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¡EN SOLITARIO NO SE ALCANZAN LAS GRANDES CUMBRES!

¿Sabes cuándo unos chicos son amigos de verdad? Sí, cuando al estar unos
juntos con los otros se ayudan a ser más felices y a ser mejores. Pero para hacer
eso, para ayudarnos de verdad, los amigos han de hacer mucho ejercicio de
amor, de querer lo mejor para los otros; y eso lo saben hacer muy bien los
niños, incluso los más pequeños. La historia siguiente puede
servirnos para entender un poco lo que es la “amistad”.
Además, es una historia real: Ocurrió en una excursión durante
un campamento de mitad de año. Eran muchachos de unos 13
años. Su ilusión era subir a una montaña alta, que estaba
cerca. Los chicos estaban emocionados la tarde anterior. Ya
habían subido a otros lugares altos (lagos, páramos…) de la región; pero... ¡subir a
aquella montaña era ya otra cosa! Durante un buen rato estuvieron preparando
todo lo necesario para la subida del día siguiente, pues partían muy temprano. El
jefe del campamento estaba esa vez con ellos; quería gozar con el grupo de esa
experiencia inolvidable. Después de darles algunas instrucciones para la marcha
del día siguiente, les despidió hacia las nueve de la noche con una consigna: “En
solitario no se alcanzan las grandes cubres”. Algunos de los niños estaban tan
pendientes de la aventura que les esperaba, que apenas prestaron atención a la
consigna del jefe, a la explicación que les dio de lo que significaba eso: “En
solitario no se alcanzan las grandes cumbres”. Otros sí le escucharon…, y muy
atentos.
Todos se fueron a dormir. Todos, menos el jefe, que se fue a dar un paseo por un
caminillo que estaba al lado de las tiendas de campaña. Quería acabar de planear
todos los detalles de la subida del día siguiente. Mientras, paseaba, oyó que en una
tienda había ruido, conversaciones, bromas. Pensó que los niños estarían
nerviosos, sin sueño todavía. Esperó, por eso, un rato. Pero, el bullicio era cada
vez mayor. Se acercó a la tienda, y oyó que tres muchachos se estaban portando
mal: se quejaban del suelo en donde estaba plantada la tienda, se reían de unos
acampados que se habían mojado al cruzar un pequeño riachuelo por la tarde… El
jefe reconoció por la voz quiénes estaban haciendo esas travesuras. Oyó también
que otros dos niños —Arturo y Pepe— les decían: ¡Chsss, van a despertar a los de
las otras tiendas; nosotros podemos cambiarles el puesto para que estén más
cómodos; vamos a obedecer al jefe…, ha dicho que mañana tenemos que estar bien
descansados! El jefe, fuera, esperó todavía un rato más. Después encendió la
linterna, y se asomó por la puerta de la tienda. Los tres niños se hicieron los
dormidos; mientras que los otros dos sacaron sus cabezas por encima del saco y le
dijeron al jefe: “perdone, ya sabemos que no nos hemos portado bien”.

