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Resumen
* El texto que aquí se presenta es un artículo de reflexión que surgió a raíz de uno de los capítulos de la inves-
tigación titulada La escenificación del poder en el espacio urbano capitalino. Bogotá, 1870-1910, la cual se
llevó a cabo como Trabajo de Grado de la Maestría en Historia de la Universidad Nacional, sede Bogotá.
** Historiadora de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, Magíster en Historia Iberoamericana del
Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), ubicado en Madrid, España, y también Magíster en
Historia de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá. Entre sus investigaciones más importantes,
cabe destacar: Los juegos de poder detrás de la modernización capitalina. Bogotá, 1946-1948, En Anuario
Colombiano de Historia Social y de la Cultura (ACHSC), N.° 33. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia,
2006; y La ciudad de los elegidos. Crecimiento urbano, jerarquización social y poder político. Bogotá,
1910-1950. Bogotá: Editorial Guadalupe, 2006. En la actualidad se desempeña como docente en las Univer-
sidades de San Buenaventura, del Rosario y Autónoma de Colombia.
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Adriana María Suárez Mayorga
Palabras clave
Summary
This article presents some reflections about the use of the term
“South American Athens” given to that Bogotá of the late XIXth.
Century. With this, it is intended to provide different pieces of anal-
ysis, which, a posteriori could be useful for giving a new interpreta-
tion related to the Colombian Nationality’s problem. To do this, it
will be inquired about the parameters in which the term was based
on, trying to articulate those arguments to the study about some of
the exclusion rites used by the elite class from the capital in order
to affirm the distance between them and the rest of people from
Bogotá.
Key words
1 Citado por: GÓMEZ RESTREPO, Antonio, Bogotá. Bogotá: Editorial A.B.C., 1938, p. 129.
2 En vista de que este artículo hace parte de una investigación más amplia, es pertinente advertir que varios
de los problemas aquí tratados merecen una disquisición más profunda de la que se proporcionará a con-
tinuación. En caso de querer ampliar el conocimiento sobre el tema, se recomienda remitirse a: SUÁREZ
MAYORGA, Adriana María, La escenificación del poder en el espacio urbano capitalino. Bogotá, 1870-1910.
Bogotá: Tesis de Maestría en Historia, Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, 2006
3 ANDERSON, Benedict, Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalis-
mo. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2000, p. 24-25.
4 La mención de estos tres pilares no implica que se niegue la importancia que, de acuerdo con las teorías
sobre la construcción de la nación, tienen otros criterios (tales como la etnia o la religión) en la configura-
ción de una determinada identidad nacional. No obstante, aquí se resaltan esos tres porque se considera
que son los baluartes sobre los que se cimentó la idea de la Bogotá ateniense. En relación con este punto,
se le agradece al doctor Alexánder Mendieta Betancourt, de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí,
sus observaciones al respecto.
5 RENÁN, Ernest, “¿Qué es una nación?”. En: FERNÁNDEZ BRAVO, Álvaro (compilador), La invención de la
nación. Lecturas de la identidad de Herder a Homi Bhabha. Buenos Aires: Manantial, 2000, p. 65.
6 Cabe destacar, en el marco de esa historiografía a la cual se hace referencia, los siguientes trabajos: KÖNIG,
Hans-Joachim, En el camino hacia la nación: nacionalismo en el proceso de formación del Estado y de la
nación de la Nueva Granada, 1750 a 1856. Santafé de Bogotá: Banco de la República, 1994; PALACIOS,
Marco, Colombia: país fragmentado, sociedad dividida, su historia. Bogotá: Norma, 2002; y BUSHNELL,
David, Colombia, una nación a pesar de sí misma: de los tiempos precolombinos a nuestros días. Santafé
de Bogotá: Planeta, 1996.
7 La palabra élite letrada remite inmediatamente al lector a las ideas expresadas por Ángel Rama en la que
podría ser considerada su obra cumbre. No obstante, cabe anotar que algunos especialistas prefieren usar
la expresión élite ilustrada. Ver, respectivamente: RAMA, Ángel, La ciudad letrada. Hanover: Ediciones del
Norte, 1984; y BARRERA ENDERLE, Víctor, De la amistad literaria. Monterrey: Universidad Autónoma de
Nuevo León, 2006.
El entramado metodológico
8 El término élite alude, de manera general, a «aquellos individuos que ocupan posiciones definidas de au-
toridad a la cabeza de alguna organización o institución». Esto implica que «un miembro de la élite podía
provenir de una familia aristocrática o de industriales, comerciantes europeos, profesionales liberales, de
sectores migrantes provincianos o de clases medias». Ver: MUÑOZ CABREJO, Fanni, Diversiones públicas
en Lima, 1980-1920. La experiencia de la modernidad. Lima: Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales
en el Perú, 2001, p. 25. Tales planteamientos proceden, a su vez, de: GIDDENS, Anthony, Elites in the British
Class Structure. Cambridge: University of Cambridge, 1972, p. 384.
