objeto tiene valor cultural o artístico porque se halla en un museo. Al artista
Banksy no se le permitía poner sus obras en instituciones pero lo que hizo fue ponerlas él
mismo; actualmente siguen ahí y sus obras se venden.
La definición general del arte sería la siguiente: producto original realizado artificialmente por
el hombre con la pretensión de comunicar algo con carácter estético.
Frecuentemente se ha dudado de que los humanos sean los únicos capaces de ejercer la
práctica artística que sugiere la cultura del occidente. En 2011 una macaca se apropió de la
cámara de un hombre y se hizo una foto, aunque la autoría se la dieron a él. Este selfie no se
considera una obra de arte porque no hay intencionalidad artística por parte del animal. Hoy
en día los Estudios de Animales pretenden otorgar a los animales aptitudes hasta ahora
negadas por los seres humanos.
El pájaro pergolero construye un complejo cobertizo y coloca todo tipo de decoraciones que él
selecciona con el fin de seducir a las hembras. Con esto se cuestiona el concepto de la
intencionalidad. ¿Cómo se tendría que establecer el grado de intencionalidad?
En el periodo clásico, lo estético era aquello que proporcionaba satisfacción, y esta sensación
lo provocaba la belleza; en otras palabras, lo estético era lo bello. En esta etapa, se
consideraba bello a la imitación de la naturaleza conforme a los cánones de simetría,
proporción y armonía.
En el siglo XVIII con el surgimiento del romanticismo se hace un cuestionamiento del concepto
de regla. Lo estético responde al concepto personal de belleza, y el artista tenía libertad para
crear (esteticismo). Una obra que refleja esto podría ser la de William Turner, Trama de
colores. ¿Por qué lo hizo?
En los años 60 se inicia el Body Art, tendencia artística en la que el elemento de trabajo del
artista es el cuerpo. El artista pasa a ser objeto y sujeto de la obra.
Cuando la finalidad es comunicar algo, el arte pasa a ser un signo (objeto o fenómeno que
representa y reemplaza a otro). Existen varios tipos de signos: los musicales, el lingüístico, el
artístico… En estas clases de signos lo que está representado no se asemeja con la apariencia.
El arte abstracto también se considera un signo.
Según Peirce hay distintos tipos de signos: el icono (que se relaciona directamente con lo que
se representa), el símbolo, (que no se relaciona con la representación y lo identificamos por un
acuerdo cultural) y el índice, (que se vincula con la causa).
En cambio, el arte formalista se centra más en la forma que en el significado en sí. Esto se
reflejaría, por ejemplo, en la obra Construcción de relaciones de volúmenes de Vantongerloo.
Hasta el siglo XX la intencionalidad no era necesaria ya que el arte se basaba en seguir unos
requisitos estéticos teniendo destreza manual. Por ejemplo, como la Gioconda de Leonardo
tenía habilidad y se ajustaba a unas reglas estéticas, nadie le cuestionó su obra. Siguiendo este
significado, las obras contemporáneas como las de Martín Creed no serían consideradas arte.
El arte contemporáneo ya no necesita de una destreza para hacer algo bien, puede ser una
idea (arte intelectual).
El conflicto de la intencionalidad surge cuando el arte puede ser una evidencia de la actividad
humana por la cual se comunica un enfoque individual y liberal que representa lo real o
ficticio.
Hay muchos tipos de objetos o manifestaciones humanas, pero ¿cómo distinguimos a aquellos
que tienen intención artística de aquellos que no la tienen?
Tendremos que recurrir entonces a la interpretación de la intencionalidad. Una choza es un
objeto creado que tiene una función práctica pero un edificio bien diseñado, aparte de tener
una función práctica, también es artística. Las obras de la Fuente y Things cumplen función
artística pero no práctica; sin embargo una papelera y un urinario sí que es de uso práctico.
Erwin Panofsky ideó una teoría sobre el objeto práctico-arte. Consiste en que el hombre
produce dos tipos de objeto que son vehículos de comunicación: los objetos prácticos (en el
que predomina su intencionalidad funcional frente a la comunicativa) y los de arte (en el que
antepone su intencionalidad comunicativa frente a la funcional). Por ejemplo, ¿cómo sé que
un semáforo es un objeto práctico y no artístico? Porque no tiene intencionalidad artística,
pero sí práctica. El conflicto de esta teoría aparece por diversas doctrinas en las que la
existencia del objeto es definida por la funcionalidad práctica; pero a pesar de ello lo
consideramos como algo artístico.
En el occidente la caligrafía no se valora como algo artístico, mientras que en el oriente sí.
Asimismo se puede saber si hay intencionalidad por parte del artista si nos informa de que ha
obrado con una intención artística (como lo dijo Marcel Duchamp de sus obras).
Para Goodman la cuestión adecuada sería ¿Cuándo es el arte?, dando a entender que un
objeto puede ser puede considerarse una obra de arte en un momento determinado, no en
todos.
Según la RAE, la originalidad es: aquello que proviene de un origen, de la inventiva de su autor,
que tiene características novedosas y es un objeto (frecuentemente artístico) que sirve de
modelo para hacer otro u otros iguales a él.