Entonces el jefe les dijo a estos dos: “salgan conmigo,


tengo que hablar con ustedes”. Los dos niños salieron al
momento, sin quejarse de los otros tres, sin acusarles a ellos
del alboroto en la tienda. El jefe sabía lo que hacía; se los
llevó a unos metros, lejos de la tienda, y les dijo: “He estado
escuchando todo lo que pasaba en la tienda; sé que ustedes
no son culpables del mal comportamiento de este grupo; al revés: han intentado
calmar y remediar el bullicio; por eso les voy a nombrar los “mandos
secretos”, es decir, ustedes serán los amigos de todos, para hacerlos
felices. ¿Saben STOP!
cuál va a ser su 1) La santidad es como subir una gran montaña. Dios
misión mañana? nos ayuda constantemente. Y necesitamos amigos para
Animar a esos tres avanzar más seguros. ¿Quién es un amigo de verdad?
compañeros (y a Pregúntalo a tu monitor. 2) Jesús de Nazaret es el mejor
todos los demás) a de los amigos… Nos lo demuestra con hechos…
subir... y subir; a ¿Recuerdas algunas ayudas de Jesús en el Evangelio y en
coger las mochilas tu propia vida? 3) ¿Qué hicieron de diferente Arturo y
más pesadas, a Pepe? ¿Quieres tú también ser un “mando secreto” para
tus compañeros? 4) San Juan Bosco decía: “La santidad
es servicio y alegría”. Sencillo, ¿verdad? 5) Para subir
al Everest hacen falta guías… ¿Lo sabías?
ponerse los últimos en la cola cuando se reparta el desayuno y el agua..., y a otros
actos de generosidad; sin “mandos secretos” como lo serán ustedes, la excursión
será un fracaso: muchos se rendirán, se cansarán, y cundirá el desánimo en los
demás. ¿Aceptan el cargo de “mandos secretos”, sí o no? “Claro que sí”, dijeron los
dos muchachos.
Y así lo hicieron al día siguiente. Cuando el jefe tocó el pito para levantarse a las
6am, fueron los primeros en recoger todo lo suyo y prepararlo fuera, al lado de la
tienda. Sus tres compañeros, llenos de pereza, se fueron levantando con quejas
muy lentamente. Como se quedaban rezagados, estos dos valientes, les dijeron que
fueran adelante, que ellos les recogían el saco y les llevarían enseguida sus
mochilas. En algunos momentos, la subida se hacía dura. Algunos niños dijeron
que ellos ya no seguían. Pero ellos dos estaban siempre a punto para cumplir su
misión: daban un poco de agua de sus cantimploras, contaban un chiste que hacía
olvidar el cansancio, comentaban que un monitor les había dicho que lo que
faltaba era ya muy fácil… ¡La excursión fue todo un éxito! Todos llegaron al pico
deseado. ¡Se podían observar paisajes hermosos! Y todo eso, ¿gracias a quién? A
unos amigos de verdad. Al bajar —parecía casi mágico, pero era así— todos
se ayudaban entre sí; en sus caras se reflejaba la alegría que sentían
dentro: la alegría de haberse hecho amigos.
Entonces el jefe les dijo a estos dos: “salgan conmigo,
tengo que hablar con ustedes”. Los dos niños salieron al
momento, sin quejarse de los otros tres, sin acusarles a ellos
del alboroto en la tienda. El jefe sabía lo que hacía; se los
llevó a unos metros, lejos de la tienda, y les dijo: “He estado
escuchando todo lo que pasaba en la tienda; sé que ustedes
no son culpables del mal comportamiento de este grupo; al revés: han intentado
calmar y remediar el bullicio; por eso les voy a nombrar los “mandos
secretos”, es decir, ustedes serán los amigos de todos, para hacerlos
felices. ¿Saben cuál va a ser su misión mañana? Animar a esos tres compañeros (y
a todos los demás) a subir... y subir; a coger las mochilas más pesadas, a ponerse
los últimos en la cola cuando se reparta el desayuno y el agua..., y a otros actos de
generosidad; sin “mandos secretos” como lo serán ustedes, la excursión será un
fracaso: muchos se rendirán, se cansarán, y cundirá el desánimo en los demás.
¿Aceptan el cargo de “mandos secretos”, sí o no? “Claro que sí”, dijeron los dos
muchachos.
Y así lo hicieron al día siguiente. Cuando el jefe tocó el pito para levantarse a las
6am, fueron los primeros en recoger todo lo suyo y prepararlo fuera, al lado de la
tienda. Sus tres compañeros, llenos de pereza, se fueron levantando con quejas
muy lentamente.
Como se STOP!
quedaban 1) La santidad es como subir una gran montaña. Dios
rezagados, estos nos ayuda constantemente. Y necesitamos amigos para
dos valientes, les avanzar más seguros. ¿Quién es un amigo de verdad?
dijeron que fueran Pregúntalo a tu monitor. 2) Jesús de Nazaret es el mejor
adelante, que ellos de los amigos… Nos lo demuestra con hechos…
les recogían el ¿Recuerdas algunas ayudas de Jesús en el Evangelio y en
saco y les llevarían tu propia vida? 3) ¿Qué hicieron de diferente Arturo y
enseguida sus Pepe? ¿Quieres tú también ser un “mando secreto” para
mochilas. En tus compañeros? 4) San Juan Bosco decía: “La santidad
algunos es servicio y alegría”. Sencillo, ¿verdad? 5) Para subir
momentos, la al Everest hacen falta guías… ¿Lo sabías?
subida se hacía dura. Algunos niños dijeron que ellos ya no seguían. Pero ellos dos
estaban siempre a punto para cumplir su misión: daban un poco de agua de sus
cantimploras, contaban un chiste que hacía olvidar el cansancio, comentaban que
un monitor les había dicho que lo que faltaba era ya muy fácil… ¡La excursión fue
todo un éxito! Todos llegaron al pico deseado. ¡Se podían observar paisajes
hermosos! Y todo eso, ¿gracias a quién? A unos amigos de verdad. Al bajar —
parecía casi mágico, pero era así— todos se ayudaban entre sí; en sus caras
se reflejaba la alegría que sentían dentro: la alegría de haberse hecho
amigos.