9 Es pertinente señalar que algunos autores –como Thomas Fischer o Germán Mejía– emplean la palabra
burguesía para referirse a esa parte minoritaria de la sociedad pero, en mi concepto, no es una terminología
adecuada. Los argumentos en torno a este punto se encuentra en: Suárez Mayorga, Adriana María, La
escenificación …, Op. Cit, p. 48-52; MEJÍA PAVONY, Germán, Los años del cambio. Historia urbana de
Bogotá, 1820-1910. Bogotá: CEJA, 1999; y FISCHER, Thomas, “La gente decente en Bogotá”. En: Revista
Colombiana de Antropología, Vol. 35. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, (1999).
Este estudio, así como los apartados que lo sucederán, estará sus-
tentado primordialmente en el texto que en 1938 publicó Antonio Gó-
mez Restrepo, el cual se titula Bogotá. La escogencia de esta obra obede-
ce a que resume a la perfección las características del mito ateniense que
la propia historiografía bogotana se encargó de alimentar.
En tal dirección, vale la pena advertir que el hecho de que Gó-
mez Restrepo sea el principal interlocutor del artículo no quiere de-
cir que sea el único. Es por ello que sus observaciones serán com-
plementadas con las de otro par de cronistas: Pierre D´Espagnat y
Charles Saffray10. Tal articulación habilitará, además, para efectuar
una comparación entre la percepción de un natural del país, con la
de dos extranjeros provenientes de la misma madre patria: Francia.
En segunda instancia, se dará una rápida mirada a dos de los
ritos de exclusión más frecuentemente utilizados por la élite (en con-
creto, la celebración de bailes y la asistencia al teatro) para hacer ma-
nifiesta su distancia frente al resto de la población; ello, con el fin de
tener un sustrato que más adelante permita profundizar en el origen
ontológico del mito que legitimó esa segregación.
Frente a esto último es adecuado indicar que la elección de esas
dos prácticas culturales11 se debe a que, con cierta frecuencia, fueron
reseñadas por los propios narradores de la época como las portado-
ras de una fuerte dinámica de jerarquización social; panorama que,
10 En particular, se está hablando de dos crónicas: D´ESPAGNAT, Pierre, Recuerdos de la Nueva Granada. Bo-
gotá: Incunables, 1983; y SAFFRAY, Charles, Viaje a Nueva Granada. Bogotá: Incunables, 1984. El primero
de ellos, visitó Bogotá a finales de la década de 1890 (según José Luis Romero, hacia 1897), mientras que el
segundo al parecer estuvo en el país hacia la década de 1860 (hacia 1862). Ver, respectivamente: ROMERO,
José Luis, Latinoamérica: las ciudades y las ideas. Medellín: Universidad de Antioquia, 1999; y http://www.
culturarecrecionydeporte.gov.co/martha_senn/discursos/Discurso_atenas_suramericana.doc
11 El término en cursivas pertenece a Fanni Muñoz, quien hizo su tesis doctoral sobre la incidencia de las
diversiones públicas en el proceso de modernización limeño. Ver: MUÑOZ, Fanni, Op. Cit.
12 El caso, a mi juicio, más paradigmático es el de Lima, debido a que esta urbe plantea varias semejanzas
con el entorno bogotano, siendo la más importante de ellas que ambas ciudades tuvieron un proceso de
modernización relativamente paralelo (Lima puede ser llamada una ciudad moderna hacia 1930, mientras
que Bogotá sólo lo será hacia finales de la década de 1940). Ver, respectivamente: MUÑOZ, Fanni, Op. Cit;
ÁGUILA, Alicia del, Callejones y mansiones. Espacios de opinión pública y redes sociales y políticas en la
Lima del 900. Lima: Editorial de la Pontifica Universidad Católica del Perú, 1997; y SUÁREZ MAYORGA,
Adriana María, La ciudad de los elegidos. Crecimiento urbano, jerarquización social y poder político. Bo-
gotá, 1910-1950. Bogotá: Guadalupe, 2006. Nuevamente, es importante recalcar que el hecho de escoger
estas dos prácticas no implica que fueran las únicas que denotaron ese carácter segregador.
13 Los términos en cursiva se encuentran en: MEJÍA PAVONY, Germán, Op. Cit. La inexistencia de esa tran-
sición a un nuevo orden durante el siglo XIX ha sido comprobada en otra investigación. Ver: SUÁREZ MA-
YORGA, Adriana María, La escenificación del poder …, Op. Cit, capítulo 2. Pese a lo anterior, en procura de
avanzar en la dirección propuesta se retomarán en este texto –de manera breve– algunos de los elementos
inscritos en ese proceso de modernización.
19 Las palabras en cursiva se encuentran en: D´ESPAGNAT, Pierre, Op. Cit, p. 105. Idéntico análisis hacía Saf-
fray cuando escribió: “Los hijos de Bogotá (…) si establecieran un término medio, verían que en su Nueva
Atenas está todavía casi todo por hacer en cuanto a la educación elemental y clásica y a la enseñanza de
las artes liberales. Vázquez era indudablemente un buen pintor, pero esto no basta para dar gloria a un país.
