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Nombre del artículo

Excavando el mito de la Atenas


Suramericana
Reflexiones sobre la cultura
bogotana de finales del siglo XIX*
Adriana María Suárez Mayorga**

Resumen

El siguiente artículo efectúa algunas consideraciones sobre el


empleo del término Atenas Suramericana para referirse a la Bogotá
de finales del siglo XIX, intentando con ello proporcionar descono-
cidas vetas de análisis que, a posteriori, puedan ser útiles para cons-
truir una nueva interpretación sobre el problema de la nacionalidad
colombiana.

* El texto que aquí se presenta es un artículo de reflexión que surgió a raíz de uno de los capítulos de la inves-
tigación titulada La escenificación del poder en el espacio urbano capitalino. Bogotá, 1870-1910, la cual se
llevó a cabo como Trabajo de Grado de la Maestría en Historia de la Universidad Nacional, sede Bogotá.
** Historiadora de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, Magíster en Historia Iberoamericana del
Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), ubicado en Madrid, España, y también Magíster en
Historia de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá. Entre sus investigaciones más importantes,
cabe destacar: Los juegos de poder detrás de la modernización capitalina. Bogotá, 1946-1948, En Anuario
Colombiano de Historia Social y de la Cultura (ACHSC), N.° 33. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia,
2006; y La ciudad de los elegidos. Crecimiento urbano, jerarquización social y poder político. Bogotá,
1910-1950. Bogotá: Editorial Guadalupe, 2006. En la actualidad se desempeña como docente en las Univer-
sidades de San Buenaventura, del Rosario y Autónoma de Colombia.

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Adriana María Suárez Mayorga

En procura de alcanzar este fin, se indagará acerca de los pará-


metros sobre los cuales se erigió dicho apelativo, procurando articu-
lar la argumentación al estudio de algunos de los ritos de exclusión
que utilizaba la élite capitalina para afirmar su distancia frente al
resto de la población bogotana.

Palabras clave

Bogotá, Atenas Suramericana, nacionalismo, identidad, mitos


fundacionales, segregación social, modernidad, ordenamiento urba-
no, siglo XIX.

Summary

This article presents some reflections about the use of the term
“South American Athens” given to that Bogotá of the late XIXth.
Century. With this, it is intended to provide different pieces of anal-
ysis, which, a posteriori could be useful for giving a new interpreta-
tion related to the Colombian Nationality’s problem. To do this, it
will be inquired about the parameters in which the term was based
on, trying to articulate those arguments to the study about some of
the exclusion rites used by the elite class from the capital in order
to affirm the distance between them and the rest of people from
Bogotá.

Key words

Bogotá, South American Athens, nationalism, identity, foun-


dational rites, social segregation, modernity, urban ordering, XIX
century.

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Excavando el mito de la Atenas Suramericana

“Bogotá es un centro intelectual y social


insuperable en toda la América latina”.
James Du Bois1

En los estudios actuales sobre nacionalismo es un lugar común


aceptar que toda colectividad se distingue por el estilo con el que fue
pensada antes que por su falsedad o legitimidad. La construcción de
un pasado unificador, acorde a unos intereses determinados, genera
de esta manera una identidad conjunta que se constituye en el punto
de referencia para diferenciarse del otro, de los otros2.
La nación es entendida desde este enfoque como una comuni-
dad política imaginada, inherentemente limitada pero soberana, que
inventa lazos de afinidad entre su población que, pese a ser –en la
mayoría de los casos– una ilusión (incluso en la nación más pequeña
sus miembros jamás llegarán a conocer al total de sus compatriotas,
ni escucharán siquiera de ellos), son suficientes para mantener en la
mente de cada uno de los ciudadanos la imagen de esa comunión3.
El segundo lugar común dentro de estas reflexiones es que la
formación de una tradición particular debe analizarse en relación
con el rol protagónico que desempeñó la cultura en dicho desarro-
llo. El saber fue el sustrato en el que se fraguaron los nacionalismos,
su piedra de toque, su justificación; no en vano, lengua, literatura
e historia, fueron los tres pilares del pensamiento moderno sobre

1 Citado por: GÓMEZ RESTREPO, Antonio, Bogotá. Bogotá: Editorial A.B.C., 1938, p. 129.
2 En vista de que este artículo hace parte de una investigación más amplia, es pertinente advertir que varios
de los problemas aquí tratados merecen una disquisición más profunda de la que se proporcionará a con-
tinuación. En caso de querer ampliar el conocimiento sobre el tema, se recomienda remitirse a: SUÁREZ
MAYORGA, Adriana María, La escenificación del poder en el espacio urbano capitalino. Bogotá, 1870-1910.
Bogotá: Tesis de Maestría en Historia, Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, 2006
3 ANDERSON, Benedict, Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalis-
mo. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2000, p. 24-25.

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los cuales se erigieron las identidades nacionales4. Y una de las es-


trategias más exitosas en la difusión de esos valores colectivos fue,
precisamente, la creación de mitos fundacionales5.
La experiencia bogotana es, a la luz de estos razonamientos,
bastante problemática; no en vano, para nadie es un secreto, en el
entorno académico colombiano, que la historiografía sobre el tema
lleva décadas intentando determinar si es pertinente o no, hablar de
la existencia de una nación a finales del siglo XIX; para nadie es un
secreto tampoco, dentro de ese mismo ámbito, que la descripción de
los signos de esa posible configuración de la nacionalidad está llena
de anécdotas sobre fracasos, chivos expiatorios, fragmentaciones e
intrigas6.
En tal contexto, la hipótesis que aquí se propone es que la apro-
piación del mito de la Atenas Suramericana no sólo fue perpetrada
por una mínima parte de la población capitalina (la élite letrada –o
ilustrada–7), sino que además fue empleada como un mecanismo de

4 La mención de estos tres pilares no implica que se niegue la importancia que, de acuerdo con las teorías
sobre la construcción de la nación, tienen otros criterios (tales como la etnia o la religión) en la configura-
ción de una determinada identidad nacional. No obstante, aquí se resaltan esos tres porque se considera
que son los baluartes sobre los que se cimentó la idea de la Bogotá ateniense. En relación con este punto,
se le agradece al doctor Alexánder Mendieta Betancourt, de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí,
sus observaciones al respecto.
5 RENÁN, Ernest, “¿Qué es una nación?”. En: FERNÁNDEZ BRAVO, Álvaro (compilador), La invención de la
nación. Lecturas de la identidad de Herder a Homi Bhabha. Buenos Aires: Manantial, 2000, p. 65.
6 Cabe destacar, en el marco de esa historiografía a la cual se hace referencia, los siguientes trabajos: KÖNIG,
Hans-Joachim, En el camino hacia la nación: nacionalismo en el proceso de formación del Estado y de la
nación de la Nueva Granada, 1750 a 1856. Santafé de Bogotá: Banco de la República, 1994; PALACIOS,
Marco, Colombia: país fragmentado, sociedad dividida, su historia. Bogotá: Norma, 2002; y BUSHNELL,
David, Colombia, una nación a pesar de sí misma: de los tiempos precolombinos a nuestros días. Santafé
de Bogotá: Planeta, 1996.
7 La palabra élite letrada remite inmediatamente al lector a las ideas expresadas por Ángel Rama en la que
podría ser considerada su obra cumbre. No obstante, cabe anotar que algunos especialistas prefieren usar
la expresión élite ilustrada. Ver, respectivamente: RAMA, Ángel, La ciudad letrada. Hanover: Ediciones del
Norte, 1984; y BARRERA ENDERLE, Víctor, De la amistad literaria. Monterrey: Universidad Autónoma de
Nuevo León, 2006.

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segregación social que repercutió tanto en la interacción cotidiana de


sus habitantes como en la organización espacial de la ciudad8.
No obstante, independientemente de los múltiples tópicos que
abarca este debate, el objetivo primordial del presente artículo es re-
plantear, de acuerdo al examen de algunas prácticas culturales urba-
nas, cuál fue la importancia de la invención de una cultura ateniense
en la formación de la identidad bogotana9.

El entramado metodológico

Es innegable que los propósitos de este escrito, tal como se


han planteado, revisten una ambición mucho mayor a la que, en
términos estrictamente documentales, se puede aspirar. Es por este
motivo que antes de introducir al lector en el tema, es necesario de-
limitar con cierta precisión los límites epistemológicos de las páginas
que siguen.
Metodológicamente, la argumentación girará en torno a la es-
tructura que se enuncia a continuación: primero, se explicará (sin
perder de vista que se trata del entorno citadino de finales del siglo
XIX) sobre qué parámetros se edificó el apelativo de Atenas Surame-
ricana, procurando señalar, a medida que se avanza en la exposición,
las contradicciones que aquél encarnó.

8 El término élite alude, de manera general, a «aquellos individuos que ocupan posiciones definidas de au-
toridad a la cabeza de alguna organización o institución». Esto implica que «un miembro de la élite podía
provenir de una familia aristocrática o de industriales, comerciantes europeos, profesionales liberales, de
sectores migrantes provincianos o de clases medias». Ver: MUÑOZ CABREJO, Fanni, Diversiones públicas
en Lima, 1980-1920. La experiencia de la modernidad. Lima: Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales
en el Perú, 2001, p. 25. Tales planteamientos proceden, a su vez, de: GIDDENS, Anthony, Elites in the British
Class Structure. Cambridge: University of Cambridge, 1972, p. 384.
9 Es pertinente señalar que algunos autores –como Thomas Fischer o Germán Mejía– emplean la palabra
burguesía para referirse a esa parte minoritaria de la sociedad pero, en mi concepto, no es una terminología
adecuada. Los argumentos en torno a este punto se encuentra en: Suárez Mayorga, Adriana María, La
escenificación …, Op. Cit, p. 48-52; MEJÍA PAVONY, Germán, Los años del cambio. Historia urbana de
Bogotá, 1820-1910. Bogotá: CEJA, 1999; y FISCHER, Thomas, “La gente decente en Bogotá”. En: Revista
Colombiana de Antropología, Vol. 35. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, (1999).

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Este estudio, así como los apartados que lo sucederán, estará sus-
tentado primordialmente en el texto que en 1938 publicó Antonio Gó-
mez Restrepo, el cual se titula Bogotá. La escogencia de esta obra obede-
ce a que resume a la perfección las características del mito ateniense que
la propia historiografía bogotana se encargó de alimentar.
En tal dirección, vale la pena advertir que el hecho de que Gó-
mez Restrepo sea el principal interlocutor del artículo no quiere de-
cir que sea el único. Es por ello que sus observaciones serán com-
plementadas con las de otro par de cronistas: Pierre D´Espagnat y
Charles Saffray10. Tal articulación habilitará, además, para efectuar
una comparación entre la percepción de un natural del país, con la
de dos extranjeros provenientes de la misma madre patria: Francia.
En segunda instancia, se dará una rápida mirada a dos de los
ritos de exclusión más frecuentemente utilizados por la élite (en con-
creto, la celebración de bailes y la asistencia al teatro) para hacer ma-
nifiesta su distancia frente al resto de la población; ello, con el fin de
tener un sustrato que más adelante permita profundizar en el origen
ontológico del mito que legitimó esa segregación.
Frente a esto último es adecuado indicar que la elección de esas
dos prácticas culturales11 se debe a que, con cierta frecuencia, fueron
reseñadas por los propios narradores de la época como las portado-
ras de una fuerte dinámica de jerarquización social; panorama que,

10 En particular, se está hablando de dos crónicas: D´ESPAGNAT, Pierre, Recuerdos de la Nueva Granada. Bo-
gotá: Incunables, 1983; y SAFFRAY, Charles, Viaje a Nueva Granada. Bogotá: Incunables, 1984. El primero
de ellos, visitó Bogotá a finales de la década de 1890 (según José Luis Romero, hacia 1897), mientras que el
segundo al parecer estuvo en el país hacia la década de 1860 (hacia 1862). Ver, respectivamente: ROMERO,
José Luis, Latinoamérica: las ciudades y las ideas. Medellín: Universidad de Antioquia, 1999; y http://www.
culturarecrecionydeporte.gov.co/martha_senn/discursos/Discurso_atenas_suramericana.doc
11 El término en cursivas pertenece a Fanni Muñoz, quien hizo su tesis doctoral sobre la incidencia de las
diversiones públicas en el proceso de modernización limeño. Ver: MUÑOZ, Fanni, Op. Cit.

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ciertamente, no resulta extraño a la luz de lo ocurrido en otras capi-


tales del sur del continente americano12.
En tercer lugar, se efectuará una breve disquisición sobre la
incidencia que tuvo este proceso, tanto en el surgimiento de una
sociedad basada en unos lazos de pertenencia profundamente jerár-
quicos, como en el ordenamiento de un entramado urbano que su-
puestamente –según las apreciaciones de Germán Mejía Pavony– se
encontraba experimentando una transición hacia un nuevo orden bur-
gués (es decir, moderno)13. Esta reflexión final, sin embargo, por lo
pronto estará más ligada a la presencia de una veta investigativa que
queda por explorar que a la existencia de una certeza analítica, razón
por la cual las interpretaciones que allí se propongan deberán ser
contrastadas con los resultados que se obtengan, a posteriori, tanto
en la investigación que actualmente se está adelantando sobre la ma-
teria, como en la historiografía que en el futuro se publique en torno
a ese mismo problema.