¡EN SOLITARIO NO SE ALCANZAN LAS GRANDES CUMBRES!


¿Sabes cuándo unos chicos son amigos de verdad? Sí, cuando al estar unos
juntos con los otros se ayudan a ser más felices y a ser mejores. Pero para hacer
eso, para ayudarnos de verdad, los amigos han de hacer mucho ejercicio de
amor, de querer lo mejor para los otros; y eso lo saben hacer muy bien los
niños, incluso los más pequeños. La historia siguiente puede
servirnos para entender un poco lo que es la “amistad”.
Además, es una historia real: Ocurrió en una excursión durante
un campamento de mitad de año. Eran muchachos de unos 13
años. Su ilusión era subir a una montaña alta, que estaba
cerca. Los chicos estaban emocionados la tarde anterior. Ya
habían subido a otros lugares altos (lagos, páramos…) de la región; pero... ¡subir a
aquella montaña era ya otra cosa! Durante un buen rato estuvieron preparando
todo lo necesario para la subida del día siguiente, pues partían muy temprano. El
jefe del campamento estaba esa vez con ellos; quería gozar con el grupo de esa
experiencia inolvidable. Después de darles algunas instrucciones para la marcha
del día siguiente, les despidió hacia las nueve de la noche con una consigna: “En
solitario no se alcanzan las grandes cubres”. Algunos de los niños estaban tan
pendientes de la aventura que les esperaba, que apenas prestaron atención a la
consigna del jefe, a la explicación que les dio de lo que significaba eso: “En
solitario no se alcanzan las grandes cumbres”. Otros sí le escucharon…, y muy
atentos.
Todos se fueron a dormir. Todos, menos el jefe, que se fue a dar un paseo por un
caminillo que estaba al lado de las tiendas de campaña. Quería acabar de planear
todos los detalles de la subida del día siguiente. Mientras, paseaba, oyó que en una
tienda había ruido, conversaciones, bromas. Pensó que los niños estarían
nerviosos, sin sueño todavía. Esperó, por eso, un rato. Pero, el bullicio era cada
vez mayor. Se acercó a la tienda, y oyó que tres muchachos se estaban portando
mal: se quejaban del suelo en donde estaba plantada la tienda, se reían de unos
acampados que se habían mojado al cruzar un pequeño riachuelo por la tarde… El
jefe reconoció por la voz quiénes estaban haciendo esas travesuras. Oyó también
que otros dos niños —Arturo y Pepe— les decían: ¡Chsss, van a despertar a los de
las otras tiendas; nosotros podemos cambiarles el puesto para que estén más
cómodos; vamos a obedecer al jefe…, ha dicho que mañana tenemos que estar bien
descansados! El jefe, fuera, esperó todavía un rato más. Después encendió la
linterna, y se asomó por la puerta de la tienda. Los tres niños se hicieron los
dormidos; mientras que los otros dos sacaron sus cabezas por encima del saco y le
dijeron al jefe: “perdone, ya sabemos que no nos hemos portado bien”.