El teatro de Bogotá posee una orquesta, mas no merece ni siquiera el nombre de tal. En fin, aquí no hay
ni escuelas profesionales, ni academias ni museos. Esta capital debería poseer colecciones de todas las
riquezas naturales del país, pero desgraciadamente el único individuo que aquí se titula naturalista es a la
vez barbero y peluquero”. Ver: SAFFRAY, Charles, Op. Cit, p. 299-300.
20 D´ESPAGNAT, Op. Cit, p. 97-98.
26 Ibíd. La mayoría de las casas carecían de cuartos de baño por la falta del acueducto, el cual fue construido
hasta la segunda administración de Rafael Núñez.
27 Ibíd., p.93-94. Estos problemas se solucionaron, en cierta medida, con la adecuación de las primeras
líneas del tranvía y con la instalación del acueducto, pues ambas innovaciones permitieron la «circulación
desembarazada de los carruajes». Sobre esta situación, véase también: ZAMBRANO, Fabio, “De la Atenas
Suramericana a la Bogotá moderna. La construcción de la cultura ciudadana en Bogotá”. En: Revista de
Estudios Sociales, N.° 11. Bogotá: Facultad de Ciencias Sociales Uniandes, (febrero de 2002), s.p.
31 Ibíd. p. 96-111. La transcripción es textual, razón por la cual se optó por no corregir la palabra Haidelberg
por Heidelberg.
32 CANÉ, Miguel, Notas de viaje sobre Venezuela y Colombia. Bogotá: Tercer Mundo, 1992, p. 197-198.
33 La cita entre comillas pertenece a: GARCÍA MEROU, Martín, Confidencias literarias. Buenos Aires: 1894.
(Citado por: GÓMEZ RESTREPO, Antonio, Op. Cit, p. 113). En concreto, Gómez afirmaba que el libro de De
Gabriac del cual había extraído esta cita era generalmente señalado como «un ejemplar de petulancia y falta
de comprensión». Véase: Ibíd., p. 121.
34 DE GABRIAC, Promenade a travers l´Amerique du Sud. París, 1868. (Citado por: Ibíd.). El subrayado en
negrilla pertenece al original.
35 D´ESPAGNAT, Pierre, Op. Cit, p. 96. El subrayado en negrilla es mío.
36 ALJOVÍN DE LOSADA, Cristóbal, Caudillos y constituciones. Perú: 1821-1845. Lima: Fondo de Cultura
Económica, 2000, p. 116-130. Es preciso recordar que la Constitución de 1886 estipulaba que «sólo los
ciudadanos que supieran leer y escribir o tuvieran una renta anual de quinientos pesos o propiedad inmueble
de mil quinientos votarían para Electores y elegirían directamente Representantes». Ver: Artículo 172 y 173
del Título XVII. En: REPÚBLICA DE COLOMBIA, Constitución Política de la República de Colombia, 1886.
Bogotá: Litografía Arco, 1985, p. 27.
37 Tal es el caso de Santiago Pérez Triana quién vivió en Londres durante sus últimos años y de Alberto Urda-
neta, quién estudió pintura en París. Ver: GÓMEZ RESTREPO, Antonio, Op. Cit, p. 115-116.
38 El caso más paradigmático de ese “sedentarismo acérrimo” es el de Miguel Antonio Caro (1843-1909),
presidente de la República entre 1892 y 1898, cuya vida transcurrió entre las montañas bogotanas. Ver:
POSADA GARCÍA-PEÑA, Roberto (Director), Presidentes de Colombia, 1810-1994. En: Revista Credencial
Historia, (agosto de 1990), p. 10.
pueblos en los que el acceso al saber está limitado y que, por otra parte, éste no
se presenta al buen sentido, un poco anquilosado, de la baja clase media,
como la meta suprema y ambicionada. Hay en toda esta gente, que sólo
parece estar ahí para que se puedan añadir ceros a las cifras de las estadísti-
cas, una masa innumerable que no cuenta, que nada posee, cuyos medios
de subsistencia me parecen problemáticos y que llena con su desamparado
far niente los arrabales mal definidos que confinan con el campo. Todos
los negocios, toda la política, todo el arte, en una palabra, toda la vida de Bogotá
que piensa y que actúa, como sucede en varias de estas repúblicas suramericanas
–por fuerzas oligárquicas– se concentra en las manos de unas cincuenta familias
conservadoras que arrebataron esta misión directiva a otras tantas familias
liberales y que, en espera de los designios de la Providencia, representan al
país ante él mismo y ante el extranjero y constituyen la fachada de Colombia39.
En cualquier caso, vale la pena advertir que, más allá del mé-
todo empleado para la consecución del «estilo retórico» propio de
la modernidad40, el horizonte cultural de la ciudad tampoco fue tan
estrecho como De Gabriac lo expresaba. Las prácticas culturales de
cuño moderno (bailes, espectáculos teatrales, etc.) existieron, así
fuera en una proporción más reducida a la que se observaba en otros
lugares del continente.
