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Santiago, siete de marzo de dos mil dieciocho.

Vistos:

En estos autos Rol Nº 34.602-2017, juicio ejecutivo

seguido ante el Séptimo Juzgado Civil de Santiago,

caratulado “Municipalidad de Lo Barnechea con Inversiones

Los Guindos S.A.”, la parte demandante dedujo recurso de

casación en el fondo en contra de la sentencia de la Corte

de Apelaciones de esta ciudad que confirmó la resolución de

primer grado que acogió el incidente de abandono de

procedimiento deducido por el ejecutado.

Se trajeron los autos en relación.

Considerando:

Primero: Que en el arbitrio de nulidad sustancial se

acusa la infracción de los artículos 152 y 153 del Código

de Procedimiento Civil, yerro jurídico que se produce al

acoger al incidente de abandono del procedimiento.

Bajo la primera línea argumental se explica que se

vulneran las referidas normas toda vez que, atendida las

características del juicio sub lite y la etapa procesal en

que se encontraba, no era aplicable el plazo de seis meses

previsto en el mencionado artículo 152 para decretar el

referido abandono del procedimiento, pues no se dictó en

autos una resolución que se pronuncie respecto de las

excepciones opuestas por la demandada, cuestión

trascendente en la determinación del cómputo de tiempo que

es aplicable, esto es, aquel previsto en el artículo 152

antes señalado o el de tres años que establece el inciso

segundo del artículo 153 del mismo cuerpo legal.

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Por otro lado, bajo una segunda línea argumental, se

esgrime que aún suponiendo que el plazo aplicable para

decretar el abandono es el de seis meses, en el caso

concreto no se puede establecer que las partes cesarán en

la prosecución del juicio durante ese lapso de tiempo, toda

vez que el impulso procesal se encontraba radicado en el

tribunal, puesto que debía dictar la resolución que se

pronunciara sobre las excepciones opuestas por el

ejecutado, tal como lo dispone expresamente el artículo 466

del Código de Procedimiento Civil, cuestión que no se

realizó.

Segundo: Que para una adecuada resolución del asunto,

resulta conveniente consignar los siguientes antecedentes

del proceso:

a) La Municipalidad de Lo Barnechea presenta demanda

ejecutiva el 21 de julio de 2015.

b) El 20 de octubre del mismo año, el receptor

judicial a cargo de la notificación de la demanda,

certifica las búsquedas positivas, realizadas los días 16 y

20 del mismo mes y año.

c) El 7 de diciembre de 2015, la ejecutante solicita

la notificación de la demanda de conformidad con el

artículo 44 del Código de Procedimiento Civil, la que es

concedida por resolución del día 15 del referido mes y año.

d) El 1 de febrero de 2016, la parte ejecutada

presenta un escrito que, en lo principal, opone excepciones

a la ejecución.

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e) El 9 de febrero del mismo año se dicta una

resolución que resuelve lo principal señalando: “se

resolverá una vez que se hayan agregado a estos autos los

atestados receptoriales correspondientes”.

f) El 10 de agosto de 2016, la ejecutada presenta una

solicitud de abandono del procedimiento.

Tercero: Que los jueces del tribunal de alzada en el

caso de autos estimaron que se cumplen las exigencias

legales para decretar el abandono del procedimiento, toda

vez que, al haberse opuesto excepciones, es aplicable el

plazo de seis meses previsto en el artículo 152 del Código

de Procedimiento Civil, lapso de inactividad que se

verifica desde el 9 de febrero hasta el 10 de agosto de

2016.

Cuarto: Que, como se observa, existen dos puntos

centrales que debe resolver esta Corte, el primero se

relaciona con la determinación del plazo aplicable para

decretar el abandono del procedimiento en el caso sublite,

y el segundo, la determinación de la parte sobre quien

pesaba el impulso procesal.