¡EN SOLITARIO NO SE ALCANZAN LAS GRANDES CUMBRES!


¿Sabes cuándo unos chicos son amigos de verdad? Sí, cuando al estar unos
juntos con los otros se ayudan a ser más felices y a ser mejores. Pero para hacer
eso, para ayudarnos de verdad, los amigos han de hacer mucho ejercicio de
amor, de querer lo mejor para los otros; y eso lo saben hacer muy bien los
niños, incluso los más pequeños. La historia siguiente puede
servirnos para entender un poco lo que es la “amistad”.
Además, es una historia real: Ocurrió en una excursión durante
un campamento de mitad de año. Eran muchachos de unos 13
años. Su ilusión era subir a una montaña alta, que estaba
cerca. Los chicos estaban emocionados la tarde anterior. Ya
habían subido a otros lugares altos (lagos, páramos…) de la región; pero... ¡subir a
aquella montaña era ya otra cosa! Durante un buen rato estuvieron preparando
todo lo necesario para la subida del día siguiente, pues partían muy temprano. El
jefe del campamento estaba esa vez con ellos; quería gozar con el grupo de esa
experiencia inolvidable. Después de darles algunas instrucciones para la marcha
del día siguiente, les despidió hacia las nueve de la noche con una consigna: “En
solitario no se alcanzan las grandes cubres”. Algunos de los niños estaban tan
pendientes de la aventura que les esperaba, que apenas prestaron atención a la
consigna del jefe, a la explicación que les dio de lo que significaba eso: “En
solitario no se alcanzan las grandes cumbres”. Otros sí le escucharon…, y muy
atentos.
Todos se fueron a dormir. Todos, menos el jefe, que se fue a dar un paseo por un
caminillo que estaba al lado de las tiendas de campaña. Quería acabar de planear
todos los detalles de la subida del día siguiente. Mientras, paseaba, oyó que en una
tienda había ruido, conversaciones, bromas. Pensó que los niños estarían
nerviosos, sin sueño todavía. Esperó, por eso, un rato. Pero, el bullicio era cada
vez mayor. Se acercó a la tienda, y oyó que tres muchachos se estaban portando
mal: se quejaban del suelo en donde estaba plantada la tienda, se reían de unos
acampados que se habían mojado al cruzar un pequeño riachuelo por la tarde… El
jefe reconoció por la voz quiénes estaban haciendo esas travesuras. Oyó también
que otros dos niños —Arturo y Pepe— les decían: ¡Chsss, van a despertar a los de
las otras tiendas; nosotros podemos cambiarles el puesto para que estén más
cómodos; vamos a obedecer al jefe…, ha dicho que mañana tenemos que estar bien
descansados! El jefe, fuera, esperó todavía un rato más. Después encendió la
linterna, y se asomó por la puerta de la tienda. Los tres niños se hicieron los
dormidos; mientras que los otros dos sacaron sus cabezas por encima del saco y le
dijeron al jefe: “perdone, ya sabemos que no nos hemos portado bien”.

