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Muchas de las culturas antiguas han considerado al corazón como el centro del
ser y de la sabiduría. Aristóteles, por ejemplo, dijo que el corazón era la
esencia de nuestra alma y lo que realmente nos representaba, y que
podíamos dejar que guiara nuestras decisiones, más allá de la lógica y de la
razón. Hay millones de dichos populares que establecen el corazón como
centro de un conocimiento superior o correcto de las cosas. Como en el caso
de las corazonadas.
Experiencias insólitas
Cuando sentimos una emoción, nuestro cerebro abre una ventana y segrega
unas sustancias llamadas neuropéptidos, capaces de ir a cualquier receptor de
cualquier célula del organismo y generar las sensaciones que nosotros
tenemos cuando nuestro cuerpo está sometido a una emoción importante, ya
sea positiva, como en el caso del amor o la generosidad, o negativa, como en
el caso del odio o la ira. El corazón es asimismo capaz de segregar
neuropéptidos y distribuirlos a otros órganos, incluido el cerebro, con lo que
podía establecerse una retroalimentación constante de emociones y
sensaciones entre el corazón y el cerebro.
El corazón por ello podría tener inteligencia y ser capaz de transmitir, a través
de diferentes latidos, sensaciones, emociones e incluso memorias al resto de
los órganos del cuerpo. En vanguardia de esta investigación está el instituto
californiano Heartmath, presente en los cinco continentes con millones de
seguidores y que enseña a utilizar y beneficiarse de la inteligencia del corazón.
Como dijo Einstein, “la Razón sólo nos enseña lo que es y la imaginación tiene
la posibilidad de enseñarnos lo que será y lo que habrá”.