Quinto: Que, para resolver adecuadamente, atendido que

se está en presencia de un juicio ejecutivo, resulta

indispensable reproducir las normas que inciden en la

decisión. El artículo 152 del Código de Procedimiento

Civil, estatuye: “El procedimiento se entiende abandonado

cuando todas las partes que figuran en el juicio han cesado

en su prosecución durante seis meses, contados desde la

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fecha de la última resolución recaída en alguna gestión

útil para dar curso progresivo a los autos”.

A su turno, el artículo 153 del mismo cuerpo legal

prevé: “El abandono podrá hacerse valer sólo por el

demandado, durante todo el juicio y hasta que se haya

dictado sentencia ejecutoriada en la causa. En los

procedimientos ejecutivos el ejecutado podrá, además,

solicitar el abandono del procedimiento, después de

ejecutoriada la sentencia definitiva o en el caso del

artículo 472. En estos casos, el plazo para declarar el

abandono del procedimiento será de tres años contados desde

la fecha de la última gestión útil, hecha en el

procedimiento de apremio, destinado a obtener el

cumplimiento forzado de la obligación, luego de

ejecutoriada la sentencia definitiva o vencido el plazo

para oponer excepciones, en su caso (…)”.

Por último, el artículo 472 del Código Procedimental

indica: “Si no se oponen excepciones, se omitirá la

sentencia y bastará el mandamiento de ejecución para que el

acreedor pueda perseguir la realización de los bienes

embargados y el pago, de conformidad a las disposiciones

del procedimiento de apremio”.

Sexto: Que, como es sabido, el silencio en la relación

jurídica procesal se vincula a la inactividad de las

partes, motivada por su desinterés en obtener una decisión

de los tribunales respecto del conflicto sometido a su

conocimiento. Es un comportamiento omisivo de la parte

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interesada que determina la aplicación de la sanción que

supone decretar el abandono del procedimiento.

En esta materia se ha señalado: “Podemos afirmar que

se habrá cesado en la tramitación del juicio cuando,

existiendo la posibilidad de que las partes del proceso

realicen actos procesales útiles a la prosecución del

mismo, omiten toda gestión o actuaciones tendientes a

preparar los elementos que permiten llegar al estado de

sentencia. Por consiguiente, sólo cabe decir que todas las

partes de un juicio han cesado en su prosecución, cuando

teniendo los medios conducentes a instar por la terminación

del pleito se niegan a utilizarlos, sea por negligencia u

otra causa dependiente de su voluntad”. (Del Abandono del

Proceso, Alma Wilson Gallardo, página 20, Editorial

Jurídica de Chile, 1962).

Así, se habrá cesado en la tramitación del juicio si

existiendo la posibilidad de que las partes del proceso

realicen actos procesales útiles a la prosecución del

mismo, omiten toda gestión o actuación tendientes a

permitir que se llegue al estado de sentencia. Es decir, el

abandono del procedimiento constituye una sanción para el

litigante que por su negligencia, inercia o inactividad

detiene el curso del pleito, impidiendo con su paralización

que éste tenga la pronta y eficaz resolución que le

corresponde.

Séptimo: Que, además, es necesario tener en

consideración que el juicio ejecutivo ha sido concebido

como un procedimiento contencioso, de aplicación general o

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especial, según el caso, por cuyo medio se persigue el

cumplimiento forzado de una obligación que consta en un

título fehaciente o indubitado. Entre otras de sus

características cabe destacar que se trata de un

procedimiento compulsivo o de apremio, en razón que se

inicia por la inercia del deudor a cumplir voluntariamente

la obligación que lo vincula frente a un acreedor. Desde

este punto de vista, se puede afirmar que está inspirado

“en sentimientos de protección del acreedor y de presunción

en contra de los del deudor” (Casarino Viterbo Mario,

Manual de Derecho Procesal, Derecho Procesal Civil, Quinta

Edición Actualizada, Editorial Jurídica de Chile, Tomo V,

pág. 71 y 72).