En la etapa clásica ser original era corresponderse al origen, imitar a los clásicos. Al empezar el
Romanticismo el significado de ser original cambió y hacía referencia a ser innovador, creador
(autor). A lo largo del tiempo un objeto original ha sido aquel en el que se han inspirado para
hacer copias de él.
El arte se ha apoyado en tres normas: la práctica, los cánones y el ingenio. Desde la antigüedad
se priorizó la práctica (exercitatio) y la adecuación a las reglas (ars) por encima de cualquier
otra condición. En cambio, el ingenio empieza a tener más valor a partir del Renacimiento y en
el Romanticismo acaba predominando frente a las demás características, convirtiéndose así en
la propiedad principal del arte. (Por ejemplo, la obra del Laooconte).
En el siglo XIX comienzan a distribuirse en Francia los tubos metálicos con los óleos ya
elaborados, revolucionando así el modo de comprender el arte por parte de los artistas.
Principalmente ofreció la oportunidad de pintar a los artistas que no estaban acostumbrados a
realizar los pigmentos. Esto produjo que varios pintores amateurs sin conocimientos técnicos
de pintura se interesasen por la práctica pictórica (ayudados también por el esteticismo).
Asimismo se impulsó el hecho de pintar al aire libre ya que los colores no requerían de un
espacio físico donde poder hacerse.
En la Antigüedad se valoraban las copias como obras de arte. El original era el modelo para
hacer otro u otros iguales a él y las copias en la medida que se remitían a un origen, eran
consideradas arte. El emperador Adriano decidió incorporar en su villa copias de obras griegas,
que a su vez eran copias de otras copias. Los grabadores que copiaron y propagaron sus
imágenes cobraron mucha importancia.
La atracción por el arte clásico empieza en la época romana cuando la jerarquía dirigente
exhibió gran interés en las obras griegas. El canon se conoce gracias a las obras existentes y a
la literatura artística.
En la época renacentista el canon griego lo reproducían pocas esculturas, tanto copias como
originales (como la Venus de Medici).
Hay autores que manifiestan que solo las esculturas de la etapa geométrica y la arcaica, los
grandes bronces, y ubicadas en su sitio inicial podían identificarse como obra auténtica griega
(como el auriga de Delfos). El conocimiento de una buena copia podía valer lo mismo o más
que un original menos conocido.
Las copias en mármol o bronce a tamaño natural tenían un precio elevado, por lo que solo los
adinerados podían permitirse tener estas copias. Las esculturas moldeadas en yeso resultaban
más baratas y a partir de los siglos XVII y XVIII se comenzaron a moldear en plomo.
Durante la Baja Edad Media los pintores formaron parte de distintos gremios como artesanos,
y se afiliaron a los gremios vinculados al trabajo de la madera, gremio de cajeros o de
farmacéuticos. Los pintores trabajaron siguiendo las leyes gremiales que acordaban los precios
por hora y materiales utilizados.
No tenía importancia que una obra fuese hecha mediante el uso de paradigmas, plantillas, en
los que la inventiva no existía como la consideramos hoy en día.
En los talleres de pintura se trabaja con taccuinos o cuadernos en los que había modelos de
dibujos: animales, figuras humanas, diseños para los vestidos de las figuras, letras… Podemos
destacar el cuaderno de Giovanni Grass.
La grafía se empleaba en las filacterias de las tablas y en los códices miniados (por eso la
mayoría talleres trabajaban con plantillas de alfabetos).
El trabajo conjunto en los talleres y el uso de modelos, plantillas y moldes, estaba integrado en
la naturaleza del arte. Porque durante siglos la originalidad tenía relación con a la idea de
corresponderse a un origen.
AUTORÍA
No obstante, en el siglo XII se empieza a ver señales de que los artífices de algunas obras se
identifican como autores de ellas, relacionando la obra con su autoría.
La sociedad esclavista pensaba que el hombre es degradado por el trabajo físico. Estos realizan
las artes vulgares y el negotium. Los hombres libres, efectúan las artes liberales y el uso del
intelecto.
La firma surge para reconocerse como autor de la obra y fue utilizado como valor económico
por parte del mercado. De ahí las obras tenían valor no por su abundancia sino por su escasez.
Así apareció el concepto de Unicum, el original es único. También había falsificaciones, como
en el caso del hombre Frans Hals que manipuló las obras de Judith Leyster otorgándose la
autoridad a sí mismo.
Durante los años 60 y 70 se empezaba a defender “la muerte del autor” en el que cualquiera
podía realizar obras teniendo en cuenta las instrucciones que usó el autor. De ahí se elimina el
concepto exercitatio.
En los años 70, con el graffiti la firma se considera la obra misma en el arte urbano.
W. Benjamin inventa el concepto de aura. Aura es el valor inmanente (ligado a su esencia) que
contiene las obras de arte que son irrepetibles. Este valor es universal y atemporal. Un ejemplo
sería el aura de La Gioconda de Da Vinci, en el que Benjamin manifestó que incluso en la
reproducción mejor terminada le faltaría algo. El aura no se puede copiar.
El arte contemporáneo ha dado la oportunidad de realizar varias reproducciones las veces que
se desee, como por ejemplo las obras de F. G. Torres. Surge el apropiacionismo, una tendencia
artística que copia exactamente obras de autores contemporáneos. Los apropiacionistas
manifiestan que la apropiación de obras ha existido siempre para defenderse a sí mismos.