La peculiaridad de la situación percibida en el espacio urbano de
Bogotá es que esas manifestaciones permanecieron restringidas a un
sector de la sociedad que asentó su hegemonía precisamente en los
símbolos que reforzaban dicha segregación. Los dos ejemplos que se
mencionan a continuación ayudarán a esclarecer esta premisa.
39 D´ESPAGNAT, Pierre, Op. Cit, p. 78-79. El subrayado en negrilla es original del autor, pero las frases resal-
tadas en cursiva son mías.
40 El término entre comillas pertenece a: TENORIO TRILLO, Mauricio, Artilugio de la nación moderna. México
en las exposiciones universales, 1880-1930. México: Fondo de Cultura Económica, 1998, p. 37.
zados por Luis Soto Landínez –patriarca de la estirpe Soto del Co-
rral41– organizaron el baile de los diez, una fiesta de gran magnitud que
se llevó a cabo en la «mansión» de doña Bernardina Santamaría de
Restrepo, localizada en el número 100 de la calle 12 (Imagen 1)42.
Imagen 1
En la publicación en la cual se encuentra esta foto, se observa un pie de página que dice lo siguiente: “Grupo tomado en la
casa N.° 100 de la calle 12, en donde se efectuó el baile. De izquierda a derecha, de pies: don Pedro Carlos Manrique, don
Carlos Pardo, don Antonio Samper Uribe, don Carlos A. O´Leary y don Custodio Laverde Guzmán; sentados: don Daniel
Valenzuela, don Santiago Grajales, don Nicolás Gómez Saiz, don Luis Soto Landínez y don Luis Vargas 43.
41 Luis Soto Landínez creó con sus hijos la firma de propiedad raíz Soto & Cía, fundamental en la urbanización de
la capital durante la primera mitad del siglo XX. Para profundizar en el vínculo de este linaje con el proceso de
modernización de Bogotá, véase: SUÁREZ MAYORGA, Adriana María, La ciudad de los elegidos… Op. Cit.
42 CUERVO, Luis Augusto, “Conferencia sobre los bailes de antaño dictada por Luis Augusto Cuervo en el Tea-
tro Colón el 14 de Octubre de 1938”. En: FAMILIA SOTO LANDÍNEZ, Luis Soto Landínez, 1856-1956. Bogotá:
Antares, 1956, p. 7-8. El empleo del término mansión para describir la casa de doña Bernardina Santamaría
es del propio Luis Augusto Cuervo. En el espacio urbano bogotano, la mansión era una casa de grandes
dimensiones que denotaba, tanto en su exterior como en su interior, un gran lujo. No puedo precisar con
exactitud si el término es sinónimo de los palacios utilizados por los grupos más ricos de Lima, Buenos
Aires, o México D. F., pero tiendo a creer que sí. Se agradecen, nuevamente, las observaciones efectuadas
sobre este punto por el doctor Betancourt.
43 Ver: FAMILIA SOTO LANDÍNEZ, Op. Cit, p. 9.
44 Ibíd.
45 Ibíd., p. 11.
46 Ibíd.
47 Ibíd., p. 11-12. Los socios del Gun Club también celebraron un baile de estas características en 1896. Este
evento fue prácticamente idéntico al que se narró, con la diferencia de que fue llevado a cabo en el “Teatro”
(posiblemente el Colón). Ver: GUN CLUB, Historia del Gun Club de Bogotá, 1882-1992. Bogotá: Litografía
Arco, 1983, p. 70-71. Por cierto, esta misma entidad celebró en 1910 un banquete para despedir al General
González Valencia de su mandato presidencial que contó con los mismos ingredientes. Ver: El Gráfico, N.°
4. Bogotá, (13 de agosto de 1910), p. 30.
48 Haciendo un paralelo con el medio actual, el significado que adquieren esas normas de conducta es prác-
ticamente el mismo que adopta para los Kung San del desierto de Kalahari insultar la carne cuando un
cazador regresa con una buena caza. En esta cultura, de acuerdo con los planteamientos de Giddens, las
«piezas que ha cobrado son denigradas por el resto de la comunidad» a través de la indiferencia o la ironía,
pues lo que se busca es que el «cazador muestre modestia respecto a sus habilidades y menosprecie
sus logros». Ver: GIDDENS, Anthony, “Vivir en una sociedad postradicional”. En: ULRICH, Beck, Anthony
GIDDENS y Scott LASH, Modernización reflexiva: política, tradición y estética en el orden social moderno.
Madrid: Alianza, 1997, p. 81.
49 La solicitud básicamente se enfocaba en que «todos pudieran entrar por la misma puerta y pagar el mismo
precio, pues en Colombia estaba ocurriendo que “los pobres” debían “entrar por la puerta distinta a la
galería alta i estar allí reclusos como la ‘jente de color’ en los teatros de Estados Unidos”». Ver: LAMUS
OBREGÓN, Marina, Teatro en Colombia, 1831-1886. Bogotá: Ariel Historia, 1998, p. 64.