Entonces el jefe les dijo a estos dos: “salgan conmigo,


tengo que hablar con ustedes”. Los dos niños salieron al
momento, sin quejarse de los otros tres, sin acusarles a ellos
del alboroto en la tienda. El jefe sabía lo que hacía; se los
llevó a unos metros, lejos de la tienda, y les dijo: “He estado
escuchando todo lo que pasaba en la tienda; sé que ustedes
no son culpables del mal comportamiento de este grupo; al revés: han intentado
calmar y remediar el bullicio; por eso les voy a nombrar los “mandos
secretos”, es decir, ustedes serán los amigos de todos, para hacerlos
felices. ¿Saben cuál va a ser su misión mañana? Animar a esos tres compañeros (y
a todos los demás) a subir... y subir; a coger las mochilas más pesadas, a ponerse
los últimos en la cola cuando se reparta el desayuno y el agua..., y a otros actos de
generosidad; sin “mandos secretos” como lo serán ustedes, la excursión será un
fracaso: muchos se rendirán, se cansarán, y cundirá el desánimo en los demás.
¿Aceptan el cargo de “mandos secretos”, sí o no? “Claro que sí”, dijeron los dos
muchachos.
Y así lo hicieron al día siguiente. Cuando el jefe tocó el pito para levantarse a las
6am, fueron los primeros en recoger todo lo suyo y prepararlo fuera, al lado de la
tienda. Sus tres compañeros, llenos de pereza, se fueron levantando con quejas
muy lentamente.
Como se STOP!
quedaban 1) La santidad es como subir una gran montaña. Dios
rezagados, estos nos ayuda constantemente. Y necesitamos amigos para
dos valientes, les avanzar más seguros. ¿Quién es un amigo de verdad?
dijeron que fueran Pregúntalo a tu monitor. 2) Jesús de Nazaret es el mejor
adelante, que ellos de los amigos… Nos lo demuestra con hechos…
les recogían el ¿Recuerdas algunas ayudas de Jesús en el Evangelio y en
saco y les llevarían tu propia vida? 3) ¿Qué hicieron de diferente Arturo y
enseguida sus Pepe? ¿Quieres tú también ser un “mando secreto” para
mochilas. En tus compañeros? 4) San Juan Bosco decía: “La santidad
algunos es servicio y alegría”. Sencillo, ¿verdad? 5) Para subir
momentos, la al Everest hacen falta guías… ¿Lo sabías?
subida se hacía dura. Algunos niños dijeron que ellos ya no seguían. Pero ellos dos
estaban siempre a punto para cumplir su misión: daban un poco de agua de sus
cantimploras, contaban un chiste que hacía olvidar el cansancio, comentaban que
un monitor les había dicho que lo que faltaba era ya muy fácil… ¡La excursión fue
todo un éxito! Todos llegaron al pico deseado. ¡Se podían observar paisajes
hermosos! Y todo eso, ¿gracias a quién? A unos amigos de verdad. Al bajar —
parecía casi mágico, pero era así— todos se ayudaban entre sí; en sus caras
se reflejaba la alegría que sentían dentro: la alegría de haberse hecho
amigos.
Entonces el jefe les dijo a estos dos: “salgan conmigo,
tengo que hablar con ustedes”. Los dos niños salieron al
momento, sin quejarse de los otros tres, sin acusarles a ellos
del alboroto en la tienda. El jefe sabía lo que hacía; se los
llevó a unos metros, lejos de la tienda, y les dijo: “He estado
escuchando todo lo que pasaba en la tienda; sé que ustedes
no son culpables del mal comportamiento de este grupo; al revés: han intentado
calmar y remediar el bullicio; por eso les voy a nombrar los “mandos
secretos”, es decir, ustedes serán los amigos de todos, para hacerlos
felices. ¿Saben cuál va a ser su misión mañana? Animar a esos tres compañeros (y
a todos los demás) a subir... y subir; a coger las mochilas más pesadas, a ponerse
los últimos en la cola cuando se reparta el desayuno y el agua..., y a otros actos de
generosidad; sin “mandos secretos” como lo serán ustedes, la excursión será un
fracaso: muchos se rendirán, se cansarán, y cundirá el desánimo en los demás.
¿Aceptan el cargo de “mandos secretos”, sí o no? “Claro que sí”, dijeron los dos
muchachos.
Y así lo hicieron al día siguiente. Cuando el jefe tocó el pito para levantarse a las
6am, fueron los primeros en recoger todo lo suyo y prepararlo fuera, al lado de la
tienda. Sus tres compañeros, llenos de pereza, se fueron levantando con quejas
muy lentamente.
Como se STOP!
quedaban 1) La santidad es como subir una gran montaña. Dios
rezagados, estos nos ayuda constantemente. Y necesitamos amigos para
dos valientes, les avanzar más seguros. ¿Quién es un amigo de verdad?
dijeron que fueran Pregúntalo a tu monitor. 2) Jesús de Nazaret es el mejor
adelante, que ellos de los amigos… Nos lo demuestra con hechos…
les recogían el ¿Recuerdas algunas ayudas de Jesús en el Evangelio y en
saco y les llevarían tu propia vida? 3) ¿Qué hicieron de diferente Arturo y
enseguida sus Pepe? ¿Quieres tú también ser un “mando secreto” para
mochilas. En tus compañeros? 4) San Juan Bosco decía: “La santidad
algunos es servicio y alegría”. Sencillo, ¿verdad? 5) Para subir
momentos, la al Everest hacen falta guías… ¿Lo sabías?
subida se hacía dura. Algunos niños dijeron que ellos ya no seguían. Pero ellos dos
estaban siempre a punto para cumplir su misión: daban un poco de agua de sus
cantimploras, contaban un chiste que hacía olvidar el cansancio, comentaban que
un monitor les había dicho que lo que faltaba era ya muy fácil… ¡La excursión fue
todo un éxito! Todos llegaron al pico deseado. ¡Se podían observar paisajes
hermosos! Y todo eso, ¿gracias a quién? A unos amigos de verdad. Al bajar —
parecía casi mágico, pero era así— todos se ayudaban entre sí; en sus caras
se reflejaba la alegría que sentían dentro: la alegría de haberse hecho
amigos.