Este tipo de procedimiento se caracteriza, por lo

tanto, por la “ejecución forzada procesal” que “es la cual,

por oposición al cumplimiento o ejecución voluntaria de la

obligación del deudor, se lleva a cabo procesalmente, con

la intervención de los órganos jurisdiccionales, para que,

mediante coacción estatal legalmente autorizada, se ejecuta

prácticamente la obligación incumplida” (Gruss Mayers

Guillermo, Tratado del Juicio Ejecutivo, Tercera Edición,

Editorial El Jurista, Tomo I, pág. 32).

En cuanto a la estructura de este particular

procedimiento, cabe señalar que consta, fundamentalmente,

de dos cuadernos, el principal o ejecutivo y el de apremio.

El primero, es el que constituye el juicio mismo, es decir,

la contienda jurídica que las partes someten a la decisión

del tribunal, en tanto que el segundo representa el aspecto

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de fuerza en el juicio. El cuaderno principal se inicia con

la demanda ejecutiva, que es el acto procesal por medio del

cual el acreedor deduce su acción exhibiendo el título

indubitado en que la funda, la que si cumple con todos los

requisitos legales -acción actualmente exigible, líquida y

no prescrita ejecutivamente- posibilitará al tribunal a

ordenar despachar el mandamiento de ejecución mediante una

resolución que reza simplemente “Despáchese”. Ahora bien,

admitida la demanda a tramitación, ella debe ser notificada

al deudor de acuerdo a las reglas generales, y junto con

ello, se le debe requerir de pago, de manera que en el

evento que no lo haga, se le embargarán bienes en cantidad

suficiente para responder a la deuda.

Octavo: Que, desde el punto de vista del sujeto pasivo

de la litis, el planteamiento de su defensa presupone,

ineludiblemente, su emplazamiento que, a su vez, presenta

dos aspectos fundamentales, a saber: el conocimiento de la

demanda, que se cumple por la notificación de la misma, y

el transcurso del plazo para acudir al llamamiento del

tribunal. Ahora bien, es indispensable, además, que se

realice el requerimiento de pago, que constituye el

presupuesto esencial para, ante la falta de solución de la

deuda, embargar bienes suficientes para cubrir capital,

intereses y costas adeudadas. El requerimiento se iniciará

con la notificación de la demanda y terminará con la

intimación al deudor de pagar lo adeudado.

Noveno: Que, asentadas las ideas anteriores, cabe

destacar que conforme con el artículo 38 del Código de

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Procedimiento Civil, las resoluciones judiciales sólo

producen efecto en virtud de notificación hecha con arreglo

a la ley, salvo los casos expresamente exceptuados por

ella. La importancia de las notificaciones radica,

básicamente, en que por su intermedio se determina el

conocimiento del sujeto pasivo respecto de la resolución.

En el caso que, como el de autos, se trate de la primera

comunicación, ésta además permite la formación de la

relación procesal, el emplazamiento del sujeto pasivo, y la

posibilidad que éste ejerza su defensa, situación que en el

juicio ejecutivo reviste una especial característica, ya

que presentada la demanda ejecutiva el tribunal debe

examinar el título, y despachar o denegar la ejecución sin

audiencia ni notificación del demandado, aun cuando éste se

haya apersonado en el juicio, es decir, sin que sea oído

antes de proceder a su ejecución, tomando conocimiento de

la demanda con la notificación, iniciándose una etapa de

defensa una vez que el ejecutado es requerido de pago.

Décimo: Que el primer aspecto que se debe despejar, se

relaciona con la interrogante respecto de la existencia de

un juicio, es decir, si hay una relación procesal válida

que permita sancionar la inactividad de las partes, toda

vez que sólo en la medida que aquella se verifique es

posible computar el plazo para decretar el abandono del

procedimiento, sea de seis meses o de tres años.