50 La ópera es «para las personas de esquisito gusto o de conocimientos en música; i estas personas forman
un estrecho círculo en Bogotá». Ver: Revista de Colombia, N.° 5. Bogotá, (27 de mayo de 1869), p. 101.
Citado por: LAMUS OBREGÓN, Marina, Op. Cit, p. 65.
51 Ibíd., p. 67. La tesis de esta autora es que durante todo el XIX el anhelo de la clase alta bogotana fue orga-
nizar y configurar un teatro nacional y profesional, pero la ineficacia del Estado propició que la iniciativa
privada –igual que sucedió con el sistema bancario– fuera la que tomara las riendas de la práctica teatral
a través de la creación de compañías dramáticas y de la construcción de edificios. Ver: Ibíd., p. 73. Con
respecto a lo anterior, cabe señalar que la construcción del Teatro Municipal fue llevada a cabo por Jorge W.
Price, miembro de la junta delegataria del Banco de Bogotá en 1891, quien importó los decorados del exte-
rior gracias a una transacción efectuada por la compañía de Luis Soto Landínez. Ver: SUÁREZ MAYORGA,
Adriana María, La escenificación del poder …, Op. Cit.
52 Esta anécdota se encuentra en: LAMUS OBREGÓN, Marina, Op. Cit, p. 108.
53 Editorial de la Crónica Mensual del Colegio del Espíritu Santo, N.° 13. Bogotá, (julio de 1848), p. 1. (Citado
por: Ibíd., p. 111). Este escenario se inaugura en 1848, se cierra en noviembre de 1851 y en julio de 1853
vuelve a abrirse al público. Para conocer un análisis sobre el público capitalino que asistía al teatro entre
1810 y 1828 véase: LOMNÉ, George, La patria en representación. Una escena y sus públicos: Santa Fe de
Bogotá, 1820-1823. En: GUERRA, François-Xavier y Annick LEMPÉRIÈRE (et ál.), Los espacios públicos en
Iberoamérica. Ambigüedades y problemas. Siglos XVIII-XIX. México: Fondo de Cultura Económica, 1998, p.
321-337.
54 La referencia a Mary Shelley no es gratuita, pues el historiador mexicano Mauricio Tenorio Trillo utiliza la
metáfora del monstruo para referirse a la urbe moderna. Ver: TENORIO TRILLO, Mauricio, El Urbanista.
México: Fondo de Cultura Económica, 2004, p. 211.
55 En un artículo publicado en la Revista Diners titulado “Los mitos nacionales” se afirma –de acuerdo a la
investigación realizada por Luis Hernando Aristizábal–, que el apelativo de Atenas Suramericana no fue utili-
zado por primera vez ni por Miguel Cané, ni por Pierre D´Éspagnat, ni por Charles Saffray, sino por «el poeta
santafereño Francisco Antonio Vélez Ladrón de Guevara (1721-1781), quien en una de sus décimas decía:
“Traer a Santafé oradores, Atenas de tantos sabios”». La referencia a este autor sólo se ha encontrado en
este escrito, pero de todas formas vale la pena tener en cuenta este dato para estudios posteriores. Ver: AL-
JURE, Luis Carlos y RUIZ, Claudia Angélica, Los mitos nacionales. En: Revista Diners, www.revistadiners.
com.co/noticia.php3?nt=5460
56 «Eso fue ocurrencia de extranjeros, pero no de bogotanos, quienes siempre se han sonreído ante tan
exorbitante calificativo, porque aquí se halla muy desarrollado el sentido de lo ridículo y este pueblo es más
burlón que cándido». Véase: GÓMEZ RESTREPO, Antonio, Op. Cit, p. 122. Gómez asevera que fue Reclus.
Es evidente que este autor olvida que para los historiadores bogotanos la Atenas Suramericana era todo,
excepto un chiste.
57 RINCÓN, Carlos, “Athens of South America”. En: Harvard Review of Latin America. United States, spring,
2003, p. 37. Tras su regreso a Francia, Reclus se convirtió en redactor de guías turísticas para la editorial
Hachette (1860). Este autor agrega que aquél nunca vivió en ninguna de las dos ciudades y que posible-
mente el nombre de la segunda salió de su pluma «because of the contagious homophony in French be-
tween the vowels of Boston and Bogotá». Véase: RINCÓN, Carlos, Op. Cit, p. 37.
58 Ibíd. La fecha de 1864 puede ser inexacta por unos años más o menos, según conversaciones personales
con especialistas en literatura neogranadina. Empero, en lo que sí existe un acuerdo es que el artículo se
publicó durante la década de 1860. Por otra parte, algunos autores –como Fabio Zambrano– le atribuyen
a Menéndez Pelayo el origen del calificativo, pero cuando este español expresó que “la cultura literaria de
Santa Fe de Bogotá, destinada a ser con el tiempo la Atenas de América del Sur, es tan antigua como la
conquista misma”, hacía casi treinta años que Reclus había publicado su artículo. La cita se encuentra en:
ZAMBRANO, Fabio, Op. Cit, p. 3.