Las bases del edificio

La primera acotación que se debe efectuar es que la palabra


mito tiene que ser entendida en este escrito con un doble significado:
por lo general, los historiadores la utilizan para aludir a narraciones

12 El caso, a mi juicio, más paradigmático es el de Lima, debido a que esta urbe plantea varias semejanzas
con el entorno bogotano, siendo la más importante de ellas que ambas ciudades tuvieron un proceso de
modernización relativamente paralelo (Lima puede ser llamada una ciudad moderna hacia 1930, mientras
que Bogotá sólo lo será hacia finales de la década de 1940). Ver, respectivamente: MUÑOZ, Fanni, Op. Cit;
ÁGUILA, Alicia del, Callejones y mansiones. Espacios de opinión pública y redes sociales y políticas en la
Lima del 900. Lima: Editorial de la Pontifica Universidad Católica del Perú, 1997; y SUÁREZ MAYORGA,
Adriana María, La ciudad de los elegidos. Crecimiento urbano, jerarquización social y poder político. Bo-
gotá, 1910-1950. Bogotá: Guadalupe, 2006. Nuevamente, es importante recalcar que el hecho de escoger
estas dos prácticas no implica que fueran las únicas que denotaron ese carácter segregador.
13 Los términos en cursiva se encuentran en: MEJÍA PAVONY, Germán, Op. Cit. La inexistencia de esa tran-
sición a un nuevo orden durante el siglo XIX ha sido comprobada en otra investigación. Ver: SUÁREZ MA-
YORGA, Adriana María, La escenificación del poder …, Op. Cit, capítulo 2. Pese a lo anterior, en procura de
avanzar en la dirección propuesta se retomarán en este texto –de manera breve– algunos de los elementos
inscritos en ese proceso de modernización.

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pretéritas que consideran falsas o al menos, engañosas, pero desde


un ángulo más literario, el mito es un relato simbólico que cuenta
«las vicisitudes de unos personajes sobrehumanos (por su excelsitud
o por su mezquindad); es, por consiguiente, un relato moral sobre
el pasado cuya función es explicar o justificar algunos aspectos de la
realidad actual»14.
¿En qué argumentos se sustentó la tradición de una Bogotá
ateniense? Las crónicas de los viajeros que recorrieron el territorio
patrio en el ochocientos, así como las monografías históricas sobre
la urbe que se redactaron durante las tres primeras décadas de la cen-
turia pasada, demuestran que el discurso apologético de «una ciudad
legendaria, galante, blasonada como la muy noble y muy leal capital
de la República, justamente llamada por su sabiduría la Atenas Su-
ramericana»15, fue el resultado de la articulación de dos postulados
que para los años en estudio personificaban la médula del mundo
moderno: respeto a las instituciones y civilismo.
En efecto, la obediencia de los capitalinos a ambos preceptos
era tal, que el propio D´Espagnat le dedicó varias páginas de su libro
en el capítulo denominado “La Atenas de América del Sur”. En sus
palabras:
Deslizar la palabra mágica de ‘política’ entre dos períodos de una frase
es como prender fuego a la santabárbara, es exponerse a una explosión.
No hay indiferentes: los más apáticos se enardecen, los corderos se
convierten en leones, y hasta las mujeres toman parte de la discusión
(…). ¡Pueblo feliz que todavía tiene fe! En Francia, donde esa pasión
por el foro va quedando relegada cada día más a la categoría de tópico
de mal gusto, donde las exhibiciones de la farándula parlamentaria no
llaman ya la atención de las gentes, no se concebiría el ardor que los
contendientes ponen en estas justas, si no se supiera que el asunto –ad-

14 BURKE, Peter, El Renacimiento. Barcelona: Crítica, 1993, p. 9.


15 La cita pertenece a: ORTEGA RICAURTE, Daniel, Cosas de Santafé de Bogotá. Bogotá: Tercer Mundo, 1990,
p. 415. (Las palabras en cursiva son del autor).

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mitamos que desde el punto de vista doctrinal solamente– va unido de


modo muy íntimo, la mayor parte de las veces, a una preocupación de
orden personal (…)16.

La cita anterior ayuda a comprender por qué, en términos polí-


ticos, para buena parte de los observadores de la época, la cultura del
pueblo colombiano (concentrada en su centro de poder, la capital)
era el motivo por el cual, a pesar de las múltiples guerras acaecidas
durante el siglo XIX, el gobierno nunca había caído en manos del
caudillaje. Era entonces en la «noble índole» de sus ciudadanos, pero
en especial, en el «mérito de los funcionarios públicos», donde radi-
caba la defensa de la democracia17.
Historiográficamente se cuenta que en 1854, por ejemplo, Ra-
fael Pombo y Ricardo Silva lucharon junto a las autoridades estatales
para derrocar a Melo; y que en la confrontación de 1861, durante el
ataque perpetrado por «el veterano general Leonardo Canal», Mi-
guel Samper trató de «poner a salvo la efigie de Jesús de Nazareno»
en el convento de San Agustín, mientras «Teodoro Valenzuela hizo
otro tanto por resguardar la Huída a Egipto, de Vásquez [Gregorio
Vázquez de Arce y Ceballos]», confirmando con sus acciones que «el
amor al arte era superior al temor de la muerte»18.
Lo curioso de esta anécdota contada por Gómez Restrepo es,
precisamente, que ejemplifica de forma magistral las contradicciones
que D´Espagnat subrayaba en relación con la idiosincrasia colombia-
na. El francés, como se transcribe a continuación, aparte de criticar
en tono severo la devoción de los neogranadinos por el sistema repu-
blicano, remarcaba también las carencias que presentaban en materia
artística, pues él aseguraba –con las disculpas pertinentes–, que en la

16 D´ESPAGNAT, Pierre, Op. Cit, p. 95.


17 GÓMEZ RESTREPO, Antonio, Op. Cit, p. 88.
18 Ibíd., p. 88-89. Por cierto, este autor además explicaba que el espíritu del colombiano era lo que había
impedido que surgiera en el territorio patrio un régimen como el de Rosas en Argentina.

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ciudad no había, por así decirlo, ni un lienzo que val[iera] la pena, ni


una [sola] estatua de valor19:
(…) lo que necesita este país tan maravillosamente dotado y equipado
por la naturaleza [es] un buen tirano. Su sistema de poder personal
tomado de la constitución yanqui, que periódicamente se intenta en
vano aclimatar en Francia, no es tolerable más que a condición de
que haya una dirección tan esclarecida como fuerte que compense por
su prestigio exterior la reglamentación frecuentemente severa, talvez
opresora de las libertades cívicas. ¡Por un dictador inteligente que surja
en Santiago y en México, cuántos Celmans, cuántos Francias, cuántos
Crespos! (…).
Por una ironía que retrata admirablemente a esos sempiternos incau-
tos, los hombres, la palabra república encubre precisamente la antítesis
de todas las ideas republicanas (…). La aberración popular, la corrup-
tela en caso de necesidad, son soberanas.
Sea [como sea], los colombianos parecen sinceramente aferrados a esta
clase de república; sospecho que lo que les importa sobre todo es el
marchamo, el nombre, que para ellos se identifica con las ideas de Da-
rwin, con el concepto estilizado de gobierno a la moderna 20.

¿Cómo entender las discrepancias entre ambos cronistas? Le-


jos de poder dar una respuesta concluyente, lo que es posible sugerir
al respecto es que la culpabilidad de ese devenir parece recaer –siguien-
do los comentarios de D´Espagnat– en la educación dada por los
conquistadores españoles, cuya «ignorancia profunda y ausencia
casi total de cultura, de curiosidad intelectual», sería la responsable
tanto del «escaso desarrollo del espíritu estético» de los capitalinos,

19 Las palabras en cursiva se encuentran en: D´ESPAGNAT, Pierre, Op. Cit, p. 105. Idéntico análisis hacía Saf-
fray cuando escribió: “Los hijos de Bogotá (…) si establecieran un término medio, verían que en su Nueva
Atenas está todavía casi todo por hacer en cuanto a la educación elemental y clásica y a la enseñanza de
las artes liberales. Vázquez era indudablemente un buen pintor, pero esto no basta para dar gloria a un país.
El teatro de Bogotá posee una orquesta, mas no merece ni siquiera el nombre de tal. En fin, aquí no hay
ni escuelas profesionales, ni academias ni museos. Esta capital debería poseer colecciones de todas las
riquezas naturales del país, pero desgraciadamente el único individuo que aquí se titula naturalista es a la
vez barbero y peluquero”. Ver: SAFFRAY, Charles, Op. Cit, p. 299-300.
20 D´ESPAGNAT, Op. Cit, p. 97-98.

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como de su «sometimiento a la voluntad o al veto de un supremo


magistrado»21.
En términos sociales, por otro lado, la prueba de que bajo «la
salvajez [que representaban las distintas luchas civiles que se sucedie-
ron en el transcurso del siglo XIX], se abrían paso la generosidad,
la hidalguía, el desinterés y el honor caballeresco» de los bogotanos
–en contraste con el «egoísmo» que reinaba «en los más poderosos
estados europeos»–, eran las observaciones efectuadas por los ex-
tranjeros que arribaban al país. En 1852, el «señor Lisboa, Ministro
del Brasil», daba una idea bastante «favorable de la civilización de sus
habitantes» cuando aseguraba:
en ninguna parte del mundo encontré más afabilidad y más cultura, y
de ninguna parte del mundo me retiré lamentando más sinceramente
la sociedad que dejaba, que de la capital de la Nueva Granada 22.

Ese magnetismo que generaba la ciudad en quienes la visitaban


era casi inherente a Bogotá. Incluso D’Espagnat fue explícito sobre
esta cuestión:
Pierre Loti ha consignado, sutil, en una de sus obras, el cansancio que
sigue rápidamente a la llegada a los países nuevos, ese afán de aban-
donarlos que no es peculiar de Fez o de cualquier otro lugar determi-
nado, sino que se experimenta cada vez que se llega a un sitio lejano o
exótico. Pasados los primeros instantes de avidez curiosa, el deseo más
apremiante que se tiene es el de salir de él cuanto antes. (…) Estoy a
punto de creer que aquí no sucede lo mismo, y que es a la rápida com-
prensión de ese encanto íntimo a lo que hay que atribuir, me parece,
esa especie de atracción, de captación que Bogotá ejerce sobre los que
la visitan 23.

21 Las citas entre comillas pertenecen a: Ibíd, respectivamente: p. 105 y p. 98.


22 Relação de um viajem a Venezuela, Nova Granada e Quador, pelo Conselheiro Lisboa. Bruxellas, 1866.
(Citado por: GÓMEZ RESTREPO, Antonio, Op. Cit, p. 90-91).
23 D´ESPAGNAT, Pierre, Op. Cit, p. 75.

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Llama la atención que los dos autores coincidieran en admitir


que gran parte del efecto seductor producido por la capital, fuera resul-
tado de la instrucción de sus moradores, sensación que para el escritor
galo había sido visible luego de recorrer el paisaje urbano capitalino:
Inmediatamente después de [esa] impresión (…), surge otra, de orden
más vulgar pero, en cambio, más ingenuo, contra la que cuesta trabajo
abroquelarse: es la que experimento al oír a tantas personas darle a uno
la bienvenida en francés. Exageremos la experiencia pidiendo lumbre
al primer señor enlevitado que pase: hay muchas probabilidades de
que exprese en francés el gusto con que nos hace ese favor. Y si la con-
versación se prolonga, y si por haber dejado escapar una locución de
bulevar, se quisiera corregirla, habrá que desistir de ello al darse cuenta
de que ha sido perfectamente comprendida …24.

No obstante, como el mismo D´Espagnat lo insinuaba al ha-


cer la salvedad sobre la levita, tal refinamiento cultural era básica-
mente un espejismo. Incluso, urbanísticamente hablando –como
lo demuestra el entramado bogotano de finales del diecinueve– es
tangible que el panorama de esa ciudad letrada era completamente
contrario a la idea de una urbe civilizada.
Las calzadas por las que andaba la refinada cultura citadina es-
taban atestadas, desde fines del período colonial, de tiendas que eran
descritas por los propios transeúntes como «antros infectos sin luz
ni ventilación en donde los dueños vivían, como en el Arca de Noé,
en íntimo consorcio con las aves de corral, el perro y el gato»25.
Las chicherías dominaban el paisaje, aún en los sectores más
exclusivos de la ciudad, y los caños olorosos que atravesaban las vías

24 Ibíd. (El subrayado en negrilla es mío).


25 GÓMEZ RESTREPO, Antonio, Op. Cit, p 92. Toda la exposición sobre en el entramado urbano de este período
girará en torno a las apreciaciones de Gómez, excepto en los casos en los que se especifique lo contrario.

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eran los desagües de las viviendas que carecían de todo elemento de


higiene26.
El área central, tenuemente alumbrada por algunos faroles de
gas, sobresalía del resto de las parroquias que ordinariamente se
hallaban sumidas en la más profunda oscuridad, circunstancia que
obligaba a las familias a salir precedidas de una gran lámpara para
evitar los tropiezos del camino.
El cuerpo de serenos, siempre menor a las necesidades de la
población, se limitaba en esencia a las aceras de los almacenes comer-
ciales; y el servicio de coches, prácticamente nulo, adolecía de diver-
sas dificultades que podían explicarse no sólo a causa del costo que
implicaba transportar el carruaje hasta el interior, sino sobre todo,
debido al estado deplorable del empedrado de las calles que impedía
el adecuado funcionamiento de las ruedas27.
La imagen que presentaba la urbe, por consiguiente, era poco
halagadora, especialmente si se pretendía comparar con las capitales
latinoamericanas (las ciudades burguesas de José Luis Romero) que
estaban sufriendo un rápido proceso de entrada a la modernidad.
Las apreciaciones de Charles Saffray corroboran, desde una perspec-
tiva más amplia, esta idea:
Los neo-granadinos se muestran orgullosos de su capital, Santa Fe de
Bogotá; para los que no han viajado es la primera ciudad del mundo.
(…) cuando se le ve desde la llanura, con sus torres y sus campanarios,
creeríase que es una bonita ciudad europea, pero tiene muchas calles
angostas de dudosa limpieza. Como cada cual es libre de edificar a su

26 Ibíd. La mayoría de las casas carecían de cuartos de baño por la falta del acueducto, el cual fue construido
hasta la segunda administración de Rafael Núñez.
27 Ibíd., p.93-94. Estos problemas se solucionaron, en cierta medida, con la adecuación de las primeras
líneas del tranvía y con la instalación del acueducto, pues ambas innovaciones permitieron la «circulación
desembarazada de los carruajes». Sobre esta situación, véase también: ZAMBRANO, Fabio, “De la Atenas
Suramericana a la Bogotá moderna. La construcción de la cultura ciudadana en Bogotá”. En: Revista de
Estudios Sociales, N.° 11. Bogotá: Facultad de Ciencias Sociales Uniandes, (febrero de 2002), s.p.

