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l debido proceso debe entenderse como una manifestación del Estado que busca proteger al individuo

frente a las actuaciones de las autoridades públicas, procurando en todo momento el respeto a las formas
propias de cada juicio. El artículo 29 del ordenamiento constitucional lo consagra expresamente “para
toda clase de actuaciones judiciales o administrativas”.
Así entonces, las situaciones de controversia que surjan de cualquier tipo de proceso, requieren de una
regulación jurídica previa que limite los poderes del Estado y establezcan el respeto de los derechos y
obligaciones de los sujetos procesales, de manera que ninguna actuación de las autoridades dependa de
su propio arbitrio, sino que se encuentren sujetas a los procedimientos señalados en la ley o los
reglamentos.
El debido proceso y el derecho de defensa
El artículo 29 de la Carta Política dispone que el debido proceso debe observarse en toda clase de
actuaciones judiciales y administrativas, es decir que obliga no solamente a los jueces sino también a los
organismos y dependencias de la administración pública.
El debido proceso administrativo consiste en que los actos y actuaciones de las autoridades
administrativas deben ajustarse no sólo al ordenamiento jurídico legal sino a los preceptos
constitucionales. Se pretende garantizar el correcto ejercicio de la administración pública a través de la
expedición de actos administrativos que no resulten arbitrarios y, por contera, contrarios a los principios
del Estado de derecho. Ello en virtud de que “toda autoridad tiene sus competencias definidas dentro
del ordenamiento jurídico y debe ejercer sus funciones con sujeción al principio de legalidad, a fin de
que los derechos e intereses de los administrados cuenten con la garantía de defensa necesaria ante
eventuales actuaciones abusivas, realizadas por fuera de los mandatos constitucionales, legales o
reglamentarios vigentes”[ 1].
De la aplicación del principio del debido proceso se desprende que los administrados tienen derecho a
conocer las actuaciones de la administración, a pedir y a controvertir las pruebas, a ejercer con plenitud
su derecho de defensa, a impugnar los actos administrativos y en fin a gozar de todas las garantías
establecidas en su beneficio.
Sobre el debido proceso administrativo la Corte se ha manifestado en reiteradas oportunidades[ 2] y ha
precisado que su cobertura se extiende a todo el ejercicio que debe desarrollar la administración pública
en la realización de sus objetivos y fines estatales, lo que implica que cobija todas las manifestaciones en
cuanto a la formación y ejecución de los actos, a las peticiones que presenten los particulares y a los
procesos que adelante la administración con el fin de garantizar la defensa de los ciudadanos. Conviene
recordar lo que sobre el punto ha precisado esta Corporación:
“La garantía del debido proceso, plasmada en la Constitución colombiana como derecho fundamental
de aplicación inmediata (artículo 85) y consignada, entre otras, en la Declaración Universal de
Derechos Humanos de 1948 (artículos 10 y 11), en la Declaración Americana de los Derechos y
Deberes del Hombre proclamada el mismo año (artículo XXVI) y en la Convención Americana sobre
Derechos Humanos (Pacto de San José de Costa Rica, 1969, Artículos 8 y 9), no consiste solamente en
las posibilidades de defensa o en la oportunidad para interponer recursos, como parece entenderlo el
juzgado de primera instancia, sino que exige, además, como lo expresa el artículo 29 de la Carta, el
ajuste a las normas preexistentes al acto que se imputa; la competencia de la autoridad judicial o
administrativa que orienta el proceso; la aplicación del principio de favorabilidad  en materia penal; el
derecho a una resolución que defina las cuestiones jurídicas planteadas sin dilaciones injustificadas; la
ocasión de presentar pruebas y de controvertir las que se alleguen en contra y, desde luego, la plena
observancia de las formas propias de cada proceso según sus características”[ 3].
“El debido proceso constituye una garantía infranqueable para todo acto en el que se pretenda
-legitimamente- imponer sanciones, cargas o castigos. Constituye un límite al abuso del poder de
sancionar y con mayor razón, se considera un principio rector de la actuación administrativa del
Estado y no sólo una obligación exigida a los juicios criminales”[ 4]
El debido proceso comprende un conjunto de principios, tales como el de legalidad, el del juez natural,
el de favorabilidad en materia penal, el de presunción de inocencia y el derecho de defensa, los cuales
constituyen verdaderos derechos fundamentales[5].
El derecho de defensa en materia administrativa se traduce en la facultad que tiene el administrado para
conocer la actuación o proceso administrativo que se le adelante e impugnar o contradecir las pruebas y
las providencias que le sean adversas a sus intereses. La administración debe garantizar al ciudadano
interesado tal derecho y cualquier actuación que desconozca dicha garantía es contraria a la
Constitución.
En efecto, si el administrado no está de acuerdo con una decisión de la administración que le afecte sus
intereses tiene derecho a ejercer los recursos correspondientes con el fin de obtener que se revoque o
modifique. (Corte constitucional, Sentencia 1021 de 2002).