59 RINCÓN, Carlos, Op. Cit, p. 37. No sorprende esta omisión si se tiene en cuenta que en esta obra Vergara
criticaba fuertemente a aquellos escritores que intentaron buscar otra tutela literaria –francesa e inglesa en
particular– diferente a la española. Sobre este punto, véase: PADILLA, Iván, Del olvido a la memoria históri-
ca: problemas de la historia del teatro en Colombia. En: Leer la historia: caminos a la historia de la literatura
colombiana. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas, Departamento de
Literatura, 2007, p. 109-162.
60 Sobre esta cuestión, véase: RAMA, Ángel, Op. Cit, capítulo IV; y ALJOVÍN DE LOSADA, Cristóbal, Op. Cit, p.
130. Los arreglos para la creación de la Academia Colombiana de la Lengua se iniciaron bajo el gobierno de
Eustorgio Salgar. La junta preparativa estuvo conformada por los bogotanos José María Vergara y Vergara,
Miguel Antonio Caro y José Manuel Marroquín (remitirse a la Tabla 1 de los anexos). Ver: IBÁÑEZ, Pedro
María, Crónicas de Bogotá. Tomo IV. Bogotá: Imprenta Nacional, 1923, capítulo LXIX-LXX. La fundación de
la Academia además coincidió con un fomento a los estudios filológicos y gramaticales, el cual se vio refle-
jado especialmente en la publicación de la Revista de Bogotá y del Repertorio Colombiano. Al respecto, ver:
GÓMEZ RESTREPO, Antonio, Op. Cit, p. 110. Finalmente, cabe mencionar que a fines del siglo XIX también
se conformaron instituciones tales como la Sociedad Colombiana de Ingenieros, en 1887 y la Academia
Nacional de Medicina, en 1891 (Tabla 2 de los anexos).
61 RINCÓN, Carlos, Op. Cit, p. 38. (El encomillado es mío).
62 SUÁREZ MAYORGA, Adriana María, La escenificación del poder …, Op. Cit, p. 59.
63 RINCÓN, Carlos, Op. Cit, p. 38.
64 Para saber bajo qué parámetros se llevó a cabo el proceso de elección de cabildantes municipales a finales
del siglo XIX, véase: SUÁREZ MAYORGA, Adriana María, La escenificacación … , Op. Cit.
65 Remitirse a la Tabla 3 de los anexos para conocer las estadísticas de alfabetización a las que se está alu-
diendo.
El planteamiento final
cuál pueda ser el estado de alma de gentes tan desgraciadas o tan afor-
tunadas, como se quiera, para vivir a dos mil seiscientos metros sobre
el nivel del mar y a mil ochocientas leguas del bulevar. (…)
Tiene esta ciudad esa aureola del pasado tan sugestivo para los aficio-
nados a la meditación, esa atmósfera de silencio y de fe que expresaba
mejor, sí, mucho mejor, el antiguo nombre de la capital: Santafé de
Bogotá. Y también se debe a ese hálito de historia, de leyenda heroica
que parece revivir en cada vibración lenta, triste, claustral, de las cam-
panas (…).
Con frecuencia al alzar de los paseos se detiene la mirada en algunos
de esos techos, legado de los conquistadores, que son los restos, los
vestigios un poco sombríos, un poco empañados por la pátina de los
siglos (…) y sea en el Banco, en el Correo o en la encantadora Capilla
del Sagrario, todas estas muestras de arte perpetúan algo que se quedó
ahí del alma de la noble España, el perfume de Castilla, del que esos
viejos salones no han podido desprenderse69.
70 El Gráfico, N.° 2. Bogotá, (31 de julio de 1910), p. 1. (El subrayado en negrilla es mío).
71 Las citas pertenecen a: TENORIO TRILLO, Mauricio, Artilugio de la nación moderna …, Op. Cit.
72 Ejemplos de la importancia que tenían estos elementos dentro de la sociedad capitalina abundan en las
publicaciones de la época; por citar uno de ellos: “¿De veras ha estado usted en la escuela ó tiene escuela?
Si por escuela se entiende la casa en que se enseña a leer y a escribir a los niños, o la destinada a varias
enseñanzas facultativas, su lenguaje, sus maneras, y sobre todo, la redacción de su renuncia, revelan
claramente que usted no puso los pies nunca en un edificio de aquellos”. Ver: El Recopilador, N.° 1. Bogotá,
(31 de enero de 1885), p. 3.
73 Miguel Antonio Caro fue, nuevamente, el pilar de esa unión. El primer paso que dio la Municipalidad para
resaltar el valor de la Historia en el desarrollo de las naciones civilizadas fue crear el Archivo Municipal en
1892, oficina que se quemó en el incendio de Las Galerías (hoy el edificio donde se ubica la Alcaldía Mayor
de Bogotá). Sobre este punto remitirse a: Acuerdo número 3 de 1892. En: Concejo de Bogotá, Acuerdos
expedidos por el Consejo Municipal de Bogotá, 1891 a 1896. Bogotá: Imprenta Nacional, 1897, p. 82-84.