Si bien lo anterior es una cuestión que no debiera

revestir mayor complejidad, lo cierto es que existen

actuaciones y resoluciones procesales que dificultan la

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labor, que es lo que ocurre en el caso concreto. En efecto,

en los presentes autos no consta el atestado receptorial

que permita asentar la fecha de la notificación de la

demanda. Sin embargo, consta que la ejecutada presentó por

escrito su oposición interponiendo excepciones. Justamente,

la falta de certeza respecto de la fecha de la notificación

motiva a que el tribunal señale que “resolverá” a la

solicitud de oposición de excepciones una vez que consten

los estampados receptoriales, los que nunca fueron

acompañados.

Lo anterior no es baladí, pues es indudable que existe

una notificación de la demanda, puesto que la sola

circunstancia que el ejecutado comparezca oponiendo

excepciones en el cuaderno principal, denota un

conocimiento cierto del contenido de la demanda y de la

resolución que la provee. Es así que, aún cuando no se

hubiere realizado la notificación conforme con el artículo

44 del Código de Procedimiento Civil, resulta aplicable lo

establecido en el artículo 55 del referido código, que

dispone la notificación tácita: “Aunque no se haya

verificado notificación alguna o se haya efectuado en otra

forma que la legal, se tendrá por notificada una resolución

desde que la parte a quien afecte haga en el juicio

cualquiera gestión que suponga conocimiento de dicha

resolución, sin haber antes reclamado la falta o nulidad de

la notificación”.

En consecuencia, más allá de que efectivamente el

tribunal no proveyó el traslado de las excepciones, lo

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cierto es que esta Corte no puede abstraerse de la

circunstancia antes mencionada, esto es, que el ejecutado

las opuso, generándose la notificación de la demanda. En

este aspecto, sin bien pueden existir dudas respecto de si

existió requerimiento de pago en el cuaderno de apremio, lo

cierto es que aquello, en las condiciones del juicio sub

lite, se relaciona únicamente con la posibilidad de seguir

con la ejecución de bienes en ese cuaderno, razón por la

que sólo es dable concluir que en la especie sí se podía

computar el plazo de inactividad para decretar el abandono

del procedimiento.

Undécimo: Que, asentadas las ideas anteriores,

corresponde dilucidar la base central de la primera línea

argumental desarrollada en el recurso, esto es, determinar

cuál es el plazo aplicable para decretar el abandono del

procedimiento, atendidas las características y la etapa

procesal en que se encontraba el juicio ejecutivo. Pues

bien, para realizar tal labor se debe tener presente que,

si bien la sanción de abandono del procedimiento es una

norma excepcional, en tanto encarna una sanción al

litigante negligente, lo cierto es que de su regulación se

extrae que existe un término que constituye la regla

general, esto es, el plazo de seis meses previsto en el

artículo 152 del Código de Procedimiento Civil. En efecto,

ante el referido plazo emerge la norma de carácter

excepcional contenida en el artículo 153 del referido texto

legal, que establece que en el juicio ejecutivo se podrá

aplicar tal sanción una vez ejecutoriada la sentencia

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definitiva o en la hipótesis del artículo 472, norma esta

última que vincula con el caso en que no se oponen

excepciones, razón por la que el mandamiento de ejecución y

embargo hace las veces de sentencia, caso en el cual el

plazo es de tres años.

Como se observa, la ley es clara en establecer este

lapso de tiempo más amplio para sancionar aquellas

dilaciones relacionadas con la inactividad de las partes en

el proceso de ejecución de bienes del demandado, toda vez

que, ambas hipótesis contempladas en la disposición, dejan

en evidencia que sólo una vez que se resuelven las

excepciones opuestas o se verifica la imposibilidad de

oponerlas, estando las partes debidamente emplazadas, se

cambia el plazo de seis meses por el de tres años.

Así, constando en autos que el ejecutado opuso

excepciones, de conformidad a lo establecido en el artículo

471 del Código de Procedimiento Civil, en relación a los

artículos 459, 464, 472 y 481 del mismo cuerpo legal, no

procedía que el tribunal admitiera que se prosiguiera o

realizara ningún tipo de gestión que tuviera por objeto la

realización de los bienes, toda vez que debía existir un

pronunciamiento respecto de aquellas, declarándolas

inadmisibles o dictando la sentencia de término

resolviéndolas. Lo anterior determina que no era aplicable

el plazo de tres años pretendido por la actora, pues al

estar notificada la demanda, sólo era factible aplicar el

plazo general previsto en el artículo 152 del Código de

Enjuiciamiento Civil, cuestión que han realizado los

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sentenciadores, circunstancia que determina el rechazo del

error de derecho denunciado.