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antojo, vénse miserables casuchas junto a elegantes edificios, de gran


fachada y vistosos miradores.
En Bogotá no hay comercio de exportación; las importaciones se ha-
cen siempre por el Magdalena. (…)
La industria de Bogotá es casi nula: hasta los artículos que sería más
fácil fabricar en el país, tales como el papel, el jabón y las bujías, se
traen del extranjero a gran costo28.

El denominador común de las descripciones existentes sobre el


entramado bogotano del siglo XIX, es la mención a su permanente
carácter colonial. La clave de este hecho radica –como lo expresó José
Luis Romero– en que la coyuntura de cambio que distinguió a las
urbes que estaban consolidando o iniciando una modernización espa-
cial, no se dio en todas las partes del continente; por el contrario:
Muchas ciudades mantuvieron su aire colonial, apenas modificado por
la adopción gradual de nuevas técnicas. Colonial, en rigor, quería decir
provinciano, y definía, sobre todo, un estilo de vida que resistía a la
adopción de aquellas recetas y fórmulas exteriores que tenían que ver,
sobre todo, con las formas de vida y de convivencia, no por virtud de
determinada sociedad urbana sino, simplemente, por no haber sufrido
los estímulos de la modernización y no haber experimentado los fenó-
menos que transformaron a las ciudades, como el acelerado crecimien-
to demográfico o la formación de nuevas burguesías29.

Lo interesante de todo esto es que la literatura que se nutrió


del mito (y que a la vez lo reforzó) no negaba esas deficiencias, sino
que en contraposición, hacía uso de ellas para recalcar que «si el
exterior bogotano era poco risueño», su interior estaba repleto de
luminosidad30.
El ajetreo social, la erudición de sus habitantes, la sutileza de
sus modales, compensaba con creces tales carencias: «salvado el um-

28 SAFFRAY, Charles, Op. Cit, p. 294-297.


29 ROMERO, José Luis, Op. Cit, p. 339-400. Esta observación la efectúa el historiador argentino tomando
como base las apreciaciones hechas por Pierre D´Espagnat sobre Bogotá.
30 GÓMEZ RESTREPO, Antonio, Op. Cit, p. 96-111.

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Excavando el mito de la Atenas Suramericana

bral de las casas» de la sociedad capitalina todo era «luz, distinción,


cordialidad». Y de hecho, «la gloria de la urbe» residía en haber pro-
ducido «lingüistas como Rufino José Cuervo, Miguel Antonio Caro,
Venancio González Manrique, José Manuel Marroquín», entre otros,
en cuya obra se advertía una «cultura de carácter universal que era más
propia de los humanistas educados en Oxford o Haidelberg»31.
Es más, la mala impresión causada en los escritores foráneos
por «el atraso material del país», era resarcida al percatarse del de-
sarrollo intelectual de sus moradores: los argentinos Miguel Cané y
Martín García Merou, quienes eran oriundos de una república que
para entonces ya disfrutaba de los beneficios del progreso, afirma-
ban, como se colige del texto que se transcribe a continuación, que
hasta el más humilde campesino recitaba las composiciones de los
poetas populares:
El desenvolvimiento intelectual de la sociedad bogotana es de una su-
perioridad incontestable. Colombia ha producido, desde los primeros
días de su vida independiente hasta hoy, poetas galanos, prosistas,
pensadores y hombres de ciencia, de los que á justo título está orgu-
llosa. Es la tierra de la poesía; desde el hombre de mundo, el político,
el militar, hasta el humilde campesino, todos tienen un verso en sus
labios. Todos saben de memoria las composiciones poéticas de los poe-
tas populares32.

Tal era la base del engaño. La realidad de la urbe, en cambio,


demostraba que la situación de la «capital literaria de Sudamérica»,
como llegaron a llamar a Bogotá, se aproximaba más a las sombrías
valoraciones de los contados pero muy petulantes –como lo reseñaba

31 Ibíd. p. 96-111. La transcripción es textual, razón por la cual se optó por no corregir la palabra Haidelberg
por Heidelberg.
32 CANÉ, Miguel, Notas de viaje sobre Venezuela y Colombia. Bogotá: Tercer Mundo, 1992, p. 197-198.

CRITERIOS - Cuadernos de Ciencias Jurídicas y Política Internacional, p. 63-99 77


Adriana María Suárez Mayorga

Antonio Gómez Restrepo– franceses que residieron en la ciudad33.


En 1866, De Gabriac escribió:
En Bogotá no hay sociedad ni reuniones, ni bailes, ni conciertos, ni un
club, ni siquiera un café, ni un salón de lectura; nada, absolutamente
nada: esto es horrible para el viajero; pero es curioso ver una capital de
semejante nulidad. Con todo, la fatuidad de los bogotanos sobrepasa a
cuanto es posible imaginar. No habiendo salido jamás de su tierra, se
figuran de buena fe que su capital es la ciudad más hermosa del mundo
y la llaman la nueva Atenas ... La desorganización de todas las cosas,
la falta de literatura, de ciencias, de arte, de crédito, de comercio, de in-
dustria, de dinero, de caminos, de cultura, y generalmente, de cuanto
constituye la grandeza de los pueblos, habría podido abrumar a gentes
menos convencidas de su importancia; pero los granadinos están muy
satisfechos de sí mismos y de sus instituciones; lo que hace el elogio de
su fuerza moral, de la modestia de sus pretensiones y de la riqueza de
su imaginación …34.

Es pertinente recordar que el impacto que tuvieron estas pala-


bras en la sociedad neogranadina no debe ser menospreciado, prueba
de lo cual es que el propio D´Espagnat objetaba en su libro la tras-
cendencia con la que los bogotanos habían tomado las observaciones
de aquél viajero francés. En su concepto:
Los colombianos han hecho mal en conceder tanta importancia al in-
genio sectario y exuberante del conde de Gabriac. Hubiera sido más
“ático” considerar como un reproche lo que el autor, con mediocre
estilo literario, aspiró a que fuese un retrato. (…)35.

En mi opinión, lo que es importante entender con respecto a


ambas citas –y que es la hipótesis que en investigaciones posteriores
se deberá someter a comprobación– es que el común de la población

33 La cita entre comillas pertenece a: GARCÍA MEROU, Martín, Confidencias literarias. Buenos Aires: 1894.
(Citado por: GÓMEZ RESTREPO, Antonio, Op. Cit, p. 113). En concreto, Gómez afirmaba que el libro de De
Gabriac del cual había extraído esta cita era generalmente señalado como «un ejemplar de petulancia y falta
de comprensión». Véase: Ibíd., p. 121.
34 DE GABRIAC, Promenade a travers l´Amerique du Sud. París, 1868. (Citado por: Ibíd.). El subrayado en
negrilla pertenece al original.
35 D´ESPAGNAT, Pierre, Op. Cit, p. 96. El subrayado en negrilla es mío.

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Excavando el mito de la Atenas Suramericana

bogotana era efectivamente como la describía el noble galo, pero


sus ciudadanos, es decir, los pocos que por ley efectivamente tenían
derecho a la ciudadanía (hombres educados capaces de utilizar su
raciocinio para tomar parte de los debates públicos), no36.
Inclusive, si bien es cierto que algunos de los intelectuales más re-
conocidos de la oligarquía jamás pasaron la frontera de la Sabana, tam-
bién lo es que otros vivieron en numerosas ocasiones en el exterior37.
En lo que sí tenía razón De Gabriac, empero, era en que la exi-
gencia del cosmopolitismo (criterio cardinal en la formación de una
nación civilizada) debió ser alcanzada, por los pocos bogotanos que
sabían leer, a través de la lectura38.
En tal sentido, la interpretación que aquí se propone es que fue
la élite, es decir, esa pequeña minoría que encajaba con los requeri-
mientos de la nueva condición moderna, que reunía los requisitos
para hacer parte de ese naciente estadio al que había ingresado la
humanidad (pero no la humanidad en su conjunto, sino la que se de-
claraba abiertamente como civilizada), la que además de beneficiarse
del mito, también lo legitimó.
Las agudas observaciones de Pierre D´Espagnat acerca de la pobla-
ción capitalina pueden ser útiles para dar luces sobre esta situación:
A pesar de sus ciento treinta mil habitantes, Bogotá no cuenta más que
con una clase dirigente, más bien restringida. Fenómeno frecuente en aquellos

36 ALJOVÍN DE LOSADA, Cristóbal, Caudillos y constituciones. Perú: 1821-1845. Lima: Fondo de Cultura
Económica, 2000, p. 116-130. Es preciso recordar que la Constitución de 1886 estipulaba que «sólo los
ciudadanos que supieran leer y escribir o tuvieran una renta anual de quinientos pesos o propiedad inmueble
de mil quinientos votarían para Electores y elegirían directamente Representantes». Ver: Artículo 172 y 173
del Título XVII. En: REPÚBLICA DE COLOMBIA, Constitución Política de la República de Colombia, 1886.
Bogotá: Litografía Arco, 1985, p. 27.
37 Tal es el caso de Santiago Pérez Triana quién vivió en Londres durante sus últimos años y de Alberto Urda-
neta, quién estudió pintura en París. Ver: GÓMEZ RESTREPO, Antonio, Op. Cit, p. 115-116.
38 El caso más paradigmático de ese “sedentarismo acérrimo” es el de Miguel Antonio Caro (1843-1909),
presidente de la República entre 1892 y 1898, cuya vida transcurrió entre las montañas bogotanas. Ver:
POSADA GARCÍA-PEÑA, Roberto (Director), Presidentes de Colombia, 1810-1994. En: Revista Credencial
Historia, (agosto de 1990), p. 10.

CRITERIOS - Cuadernos de Ciencias Jurídicas y Política Internacional, p. 63-99 79


Adriana María Suárez Mayorga

pueblos en los que el acceso al saber está limitado y que, por otra parte, éste no
se presenta al buen sentido, un poco anquilosado, de la baja clase media,
como la meta suprema y ambicionada. Hay en toda esta gente, que sólo
parece estar ahí para que se puedan añadir ceros a las cifras de las estadísti-
cas, una masa innumerable que no cuenta, que nada posee, cuyos medios
de subsistencia me parecen problemáticos y que llena con su desamparado
far niente los arrabales mal definidos que confinan con el campo. Todos
los negocios, toda la política, todo el arte, en una palabra, toda la vida de Bogotá
que piensa y que actúa, como sucede en varias de estas repúblicas suramericanas
–por fuerzas oligárquicas– se concentra en las manos de unas cincuenta familias
conservadoras que arrebataron esta misión directiva a otras tantas familias
liberales y que, en espera de los designios de la Providencia, representan al
país ante él mismo y ante el extranjero y constituyen la fachada de Colombia39.

En cualquier caso, vale la pena advertir que, más allá del mé-
todo empleado para la consecución del «estilo retórico» propio de
la modernidad40, el horizonte cultural de la ciudad tampoco fue tan
estrecho como De Gabriac lo expresaba. Las prácticas culturales de
cuño moderno (bailes, espectáculos teatrales, etc.) existieron, así
fuera en una proporción más reducida a la que se observaba en otros
lugares del continente.
La peculiaridad de la situación percibida en el espacio urbano de
Bogotá es que esas manifestaciones permanecieron restringidas a un
sector de la sociedad que asentó su hegemonía precisamente en los
símbolos que reforzaban dicha segregación. Los dos ejemplos que se
mencionan a continuación ayudarán a esclarecer esta premisa.

Los modos de la exclusión

Las reuniones más célebres de la capa alta capitalina giraron al-


rededor de la música. En 1887, diez acaudalados bogotanos, encabe-

39 D´ESPAGNAT, Pierre, Op. Cit, p. 78-79. El subrayado en negrilla es original del autor, pero las frases resal-
tadas en cursiva son mías.
40 El término entre comillas pertenece a: TENORIO TRILLO, Mauricio, Artilugio de la nación moderna. México
en las exposiciones universales, 1880-1930. México: Fondo de Cultura Económica, 1998, p. 37.

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Excavando el mito de la Atenas Suramericana

zados por Luis Soto Landínez –patriarca de la estirpe Soto del Co-
rral41– organizaron el baile de los diez, una fiesta de gran magnitud que
se llevó a cabo en la «mansión» de doña Bernardina Santamaría de
Restrepo, localizada en el número 100 de la calle 12 (Imagen 1)42.
Imagen 1

En la publicación en la cual se encuentra esta foto, se observa un pie de página que dice lo siguiente: “Grupo tomado en la
casa N.° 100 de la calle 12, en donde se efectuó el baile. De izquierda a derecha, de pies: don Pedro Carlos Manrique, don
Carlos Pardo, don Antonio Samper Uribe, don Carlos A. O´Leary y don Custodio Laverde Guzmán; sentados: don Daniel
Valenzuela, don Santiago Grajales, don Nicolás Gómez Saiz, don Luis Soto Landínez y don Luis Vargas 43.

La residencia había sido tomada en arriendo con dos meses de an-


ticipación, tiempo necesario para que cada uno de los organizadores
engalanaran los salones en donde se situarían los invitados de acuer-

41 Luis Soto Landínez creó con sus hijos la firma de propiedad raíz Soto & Cía, fundamental en la urbanización de
la capital durante la primera mitad del siglo XX. Para profundizar en el vínculo de este linaje con el proceso de
modernización de Bogotá, véase: SUÁREZ MAYORGA, Adriana María, La ciudad de los elegidos… Op. Cit.
42 CUERVO, Luis Augusto, “Conferencia sobre los bailes de antaño dictada por Luis Augusto Cuervo en el Tea-
tro Colón el 14 de Octubre de 1938”. En: FAMILIA SOTO LANDÍNEZ, Luis Soto Landínez, 1856-1956. Bogotá:
Antares, 1956, p. 7-8. El empleo del término mansión para describir la casa de doña Bernardina Santamaría
es del propio Luis Augusto Cuervo. En el espacio urbano bogotano, la mansión era una casa de grandes
dimensiones que denotaba, tanto en su exterior como en su interior, un gran lujo. No puedo precisar con
exactitud si el término es sinónimo de los palacios utilizados por los grupos más ricos de Lima, Buenos
Aires, o México D. F., pero tiendo a creer que sí. Se agradecen, nuevamente, las observaciones efectuadas
sobre este punto por el doctor Betancourt.
43 Ver: FAMILIA SOTO LANDÍNEZ, Op. Cit, p. 9.