74 La tesis doctoral de Anna Jagdmaman aborda el problema del mapa como símbolo nacional. El análisis de
los atlas colombianos desde el siglo XIX hasta el siglo XX la facultan para afirmar que la imagen de la nación
colombiana (sin que la representación en sí fuera realmente nacional) se creó a partir de un juego binario
entre centro y periferia, en donde el centro (es decir, el territorio andino) fue el eje de la nacionalidad. En
relación con este planteamiento, lo que aquí se insinúa es que ese centro tuvo como médula a Bogotá. Esta
tesis se conoció como borrador gracias a la autora, pero se desconoce si ya fue publicada en Alemania.
Anexos
Tabla 1
Miembros de la Academia Colombiana de la Lengua (1872)
Miguel Antonio Caro José María Vergara y Vergara (pe) José Manuel Marroquín
Fuente: Suárez Mayorga, Adriana María, La escenificación del poder en el espacio urbano capitalino. Bogotá, 1870-
1910. Bogotá: Tesis de Maestría en Historia, Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, 2006, p. 118.
(pe) = Presidente de la Academia.
* Concejal de Bogotá en 1884 y 1885.
Tabla 2
Miembros de la Academia Nacional de Medicina (1891)
Luis María Herrera Gabriel Sandino Groot Aristides V. Gutiérrez José María Buendía
Heliodoro Ospina Pedro María Ibáñez Luis Fonnegra Juan David Herrera
Julio A. Corredor Nemesio Sotomayor José María Lombana Barrebeche Pablo García Medina
Mauricio Tamayo Agustín Uribe Rafael Rocha Castilla Nicolás Plata Azuero
Fuente: Suárez Mayorga, Adriana María, La escenificación de poder …, Op. Cit, p. 118.
* Concejal en 1887, 1889 y 1890
** Concejal en 1874. De acuerdo con Ibáñez, el 3 de enero de 1873 Manuel Plata Azuero decidió formar,
junto con otros seis profesores de medicina, una sociedad que fomentara tanto el estudio de las ciencias
médicas y naturales, como la propia profesión médica. Esta institución se mantuvo como tal hasta 1891,
fecha en la que se inauguró como Academia Nacional de Medicina. Paralelamente a la labor científica dicha
entidad publicaba la Revista Médica. Ver: Ibáñez, Pedro María, Crónicas de Bogotá, Op. Cit.
Tabla 3
Censos de población siglo XIX
Fuente: Gómez, Fernando, Los censos en Colombia antes de 1905. En: Urrutia, Miguel M.. y Mario Arrubla, Com-
pendio de estadísticas históricas de Colombia. Bogotá: Universidad Nacional, Dirección de Divulgación
Cultural, 1970, p. 15. Es importante tener en cuenta que en los censos del siglo XIX los indios “salvajes
y semisalvajes no eran censados, y sólo a veces aparece un estimativo de su número (…). Esta omisión
puede representar en cada censo entre 150.000 y 200.000 habitantes”. Ver: Ibíd., p. 12-13.
Ð A.G.N. Informe de la Secretaría del Interior, a cargo de don Lino de Pombo.
* Ospina Rodríguez, Mariano, Memorias del Secretario del Interior y Relaciones Exteriores al Congreso de
1844. Archivo del Congreso. En: Ibíd.
** Camacho Roldán, Salvador, Memorias. Tomo II. Bogotá: Biblioteca Popular de Cultura Colombiana,
1946, p. 125-130.
© Alumnos matriculados
* Escolaridad del 5%
FUENTE: Memorias del Secretario de Instrucción Pública. En: Fresneda, Óscar y Jairo Duarte, Elementos para la
historia de la educación en Colombia. Alfabetización y educación primaria. Bogotá: Monografía presentada
para optar al título de Sociólogos, Universidad Nacional de Colombia, 1984, p. 23.
* Se toma como base el censo de 1833, de manera que el porcentaje que se da debe tomarse como una cifra
aproximada, no concluyente.
** Se toma como base el censo de 1843.
*** Se toma como base el censo de 1851.
De 0-1 De 1-7 De 8-12 De 13-18 De 19-20 De 21-30 De 31-40 De 41-50 De 51-60 Mayores
años años años años años años años años años de 60 años
959 8057 5646 7357 2994 10544 6505 3232 1786 1070
Fuente: Colombia, Ministerio de Gobierno, Censo general de la República de Colombia. Levantado el 5 de marzo
de 1912. Bogotá: Imprenta Nacional, 1912, p. 176.
* El censo contiene estadísticas específicas para la Provincia de Bogotá y dentro de ese contexto, para
Bogotá como capital de Provincia. Esos son los datos que aquí se transcriben.
Total analfabetismo en
Población analfabeta Población analfabeta Población analfabeta
relación con la población
Colombia Colombia Colombia
del país
(5 años y más) (7 años y más) (15 años y más)
(Sin restricción de edad)
Hombres = 65.7%
1918 64.1% 61% 58%
Mujeres = 69.2%
Fuente: FRESNEDA, Óscar y DUARTE, Jairo. Elementos para la historia de la educación en Colombia, Op. Cit, p.