Duodécimo: Que, prosiguiendo, se debe analizar el

yerro jurídico desarrollado bajo una segunda línea

argumental que implica establecer en cuál de las partes de

la relación jurídica se encontraba radicado el impulso

procesal.

Para dilucidar la interrogante planteada, es oportuno

recordar que el proceso, como mecanismo instituido por el

ordenamiento para resolver las controversias jurídicas

suscitadas entre las personas, se estructura mediante una

serie de actos que se concatenan entre sí, articulándose

dentro de una secuela progresiva en fases o etapas que se

orientan hacia un destino final constituido por la

sentencia llamada a resolver, en definitiva, con autoridad

de cosa juzgada, el conflicto sometido a conocimiento del

órgano jurisdiccional. Una definición dada por el

tratadista italiano Giuseppe Chiovenda destaca que: “El

proceso civil es el conjunto de los actos dirigidos al fin

de la actuación de la ley (respecto de un bien que se

entiende garantizado por ésta en el caso concreto) mediante

los órganos de jurisdicción ordinaria” (“Principios de

Derecho Procesal Civil”, traducción española de la Tercera

edición italiana, editorial Reus, Madrid 1922, Tomo 1º,

página 86.)”.

Décimo tercero: Que los llamados principios formativos

o rectores del proceso tienden a determinar las reglas

lógicas y racionales destinadas a darle unidad, continuidad

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y coherencia al referido instituto, conformados, según la

doctrina, por ciertas ideas fundamentales que han de

inspirarlo y que en sus respectivos ámbitos deben

observarse tanto por el legislador al elaborar las leyes

como por el juez, en su rol de conductor del proceso; ideas

directrices entre las que, por su vinculación con el

incidente de abandono del procedimiento sobre el que versa

el recurso materia de examen, se destacan las del orden

consecutivo legal, la de impulsión procesal y la de

preclusión.

Décimo cuarto: Que cuando la ley regula la forma como

se organizan y desarrollan los distintos actos que

conforman el proceso, se dice que el sistema se encuentra

inspirado en el principio de orden consecutivo legal,

definido como “aquella norma preestablecida a través de la

cual se desarrolla el proceso”. (Juan Colombo: “Un breve

comentario sobre los conceptos de jurisdicción, acción y

proceso”, Revista de Derecho Procesal U. de Chile Nº 11,

año 1976, pág. 86).

Por la inversa, cuando el juez y no la ley fijan el

orden en que ha de desenvolverse el procedimiento, se está

en presencia del orden consecutivo discrecional. Vinculado

al anterior se halla el principio de la impulsión procesal

que, en síntesis, estriba en la actividad mediante la cual

se hace posible el desarrollo de etapa en etapa -sujeto a

una vertebración racional y orgánica- del proceso hacia la

consecución de la finalidad que le es propia, desarrollo

gradual y progresivo para que el trámite avance del estadio

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en que se encuentra al consecutivo, de forma que marche y

siga su curso en forma gradual y progresiva.

Décimo quinto: Que los principios formativos del

procedimiento adquieren concreta proyección normativa en

nuestro sistema procesal civil, dentro del cual los

diversos procesos que en él tienen cabida aparecen

estructurados en fases o etapas que obedecen a un orden

consecutivo determinado por la ley y, en lo tocante a la

impulsión del procedimiento, quedan entregados a un régimen

ecléctico, donde se combinan la actividad de las partes -a

un nivel preeminente- con la que le corresponde al juez en

determinados estadios de los mismos.