[ 1] Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T-1341 del 11 de diciembre de 2001 (M.P. Alvaro
Tafur Galvis).
[ 2] Ver las sentencias T-442 del 3 de julio de 1992 (M.P. Simón Rodríguez Rodríguez), T-020
del 10 de febrero de 1998 (M.P. Jorge Arango Mejía), T-386 del 30 de julio de 1998 (M.P.
Carlos Gaviria Díaz), T-009 del 18 de enero de 2000 (M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz) y T-
1013 del 10 de diciembre de 1999 (M.P. Alfredo Beltrán Sierra).
[ 3] Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T-460 del 15 de julio de 1992 (M.P. José Gregorio
Hernández Galindo).
[ 4] Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T-1263 del 29 de noviembre de 2001.
[ 5] Ver al respecto la Sentencia T-572 del 26 de octubre de 1992 (M.P. Jaime Sanín
Greiffenstein).

El debido proceso es “el conjunto de garantías que protegen al


ciudadano sometido a cualquier proceso, que le asegura a lo largo
del mismo una recta y cumplida administración de justicia, la
seguridad jurídica y la fundamentación de las resoluciones
judiciales conforme a derecho”[63]. Además, “el debido proceso es
el que en todo se ajusta al principio de juridicidad propio del estado
de derecho y excluye, por consiguiente, cualquier acción contra
legem o praeter legem"[64]. Como las demás funciones del Estado,
la de administrar justicia está sujeta al imperio de lo jurídico: sólo
puede ser ejercida dentro de los términos establecidos con
antelación por normas generales y abstractas que vinculan positiva
y negativamente a los servidores públicos. Estos tienen prohibida
cualquier acción que no esté legalmente prevista, y únicamente
pueden actuar apoyándose en una previa atribución de
competencia. El derecho al debido proceso es el que tiene toda
persona a la recta administración de justicia. Y se concluye que es
debido aquel proceso que satisface todos los requerimientos,
condiciones y exigencias necesarios para garantizar la efectividad
del derecho material.

Por consiguiente, el debido proceso configura una garantía de


otros principios y derechos, toda vez que salvaguarda la primacía
del principio de legalidad e igualdad, así como realiza
efectivamente el derecho de acceso a la administración de justicia,
sustento básico y esencial de una sociedad democrática.

La transgresión que pueda ocurrir de aquellas normas mínimas que


la Constitución o la ley establecen para las actuaciones procesales,
como formas propias de cada juicio (C.P., art. 29), atenta contra el
debido proceso y desconoce la garantía de los derechos e intereses
de las personas que intervienen en el mismo”.

 
8.3.2 Así entendido el debido proceso como derecho fundamental, implica el
respeto por una  serie de garantías materiales y procesales que deben ser
acatadas tanto por autoridades judiciales como por las autoridades
administrativas y que se derivan directamente de los artículos 29 y 228 de la
Constitución. Dentro de tales garantías se cuentan, la competencia de la
autoridad, observancia plena de las formas de cada juicio, la defensa,
presentar pruebas y controvertirlas, un juicio sin dilaciones injustificadas y
que las decisiones encuentren imparcialidad en su adopción y consulten el
principio de legalidad. Estas garantías buscan proteger a los intervinientes en
cualquier clase de proceso, asegurando en el discurrir del mismo, una recta y
cumplida administración de justicia, así mismo, que las decisiones
encuentren fundamento en las normas constitucionales y legales, evitando
así que se actué en contra o por fuera de esos lineamientos. Vale decir, las
actuaciones de las autoridades deben sujetarse o ejercerse en los términos
indicados previamente en las normas que los vinculan positiva o
negativamente, de donde surge que está proscrita cualquier actuación que
legalmente no esté prevista.

8.3.3 Cabe precisar entonces que las autoridades de policía en sus


actuaciones surtidas con fundamento en sus facultades administrativas o
excepcionalmente jurisdiccionales en los procesos policivos, que les fueron
asignadas, deben respetar las garantías procesales y sustanciales que
integran el derecho fundamental al debido proceso, con la finalidad de
garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes que le asisten a
las partes o a los intervinientes en el proceso respectivo.

8.3.4 Debido a que en el caso analizado la tutelante alega la falta de


competencia del Inspector Tercero Civil de Policía de Pasto para resolver el
litigio que se presenta entre las empresas querellante y querellada, mediante
solicitud de amparo policivo por perturbación al ejercicio de la posesión
afirmada por la querellante sobre los bienes que componen el servicio de
televisión por suscripción en la zona uno de la citada ciudad, considera la Sala
apropiado enseguida, tratar brevemente la regulación estatal del servicio
público de televisión y la televisión cerrada o por suscripción.

Alega la parte actora que la Inspectora de Policía nunca debió conocer del proceso por
falta de competencia y por falta de legitimación, porque en los procesos de policía no
se controvierte el derecho de dominio y existía reconocimiento de un dueño; también se
extralimitó en el ejercicio de funciones porque jamás debió establecer un statu quo en
contra del demandante, cuando se trata de copropiedad cada copropietario tiene derecho
de cuota sobre todo el bien. Agregó que la Inspectora conocía de antemano el proceso
divisorio que cursaba en el Juzgado Promiscuo de Soledad; que después de señalar que
la resolución 002 de 2004 tenía recurso, al interponerlo decidió no concederlo con base
en la sentencia C-227/94 (sic) que no encontraron.