CRITERIOS - Cuadernos de Ciencias Jurídicas y Política Internacional, p. 63-99 81


Adriana María Suárez Mayorga

do a la temática de su preferencia: muebles antiguos, alfombras


orientales, espejos venecianos, cuadros de escuelas europeas, obras
de Gregorio Vázquez de Arce y Ceballos, bronces, cristales y «valio-
sos recuerdos del ya lejano tiempo de la colonia y del aún reciente de
la emancipación y la república», eran parte de la decoración44.
El 4 de julio de ese año, la «calle de la Rosa Blanca presentaba
a las diez de la noche una exhibición propia de los sitios reales de
Europa. Entre dos filas de soldados, vestidos de parada, con uni-
forme determinado expresamente para aquella fiesta y en medio de
grandes faroles que iluminaban las diferentes avenidas», se extendía
una «ancha alfombra, tendida sobre el enlozado y el quicio de la
puerta»45.
El zaguán de la casa «había sido dividido por una amplia y
ondulada cortina, a cuyos lados estaban de pie, dos hombres de pie-
dra que presentaban las armas». Al entrar los comensales, ésta «se
descorría rápidamente en dos partes» para dar paso a la orquesta, la
cual estaba compuesta por veinte artistas que con semanas de anti-
cipación, habían ensayado «siete u ocho piezas nuevas que debían
escucharse allí por primera vez»46.
En este tipo de celebraciones siempre se recurría a la gastrono-
mía para denotar su magnificencia. El rito de los atenienses bogota-
nos (la mencionada élite ilustrada que cumplía con las condiciones
necesarias para poder pertenecer a semejante categoría) consistía en
ofrecer una taza de té acompañada de «todos los refinamientos de
la pastelería» capitalina. Tras ese aperitivo, se servía una mesa de
helados, sorbetes, ponches, champaña, entre otras «invenciones so-
poríferas», que eran el abrebocas para la cena de la madrugada:

44 Ibíd.
45 Ibíd., p. 11.
46 Ibíd.

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Excavando el mito de la Atenas Suramericana

El caldo de carne, o sea la quintaesencia de algún hermoso par de


ejemplares de la raza Durham, y los mejores vinos que al país [arri-
baban], eran las bebidas principales. El comedor rivalizaba casi con el
salón central. Lo adornaban franjas, festones y coronas; pero su belleza
la daba un juego inteligente de colores, en que los nacionales, en forma
de mil banderas, predominaban graciosamente47.

En todos los bailes que organizó la oligarquía capitalina el pro-


cedimiento siempre fue el mismo; quizás lo que podía variar era el
horario en que se suministraban los distintos banquetes, aunque el
protocolo estipulaba que la comida más abundante tenía que disfru-
tarse pasada la medianoche.
Es innegable entonces que el propósito del ritual dependía de
la precisión con que se materializaran los detalles: el acondiciona-
miento del escenario, así como la obediencia a las pautas de compor-
tamiento que implícitamente imponía, fue lo que garantizó que el
proceso de jerarquización social resultara exitoso48.
La segunda práctica de exclusión que se quiere mencionar está
relacionada con el público que frecuentaba las galas teatrales. Lo que
certifica la literatura sobre la materia es que a raíz del estreno de la
temporada de ópera, fue recurrente que un sector de la prensa reto-
mara el discurso decimonónico que consideraba al teatro como un
elemento civilizador para pedir que, como un derecho a la igualdad,

47 Ibíd., p. 11-12. Los socios del Gun Club también celebraron un baile de estas características en 1896. Este
evento fue prácticamente idéntico al que se narró, con la diferencia de que fue llevado a cabo en el “Teatro”
(posiblemente el Colón). Ver: GUN CLUB, Historia del Gun Club de Bogotá, 1882-1992. Bogotá: Litografía
Arco, 1983, p. 70-71. Por cierto, esta misma entidad celebró en 1910 un banquete para despedir al General
González Valencia de su mandato presidencial que contó con los mismos ingredientes. Ver: El Gráfico, N.°
4. Bogotá, (13 de agosto de 1910), p. 30.
48 Haciendo un paralelo con el medio actual, el significado que adquieren esas normas de conducta es prác-
ticamente el mismo que adopta para los Kung San del desierto de Kalahari insultar la carne cuando un
cazador regresa con una buena caza. En esta cultura, de acuerdo con los planteamientos de Giddens, las
«piezas que ha cobrado son denigradas por el resto de la comunidad» a través de la indiferencia o la ironía,
pues lo que se busca es que el «cazador muestre modestia respecto a sus habilidades y menosprecie
sus logros». Ver: GIDDENS, Anthony, “Vivir en una sociedad postradicional”. En: ULRICH, Beck, Anthony
GIDDENS y Scott LASH, Modernización reflexiva: política, tradición y estética en el orden social moderno.
Madrid: Alianza, 1997, p. 81.

CRITERIOS - Cuadernos de Ciencias Jurídicas y Política Internacional, p. 63-99 83


Adriana María Suárez Mayorga

la totalidad de los concurrentes a la función pudieran gozar de los


mismos beneficios49.
La publicación que lideró esta petición fue la Revista de Colom-
bia, la cual declaraba que la manera más adecuada de democratizar
el espectáculo era mediante la erradicación de dicho género, ya que
desde su llegada al país los recintos que brindaban esta distracción se
habían circunscrito exclusivamente a la aristocracia50.
La reacción de los defensores de la ópera fue inmediata: par-
tiendo de la premisa de que el territorio colombiano debía estar a
la altura de las naciones occidentales más adelantadas, argüían que
su difusión por toda la geografía patria era el camino indicado para
progresar. Es por ello que el gobierno debía estimular la presentación
de compañías locales e internacionales que educaran a la población,
pues era consabido que la música se consideraba el mecanismo más
apropiado para suavizar las costumbres de los habitantes51.
El panorama ostentado por las edificaciones que albergaban
esta clase de repertorio denotaba, no obstante, que aquél argumento
era pura retórica: el Teatro Nacional no había sido erigido con una
finalidad pedagógica, dado que el «pueblo» no era admitido en él,
ni siquiera haciendo parte de la ornamentación; en efecto, cuando

49 La solicitud básicamente se enfocaba en que «todos pudieran entrar por la misma puerta y pagar el mismo
precio, pues en Colombia estaba ocurriendo que “los pobres” debían “entrar por la puerta distinta a la
galería alta i estar allí reclusos como la ‘jente de color’ en los teatros de Estados Unidos”». Ver: LAMUS
OBREGÓN, Marina, Teatro en Colombia, 1831-1886. Bogotá: Ariel Historia, 1998, p. 64.
50 La ópera es «para las personas de esquisito gusto o de conocimientos en música; i estas personas forman
un estrecho círculo en Bogotá». Ver: Revista de Colombia, N.° 5. Bogotá, (27 de mayo de 1869), p. 101.
Citado por: LAMUS OBREGÓN, Marina, Op. Cit, p. 65.
51 Ibíd., p. 67. La tesis de esta autora es que durante todo el XIX el anhelo de la clase alta bogotana fue orga-
nizar y configurar un teatro nacional y profesional, pero la ineficacia del Estado propició que la iniciativa
privada –igual que sucedió con el sistema bancario– fuera la que tomara las riendas de la práctica teatral
a través de la creación de compañías dramáticas y de la construcción de edificios. Ver: Ibíd., p. 73. Con
respecto a lo anterior, cabe señalar que la construcción del Teatro Municipal fue llevada a cabo por Jorge W.
Price, miembro de la junta delegataria del Banco de Bogotá en 1891, quien importó los decorados del exte-
rior gracias a una transacción efectuada por la compañía de Luis Soto Landínez. Ver: SUÁREZ MAYORGA,
Adriana María, La escenificación del poder …, Op. Cit.

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Excavando el mito de la Atenas Suramericana

el presidente Rafael Núñez vio el primer boceto que el maestro flo-


rentino Annibale Gatti había diseñado para el telón de boca (el cual
incluía dos grupos de campesinos con ruanas y sombreros, uno a
la izquierda con ademanes de tener curiosidad y otro a la derecha
entremezclado con un grupo de músicos), lo desechó diciendo que
era una falta de respeto puesto que lo que él quería eran «figuras más
decorativas»52.
En este contexto, cabe apuntar que el Teatro Lleras fue, al me-
nos en su etapa inicial, el lugar por antonomasia de esa dinámica se-
gregadora; su fundador, Lorenzo María Lleras, lo mandó construir
en los predios del colegio del Espíritu Santo porque «la esperiencia
había probado en el Colegio de Hazelwood en Inglaterra, i en otros
colegios europeos, que nada contribuía tanto a fijar las palabras i las
frases de una lengua estrangera en la memoria de los niños, ni á dar-
les una pronunciación tan perfecta i clara, como las representaciones
dramáticas»53.
Lo que al respecto interesa resaltar es que, como era de espe-
rarse, el círculo de asistentes a este sitio estaba limitado a las familias
de los alumnos, la capa alta bogotana y los funcionarios extranjeros
acreditados ante las autoridades estatales, es decir, a aquellos que
podían deleitarse con la obra cuando se representaba en su idioma
original.
En resumen, la Atenas Suramericana manifestaba así, a la luz
de ambos ritos, un discurso exclusivista que estaba estrechamente

52 Esta anécdota se encuentra en: LAMUS OBREGÓN, Marina, Op. Cit, p. 108.
53 Editorial de la Crónica Mensual del Colegio del Espíritu Santo, N.° 13. Bogotá, (julio de 1848), p. 1. (Citado
por: Ibíd., p. 111). Este escenario se inaugura en 1848, se cierra en noviembre de 1851 y en julio de 1853
vuelve a abrirse al público. Para conocer un análisis sobre el público capitalino que asistía al teatro entre
1810 y 1828 véase: LOMNÉ, George, La patria en representación. Una escena y sus públicos: Santa Fe de
Bogotá, 1820-1823. En: GUERRA, François-Xavier y Annick LEMPÉRIÈRE (et ál.), Los espacios públicos en
Iberoamérica. Ambigüedades y problemas. Siglos XVIII-XIX. México: Fondo de Cultura Económica, 1998, p.
321-337.

CRITERIOS - Cuadernos de Ciencias Jurídicas y Política Internacional, p. 63-99 85


Adriana María Suárez Mayorga

vinculado a la práctica moderna de la ciudadanía. Lo que todavía


resta por explorar es quién acuñó tal apelativo; quién, en última ins-
tancia –como el Dr. Frankenstein que crea al monstruo–, dio vida
al mito54.

La identidad propia surge de la mirada del otro

En la historiografía contemporánea no existe un acuerdo acerca


de cuándo, cómo, o quién definió a Bogotá a partir del término Ate-
nas Suramericana55; sin embargo, en lo que sí concuerdan todas las
versiones hasta ahora encontradas es que ese nombre, palabras más,
palabras menos, «fue ocurrencia de extranjeros»56.
La tesis de Carlos Rincón, por ejemplo, es que el «bautismo
de Bogotá» presentó dos fases: la primera, de traducción y de apro-
piación, tuvo lugar paralelamente a la consolidación de París como
capital europea del siglo XIX. La figura que cumplió un rol trascen-
dental dentro de este ámbito fue Eliseo Reclus, un lector apasionado
de Alexander von Humboldt y discípulo de Karl Ritter, quien du-
rante dos años (empezando en agosto de 1855) estuvo involucrado

54 La referencia a Mary Shelley no es gratuita, pues el historiador mexicano Mauricio Tenorio Trillo utiliza la
metáfora del monstruo para referirse a la urbe moderna. Ver: TENORIO TRILLO, Mauricio, El Urbanista.
México: Fondo de Cultura Económica, 2004, p. 211.
55 En un artículo publicado en la Revista Diners titulado “Los mitos nacionales” se afirma –de acuerdo a la
investigación realizada por Luis Hernando Aristizábal–, que el apelativo de Atenas Suramericana no fue utili-
zado por primera vez ni por Miguel Cané, ni por Pierre D´Éspagnat, ni por Charles Saffray, sino por «el poeta
santafereño Francisco Antonio Vélez Ladrón de Guevara (1721-1781), quien en una de sus décimas decía:
“Traer a Santafé oradores, Atenas de tantos sabios”». La referencia a este autor sólo se ha encontrado en
este escrito, pero de todas formas vale la pena tener en cuenta este dato para estudios posteriores. Ver: AL-
JURE, Luis Carlos y RUIZ, Claudia Angélica, Los mitos nacionales. En: Revista Diners, www.revistadiners.
com.co/noticia.php3?nt=5460
56 «Eso fue ocurrencia de extranjeros, pero no de bogotanos, quienes siempre se han sonreído ante tan
exorbitante calificativo, porque aquí se halla muy desarrollado el sentido de lo ridículo y este pueblo es más
burlón que cándido». Véase: GÓMEZ RESTREPO, Antonio, Op. Cit, p. 122. Gómez asevera que fue Reclus.
Es evidente que este autor olvida que para los historiadores bogotanos la Atenas Suramericana era todo,
excepto un chiste.

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Excavando el mito de la Atenas Suramericana

en un «proyecto de colonización y exploración geográfica» en la Sie-


rra Nevada de Santa Marta57.
En febrero de 1864 este francés publicó un artículo en la presti-
giosa Revue de deux mondes, en donde observaba que cada país que-
ría tener su propia Atenas: la América anglosajona la presumía en
Boston, mientras que el «continente colombiano» estaba orgulloso
de tener muchas, siendo las dos principales («una en el medio y otra
en el norte»), Buenos Aires y Bogotá58.
Tres años después de esta afirmación, José María Vergara y Ver-
gara sacó a la luz el segundo volumen de su Historia de la literatura
en Nueva Granada, texto en el cual resaltaba –sin hacer mención di-
recta a su autor– que «un ilustrado viajero» había expresado con ese
calificativo profunda admiración por la cultura de los bogotanos:
In the context of an open controversy concerning the Liberal
government’s education policy, Vergara invoked ‘the thirst for lear-
ning of Bogotá’s people’ to create hypostasis of this attribute giving an
ontological status of identity: the people –the inhabitants– of Bogotá
are the ‘Athenians of South America’59.