Lo relevante, para el análisis del arbitrio, es que la

falta de actividad de las partes en aquellas etapas del

procedimiento donde el impulso de éste se encuentra librado

a su responsabilidad, junto con afectar el dinamismo que

naturalmente debe impregnar al proceso, lesiona el interés

social, que exige la pronta solución de los litigios y

evita la dispersión de los recursos empleados en el

ejercicio de la función jurisdiccional.

Específicamente el instituto del abandono del

procedimiento previsto en el artículo 152 del Código de

Procedimiento Civil tiende a precaver y sancionar las

conductas de omisión en que los litigantes puedan incurrir

en este ámbito, el cual acarrea como consecuencia, según lo

dispone el artículo 156, la pérdida del derecho a continuar

el procedimiento en que ha incidido el abandono y la

posibilidad de hacerlo valer en un nuevo juicio.

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Décimo sexto: Que existen etapas del proceso en que

indiscutiblemente el impulso procesal se encuentra radicado

exclusivamente en el tribunal, siendo el juez quien debe

velar porque éste llegue prontamente a su término. El

artículo 433 del Código de Procedimiento Civil es el

ejemplo más nítido respecto de esta hipótesis, puesto que

establece que una vez citadas las partes a oír sentencia no

se admitirán escritos, ni prueba de ningún género. Es

decir, resta a las partes, de un modo absoluto, el impulso

del proceso. En consecuencia, cualquiera que sea el plazo

de inactividad, ellas no podrán ser sancionadas con el

abandono del procedimiento.

Por otra parte, existen estadios procesales –la

mayoría- donde el impulso procesal radica exclusivamente en

las partes, siendo ellas quienes deben desplegar la

actividad necesaria para que el proceso avance hacia la

consecución de la finalidad que le es propia. En este caso,

la negligencia o desidia de aquéllas en el impulso del

procedimiento se encuentra sancionada con la declaración de

abandono del mismo, conforme lo establece el artículo 152

del Código de Procedimiento Civil.

Finalmente, hay etapas del proceso en que el impulso

procesal lo comparten tanto el juez de la causa como las

partes, encontrándose ambas compelidas -con independencia-

para que la causa avance a otro estadio procesal y siga su

curso en forma progresiva hacia su destino constituido por

la dictación de la sentencia definitiva que con autoridad

de cosa juzgada resuelva el conflicto sometido a

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conocimiento del órgano jurisdiccional. En esta hipótesis,

si transcurre el plazo de seis meses previsto en el

artículo 152 del Código de Procedimiento Civil, para

establecer la procedencia de declarar el abandono del

procedimiento se debe verificar si la parte -en quien

también recae el impulso procesal- hizo o no todo lo

necesario para que este avanzara. Sólo en la primera

situación corresponderá liberarla de la sanción, más no en

la segunda donde quedará en evidencia que ha actuado de

manera negligente al no realizar las presentaciones para

que el proceso avance, aun cuando el tribunal pudiera

también haber intervenido.

Décimo séptimo: Que en el presente caso, es importante

recalcar que el recurrente sostiene que el impulso procesal

se encontraba radicado en el tribunal, toda vez que éste

debía otorgar el traslado de conformidad con lo establecido

en el artículo 466 del Código de Procedimiento Civil; sin

embargo, tal aserto soslaya que, una vez presentadas las

excepciones, el a quo devolvió el impulso procesal a la

parte ejecutante, al requerir la incorporación de la cédula

de notificación, puesto que sólo con la certeza respecto de

la fecha en que aquella se realizó materialmente la

notificación y el requerimiento de pago, se puede

establecer si las excepciones fueron opuestas en el plazo

previsto en el artículo 459 del Código de Procedimiento

Civil. Por el contrario, sino existe notificación por

cédula, el juez debe tener por notificado tácitamente al

ejecutado respecto de la demanda ejecutiva y adoptar una

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decisión respecto de los términos del requerimiento de pago

–tenerlo por requerido o citarlo a secretaria para

requerimiento personal- en cuyo caso, indudablemente las

excepciones se tienen por opuestas dentro de plazo, de

conformidad con lo dispuesto en el artículo 462 del

mencionado código.

