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Sin embargo es difícil que en el país se comprenda que el principal problema no son los
políticos, y es difícil quizás por la herencia que nos dejan nuestros antepasados, que veían
(con justa razón) con odio y desprecio al gobierno español, que en sus narices y sin poder
decir mucho, saqueaban a manos llenas nuestra tierra, establecían impuestos injustos y
desangraban al pueblo. En muchas ocasiones los gobernantes ya criollos, ya de los nuestros
han actuado de igual manera, así que esa imagen de odio, desdén y desprecio por la clase
política en general es compleja de sacar de la mente social.
Sin embargo aunque estas cosas no cambien, resulta importante que nosotros como
sociedad, como ciudadanos de a pie cambiemos. ¿Cambiar qué? Si los ladrones son ellos
¿verdad? Cambiar el foco de nuestra atención a una corrupción más cruda, más implícita,
más silenciosa, y es la de nosotros mismos. Aplicar aquel concepto que un Nazareno hace
dos mil años nos enseñó, de mirar primero la viga que hay en nuestro ojo, antes de mirar la
paja del ojo ajeno. Quizás el cambiar primero desde lo cultural, los ciudadanos, sea la mejor
presión para que toda la sociedad cambie, incluso la clase política, porque debemos tener en
cuenta que nuestras leyes y nuestros gobernantes son un reflejo de lo que somos como
sociedad. Entonces ¿Qué deberíamos cambiar?
En primer lugar, culpar a los políticos, al sistema, a los ricos, de todo lo que nos sucede. En
la era de la tecnología todos desde su teléfono móvil, o también en las casas, las tiendas,
hablan y se quejan de las situaciones que suceden, pero a la hora de actuar, la indiferencia
es total, y no se necesita ser un revolucionario para actuar, no se necesita pertenecer a un
partido político, o tener masas de seguidores, cada persona puede cambiar una pequeña
parte de su entorno.
Cuando un padre de familia se apersona de la situación en su casa, se preocupa porque
verdaderamente sus hijos se estén educando, esto contribuye a que algún día ellos hagan
algo importante por su sociedad; si un vecino toma la iniciativa de hacer cosas buenas por
su cuadra, o barrio, y las personas de ese lugar acuden a la junta de acción comunal,
planean, se ayudan y contribuyen, pueden cambiar su barrio; si se hace esto todos los
barrios de un pueblito o ciudad, toda la ciudad cambiaría para bien. De esta manera se
transforma una sociedad.
Por último los Colombianos nos lavamos las manos, y no nos damos cuenta que el
problema ético moral no es solo de los que están en el gobierno, sino de todos. La
corrupción, la estafa, la mentira y el engaño, todos buscan un mismo propósito: Satisfacer
las necesidades particulares, pasando por encima de otro. Y esto es lo que hacemos a diario
cada uno de nosotros, no solo en materia económica, sino en todo sentido. Cuando desde la
primaria los alumnos aprender a hacer trampa para pasar un examen, cuando desde la
adolescencia se aprende a quedarse con el cambio de los mandados, cuando en la juventud
los muchachos ya miente y son infieles a sus parejas, cuando los estudiantes se cuelan en el
bus, ya la mentalidad de egoísmo, de enajenamiento del bien colectivo, de satisfacción del
interés propio por sobre cualquier otra cosa se toma por completo cada área de la sociedad,
y es inevitable que una sociedad corrupta, tenga gobernantes corruptos.