23 y 158.
* En las cifras dadas no se contabiliza la población indígena del país.
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suramericana.doc
Resumen
*
Docente de cátedra de la Universidad de San Buenaventura en la Facultad de Ciencias Políticas y Jurídicas.
Investigadora en temas de pobreza y movilidad social del programa de Economía Universidad Pontificia
Bolivariana Montería. Estudiante de la Maestría en Política Social de la Pontificia Universidad Javeriana.
Bogotá. Actualmente es coinvestigadora en dos proyectos de investigación de la Pontificia Universidad
Javeriana, “Formulación de la política pública de salud para la población en situación en desplazamiento en
Bogotá”, en convenio con la Secretaría Distrital de Salud y “Determinantes Sociales de la Desnutrición en
Colombia” en convenio con el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar.
101
Rosaura Arrieta Flórez
Palabras clave
Morbilidad, determinantes sociales de la salud, equidad.
Summary
In this work the results of health in Colombia are examined
from the perspective of the social determinants of the health and the
approach of rights, in countryside and urban. This exercise is made
having in account the determinants of access and use of services of
health, and state of health, measured through the affiliation, the
number of members of the family hospitalized in the last month and
the morbidity in children.
With the purpose of deepening the explanation of these results
in health the state of some of its structural determinants was ana-
lyzed, as they are the access to potable water, the material of floors
and walls of the house, the education of the home head and the re-
gion of residence; also the possible causes of the inequities observed
in the state of health and its determinants were explored, by means
of a próbit model analysis that allows to establish the contribution
of each one of the determinants in health.
One was that the access of the families to the system of atten-
tion in health in the urban zones (measured by affiliation) reaches a
Keywords
Morbility, social determinants of health, equity.
Introducción
1 Para calcular la desnutrición infantil es necesario conocer el patrón tipo establecido como población de
referencia por el Centro Nacional para Estadísticas de Salud (NCHS) y la Organización Mundial de la Salud
(OMS). La proporción de niños que esta por debajo de dos desviaciones estándar con respecto a esta
población de referencia se utiliza como indicador del nivel de desnutrición en la población en estudio.
Figura 1.
Sistema sanitario
Posición Determinantes específicos o Estado de salud
socioeconómica posición social de una persona diferencial
CONTEXTO SOCIOPOLÍTICO
2 La afiliación en las zonas urbanas pasa del 38.8 en 1995 a 70% en el 2005, mientras en las zonas rurales
pasa de 8.6 en 1995 a 57% en el 2005.
3 En el enfoque utilizado, el nivel socio-económico se define en términos de activos o riqueza en los hogares
encuestados, en vez de ingresos o consumo. En la ENDS del año 2005 se recolectó información detallada
sobre características de la vivienda y sobre la disponibilidad de ciertos bienes de consumo duradero que se
relacionan directamente con el nivel socio-económico. A cada hogar se le asigna un valor que es generado
mediante la metodología de análisis de componentes principales, dependiendo de la disponibilidad de bie-
nes y las características de la vivienda. A los residentes de un determinado hogar se les asigna el valor del
hogar en el cual residen. Esto permite crear quintiles poblacionales de “bienestar” o de “riqueza”, es decir,
cinco grupos con el mismo número de personas en cada uno.
66,4
Porcentaje
40,8 40,6
25,8
15,0
4,3
4 Aparte de los anteriores atributos, el modelo debe aclarar los mecanismos por los cuales los determinantes
sociales generan desigualdades de salud, indicar cómo los determinantes principales se relacionan entre sí
(ONU, 2005; p.12)
5 El sistema sanitario en sí mismo también debe comprenderse como un factor intermediario determinante.
La función del sistema sanitario se torna particularmente pertinente por la vía del tema del acceso, que
incorpora diferencias en la exposición y la vulnerabilidad.
0.053**
0.028**
0.009*
0.000*
0.000*
0.000*
0.000*
0.000*
0.003*
0.001*
0.001*
0.145*
0.306
0.210
TOTAL
TOTAL URBANO RURAL TOTAL URBANO RURAL
VARIABLES DE LAS PERSONAS QUE HABITAN LA VIVIENDA
1.98
-6.06
-3.90
-3.28
-3.00
-2.20
-3.47
-1.02
2.88
2.59
5.87
4.42
1.94
1.45
1.93
4.51
3.3
1.5
EFECTO MARGINAL
-3.3
-1.8
4.7
-13.0
-16.7
-3.0
-1.3
-1.9
-1.8
-7.2
-7.8
-1.7
3.2
2.2
3.3
3.8
5.7
7.8
7.8
Niños (0-5 años) enfermos
Universitaria completa
(Sí=1; No=0)
Secundaria completa
(Mala=1; Buena=0)
Primaria completa
Analfabeta
Pacífica
Oriental
Central
Bogotá
No=0)
No=0)
No=0)
No=0)
Caribe
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