En las condiciones expuestas, sólo cabe establecer que

el impulso procesal estaba radicado en las partes, pues

aquellas estaban en condiciones de allegar la cédula de

notificación o hacer presente al tribunal que aquélla no

existió, pues sólo cumplido eso el a quo estaría en

condiciones de proveer lo pertinente para la continuación

del proceso: a) declarar de plano extemporáneas las

excepciones, o b) conferir traslado a la ejecutante, para

luego realizar el examen de admisibilidad de las mismas.

Indudablemente, era la actora, sobre quien pesaba la

carga descrita, toda vez que sólo si aquél cumplía el

requerimiento del tribunal se podía proseguir la

tramitación del juicio y obtener pronunciamiento respecto

de la admisibilidad de las excepciones. En consecuencia, su

inactividad por el lapso de seis meses, sin dar

cumplimiento a lo ordenado por el tribunal, es una clara

muestra de desidia procesal que es sancionable con la

declaración de abandono del procedimiento, razón por la que

sólo cabe descartar el yerro jurídico denunciado en la

segunda línea argumental del arbitrio.

Décimo octavo: Que las reflexiones que anteceden

conducen a concluir que la sentencia impugnada por la vía

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de casación en el fondo no ha incurrido en los errores de

derecho que se atribuyen en los términos descritos por el

impugnante, razón por la cual el recurso deducido debe ser

desestimado.

En todo caso, no era posible apercibir al ejecutado y

tener por no interpuestas las excepciones opuestas, puesto

que, como se ha dicho, le correspondía al actor acompañar

la cédula en que consta la notificación de la demanda,

máxime si al resolver en tal sentido se produce la

consecuencia perjudicial para el demandado prevista en el

artículo 472 del Código de Procedimiento Civil.

Por estas consideraciones y de conformidad, además,

con lo dispuesto en los artículos 764, 765, 767 y 805 del

Código de Procedimiento Civil, se rechaza el recurso de

casación en el fondo, interpuesto por la parte ejecutante,

en lo principal de la presentación fojas 70, en contra de

la sentencia de nueve de enero de dos mil diecisiete, que

se lee a fojas 63.

Regístrese y devuélvase con su agregado.

Redacción a cargo del Ministro señor Muñoz.

Rol Nº 34.602-2017.

Pronunciado por la Tercera Sala de esta Corte Suprema


integrada por los Ministros Sr. Sergio Muñoz G., Sr. Haroldo
Brito C., Sr. Carlos Aránguiz Z. y Sr. Arturo Prado P. y el
Abogado Integrante Sr. Álvaro Quintanilla P. No firma, no
obstante haber concurrido al acuerdo de la causa, el
Ministro señor Aránguiz por estar con permiso. Santiago, 07
de marzo de 2018.

XKEQEJXZXX
HAROLDO OSVALDO BRITO CRUZ SERGIO MANUEL MUÑOZ GAJARDO
MINISTRO(P) MINISTRO
Fecha: 07/03/2018 10:28:52 Fecha: 07/03/2018 10:43:16

ARTURO JOSE PRADO PUGA ALVARO HERNAN QUINTANILLA


MINISTRO PEREZ
Fecha: 07/03/2018 10:43:16 ABOGADO INTEGRANTE
Fecha: 07/03/2018 10:43:17

XKEQEJXZXX
Autoriza el Ministro de Fe de la Excma. Corte Suprema

JORGE EDUARDO SAEZ MARTIN


MINISTRO DE FE
Fecha: 07/03/2018 10:47:41

En Santiago, a siete de marzo de dos mil dieciocho, notifiqué en Secretaría


por el Estado Diario la resolución precedente.

JORGE EDUARDO SAEZ MARTIN


MINISTRO DE FE
Fecha: 07/03/2018 10:47:43

Este documento tiene firma electrónica y su original puede ser


validado en http://verificadoc.pjud.cl o en la tramitación de la
causa.
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