57 RINCÓN, Carlos, “Athens of South America”. En: Harvard Review of Latin America. United States, spring,
2003, p. 37. Tras su regreso a Francia, Reclus se convirtió en redactor de guías turísticas para la editorial
Hachette (1860). Este autor agrega que aquél nunca vivió en ninguna de las dos ciudades y que posible-
mente el nombre de la segunda salió de su pluma «because of the contagious homophony in French be-
tween the vowels of Boston and Bogotá». Véase: RINCÓN, Carlos, Op. Cit, p. 37.
58 Ibíd. La fecha de 1864 puede ser inexacta por unos años más o menos, según conversaciones personales
con especialistas en literatura neogranadina. Empero, en lo que sí existe un acuerdo es que el artículo se
publicó durante la década de 1860. Por otra parte, algunos autores –como Fabio Zambrano– le atribuyen
a Menéndez Pelayo el origen del calificativo, pero cuando este español expresó que “la cultura literaria de
Santa Fe de Bogotá, destinada a ser con el tiempo la Atenas de América del Sur, es tan antigua como la
conquista misma”, hacía casi treinta años que Reclus había publicado su artículo. La cita se encuentra en:
ZAMBRANO, Fabio, Op. Cit, p. 3.
59 RINCÓN, Carlos, Op. Cit, p. 37. No sorprende esta omisión si se tiene en cuenta que en esta obra Vergara
criticaba fuertemente a aquellos escritores que intentaron buscar otra tutela literaria –francesa e inglesa en
particular– diferente a la española. Sobre este punto, véase: PADILLA, Iván, Del olvido a la memoria históri-
ca: problemas de la historia del teatro en Colombia. En: Leer la historia: caminos a la historia de la literatura
colombiana. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas, Departamento de
Literatura, 2007, p. 109-162.

CRITERIOS - Cuadernos de Ciencias Jurídicas y Política Internacional, p. 63-99 87


Adriana María Suárez Mayorga

En relación con este punto, llaman la atención dos cosas: la


primera, que el escritor neogranadino ignorara u omitiera el hecho
de que existieran diferentes urbes en el continente con un alias se-
mejante; y la segunda, que de todas las ciudades que estuvieron en-
globadas dentro de esa clasificación, la única que hubiera reclamado
el apodo como suyo fuera la capital colombiana.
La segunda etapa se cristalizó –siguiendo a Rincón– en la déca-
da de 1880, cuando el conocimiento se constituyó en el patrimonio
de unos pocos; desde el inicio de la centuria, los letrados del hemis-
ferio intuían que la aspiración de las nacientes repúblicas de alcanzar
la senda del progreso dependía de la eficacia con la que lograran
articular socialmente sus territorios.
La consecución de este objetivo, según lo expresaban, estaba
supeditada tanto a la construcción de una extensa red de comunica-
ciones (líneas férreas, carreteras, etc.), como a la formación de cor-
poraciones científicas y academias60; sin embargo, lo que advierte
Rincón al examinar la esfera local es que desde su génesis la «Aca-
demia Colombiana de la Lengua fue precisamente lo opuesto a un
proyecto político-cultural». En el transcurso de aquel decenio, la
«invención de la tradición» se basó en «establecer vínculos de iden-
tidad permanentes entre Colombia y la España de Felipe IV y la
Restauración»61.

60 Sobre esta cuestión, véase: RAMA, Ángel, Op. Cit, capítulo IV; y ALJOVÍN DE LOSADA, Cristóbal, Op. Cit, p.
130. Los arreglos para la creación de la Academia Colombiana de la Lengua se iniciaron bajo el gobierno de
Eustorgio Salgar. La junta preparativa estuvo conformada por los bogotanos José María Vergara y Vergara,
Miguel Antonio Caro y José Manuel Marroquín (remitirse a la Tabla 1 de los anexos). Ver: IBÁÑEZ, Pedro
María, Crónicas de Bogotá. Tomo IV. Bogotá: Imprenta Nacional, 1923, capítulo LXIX-LXX. La fundación de
la Academia además coincidió con un fomento a los estudios filológicos y gramaticales, el cual se vio refle-
jado especialmente en la publicación de la Revista de Bogotá y del Repertorio Colombiano. Al respecto, ver:
GÓMEZ RESTREPO, Antonio, Op. Cit, p. 110. Finalmente, cabe mencionar que a fines del siglo XIX también
se conformaron instituciones tales como la Sociedad Colombiana de Ingenieros, en 1887 y la Academia
Nacional de Medicina, en 1891 (Tabla 2 de los anexos).
61 RINCÓN, Carlos, Op. Cit, p. 38. (El encomillado es mío).

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Excavando el mito de la Atenas Suramericana

En tal dirección, lo que concluye dicho autor es que la celebrada


proclamación de Bogotá como la Atenas Suramericana (sin duda
aunada, a mi juicio, al acontecimiento de su consagración al Sagra-
do Corazón de Jesús en 189262) implícitamente significaba la fanta-
sía de fundirse con la madre patria «en concordancia con su propio
[programa] de dominación sociopolítica»63, tesis que se refuerza aún
más si se toma en consideración que la elección de las personas que
representaban la voluntad popular en materia urbanística permane-
ció restringida a una minoría que, para ser llamada como tal, debió
poseer al menos el requisito de la alfabetización64.
No es producto de la casualidad, pues, que las escasas pero dicien-
tes estadísticas que hay sobre tasas de escolaridad para fines del siglo
XIX y comienzos del XX (téngase en cuenta que sólo hasta el censo de
1912 se pregunta específicamente por el conocimiento que tienen los
colombianos de la lectura y de la escritura), demuestran que para estos
años la mayoría de los habitantes no sabían ni leer ni escribir, cifra que
fue ampliamente aprovechada por la oligarquía como si se tratara, me-
tafóricamente hablando, de una suerte de selección natural65.
Incluso, como ha sido comprobado por diversos análisis, esa
misma élite ciertamente conocía las implicaciones científicas de esa
selección, prueba de lo cual es que en la prensa frecuentemente salían
artículos relacionados con el tema. Uno de ellos decía lo siguiente:
Inferioridad de la raza. El color de la piel es de café y leche muy oscuro,
y en algunas tribus de hollín desleído; los cabellos son negros, duros
y muy espesos, no lanosos. El pelo de la barba es del mismo color,
tienen la frente hundida para atrás, lo demás del rostro llano; los ojos

62 SUÁREZ MAYORGA, Adriana María, La escenificación del poder …, Op. Cit, p. 59.
63 RINCÓN, Carlos, Op. Cit, p. 38.
64 Para saber bajo qué parámetros se llevó a cabo el proceso de elección de cabildantes municipales a finales
del siglo XIX, véase: SUÁREZ MAYORGA, Adriana María, La escenificacación … , Op. Cit.
65 Remitirse a la Tabla 3 de los anexos para conocer las estadísticas de alfabetización a las que se está alu-
diendo.

CRITERIOS - Cuadernos de Ciencias Jurídicas y Política Internacional, p. 63-99 89


Adriana María Suárez Mayorga

negros y apartados; la nariz ancha y remachada; la boca salediza, con


los labios muy gruesos, los dientes un tanto proclives pero de buen
esmalte; el ángulo facial de 61 a 65 grados. Los más de ellos son vellu-
dos; sus brazos muy largos; sus piernas aún más largas y delgadas; su
complexión por lo común flaca y encorvada. Mr. Bory de Saint-Vicent
ha opinado que esta rama es el tránsito entre el género de hombre y los
géneros de Orang-utang y Gibon66.

La cláusula del analfabetismo, por ende, fue uno de los meca-


nismos de segregación social más importantes durante el período en
estudio, convirtiéndose así en una señal inequívoca –por encima de
la solvencia económica– del mito fundacional de la Atenas Surameri-
cana67. Y esto es lo que explica, en síntesis, que la automonumentali-
zación (para usar el término de Rincón) de la urbe como un recinto
de sabiduría certificara la imposición de una sociedad férreamente
jerarquizada que, en mi concepto, progresivamente fue construyen-
do una barricada contra la transformación sociopolítica que era co-
rrelativa a la experiencia de la modernidad68.

El planteamiento final

La inquietud recurrente que D´Espagnat reflejaba en su escri-


to era establecer cuál podía ser el alma de Bogotá; en diferentes
apartes, él la calificaba a partir de la herencia hispánica que le había
dado origen, siendo precisamente esa relación con su pasado lo que
le otorgaba a la capital neogranadina un carácter especial:
(…) después de desprenderme de la primera sensación de desconcierto,
trato de precisar, de concretar las primeras impresiones que me pro-
duce esta ciudad tan curiosa. Tengo ya la presunción de preguntarme

66 El Recopilador, N.° 1. Bogotá, (31 de enero de 1885), p. 1.


67 Indiscutiblemente la posición de la élite también dependía de su capacidad para establecer negocios de tipo
comercial o industrial, pero éste no fue el factor de mayor importancia.
68 RINCÓN, Carlos, Op. Cit, p. 35. Este argumento es la tesis más fuerte de Rincón, aunque habría que agregar
que en Hispanoamérica tampoco todos los países estaban abiertos (aunque por causas distintas) a ese
proceso. El término en cursiva también es de este autor.

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Excavando el mito de la Atenas Suramericana

cuál pueda ser el estado de alma de gentes tan desgraciadas o tan afor-
tunadas, como se quiera, para vivir a dos mil seiscientos metros sobre
el nivel del mar y a mil ochocientas leguas del bulevar. (…)
Tiene esta ciudad esa aureola del pasado tan sugestivo para los aficio-
nados a la meditación, esa atmósfera de silencio y de fe que expresaba
mejor, sí, mucho mejor, el antiguo nombre de la capital: Santafé de
Bogotá. Y también se debe a ese hálito de historia, de leyenda heroica
que parece revivir en cada vibración lenta, triste, claustral, de las cam-
panas (…).
Con frecuencia al alzar de los paseos se detiene la mirada en algunos
de esos techos, legado de los conquistadores, que son los restos, los
vestigios un poco sombríos, un poco empañados por la pátina de los
siglos (…) y sea en el Banco, en el Correo o en la encantadora Capilla
del Sagrario, todas estas muestras de arte perpetúan algo que se quedó
ahí del alma de la noble España, el perfume de Castilla, del que esos
viejos salones no han podido desprenderse69.

Lo curioso de todo esto es que esa preocupación fue la misma


que una década después, hacia 1910, alimentaba las páginas de la
Revista El Gráfico, publicación periódica que para ese entonces se
había especializado en elaborar artículos que estuvieran a tono con
la celebración del primer centenario de la Independencia.
Lo sorprendente de dicha reseña era, no obstante, que la des-
cripción que en ella se hacía del alma bogotana resultaba, en com-
paración con el contexto continental, absolutamente paradójica:
mientras en otras urbes hispanoamericanas (aunque en especial, en
comparación con Buenos Aires y México, D. F., paradigmas de la
modernidad en los territorios que habían pertenecido a la América
peninsular) París era el modelo a seguir, Bogotá se seguía caracteri-
zando por mantener su filiación con el imperio español:
Toda ciudad tiene un alma, para la formación de la cual han ido ha-
ciendo aportaciones insensibles los habitantes desde antaño hasta el

69 D´ESPAGNAT, Pierre, Op. Cit, p. 74, 76 y 89, respectivamente.

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Adriana María Suárez Mayorga

presente y cuya influencia irresistible va moldeando á su vez el alma de


aquellos habitantes á imagen y semejanza de la ciudad misma. Se sabe
que el alma de Roma es evocadora é intuitiva. La de París es frívola
y exhibicionista. La síntesis del alma somnolente de Yecla dicen que
está en la quejumbrosa monodía de sus campanarios. Bruselas es fami-
liar. Venecia vive inamorata. En Brujas, la ciudad silenciosa que se mira
en el espejo de sus aguas muertas “florece la vara poética que llevan
todas las manos cultas”, dice José Ingegnieros.
El alma de Bogotá es como sería la de una hermosa y rara mujer que
llevara sangre de príncipes aborígenes esclavos de la fantasía y sangre de
crueles pero valientes aventureros en cuya parentela tuvieron la poca o
mucha fortuna de figurar, aunque lejanamente, Séneca El Estoico y Bivar
el Campeador70.

El espíritu de la urbe que ingresaba a la nueva centuria era, de


acuerdo a lo que se estipulaba en la cita anterior, mestizo; término
que no hacía referencia al proceso lógico de hibridación que había
distinguido a las ciudades modernas del continente (bien fuera, como
en el caso mexicano, a través de la combinación de las tendencias y
de las técnicas francesas con el enaltecimiento del legado azteca, o
bien, como en el caso argentino, a través de la unión de los porteños
–lo cual implicaba a su vez la exterminación de los bárbaros incivi-
lizados que vivían en las pampas– con los inmigrantes extranjeros),
sino a la permanencia de un statu quo anterior a la modernidad.
En el discurso exteriorizado por la publicación, ninguno de
los dos escenarios mencionados era posible: la condición mestiza a
la que se estaba aludiendo era, justamente, producto de la fusión
–característica del siglo XVIII– del peninsular (o del criollo) con el
indio, atributo que para el mundo moderno, pero en especial, para
la esfera latinoamericana, era el locus por antonomasia del atraso ma-
terial y cultural.