¡EN SOLITARIO NO SE ALCANZAN LAS GRANDES CUMBRES!


¿Sabes cuándo unos chicos son amigos de verdad? Sí, cuando al estar unos
juntos con los otros se ayudan a ser más felices y a ser mejores. Pero para hacer
eso, para ayudarnos de verdad, los amigos han de hacer
mucho ejercicio de amor, de querer lo mejor para los
otros; y eso lo saben hacer muy bien los niños, incluso los más pequeños. La
historia siguiente puede servirnos para entender un poco lo que es la “amistad”.
Además, es una historia real: Ocurrió en una excursión durante un campamento de
mitad de año. Eran muchachos de unos 13 años. Su ilusión era subir a una
montaña alta, que estaba cerca. Los chicos estaban emocionados la tarde anterior.
Ya habían subido a otros lugares altos (lagos, páramos…) de la región; pero...
¡subir a aquella montaña era ya otra cosa! Durante un buen rato estuvieron
preparando todo lo necesario para la subida del día siguiente, pues partían muy
temprano. El jefe del campamento estaba esa vez con ellos; quería gozar con el
grupo de esa experiencia inolvidable. Después de darles algunas instrucciones
para la marcha del día siguiente, les despidió hacia las nueve de la noche con una
consigna: “En solitario no se alcanzan las grandes cubres”. Algunos de los
niños estaban tan pendientes de la aventura que les esperaba, que apenas
prestaron atención a la consigna del jefe, a la explicación que les dio de lo que
significaba eso: “En solitario no se alcanzan las grandes cumbres”. Otros sí le
escucharon…, y muy atentos.
Todos se fueron a dormir. Todos, menos el jefe, que se fue a dar un paseo por un
caminillo que estaba al lado de las tiendas de campaña. Quería acabar de planear
todos los detalles de la subida del día siguiente. Mientras, paseaba, oyó que en una
tienda había ruido, conversaciones, bromas. Pensó que los niños estarían
nerviosos, sin sueño todavía. Esperó, por eso, un rato. Pero, el bullicio era cada
vez mayor. Se acercó a la tienda, y oyó que tres muchachos se estaban portando
mal: se quejaban del suelo en donde estaba plantada la tienda, se reían de unos
acampados que se habían mojado al cruzar un pequeño riachuelo por la tarde… El
jefe reconoció por la voz quiénes estaban haciendo esas travesuras. Oyó también
que otros dos niños —Arturo y Pepe— les decían: ¡Chsss, van a despertar a los de
las otras tiendas; nosotros podemos cambiarles el puesto para que estén más
cómodos; vamos a obedecer al jefe…, ha dicho que mañana tenemos que estar bien
descansados! El jefe, fuera, esperó todavía un rato más. Después encendió la
linterna, y se asomó por la puerta de la tienda. Los tres niños se hicieron los
dormidos; mientras que los otros dos sacaron sus cabezas por encima del saco y le
dijeron al jefe: “perdone, ya sabemos que no nos hemos portado bien”.

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