El proceso policivo de amparo a perturbación de la posesión es preventivo, tiene como


finalidad la protección de la posesión (sea dueño o no) frente a la perturbación de otro, y
busca mantener el statu quo mientras la justicia ordinaria resuelve.

PROCURADURÍA PRIMERA DELEGADA

ANTE EL CONSEJO DE ESTADO

CONCEPTO No. 206 / 2012

“ARTÍCULO PRIMERO: No conceder la solicitud de amparo policivo por


perturbación a la posesión incoada por el señor AURELIANO JOSÉ SERPA
ESTRADA, por medio de apoderado judicial doctor PEDRO WILBERTO REINA
SALCEDO contra WILBERTO SERPA ESTRADA, por las anteriores
consideraciones.

ARTÍCULO SEGUNDO: Exonerar del pago del 50% al señor WILBERTO SERPA
ESTRADA, por las anteriores consideraciones.

ARTÍCULO TERCERO: Decretar un Statu Quo entre las partes y dejar las cosas
en el estado en que se encuentran hasta tanto la justicia ordinaria dirima el
conflicto entre los copropietarios del inmueble en litigio.
ARTÍCULO CUARTO: Advertir a las partes que en caso de incumplimiento se
utilizará la fuerza pública si fuese necesario para lograr lo ordenado en el Artículo
tercero del presente resuelve.

ARTÍCULO QUINTO: Dispone que contra la presente providencia es procedente la


impugnación por vía jerárquica sin perjuicio de su cumplimiento, de acuerdo a lo
establecido en el Art. 24 del decreto 1355 de 1970”

El proceso policivo de amparo a perturbación de la posesión es preventivo, tiene como


finalidad la protección de la posesión (sea dueño o no) frente a la perturbación de otro, y
busca mantener el statu quo mientras la justicia ordinaria resuelve.

El Código Nacional de Policía, Decreto 1355 de 1970, dispone:

ARTICULO 125. La policía sólo puede intervenir para evitar que perturbe el
derecho de posesión o mera tenencia que alguien tenga sobre un bien, y en el
caso de que se haya violado ese derecho, para restablecer y preservar la situación
que existía en el momento en que se produjo la perturbación.

ARTICULO 126. En los procesos de policía no se controvertirá el derecho de


dominio ni se considerarán las pruebas que se exhiban para acreditarlo.

ARTICULO 127. Las medidas de policía para proteger la posesión y tenencia de


bienes se mantendrán mientras el juez no decida otra cosa.

Del análisis de los medios de prueba y en particular de la resolución 002 de 24 de febrero


de 2004 se evidencia que no existió error, toda vez que la Inspectora de Policía actuó de
conformidad con las previsiones del Código de Policía, esto es, no concedió el amparo
incoado por el señor Aureliano Serpa, sino que declaró el statu quo hasta tanto la justicia
ordinaria dirimiera el conflicto, ya que cursaba ante el juzgado civil un proceso divisorio.

2. Naturaleza del amparo de posesión

Ante todo, hay que recordar cómo en el derecho de policía hay un principio de
operatividad inmediata basada en la inminencia y urgencia de las circunstancias, de
manera que se proyecta como un derecho de efectividad próxima. Ahora bien, uno
de los procesos de policía más efectivos es el del amparo a la posesión. Se trata,
pues, de amparar al titular de un bien debido en justicia. Amparar significa, según el
Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la acción de favorecer
mediante la protección. Es el favor y protección debidas a quien sea titular de un
derecho conculcado.

El amparo debe ser lo más expedito posible, y ese es el motivo por el cual se prevé
una diligencia en la cual se satisfaga el derecho conculcado a la mayor brevedad
posible y con el mayor grado de viabilidad procesal. es por ello que se tramita en
única instancia, con el fin de no dilatar la efectividad de derechos ciertos.

3. El caso sub examine

(…)

En segundo lugar, de acuerdo con el artículo 8 del Decreto departamental 373


de 1985(Código de Policía del Atlántico), a los inspectores y corregidores de
policía:

"1o.- Conocer en única instancia, según las leyes y reglamentos de los hechos
punibles de competencia de la autoridad de policía; de las querellas por
ocupación de hecho, y de los amparos a la posesión de bienes muebles e
inmuebles, de los amparos domiciliarios". (Resalta la Sala).

Pero encuentra la Sala que la señora Alcaldesa del municipio Juan de Acosta creó
una segunda instancia sin fundamento legal alguno, de suerte que hizo una
diligencia sin autorización expresa del legislador, lo cual no sólo constituye un
desconocimiento del principio de legalidad y de la cláusula general de competencia,
sino un atentado directo contra el debido proceso, ya que a todas luces se improvisó
una instancia procesal no contemplada en la ley.”

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