70 El Gráfico, N.° 2. Bogotá, (31 de julio de 1910), p. 1. (El subrayado en negrilla es mío).

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Excavando el mito de la Atenas Suramericana

Es por ello que, si la idea de una nación moderna difícilmente


podía ser concebida sin su tipología retórica, si al configurar «una
ideología nacionalista, las distinciones entre forma y contenido des-
aparecían, y sobre todo, si las llamadas “comunidades imaginadas”
del siglo XIX eran, como la modernidad cultural misma, cuestión
de forma, de estilo», lo que denotaba la construcción de la identidad
colombiana –encarnada en su capital– era que no sólo estaba susten-
tada en una imagen creada desde la mirada del otro, sino que además
se identificaba con un porcentaje mínimo de la población71.
En otras palabras, lo que dejan entrever las fuentes es que nues-
tra nacionalidad cimentó su identidad en un único elemento –la cul-
tura, manifestada en la alfabetización, las buenas maneras, etc.- que
reforzó e incluso, incitó la segregación social72.
La élite civilizada precisaba para sobrevivir alejarse de la barba-
rie, diferenciarse del común: lengua, literatura e historia se fundie-
ron en un mismo poder para marcar la distancia73.
El mito, pese a no ser una invención de los bogotanos, fue su
legitimación. Un mito que, contradictoriamente, era la antítesis de
lo que en el siglo XIX caracterizaba a una nación74.

71 Las citas pertenecen a: TENORIO TRILLO, Mauricio, Artilugio de la nación moderna …, Op. Cit.
72 Ejemplos de la importancia que tenían estos elementos dentro de la sociedad capitalina abundan en las
publicaciones de la época; por citar uno de ellos: “¿De veras ha estado usted en la escuela ó tiene escuela?
Si por escuela se entiende la casa en que se enseña a leer y a escribir a los niños, o la destinada a varias
enseñanzas facultativas, su lenguaje, sus maneras, y sobre todo, la redacción de su renuncia, revelan
claramente que usted no puso los pies nunca en un edificio de aquellos”. Ver: El Recopilador, N.° 1. Bogotá,
(31 de enero de 1885), p. 3.
73 Miguel Antonio Caro fue, nuevamente, el pilar de esa unión. El primer paso que dio la Municipalidad para
resaltar el valor de la Historia en el desarrollo de las naciones civilizadas fue crear el Archivo Municipal en
1892, oficina que se quemó en el incendio de Las Galerías (hoy el edificio donde se ubica la Alcaldía Mayor
de Bogotá). Sobre este punto remitirse a: Acuerdo número 3 de 1892. En: Concejo de Bogotá, Acuerdos
expedidos por el Consejo Municipal de Bogotá, 1891 a 1896. Bogotá: Imprenta Nacional, 1897, p. 82-84.
74 La tesis doctoral de Anna Jagdmaman aborda el problema del mapa como símbolo nacional. El análisis de
los atlas colombianos desde el siglo XIX hasta el siglo XX la facultan para afirmar que la imagen de la nación
colombiana (sin que la representación en sí fuera realmente nacional) se creó a partir de un juego binario
entre centro y periferia, en donde el centro (es decir, el territorio andino) fue el eje de la nacionalidad. En
relación con este planteamiento, lo que aquí se insinúa es que ese centro tuvo como médula a Bogotá. Esta
tesis se conoció como borrador gracias a la autora, pero se desconoce si ya fue publicada en Alemania.

CRITERIOS - Cuadernos de Ciencias Jurídicas y Política Internacional, p. 63-99 93


Adriana María Suárez Mayorga

Anexos
Tabla 1
Miembros de la Academia Colombiana de la Lengua (1872)

Miguel Antonio Caro José María Vergara y Vergara (pe) José Manuel Marroquín

Pedro Hernández Madrid José J. Ortiz Santiago Pérez

Manuel María Mallarino José Caicedo Rojas Rufino J. Cuervo

Venancio G. Manrique * Felipe Zapata Joaquín Pardo Vergara

Fuente: Suárez Mayorga, Adriana María, La escenificación del poder en el espacio urbano capitalino. Bogotá, 1870-
1910. Bogotá: Tesis de Maestría en Historia, Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, 2006, p. 118.
(pe) = Presidente de la Academia.
* Concejal de Bogotá en 1884 y 1885.

Tabla 2
Miembros de la Academia Nacional de Medicina (1891)

Abraham Aparicio* Franciso Montoya Juan de Dios Carrasquilla Enrique Pardo

Alberto Restrepo Ricardo Amaya Guillermo Muñoz Daniel E. Coronado

Nicolás Sáenz C. Proto Gómez Leoncio Barreto Oscar A. Noguera

Luis María Herrera Gabriel Sandino Groot Aristides V. Gutiérrez José María Buendía

Heliodoro Ospina Pedro María Ibáñez Luis Fonnegra Juan David Herrera

Julio A. Corredor Nemesio Sotomayor José María Lombana Barrebeche Pablo García Medina

Policarpo Pizarro Gabriel Durán B. Gabriel J. Castañeda Juan E. Manrique

Manuel Plata Azuero** Carlos Putnam Carlos Esguerra Bernardino Medina

Mauricio Tamayo Agustín Uribe Rafael Rocha Castilla Nicolás Plata Azuero

Carlos Michelsen U Antonino Gómez Rafael Zerda B. Alberto de J. Roca

Fuente: Suárez Mayorga, Adriana María, La escenificación de poder …, Op. Cit, p. 118.
* Concejal en 1887, 1889 y 1890
** Concejal en 1874. De acuerdo con Ibáñez, el 3 de enero de 1873 Manuel Plata Azuero decidió formar,
junto con otros seis profesores de medicina, una sociedad que fomentara tanto el estudio de las ciencias
médicas y naturales, como la propia profesión médica. Esta institución se mantuvo como tal hasta 1891,
fecha en la que se inauguró como Academia Nacional de Medicina. Paralelamente a la labor científica dicha
entidad publicaba la Revista Médica. Ver: Ibáñez, Pedro María, Crónicas de Bogotá, Op. Cit.

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Excavando el mito de la Atenas Suramericana

Tabla 3
Censos de población siglo XIX

POBLACIÓN DE LA NUEVA POBLACIÓN DE LA NUEVA POBLACIÓN DE LA NUEVA


GRANADA EN 1833 GRANADA EN 1843 GRANADA EN 1851

1686038 Ð 1931674* 2243730**

Fuente: Gómez, Fernando, Los censos en Colombia antes de 1905. En: Urrutia, Miguel M.. y Mario Arrubla, Com-
pendio de estadísticas históricas de Colombia. Bogotá: Universidad Nacional, Dirección de Divulgación
Cultural, 1970, p. 15. Es importante tener en cuenta que en los censos del siglo XIX los indios “salvajes
y semisalvajes no eran censados, y sólo a veces aparece un estimativo de su número (…). Esta omisión
puede representar en cada censo entre 150.000 y 200.000 habitantes”. Ver: Ibíd., p. 12-13.
Ð A.G.N. Informe de la Secretaría del Interior, a cargo de don Lino de Pombo.
* Ospina Rodríguez, Mariano, Memorias del Secretario del Interior y Relaciones Exteriores al Congreso de
1844. Archivo del Congreso. En: Ibíd.
** Camacho Roldán, Salvador, Memorias. Tomo II. Bogotá: Biblioteca Popular de Cultura Colombiana,
1946, p. 125-130.

Datos de escolarización en la Nueva Granada (1839-1851)


Educación primaria©

1839 1843 1844 1847 1851

26581 25146 26925 29918 22000*

© Alumnos matriculados
* Escolaridad del 5%
FUENTE: Memorias del Secretario de Instrucción Pública. En: Fresneda, Óscar y Jairo Duarte, Elementos para la
historia de la educación en Colombia. Alfabetización y educación primaria. Bogotá: Monografía presentada
para optar al título de Sociólogos, Universidad Nacional de Colombia, 1984, p. 23.

Porcentajes de escolarización en la Nueva Granada (1839-1851)


según censos

1839* 1843** 1844** 1847** 1851***

1, 58% 1,3% 1,39% 1,55% 0,98%

* Se toma como base el censo de 1833, de manera que el porcentaje que se da debe tomarse como una cifra
aproximada, no concluyente.
** Se toma como base el censo de 1843.
*** Se toma como base el censo de 1851.

CRITERIOS - Cuadernos de Ciencias Jurídicas y Política Internacional, p. 63-99 95


Adriana María Suárez Mayorga

Datos de población analfabeta según el censo de 1912 -Bogotá*

De 0-1 De 1-7 De 8-12 De 13-18 De 19-20 De 21-30 De 31-40 De 41-50 De 51-60 Mayores
años años años años años años años años años de 60 años

959 8057 5646 7357 2994 10544 6505 3232 1786 1070

TOTAL DE LA POBLACIÓN SABEN LEER SABEN ESCRIBIR

48150 28277 27577

Fuente: Colombia, Ministerio de Gobierno, Censo general de la República de Colombia. Levantado el 5 de marzo
de 1912. Bogotá: Imprenta Nacional, 1912, p. 176.
* El censo contiene estadísticas específicas para la Provincia de Bogotá y dentro de ese contexto, para
Bogotá como capital de Provincia. Esos son los datos que aquí se transcriben.

Datos de analfabetismo comparados para los años de 1912 y 1918*

Población analfabeta Tasa de analfabetismo y Total analfabetismo en relación


Cundinamarca escolarización Colombia con la población del país
(8 años y más) (8 años y más) (Sin restricción de edad)

1912 713968 = 86.8% 83.1% 71%

Total analfabetismo en
Población analfabeta Población analfabeta Población analfabeta
relación con la población
Colombia Colombia Colombia
del país
(5 años y más) (7 años y más) (15 años y más)
(Sin restricción de edad)

Hombres = 65.7%
1918 64.1% 61% 58%
Mujeres = 69.2%

Fuente: FRESNEDA, Óscar y DUARTE, Jairo. Elementos para la historia de la educación en Colombia, Op. Cit, p.
23 y 158.
* En las cifras dadas no se contabiliza la población indígena del país.

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Recibido: marzo 2008


Arbitrado: abril 2008

CRITERIOS - Cuadernos de Ciencias Jurídicas y Política Internacional, p. 63-99 99


Nombre del artículo

La equidad en salud en Colombia:


un enfoque de determinantes sociales
Rosaura Arrieta Flórez*

Resumen

En este trabajo se examinan los resultados de salud en Colom-


bia desde la perspectiva de los determinantes sociales de la salud y
del enfoque de derechos, en zonas rurales y urbanas. Este ejercicio
se realiza teniendo en cuenta los determinantes de acceso y uso de
servicios de salud, y de estado de salud, medidos a través de la afi-
liación, el número de miembros de la familia hospitalizados en el
último mes y la morbilidad en niños.
Con el fin de profundizar la explicación de estos resultados en
salud se analizó el estado de algunos de sus determinantes estruc-
turales, como son el acceso a agua potable, el material de pisos y
paredes de la vivienda, la educación del jefe de hogar y la región de
residencia; igualmente se exploraron las posibles causas de las in-
equidades observadas en el estado de salud y sus determinantes por

*
Docente de cátedra de la Universidad de San Buenaventura en la Facultad de Ciencias Políticas y Jurídicas.
Investigadora en temas de pobreza y movilidad social del programa de Economía Universidad Pontificia
Bolivariana Montería. Estudiante de la Maestría en Política Social de la Pontificia Universidad Javeriana.
Bogotá. Actualmente es coinvestigadora en dos proyectos de investigación de la Pontificia Universidad
Javeriana, “Formulación de la política pública de salud para la población en situación en desplazamiento en
Bogotá”, en convenio con la Secretaría Distrital de Salud y “Determinantes Sociales de la Desnutrición en
Colombia” en convenio con el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar.

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Rosaura Arrieta Flórez

medio de un modelo análisis probabilístico que permite establecer la


contribución de cada uno de los determinantes en salud.
Se encontró que el acceso de las familias al sistema de atención
en salud en las zonas urbanas (medido por afiliación) alcanza una
cobertura superior en 13% a la de las zonas rurales. A pesar de esto,
se observaron avances en cuanto a acceso y equidad en la atención,
pues se ha aumentado la afiliación en las zonas urbanas y rurales en
más del 50% entre los años 1995 y 2005.

Palabras clave
Morbilidad, determinantes sociales de la salud, equidad.

Summary
In this work the results of health in Colombia are examined
from the perspective of the social determinants of the health and the
approach of rights, in countryside and urban. This exercise is made
having in account the determinants of access and use of services of
health, and state of health, measured through the affiliation, the
number of members of the family hospitalized in the last month and
the morbidity in children.
With the purpose of deepening the explanation of these results
in health the state of some of its structural determinants was ana-
lyzed, as they are the access to potable water, the material of floors
and walls of the house, the education of the home head and the re-
gion of residence; also the possible causes of the inequities observed
in the state of health and its determinants were explored, by means
of a próbit model analysis that allows to establish the contribution
of each one of the determinants in health.
One was that the access of the families to the system of atten-
tion in health in the urban zones (measured by affiliation) reaches a

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La equidad en salud en Colombia

cover superior in 13% to the one of the countryside. In spite of this,


advances as far as access and fairness in the attention were observed,
because the affiliation in the urban and rural zones in more has been
increased of 50% between years 1995 and 2005.

Keywords
Morbility, social determinants of health, equity.

Introducción

El Pacto Internacional de los Derechos Económicos, Sociales


y Culturales (DESC) en su artículo 12 define que “el derecho a
la salud abarca una amplia gama de factores socioeconómicos que
promueven las condiciones merced a las cuales las personas pueden
llevar una vida sana”; este documento hace extensivo ese derecho
a los factores determinantes básicos de la salud como la alimenta-
ción y la nutrición, la vivienda, el acceso a agua potable y limpia, y
a condiciones sanitarias adecuadas, condiciones de trabajo seguras,
y un medio ambiente libre de contaminación. Lo anterior implica
que el derecho a la salud supera el simple derecho a no padecer en-
fermedades y acceder al sistema de atención en salud, es decir, para
garantizar este derecho los Estados tienen la obligación de ofrecer
una variedad de servicios y bienes que garanticen el logro del “más
alto nivel posible de salud”.
Teniendo en cuenta la mencionada perspectiva, este trabajo
pretende, en primer lugar, analizar los resultados en salud de las
zonas rurales y urbanas colombianas a partir de los determinantes
de acceso y uso de servicios de salud, y de estado de salud, medidos
a través de, I) la afiliación, II) el número de miembros de la familia
hospitalizados en el último mes y III) la morbilidad en niños meno-
res de cinco años.

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Rosaura Arrieta Flórez

Con el fin de profundizar en la explicación de estos resultados


en salud se analizará el estado de algunos de sus determinantes es-
tructurales como son el acceso a agua potable, el material de pisos y
paredes de la vivienda, la educación del jefe de hogar y la región de
residencia.
Por último, y para explicar las causas de las inequidades obser-
vadas en el estado de salud y sus determinantes, se realizó un análisis
probabilístico que permite establecer la contribución de cada uno de
los determinantes a la explicación de los resultados en salud.

II. Fuente de datos

El trabajo utiliza la Encuesta Nacional de Situación Nutricio-


nal (ENSIN) del año 2005. La ENSIN tiene un tamaño muestral
de 158.000 personas (unas 37.000 familias) y contiene información
sobre condiciones de la vivienda (material de piso y paredes, carac-
terísticas de los miembros del hogar), mujeres en edad reproducti-
va (fecundidad, nupcialidad, planificación familiar, salud materna),
así como de sus hijos (mortalidad infantil, estado nutricional, entre
otros). La encuesta utilizada para este trabajo no contiene informa-
ción sobre ingresos –información sustancial para observar las in-
equidades por quintiles o deciles–; por tanto, para subsanar esta
falencia se realizó el análisis con índice de riqueza, lo que permite
aproximarse a la situación de ingresos de la familia. La variable uti-
lizada para analizar los resultados en el estado de salud es la morbili-
dad infantil en niños menores de cinco años debido a la insuficiencia
de información para analizar la desnutrición infantil1.

1 Para calcular la desnutrición infantil es necesario conocer el patrón tipo establecido como población de
referencia por el Centro Nacional para Estadísticas de Salud (NCHS) y la Organización Mundial de la Salud
(OMS). La proporción de niños que esta por debajo de dos desviaciones estándar con respecto a esta
población de referencia se utiliza como indicador del nivel de desnutrición en la población en estudio.

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La equidad en salud en Colombia

III. Resultados en salud


Analizando las desigualdades sociales en salud, Dahlgren y
Whitehead (1991) afirman que éstas son el resultado de interaccio-
nes en distintos niveles de condiciones causales que van desde el
mismo individuo hasta las comunidades y el nivel de las políticas
sanitarias. En esta perspectiva, variables como la edad, el sexo y los
factores genéticos influyen en primera instancia sobre el potencial
último de salud de las personas.
Estos mismos autores plantean que la alimentación y las barre-
ras económicas se convierten en restricciones para alcanzar un modo
de vida más sano; sin embargo, son los factores relacionados con las
condiciones de vida y de trabajo, los suministros alimenticios y el
acceso a establecimientos y servicios esenciales, los que condicionan
el objetivo de alcanzar el potencial más alto de salud. En estas capas,
las viviendas más deficientes, la exposición a condiciones de trabajo
más estresantes o peligrosas y un acceso más limitado a los servicios
crean riesgos diferenciales para los que se encuentran en una situa-
ción socialmente desfavorecida.
Por su parte, Diderichsen, Evans y Whitehead (2001) basados
en Diderichsen y Hallqvist (1998), subrayan que los contextos socia-
les crean una estratificación social y asignan a las personas distintas
posiciones sociales, y éstos, sus oportunidades de salud. Mecanis-
mos como el sistema educativo, las políticas laborales, las normas
en torno al género y las instituciones políticas juegan entonces un
papel preponderante en la estructura explicativa propuesta por estos
autores.
La mencionada estratificación provoca la “exposición diferen-
cial” a condiciones perjudiciales para la salud. Para efectos de este
trabajo, los mecanismos de estratificación socioeconómica hacen que
las personas se vean más expuestas y vulnerables ante factores que
ponen en riesgo la salud. En últimas, la posición socioeconómica tiene
influencia sobre la salud a través de determinantes más específicos

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Rosaura Arrieta Flórez

o intermediarios, como son las condiciones materiales, la situación


laboral y de la vivienda (ONU, 2005).

Figura 1.

Sistema sanitario
Posición Determinantes específicos o Estado de salud
socioeconómica posición social de una persona diferencial
CONTEXTO SOCIOPOLÍTICO

Determinantes sociales Vía o determinantes


o estructurales de las intermediarios o
desigualdades sanitarias. determinantes sociales de
Ej: estratificación social la salud. Ej.: condiciones
mediante la educación, de vida y de trabajo, Acceso
el mercado laboral, los comportamientos de salud, diferencial
ingresos, la cohesión transcurso de la vida, al sistema
social atención médica y social sanitario

Desigualdades Vulnerabilidad y exposición Bienestar y salud


sociales diferenciales diferenciales

Fuente: Comisión sobre Determinantes Sociales de la Salud.

No sólo hay consideraciones de desigualdad y de condiciones


materiales que justifiquen logros en salud en la sociedad. Las perso-
nas que padecen mala salud ascienden en la escala social con menor
frecuencia y, en general, descienden en la escala social más que las
personas sanas. Esto implica que el sistema sanitario puede conside-
rarse como un factor social determinante de la salud en sí mismo,
además de la función clave que tiene el sector de la salud de promo-
ver y coordinar la política de determinantes sociales de la salud.
Partiendo de este marco conceptual y de las posibilidades que
ofrece la ENSIN, este trabajo tomará como variable generadora de
estratificación social el nivel educativo del jefe de hogar, y como va-
riables generadoras de exposición diferencial el acceso a saneamiento
básico y las condiciones de la vivienda (pisos y paredes), definiendo
ambas características por su ubicación geográfica. Por último, se uti-
lizará como variables para analizar los resultados en salud, el acceso
por capacidad de uso, por necesidad de uso y la morbilidad infantil
en niños de 0 a 5 años debido a su condición de vulnerabilidad.

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La equidad en salud en Colombia

En la Tabla 1 se resume el acceso por capacidad de uso en las


zonas urbanas y rurales colombianas, teniendo en cuenta la afilia-
ción al Sistema de Seguridad Social. En primera instancia, en las
zonas urbanas el acceso de las familias a este sistema alcanza una co-
bertura cercana al 70%, del cual más de la mitad –el 41%– pertenece
al régimen contributivo.
En las zonas rurales la afiliación es del 57%; de esta población
el 41% accede a la atención en salud a través del régimen subsidiado.
Estos resultados se ajustan a lo hallado por autores como Flórez
(2000; p. 29), quienes muestran un aumento de la afiliación tanto
en las zonas urbanas como rurales2, y la reducción de los diferen-
ciales urbano-rurales. En este último caso, la brecha de afiliación
a favor de las zonas urbanas, que en 1995 era 4.5 veces la rural, se
reduce a 1.2 veces en 2005.

Tabla 1. Miembros del hogar protegidos por el Sistema de Seguridad


Social

Urbano Rural Población Dispersa


Total
Total % Total % Total %
ISS 7.747 89,5 556 6,4 353 4,1 8.656
EPS 34.527 91,3 2.242 5,9 1.068 2,8 37.837
ARS 33.567 63,1 8.868 16,7 10.754 20,2 53.189
Agencias públicas 394 46,7 191 22,6 259 30,7 844
Ejército/Policía 2.214 93,5 118 5,0 36 1,5 2.368
Ecopetrol 108 95,6 3 2,7 2 1,8 113
Sistema educativo 2.015 85,2 266 11,2 84 3,6 2.365
Foncolpuertos 72 82,8 8 9,2 7 8,0 87
No es miembro 33.674 66,1 9.154 18,0 8.121 15,9 50.949

Fuente: Cálculo del autor con base en ENSIN-2005.

2 La afiliación en las zonas urbanas pasa del 38.8 en 1995 a 70% en el 2005, mientras en las zonas rurales
pasa de 8.6 en 1995 a 57% en el 2005.

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Rosaura Arrieta Flórez

Sin embargo, la información analizada no permite observar


más allá de la situación de pobreza y desempleo de las zonas rurales,
pero sí se relaciona con otros resultados en salud por necesidad de
uso; por ejemplo, se observa que en las zonas rurales sólo en el 14%
de las familias ningún miembro se ha enfermado el último mes, re-
sultado muy bajo frente a las zonas urbanas donde esta proporción
es del 72%. Peor aún, las inequidades se presentan dentro de la mis-
ma zona urbana de tal forma que la probabilidad de que una persona
que pertenece al quintil 1 de la población por índice de riqueza3 se
enferme en el último mes es 1.57 veces mayor que las que pertenecen
al quintil 5. Lo anterior refleja más claramente que la afiliación no
es suficiente para alcanzar, como lo proclama las Naciones Unidas,
el nivel más alto de salud posible.
En la Tabla 2 se amplía este análisis por regiones. Los resulta-
dos comprueban que en aquellos lugares donde la oferta de bienes
y servicios –como acueductos, alcantarillados, instituciones educati-
vas, personal medico, entre otros– es amplia, el número de personas
enfermas por hogar es mucho menor; este es el caso de Bogotá,
donde en promedio el 5.8% de los hogares ha tenido entre 1 y 3
personas enfermas el último mes, cifra que es cinco veces mayor en
la región Caribe colombiana.

3 En el enfoque utilizado, el nivel socio-económico se define en términos de activos o riqueza en los hogares
encuestados, en vez de ingresos o consumo. En la ENDS del año 2005 se recolectó información detallada
sobre características de la vivienda y sobre la disponibilidad de ciertos bienes de consumo duradero que se
relacionan directamente con el nivel socio-económico. A cada hogar se le asigna un valor que es generado
mediante la metodología de análisis de componentes principales, dependiendo de la disponibilidad de bie-
nes y las características de la vivienda. A los residentes de un determinado hogar se les asigna el valor del
hogar en el cual residen. Esto permite crear quintiles poblacionales de “bienestar” o de “riqueza”, es decir,
cinco grupos con el mismo número de personas en cada uno.

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La equidad en salud en Colombia

Tabla 2. Miembros del hogar enfermos el último mes en regiones


colombianas (%), 2005

Personas Caribe Oriental Central Pacífica Bogotá

1 27,2 16,5 21,9 14,9 5,9

2 31,0 19,3 18,0 11,9 6,7

3 29,9 24,1 15,6 13,2 4,9

Fuente: Cálculo del autor con base en ENSIN-2005.

Los diferenciales regionales se observan mejor al analizar la ba-


tería de bienes y servicios al que deben acceder las familias para al-
canzar el nivel más alto de salud posible; estos bienes y servicios son:
nivel máximo de educación alcanzado por el jefe de hogar, material
de pisos y paredes de la vivienda y fuente de acceso a agua.

IV. ¿Qué determina los resultados en salud?

En el Gráfico 1 se observan los considerables desequilibrios ur-


bano-rurales en los niveles de escolaridad del jefe de hogar, aunque
cabe anotar que en ambas zonas un porcentaje muy bajo de la po-
blación alcanza los niveles técnico y profesional (4.2% en las zonas
rurales y 14.9% en las urbanas), lo cual determina la estratificación
social de las familias y su nivel de ingreso.
Esta situación se hace más crítica en las zonas rurales, donde
el nivel de escolaridad del 66% de los jefes de hogar es la primaria,
y sólo el 4.2% alcanza niveles técnicos y profesionales. En las zonas
urbanas, por su parte, el acervo de años de educación es 1.6 veces
mayor en la básica secundaria y 3.7 veces mayor en el nivel técnico y
profesional que en las zonas rurales.

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Rosaura Arrieta Flórez

Gráfico 1. Educación del jefe de hogar por área, 2005

66,4
Porcentaje

40,8 40,6

25,8
15,0

4,3

Rural Urbano Rural Urbano Rural Urbano


Primaria Secundaria Técnica y
universitaria

Fuente: Cálculo del autor con base en ENSIN-2005.

Otro mecanismo que genera estratificación social son las con-


diciones sanitarias medidas a través del acceso a agua potable, alcan-
tarillado y el combustible utilizado para cocinar debido a que au-
mentan el riesgo a enfermarse, al tiempo que generan vulnerabilidad
diferencial (ONU, 2005).
La Tabla 3 muestra igualmente las profundas brechas existentes
entre las zonas rurales y urbanas en relación con el acceso a servicios
y saneamiento básico. De hecho, el acceso a agua potable y alcanta-
rillado en las ciudades es 6.15 y 10 veces superior que en las zonas
rurales, respectivamente.

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La equidad en salud en Colombia

Tabla 3. Acceso a servicios de saneamiento según zonas de


residencia, 2005
Urbano (%) Rural (%) Población dispersa (%)
No 61,0 19,1 19,8
Acceso a Gas Natural
Yes 96,8 3,0 0,2
No 37,1 17,1 45,8
Access to Piped Water
Yes 79,4 13,1 7,5
No 36,7 23,7 39,7
Access to Sewer
Yes 90,1 9,0 0,9
No 16,0 30,5 53,5
Access to Garbage Colection
Yes 90,7 8,5 0,8

Fuente: Cálculo del autor con base en ENSIN-2005.

Tabla 4. Material del piso en viviendas según zona de residencia, 2005


Materiales Urbano (%) Rural (%) Población dispersa (%)
Earth/Sand 30,9 31,4 37,7
Wood Planks 53,5 13,8 32,7
Cement/Gravel 69,9 16,7 13,4
Marmol, Parquet, Polished Wood 96,4 3,0 0,5
Rug, Carpet 98,7 1,3 0,0
Ceramic Tiles, Vinyl, Bricks 91,6 5,3 3,1
Other 84,2 15,8 0,0

Fuente: Cálculo del autor con base en ENSIN-2005.

Tabla 5. Material de las paredes según zona de residencia, 2005


Urbano (%) Rural (%) Población dispersa (%)
Bamboo, Straw, Other Plants 27,1 33,3 39,6
Adobe (Mud Bricks) 40,9 20,8 38,3
Bamboo with Mud Plaster 30,4 31,7 37,9
Planks 51,1 16,7 32,2
Compact Dirt/Mud 34,4 33,8 31,8
Zinc, Canvas, Plastics 72,3 13,0 14,7
Bricks/Polished Wood/Premanufactured Mat 81,8 10,9 7,3
Without Walls 44,4 14,8 40,7
Other 20,4 79,6

Fuente: Cálculo del autor con base en ENSIN-2005.

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V. Determinantes de la morbilidad infantil en Colombia:


un análisis probabilístico

Según la ONU (2005), un modelo integral de determinantes


sociales de la salud debe proporcionar un marco para evaluar cuáles
de estos factores son los más importantes de analizar y también debe
proyectar niveles específicos de intervención y puntos de acceso de polí-
ticas para la acción en torno a los determinantes sociales de la salud4.
Dentro de las categorías de determinantes de la salud se con-
sidera que, por una parte, la estratificación social, los ingresos y la
educación se convierten en factores estructurales de la salud; en tanto
que otros como las condiciones de vida, las condiciones laborales, la
disponibilidad de alimentos, los comportamientos de la población5,
que pueden convertirse en barreras para adoptar modos de vida sanos,
conforman los llamados factores intermediarios de la salud (ONU,
2005). Este marco explicativo será utilizado en este trabajo para anali-
zar los determinantes de la morbilidad infantil en Colombia.
¿Por qué la morbilidad infantil? Según la ONU (2005), las
agrupaciones de la población pertinentes para el análisis y la acción
en relación con los determinantes intermediarios pueden definirse
según el mayor grado de vulnerabilidad y por la geografía (zonas de
residencia, especialmente pobres) de los grupos analizados, siendo
los niños uno de los grupos que más reúnen estas condiciones. Por
ejemplo, para Espinosa y Albis (2005), uno de los rasgos predomi-
nantes de la pobreza en las regiones colombianas “son sus mayores
niveles –de pobreza– en las zonas rurales. En 2003, el porcentaje de

4 Aparte de los anteriores atributos, el modelo debe aclarar los mecanismos por los cuales los determinantes
sociales generan desigualdades de salud, indicar cómo los determinantes principales se relacionan entre sí
(ONU, 2005; p.12)
5 El sistema sanitario en sí mismo también debe comprenderse como un factor intermediario determinante.
La función del sistema sanitario se torna particularmente pertinente por la vía del tema del acceso, que
incorpora diferencias en la exposición y la vulnerabilidad.

112 CRITERIOS - Cuadernos de Ciencias Jurídicas y Política Internacional, p. 101-118


La equidad en salud en Colombia

hogares ubicados por debajo de la LP en esta área –que también in-


cluye los centros poblados– es mayor en 23 puntos porcentuales que
el porcentaje de hogares pobres de los centros urbanos”.
Además, en regiones como la costa caribe colombiana, son los
niños (con edad entre 11 años y menos) la franja de población más
pobre de la región (con el 22.3%), y mucho más grave aún, la que
concentra el mayor número de personas en condiciones de indigencia
(el 13.2%). Los datos indican que en esa región el número de niños
por debajo de la LP pasó de 1.821.030 niños en 1997 a 2.131.787
en 2003.
Basado en este marco teórico que permite identificar un con-
junto de variables explicativas potenciales, se procede a hallar los
factores sociales que explican la morbilidad infantil en Colombia,
uno de los propósitos del presente trabajo. Para ello, se utilizará un
modelo probabilístico que trata de capturar este marco explicativo.
La estructura general del modelo, basado en el análisis de los indivi-
duos, es la siguiente:

Y= βXX + βHH + βZZ (1)

donde Y es una variable dicotómica –que representa una con-


dición o estado– que toma el valor de uno cuando el niño menor de
5 años está enfermo, y cero en caso contrario. El criterio utilizado
en la identificación de la morbilidad es el número de personas de
la edad en referencia que ha sufrido problemas de salud el último
mes. X es un conjunto de características individuales relacionadas
con las condiciones de vida de las personas que integran el hogar,
como el saneamiento básico, las condiciones de la vivienda y su es-
tado socioeconómico. Por su parte, H incorpora variables propias
del jefe del hogar (laborales y educativas), sobre la base de que los
resultados de los padres se reflejan sobre el grado de bienestar de los
niños, amén de que el estado de salud de éstos no depende de varia-
bles controladas autónomamente. Z, a su vez, describe el grado de

CRITERIOS - Cuadernos de Ciencias Jurídicas y Política Internacional, p. 101-118 113


Rosaura Arrieta Flórez

morbilidad asociado a las características geográficas-regionales y de


localización de la población, las cuales recogen procesos de dotación
de capital y recursos (humano, físico y de infraestructura y financie-
ros) de largo plazo que permiten caracterizar la zona de residencia o
el entorno de la unidad de análisis.
Los resultados de la estimación se presentan en la Tabla 6. En
el caso colombiano, el poder explicativo de las variables que definen
la condición de morbilidad infantil es satisfactorio; de hecho, los
signos de la mayoría de los coeficientes de las variables explicativas
se ajustan a lo esperado, y junto con el grado de significancia es-
tadística, validan las conclusiones derivadas del análisis propuesto
anteriormente.

Tabla 6. Determinantes de la Morbilidad Infantil en Colombia, 2005


0.044** 0.609

0.24 -0.05** -0.05** 0.808


URBANO RURAL

0.004* 0.011** 0.115


P>Z

0.053**
0.028**
0.009*

0.000*

0.000*

0.000*
0.000*
0.000*
0.003*
0.001*
0.001*

0.145*

0.306
0.210
TOTAL
TOTAL URBANO RURAL TOTAL URBANO RURAL
VARIABLES DE LAS PERSONAS QUE HABITAN LA VIVIENDA

-1.2 -1.25 -2.02 -0.51


1.58

VARIABLES GEOGRÁFICAS Y REGIONALES


2.54

1.98

VARIABLES DEL JEFE DEL HOGAR


Z

-6.06
-3.90
-3.28

-3.00
-2.20

-3.47

-1.02
2.88

2.59

5.87

4.42
1.94

1.45

1.93
4.51
3.3

1.5
EFECTO MARGINAL

-3.3

-1.8
4.7

-13.0
-16.7
-3.0
-1.3

-1.9

-1.8
-7.2
-7.8
-1.7

3.2

2.2
3.3

3.8

5.7
7.8

7.8
Niños (0-5 años) enfermos

Saneamiento básico (Sí=1;

Área (Urbana=1; Rural=0)


Años de educación del jefe
Condiciones de la vivienda
Variable dependiente:

Afiliación a Sisbén (Sí=1;

Jefe desempleado (Sí=1;

Jefe con trabajo (Sí=1;

Universitaria completa
(Sí=1; No=0)

Secundaria completa
(Mala=1; Buena=0)

Primaria completa
Analfabeta

Pacífica
Oriental
Central

Bogotá
No=0)

No=0)

No=0)

No=0)

Caribe

*: Significativa al 1%; **: Significativa al 5%;***: Significativa al 10%.

114 CRITERIOS - Cuadernos de Ciencias Jurídicas y Política Internacional, p. 101-118


La equidad en salud en Colombia

En resumen, se pueden extraer las siguientes conclusiones del


modelo estimado para Colombia:
• En aquellos hogares donde no es adecuada la condición de la
vivienda, descrita por el material de los pisos y de las paredes,
la probabilidad de un niño de padecer enfermedades se eleva en
3.3% frente a otros niños que habiten viviendas en buen estado.
Esta probabilidad se eleva –en casi un tercio– cuando se analizan
los niños de hogares en las zonas urbanas, y se reduce cuando se
trata de niños que residen en áreas rurales, donde a pesar de con-
tar con el signo adecuado no resultó significativo el coeficiente;
una posible explicación de este resultado es la homogeneidad
existente en los materiales de construcción de las viviendas ru-
rales, lo que reduce el grado de variabilidad de este factor (y el
modelo propuesto intenta justamente explicar las diferencias de
morbilidad a través del ejercicio probabilístico).
• Los niños que habitan hogares urbanos que cuentan con sanea-
miento básico (medido en nuestro análisis a través del acceso a
agua potable) reducen el riesgo de contraer enfermedades has-
ta en un 3.3%, en relación con los niños que viven en hogares
donde esta conexión no existe. Los resultados indican que esto
no se aplica al caso de las zonas rurales: una explicación a este
fenómeno radica en el hecho de que en estas áreas no existe dife-
rencia sustancial entre hogares con o sin acceso al agua potable,
lo que se refleja en los bajos niveles y avances en el abasteci-
miento de agua en las regiones colombianas. Según Espinosa y
Alvis (2005), salvo en Bogotá, en el agregado nacional el abas-
tecimiento de agua ha retrocedido entre 1997 y 2003 y a la vez
restringido los avances en la calidad de vida y el entorno de la
infraestructura, unos de los principales componentes del Índice
de Condiciones de Vida (ICV).
• Los niños de las zonas urbanas que tengan acceso a la atención
en salud a través del régimen subsidiado reducen la probabili-

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Rosaura Arrieta Flórez

dad de enfermarse en un 1.8% frente a otros similares que no


cuentan con este servicio. Para las zonas rurales esta relación de
causalidad no se cumple, lo que permite concluir que, dadas las
notables diferencias entre las zonas urbanas y rurales, los deter-
minantes de la salud difieren entre ellas.
• Los niños que habitan un hogar cuyo jefe se encuentre desem-
pleado aumentan en casi el 8% la probabilidad de contraer en-
fermedades. Contrario a este resultado se observa que aquellos
niños que habitan en hogares cuyo jefe se encuentra trabajando
reducen su probabilidad de enfermar hasta en un 2%. Estos re-
sultados corroboran el marco teórico explicado anteriormente,
en el cual las condiciones laborales generan estratificación social
y aumentan la vulnerabilidad diferencial de las familias.
• Un resultado contundente del ejercicio es la reducción de la mor-
bilidad infantil en un 3% cuando el jefe de familia aumenta en
un año su acervo educativo. Utilizando un modelo spline para
capturar el efecto diferencial de las dotaciones de capital huma-
no educativo, esta relación se mantiene (variando las probabili-
dades) si se analiza por niveles: si un padre alcanza la primaria
completa, su hijo reduce hasta en 13% su probabilidad de enfer-
marse; si alcanza el nivel de secundaria completa la probabilidad
se reduce en un 7.8%. La importancia de la educación como fac-
tor de distribución de poder, entendido como poder de agencia
y de riqueza, la cual determina la posición de los individuos en
la sociedad, puede explicar estos resultados. La reducción de esta
probabilidad a medida que se escala el nivel educativo –y que
desaparece con la educación universitaria– puede deberse a la
baja proporción de individuos que alcanzan este nivel educativo
tanto en las zonas urbanas como rurales.
• Si reside en Bogotá, un niño reduce su probabilidad de enfer-
marse en un 2%; contrario a esto, aquellos niños que habiten en
las regiones Pacífica, Oriental o Caribe aumentan su probabili-

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La equidad en salud en Colombia

dad de enfermarse hasta en 5.7%, 7.8% y 2.2%, respectivamen-


te. Estos resultados confirman el peso específico de las brechas y
las inequidades regionales existentes tanto en los determinantes
sociales de la salud –estructurales e intermedios– como en los
resultados de salud.

VI. Conclusiones y recomendaciones

A pesar de que Colombia ratificó su compromiso a cumplir


la Enmienda de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales,
entre los cuales se encuentra el derecho a la salud –extendido a los
determinantes sociales de ésta–, la situación del acceso a la atención
en salud y a los determinantes sociales es precaria e inequitativa. En
este trabajo se encontró que el acceso de las familias al sistema de
atención en salud en las zonas urbanas (medido por afiliación) alcan-
za una cobertura superior en 13% a la de las zonas rurales.
Se observan avances en cuanto a acceso y equidad a la atención
en salud, pues se ha aumentado la afiliación en las zonas urbanas y
rurales en más del 50% entre los años 1995 y 2005; este avance se
presenta al igual que la reducción de los diferenciales urbano-rurales,
cuya brecha de afiliación a favor de las zonas urbanas pasó de ser 4.5
a 1.2 veces la rural.
El análisis sobre las causas de las inequidades urbano rurales en
morbilidad infantil mostró que si bien hay determinantes comunes
como el nivel educativo del jefe de hogar, se encontró que caracterís-
ticas como las condiciones de la vivienda y el saneamiento básico no
tienen el mismo efecto en las zonas rurales. Una posible explicación
de este resultado es el hecho que en estas áreas no existe diferencia
sustancial entre hogares con o sin acceso al agua potable, o en los
materiales de construcción de la vivienda.
Teniendo en cuenta estos resultados, se hace necesario aumen-
tar los esfuerzos estatales para mejorar la infraestructura básica y

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Rosaura Arrieta Flórez

la disponibilidad de servicios públicos en las zonas rurales, puesto


que esto permitiría observar su efecto real en la morbilidad infantil
en estas zonas. Igualmente, debe considerarse la importancia de la
educación en la reducción de la morbilidad infantil tanto en las zo-
nas urbanas como rurales, en tal sentido se recomienda aumentar la
cobertura en el nivel de básica secundaria en estas últimas.

VII. Bibliografía
DAHLGREN, G. y WHITEHEAD, M. Policies and Strategies to Promote Social Equity in Heal-
th. Institute for Future Studies, Stockholm, 1991.
DIDERICHSEN, F.; EVANS, T. y WHITEHEAD, M. “The Social Basis of Disparities in Health”.
En: Evans T, Whitehead M, Diderichsen F, Bhuiya A, Wirth M, editors. Challenging
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13-23.
ESPINOSA, Aarón y ALBIS, Nadia. “Pobreza, calidad de vida y distribución del ingreso en el
Caribe colombiano a principios del siglo XXI”. Revista Aguaita, Cartagena: Observato-
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FLÓREZ, Carmen. “La Equidad en el sector salud: Una Mirada de diez años”. Bogotá: Funda-
ción Corona, Fundación Ford, 2002.
HALLQVIST, J.; LUNDBERG, M. y DIDERICHSEN, F. “Socio-economic Difference in Risk for
Myocardial Infarction 1971-94 among Men and Women in Sweden. International Jo-
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ONU. “Observación General, N.° 14”. Comité de Derechos Económicos, Sociales y Cultu-
rales, 2000. p. 1.

Recibido: marzo 2008


Arbitrado: abril 2008

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